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JUSTICIA SOCIAL

“La justicia social se refiere a las nociones fundamentales de igualdad de


oportunidades y de derechos humanos, más allá del concepto tradicional de justicia
legal. Está basada en la equidad y es imprescindible para que los individuos puedan
desarrollar su máximo potencial y para que se pueda instaurar una paz duradera”.

La Justicia Social tiene como esencia la distribución equitativa de todo aquello que se
considera el bien común en una sociedad. Basada en la equidad, la igualdad de
oportunidades y el respeto de los derechos humanos, la justicia social refleja la
organización política de la sociedad. Opuesta al liberalismo, la justicia social se basa en
el amor a la persona en su individualidad, desde la perspectiva de los derechos sociales
y deberes públicos (del Estado).

La justicia social promueve el respeto de los derechos para todos, en especial de los
menos favorecidos. Se comprende a partir de la dignidad de las personas y sus
derechos inviolables, trascendiendo el interés individual para procurar el bien general
o bien común.

De allí que la justicia social exija una repartición proporcionada y equitativa de las
riquezas de una nación entre las distintas clases sociales. La concentración de la
riqueza en manos de unos pocos (oligarquía) mientras que la mayoría de la población
vive en la pobreza y la miseria, es una violación a la justicia social.

Todas las personas tenemos necesidades básicas comunes que se traducen en


derechos humanos fundamentales: el derecho a la propia identidad, a la supervivencia,
a la educación, a expresarnos con libertad y a ser tratados con dignidad y respeto, por
ejemplo.

Cuando estas necesidades fundamentales no se satisfacen nos encontramos frente a


inequidades que pueden darse tanto en los países industrializados como en países en
desarrollo. Lo que convierte estas situaciones en injusticias es que pueden ser
evitadas; no se trata de problemas irresolubles a los que no podamos hacer frente,
sino que a menudo han sido provocados por personas y persisten porque mucha gente
se desentiende de ellos. La decisión de promover o negar la justicia social está en
manos de las personas ya sea a escala individual, social, nacional o mundial.

(* La injusticia real o percibida es una de las fuentes más comunes de conflictos y de


violencia.
* La pobreza puede ser la injusticia más fundamental y más extendida.
* La discriminación es una injusticia.)

En este espacio de reflexión quiero compartir unas sencillas ideas que aluden a la
justicia social, desde la práctica religiosa de algunas comunidades, y a la necesidad de
fortalecer las prácticas educativas en orden a promover en nuestras comunidades
educativas el conocimiento del tema y su ejercicio cotidiano.

En primer lugar, compartamos los aportes que desde la práctica religiosa de algunos
pueblos, nos pueden iluminar una reflexión en torno a la justicia social.

Los pueblos orientales, inspirados por el Hinduismo y el Budismo, principalmente,


promueven la práctica del bien, centrado en la rectitud, la bondad, el servicio, la
armonía con los congéneres e incluso con los demás seres de la naturaleza.

El monoteísmo obliga a los sujetos a plantear la vida en términos de una relación de


administración. El creyente se interpreta a sí mismo como alguien que debe responder
y dar cuenta de su proyecto de vida y de la calidad de relaciones que entabla con los
otros, los próximos que como él, están relacionados con un Dios común. La idea de la
fraternidad universal y del destino universal de los bienes, se hizo más clara y
moralmente defendible cuando los monoteísmos presentaron a Dios como la fuente
común de la existencia y el creador y legislador del mundo.

En el judaísmo, la relación con lo divino atraviesa la relación de los hombres entre sí, y
esta relación se expresa como justicia social. La aspiración a una sociedad justa es en el
judaísmo la aspiración más alta de la vida espiritual. Más allá de toda piedad individual,
del misticismo, de toda relación posible con Dios, la instauración de una sociedad justa
y fraterna es una tarea eminentemente religiosa. Esta responsabilidad por el otro es la
que rechaza Caín cuando, después de asesinar a su hermano, pregunta con insolencia,
si acaso él es guardián de su hermano. Si cada hombre sólo viviera para sí, todo le
estaría permitido. Caín pertenece a una humanidad que no ha despertado a lo
interhumano. “La vida espiritual es esencialmente vida moral y su lugar predilecto es lo
económico».

La cuestión de la justicia no se remite para el tiempo de la utopía o de la redención


humana futura. Las utopías, tienen el problema de que aplazan para el futuro la
realidad de una sociedad justa, pero, las urgencias actuales de la justicia social no
pueden esperar el tiempo futuro de la utopía. En esta línea se enfoca el discurso de los
profetas, especialmente de Jeremías, Amós y Oseas, quienes defienden los derechos
del pobre, de los huérfanos, los forasteros y las viudas y condenan las acciones de
quienes detentan el poder y abusan de él.

El presente es el tiempo propicio para la justicia y no se debe escatimar ningún


esfuerzo a este propósito. La venida del Mesías, la escatología, acontece a cada
instante como tiempo presente que dura, mientras se implanta la justicia en la tierra.
Esta espera del Mesías está llena de responsabilidades políticas que afectan la realidad
contemporánea de los creyentes. La historia no es simplemente el tiempo que sucede
al tiempo en una sucesión de acontecimientos interminables. Lo nuevo está
irrumpiendo en todo momento. La fecundidad del tiempo es visible en los trabajos
orientados a construir e implantar una sociedad más justa.

El Cristianismo hunde sus raíces en la tradición judía y, por ende, en las Escrituras. El
tema del “Prójimo” y el “cuidado” y las “relaciones” con el mismo, enmarcan la idea de
la justicia como una “pequeña bondad” en la que se busca el bien del otro.

En el cristianismo, el cuidado del otro en su concretud específica es por urgencia


anterior a los principios y al discurso sobre el deber ser de la obligación moral. Es claro
que la orto-praxis es anterior a la orto-doxia: «muéstrame tu fe sin obras que yo por
mis obras te demuestro mi fe». En la parábola del “Buen Samaritano”, aparece el
mismo orden de prioridades en cuanto a la primacía del cuidado. Antes que contestar
a la pregunta « ¿quién es mi prójimo? » se debe tener claro « ¿cómo puedo portarme
como prójimo? ».
Los Padres de la Iglesia y el Magisterio de la misma continuarán por esta línea de
pensamiento, unido a la acción efectiva de la justicia-caridad-fraternidad. San Basilio,
Gregorio de Niza y Gregorio Nacianceno inspirarán también a los Pontífices que, desde
León XIII hasta nuestros días, han reclamado una vida más justa y más humana; es
decir, mejores condiciones de vida para todos los miembros de la humanidad. En esto
consistirá el auténtico desarrollo humano: “el paso, para todos y cada uno, de unas
condiciones de vida menos humanas a condiciones más humanas” (P.P. 20).

La segunda idea está orientada a la educación, relacionada con la justicia social.

Desde que Platón en La República planteara la justicia como una de las virtudes
fundamentales, la base de las demás, se ha considerado como una de las metas a
conseguir por la sociedad. Por ende, la educación juega un papel fundamental. Pero no
como reproducción social, adaptación al medio o mera socialización (normalizacación,
estandarización). Se hace necesario recuperar el concepto de Justicia Social en la
educación; no es suficiente que los niños, niñas y adolescentes aprendan Lengua o
Matemáticas, como promueve PISA, sino que es preciso que las escuelas contribuyan a
la construcción de una sociedad más justa.

Un aprendizaje de la justicia social exige, más que familiarizarse con algunos textos
legales e integrar conceptos abstractos de derechos, que los estudiantes se den cuenta
de la existencia de inequidades en sus propias vidas y en su entorno inmediato, casa,
colegio o comunidad; que superen reacciones de culpabilidad, de reprobación o de
resentimiento para llegar a un compromiso activo para promover la justicia y la
igualdad en todos los niveles: personales, institucionales, nacionales o mundiales.

Dada la importancia de la igualdad de oportunidades para el desarrollo mundial a largo


plazo, el que cada vez haya un mayor consenso internacional sobre la necesidad de
educar para la justicia social es prometedor. Para este cometido vale la pena
mencionar: 1) Una de las ideas expresadas en la Convención sobre los Derechos del
Niño, adoptada en 1989, es “enseñar al niño el respeto de los Derechos Humanos y de
las Libertades Fundamentales”. 2) La Declaración Mundial sobre la Educación para
Todos, de 1990, enuncia que una de las maneras de satisfacer las necesidades
fundamentales de aprendizaje consiste en hacer que el individuo sea capaz de “servir
a la causa de la justicia social”.

Por ello, se infiere la necesidad de generar espacios de aprendizaje colaborativos,


críticos, reflexivos y políticamente comprometidos con la mejora de las oportunidades
de vida de los estudiantes y la sociedad en su conjunto. Esta tarea es de carácter
urgente dadas las condiciones que vive la humanidad actual.

Nuestro egoísmo, la incapacidad de compartir, nos llevan a acaparar y consumir cada


vez más cosas, sin importarnos las necesidades ni el hambre y sed de los demás. El
tener y el consumir son como la droga: cuanto más se tiene, más se necesita tener.
Vemos a los otros como amenazas, ávidos de arrebatarnos lo que nos pertenece, y ya
no somos capaces de mirarlos a los ojos para verlos como hermanos. No caemos en la
cuenta que el problema no está fuera de nosotros, sino en nuestras propia imagen, en
nuestros fantasmas y miedos que crean enemigos inexistentes. Si hoy día, dados los
niveles del desarrollo científico y tecnológico, el hambre y la miseria serían fácilmente
derrotables, el egoísmo y el individualismo están configurando un mundo absurdo, en
el que unos pocos acaparan riquezas inimaginables, mientras que miles de millones de
personas se hunden en la más atroz de las miserias o incluso no tienen más salida que
morirse de hambre. Los 225 personajes más ricos acumulan una riqueza equivalente a
la que tienen los 2.500 millones de habitantes más pobres. Los tres personajes más
ricos del mundo tienen activos que superan el Producto Interno Bruto (PIB) combinado
de los 48 países menos adelantados. Se calcula que el hambre mata al año más
personas en el mundo que todas las que murieron en la Segunda Guerra Mundial
(unos 48 millones de víctimas).

Según datos del Programa para el Desarrollo de las Naciones Unidas, harían falta unos
13.000 millones de dólares al año para proporcionar servicios de salud básica y
nutrición a los 4.400 millones de pobres en el mundo, de modo que nadie muriera de
hambre o de enfermedades propias de la miseria. Actualmente, se gastan 17.000
millones de dólares cada año en comida para perros en Europa y Estados Unidos. Sólo
Europa gasta 50.000 millones de dólares en cigarrillos y 115 mil millones de dólares
anuales en bebidas alcohólicas cada año. Se calcula que el narcotráfico mueve 400.000
millones de dólares al año; y en armamentos se gasta unos 800.000 millones de
dólares. En definitiva, con la tercera parte de lo que gastan los europeos fumando, o
con menos del 2% de lo que se gasta en armas en el mundo, podría erradicarse la
miseria.

Atrevámonos a proponer la globalización de la generosidad, el servicio, la justicia, la


hermandad. Pongamos de moda la solidaridad y el amor. Propongámosles a nuestros
alumnos una educación orientada al cultivo de su corazón, de modo que puedan vivir
derramándose en servicio y ser un don para los demás.

Confucio: “La meta del hombre es lograr su perfeccionamiento por medio del amor, la
justicia, la sabiduría, la sinceridad y la piedad filial; por otra parte, al egoísmo se le
consideró la peor y la más baja de las pasiones.”

Es indispensable cultivar los sentimientos que edifican la persona humana y la


enriquecen. Para ilustrar esta idea, tengamos en cuenta una historia:

El viejo cacique de una tribu estaba teniendo una charla con sus nietos acerca de la
vida.
Entonces les dijo: "Una gran pelea está ocurriendo dentro de mí ... y es entre dos lobos.
Uno de los lobos es maldad, temor, ira, envidia, dolor, rencor, avaricia, injusticia, rabia,
arrogancia, culpa, resentimiento, inferioridad, mentiras, orgullo, egolatría,
competencia y superioridad.  El otro es Bondad, Alegría, Paz, Amor, Esperanza,
Serenidad, Humildad, Dulzura, Generosidad, Justicia, Benevolencia, Amistad, Empatía,
Verdad, Compasión y Fe."
Después de un corto silencio les dijo: "Esta misma pelea está ocurriendo dentro de
ustedes ... y dentro de todos los seres de la tierra."
Luego de pensar por unos minutos, uno de los niños le preguntó a su abuelo: "¿Y cuál
de los lobos crees que ganará?" El viejo cacique respondió: "Simplemente... el que
alimentes...”

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