, JOSE LEZAMA/LIMA
LA,EXPRESION
AMERICANA,
io i 7
As
{ FONDO DE CULTURA ECONOMICA.
MEXICO.Primera ediclon, 1993,
Gout
1. R.€ 1993, Foo ve Covruna Econsuien, S.A. C.¥.
Carretera Picacho-Ajusco, 227; 14200 Mexico, DE
ANSON
ISBN 968-16-4007._ "ARAREORNE
Impreso en México | oct 12 1994
——
RECONOCIMIENTOS,
Esta edicién debe su aliento original a Emir Rodriguez Mone-
gal, quien durante mi estancia en la Universidad de Yale en
1980, mientras preparaba mi tesis posdoctoral sobre la obra
de José Lezama Lima, inspiré su concepcién y desarrollo ul-
terior. Su vasto saber, su construetiva critica y su amplia ge-
nerosidad me acompafiaron, hasta 1985, cuando, inopinada-
mente, sobrevino su muerte absurda. En su memoria, pues,
dedico este trabajo que él ya no pudo ver concluido.
Por su asistencia lingiistica, apoyo y orientacién bibliogré-
ficas, estoy en deuda también con varios amigos y colegas de
la Universidad de Sdo Paulo: Munira Mutran, Willi Bolle, Ju-
lio Garcia Morején, Antonio Medina Rodrigues, Anna Mae
Barbosa, Tuneu y Valquiria Wey. Enrico Mario Santi, profun-
do conocedor de Lezama, me facilits importantes materiales
bibliograficos cubanos, amén de su colaboracién para aclarar
algunas referencias difusas del texto, lo cual consigno en las
notas pertinentes. A mi colega Antonio Gémez Moriana, de la
Universidad de Montreal, agradezco las miiltiples sugerencias
para mejorar mis notas al texto lezamiano, relativas a la lite-
ratura y la cultura espafiolas. Con Haroldo de Campos, cuya
pasion por el barroco me ha privilegiado siempre con un dia-
logo permanente, mi deuda es sencillamente impagable. Por
otra parte, la cuidadosa lectura de Rodolfo Mata Sandoval,
becario de la Universidad Nacional Auténoma de México en
la Universidad de Sao Paulo durante el afio académico de
1992, mejoré apreciablemente la inteligencia de mis comen-
tarios, depurdndolos de paso de lusitanismos persistentes. Le
estoy sinceramente agradecida.
Assu vez, Araceli Garcia Carranza, biblidgrafa, y Marta Gar-
cia Hernandez, bibliotecaria, me brindaron inestimable ayu-
da en as labores que, en enero de 1988, realicé con el manus-
crito de La expresion americana, en la Biblioteca Nacional
José Marti, de La Habana, Cuba. Al director de esta institu-
in, Julio Le Reverend Brusone, le agradezco piiblicamente
7a RECONOCIMIENTOS.
la gentileza y la prontitud con que atendié favorablemente mi
solicitud de acceso al manuscrito. A Cintio Vitier, en fin, gran.
conocedor de la vida y la obra de Lezama Lima, y extraordi-
nario descifrador de sus manuscritos, le quedo muy agrade-
ida por las soluciones aportadas a ciertos enigmas de la es-
critura de nuestro admirado “Etrusco”
LA HISTORIA TEJIDA POR LA IMAGEN
Los conTextos imEOLOGICOS
Cuanno en enero de 1957 José Lezama Lima (1910-1976) pro-
nunci6, en el Centro de Altos Estudios del Instituto Nacional
de La Habana, las cinco conferencias que luego integrarian
su libro La expresion americana, el pensamiento americanista
habfa cristalizado ya en una verdadera tradicién. Un siglo de
reflexién sistematica sobre la condicién de los americanos
habia generado toda suerte de interpretaciones en torno al
problema de la identidad cultural. La posicién critica acerca
de lo que es América, esto es, qué lugar le reserva la historia,
‘cual su destino y cual su diferencia frente a otros modelos de
cultura, determiné la ensayistica de los més destacados es-
critores hispanoamericanos, y también su legitimo deseo de
ser modernos, desde la generacién postindependentista hasta
Ja que antecede a la segunda Guerra Mundial.
De Sarmiento a Marti, pasando por Bilbao y Lastarria, en
el siglo xn, de Rod6 a Martinez Estrada, en un primer arco
contemporaneo que incluye, entre otros muchos, los nombres
de Vasconcelos, Ricardo Rojas, Pedro Henriquez Urefia y
Maridtegui, las respuestas a aquellas indagaciones variaron
de acuerdo con las crisis histéricas, las presiones politicas y
las influencias ideologicas. En sus escritos América habia
pasado por el sobresalto de las antinomias roménticas (¢civi-
lizacién o barbarie?), por los diagnésticos positivistas de sus
males endémicos, por Ja comparacién con Europa y la cul-
tura angloamericana; algunas veces habia reivindicado su la-
tinidad, otras, la autoctonfa indigena; se vio erigida, poste-
riormente, como el espacio césmico de la quinta raza y hasta
‘conceptualiz6 su bastardia fundadora. No existié intelectual
Prominente en su tiempo que permaneciera indiferente a
la problematica de Ja identidad. Ya fuera con pasion vehe-
mente o con frialdad cientificista, con optimismo o desalien-
to, con visiones utdpicas 0 apocalipticas, nacionalistas o his-
°10 LA HISTORIA TEMIDA POR LA IMAGEN
panofébicas, progresistas 0 conservadoras, las ensayistas del
americanismo expresaron —como en un texto tinico— su an-
gustia ontolégica ante la necesidad de resolver sus contradic-
clones de una manera que certificara su identidad.
Pero si la generacién de intelectuales que actué entre 1920
y 1940 hizo de la identidad el tema de sus desvelos, la gene-
Facién siguiente, del cuarenta al sesenta, encortré el problema
practicamente resuelto. Con los estudios de Fernando Ortiz
sobre los procesos de transculturacién, los de Reyes sobre la
apertura de la “inteligencia americana” a las influencias, los
de Mariano Picén Salas sobre la combinacién de las formas
europeas con las indigenas, los de Uslar Pictri sobre el proce-
so de aluvién de nuestro sistema literario o con la propuesta
de Carpentier sobre lo real maravilloso americano, se dio el
Teconocimiento de! mestizaje como nuestro signo cultural.
Con este ideologema, que se fia desde los cuarenta, el discur-
so americanista parecia haber resuelto el problema crucial del
complejo de inferioridad, asumiendo la heterogeneidad de su
formaci6n racial sin renunciar al ambicionado universalismo.
Suponia, igualmente, el hallazgo de una diferencia que per-
mitia contrastar la complejidad de nuestra formacién con Ia
homogeneidad social de los Estados Unidos y los particularis-
‘mos etnocentristas de los europeos.
Qué podia atiadir Lezama Lima, ya a fines de la década de
los cincuenta, ante esa tradicién del discurso americanista?
Qué nueva interpretaci6n podria modificar las soluciones de
esa experiencia reflexiva? Por su configuraci6n externa La ex-
resin americana se acomoda al cuadro interpretativo gene-
al del americanismo; su esbozo de nuestro hecho cultural
tampoco se opone al ideologema vigente de la “América mes-
tiza’ y exalta su universalidad como antes lo hicieron Reyes 0
Carpentier. Desde el examen del barroco colonial hasta la
poesfa popular del siglo xix, Lezama —aunque parezca hacer
tabla rasa de aquella ensayistica— presupone nuestra recep-
tividad mestiza a las influencias. La propia “sama critica de
Jo americano”, que Lezama analiza en el ultimo capitulo y
cifra en la nocion de “protoplasma incorporativo”, deriva
conceptualmente de la tesis de la transculturacion.
Es cierto que si comparamos él ensayo de Lezama con los
de Reyes, los de Carpentier o aun los de Uslar Pietri —que
LA HISTORIA TERIDA POR LA IMAGEN n
son ejercicios breves o indicativos, y a veces sélo apuntes—
resalta en el acto que su dimensién refleja una voluntad tota-
lizadora que tampoco tuvieron, dentro de sus propésitos es-
pecticas, Ortiz con su Contrapunieo cubano del tabaco y el
azticar (1940), 0 Picén Salas, con De la Conquista a la Inde-
pendencia (1944), De la misma manera la tarea de enfocar a
‘América como una unidad cultural y una continuidad histori-
ca ya habfa sido emprendida con éxito por Pedro Henriquez
Urefia, tanto en las artes como en la literatura, en dos obras
fundamentales: Historia de la cultura en la América Hispdnica
(1947) y Corrientes literarias en la América Hispdnica (1949).
Considerando también que Lezama no pretendié elaborar
una historiografia, como en esas obras, y s{ un auténtico en-
sayo, con lo que supone ese género, habia ya otro antecedente
respetable, EPlaberinto de la soledad (1950), en el cual Octavio
Paz examinaba, desde una perspectiva existencial, el ser me-
xicano a lo largo de la historia, sin perder de vista el horizon-
tey el alcance hispanoamericanos.
Las innovaciones que presenta La expresin americana en el
cuadro ideolégico del discurso americanista superan, sin em-
bargo, los préstamos y las afinidades con aquella tradicién
En principio, la nocién de “América”, para Lezama, va mas
alld del referente restrictivo convencional. Mas amplia que la
“América Ibérica” de Henriquez Urea o que el “México/Amé-
rica Hispénica” de Paz o, aun, que la “América Latina” que,
desde Rods hasta Carpentier, serfan el objeto conceptual, la
nocién manejada por Lezama incluye, sorprendentemente, a
los Estados Unidos. Esa inclusién puede parecer una herejia
tratdndose de un escritor cubano que escribfa en visperas de
la Revolucion y en un periodo de plena vigencia del “latino-
americanismo’ en la vida continental
‘Mas all4 de las tensiones politicas que durante mas de
medio siglo alimentaron un justificado sentimiento antimpe-
Tialista, el clima ideolégico de reivindicacin de la latinidad
—desencadenado por el Ariel (1900), de Rodé— se afianzaba
en el mito de que los Estados Unidos representaban un mun-
do materialista y pragmético, carente de espiritualidad, de
verdaderas esencias humanas y, como tal, antagénico a nues-
tra América. Las razones de Lezama van, no obstante, al mar-
gen de los hechos y de las ideologias vigentes. Si bien hace2 LA HISTORIA TENDA POR LA IMAGEN
prevalecer los ejemplos de expresion latincamericana y toma
los de América del Norte de modo complementario (y en cier-
to sentido "latinizando” a los Estados Unidos), la articulacion
conceptual del ensayo sugiere que el adjetivo “americana” del
titulo fue intencional para establecer la idea de una totalidad
indisoluble, con una doble acepcién. Primero, desde el punto
de vista hist6rico, rescata el nombre original del continente,
el de su fundacién; segundo, refiere a una geografia tinica,
tuna naturaleza que, anterior a la historia, la prefigura como
unidad espiritual indisociable en el Occidente. Hay, todavia,
otro criterio filoséfico en esa vision integradora que abordare
mos mas tarde.
Es imprescindible considerar algunos aspectos del contexto
ideolégico cubano de los afios cincuenta, en que Lezama con-
cibi6 su vision americanista. Es sabido que el grupo de poetas
Y artistas que Lezama lidereé durante mas de una década,
formado en torno de la revista Origenes (1944-1956) —entre
los cuales se cuentan Cintio Vitier, Eliseo Diego, Angel
Gaztelu, Fina Garcia Marruz, Amelia Peléez, René Portoca-
Frero, Mariano Rodriguez, Julian Orbon—, no ejercié militan-
cia politica directa, manteniéndose discretamente al margen
del régimen de Batista. Sin embargo, no dejé de manifestar
desprecio por la cultura oficial, como el propio Lezama con-
signé en 1954, con motivo de los diez afios de Origenes. Pero
el testimonio més elocuente del sentimiento de los origenistas
‘en aquel momento es el de Cintio Vitier, quien, en el mismo
aio en que Lezama pronuncié sus conferencias sobre la ex-
presin americana, también present6 otra serie (entre oct
bre y diciembre de 1957) para un curso en el Lyceum de La
Habana. En estas conferencias, recogidas en su monumental
Lo cubano en la poesia (1958), Vitier repasaba las constantes
de la cubanidad y sus contradicciones a lo largo de casi cua.
to siglos de lirica insular, animado, decia, por el deseo de su-
perar “el estupor ontolégico”, de vacfo, en que habia sucum-
bido la nacién una vez perdida la inspiracién politica de los
fundadores, como Marti (p. 573). Frente al “siniestro curso
central de la Historia’ (refiriéndose’a la segunda Guerra Mun-
dial y a la Guerra Civil espafiola) y a la amenaza de desus
tanciacién de las esencias por la “corruptora influencia del
American way of life” (pp. 382 y 584), Vitier contemplaba, en
LAHISTORIA TEJIDA POR LA IMAGEN 3
las relaciones entre la poesfa y la préctica, tanto una especie
de refugio en algo permanente como el rescate de la “dignidad
nacional” (cf. “nota” de presentacién de la primera edicién
del libro). En el “Prologo” para la reedicién de 1970 Vitier rei-
teraba con mayor énfasis aquellos propésites, aludiendo a los
tiempos del batistato como “de tinieblas y barbarie”.
Lezama, ciertamente, compartié con Vitier esa voluntad de
resistencia, que también deberia reflejar en ambos el término
de los afios de Origenes y de aquel “estado de concurrencia
pottica” que haba producido el mejor vehiculo de entonces
para pensar y divulgar Ia literatura moderna en el ambito his-
énico. En medio de la desilusién y el escepticismo reinantes
Lezama quiza sintié la misma urgencia por formular, reitos:
, una imagen orientadora, y, en su caso, més abar-
Eon aue-foeubuno Sin lute hehos oshoncnne
batistato, el ensayo lezamiano presupone el clima de abati-
miento de aquellos afos crepusculares de la dictadura (Batis-
ta habia asumido el poder en 1952 mediante un golpe de Es-
tado-y habia sido “electo” en 1955), en que Cuba se habia
convertido en un territorio de uso y abuso de los Estados Uni-
dos y en grotesco simulacro de los ideales republicanos, De
modo oblicuo, como era propio de su estilo, Lezama examin6
esos sentimientos en la imagen de su americano ejemplar,
cuyo ejercicio de libertad y rebeldia encarné historicamente,
en el siglo x1x, en el propio José Marti. No obstante las dife-
rencias en cuanto al método y los objetivos en el tratamiento
de sus respectivos temas Lezama y Vitier adoptaron, en esos
afios de crisis nacional e internacional, la misma desconfian-
za de la historia —desconfianza que, en el caso de Cuba, esta
baa punto de romperse un afio después con la acci6n revolu-
cionaria de los guerrilleros de la Sierra Maestra.
‘EL PROYECTO DEL ENSAYO: HISTORIA Y POESIA
La frase emblematica que abre el ensayo —"sélo lo dificil es
estimulante’—, tantas veces tomada, no sin raz6n, como alu-
siva al lenguaje oscuro de los textos lezamianos, es en verdad
una referencia al proyecto del ensayo. Una glosa-comentario
puede ayudar a tornarla inteligible en el contexto general delw LA HISTORIA TEJIDA POR LA IMAGEN
ensayo. El proyecto del autor es el de abordar la dificultad
americana, esa “resistencia” que incita al conocimiento. Tal
dificultad no consiste, sin embargo, en investigar el ser, en el
sentido metafisico (lo que est sumergido “en las maternales
aguas de lo oscuro”), ni su correlato, él origen (“lo originario
sin causalidad, antitesis 0 logos"). Lo dificil, propone Leza-
ma, es la “forma en devenir” (el ir siendo, el proceso 0 muta-
cin) de un “paisaje” (genéricamente: cultura; especificamen-
te: el espiritu revelado por la naturaleza) para-establecer un
sentido y, enseguida, una visidn histérica. El sentido, entien-
de Lezama, adviene de una relacién simple de los elementos
(una “interpretacién’, una “hermenéutica’), en tanto la vision
historica es la “reconstruccién” de una toialidad, la cual tiene
eficacia si es “una fuerza ordenancista” (si muestra las seme-
janzas y diferencias de una cultura en relaci6n con otras), 0
¢ intitil si es “un apagado eco” (si se limita a mostrar que
una cultura es una repeticién de otras)
Af, las dificultades que apunta Lezama son de dos érdenes:
poner de relieve el sentido —lo que requiere la causalidad del
historicismo (la relacién causa-efecto en el devenir)—; 0, por
otro lado, adquirir una vision historica de ese devenir, me-
diante el contrapunto 0 “tejido entregato por la imagen”.
Esta segunda dificultad, la de construir la historia por medio
de la imagen, entiende Lezama, es la mayor y sera la que él
mismo intentard en su disefio contrapuntistico de la forma en
devenir del hecho americano, apartandose, por tanto, de la
busqueda del sentido y de la causalidad del historicismo.
En su condensada (0 enrevesada) formulacién de lo que se
puede llamar hipétesis de reflexion, se puede entrever la posi-
cién critica y filos6fica que orientard la argumentaci6n del
ensayo. Desde luego, esa posicion se aparta de la biisqueda de
Ja identidad del americanismo precedente. No le interesa,
como a éste, el ser o la esencia del hombre americano ni
tampoco su origen, en cuanto lugar del no-ser, privado del
movitniento de relacién. E] blanco principal de esta formu-
lacién no son los americanistas angustiados por su ontolo-
gia, sino la l6gica y el historicismo de Hegel. Al optar por la
forma en devenir Lezama realiza un nitido calco de los térmi-
nos de la l6gica hegeliana (el devenir como lugar donde se
reconcilian el ser y el no-ser), sin admitir, empero, las con-
LA HISTORIA TESTDA POR LA IMAGEN 5
secuencias que de ella extrae Hegel para su concepto de histo-
ria universal.
El historicismo hegeliano —expuesto en las célebres Vor
lesungen aber die Philosophie der Geschichte (1822-1831; en la
traduccién espafiola, de José Gaos, Lecciones sobre la filosofia
de la historia universal, 1928)— concebfa la historia como la
exposicion del espiritu (la razén 0 el logos) en un proceso que
conduce al autodesarrollo y al autoconocimiento. Lezama pre-
tende oponer a esta concepcién una visién historica orien-
tada no por la razén —que sélo conduce a un deber ser—, sino
por otro logos: el logos poético. De ahi la proposicién de un
“contrapunto de imagenes” —actividad metaférica por exce-
Jencia— que permite sefialar el poder ser (la imago) y abarcar,
contrariamente al logos hegeliano, las méltiples formas de lo
real, sin las constricciones de un a priori rigido al cual deben
someterse todos los hechos.
Obsérvese, ademas, que Lezama propone una visién his-
t6rica de la forma en devenir de un “paisaje’, término que
forzosamente incluye a la naturaleza. Mientras Hegel tomaba
Ja naturaleza como una entidad inerte, sin evolucién, ahist6-
ica, Lezama (contraridndolo otra vez) consideraba que la na-
turaleza tiene espiritualidad. Este concepto, tomado de otro
‘dealista alemén, Schelling —que Hegel repudié por conside-
rarlo una fantasia mfstica de los roménticos—, proveeré el
‘basamento filoséfico para considerar que el paisaje (la cul-
tura) surge cuando el espiritu es revelado por la naturaleza.
Estas nociones, que se esclarecen solo al final del ensayo,
cconstituyen una verdadera inversin del concepto de la natu:
aleza en Hegel y vienen motivadas por la reducci6n de Amé-
rica, en las Lecciones, a una geografia, un mundo natural,
fuera de la historia. Si Hegel consideraba que el espiritu slo
podria manifestarse por el “apricto” espacial, Lezama, al re-
és, insistira en que Ja anchura del espacio americano propi
io el surgimiento pleno de su cultura. Sin entenderse esos
presupuestos —implicitos en la argumentacién lezamiana— el
concepto de “espacio gnéstico” americano, derivado de ellos,
puede pasar por una alusién a la novedad geografica de la
América, propicia a la transculturacién. Aqué estamos ante
una abstraccién, identificable por la construccién relacional
de los concepts. El “espacio gnéstico” es la naturaleza espiri-6 LA HISTORIA TEJIDA POR LA IMAGEN*
tualizada, plena de dones en sf, que aguarda, para expresarse,
Ja mirada del hombre a fin de iniciar el didlogo inmediato (de
espiritus: el humano y el natural) que impulsa a la cultura.
Lezama coloca al margen del historicismo y de la ontologia
su proyecto de construir una vision historica mediante el file
tro de la imagen. Delicado, tenue punto intermedio, en el cual
el devenir americano, sin rendirse a la nocién de progreso 0
evolucién, se sujeta, en cambio, al vaivén de las imagenes de
un “sujeto metaforico”. Toda la seccién inicial del primer
capitulo esta dedicada a teorizar y justificar la actuacion del
logos postico, por la perspectiva de ese sujeto metaférico que
debe adquirir una vision hist6rica libre de las mallas del his-
toricismo. Asf, esa actuacién se propone producir la meta-
morfosis de las entidades naturales y culturales para construir
una nueva visién; quiere ser, en suma, el acto que impulsa las,
entidades naturales o culturales imaginarias a formar una
imago.
En esa teorizacién confluyen diversos conceptos que Leza-
ma habia venido elaborando, hacia veinte atios, desde sus pri-
meros escritos, como "Del aprovechamiento poético” (1938) y
*Conocimiento de salvacién” (1939) —ambos incluidos en
Analecta del reloj (1953)—. Entre ellos, lo que se puede llamar
principio regulativo de su pensamiento: el mundo (de los he-
cchos, de los objetos) “es una inmensa condenacién inanima-
da”, que sélo el conocimiento poético, opuesto al racional-
dialéctico, puede animar con su “soplo”. Desconfianza de la
razén e hipéstasis de la poesfa, claro est4, puesto que con-
vierte el logos poético en un absoluto. En el ensayo-eje de su.
sistema poético, “Las imagenes posibles’ (1948), esa postura
desemboca en la toma de la imagen como “Ia iltima de las
historias posibles’,
La expresién americana es el primer texto en que Lezama
pondré a prueba, en la factualidad concreta de nuestra histo-
ria cultural, la viabilidad de esos conceptos previos. Si la ima-
gen participa de la historia, si ésta ha de determinarse como
un tejido entregado por la imagen, Lezama deberé asumir ne-
cesariamente que ella se tome una ficcién del sujeto y no una
exposicién objetiva del hecho americano. Si el sujeto meta-
forico s6lo puede producir simulacros, ideaciones, gcsmo
puede aspirar a la verdad? Al asumir, sin embargo, esa condi-
LA HISTORIA TERIDA POR LA IMAGEN we
cién de logos poético, Lezama no pretende descalificar la ve-
racidad de la imagen sino traer el historicismo al plano del } =
lenguaje. Apoyandose en Toynbee, uno de los eminentes fil6-
sofos que revisé el enfoque de la historia con la plataforma
del empirismo inglés, y en Curtius, Lezama invocar4 que todo
discurso histérico es, por la propia imposibilidad de recons-
truir la verdad de los hechos, una ficcién, una exposicién
poética, un producto necesario de la imaginacién del histo-
riador. Se encuentra afectado, podriamos decir, por aquel
proton pseudés, 0 yerro fundador de todo acto historiante que
consiste en valorar el pasado con los puntos de vista del pre-
sente. Asf, si la historia y la poesfa se confunden en la misma
“mentira poética’, ¢qué puede restar verdad a la operacién
del logos poético?
[EL METODO DEL CONTRAPUNTO
Con esa “caida en el lenguaje” Lezama legitima la técnica del
contrapunto para erigir una visién hist6rica independiente
del causalismo historicista. E] contrapunto instaura Ia liber-
tad de la lectura del sujeto metaférico para componer lo que
dlllamé “red de imagenes que forma la Imagen”, en otro en-
sayo (“Las imagenes posibles”). En vez de relacionar los he-
chos culturales americanos por la relacin de causa-efecto,
denunciando una progresién evolutiva, su contrapunto se
mueve, erréticamente, para adelante y para atrds en el tiem-
po, en busca de analogias que revelen el devenir. Compara,
asi, nuestros textos con los de otras culturas alejadas en el
tiempo y ent el espacio. La técnica no es nueva, evidente-
mente, y forma parte de cualquier ejercicio de critica compa-
rativa, pero Lezama le imprime una dosis extra de imagina-
cin personal que le confiere el estatuto de verdadera fabula
intertextual. Asf, por ejemplo, el Popol Vuk maya tiene sus
mitemas analogados tanto con fragmentos de la Biblia, o un
episodio de la Odisea como con situaciones del Baghavad
Gita, de la remota India; el Primero suefio, de Sor Juana, es
contrapunteado con las ideas escolésticas sobre el cuerpo,
con el tempo de las Soledades gongorinas, un dato de Descartes,
ode Athanasius Kircher 0 aun con cierta inflexién del poema18 LA HISTORIA TESIDA POR LA IMAGEN
“Muerte sin fin”, del poeta mexicano moderno José Gorostiza.
‘Trazos, particulas, fragmentos de textos son extraidos de una
totalidad —como en una toma sinecdéquica— para ser ana-
Jogados con otros retazos de otra realidad. La idea es la de
‘componer, con esos saltos y sobresaltos, una especie de cons-
telaci6n supra-historica en que los textos dialogantes exhiben
su devenir en la mutacion de esas particulas.
La similitud de esa técnica con la que Oswaldo Spengler
us6 en La decadencia de Occidente (1918-1922) es slo aparen-
te. Lezama anota en su teorizacién que no pretende estable-
cer homologias entre hechos de culturas diferentes, apoyén-
dose en una morfologia, esto es, en la forma externa, visible,
prefiriendo la libertad de Ja analogia, en la cual el sujeto me-
taférico prescinde de Ia visibilidad de lo externo para operar
enlaces entre elementos invisibles, marginales o periféricos.
Cabe afiadir adn que el analogo cultural lezamiano descarac-
teriza las equivalencias funcionaies que el mismo Spengler
propuso para su concepto de analogia, el cual implica una
preocupacién de orden hist6rico-social del analista. La ana-
logia en Lezama es fundamentalmente pottica: ¢s el producto
del “siibito” de la asociacién, destituido de toda pretensién de
objetivided; es asi una “gravitacién”, una “urdimbre” 0 una
“resonancia” —~para usar sus términos preferidos— desple-
gadas por la imaginacién y la memoria er una dimensién,
diriase, meta-racional. Es el trabajo, en suma, del “Eros rela
cionable”, conforme lo consigna uno de los poemas de Dador
(1960).
Lo que motiva el rechazo a la homologia y a la analogia
spenglerianas son sus consecuencias para la valorizacion de
las formas culturales americanas. Spengler, al homologar for-
mas o tejer analogias funcionales, tendfa a configurar la his-
toria como una eterna repeticin: cada “universo-historia”,
soncebido como un organismo biolégico de ciclos y periodos
que evolucionaban siempre en la misma direccién, repetfa las
formas anteriores de otro “universo-historia”. El pesimismo
de esa morfologia de un “destino”, asi como el de la teoria de
las constantes artisticas de un Eugenio D'Ors, es denunciado
por Lezama como “el germen del terrible complejo del ameri-
cano”, que con él ve disminuidas sus creaciones culturales
como repeticiones de formas estilisticas anteriores. Asi, la rei-
LA HISTORIA TESIDA POR LA IMAGEN 19
vindicacién de la novedad americana debe pasar por el recha-
zo de la similitud y la repeticién: “Nuestro punto de vista
—dice Lezama— parte de la imposibilidad de dos estilos se-
mejantes, de la negacién del desdén a los epfgonos, de la iden-
tidad de dos formas aparentemente concluyentes, de lo creati-
vo de un nuevo concepto de la causalidad temporal de que
todo se dirige a lo contemporaneo, a un tiempo fragmentario””
[EL CONCEPTO DE ERA IMAGINARIA
Esa posicién epistemolégica llevar a Leama a formular la
posibilidad de investigar lo que llamaba “eras imaginarias”.
Es dificil precisar, en el estricto contexto tebrico de La expre-
sion americana, en qué consiste exactamente una era imagi-
naria. Con los escasos datos de esa primera exposicién una
‘era imaginaria coincide, aparentemente, con una cultura, por
el hecho de poder constituir un “campo inteligible”, esto es,
un tipo de sociedad que Toynbee definis a partir de impulsos
y respuestas, dados por las religiones (cristianismo, judaismo,
‘budismo, etc.). Pero, en verdad, una era imaginaria no coin-
cide necesariamente con una cultura, menos todavia con una
sociedad. Lezama sugiere que su interés es detectar, en el cur-
so de una cultura o sociedad, los tipos de imaginacién, los
momentos en que se dio la “potencialidad para crear im:
genes” —entiéndase: cuando se supera el causalismo “obli-
terado y simplén’—. El ejemplo de la “era carolingia’, con st.
imaginacién hipostasiada en lo teolégico, ayuda a ver que
ésta serfa, dentro de la gran cultura occidental (cristiana),
uuna era, un momento peculiar. En un ensayo posterior Leza-
ma confirma la diferencia entre una cultura y una era imag
naria: “En los milenios, exigidos por una cultura, donde la
imagen actéa sobre determinadas circunstancias excepcio-
nales, al convertirse el hecho en una viviente causalidad me-
taférica, es donde se sittan esas ea: imaginarias. La historia
de la poesfa [o la poesfa de la historia, anadiriamos] no puede
ser otra cosa sino el estudio y expresiGn de las eras imagina-
ias” (‘A partir de la poesta” (1960), Introduccién a los vasos
Srficos, p. 174). Por tanto, una era imaginaria se da ocasional-
mente dentro de la totalidad que es una cultura con sus mile-