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TALLER Arleyo
TALLER Arleyo
Presentado por:
TALLER #3
Su estilo literario que despierta también a causa de su ceguera que no fue del todo
inmediata, sino que la presenta como un proceso en el cual Borges se sumerge para
conocer y hacer conocer las ventajas que dicho evento trajo para su vida y la de sus
obras.
Borges menciona en algunas de sus conferencias, poemas y narraciones que lo
ocurrido no es un impedimento para seguir siendo el, en sus obras, sino que por el
contrario fue un suceso que le permitió dar cuenta de la claridad de otros asuntos.
2. Realidad y sueños:
El paralelo permite la intersección entre la vida del autor y los personajes plasmados en su
obra, hecho que provoca en el lector la sensación de “confusión”, de un saber sobre la
“realidad” de que se está hablando.
3. Postulados:
Todo esto se leía para el olvido, porque a las pocas horas lo borrarían otras
trivialidades. De todas las funciones, la del político era sin duda la más pública.
Un embajador o un ministro era una suerte de lisiado que era preciso trasladar en
largos y ruidosos vehículos, cercado de ciclistas y granaderos y aguardado por
ansiosos fotógrafos.
*“Pero hay algo a propósito del cuento, del relato, que siempre perdurara. No creo
que los hombres se cansen nunca de oír y contar historias. Y si junto al placer de oír
historias conservamos el placer adicional de la dignidad del verso, entonces algo
grande habrá sucedido”.
Atravesamos un corredor con puertas laterales, que daba a una pequeña cocina en
la que todo era de metal. Volvimos con la cena en una bandeja: boles con copos de
maíz, un racimo de uvas, una fruta desconocida cuyo sabor me recordó el del higo,
y una gran jarra de agua
Cuento El Hacedor:
*“En cuanto a la idea que formule al principio, la de que solo existe un número
reducido de tramas, quizá deberíamos mencionar esos libros en los que el interés no
radica en la trama sino en la variación, en el cambio, de múltiples tramas. Estoy
pesando en las mil y una noches, en Orlando furioso y otras por el estilo”.
Cuento El Aleph:
Beatriz era alta, frágil, muy ligeramente inclinada: había en su andar (si el
oximoron es tolerable) una como graciosa torpeza, un principio de éxtasis; Carlos
Argentino es rosado, considerable, canoso, de rasgos finos. Ejerce no sé qué cargo
subalterno en una biblioteca ilegible de los arrabales del Sur; es autoritario, pero
también es ineficaz; aprovechaba, hasta hace muy poco, las noches y las fiestas
para no salir de su casa. A dos generaciones de distancia, la ese italiana y la
copiosa gesticulación italiana sobreviven en él. Su actividad mental es continua,
apasionada, versátil y del todo insignificante. Abunda en inservibles analogías y en
ociosos escrúpulos. Tiene (como Beatriz) grandes y afiladas manos hermosas.
Durante algunos meses padeció la obsesión de Paul Fort, menos por sus baladas
que por la idea de una gloria intachable. “Es el Príncipe de los poetas en
Francia”, repetía con fatuidad. “En vano te revolverás contra él; no lo alcanzará,
no, la más inficionada de tus saetas.”