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MUNICIPAL DE ASPE.
Introducción.
con otras formaciones recuerda a las calizas del Titónico. Al descender se encontró una
punta de lanza de ágata blanca, que corresponde al tipo Moustier, tallada sólo por una
cara y plana por la otra (véase la figura adjunta)” (Jiménez de Cisneros 1907: 117)
(Fig.2).
Dos años más tarde, el profesor fue avisado de un terremoto que sacudió el
centro de la provincia de Alicante el 21 de febrero de 1909, por lo que se traslada a
Aspe, donde pensaba que se encontraba el epicentro del temblor, dando cuenta de las
siguientes noticias: “Los temblores de tierra ocurridos en esta región el 21 de febrero
originaron extraordinaria alarma en gran parte de sus habitantes, habiéndose
extendido la noticia de que en la inmediata sierra de Crevillente se habían abierto
grietas de consideración por las que salía tanta cantidad de vapores, que al
condensarse envolvían la sierra. Con el fin de comprobar estos extremos marché el día
9 del pasado (marzo) a la citada sierra, subiendo por la carretera trazada desde
Crevillente a Aspe, algunos kilómetros y hasta unos 300 m. de altura. Nada anormal
encontré en este examen, haciendo notar que la niebla que envolvía parte de la sierra
se debía a un alumbramiento de aguas, de larga fecha, que poseyendo una temperatura
superior a la media anual, condensa su vapor durante la estación fría, fenómeno en
que, por lo visto, muchos no habían parado la atención”. No obstante, y tras la
comprobación que no había afectados edificios ni lugares de forma extrema, tuvo que
afanarse en despreocupar a la gente del miedo a los temblores de tierra, y aun así, se
desbandaron miles de personas, prefiriendo pasar algunos días en medio de las mayores
molestias, antes que permanecer en Alicante o Elche, que fueron las poblaciones en las
que el miedo atacó con más intensidad: “Los días 16, 17, 18, y 19 de marzo fueron de
verdadero éxodo, constituyendo un curioso caso, digno de estudio, tanto para la
psicología como para la medicina de esta región”. Sin embargo, y gracias a esta visita
tuvo la oportunidad de visitar el paraje de las Tres Hermanas en su camino de Aspe a
Elche. Al pie de esta sierra, se encontraba una casilla de peones camineros, que
mostraba agrietamientos considerables en sus paredes a causa del citado terremoto. En
esta visita, le relatan la existencia de cuchillos de sílex en un paraje denominado el
Murón, en la sierra de la Horna, y allí se dirige dando cuenta de lo siguiente: “El
extremo oriental de la Horna se alza como un pico escarpado, y tal vez por esto se le
llama el Murón, nombre que frecuentemente se emplea en la provincia para designar
un monte que presenta escarpas de consideración, y cuya altitud no excede de 470 m.,
algo menor que las cumbres situadas al W.; pero su situación le hace dominar un
campo extenso. Recorrido en un corto tiempo, encontramos fragmentos de barro
antiguo, areniscas lustrosas muy coherentes y algunas piedras que parecen trabajadas
por la mano del hombre, y no teniendo ya apenas tiempo, aplazamos su investigación
detenida en la convicción de que habíamos encontrado algún yacimiento prehistórico.
Repetida la excursión el 28 de marzo, y después de visitar otra vez Sierra Negra,
ascendimos al Murón de la Horna, dando en la cumbre con numerosos trozos de vasijas
de barro, unos rojizos y otros negros, toscamente elaborados y tan fragmentados que
no puede formarse idea de su figura. Solo al descender logramos hallar un pedazo de
barro rojo, parte superior de una gran vasija, a juzgar por la hechura, el cuello de ella
y de notable espesor. Encontrándose además, trozos de arenisca cuarcífera de grano
muy fino y lustroso, calizas rojas que no parecen pertenecer al terreno, y areniscas
bastas con señales de haber servido de afiladeras. En algunos puntos se han hecho
excavaciones in otro objeto que encontrar tesoros, y resultado de estas
“investigaciones” es el destrozo que se advierte en vasijas, piedras y hasta en los
huesos humanos, de los que se encuentran esparcidos algunos fragmentos, sin haber
podido recoger ninguno completo. Teníamos la evidencia de que se trataba de un
yacimiento prehistórico, pero nos faltaba una prueba, por que las piedras, al parecer,
utilizadas por el hombre y halladas en el mes anterior no satisfacen, tanto por su forma
como por el material calizo de que están formadas, y no tardó en encontrar el alumno
D. Juan Benavente una pequeña hacha de jade, o tal vez de Nefrita, blanca,
confusamente fibrosa con un ligero tinte verdoso en algunos puntos y manchas rosadas
en las fracturas o pequeñas grietas, color que atribuyo a una alteración de la piedra.
Su anchura es de 36 mm. Y del largo no puede juzgarse por estar partida. Su corte, bien
conservado y ligeramente curvo y un tanto desviado a un lado, ofrece en los cantos
facetas muy pronunciadas, efecto de un desgaste excesivo. Está perfectamente
pulimentada, y hubiera sido un buen hallazgo si estuviera completa. El encuentro de
una arma neolítica tallada en este material, sea jadeíta o nefrita, se presta a
consideraciones, porque uno y otro mineral parecen de
origen distante”.
De nuevo en junio de 1910, nos relata otra de sus
excursiones por el término de Aspe, viajando desde
Elche por las Tres Hermanas hasta el Tabayá y desde allí
hasta la carretera de Monforte, relatando lo siguiente:
“Pasado el Tabeyán, nos dirigimos como 1 km. Al N.
cerca de un antiguo camino que va desde Aspe a la
carretera de Monforte. Allí se leva una colina formada,
principalmente, por conglomerado menudo, y desde lejos
se distinguen algunos fuertes torreones coronando la
cumbre de una colina. Allí dirigimos nuestros pasos,
habiendo hallado en el removido suelo varios huesos que
el arado ha puesto al descubierto. Llegando a lo más
alto de la antigua fortificación, nos encontramos en la
cumbre de una colina de forma alargada, de unos 150 m.
de NE a SW, por unos 40 en su mayor anchura, rodeada
por el N, W y S por el río, que forma un arco, el cual
protege muy bien la pequeña fortificación. La parte SE, es la menos defendida y la
única por donde la colina es accesible, estando circuía por un fuerte muro, en parte
derruido, y cinco fuertes torreones cuadrados que sobresalen del muro. Tres de ellos se
encuentran aún en bastante bien estado, y en uno de ellos estuvimos largo rato
descansando con ánimo de explorar después todo el recinto fortificado.
Su situación recuerda la del Castellar, aunque debió ser de más reducidas
proporciones. Sospechando pudiera contener restos prehistóricos, nos dirigimos a la
parte de SW, que está bastantes metros más baja que la porción del NE, en que su
altura es de 230 m sobre el Mediterráneo, y, por tanto, unos 40 m sobre la llanura y el
río. No tardamos en encontrar barros saguntinos, trozos de grandes ánforas, con
adornos muy toscos, barros celtibéricos, como formando parte de alguna urna
cineraria, y en la parte más baja barros negros micáceos, de factura tosca e iguales a
otros reputados por prehistóricos.
La situación de la fortaleza a la entrada del estrecho del Tabeyán, en relación a
la del Castellar, que defiende la salida, parece indicar que se ha tratado en otro tiempo
de guardar el paso del río; esta circunstancia y el encuentro de restos prehistóricos e
históricos creo que tiene bastante interés para el conocimiento de la historia de nuestra
patria, y si se une este hecho al ya referido en otra nota, en la que hablé de un depósito
considerable de cuchillos y otros instrumentos de pedernal encontrados cerca de Aspe,
y por tanto, no lejos del castillo a que me refiero, hace pensar que esta región debía
estar muy poblada en edades prehistóricas, por que son muchos los sitios en los que
hemos encontrado fortificaciones que han pasado a manos de los diferentes
dominadores que se han disputado nuestro suelo”.
En abril de 1915, vuelve a publicar un artículo denominado “Excursiones por
los alrededores de Aspe (Alicante)”, donde describe el maestrichtiense que encuentra en
una hondonada entre la sierra de las Tres Hermanas y la carretera de Crevillente a Aspe.
Esta hondonada denominada Uchel, es de similar características geológicas según el
profesor al de Las Amoladeras. Desde allí, se dirige a la Peña de la Mina.
Finalmente en el Boletín de febrero de 1925 resume en un artículo los
yacimientos arqueológicos que ha documentados en sus excursiones por la provincia de
Alicante, de los que cuatro de ellos pertenecen al término municipal de Aspe:
III. Falda N. de la Ofra.- Es una elevada colina peñascosa coronada por un enorme
tubérculo de roca, a lo que quizás debe su nombre, formada toda ella por las calizas
del lías alpino (Domeriense inferior?), a juzgar por un notable yacimiento situado al S.
entre esta colina y la Sierra de Michavila, de idéntico sistema. Lo más notable de este
yacimiento, en lo que se refiere a prehistoria, es una pequeña punta de lanza de
pedernal (¿) del tipo Mousteriense. Hay numerosos trozos del mismo material. Boletín
de marzo de 1907, páginas 117 y 118, en donde está representada.
VI. Loma del Salvador.- Al SE de Aspe, y junto a una ermita, se han encontrado
numerosos cuchillos de sílex; algunos de los cuales han sido figurados en la Geografía
general del Reino de Valencia. El Dr. Hernández, poseedor de estas armas, conservaba
en su poder un cráneo procedente de estos yacimientos, notable por una enorme
cicatriz en la porción izquierda del occipital, procedente de una herida con rotura de la
lámina externa del hueso. Hay barros neolíticos. Boletín de mayo de 1909, página
257.”
Daniel Jiménez de Cisneros y Hervás, fue homenajeado hace ahora cuatro años
en un simposio celebrado en Alicante con motivo de la conmemoración del centenario
de su llegada a la Cátedra de Historia Natural del Instituto General y Técnico de esta
ciudad, más tarde I.E.S. Jorge Juan de Alicante. En aquella ocasión se pudo comprobar
el interés y entusiasmo que este investigador sigue despertando hoy día entre la
comunidad científica. Prueba de ello es la gran cantidad de ponencias y trabajos
presentados por los participantes al evento, algunos de los cuales fueron seleccionados y
recogidos en el volumen 7 de la revista Geo-Temas que se publicó poco después
(Romero Sánchez 2007). En la actualidad su obra está preservada gracias al convenio
que en el año 2002 se firmó entre la Universidad de Alicante y los Herederos del
científico, que incluye la conservación de su legado y la exposición de su colección de
fósiles, que hoy en día sigue inventariándose gracias a la labor continuada de la dinastía
familiar a cargo de una de sus nietas Consuelo Jiménez de Cisneros y Baudín que
continuó con la labor de su padre.
BIBLIOGRAFÍA DE CONSULTA.
CASANOVA, J.M.
2005: “La minería y mineralogía de la provincia de Alicante en la obra de Daniel
Jiménez de Cisneros”. Ciclo de Conferencias del Homenaje a D. Daniel Jiménez de
Cisneros y Hervás. Octubre - Diciembre 2004. Alicante.
MARTÍN ESCORZA, C
2005: “Curiosidades textuales y gráficas en cartas de Daniel Jiménez de Cisneros del
Archivo del Museo Nacional de Ciencias Naturales”. Ciclo de Conferencias del
Homenaje a D. Daniel Jiménez de Cisneros y Hervás. Octubre - Diciembre 2004.
Alicante.
RODRÍGUEZ DE LA TORRE, F.
2005: “Los informes sismológicos de D. Daniel Jiménez de Cisneros”. Ciclo de
Conferencias del Homenaje a D. Daniel Jiménez de Cisneros y Hervás. Octubre -
Diciembre 2004. Alicante.
ROMERO SÁNCHEZ, G.
2007: “Daniel Jiménez de Cisneros y Hervás (1863-1941)”. Revista de la Asociación de
Amigos del Museo Arqueológico de Lorca nº. 5, Págs. 7-13. Lorca.