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Capa de ozono y cambio climático

El ozono en la estratosfera se recupera, pero el aumento


de los gases de efecto invernadero lo mantiene en
peligro
La capa de ozono ha mejorado en los últimos años, pero el cambio climático podría
alterar esta tendencia en el futuro. Así lo señala un reciente informe que destaca la relación
entre ambos. Sus responsables, un equipo de más de 300 científicos, señalan los buenos
resultados de las medidas internacionales para eliminar los gases que afectan a esta capa,
pero no hay margen para relajarse. Muchas de las emisiones implicadas en el cambio
climático afectan también al mal llamado agujero de ozono (en realidad es un
adelgazamiento en determinadas épocas del año). Los hábitos de los consumidores son
esenciales para combatir estos dos problemas globales que afectan al medio ambiente y a la
salud de millones de personas.

 Por ALEX FERNÁNDEZ MUERZA


 23 de septiembre de 2010

La capa de ozono se recupera

- Imagen: peter_w -

El ozono estratosférico recuperará hacia 2050 los niveles que tenía en los años ochenta del
siglo XX, gracias a los esfuerzos internacionales de conservación. Así lo señala el informe
"Evaluación científica del agotamiento de la capa de ozono 2010", de la Organización
Meteorológica Mundial (OMM) y el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente
(PNUMA), en el que han participado más de 300 científicos.
La disminución de este filtro gaseoso, presente en la estratosfera a unos 25 kilómetros de
altura, acarrea un mayor paso de la radiación ultravioleta solar, cuyas consecuencias para el
medio ambiente y la salud son muy negativas.

El ozono estratosférico recuperará hacia 2050 los


niveles que tenía en los años ochenta del siglo XX
El trabajo señala la estrecha relación de este problema y el cambio climático: muchas de las
sustancias que reducen la capa de ozono son potentes gases de efecto invernadero. Por ello,
el Protocolo de Montreal de 1987 ha sido muy beneficioso para mitigar ambas cuestiones.
Este acuerdo, firmado en la actualidad por más de 190 países de todo el mundo, prohíbe el
consumo y fabricación de los clorofluorocarbonos (CFC), unos gases muy utilizados hasta
entonces en la industria del frío y en los aerosoles de uso cotidiano (desodorantes, lacas,
etc.), con un papel fundamental en la destrucción del ozono.

Al combatir este problema, señala el informe, se ha evitado la emisión anual de 80


gigatoneladas de dióxido de carbono (CO2) equivalentes. Por su parte, el cambio climático
tendrá una influencia creciente sobre el ozono en las próximas décadas. Los cambios en la
capa serán consecuencia de las emisiones de gases de efecto invernadero de larga duración,
sobre todo CO2, asociados a actividades humanas.

- Imagen: Juno Styles -

La reducción de estas emisiones ha supuesto también mejoras directas en la salud pública y


el medio ambiente. El estudio asegura que si se continúa hasta 2050 con las obligaciones del
Protocolo de Montreal, se evitarán hasta 20 millones de casos de cáncer de piel y 130
millones de casos de cataratas oculares, así como importantes daños al sistema inmunitario
humano, a la fauna y flora silvestres y a la agricultura. Por ello, los responsables del informe
reivindican la necesidad de comprender mejor los vínculos entre ambos para poder
combatirlos.

Desafíos que combatir


El informe del PNUMA y la OMM reconoce que en los últimos diez años la mejoría en la capa
de ozono casi no se ha notado a causa de las dinámicas atmosféricas, pero insiste en que la
tendencia es la correcta. Además, la recuperación no se percibe igual en todas partes: el
nivel óptimo sobre la Antártida y el Ártico, donde el debilitamiento de la capa es más
preocupante, se alcanzará sobre el año 2070. En estas zonas, las condiciones meteorológicas
extremas dificultan la mejoría y todavía se registran niveles elevados de radiación
ultravioleta durante la primavera, cuando los niveles de ozono son menores.

El HFC-23, usado como alternativa a los CFC, es


14.000 veces más potente que el CO2
De la misma manera se posiciona la Agencia Estatal de Meteorología (AEMET), cuyas
previsiones apuntan a un ritmo de recuperación más lento del esperado. Según los
responsables de esta institución, el mal llamado agujero alcanzó en 2009 una dimensión
media de 21,7 millones de kilómetros cuadrados, unos tres millones de kilómetros cuadrados
menos que el año anterior. Su extensión máxima se registró el 17 de septiembre, con una
dimensión de 24,1 millones de kilómetros cuadrados, una superficie similar a la de
Norteamérica.

Entre los aspectos negativos, el informe del PNUMA y la OMM señala el gran aumento de
algunos productos que han sustituido a los CFC y que también actúan como potentes gases de
efecto invernadero. Destaca a los HCFC (hidroclorofluorocarbonos) y el HFC
(hidrofluorocarbonos), cuyo efecto en la actualidad es débil, pero podrían convertirse en un
grave problema más adelante.

- Imagen: Mikko Itälahti -

La concentración y las emisiones de HFC registran un aumento de un 8% al año. El HFC-23, un


subproducto de la producción de HCFC-22, no daña la capa de ozono, pero es 14.000 veces
más potente que el CO2 como gas de efecto invernadero, apostilla el estudio. Por ello, el
Protocolo de Kyoto de 1997 obliga a una reducción paulatina de este tipo de alternativas.

En España, según el Laboratorio de Climatología de la Universidad de Alicante, el problema


fundamental no es la capa de ozono de la estratosfera, como en la Antártida, sino la
acumulación de ozono troposférico, más próximo a la superficie terrestre, que en
determinadas épocas del año registra valores elevados, sobre todo en verano, y provoca la
irritación de las mucosas y los tejidos pulmonares.
Qué pueden hacer los consumidores
El informe del PNUMA y la OMM subraya que la sensibilización ciudadana ha contribuido en
gran manera al éxito del Protocolo de Montreal: en 2010, la reducción de la emisión de
sustancias que agotan la capa de ozono, expresada en toneladas de CO2 equivalente fue
cinco veces superior (unas diez gigatoneladas por año) a la que se había pronosticado en
1997.

Los consumidores pueden contribuir a la recuperación de la capa de ozono al evitar el uso de


productos que contengan CFC u otro tipo de sustancias similares que la perjudiquen. Además
de los CFC, hay una lista de más de cien productos, como los HCFC, halones, bromuro de
metilo, tetracloruro de carbono o metilcloroformo, que también contribuyen a la
disminución del ozono estratosférico.

Todos los ciudadanos deben ser conscientes de la necesidad de protegerse de los rayos del
sol, en especial a partir de enero hasta mayo, con cremas protectoras, siempre que se tome
el sol en la playa o en el campo y, en cualquier caso, evitar la exposición prolongada.

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