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- Albino Luciani -
:: VIDEO ::
Documental en vídeo sobre la dudosa muerte de Albino Luciani,
con testimonios de David Yallop (duración 47:27)
Este libro, que es el producto de casi tres años de intensas investigaciones. no hubiera sido posible de no haber
contado con la activa colaboración de mucha gente y de numerosas organizaciones. La mayoría de las personas
que me han ayudado lo han hecho bajo la estricta consideración de que conservarían el anonimato. Al igual que en
otros libros anteriores escritos en similares circunstancias he respetado también en éste la voluntad de estas
personas. Creo incluso que en esta ocasión su derecho a proteger su identidad es mucho más necesario que en
cualquier otra investigación previa que yo haya realizado. Como muy pronto se dará cuenta el lector el asesinato es
un frecuente compañero de los hechos que aquí se registran. Un gran número de asesinatos siguen sin resolverse
de manera oficial . Nadie debería dudar de que los individuos que han causado estas muertes volverían a matar si
lo necesitaran, ya que gozan de casi una total impunidad para hacerlo. Revelar los nombres de los hombres y
mujeres que me han ayudado en mi investigación aportando testimonios de crucial importancia constituiría por mi
parte un acto de irresponsabilidad criminal: todos ellos corren todavía un grave peligro de muerte. Es a ellos a
quienes debo mis mayores agradecimientos. Los motivos que los llevaron a divulgar una gran cantidad de
información eran muchos y muy distintos, pero una y otra vez se me repetía lo mismo: «La verdad debe ser
conocida. Si usted está capacitado para divulgarla, entonces hágalo». A todos ellos les estoy profundamente
agradecido, al igual que a las personas siguientes, a quienes con el mayor de los respetos clasifico como la punta
visible del iceberg.
Profesor Amedeo Alexandre, profesor Leonardo Ancona, William Aronwald, Josephine Ayres, doctor Alan
Bailey, doctor Shamus Banim, doctor Derek Barrowcliff, Pia Basso, padre Aldo Belli, cardenal Giovanni Benelli,
Marco Borsa, Vittore Branca, David Buckley, padre Roberto Busa, doctor Renato Buzzonetti, Roberto Calvi, Emilio
Cavaterra, cardenal Mario Ciappi, hernano Clemente, Joseph Coffey, Annaloa Copps, Rupert Cornwall, monseñor
Ausilio Da Rif, Maurizio De Luca, Danielli Doglio, monseñor Mafeo Ducoli, padre François Evain, cardenal Pericle
Felici, padre Mario Ferrarese, profesor Luigi Fontana, Mario di Francesco doctor Carlo Frizziero, profesor Piero
Fucci, padre Giovannni Gennari, monseñor Mario Ghizzo, padre Carlo Gonzalez, padre Andrew Greeley, Diane
Hall, doctor John Henry, padre Thomas Hunt, William Jackson, John J. Kenney, Peter Lemos, doctor David Levison,
padre Diego Lorenzi, Edoardo Luciani, William Lynch, Ann McDiarmid, padre John Magee, Sandro Magister,
Alexander Manson, profesor Vincenzo Masini, padre Francis Murphy, Anna Nogara, monseñor Giulio Njcolini, padre
Gerry O'Collins, padre Romeo Panciroli, padre Gianni Pastro, Lena Petri, Nina Petri, profesor Pier Luigi Prati,
profesor Giovanni Rama, Roberto Rosone, profesor Fausto Rovelli, profesor Vincenzo Rulli, Ann Ellen Rutherford,
monseñor Tiziano Scalzotto, monseñor Mario Senigaglja, Arnaldo Signoracci, Ernestoi Signoracci, padre
Bartolomeo Sorges, Lorana Sullivan, padre Francesco Taffarel, hermana Vincenza, profesor Thomas Whitehead,
Phillip Willan. Estoy igualmente agradecido a las organizaciones: Augustinian Residence, Roma, Banco San Marco,
Bank of England, Bank of International Settlements, Basle, Bank of Italy, Catholic Central Library, Catholic Truth
Society, City of London Police, Department of Trade, Statistics and Market Intelligence Library, English College,
Roma, Federal Bureau of lnvestigation, Gregorian University, Roma, New Cross Hospital Poisons Unit, Opus Dei,
Pharmaceutical Society of Great Britain, Tribunal of the Ward of Luxembourg, U.S. Department of State, U.S.
District Court Southern, District of New York, Oficina de Prensa del Vaticano y Radio Vaticano.
Entre aquellos cuya identidad no puedo divulgar se encuentran quienes residen en la Ciudad del Vaticano: se
trata de gente que se puso en contacto conmigo y que me ayudó a emprender esta investigación sobre los hechos
que envuelven la muerte de Albino Luciani, conocido también como Juan Pablo I. El hecho de que haya hombres y
mujeres que viven en el corazón de la lglesia católica romana y que no puedan ni hablar abiertamente ni
identificarse sin riesgo de su vida constituye un elocuente testimonio del estado en que se encuentran las cosas
dentro del Vaticano.
No cabe duda de que este libro será atacado por unos y desdeñado por otros. Algunos pensarán que se trata de
un ataque contra la fe católica en particular y contra el cristianismo en general. No es ni una cosa ni otra. Hasta
cierto punto representa una acusación contra determinadas personas cuyo nombre específico se menciona en
estas páginas: son hombres que nacieron bajo la fe católica pero que nunca se convirtieron en verdaderos
cristianos.
Como tal, este libro ni ataca la fe ni se ensaña contra una lglesia que aglutina millones de fieles. Lo que
estos millones de fieles consideran sagrado es demasiado importante para dejarlo en las manos de unos
hombres que han conspirado para degenerar el mensaje de Cristo y transformarlo en un turbio asunto de
negocios sucios. Se trata de una conspiración que ha producido sucesos escalofriantes.
Como ya he indicado, me he tenido que enfrentar con unas dificultades insuperables al verme obligado a dar el
nombre especifico de las fuentes de las que he recibido la información. A lo largo del texto, he procurado conservar
en el más estricto secreto quién fue el que me dijo tal cosa o de dónde extraje determinados documentos. Una
cosa, sin embargo, puedo asegurarle al lector que toda la información, todos los detalles, todos los hechos, han
sido revisados una y otra vez para confirmar su exactitud, no importa la fuente de la que provinieran. Por lo tanto,
es mía la responsabilidad sobre cualquier error de apreciación o detalle.
Tengo la certeza de que, como transcribo conversaciones que tuvieron lugar entre hombres que ya habían
muerto antes de que empezara mi investigación, me arriesgo a provocar suspicacias. ¿Cómo, por ejemplo, puedo
yo saber lo que pasó entre el papa Juan Pablo I y el cardenal Villot el día en que discutieron el tema del control de
la natalidad? La respuesta es muy sencilla: dentro del Vaticano no existen audiencias privadas que se mantengan
verdadera y totalmente en privado; los dos hombres que he mencionado hablaron con otros después y les refirieron
la conversación que habían mantenido. Es de esta fuente de segunda mano, cuyas opiniones personales a menudo
diferían radicalmente, de donde he sacado el material que me ha permitido reconstruir la discusión sobre natalidad
entre el papa y su secretario de Estado. De los diálogos que aparecen en este libro ninguno es imaginario,
como tampoco lo son los hechos registrados.
David A. Yallop
Marzo de 1984
La historia se repite
En la historia de la Iglesia Católica ya ha sucedido un hecho similar. Tal vez el
tiempo que ha transcurrido haya servido como factor contra producente para
relacionar las circunstancias que rodearon ambos trágicos finales, pero es
sorprendente constatar como un Papa que, en el pasado también pretendió
realizar profundas transformaciones dentro de la Institución Romana, sufrió
(valga el término) el mismo destino que Juan Pablo I. Y me estoy refiriendo al
Papa Adriano VI (Adrián Florensz de Utrecht) quién ocupara el trono pontificio
durante un año, entre 1522 y 1523.
A continuación transcribo esta porción de la historia de la Iglesia Católica
Romana según está relatada por José Apeles Santolaria de Puey y Cruells (padre
Apeles), sacerdote - abogado y periodista, en su libro "Historia de los Papas"
(Plaza Janés, Barcelona, 1999), páginas 80 a 83.
En muchas oportunidades han criticado mi salida de la Iglesia Católica,
aduciendo que si bien pueden existir verdaderos motivos para considerar
cambios dentro de ella, era mejor no irse de la Iglesia, sino quedarse en ella y
"luchar desde adentro". Pues, tanto Adriano de Utrecht como Albino Luciano
consideraron lo mismo, teniendo la oportunidad de llevarlo a la práctica desde la
inmejorable posición de Sumos Pontífices. ¿Que consiguieron? .. muertes
repentinas, sospechosas y jamás investigadas.
Si ellos, desde su privilegiada e inmejorable posición, fueron "descartados" por la
Curia Romana, ¿qué queda para un humilde fiel que, inocentemente, pretendiera
modificar aspectos que considera perniciosos para la vida de su "Santa Madre"
Iglesia?
Esto va también para vos, amado/a católico/a, que dedicas tus mejores
esfuerzos suponiendo que podrás cambiar algo dentro de la Iglesia de Roma.
Estimo de gran valor para entender como funciona el juego de poderes dentro de
los muros Vaticanos, leer el libro "A la sombra de un Papa enfermo". Allí se
puede entender cómo el Sumo Pontífice Romano está muy lejos de ser la
máxima autoridad dentro de la Iglesia, como la mayoría supone. Tal vez sea la
mayor autoridad ESPIRITUAL, pero no es eso lo que justamente cuentan intra
muros.
Para finalizar, y volviendo al tema "Juan Pablo I y su sospechosa muerte",
no sólo recomiendo la lectura del libro "¿Por voluntad de Dios? de David
Yallop, sino también visitar los siguientes sitios en la web:
http://www.comayala.es/Libros/spc/ (en español) Escrito por un sacerdote católico
- IMPERDIBLE
http://www.tldm.org/news3/johnpaulI.htm (en inglés)
[1]
Interesante noticia conocida en Julio de 2003, confirmando un tema que el
libro de David Yallop menciona puntualmente:
CIERRAN LA CAUSA DEL PROTAGONISTA DEL MAYOR ESCANDALO FINANCIERO DE LA POSGUERRA EN ITALIA
Lo que todo el mundo sabía desde hace mucho tiempo es, por fin, una
verdad oficial con 21 años de retardo. Dos fiscales de los tribunales de
Roma cerraron ayer la investigación y anunciaron que el "Banquero de
Dios", Roberto Calvi, fue asesinado por orden directa de la mafia
siciliana en 1982 y cuatro personajes de esta oscura historia están por ser
acusados del crimen. Calvi fue uno de los protagonistas del más grande
escándalo financiero de la posguerra en Italia, en el que quedó implicado
también el Vaticano.
Calvi era un hombre muy reservado. Tuvo que ponerse en manos de los
poderes ocultos, que también tenían misteriosas entradas en el Vaticano.
Sobre todo la Logia P2 del "Venerable Maestro" Licio Gelli, que
manejaba los hilos invisibles del poder en Italia.
La tesis oficial es que Pippo Caló recibió la orden del "capo de los capos"
de la mafia, Salvatore Riina, de liquidar a Calvi porque no devolvió
dinero que la mafia le había dado para lavar. También la "banda de la
Magliana" intervino en el crimen. No se sabrá tal vez nunca si ayudó el
MI5 británico por la historia que vinculaba a Gelli y Calvi con la guerra
de Malvinas.
El escándalo salpicó la blanca sotana del Papa, que hasta el final quiso
defender a monseñor Marcinkus. Intervino el inteligente y discreto
secretario de Estado, el cardenal Agostino Casaroli, quien maniobró una
negociación con los bancos acreedores del Ambrosiano. Al final el
Vaticano pagó US$ 258 millones a esos bancos y evitó una ruinosa
cadena de denuncias judiciales a nivel internacional.