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Los nombres actuales de isla Staten y Harlem nos recuerdan que fueron los holandeses
los que se asentaron primero en el valle del río Hudson. En la segunda mitad del siglo
XVII, la competencia entre los ingleses y franceses, y los años en pugna con estos rivales
ocasionaron el deterioro del imperio comercial holandés. En 1664, los ingleses capturaron
la colonia de Nueva Holanda y le cambiaron el nombre a Nueva York.
Poco tiempo después, la Dutch West India Company se declaró en bancarrota. Mientras
tanto, los ingleses habían empezado a establecer sus propias colonias en América del
Norte. El primer asentamiento permanente inglés en América fue Jamestown, fundado en
1607 en la moderna Virginia. Apenas si sobrevivió, lo cual hizo evidente que la
colonización de tierras americanas no necesariamente generaba beneficios rápidos. Pero
el deseo de practicar la religión propia, junto con el interés económico, condujo la
colonización al éxito, como lo demostró la Massachusetts Bay Company.
La América del Norte británica se componía de trece prósperas colonias, que se poblaron
con rapidez, de modo que en 1750 las habitaban alrededor de un millón y medio de
personas. Aunque administradas por el British Board of Trade, el Royal Council y el
Parlamento, estas trece colonias tenían legislaturas que tendían a actuar de manera
independiente. Los comerciantes de puertos como Boston, Filadelfia, Nueva York y
Charleston resentían y resistieron las regulaciones del gobierno británico.
Durante la primera mitad del siglo XVIII, las colonias inglesas en América del Norte
experimentaron una importante expansión, marcada por el aumento de su población, del
comercio exterior y de la superficie ocupada. A pesar de que esta última se triplicó,
todavía hacia el año 1775 las tierras efectivamente colonizadas sólo bordeaban la costa,
desde el norte de la península de Florida hasta Massachusetts, y apenas avanzaban unos
150 Km. hacia el interior del territorio. Sólo en algunos pocos puntos se había superado la
barrera geográfica que significaba la cadena montañosa de los Apalaches. El Río
Mississippi también estaba muy lejos de alcanzarse, aunque los franceses ya habían
establecido algunos asentamientos sobre sus costas.
El territorio dominado por los indios comenzaba cerca de la costa del Océano Atlántico. Al
oeste de los Apalaches se abría la "frontera", hacia donde se dirigían grupos humanos.
Este movimiento de hombres hacia el interior del territorio, que continuó durante casi un
siglo, ha provisto el material para miles de novelas y películas de cazadores, montañeses
y cowboys; su historia fue también la del exterminio de las tribus indias.
Se estima que, en el año 1775, la población de las colonias inglesas era de unos
2.500.000 habitantes, de los cuales 460.000 eran negros (en esos tiempos, y sólo para
indicar un punto de comparación, en Francia vivían 23.000.000 de personas). El primer
dato verificable para América del Norte es el censo del gobierno federal de 1790, que
indica 3.900.000 personas. En 1815, los habitantes eran 8.500.000, entre los que se
contaban 1.500.000 negros (200.000 libres y 1.300.000 esclavos).
los centros urbanos más importantes eran Filadelfia, Nueva York, Charleston, Boston y
Newport, cuyas poblaciones oscilaban entre los 10.000 y los 25.000 habitantes (París
tenía entonces cerca de 600.000 pobladores, y Londres, unos 750.000). Las trece
colonias exhibían características geográficas, económicas y sociales relativamente
diferentes. En las colonias del norte predominaba el trabajo libre; la agricultura solía ser
de subsistencia y el cultivo principal era el trigo.
En las colonias del sur existían grandes plantaciones que se dedicaban a producir tabaco,
arroz y, más tarde, algodón para el mercado europeo, sobre la base del trabajo de los
esclavos. En los territorios cercanos a la frontera, la caza era una actividad importante,
que se combinaba con la ganadería y la agricultura para el propio consumo. La
distribución de la tierra variaba según las regiones: en algunas, las propiedades eran
pequeñas y, por lo tanto, de fácil acceso; en otras, eran grandes latifundios en manos de
terratenientes.