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Introducción a la Teología

1.a) ¿Qué es la teología?

Teología (del griego θεος [theos], ‘Dios’, y λογος [logos], ‘estudio’, ‘razonamiento’, por lo
que significaría ‘el estudio de Dios’ y, por ende, ‘el estudio de las cosas o hechos
relacionados con Dios; es el estudio y conjunto de conocimientos acerca de la divinidad.

1.b) Saber teológico: Objeto, fuentes y lugar.

- Objeto: Dios, el mundo y el hombre a la luz de Dios.

- Fuentes: sus criterios de verdad son la razón humana y la Revelación divina, que es la
Palabra de Dios1, transmitida e interpretada por la Iglesia (comunidad de creyentes) bajo
la autoridad del Magisterio2 y acogida por la Fe.

- Lugar: La Iglesia como comunidad de fe.

1.c) Razón y Fe.

La fe y la razón (Fides et ratio) son como las dos alas con las cuales el espíritu humano
se eleva hacia la contemplación de la verdad. Dios ha puesto en el corazón del hombre el
deseo de conocer la verdad y, en definitiva, de conocerle a Él para que, conociéndolo y
amándolo, pueda alcanzar también la plena verdad sobre sí mismo (cf. Ex 33, 18; Sal 27
[26], 8-9; 63 [62], 2-3; Jn 14, 8; 1 Jn 3, 2).

1.d) Dimensión antropológica: ¿Qué es el hombre? ¿Quién soy yo? 1.e) El ser humano es
un sujeto personal. Deseo de Infinito. La cuestión del sentido.

Para hablar de Dios hoy tenemos que partir de nuestra propia experiencia de ser
hombres. Para adentrarnos en este tema de la introducción, les propongo leer del libro,
Creer de B. Sesboue, el capítulo I3. Donde realiza una reflexión sobre ¿Qué es el

1
Ver archivo sobre la Palabra de Dios.
2
Ver archivo sobre el Magisterio de la Iglesia.
3
Ver archivo adjunto: Capítulo I del libro Creer (B. Sesboue).

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hombre? Para llegar a la experiencia que cada uno de nosotros tenemos de un
dinamismo interior de una «trascendencia» que nos traspasa y supera siempre.

1.f) El hombre capaz de Dios. 1.g) El hombre como ser religioso.

Después de ver la experiencia trascendental de todo hombre como experiencia universal.


Para el ser humano es natural buscar a Dios. Todo su afán por la verdad y la felicidad es
en definitiva una búsqueda de aquello que lo sostiene absolutamente, lo satisface
absolutamente y lo reclama absolutamente. El hombre sólo es plenamente él mismo
cuando ha encontrado a Dios. “Quien busca la verdad busca a Dios, sea o no consciente
de ello” (Santa Edith Stein)

El Catecismo de la Iglesia Católica (CEC 27- 30) afirma que: El Hombre es por naturaleza
y por vocación un ser religioso. El deseo de Dios está inscripto en el corazón del hombre,
porque el hombre ha sido creado por Dios y para Dios; y Dios no deja de atraer al hombre
hacía sí, y sólo en Dios encontrará el hombre la verdad y la dicha que no cesa de buscar:

La razón más alta de la dignidad humana consiste en la vocación del hombre a la


comunión con Dios. El hombre es invitado al diálogo con Dios desde su nacimiento; pues
no existe sino porque, creado por Dios por amor, es conservado siempre por amor; y no
vive plenamente según la verdad si no reconoce libremente aquel amor y se entrega a su
creador. (Gaudium et spes, 19,1)

De múltiples maneras, en su historia, y hasta el día de hoy, los hombres han expresado
su búsqueda de Dios por medio de sus creencias y sus comportamientos religiosos
(oraciones, sacrificios, cultos, meditaciones, etc.). A pesar de las ambigüedades que
pueden entrañar, estas formas de expresión son tan universales que se pueden llamar al
hombre un ser religioso.

Pero esta “unión íntima y vital con Dios” puede ser olvidada, desconocida e incluso
rechazada explícitamente por el hombre. Tales actitudes pueden tener orígenes muy
diversos:

- la rebelión contra el mal en el mundo

- la ignorancia o la indiferencia religiosas

- los afanes del mundo y las riquezas

- el mal ejemplo de los creyentes

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- las corrientes de pensamiento hostiles a la religión

- la actitud del hombre pecador que, por miedo, se oculta de Dios (ver Gen 3, 8- 10) y
huye ante su llamada (ver Jon 1, 3).

Si el hombre puede olvidar o rechazar a Dios, Dios no cesa de llamar a todo hombre a
buscarle para que viva y encuentre la dicha. Pero esta búsqueda exige del hombre todo el
esfuerzo de su inteligencia, la rectitud de su voluntad, un corazón recto, y también el
testimonio de otros que le enseñen a buscar a Dios.

Nos has hecho para ti Señor y nuestro corazón está inquieto mientras no descansa en ti
(San Agustín).

1.g) La religión y Las religiones

La palabra “religión” viene del latín “re-ligio”, y tiene que ver con “ligar”, “ligamento”.
Significa entonces el hecho y el modo en que Dios y el hombre se “ligan”, se relacionan y
se comunican.

Es un hecho de que existen religiones, desde que hay seres humanos sobre la tierra. La
historia muestra que ni las persecuciones más crueles pudieron acabar con ellas. Un
ejemplo es la fe que, a pesar del adoctrinamiento ateo y las amenazas y torturas,
sobrevivió en los países de la ex Unión Soviética, o también en China.

Ya el antiguo escritor romano Cicerón afirmó que no existe una nación sin religión. El
hombre no se puede entender a sí mismo sin Dios. En el fondo, nadie puede vivir sin
Dios. Toda la vida del hombre es una búsqueda de Dios. Esta relación con Dios puede ser
ignorada, pero jamás puede ser eliminada. Hasta los abversarios que combaten la
religión, hacen ver, justamente con su agresividad, que, interiormente, no han terminado
el capítulo que trata de Dios. A ellos también les inquieta el tema de Dios.

La pregunta que surge es: Si Dios es el mismo, y todos los que tienen fe creen en el
mismo Dios ¿Por qué entonces hay tantas religiones distintas?

Ciertamente, Dios es el mismo para todos. La conciencia de la existencia de Dios fue y es


general en toda la humanidad. Pero las maneras en que el hombre se imagina a Dios, y
los modos de adorarlo, son muy diversos. Dios es el mismo, pero las ideas que se hace el
hombre de él, son muy diferentes. Las religiones son tan distintas como distintos los seres
humanos, su nivel de conocimientos, sus particularidades de pueblo y de su cultura.

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Mas allá de las divergencias, todas la religiones tienen en común el hecho que son un
intento de buscar a Dios, de adorarlo yde orientar la vida según su voluntad. Por eso
todas las religiones merecen respeto. La Iglesia “no rechaza nada de todo lo que hay de
verdadero y sagrado en esas religiones” (Concilio Vaticano II).

Las religiones no son un problema sino la solución. Con facilidad nos damos cuenta de
que hoy es urgente que todas las religiones unan sus esfuerzos para favorecer la justicia,
la solidaridad y la paz en el mundo. Esto exige el compromiso común por el desarrollo
integral de todos los pueblos.

Igualmente supone la disponibilidad al diálogo sincero. Las diferencias religiosas no


pueden y no deben constituir causa de conflicto: la búsqueda común de la paz por parte
de todos es un decisivo factor para la unidad de todos los pueblos del mundo.

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