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LA DISPUTA DEL POSITIVISMO EN LAS NACIENTES CIENCIAS SOCIALES

Sociología e investigación empírica


Theodor W. Adorno.

En su ponencia sobre Sociología e investigación empírica, Theodor Adorno, expone,


a lo largo de siete grandes apartados, los contrastes entre los diferentes modos en que ha sido
abordada la sociología como ciencia. Comienza haciendo una observación en cuanto al objeto
y métodos de la sociología, en donde aclara que ambos no son unitarios. En cuanto al objeto,
apunta que «algunos se ocupan de la totalidad social y de las leyes de su movimiento, otros,
por el contrario, se dedican a fenómenos sociales singulares, proscribiendo como
especulativa toda referencia a un concepto de sociedad» (p. 81). Sobre los métodos
paralelamente sucede lo mismo: «En el primer caso, de condiciones estructurales básicas,
como la de la relación de cambio, debe seguirse la intelección de la trama social; en el
segundo (…) semejante empeño es eliminado como simple retraso filosófico en la evolución
de la ciencia, por lo que debe ceder a la simple comprobación de lo que es el caso, de lo que
acontece». En consecuencia, dadas estas perspectivas, se abren dos vertientes totalmente
diferentes. Se sabe, además, que la teoría de la sociedad surge en la filosofía, pero que no
necesariamente se plantea los mismos problemas que ésta. Como bien se sabe, la filosofía
busca llegar a aquellas verdades que subyacen a las apariencias, así la teoría de la sociedad
«desconfía tanto más básicamente de la fachada de la sociedad cuanto más neta se le ofrezca»
(p. 81).
Así, Adorno, va desentrañando las diferentes modalidades de hacer sociología. En la
primera, que tiene su origen en Max Weber, busca «la reflexión sobre lo que impera oculto
y que debería ser transformado no pasa de ser una simple pérdida de tiempo en la vía de
transformación de lo evidente». En la segunda, representado por Comte, «las ciencias de la
naturaleza constituyen el modelo que más o menos abiertamente adopta lo que hoy recibe el
nombre de investigación social empírica» (p. 82). A partir de estos modelos, la sociología
moderna, más que limar y armonizar las divergencias entre ellas, busca distribuir
productivamente las tensiones que surjan entre ellas.
La sociología moderna se asume más como ciencia empírica que como ciencia del
espíritu. Sus métodos que producen una inmediata aplicación, tienden a dar un atractivo de
objetividad, sin embargo, asumida así la sociología, puede verse «como inventario de los
llamados hechos y situaciones objetivas apenas cabría diferenciarlos, en realidad, de la suma
de información precientífica con fines administrativos». Su objetividad, por tanto, no estaría
en lo investigado, sino en los métodos. Pero dichos métodos, «han ignorado la objetividad
social, la suma de todas las relaciones, instituciones y fuerzas en cuyo seno actúan los
hombres, o, en todo caso, no han pasado de considerarlas como meros accidentes» (p. 84).
Adorno lleva pues a la sociología empírica a que dé cuenta de la objetivad de sus
resultados, pero haciendo hincapié en su naturaleza propia: «La sociología no es una ciencia
del espíritu». Una sociología que no sea consciente de que la sociedad es una con todos sus
elementos y sucesos internos, y que solo se limite a los llevar a efecto el pluralismo de
procedimientos, recurriendo posteriormente a conceptos como inducción y deducción para
su justificación, se convierte en ideología. Por eso —y es el deseo de Theodor Adorno— es
que «la ciencia debería acabar con la tensión entre lo general y lo particular mediante un
sistema acorde con el mundo, cuya unidad no podría radicar sino en el desacuerdo».
El objeto de la sociología, en dicho desacuerdo, sería «la sociedad y sus fenómenos»,
pero no con la «clase de homogeneidad con que podía contar la llamada ciencia clásica de la
naturaleza» (p. 90). Más adelante, suscribe que la investigación social no es una tábula rasa,
ya que hay precedentes que van marcando la investigación; el escepticismo que sostiene
dicha postura debería ser escéptica de su manera de proceder. «La ciencia no es sino un
descubrir la verdad y la falsedad de aquello que el fenómeno observado quiere ser por sí
mismo» (p. 96), y es, en consecuencia, ese discernimiento que va generando conocimiento
el que a la vez va siendo crítico.
La lógica de las ciencias sociales
Karl R. Popper

Karl Popper, desde otra perspectiva, describe la lógica que, a su juicio, está en las
ciencias sociales. A lo largo de veintisiete tesis y una propuesta final, diserta sobre la notable
contradicción que existe entre nuestro saber y nuestra ignorancia. Parte, para ello, de dos tesis
iniciales que son la expresión de este enunciado.
La primera tesis enuncia que sabemos gran cantidad de cosas, no solo triviales o
contingentes, sino verdades teóricas que nos procuran una asombrosa comprensión del
mundo. En contra posición aparente, la segunda tesis suscribe que nuestra ignorancia es
ilimitada y decepcionante. Los progresos científicos corroboran esta tesis. El viejo adagio
socrático resuena en el fondo de esta tesis. Cuando hemos creído pisar suelo firme y seguro,
resulta que es inseguro y vacilante.
Así, pues, la tercera tesis armoniza las tesis anteriores sustentando que toda teoría del
conocimiento debe iluminar la relación existente entre nuestro conocimiento asombroso y en
constante crecimiento, y la convicción de que no sabemos nada —también creciente—.
Hasta aquí, Popper señala que pareciera que «que la lógica del conocimiento haya de
hundir sus raíces en la tensión entre el conocimiento y la ignorancia». Convicción que se
materializa en la tesis siguiente.
«El conocimiento no comienza con percepciones u observación o con la recopilación
de datos o de hechos, sino con problemas» (p. 102), apunta Karl Popper en su cuarta tesis.
En otras palabras, los problemas ponen en movimiento el conocimiento, muestran el bagaje
con el que se cuenta, pero también muestran todo lo que todavía se ignora. Nos sitúan en la
encrucijada del saber que espera ser conquistado y el que espera serlo. Esta tesis es el eje de
todo el tema.
Las ciencias sociales, al igual que las demás ciencias —apunta la quinta tesis—, se
ven acompañadas de éxitos y fracasos, son interesante o triviales, fructíferas o infructíferas,
en idéntica relación con la importancia e interés de los problemas en juego. Todo esto es lo
que determina el que tenga o no tenga valor el rendimiento científico.
Con esto llega al desarrollo de la tesis principal, la sexta tesis: a) El método de las
ciencias sociales radica en ensayar posibles soluciones para sus problemas; b) refutación de
una crítica objetiva; c) si un ensayo de solución es refutado, se busca otro; d) si resiste la
crítica, se acepta provisionalmente, pero se sigue discutiendo y criticando; e) el método de la
ciencia es, pues, el de tentativa de solución, el ensayo sometido a la más estricta crítica; f) la
objetividad de la ciencia radica en la objetividad del método crítico.
La idea subyacente de la tesis descrita, queda asentada en la séptima tesis. La tensión
que se suscita entre el conocimiento y la ignorancia, conduce al problema y a los ensayos de
solución. La única justificación de nuestro conocimiento será la crítica, es decir, qué tanto
resiste la crítica más aguda, hasta la fecha, nuestro ensayo de solución.
Karl Popper nota que el naturalismo o cientificismo metodológico, ha triunfado, aun
en la comunidad científica, debido a que el paradigma que se tenía antes de la Segunda Guerra
Mundial era el de la sociología como ciencia social teorética general, y la de la Antropología
social como sociología aplicada a sociedades primitivas, situación que actualmente se ha
invertido asombrosamente.
En su novena tesis, asienta que lo que se ha llamado una especialidad científica, no
es más que la sistematización de problemas y ensayos de solución. Lo realmente existente
son los problemas y las tradiciones científicas.
La décima tesis sostiene que la victoria pírrica de la Antropología, se debe más al
triunfo de un método aparentemente objetivo, basado en la observación, que en realidad
parecer aquel «observador de Marte que cree ser y cuyo papel social intenta representar no
raramente ni a disgusto» (p. 107).
El científico tiende a ser partidista en cuanto a sus propias ideas se refiere, no es
objetivo por ser científico, se produce en él lo que se produce en el resto de los hombres.
Undécima tesis.
Lo que puede ser calificado de objetividad científica —reza la duodécima tesis—
radica única y exclusivamente en la tradición crítica. Idea que se reafirma en la
decimotercera tesis, subrayando el hecho de que la única y exclusiva fundamentación de la
objetividad es la crítica. Por lo cual, como observa la decimocuarta tesis, el método científico
y el método crítico son equiparables, es decir, en elección de problemas y en la crítica de los
ensayos de solución.
A partir de la decimoquinta tesis, Karl Popper comienza trazar problemas y tesis
lógicas, aquí deja en claro que el papel de la lógica es la de constituir un órgano de la crítica.
Así continua con disertando sobre la lógica deductiva en la decimosexta tesis, que mira a la
validez del razonamiento lógico o de la inferencia lógica: si las premisas son verdaderas, la
conclusión será verdadera. En contraposición, la decimoséptima tesis observa que si las
premisas son válidas, pero la conclusión es falsa, no es posible que las premisas sean
verdaderas. Consecuentemente, la lógica deductiva queda convertida en la teoría de la crítica
racional en la decimoctava tesis. Finalmente, en la decimonovena tesis cierra Popper
enfatizando en que la ciencia trabaja con teorías, sistemas deductivos, ensayos de
explicación, y, por tanto, un intento de solución a un problema científico; pero además un
sistema deductivo que es criticable por sus consecuencias.
En resumen, la ciencia para Karl Popper es un sistema de ensayos de soluciones sujeto
a la crítica racional.

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