Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Staff de prácticas
Por
Robinson Marín Hernández
Conócete a ti mismo
El autoconocimiento termina por ser el punto de partida, pero también, el punto de llegada
de la vida misma. Un camino que emprendemos sin tener plena consciencia de él y que solo
vamos haciendo consciente, paradójicamente, en la medida en que vamos terminando el
camino; al final de nuestra existencia humana tal y como la conocemos.
No elegir un camino, es ya, elegir. Siempre elegimos, pero también, siempre quedará la
incertidumbre frente a aquello que no elegimos, frente al camino no elegido. ¿Qué pudo
traer consigo? ¿Qué hubiera devenido en su ruta? ¿Qué nos hubiéramos encontrado en
medio de aquél bosque que no elegimos andar? Y nos encerramos obsesivamente en
aquello que pudo ser, que debió ser, pero que no fue, perdiendo de vista el inconmensurable
valor del instante que está siendo, que no es otra cosa, que la vida en su esencia más pura,
que la oportunidad de conocerse a sí mismo y de decidir aquello que dentro de poco
acaecerá.
Elegir una carrera profesional cualquiera, no determina quién soy, o como soy, o qué tengo
o quién proyecto ser en el futuro, pero sí debería reflejar, de alguna manera, parte de
aquello que está contenido en mi existencia. Una carrera profesional termina por ser un
camino elegido entre el abanico de posibilidades que se despliega ante nuestros ojos, y con
la cual nos identificamos, no por algo diferente, a aquello de lo que somos, o que aspiramos
ser en nuestra proyección más natural.
A mayor nivel de coherencia, entre aquello que proyectamos ser y lo que elegimos ser,
mayor será el nivel de apasionamiento con que asumamos los retos que plantea tal elección,
aunque en el camino nos encontremos con las falacias propias del mundo exterior, aunque
la incertidumbre haga tambalear los ideales, aunque se presente como un fantasma el
imaginario de aquello que debió ser y no fue, es la elección que se hizo y la que va en la vía
de conocerse a ti mismo.
La vida no es un ensayo previo para salir a vivirla después, la vida es factum, es actum, es
aquí y ahora; no puede ser vivida dos veces. Se vive una sola vez con errores y todo.
Mi experiencia, mi vivencia, todo aquello que pude conocer por mí mismo, todo aquello
que se fue asentando en el acervo de mi conocimiento por la vía de mi propia reflexión y
por la vía de mi propio análisis, cobra mayor significado y mayor valor en tanto que es mío,
que es aquello que yo decidí vivir y aquello con lo que yo me enfrenté cara a cara en la
soledad de mis circunstancias para hacerme fuerte, para respaldar mis decisiones o para
refutármelas.
Se nombra como practica esta experiencia académica, pero en realidad fue la vida misma,
fue la desesperanza y la esperanza, fue el afecto, fue la humanidad, fue el sentido y el sin
sentido lo que pude mirar, por mí mismo, directamente a los ojos y darme cuenta que la
realidad no se encuentra en los diarios, ni en las novelas, ni en la televisión, ni en los libros
escritos por los grandes pensadores, la realidad se encuentra aquí mismo y la puedo
aprehender, en el momento en que decido hacerlo.
Nada será más fidedigno a la realidad de la existencia que la existencia misma, que la vida
del otro, que mi propia vida, que el tiempo y el espacio que transcurren en este mismo
momento y que a veces perdemos de vista por pretender ser otros, por pretender ser como
otros, o por aspirar a ser otros en un futuro, soportando la leve molestia que implica ser
nosotros mismos, ahora.
Aquellas acciones, aquellas funciones, aquellas intervenciones, aquel rol que asumimos,
aquél semblante que debimos mostrarle a alguien ajeno, aquellos aprendizajes importantes
o simplemente aquella “pérdida de tiempo” que nombramos como practicas académicas y
que cumplimos por puro protocolo y por obligación para aspirar al grado de psicólogos, no
fue en realidad una “practica”, fue la vida misma, fue nuestra vida escurriéndose en medio
de las decisiones afortunadas o desafortunadas que hemos debido asumir, pero en todo
caso, no fueron prácticas, fueron fácticas. Porque la vida se trata de vivirla aquí y ahora,
con errores y todo. A veces con la posibilidad de resarcirnos de las decisiones tomadas y a
veces teniendo que vivir con las acciones poco acertadas.
Nombrar este ejercicio académico como “practica”, desde mi modo de ver las cosas, es una
muestra más de que nuestra cultura está permeada por el positivismo científico. El
acercamiento con otros seres humanos no debería darse a partir de una relación de
“practica”, como si se tratara de un “ensayo- error”, como si se tratara de experimentar
reiteradas veces, una tras otra, para luego, una vez recibido el título de psicólogos, poder
hacerlo bien.
Libertad de elección
Aprendí que lo importante es saber elegir, en todo momento, la actitud con la cual debo
enfrentar los temores, las circunstancias y las adversidades. Lo importante entonces es la
libertad última que nos queda como humanos, a pesar de todo o a pesar de nada; la libertad
de elegir cómo comportarnos y qué respuestas dar a la existencia, pese a no recibir del
universo lo que en nuestro más profundo imaginario deseamos.
Sentido de vida
Mi ser está determinado por aquello en lo que transformo mis experiencias, por la actitud
que asumo ante los retos de la vida, por el aprendizaje continuo, por mi relación con los
otros, por mi obrar ante determinadas circunstancias, por la coherencia entre lo que digo, lo
que pienso y lo que hago.
Fue una experiencia más. Pero la vida es eso, es un cúmulo de experiencias. Tejer y tejer
experiencias nuevas cada día para fortalecer el espíritu es una elección, ante todo, personal.
La vida es devenir. La vida no es reposo, tampoco es la quietud paradójica en la que nos ha
sumido la tecnología y el “desarrollo”, donde aparentemente nos movemos aceleradamente,
pero la verdad es que llevamos una postura estática dejándonos llevar por la marea. La vida
tiene un sentido diferente al que estamos acostumbrados. La vida tiene un sentido superior.