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Montevideo
Diciembre Uruguay: $120
2018
Nacimiento del individuo
La pintura flamenca del Renacimiento forma parte de una re-
volución en la mentalidad: la vida en la tierra merece ser obser-
vada y representada por sí misma. Sin embargo en un primer
momento este descubrimiento del mundo de lo humano no
adquirió la forma de una ruptura con lo divino. Ciento cin-
cuenta años después Pieter de Hooch participará no ya de la
Deleuze y Guattari
se explican...
Apenas apareció “El Anti-Edipo” se
organizó una mesa redonda cuyo
objetivo era confrontar a Deleuze y
a Guattari con algunos reconocidos
representantes de diversas disciplinas:
Roger Dadoun y Serge Leclaire (psicoa-
nálisis), Henri Torrubia (psiquiatría),
Raphaël Pividal (sociología) y Pierre
Clastres (antropología).
Entredichos (páginas 31 a 32)
Sábat: los
rastros del rostro
El rostro concentra la presencia de cada
persona. Tanto que en las sociedades
occidentales, el carozo de la identidad
(todavía) se ubica más que nada en el
rostro. Y el rostro es también el que
hace patente la ligazón social, y la del
individuo con su mundo. En los dibu-
jos de Sábat primero fue el rostro, y solo
tiempo después aparecerán presencias
de cuerpo entero. Pero el rostro con-
centrado en las caricaturas, esa variante
del retrato que Sábat, generalmente exa-
gera, desarrollando lo grotesco hasta los
límites de lo fantástico..
Á. Kalenberg (pp. 31 a 32)
Hacia una
ciudadanía
científica
Que el conocimiento es poder se re-
fleja en la importancia asignada a lo
que suele denominarse STEM (cien-
cia, tecnología, ingeniería y matemá-
ticas). Las tendencias vinculadas a
CTS (ciencia, tecnología y sociedad)
parecen más pendientes de la necesi-
dad de articular los elementos cogni-
tivos con los éticos, la innovación y
la conciencia política del ciudadano
para entender e intervenir en las deci-
siones que más le conciernen.
Agustín Courtoisie (contratapa)
humanización de lo divino, sino de la divinización de lo hu-
mano y transformará a una simple madre, sentada junto a la
Los dos
mercados
Vivimos en la peor combina-
ción de las utopías liberales
y socialistas del siglo XX: un
chimenea con su bebé, en una nueva Madona. Entonces Dios orden mafioso mundial. Am-
podrá abandonar los cuadros y dejarlos para uso exclusivo de bas ideologías se consideraron
los hombres.. idóneas para racionalizar la
Tzvetan Todorov, (páginas 10 a 14) producción y garantizar la dis-
tribución de la riqueza, una a
través de los automatismos del
mercado y la otra mediante la
planificación central. Lo que
de verdad se ha producido es la
liberalización del riesgo finan-
ciero y la socialización de las
pérdidas, como el salvamento
de la banca especulativa con
fondos del contribuyente.
Roberto Blatt
(páginas 10 a 14)
La figura
de Sócrates
Intentamos trasladar la as-
piración indagatoria psicoa-
nalítica a la antigüedad gre-
co-latina, tomando senderos
propios del campo freudiano,
como los que han quedado
plasmados en “La interpreta-
ción de los sueños”, buceando
en la figura de Sócrates y en el
bagaje espiritual que conlleva.
Juan Carlos Capo
(páginas 8 a 9)
Economía y
psicología
El área de psicología y econo-
mía ha crecido exponencial-
mente en los últimos treinta
años. Si la economía se refiere
al estudio de la asignación
de recursos escasos, la psico-
logía y economía, o economía
conductual, se refiere al estu-
dio de la decisión de la asigna-
ción de recursos escasos.
MENCHI SABAT es nuevamente el autor de las obras que se reproducen en relaciones en
recuerdo de su notable y extensa obra como dibujante. En esta oportunidad se agrega un Miguel Campos Vázquez
estudio de Angel Kalenberg que analiza el valor de la obra artística de Sábat. (páginas 31 a 32)
Recobrar el sentido biológico de la vida anímica
Toda vida despierta es relación e intercambio con el mundo funcionamiento interior de los órganos vitales, esas formas de
ambiente: atención y respuesta, y aun en el repliegue que es toma y daca son sentidas como capacidades y como una gran
el sueño hay todavía este íntimo intercambio con el mundo fuente de satisfacción. Por esta intencionalidad o direccionali-
que es el respirar. El respirar se aprende ya en los primeros dad primaria de la sensomotricidad, se da un goce de la vida
momentos, al nacer, pero las otras formas de toma y daca, que funciona en intercambio con el mundo en cada bocanada
de discernimiento y desempeño sensomotor coordinado se de aire y cada coordinación sensomotriz acertada.
aprenden paulatinamente. Por consiguiente, junto con el buen Ezra Heymann (páginas 10 a 14)
 Que el Hace 100 números
Año Nuevo relaciones publicaba
sea diferente Número 307 – Diciembre de 2009
Que sea otro, * El enfermo: el imaginario y la escucha del cuerpo
En español se subraya mediante una única palabra, enfer-
que sea la ocasión medad, el carácter clasificable y abstracto de la alteración su-
frida por el enfermo. Con ello se iguala lo que en otras lenguas
para remozar y se diferencia, como lo hace por ejemplo el inglés con Disease,

Ida Vitale
Illness y Sickness. Igualar es un procedimiento que usa la cien-
darle realidad a cia para forjar modelos mediante la estandarización, pero si
los buenos deseos se olvida esta dimensión “ilusoria” de las descripciones de las
enfermedades y se las toma como pertenecientes a lo real, se
que nos animan. justifica el amargo dicho acerca de que los médicos “tratan
enfermedades y no enfermos”. (Ivonne Bordelois)
Porque es la espe-
ranza la que hace * Derecho y moral
Desde una perspectiva sociológica general, derecho y mo-
bienvenida esta ral pertenecen ambas a una misma familia de instituciones
sociales: aquellas que pretenden regular el comportamiento
ocasión para reno- de las personas. Ambas concurren de forma complementaria,
var con escritores, pero lo hacen de maneras diversas. (Nicolás Zavadivker).

lectores y vendedo- * Prisiones del deseo

Los peligros de las cárceles imaginarias del deseo, son sor-
res, nuestra amis- teados en la filosofía de Spinoza mediante los esfuerzos de ¿Por qué Ida Vitale, así de golpe? ¿Por qué, de sopetón, un montón de
tad y los lazos que una imaginación que cuide y acentúe el conato y llegamos a
una concepción del hombre como deseante. En este giro filo- gente que jamás la ha leído y probablemente jamás la leerá, la festeja
le dan tanto vigor. sófico es necesario prolongar la mirada hacia formas de pensar en facebook como lo haría con un gol de Cavani o de Suárez?
más lejanas y asomarse a la sabiduría primigenia. (María Noel
Lapoujade)
Por Otra Parte * Los sueños: de José a Freud
¿Qué significado se daba a los sueños en la antigüedad?
* La novela y la experiencia de ¿Qué función cumplen los sueños, por ejemplo, en la litera-
los límites tura bíblica? ¿Cuál es el lugar que les reserva el psicoanálisis?
Philippe Sollers, páginas 33-35 (Adolfo Roitman)

* Adorno: filosofía de la belleza Hace 50 años que Ida Vitale escribe Tanto en el terreno de la creación
columnas más o menos igual; con variantes de un literaria como del pensamiento crítico,
A cuarenta años de su muerte, las ideas del autor de la
“Teoría estética” tienen una vigencia indiscutible. ¿A qué
apunta el análisis sobre su teoría musical? (Marcelo G. Burello) libro a otro, de un período a otro, pero no ha habido, ni antes ni después, una
* mundanalia a grandes rasgos, de la misma manera. generación como esa. Otras generacio-
Ida Vitale Superstar * La civilidad ¿Qué hace que una señora de más nes poderosas han sido la de los Mo-
Elbio Barilari, páginas 2-4 En nuestro tiempo parece que a una filosofía que perseve-
re en sí misma le corresponde estar en contra de la civilidad. de 90 años a la que casi nadie ha leído dernistas, a fines del XIX y comienzos
* querenderes Así sucedió en la Alemania de la república de Weimar: una re- se convierta de pronto en una estrella del XX, y la generación crecida bajo la
De la desaparición de mares y pública civil-burguesa que acabó perdiendo lo que hace capaz
de vida a una democracia, el centro civil-burgués. Y nosotros mediática? dictadura, especialmente los músicos.
océanos
Wilmar Berdino, página 35 sabemos de qué manera de acabó. (Odo Marquard) Los Modernistas fueron pocos y no
PRIMERO fueron hegemónicos en su tiempo.
* El cuerpo Los que practicamos la cultura en
Secciones Hoy la intimidad ofrecida como espectáculo y el nuevo
“furor” del siglo XXI, el culto al cuerpo y las nuevas mane-
Por supuesto, la fiebre ha sido deto- contra de la dictadura fuimos unos
ras de mostrarlo, vuelven necesaria la pregunta acerca de qué nada clave en el premio Cervantes, ese cuantos, pero no tuvimos la consisten-
* contextos cuerpo es éste, el de la generación de Internet. Allí muchos Nobel de nuestra lengua que los espa- cia, ni la persistencia, ni la cohesión
Comentarios sobre libros jóvenes se construyen a sí mismos como si fueran una celebri-
páginas 26-28 dad. (Paula Sibilia) ñoles, con su vocación imperial reve- que tuvieron los del 45. Y el auge de la
* vistas
nida y todo, han logrado imponerle al generación post dictatorial se dio en la
* Pensar la música resto de los hispanohablantes. canción popular. Nunca nuestra gene-
Comentarios sobre cine Pensar la música ha sido ejercicio recurrente de filósofos,
página 25 pensadores y de los propios músicos y ha sido objeto perma- Cuando Onetti ganó el Cervantes ración llegó a controlar el pensamiento
* telón nente de pensamiento desde Pitágoras y Platón. Pero no fue pasó exactamente lo mismo, gente que nacional de la manera en que lo hizo
hasta la aparición del movimiento Romántico que se convirtió
Comentarios sobre teatro
en fecunda materia de especulación. (Eugenio Trías, Ramón jamás leyó ni leerá a Onetti, y que si lo la del 45, especialmente dentro de las
página 22
Andrés) leyera ni le gustaría ni lo entendería, feste- trincheras de la crítica y la creación
* sonidos
* De la pareja y el amor en los tiempos que corren…
jó con un estentóreo “¡arriba Uruguay!”. literaria.
Comentarios sobre música
¿Pero aparte del chovinismo uru- Ida Vitale y su primer marido, el
página 7 (Graciela Acosta, Ana Paula Evia, Adriana Gandolfi, Tere-
sa González Arcelus, Gabriela Montado, Alicia Muniz, Mar- guayensis, chovinismo de país chico y editor y crítico Ángel Rama, estuvieron
* contracanto tha Nilson.
Comentarios sobre discos con complejo, ávido de “ser reconoci- en el cogollo mismo de esa generación.
página 15 do” internacionalmente, qué más hay
contemporáneas. Es redactor de
tras esta fiebre por Ida? El Cervantes TERCERO
no ha sido más que el colofón en una
quién
relaciones.

• Series ANGEL KALENBERG,

marea de distinciones: Premio Octa- La Guerra Fría, íconos como la

es uruguayo, museísta, autor de

ensayos en el campo de las artes
vio Paz (2009), Premio Alfonso Reyes
(2014), Premio Reina Sofía (2015), Pre-
Revolución Cubana y el mito del Che
Guevara hicieron que parte de la Gene-
¿quién?
Visualizaciones . . . . . . . . . . . . . pág. 5
Entredichos.. . . . . . . . . . . . . . . . pág 8 plásticas. Es redactor de rela- mio Internacional de Poesía Federico ración del 45 y de la de los Sesentas, se
Orbe Freudiano.. . . . . . . . . . . . pág 14 ciones.
Pensamiento. . . . . . . . . . . . . . . . pág 16
García Lorca (2016), Premio Max Jacob volcaran a la militancia, a la literatura
Alteridades . . . . . . . . . . . . . . . . pág 18 MIGUEL CAMPOS VÁZ- (2017) y el Premio Cervantes (2018), si combativa, a la “poesía urgente”, o sea,
Transiciones . . . . . . . . . . . . . . . pág 23 QUEZ, mexicano, doctor en no me olvido de alguno. al panfleto. Los panfletistas más noto-
Economotropos . . . . . . . . . . . . pág 29 ROBERTO BLATT, urugua- economía, investigador y do-
Estado de la Utopía . . . . . . . . . pág 36 yo, reside en España, ensayista, cente universitario, autor de rios han sido, por supuesto, Eduardo
desarrollador cultural, autor de numerosos artículos. SEGUNDO Galeano y Mario Benedetti, éste último
INDICE DE INDICES, pág 28 numerosos artículos y libros. Es
EZRA HEYMANN, ruma-
en desmedro de la innegable calidad
redactor de relaciones. Ida es la última sobreviviente de la literaria de sus mejores páginas.
no, filósofo y docente universi-
* El discurso plástico JUAN CARLOS CAPO, tario. Falleció en España. Autor “Generación del 45”. Una generación La propia Idea Vilariño escribió
Dibujos por Hemene- de varios libros y numerosos
gildo (Menchi) Sábat,
uruguayo, psiquiatra, psicoa- única en la historia cultural del Uru- versos “urgentes” en forma de letras
nalista, autor de artículos en su ensayos y trabajos de investiga-
páginas 1, 5, 6, 7, 9, 10,
ción en su disciplina. Fue redac-
guay, que ha dominado el panorama, de canciones para Viglietti y para Los
12, 19, 20, 21, 22, 24, 32, especialidad. Es redactor de re-
laciones. tor de relaciones. real y simbólicamente, durante bastan- Olimareños.
33, 35, 36.
te más de medio siglo. Una generación Ida Vitale nunca fue de militar en
AUGUSTIN COURTOI- TZVETAN TODOROV,
formada durante el auge económico la “poesía urgente”. Sus poemas nunca
Anuncios SIE BEYHAUT, uruguayo, búlgaro, investigador en lin-
ensayista, docente universita- güística, trabaja en París. Autor del país y cuyos integrantes supieron, a pudieron ser usados como consignas o
DONMARIO, pág. 3, rio, ha escrito libros y artículos de numerosos libros, entre ellos la vez traer una culminación y un cues- pósters. De modo que sus libros, como
Coordindora de Psicólogos, sobre epistemología, políticas un Diccionario Enciclopédico
pág. 27, Taller de artes, tionamiento a ese país que los produjo. los de Onetti o Armonía Sommers,
científicas e historia de las ideas de las Ciencias del Lenguaje.
página 11.

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Superstar
entraron en ese limbo que la crítica
“militante” asignaba al arte por el arte.
Nunca condenados al infierno ideoló-
gico como Octavio Paz o Borges, pero
tampoco bendecidos por los profetas
del “compromiso”.
CUARTO
El exilio. Ida participó intensa-
mente en las secciones culturales de la
prensa de izquierda, como “Marcha”
y “Época” y debió salir al exilio, que
vivió en México junto a su segundo
marido, el también poeta Enrique Fie-
rro. En México se vincularon a Octavio
Paz, que incorporó a Ida a su revista
“Vuelta”. Lo cual no fue bien visto
por los “intelectuales orgánicos” que
consideraban a Octavio Paz un vulgar
anticomunista.
Ida construyó una respetable carrera
en México, donde también participó en
las páginas del prestigioso diario “Uno
más uno”, enseñó en el Colegio de Mé-
xico, tradujo para el Fondo de Cultura
Económica y formó parte de diversos
jurados, entre otras distinciones.
La vuelta. A su vuelta al país Ida
pasó a dirigir la página literaria del
semanario colorado “Jaque”, dirigido
por Manolo Flores Silva, hijo de otro
integrante de la Generación del 45,
Maneco Flores Mora. Su esposo, En-
rique Fierro, ocupó el engorroso cargo
de director de la Biblioteca Nacional,
nombrado por el Presidente Sanguine-
tti, lo cual contribuyó a aumentar las
sospechas entre la pareja y los comisa-
rios políticos de la época.
Cuando el espejismo de un refloreci-
miento de la cultura Uruguaya se disol-
vió en la tirada generalizada de chancle-
ta y el pinchazo post democrático, Ida
y Fierro se fueron nuevamente al exilio,
esta vez cultural, no político, nada me-
nos que a las universidades de Estados
Unidos, otro territorio muy mal mirado
por los presuntos intelectuales de la
izquierda hegemónica en la cultura.
QUINTO
Las estrellas tardías de las letras uru-
guayas han sido mujeres. Dos de ellas,
de la Generación del 45, Amanda Be-
renguer e Ida Vitale. Y la tercera es Circe
mundanalia
Elbio Rodriguez Barilari
Maia, nacida en 1932 y más ligada a la gunos de los libros, como el publicado de golpe, una poeta de 93 años se pone
generación de los 60’s. Las tres gozaban por Tusquests en 2002, “Reducción del “de moda”?
de reconocimiento desde antes, pero infinito” han tenido mayor difusión
los niveles de aceptación, ya que no de que el resto. SÉPTIMO
difusión, aumentaron considerablemen- Esa fractalidad no es exclusiva de la
te en las dos últimas décadas. obra de Ida, sino un dato común en la Hemos repasado elementos que
De modo que Ida no está sola en vida del poeta contemporáneo. Y hace muestran a la vez a Ida en el centro de
cuanto a este tardío florecimiento. Ella, aun más azarosa la forma en que los la “movida” literaria de la Generación
como Amanda y como Circe, no cam- lectores se familiarizan con la poesía de del 45 y hasta el comienzo de la dicta-
bió radicalmente su forma de escritura, esos autores. De modo que la pregunta dura. Hemos visto como luego, duran-
no innovó. Lo suyo nunca ha sido ni no es solamente por qué ésta “locura” te su exilio en México, su corta vuelta
estridente, ni “experimental”, ni “com- con Ida, ahora, sino incluso cómo y y su salida haca Estados Unidos se
prometido”. dónde se puede LEER la poesía de Ida. movilizó hacia una posición excéntrica,
Durante largos años, la poesía En un mundo donde toda poesía que no le aseguró la bendición de los
uruguaya tuvo una figura indiscutida es “underground”… ¿cómo y por qué, comisarios culturales internos, ni los
y señera: la concisa y
rotunda Idea Vilariño.
Amanda e Ida eran nom-
bradas junto a ella. Pero
ni siquiera tenían el halo
que rodeaba a las cursile-
rías de Juana de Ibarbou-
rou o Juana de América
(paradójicamente “reva-
lorizada” últimamente
en ciertos círculos).
Luego llegó una
poeta excéntrica, como
Marosa Di Giorgio, na-
cida en 1932 como Cir-
ce, pero cuyo impacto
empezó a dejarse sentir
recién en los 70’s. Con
sus versos extravagantes
y kitsch y su persona-
lidad a tono, Marosa
reclutó un corro de
adeptos incondicionales,
que la han vuelto una
poeta casi “cult”.
El verbo de Ida y de
Amanda, parafraseando
a Machado, brotaba de
manantial sereno. Espe-
cialmente el de Ida. Y
siguieron esperando por
un momento histórico
más propicio.
SEXTO
La lista de sus libros
incluye más de veinte.
La mayoría de los cuáles
no están disponibles en
Uruguay. Algunos se
consiguen en un país y
otros en otros países. Al-
diciembre de 2018 / 415 / 3
homenajes que
desde hace rato
se merecía.
En la óptica
internacional,
en cambio, su
fructífera carrera
en México y en
Estados Unidos,
basada en el prestigio que ya llevaba
desde sus años de Marcha y Época, la
ayudaron a instalarse dentro de una élite
internacional que es la que puede otor-
gar esos premios que ha recibido y a la
oportunidad de publicar fuera de fronte-
ras. Seamos honestos: el libro uruguayo
no trasciende, y el de poesía menos.
En nuestra lengua solamente importan
España y México. Como plaza editorial,
ya ni Buenos Aires importa.
OCTAVO
Ida Vitale, junto a sus méritos litera-
rios, ha tenido la virtud de durar. Durar
como persona y durar como poeta. Ha
durado más que los vientos ideológicos
y más que las modas del panfleto o de
la supuesta vanguardia. Lo suyo ha so-
brevivido al panfleto, y ha sobrevivido
a las piruetas tanto de la poesía como
de la teoría literaria.
Ida no claudicó ante los que exigían
que todo fuera “comprometido” y “ur-
gente”, peones inconcientes o cretinos
útiles en medio de la Guerra Fría.
Fortuna
Por años, disfrutar del error
y de su enmienda,
haber podido hablar, caminar libre,
no existir mutilada,
no entrar o sí en iglesias,
leer, oír la música querida,
ser en la noche un ser como en el día.
No ser casada en un negocio,
medida en cabras,
sufrir gobierno de parientes
o legal lapidación.
No desfilar ya nunca
y no admitir palabras
que pongan en la sangre
limaduras de hierro.
Descubrir por ti misma
otro ser no previsto
en el puente de la mirada.
Ser humano y mujer, ni más ni menos.
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Y tampoco claudicó frente a los
que imponían que todo tenía que ser
“concreto” o “gráfico”, o “semiótico”,
piruetas vacías para trapecistas inverte-
brados.
Esa duración ha favorecido a su
poesía de largo aliento, nada “urgente”
de acuerdo a los paradigmas militantes,
pero tan necesaria que sabe hacerse
urgente una vez que se la descubre y
frecuenta.
NOVENO
El peso de esa obra que el “gran
público” desconoce, ha ido anclando el
nombre de la poeta en los círculos que
leen y que dan premios. Mayormente,
otros poetas o académicos que no prac-
tican la creación. Allí, entre los círculos
doctos, dicho con admiración y sin
sorna, y cada vez más restringidos en el
reino de la inmediatez, la selfie y la estu-
pidez masificada, se fueron cocinando
esos reconocimientos y esos premios.
Lamentablemente, vivimos los pro-
legómenos de una Segunda Edad Me-
dia. Los bárbaros nos rodean, vivando
Gotas
¿Se hieren y se funden?
Acaban de dejar de ser la lluvia.
Traviesas en recreo,
gatitos de un reino transparente,
corren libres por vidrios y barandas,
umbrales de su limbo,
se siguen, se persiguen,
quizá van, de soledad a bodas,
a fundirse y amarse.
Trasueñan otra muerte.
Cuadro
Construimos el orden de la mesa,
el follaje de la ilusión,
un festín de luces y sombras,
la apariencia del viaje en la inmovilidad.
Tensamos un blanco campo
para que en él esplendan
las reverberaciones del pensamiento
en torno del icono naciente.
Luego soltamos nuestros perros,
azuzamos la cacería,
la imagen serenísima, virtual,
cae desgarrada.
a sus tiranos y enarbolando los símbo-
los de sus religiones. Los intelectuales
somos como humanistas helenísticos
en la Alejandría del siglo IV, esperando
que las turbas supersticiosas e ignoran-
tes se amotinen, quemen la biblioteca y
lapiden a las nuevas Hipatias, mientras
lo documentan con fotos y videos de
sus celulares.
Como aquéllos lejanos ancestros,
podemos protestar, podemos denun-
ciar y podemos poco más. Podemos,
por ejemplo, rescatar la poesía de Ida
Vitale, antes de que sea tarde. Es muy
afortunado que eso haya ocurrido en
vida de Ida. Y es muy significativo,
que, como para tantos artistas urugua-
yos, el reconocimiento haya tenido que
ocurrir afuera y no dentro del país. Lo
cual hace aún más patético el festejo de
los que celebraron el Cervantes con un
“¡vamo’ arriba Uruguay nomá!”.
DÉCIMO
La poética de Ida Vitale es tradicio-
nal en el mejor sentido del término.
Personalidades como los españoles
Invierno
Como las gotas en el vidrio,
como las gotas de la lluvia
en una tarde somnolienta,
exactamente iguales,
superficiales,
ávidas todas,
breves,
se hieren y se funden,
tan, tan breves
que no podrían dar cabida al miedo,
que el espanto no debiera hacer huella
en nosotros.
Después, ya muertos, rodaremos,
redondos y olvidados.
José Bergamín y Juan Ramón Jiménez
fueron fundamentales en el armado de
su personalidad intelectual y literaria.
Mientras Onetti miraba hacia Faulkner
y Benedetti hacia Hemingway, Ida mi-
raba hacia la gran poesía española del
XVI y de la Generación del 28.
Al leer a Ida es imposible no pensar
en Quevedo y en Góngora, en San
Juan de la Cruz, Santa Teresa de Ávila,
Fray Luis de León, en Garcilaso de la
Vega y sus poemas reflexivos. Si mira-
mos hacia atrás, Manrique puede ser
el pariente poético más temprano. Si
vamos hacia el siglo XX, es imposible
no pensar en Antonio Machado y mo-
mentos de Miguel Hernández o Rafael
Alberti. Lorca, tal vez, pero el registro
emocional de Ida es más contenido y
austero que el del poeta andaluz. Ida
trabaja más las angustias existenciales
que con las del corazón.
La poesía de Ida tiende a acotar,
a buscar darle forma a las cosas, a los
sentimientos, a la vida. Es una poesía
que nombra para delimitar ese asom-
bro del ser humano ante la existencia.
Idea “apalabra”, como diría luego
Salvador Puig, como manera de resis-
tencia y como fórmula para mantener
la cordura.
Quedan invitados a transitar esa
poética en esta misma página, sin inter-
mediarios. “Después -como dice Ida- ya
muertos, rodaremos redondos y olvida-
dos”. Antes, nos queda la poesía.
Exilios
Están aquí y allá: de paso,
en ningún lado.
Cada horizonte: donde un ascua atrae.
Podrían ir hacia cualquier fisura.
No hay brújula ni voces.
Cruzan desiertos que el bravo sol
o que la helada queman
y campos infinitos sin el límite
que los vuelve reales,
que los haría de solidez y pasto.
La mirada se acuesta como un perro,
sin siquiera el recurso de mover una cola.
La mirada se acuesta o retrocede,
se pulveriza por el aire
si nadie la devuelve.
No regresa a la sangre ni alcanza
a quien debiera.
Se disuelve, tan solo.
Serie: Visualizaciones (LCXIII)
Sábat: los rastros del
rostro
El rostro concentra la presencia de cada persona. Tanto que en las
sociedades occidentales, el carozo de la identidad (todavía) se ubica
más que nada en el rostro. Y el rostro es también el que hace patente
la ligazón social, y la del individuo con su mundo.
Según el filósofo francés Emmanuel
Lévinas, la propia palabra rostro hace
referencia a la presencia. Pero, advierte,
no debemos confundir presencia con
representación. En la representación
del humano por el rostro se ha querido
ver una suerte de texto jeroglífico cuya
decodificación permitiría alcanzar la
verdad que debía anidar detrás de la
expresión y alcanzar también lo que
la individualiza. Sobre ese texto, des-
de Leonardo (“los rastros del rostro
muestran en parte los rasgos de la na-
turaleza de los hombres, sus vicios, su
complexión”) a las efigies cortesanas de
Le Brun, los artistas habrían tratado de
decodificarlo aplicando una fisiogno-
mía de las pasiones y otros.
Un ejemplo de esta postura lo
brinda el pastor suizo Lavater, quien
sostuvo en sus Fragmentos fisiognómicos
(escritos entre 1775 y 1778, ellos se
beneficiaron de la contribución de su
amigo Goethe y del grabador Cho-
dowiecki), que “el lenguaje original de
la naturaleza, escrito en el rostro del
Hombre” podía ser descifrado por la
fisiognomía, la que se convertiría en
una segura aproximación a los secretos
del alma, pues “consiste en deducir las
costumbres del carácter de la forma
del rostro, de la línea del cuerpo y del
aspecto general” (Aulo Gelio, Noches
áticas). Claro que en la actualidad, y a
partir de las alteraciones faciales y cor-
porales resultantes de la cirugía estética,
tales correspondencias dejaron de ser
certeras, si es que hay motivos para
pensar que alguna vez lo fueron.
Un pintor que no es un fisiogno-
mista es un pobre pintor, llegaría a
afirmar Diderot. Dos siglos más tarde,
se dirá que el rostro es una “gramática
del inconciente”, es decir, que refiere
a lo otro del rostro, lo soterrado, que
subvierte la visibilidad de la cara, su
identificación visible. (Michel Butor
habría de escribir: “Si por azar... un
espejo me devuelve mi rostro, necesito
cierto tiempo para admitir que es el
mío”.) Más acá, para el desconstructi-
vista Jacques Derrida “la exterioridad es
constitutiva de la interioridad”. Enton-
ces habría que decir más bien que el
rostro sería, a un tiempo el lugar de la
verdad y de la simulación, porque tam-
bién es la superficie donde se inscriben
rasgos, marcas, manchas y colores que,
arregladas con intención en un cierto
orden, componen una ficción del ser,
aquello que el sujeto no es y cree ser,
o quiere que otros crean que es; es
entonces que ser y parecer pueden estar
divorciados.
Además, el hombre que se interroga
por su identidad, se aleja más y más
de toda certeza porque el rostro que
contempla en el espejo es el ejemplo
de la fragilidad, dada esa metamorfosis
que es la vida que corre pareja con el
tiempo.
A pesar de todo, el rostro humano,
sostendría Antonin Artaud hacia 1947,
todavía no ha encontrado su cara […],
lo que quiere decir que la cara humana,
tal como ella es, se sigue buscando aún
en unos ojos, una nariz, una boca y
dos cavidades oculares, y también, en
el pelo, que es o que ya fue.
EL ROSTRO: LÍNEA, PLANO,
COLOR.
En los dibujos de Sábat primero
fue el rostro, y solo tiempo después
aparecerán presencias de cuerpo ente-
ro. Pero el rostro concentrado en las
caricaturas, esa variante del retrato que
generalmente se centró en el rostro,
y que Sábat, generalmente también,
exagera, desarrollando lo grotesco hasta
los límites de lo fantástico.
La caricatura es la vía que intenta
abrir la naturaleza esencial, dice qué (y
cómo) debe verse en lo visible de otro,
intenta revelar al verdadero hombre
detrás de la máscara y mostrar lo “esen-
cial”, que para la caricatura suele ser del
orden de lo oscuro del ser. Según Ernst
Kris, el caricaturista busca y redondea
la perfecta deformidad y así delata, cree
él, cómo el alma del hombre estaría
expresada en su cuerpo, lo que sería
cierto solamente si la materia fuera
Ángel Kalenberg
plegable a las intenciones del artista.
Bien se podría sostener que los
trabajos caricaturescos de Sábat ponen
en marcha lo que Gombrich ha deno-
minado la falacia patética, y que ella le
induce a buscar, a enfrentarse a todo
cuanto lo rodea, escudriñando, desnu-
dando e interrogándose constantemen-
te con la única pregunta vital: ¿eres
algo favorable u hostil, una “cosa bue-
na” o “una mala”? Y lo que encuentra
lo pone a la vista del espectador.
Las caricaturas de Sábat acentúan
algunos rasgos de sus personajes, de-
forman, pero lo necesario para traducir
una intención sin violentarlos, mante-
niendo siempre el contorno de la for-
ma de los rostros. Botero. Pero en tanto la topología de
A diferencia de otros caricaturistas, Botero se puede leer en clave tridimen-
a Sábat caricaturista no le preocupa sional (también así puede leerse la del
estudiar las posibilidades de meta- argentino Antonio Seguí), la topología
morfosis del cuerpo humano (pese al de Sábat se lee en dos dimensiones,
notable retrato que le dedicó a Kafka, manteniendo sus figuras dentro de los
autor de La metamorfosis), ni confundir límites del plano.
lo vivo con lo inanimado, ni convertir
el cuerpo humano en planta o animal, UN OLIMPO PERSONAL
ni someterlo a los reflejos mecánicos
de un espejo deformante, los cuales Además de seguir dibujando, len-
conforman el repertorio convencional guaje que no abandonará nunca, en la
de los rasgos que integran la caricatura. década de los sesenta Sábat comenzó a
Tampoco le preocupa componer sus fi- pintar. Sus pinturas de entonces estu-
guras a partir de elementos sueltos, a la vieron dedicadas a personajes notables
manera arcimboldesca, y de ese modo y notorios, de las artes visuales, de la
evitar la escisión entre naturaleza y ego. literatura, de la música, de la política:
Colocado en la vereda de enfrente, su amigo, el caricaturista Al Hirschfeld;
Sábat asume que la caricatura toma el pope de la crítica de arte de la Ar-
como centro el ego de los personajes gentina Jorge Romero Brest fumando
que menta, en tanto los otros lenguajes un habano infinito (El Profesor Ego),
artísticos le son excéntricos. Y por este Borges, Paco Espínola, Lezama Lima,
camino, pareciera sostener que la ca- Louis Armstrong, George Gershwin y
ricatura no menoscaba la universalidad. Carlos Gardel –el Troesma–, Domingo
En tren de buscar paralelos, las Arena y Marylin Monroe y hasta el Dr.
figuras de Sábat son cerradas y tienden
a independizarse del blanco del papel,
mientras las figuras opuestas de George
Grosz se afianzan, valorizan, modulan
el blanco del papel, al cual este artista
le otorga considerable importancia.
Son dos maneras de expresar plástica-
mente la realidad.
Por su parte, el colombiano Fernan-
do Botero infla sus figuras para evitar
someterse al lenguaje de las propor-
ciones. Así, la geometría de Botero es
topológica. La figura ocupa la totalidad
del espacio, no aparece ninguna otra
referencia. Cuando Sábat dibuja a
Perón –Superman emplea un recurso
de la misma índole del utilizado por
diciembre de 2018 / 415 / 5

Sigmund Freud, entre otros muchos, a
los cuales primero había cultivado en
sus caricaturas.
El tema del parecido, la cualidad
metafísica del parecido, constituye la
motivación central de la experiencia
de Sábat como pintor. Según sostiene
E.H. Gombrich en Meditaciones sobre
un caballo de juguete, el artista aporta un
esquema –que ha internalizado– para
aprehender la realidad. El caricaturista
manipula un vasto repertorio de tales
esquemas, vueltos conocimiento que
aplica y corrige. Los retratos de este
Olimpo personal de Sábat alcanzan un
grado de humanización trémula que
puede contrastarse con el grado de hu-
manización monstruosa que presentan
los monumentales retratos del mexica-
no José Luis Cuevas.
Pinta retratos, y su focalidad
puede ponerse lado a lado con la de
Carlos Federico Sáez, el retratista por
antonomasia del arte uruguayo, y el
único, antes de Sábat, en adoptar este
punto de vista que concentra todo en
Visualizaciones
Últimos artículos publicados
en esta serie:
(LCVI) ¿Qué es el arte? (Oscar Larroca,
Nº 388)
(LCVII) Entre la foto y el infinito (II) (Luis
Camnitzer, Nº 389)
(LCVIII) Francisco de Goya. “La razón
de la sinrazón que a la razón no le place.
(Ángel Kalenberg, Nº 391)
(LCIX) El tiempo del dibujo. (Ángel
Kalenberg, Nº 394)
(LCX) Juan Gris ilustrador. (Sergio
Fauchereau, Nº 397)
(LCXI) Damiani, creación sin pausas.
(Angel Kalenberg, Nº 400)
(LCXII) Fotografía y pintura. (Rosa
Olivares, Nº 409)
6 / 415 / diciembre de 2018
el rostro del personaje, cuyo radio de
acción es decreciente y tiene menor
peso perceptual a medida que se aleja
del rostro. Pero mientras la superficie
de los retratos de Sáez se resuelve me-
diante una factura de materia densa y
pinceladas largas, cuya textura hace a
la expresividad de la obra, los recursos
de Sábat suelen rehuir a la materialidad
de los pigmentos, a pesar de que en el
Retrato de Al Hirschfeld, por ejemplo, la
use, apelando al dripping, el chorreado
característico de Jackson Pollock.
Entre nosotros, Joaquín Torres
García también afrontó el género retra-
tístico, en una serie dedicada mayorita-
riamente a notabilidades de la ciencia
y la cultura universal, a aquellos a los
cuales admiraba, poniendo el acento
en el rostro de los personajes. Se los
conoce como retratos geometrizados
o anamórficos, retratos en los cuales el
maestro constructivista deforma según
la medida áurea. Torres García (a quien
no por casualidad Sábat le dedicó un
libro titulado Carta a Torres García que
remata escribiéndole: “Nosotros no
podemos evitar su presencia, / que nos
enriquece aunque no nos mejora.”)
y Sábat, deforman: Torres a partir de
la geometría, Sábat exteriorizando su
subjetividad.
EVOCACIONES
Luego, a comienzos de la década
de los ochenta, Sábat deja de lado
a los personajes notables y notorios
que hasta entonces había instalado
en sus lienzos, para ocuparse de seres
inidentificables, en la serie de pinturas
dedicada a los desaparecidos bajo las
dictaduras latinoamericanas, ingresan-
do a través de ellos en un proceso de
progresiva abstracción. Antes, la ma-
teria, el empaste, le servía para indivi-
dualizar rasgos de sus modelos; ahora,
despersonaliza pictóricamente. Antes
le interesaba el rostro como expresión
de cada ser humano. Ahora le interesa
el rostro como terreno del lenguaje
plástico. Trata los rostros de sus retra-
tados de un modo que no desdeñaría
un Willem de Kooning para encarar el
desnudo: lo desintegra, lo deshace, y
luego lo recompone plásticamente. Si
bien se libera respecto a los significados
implícitos en cada uno de los notables
retratados otrora, el instinto del carica-
turista está presente y ya el mero hecho
de poner el foco en los rostros es toda
una definición.
Por otro lado, las torsiones, la ma-
nera de conformar, la fragmentación, el
juego de planos y la fantasmagoría que
alienta en sus figuras revelan, alterna-
tivamente, su confesa admiración por
Francis Bacon.
En estas telas en las que evoca a los
desaparecidos, si bien aplica las herra-
mientas de individuación propias de la
caricatura, Sábat se encamina por las
generalizaciones que conducen al ano-
nimato. Mientras el grabador Antonio
Frasconi, para evitar el retrato, elige
como tema personajes encapuchados,
Sábat busca lo mismo por la descom-
posición analítica.
Además, cuando consuma la serie
de los desaparecidos, Sábat les aplica
un procedimiento que luego utilizará
para el paisaje, volcando sobre ellos
una fuerza atomizante que pareciera o están inmersos en paisajes de casas,
esto es, vinculados siempre a puntos de
desintegrar la forma (una solución cara
referencia, que guardan relación pro-
a Van Gogh).
porcional con la figura humana).
A fin de cuentas, la caricatura siem-
En este mismo sentido, al analizar
pre exhibe un criterio organicista y ello
las obras de Sábat (dibujos, caricaturas,
habilita, por ejemplo, a que en irónicas
pinturas), notamos que la abrumadora
mutaciones sucesivas el rey Luis Felipe
mayoría tiene como eje el retrato: el
de Francia, dibujado en 1832 por Char-
rostro y el cuerpo humano. El tercero
les Philipon, pueda transformarse en
en discordia es aquí el paisaje, que
una pera. Pero el tema de los desapare-
Sábat recién abordará a mediados de
cidos no se presta para la ironía, y es la
la década de los ochenta, dando curso
violencia la que le impone una estruc-
a la necesidad del creador de alejarse
tura facetada, alejada de la caricatura.
centrífugamente del centro del egocen-
Así Sábat encara sus figuras como si
trismo fisiognómico, del antropomor-
fueran objetos escultóricos (y viene a la
fismo y de volcarse a la naturaleza. Y lo
memoria que las esculturas de Honoré
hace de una manera radical, pues estos
Daumier son caricaturas).
paisajes son, temáticamente, abstractos,
El carácter secuencial de las telas
ya que no refieren a ningún lugar ni
dedicadas a los desaparecidos suplanta
uruguayo ni argentino ni de geografía
lo que Sábat, antes, lograba apresar y
alguna, son paisajes de su invención,
trasmitir sintéticamente en una figura
que tampoco parecen suscitados por al-
sola. La secuencia pareciera capturar las
gún recuerdo. Empero, una lectura que
gesticulaciones, una por cuadro, como
tuviera en cuenta lo formal, advertiría
si éstas se desarrollaran morosamente
que Sábat consuma la representación
en el tiempo. En la secuencia es posi-
de la naturaleza con un lenguaje visual
ble mantener la identidad de algo que
que oblitera toda la superficie del lien-
no lo tiene, porque cada una de estas
telas actúa por comparación con las zo (lenguaje al que Clement Greenberg
inmediatas. De ese modo el conjunto
patentiza la paradoja de un excepcional
bautizó all over), mediante el cual lleva
caricaturista que se ha propuesto pintar
personajes anónimos y sin carácter,
abandonando los medios hirientes,
para dar paso a los que concitan lo
imaginario.
Parece justificado contraponer las
figuras de Sábat con las de Antonio
Seguí ateniéndonos a este criterio. Ad-
vertiríamos que en tanto las figuras de
Sábat reclaman un paisaje conceptual,
anticiudadano y amorfo, las figuras que
Seguí implanta en sus telas al estar des-
vinculadas de la fisiognomía, admiten
su integración en un paisaje ciudadano
(entre la Tour Eiffel de Paris y el Obe-
lisco de Buenos Aires, por ejemplo,

al extremo este distanciamiento, evitan-
do ingresar en la total abstracción de
las formas.
En estas pinturas, Sábat acude a la
materia (casi informal) y, también, al
dibujo neto de la silueta, del contorno
de las formas que pueblan estos pai-
sajes, y de allí emerge una tensión de
opuestos que dota a las obras de gran
fuerza expresiva.
Aquí se le abre a Sábat la posi-
bilidad de conciliar el panteísmo de
Figari con la visión cósmica de Torres
García, valiéndose de su microcosmos.
Como si experimentara el cosmos en
sí mismo, una suerte de Torres García
introvertido.
El sintetismo casi abstraccionista de
Sábat, apoyado en la materia, lleva a
reconocerle un lejano antecedente en
la mancha de Carlos Federico Sáez, así
como en la forma de manejar la línea
gobernada por la mancha.
Significativamente, la obra titulada
Pareja pareciera proponernos el con-
trapunto de una pareja humana que
pone de manifiesto una tensión por
individualizarse de ese fondo amorfo
de naturaleza que los amenaza. ¿Una
suerte de Adán y Eva en el momen-
to de ser expulsados del Paraíso? En
definitiva, diluyendo sus figuras en el
paisaje, Sábat alcanza una dimensión
panteísta, dejando de lado todo aquello
de lo humano que no tiene dimensión
cósmica.
SÁBAT Y LAS TÉCNICAS
En este curso desplegado por las
obras plásticas de Sábat, y en paralelo
con el dualismo de los géneros tensio-
nados entre sí (retrato/paisaje), se en-
cuentra una tensión equivalente en los
procedimientos: el lápiz, la pluma, por
un lado y el pincel, por otro.
En la obra de Sábat coexisten aque-
llas categorías que inventara Wölfflin:
el Renacimiento lineal y el Barroco
pictórico. Respecto de lo lineal, el filo
del lápiz o de la pluma actúa incisiva-
mente, como podría hacerlo un bisturí,
y diseña una línea neta de un modo
que se acerca a la que instaura Saúl
Steinberg, acaso su mayor exponente
contemporáneo, autor de depurados
dibujos no fisiognómicos, para quien
“dibujar es una manera de razonar so-
bre el papel”.
En cambio, en lo pictórico Sábat
recupera eso que Gombrich llama la
fantasmagoría, la que le permite una
conexión onírica (que podría pensarse
como paralela a la que plantea Freud
con el chiste verbal), la utilización de
un bestiario universal (alejado del que
formaba parte del pandaemonium mundi
integral de los medievales, y próximo
al de Jorge Luis Borges, más familiar a
la sensibilidad rioplatense) y una huida
del sistema proporcional clásico, que
Sábat elude también en el paisaje, ya
que prescinde de cualquier sistema de
referencias.
En la serie de pinturas (casi) abstrac-
tas, Sábat ciñe sus formas a una trama,
consistente en un tejido alveolado,
vecino del cloisonismo, trama inscripta
en una tradición que viene de Gauguin
y Edvard Munch. Este, por ejemplo,
encapsula sus formas, para potenciar
su capacidad de expresión de la an-
gustia: en El grito, la boca –de la cual
se desprende el grito– está subrayada,
encerrada por un poderoso trazo que la
siluetea, (y predomina sobre la cabeza
que, a su vez, predomina sobre el cuer-
po). Esta es la vertiente expresionista
de Munch y también se insertan en ella
los uruguayos Carlos González y Her-
menegildo Sábat.
En la obra de Sábat, donde más
cuenta el color es en sus paisajes. No lo
emplea en el sentido compositivo tradi-
cional, evitando caer en la tonalidad; lo
atomiza a tal punto que pareciera hacer
una suerte de puntillismo. Tiende al
uso del color expresionista y a semejan-
za de Dubuffet, da el color a través de
la materia: en sus pinturas importa más
la textura que el color mismo. El color
de Sábat es emblemático, heráldico.
MULTIPLE
¿Pintor, dibujante, caricaturista? En
el caso de Sábat es claro que se trata
de imposibles opciones. Ya en Algunos
caricaturistas extranjeros, Baudelaire
hablaba repetidamente de la fabulosa
energía, la espontaneidad, libertad y la
inagotable abundancia del grotesco en
Hogarth, Cruickshank, Goya y Brue-
ghel. En efecto, fue en los siglos XVIII
y XIX que comenzó a asociarse lo gro-
tesco (pero no lo fantástico) a la carica-
tura, en las discusiones de las obras de
artistas tales como Rowlandson, Hogar-
th, Goya, Gavarny, Grandville, Tenniel
y Daumier.
La misma necesidad de plantear
opciones se dio respecto a Daumier,
el que recién fue revalorizado como
pintor y como escultor (además de
formidable caricaturista), al final de su
vida. La posteridad le ha hecho justicia
considerándolo gran dibujante, gran
pintor, gran escultor. De la misma
manera, en el caso de Hermenegildo
Sábat no caben opciones: participa de
los dominios de la pintura, del dibujo,
de la caricatura, de la fotografía, de las
artes gráficas (y de la música, y de la
escritura). Y también del dominio de
la opinión, territorio en el que confir-
ma a un ácido y lúcido mirador de su
entorno.
4 líneas
Hay silencios que dicen todo
y hay palabras que no dicen
nada
M.B.B.
diciembre de 2018 /
sonidos
La grandeza, tan difícilmente
alcanzable
Concierto de la Orquesta Filarmónica de
Buenos Aires bajo la dirección de Enrique
Arturo Diemecke – Solistas: Mischa Maiski
(cello) Sascha Maiski (violín) y Lily Maisky
(piano) – Programa con obras de Ludwig van
Beethoven (1770-1827) - Obertura “Coriola-
no” Opus 62 – Concierto triple en do mayor
Opus 58 – Sinfonía N.7 en la mayor Opus 92
- En el Teatro Solís, 17.11.2018
¿ Qué es lo que hizo que este Festival
Beethoven no tuviera el brillo y la grandeza
que cabe esperar de un acontecimiento
musical de este nivel de compromiso, con
algunas de las obras más frecuentemente
ejecutadas del repertorio sinfónico?
Es difícil encontrar una explicación preci-
sa, clara, terminante. Quizás la diferencia en-
tre un buen concierto y un gran concierto sea
la misma que hay entre rozar la grandeza y al-
canzarla. No hubo fallas técnicas de ninguna
clase, pero faltó esa exaltación, esa química
misteriosa que transforma una manifestación
sonora y auditiva en una rica experiencia es-
piritual.
¿ Porqué?
Una explicación posible es que a Die-
mecke le falta la combinación de energía, ele-
gancia e imaginación necesarias para dar una
versión al mismo tiempo personal y genuina-
mente beethoveniana de una obra de la en-
jundia creativa que posee la Séptima Sinfonía.
Otra explicación es que finalmente venció la
rutina y que finalmente si bien no estuvo au-
sente la danza, “la apoteosis” de la definición
wagneriana, faltó a la cita. Asimismo, desde
mi óptica personal, al magnífico “Allegretto”
le faltó la austera y al mismo tiempo emotiva
grandeza que le da su lugar único en todo el
repertorio sinfónico universal.
A mi juicio, también fue debatible la ver-
sión del triple concierto de Beethoven. Sin
duda, fue muy simpático ver a la familia mu-
sical Maiski en escena, con el notable patriar-
ca en el cello y sus hijos, Sascha y Lily cola-
borando con él en el violín y el piano y como
cabía esperar, todos realizaron una labor pro-
lija y digna. Por lo demás, el director mexi-
cano de la Orquesta Filarmónica de Buenos
Aires, fue un acompañante dúctil, preciso y
competente. Pero indudablemente los jóve-
nes hijos del gran cellista ruso aún no están
a la altura de su padre. Sin duda, pusieron lo
mejor de sí y ambos son músicos promiso-
rios que quizás hagan una carrera importante.
Pero aún no tienen personalidades musicales
suficientemente definidas como para com-
partir la responsabilidad estelar en una obra
tan frecuentemente ejecutada por muchos de
los músicos más famosos del mundo, como
el Triple Concierto de Beethoven.
Quizás lo más logrado del concierto haya
sido la vigorosa interpretación de la Obertu-
ra “Coreolano” tanto por parte del director
como de la orquesta visitante.
Es posible que esta impresión personal,
que no fue solamente personal, como pude
comprobarlo en conversaciones con amigos,
resulte excesivamente exigente. Pero, para bien
o para mal, la cercanía con los más grandes
conjuntos y con los mayores artistas del mun-
do en la actualidad, gracias a los recursos tec-
nológicos modernos, nos permite hacer las tan
odiadas como inevitables comparaciones.
Sin duda, todas las notas estuvieron en
su lugar. Pero faltó la emoción que en última
instancia, les da un sentido.
Egon Friedler
415 / 7
Serie: Entredichos (LIXXII)

Ecos del 68

Deleuze y Guattari
Maurice Nadeau.- Aunque Gilles Deleuze y Félix Guattari desearían el deseo, no se quitan esa palabra de te las diversas formas de producción
la boca!» Esto termina por irritar a la de goce [jouissance] y las estructuras
que esta discusión comenzara con las preguntas, les pedimos que, gente seria, los militantes responsables. emplazadas para reprimirlas. Bajo regí-
en primer lugar, expongan brevemente la tesis de su libro y, a Desde luego, no se nos ocurriría reco- menes diferentes, es la misma energía
continuación, que nos digan de qué manera se ha efectuado su mendar que se tome en serio al deseo. deseante que encontramos sobre la
colaboración. Más bien habría que minar el espíritu cara revolucionaria de la historia, con
de seriedad, empezando por el do- la clase obrera, la ciencia y las artes, y
Félix Guattari.- Esta colaboración no es el resultado de un simple minio de las cuestiones teóricas. Una que reencontramos sobre la cara de las
encuentro entre dos individuos. Al margen de las circunstancias teoría del deseo en la historia no debe- relaciones de explotación y de poder
particulares, ha sido todo un contexto político lo que nos condujo ría presentarse como algo muy serio. estatal, en tanto que ambas presuponen
a ella. Al comienzo, se trataba menos de poner en común un saber Y, desde este punto de vista, acaso El una participación inconsciente de los
Anti-Edipo todavía sea un libro dema- oprimidos.
acumulado que de poner en común nuestras incertidumbres, e incluso siado serio, demasiado intimidatorio. Si es verdad que la revolución so-
cierto desasosiego ante el giro que habían tomado los acontecimientos El trabajo teórico tendría que dejar de cial es inseparable de una revolución
de Mayo del 68. ser asunto de especialistas. El deseo de del deseo, entonces la pregunta se
una teoría y sus enunciados deberían ir desplaza: ¿en qué condiciones la van-
Formamos parte de una generación ma, la organización, las alianzas… Que más ligados a los acontecimientos y a guardia revolucionaria podrá liberarse
cuya conciencia política nació con no se habían leído bien los textos de la enunciación colectiva de las masas. de su complicidad inconsciente con
el entusiasmo y la ingenuidad de la Marx… ¡No hay duda de todo eso! Sin Para llegar a eso, habrá que forjar otra las estructuras represivas y deshacer
Liberación, con su mitología conjura- embargo, la evidencia desnuda perma- raza de intelectuales, otra raza de ana- las manipulaciones que el poder rea-
dora del fascismo. Y las cuestiones que nece: la revolución era posible, la revo- listas, otra raza de militantes, en y por liza con el deseo de las masas hasta
dejó en suspenso esa otra revolución lución socialista estaba al alcance de la las que los diferentes géneros se mez- conseguir que lleguen a «luchar por su
abortada que fue Mayo del 68 se han mano, existe indiscutiblemente [vrai- clen y se fundan unos con otros. servidumbre como si luchasen por su
desarrollado, para nosotros, como ment], no es un mito que las transfor- Partimos de la idea de que no ha- salvación»? Si la familia y las ideologías
un contrapunto perturbador que nos maciones de las sociedades industriales bía que considerar el deseo como una familiaristas desempeñan, como pen-
inquieta, como a muchos otros, y nos hayan vuelto inconsistente. superestructura subjetiva más o menos samos, un papel nodal en este asunto,
preocupa por lo que nos deparará el Bajo ciertas condiciones, las masas eclipsada. El deseo no cesa de trabajar entonces ¿cómo evaluar la función del
futuro inmediato, que muy bien podría expresan su voluntad revolucionaria, la historia, aun en sus peores períodos. psicoanálisis, que fue el primero en
entonar los himnos de un fascismo de sus deseos barren todos los obstácu- Las masas alemanas llegaron a desear el abrir estas preguntas e igualmente el
nuevo cuño que nos haga añorar el de los, abren horizontes desconocidos, nazismo. Después de Wilhelm Reich, primero en clausurarlas promoviendo
los viejos tiempos. pero los últimos en darse cuenta son no podemos evitar enfrentarnos a esta el mito moderno de la represión fami-
Nuestro punto de partida fue con- las organizaciones e individuos que verdad. En ciertas condiciones, el de- liarista con Edipo y la castración?
siderar que, en los períodos cruciales, se supone que las representan. ¡Los seo de las masas puede volverse contra Para avanzar en esta dirección, nos
algo del orden del deseo se manifiesta dirigentes son traidores! ¡Es evidente! sus propios intereses. ¿Cuáles son esas parece necesario abandonar el abordaje
a escala del conjunto de la sociedad, Pero ¿por qué los dirigidos continúan condiciones? Ésa es toda la cuestión. del inconsciente a través de la neurosis
algo que después es reprimido, liqui- escuchándolos? ¿No será consecuencia Para responderla, nos pareció que y la familia, para adoptar el punto de
dado, tanto por las fuerzas del poder de una complicidad inconsciente, de no era suficiente enganchar un vagón vista más específico del proceso esqui-
como por los partidos y sindicatos que una interiorización de la represión, que freudiano al tren del marximo-leninis- zofrénico –que tiene poco que ver con
se dicen obreros y, hasta cierto punto, opera  en escalones sucesivos, del Po- mo. Ante todo, hay que deshacerse los enfermos de hospital– de las máqui-
por las propias organizaciones izquier- der a los burócratas, de los burócratas de la jerarquía estereotipada entre una nas deseantes.
distas. a los militantes y de los militantes a las infraestructura económica opaca y las En consecuencia, se impone una
¡Y, sin duda, habría que remontarse propias masas? Lo hemos visto bien superestructuras sociales e ideológicas lucha militante contra las explicacio-
mucho más atrás! La historia de las tras Mayo del 68. concebidas de tal manera que rechazan nes reductoras y contra las técnicas
revoluciones traicionadas, la historia Felizmente, la recuperación y el [refoulent] las cuestiones del sexo y de sugestión adaptativas en forma de
de la traición del deseo de las masas lavado de cerebro no prendió en dece- de la enunciación hacia el lado de la triangulación edipiana. Renunciar a
puede identificarse, prácticamente, nas de miles de personas –quizás más– representación, lo más lejos posible de la persecusión [saisie] compulsiva de
con la historia del movimiento obrero que ahora están vacunadas contra los la producción. Las relaciones de pro- un objeto completo, símbolo de todos
en sentido estricto. ¿De quién fue la actos de las burocracias de todo tipo y ducción y de reproducción participan los despotismos. Deslizarse hacia las
culpa? ¡De Beria, de Stalin, de Krus- saben responder tanto a las canalladas al mismo tiempo de las fuerzas produc- multiplicidades reales. Dejar de enfren-
chev… Que no eran bueno el progra- represivas del poder y de la patronal tivas y de las estructuras anti-produc- tar al hombre y a la máquina, pues su
como a las maniobras de concertación, tivas. Se trata de hacer pasar el deseo relación es constitutiva del deseo mis-
de participación, de integración que hacia el lado de la infraestructura, hacia mo. Promover otra lógica, una lógica
Entredichos se sostienen con la complicidad de las el lado de la producción, mientras se del deseo real, establecer el primado
Últimos artículos publicados organizaciones obreras tradicionales. hace pasar la familia, el yo y la persona de la historia sobre la estructura: otro
en esta serie: Hay que reconocer que, hasta hacia el lado de la anti-producción. Es análisis, desprendido del simbolismo y
ahora, las tentativas de renovación el único medio de evitar que lo sexual de la interpretación; y otra militancia,
(LIXIX) Eugeny Morozov/Joseba Elola. de las formas de lucha popular no no quede definitivamente arrancado capaz de darse a sí misma los medios
“Los datos son una de las más preciadas han logrado desprenderse todavía del [coupé] de lo económico. para liberarse de las fantasías del orden
mercancías. (Nº 400) aburrimiento y de un excursionismo Existe, según nosotros, una pro- dominante.
(LIXX) “Google puede más”. García revolucionario del cual hay que decir, ducción deseante que, antes de toda
Canclini/Agustín Scarpelli. (Nº 407) como mínimo, que no se preocupa actualización en la división familiar de Gilles Deleuze.- En cuanto a la
(LIXXI) Jordan B. Peterson/Cayetana especialmente por una liberación siste- los sexos y de las personas, y antes de técnica del libro, escribir de a dos no
Álvarez. La crisis de la masculinidad.
mática del deseo. «¡El deseo, siempre toda división social del trabajo, invis- nos ha planteado ningún problema
(Nº 408)

8 / 415 / diciembre de 2018

 se explican…
especial, sino que ha desempeñado una
función precisa, de la cual nos fuimos
percatando progresivamente [1]. Hay
algo muy chocante en los libros de
psiquiatría o de psicoanálisis, y es la
dualidad que los atraviesa, entre lo que
dice el supuesto enfermo y lo que dice
el terapeuta sobre él. Entre el «caso»
y el comentario o el análisis del caso.
Logos contra pathos: se supone que el
enfermo dice algo, y el terapeuta dice
qué es lo que aquello quiere decir en el
orden del síntoma o del sentido. Esto
permite todo tipo de aplastamientos
[écrasements] de lo que dice el enfer-
mo, toda una selección hipócrita.
No hemos pretendido hacer el libro
de un loco, sino hacer un libro en el
que no hubiera manera de saber, en
donde no importase en absoluto saber,
quién hablaba exactamente, si un te-
rapeuta, un hombre sano, un enfermo
presente, pasado o futuro.
Por eso mismo nos servimos tanto
de escritores y poetas: quién podría
decir si ellos hablan como enfermos o
como médicos –enfermos o médicos
de la civilización–. Extrañamente, si
nosotros conseguimos superar [dépas-
ser] esta dualidad tradicional fue preci-
samente porque escribimos de a dos.
Ninguno de los dos era el loco, ningu-
no el psiquiatra, pero teníamos que ser
dos para desatar un proceso [processus]
que no se redujese al del psiquiatra y su
loco, ni al del loco y su psiquiatra.
El proceso [processus] es lo que lla-
mamos el flujo. Pero todavía el flujo
era una noción de la que teníamos
necesidad como noción cualquiera, sin
cualificar. Quizá un flujo de palabras,
de ideas, de mierda, de dinero, acaso
un mecanismo financiero o acaso una
máquina esquizofrénica: supera todas
las dualidades. Nos imaginamos [nous
rêvions] este libro como un libro-flujo.
Maurice Nadeau.- Precisamente,
desde el primer capítulo, aparece esta
noción de «máquina deseante», que
el profano encuentra oscura y que me
encantaría ver definida. Tanto más
cuanto que responde a todo, se basta
para todo.
Gilles Deleuze.- Sí, damos a la má-
quina una gran amplitud, en relación
con los flujos. Definimos la máquina
como todo sistema de interrupción
[coupure] de un flujo. Así, hablamos
tanto de máquinas técnicas, en el
sentido ordinario de la palabra, como
de máquinas sociales y de máquinas
deseantes. Para nosotros, «máquina» no curso, tanto epistemológico como psi- nes precisas.
se opone ni a hombre ni a naturaleza coanalítico e ideológico, del que todo Félix dice que nuestro libro se di-
(hace falta tener muy mala voluntad el mundo empieza a estar cansado. rige a personas que tienen ahora entre
para objetarnos que las formas y rela- Nosotros decimos: aprovechen a siete y quince años. En sentido ideal,
ciones de producción no son cosa de Edipo y la castración, porque no dura- porque de hecho es todavía demasiado
máquinas). Por otra parte, la máquina rán mucho tiempo más [2]. Hasta aho- difícil, demasiado culto y comporta
tampoco se reduce al mecanicismo. El ra, se ha dejado tranquilo al psicoaná- demasiados compromisos. No hemos
mecanismo designa ciertos procedi- lisis: se atacaba a la psiquiatría, al hos- sabido hacer algo lo suficientemente
mientos de ciertas máquinas técnicas, pital psiquiátrico, pero el psicoanálisis directo y claro. En cualquier caso, quie-
o bien una cierta organización del parecía intocable, no comprometido. ro subrayar que el primer capítulo, que
organismo. Pero el maquinismo es otra Intentamos mostrar que el psicoanálisis pasa por ser muy difícil para lectores
cosa: cualquier sistema de interrupción es peor que el hospital psiquiátrico pre- favorables, no supone ningún conoci-
de flujos que supera, al mismo tiem- cisamente porque funciona en todos miento previo [3]. En todo caso, si un
po, el mecanismo de la técnica y la los poros de la sociedad capitalista y no libro responde a un deseo, lo hace en
organización del organismo, sea en la en lugares especiales de encierro. Y que la medida en que haya ya mucha gente
naturaleza, sea en la sociedad, sea en el es profundamente reaccionario en su que esté harta de cierto tipo de discur-
hombre. práctica y en su teoría, y no solamente so ordinario, y por tanto en la medida
Por ejemplo, máquina deseante en su ideología. Y que cumple funcio- en que participe de cierto reagrupa-
es todo sistema no orgánico
del cuerpo y, en este sentido,
hablamos de máquina molecu-
lar o de micro-máquinas. Más
precisamente, en relación con
el psicoanálisis: le reprochamos
dos cosas al psicoanálisis, el no
haber comprendido lo que es el
delirio, ya que no es capaz de
ver que el delirio es la catexis
de un campo social [le délire est
l’investissement d’un champ social]
tomado en toda su extensión; y
el no haber comprendido lo que
es el deseo, ya que no ha visto
que el inconsciente es una fábri-
ca y no una escena de teatro.
¿Qué nos resta, si el
psicoanálisis no comprende nada
del delirio ni del deseo? Estos
dos reproches son uno solo: lo
que nos interesa es la presencia
de las máquinas de deseo,
micro-máquinas moleculares,
en las grandes máquinas sociales
molares. ¿Cómo actúan y
funcionan las unas en las otras?
Raphaël Pividal.- Si ustedes
definen su libro en relación al
deseo, yo les pregunto: ¿cómo
responde este libro al deseo? ¿A
qué deseo? ¿A un deseo de qué?
Gilles Deleuze.- No es en
tanto libro que podría responder
al deseo, sino más bien en fun-
ción de lo que hay a su alrede-
dor. Un libro no tiene valor por
sí mismo. Siempre los flujos: hay
mucha gente que trabaja en una
dirección semejante, en otros
dominios. Y están las generacio-
nes más jóvenes: dudo que en
ellas prenda cierto tipo de dis-
Carlos Gardel
diciembre de 2018 / 415 / 9

miento de los trabajos, con resonancias
entre trabajos y deseos. En suma, un
libro no puede responder a un deseo
más que políticamente, fuera del libro.
Por ejemplo, una asociación de usua-
rios furiosos del psicoanálisis no estará
mal para comenzar.
François Châtelet.- Lo que me
parece importante es la irrupción de
un texto así entre los libros de filosofía
(porque este libro está pensado como
un libro de filosofía). Pues El Anti-Edi-
po rompe con todo. Ante todo de una
manera externa, por la «forma» del
propio texto: se pronuncian «malas
palabras» desde la segunda línea, como
por provocación. Al principio creemos
que eso no va durar, pero se mantiene.
Nunca se trata más que de eso: «má-
quinas acopladas», y las «máquinas
acopladas» son singularmente obscenas
o escatológicas.
Además, esta irrupción me dio la
sensación de ser materialista. Hacía
mucho tiempo que no nos pasaba
algo así. Hay que decir que la meto-
dología empieza a cagarnos la vida
[Il faut bien dire que la méthodologie, ça
commence à nous emmerder]. Con el im-
perialismo de la metodología se echa
a perder todo trabajo de investigación
y de profundización. He caído en esa
trampa y hablo con conocimiento de
causa. En suma, si digo que se trata de
una irrupción materialista es porque
pienso en Lucrecio. No sé si esto los
halaga mucho o poco.
10 / 415 / diciembre de 2018
Gilles Deleuze.- Si fuera verdad,
sería perfecto. Sería maravilloso. En
todo caso, no hay ningún problema
metodológico en nuestro libro. Ningún
problema de interpretación, tampoco:
porque el inconsciente no quiere decir
nada, porque las máquinas no quieren
decir nada, se contentan con funcionar,
producir y estropearse, porque noso-
tros investigamos [cherchons] únicamen-
te cómo algo funciona en lo real.
Tampoco hay problema epistemo-
lógico alguno: no queremos en lo más
mínimo un retorno a Freud o a Marx;
si nos dicen que comprendimos mal
a Freud, no lo discutiremos, diremos
que no nos importa, ¡con la cantidad
de cosas que hay que hacer! Es curioso
que la epistemología haya encubierto
siempre una instauración de poder, una
organización de poder, una especie de
tecnocracia universitaria o ideológica.
Nosotros tampoco creemos en ninguna
especificidad de la escritura o del pen-
samiento.
Roger Dadoun.- Hasta ahora, la dis-
cusión se ha desarrollado –por emplear
una dicotomía fundamental de la inter-
pretación– a nivel «molar», es decir, al
nivel de los grandes conjuntos concep-
tuales. No hemos sido capaces de dar el
paso que nos conduciría al nivel «mo-
lecular», es decir, a los micro-análisis
gracias a los cuales realmente podría-
mos concebir la forma en que ustedes
han «maquinado» su trabajo. Ello sería
particularmente precioso para el análi-
sis –¿sería esto un esquizoanálisis?– de
Yo Bix, tu Bix, el Bix
los engranajes políticos del tex-
to. Nos gustaría mucho saber,
en concreto, cómo el fascismo
y Mayo del 68, «yeites» do-
minantes del libro, han inter-
venido –no «molarmente», lo
que sería demasiado trivial,
sino «molecularmente»– en la
fabricación de su texto.
Serge Leclaire.- Justamente
tengo la impresión de que el
libro está maquinado de tal
forma que toda intervención
«a nivel molecular» será dige-
rida por la máquina del libro.
Creo que su intención, que
acaban de confesar, de lograr
«un libro del que toda duali-
dad quedase suprimida» se ha
conseguido de una forma que
supera sus expectativas. Esto
coloca a sus interlocutores en
una situación que les deja, a
poco clarividentes que sea,
una única oportunidad: la de
ser absorbidos, digeridos, arrasados y,
en suma, anulados en cuanto tales por
el admirable funcionamiento de esa
máquina.
Con todo, hay una dimensión que
me inquieta, y sobre la que querría
preguntarles, y es ésta: ¿cuál es la fun-
ción de este libro-máquina, dado que
también parece, de entrada, ser perfec-
tamente totalizante, absorbente, de una
naturaleza integradora capaz de absor-
ber todas las cuestiones intentáramos
proponerle? Desde el comienzo parece
poner al interlocutor en situación de
inmovilidad, en el mismo momento en
que habla y plantea una pregunta.
Hagamos la experiencia a continua-
ción, si les parece bien, para ver lo que
pasa. Una de las piezas esenciales de la
máquina deseante, si los he compren-
dido bien, es «el objeto parcial» que,
para alguien que todavía no ha logrado
deshacerse por completo del uniforme
psicoanalítico, evoca un concepto
psicoanalítico, a saber, el concepto
kleiniano de objeto parcial. Incluso
aunque se pretenda, como ustedes pre-
tenden no sin humor, «burlarse de los
conceptos».
En esta utilización del objeto par-
cial, como pieza esencial de la máquina
deseante, hay algo que me parece muy
importante: cuando ustedes intentan
«definirlo», dicen que el objeto parcial
sólo se puede definir positivamente.
Esto es lo que me asombra. En princi-
pio, ¿en qué difiere, esencialmente, la
cualificación positiva de la imputación
negativa que denuncian?
Y sobre todo: la menor experiencia
psicoanalítica muestra que el objeto
parcial no puede definirse más que
«diferentemente» y «con respecto al
significante».
Aquí la «máquina» de ustedes no
puede, hay que decirlo, más que «per-
der» [manquer] su objeto (¡he aquí la
carencia [manque] prohibida que rea-
parece!): por mucho que esté escrito,
como un libro, se ofrece a modo de
un texto sin significante que diría la
verdad de la verdad, lisa y llanamente
adherido a un supuesto real. Como si
tal cosa fuera posible sin distancia ni
mediación. Cuidadosamente expurga-
do (en su intención) de toda dualidad.
Sea. Una máquina de esta clase puede
cumplir una función; habrá que juzgar-
la por sus usos. Pero en lo que respecta
al deseo, en relación con el cual preten-
de superar al psicoanálisis, aportando a
la sociedad una buena nueva, no pue-
de, repito, más que perder su objeto.
Creo que ustedes mismos desacti-
van subrepticiamente su máquina de-
seante, que sólo debería funcionar es-
tropeándose, o sea a partir de sus fallas,
de sus averías, de sus fracasos: a partir
de un objeto «positivo», de la ausencia
de toda dualidad y de toda «carencia»,
la máquina funciona como… ¡como
un reloj suizo!
Félix Guattari.- No pienso que
deba situarse el objeto parcial ni posi-
tiva ni negativamente, sino más bien
como participante de multiplicidades
no totalizables. Nunca, si no es de for-
ma ilusoria, se inscribe como referencia
a un objeto completo como el cuerpo
propio o incluso el cuerpo fragmenta-
do. Al abrir la serie de los objetos par-
ciales, más allá del seno y de las nalgas,
de la voz y de la mirada, Jacques Lacan
subrayó su rechazo a clausurarlos y a
ligarlos [rebattre] al cuerpo. La voz y la
mirada escapan al cuerpo, por ejemplo
colocándose progresivamente en adya-
cencia a las máquinas audiovisuales.
Dejo de lado aquí la cuestión de
en qué medida la función fálica, según
Lacan, en tanto que sobrecodifica los
objetos parciales, no acaba restituyén-
doles una cierta unidad y, al redistri-
buir entre ellos una carencia, no remite
a otra forma de totalización, esta vez
sobre el orden simbólico. Sea como
fuere, me parece que Lacan se ha dedi-
cado siempre a desprender el objeto del
deseo de todas las referencias totalizan-
tes que pudieran amenazarlo: desde el
estadio del espejo, la libido escapaba a
la «hipótesis substancialista», y la iden-
tificación simbólica tomó relevancia
sobre una referencia exclusiva al
organismo; articulada a la función de
la palabra y el campo del lenguaje, la
pulsión rompe el cuadro de las tópicas
cerradas sobre sí mismas; mientras la
teoría del objeto «a» puede contener en
germen la liquidación del totalitarismo
del significante.
Al volverse objeto «a», el objeto
parcial se destotaliza, se desterritoria-
liza, se aparta definitivamente de la
corporeidad individuada; está en con-
diciones de desplazarse [basculer] hacia
el lado de las multiplicidades reales y
de abrirse a los maquinismos molecula-
res de cualquier naturaleza que trabajan
[travaillent] la historia.
Gilles Deleuze.- Sí, es curioso que
Leclaire diga que nuestra máquina
funciona demasiado bien, que es capaz
de digerirlo todo. Porque ésa es exacta-
mente la objeción que se hace contra
el psicoanálisis, y es curioso que sea
un psicoanalista quien nos haga este
reproche. Digo esto porque mantene-
mos una relación peculiar con Leclaire:
hay un texto suyo sobre «La realidad
del deseo» que, antes que nosotros,
ya iba en el sentido de un inconscien-
te-máquina, y que descubría elementos
últimos del inconsciente que no son ni
figurativos ni estructurales.
Parece que nuestro acuerdo no es
total, puesto que Leclaire nos reprocha
no haber comprendido qué es el objeto
parcial. Dice que no tiene importancia
definirlo positiva o negativamente,
pues de todos modos es otra cosa, es
«diferente». Pero no es exactamente la
categoría de objeto, ni siquiera parcial,
lo que nos interesa. No es seguro que
el deseo tenga que ver con objetos, ni
siquiera parciales. Nosotros hablamos
de máquinas, de flujos, de extracciones,
separaciones, residuos. Hacemos una
crítica del objeto parcial [4]. Y proba-
blemente tiene razón Leclaire al decir
que no importa que se lo defina posi-
tiva o negativamente, pero tiene razón
teóricamente. Porque si se considera
el funcionamiento, si se cuestiona lo
que el psicoanálisis hace con el objeto
parcial, cómo lo hace funcionar, enton-
ces ya no resulta tan indiferente saber
si desempeña una función positiva o
negativa.
Sea como fuere, ¿no utiliza el psi-
coanálisis el objeto parcial para esta-
blecer sus ideas de carencia [manque],
de ausencia o de significante de la
ausencia, y para fundar sus operaciones
de castración? Es el psicoanálisis quien,
incluso cuando invoca las nociones de
diferencia o de diferente, se sirve del
objeto parcial de manera negativa para
soldar el deseo a una falta [manque]
fundamental. Esto es lo que repro-
chamos al psicoanálisis: hacerse una
concepción piadosa, con la carencia
y la castración, una suerte de teología
negativa que comporta un llamamiento
a la resignación infinita (la Ley, lo im-
posible, etc.). Es en contra de esto que
proponemos una concepción positiva
del deseo, como deseo que produce,
no deseo que carece. Los psicoanalistas
todavía son demasiado piadosos.
Serge Leclaire.- No recuso su crítica
en absoluto sino que, además, reconoz-
co su pertinencia. Simplemente señalo
que parece fundarse sobre la hipótesis
de un real un poco… totalitaria: sin
significante, sin defecto, sin clivaje ni
castración. Llevado al límite, uno se
pregunta dónde reside la «verdadera
diferencia» que aparece en su escrito,
páginas 61 a 99 [5], y que no ha de
situarse, según dicen ustedes… vea-
mos… entre…
Gilles Deleuze.- …entre lo imagina-
rio y lo simbólico…
Serge Leclaire.- …entre lo real, por
una parte, que ustedes presentan como
el suelo, lo subyacente, y algo así como
unas superestructuras, que serían lo
imaginario y lo simbólico. Yo pienso
que la cuestión de la «verdadera dife-
rencia» es, de hecho, la que se plantea
con el problema del objeto. Hace un
momento, Félix, al referirse a la ense-
ñanza de Lacan (vos lo trajiste a cola-
ción) situaba el objeto «a» en relación
al «yo», a la persona, etc.
Félix Guattari.- …la persona y la
familia…
Serge Leclaire.- Pero el concepto
de objeto «a», en Lacan, forma parte de
una cuaterna que comprende el signi-
ficante, como mínimo doble (S1 y S2)
y el sujeto (S barrado). La verdadera
diferencia, si tuviéramos que rescatar
esta expresión, se situaría entre el signi-
ficante, por una parte, y el objeto «a»,
por otra.
Comprendo que en algún caso pue-
da resultar inconveniente, no sé bien
si por razones piadosas o despiadadas,
emplear el término «significante».
Pero, sea como fuere, no creo que en
este punto puedan ustedes rechazar
una dualidad y promover el objeto «a»
como si se bastase a sí mismo, como
lugarteniente de un dios impío. No
creo que ustedes puedan sostener una
tesis, un proyecto, una acción o un
«cacharro» [machin] sin introducir en
algún momento una dualidad y todo lo
que ella comporta.
Félix Guattari.- No estoy seguro de
que el concepto de objeto «a» en Lacan
sea otra cosa que un punto de fuga,
exactamente una huida del carácter
despótico de las cadenas significantes.
Serge Leclaire.- Lo que a mí me
interesa en mayor medida, y lo que
intento articular de una forma ob-
viamente distinta de la de ustedes, es
saber cómo el deseo se despliega en la
máquina social. Pienso que no pode-
mos prescindir de un enfoque preciso
de la función del objeto. Habría que
precisar sus relaciones con los demás
elementos en el juego de la máquina,
elementos propiamente «significantes»
(simbólicos e imaginarios, si ustedes
quieren). Estas relaciones no existen en
un solo sentido, es decir, los elementos
«significantes» tienen efectos de retor-
no sobre el propio objeto.
Si queremos comprender algo de
lo que pasa, del orden del deseo, en
la máquina social, hemos de atravesar
este desfiladero que constituye por
ahora el objeto. No es suficiente afir-
mar que todo es deseo, sino que hace
falta decir cómo funciona. Finalmente,
añadiría otra pregunta: ¿para qué sirve
su «cacharro»?
¿Qué relación puede establecerse
diciembre de 2018 /
entre la fascinación por una máquina
sin fallos y el aliento auténtico de un
proyecto revolucionario? Ésta es la
pregunta que les hago, a nivel de la
acción.
Roger Dadoun.- La «máquina» de
ustedes, ese «cacharro», en todo caso,
funciona [ça marche]. Funciona muy
bien en literatura, por ejemplo, para
los flujos o la circulación «esquizo» en
el Heliogábalo de Artaud; funciona
para avanzar en el juego bipolar –es-
quizoide/paranoide– de un autor como
Romain Rolland; funciona para un
psicoanálisis del sueño, del sueño de
Freud conocido como «de la inyec-
ción de Irma», que es teatro casi en el
sentido técnico del término, con su
puesta en escena, su primer plano, etc.,
es cine. Habría que ver también cómo
funciona en el caso de los niños…
Henri Torrubia.- Como trabajo
en un servicio de psiquiatría, quisiera
ante todo poner el acento en uno de
los puntos nodales de sus tesis sobre
el esquizo-análisis. Ustedes afirman,
con argumentos que para mí son muy
esclarecedores, la primacía de la ca-
texis social y la esencia productiva y
revolucionaria del deseo. Esto subleva
tales problemas teóricos, ideológicos y
prácticos que ustedes tendrán que en-
frentarse a una verdadera indignación
defensista.
Sabemos, en cualquier caso, que
emprender una psicología analítica en
un establecimiento psiquiátrico, sin
la posibilidad de que cada uno ponga
constantemente en cuestión la red
415 / 11

institucional en sí misma, o bien es
esfuerzo perdido, o bien, en el mejor
de los casos, no nos llevará demasiado
lejos. Dada la coyuntura actual, tam-
poco se puede ir muy lejos. Por tanto,
cuando emerge un conflicto esencial
en cualquier parte, cuando algo se
estropea [détraque] –y esto indica pre-
cisamente que algo del orden de la
producción deseante puede aparecer y
que, bien entendido, pone en cuestión
el campo social y sus instituciones–,
vemos cómo se producen reacciones
de pánico y se organizan las resisten-
cias. Estas resistencia adoptan formas
diversas: reuniones de síntesis, de coor-
dinación, puestas a punto, etc., y, más
sutilmente, la interpretación psicoana-
lítica clásica con su efecto habitual de
aplastamiento [écrasement] del deseo
tal como ustedes lo conciben.
Scat
papel del Estado, a la esquizofrenia,
usted no dice nada. De vuestra propia
práctica cotidiana, usted no dice nada.
Por supuesto, no es que se le acuse a
usted, a Serge Leclaire, pero es que
hace falta responder sobre este punto:
las relaciones del psicoanálisis con el
Estado, con el capitalismo, con la his-
toria, con la esquizofrenia.
Serge Leclaire.- Estoy de acuerdo
con la mirada que usted propone. Si
insisto en el punto preciso relativo
al objeto es para poner en evidencia,
mediante un ejemplo, el tipo de fun-
cionamiento de la máquina que se ha
producido.
Dicho esto, no rechazo enteramente
la crítica de Deleuze y Guattari res-
pecto del repliegue, del aplastamiento
del descubrimiento psicoanalítico, del
hecho de que no se haya
dicho nada o casi nada
de lo concerniente a las
relaciones entre la práctica
analítica o la esquizofrenia
con el campo político o
el campo social. Pero no
es suficiente manifestar
la intención de hacer esa
crítica. Hay que conse-
guir hacerla de manera
pertinente. Nuestros dos
autores lo han intentado, y
es su tentativa lo que hoy
discutimos aquí.
Simplemente he dicho,
y lo repito, que el aborda-
je correcto del problema
pasa, según me parece, por
un desfiladero extremada-
mente preciso: el lugar del
objeto, la función de la
pulsión en una formación
social.
Sólo me gustaría hacer
una observación a propósito del «esto
funciona» [ça marche], esgrimido como
argumento a favor de la pertinencia
de la máquina o del libro en cuestión.
¡Claro que funciona! Yo diría que
también para mí, en cierto sentido,
funciona. Se puede constatar que cual-
quier práctica teóricamente pertrechada
tiene su oportunidad, en un primer
momento, de funcionar. Esto no es en
sí mismo un criterio.
Roger Dadoun.- El problema
principal que plantea su libro es cier-
tamente éste: ¿cómo funcionará políti-
camente?, puesto que ustedes admiten
la política como la «maquinación»
principal. Basta con ver la amplitud y
la minuciosidad con la que tratan uste-
des acerca del «socius» y, notablemente,
acerca de sus aspectos etnográficos,
antropológicos.
Pierre Clastres.- Deleuze y Guat-
tari, filósofo el primero y psicoanalista
el segundo, reflexionan juntos sobre el
capitalismo. Para pensar el capitalismo,
pasan por la esquizofrenia, en la que
ven el efecto y el límite de nuestra
sociedad. Y para pensar la esquizofre-
nia, pasan por el psicoanálisis edípico,
pero como Atila: tras sus pasos no
queda gran cosa. Entre ambas pasos,
entre la descripción del familiarismo
(el triángulo edípico) y el proyecto de
esquizo-análisis, está el gran capítulo
de El Anti-Edipo, el tercero, «Salvajes,
Bárbaros, Civilizados». Ahí está la
cuestión esencial de las sociedades que
constituyen el estudio habitual de los
etnólogos.
¿Qué hace la etnología? Ella asegura
a la empresa de Deleuze y Guattari
su coherencia, que es muy fuerte,
suministrando a su demostración
puntos de apoyo extra-occidentales
(al tomar en cuenta a las sociedades
primitivas y a los imperios bárbaros).
Si los autores se limitasen a decir: en el
capitalismo, las cosas funcionan así y
asá, mientras que en otro tipo de socie-
dades las cosas funcionan de manera
diferente, no habrían abandonado el
terreno del comparativismo más plano.
Pero no es así, porque han mostrado
«cómo funciona de manera diferen-
te». El Anti-Edipo es también una
teoría general de la sociedad y de las
sociedades. En otras palabras, Deleuze
y Guattari han escrito sobre los Salvajes
y los Bárbaros lo que hasta el presente
los etnólogos no han sido capaces de
escribir.
Es totalmente cierto (aunque no
estuviera escrito, se sabía) que el mun-

Raphaël Pividial.- Serge Leclaire, REFERENCIAS

usted ha hecho varias consideraciones
algo desoladas con respecto a lo que
dice Guattari. Porque el libro plantea
de una manera fundamental la práctica
del análisis, que es vuestro oficio en
algún sentido, y usted ha enfocado el
problema de manera parcial. No se ha
hecho cargo de ese planteo más que
ahogándolo en su propio lenguaje, que
es el de las teorías que usted ha desa-
rrollado y en las cuales usted privilegia
el fetichismo, es decir,  precisamente,
lo parcial. Usted se refugia en este tipo
de lenguaje para llevar a Deleuze y
Guattari a cuestiones de detalle. Pero
acerca de lo que en El Anti-Edipo
concierne al nacimiento del Estado, al
1. Para una descripción detallada del
proceso de trabajo conjunto de D&G,
ver “Nosotros dos o el entre dos”, de
François Dosse
2. Lo que no duró mucho tiempo fue esa
confianza en que Edipo se derrumbaría.
Ya en 1976, cuando Rizoma se publica
como libro, D&G optan por no discutir
más al psicoanálisis, manifiestamente
abrumados y hartos: «Se acabó, después
de este libro no hablaremos más de psi-
coanálisis» [ir a la versión 1976 de Ri-
zoma]. (Esta promesa será incumplida,
ya que la segunda de las Mil Mesetas,
«1914 — ¿Uno solo o varios lobos?» será
entonces el nuevo texto considerado por
D&G «Nuestro adiós al psicoanálisis».)
En 1980, Deleuze declara: «El Anti-Edi-
po fue un completo fracaso». Y en prefa-
cio a la edicion italiana de Mil Mesetas
escribe: «Soñamos que acabaríamos con
Edipo. Pero era una tarea demasiado
grande para nosotros».
3. Esta afirmación es de una arrogancia
notable. El primer capítulo del AE
supone, o exige, un mínimo conocimiento
de la crítica de la economía política, de
la Crítica de la razón pura, de la Genea-
logía de la moral, del caso Schreber…
Al menos, si el lector pretende captar
la arquitectura general del proyecto de
investigación cifrado en el libro. Que
la primera pregunta directa de la mesa
hacia Deleuze y Guattari sea «qué carajo
son las máquinas deseantes» indica
una objetiva dificultad del libro para
ser comprendido «sin suponer ningún
conocimiento previo».
4. Esta crítica está concentrada en los
parágrafos quinto y sexto del primer
capítulo, «Las máquinas» y «El todo y
las partes» (pp. 42-54).
5. Se trata de las páginas que van
desde una pregunta (retórica) hasta su
respuesta (expresa). La pregunta está en
la p. 58 de la edición castellana, apenas
comienza el segundo capítulo del libro:
«¿La verdadera diferencia no estará
entre Edipo, estructural tanto como
imaginario, y algo distinto que todos
los Edipos aplastan y reprimen: es decir,
la producción deseante —las máquinas
del deseo que ya no se dejan reducir ni
a al estructura ni a las personas, y que
constituyen lo Real en sí mismo, más
a allá o más acá tanto de lo simbólico
como de lo imaginario?» La respuesta
está en la p. 89 de la misma edición, al
final del cuarto parágrafo: «La verda-
dera e innata diferencia no reside entre
los simbólico y lo imaginario, sino entre
el elemento real de lo maquínico, que
constituye la producción deseante, y el
conjunto estructural de lo imaginario
y lo simbólico, que tan sólo forma un
mito y sus variantes. La diferencia no
radica entre dos usos de Edipo, sino en-
tre el uso anedípico de las disyunciones
inclusivas, ilimitativas, y el uso edípico
de las disyunciones exclusivas, que este
último uso toma de las vías de lo imagi-
nario o de los valores de lo simbólico.»

12 / 415 / diciembre de 2018

do de los Salvajes es el lugar de la co-
dificación de los flujos: nada escapa al
control de las sociedades primitivas, y,
si se produce un desliz –como a veces
pasa–, la sociedad siempre encuentra
el modo de bloquearlo. También es
verdad que las formaciones imperiales
imponen una sobrecodificación a los
elementos salvajes integrados en el Im-
perio, pero sin destruir forzosamente la
codificación de los flujos, que persiste
en el nivel local de cada elemento. El
ejemplo del Imperio Inca ilustra perfec-
tamente el punto de vista de Deleuze y
Guattari. Dicen cosas muy bellas sobre
el sistema de la crueldad como escri-
tura sobre el cuerpo en los Salvajes y
sobre la escritura como modalidad del
sistema del terror en los Bárbaros. Me
parece que un etnólogo debería sentir-
se como en su casa en El Anti-Edipo.
Esto no quiere decir que se vaya a
aceptar todo de golpe. Habrá, previsi-
blemente, reticencias (como mínimo)
ante una teoría que propone sustituir el
estructuralismo del intercambio por el
primado de la genealogía de la deuda.
Podemos también preguntarnos si la
idea de Tierra no aplasta en cierto mo-
mento a la de territorio. Pero todo esto
sólo significa que Deleuze y Guattari
no se burlan de los etnólogos: les plan-
tean auténticas cuestiones, cuestiones
que obligan a reflexionar.
¿Retorno a una interpretación
evolucionista de la historia? ¿Retorno
a Marx, más allá de Morgan? En
absoluto. El marxismo ha sabido
tratar con los Bárbaros (modo de
producción asiático), pero nunca supo
muy bien qué hacer son los Salvajes.
¿Por qué? Porque, así como desde la
perspectiva marxista era pensable la
transición de la barbarie (despotismo
oriental o feudalidad) a la civilización
(capitalismo), en cambio nada permitía
pensar la transición del salvajismo a
la barbarie. Nada hay en las máquinas
territoriales (las sociedades primitivas)
que permita prefigurar lo que vendrá
después: ni castas, ni clases, ni
explotación, ni siquiera trabajo (si el
trabajo es esencialmente alienado). ¿De
dónde surgen entonces la Historia, la
lucha de clases, la desterritorialización,
etc.?
Deleuze y Guattari responden a esta
pregunta, porque ellos sí saben qué
hacer con los Salvajes. Y su respuesta
es, a mi modo de ver, el descubri-
miento más vigoroso, más riguroso,
de El Anti-Edipo: se trata de la teoría
del «Urstaat», el monstruo frío, la
pesadilla, el Estado, que es el mismo
en todas partes y que «existió siempre».
Sí, el Estado existe en las sociedades
primitivas, incluso en la más pequeña
banda de cazadores nómadas. Existe,
pero es conjurado sin cesar, se impide
constantemente su realización. Una
sociedad primitiva es una sociedad que
dirige todos sus esfuerzos a impedir
que su jefe se convierta en jefe (puede
llegar incluso al asesinato). Si la
historia es la historia de la lucha de
clases (en aquellas sociedades en las
que hay clases, obviamente), entonces
puede decirse que la historia de las
sociedades sin clases es la historia de
su lucha contra el Estado latente, la
historia de su esfuerzo por codificar los
flujos de poder.
Ciertamente, El Anti-Edipo no nos
dice por qué la máquina primitiva,
aquí o allá, fracasó en codificar los
flujos de poder, esa muerte que sube
desde adentro. En efecto, no hay el
menor motivo para que el Estado se
realice en el seno del Socius primiti-
vo, no hay la menor razón para que
la tribu permita a su jefe jugar al jefe
(podríamos demostrarlo recurriendo a
ejemplos etnográficos). Entonces, ¿de
dónde surge, pues, entero y de una sola
pieza, el «Urstaat»? Viene del exterior,
necesariamente, y esperamos que la
continuación de El Anti-Edipo nos
diga algo más acerca de esto.
Codificación, sobrecodificación,
descodificación y flujo: estas categorías
determinan la teoría de la sociedad,
mientras que la idea del «Urstaat»,
conjurado o triunfante, determina
la teoría de la historia. Ahí reside un
pensamiento radicalmente nuevo, una
reflexión revolucionaria.
Pierre Rose.- Para mí, lo que prue-
ba la importancia práctica del libro de
Deleuze y Guattari es que recusa la
virtud del comentario. Es un libro que
hace la guerra. Se trata de la situación
de las clases trabajadoras y del Poder.
El medio es la crítica de la institución
analítica, pero la cuestión no se reduce
a eso.
«El inconciente es la política», decía
Lacan en el 67. El análisis planteaba
así su pretensión de universalidad.
Pero, cuando aborda la política, legi-
tima con toda franqueza la opresión.
Éste es el juego de manos por el cual
la subversión del Sujeto supuesto de
saber se pliega a la sumisión de la nue-
va trinidad trascendental de la Ley, el
Significante y la Castración: «la Muerte
es la vida del Espíritu, ¿para qué rebe-
larse?» La cuestión del Poder quedaba
borrada por la ironía conservadora del
hegelianismo de derecha que, desde
Kojève hasta Lacan, socava la cuestión
del inconsciente.
Esta herencia, al menos, tenía cierta
dirección [tenue]. Acabó con la tradi-
ción, aún más sórdida, de la teoría de
las ideologías, que amenaza a la teoría
marxista de la Segunda Internacional,
es decir, desde que el pensamiento de
Jules Guesde aplastó al de Fourier.
Los marxistas no conseguían rom-
per con la teoría del reflejo, o con lo
que se ha hecho con ella. Sin embargo,
la metáfora leninista de la «pequeña
vida» en la «gran máquina» es lumi-
nosa: la subversión del Poder en las
mentes es una transformación que se
produce en todos los engranajes de la
máquina social.
La manera en que el concepto
maoísta de «revolución ideológica»
rompe con la oposición mecanicista de
la ideología y lo político-económico
impide la reducción del deseo a la «po-
lítica» (Parlamento y lucha de partidos)
y de la política al discurso (del jefe),
restaurando la realidad de una guerra
múltiple en múltiples frentes. Este mé-
todo es el único que se acerca a la críti-
ca del Estado de El Anti-Edipo. Queda
así excluido que el trabajo crítico que
El Anti-Edipo viene a reactivar pueda
convertirse en una operación univer-
sitaria, una actividad lucrativa para los
derviches giróvagos [derviches tourneurs]
del Ser y del Tiempo. Recobra sus efec-
tos, conquistados a los instrumentos
del poder, sus efectos sobre lo real, y
ayudará en todos los asaltos contra la
policía, la justicia, el ejército, el poder
del Estado en la fábrica y fuera de ella.
Gilles Deleuze.- Lo que Pividal ha
dicho hace un momento, lo que Pierre
acaba de decir, me parece adecuado.
Lo esencial, para nosotros, es el proble-
ma de la relación de las máquinas del
deseo y las máquinas sociales, su dife-
rencia de régimen, la inmanencia de
las unas en las otras. Es decir: ¿cómo
el deseo inconciente es la catexis [est-
il investissement] de un campo social,
económico y político? ¿Cómo la sexua-
lidad, o lo que Leclaire llamaría la elec-
ción de objeto sexuales, expresa esas
cargas libidinales [investissements], que
son realmente catexis de flujos? ¿Cómo
se derivan nuestros amores de la His-
toria universal (y no de papá-y-mamá)?
A través de una mujer amada o de un
hombre amado, todo un campo social
es investido [investi] y de maneras que
pueden ser muy diferentes. Intenta-
diciembre de 2018 /
mos mostrar cómo los flujos recorren
diferentes campos sociales, adónde
desembocan, cómo se cargan [investis]
(codificación, sobrecodificación, desco-
dificación).
Podría decirse que el psicoanálisis
es quien menos ha contribuido a ha-
cer aflorar este dominio, por ejemplo
con sus ridículas explicaciones del
fascismo, cuando intenta derivar todo
a partir de las imágenes del padre y
de la madre, o de significantes fami-
liaristas y piadosos como el Nombre
del Padre. Serge Leclaire ha dicho que,
si nuestro sistema funciona, ello no
constituye una prueba, porque cual-
quier cosa puede funcionar. Es muy
cierto. Nosotros lo decimos de este
modo: Edipo y la castración funcionan
muy bien. Pero se trata de saber cuáles
son los efectos de funcionamiento,
a qué precio funcionan. Que el
psicoanálisis aplaca, alivia, que nos
enseña una resignación con la que
poder vivir, de eso no hay duda. Pero
nosotros decimos que ha usurpado la
reputación de promover, o al menos de
participar en, una liberación efectiva.
Ha ocultado los fenómenos del deseo
tras una escena de familia, ha aplastado
toda la dimensión política y económica
de la libido mediante un código
conformista. Cuando el «enfermo»
empieza a hablar de política, a delirar
la política, ¿qué hace el psicoanálisis?
Miren lo que hizo Freud con Schreber.
En cuanto a la etnografía, Pierre
Clastres ya lo ha dicho todo, y en todo
caso es, para nosotros, quien mejor lo
ha dicho. Lo que intentamos es poner
la libido en relación con un «afuera».
El flujo de mujeres de los primitivos
está en relación con un flujo de
animales, con los flujos de flechas. Los
guerreros llegan de golpe a la plaza del
pueblo, véase La muralla china. ¿Cuáles
son los flujos de una sociedad, cuáles
son los flujos capaces de subvertirla, y
qué papel desempeña en ello el deseo?
Siempre hay algo que llega a la libido
desde el fondo del horizonte, no desde
el interior. ¿No debería la etnología
estar, igual que el psicoanálisis, en rela-
ción con ese afuera?
6 líneas
- La experiencia es cara,pero
enseña bien.
- En vez de rencor, guarda…
distancia (Rose Wesner)
- Perder no siempre es un
perjuicio
415 / 13
Serie: Orbe Freudiano (LXCXXXIX)
Observaciones psicoanalíticas
En torno a la figura de Sócrates
Intentamos trasladar la aspiración indagatoria psicoanalítica
a la antigúedad greco-latina, tomando senderos propios del
campo freudiano, como los que han quedado plasmados en “La
interpretación de los sueños”.
En ese texto (2) Freud aparece acom-
pañado innumerables veces por Arte-
midoro de Daldis con su Oneirocrítica.
Otro hito demarcatorio relevante es
el Seminario de Lacan, recorriendo el
Simposio El Banquete sobre el amor, del
divino Platón. (4, 8, 9)
En esta indagación nos guiarán
consideraciones acerca de la figura de
Sócrates y el rico bagaje espiritual que
conlleva la silueta del personaje, el
trayecto de su existir, su enseñanza y su
muerte.
Aquí se ha tomado como ayuda el
texto de Pierre Hadot, “Ejercicios espi-
rituales y la antigüedad”, (3) (mención
incluida en el libro de Allouch, “En
estos tiempos”). (1) En nota introduc-
toria (fechada en 1993) Pierre Hadot
subrayó que “inconscientemente, la
tradición antigua continúa su vivir en
cada uno de nosotros”. y admite que
quizá no sea de buen tono, emplear
hoy la palabra “espiritual”, pero reafir-
ma que no hay más remedio que usar-
la, puesto que otros adjetivos posibles:
“psíquico, moral, ético, intelectual, ‘del
pensamiento’, ‘del alma’” no recubren
todos los aspectos de la realidad que él
quiere describir.
Se podrá encontrar en esta entrega,
una sabia sentencia de Goethe, sobre
el arduo ejercicio de leer, (énfasis de JCC)
que puede llevar toda una vida, y, sin
embargo, la consecuencia sea el no arri-
bo a una respuesta concluyente, como
también encontrar citados con frecuen-
cia, en el texto de Hadot, los Diálogos
de Platón, (7), textos de Nietzsche (5,6)
y de Kierkegaard, apuntando a Sócrates
y su enseñanza en las calles de Atenas,
sin que esto sea óbice para entregar re-
flexiones personales, a punto de partida
de los interrogantes que depara esta
Orbe Freudiano
Últimos artículos publicados
en esta serie:
(LXCXXXVI) El costo de eliminar el dolor.
(Alberto Santiere, Nº 406)
(LXCXXXVII) Contrapeso del adicto.
(Laura Ciancaglini, Nº 407)
(LXCXXXVIII) La pregunta por el sexo.
(Dolores Castrillo Mirat, Nº 409)
(LXCXXXVIII) Sobre la devaluación de lo
íntimo. (Roy Cyjon, Nº 411)
(LXCXXXIX) Función clínica del
Derecho. (Laura A. Capacete, Nº 414)
14 / 415 / diciembre de 2018
inmersión en la antigüedad.
LA INEXISTENCIA DEL SABER
Es un lugar común traer a colación
que Sócrates profirió estas palabras;
“Solo sé que no sé nada”, pero sin in-
sertarlo en un lugar en que precise en
dónde Sócrates lo dijo, o dónde nos
puede conducir ese dicho, y porqué
Sócrates lo dijo. Despejando un algo la
cuestión, esa frase se puede encontrar
en la “Apología de Sócrates” de Platón,
(7) frase que ha tomado dimensiones
universales, masivas, pero es preciso
ahondar más en busca de matices, ve-
tos, oquedades, mineralizaciones y fria-
bilidades de la materia epistémica que
se maneja, si hablamos de la sabiduría
o del “Sabio”, afirmación que pareciera
ostentar la pretensión de detentar en
propiedad la sabiduría.
Ubicado aquí, y más concretamen-
te, en torno a la figura del Sabio, Aris-
tóteles ilustra esa inquietud y Platón
la corrobora, poniendo en ese lugar
a Sócrates, como alguien que “es un
mediador entre el ideal trascendental
de la Sabiduría y la realidad humana
concreta”. No sorprende encontrar a
continuación, en las palabras de Hadot,
el término paradoja y el término ironía,
este último vocablo muy específico del
pensamiento socrático.
Hadot prosigue y enfoca la figura
del cuerpo de Sócrates, de su figura
desigual, sin armonía, desprolijo, con
atuendos inadecuados, pies desnudos,
en invierno o verano; rasgos faciales
toscos, labios gruesos; en suma: fealdad
en su rostro, nada en su presentación,
que desprenda una idea de armonía y
trascendencia. “Todo en él es excesivo,
bufonesco, caricatural”, resume Hadot.
Su presencia desprende inquietud,
desconcierto, ambigüedad, ella guarda
un parecido con los silenos, que, al
igual que los sátiros, presentan seres
mitad animales, mitad humanos, se-
res puramente naturales, que a su vez
representan la negación de la cultura,
la vía libre para los instintos, para la
bufonería, términos que comprenden
lo grotesco”.
Saltando sobre la imbricación que
se encuentra en sendos elogios de
Diótima y Alcibíades, en el Banquete
de Platón, (8) acerca del amor a Sócra-
tes, se encuentran más elementos que
amplían la noción de Sileno. Para ello,
ante todo, un relato mítico: una deten-
ción en una divinidad, cara a Afrodita.
Eros es hijo de Poros (el Recurso) y de
Penia (la carencia). “Pero en esta figura
del Eros cazador, Platón, en contexto
manifiesto, hace aparecer los rasgos de
Sócrates, es decir, del “filósofo,” precisa
Hadot y agrega: “ Eros, nos dice Dioti-
ma, lejos de ser delicado y bello, como
lo piensa Agaton, es siempre pobre,
rudo, indecoroso, (…) Esta figura de
Sócrates como mendicante, será como
aquella del filósofo cínico de Dióge-
nes, entrando sin fuego ni lugar, con
su manto y sus bolsas”. Estas figuras
nos devuelven la figura del Sileno: ellas
atañen a un ser puramente natural, de
fuerza primitiva, anterior a la cultura
y a la civilización. Si bien se lo puede
caracterizar como un “Diógenes furio-
so”, Sócrates es más un amante que un
amado, es un integrante de la milicia
de los que aman, del mendicante que
pasa al sereno, haciendo vela de armas
al amor, a la busca del ingenio, como
lo era Poros, padre de Eros, el que al
fin encontraba el recurso, el pasaje, la
salida. En suma, los silenos hacen gala
de la potestad de realizar trastocamien-
tos, pudiendo transformarse en dioses.”
(Cita de Hadot ampliada y modifica-
da.)
Esta apariencia fea, y hasta casi
monstruosa, hace enseguida aparecer
su contrario, y despierta la cuestión de
si la descripción transcrita no es una
apariencia, una fachada, una máscara y
todo en ella es disimulo, subterráneo;
remate. Esta, más precisamente, es la
perspectiva sostenida por Nietzsche en
“El ocaso de los ídolos”. (5)
El fingimiento sería el origen de
la apariencia de Sócrates. He ahí el
pensamiento, el estilo de Sócrates, él
se enmascara, él finge, él termina por
ridiculizar a su interlocutor, incluso
lo puede aturdir, angustiar, con lo que
ha sido llamado el célebre uso en sus
palabras de la ironía socrática. “Los
interlocutores no tienen más confianza
en él; porque, sea quien sea el habi-
tante de Atenas del que se trate, habrá
de quedar con la reflexión última de
que su vida ha acabado por ser puesta
como para revisarla totalmente. El
diálogo con Sócrates arriesga romperse.
Sócrates detiene su accionar. Reconoce
que pudo haber ido demasiado lejos
y Sócrates admite que no actuó con
mesura, con tacto -Lacan justipreciará
esta característica en un analista- y
Sócrates admite que esta ruptura se ha
dado como consecuencia de su forma
de proceder y tranquiliza, en parte,
brevemente, al interlocutor sorprendi-
do y asustado; y propone una suerte de
reconocimiento, como de pedir excu-
sas, dado que se han llevado las cosas
demasiado lejos.
(Lacan se detiene en esta figura
autocrática de estilo en el proceder de
Sócrates, que lo muestra como ocupan-
do el lugar del Amo, incómodo lugar
para un sabio, incómodo lugar para un
analista. (4))
¿Dónde encontrar las claves
inencontrables? Sócrates prefigura no
el demonio sino el daimon, el sileno, el
deseo, la sabiduría, el amor, el atopos.
Este término apunta al interrogante
de dónde hallar las llaves inencontra-
bles. El entendido como “daimon”,
es intermediario entre los mortales
y los dioses. Y es atopos, como Eros,
porque al ser daimon es indefinible e
inlocalizable. Es sí un sileno, que no
son las estatuas, pero que permite al-
canzarlas.Ӄl no es ni dios ni hombre,
ni feo, ni bello, ni insensato, ni bueno,
ni malo.” (…) “Pero él es deseo porque
(…) sufre de ser privado de la plenitud
de ser y aspira a alcanzarla.” El lector
habrá captado que se confunde el su-
jeto (¿Sócrates? ¿Eros?) . Es que se en-
cuentra en el eros platónico, apalabrado
por las palabras, ora de Agaton, ora de
Alcibíades, una proposición referente a
las virtudes de Sócrates con sus estatuas
de dioses ocultos en el irónico sileno
-que la ironía socrática nos permite
adivinar- y una conciencia desdoblada,
que resiente padeciendo lo que quisiera
ser y no alcanza a ser.“Es de este senti-
miento de privación y de carencia que
nace el amor”.
DIONYSOS
Le es preciso ahora, dice Hadot,
“volver a este extraño odio amoroso
de Nietzsche por Sócrates”. Hay una
argumentación, la más profunda, en
lo que tiene que ver con la seducción
ejercida por Sócrates sobre la posteri-
dad, y ella es la actitud, arguye Hadot,
que Sócrates mantiene ante la muerte,
más aún, “el carácter casi voluntario
de su muerte”. De su primera obra “El
nacimiento de la tragedia”, (6), Nietzsche
reúne en una imagen grandiosa las últi-
mas páginas del Fedon y del Banquete:
“Es Sócrates mismo que en toda su
lucidez, sin el estremecimiento natural,
que toma al hombre ante la muerte,
parece haber obtenido ser condenado
a muerte y no al exilio; y ha llegado a
la calma que le presta la descripción de
Platón, cuando como último de todos
los convidados, deja el Banquete en las
 Juan Carlos Capo
primeras luces del alba, para comenzar
una nueva jornada, aunque, detrás de
él quedan los otros convidados, dormi-
dos, muy por atrás de la ensoñación de
Sócrates, muy por atrás de la verdadera
erótica. Sócrates muriente, devenía el
ideal nuevo, jamás encontrado antes,
por la élite de la juventud”.
Nietzsche presintió, entrevió, en el
“Banquete” de Platón, el símbolo de la
muerte de Sócrates. Ciertamente, las
palabras de Platón son muy simples:
‘Solo Agaton, Aristófanes y Sócrates se
mantenían despiertos y bebían en una
gran copa que se pasaban de izquierda
a derecha. Entonces Sócrates se entre-
tenía con ellos (…) él progresivamente
los constreñía a reconocer que él per-
tenece a erigirse como único hombre
capaz de componer comedia y tragedia
(…). Fue Aristófanes quien se durmió
primero, después lo hizo Agaton, cuan-
do ya amanecía. Sócrates (…) se levan-
tó y partió. Tomó el camino del Liceo,
y después de algunas abluciones, pasó
así el resto de la jornada”.
Es en torno a la figura de Sócrates
muriente, que el poeta C.F. Meyer
escribe unos versos: ‘Las flautas hacen
sentir la canción de cuna de la muerte’.
Otro poeta, Hölderlin, por el con-
trario, escribe versos en donde la figura
amorosa de un Sócrates, enamorado de
la vida, es la que aparece: “Mas a cada
uno su medida/Pesado es el peso de la
desgracia/Más pesado aún es el de la
felicidad/Hubo un sabio sin embargo/
Que supo permanecer lúcido en el
banquete/Del mediodía al corazón de
la noche/Y aún hasta las primeras luces
del alba.”
REFERENCIAS
ALLOUCH, J. “En estos tiempos”. EPEEL. Carta
abierta a Clément Rosset a propósito de sus notas
sobre Louis Althusser.
école lacanienne de psychanalyse. México. 1993.
FREUD, S. “Oneirocrítica” de Artemidoro de
Daldis. Traducción de F.S.Krauss, al alemán,
“Symbolik in der träume”. Viena, 1881, en “La
interpretación de los sueños” (1899). Tomos IV y
V. Amorrortu editores. Buenos Aires. 1979.
HADOT, P. Exercices spirituels et philosophie anti-
que. Albin Michel. 2002. París.
LACAN, J. Libro 8. Seminario “La transferencia”
(1963). Sobre el “Banquete” de Platón. Paidós.
Buenos Aires.
NIETZSCHE, F. “El ocaso de los ídolos”.Gradifco.
Buenos Aires. 2008.
____________”El nacimiento de la trage-
dia”(1871)—“O helenismo y pesimismo”. Bibliote-
ca Nueva. Madrid. 2007
PLATON. “Apología de Sócrates”. En “Diálogos”.
Editorial Porrúa. México.
_________”Simposio sobre el amor (el Banquete)”.
En”Diálogos”. Ibid.
_________”Fedón o del alma”. En “Diálogos. Ibid.
contracanto
Suena Jorginho en Vivo sica montevidena. Lo suyo
siempre fue mucho más “can-
Si hay una figura de la mú- dombe liso” que “candombe
sica uruguaya que merecía este beat”. Se escucha como “can-
redescubrimiento, es Jorginho dombe canción” en la tra-
Gularte. Incluso habiendo dición brasileña del “samba
sido amigo cercano de Jorgin- canción” al estilo de Paulinho
ho, es difícil sopesar hasta qué da Viola o Martinho da Vila,
punto su trayectoria disconti- sin las densidades funk de
nua se debió a motivos perso- Rada y los Fattoruso. Jorgin-
nales o a la opacidad del me- ho fue más como como un
dio. Hoy, cuando el racismo heredero de los candombes
de los uruguayos ya es impo- orquestales de Pedro Ferreira
sible de enmascarar, hay que que un discípulo de Mateo.
imaginarse que esos prejuicios Para muchos montevideanos
cobraron un fuerte peaje en la acostumbrados al candombe
carrera y la vida del músico. beat, lo de Jorginho resultaba
Jorginho no tenía las dotes demasiado… candombe. De-
de las que han gozado su ma- masiado “negro”, en el fondo.
dre, Marta Gularte, o Ruben
Este CD lanzado por Mon-
Rada, para hacerse aceptar en tevideo Music Group reúne
base a personalidades exube- versiones de temas de Jorginho
rantes, seductoras y con mucho a cargo de otros intérpretes: su
sentido del humor. Era un tipo hijo Damián Gularte, Man- Damián tiene siete surcos la música de Jorginho, como
cálido, afectuoso, pero serio. A drake Wolf, Fernando Cabrera, en el CD, sin que falte el ma- para subrayar la calidad de la
veces muy serio y especialmen- Chabela Ramírez, Eduardo Da yor “hit” de Jorginho, el épico factura de esos temas y el po-
te susceptible si percibía que Luz y Fernando Torrado. “La tambora”. Dos de los te- tencial que alcanzan en otros
lo estaban discriminando. Y Debo confesar que se me mas, al menos, no habían sido posibles abordajes. Es intere-
quién puede culparlo. Las trá- piantó un lagrimón cuando grabados antes: “Trío Negro” sante la presencia de Chabela
gicas circunstancias que rodea- escuché el primer tema del que es todo un descubrimien- Ramírez y Eduardo Da Luz,
ron el fin de su vida son una CD, intitulado “Damián”, to y merece estar entre los stan- que vienen de esa tradición
prueba más del estigma de ese
y cantado precisamente por dards del candombe y “Quise de candombe no-beat, y de
racismo del cual a la postre se el hijo de Jorginho. Cuando hacer una canción”, más en la Fernando Torrado, uno de los
convirtió en víctima. quiere, Damián suena aluci- línea del candombe-bossa que abanderados de la bossa nova
Por otro lado, Jorginho nantemente igual a su padre. también cultivan Hugo Fat- en la música uruguaya.
nunca cuajó exactamente Algo que normalmente evi- toruso, Wolf, Schellemberg, Un CD enteramente go-
dentro del llamado candom- ta en sus varios discos como Drexler y otros. Mandrake zoso y completamente necesa-
be beat, que se ha convertido solista, pero que acá resulta Wolf y Fernando Cabrera ilu- rio. Altamente recomendable.
en el “mainstream” de la mú- completamente adecuado. minan desde diversos ángulos
Mandrake y Los Druidas las canciones más emblématicas de su último CD. Es una bala-
da pesada, en la que Wolf marca la ambigüedad de un sen-
Una injusticia que cometí en mi primera etapa como timiento que puede o debe ser compartido por mucha gente:
músico que escribe de música fue opinar de manera demasi- la añoranza de aquéllos días que no volverán y la necesidad de
ado drástica con respecto a un juvenil Mandrake Wolf, que
olvidarlos, para serguir. Que es como confesar la imposibilidad
estaba haciendo sus primeras armas en el teatro La Máscara. de ese olvido.
En mi propia inmadurez, por entonces no comprendía que
Éstos son los días
solamente años de escenario decantan y pulen, que el talento que quiero olvidar
innegable de Wolf necesitaba tiempo para leudar y proyectarse. estos son los días
A tantos años de distancia, disfruto enormemente con un que no volverán
disco como este de Mandrake y Los Druidas, donde el can- Uno de mis temas preferidos es “Comienzos, comienzos”,
tautor y sus músicos no intentan demostrar nada porque ya donde Mandrake declara “cómo odio los comienzos y esa zona
no tienen nada que demostrar. El lenguaje es un rock directo que queda entre el final de algo y lo que empieza”. Una expe-
y sofisticado a la vez, con un cuidado extremo para que se riencia que la vida vivida nos ha enseñado a esperar y a temer
puedan entender los textos. La banda que lo respalda, integra- al mismo tiempo: “ya no tengo alternativas, ni siquiera triqui-
da por Ignacio Iturria en guitarra, Ignacio Echeverría en bajo y ñuelas, solo esperar que madure como si fuse una pera”.
Federico Anastasiadis en batería, domina ampliamente el am- Es una balada pesada y con amplios panoramas sonoros de
plio marco de referencias, sin caer jamás en la imitación servil fondo, que se inscribe en la mejor tradición del “song writing”
de un modelo u otro. dentro del rock. Ampliamente disfrutable, de una manera hon-
“Éstos son los días es una balada blues y sobre los viejos da y nada epidérmica.
tiempos, hablo de varios amigos, de una barra, de mí mismo, y “Techo de estrellas” es una canción de casi amor políti-
sinceramente todo se mezcla y queda algo como un sentimien- camente incorrecta, y por ello doblemente disfrutable. El per-
to familiar o personal y secreto”, dice Alberto Wolf de una de
sonaje termina yéndose a tomar el ómnibus con un beso en la
boca como tod premio y el pedido de vuelva de visita cuando
ande por la Aguada. Un pequeña viñeta urbana contada con
distanciamiento. Muy cool.
“Hacete cargo de ti” es un tema muy ochentoso, muy
hard-core, tocado con manos maestras, cantado con una voz
super comprimida y con el tipo de letra revulsiva al uso en
aquélla época, pero con una ironía que la vuelve un comentario
metalingüístico sobre canciones como esa.
“Hombre rana” es como “Pearl Jam”… si “Pearl Jam”
tuviera sentido del humor rioplatense. Y tiene un monumental
solo de guitarra eléctrica con wha wha. No comento la letra
para no estropear el goce del lector cuando se convierta en
oyente. La misión de esta reseña es, obviamente, tentar al lec-
tor, incentivarlo a que escuche este muy gratificante y redondo
CD. Muy redondo.
Elbio Barilari
diciembre de 2018 / 415 / 15
Serie: Pensamiento (XCLXXX)
Comentarios
Recobrar el sentido biológico de la vida anímica:
intencionalidad, socialidad y condición animal
Tu ponencia es muy atractiva y esti-
mula una ceñida discusión. Terminas de
manera conciliadora señalando que hay
unas cuantas estaciones intermedias en
el arco y que la estación final es incierta,
y seguramente podrás estar también de
acuerdo con Brernhard Waldenfels quien
comienza su ensayo “Del yo al nosotros”
con la frase “Tan unidireccional no es la
cosa”.  Trataré de comentar alrededor de
puntos tales como intencionalidad (en el
sentido fenomenológico), socialidad, y
condición animal.
Es sin duda provechoso recordar que
toda  vida despierta es relación e intercam-
bio con el mundo ambiente: atención y
respuesta, y aun en el repliegue que es el
sueño, tiempo de retiro y de descansar en
sí mismo, hay todavía este íntimo inter-
cambio con el mundo que es el respirar,
“espacios del mundo intercambiados con
el propio ser” (Rilke), forma permanente
y símbolo de la vida, como lo es la alter-
nancia de sístole y diástole.  El respirar se
aprende ya en los primeros momentos,
al nacer, pero las otras formas de toma
y daca, de discernimiento y desempeño
sensomotor coordinado se aprenden
paulatinamente. Por consiguiente, junto
con el buen funcionamiento interior de
los órganos vitales, esas formas de toma
y daca son sentidas como capacidades y
como una gran fuente de satisfacción, por
más que no se piense en ellas.
Así justamente a través de esta inten-
cionalidad o direccionalidad primaria  de la
sensomotricidad, se da un goce de la vida
que funciona y que está en intercambio con
el mundo en cada bocanada de aire y cada
coordinación sensomotriz acertada.
¿Ello equivale a intercambio y relación?
Uno se da solo (salvo cuando hay proble-
mas) el otro no, nos pone en juego, dice
cosas, hay que atender, descubrir, lo que
nos dice nos involucra, aprendemos de lo
que atendemos y de nosotros. Pero también
hay algo intermedio, es lo rutinario, instru-
Pensamiento
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(XCLXXV) Realismo – idealismo. (Ezra
Heymann, Nº 409)
(XCLXXVI) Imaginación en Kant. (Tributo
a Ezra Heymann, Nº 410)
(XCLXXVII) Hermenéutica y crítica
cultural. (Ezra Heymann, Nº 411)
(XCLXXVIII) Ética y estética. (Ezra
Heymann, Nº 413)
(XCLXXIX) En torno a la imaginación.
(Ezra Heymann, Nº 414)
16 / 415 / diciembre de 2018
mental, la cosa tenida por ya plenamente
conocida, que no plantea sorpresas ni
preguntas, y hay la persona vuelta objeto
cuando el algo ya es solo ese algo.
 El paradigma de la vida anímica in-
tencional combina perfectamente bien
con la comprensión biológica de la per-
cepción y del desempeño en el mundo.
No es difícil entender a partir de aquí el
significado que van adquiriendo  para no-
sotros las cosas, y  tampoco ha de parecer
misterioso que podamos llegar a hablar de
un mundo interior de la persona.
El significado que adquieren las cosas es
simultáneo con la comprensión de nosotros
mismos, sabemos de nosotros por ello, el
“para nosotros” no está hecho como algo
independiente anterior y acabado.
Aunque estemos en un primer mo-
mento deslumbrados por poder entender
el psiquismo como conjunto de actos
intencionales en lugar de entenderlo como
conciencia-caja, nos preguntamos pronto
por las expectativas y el equipamiento
con el cual vamos al encuentro de cosas,
expectativas que se corrigen y se modifican
en los encuentros, para dar lugar a nuevas
pautas. Son las habitualidades de las que
hablará Husserl a continuación, el entender
algo como algo de Heidegger, el esquema
de Piaget, con los cuales se va repoblando
el psiquismo después de haberse aparen-
temente vaciado. El ser vivo tiene ciencia,
un saber del mundo, y la conciencia nos la
podemos representar a través de varios pa-
sos: el feed-back, la simbolización imitativa y
esquematizante, y finalmente la palabra y el
discurso capaz de volver sobre sí y comen-
tarse a sí mismo indefinidamente.
El otro con el cual intercambiamos
perspectivas está aquí ya bien incorporado
y mezclado, quizás confundido con noso-
tros mismos, pero así como el significado
de las cosas no comienza con el lenguaje,
sino que tiene que darse ya para que el
lenguaje pueda comenzar, así también
el otro adquiere sus capas de significado
en las interacciones prácticas y expresivas
preverbales. En una de sus primeras obras
decía Freud que la moral se origina en la
cooperación entre el lactante y la madre,
y efectivamente no se puede sobrestimar
la importancia de las experiencias más
elementales de ajuste mutuo, del hacer caso
habiéndosele hecho caso a uno.
Recobrar el sentido biológico de la
vida anímica no es enajenarla y trasladarla
hacia un juego de fuerzas ciegas. Es más
bien el comienzo de la recuperación de
una unidad de sentido y de sinergia  a
partir de las escisiones cuyas función y
necesidad se solía destacar en tus trabajos.
***
A partir de este cuadro nos pregunta-
mos dónde comienzan las fracturas, las
heridas que uno se lame, la tan señalada
insaciabilidad e inquietud permanente
y los delirios acompañantes. En otra te-
situra, no partiendo específicamente de
la patología, nos preguntaremos por  los
puntos cardinales del mapa de la dramati-
cidad de nuestras vidas.
Se nos ofrecen aquí desde las letras,
la filosofía y los clásicos del psicoanáli-
sis, muchas versiones y narrativas, de las
cuales no podemos desechar ninguna. Sin
embargo cabe tomar partido. Con Freud y
con gran parte de la modernidad creemos
que está profundamente equivocada la
concepción tradicional que ve la dramáti-
ca como una lucha entre lo superior y lo
inferior, espiritualidad y animalidad. Pocas
expresiones de Freud son tan rotundas
como ésta: Se trata de darnos cuenta de
que tenemos en nosotros un adversario
digno de nosotros.
Todo Freud está en el reconocimiento
de que no podemos ni debemos renunciar
(ni culpar) ni a los requerimientos de la
convivencia civilizada ni a las demandas
pulsionales que llamamos así porque nos
sorprenden y nos extrañan a partir de
nuestras pretensiones de espiritualidad
pura. Freud está plenamente arraigado en
la Ilustración y en la percepción humanis-
ta de las esenciales desavenencias dentro
del ser humano, sólo que a diferencia de
lo que va desde Bocaccio a Erasmo, Cer-
vantes y Montaigne, no le da tanto risa,
ni siquiera una sonrisa calmada, sino más
bien una percepción trágica angustiada.
Pero el tema es constante. Oakeshott cita a
un contemporáneo de Shakespeare, Fulke
Greville:
O wearisome condition of humanity,
Born to one law and to another bound,
Vainly begot and yet forbidden vanity,
Created sick, commanded to be sound,
What meaneth nature by these diverse laws,
Passion and Reason, self-division’s cause.
 
Physis y nomos, que intercambian
papeles y honores de un pensador a otro
y a veces en uno mismo, es un tema re-
currente, no menos que la postulación
clásica, aristotélica, de  una armonía que
sabe encontrar el virtuoso.  Tanto physis
como nomos son vida de relación, pero se
les atribuyen modalidades distintas según
el papel otorgado al control por parte de
los otros, concedido o negado, bendecido
o maldecido, y según el énfasis puesto en
la autonomía  y en las capacidades propias
de desempeño.
Esta última expresión es claramente
rousseauniana. No es exactamente solip-
sismo, sino voluntad estoica de desempe-
ñarse lo mejor posible en el lugar que le
toca a uno dentro de la totalidad de la red
de conexiones. Basando su sentimiento
de existencia en sus forces propres, Emilio
sería capaz de salvarse de la  alienación en
una ávida e envidiosa vida social mutua-
mente instrumentalizadora. Un educador
omnisciente lo maneja y domina todas las
circunstancias, siendo él aparentemente
el único virtuoso y desprendido capaz de
hacer florecer la naturaleza sana. Es la pa-
ranoia en guerra contra la envidia y todas
las miserias de la existencia mixta. 
Sin embargo el atractivo del Emilio y
su influencia en los planteamientos muy
diferentes entre sí de Kant, Marx y Freud,
y en los movimientos de reformas peda-
gógicas (que son su mejor herencia) no se
debe meramente a que halaga la paranoia
en cada uno de nosotros.
La combinación de los ideales de vida
del ser-sí mismo, del afecto personalizado
y de la ciudadanía general, cada uno de
ellos tratando de curar la infelicidad gene-
rada por los otros dos, es todavía capaz de
mantener un gran interés.
Quisiera continuar, pero adelanto
este aborde. Quizás ya puede suscitar una
primera respuesta.
Mayo 3, 2009
***
Aquí
volvemos a
mi tema:
el sentido dramático de la condición
humana.
Creo que estamos de acuerdo en la-
mentar la visión difundida en casi todas
las escuelas psicoanalíticas según la cual
las dificultades y los conflictos anímicos se
deben sólo a la persistencia inoportuna de
angustias infantiles. Si logramos liberarnos
de tales restos de la infancia, entonces life
is so simple. La otra versión de la feliz sim-
plicidad que debería ser la de la vida es la
que encuentra en la sociedad o en poder
la culpa de la desgracia, pero esta manera
de pensar no proviene del psicoanálisis.
Para ti como para mi ha sido en cam-
bio evidente que la condición humana
implica de suyo exigencias muy difíciles,
un campo de tensiones internas que
sin embargo no queremos quitarnos de
encima, y con nosotros estaba toda una
cultura milenaria con la cual es solidaria
también una buena parte del pensamiento
psicoanalítico. Por más que Freud pueda
no representar para mi lo mismo que para
ti, se me hizo evidente poco a poco que
en el centro de su pensamiento está el
sentido dramático de la condición huma-
na, que él piensa sucesivamente a través
de una serie de enfrentamientos duales: el
principios del placer y el principio de rea-
lidad, las pulsiones yoicas y las genitales

(Las pulsiones y su destino), la vida pulsional
y las igualmente irrenunciables exigencias
de la civilización, y finalmente el impulso
de vida, que no rehúye las complicaciones
que la vida implica y crea, y el impulso de
muerte que busca el placer de la descarga
de toda tensión.
En la frase yidish s’iz shver tsu zain a
mensh [es duro ser humano} encuentro
expresada todo el sentimiento vital de
Freud. En Melanie Klein encuentras
la igualmente necesaria tensión entre
disociación e integración. Ahora bien,
si se tiene presente esto, que para llevar
una vida humana hace falta una difícil
superposición de capacidades aprendidas
y reaprendidas, entonces cabe rescatar
también al casi proscrito enfoque que
han desarrollado los psicoanalistas insta-
lados en los EEUU, que trataron de dar
cuenta de lo que constituye la fuerza de
una persona. Así distinguió Erikson las
sucesivas conquistas, comenzando con la
confianza que adquiere el lactante, y que
pasa por las competencias que va adqui-
riendo. Se trata de una renovada teoría
de las virtudes que resulta ineludible en
vista de poder dar cuenta de los recursos
con las cuales debemos contar, así como
de las satisfacciones fundamentales que
le dan gusto a la vida. Ellos no cayeron
en el error megalómano de pensar que se
trata de capacidades de desempeño para
las cuales el mundo es sólo un objeto para
ser trabajado y del cual disponemos con
nuestras habilidades. El yo no es para ellos
el centro del mundo, así como es absurdo
decir que lo es para la tradición huma-
nística, ya que esta tiene por el contrario
en la comicidad de las contradicciones
y desubicaciones que afloran siempre en
nosotros un tema preferido. Por esto Erik-
son parte de la adquisición de confianza,
no tanto en nuestras propias fuerzas, sino
en que el mundo, aun bruto como es, es
el lugar apropiado para nosotros.
Tu entendiste bien que trato de ver las
relaciones (interpersonales) en la esfera
más amplia de los intercambios con el
mundo, ante todo cuando estos presupo-
nen que se atienda la realidad particular de
las cosas. Desde niño nos fascinaba ver al
mecánico poniendo el oído a la máquina,
cómo el médico al pecho. Recientemente
algunos filósofos, ante todo McDowell,
han hablado de ser responsive, dando nue-
va vida a una palabra antigua del inglés.
Rorty se extrañó: “¿Cómo se puede ser
responsive to the world? Hay responsabilidad
sólo ante los otros”.
Pero se trata de darse cuenta que la
responsabilidad se forma sobre el terreno
más amplio de las formas de vida atentas y
respondientes.
Corto aquí y seguiré.
Mayo 10, 2009
La libertad de la voluntad
Se plantea primero la cuestión: en qué ha de consistir
la libertad de la voluntad, a qué apuntamos con esta ex-
presión, qué diferencias nos interesan y han de ser desta-
cadas con ella. Searle la encuentra en la elección en la cual
nos encontramos indecisos, es decir en la cual no encon-
tramos motivos decisivos a favor de una de las posibilida-
des; así en su ejemplo de la elección entre ternera y carne
da vaca. El ve la libre elección allí donde se presenta una
laguna entre los motivos por una parte (una predilección
ya existente o una reflexión racional) y la decisión efectiva
por otra.
¿Significa esto que somos menos libres cuando obra-
mos con buenas razones, cuyo conocimiento hace que
nuestros amigos pueden muy bien predecir nuestra deci-
sión?
Curiosamente Searle parece entender la libertad como
liberum arbitrium indifferentiae, así como Buridan con el
ejemplo del asno que está ubicado equidistante de dos
montículos de heno (se trata probablemente de un chiste
estudiantil de la edad media). Mientras nosotros tenemos
la capacidad de dirigirnos sin ninguna razón particular
hacia uno de los dos, el asno se moriría inmóvil de ham-
bre, ya que ninguno de los dos montículos tiene nada
que lo atraiga más que el otro. En realidad esta imagen es
apropiada para mostrar intuitivamente la ineptitud de esta
concepción: el asno no es menos capaz que nosotros para
dirigirse por un mecanismo interno ya a la derecha, ya a
la izquierda, así como un hombre o un animal se acuesta
a dormir una vez sobre el costado derecho y otra noche
sobre el izquierdo.
La concepción opuesta, que encuentra la libertad de
la voluntad en la libre formación de un juicio es la predomi-
nante, y un juicio (o apreciación) encierra la presunción
de ser objetivamente apropiado. Esto quería decir ‘liberum
arbitrium’: liberum de voluntate iuditium. La decisión atro-
pellada es considerada por Tomás de Aquino como un
defecto de la libertad, y así también Descartes en la Cuarta
Meditación: “Pues para que yo sea libre no hace falta que
sea indiferente al elegir uno u otro de los dos contrarios;
más bien cuanto más me inclino hacia uno, sea porque
conozco con evidencia que el bien y lo verdadero se en-
cuentra allí, sea porque Dios ha dispuesto así el interior de
mi pensamiento, tanto más libremente hago mi escogen-
cia y la abrazo...”.
Cuando consideramos de este modo la libertad de la
voluntad como la capacidad para la formación adecuada
de un juicio y para la acción correspondiente, esto no sig-
nifica que nos consideramos como libres sólo cuando nos
ponemos a reflexionar. Cuando manejamos el automóvil
de manera atenta y apropiada, sin plantearnos ninguna
cuestión y sin reflexionar, no procedemos de manera me-
nos libre, y así en cualquier trabajo. Debe darse la posibi-
lidad de una reflexión que hiciera falta, pero toda acción
y todo ejercicio de nuestras facultades requieren un saber
hacer del cual no podemos dar totalmente razón y cuenta.
Sin reflexión obramos a la corta o a la larga muy mal, pero
sin una capacitación que llegó a ser habitual no obramos
en absoluto.
Esos dos componentes pertenecen a nuestra noción de
libertad. Los unos pueden ver en la libertad más bien la
acción desinhibida de un impulso interno, los otros la ven
Ezra Heymann
Tributo a Ezra Heymann (40)
por el contrario en el autodominio racional, pero en rea-
lidad encontramos en casi todos un doble discurso. Kant,
quien más que nadie vincula la libertad con la razón,
habla de “la imaginación en su libertad”, del libre creci-
miento, y aun de la libre cristalización. Y efectivamente,
consideramos como una carencia de libertad interior tanto
la ciega pulsión que excluye toda reflexión, como un pen-
samiento que se impone contra el sentimiento interior.
Sólo la comunicación entre diversas instancias y diversos
puntos de vista justifica hablar de libertad.
No basta que el fundamento de la decisión sea inter-
no. La idea de libertad requiere que la instancia interior
no sea rígida sino capaz de aprendizaje, esto es que pueda
revisar y mejorar su proceder en vista del acierto y de lo
apropiado de sus decisiones. A fin de cuentas es esta la
parte de racionalidad en el concepto de libertad.
Pero me parece que lo esencial no comienza con la
racionalidad. Tan pronto que nos damos cuenta que la
libertad de la voluntad presupone la capacidad de un or-
ganismo para un comportamiento adecuado al ambiente,
una capacidad que la voluntad no puede crear, sino sólo
aprovechar, notamos también que el ejercicio de capaci-
dades orgánicas puede realizarse de manera más libre y
armónica, o más espasmódica y desacordada, es decir mal
coordinada. ¿No será entonces apropiado ver en lo que
se llama “libertad de la voluntad” más bien un aspecto
más de una coordinación orgánica desarrollada y capaz de
previsión?
La tesis acerca de la incompatibilidad entre la libre
voluntad y el mecanismo natural (de cualquier manera
que éste sea concebido) que Searle defiende, olvida que
partimos del hecho de que todo organismo está capa-
citado, mediante sus procesos físico-químico, para un
comportamiento interna y externamente apropiado, y que
en ello puede funcionar mejor o peor. El ser animal no es
simplemente lo que es, sino que aprende y mejora su des-
empeño, y nadie duda que la regulación se logra mediante
el sistema nervioso comenzando con las coordinaciones
senso-motoras.
No se trata en ello sólo de autoconservación. Los lo-
gros cognoscitivos y afectivos, y con éstos también las acti-
vidades éticas, estéticas y aun las religiosas, pertenecen a
las relaciones que el ser vivo, en este caso el humano, bus-
ca establecer con el mundo, con los congéneres y consigo
mismo. Lo que oscuramente llamamos “voluntad” es un
nivel más (casi diría un circuito más, pero de esto entien-
do muy poco) en el ejercicio de estas coordinaciones.
Cuando la voluntad se separa de la movilidad de la
comprensión y del sentimiento, entonces hablamos de
obsesión, es decir nos consideramos menos libres en
nuestra vida. En inglés se califica como wilfull la voluntad
insuficientemente conectada con el conocimiento y la
afectividad, así como en el otro extremo se llama wanton
un comportamiento impulsivo falto de todo control. En
los dos extremos llama la atención una peculiar pobreza
afectiva, una carencia de diferenciación emocional del
mundo -de los seres humanos, de las cosas y de las situa-
ciones- carencia de una diferenciación que no proviene
de decisiones, sino que les da su sentido a éstas.
E.H.
diciembre de 2018 / 415 / 17

La pintura flamenca del Renacimiento forma parte de una
revolución en la mentalidad: la vida en la tierra merece ser
observada y representada por sí misma. Se ha escuchado la
sentencia de Occam: lo visible ya no está sólo al servicio
de lo inteligible.
En un primer momento este descu-
brimiento del mundo de lo humano no
adquirió la forma de una ruptura con lo
divino. Cuando Campin representa a la
Virgen sentada en un interior flamenco
de la época, sólo firma la humanidad
de lo divino, y en consecuencia la om-
nipresencia de la revelación cristiana.
Cuando Durero, en su Autorretrato del
último año del siglo, se representa con
la pose, incluso con los rasgos, de Cris-
to, no está blasfemando, no pretende
que se le adore como a Dios, sino que
sugiere que el hombre debe hacer todo
lo posible por parecerse a Cristo.
Ciento cincuenta años después
Pieter de Hooch participará no ya de la
humanización de lo divino, sino de la
divinización de lo humano. Ya no pin-
tará a Vírgenes que se parecen a muje-
res corrientes, sino que transformará a
una simple madre, sentada junto a la
chimenea con su bebé, en una nueva
Madona. A consecuencia de ello Dios
podrá abandonar los cuadros, incluso
como alusión, y dejarlos para uso ex-
clusivo de los hombres.
El sentido de esta pintura no es hacer re-
nacer lo antiguo, sino descubrir lo humano.
Por eso forma parte del advenimiento
del humanismo.
LA INDIVIDULIDAD DE LO
REPRESENTADO
Así empieza, a principios del siglo
xv, un nuevo período de las artes vi-
suales en Europa occidental que ahora
sabemos que concluyó hacia finales del
FUENTE: “Elogio del individuo.
Ensayo sobre la pintura flamenca del
Renacimiento” Por Tzvetan Todorov. Ed.
Galaxia Gutenberg, Barcelona
18 / 415 / diciembre de 2018
Serie: Alteridades (LCVIII)
siglo XIX, un período que podríamos
calificar con la expresión, empleándola
en su sentido más general, de «arte
representativo»; es decir, un arte que
aspira ante todo a mostrar lo visible (a
«imitar la naturaleza», como se decía en
otros tiempos).
La pintura flamenca en concreto ha
introducido en la historia de la imagen
una práctica que se distingue cuando
menos por tres características: la indivi-
dualidad de lo representado (el pintor
no representa signos abstractos, sino
un establo determinado, una hilera de
árboles —a una hora del día, en una
estación del año—, un rostro concreto,
con su barba de tres días); la indivi-
dualidad de quien representa (se trata
de una persona singular que mira ese
paisaje, ese interior, desde un punto de
vista único, y que reivindica esa unici-
dad); y en tercer lugar, el simbolismo
de las imágenes, representación fiel de
lo visible y a la vez sentido que com-
parten el pintor y los espectadores.
No cabe duda de que en el curso
de una historia que dura casi medio
milenio, estas características sufrirán
variaciones y mostrarán especificidades.
No obstante, nunca se las pondrá en
cuestión de forma radical.
La individualidad de lo representa-
do implica que en la imagen se mues-
tre un lugar único en un momento
concreto del tiempo. Pero la presencia
de ese lugar concreto no impide que
la pintura pueda oscilar entre un polo
más realista, característico sobre todo
de la pintura del norte, flamenca,
alemana y holandesa, y un polo más
«idealista», que impera en la pintura
del sur, la italiana y la francesa. Pueden
observarse variaciones en el propio
seno de la pintura flamenca, incluso de
un mismo taller. Los paisajes de Rogier
Testimonio de la pintura
Nacimient
van der Weyden tienden a parecerse, a
cristalizarse en un paisaje ideal; lo que
vemos en la parte superior derecha de
la Natividad de Campin no deja de
sorprendernos por su individualidad;
lo mismo sucede en el caso de los
rostros de los retratos de los diferentes
pintores. Cabe añadir que el paisaje, la
naturaleza muerta y el retrato son géne-
ros destinados a prosperar en los siglos
siguientes, aunque siempre implican la
individualidad del objeto representado.
Asimismo, la unicidad del tiempo
no hace sino reforzarse.
En un principio la evolución es
lenta. Paul de Limbourg introdujo las
sombras en su pintura, y sus personajes
aparecen representados a determinada
hora del día (o de la noche), pero sus
contemporáneos y algunos pintores de
las generaciones siguientes no se deci-
den a pintar sólo lo que puede verse en
un momento determinado. Así, Rogier
van der Weyden no ve el menor incon-
veniente en mostrarnos varias veces en
una única imagen al mismo personaje
llevando a cabo dos actividades sucesi-
vas. Lo mismo hace Dierick Bouts.
Los retratos de los pintores fla-
mencos extraen a sus modelos del
curso temporal y, en un principio, del
espacio concreto. Nos muestran la
inmutable identidad de los individuos.
Los pintores de los siglos siguientes
aspirarán a ello con cada vez menor
frecuencia.
Mucho después los impresionistas
se dedicarán a pintar series de cuadros
que muestran el mismo lugar —una
catedral, una calle, una montaña— a
todas las horas del día, en todas las
estaciones el año. Claude Monet dirá
que pretende «plasmar mis impresiones
ante los efectos más fugitivos».
La individualidad de quien repre-
senta —el pintor-— se pone de manifies-
to ante todo en la estructura óptica de
la imagen, dado que ésta nos muestra
un segmento del mundo observado
desde su punto de vista particular por
medio de eso que llamamos «perspec-
tiva»; aunque al principio ésta va a
tientas, enseguida llegará a ser rigurosa
(antes en los italianos que en los fla-
mencos). A diferencia. del artista me-
dieval, el pintor del Renacimiento no
representa a las personas, los objetos
y los lugares tal como deben ser y en
lo absoluto, sino tal como los ve. Por
esta razón la Virgen amamantando y el
San Jerónímo de Van Eyck (o de un dis-
cípulo suyo) ponen de manifiesto un
cambio radical: al no pintar la habita-
ción íntegramente, ni una de sus partes
reales, sino sólo el fragmento accesible
a su visión, es decir, la visión de un
individuo colocado en un punto úni-
co, en un momento concreto, el artista
afirma su propia presencia.
El arte representativo en general
seguirá esta convención.
El hecho de que el creador reivindi-
que su cuadro es una segunda manera
de insistir en la individualidad del pin-
tor. En este sentido Van Eyck es el gran
pionero, aun cuando tuvo también
precursores. Ya hemos visto que suele
anotar su nombre, e incluso su lema.
Duplica además esa firma representán-
dose en el reflejo de un espejo o de una
superficie pulida. Otros pintarán su
autorretrato dentro del cuadro otorgan-
do sus rasgos a un personaje un poco
retirado que mira directamente al es-
pectador. Estos procedimientos concre-
tos no crean escuela. Por el contrario,
firmar la obra pasará a ser condición
necesaria, ya que esa firma autentifica
el cuadro y garantiza la propiedad del
autor, y en consecuencia, los beneficios
materiales que el artista obtiene de él.
Una tercera forma de afirmación
del individuo consiste en no someterse
a la tradición imperante. Hemos visto
que, a principios del siglo xv, en el
contexto de fuerte competencia que era
propio de los iluminadores que traba-
jaban para los amantes de los libros
hermosos, la innovación era un arma
eficaz. Jacquernart de Hesdin, Jacques
Coene y Paul de Limbourg pretenden
ganarse la generosidad de los mecenas
introduciendo en sus iluminaciones lo
que los competidores no saben o no
se atreven a introducir. Cuando Juan
de Berry empieza a favorecer a Paul de
Limbourg en detrimento de cualquier
otro iluminador, deja bien claro que
prefiere a un pintor individual, no a
un mero representante de la tradición.

to del individuo
Lo mismo sucede en el caso de Felipe
el Bueno, que procura que Van Eyck
permanezca a su servicio. Ello implica
que esos mecenas formulan un juicio
propiamente estético al respecto de las
obras de sus pintores. Alessandro Sfor-
za viaja a Bruselas para que Rogier van
der Weyden pinte su retrato, lo cual
significa que reconoce la excepcional
calidad de este pintor, y que lo prefiere
a cualquier otro.
Durero lo dirá con contundencia
medio siglo después: el artista dota-
do de genio puede «hacer brotar y
conseguir cada día formas nuevas de
seres humanos y de otras criaturas que
nadie antes había visto ni imaginado».
Es imposible que Campin no supiera
que estaba innovando con respecto a
Limbourg, como Van Eyck y Van der
Weyden con respecto a Campin. Y
pese a que todavía existen controver-
sias en cuanto a las atribuciones, hoy
en día no dudamos en reconocer la
gran personalidad de cada uno de estos
pintores.
MANTENIMIENTO DEL
SIMBOLISMO
La necesidad de desmarcarse de los
predecesores y de afirmar así la propia
originalidad se intensificará con el
tiempo, en especial en el siglo xix, por
más que la tendencia contraria —fide-
lidad a la tradición, imitación de los
grandes maestros, academicismo— no
deje de tener fuerza, ya que es la que
apoyan las instituciones. Poco a poco
la originalidad llegará a ser una cuali-
dad indispensable. En consecuencia, la
duración de cada estilo —o moda- irá
reduciéndose.
No obstante, esta búsqueda de ori-
ginalidad se mantiene en un marco que
todos reconocen tácitamente: el de la
representación de lo visible, la pintura
de un objeto individual a cargo de un
artista individual. Las innovaciones
atañen a la manera de realizar un pro-
grama que sigue siendo común, no al
programa en sí.
En último lugar, a lo largo de todo
este período se mantiene el carácter
«simbólico» de las imágenes en el cua-
Tzvetan Todorov
dro. No son ni «alegóricas», es decir, no siones, aunque no siempre, la vanidad. (la flor de lis para la pureza, etc.), y
están al servicio exclusivo del sentido, Cuando Memling pinta, probablemen- además en el jarrón aparece grabado el
ni «literales», pura representación de lo te por primera vez en la historia, una monograma de Cristo, «yhs». Sabemos
visible sin ir más allá. Se sitúan entre tabla que representa un ramo de flores que los incontables ramos de flores
ambas, reproducen los rasgos particu- en un jarrón (detrás de un retrato, en la que se pintaron después perdieron toda
lares de los objetos y a la vez sugieren colección Thyssen-Bornemisza), sigue relación con un significado concreto.
un segundo sentido. Participan a la vez cumpliendo las reglas del simbolismo: Algunos pintores consiguen insuflar
de la denotación y de la connotación, las flores son reales, están en una habi- tal intensidad a la representación del
como dicen algunas veces los lingüis- tación concreta, pero las ha elegido en mundo, que al ver sus cuadros dejamos
tas. Esta existencia de un sentido fijo función de su significado convencional de pensar en éste y, con más razón
vinculado a las imágenes
está condicionada por
la de un marco mental
común que es producto
tanto del dogma religio-
so como de las tradicio-
nes profanas.
Aunque nunca desa-
parece del todo durante
este período, el simbo-
lismo de las imágenes
será menoscabado en
determinados géneros,
por determinados pin-
tores y en determinados
momentos. Conservará
su fuerza en la pintura
«histórica», la que toma
los temas de las Escritu-
ras, de la mitología o de
la historia. También se
mantendrá en la pintura
de género, que durante
mucho tiempo seguirá
teniendo una dimensión
didáctica. En este caso
es difícil evitar que surja
el sentido más allá de la
imagen. Representar a
seres humanos interac-
cionando provoca inevi-
tablemente asociaciones
en los espectadores.
La situación está mu-
cho menos clara en los
retratos, que se considera
que deben mostrar lo
individual, no ilustrar
categorías. Un paisaje
pintado puede sugerir
una atmósfera o puede
limitarse a reproducir un
conjunto de formas. Una
naturaleza muerta sim- Freud
boliza en algunas oca-
diciembre de 2018 / 415 / 19

todavía, en lo que significan los objetos
o las personas representados, y sólo
vemos en ellos la pintura en sí. Hemos
visto que éste era el caso de Van Eyck.
Experimentamos esa misma sensación
ante los cuadros de Vermeer, cuyos
temas son sin embargo los mismos que
los de sus contemporáneos Terborch,
De Hooch y Metsu. Lo que sucede es
que los demás hablan del mundo, y en
consecuencia nos transmiten un men-
saje determinado («elogio de lo cotidia-
no»), mientras que él nos obliga a ver
ante todo un cuadro, o mejor, como
decía el antiguo comentarista de Van
Eyck, el arte de pintar en sí.
HACIA EL ARTE
REPRESENTATIVO
Constatamos pues que el arte rea-
lista evoluciona hacia el debilitamiento
de la dimensión simbólica, aspira a la
denotación sin connotación. A ello
contribuye sin duda el cuestionamien-
Alteridades
Últimos artículos publicados
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(LCV) Matan a las mujeres. (Patricia
Ortega Dolz, Nº 407)
(LCVI) Penes y penas. (Ana Teitelbaum,
Nº 408)
(LCVI) Sexo y género. (Steven Arthur
Pinker, Nº 411)
(LCVII) Informe acerca de la monstruosa
naturaleza sexual de los hombres y
el ajuste de cuentas que ella genera.
(Stephen Marche, Nº 414)
20 / 415 / diciembre de 2018
to del marco de pensamiento único
vinculado a las revoluciones del siglo
XVIII. En ausencia de ese marco, se
corre el riesgo de que las alusiones
que contienen los cuadros no puedan
descifrarse. Esta opción queda especial-
mente clara en el caso de los impresio-
nistas, que afirman atenerse a la mera
representación de lo visible. No es ca-
sualidad que los títulos de sus cuadros
incluyan a menudo la palabra «efecto»:
«efecto de nieve», «efecto de niebla».
Incluso cuando pinta un objeto pro-
visto de un claro significado colectivo,
como una locomotora, símbolo del
mecanicismo moderno, a Monet sólo
le interesa el «efecto de Vapor».
La reacción de los impresionistas
ante los primeros pintores simbolistas es
reveladora: no entienden que se quiera
volver a introducir el sentido, dado que
su objetivo era reducirlo a su mínima
expresión. «Nos remite a lo incompren-
sible —exclama Édouard Manet al ver
los cuadros de Gustave Moreau—, cuan-
do lo que nosotros queremos es que
todo se entienda.» En otras palabras: se
vuelve a introducir la interpretación en
un lugar en el que lo único que debería
haber es representación.
Así pues, está claro que el «arte re-
presentativo» corresponde a una «edad
de los individuos». Lo que identifica
a ese arte es precisamente haber in-
troducido al individuo en la imagen,
como objeto y a la vez como sujeto
de la representación, y la naturaleza
simbólica del sentido que permite esta
individualización. En consecuencia, la
individualización no sólo transformó
el pensamiento filosófico y político,
las estructuras familiares y sociales,
Torres García
las maneras de ser y de creer, sino que
también modificó las formas artísticas.
Descubrir las sombras que proyectan
los objetos, el deterioro del cuerpo
debido al paso del tiempo o la perspec-
tiva que organiza el espacio desde el
punto de vista de un observador, forma
parte de la misma tendencia que hace
que los estados pasen de la teocracia a
la democracia.
La pintura representativa es siempre un
elogio de lo que muestra (en caso contrario
no se interesaría por ello). Así pues,
introducir al individuo en el cuadro
significa también elogiarlo. ¿Quiere eso
decir que todo individuo representado
es digno de elogio? ¿Es preciso mante-
ner la ilusión de que todos los hombres
son bellos y buenos? Por supuesto
que no. Lo que adquiere valor es la
categoría de la individualidad en sí, no
una encarnación u otra de la misma. El
individuo merece existir por sí mismo,
que se le muestre en la pintura, porque
en adelante vive en un mundo propia-
mente humano. Dios no es más que
el resultado de una vía personal hacia
la espiritualidad, no la justificación de
este mundo. En este sentido, el retrato
del Renacimiento, tal como aparece en
los pintores flamencos, forma parte de
la nueva filosofía humanista, que afir-
ma la autonomía del yo (el derecho que
tiene el pintor a hacer de su cuadro la
imagen de lo que quiere) y a la vez la fi-
nalidad del tú (representar a un hombre
por lo que es, no por lo que significa o
ilustra).
INGRESO DEL ARTE MODERNO:
LO ABSTRACTO
Aunque con variantes, estas grandes
características del «arte representativo»
se mantienen durante casi cinco siglos,
desde Campin hasta Cézanne. Inicia-
do el siglo xx entramos en un nuevo
período que solemos designar con la
expresión «arte moderno». Escribimos
la historia de tal modo, que nos da la
impresión de que se ha producido una
evolución lineal en la que va cuestio-
nándose y constriñéndose el sentido de
forma progresiva.
En el arte representativo el cuadro
habla del mundo visible. En el arte
abstracto el cuadro habla (pero no sa-
bemos de qué exactamente). En el arte
conceptual se habla (pero ya no hay
cuadro). En realidad la perspectiva que
nos ofrecen los cien años transcurridos
desde el inicio de esta transformación
nos permite ver que esa evolución es
ilusoria.
El arte representativo está bien lejos
de haber desaparecido, y las prácticas
artísticas en cuestión son simultáneas,
no sucesivas. Wassily Kandinsky, Mar-
cel Duchamp y Pierre Bonnard son
casi contemporáneos, como lo son
también Jackson Pollock, Andy Warhol
y Andrew Wyeth. Además, algunos
de los pintores más famosos, como
Pablo Picasso, han trabajado de forma
sucesiva, incluso simultánea, diferentes
formas artísticas.
Por más que los teóricos de una u
otra escuela vanguardista pensaran lo
contrario, lo característico de la pintura
del siglo xx reside no en que una nueva
norma sustituya la anterior, sino en que
coexisten varias normas radicalmente di-
ferentes. Esta tendencia va de la mano
de la cada vez mayor presencia en el
mundo occidental de artes lejanas que
a su vez ejercen gran influencia (es-
tampas japonesas, máscaras africanas,
caligrafías chinas), así como de artes del
pasado, que el museo y las técnicas de
reproducción nos han acercado.
Lo que ha marcado el siglo xx no
es la modernidad, sino el pluralismo.
No por ello es menos cierto que la
novedad procede del arte llamado
moderno, y que por lo tanto es preciso
preguntarse por su relación con el arte
representativo.
¿Cuáles pasan a ser los grandes rasgos
del arte representativo en el arte moderno?
De entrada desaparece lo repre-
sentado individual. El cuadro ya no
es una ventana abierta al mundo, la
huella de lo que ve el ojo. Puede ser
visto (cuando menos en la variante
«arte abstracto»), pero ya no ve. Esta
desaparición se manifiesta en diferentes
grados y matices que los amantes del
arte conocen (lo cual permite distinguir
los diferentes movimientos y escuelas:
Cubismo, Blaue Reiter, expresionismo,
surrealismo y demás); pero la tendencia
general es indiscutible. Desde este pun-
to de vista, como había observado ya
Wilhelm Worringer, en el arte europeo
la abstracción alterna con la «empatía»,
y el principio del período moderno
está en consonancia con la época de
Constantino y de Teodosio.
La situación del pintor como indivi-
duo es más compleja. Por una parte, al
haber desaparecido la representación,
desaparece también el punto de vis-
ta desde el cual el artista observaba el
mundo. Ya no tiene sentido hablar de
perspectiva. Pero por otro lado, se su-
braya más que nunca la individualidad
del creador. Ante todo, por la creciente
exigencia de originalidad; y acto segui-

do porque, al desaparecer la obra en sí
(en el arte conceptual), es indispensable
la identidad del artista para obtener
reconocimiento público. Mientras que
en ciertos aspectos el arte moderno del
siglo xx se acerca al de la Edad Media
(la pintura ya no representa el mundo
en su individualidad), en otros es exac-
tamente su contrario: al anonimato del
artista de antaño se opone el estrellazgo
casi necesario de hoy en día, cuando el
artista debe exponerse a sí mismo para
que se tenga en cuenta su arte.
Por lo demás, el segundo sentido
vinculado a las imágenes en sí no des-
aparece, ni siquiera cuando lo hacen
las propias imágenes o su dimensión
representativa. Desde este punto de
vista, el arte moderno, en especial en
su variante «conceptual», se aproxi-
ma al modo alegórico de la pintura
medieval, y en los cuadros vuelven a
aparecer palabras, a la manera de las
antiguas filacterias. No obstante, ya no
existe contexto común, que permitía
que se identificara automáticamente el
sentido. Nada ha ocupado el lugar del
marco de pensamiento único que pro-
porcionaban la religión cristiana y las
tradiciones profanas. La consecuencia
de ello es la proliferación de la crítica:
el artista o sus exegetas deben indicar
en un texto, una glosa visible, un pró-
logo en el catálogo o un artículo que se
publique simultáneamente el sentido
que hay que otorgar a su obra (o al
gesto que la suplanta).
La confrontación del arte repre-
sentativo con el que le siguió en el
siglo xx permite ver con claridad una
de sus características, que en otro caso
habría pasado inadvertida. Se trata de
que los individuos (objetos, sujetos o
destinatarios de la pintura) en absoluto
son solitarios, mónadas aisladas unas
de otras que viven en autarquía; todo
lo contrario: aquí la subjetividad surge
en el seno de la intersubjetividad. Los
pintores introducen en sus cuadros
lo individual y se comportan como
individuos, pero no por eso renuncian
al sentido común (las imágenes siguen
celebrando la fe cristiana) y al mundo
común (muestran objetos, personas
y lugares que todo el mundo puede
reconocer). La perspectiva nos muestra
el mundo que ve un individuo, pero
todos comparten la misma regla de la
perspectiva.
Hemos visto ya que los autores de
la época son sensibles a esta dualidad
individuo—colectividad. Cada cual se
forma una imagen diferente de Dios,
decía Nicolás de Cusa, pero
J. M. Ferrari
también «todos los rostros son
imágenes de tu rostro irreductible»; «la
visión absoluta está en toda mirada».
Y Chastellain alababa a Carlos VII
porque reunía a las individualidades
más diversas para ponerlas al servicio
de un solo objetivo: su propia gloria.
De alguna manera también es éste el
sentido de la autonomía individual que
empieza a imperar en esta época: no
se trata de rechazar toda ley común,
sino de participar personalmente en su
formulación.
Las diferencias entre un pintor y
otro permanecían en el seno de una
tradición compartida, y las innova-
ciones frente a las maneras de pintar
del pasado no ponían en cuestión la
existencia de un mundo común a los
artistas y a los espectadores, un mundo
que los cuadros representaban. Incluso
cuando, a mediados del siglo XIX, es
ya imposible aludir a un marco mental
idéntico, el objeto de la percepción
sigue siendo un territorio que compar-
ten unos y otros. El Sol naciente de
Monet, por muy revolucionario que
pueda ser con respecto a la pin-
tura anterior, alude sin embargo
a una experiencia que cuando menos
puede compartirse: la de ver cómo
sale el sol por encima del agua. El arte
Concepciones del mundo
Si contemplamos obras de la pintura eu-
ropea en orden cronológico, no tardamos en
darnos cuenta de que las diferencias entre
ellas son de origen diverso: algunas respon-
den al tema que tratan; otras, al talante de los
pintores; y otras más, a las innovaciones téc-
nicas que han ido sobreviniendo con el paso
del tiempo. Encontramos también diferencias
que tienen que ver con la moda: un color o un
motivo se convierten en especialmente popu-
lares, y todo pintor se dispone a reaccionar
ante esa moda, ya sea para adoptarla, ya para
rechazarla.
Otros cambios responden a auténticas
transformaciones en el modo de vivir y de
pensar y aquí tratamos de una de ellas.
Relacionar las concepciones del mundo
con las formas
pictóricas implica afirmar que la pintura
está formada no sólo por imágenes, sino tam-
bién por ideas; o mejor, que las unas jamás se
dan sin las otras. Un cuadro debe no sólo ver-
se, sino también entenderse o, si se prefiere,
leerse. Siempre lo hemos sabido. Boccaccio,
parafraseando un dicho antiguo, comenta que
la pintura de Giotto no sólo alegra la vista de
los ignorantes, sino que también regocija el
entendimiento de los sabios.
Pero ¿dónde está el sentido de las imáge-
nes? En la actualidad la crítica de la pintura
clásica suele dividirse en dos grandes grupos.
Uno de ellos está formado por los que buscan
representativo pone de manifiesto
que elogiar al individuo no conlleva
necesariamente la desaparición de la
comunidad.
Desde este punto de vista, la exis-
tencia de retratos es significativa, por-
que el retrato es la manifestación no
de una sola sino de dos subjetividades.
Los burgueses flamencos que eligen a
Campin para que les pinte su retrato, o
el sentido de todo ser, objeto o detalle que po-
demos ver en el cuadro, y lo encuentran con-
sultando bibliografía de la época, los escritos
de teólogos y filósofos, de historiadores y de
poetas.A este método de descifrar lo llamar-
nos «iconología».
Los del segundo grupo describen las rela-
ciones recíprocas entre las formas visibles, de
ahí que no les interese la interpretación sim-
bólica; llevan a cabo más bien un «análisis
formal». Sin embargo, también puede suce-
der —algunos críticos han adoptado esta vía,
aunque con menos frecuencia- que se busque
el sentido no de los objetos representados,
sino de la manera de pintar. Es en este punto
donde las correlaciones con la manera de vi-
vir y de pensar son más elocuentes.
Relacionar categorías aparentemente au-
tónomas permite
entender mejor cada una de ellas. No se
trata de explicar la historia de las imágenes a
partir de la historia de la sociedad o de la del
pensamiento. Ni las infraestructuras econó-
micas ni las ideas determinan superestructu-
ras artísticas. Los diferentes niveles en la vida
de una sociedad se condicionan mutuamente,
de modo que es imposible dividirlos en cau-
sas puras y efectos puros. Pero eso no implica
que debamos pasar por alto esas relaciones,
ya que ellas son las que nos conducen más di-
rectamente hacia el sentido de las imágenes.
En un momento de la historia de la pin-
diciembre de 2018 /
Alessandro Sforza, que viaja a Bruselas
para que Rogier pinte el suyo, preten-
den dejar una huella de su propia indi-
vidualidad y a la vez captar una parte
de la del pintor, por no hablar de los
demás individuos, posibles espectado-
res y admiradores. La afirmación del
individuo tiene lugar en el seno de
un espacio que sigue siendo común.
tura europea se introducen individuos en las
imágenes. No se trata de seres humanos en
general, ni de encarnaciones de una u otra ca-
tegoría moral o social, sino de personas con-
creta provistas de nombre y de biografía (que
en la actualidad a veces desconocemos). En
otras palabras, es entonces cuando surge el
género del retrato. En los cuadros vemos ya
no a personajes que pueden ser reducidos a
un esquema, que funcionan cual signos, sino
a seres normales y corrientes con los que in-
cluso podríamos encontrarnos a diario al salir
de casa. Esta revolución tiene lugar a princi-
pios del siglo xv, con mucha más evidencia
en el norte de Europa, en territorios entonces
vinculados a Francia, y más concretamente
en uno determinado, el ducado de Borgoña,
que en esos momentos ha adquirido una con-
siderable autonomía. Como la mayor parte
de los pintores que se adscriben a este mo-
vimiento proceden de una sola región, Flan-
des, decimos que sus obras pertenecen al arte
flamenco.
En estos cuadros vemos a las primeras
personas que se parecen a nosotros, aunque
los rostros de nuestros contemporáneos difí-
cilmente posean ese grado de concentración,
de interioridad intensa que parecen compartir
nuestros antepasados lejanos. Aquí es donde
se produce el descubrimiento del individuo,
lo que también quiere decir que es aquí don-
de oiremos su primer elogio.
T. T
415 / 21
 LA REPRESENTACION QUE VIVE
Y ESPERA
El llamamiento de los inicios del
arte representativo, el
descubrimiento del individuo en la
pintura flamenca del siglo xv, sugiere
además otra enseñanza. Apenas afirma-
dos por Campin, los principios de este
arte nuevo se encuentran superados
en las obras de Van Eyck. En lugar de
mostrar el mundo, la pintura de este
último nos permite contemplar la pin-
tura como tal. No obstante, Van Eyck
no deja de pintar a personas, objetos,
habitaciones e iglesias. A finales del
siglo XIX algunos pintores parecen
darse cuenta de que, al fin y al cabo,
el cuadro sólo nos muestra un cuadro,
y lo dicen. Paul Cézanne aconseja a
los jóvenes pintores que observen la
naturaleza y descubran en ella las esfe-
ras, los conos y los cilindros que están
disimulados. Y Maurice Denis invita a
los espectadores a ver que «un cuadro,
más que un caballo de batalla, una
mujer desnuda o cualquier anécdota,
es básicamente una superficie plana
cubierta de colores distribuidos con
cierto orden». Pero no por eso Cézanne
deja de pintar la montaña Sainte-Vic-
torie, manzanas o retratos, en lugar de
formas geométricas puras, y tampoco
Denis se limitará a mostrar superficies
y colores.
Sin embargo, parece como si mu-
chos de sus discípulos y sucesores hu-
bieran tomado estas sugerencias al pie
de la letra y hubieran transformado la
pintura en un poner de manifiesto su
propia condición: formas y colores en
un soporte, incluso el simple gesto de
exponer(se).
No obstante, cuando observamos
estas obras, cuando conocemos estas an-
tiobras, no siempre nos da la impresión
de captar la verdad de la pintura. Más
bien diríamos que se ha omitido o que
no se ha entendido una parte del men-
saje de Van Eyck, Vermeer y Cézanne: el
hecho de que esos pintores que llevan la
pintura hasta su más alto grado de in-
tensidad, que nos muestran el arte de la
pintura en sí, no dejan por eso de repre-
sentar el mundo, como si la esencia sólo
pudiera manifestarse por añadidura, de
forma indirecta. Orfeo consigue sacar
del reino de los muertos a su querida
Eurídice, a la que había mordido una
serpiente, pero ésta sólo recuperará la
vida si Orfeo no la mira. No puede re-
sistirse a hacerlo y la roza con la mirada.
Entonces Eurídice muere por segunda
vez. Como ella, la pintura acaso exige
para seguir con vida que no nos empe-
ñemos en contemplar directamente su
esencia, sino que, creyendo que estamos
sumergiéndonos en una imagen del
mundo, nos dejemos conducir hacia el
acto de pintar sin darnos cuenta. Onetti

telón
El teatro como una frontera
El concepto de frontera, en
términos lingüísticos, ha permi-
tido ingresar a un territorio de
representatividad de los símbolos
que dependerá del horizonte de
perspectiva del receptor.
En ese sentido la capacidad de
descifrar un signo determinado es-
tará sujeta a un sinfín de aspectos
que conforman al lector.
En la era de las comunicacio-
nes esa frontera se profundiza aún
más, generando un impulso irre-
frenable a la opinión. Todo es opi-
nable y el conocimiento no parece
ser un requisito indispensable para
ello. La frontera entre la noticia y
la opinión se ha convertido en un
campo de enfrentamientos conti-
nuos donde prima el ruido del cual
habremos de extraer un sentido.
En este paradigma de la pos
verdad y las fake news, el teatro
sigue sosteniendo un lenguaje
fundamental que, aún atravesado
por signos, llega a nosotros para
darnos su mensaje claro. El teatro
es un territorio donde las reglas
de la frontera se reconocen y los
espectadores, que somos también
creadores de sentido, somos capa-
ces de abrirnos a una cantidad de
información que decodificamos en
la medida en que se nos presentan,
y lo hacemos sin mayores resisten-
cias. En un mundo atravesado por
fronteras, la territorialidad del tea-
tro se ha vuelto un campo de cons-
trucción de sentidos fundamental,
donde lo colectivo se hace posi-
22 / 415 / diciembre de 2018
ble. Un espacio donde no se pre-
tende “la verdad”, como un botín
de guerra que me pertenece y me
posiciona frente al otro que no la
tiene. La verdad no es un objetivo,
las historias se problematizan des-
de el espacio ficcional que permite
al espectador un encuentro casi
sagrado consigo mismo y con sus
más secretas “verdades”.
Por eso nuestro terco com-
promiso es siempre con el teatro,
como una frontera alternativa. La
ficción tiene la palabra, para que
yo, desde mi realidad, deconstruya
y reconstruya: emociones, ideas,
posibles configuraciones de lo hu-
mano.
En este sentido Montevideo
sigue siendo un crisol de posibili-
dades, porque el teatro no se rinde.
Sostiene su frontera como una for-
ma de resistencia en cada momen-
to crítico de la historia.
En esta oportunidad traigo,
a los también tercos lectores, dos
obras distintas en su forma y temá-
tica, que sólo tienen una cosa en
común: la dramaturgia es nacional
y joven.
En primer lugar se trata de la
obra “Cheta” de Florencia Caballe-
ro Bianchi. Si hablamos de fronte-
ras, esta obra está repleta de ellas.
Aquí la memoria aparece como
protagonista del relato, con el ob-
jetivo de llevarnos a un momento
histórico no muy lejano: la crisis
del 2002. Debemos señalar que,
cuando hablamos de memoria,
ya nos instalamos en una idea de
frontera entre lo que es y lo que
recuerdo. La autora juega con esta
línea divisoria temporal para habi-
litar la presencia escénica del entra-
mado de sucesos que van a soste-
ner el relato coherente y efectivo
sobre un momento tan cercano
de la historia que empujará al es-
pectador a sus propios recuerdos.
Pero también podemos hablar de
la frontera cultural que significa,
para esos personajes, vivir en el
barrio Marconi. Un espacio deli-
mitado por la lectura estereotípica
de la pobreza, la marginalidad y
la delincuencia. La dramaturga y
directora usa esta idea de fronte-
ra, a la hora de poner en escena la
obra, a través de ciertas estrategias
que le permiten levantar distintos
momentos y espacios con muy po-
cos recursos. El espectador atrapa-
do en su zona de confort, asiste a
un recuerdo que se vuelve el suyo.
Eso le posibilita revisar, en térmi-
nos sociales, económicos y polí-
ticos un proceso del que también
participó. Casi sin darse cuenta,
el espectador es, a través del rela-
to, parte sustancial de la obra. La
dramaturga recurre a la memoria
emotiva reciente con gran eficacia
para tomar la atención del público
que mira, recuerda, revive pero se
percibe, probablemente, del otro
lado de la frontera. La vivencia del
dolor es la del otro que vive en el
espacio de la alteridad. El logro
de la dramaturga, y del excelente
trabajo de los actores es que, aun
reconociéndome fuera de ese espa-
cio, puedo atravesar la línea de la
frontera para sentir lo que el otro
siente. Es entonces que Cheta se
inscribe dentro de este teatro don-
de la palabra me conecta con el
dolor de ser humano atrapado del
lado de la frontera en la que nadie
quiere estar.
Va en la Sala Tractatus. Los jue-
ves y viernes 21 hs
La segunda obra: “Mi vida
toda” de Federico Roca quien la
define como “Una historia peque-
ña y tan grande como queramos
que sea”. El texto de Federico tam-
bién está atravesado por la idea de
la frontera. En este caso se trata de
una doble frontera. Por un lado la
frontera del tiempo que aparece a
través de recortes de diarios y re-
vistas para contarnos una historia.
Por otro lado la frontera de la pro-
pia ficción que se levanta en dos
niveles. La ficción primaria donde
encontramos a los personajes de
un tiempo presente. El personaje
de Ileana López, probable alter
ego de Roca, es una dramaturga
que ha decidido vivir sola y en ese
proceso de recuperación: del tiem-
po, el espacio y las cosas, se en-
cuentra, dentro de una vieja valija
heredada, con la historia de dos
mujeres que formaran parte de la
ficción secundaria. El perfecto jue-
go de la temporalidad que el dra-
maturgo va construyendo a través
de los relatos encontrados, atrapa
al espectador en un entramado de
historias atravesadas por el amor y
la soledad.
Se percibe en la escritura, una
sutileza capaz de atravesar la pro-
pia perspectiva cultural y llegar a
una construcción de tres mujeres
distintas. Mujeres pobladas por la
vivencia del género en un paradig-
ma que las delimita pero que son
capaces, cada una en su tiempo y
en su clase social, de sostener la
disidencia más allá de las conse-
cuencias.
El personaje de la primera fic-
ción reclama su espacio y en él, la
palabra constructora de sentidos.
La frontera que delimita la vida de
una mujer que ha decidido irse de
su casa dejando la certeza más allá
de los miedos. El signo del gato
congelado que debe ser asumido y
enterrado deviene en la ruptura de
los dos universos. El que deja atrás
y hacia dónde va.
Las mujeres de la ficción dos,
por pertenecer a otra temporali-
dad, sostienen la disidencia desde
la palabra escrita y usan los meca-
nismos del poder para violentar la
norma esperable.
Serán las disruptoras de dos
normas, la social y la del deseo.
El texto de Federico Roca se
posiciona en un lugar del relato de
la historia del feminismo, pero lo
hace desde historias cotidianas, y
por eso muchas veces olvidadas.
La obra va en el Teatro El Tin-
glado los viernes a las 21 hs
Roxana Rügnitz
Garabedian
Serie: Transiciones (XI)
Hacia una ciudadanía
científica
Que el conocimiento es poder se refleja en la importancia asignada
por muchos documentos oficiales de los países centrales a lo que suele
denominarse STEM (ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas).
Las tendencias vinculadas a CTS (ciencia, tecnología y sociedad)
parecen más pendientes de la necesidad de articular los elementos
cognitivos con los éticos, la innovación y la conciencia política del
ciudadano para entender e intervenir en las decisiones que más le
Estados Unidos, entre 1997 y 2015,
ostentaba 3.030.000 de patentes tec-
nológicas ante 1.070.000 de Japón.
366.000 de Alemania y 166.000 de
Corea del Sur (Baño, 2018, p. 213).
Muchas de esas aplicaciones probable-
mente sean pacíficas pero hoy la in-
novación también suele transitar otros
andariveles.
Por ejemplo, 272 científicos de 37
países del mundo han solicitado que
“se prohíba el desarrollo y el despliegue
de armas totalmente autónomas”. Sin
embargo, se sabe que Estados Unidos,
Reino Unido, China, Israel, Rusia y
Corea del Sur “están investigando,
desarrollando y probando” ese tipo de
armas (pp. 48-49). Otras innovaciones
encuentran pocos reconocimientos de
paternidad: el responsable siempre es
el otro, es decir, el enemigo. Entre las
armas químicas se producen o exploran
agentes dermotóxicos, neurotóxicos,
hemotóxicos y neumotóxicos; y entre
los agentes biológicos se cuentan las
bacterias y rickettsias, los virus, los
hongos y varios tipos de toxinas (pp.37-
38).
El responsable de esos datos es el
coronel Pedro Baño, autor de El domi-
nio mundial (2018), ex jefe de Seguridad
del Ejército Europeo en Estrasburgo,
veterano de Bosnia y Herzegovina, es-
pecializado en geopolítica y relaciones
internacionales.La primera impresión
Transiciones
Últimos artículos publicados
en esta serie:
(V) Adolescencia: la moratoria. (Lauro
Monteiro Filho, Nº 363)
(VI) El celibato. (Tomás Eloy Martínez,
Nº 371)
(VII) 500 años de Utopía. (Agustín
Courtoisie, Nº 391)
(VIII) Yo quería ser … (Felipe Arocena,
Nº 395)
(IX) Yo quería ser … (Felipe Arocena, Nº
398)
(X) Ciencia, tecnología y sociedad.
(Agustín Courtoisie, Nº 413)
conciernen.
que surge es que, ya se trate del gas
Sarín o del ántrax, no parece que haya
madurado lo suficiente la conciencia
internacional que permita enfrentar
con algunas chances estos sótanos os-
curos de la ciencia y la tecnología.
¿Nadie hace nada frente a esto, más
que rasgarse mediáticamente cada tan-
to las vestiduras? En realidad, se hacen
muchas cosas, pese a lo que indicaría
la intuición. Ocurre que son menos
espectaculares y por ello menos difun-
didas. Estamos ante una serie de proce-
sos diferentes que convergen en la idea
de democratizar la cultura científico
tecnológica, e incluso, se habla de
apropiación social de la ciencia. Que
el conocimiento es poder, algo sabido
desde antes de que Bacon usara esa
feliz expresión, se refleja en la impor-
tancia asignada por muchos documen-
tos oficiales de los países centrales a lo
que suele denominarse STEM (ciencia,
tecnología, ingeniería y matemáticas).
Pero hasta allí hay en juego una razón
instrumental, más allá de la pertinencia
de los fines. Las tendencias vinculadas
a CTS (ciencia, tecnología y sociedad)
parecen más pendientes de la necesidad
de articular los elementos cognitivos
con los éticos, la innovación y la con-
ciencia política del ciudadano para
entender e intervenir en las decisiones
que más le conciernen.
Veamos dos casos, apenas, de ese
vasto proceso heterogéneo que parece
aportar diferentes sedimentos para me-
jorar la cultura científica y tecnológica,
y crear espacios donde el ciudadano
común no permanezca pasivo ni indi-
ferente. Nada mejor que, al menos de
modo provisorio, denominar a dicho
proceso como la búsqueda de una “ciu-
dadanía científica”, porque la expresión
unedos términos complementarios que
apuntan a lo político y a lo cognitivo,
a los derechos y deberes individuales,
tanto como al complejo científico tec-
nológico en el que vivimos inmersos.
Primero, comentaremos una peculiar
reflexión académica colectiva, que
tiene casi 20 años. Segundo, una con-
ferencia sobre percepción pública de
la ciencia en España, que tiene pocas
semanas.
ÉTICA JUNTO A LA CIENCIA
Hace casi veinte años, con el apo-
yo de la Organización de Estados
Iberoamericanos (OEI), la experiencia
previa de un curso virtual sobre “Cues-
tiones éticas de la ciencia y la tecno-
logía” impartido en la Universidad
del País Vasco y el protagonismo de
catedráticos de gran trayectoria de ésa
y de otras universidades, se publicaba
un volumen colectivo con el mismo
nombre. Los compiladores eran Ando-
ni Ibarra (Universidad del País Vasco) y
León Olivé (Universidad Autónoma de
México).
Al revisar hoy un ejemplar de ese
magnífico libro, que había sido pensa-
do como referencia de cursos de distin-
tos niveles y carreras que involucrasen
ciencia y ética, destaca en primer plano
la voluntad pedagógica por diseminar
eficazmente sus temas. A la claridad
expositiva, sin excepciones, de todos
los colaboradores, sorprende gratamen-
te ver al final de cada capítulo una serie
de actividades sugeridas, ejercicios de
autoevaluación, soluciones dadas por el
autor de cada tramo y un sólido glosa-
rio de los conceptos más importantes.
Para la segunda edición, además, se
incorporaron capítulos significativos
(Ibarra y Olivé, 2009). Pero vamos a los
puntos que ilustran nuestro propósito.
Se trata de ocho capítulos formida-
bles. El Capítulo I, de Andoni Ibarra,
es una especie de pequeño curso de
epistemología, donde no falta nada
de lo esencial, desde la asimetría entre
verificación y falsación, el problema de
la inducción, las nociones de ley e hi-
pótesis, la objetividad, la carga teórica
de la observación, o los pseudoenun-
ciados, hasta la caracterización rápida
de escuelas como el nominalismo, la
fenomenología, el instrumentalismo, o
el empirismo lógico.
El Capítulo II es “Ciencia, técnica
y sociedad” de José Antonio López
Cerezo. Nos referiremos al autor en el
ramo final de este artículo. El Capítulo
III, “Perspectivas éticas generales”, que
proporciona las bases conceptuales im-
prescindibles para cualquier interesado
en estos temas, y el Capítulo V, “Ética
para las ciencias y técnicas de la vida”,
que va varios pasos más allá y explica
principios de la bioética como la no
maleficencia, la beneficencia, la auto-
diciembre de 2018 /
Agustín Courtoisie
nomía y la justicia, pertenecen ambos
a Victoria Camps (Universidad Au-
tónoma de Barcelona). Los ejercicios
de autoevaluación incluyen consignas
como “¿cree que la fertilización in vitro
debería ser cubierta por la seguridad
social?” y “explique la importancia de
la información del paciente como for-
ma de respetar su autonomía” (Ibarra y
Olivé, 2009, p. 240).
El Capítulo IV, “Ética aplicada a
las ciencias naturales y la tecnología”,
corresponde a León Olivé (UNAM).
El autor hunde el escalpelo hasta
encontrar duros núcleos polémicos:
“Tradicionalmente se han enfrentado
dos puntos de vista opuestos acerca de
la relación entre ética y ciencia y tec-
nología. Uno de ellos sostiene que la
ciencia y la tecnología, por si mismas,
no planean ningún problema ético.
Las que pueden ser buenas o malas
desde un punto de vista moral son las
aplicaciones. Pero, se dice, la ciencia y
la tecnología son ‘valorativamente neu-
trales’. A esta concepción se opone otra
según la cual ni la ciencia ni la tecno-
logía son indiferentes al bien y al mal.
Discutiremos estas dos concepciones”
(p. 181). El autor también se ocupa de
la racionalidad de los medios y de la
racionalidad de los fines, de los experi-
mentos con animales y los derechos de
los animales, de las responsabilidades
de los científicos y los tecnólogos, de
la evaluación externa de las tecnolo-
gías, entre otros conceptos medulares.
Uno es particularmente relevante: el
principio de precaución, que “estable-
ce que se tomen medidas preventivas
cuando existan bases razonables para
creer que la introducción de sustancias
o de energía en el medio ambiente
puede resultar peligrosa para animales,
para humanos, o para el ecosistema en
general, aunque no se tenga evidencia
contundente de que existen relaciones
causales entre la presencia de esas sus-
tancias y los daños” (p. 200 y 221).
El Capítulo VI, “Ética en las cien-
cias sociales y humanas”, pertenece
a Ambrosio Velasco (UNAM). Entre
otros puntos útiles, cubre el debate
entre dos grandes orientaciones de
las ciencias sociales: las concepciones
naturalistas y las concepciones herme-
néuticas o comprensivas, y el deslinde
entre la ciencia como actividad y la
ciencia como producto. Recordando el
origen aristotélico de la prhónesis,Velas-
co afirma: “Considero que la noción
de prudencia nos brinda una alterna-
tiva ante el dilema entre la determina-
415 / 23

ción cientificista y el decisionismo irra-
cional en el ámbito de la ética y de la
política” (p. 266). “El juicio prudencial,
como resultado de la deliberación prác-
tica, nunca es concluyente y siempre es
corregible, pero no por ello carece de
justificación” (p. 267).
El Capítulo VII, “Ética de científi-
cos y tecnólogos”, de Sergio Martínez
(UNAM), aborda la responsabilidad
profesional, los estándares de conducta
ética, y la estructura de las instituciones
científicas y profesionales, entre otros
puntos. Entre las actividades propone:
“Piense maneras en las que el problema
de qué es un plagio se complica por
el desarrollo de Internet” (p. 298). No
se olvida de caracterizar un conflicto
de intereses, ni el “cocinar datos”, con-
ducta deshonesta que consiste en selec-
cionar los datos favorables al punto de
vista propio (p. 299).
Por último, el Capítulo VIII, “Ética
médica profesional”, de Ruy Pérez Ta-
mayo (UNAM) recuerda los objetivos
de la medicina, focaliza la relación
médico-paciente, y plantea “un código
de ética médica profesional y laico”
en base a cuatro principios que eluden
hablar de “la santidad de la vida”, “el
humanismo”, o “la nobleza” de la pro-
fesión: estudio continuo, información
y docencia, investigación científica y
manejo integral (p. 306 y ss.). Destaca
Pérez Tamayo el deber de confidencia-
lidad y de respeto por la autonomía del
paciente y de la “veracidad”: “el dere-
cho del enfermo a conocer la verdad
sobre su padecimiento” (p. 323).
Esta panorámica sobre Cuestiones
éticas en ciencia y tecnología en el siglo
XXI, muestra que muchos pequeños
aportes —incluso si ninguno de ellos
24 / 415 / diciembre de 2018
se ocupa explícitamente de las guerras
globales, de las armas químicas y bio-
lógicas, o de los robots militares como
hace el coronel Pedro Baño—, pueden
contribuir de modo silencioso para
hacer el mundo menos violento. Esta
obra supone un ejercicio de micropolí-
tica: acerca un conjunto de referencias
compartidas para científicos, tecnólo-
gos y humanistas, que puede contribuir
a desarticular o reducir las chances del
uso destructivo del conocimiento.
A continuación, en el tramo final
de este artículo, también proponemos
un ejemplo de los pasos que se pueden
dar en dirección hacia la ciudadanía
científica: salir de la academia para
hablarle con claridad a los decisores
políticos. En un viaje reciente al Princi-
pado de Asturias, fui testigo de que ello
es posible (y recomendable) y lo que
allí escuché tiene quizás validez para
otras comarcas.
LA PERCEPCIÓN PÚBLICA
El Centro Niemeyer esa mañana
era una buena metáfora de algo que no
habría imaginado el famoso arquitecto
brasilero. De un lado de la ría de Avilés
(Asturias) se desplegaba la provocadora
estética de plaza abierta, el auditorio, la
cúpula, el edificio polivalente, la torre
semitransparente a la que se accede
por una escalera externa de caracol. Y
en ese contexto, la conferencia de un
experto ante un público de tomadores
de decisiones.
Del otro lado de la ría de Avilés,
se encuentra la otra parte de la ciu-
dad. Las preocupaciones de la XVIII
Semana de la Ciencia y la Tecnología
en noviembre de 2018, el concepto
Borges
implícito de su apropiación social por
parte de todos los habitantes de Avilés
y de toda España, ¿lograrían realmente
cruzar el puente de San Sebastián que
comunica, además de otros puentes,
ambas zonas?
Más en general, ¿es posible me-
jorar la enseñanza de la ciencia y la
tecnología en sus distintos niveles
formales? Y lo que incluso es tanto o
más importante, ¿es posible diseminar,
a través de los medios masivos o de las
nuevas tecnologías de comunicación o
de las organizaciones de museos, ferias
u otras actividades, los conocimientos
de ciencia y tecnología que mejoran
la vida del ciudadano común y con
ello la calidad de la democracia? Esa
mañana escuchamos varias pistas que
despiertan muchas esperanzas razo-
nables. Ocurre que el 5 de noviembre
de 2018, en el marco de la Semana de
la Ciencia, el profesor José Antonio
López Cerezo pronunció en Avilés la
conferencia “Percepción de la ciencia y
la tecnología en Asturias: algunos retos
para el PCTI 2018-2022”.
El luminoso espacio del Centro
Niemeyer fue el marco de la actividad
que comenzó con las palabras de Mari-
ví Monteserín Rodríguez, Alcaldesa de
Avilés, y Ana Concejo Vázquez, Direc-
tora General de Innovación y Empren-
dimiento, Gobierno del Principado de
Asturias.
En esos días, junto a mi colega Pa-
blo Melogno —ambos pertenecientes a
la Facultad de Información y Comuni-
cación, Udelar—, concurríamos como
profesores visitantes a la Universidad
de Oviedo. Por eso aprovechamos
la oportunidad de viajar hasta Avilés
para escuchar la conferencia de López
Cerezo y ampliar las posibilidades de
impulsar nuevos proyectos comunes.
En las horas previas a la actividad,
el portal Asturias Mundial convocaba
en estos términos: “La Consejería de
Industria, Empleo y Turismo, en co-
laboración con el Consejo Asturiano
de Ciencia, Tecnología e Innovación,
organiza mañana, con motivo de la
Semana de la Ciencia, una conferencia
sobre los retos científicos y tecnoló-
gicos que afronta la comunidad. El
catedrático de Lógica y Filosofía de la
Ciencia de la Universidad de Oviedo
José Antonio López Cerezo impartirá
mañana la ponencia, titulada Percep-
ción de la ciencia y la tecnología en
Asturias: algunos retos para el Plan
de Ciencia, Tecnología e Innovación
(PCTI) 2018-2022, a las 9.30 horas,
en la torre del Centro Niemeyer, en
Avilés”.
El mismo comunicado agregaba sig-
nificativamente: “Este acto, el primero
que se desarrolla tras la aprobación, el
pasado martes, del nuevo Plan de Cien-
cia, abre una de las líneas de acción
previstas en este documento para con-
cienciar a la sociedad sobre la impor-
tancia de la ciencia y la tecnología en el
desarrollo económico de los territorios
y en la mejora de la calidad de vida de
sus habitantes. La ponencia también
pretende subrayar la relevancia que
disciplinas como la Filosofía tienen en
la creación de vocaciones científicas
y en el desarrollo de la investigación
desde la ética. Por otra parte, con el fin
de promover la divulgación, la convo-
catoria de ayudas para la celebración de
congresos científicos de la Dirección
General de Innovación y Emprendi-
miento incorpora este año una línea de
apoyo a los organismos públicos de in-
vestigación que realicen actividades en
el marco de la Semana de la Ciencia.
Además, entre las acciones previstas
en el Plan de Ciencia, se desarrollarán
iniciativas para estimular la creatividad,
la curiosidad y la vocación científica de
la juventud asturiana” (Asturias Mun-
dial, 2018).
El antecedente más importante de
esta conferencia de López Cerezo es el
informe Percepción Social de la Ciencia y
la Tecnología en España 2016, publicado
por la Fundación Española para la
Ciencia y la Tecnología, FECYT. La
larga experiencia del catedrático en el
diseño de cuestionarios y en el análisis
de resultados de este tipo de encuestas
nacionales y regionales se puso de relie-
ve durante la conferencia, que además
REFERENCIAS
Asturias Mundial [portal web]
http://www.asturiasmundial.com/noticia/103593/
semana-ciencia-conferencia-lopez-cerezo-niemeyer/
Baños, P. (2018). El dominio mundial. Barcelona:
Ariel.
FECYT (2017). Percepción Social de la Ciencia y la
Tecnología en España 2016. Gobierno de España,
Ministerio de Ciencia, Innovación y Universida-
des. Más información y descarga completa en: ht-
tps://www.fecyt.es/es/publicacion/percepcion-so-
cial-de-la-ciencia-y-la-tecnologia-en-espana-2016
Ibarra, A. y Olivé, L. (2009). Cuestiones éticas en
ciencia y tecnología en el siglo XXI. Madrid:
Universidad del País Vasco / Euskal Herriko
Unibertsitatea – Organización de Estados Ibe-
roamericanos (OEI).
López Cerezo, J.A. (2015). “Social Objetivity Under
Scrutiny in the Pasteur-Pouchet Debate”, en J Gen
PhilosSci (2015) 46:301-318. DOI 10.1007/
s10838-015-9294-8. Published online: 20 May
2015. Springer Science+Business Media Dordre-
cht 2015.

de la rigurosa labor de síntesis y de
oportunos comentarios ofreció el apo-
yo muy expresivo de gráficos y detalles
estadísticos.
No es el propósito de estas líneas
compartir exhaustivamente los conte-
nidos de aquella mañana. Se trata, ape-
nas, de señalar algunos de los posibles
medios para acercar la ciencia y la tec-
nología a todos los ciudadanos —esto
es, promover la ciudadanía científica—y
proporcionar bases más sólidas para las
jerarquías que han de tomar las decisio-
nes pertinentes.
Entre las fortalezas identificadas por
el informe comentado por López Cere-
zo, debe mencionarse que los asturia-
nos “tienen una imagen muy positiva
de los efectos sociales de la C y T, más
de 10 puntos por encima de la media
nacional, aunque son conscientes de
que en ocasiones la C y T son fuente
de riesgo”; “en Asturias hay un bajo
nivel de confianza en creencias o prác-
ticas pseudocientíficas, notablemente
por debajo de la media nacional”.
Sin embargo, se encuentran ciertas
debilidades: “el interés por la C y T en
Asturias (13%) está por debajo de la
media nacional (16%)”. Y un error pin-
toresco: “casi la mitad de los asturia-
nos, siguiendo la pauta nacional, sigue
creyendo que los antibióticos curan en-
fermedades víricas”. A pesar de la oferta
de actividades, “las visitas a museos de
C y T, y especialmente a semanas de la
ciencia, en la región son notablemente
bajas respecto a la media nacional”; “la
demanda de mayor inversión en C y T
se concentra especialmente en las per-
sonas de mayor nivel educativo”.
Pero nada de lo anterior impide
visualizar muchas oportunidades: “los
científicos son percibidos como mode-
lo profesional, con más intensidad en
Asturias que en el resto de España, lo
cual puede usarse para atraer a jóvenes
hacia la profesión científica”; “Internet
sigue consolidándose, especialmente
en la población más joven, como el
principal medio para acceder a la infor-
mación científica”.
Apunto dos amenazas marcadas por
López Cerezo en su interpretación de
resultados: “El auge del ‘periodismo
ciudadano’ en Internet está incremen-
tando el consumo de supuesta infor-
mación científica sin los filtros adecua-
dos de rigor y veracidad”. El experto
recuerda también que existe un riesgo
de polarización en la población en
ámbitos concretos de aplicación de la
ciencia y la tecnología: “en Asturias, la
creación de nuevos puestos de trabajo,
la equidad entre países, las libertades
individuales y la protección de datos y
privacidad”.
Para conocer más detalles del perfil
poblacional de Asturias en cuanto a su
percepción de la ciencia y la tecnolo-
gía, habrá que esperar la publicación
del informe completo. Entretanto,
a modo de comentario final, surgen
muchas lecciones para el ámbito ibe-
roamericano a partir de esta conferen-
cia dictada en el marco de la XVIII
Semana de la Ciencia y la Tecnología
en Avilés.
Una vez más surge la necesidad de
llegar a todos los ciudadanos por dife-
rentes vías, sea para despertar las nue-
vas vocaciones científicas o para incre-
mentar la comprensión del ciudadano
medio acerca de las aplicaciones que le
conciernen. Las políticas nacionales y
regionales de ciencia y tecnología son
decisivas y deben nutrirse de los con-
tenidos aportados por los especialistas.
En otras palabras, es imprescindible
poner a trabajar juntos a los políticos
con los científicos y tecnólogos.
Una conclusión quizás no tan
obvia es la de cierto positivo efecto
de desinhibición para los interesados
en los problemas de CTS que con los
debidos cuidados podría imitarse como
abordaje alternativo al del granular
reparto usual entre áreas y sub áreas del
trabajo académico.
Porque es cierto que la labor de
López Cerezo en instancias como la
del Centro Niemeyer refleja la peri-
cia y la profesionalidad para diseñar
encuestas, interpretar resultados y
expresarlo todo de modo útil e in-
equívoco ante las jerarquías decisorias.
Pero otras zonas de su obra, a la vez,
demuestran que es posible desdoblarse
o prodigarse en textos académicos
minuciosos sobre puntos muy espe-
cíficos de la reflexión epistemológica.
Algo como si un mismo individuo,
por un lado, fuese capaz de maniobrar
las herramientas de la mecánica auto-
motriz y, por el otro, manipular con
delicadeza los pequeños instrumentos
de un antiguo relojero.
Un buen ejemplo es el artículo de
José Antonio López Cerezo “Social
Objetivity Under Scrutiny in the
Pasteur-Pouchet Debate” (2015) que
ya tengo sobre mi escritorio en Mon-
tevideo y que merecería en el futuro
próximo un comentario más porme-
norizado que podría complementar
los propósitos de este artículo.
vistas
Lidia de resonancia
taurina
“Belmonte”. Uruguay, México,
España. 2018. Dir.: Federico
Veiroj. Con: Gustavo Delgado.
El film es un producto crea-
dor muy logrado en su pintura de
un personaje uruguayo en la edad
media de la vida; y con justeza
transfiere este espíritu al entorno
urbano y al protagonista, jugado
por el actor Gonzalo Delgado.
La labor actoral de Gonzalo
Delgado merece una detenida con-
sideración: su presencia de silueta
ágil y magra, un bohemio mal en-
trazado en jeans—no siempre nue-
vos— dan al personaje un atuendo
sencillo aunque original y esto lo
provee de una negligencia apenas
decorosa, que aporta para la cons-
trucción del personaje-artista-pin-
tor creativo, mas torturado por un
intuible sufrimiento que conlleva
la existencia y la creación pictórica,
a la que se dedica con talento y fu-
ria incansables.
El fondo musical lo proveen
los conciertos a los que Javier
concurre, o el fondo musical que
bordonea el silencio que encuen-
tra en su apartamento, donde no
falta la escucha de Bach, de Saint-
Saëns, de Masliah y de Gardel. Las
invocaciones se pueden entender
como hechas a la danza macabra
que es la vida, a la necesidad de la
imaginación ante un mundo de
penurias, o a la soledad que aflige
al personaje, cuando lo asalta el es-
pectro de la soledad.
Delgado pone, en el 95% de
la extensión del film, su presencia,
su máscara, en primeros planos,
deteniendo Veiroj morosamente
la cámara, en primeros planos
ante- facies, antifaces, para dar,
cumplidamente, con los azoros de
Belmonte, junto a la intolerancia
de su carácter, que manifiesta sin
simulacros ante la presencia de los
otros, más la dificultad de conver-
sar con propios y extraños, lo que
lo convierte en un personaje un si
es no es, insoportable.
Belmonte tiene problemas
con la mujer, que espera un se-
gundo hijo, ya separada de Javier y
juntada con otro amor, él confun-
de amor con necesidad, encuentra
un cierto remanso en paseos por la
costa, solo, con su hermano, o con
su hija, una niña avispada y tierna,
que lo deja muchas veces, tranca-
do en un silencio de imposibilidad
que dé cumplidas razones a las pre-
guntas que le hace la niña, ante su
creación, (“¿Por qué dibujas siem-
pre hombres desnudos?”). En una
respuesta que alcanza a encontrar,
Javier musita, como respuesta,
ante un cuadro donde el personaje
cubre su rostro con ambas manos,
él débilmente, contesta: “por ver-
güenza”.
Belmonte, pues, apellido con
resonancias taurinas, que se puede
confirmar tal hallazgo en “Muerte
en la tarde” y “Fiesta”, sendas obras
de Ernest Hemingway, sobre la
tauromaquia, donde Hemingway
habla críticamente del torero Bel-
monte, y quizá sea por ello que
Veiroj haya elegido esta nomina-
ción para el nombre propio.
En ese sentido, abona tal
lectura una acción brevísima de
Belmonte, en que aparece blan-
diendo su pincel, dando adelante
un paso de danza como en la es-
grima, como si le “saliera al toro
que es la vida”, donde el cazador
ha de terminar cazado, aunque
Belmonte se muestra ágil, infati-
gable, “inmortal”, entre cuadros
gigantes que él mismo reparte, en
vísperas de una exposición que
tendrá su resonancia personal y él
como si ignorara las mieles del re-
diciembre de 2018 /
conocimiento, sale, como hombre
de a pie, al escenario de la ciudad,
besada por las aguas, y amurallada,
haciendo “pendant”, junto al cau-
tiverio de su personaje.
Thriller déjà vu
“La chica en la telaraña”. EEUU.
Dir.: Fede Álvarez. 2018. Con
Claire Foy.Sverrir Gudnasson
Este es el tercer opus del
realizador uruguayo en Ho-
llywood—“Posesión diabólica”
(2013), “No respires” (2017)— lo que
denota un amplio (y justo) recono-
cimiento a sus dotes de hombre
que conoce como hacer un cine
que denota, más explícitamente en
este film, un relato violento, trepi-
dante, explosivo, que incluye los
ingredientes del género: suspen-
so, persecución (automovilística,
cibernética), para alcanzar dimen-
siones de conspiración mundial, y
desenlace espectacular ilustrado en
volcánica explosión y previsible in-
cendio final que acaba con el san-
tuario de los malos. Hay más: la
trama no excluye la imprescindible
cuota de “corrección política”, con
denuncia a la corrupción en las es-
feras del poder de superpotencias,
incluido el gobierno sueco que no
se salva, a pesar de jugar de local.
Álvarez se propuso además elevar
el personaje de Lisbeth Salander a
ícono feminista, según manifiestas
declaraciones que hiciera el direc-
tor en Montevideo.
Federico Álvarez trabajó con
dos guionistas, Steve Knight y Joy
Basu, para recomponer y mixturar
la primera novela del malogrado
Stieg Larsson,”La chica del dragón
tatuado”, con otro relato de la saga,
“Lo que no te mata te hace más fuerte”
,continuado a la muerte de Lars-
son, por David Lagercrantz.
En versión anterior del film,
con dirección de David Fincher,
el personaje de la chica hacker, que
hacía justicia con hombres victi-
marios de muchachas maltratadas,
era jugado por Rooney Mara,
acompañada por Daniel Craig, en
el papel del periodista investigador
Mikael Blomkvist.
Álvarez, en éste, se valió de
la actriz británica Clare Foy, que
en el film del uruguayo, sustituye
a Mara, y así se marcan distancias
para que, quienes han visto ambos
filmes, tengan la oportunidad de
justipreciar la faena actoral de una
y otra.
El thriller de Álvarez va ahora
por otros caminos, su estilo parece
que ha cambiado: tramas geopo-
líticas en contexto de abundancia
que crece hasta la acumulación
que hace imposible seguir la tra-
ma, (y ello poco importa) para ilus-
trar dicotómicamente potencias
enfrentadas, la de los buenos ver-
sus la de los malos; y cae un estilo
de cine artesanal, de cámara casi,
como fue “No respires”. Entonces,
la opción es ahora la apuesta por
un mega-espectáculo con vértigo
y mucha acción, en festín sobrea-
bundante.
Las consecuencias no son a
celebrar, ahora se tiene un film
menos interesante, más desperso-
nalizado y mecánico, con menor
llamado a la inteligencia, a pesar
de los infaltables colores aurine-
gros, una miniatura tocante e infal-
table en otros films del director; y
también en éste, solitaria flor que
nos recuerda que Álvarez es uru-
guayo.
Del buen saber al
mejor humor
“The Party.” Gran Bretaña,
2917. Dir: Sally Potter. Con
Timothy Spall, Kristin Scott
Thomas, Bruno Ganz, Patricia
Clarkson,Emily Mortimer.
En la trayectoria de Sally Po-
tter, destacan “Orlando” (1993, so-
bre novela de Virginia Woolf, con
destacable faena de Tilda Swinton
), “La lección de tango”,(1997, so-
bre incursión a Buenos Aires y la
admiración al tango y su danza,
de la directora), y esta “The Party”,
(bien caracterizada como pieza de
humor negro, donde la Potter
quiso ponerse al día con el llama-
do “humor inglés”, y se aboca a
erosionar esa pereza mental que
coloca a éste, como si fuera una
propuesta arquetípica y unívoca.
Los caminos del humor recorren
caminos insondables, imprevi-
sibles, y hasta descacharrantes,
donde ninguna temática es into-
cable, y la invención renueva la
caracterización apresurada.
Potter se ha munido de un
libreto de su autoría, donde des-
taca el afán desmistificador sobre
el capitalismo, el socialismo, el
amor, la fidelidad, las relaciones
homo y heterosexuales, la polí-
tica, el dinero, el lesbianismo, la
maternidad, las enfermedades y
la muerte, y también sobre el te-
jido de supercherías que se tejen,
como supuestas verdades que en-
marcan cada uno de estos temas.
Kristin Scott Thomas, juega
en el papel de Janet, como Mi-
nistra de Salud del gobierno de
Su Majestad, y es de apuntar los
dardos certeros que del film resul-
tan, dirigidos a la medicina, a los
médicos, a los regímenes estatales
de salud. Pero, además, la labor
empeñosa hasta el sacrificio de
la Ministra de Salud, demostrará
adolecer de sospechosas furtivi-
dades, que a la postre la habrán
de mostrar como ser una unidad
más apta para un Ministerio de
Guerra.
El matrimonio como insti-
tución social se va disgregando
como terrón de azúcar en pocillo
de café, ante la confesión de Bill
(Timothy Spall), quien manifies-
ta hallarse en “estado terminal”.
Pero, ¿es esto así? Otros perso-
najes aportan leña para esta ho-
guera. Entre ellos, Tom (Cillian
Murphy), hombre de empresa,
exitoso, pero las andanzas de su
mujer son pieza clave en este ca-
rrusel.
El discurso “vacío” de Gott-
fried, una suerte de gurú germa-
nófilo (Bruno Ganz), que procura
confortar al doliente, con pala-
bras edificantes, es otra muestra
de un altruismo chapucero que
es derrocado con humor epi-
gramático, certero y justo. Entre
otros de su mujer, April (Patricia
Clarkson), mujer lúcida, cínica, y
que no vacila en proponer como
alternativa el asesinato, como so-
lución que corte el nudo gordia-
no que amenaza parejamente a
los integrantes de esta heteróclita
comparsa.
Los entusiasmos lesbianos
y maternales (por partida triple),
de Jinny (Emily Mortimer) no
demuestran aportar liberaciones,
por políticas de género ni de eu-
genismo universal, ni de nuevas
cetrerías con nuevas siglas.
La directora se mantiene a
la altura de la buena construc-
ción de la trama, y cuenta con
un elenco, donde casi ninguna
pieza falla.
Este cerebral aquelarre, lúci-
do, hondo, muy divertido, cul-
mina, muy bien, con la ejecución
del tango “Emancipación”, a car-
go de la orquesta de Osvaldo Pu-
gliese, en ajustado, concluyente y
hermoso final.
Juan Carlos Capo
415 / 25

ensayos
LIBRO DE LOS
PASAJES, por Walter
Benjamin, edición
de Rolf Tiedemann,
traducción de Luis
Fernández Castañeda y
otros. Madrid 2016, Ed
Akal, 1102 páginas.
Es sabido que Walter
Benjamin (Berlín, 1892-Port-
bou, España, 1940) es una de
las personalidades más inte-
resantes como renovador y
fecundador de ideas, estilista
exuberante, explorador ade-
lantado en la generación de
escritores de entreguerras. A
su calidad literaria se suma
la reflexión sobre el arte y la
literatura, la historia, la estéti-
ca y la filosofía. El vertido al
español de su obra es tardío,
y lo es aun la mayor parte
de la versión alemana origi-
nal, publicada póstumamente
en seis tomos, entre 1972 y
memoranda
LAS HIJAS DE LA
VIUDA. MASONERÍA
FEMENINA EN
URUGUAY. Por Daniel
Pelúas. Montevideo,
2018, Fin de Siglo
Editorial. 220 páginas.
El Lic. Daniel Pelúas,
en este libro, retoma y pro-
sigue sus estudios acerca de
la masonería en el Uruguay.
En este caso aborda la ma-
sonería femenina, tema muy
poco conocido. La masone-
ría en el país, según el autor,
tiene una presencia ya cente-
naria, quedando soslayadas,
sin embargo, muchas de sus
implicancias. Con abundante
documentación y bibliogra-
fía, además de entrevistas a
sus diversos actores, se re-
construye el complejo pano-
rama de dichas instituciones.
Pelúas reconoce: “Hoy en día
se puede acceder a diferentes
aspectos de los ritos, la sim-
bología, las palabras de pase,
etc., incluso hasta a detalles
de las iniciaciones, y perma-
necer ajeno. Porque el tema
esencial está en que la ma-
sonería es vivencial: hay que
tener la propia experiencia de
sus prácticas y después actuar
en consonancia en el mundo
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1975 (a cargo de un equipo
al mando de R. Tiedemann).
De todos modos, han cursado
en español por librerías Ilumi-
naciones (ensayos publicados
por Taurus en 1967), Discur-
sos interrumpidos (Taurus,
1973), Tentativa sobre Brecht
(Taurus, 1975), Haschisch
(Taurus, 1974 y 1995), Histo-
rias y relatos (1991), y algu-
na obra más, incluyendo los
Sonetos, a las que se suma la
presente.
Se doctoró en Berna en
1920, pero no pudo estabi-
lizarse como universitario
de carrera después de ser
rechazado como profesor
habilitado en la Universidad
de Frankfurt. La posición de
Benjamin adquirió pronto la
figura del francotirador, que
dispara huyendo de las co-
rrientes en boga, incluida la
de quien de todas maneras
influyó mucho en él, György
Lukács y la apuesta renova-
da del marxismo occidental.
Aunque su relación con la
Escuela de Frankfurt, con T.
W. Adorno, F. Horkheimer a
la cabeza, fue bastante estre-
cha, llegó a colaborar con el
Instituto de Investigación So-
cial, creado por Adorno, en la
época en que muchos escapa-
ban de la Alemania nazi hacia
Estados Unidos (Ernst Bloch
y Erik Fromm, los científicos
Max Born y A. Einstein, es-
critores como Thomas Mann
y Bertold Brecht, el músico
Arnold Schönberg, el cineas-
profano.” (página7). El autor
opera, en este texto como en
otros anteriores, esa inmer-
sión “vivencial” en los mun-
dos masónicos. Descubre así,
desde elementos históricos y
otros presentes, las prácticas
cotidianas de las órdenes (sus
ritos), destacando el rol de sus
variados protagonistas.
En el Uruguay, recorrien-
do su pasado, pueden encon-
trarse “grandes logias, mas-
culina y femenina, grandes
orientes, masculino, mixto,
masonería egipcia y hasta una
logia inglesa.” (p. 23). Con
respecto a la “Gran Logia
Femenina del Uruguay”, se
aclara que “los integrantes de
la Gran Logia de la Masone-
ría ven esta institución feme-
nina como una organización
paramasónica, e incluso algu-
nos consideran que quienes la
forman no son masonas.” (p.
24). La “Gran Logia Femeni-
na” culminó su instalación en
junio de 2009, siendo esto una
tarea nada fácil. “Sin duda la
aceptación de la mujer en las
logias motivó y motiva hasta
el presente una amplia contro-
versia.” Sin embargo: “Han
existido, y existen en casi
todo el mundo, logias masó-
nicas de mujeres, así como
mixtas.” (p. 43).
En el siglo XVIII en
Europa surge la primera ma-
sonería mixta (masculina y
femenina). En 1774 el “Gran
Oriente de Francia” establece
el Rito de Adopción o “Maso-
nería de Damas”. Esta institu-
ción consta de cuatro grados:
1° aprendiza, 2° compañera,
3° maestra, y 4° maestra per-
fecta. “La base es la ‘virtud’
y se entiende conveniente
asentarla, no solo sobre los
principios que inspiran amor
al bien y horror al vicio, sino,
incluso, sobre la práctica de
/ diciembre de 2018
ta Fritz Lang y los artistas
Walter Gropius, Max Ernst y
George Grosz).
Benjamin es conocido
como el autor de un ensayo
que modificó la calificación
y la jerarquización del arte tal
como se realizaba con anterio-
ridad al siglo XX: “La obra de
arte en la era de la reproduc-
ción técnica” (1936). Declara
el cese de la autenticidad en el
arte, la pérdida del “aura” o
entorno del cual se envuelve
la obra en su espaciotiempo
particular, que constituye una
trama irrepetible pero capta-
ble en la recepción intempo-
ral de la obra. Sin embargo, el
concepto de copia ya no será
el mismo. Se reformulará la
diseminación popular del arte
clásico y moderno, plástico y
musical, a través de reproduc-
ciones tecnológicas muy per-
feccionadas y de valor educa-
tivo indiscutible. Son menos
conocidos sus ensayos sobre
el romanticismo y el drama
barroco alemanes, sobre Goe-
the y Baudelaire, pero han
ejercido importante influen-
cia en filósofos de la historia
e historiadores sus “Tesis de
filosofía de la historia”. Esta
obra, junto con la primera
citada, se salvan de ser con-
fiscadas por la Gestapo en
el apartamento ocupado por
Benjamin en París, con los
nazis ya en Francia, porque
las había confiado a su amigo
George Bataille, escritor de la
Bibliothèque Nationale.
las buenas costumbres.” (p.
87). Una segunda etapa se da
en España entre 1874-80, en
que las “españolas buscarán
ingresar a la orden, dando
paso a un nuevo impulso a las
logias de adopción.” (p. 88).
En Francia se producirá un
“nuevo impulso” –según afir-
ma el autor– a partir de 1901,
en que la “Gran Logia” crea
la primera logia de adopción.
En 1936 ocho logias femeni-
nas se agrupan en el primer
convento masónico, confor-
mando la Unión Femenina
de Francia. “El estallido de la
segunda guerra mundial puso
un paréntesis a los trabajos:
las masonas fueron persegui-
das y deportadas.” (p. 89).
Los trabajos serán retomados
en 1946. En este proceso “en
que la mujer viene tratando
de abrirse paso”, la masonería
femenina se afirma en Ingla-
terra en el “Fracmason’s Hall
de la Gran Logia Unida de
Inglaterra”. Con anterioridad
se considera, sin embargo, el
nacimiento de la masonería
mixta en 1893 en Francia,
con “Le Droit Humain”. En
ese contexto se destaca la re-
acción de Marie Deraismes,
señalándose que la ausencia
de la mujer “paraliza la evo-
lución de la Fracmasonería.”
(p. 93). Esta orden mixta in-
ternacional tuvo presencia en
Uruguay, instalándose inicial-
mente en el departamento de
Canelones (aún continúa su
labor, ahora en Montevideo).
En nuestro país, el “Gran
Oriente de la Frac-Masone-
ría del Uruguay” (GOFMU),
tiene logias con nombres de
mujeres: Teresita Garibaldi,
Paulina Luisi, Hypatia (en
homenaje a la notable filó-
sofa neoplatónica de Alejan-
dría) y Marie Deraismes.
En el Uruguay, como en
Entre estas tesis, la que
lleva el número catorce afir-
ma: “La historia es objeto de
una construcción cuyo lugar
no está constituido en el tiem-
po homogéneo y vacío, sino
por un tiempo pleno, ‘tiem-
po-ahora’”, tesis que barre
definitivamente con el pasa-
do como concepto temporal
y material, e intenta rescatar
la plenitud de la inteligencia
humana consagrada en un
presente abarcador del cono-
cimiento y de las vivencias,
de la experiencia y de los he-
chos, que “no es transición”
sino “la obra de una vida […]
conservada y suspendida […]
en el decurso completo de la
historia”. Si se permite la sín-
tesis, Benjamin libera a la his-
toria de las cadenas del tiem-
po, es decir, del supuesto flujo
de no se sabe qué, que dividi-
ría la vida humana en tres par-
tes impalpables y difícilmente
concebibles racionalmente, el
futuro inexistente e imprevisi-
ble, el pasado conocido que es
todo lo que se tiene, y el pre-
sente dotado de una fugacidad
tal que resulta práctica y teóri-
camente inapresable.
Tal idea es la imagen
directriz en toda su obra,
un leit-motiv que si bien no
siempre gobierna la reflexión
‒ la narración también y la
descripción‒, la colorea o la
ilumina, y en ocasiones la
ensombrece, según quiera te-
ñir la atmósfera del discurso
con tonos de nostalgia o de
gran parte de América Latina,
la presencia femenina se evi-
denció desde el siglo XIX, a
través de organizaciones pa-
ramasónicas. “La Sociedad
Filantrópica de Damas Orien-
tales fue fundada en 1842 por
iniciativa del Gral. Paz […]
Desde el 23 de marzo de 1843
la organización funcionó en la
casa de Rivera. Así que estu-
vo presidida por Bernardina
Fragoso de Rivera, María
Antonia Agell de Hocquart y
Josefa Lamas de Vázquez”,
cuyos esposos “eran miem-
bros connotados de la Orden
Fraternal”.(p. 112). En 1871
el cubano Andrés Cassard,
proveniente de EE.UU, pro-
pone establecer la “Orden de
la Estrella del Oriente”, invi-
tando a las “Señoras esposas,
viudas, hijas y hermanas de
Masones.” Esta orden tenía
metas de beneficencia. Años
antes, destaca Alfonso Fer-
nández Cabrelli (uno de los
principales estudiosos de la
masonería uruguaya) la Co-
misión de Caridad y Bene-
ficencia, fundada en 1856 y
con vínculos masones, abrigó
iguales propósitos.
La masonería estricta-
mente femenina en Latinoa-
mérica se inicia en México,
consolidándose en las últi-
mas décadas del siglo XX.
La creación de la Gran Logia
Femenina de Chile está data-
da, por ejemplo, en 1970. No
obstante, la conformación de
grandes logias femeninas se
dará recién en 1997, cuando
se instala la Logia Tres Rosas.
En 2003 se crea, por su parte,
la Gran Logia Femenina de
Argentina. Al año siguiente,
con los auspicios de la Gran
Logia Femenina de Chile, se
constituye en Uruguay la pri-
mera institución masónica re-
gular femenina, contando con
emoción, mediante ocasio-
nales toques de vivencias e
imágenes grabadas a fuego
o de ideas que obseden su
atención y se reconstruyen
en el “tiempo-ahora”, para
reconvertirse y desenrollarse
en espiral y a la vez adqui-
rir claridad y contundencia.
Es el giro estilístico que ca-
racteriza su escritura, con
la historia y su resultante
estampación ideogramática
capaz de fundir en una sola
pieza lo conocido-sufrido
y lo desconocido-temido,
desafiado con mezcla de se-
renidad y escéptica resolu-
ción, quizá manifiesta fuera
de la literatura en su última
voluntad de autoeliminación
ante la premonición nega-
tiva de la suerte personal (y
fallida, puesto que el grupo
de exiliados que huían de los
nazis, del que formaba parte
Benjamin, al día siguiente de
su muerte cruza la frontera
franco-española, con salida
posible hacia Estados Uni-
dos, y se salva).
La obra de Benjamin
consiste en un drama pareci-
do al de este triste final, una
contradicción entre lo inaca-
bado –como este libro de los
pasajes– y el más completo y
coherente conjunto de ideas
que alcanza la contundencia
de un sistema filosófico. Pero
un sistema flexibilizado por
la plasticidad del arte y la be-
lleza idiomática de la mejor
literatura. Es un salmo eleva-
la ayuda de Ciro Jaumandreu.
En 2006 se instala una segun-
da y luego una tercera. Desde
entonces este tipo de órdenes
se multiplicaron por el territo-
rio uruguayo.
Este proceso, refiere Pe-
lúas, “no ha sido sencillo para
las mujeres”. La incorpora-
ción de nuevos actores so-
ciales resultó complejo para
la masonería. Su tratamiento
historiográfico, asimismo,
tampoco se presenta fácil. “Si
bien en nuestro país se ha es-
crito sobre la masonería, casi
nunca se abordó el tema de la
masonería femenina desde la
perspectiva histórica, siendo
un pionero en ese ámbito Al-
fonso Fernández Cabrelli al
publicar algunos artículos en
su revista Hoy es Historia, y
desde ese momento han pasa-
do sus buenos años.” (p. 189).
Por eso la tarea que deparó
esta investigación fue “ver-
daderamente un rompecabe-
zas”. Con literatura extranjera
(de España), entrevistas y los
aportes de miembros de la or-
den, se abordó el desafío.
Después de este recorri-
do, cerrando el libro, deviene
una pregunta final y una po-
sible respuesta, acerca de los
dos tipos de órdenes (mascu-
lina y femenina): “¿en algún
momento se unirán? Desde
la perspectiva de un profa-
no, entiendo que no sería
necesario: cada una tiene sus
particularidades, sus riquezas
filosóficas, y en ese accionar
en la sociedad que practican
desde sus esferas, es el plus
que la gente no ve.” (p. 191).
Queda para los lectores, como
en todo libro, que arriben a
sus propias conclusiones.
Sebastián Rivero
Scirgalea
do con indiferente enuncia-
ción y escuchado más allá de
ella y sólo en su enunciado
proverbial, y se inscribe en la
eminente afición y especial
sensibilidad judía para el len-
guaje y el arte. Con su amigo
Gershom Scholem, según
cuenta éste en su biografía
de Benjamin (Barcelona, De-
bolsillo, 2007), solía discutir
la obra de filósofos del len-
guaje como Geiger, Steinthal
y Mauthner, lo que prueba su
interés lingüístico más allá
de la formulación literaria,
de una manera parecida a
como valoraba la filología y
la teología.
La forma en Benjamin
cobra figura de balada, apa-
rentemente vacilante, pero
de gran decisión en el plano
heurístico, y de una luci-
dez iniciática para la época,
en cuyo relato se esquiva
lo real, superfluo, injusto e
inexplicable, para sondear la
esperanza en la imaginación
y la utopía, en los recodos de
la expresión estética y la vo-
luntad moral. Así aparece en
el Libro de los Pasajes, obra
en la cual se impone el apun-
te y el collage, en el intento
de reconstruir la historia no
por narración de secuencias,
de series encadenadas de he-
chos, sino por estampas con-
cretas capaces de mostrar lo
que parece oculto a través de
metonimias específicas y re-
conocibles.
Señala Tiedemann que,
convivencias
LA SOMBRA DE
OCTUBRE, La sombra
de Octubre 1917-2017.
Una retrospectiva
histórica sobre la
Revolución Rusa y el
fracaso del comunismo
de Estado para entender
las nuevas práctica
y teorías políticas
presentes. Por Christian
Laval y Pierre Dardot.
2da. Edición, Barcelona,
2017, Edit. Gedisa,.
Recientemente (noviem-
bre de 2018) relaciones publi-
có un excelente artículo escrito
por Agustín Courtoisie, quien
realizó una nota/reportaje so-
bre Pierre Dardot, un ensayista
y filósofo francés de reciente
visita por Montevideo. Dardot
junto al sociólogo Christian
Laval, difunden un peculiar
pensamiento político, que me
atrevo a calificar como de
“neocomunista”. La teoría,
que dio lugar en Francia a la
creación del grupo “Question
Marx”, resultó muy bien reci-
bida por distintos círculos de
la izquierda, que como es ya
notorio, se encuentra aquejada
de una profunda crisis téorica,
consecuencia, año a año más
“los textos hablan de calles y
grandes almacenes, de pano-
ramas, exposiciones universa-
les y sistemas de iluminación
de moda, publicidad y prosti-
tución, del coleccionista, del
flâneur, del jugador y del te-
dio. Los pasajes mismos son
sólo un tema entre muchos
otros. Pertenecen a esos fenó-
menos de la edificación urba-
na que aparecen a comienzos
del siglo XIX con la ambición
enfática de lo nuevo, pero que
entretanto habían perdido su
función. En el envejecimien-
to cada vez más acelerado de
las novedades e invenciones
que brotaron de las fuerzas
productivas del capitalismo
en desarrollo, Benjamin vio
el rasgo característico de toda
la modernidad temprana. Qui-
so alcanzarla […] a partir de
las apariciones de lo inapa-
rente: mostrando los retales,
haciendo un montaje de los
desechos […] Ignorando la
maquinaria parlante de la filo-
sofía oficial con sus tablas de
mandamientos y prohibicio-
nes trascendentales, se deci-
dió, no sin arrogancia por una
especie de ‘delicada empiria’;
como Goethe, no suponía la
esencia tras o sobre las cosas,
sino que la sabía en ellas.”
Varias son las contribu-
ciones de Benjamin al acer-
vo intelectual del siglo XX,
como la noción de “áurea”,
la “imagen dialéctica”, los
“estados de emergencia” que
son la regla permanente o la
notoria, de la caída del paradig-
ma marxista en sus diferentes
versiones. Ambos autores, al
cumplirse los cien años de la
Revolución Soviética, publi-
caron el año pasado la “Som-
bra de Octubre 1917-2017”,
un volumen donde, siguiendo
esa senda renovadora con dis-
tintos aportes propios, realizan
un nuevo análisis sobre dicho
acontecimiento.
El libro consta de cinco
capítulos, los tres primeros
dedicados específicamente al
Octubre soviético, el cuarto a
un breve y desafortunado repa-
so a las revoluciones mexicana
y española para finalizar con
uno donde, analizando el leni-
nismo desde un punto de vista
teórico, señalan sus limitacio-
nes y adelantan como debería
realizarse el cambio social que
siguiendo sus instrucciones,
terminará definitivamente con
el capitalismo.
La primera parte repite las
muchas y conocidas objecio-
nes que la concepción sovié-
tica –para ellos implementada
por Lenin y Trotsky, con poca
o ninguna responsabilidad de
Carlos Marx- han sido formu-
ladas, desde Víctor Serge en
adelante. Según enfatizan Oc-
tubre no fue una revolución so-
cial. Sólo puede considerarse
como tal, la acción progresiva
de las masas obreras y cam-
pesinas habilitadas (aunque
no fuera ésta la voluntad de
sus promotores) por la revo-
lución política rusa de Febrero
de 1917. En Octubre, en lugar
de una revolución los bolche-
viques ejecutaron un golpe de
estado que invocó falsamente
el nombre del Sóviet para ocul-
tar su autoría exclusiva. Si bien
–sostienen- esta insurrección
acabó derrocando al Gobierno
Provisional, lo hizo engañando
a las masas que creían que al
visión mística del marxismo,
semejante a la de E. Bloch.
Pero, sin restarles importan-
cia, sería oportuno detenerse
un instante en una de las más
brillantes teorías sociológi-
cas del siglo XX, su “teoría
del progreso”, contenida en
el presente volumen, p. 459
y ss. Se resume en su primera
formulación: “En los terre-
nos que nos ocupan, sólo hay
conocimiento a modo de re-
lámpago. El texto es el largo
trueno que después retum-
ba.” Benjamin estampa dos
citas que adelantan sintéti-
camente este brillante aforis-
mo. Una es de Balzac: “Los
tiempos son más interesantes
que los hombres.” Otra es de
Marx: “La reforma de la con-
ciencia únicamente consiste
en despertar al mundo… del
sueño sobre sí mismo.”
Se trata de verdaderas
espoletas o detonadores de
su filosofía del despertar,
contenida a partir de la pági-
na 459, apartado N, “Teoría
del conocimiento, teoría del
progreso”. Consiste en to-
mar lo que ha sido y de ese
“ha sido” hacer despertar un
saber aún no consciente en
el hombre. Esto se vuelve
visible, por ejemplo, al con-
templar la arquitectura en el
momento en que empieza a
mostrar signos de decaden-
cia. Algo semejante puede
leerse en la vida, en “las for-
mas perdidas y aparentemen-
te secundarias” de épocas pa-
apoyarla estaban defendien-
do al Sóviet amenazado por
la contra revolución. En los
hechos el poder que habían
obtenido los obreros mediante
su auto organización (comités
de fábrica, consejos obreros y
militares, comunas agrícolas,
etc.) se transformó mediante el
golpe de Octubre en la exclu-
sividad del poder bolchevique,
en el dominio absoluto de un
partido minoritario que expro-
pió a la clase obrera de la po-
sición que desde Febrero había
trabajosamente conseguido.
Tal fue, nos dicen, lo verdade-
ramente consagrado los días
24 y 25 de Octubre.
En esta imputación de
traición al sóviet y al poder
popular que este representaba,
se resume el núcleo del libro
de Laval y Dardot. Ellos no
alegan, aunque por momentos
lo parezca, que la revolución
que hubiera debido preser-
varse fuera la de Febrero, a la
que, por más que no lo digan
expresamente, consideran una
revolución burguesa inspirada
en el liberalismo. Ni, por con-
siguiente, consideran promiso-
rio que la misma, pese a las tre-
mendas dificultades de Rusia
en aquél momento, pudiera dar
paso a una democracia liberal,
superadora de la autocracia de
los Zares, en el camino de las
revoluciones de Occidente.
Su crítica, sostenida desde
una posición anticapitalista de
izquierda radical, se centra en
el propósito de los bolchevi-
ques, encabezados por Lenin
y Trotsky, de instaurar la dic-
tadura del proletariado a través
del Estado y sus instituciones.
Un estado centralizado como
instancia del poder político y
económico, a su vez dominado
por el Partido Bolchevique, en
el lugar de la clase a la que ape-
laba Marx.
sadas. Benjamin cita un texto
de S. Giedion: “En las esca-
lerillas barridas por el viento
de la torre Eiffel, o, mejor
aún, en los brazos de acero
de un Pont Transbordeur, se
encuentra la vivencia estética
básica de la edificación de
hoy: las cosas fluyen a través
de la fina red de hierro que
queda tendida en el espacio:
barcos, mar, casas, mástiles,
paisaje, puerto. Pierden su fi-
gura delimitada: descienden
en círculos unas en otras, se
mezclan simultáneamente.”
Mediante la labor históri-
ca se puede separar lo positi-
vo, vivo y preñado de futuro,
de lo inútil, atrasado y muer-
to. Esto es fácil. Pero tiene
decisiva importancia volver
a efectuar una división en la
parte negada y excluida, “de
tal modo que con desplazar
el ángulo de visión (¡pero
no la escala de medida!) sal-
ga de nuevo a la luz del día,
también aquí, algo positivo
y distinto a lo anteriormente
señalado.” Sería aconsejable
practicar esta reconversión,
como en un eterno retorno,
para llevar al presente todo el
pasado. Benjamin encuentra
una expresión significativa
en los primeros productos in-
dustriales, en los edificios, en
las primeras máquinas, en los
grandes almacenes; no sólo
son importantes como pun-
tos de reflexión causal, caros
para el marxismo, sino como
caracteres expresivos de los
Esta sustitución, insisten
reiteradamente los autores,
lleva a que la sociedad resul-
tara regida por un conjunto de
revolucionarios profesionales,
tecnócratas del cambio social,
que terminaron por comportar-
se como burócratas de la revo-
lución. Instalando, en el seno
del Partido-Estado, el reino del
autoritarismo y la represión. Y
eso antes que el Partido Comu-
nista, siguiendo la misma lógi-
ca, fuera sustituído por el autó-
crata como más tarde sucedió
con Stalin y con su concurso se
impusiera durante décadas el
terror como método de gobier-
no y forma de vida.
Aún recordando que la
revolución soviética ocurrió
un siglo atrás. los autores, se-
ñalan la imposibilidad que la
superación del capitalismo
pueda lograrse mediante un
partido que en exclusividad
(operando como partido único)
y haciendo uso de la coacción
del estado como institución
política central, pueda imponer
un modelo económico (el de la
socialización de los medios de
producción) al resto de la so-
ciedad. Sin olvidar que el co-
munismo proponía un cambio
en la economía, no solamente
ni principalmente por razones
de eficacia, sino para superar
la alienación que, bajo la for-
ma capitalista, este modo de
producción genera en los se-
res humanos, condenándolos
a desnaturalizar su esencia.
Salvo que, resignando todo
propósito humanista se apele
sostenidamente al terror, extre-
mo que no utilizaron ni los me-
jicanos ni los españoles en sus
intentos revolucionarios. Y que
aún así, ni siquiera con tamaña
amputación de la libertad polí-
tica, a largo plazo la revolución
soviética logró realizar.
Para Laval y Dardot, el
tiempos. No tiene nada que
decir al respecto: sólo tiene
que mostrar. En eso consiste
el Libro de los Pasajes, en
un ejercicio que muestra la
falsedad de la idea de progre-
so, sustituyéndola por la idea
de actualización. Conforme
a su posición escéptica con
respecto a la separación del
tiempo en pasado y futuro,
cree en la labor del hombre
como actualización y no
como avance ni como mejo-
ramiento, asuntos inconmen-
surables. En síntesis, busca
“Descubrir en el análisis del
pequeño momento singular,
el cristal del acontecer total.”
De allí la propiedad de la miedo. Al funcionar las co- Benjamin también es-
“imagen dialéctica”: “Pues sas muertas como imágenes cribe: “Al pensar pertenece
mientras que la relación del de las intenciones subjetivas tanto el movimiento como la
presente con el pasado es éstas se presentan como no detención de los pensamien-
puramente temporal, la de lo perecidas y eternas. Las imá- tos. Allí donde el pensar, en
que ha sido con el ahora es una constelación saturada de
genes dialécticas son cons-
dialéctica: de naturaleza fi- tensiones, llega a detenerse,
telaciones entre las cosas
gurativa, no temporal. Sólo aparece la imagen dialécti-
alienadas y la significación
las imágenes dialécticas son ca. Es la cesura en el movi-
imágenes auténticamente exhaustiva, detenidas en el
momento de la indiferencia miento del pensar. Su lugar
históricas, esto es, no arcai- no es, por supuesto, un lugar
cas. La imagen leída, o sea, de muerte y significación.
cualquiera. Hay que buscar-
la imagen en el ahora de la Mientras que en la aparien- lo, por decirlo brevemente,
cognoscibilidad, lleva en el cia se despierta a las cosas allí donde la tensión entre
más alto grado la marca del para lo más nuevo, la muerte las oposiciones dialécticas es
momento crítico y peligroso transforma las significacio- máxima. Por consiguiente, el
que subyace a toda lectura.” nes en lo más antiguo. Hay objeto mismo construido en
Lo observó Adorno cuando que añadir que en el siglo la exposición materialista de
escribió que “al perder su XIX aumenta en una canti- la historia es la imagen dia-
valor de uso, las cosas alie- dad y ritmo hasta entonces léctica. Es idéntico al objeto
nadas se vacían, adquiriendo desconocidos el número de histórico; justifica que se le
significaciones como claves las cosas ‘vaciadas’, pues el haga saltar del continuo del
ocultas. De ellas se apodera progreso técnico deja cons- curso de la historia.”
la subjetividad cargándolas tantemente fuera de circula-
con intenciones de deseo y ción nuevos objetos de uso.” Jorge Liberati
comunismo -cuya actual con- la izquierda no tuvo empacho ingenuo o angelical, es de-
notación negativa proponen en proponer por doquier, con mostrativa de la orfandad de
superar- esto sólo puede lo- los tristes resultados conoci- la izquierda moderna, que a
grarse mediante una sociedad dos, y que el actual populismo falta de otro camino propone
que cuestionando la propiedad de izquierda es bastante menos el retorno a Icaria o al País
privada e impulsando la ges- enfático en proscribir. de Jauja. Carlos Marx, no sin
tión colectiva, también lo haga De todos modos la pro- ironía, lo llamó, el “socialis-
con la división entre público puesta de Laval y Dardot, mo utópico”.
y privado y levante, contra la más allá de su moderación y
creciente privatización de la de su estilo, en cierto modo
vida que impone el Hebert Gatto
neoliberalismo, un
nuevo principio fi-
losófico, jurídico y
político: lo Común.
El comunismo de
los comunes, es
decir una sociedad
que gradualmente,
mediante experien-
cias comunitarias
locales, munici-
paples y luego
provinciales, pero
cada vez más ex-
tendidas, suprima
la competencia, la
acumulación y el
cercamiento de los
bienes comunes
que vaya en cada
caso determinando
(bosques, riego,
pesquerìas, indus-
trias, especialmen-
te farmaceúticas,
mundo digital),
haciendo de cada
hombre un fin y no
un medio, como as-
piraba Emmanuel
Kant.
Sin duda se tra-
ta de un bello sue-
ño, especialmente
porque expresa-
mente proscribe
la violencia o la
coacción para cada
uno de los múlti-
ples experimentos
que propone. Una
violencia que, re-
volución mediante,
diciembre de 2018 / 415 / 27

Relaciones 404/5
Enero/Febrero
• La sensación de estar vivos.
(Elbio Rodríguez Barilari)
• La literatura y el horror.
(Gladys Franco)
• Petrushka: un aspecto musi-
cal y narrativo en Felisberto
Hernández. (Yanina Vidal)
• La última insurrección de la
poesía. (Jorge Liberati)
• Aproximación a John Fante.
(Juan Carlos Capo)
• ¿Qué es un autor? (Michel
Foucault)
• “La alucinación”. (Sara Martí-
nez Granello)
• Jane Austen, más que una
dama. (Carolina Vegas)
• A propósito de Kazuo Ishi-
guro y “El gigante enterrado”.
(Fernando Barrios Boibo)
• Tres estilos de narrativa.
(Fabián Muniz)
• cuentario. Estaba escrito. (So-
nia Blanco); Si pudiera zurcir
el tiempo. (Gil Nascimento);
Ruth. (Hosky); Setiembre.
(Silvana Hernández); Pies pla-
nos. (Verónica D`Auria); del
desarrollo de las rutinas. (Wil-
mar Berdino); Marica Mala.
(José Arenas); La oración
del hijo. (Fernando Barrios);
Decires. (Rosario Beisso);
Con Betty. (Gladys Franco);
El humo de los dioses. (Elbio
Rodríguez Barilari); El está
por llegar. (Andrés Capelán);
Morir de amor. (Teresa Por-
zecansky); La amenaza. (Ola
Filip Nilsson); En el fondo
del aljibe. (Horacio Cavallo);
El hombre de la bolsa. (Juan
Carlos Capo); La dama.
(Duilio Luraschi); Negras
derivaciones. (Oxymoron)
Relaciones 406
Marzo
• Teología y hermenéutica en
la generación crítica. (Jorge
Liberati)
• Una educación sentimental.
(Alberto Barrera)
• Escuela y neocrítica. (Enrique
Puchet)
• El legado de Lutero.
• El costo de eliminar el dolor.
(Alberto Santiere)
• Sobre la necesidad del senti-
do. (Ezra Heymann)
• Las humanidades, hoy. (Aldo
Mazzucchelli)
• “La salud mental es un mito”.
(Nick Arnold)
• Los lugares del conflicto po-
lítico. (Anders Fjeld – Diego
Paredes)
• Dios. (Peter Watson)
• Por otra parte. Más cine.
(Phillipe Sollers). munda-
nalia. Homenaje al teatro
uruguayo. (Elbio Rodríguez
Barilari). rescate. Satanás, el
Adversario. (Louise Jacobs).
memoranda. Sarah Koten.
(Miguel Sola). querenderes.
28 / 415
Índice de artículos publicados; parte 31: del 404/5 al 414
de la emisión de gases noci-
vos. (Wilmar Berdino). trazos
y trazas. El dibujo y yo.
(Raquel Barboza). perfil. Isac
Babel. (Joseph Hodara). ópe-
ra. Comentarios sobre ópera.
(Egon Friedler. contracanto.
Comentarios sobre música.
(Elbio Rodríguez Barilari).
legenda. Comentarios sobre
literatura. (Fernando Barrios
Boibo). contextos. Comenta-
rios sobre libros. telón. Co-
mentarios sobre teatro. (Roxa-
na Rûgnitz Garabedián).
vistas. Comentarios sobre
cine. (Juan Carlos Capo).
• El discurso plástico. Dibujos
por Raquel Barboza.
Relaciones 407
Abril
• Matan a las mujeres. (Patricia
Ortega Dolz)
• Pero, ¿qué es la inclusión?
(Daniela Danelinck – Fabiana
Demarco)
• De la migraña a las alucina-
ciones. (Agustín Courtoisie)
• La peste. (Gonzalo López
Sánchez)
• Google puede más. (Entredi-
chos Néstor García Canclini/
Agustín Scarpelli)
• Y después de Evo Morales,
¿qué? (Franco Gamboa Roca-
bado)
• Modismos y dualismos en
Descartes y en Nietzsche.
(Ezra Heymann)
• Universidad, ¿qué futuro?
(Claudio Rama – Lydia Garri-
do)
• Contrapeso del adicto (Laura
Ciancaglini)
• Resistencia civil. (Andrea
Mejía)
• Por otra parte. Staccato. (Phi-
llipe Sollers); La estilográfica
de Philipe Sollers. (Philipe
Sollers); De mujeres y pintu-
ras. (Irene Macek). munda-
nalia. Un país suavemente
ondulado. (Elbio Rodríguez
Barilari). querenderes. De
las voces de la experiencia.
(Wilmar Berdino). acontece.
Venimos del pasado. (Rosa
Olivares). trazos y trazas.
Roland B. Kitaj. dicciones.
Cosas feas que Internet le ha
hecho al castellano. (Carmen
Mañana). acontece. Claude
Shannon. legenda. Comen-
tarios sobre literatura. (Fer-
nando Barrios Bobio). vistas.
Comentarios sobre cine
(Juan Carlos Capo). telón.
Comentarios sobre teatro.
(Roxana Rûgnitz Garbedián).
contexto. Comentarios sobre
libros. contracanto. Comen-
tarios sobre música. (Elbio
Rodríguez Barilari). sonidos.
Comentarios sobre música.
(Egon Friedler)
• El discurso plástico. Dibujos
de Roland B Kitaj.
Relaciones 408
Mayo
• La crisis de la masculinidad.
(Entredichos Jordan B. Peter-
son/Cayetana Alvarez)
• Juan Luis Segundo. (Jorge
Liberati)
• La historia de la educación.
(Agapo Luis Palomeque)
• Los nombres de América.
(Daniel Vidart)
• La dimensión estética de la
vida. (Ezra Heymann)
• Penes y penas. (Ana Teitel-
baum)
• El amor romántico. (Carmen
Ruiz Repullo)
/ diciembre de 2018
• Liberalismos. (Agustín Cour-
toisie)
• Narrativizar la historia. (Raúl
Vallejo)
• Ciudad de los niños. (Fran-
cesco Tonucci)
• Por otra parte. La guerra
según Debord. (Phillipe
Sollers); El odio a la música.
(Pascal Quignard). mundana-
lia. Luis Pereira Severo. (Elbio
Rodríguez Barilari). orbe
freudiano. Psicoanálisis y
profecía. (Robert Castel). que-
renderes. de cómo viajar en
el tiempo. (Wilmar Berdino).
trazos y trazas. Los dibujos
de Ricardo Lanzarini. (Adria-
na Gallo). rescate. Sherlok
Holmes a los 120 años. vis-
tas. Comentarios sobre cine.
(Juan Carlos Capo). legenda.
Comentarios sobre literatura.
(Fernando Barrios Boibo).
telón. Comentarios sobre tea-
tro. (Roxana Rûgnitz Garabe-
dián). sonidos. Comentarios
sobre música. (Egon Friedler).
chispas. tal vez. (Nill Cruz);
contexto. Comentarios sobre
libros. contracanto. Comen-
tarios sobre discos. (Elbio
Rodríguez Barilari).
• El discurso plástico. Dibujos
de Ricardo Lanzarini.
Relaciones 409
Junio
• Interlocutores. (Enrique
Puchet)
• Juan Luis Segundo, el hom-
bre y su pensamiento (Jorge
Liberati)
• El encantamiento soviético,
año 100. (Hebert Gatto)
• Realismo – idealismo. (Ezra
Heymann)
• Nombres de América. Dos.
(Daniel Vidart)
• La pregunta por el sexo.
(Dolores Castrillo Mirat)
• Fotografía y pintura. (Rosa
Olivares)
• Poder contra el poder.
Montevideo, 1968 nos des-
peina el pensamiento. (Elbio
Rodríguez Barilari); 50 años
¿no es nada? (Josep Ramone-
da); USA 60: la ebullición.
(Raquel Quílez); Los Beatles:
Conmoción musical. (Lito
Nebbia); Mayo del 68: la
revolución que no tuvo lugar.
(Marco Bonilla); Praga: la
primavera negra. (Guillermo
Gasio); El mayor logro de
la era moderna. (Virginia
Hernández); La música que
cambió la historia. (Fernan-
do Soriano); Los Beatles:
Años de esperanza. (Alberto
Amato); Por otra parte. Sam
Warhol. (Phillipe Sollers); El
fútbol en Uruguay. (Dennis
Doty). mundanalia. Los años
60. Poder contra el poder.
contextos. querenderes. de
cómo llegar a la perfección.
(Wilmar Berdino). trazos y
trazas. Petrona Viera. (Raquel
Pereda).
• El discurso plástico. Graba-
dos de Petrona Viera.
Relaciones 410
Julio
• Facebook: abuso de datos
era su modelo de negocios.
(Carlos Montero)
• Abya Ayla, disparate indianis-
ta. (Daniel Vidart)
• El político weberiano. (Pablo
Ney Ferreira)
• Pueblo, no Estado. (Helmut
Plessner)
• Imaginación en Kant. (Tribu-
to a Ezra Heymann)
• Apuntando a China. (Alfon-
so Elizondo)
• Infierno y paraíso. (Roberto
Blatt)
• Poder contra el poder. No lo
vieron venir. (Alain Touraine).
La fuerza de la desobediencia
civil. (Raquel Quíllez); La
época y los cambios. (Jorge
Fondebrider). Religión,
violación, esclavitud. (Enri-
que Krauze); ¿Y después la
jubilación? (Lluís Bassets).
Fracaso político. (Daniel
Cohn Bendit); Irrupción del
FER en Uruguay. (Alberto
Pérez Iriarte); México, el
legado incierto. (Enrique
Krauze). No se podía innovar.
(Luis Díaz Molano); El Me-
sías negro. (Sonia Aparicio).
Por otra parte. Las Locuras
Francesas. (Phillipe Sollers);
Apostillas a la muerte. (Juan
Carlos Capo). trazos y trazas.
Oscar Larroca y su “Gráfica
Ilustrada” (Textos de Elbio
Gandolfo y Carolina San-
taello Franco); acontece.
Museos: un día. (Rosa Oliva-
res); contextos. Comentarios
sobre libros. vistas. Comen-
tarios sobre cine. (Juan Carlos
Capo); telón. Comentarios
sobre teatro. (Roxana Rüg-
nitz); sonidos. Comentarios
sobre música. (Egon Friedler);
contracanto. Comentarios
sobre discos. (Elbio Rodrí-
guez Barilari)
• El discurso plástico. Dibujos
por Oscar Larroca
Relaciones 411
Agosto
• Las murallas de Colonia y la
guerra como vocación. (Se-
bastián Rivero Scirgalea)
• Sobre la devaluación de lo
íntimo. (Roy Cyjon)
• Genocidio y “ciudad letrada”
en América Latina. (José
Ramón García Menéndez)
• ¿De dónde Montevideo?
(Daniel Vidart)
• Alberto Methol Ferré: el dog-
ma que libera. (Jorge Liberati)
• Hermenéutica y crítica cultu-
ral. (Ezra Heymann)
• Sexo y género. (Steven Arthur
Pinker)
• Ratificaciones sostenibles.
(Enrique Puchet)
• El canon Harold Bloom
(Agustín Courtoisie)
• Guerra y paz. (Roberto Blatt)
• Por otra parte. Centro. (Phi-
llipe Sollers); trazos y trazas.
Valerio Adami: la línea narra-
tiva. (Octavio Paz); munda-
nalia. En dos canchas. (Elbio
Rodríguez Barilari); rescates.
Querido terror. (Andrea Me-
jía); querenderes. de cómo
llegar a viejo. (Wilmar Berdi-
no); revisiones. Convivencia
en la Andalucía árabe. (Fran-
cisco de Andrés); contextos.
Comentarios sobre libros;
legenda. Comentarios sobre
literatura. (Fernando Barrios);
vistas. Comentarios sobre
cine. (Juan Carlos Capo);
telón. Comentarios sobre tea-
tro. (Roxana Rügnitz); danza.
Comentarios sobre música.
(Egon Friedler); contracanto.
Comentarios sobre discos.
(Elbio Rodríguez Barilari)
• El discurso plástico. Dibujos
por Valerio Adami
Relaciones 412
Setiembre
• Manicomio y locura en
Uruguay (Fabricio Vomero)
• El derecho y la seguridad
ciudadana. (Oscar Sarlo)
• Memoria y literatura en
América Latina. (José Ramón
García Menéndez)
• Innovaciones. (Enrique Pu-
chet)
• La cuarta revolución indus-
trial. (Carlos A. Scolari)
• Ética y axiología (Ezra
Heymann)
• La transformación de la uni-
versidad en América Latina.
(Claudio Rama)
• Pastorado precristiano. (Mi-
chel Foucault)
• A diestra y siniestra. (Roberto
Blatt)
• Por otra parte. La novela y
la experiencia de los límites.
(Phillipe Sollers), ¿Qué es el
CIDDAE? (Marcelo Sienra);
De Cajón: 10 años. Imágenes
Encontradas (Irene Macek);
trazos y trazas. Odilon
Redon y el Simbolismo;
acontece. Algo huele en
Dinamarca … (Nirta Gau-
dín); contextos. Comentarios
sobre libros; vistas. Comen-
tarios sobre cine. (Juan Carlos
Capo); telón. Comentarios
sobre teatro. (Roxana Rüg-
nitz); sonidos. Comentarios
sobre música. (Egon Friedler);
contracanto. Comentarios
sobre discos. (Elbio Rodrí-
guez Barilari)
• El discurso plástico. Dibujos
por Odilon Redon
Relaciones 413
Octubre
• Ciencia, tecnología y socie-
dad. (Agustín Courtoisie)
• Carlos Quijano y la revolu-
ción invisible. (Jorge Liberati)
• Indigenismos. (Daniel Vidart)
• Ética y estética. (Ezra
Heymann)
• Filosofía de las mutaciones
biohistóricas actuales. (Augus-
to Pérez Lindo)
• La encrucijada: Heidegger, la
“Teoría crítica” y la banalidad
del mal. (José Ramón García
Menéndez)
• Gramsci en el nacimiento
del fascismo. (Ricardo Laleff
Ilieff)
• Educación o entrenamiento.
(Roberto Blatt)
• Por otra parte. La novela y la
experiencia de los límites. (se-
gunda parte) (Phillipe Sollers).
mundanalia. Estigma bajo
Montevideo. Un best seller
de Elbix Barilarix. (Elbio Ro-
dríguez Barilari). testimonio.
Contra el dieciocho. (Martín
Hopenhayn); contexto. Co-
mentarios sobre libros: vistas.
Comentarios sobre cine.
(Juan Carlos Capo); telón.
Comentarios sobre teatro.
(Roxana Rügnitz); sonidos.
Comentarios sobre música.
(Egon Friedler); contracanto.
Comentarios sobre discos.
(Elbio Rodríguez Barilari)
Relaciones 414
Noviembre
• Pierre Dardot (Agustín Cour-
toisie)
• Cultura ¿superflua? (Enrique
Puchet)
• Hebert Gatto: La democracia
liberal. (Jorge Liberati)
• Informe acerca de la mons-
truosa naturaleza sexual
de los hombres y el ajuste
de cuentas que ella genera.
(Stephen Marche)
• La filosofía del derecho de
matar. (Grégoire Chamayou)
• En torno a la imaginación.
(Ezra Heymann)
• Función clínica del Derecho.
(Laura A. Capacete)
• Inclusión, exclusión. (Rober-
to Blatt)
• Por otra parte. La novela y la
experiencia de los límites. (ter-
cera parte). Lo que no sabes
del porno. (Lux Alptraum);
mundanalia. Las despiadadas
metáforas de Laura Martínez
Coronel. (Elbio Barilari);
trazos y trazas. Mrs. Marylin
Monroe de Sábat. (Juan
Carlos Onetti); querenderes.
de cómo dominar al mundo.
(Wilmar Berdino); acontece.
Argentina sin justicia; con-
textos. Comentarios sobre
libros; vistas. Comentarios
sobre cine. (Juan Carlos
Capo); telón. Comentarios
sobre teatro. (Roxana Rüg-
nitz); sonidos. Comentarios
sobre música. (Egon Friedler);
contracanto. Comentarios
sobre discos. (Elbio Rodrí-
guez Barilari)
• El discurso plástico. Dibujos
por Hermenegildo (Menchi)
Sábat.
INDICE DE INDICES de “relacio-
nes” Del Nº 1 al 15, aparece en rela-
ciones Nº 53 Del Nº 16 al 30, aparece
en relaciones Nº 54 Del Nº 31 al 41,
aparece en relaciones Nº 55 Del Nº 42
al 52, aparece en relaciones Nº 56/57
Del Nº 53 al 63, aparece en relaciones
Nº 68/69 Del Nº 64 al 75, aparece en
relaciones Nº 80/81 Del Nº 76 al 88,
aparece en relaciones Nº 92/93 Del
Nº 89 al 100, aparece en relaciones Nº
104/105 Del Nº 101 al 112, aparece
en relaciones Nº 116/ 117 Del Nº 113
al 124, aparece en relaciones Nº 128/
29 Del Nº 125 al 136, aparece en rela-
ciones Nº 140/ 41 Del Nº 137 al 148,
aparece en relaciones Nº 152/ 153 Del
Nº 149 al 161, aparece en relaciones
Nº 164/ 165 Del Nº 162 al 174, apa-
rece en relaciones Nª 176/ 77 Del Nº
175 al 186, aparece en relaciones Nº
188/ 89 Del Nº 187 al 198, aparece
en relaciones Nº 200/ 201 Del Nº
199 al 210, aparece en relaciones Nº
212/ 213 Del Nº 211 al 222, aparece
en relaciones Nº 224/ 225 Del Nº 223
al 234, aparece en relaciones Nº 236/3
Del Nº 235 al 246, aparece en relacio-
nes Nº 248/49, del Nº 404/5 al 414
aparece en relaciones Nº 415
Serie: Economotropos (LXX)
Economía y psicología
El área de psicología y economía ha crecido exponencialmente en
los últimos treinta años. Si la economía se refiere al estudio de la
asignación de recursos escasos, la psicología y economía, o economía
conductual, se refiere al estudio de la decisión de asignación de
Se usan herramientas de psicología
y economía para lograr un mejor en-
tendimiento de los seres humanos: qué
decisiones toman, pero también cómo
aprovechan esa toma de decisiones para
realizar una intervención que mejore el
bienestar de las personas. En resumen,
la economía conductual busca com-
prender de mejor manera el funciona-
miento del mundo y las personas.
A veces se cree que esta área trata de
remplazar el modelo económico básico.
En realidad, eso no es lo que se busca en
psicología y economía, sino un mejor
entendimiento de cómo se comporta
el ser humano. En algunas ocasiones
el modelo neoclásico tradicional es la
mejor herramienta para realizar interven-
ciones, pero en otras no es claro que esto
sea así; entonces, la economía conduc-
tual busca robustecer la teoría económi-
ca con supuestos más creíbles acerca del
comportamiento de las personas.
Raj Chetty, profesor de la Univer-
sidad de Stanford, ha argumentado
convincentemente que la psicología y
economía es un complemento a la teo-
ría económica tradicional. En presencia
de incertidumbre sobre el supuesto
correcto del comportamiento de los
individuos en cuestión, los modelos
de psicología y economía deberían ser
utilizados. Y no al contrario: si no co-
nocemos el modelo correcto, se debería
usar siempre el modelo económico tra-
dicional. Podemos utilizar los dos para
mejorar el bienestar de las personas.
En el lenguaje coloquial de esta
literatura cada modelo tiene ciertas
definiciones. El modelo neoclásico
tradicional es conocido como el homo
economicus. Este modelo supone que los
individuos se comportan egoístamente
FUENTE: “”Economía y psicología.
Apuntes sobre economía conductual para
entender problemas económicos actuales.”
Por Raymundo Miguel Campos Vázquez.
México, 2017. Ed. Fondo de Cultura
Económica.
recursos escasos.
(no se preocupan por el bienestar de
otros) y que son racionales, y en la
mayoría de los casos, que tienen infor-
mación completa y que pueden proce-
sar toda esa información para tomar la
mejor decisión.
El otro término usado por los eco-
nomistas es homo sapiens, para referirse
al individuo que comete errores o toma
malas decisiones: aun con información
completa, el individuo no puede pro-
cesarla o bien toma decisiones que no
están en su mejor interés. Finalmente,
se encuentra el término homo recipro-
cans, que se refiere a que los individuos
tienen preferencias sociales en las que
el bienestar de otros es importante.
Cuando el homo economicus se com-
porta egoístamente, el homo reciprocans
toma sus decisiones con base en las
normas sociales, que implican que reci-
procidad, confianza y altruismo desem-
peñan un papel importante.
(…)
En esta introducción analizamos las
contribuciones de Daniel Kahneman.
No se puede pensar en este campo de
estudio sin las grandes contribuciones
del Premio Nobel de Economía en 2002.
EL LEGADO DE DANIEL
KAHNEMAN
Daniel Kahneman es psicólogo por
la Universidad de California en Ber-
keley; nacido en Israel en 1934, actual-
mente es profesor de la Universidad de
Princeton. Su trabajo, que ha cambiado
radicalmente la forma de hacer econo-
mía moderna, se basa en analizar las
fallas de los individuos que son incon-
sistentes con las decisiones tomadas
por el homo economicus. En particular,
su gran contribución al campo (en con-
junto con Amos Tversky, fallecido en
1996) es la teoría de prospectos.
Otra contribución importante suya
al campo es el papel de la heurística
en la toma de decisiones de los indivi-
duos. La heurística se refiere a las reglas
automáticas que utilizamos para tomar
Raymundo Miguel Campos Vázquez
decisiones. Por ejemplo, Kahneman
(2003: 1458) hace los siguientes dos
planteamientos acerca de seiscientas
personas que se hallan en situación de
vida o muerte: el primero dice que “Si
se adopta el programa A, doscientas
personas se salvarán. Si se adopta el
B, existe un tercio de probabilidades
de que nadie muera y dos tercios de
probabilidades de que nadie se salve”.
El segundo dice que “Si se adopta el
programa A, cuatrocientas personas
morirán. Si se adopta el B, existe un
tercio de probabilidades de que nadie
muera y dos tercios de probabilidades
de que nadie se salve”.
El resultado es idéntico en ambas
opciones y, sin embargo, cuando se
presentan las preguntas por separado la
mayoría responderá primero que pre-
fiere la opción A y después la opción
B. Aunque el resultado es el mismo, las
personas buscan el riesgo cuando se les
presenta un marco de pérdidas (muer-
tes) en lugar de ganancias (vidas). El
trabajo científico de Kahneman se halla
resumido en el artículo que escribió
al ganar el premio Nobel (Kahneman,
2003): “Maps of Bounded Rationality:
Psychology for Behavioral Economists”,
en la prestigiosa American Economic
Review. También ha escrito un libro en
un lenguaje más accesible, el cual ha
tenido un éxito rotundo (Kahneman,
2011): Thinking: Fast and Slow. A
continuación hablo un poco sobre el
contenido del libro.
Una forma de analizar cómo se
comporta el ser humano es dividiendo
su forma de pensar en dos sistemas: sis-
tema 1 y sistema 2. El sistema 1 es auto-
mático, intuitivo, rápido y no demanda
esfuerzo. Al contrario, el sistema 2 es
lento, razona, requiere concentración
y lleva esfuerzo utilizarlo. Dado que el
sistema 2 conlleva un esfuerzo, es flojo
en activarse. Por tanto, la mayor parte
del tiempo dependemos del sistema 1.
Por ejemplo, al reaccionar ante una ex-
presión facial estamos utilizando auto-
máticamente el sistema 1. Por otro lado,
al solucionar un problema complejo
de matemáticas estamos utilizando el
sistema 2. En este sentido, el sistema 1
tiene más probabilidades de error que
el sistema 2. El sistema 1 depende de
nuestra intuición acumulada para tomar
una decisión. En palabras de Jonathan
Haidt (The Happiness Hypothesis, 2005),
diciembre de 2018 /
el sistema 1 es el elefante, que es lento
y generalmente controla la situación, y
el sistema 2 es la persona que cabalga al
elefante, el cual entra en acción en caso
necesario.
Puesto que el sistema 2 es lento y
requiere esfuerzo, estamos acostumbra-
dos a usar la mayor parte del tiempo
el sistema 1. Esto nos lleva a cometer
errores de intuición y a depender de
la heurística. Los efectos de anclaje
(priming y anchoring) son importantes:
cuando a las personas se les pide recor-
dar un número del 1 al 10 (asignado
aleatoriamente) y luego decir cuánto
piensan que vale un producto, aquellos
que recibieron un número aleatorio
más grande son más propensos a cal-
cular un precio mayor que aquellos
que recibieron un número menor.
Otro sesgo común es el efecto halo.
Este efecto consiste en que tendemos a
valorar algo de la misma forma en que
fue valorado en el pasado. Es decir, un
rasgo en particular que no tiene nada
que ver con el rasgo evaluado actual
puede tener un efecto sustancial en la
evaluación. Por ejemplo, una persona
atractiva es evaluada positivamente en
áreas no relacionadas con rasgos físi-
cos. Otro sesgo es la sobreconfianza.
Generalmente, tenemos confianza en
nosotros mismos y planeamos un me-
jor escenario (terminar algo a tiempo,
ganar más en una transacción, etc.) de
lo que en realidad hacemos.
En resumen, el libro trata sobre
nuestras ilusiones cognitivas. Estas
ilusiones dependen del contexto y de
la referencia que estemos utilizando.
Las decisiones que tomamos y cómo
funcionan los sistemas 1 y 2 depen-
den fuertemente del contexto de esa
decisión. Por ejemplo, Kahneman
(2003) menciona el caso de las letras
y los números. La letra B y el número
13 pueden parecer muy similares el
uno al otro. Sin embargo, cuando se
ponen la letra A y el número 12 a un
lado, respectivamente, nuestro sistema
1 tiende a asociarlos automáticamente
con la letra B y el número 13. En el
caso de la referencia, tenemos el ejem-
plo de los colores. Supongamos que
observamos un cuadro grande de cierto
color (negro o azul) por un momento,
y luego inmediatamente observamos
un cuadro pequeño de color amarillo
dentro del cuadro grande. El color que
415 / 29
observemos dependerá del color que
vimos anteriormente. Es un aspecto de
la toma de decisiones con referencias
dependientes.
Estos sesgos heurísticos nos pueden
llevar a tomar decisiones equivocadas.
Por ejemplo, la estimación de la elasti-
cidad precio de la demanda puede ser
diferente para cambios positivos o ne-
gativos en los precios, dada la aversión
a la pérdida. Aun con la calidad como
información pública, cierta mercado-
tecnia nos puede llevar a comprar un
producto por el efecto halo. La sobre-
confianza acerca de su capacidad de
ahorro o de salud puede llevar al indi-
viduo a tomar malas decisiones en esos
ámbitos. Por tanto, estos sesgos son de
fundamental importancia para el estu-
dio de las decisiones económicas. Ante-
riormente, en economía creíamos que
el individuo debería comportarse como
en nuestros modelos económicos con
racionalidad perfecta y egoísmo. El
dicho entre economistas era: ¡‘Si los
individuos no se comportan como las
predicciones del modelo económico
eso es muy malo para la realidad”.
Esta visión ha cambiado gracias a las
grandes contribuciones de Daniel Kah-
neman en conjunto con Amos Tversky.
V,
Para terminar, cito la conclusión de
Kahneman (2003,1469). “La caracterís-
tica central de los agentes económicos
no es que razonan pobremente, sino
que con frecuencia actúan intuitiva-
mente. Y la conducta de estos agentes
no es guiada por lo que pueden cal-
cular o computan sino por lo que ob-
servan en ese momento.” (traducción
mía). Las contribuciones iniciales de
Daniel Kahneman se han extendido
sustancialmente en los últimos anos,
pero en especial en el inicio del siglo
XXI. En este libro analizamos esas
nuevas contribuciones y modelos eco-
nómicos, pero hay que tener en mente
Economotropos
Últimos artículos publicados
en esta serie:
(XLXI) “El capitalismo no funciona”.
(Andrew Hussey, Nº 362)
(XLX) Economía y creencia. (Rafael Di
Tella, Nº 370)
(XLXI) Economotropos. (Jean Pierre
Dupuy, Nº 382)
(XLXII) Megaciudades y no países.
(Parag Khanna, Nº 387)
(XLXIII) Y del neoliberalismo ¿qué?
(Fernando Escalante Gonzalbo, Nº 388)
(XLXIX) ¿Hay otro capitalismo? (Agustín
Courtoisie, Nº 402)
30 / 415 / diciembre de 2018
cómo se empezó a analizar este fasci-
nante campo de estudio.
MODELO NEOCLÁSICO DE
CONDUCTA Y SUS POSIBLES
VIOLACIONES
El modelo neoclásico tradicional
supone que las personas son racionales
y egoístas, y que tienen la información
completa para tomar la mejor decisión.
Es decir, esos individuos son los homo
economicus. Según esta teoría, cada
individuo trata de maximizar su bien-
estar conforme las opciones posibles
(bienestar medido por una función de
utilidad. Supongamos que la opción a
elegir tiene un pago incierto: con pro-
babilidad p ocurre el pago mayor y con
1 — p _el estado malo. Estas opciones
son múltiplemente repetidas a través
del tiempo hasta un período final T.
En el periodo O el individuo sólo
tiene que evaluar entre dos estados.
Conforme pasa el tiempo, el individuo
tiene que descontar los resultados futu-
ros a una tasa de descuento. El modelo
puede ser fácilmente generalizado a
múltiples probabilidades y estados (no
únicamente dos) en tiempo infinito,
como en DellaVigna (2009). El indi-
viduo observa clara y objetivamente
la probabilidad p de ocurrencia del
evento. El individuo valora el resultado
x con base en la riqueza total del indi-
viduo, y no en cambios de riqueza. El
individuo descuenta el futuro con una
“tasa exponencial”, la cual es consisten-
te con las actividades futuras: si el indi-
viduo decide realizar una acción en el
periodo 3, cuando llegue el periodo 3
no tendrá ningún problema en realizar
esa actividad. Si el individuo tiene un
sesgo por el presente, se dice que el in-
dividuo tiene preferencias no estándar,
y en particular que tiene preferencias
en el tiempo.
En resumen, el modelo neoclásico
tradicional implica que los individuos
toman la mejor decisión independien-
temente del contexto al que se enfren-
tan. Si los individuos deciden ahorrar,
hacer ejercicio o dejar de fumar, lo
pueden hacer cuando lo deseen. Sin
embargo, la evidencia empírica muestra
que los individuos procrastinan sus
decisiones, lo cual es inconsistente con
el modelo simple enunciado arriba.
Asimismo, el modelo no considera el
contexto: qué referencia se toma. Esta
referencia puede depender de normas
sociales o bien del contexto específico.
Si la función de utilidad tiene un
punto de referencia, como argumenta
Daniel Kahneman, entonces la función
en la ecuación cambia para incluir el
punto de referencia. Los cambios en el
punto de referencia implican que la va-
loración de un resultado va a cambiar.
Por tanto, la decisión óptima a través
del tiempo y de los estados pudiera
cambiar. Ésta es una parte fundamental
de la teoría de prospectos.
Si el individuo no es homo econo-
micus, sino homo reciprocans, entonces
ese individuo se preocupa no sólo por
su bienestar, sino por el de los demás.
Existe una muy amplia bibliografía que
documenta que los individuos tienen
preferencias sociales. Las normas socia-
les o de mercado, conocidas también
con los nombres de motivaciones
intrínsecas o extrínsecas, se refieren a
toma de decisiones no estándar por-
que implican que el individuo no se
preocupa únicamente por un pago
monetario, sino también por sentirse
bien dada una acción. El cómo motivar
esa acción puede depender de qué tan
sensible es el individuo a la forma de
pago.
Otro aspecto de toma de decisiones
no estándar se refiere a cómo combatir
la corrupción y al papel de las emocio-
nes. Dependiendo del estado de ánimo,
se puede tomar una decisión u otra.
Este aspecto no lo permite el modelo
neoclásico tradicional pues supone que
siempre se toma la mejor decisión in-
dependientemente del contexto.
ECONOMÍA EXPERIMENTAL E
INFERENCIA CAUSAL
El estudio de la economía con-
ductual se basa principalmente en la
economía experimental. Si bien parte
del campo busca nuevos modelos teó-
ricos que expliquen ciertas conductas,
la mayor parte del mismo es empírico.
En la parte empírica se utilizan prin-
cipalmente experimentos aleatorios.
El uso de estos experimentos permite
realizar inferencias causales sobre el
efecto de una variable sobre otra. Los
experimentos aleatorios controlados
son ampliamente utilizados. para pro-
bar nuevas medicinas. ¿Cómo sabemos
que una medicina tendrá los resultados
deseados, así como efectos secunda-
rios? Entre un grupo de personas, a un
subgrupo se le da la verdadera medici-
na y al resto un placebo, y después se
analiza cómo reaccionan a la sustancia.
Cada persona es asignada al subgrupo
de la medicina o del placebo por me-
dio de un volado o lotería (asignación
aleatoria) En ciencias sociales, si bien
estamos mas limitados por cuestiones
éticas a utilizar experimentos contro-
lados que en otras ciencias, es posible
utilizar este método para entender el
comportamiento humano.
El experimento aleatorio es el
diseño por excelencia para encontrar
efectos causales. Su implementación
es como sigue. Primero, se diseña la
pregunta de investigación y la hipótesis
correspondiente. Segundo. Se diseñan
los grupos de control y de tratamiento.
Para medir una intervención es nece-
sario tener un grupo de control y un
grupo de tratamiento. El grupo de con-
trol sirve como comparación para saber
qué hubiera pasado con el grupo de
tratamiento sin el tratamiento. En este
paso, se tiene que asegurar que la asig-
nación a cada grupo se realiza en forma
aleatoria. Es decir, ninguna variable
observable está correlacionada con la
asignación al tratamiento. Si ninguna
variable observable (o menor de cierto
porcentaje de significación estadística)
está correlacionada con la asignación al
tratamiento, entonces el experimento
es mas convincente pues sugiere que
otras variables no observables tampoco
están correlacionadas con el tratamien-
to. Esto implica que la única diferencia
entre las personas de los grupos es que
unas tienen el tratamiento y otras no.
Por tanto, el tercero y último paso es
comparar los resultados entre trata-
miento y control para validar o recha-
zar la hipótesis del experimento. .
(…)
Desde una perspectiva intuitiva un
experimento controlado nos ayuda
a contestar preguntas causales. No
estamos interesados en averiguar la
correlación entre dos variables, sino el
efecto de una variable sobre otra. Por
ejemplo, qué pasa con la motivación y
el esfuerzo de los trabajadores cuando
se les reduce o se aumenta su salario.
Las respuestas pueden ser asimétricas.
El experimento controlado implicaría
asignar un cambio de salario (positivo
o negativo) a diferentes grupos de per-
sonas y luego observar cómo cambian
su motivación y su esfuerzo.
IMPORTANCIA DE LA
PSICOLOGÍA Y ECONOMÍA
El tema de la psicología y economía
ha cobrado tanta importancia que el
Banco Mundial decidió dedicarle su
informe anual de 2015. En este informe,
titulado “Mente, sociedad y conducta”, se
realiza un análisis de la teoría de la eco-
nomía conductual y los artículos más
recientes sobre el tema con una aplica-
ción al desarrollo económico. El reporte
es una contribución importante para
familiarizarse con el tema y entender la
relevancia de la psicología y economía
en la aplicación de políticas públicas.
 El marco teórico del informe se basa
en tres principios. El primero, como ya
se dijo, es que la mayor parte del tiempo
los individuos piensan automáticamen-
te. Esta forma de pensar nos lleva a
tener sesgos en la toma de decisiones:
ya sea en decisiones con incertidumbre
o con riesgo, decisiones en el tiempo
(tendemos a procrastinar), o efectos
automáticos de default o de marco. Los
ejemplos que pone el informe del Ban-
co Mundial al respecto son relevantes.
Pensemos en una ventana desde la que
se observan árboles. Sin contexto, auto-
máticamente pensamos que se trata de
un bosque. Sin embargo, es posible que
se trate de árboles en una ciudad.
El segundo principio es que pensa-
mos socialmente. El homo economicus
es egoísta, pero el homo reciprocans
piensa en los demás. En general, los
individuos toman en cuenta lo que los
demás piensan sobre uno mismo. Esto
es importante para saber cómo se van a
comportar en situaciones sociales. Por
tanto, tendemos a seguir lo que hacen
los demás de forma automática. Como
en el ejemplo anterior, desde una ven-
tana un grupo de individuos observan
que cae agua, y por tanto salen con
paraguas. Otro individuo tiene una
perspectiva diferente y observa que
no es lluvia; sin embargo, ya que los
demás utilizan paraguas, esa persona
también usa uno.
El tercer principio se refiere a pen-
sar según un modelo mental. Cada
persona toma una decisión con base en
la norma social de la comunidad en la
que vive. Las personas toman los es-
tereotipos y la forma de ver el mundo
de las personas cercanas. Por lo. tanto,
esas percepciones causan diferencias
en cómo los individuos interpretan
la realidad del mundo Esos modelos
mentales son importantes porque
definen conductas propias y lo que
esperan de cómo se deben comportar
los demás. Estas conductas se conocen
comúnmente como cultura.
Por ejemplo, la transmisión intergene-
racional de la pobreza pudiera estar de-
terminada en parte por el marco mental
de las personas: los estereotipos sobre las
personas pobres o bien sobre las mujeres
pueden afectar el desarrollo de esas per-
sonas. Los estereotipos de “eres malo en
la vida” o bien “las mujeres sirven para la
casa” pueden afectar sustancialmente el
desarrollo de esas personas.
DESHONESTIDAD Y
CORRUPCIÓN
Un tema de interés para las socieda-
des de los países menos desarrollados
es cómo combatir la corrupción. La
corrupción se asocia con los actos pú-
blicos relacionados con el gobierno,
y la deshonestidad con los actos reali-
zados entre actores privados. Es decir,
la deshonestidad se refiere a los actos
del ámbito privado y la corrupción
a los del ámbito público. Ambos se
refuerzan mutuamente dando origen a
que las preferencias por estos actos se
transmitan culturalmente. Aquí anali-
zamos ambos tipos de conductas desde
el punto de vista experimental.
El estudio de la corrupción es
importante porque se asocia con un
menor nivel de desarrollo económico
de un país, incluye una relación —en
países desarrollados, euro-peos, latinoa-
mericanos y algunos asiáticos— entre
el nivel del PIB per cápita y la corrup-
ción. Este último se obtiene del índice
de percepción de corrupción de Trans-
parencia Internacional. Una mayor
calificación en el índice de corrupción
indica que el país se percibe como me-
nos corrupto. Los países con menor co-
rrupción, por tanto, son los que tienen
un nivel más alto del PIB per cápita. A
la vez, los países con menor desarrollo
económico son los que tienen un ma-
yor nivel de corrupción.
La mayoría de los países latinoame-
ricanos, con las excepciones de Chile
y Uruguay, se encuentran en niveles
menores de 60 en el índice de menor
corrupción. Resulta difícil determinar
una relación causal entre ambas varia-
bles, pero lo que se quiere resaltar es
que están correlacionadas. Es posible
que ambas se refuercen simultánea-
mente, pero lo que destaca es que la
corrupción es importante para explicar
diferencias en niveles de desarrollo
económico. Es tan importante, que el
Banco Mundial argumenta que la co-
rrupción “está entre los mayores obs-
táculos para el desarrollo económico
y social” (<http://goo.gl/hWzGyr>).
Si la corrupción fomenta que algunas
empresas o individuos se beneficien
de ciertas políticas cuando no son los
mejores, los resultados en eficienc1a y
equidad económica son peores de lo
que podrían ser sin corrupción.
La corrupción está directamente
relacionada con el desarrollo insti-
tucional, lo que a su vez determina
el desarrollo económico de un país.
Daron Acemoglu, Simon Johnson y
James Robinson (2005), resumiendo la
investigación al respecto, mencionan:
“Las instituciones económicas deter-
minan los incentivos y las restricciones
que cada actor económico enfrenta y
dan forma a los resultados económi-
cos (p. 386). Aunque la cultura puede
tener un papel importante, ella misma
está determinada por cómo funcionan
las instituciones. En otras palabras, la
cultura es endógena al funcionamiento
institucional. Entonces, si bien corrup-
ción y deshonestidad son respuestas
culturales, las instituciones (reglas, cas-
tigos, transparencia, etc.) determinan
esa cultura, lo cual a su vez determina
el grado de corrupción y deshonestidad
de un país.
En vista de que corrupción y des-
honestidad son temas relacionados e
importantes, lo interesante ahora es
medir esas conductas de forma expe-
rimental. En este tipo de contextos
las mediciones están libres de sesgos
observacionales, y dado el caso se pue-
den comparar entre países. Más aún, se
pueden probar diferentes hipótesis para
analizar qué tipo de políticas podrían
ser efectivas en la disminución de esas
conductas.
Asimismo, corrupción y deshones-
tidad están relacionadas con los temas
cubiertos en capítulos anteriores, por
ejemplo, con los de cultura y normas
sociales: el nivel de reciprocidad, el
grado de castigo altruista y confianza,
entre otros. A mayor grado de castigo
altruista, mayor la disposición de casti-
gar esas conductas. A mayor confianza,
menor necesidad de usar la corrupción.
Por tanto, esas normas sociales deter-
minan la actuación de una sociedad, lo
cual a su vez puede determinar actos
de corrupción y así afectar el desarrollo
económico.
En la siguiente sección analizamos
el modelo clásico para entender la
deshonestidad y la corrupción. Este
modelo se conoce como modelo ra-
cional, pues pondera la probabilidad
de detección y los beneficios del acto
deshonesto contra sus posibles costos.
Como analizamos, este modelo es in-
completo porque no considera las nor-
mas sociales. El homo economicus sólo
considera esas opciones para cometer
un acto deshonesto, pero el homo sa-
piens valora la imagen que proyecta en
la sociedad. Después examinamos los
resultados experimentales en deshones-
tidad y corrupción, y antes de concluir
vemos los casos de intervención de
política pública para disminuir estos
problemas. Finalmente, presentamos
las conclusiones.
DESHONESTIDAD Y
CORRUPCIÓN: MODELO
ECONÓMICO
El modelo clásico para analizar si
una persona decide cometer un acto
deshonesto o un crimen es el modelo
diciembre de 2018 /
de Gary Becker (1974). Supongamos
que un individuo tiene una probabi-
lidad p de que no sea castigado por
cometer ese acto. Además, que tiene
una riqueza W y que si comete el acto
y no lo castigan recibe un premio de X,
pero si lo castigan no sólo no recibe X,
sino que tiene que pagar un monto D
>X. Con estos supuestos, tenemos que
el individuo con función de utilidad U
comete un acto deshonesto o crimen si
se cumple lo siguiente:
<1 —p>U<W +X> +pU(W—D) > U(W). (1)
Por tanto, un individuo es más
propenso a cometer ese acto si: 1) la
probabilidad de detección es menor;
2) el costo del castigo (D) baja, o 3) el
monto de la infracción (X) aumenta.
Entonces, cada vez que realizamos un
acto deshonesto o corrupto o un cri-
men podemos evaluar su probabilidad
de ocurrencia con el modelo anterior.
Más aún, siempre y en cualquier situa-
ción el homo economicus piensa en esa
ecuación (sistema 2 en acción): nos
preguntarnos si vale la pena robarnos
la gasolina cada vez que llenamos el
tanque, o bien si vale la pena asaltar la
tiendita de la esquina o robarnos pro-
ductos de un almacén.
El homo sapiens, por otro lado,
piensa en ese modelo pero además lo
asocia a las normas sociales imperantes
(sistema l en acción). Si el individuo
cree que robar tiene un costo social
muy alto, simple y automáticamente
piensa en no robar. Por tanto, el mo-
delo anterior, aunque es el caballo de
batalla entre economistas, se encuen-
tra incompleto por no considerar las
normas sociales y la autoimagen que
el individuo quiere proyectar hacia la
sociedad. Como veremos más adelante,
ese concepto es importante para expli-
car las desviaciones en las predicciones
básicas de este modelo.
DESHONESTIDAD
El modelo de racionalidad del cri-
men es útil pero incompleto. Sabemos
que si la probabilidad de detección es
perfecta y los castigos por cometer ese
acto son altos, entonces ninguna perso-
na lo realizaría. Sin embargo, desde el
punto de vista de las políticas públicas
es muy complicado elevar esas proba-
bilidades. Por ejemplo, supongamos
que una localidad tiene 10 policías por
cada 10 000 habitantes; que elevar ese
número, digamos, a 100 policías tiene
costos fiscales importantes, y que no
está claro qué tanto la probabilidad de
detección de delitos mejore. Otro caso
es que muchas veces estamos ante una
situación en la que la probabilidad de
415 / 31

detección es nula, y aun así no come-
temos el acto deshonesto. Esto violaría
esa teoría simple: por ejemplo, no res-
petar los semáforos cuando nadie ve o
tirar basura cuando no hay posibilidad
de detección. En pocas palabras, el
modelo simple debería predecir más
actos de corrupción o de deshonestidad.
Además, las funciones en la ecuación
(1) son similares para cometer el crimen
o no cometerlo. Si las normas sociales
favorecen un ambiente de honestidad,
la función de utilidad para cometer un
crimen habría de tener en cuenta la
desutilidad por violar esa norma.
En psicología se utiliza la teoría
del concepto individual. Es decir, a los
individuos nos importa cómo nos ven
los demás pero también la imagen que
enviamos a los demás. Aunque nadie
más la vea cometiendo un acto desho-
nesto (probabilidad de detección nula),
la misma persona sabe que cometió
un acto deshonesto dictado por las
normas sociales. Esto hace más difícil
racionalizar que la misma persona es
buena y útil para la sociedad. Como
veremos en un momento, este factor
de racionalización es clave para enten-
der los actos deshonestos.
La persona que más ha contribuido
a esta discusión es Dan Ariely, profesor
de la Universidad de Duke. Reciente-
mente (2012) ha escrito un libro titula-
do The Honest Truth about Dishonesty. En
él hace un resumen de toda la investi-
gación sobre deshonestidad, en parte
importante de la cual el investigador ha
sido partícipe. Se concluye en el libro
algo que hemos observado en párrafos
anteriores: la deshonestidad se tiene
que entender como algo determinado
por las normas sociales mediante la
teoría de cómo nos percibimos frente a
los demás.
Si el modelo de crimen racional
32 / 415 / diciembre de 2018
es correcto, entonces elevar la pro-
babilidad de detección o cambiar el
monto del beneficio de la infracción
(X) tendría efectos en el acto desho-
nesto. Nina Mazar, On Amir y Dan
Ariely (2008) han analizado varios
de los aspectos del modelo de crimen
racional. Un aspecto metodológico
clave es cómo medir la deshonestidad.
Preguntar directamente no es correcto,
pues las personas tienen incentivos
para mentir sobre sus actos deshones-
tos. Una medida correcta sería tener
un grupo de control del que se pueda
corroborar la productividad exacta y
luego un grupo de tratamiento donde
se permita la deshonestidad. Entonces,
si la productividad en el grupo de tra-
tamiento es mayor que en el grupo de
control, sabemos que los del grupo de
tratamiento están mintiendo en parte.
La diferencia entre ambos grupos es el
nivel de deshonestidad. Ya que ambos
grupos fueron divididos aleatoriamen-
te, las características son las mismas, y
por tanto la productividad debería ser
la misma.
Ahora falta resolver qué tipo de ta-
rea hacer para medir la productividad.
Una medida ampliamente utilizada es
realizar una tarea en que se encuentren
dos números que sumen 10 dentro de
una matriz de cuatro renglones con
tres columnas (es decir, 12 números).
Se les da a los sujetos cinco minutos
para resolver 20 matrices y se cuentan
las matrices resueltas correctamente.
Cada matriz resuelta correctamente
tiene un valor monetario (pago por
pieza). La clave es cómo definir la
intervención en los grupos de control
y tratamiento. En el grupo de control
se mide mediante calificación de pre-
gunta por pregunta. Los sujetos saben
que serán calificados y pagados con su
productividad exacta. A los del grupo
García Lorca
de tratamiento se les puede decir varias
cosas. Una posibilidad es decirles antes
de que empiecen a resolver las matri-
ces: “Cuando terminen, por favor pon-
gan en la basura o en la trituradora de
papel su examen y para recibir su pago
digan a la persona X cuántas matrices
resolvieron. Gracias”. Los sujetos saben
que luego de tirar su examen nadie se
va a enterar de cuál fue su verdadera
productividad. En esta intervención es
como si se estuviera fijando la probabi-
lidad de detección en cero y, por tanto,
todos deberían elegir el pago máximo
—deshonestidad completa.
Cuando los sujetos se enfrentan a
esa decisión, la deshonestidad es posi-
tiva. Sin embargo, y en contraste con
el modelo de crimen racional, solo
aumenta un poco con relación al grupo
de control. Ariely analiza este resultado
y muestra que en el grupo de control se
solucionaron cuatro matrices, pero en el
de tratamiento (trituradora) se solucio-
naron seis en promedio. Es decir, aun
cuando la probabilidad de detección es
cero, la deshonestidad eleva la producti-
vidad en dos unidades. Esto no se debe
a que unas cuantas personas eleven el
promedio, sino a que todos elevan un
poco su deshonestidad en promedio.
Otro aspecto del modelo de crimen
racional es que, a mayores rentas por
cometer el acto deshonesto, mayor la
ocurrencia de ese acto. Mazar, Amir y
Ariely (2008) varían también el monto
de dinero que pagan a los sujetos por
matriz resuelta: 50 centavos en un
grupo y dos dólares en otro grupo.
Entonces, deberíamos observar que la
deshonestidad aumenta en el grupo
que es pagado a dos dólares por pieza.
Sin embargo, esto no ocurre: el grupo
de 50 centavos tiene una deshones-
tidad de tres matrices en promedio,
mientras que el grupo de dos dólares
la tiene de dos matrices. Es decir, el
grupo que tiene mayores incentivos
para cometer el acto deshonesto es el
que menos comete dichos actos. Esto
es una clara violación al modelo de
crimen racional.
Finalmente, el cómo se pague a
los sujetos debería ser irrelevante. Es
decir, utilizar monedas de juguete que
luego intercambiemos por dinero real
o jugar directamente con dinero real
no debería modificar las cosas. Esto se
debe a que el homo economicus es experi-
mentado y racional, y sabe que ambas
monedas representan el mismo valor.
Sin embargo, cuando los investigadores
contrastan esas dos formas de pago
encuentran mayor deshonestidad en
el grupo que utiliza dinero ficticio. El
grupo que utiliza la trituradora de pa-
pel y dinero real sobrestima su produc-
tividad en tres matrices, pero el grupo
que usa trituradora de papel y dinero
ficticio lo eleva en seis.
(…)
Los resultados contradicen el mode-
lo de crimen racional: los que reciben
un pago menor elevan su deshones-
tidad, y cuando se usa dinero ficticio
se eleva su deshonestidad también. ¿A
qué se debe esto? Mazar y coautores
argumentan que eso se debe a que al
individuo le importan cómo es visto
por los demás y su propia proyección
hacia la sociedad. Ariely (2012) lo de-
nomina la teoría de racionalización:
una persona cualquiera comete actos
de deshonestidad hasta el punto en que
pueda mantener su imagen de persona
honesta. Es decir, mientras que la pro-
pia persona se pueda convencer de que
no ha hecho nada malo y por tanto los
costos internos psicológicos no sean
graves. Es otra forma de decir que la
persona tiene disonancia cognitiva y se
está justificando interna y racionalmen-
te por sus actos.
Esta disonancia cognitiva ha sido
probada de forma experimental. Ariely
(2012) realiza un experimento similar a
los comentados anteriormente. Sin em-
bargo, a los del grupo de tratamiento
se les pide jugar una segunda ronda de
resolver matrices pero pronosticando
su resultado, y se les paga por pronosti-
car correctamente. En el grupo de tra-
tamiento, aunque en la segunda ronda
ya se iba a calificar sin error, los sujetos
elevaron su pronóstico. Es como si las
personas se convencieran internamente
de que en verdad son más productivas
y no están cometiendo ningún acto
deshonesto.
El resultado de que utilizar dinero
ficticio eleva la deshonestidad es pre-
ocupante. Esto implica que el uso de
tarjetas de crédito y dinero electrónico
en general podría fomentar más fácil-
mente los actos deshonestos. Si esto es
verdad, son necesarios más recordato-
rios morales y de normas sociales sobre
las conductas esperadas de las personas.
 Por Otra Parte
La obra que se rehúsa a
ser un objeto y afirmada como
experiencia, la borradura del
autor preferido de su instala-
ción académica o romántica en
una sociedad completamente
presta a reconocerlo si él inter-
preta a los irresponsables o a
los inspirados, he aquí, por su-
puesto, lo que hay que repetir
en primero lugar. Aún hay que
precisar y aclarar esta posición
que podría volverse una sim-
ple coartada, un escape.
La moral no está aquí en
cuestión, no más que la psi-
cología del individuo que se
toma por sujeto de su expe-
riencia. Hay que hablar, por
el contrario, de una economía
inevitable ligada al lenguaje,
de un gasto que le es propio y
del cual dependen las formas
y las significaciones que en él
son las marcas siempre reto-
madas y cambiantes, in pro-
gress.2 La escritura escrita no
es más que un fragmento de
la escritura vivida y pensada,
y ellas están en una relación
de rebelión permanente entre
ellas, lo que puede llevar al
lector a comprender que debe,
no como se le dice con dema-
siada frecuencia fabricar un
libro por su lectura, sino vol-
verse a cada instante su propia
escritura –es decir, romper la
palabra hablada en él por los
prejuicios con el fin de juzgar
él mismo sobre los hechos, de
acceder a su propia genera-
ción–. No se trata, se ve, de es-
cribir “la novela de la novela”,
de escribir que se es incapaz
de escribir una novela, sino
de tocar de manera renovada
ese punto, semejante en cada
uno, ese centro nervioso, ese
“ombligo de los sueños” del
que hablaba Freud,3 ese “cen-
tro de suspensión vibratoria”,
decía Mallarmé,4 que está en la
fuente de toda ficción y, como
consecuencia de ello, de nues-
tra vida comunicándose en no-
sotros. ¿Se le podría reprochar
aún seriamente a Mondrian
por haber hecho la pintura de
la pintura, a Webern por haber
compuesto la música de la mú-
sica, a Giacometti por no inte-
La experiencia
La novela y la experiencia de los límites (Parte 4 de 4)
Philippe Sollers
resarse sino en la escultura de vela debe quemar y consumir una ingenuidad irrisoria, no la vida haya de suceder lo que
la escultura? Nadie osaría más todas las huellas de novela o por ello deja de ser cierto que en el ajedrez, donde una movi-
enunciar taller locuras, y cada resignarse a no ser más que ese prejuicio está implantado da en falso puede forzarnos a
uno siente bien que lo que lla- una novela, esto en el sentido con la fuerza inquebrantable dar por perdida la partida; y
mamos aún el “arte” pasa en en el que se ha podido decir: de la ilusión. Ilusión de un po- encima con esta diferencia: no
adelante por ese giro que la “quien no muere de no ser más der tal que debemos reconocer podemos iniciar una segunda
ubica en otra dimensión, allí que un hombre no será nunca en ella una suerte de ley muy partida, una revancha. En el
donde, un poco en retirada, más que un hombre”. No pue- profunda que trata sobre el ámbito de la ficción hallamos
pero en una retirada decisiva, de haber más apaciguamien- lenguaje mismo, la necesidad esa multitud de vidas de que
él se da a ver y entender como to ni repercusión allí para él en la que estaríamos presos de necesitamos. Morimos identi-
él mismo se ve y se entiende. en la gratuidad estética de lo permanecer inconscientes de ficados con un héroe, pero le
También las resistencias se imaginario, no más que en la sus operaciones radicales para sobrevivimos y estamos pron-
concentran en definitiva sobre del realismo trucado. ¿Pero no retener de ello nunca más tos a morir una segunda vez
el lenguaje literario, sobre la entonces qué permanece? Lo que la ficción superficial. ¿De con otro, igualmente incólu-
actividad simbólica suscepti- esencial, quizás; una fuerza, dónde viene esta ilusión? Con mes”.5 Mediante esas palabras,
ble de devolver ese giro mani- no aventurada o relajada, sino su agudeza habitual, Freud la Freud designa precisamente el
fiesto. No se trata aquí por otra por el contrario sometida en aproximó a nuestra actitud mecanismo de idealización y
parte de “modernismo” –y el cada palabra al más grande ri- convencional con respecto a la de identificación de la creencia
contrasentido que se puede gor y que, por su organización muerte, al hecho de que noso- que consiste en vivir la ficción
hacer sobre la literatura sería nuclear y su juego, se presenta tros intentemos por todos los como realidad (creencia inme-
creer que ella se reduce a un como rebasamiento abierto. medios eliminar ese pensa- diata en una “historia”, en una
ejercicio exclusivamente téc- El prejuicio más tenaz es, miento de nuestra vida: “es en narración percibida como por
nico o formal, mientras que lo hemos dicho, el que defi- el mundo de la ficción –escribe fuera de las formas que la ma-
ella es fundamentalmente la ne la novela, de una vez por él–, en la literatura, en el tea- nifiestan; creencia que permi-
proposición hecha a un suje- todas, como un reflejo del tro, donde tenemos que buscar te vivir de manera proyectada,
to de ser todas las formas–. mundo o del espíritu, un es- el sustituto de lo que falta a diferida, delegada, fuera del
La literatura no tiene por fin pejo paseado a lo largo de las la vida. Ahí todavía hallamos presente) en lugar de afrontar
constituir objetos, sino una rutas o alrededor del cerebro; hombres que saben morir, y como una partida de ajedrez
relación de sujeto a sujeto, un un reflejo, como consecuencia, aun que perpetran la muer- en el proceso ineluctable que
deslizamiento que, al abrir los que se escribiría, de manera te de otro. Y solamente ahí se hace de cada uno de nuestros
diferentes sujetos más allá de más o menos estructurada, a cumple la condición bajo la gestos un acto escrito, la fic-
sus límites, revelan los objetos través de un “temperamento”, cual podríamos reconciliarnos ción misma (y la realidad) de
del pensamiento y del mundo. un ingeniero o un visionario, con la muerte: que tras todas nuestra existencia. Engaño
Para ver y entender el arte mo- y bajo la influencia de acon- las vicisitudes de la vida nos constante y monumental, tan
derno –es decir también para tecimientos que le serían ex- reste una vida intocable. Es por monumental que ella pasa en
vivir en el mundo de hoy–, la teriores. Por más que sea de cierto demasiado triste que en general desapercibida, que es
cuestión no es fabricar libros
que se asemejen al arte mo-
derno, sino llevar la escritura
en todos los dominios a la in-
terrogación que le es propia,
la del sentido. La literatura es
al mundo y al arte lo que las
abreviaciones de signos son a
los signos, de allí su naturale-
za concentrada, discontinua,
desviada de toda visibilidad
y dando hacia el movimiento
que hace ver, oír y tocar esos
signos. La escritura tiene lugar
y debe pasar en el fondo de to-
das las formas, comprendido
el de las que ella desencadena
al escribirse, ella debe decir
lo que hace mientras se hace,
y la novela que tenemos en la
mira sería la que propondría
implícitamente esta posibili-
dad inagotable, siempre des-
centrada, anulada, infijable en
tal o cual historia particular,
en tal o cual anécdota. La no- Perón
diciembre de 2018 / 415 / 33
 Por Otra Parte

la del desconocimiento de la
letra y del carácter central de
esta letra en relación con noso-
tros. Todo pasa como si se con-
firiera la realidad a no importa
qué antes que al lenguaje, y el
lenguaje no sería pues una rea-
lidad, situación, hay que admi-
tirlo, de las más extrañas, si se
considera que él es justamen-
te lo que nos hace tanto como
nosotros lo hacemos. Aquí po-
demos tomar un ejemplo de
uno de nuestros influyentes
críticos literarios: su nombre
importa poco, es tan cierto que
la mayor parte de sus colegas
escriben constantemente, bajo
otra forma, la misma frase.
Hela aquí: “Contar la historia
pasa por otra parte por una
práctica fuera de moda y abu-
siva a los ojos de un cierto in-
tegrismo de la fe literaria que
quisiera atenerse al libro y a
su materia verbal, como si la
disposición de los personajes y
de las situaciones no fuera tan
revelador de la temática de un
escritor como la disposición de
las frases y de las palabras”.
No tenemos la impresión de
ser “integristas de la fe litera-
ria”, pero lo que nos parece,
por el contrario, más que cier-
to, es que un crítico capaz de
percibir, en un libro, situacio-
nes y personajes sin pasar por
las frases y las palabras de ese
libro, debió ser curado por un
milagro muy pronto. Una con-
clusión se impone pues inme-
diatamente: la crítica literaria,
hoy –y compadezcamos a los
lectores a los que ella condicio-
na de esta forma–, es del más
puro tipo alucinatorio.
Podemos ver igualmente,
en este desconocimiento de la
letra (y en su corolario que es
la apología ciega de lo “imagi-
nario” –y por doquier donde
ustedes constatarán ahora esta
apología, podrán concluir en
una aceptación pasiva o acti-
va del condicionamiento so-
cial–), el rechazo evidente del
cuerpo. No queremos oír ha-
blar de nuestro cuerpo, porque
no queremos oírlo hablar, es
decir: no queremos oír hablar
de nuestro lenguaje porque no
queremos oírlo hablar. Al tra-
tarse de la novela, el libro que
se rebele en su lenguaje contra
el relato inconsciente del or-
den hecho para disimular la
sexualidad y la muerte caerá
en consecuencia, y necesaria-
mente, bajo el golpe de una
prohibición esencial. Decimos
que esta rebelión debe tener
lugar en su lenguaje pues-
to que entonces, y solamente
entonces, ella expondrá me-
diante el funcionamiento de la
escritura la ficción de su época
y su sentido, al mismo tiempo
que los límites, las codificacio-
nes y las represiones sufridas
por ese sentido. Ser en el sen-
tido de la historia es ser en su
forma, y esta forma no tiene
quizás como sentido más se-
creto (ése sería su contacto ex-
traño con la escritura) más que
a ella misma. Nadie lo ha dicho
mejor que un escritor cuyas
novelas y ensayos, como por
azar, prácticamente jamás son
citados, mientras que su bús-
queda es una de las más admi-
rables de nuestra época: “toda
obra literaria, escribe Maurice
Blanchot, siempre tiene como
sentido más interior la «lite-
ratura» que se significaría a
sí misma”.6 Toda la cuestión
es saber si vamos o no a pro-
curar alcanzar ese sentido que
es el más interior. Hay entre el
hombre que escribe en ese sen-
tido y la historia una relación
extrema y contradictoria que
viene de que, para él, el tiem-
po está suspendido, de que la
presencia es el tiempo mismo
de la escritura, mientras que el
espacio, en ese instante nulo,
se revela y se retira en su po-
sibilidad –concentración y
dispersión simbólica que in-
troduce el juego más vasto y el
más arriesgado puesto que en
él está todo el futuro al que se
le ha ordenado hacerse enten-
der–. El que escribe se vuelve
otro para ese otro en sí mismo
que debe volverse el que lee; la
regla, entre ellos, es la de un
aislamiento y de un anonimato
sin retorno en el que todo es,
en términos propios, puesto en
tela de juicio; atrincheramien-
to que no es el de la soledad
o del individualismo estético,
sino, por el contrario, el de
todo lenguaje confrontado a su
propia desaparición. Nosotros
decimos que cada uno tiene el
derecho de vivir el relato de su
vida en función de su muerte,
y decimos que ese relato no
es enraizado en ninguna otra
parte que en la lengua. Al igual
que se ha podido afirmar que
la lengua tenía su razón que
la razón no conocía, podemos
proponer esta definición de
la “novela”: la lengua tiene su
ficción que la ficción ignora.
Esta ficción en la que estamos
presos sin saberlo, esta ficción
que se nos exige vivir o igno-
rar deliberadamente es la de
la escritura y la lectura: esta-
mos sin cesar leyendo y escri-
biendo, en nuestros sueños,
nuestra percepción, nuestros
actos, nuestros fantasmas,
nuestro pensamiento, pero lo
ignoramos en la medida en
que creemos saber leer y es-
cribir. Habría que osar formu-
lar la pregunta, y yo la formulo
para nosotros: ¿estamos pues
tan seguros de saber escribir
y leer?, ¿estamos tan seguros
de que no se nos enseñó a no
saber ya leer y escribir nuestra
vida de día en la que se nos
dijo que sabíamos leer y escri-
bir? ¿Qué pasa entonces en ese
momento? ¿Para entenderme,
qué hacen ustedes sino grabar
instantáneamente es decir en
suma escribir y después leer
de inmediato lo que yo pro-
nuncio, cada uno utilizando
para eso su propia escritura,
sus propias referencias, lo que
hace que no haya aquí dos per-
sonas para escuchar la misma
conferencia que, sin embargo,
es la misma? “Pensar, dice
Mallarmé, es escribir sin acce-
sorios”.7 De tal suerte que po-
dríamos afirmar esto: la vida
y la escritura se confunden, y
lo que se llama los “escritores”
(esos individuos extraños y la
mayor parte del tiempo tan or-
gullosos, incomprensiblemen-
te, de sus privilegios) no hacen
más que acentuar una realidad
que es la de todos. Nosotros
no somos nada más, en última
instancia, que nuestro siste-
ma escritura/lectura, y eso de
manera concreta y prácticas,
proposición que nos permitiría
comprender, sin reducirlas, las
declaraciones enigmáticas de
Lautréamont, declaraciones
que no hay que fatigarse de
hacer oír de nuevo: “La poesía
debe tener por objetivo la ver-
dad práctica”;8 “La poesía debe
ser hecha por todos. No por
uno”.9 Escribir, hacer aparecer
la escritura, no es disponer de
un saber privilegiado: es in-
tentar descubrir lo que todo el
mundo sabe y que nadie puede
decir. Es quizá intentar una
vez elevar la vela que nos man-
tiene en una oscuridad que no
hemos escogido.
A ese nivel, se comprende-
rá que las distinciones entre
“géneros literarios” caen por
sí mismas. Ellas no se man-
tienen en general más que por
una convención que ignora la
economía y el campo de la es-
critura, convención represiva
que permite asignar a la novela
límites falsificados (el de una
seudocomunidad clara), y con-
finar a la “poesía”, por ejem-
plo, en un indecible oscuro.
Ahora bien, no debemos dejar
que la sociedad en la cual vivi-
mos nos dicte la definición de
la actividad literaria, no más
que nuestros roles ficticios de
productores y de consumido-
res. Tenemos que pensar de
otra manera, según un esque-
ma circular, periódico, que se
enunciaría así: la novela diría
lo que la poesía está hecha
para no decir, la crítica sería el
fundamento de la gran traduc-
ción en curso en operaciones
ligadas por la misma experien-
cia que compromete la vida
entera de un sujeto hasta sus
consecuencias últimas.10 No
se trataría entonces más de la
relación de apropiación habi-
tual: escritor-obra-crítica; sino
más bien de una constelación
móvil: escritura-lectura-fic-
ción-pensamiento; movimien-

REFERENCIAS

1 Tomado de Tel Quel no. 25 (pri-
mavera de 1966), París, pp. 31-34.
2 Alusión al Finnegans Wake de
James Joyce, cuya publicación original (por
entregas) apareció bajo el título de Work in
Progress (N. del T.).
3 Este concepto puede encontrarse
en La interpretación de los sueños (1900)
en dos ocasiones: “Todo sueño tiene por lo
menos un lugar en el cual es insondable, un
ombligo por el que se conecta con lo no cono-
cido” (Obras completas, vol. 4, versión en
español de José Luis Etcheverry y Leandro
Wolfson, Buenos Aires, Amorrortu, 1991,
p. 132); y: “Aun en los sueños mejor inter-
pretados es preciso a menudo dejar un lugar
en sombras, porque en la interpretación se
observa que de ahí arranca una madeja
de pensamientos oníricos que no se dejan
desenredar, pero que tampoco han hecho
otras contribuciones al contenido del sueño.
Entonces ese es el ombligo del sueño, el lugar
en que él se asienta en lo no conocido. Los
pensamientos oníricos con que nos topamos
a raíz de la interpretación tienen que per-
manecer sin clausura alguna y desbordar en
todas las direcciones dentro de la enmaraña-
da red de nuestro mundo de pensamientos.
Y desde un lugar más espeso de ese tejido se
eleva luego el deseo del sueño como el hongo
de su micelio” (Obras completas, vol. 5,
versión en español de José Luis Etcheverry y
Leandro Wolfson, Buenos Aires, Amorror-
tu, 1991, p. 519) (N. del T.).
4 La expresión puede encontrarse
en “El Misterio en las letras”: “Las pa-
labras, por sí mismas, se magnifican en
múltiples facetas, reconocidas como las más
raras o válidas para el espíritu, centro de
suspensión vibratoria; quien las percibe
independientemente de su secuencia ordina-
ria, proyectadas en pared de gruta, mientras
dura su movilidad o principio, siendo lo
que no se dice del discurso: todas dispuestas,
antes de extinguirse, a una reciprocidad de
fuegos distante o indirectamente presentada
como contingencia” (Prosas, versión en
español de Javier del Prado y José Antonio
Millán, Madrid, Alfaguara, Col. Clásicos
Alfaguara, 1987, p. 256) (N. del T.).
5 La cita proviene del libro De gue-
rra y muerte. Temas de actualidad (1915),
en Obras completas, vol. 14, versión en
español de José Luis Etcheverry y Leandro
Wolfson, Buenos Aires, Amorrortu, 1992,
p. 292 (N. del T.).
6 La conversación infinita, versión
en español de Isidro Herrera, Madrid, Are-
na Libros, Col. Filosofía una vez, 2008, p.
514 (N. del T.).
7 La expresión exacta puede encon-
trarse en “Crisis de versos”: “Las lenguas
son imperfectas tanto en este punto como en
otros varios, y falta la suprema: siendo el
pensar un escribir sin accesorios, ni susurro,
sino estando aún tácita la inmortal pala-
bra, la diversidad de los idiomas en la tierra
impide a cualquiera el proferir las palabras
que, de lo contrario, encontrarían material-
mente, de un solo golpe, la verdad misma”
(Prosas, p. 235) (N. del T.).
8 Isidore Ducasse, Obras completas
[Poesías II], versión en español de Aldo Pe-
llegrini, Buenos Aires, Argonauta, Col. La
lengua del dragón, 2007, p. 280 (N. del T.).
9 Isidore Ducasse, Obras completas
[Poesías II], p. 288 (N. del T.).
10 Así, en relación con la lengua, la
novela puede ser considerada como un poema
cuya acción vira, por reflexión, al relato,
recargando esta reflexión su capacidad “poé-
tica” (mítica). En un campo unificado de los
signos, la novela se vuelve la llegada de esos
signos, la historia propia de éstos (N. del A.).
11 Cita de la primera edición de El
culpable de Georges Bataille, que data de
1944 (Œuvres complètes, tomo V, París,
Gallimard, Col. Blanche, 1973, p. 562,
nota 1). La traducción al español se realizó
con base en la edición de 1961, en la cual
esta frase no aparece (N. del T.).
12 Georges Bataille, El pequeño,
versión en español de Manuel Arranz
Lázaro, Valencia, Pre-Textos, 1977, p. 45.
Sollers elimina las cursivas del original, que
no restituimos debido a que su intención es
darles, justamente, el mismo nivel (N. del T.).

34 / 415 / diciembre de 2018

 Por Otra Parte
Carlos Gardel
to impersonal y necesario, puesto que
nos daremos cuenta cada vez más de
que la escritura debe ser pensada,
de que nuestra realidad debe volver-
se pensamiento de la escritura y de
la lectura. Si queremos actuar, po-
demos hacerlo a ese nivel que tiene
el aire de ser el del no-poder y de la
retirada, pero que manda de hecho
toda acción posible y lo que, en esta
acción, le concierne a la vez al azar y
a una necesidad huidiza, cuyo deseo
en nosotros es la clave. No hablamos
aquí en favor de tal o cual ideología,
de tal o cual concepción del mundo,
de una manía patológica, o incluso
del punto de vista del fabricante de
ilusiones. Queremos designar una ex-
periencia concreta y viva, la más con-
creta y la más viva que exista, algo a
lo que cada uno de ustedes puede as-
pirar; algo que cada uno de ustedes es
de todas formas. ¿Qué sentido tiene
hablar de literatura hoy, de escritura,
si no se producen tras esas palabras
los efectos más físicos? Nosotros no
Revista al tema del hombre
Aparece desde 1984
deseamos, infantilmente, que se nos
cuenten historias, sino que queremos
quizá abrir los ojos, con el riesgo de
cegarnos, al punto de donde parten
todas las historias, sabiendo que tal
actividad es y debe ser culpable en re-
lación con las historias y con los mi-
tos reinantes. Experiencia de la cual
un novelista, un poeta, un crítico, un
filósofo de nuestro tiempo ha vivido
la aventura silenciosa, proponien-
do de paso, de manera decisiva, es-
tas dos afirmaciones aparentemente
contradictorias: “escribir es imponer
su voluntad”.11 “Escribir es buscar la
suerte”.12 A la pasividad y a la resig-
nación, tenemos siempre que oponer,
así, la voluntad y la suerte, la volun-
tad como suerte, y es lo que efectiva-
mente marcó mediante su escritura
Georges Bataille, a quien, para termi-
nar, dedicamos estas palabras.
Traducción y notas por
Sergio Salgado
De la desaparición de mares y océanos
¿Café? ¿Té? preguntó la azafata con
la clásica sonrisa estándar de las personas
que no tienen más remedio que forzar la
simpatía debido a su profesión. El hom-
bre, absorto, mirando por la ventanilla
del avión el paisaje desértico que se desa-
rrollaba parsimoniosamente diez mil me-
tros más abajo, giró la cabeza, sobresalta-
do por la pregunta. Observó el lunar que
la azafata tenía encima del labio, tan ma-
rilynmonroamente. Lentamente, casi sin-
tiendo el ocaso del segundo de silencio,
sin decir palabra, volvió la vista al doble
plástico transparente de la ventana. Aba-
jo el desierto se extendía inconmensura-
ble, luminoso, ocre, silencioso y solitario
como suelen extenderse los desiertos en
cualquier parte del mundo, esa matriz in-
expugnable de soledades no compartidas,
soledades individuales, siempre mudas.
Sintió una incómoda simpatía en esa
soledad, por esa soledad. El mapita que
tenía sobre la pantallita en el respaldo del
asiento de adelante le decía donde esta-
ba situado geográficamente ese páramo
en particular. Varias líneas atravesaban el
desierto, improbables autopistas hacia la
nada, en la nada. Creyó divisar la figu-
ra expuesta de un meteorito caído quien
sabe cuándo. Un radio concéntrico, ra-
mificado, con estrías que partían como
rayos de un sol oscuro en torno a una
figura negra central. Una gigantesca tela-
raña visible solamente desde las alturas.
El hombre tenía auriculares inalámbricos
colgando del cuello. Había estado escu-
chando We All Want The Same Things de
Craig Finn desde la salida del pequeño
aeropuerto internacional. Banda sono-
ra para meteoritos caídos en superficies
desérticas. Al acercarse la azafata con el
carrito, tras el almuerzo, había bajado el
volumen. En ese preciso instante sonaba
God In Chicago, y había visto, paralela-
mente, la zona de impacto del supuesto
meteorito, esa araña negra disonante en
la aburrida soledad. Café, por favor dijo
el hombre, girando la cabeza y mirando
otra vez a la muchacha. El lunar estaba
petrificado encima de su sonrisa sin gra-
cia, pulsando inerte sin aparente signi-
ficado, sobre su boca pintada como las
divas de Hollywood de los años cincuenta,
sesenta.
¿Azúcar? ¿Leche? dijo la chica, tras al-
canzarle un vaso de papel humeante, lle-
no tres cuartas partes de un líquido oscu-
ro. Durante la cena, el hombre, sin dejar
de escuchar a Craig Finn ni dejar de mirar
por la ventanilla la yerma nadidad que se
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416/7 relaciones enero 3
diciembre de 2018 /
querenderes
extendía más allá del horizonte, había des-
cubierto el mar que iba desapareciendo.
Desde la época escolar estaba al tanto de
esa extensión acuática en vías de extinción.
Ahora, desde el aire, refugiado en un en-
vase de metal en movimiento a diez mil
metros de altura, podía comprobar la mag-
nitud de ese desvanecimiento. Gigantescas
costras blancas, especie de salinas, se ex-
tendían infinitas en un territorio en el que
alguna vez supo estar ocupado por agua,
agua que fue drenada para otros fines, en
este caso en particular, algodón. El país al
cual pertenecía ese mar y ese desierto de-
pendía de la exportación de algodón y se
decidió, bajo anteriores gobiernos, utilizar
el agua para regar las plantaciones. De algu-
na manera es siempre así dijo el hombre ba-
jito, para sí mismo. Los gobiernos son como
las relaciones personales. Utilizan los recursos
disponibles para las necesidades del momento
y no piensan en las consecuencias futuras. La
vida del hombre había sido como ese mar,
secándose de a poco, utilizando el agua
disponible para dar vida a otras vidas pa-
ralelas. Ahora, sobrevolando el desierto, el
mar seco, siendo espectador del desastre,
no sentía nada. A lo mejor un dejo iróni-
co le atravesaba el alma. Un puntito negro
pulsando inerte sin aparente significado,
como el lunar de la azafata sobre el labio.
No, le contestó el hombre -y quedó
nuevamente silencioso-. Negro. Puro. Así
está bien. El desierto, comprobó mirando
por la ventanilla, iba quedando atrás. Dio
un sorbo al líquido humeante, aseguró que
la azafata había seguido su recorrido por
el pasillo, volvió a subir el volumen de la
música, cerró los ojos. Sintió que una espe-
cie de comodidad cansina se apoderaba de
su cuerpo. Había estado viajando sin parar
en una región desconocida durante un par
de semanas para tratar de olvidar el últi-
mo fracaso sentimental y ahora retornaba
a las obligaciones sociales establecidas, los
horarios, las rutinas, los reproches, las acu-
saciones, las excusas, las mentiras, las jus-
tificaciones. Ya vendrán nuevas extensiones
de agua prontas para ser derivadas hacia otros
cauces, pensó. Y acto seguido: Las pelotude-
ces que se me ocurren. Debe de ser la edad. En
vez de café tendría que haber pedido un whisky
doble. Pensar demasiado en cosas que no tienen
solución lleva al kitsch absoluto. En cualquier
momento me pongo a escribir canciones de
amor. A lo Montaner. Y se durmió.
Al despertar de nuevo el avión
sobrevolaba un mar desconocido.
Wilmar Berdino
415 / 35
Serie: Estado de la Utopía (VII)
Vivimos en la peor combinación de las utopías liberales y socialistas del siglo XX: un orden mafioso mundial.
Ambas ideologías se consideraron idóneas para racionalizar la producción y garantizar la distribución de la
riqueza, una a través de los automatismos del mercado y la otra mediante la planificación central.
Los dos mercados
Lo que de verdad se ha producido
en las últimas décadas es la liberaliza-
ción del riesgo financiero y la socializa-
ción de las pérdidas, como evidencia el
salvamento de una banca desregulada y
salvajemente especulativa en 2008 con
fondos del contribuyente. Constituyó la
mayor intervención económica en la his-
toria reciente, realizada por un gobierno
ultra liberal en USA, enemigo confeso
del intervencionismo de Estado.
Frente a esta misma crisis provocada
por activos bancarios basura, la tradi-
cional socialdemocracia europea apoyó
políticas ultra liberales de austeridad,
en otras palabras, devaluación extrema
de salarios, excepto los de directivos
de empresa y representantes políticos
aliados, los verdaderos responsables del
colapso. En paralelo, la planificación
central, donde aún existe, distribuye
pobreza mientras alimenta a una buro-
cracia autoritaria. China, ante el fracaso
del maoísmo, introdujo un capitalismo
salvaje de partido… ¡comunista! único.
Estas políticas han incrementado la
desigualdad social con poco o nulo cre-
cimiento económico, aunque acompa-
ñado de un imparable avance tecnológi-
co. Es así que, a los bolsones de pobreza
y desempleo tradicionales, se agrega una
nueva obsolescencia humana de clase
media educada, como describíamos en
la columna anterior.
Desde hace décadas que se oye la
Franz Kafka
36 / 415 / diciembre de 2018
inocente afirmación de que la capaci-
dad productiva global supera de lejos las
necesidades, por lo menos las básicas,
de todos los habitantes del planeta. Y,
en efecto, ese superávit potencial se in-
crementa de continuo. Desde los años
setenta existen en EEUU subvenciones
para reducir la producción agrícola, año
tras año se destruye una parte de la pro-
ducción láctea de Europa y está demos-
trado que desde hace mucho tiempo se
pre programa la obsolescencia técnica de
artefactos domésticos, como la que du-
rante muchos años ha reducido intencio-
nadamente la vida útil de las bombillas
de luz y últimamente la de dispositivos
digitales, incluyendo a los iPhones.
A tal punto llega la cronificación
de la pobreza que se plantea un dilema
(¿ético?) sobre si conviene desarrollar
una vacuna contra la malaria endémi-
ca en África y Asia, y así condenar a las
comunidades afectadas a agonizar lenta-
mente de hambre.
La redistribución de la riqueza no se
realiza porque no existen incentivos ma-
teriales para hacerlo. Por el contrario, la
limitación de la producción es esencial
para gestionar precio y beneficios. Aún
así, ante el fracaso de las economías diri-
gidas, el mercado, a pesar de sus defectos,
ha demostrado ser la mejor herramienta
para promover de forma relativamente
eficiente la actividad y el crecimiento
económico. Sin embargo, y contradi-
ciendo las previsiones de
la teoría capitalista clásica,
los beneficios óptimos del
sector privado local e in-
ternacional, no necesaria-
mente pasan por extender
la oferta y demanda de
empleo y consumo a la
totalidad de la sociedad:
de ahí los crecientes bol-
sones de exclusión.
Pero dicha exclusión
también tiene un coste
económico real en térmi-
nos de inseguridad, polu-
ción y riesgo ecológico,
degradación laboral por
motivos de salud y caos
urbanístico entre muchos
otros factores que las
empresas no incorporan
a sus funciones de pro-
ducción por no poseer
una visión de conjunto
de sus propios intereses
del medio y largo plazo.
El corto plazo se ha con-
vertido en la única expre-
sión de la vital dimensión del tiempo;
una significativa inversión de la perdida
esperanza utópica que solía proyectarse
al largo plazo.
Solamente instituciones nacionales
como estados, o internacionales como la
UE, pueden representar, cuando son legí-
timas, los intereses globales de la sociedad.
Las alternativas actuales viables pa-
recen ser dos: el progresivo retraimiento
de la sociedad “útil” en una burbuja au-
tosuficiente similar a las ideadas por la
ciencia ficción para colonizar planetas
hostiles, rodeada de ex co ciudadanos
asilvestrados… o la poco probable im-
plantación consensuada de un modelo
de redistribución planetario que no al-
tere demasiado las reglas del mercado y
mantenga a raya o acaso invierta el pro-
ceso de exclusión.
Existen fondos privadas dedicados
específicamente a la investigación ten-
diente a extender la longevidad huma-
na, cuyos accionistas pretenden gestio-
nar las futuras patentes bien para uso
exclusivo, o para incidir en la ingeniería
social que determine quienes y cuántos
merecerán sus beneficios.
Sin embargo, los grandes avances
médicos recientes se han puesto en ma-
nos de servicios sanitarios públicos allí
donde existen o están cubiertos por se-
guros privados estándar. Por el momen-
to se sigue considerando que, además
de deseable, es más rentable extender
estos adelantos al grueso de la pobla-
ción. Ello no ha impedido que incluso
en el rico Primer Mundo se detecta ya
una desigualdad de niveles de salud per-
fectamente correlacionada con la des-
igualdad de ingresos.
En Alemania desde hace tiempo se
cuantifica el impacto económico nega-
tivo de la polución. Es un avance en la
buena dirección que allí las empresas
estén obligadas a introducir ese factor
en sus cuentas o sufragar los costes de
descontaminación una vez provocada.
Lejos de limitar la actividad económica,
ha permitido la emergencia de una prós-
pera industria de servicios y productos
protectores del medio ambiente creado-
ra de nuevas oportunidades de empleo.
Una fiscalidad de este tipo en positi-
vo, que resalte e incentive valores socia-
les como el apoyo mutuo y el intercam-
bio de servicios, proyectos y creaciones
atípicas, aunque inicialmente carentes
de rentabilidad, no sería muy diferente
al apoyo que tradicionalmente han re-
cibido infant industries convencionales.
Utopía o distopía?
El inquietante advenimiento de la
Roberto Blatt
Inteligencia Artificial podrá acelerar
el efecto burbuja o hacer posible una
integración planetaria en condiciones
paradisíacas, dependiendo de los me-
canismos políticos, preferiblemente hu-
manos y democráticos, no algorítmicos,
que administren el futuro saber. Por lo
pronto, la noción de paraíso hará bien
de abandonar el antiguo e impreciso
ideal igualitario en un mundo en que
lo más interesante es, precisamente, la
aportación y preferencias más o menos
únicas de cada miembr@ de la comuni-
dad local o global, abiertas a afinidades
compartidas en un ocio altamente pro-
ductivo, siempre y cuando las condicio-
nes de vida esenciales (como educación
y sanidad) estén aseguradas para todos.
El ocio creativo no tiene nada que
ver con los juegos digitales sugeridos
por Yuval Harari para combatir el abu-
rrimiento de los desempleados de lujo
del futuro, sino que es lo que emerge
espontáneamente de la liberación de ta-
lentos y vocaciones.
Existe un precedente fascinante y
poco conocido de eficiencia producti-
va no reñida con la redistribución de
riqueza. Marcel Mauss, un adelantado
de la moderna antropología francesa
estudió el sistema económico de unas
comunidades indígenas del Pacífico en
su Essai sur le don (1923-4), palabra que
prefiero traducir como “regalo”.
Dicho sistema se regía por dos mer-
cados. Por una parte, los miembros de la
comunidad competían por los recursos
escasos de producción buscando maxi-
mizar sus beneficios. En paralelo, estos
mismos individuos competían por ofre-
cer los más valiosos regalos a sus seme-
jantes, que a su vez se esforzaban por
estar a la altura y esperaban la oportu-
nidad de devolver el gesto para situarse
lo más arriba posible en el mercado más
importante de todos: el del honor y el
reconocimiento.
Estado de la Utopía
edición de 36 páginas
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número 415 - diciembre 2018
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