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, JOSE LEZAMA/LIMA LA,EXPRESION AMERICANA, io i 7 As { FONDO DE CULTURA ECONOMICA. MEXICO. Primera ediclon, 1993, Gout 1. R.€ 1993, Foo ve Covruna Econsuien, S.A. C.¥. Carretera Picacho-Ajusco, 227; 14200 Mexico, DE ANSON ISBN 968-16-4007._ "ARAREORNE Impreso en México | oct 12 1994 —— RECONOCIMIENTOS, Esta edicién debe su aliento original a Emir Rodriguez Mone- gal, quien durante mi estancia en la Universidad de Yale en 1980, mientras preparaba mi tesis posdoctoral sobre la obra de José Lezama Lima, inspiré su concepcién y desarrollo ul- terior. Su vasto saber, su construetiva critica y su amplia ge- nerosidad me acompafiaron, hasta 1985, cuando, inopinada- mente, sobrevino su muerte absurda. En su memoria, pues, dedico este trabajo que él ya no pudo ver concluido. Por su asistencia lingiistica, apoyo y orientacién bibliogré- ficas, estoy en deuda también con varios amigos y colegas de la Universidad de Sdo Paulo: Munira Mutran, Willi Bolle, Ju- lio Garcia Morején, Antonio Medina Rodrigues, Anna Mae Barbosa, Tuneu y Valquiria Wey. Enrico Mario Santi, profun- do conocedor de Lezama, me facilits importantes materiales bibliograficos cubanos, amén de su colaboracién para aclarar algunas referencias difusas del texto, lo cual consigno en las notas pertinentes. A mi colega Antonio Gémez Moriana, de la Universidad de Montreal, agradezco las miiltiples sugerencias para mejorar mis notas al texto lezamiano, relativas a la lite- ratura y la cultura espafiolas. Con Haroldo de Campos, cuya pasion por el barroco me ha privilegiado siempre con un dia- logo permanente, mi deuda es sencillamente impagable. Por otra parte, la cuidadosa lectura de Rodolfo Mata Sandoval, becario de la Universidad Nacional Auténoma de México en la Universidad de Sao Paulo durante el afio académico de 1992, mejoré apreciablemente la inteligencia de mis comen- tarios, depurdndolos de paso de lusitanismos persistentes. Le estoy sinceramente agradecida. Assu vez, Araceli Garcia Carranza, biblidgrafa, y Marta Gar- cia Hernandez, bibliotecaria, me brindaron inestimable ayu- da en as labores que, en enero de 1988, realicé con el manus- crito de La expresion americana, en la Biblioteca Nacional José Marti, de La Habana, Cuba. Al director de esta institu- in, Julio Le Reverend Brusone, le agradezco piiblicamente 7 a RECONOCIMIENTOS. la gentileza y la prontitud con que atendié favorablemente mi solicitud de acceso al manuscrito. A Cintio Vitier, en fin, gran. conocedor de la vida y la obra de Lezama Lima, y extraordi- nario descifrador de sus manuscritos, le quedo muy agrade- ida por las soluciones aportadas a ciertos enigmas de la es- critura de nuestro admirado “Etrusco” LA HISTORIA TEJIDA POR LA IMAGEN Los conTextos imEOLOGICOS Cuanno en enero de 1957 José Lezama Lima (1910-1976) pro- nunci6, en el Centro de Altos Estudios del Instituto Nacional de La Habana, las cinco conferencias que luego integrarian su libro La expresion americana, el pensamiento americanista habfa cristalizado ya en una verdadera tradicién. Un siglo de reflexién sistematica sobre la condicién de los americanos habia generado toda suerte de interpretaciones en torno al problema de la identidad cultural. La posicién critica acerca de lo que es América, esto es, qué lugar le reserva la historia, ‘cual su destino y cual su diferencia frente a otros modelos de cultura, determiné la ensayistica de los més destacados es- critores hispanoamericanos, y también su legitimo deseo de ser modernos, desde la generacién postindependentista hasta Ja que antecede a la segunda Guerra Mundial. De Sarmiento a Marti, pasando por Bilbao y Lastarria, en el siglo xn, de Rod6 a Martinez Estrada, en un primer arco contemporaneo que incluye, entre otros muchos, los nombres de Vasconcelos, Ricardo Rojas, Pedro Henriquez Urefia y Maridtegui, las respuestas a aquellas indagaciones variaron de acuerdo con las crisis histéricas, las presiones politicas y las influencias ideologicas. En sus escritos América habia pasado por el sobresalto de las antinomias roménticas (¢civi- lizacién o barbarie?), por los diagnésticos positivistas de sus males endémicos, por Ja comparacién con Europa y la cul- tura angloamericana; algunas veces habia reivindicado su la- tinidad, otras, la autoctonfa indigena; se vio erigida, poste- riormente, como el espacio césmico de la quinta raza y hasta ‘conceptualiz6 su bastardia fundadora. No existié intelectual Prominente en su tiempo que permaneciera indiferente a la problematica de Ja identidad. Ya fuera con pasion vehe- mente o con frialdad cientificista, con optimismo o desalien- to, con visiones utdpicas 0 apocalipticas, nacionalistas o his- ° 10 LA HISTORIA TEMIDA POR LA IMAGEN panofébicas, progresistas 0 conservadoras, las ensayistas del americanismo expresaron —como en un texto tinico— su an- gustia ontolégica ante la necesidad de resolver sus contradic- clones de una manera que certificara su identidad. Pero si la generacién de intelectuales que actué entre 1920 y 1940 hizo de la identidad el tema de sus desvelos, la gene- Facién siguiente, del cuarenta al sesenta, encortré el problema practicamente resuelto. Con los estudios de Fernando Ortiz sobre los procesos de transculturacién, los de Reyes sobre la apertura de la “inteligencia americana” a las influencias, los de Mariano Picén Salas sobre la combinacién de las formas europeas con las indigenas, los de Uslar Pictri sobre el proce- so de aluvién de nuestro sistema literario o con la propuesta de Carpentier sobre lo real maravilloso americano, se dio el Teconocimiento de! mestizaje como nuestro signo cultural. Con este ideologema, que se fia desde los cuarenta, el discur- so americanista parecia haber resuelto el problema crucial del complejo de inferioridad, asumiendo la heterogeneidad de su formaci6n racial sin renunciar al ambicionado universalismo. Suponia, igualmente, el hallazgo de una diferencia que per- mitia contrastar la complejidad de nuestra formacién con Ia homogeneidad social de los Estados Unidos y los particularis- ‘mos etnocentristas de los europeos. Qué podia atiadir Lezama Lima, ya a fines de la década de los cincuenta, ante esa tradicién del discurso americanista? Qué nueva interpretaci6n podria modificar las soluciones de esa experiencia reflexiva? Por su configuraci6n externa La ex- resin americana se acomoda al cuadro interpretativo gene- al del americanismo; su esbozo de nuestro hecho cultural tampoco se opone al ideologema vigente de la “América mes- tiza’ y exalta su universalidad como antes lo hicieron Reyes 0 Carpentier. Desde el examen del barroco colonial hasta la poesfa popular del siglo xix, Lezama —aunque parezca hacer tabla rasa de aquella ensayistica— presupone nuestra recep- tividad mestiza a las influencias. La propia “sama critica de Jo americano”, que Lezama analiza en el ultimo capitulo y cifra en la nocion de “protoplasma incorporativo”, deriva conceptualmente de la tesis de la transculturacion. Es cierto que si comparamos él ensayo de Lezama con los de Reyes, los de Carpentier o aun los de Uslar Pietri —que LA HISTORIA TERIDA POR LA IMAGEN n son ejercicios breves o indicativos, y a veces sélo apuntes— resalta en el acto que su dimensién refleja una voluntad tota- lizadora que tampoco tuvieron, dentro de sus propésitos es- pecticas, Ortiz con su Contrapunieo cubano del tabaco y el azticar (1940), 0 Picén Salas, con De la Conquista a la Inde- pendencia (1944), De la misma manera la tarea de enfocar a ‘América como una unidad cultural y una continuidad histori- ca ya habfa sido emprendida con éxito por Pedro Henriquez Urefia, tanto en las artes como en la literatura, en dos obras fundamentales: Historia de la cultura en la América Hispdnica (1947) y Corrientes literarias en la América Hispdnica (1949). Considerando también que Lezama no pretendié elaborar una historiografia, como en esas obras, y s{ un auténtico en- sayo, con lo que supone ese género, habia ya otro antecedente respetable, EPlaberinto de la soledad (1950), en el cual Octavio Paz examinaba, desde una perspectiva existencial, el ser me- xicano a lo largo de la historia, sin perder de vista el horizon- tey el alcance hispanoamericanos. Las innovaciones que presenta La expresin americana en el cuadro ideolégico del discurso americanista superan, sin em- bargo, los préstamos y las afinidades con aquella tradicién En principio, la nocién de “América”, para Lezama, va mas alld del referente restrictivo convencional. Mas amplia que la “América Ibérica” de Henriquez Urea o que el “México/Amé- rica Hispénica” de Paz o, aun, que la “América Latina” que, desde Rods hasta Carpentier, serfan el objeto conceptual, la nocién manejada por Lezama incluye, sorprendentemente, a los Estados Unidos. Esa inclusién puede parecer una herejia tratdndose de un escritor cubano que escribfa en visperas de la Revolucion y en un periodo de plena vigencia del “latino- americanismo’ en la vida continental ‘Mas all4 de las tensiones politicas que durante mas de medio siglo alimentaron un justificado sentimiento antimpe- Tialista, el clima ideolégico de reivindicacin de la latinidad —desencadenado por el Ariel (1900), de Rodé— se afianzaba en el mito de que los Estados Unidos representaban un mun- do materialista y pragmético, carente de espiritualidad, de verdaderas esencias humanas y, como tal, antagénico a nues- tra América. Las razones de Lezama van, no obstante, al mar- gen de los hechos y de las ideologias vigentes. Si bien hace 2 LA HISTORIA TENDA POR LA IMAGEN prevalecer los ejemplos de expresion latincamericana y toma los de América del Norte de modo complementario (y en cier- to sentido "latinizando” a los Estados Unidos), la articulacion conceptual del ensayo sugiere que el adjetivo “americana” del titulo fue intencional para establecer la idea de una totalidad indisoluble, con una doble acepcién. Primero, desde el punto de vista hist6rico, rescata el nombre original del continente, el de su fundacién; segundo, refiere a una geografia tinica, tuna naturaleza que, anterior a la historia, la prefigura como unidad espiritual indisociable en el Occidente. Hay, todavia, otro criterio filoséfico en esa vision integradora que abordare mos mas tarde. Es imprescindible considerar algunos aspectos del contexto ideolégico cubano de los afios cincuenta, en que Lezama con- cibi6 su vision americanista. Es sabido que el grupo de poetas Y artistas que Lezama lidereé durante mas de una década, formado en torno de la revista Origenes (1944-1956) —entre los cuales se cuentan Cintio Vitier, Eliseo Diego, Angel Gaztelu, Fina Garcia Marruz, Amelia Peléez, René Portoca- Frero, Mariano Rodriguez, Julian Orbon—, no ejercié militan- cia politica directa, manteniéndose discretamente al margen del régimen de Batista. Sin embargo, no dejé de manifestar desprecio por la cultura oficial, como el propio Lezama con- signé en 1954, con motivo de los diez afios de Origenes. Pero el testimonio més elocuente del sentimiento de los origenistas ‘en aquel momento es el de Cintio Vitier, quien, en el mismo aio en que Lezama pronuncié sus conferencias sobre la ex- presin americana, también present6 otra serie (entre oct bre y diciembre de 1957) para un curso en el Lyceum de La Habana. En estas conferencias, recogidas en su monumental Lo cubano en la poesia (1958), Vitier repasaba las constantes de la cubanidad y sus contradicciones a lo largo de casi cua. to siglos de lirica insular, animado, decia, por el deseo de su- perar “el estupor ontolégico”, de vacfo, en que habia sucum- bido la nacién una vez perdida la inspiracién politica de los fundadores, como Marti (p. 573). Frente al “siniestro curso central de la Historia’ (refiriéndose’a la segunda Guerra Mun- dial y a la Guerra Civil espafiola) y a la amenaza de desus tanciacién de las esencias por la “corruptora influencia del American way of life” (pp. 382 y 584), Vitier contemplaba, en LAHISTORIA TEJIDA POR LA IMAGEN 3 las relaciones entre la poesfa y la préctica, tanto una especie de refugio en algo permanente como el rescate de la “dignidad nacional” (cf. “nota” de presentacién de la primera edicién del libro). En el “Prologo” para la reedicién de 1970 Vitier rei- teraba con mayor énfasis aquellos propésites, aludiendo a los tiempos del batistato como “de tinieblas y barbarie”. Lezama, ciertamente, compartié con Vitier esa voluntad de resistencia, que también deberia reflejar en ambos el término de los afios de Origenes y de aquel “estado de concurrencia pottica” que haba producido el mejor vehiculo de entonces para pensar y divulgar Ia literatura moderna en el ambito his- énico. En medio de la desilusién y el escepticismo reinantes Lezama quiza sintié la misma urgencia por formular, reitos: , una imagen orientadora, y, en su caso, més abar- Eon aue-foeubuno Sin lute hehos oshoncnne batistato, el ensayo lezamiano presupone el clima de abati- miento de aquellos afos crepusculares de la dictadura (Batis- ta habia asumido el poder en 1952 mediante un golpe de Es- tado-y habia sido “electo” en 1955), en que Cuba se habia convertido en un territorio de uso y abuso de los Estados Uni- dos y en grotesco simulacro de los ideales republicanos, De modo oblicuo, como era propio de su estilo, Lezama examin6 esos sentimientos en la imagen de su americano ejemplar, cuyo ejercicio de libertad y rebeldia encarné historicamente, en el siglo x1x, en el propio José Marti. No obstante las dife- rencias en cuanto al método y los objetivos en el tratamiento de sus respectivos temas Lezama y Vitier adoptaron, en esos afios de crisis nacional e internacional, la misma desconfian- za de la historia —desconfianza que, en el caso de Cuba, esta baa punto de romperse un afio después con la acci6n revolu- cionaria de los guerrilleros de la Sierra Maestra. ‘EL PROYECTO DEL ENSAYO: HISTORIA Y POESIA La frase emblematica que abre el ensayo —"sélo lo dificil es estimulante’—, tantas veces tomada, no sin raz6n, como alu- siva al lenguaje oscuro de los textos lezamianos, es en verdad una referencia al proyecto del ensayo. Una glosa-comentario puede ayudar a tornarla inteligible en el contexto general del w LA HISTORIA TEJIDA POR LA IMAGEN ensayo. El proyecto del autor es el de abordar la dificultad americana, esa “resistencia” que incita al conocimiento. Tal dificultad no consiste, sin embargo, en investigar el ser, en el sentido metafisico (lo que est sumergido “en las maternales aguas de lo oscuro”), ni su correlato, él origen (“lo originario sin causalidad, antitesis 0 logos"). Lo dificil, propone Leza- ma, es la “forma en devenir” (el ir siendo, el proceso 0 muta- cin) de un “paisaje” (genéricamente: cultura; especificamen- te: el espiritu revelado por la naturaleza) para-establecer un sentido y, enseguida, una visidn histérica. El sentido, entien- de Lezama, adviene de una relacién simple de los elementos (una “interpretacién’, una “hermenéutica’), en tanto la vision historica es la “reconstruccién” de una toialidad, la cual tiene eficacia si es “una fuerza ordenancista” (si muestra las seme- janzas y diferencias de una cultura en relaci6n con otras), 0 ¢ intitil si es “un apagado eco” (si se limita a mostrar que una cultura es una repeticién de otras) Af, las dificultades que apunta Lezama son de dos érdenes: poner de relieve el sentido —lo que requiere la causalidad del historicismo (la relacién causa-efecto en el devenir)—; 0, por otro lado, adquirir una vision historica de ese devenir, me- diante el contrapunto 0 “tejido entregato por la imagen”. Esta segunda dificultad, la de construir la historia por medio de la imagen, entiende Lezama, es la mayor y sera la que él mismo intentard en su disefio contrapuntistico de la forma en devenir del hecho americano, apartandose, por tanto, de la busqueda del sentido y de la causalidad del historicismo. En su condensada (0 enrevesada) formulacién de lo que se puede llamar hipétesis de reflexion, se puede entrever la posi- cién critica y filos6fica que orientard la argumentaci6n del ensayo. Desde luego, esa posicion se aparta de la biisqueda de Ja identidad del americanismo precedente. No le interesa, como a éste, el ser o la esencia del hombre americano ni tampoco su origen, en cuanto lugar del no-ser, privado del movitniento de relacién. E] blanco principal de esta formu- lacién no son los americanistas angustiados por su ontolo- gia, sino la l6gica y el historicismo de Hegel. Al optar por la forma en devenir Lezama realiza un nitido calco de los térmi- nos de la l6gica hegeliana (el devenir como lugar donde se reconcilian el ser y el no-ser), sin admitir, empero, las con- LA HISTORIA TESTDA POR LA IMAGEN 5 secuencias que de ella extrae Hegel para su concepto de histo- ria universal. El historicismo hegeliano —expuesto en las célebres Vor lesungen aber die Philosophie der Geschichte (1822-1831; en la traduccién espafiola, de José Gaos, Lecciones sobre la filosofia de la historia universal, 1928)— concebfa la historia como la exposicion del espiritu (la razén 0 el logos) en un proceso que conduce al autodesarrollo y al autoconocimiento. Lezama pre- tende oponer a esta concepcién una visién historica orien- tada no por la razén —que sélo conduce a un deber ser—, sino por otro logos: el logos poético. De ahi la proposicién de un “contrapunto de imagenes” —actividad metaférica por exce- Jencia— que permite sefialar el poder ser (la imago) y abarcar, contrariamente al logos hegeliano, las méltiples formas de lo real, sin las constricciones de un a priori rigido al cual deben someterse todos los hechos. Obsérvese, ademas, que Lezama propone una visién his- t6rica de la forma en devenir de un “paisaje’, término que forzosamente incluye a la naturaleza. Mientras Hegel tomaba Ja naturaleza como una entidad inerte, sin evolucién, ahist6- ica, Lezama (contraridndolo otra vez) consideraba que la na- turaleza tiene espiritualidad. Este concepto, tomado de otro ‘dealista alemén, Schelling —que Hegel repudié por conside- rarlo una fantasia mfstica de los roménticos—, proveeré el ‘basamento filoséfico para considerar que el paisaje (la cul- tura) surge cuando el espiritu es revelado por la naturaleza. Estas nociones, que se esclarecen solo al final del ensayo, cconstituyen una verdadera inversin del concepto de la natu: aleza en Hegel y vienen motivadas por la reducci6n de Amé- rica, en las Lecciones, a una geografia, un mundo natural, fuera de la historia. Si Hegel consideraba que el espiritu slo podria manifestarse por el “apricto” espacial, Lezama, al re- és, insistira en que Ja anchura del espacio americano propi io el surgimiento pleno de su cultura. Sin entenderse esos presupuestos —implicitos en la argumentacién lezamiana— el concepto de “espacio gnéstico” americano, derivado de ellos, puede pasar por una alusién a la novedad geografica de la América, propicia a la transculturacién. Aqué estamos ante una abstraccién, identificable por la construccién relacional de los concepts. El “espacio gnéstico” es la naturaleza espiri- 6 LA HISTORIA TEJIDA POR LA IMAGEN* tualizada, plena de dones en sf, que aguarda, para expresarse, Ja mirada del hombre a fin de iniciar el didlogo inmediato (de espiritus: el humano y el natural) que impulsa a la cultura. Lezama coloca al margen del historicismo y de la ontologia su proyecto de construir una vision historica mediante el file tro de la imagen. Delicado, tenue punto intermedio, en el cual el devenir americano, sin rendirse a la nocién de progreso 0 evolucién, se sujeta, en cambio, al vaivén de las imagenes de un “sujeto metaforico”. Toda la seccién inicial del primer capitulo esta dedicada a teorizar y justificar la actuacion del logos postico, por la perspectiva de ese sujeto metaférico que debe adquirir una vision hist6rica libre de las mallas del his- toricismo. Asf, esa actuacién se propone producir la meta- morfosis de las entidades naturales y culturales para construir una nueva visién; quiere ser, en suma, el acto que impulsa las, entidades naturales o culturales imaginarias a formar una imago. En esa teorizacién confluyen diversos conceptos que Leza- ma habia venido elaborando, hacia veinte atios, desde sus pri- meros escritos, como "Del aprovechamiento poético” (1938) y *Conocimiento de salvacién” (1939) —ambos incluidos en Analecta del reloj (1953)—. Entre ellos, lo que se puede llamar principio regulativo de su pensamiento: el mundo (de los he- cchos, de los objetos) “es una inmensa condenacién inanima- da”, que sélo el conocimiento poético, opuesto al racional- dialéctico, puede animar con su “soplo”. Desconfianza de la razén e hipéstasis de la poesfa, claro est4, puesto que con- vierte el logos poético en un absoluto. En el ensayo-eje de su. sistema poético, “Las imagenes posibles’ (1948), esa postura desemboca en la toma de la imagen como “Ia iltima de las historias posibles’, La expresién americana es el primer texto en que Lezama pondré a prueba, en la factualidad concreta de nuestra histo- ria cultural, la viabilidad de esos conceptos previos. Si la ima- gen participa de la historia, si ésta ha de determinarse como un tejido entregado por la imagen, Lezama deberé asumir ne- cesariamente que ella se tome una ficcién del sujeto y no una exposicién objetiva del hecho americano. Si el sujeto meta- forico s6lo puede producir simulacros, ideaciones, gcsmo puede aspirar a la verdad? Al asumir, sin embargo, esa condi- LA HISTORIA TERIDA POR LA IMAGEN we cién de logos poético, Lezama no pretende descalificar la ve- racidad de la imagen sino traer el historicismo al plano del } = lenguaje. Apoyandose en Toynbee, uno de los eminentes fil6- sofos que revisé el enfoque de la historia con la plataforma del empirismo inglés, y en Curtius, Lezama invocar4 que todo discurso histérico es, por la propia imposibilidad de recons- truir la verdad de los hechos, una ficcién, una exposicién poética, un producto necesario de la imaginacién del histo- riador. Se encuentra afectado, podriamos decir, por aquel proton pseudés, 0 yerro fundador de todo acto historiante que consiste en valorar el pasado con los puntos de vista del pre- sente. Asf, si la historia y la poesfa se confunden en la misma “mentira poética’, ¢qué puede restar verdad a la operacién del logos poético? [EL METODO DEL CONTRAPUNTO Con esa “caida en el lenguaje” Lezama legitima la técnica del contrapunto para erigir una visién hist6rica independiente del causalismo historicista. E] contrapunto instaura Ia liber- tad de la lectura del sujeto metaférico para componer lo que dlllamé “red de imagenes que forma la Imagen”, en otro en- sayo (“Las imagenes posibles”). En vez de relacionar los he- chos culturales americanos por la relacin de causa-efecto, denunciando una progresién evolutiva, su contrapunto se mueve, erréticamente, para adelante y para atrds en el tiem- po, en busca de analogias que revelen el devenir. Compara, asi, nuestros textos con los de otras culturas alejadas en el tiempo y ent el espacio. La técnica no es nueva, evidente- mente, y forma parte de cualquier ejercicio de critica compa- rativa, pero Lezama le imprime una dosis extra de imagina- cin personal que le confiere el estatuto de verdadera fabula intertextual. Asf, por ejemplo, el Popol Vuk maya tiene sus mitemas analogados tanto con fragmentos de la Biblia, o un episodio de la Odisea como con situaciones del Baghavad Gita, de la remota India; el Primero suefio, de Sor Juana, es contrapunteado con las ideas escolésticas sobre el cuerpo, con el tempo de las Soledades gongorinas, un dato de Descartes, ode Athanasius Kircher 0 aun con cierta inflexién del poema 18 LA HISTORIA TESIDA POR LA IMAGEN “Muerte sin fin”, del poeta mexicano moderno José Gorostiza. ‘Trazos, particulas, fragmentos de textos son extraidos de una totalidad —como en una toma sinecdéquica— para ser ana- Jogados con otros retazos de otra realidad. La idea es la de ‘componer, con esos saltos y sobresaltos, una especie de cons- telaci6n supra-historica en que los textos dialogantes exhiben su devenir en la mutacion de esas particulas. La similitud de esa técnica con la que Oswaldo Spengler us6 en La decadencia de Occidente (1918-1922) es slo aparen- te. Lezama anota en su teorizacién que no pretende estable- cer homologias entre hechos de culturas diferentes, apoyén- dose en una morfologia, esto es, en la forma externa, visible, prefiriendo la libertad de Ja analogia, en la cual el sujeto me- taférico prescinde de Ia visibilidad de lo externo para operar enlaces entre elementos invisibles, marginales o periféricos. Cabe afiadir adn que el analogo cultural lezamiano descarac- teriza las equivalencias funcionaies que el mismo Spengler propuso para su concepto de analogia, el cual implica una preocupacién de orden hist6rico-social del analista. La ana- logia en Lezama es fundamentalmente pottica: ¢s el producto del “siibito” de la asociacién, destituido de toda pretensién de objetivided; es asi una “gravitacién”, una “urdimbre” 0 una “resonancia” —~para usar sus términos preferidos— desple- gadas por la imaginacién y la memoria er una dimensién, diriase, meta-racional. Es el trabajo, en suma, del “Eros rela cionable”, conforme lo consigna uno de los poemas de Dador (1960). Lo que motiva el rechazo a la homologia y a la analogia spenglerianas son sus consecuencias para la valorizacion de las formas culturales americanas. Spengler, al homologar for- mas o tejer analogias funcionales, tendfa a configurar la his- toria como una eterna repeticin: cada “universo-historia”, soncebido como un organismo biolégico de ciclos y periodos que evolucionaban siempre en la misma direccién, repetfa las formas anteriores de otro “universo-historia”. El pesimismo de esa morfologia de un “destino”, asi como el de la teoria de las constantes artisticas de un Eugenio D'Ors, es denunciado por Lezama como “el germen del terrible complejo del ameri- cano”, que con él ve disminuidas sus creaciones culturales como repeticiones de formas estilisticas anteriores. Asi, la rei- LA HISTORIA TESIDA POR LA IMAGEN 19 vindicacién de la novedad americana debe pasar por el recha- zo de la similitud y la repeticién: “Nuestro punto de vista —dice Lezama— parte de la imposibilidad de dos estilos se- mejantes, de la negacién del desdén a los epfgonos, de la iden- tidad de dos formas aparentemente concluyentes, de lo creati- vo de un nuevo concepto de la causalidad temporal de que todo se dirige a lo contemporaneo, a un tiempo fragmentario”” [EL CONCEPTO DE ERA IMAGINARIA Esa posicién epistemolégica llevar a Leama a formular la posibilidad de investigar lo que llamaba “eras imaginarias”. Es dificil precisar, en el estricto contexto tebrico de La expre- sion americana, en qué consiste exactamente una era imagi- naria. Con los escasos datos de esa primera exposicién una ‘era imaginaria coincide, aparentemente, con una cultura, por el hecho de poder constituir un “campo inteligible”, esto es, un tipo de sociedad que Toynbee definis a partir de impulsos y respuestas, dados por las religiones (cristianismo, judaismo, ‘budismo, etc.). Pero, en verdad, una era imaginaria no coin- cide necesariamente con una cultura, menos todavia con una sociedad. Lezama sugiere que su interés es detectar, en el cur- so de una cultura o sociedad, los tipos de imaginacién, los momentos en que se dio la “potencialidad para crear im: genes” —entiéndase: cuando se supera el causalismo “obli- terado y simplén’—. El ejemplo de la “era carolingia’, con st. imaginacién hipostasiada en lo teolégico, ayuda a ver que ésta serfa, dentro de la gran cultura occidental (cristiana), uuna era, un momento peculiar. En un ensayo posterior Leza- ma confirma la diferencia entre una cultura y una era imag naria: “En los milenios, exigidos por una cultura, donde la imagen actéa sobre determinadas circunstancias excepcio- nales, al convertirse el hecho en una viviente causalidad me- taférica, es donde se sittan esas ea: imaginarias. La historia de la poesfa [o la poesfa de la historia, anadiriamos] no puede ser otra cosa sino el estudio y expresiGn de las eras imagina- ias” (‘A partir de la poesta” (1960), Introduccién a los vasos Srficos, p. 174). Por tanto, una era imaginaria se da ocasional- mente dentro de la totalidad que es una cultura con sus mile-

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