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El Sistema Nacional de Economía Política

Por Friedrich List


Traducido por Sampson S. Lloyd, 1885

Introducción

En ninguna rama de la economía política domina tan gran diversidad de opiniones entre
teóricos y prácticos como respecto al comercio internacional y la política mercantil. A la vez, no
existe cuestión alguna en el sector de esta ciencia que posea una importancia tan alta en orden
al bienestar y a la civilización de las naciones, como respecto a su independencia, poderío y
estabilidad. Países pobres, impotentes y bárbaros han logrado convertirse, gracias a una sabia
política comercial, en imperios rebosantes de riqueza y poderío, y otros, por razones opuestas,
han decaído de un elevado nivel de prestigio nacional a la insignificancia absoluta; en efecto,
hemos conocido ejemplos de naciones que han perdido su independencia y hasta su existencia
política, precisamente porque sus sistemas comerciales no sirvieron al desarrollo y
robustecimiento de su nacionalidad.
Más que en cualquier otro tiempo, ha adquirido en nuestros días un interés predominante la
aludida cuestión, frente a otras de la Economía política. En efecto, cuanto más rápidamente
progresa el afán inventivo de la industria y el espíritu de perfeccionamiento, el anhelo de la
integración social y política, tanto mayor es la distancia que existe entre las naciones
estancadas y las progresistas, y es tanto más peligroso quedarse atrás. Si en otros tiempos
fueron precisos para monopolizar la fabricación de la lana, el sector manufacturero más
importante de pasadas épocas, bastaron algunos decenios para lograr el monopolio de la
manufactura del algodón, sector no menos importante, y en nuestros días bastó una ventaja de
pocos años para colocar la Gran Bretaña en situación de atraer hacía sí la industria linera del
Continente europeo.
En ningún otro tiempo ha visto el mundo tampoco una supremacía manufacturera y mercantil
que dotada con energía inmensas como la de nuestro días, aplicase un sistema tan
consecuente y poderoso, con tendencia a monopolizar todas las industrias manufactureras,
todos los grandes negocios mercantiles, toda la navegación, todas las colonias importantes,
todo el dominio de los mares, y a hacer vasallos suyos a todas las naciones, como los indios,
en el orden manufacturero y comercial.
Alarmada por los efectos de esta política, más bien obligada por las convulsiones a que dio
lugar, vimos en tiempos recientes una nación continental -la rusa-, poco apta por su cultura
para la industria manufacturera, buscar su salvación en el sistema prohibitivo tan censurado por
la teoría. Y ¿cuál fue el resultado? La prosperidad nacional.
Instigado por las promesas de la teoría. América del Norte se dejó seducir, y abrió sus puertos
a las mercancías inglesas. ¿Qué frutos reportó allí la libre concurrencia? Convulsión y ruina,
Experiencias de esta especie suscita con razón la duda de si la teoría es tan infalible como ella
misma supone, o la práctica tan insensata como pretende la teoría; despiertan también el temor
de que nuestra nacionalidad corra en definitiva peligro de fenecer por un error mental de la
teoría, como aquel paciente que por observar una receta sucumbe a un error; crean en
nosotros la sospecha de que esa teoría tan estimada se muestra tan henchida y solemne para
ocultar hombres y armas como otro nuevo caballo de Troya, y hace que nuestros propios
muros de protección sean derribados con nuestras propias manos.
Una cosa puede afirmarse, y es que después de discutir desde hace más de medio siglo la
gran cuestión de la política comercial por todas las naciones, en escritos y asambleas
deliberantes, por las mentalidades más sagaces, el abismo que existe desde Quesnay y Smith
entre la teoría y la práctica no sólo no se ha cerrado sino que cada año está más abierto.
¿Que valor puede tener para nosotros una ciencia cuando se ilumina el camino que la práctica
ha de recorrer? ¿Sería razonable admitir que la razón de uno es tan infinitamente grande que
puede reconocer la naturaleza de todas las cosas, y, en cambio, la razón de otro tan
infinitamente pequeña que incapaz, de comprender las verdades descubiertas y esclarecidas
por aquél, puede considerar como verdades errores manifiestos, a través de generaciones
enteras? ¿No sería más prudente admitir que los hombres prácticos, aunque por regla general
propenden a mantenerse en el terreno de los datos, no se opondrían tan larga y tenazmente a
la teoría, si ésta no contradijera la naturaleza de las cosas?
La realidad nos autoriza para asegurar que la culpa del antagonismo entre la teoría y la práctica
en la política mercantil corresponde tanto a los teóricos como a los prácticos.
La economía política debe extraer de la práctica sus doctrinas relativas al comercio
internacional, y establecer sus reglas para las necesidades de la actualidad y para la situación
peculiarísima de cada nación, sin desconocer las exigencias del futuro y de la humanidad
entera. Así, debe apoyarse en la Filosofía, en la Política y en la Historia.
En interés del porvenir y de la humanidad entera, la Filosofía exige: afinidad cada vez mayor de
las naciones entre sí; evitar en los posible la guerra; establecimiento y desarrollo del Derecho
internacional; transición de lo que ahora se llama Derecho internacional público al Derecho de
federación entre Estados; libertad del tráfico internacional, lo mismo en el orden espiritual que
en el material; finalmente, unificación de todas las naciones bajo la ley jurídica, esto es: la unión
universal.
En interés de cada nación especial exige, en cambio, la Política: garantías para su
independencia y continuidad; reglas especiales para el fomento de su progreso en orden a la
cultura, bienestar y potencialidad, y a la formación de sus estamentos como un cuerpo perfecto,
en todas sus partes, armónicamente desarrollado, íntegro e independiente.
Por su parte la Historia se manifiesta de modo innegable en pro de las exigencias del futuro,
enseñando en qué forma el bienestar material y espiritual del hombre corre parejas, en todo
tiempo, con la amplitud de su unificación política y de su cohesión comercial. Reconoce
también, sin embargo, las exigencias de la actualidad y de la nacionalidad, enseñando cómo
han parecido las naciones que no han atendido preferentemente su propia cultura y
potencialidad; cómo el tráfico ilimitado con naciones más adelantadas ha sido para un pueblo
estimulante en los primeros estadios de su desarrollo, si bien cada nación llega a un punto en
que sólo mediante ciertas restricciones de su tráfico internacional puede lograr un desarrollo
más alto y una equiparación con otras naciones más adelantadas. la Historia efectúa, así, un
compromiso entre las exigencias encontradas de la Filosofía y de la Política.
Sólo la práctica y la teoría de la Economía Política, tal como están constituidas actualmente,
adoptan un criterio unilateral: aquélla, en favor de las exigencias especiales de la nacionalidad;
ésta en pro de los requisitos unilaterales del cosmopolitismo.
La práctica, o, en otras palabras, el llamado sistema mercantil, incurre en el gran error de
defender la utilidad y necesidad absolutas y generales de la restricción, porque en ciertas
naciones y en determinados período de su desarrollo esas limitaciones fueron útiles y
necesarias. No advierte que la limitación es sólo un medio, pero el fin es la libertad. Atiende
sólo a la nación, nunca a la humanidad; sólo a la actualidad, nunca al futuro; así es
exclusivamente política nacional, pero le falta la perspectiva filosófica, la tendencia
cosmopolita.
La teoría dominante, tal como la atisbó Quesnay y la desarrolló Adam Smith, recoge, por el
contrario, de modo exclusivo, las exigencias cosmopolitas del futuro, incluso las del futuro más
lejano. La unión universal y la libertad absoluta del comercio internacional que a la sazón no es
sino una idea cosmopolita, acaso sólo realizable con el transcurso de los siglos, es considerada
como algo susceptible de realización actual. Desconociendo las exigencias de la actualidad y la
naturaleza de la nacionalidad, ignora la incluso la existencia de la nación, y a la vez, el principio
que se propone educar a la nación para la autonomía. Integramente cosmopolita atiende sólo a
la humanidad entera, al bienestar del género humano en su conjunto, nunca a la nación y al
bienestar nacional; aborrece la política y considera la experiencia y la práctica como rutinas
reprobables. Sólo respeta a la Historia en cuanto corresponde a sus tendencias unilaterales,
pero ignora o desfigura sus doctrinas cuando están en contradicción con su sistema, y se ve
obligada a negar los efectos del Acta de Navegación inglesa, del tratado de Methuen y de la
política mercantil británica, formulando el siguiente lema que contradice a toda veracidad:
Inglaterra ha alcanzado su riqueza y poderío y a causa de su política mercantil, sino a pesar de
ella.
Advertida así la unilateralidad de ambos sistemas, no nos extrañará que la práctica, a pesar de
sus notorios errores, se niegue a dejarse reformar por la teoría; también comprendemos por
qué la teoría no quiere saber nada de la Historia ni de la experiencia, ni de la Política y la
nacionalidad. Esta teoría inconsistente ha sido predicada en todas las callejas y desde todas
las tribunas, con ardor más destacado en aquellos países cuya existencia nacional resultaba
más amenazada por ella; he aquí la causa de la propensión dominante de nuestra época hacia
los experimentos filantrópicos y hacia la solución de los problemas de la Filosofía.
Ahora bien, en la vida de las naciones como en la de los individuos existen contra las ilusiones
de la ideología dos vigorosos medicamentos: la experiencia y la necesidad. Si no nos
engañamos, todas aquellas naciones que en la presente época practican un libre tráfico con la
máxima potencia manufactura y mercantil, como medio de salvación, hállanse a punto de
realizar importantes experiencias.
Es sencillamente imposible que si continúan los Estados libres americanos con sus prácticas
mercantiles actuales logren introducir un orden apreciable en su economía nacional. Es
absolutamente necesario que retornen a sus aranceles anteriores. Aunque los Estados
esclavistas rechacen ese criterio, aunque el partido dominante lo apoye, el poder de las
circunstancias será más fuerte que la política de partido. Tememos incluso que, tarde o
temprano, los cañones resuelvan la cuestión que fue para la legislación un nudo gordiano;
América tendrá que pagar su saldo a Inglaterra en pólvora y plomo; el sistema prohibitivo de
hecho, causado por la guerra, remediará los errores de la legislación aduanera americana; la
conquista del Canadá pondrá fin al grandioso sistema de contrabando inglés profetiza por
Huskisson.
!Ojalá nos equivoquemos! Pero si nuestra profecía llegara a realizarse, queremos vindicar para
la teoría del librecambio la paternidad de esa guerra. !Rara ironía del destino! Que una teoría
basada sobre la gran idea de la paz perpetua venga a encender la guerra entre dos potencias
que, como pretenden los teóricos, han sido creadas para comerciar entre sí; cosa tan extraña
como el efecto de la filantrópica supresión del comercio de esclavos, a consecuencia de la cual
miles de negros fueron hundidos en las profundidades del mar.
En el transcurso de los últimos cincuenta años (más propiamente de los últimos veinticinco, ya
que apenas puede tomarse en consideración el período de la revolución y de la guerra) Francia
ha realizado un gran experimento con el sistema de las restricciones, a pesar de los errores,
secuelas y exageraciones inherentes a él. Su éxito salta a la vista de cualquiera que no tenga
determinados prejuicios. Que la teoría discuta el hecho, es una consecuencia natural del
sistema. Si formula la tesis desesperada -y pretende hacerla crear al mundo- de que Inglaterra
se ha hecho rica y poderosa no por su política mercantil sino a pesar de ella, ¿cómo dejaría de
expresar esta otra pretensión, mucho más fácil de probar, según la cual Francia, sin la
protección de sus manufacturas interiores, hubiera llegado a ser más rica de lo que lo es en la
actualidad? Esa tesis es considerada por muchos, que se tienen por bien informados y
prudentes, como moneda contante y sonante, aunque la combatan prácticos muy perspicaces;
en efecto, el anhelo de los beneficios que reporta un libre tráfico con Inglaterra se halla
actualmente en Francia muy difundido. Tampoco puede discutirse apenas -y de ellos
hablaremos más detalladamente en otro lugar- que el tráfico recíproco entre ambas naciones
debería fomentarse en beneficio de ambas. Desde el punto de vista inglés se pretende colocar
no sólo materias primas sino, sobre todo, grandes cantidades de artículos fabricados de uso
general, contra productos franceses de carácter agrícola y suntuario. Todavía no puede
preverse hasta qué punto el gobierno y la legislación de Francia propenderán a este criterio o
llegarán a practicarlo. Pero si lo hicieran con la amplitud que Inglaterra persigue, el mundo
dispondría de un nuevo ejemplo en pro o en contra de la gran cuestión: en qué medida, en las
circunstancias actuales, es posible y ventajoso que dos grandes naciones manufactureras, una
de las cuales se encuentra en la actualidad ventajosamente situada con respecto de la otra en
orden a los costos de producción y a la expansión del mercado exterior con productos
fabricados, pueden entrar en competencia entre sí en sus propias mercados interiores, y qué
resultados derivarán de semejante situación de competencia.
En Alemania, las cuestiones citadas se han convertido en problemas prácticos nacionales
desde que fue instituida la Liga mercantil. Así como en Francia el vino viene a constituir el cebo
con el cual se pretende estimular a Inglaterra para que suscriba un tratado de comercio, en
Alemania ocurre lo mismo con los cereales y con la madera. En este caso, sin embargo, no
podemos hacer otra cosa que formular una hipótesis, por que resulta imposible en la actualidad
saber si los tories entrarán en razón y harán al Gobierno, para facilitar la importación de
cereales y maderas alemanas, ciertas concesiones que pueden hacerse valer contra la Liga.
En efecto, en Alemania hemos llegado ya en materia de política comercial a considerar ridículo,
cuando no impertinente, todo intento de pagar barras de oro y plata tangibles y concretas con
rayos de luna y esperanzas. En el supuesto de que semejantes concesiones fueran hechas por
el Parlamento, someterían indirectamente a discusión en Alemania las más importante
cuestiones de la política comercial. el informe más reciente del doctor Bowring constituye para
nosotros un atisbo de la táctica que Inglaterra desarrollaría en este caso Inglaterra no
consideraría esta concesión como un equivalente por las ventajas preferentes que sigue
poseyendo aún en el mercado manufacturero alemán; tampoco como una limosna para impedir
que Alemania aprenda a resolver por su cuenta el problema del suministro de algodón hilado;
que reciba las materias primas necesarias para ello de las regiones tropicales, y las pague con
productos de sus propias manufactureras; ni como un medio tampoco de compensar la enorme
desproporción existente aún entre la importación y la exportación recíproca de ambos países.
No. Inglaterra considerará el derecho de abastecer a Alemania con hilados de algodón como un
jus quaesitum, y a cambio de cualquier otra concesión exigirá un equivalente, el cual no
consistirá en nada menos que en el sacrificio de las manufacturas de algodón y lana, etc. Esas
concesiones serán presentadas a Alemania como un plato de lentejas a cambio de las cuales
pretenderán arrancar su derecho de primogenitura. El doctor Bowring no puede haberse
engañado durante su residencia en Alemania; no ha debido tomar -así lo presumimos- la
cortesía berlinesa por absoluta seriedad. Precisa transportarse realmente a aquellas regiones
donde se ha formado la política de la Liga mercantil alemana, siguiendo todavía las rutas de la
teoría cosmopolita: en ese ambiente no se establece aún ninguna diferencia entre
exportaciones de artículos manufacturados y exportaciones de productos agrícolas; se cree
posible fomentar los fines nacionales ampliando esta última exportación a expensas de aquélla;
no se ha reconocido todavía como norma fundamental el principio de la educación industrial de
la nación; no se vacila en sacrificar a la competencia extranjera ciertas industrias, tan
adelantadas ya gracias a una protección de muchos años, que la competencia interior ha
rebajado considerablemente los precios (con ello se pone substancialmente en peligro el
espíritu de empresa alemán, puesto que cada fábrica, arruinada al disminuir la protección o
implantarse medidas de gobierno, viene a ser como un cadáver colgado que contamina a gran
distancia todos los seres vivos). Como hemos advertido ya, estamos muy lejos de considerar
razonables esas seguridades, pero el hecho de que se hagan públicas y puedan seguir
siéndolo es bastante deplorable, puesto que con ello se asesta un doloroso golpe a la
confianza de que subsistirán en la industria la protección arancelaria y, como consecuencia, el
espíritu emprendedor de Alemania. El mencionado informe nos permite inferir en qué forma se
puede inocular un mortal veneno a las manufacturas alemanas, de tal modo que la causa de
esa ruina no aparezca con claridad, y, sin embargo, penetre de modo certero hasta el origen
mismo de la vida. Los aranceles cuantitativos deben ser sustituidos por derechos ad valorem,
con lo cual se abrirá el camino de la defraudación y del comercio de contrabando inglés,
precisamente en los artículos de uso general, de valor especial más reducido y de cuantía
máxima; es decir, en aquellos artículos que forman la base de la industria manufacturera.
Adviértase así la importancia práctica que actualmente reviste la gran cuestión de la libertad
internacional de comercio, y cuán necesario es que, por fin, se investigue de una vez a fondo y
sin perjuicios los errores cometidos a este respecto por la teoría y por la práctica, resolviéndose
de una vez para todas el problema de la coincidencia entre ambas, o haciendo, por lo menos,
ensayos para lograrlo.
Verdaderamente el autor no expresa una afectada modestia, sino una profunda desconfianza
en sus propias energías, cuando asegura que, después de muchos años de lucha contra sí
mismo; de haber puesto cien veces en duda la exactitud de sus opiniones; de haberlas visto
confirmada otras tantas veces, y después de haber probado y reconocido la inexactitud de la
tesis adversa, ha llegado a la conclusión de que era posible resolver este problema. El autor no
siente la vanidad de contradecir viejas autoridades y de fundar nuevas teorías. Si fuese inglés,
difícilmente hubiera puesto en duda el principio fundamental de la teoría de Adam Smith.
Fueron las condiciones de su país las que, desde aquel tiempo, le permitieron desarrollar en
varios artículos anónimos y, por último, bajo su nombre, en trabajos más amplios, sus
opiniones opuestas a la teoría dominante. Hoy es principalmente el interés de Alemania lo que
ha animado a comparecer con este escrito, aunque no puede negar que ha existido también un
personalísimo motivo: concretamente la necesidad de demostrar mediante un escrito extenso
que no es incapaz de expresar una opinión propia en materias de Economía política.
En contraposició n directa con la teoría, el autor se esforzará. en primer término, por extraer las
enseñanzas de la Historia, derivando de ellas sus normas fundamentales; establecidas éstas,
comprobará la calidad de los sistemas procedentes, y por último, como su tendencia es
absolutamente práctica, definirá los caracteres más recientes de la política comercial.
Para mayor claridad expone el autor a continuación un resumen de los resultados principales
que ha llegado en sus trabajos y reflexiones:
La unificación de las energías individuales con ánimo de proseguir un fin común es el medio
más vigoroso para realizar la felicidad de los individuos. Sólo y separado de su prójimo, el
individuo es débil y desamparado. Cuanto mayor es el número de aquellos con quienes está
socialmente ligado, tanto más perfecta es la unión, tanto más copioso y escogido el producto, el
bienestar espiritual y corporal de los individuos.
La agrupación más excelsa hasta ahora realizada de los individuos bajo la norma jurídica es la
del Estado y la nación; la agrupación más elevada que quepa imaginar es la de la humanidad
entera. Así como el individuo puede alcanzar sus fines individuales, en un nivel más alto, dentro
del Estado y de la nación, que si está solo, así también todas las naciones realizarían en mayor
escala sus fines si estuvieran ligadas por la norma jurídica, la paz eterna y el tráfico libre.
La Naturaleza misma empuja paulatinamente las naciones a realizar esta máxima agrupación:
en virtud de la diversidad del clima, del territorio y de los productos, las induce al cambio, y por
la superpoblació n y la abundancia de capitales y talentos, la emigración y a la colonización. El
comercio internacional es una de más poderosas palancas de la civilización y del bienestar
nacional, ya que haciendo surgir nuevas necesidades estimula a la actividad y tensión de
energías, trasladando de una nación a otras nuevas ideas, inventos y aptitudes.
En la actualidad, sin embargo, la unión que entre las naciones puede resultar a base del
comercio internacional es muy imperfecta, ya que se interrumpe o debilita por la guerra o por
otras medidas egoístas de determinadas naciones.
A consecuencia de la guerra la nación puede perder su independencia, su propiedad, su
libertad, su autonomía, su constitución y sus leyes, su idiosincrasia nacional, y en resumen, el
grado ya alcanzado de cultura y bienestar, y puede ser también sojuzgada. Mediante las
medidas egoístas de pueblos extraños, la nación puede ver perturbada su integridad
económica, o retardado su progreso.
Uno de los principales objetos a que debe aspirar la nación es, y tiene que ser, el
mantenimiento, desarrollo y perfección de la nacionalidad. No se trata de una aspiración falsa o
egoísta, sino de algo racional que está en perfecto acuerdo con los verdaderos intereses de la
humanidad entera; en efecto, tal idea conduce naturalmente a la definitiva unión entre las
naciones, bajo la norma jurídica, a la unión universal, que sólo se compagina con el bienestar
del género humano cuando muchas naciones alcanzan una etapa homogénea de cultura y
poder; es decir, cuando la unión universal se realice por vía de confederación.
En cambio, una unión universal basada en el predominio político, en la riqueza predominante
de una sola nación, es decir, en la sumisión y dependencia de otras nacionalidades, traería
como consecuencia la ruina de todas las características nacionales y la noble concurrencia
entre los pueblos; contradiría los intereses y lo sentimientos de todas las naciones que se
sienten llamadas a realizar su independencia y a lograr un alto grado de riqueza y de prestigio
político; no sería otra cosa sino una repetición de algo que ya ocurrió una vez, en la época de
los romanos; de un intento que hoy contaría con el apoyo de las manufacturas y del comercio,
en lugar de utilizar como entonces el frío acero, no obstante lo cual, el resultado sería el mismo:
la barbarie.
La civilización, la formación política y el poderío de las naciones hállanse principalmente
condicionadas por su situación económica, y a la inversa. Cuanto más desarrollada y perfecta
es una economía, tanto más civilizada y robusta es la nación; cuanto más crece su civilización
y poderío, tanto más elevado puede ser el nivel de su cultura económica.
El desarrollo económico nacional puede señalarse las siguientes etapas principales de la
evolución: estado salvaje, estado pastoril, estado agrícola-manufacture ro, estado agrícola-
manufacture ro-comercial.
Es evidente que cuando una nación cuenta con variadas riquezas naturales y, disponiendo de
una gran población, reúne la agricultura, las manufacturas, la navegación, el comercio interior y
exterior, dicha nación se halla políticamente más formada y poderosa que un simple país
agrícola.
Ahora bien, las manufacturas son la base del comercio interior y exterior de la navegación y de
la agricultura perfeccionada, y, en consecuencia, de la civilización y del dominio político; una
nación que lograra monopolizar el total de la energía manufacturera del globo terráqueo y
oprimir de tal modo a las demás naciones en su desarrollo económico que en ellas sólo
pudieran producirse artículos agrícolas y materias primas, e instaurarse las industrias locales
más indispensable, necesariamente lograría el dominio universal.

Cualquier nación que conceda algún valor a la autonomía y a la supervivencia, debe esforzarse
por superar cuanto antes pueda el estado cultural inferior, escalando otra más elevado,
asociando tan pronto como le sea posible la agricultura, las manufacturas, la navegación y el
comercio, dentro de su territorio.
La transición de las naciones desde el estado salvaje al pastoril, y de éste al agrícola, y los
primeros progresos en la agricultura se logran del mejor modo mediante el libre comercio con
naciones civilizadas, es decir, con naciones manufactureras y mercantiles.
La transición de los pueblos agrícolas a la etapa de las naciones agrícolas, manufactureras y
comerciales, sólo podría tener lugar en régimen de tráfico libre en el caso de que todas las
naciones llamadas a desplegar una actividad manufacturera registraran al mismo tiempo el
mismo proceso de formación; si las naciones no se pusieran unas a otras obstáculos en su
desarrollo económico; si la guerra y los sistemas aduaneros no perturbaran su progreso.
Pero como las distintas naciones, favorecidas por circunstancias especiales, logran ventajas en
sus manufacturas, en el comercio y en la navegación con respecto a otras; como dichas
naciones advirtieron desde muy pronto esta excelencia era el medio más eficaz para conseguir
y asegurar su predominio político sobre otras naciones, se han puesto en juego instituciones
que fueron y son adecuadas para lograr un monopolio manufacturero y mercantil, deteniendo
en su progreso a otras naciones menos adelantadas. El conjunto de estas instituciones
(prohibiciones de importación, aranceles de importación, limitaciones a la navegación, primas a
la exportación, etc.), es lo que se denomina sistema aduanero.
Obligadas por los progresos anteriores de otras naciones, por los sistemas aduaneros de otros
pueblos y por la guerra, algunas naciones menos adelantadas se han visto obligadas a buscar
los medios para llevar a cabo la transición, del estado agrícola al manufacturero, limitando
mediante un sistema aduanero propio el comercio con otras naciones más adelantada y
animadas por un afán de monopolio manufacturero que aquéllas consideran perjudiciales.
El sistema aduanero no es, como se pretende, un arbitrio mental, sino una natural
consecuencia de la aspiración de las naciones a encontrar garantías de permanencia y
prosperidad, o a lograr un dominio eminente.
Este empeño es, sin embargo, algo legítimo y racional si la nación que a él recurre se ve
estimulada y no obstaculizada en su desarrollo económico, y si tal tendencia no es hostil a la
finalidad más alta de la humanidad, la confederación, universal del futuro.
Del mismo modo de la sociedad humana puede considerarse desde un doble punto de vista, a
saber: desde el cosmopolita, que abarca la humanidad entera, y desde el político, que tiene en
cuenta los intereses especiales y la situación de la nación, así también la economía, tanto la de
los particulares como la de la sociedad, puede considerarse desde dos distintos puntos de
vista; teniendo en cuenta las energías personales, sociales y materiales, que dan lugar a la
creación de riquezas, o considerando el valor en cambio de los bienes materiales.
Existe, pues, una Economía cosmopolita y otra política, una teoría de los valores en cambio y
una teoría de las fuerzas productivas, doctrinas que, siendo esencialmente distintas una de
otra, deben ser desarrolladas con autonomía.
Las fuerzas productivas de los pueblos no sólo están condicionadas por la laboriosidad, el afán
de ahorro, la moralidad, y la inteligencia de los individuos, o por la posesión de recursos
naturales o capitales concretos, sino también por las instituciones y leyes sociales, políticas y
civiles, y especialmente por las garantías de permanencia, autonomía y poder de su
nacionalidad. Aunque los individuos sean laboriosos, económicos, aptos para el invento y la
empresa, morales e inteligentes, cuando no existan la unidad nacional y la división nacional del
trabajo y la cooperación nacional de las energías productivas, la nación nunca alcanzará un
alto grado de bienestar y potencia, o bien no podrá asegurar la posesión duradera de sus
bienes espirituales, sociales y materiales.
El principio de la división del trabajo ha sido hasta ahora concebido de modo incompleto. La
productividad no radica solamente en la división de diversas operaciones económicas entre
varios individuos, sino más bien en la agrupación intelectual y corporal de ellas para el logro de
una finalidad común.
Este principio no es sólo aplicable a la fábrica aislada o a la agricultura, sino también a las
energías agrícolas, manufactureras y comerciales de una nación.
Existe división del trabajo y cooperación de las energías productivas conforme a un módulo
nacional cuando la producción intelectual se halla en la nación en una proporción adecuada
con respecto a la producción material, cuando la agricultura, la industria y el comercio
nacionales se hallan regular y armónicamente desarrollados.
En el caso de una nación puramente agrícola, aunque trafique libremente con naciones
manufactureras y comerciales, una gran parte de las fuerzas productivas y de las fuentes
auxiliares de carácter natural tienen que permanecer ociosas y sin utilización. Su desarrollo
intelectual y político, sus fuerzas defensivas, son limitadas. No puede poseer una flota
importante ni un comercio ampliamente desarrollado. Todo ese bienestar que deriva del
comercio internacional, puede ser interrumpido, perturbado y destruido por completo, a
consecuencia de las normas extranjeras y de las guerras.
La energía manufacturera, en cambio, fomenta la ciencia, el arte y el perfeccionamiento
político, aumenta el bienestar nacional, la población, los ingresos públicos y la potencialidad de
la nación; le procura los medios para organizar conexiones mercantiles con todas las partes de
la tierra, y para fundar colonias; estimula las pesquerías, así como la flota y la marina de
guerra. Solamente ella puede elevar la agricultura nacional hasta un alto grado de desarrollo.
La energía agrícola y la manufacturera, reunidas en una misma nación, bajo el mismo poder
político, viven en eterna paz, no pueden ser perturbadas por las guerras y las leyes extranjeras
en materia mercantil, y así garantizan, como consecuencia, a la nación, el progreso incesante
en su bienestar, civilización y poderío.
La energía agrícola y la manufacturera están condicionadas por la naturaleza, pero esa
condicionalidad es muy distinta.
Los países de la zona templada están singularmente dotados para el desarrollo de la energía
manufacturera, por razón de sus recursos naturales; en efecto, el clima templado es la zona de
máxima tensión corporal e intelectual.
Los países de las zonas cálidas están, en cambio, muy poco favorecidos en orden a las
manufacturas, pero poseen a su vez un monopolio natural respecto a ciertos productos
agrícolas valiosos y estimados en los países de la zona templada y los productos de la zona
cálida (artículos coloniales) deriva principalmente la división cosmopolita del trabajo y la
cooperación de energías, es decir, el gran comercio internacional.
Sería un comienzo perjudicial para un país de la zona cálida el intento de crear manufacturas
propias. No habiendo sido llamado a ello por la Naturaleza, hará mayores progresos en su
riqueza material y en su cultura si se limita a cambiar los productos industriales de la zona
templada por los productos agrícolas de sus propias comarcas.
Ciertamente, los países de la zona cálida quedan por tal causa en situación de dependencia
con respecto a los de la zona templada. Ahora bien, esta dependencia resulta inocua o más
bien eliminada cuando en la zona templada existen varias naciones con un desarrollo
semejante de sus manufacturas, comercio, navegación y potencialidad política, y cuando,
además, tanto el interés como la potencialidad de las naciones manufactureras exigen que
ninguna de ellas abuse de su dominio frente a las naciones más débiles de la zona cálida. Este
predominio sólo resultaría peligroso o nocivo si toda la energía manufacturera, todo el gran
comercio, la flota mercante y el poderío naval, estuvieran monopolizados por una sola nación.
En cambio, aquellas naciones que poseen, en la zona templada, un territorio extenso,
abundantemente provisto con recursos naturales, dejarían inaprovechada una de las más ricas
fuentes de bienestar, civilización y poderío, si no procurasen realizar la división del trabajo y la
confederación de las energías productivas conforme a un módulo nacional, ya que poseen los
medios, económicos y sociales esenciales para ello.
Entre los recursos económicos comprendemos una agricultura convenientemente adelantada,
que no puede recibir ya estímulo alguno mediante la exportación de productos. Entre los
recursos intelectuales comprendemos una avanzada cultura de los individuos. Entre los
recursos sociales agrupamos las instituciones y las leyes, que procuran al ciudadano la
garantía de su persona y de su propiedad, y el libre uso de sus energías físicas e intelectuales,
así como la ausencia de instituciones que perturban la industria, la libertad, la inteligencia y la
moralidad; por ejemplo, el feudalismo, etc.
Una nación de tal naturaleza necesita hallarse en primer término abastecida en su mercado
propio con productos de su propia industria; luego, que se encuentre en una relación inmediata,
y cada vez más estrecha, con los países de la zona tórrida, enviándoles en naves propias sus
artículos industriales, y recibiendo de ellos, en cambio, los productos de su zona.
En comparación con este tráfico entre los países manufactureros de la zona templada y los
agrícolas de la zona cálida, posee una significación subalterna el comercio internacional
restante con excepción de pocos artículos; por ejemplo, los vinos.
La producción de materias primas y artículos alimenticios es muy importante en las grandes
naciones de la zona templada sólo en orden al comercio interior. Una nación rudimentaria o
pobre, en el principio de la civilización, puede elevar considerablemente su agricultura mediante
la exportación de cereales, vino, cáñamo, lino, lana, etc., pero con ello no habrá conseguido
elevarse a la categoría de una gran nación en riqueza, civilización y poderío.
Cabe formular la regla de que una nación es tanto más rica y poderosa cuanto mayor es su
exportación de productos manufactureros, cuanto más materias primas importa y cuanto más
productos consume de la zona cálida.
Los productos de la zona cálida sirven a los países industriales de la zona templada no sólo
como artículos alimenticios y materias primas para la producción, sino principalmente como
estímulo para la producción agrícola e industrial. Una nación que consuma mayores cantidades
de productos de la zona cálida, producirá y consumirá también, relativamente, mayores
cantidades de productos de la propia industria y de la agricultura.
En la evolución económica de las naciones debida al comercio internacional, pueden señalarse
cuatro períodos distintos: en el primero, la agricultura nacional se eleva mediante la importación
de artículos industriales extranjeros y la exportación de productos agrícolas del país; en el
segundo, las manufacturas nacionales se desarrollan conjuntamente con la importación de
artículos industriales del exterior; en el tercero, las manufacturas nacionales abastecen en su
mayor parte el mercado propio; en el cuarto, se exportan grandes cantidades de artículos
industriales de la propia nación, importándose, en cambio materias primas y productos
agrícolas de otros países.
El sistema aduanero, como medio de fomentar la evolución económica nacional, gracias a la
regulación del comercio exterior, debe siempre tomar como guía el principio de la educación
industrial de la nación.
Querer exaltar la agricultura nacional mediante aranceles protectores, constituye una política
inicial equivocada, porque la agricultura nacional sólo puede ser exaltada mediante las
industrias del país, y porque excluyéndose las materias primas y los productos agrícolas
exteriores, se mantienen a un bajo nivel las manufacturas propias del país.
La educación económica-nacional de las naciones que se hallan en un bajo nivel de inteligencia
y cultura, o que son demográficamente pobres en relación con la extensión y productividad de
su territorio, se fomenta de un modo más adecuado mediante el libre comercio con naciones
muy cultas, ricas y laboriosas. Toda limitación del comercio de semejantes naciones con el
propósito de implantar en ellas una energía industrial, resulta prematura y produce perniciosos
efectos, no sólo sobre el bienestar de la humanidad entera, sino también sobre el progreso de
la nación misma. Semejantes medidas protectoras sólo pueden justificarse cuando a
consecuencia del comercio libre la educación intelectual, política y económica de la nación ha
prosperado tanto, que su ulterior progreso resulta detenido y obstaculizado por la importación
de productos industriales exteriores y por falta de una adecuada venta para sus propios
productos.
Cuando una nación no posee territorios de extensión considerable, ni dispone de recursos
naturales, variados, ni está en posesión de las desembocaduras de sus ríos, o es desfavorable
la configuración de sus fronteras, el sistema proteccionista no puede aplicarse en absoluto o,
por lo menos, no puede serlo con pleno éxito. Semejante nación debe intentar, en primer
término, superar esos defectos mediante conquistas o pactos con otras naciones.
La energía industrial comprende tantas ramas de la ciencia y del saber, presupone tantas
experiencias, prácticas y costumbres, que la formación industrial de la nación sólo puede
operarse paulatinamente a base de ellas. Toda protección exagerada o prematura se condena
a sí misma, puesto que determina la disminución del bienestar propio de la nación.
Lo más pernicioso y reprobable es el aislamiento repentino y absoluto de la nación, mediante
prohibiciones. Estas son justificadas cuando, separada la nación de otra a causa de una
prolongada guerra, se halla en un estado de prohibición involuntaria de los productos
manufactureros de otras naciones, y en la absoluta necesidad de bastarse a sí misma.
En este caso, debe llevarse a cabo una paulatina transición del sistema prohibitivo al sistema
proteccionista, aplicando aranceles largamente meditados y paulatinamente decrecientes. En
cambio, una nación que quiere pasar del estado de no protección al de protección, debe partir
de aranceles bajo, aumentándolos poco a poco, según una escala gradual.
Los aranceles de este modo establecidos tienen que ser observados de modo inquebrantable
por los poderes públicos. Nunca deberán ser rebajados prematuramente; acaso se procederá a
elevarlos cuando resulten insuficientes.
Cuando los aranceles a la importación, con los cuales trata de eliminarse la competencia
extranjera, son demasiado altos, perjudican a la nación que los establece, ya que desaparece
el afán de competencia de los industriales nacionales con los del exterior, y se fomenta la
indolencia.
Cuando las industrias nacionales no prosperan, aun existiendo aranceles razonables y
paulatinamente crecientes, ello es una prueba de que la nación no posee todavía los recursos
necesarios para afianzar sus propias energías industriales.
Una vez establecido para determinar ramo industrial un arancel protector, nunca debe reducirse
en tal forma que esta industria quede en peligro de muerte a causa de la competencia
extranjera. La norma inquebrantable debe ser la conservación de lo existente, la protección de
las raíces y del tronco de la industria nacional.
Por consiguiente, la competencia extranjera sólo puede ser admitida a participar en el
incremento anual del consumo. Los aranceles habrán de elevarse en cuanto la competencia
extranjera obtenga la mayor parte o la totalidad de ese incremento anual.
Una nación como la inglesa, cuya energía industrial ha logrado un amplio avance respecto a
todas las demás naciones, mantiene y amplía sagazmente su supremacía industrial y
mercantil, mediante un tráfico comercial lo más libre posible. En tal caso, el principio
cosmopolita y el político son una misma cosa.
Ello explica la preferencia de ciertos economistas ingleses muy esclarecidos por la absoluta
libertad mercantil, y la aversión que sienten perspicaces economistas de otros países a aplicar
ese principio en sus países respectivos, dadas las circunstancias que en ellos prevalecen.
Desde hace un cuarto de siglo el sistema prohibitivo y proteccionista inglés actúa contra
Inglaterra y en beneficio de las naciones que con ella compiten.
Producen contra Inglaterra el efecto más perjudicial sus propias limitaciones a la importación de
materias primas y artículos alimenticios del exterior.
Las uniones mercantiles y los tratados de comercio constituyen el medio más eficaz para
facilitar el tráfico entre distintas naciones.
Los tratados de comercio sólo son legítimos y útiles cuando procuran recíprocas ventajas. Son
tratados mercantiles ilegítimos y nocivos aquellos en que la energía industrial incipientemente
desarrollada de una nación se sacrifica a otra, para lograr concesiones relativas a la
exportación de productos agrícolas; por ejemplo, los tratados al estilo del de Methuen,
verdaderos tratados leoninos.
Uno de éstos fue el que se estipuló entre Alemania y Francia en el año de 1766. Todos los
ofrecimientos que desde entonces se han hecho por Inglaterra y Francia y a otras naciones son
de la misma naturaleza.
Aunque el arancel protector encarece por algún tiempo los artículos industriales del país,
garantiza en el futuro precios más baratos, a causa de la competencia extranjera; en efecto,
una industria que haya llegado a alcanzar su total desarrollo, puede abaratar tanto más lo
precios de sus artículos cuanto que la exportación de materias primas y artículos alimenticios y
la importación de artículos fabricados tienen que reportar costo de transporte y beneficios
mercantiles.
La pérdida que para la nación resulta como consecuencia del arancel protector, consiste sólo
en valores; en cambio, gana energías, mediante las cuales queda situada para siempre en
disposición de producir incalculables sumas de valores. El gasto de valores debe considerarse
solamente como el precio de la educación industrial de la nación.
La protección arancelaria sobre los artículos industriales no graba a los agricultores de la
nación protegida. La exaltación de la energía industrial en el país incrementa la riqueza, la
población y, como consecuencia, la demanda de productos agrícolas, así como la renta y el
valor en cambio de la propiedad rústica, mientras que con el tiempo disminuyen de precio los
artículos industriales requeridos por los agricultores. Estos beneficios superan diez veces las
pérdidas que sufren los agricultores a consecuencia de una transitoria elevación de los
artículos industriales.
También se beneficia el comercio exterior y el interior a consecuencia del sistema protector, ya
que sólo adquiere importancia el comercio interior y exterior en las naciones que abastecen por
sí mismas su mercado interior con productos industriales; que consumen sus propios productos
agrícolas, y cambian materias primas y artículos alimenticios del exterior por sus excedentes de
artículos industriales. En las naciones meramente agrícolas de la zona templada son
insignificantes ambas manifestaciones mercantiles, y el comercio exterior de tales naciones se
encuentra, por regla general, en manos de las naciones industriales y mercantiles que trafican
con ellas.
Un adecuado sistema protector no otorga a los industriales del país monopolio alguno, sino
sólo una garantía contra la pérdida de aquellos individuos que dedican sus capitales, talentos y
energías a industrias aún desconocidas.
No otorga ningún monopolio porque aparece la competencia nacional en lugar de la extranjera,
y porque cualquier miembro de la nación tiene derecho a participar en las primas ofrecidas por
la nación a los individuos.
Sólo otorga un monopolio a los ciudadanos de la propia nación contra los súbditos de naciones
extranjeras, que a su vez poseen para sí un monopolio análogo.
Ahora bien, este monopolio es provechoso, no sólo porque despierta las energías productivas
aletargadas e inactivas, sino también porque atrae al país energías productivas exóticas
(capitales materiales e intelectuales, empresarios, técnicos y obreros).
Frente a esto, en cualquier nación de vieja cultura cuyas fuerzas no pueden ser estimuladas de
modo notorio por la exportación de materias primas y artículos agrícolas y por la importación de
manufacturas extranjeras, el estancamiento de la energía industrial trae consigo grandes y
variados perjuicios.
La agricultura de cualquier país semejante necesariamente tiene que anquilosarse, porque el
crecimiento de población que halla medios de subsistencia cuando florece una gran industria
propia, y origina una enorme demanda de productos agrícolas, hace más rentable, en conjunto,
la agricultura, pero en masa de población se arroja sobre las tierras disponibles y provoca una
fragmentación y parcelación de los fundos agrícolas, que resulta sumamente perniciosa para la
potencialidad, la civilización y la riqueza nacional.
Un pueblo agrícola, que en su mayoría consiste en un conjunto de pequeños agricultores, no
pude arrojar grandes cantidades de productos en el torrente del comercio interior, ni suscitar
una importante demanda de productos industriales. En un país así cada individuo se halla
sustancialmente limitado a su producción y a su consumo propios. En tales circunstancias
nunca puede formarse en la nación un sistema perfecto de transportes, ni beneficiarse con las
incomparables ventajas inherentes a la posesión del mismo.
La consecuencia necesaria de ello es la debilidad de la nación, lo mismo en el orden intelectual
que en el material, en el individual como en el político. Estos efectos resultan tanto más
peligrosas cuando las nacionalidades vecinas emprenden el camino inverso, y avanza en todos
los aspectos, mientras nosotros retrocedemos; cuando en ellas la esperanza de un porvenir
mejor eleva el ánimo, la energía y el espíritu emprendedor de los ciudadanos, mientras que
entre nosotros todo estímulo queda asfixiado por la perspectiva de un porvenir nada
prometedor.
La historia ofrece ejemplos de naciones que han sucumbido porque no supieron resolver a
tiempo la gran misión de asegurar su independencia intelectual, económica y política,
estableciendo manufacturas propias y un vigorosa estamento industrial mercantil.
Libro Primero: La Historia

Capítulo 1: Los Italianos

En el renacimiento de la civilización en Europa, ningún país estaba en una posición tan


favorable como Italia respeto al comercio e industria. La barbarie no había podido
erradicar completamente la cultura y civilización de la Roma antigua. Un clima genial y
un suelo fecundo, no obstante un sistema no poco avanzado de cultivo, daba nutrición
abundante para una numerosa población. Las artes e industrias más necesarias
permanecían poco destruidas como las instituciones municipales de la antigua Roma.
Las prósperas pesquerías de la costa sirvieron por todas partes como guarderías para
marineros, y la navegación a lo largo de las extensas costas de Italia compensó
abundantemente su falta de medios interiores de transporte.

Su proximidad a Grecia, Asia Menor, y Egipto, y su inter curso marítimo con ellos,
afianzaron para Italia las ventajas especiales en el comercio con el Este que previamente
había, aunque no extensivamente, continuado a través de Rusia con los países del Norte.
Por medio de la comunicación comercial Italia adquirió necesariamente esas ramas y
artes de conocimiento y manufactura que Grecia había conservado de la civilización de
tiempos antiguos.

Del periodo de la emancipación de las ciudades italianas por Otto el Grande, ellos
dieron evidencia de la cual la historia fue testificada igualmente en tiempos más
tempranos y más tarde, a saber, que la libertad e industria son compañeros inseparables,
incluso aunque no infrecuentemente uno ha entrado en existencia antes que el otro. Si el
comercio e industria están floreciendo en cualquier parte, puede ser cierto que allí la
libertad está cerca y a mano si en cualquier parte desplegara la Libertad su estandarte, es
como cierto que más pronto o más tarde la industria se establecerá allí; por nada es más
natural que cuando el hombre ha adquirido la riqueza material o mental, él debe
esforzarse por obtener garantías para la transmisión de sus adquisiciones a sus
sucesores, o que cuando él ha adquirido libertad, debe consagrar todas sus energías para
mejorar su condición física e intelectual. Por primera vez desde la caída de los estados
libres de la antigüedad estaba de nuevo el espectáculo presentado al mundo por las
ciudades de Italia de comunidades libres y ricas. Ciudades y territorios la ascendieron
recíprocamente a un estado de prosperidad y recibieron un impulso poderoso de las
Cruzadas en esa dirección. El transporte de los Cruzados, su equipaje y material de
guerra no sólo benefició la navegación de Italia, también se permitió el lujo de inducir
oportunidades para la conclusión de relaciones comerciales ventajosas con el Oriente
para la introducción de nuevas industrias, invenciones, plantas, y para el conocimiento
con nuevos goces. Por otro lado, de maneras múltiples se debilitaron y disminuyeron las
opresiones de señorío feudal, debiendo a la misma causa, tender a la mayor libertad de
las ciudades y del cultivo de la tierra.

Luego y después de Venecia y Génova, Florencia se volvió especialmente eminente por


sus fábricas y su negocio de intercambio monetario. Ya, en los siglos decimosegundo y
decimotercero, su seda y manufactura de lana era muy floreciente; los gremios de esas
ocupaciones tomaron parte en el gobierno, y bajo su influencia se constituyó la
República. Las manufacturas de lana emplearon 200 fábricas que produjeron 80,000
piezas de tela anualmente, la materia prima que se importaba exclusivamente de España.
Además de éstos, la tela cruda por la cantidad de 300,000 gulden de oro se importaba
anualmente de España, Francia, Bélgica, y Alemania que, después que terminara en
Florencia, se exportaba al Levante.

Florencia dirigió el negocio bancario de toda Italia, y tuvo ochenta establecimientos


bancarios. (1[1]). El rédito anual de su Gobierno sumado a los 300,000 gulden de oro
(quince millones de francos de nuestro dinero actual), era considerablemente mayor que
el rédito de los reinos de Nápoles y Aragón en ese periodo, y más del de Gran Bretaña y
Irlanda bajo La reina Elizabeth. (2[2]) Nosotros vemos así a Italia en los siglos
decimosegundo y decimotercero que posee todos los elementos de prosperidad
económica nacional, y respecto al comercio e industria lejos en adelanto de todas las
otras naciones.

Su agricultura y sus manufacturas sirvieron como modelos y como motivos para la


emulación a otros países. Sus caminos y canales eran los mejores de Europa. El mundo
civilizado se endeudaba a ella por las instituciones bancarias, el compás marino, la
arquitectura naval mejorada, el sistema de intercambios, y organizadora de aduanas y
leyes comerciales más útiles, así como por gran parte de sus instituciones municipales y
gubernamentales. Su poder comercial, marino, y naval eran por lejos los más
importantes en los mares del sur. Ella estaba en posesión del comercio del mundo; por,
con excepción de la porción insignificante de él, continua en los mares norteños, ese
comercio estaba confinado a los mares Mediterráneo y Negro. Ella proporcionó a todas
las naciones con manufacturas, artículos de lujo, y productos tropicales y fueron
proporcionados por ellos con materias primas.

Una cosa solo estaba queriendo Italia para permitirle volverse lo que Inglaterra se ha
vuelto por nuestros días, y porque esa cosa que estaba queriendo ella, del elemento de
toda otra prosperidad careció ella; le faltaron la unión nacional y el poder que surge de
él. Las ciudades y los poderes gobernantes de Italia no actuaron como miembros de un
cuerpo, sino hicieron la guerra y se asolaron entre si como poderes y estados
independientes. Mientras estas guerras rugieron externamente, cada comunidad de
naciones fue derrocada consecutivamente por los conflictos interiores entre la
democracia, aristocracia, y autocracia. Estos conflictos, tan destructivos para la
prosperidad nacional, fueron estimulados y fue aumentados por los poderes extranjeros
y sus invasiones, y por el poder del clero y su influencia perniciosa en casa, las

1[1]
De l'Ecluse, Florence et ses Vicissitudes, pp. 23, 26, 32, 163,213.

2[2]
Pechio, Histoire de l'Economie Politique en Italie.
comunidades italianas separadas se alinearon en contra entre si y en dos facciones
hostiles.

Cómo Italia se destruyó así puede conocerse mejor de la historia de sus estados
marítimos. Nosotros vemos primero a Amalfi grande y poderosa (del octavo al
decimoprimero siglo) (3[3]) Sus naves cubrieron los mares, y toda la moneda corriente
que pasaba en Italia y el Levante era de Amalfi. Ella poseyó el código más práctico de
derecho marítimo, y esas leyes estaban en vigor en cada puerto del Mediterráneo. En el
decimosegundo siglo su poder naval fue destruido por Pisa, Pisa a su turno cayó bajo
los ataques de Génova, y la propia Génova, después de un conflicto de cien años, fue
compelida a sucumbir ante Venecia. La caída de la propia Venecia aparece por haber
sido indirectamente el resultado de esta política de miras estrechas.

Para una liga de poder naval italiano no podría ser una tarea difícil, no meramente
mantener y levantar la preponderancia de Italia en Grecia, Asia Menor, el Archipiélago,
y Egipto, sino continuamente extenderse y fortalecerla; o refrenar el progreso de los
turcos en tierra y reprimir sus piraterías en el mar, mientras disputaban con los
portugueses la ronda del pasaje del Cabo de Buena Esperanza. Como materias
realmente en pie, sin embargo, Venecia no estaba librada a sus propios recursos, ella se
encontró dañada por los ataques externos de sus estados hermanos y del anillo de
poderes europeos vecinos. No podría demostrar ser una tarea difícil a una bien
organizada liga de poderes militares italianos defender la independencia de Italia contra
la agresión de las grandes monarquías. El esfuerzo por formar semejante liga realmente
se hizo en 1526, pero entonces hasta el momento de peligro real y sólo para la defensa
temporal. El poco entusiasmo y alevosía de los líderes y miembros de esta liga fueron la
causa de la subyugación subsiguiente de Milán y la caída de la República Toscana. De
ese periodo debe fecharse la caída de la industria y comercio de Italia. (4[4])

En ella más temprano así como en su historia más tarde, Venecia apuntó a ser una
nación para ella sola. Tanto como ella tenía que tratar sólo con poderes italianos
pequeños o con la decrépita Grecia, ella no tenía dificultad manteniendo una supremacía
en manufactura y comercio a través de los países que orillan en los mares Mediterráneo
y Negro. Como pronto, sin embargo, como las naciones unidas y vigorosas aparecieron
en la fase política, se volvió en seguida manifiesto que Venecia era meramente una
ciudad y su aristocracia sólo municipal. Es verdad que ella había conquistado varias
islas e incluso provincias extensas, pero ella sólo gobernó sobre ellos como territorio
conquistado, y de (según el testimonio de todos los historiadores) cada conquista
aumentó su debilidad en lugar de su poder. En el mismo periodo se extinguió el espíritu
dentro de la República por la que ella había vuelto gradualmente grande. El poder y
3[3]
Amalfi contained at the period of her prosperity 50,000inhabitants. Flavio Guio,
the inventor of the mariner's compass, was a citizen of Amalfi. It was the sack of
Amalfi by the Pisans(1135 or 1137) that that ancient book was discovered which
later on became so injurious to the freedom and energies of Germany -- the
Pandects.

4[4]
Hence Charles V was the destroyer of commerce and industry in Italy, as he was also in the
Netherlands and in Spain. He was the introducer of nobility by patent, and of the idea that it was
disgraceful for the nobility to carry on commerce or manufactures-- an idea which had the most
destructive influence on the national industry. Before his time the contrary idea prevailed; the Medici
continued to be engaged in commerce long after they had become sovereign rulers.
prosperidad de Venecia -- el trabajo de una aristocracia patriótica y heroica de la que
había surgido una democracia enérgica y amante de libertad - mantuvo y aumentó tanto
como la libertad de energía democrática prestó su apoyo, y esa energía fue guiada por el
patriotismo, la sabiduría, y el espíritu heroico de la aristocracia. Pero en proporción
como la aristocracia se volvió una oligarquía despótica, destructiva de la libertad y
energías de las personas, las raíces del poder y prosperidad se extinguieron y no
resistieron sus ramas y el tallo principal todavía parecía florecer durante algún tiempo
más. (5[5])

'Una nación que ha caído en la esclavitud,' dice Montesquieu, (6[6]) 'se esfuerza
por retener lo que posee más bien que para adquirir más; al contrario, un
disputa de una nación libre prefieren adquirir que retener.'

A esta muy verdadera observación él podría haberse agregado -- y porque cualquiera


sólo se esfuerza por retener sin adquirir lo que él debe venir a pesar, para cada nación
que no hace ningún progreso baje y baje más, y debe caer finalmente.

Lejos de esforzarse por extender su comercio y hacer nuevos descubrimientos, los


venecianos nunca concibieron la idea derivada de los descubrimientos hechos en
beneficio a otras naciones. Que ellos pudieran ser excluidos del comercio con las Indias
Orientales por el descubrimiento de la nueva ruta comercial, nunca se les ocurrió hasta
que realmente lo experimentaron. Lo que todo el resto del mundo percibió no lo
creerían; y cuando ellos empezaron a averiguar los resultados dañinos del alterado
estado de cosas, ellos se esforzaron por mantener la vieja ruta comercial en lugar de
buscar participar en los beneficios de la nueva; ellos se esforzaron para mantener a
través de pequeñas intrigas lo que sólo podría ser ganado haciendo un uso sabio de las
circunstancias alteradas por el espíritu de empresa y por la rudeza. Y cuando ellos en
mucho habían perdido lo que habían poseído, y la riqueza de las Indias Orientales y
Occidentales en se puso en Cádiz y Lisboa en lugar de sus propios puertos, cuando las
toneladas simples o gastadas economías, ellos volvieron su atención a la alquimia. (7[7])

En los tiempos cuando la República creció y floreció, ser inscrito en el Libro Dorado se
consideró como un premio por los ejercicios distinguidos en comercio, industria,
servicio militar o civil del Estado. En esa condición este honor estaba abierto a los
extranjeros; por ejemplo, a los más distinguidos fabricantes de seda que habían
inmigrado desde Florencia. (8[8]) Pero ese libro fue cerrado cuando los hombres
5[5]
"Quand les nobles, au lien de verser leur sang pour la patrie, au lieu d'illustrer
l'etat par des victoires et de l'agrandir par des conquetes, n'eurent plus qu'a jouir
des honneurs et a separtager des impots on dut se demander pourquoi il y avait
huit ouneuf cents habitants de Venice qui se disaient proprietaries de toute la
Republique." (Daru, Histoire de Venise, vol. iv. ch.xviii.)
6[6]
Esprit des Lois, p. 192.

7[7]
A mere charlatan, Marco Brasadino, who professed to have the ar tof making
gold, was welcomed by the Venetian aristocracy as a saviour. (Daru, Histoire de
Venise, vol. iii. ch. xix.)
8[8]
Venice, as Holland and England subsequently did, made use of every opportunity of attracting to
herself manufacturing industry and capital from foreign states. Also a considerable number of silk
manufacturers emigrated to Venice from Luces, where already in the thirteenth century the manufacturer
empezaron a considerar los lugares de honor y sueldos del Estado como una herencia
familiar de la clase patricia. En un periodo más tarde, cuando los hombres reconocieron
la necesidad de dar nueva vida a la empobrecida y debilitada aristocracia, el libro fue
vuelto a abrir. Pero el título principal para la inscripción en él no era más, como en
tiempos anteriores, haber dado servicios al Estado, sino la posesión de riqueza y el
nacimiento noble. En su longitud el honor de ser inscrito en el Libro Dorado era tan
poco estimado, que permanecía abierto durante un siglo con escasamente cualquier
nombre adicional. Si nosotros inquirimos de la Historia lo que fueron las causas de la
caída de esta República y de su comercio, ella contesta que consistieron principalmente
en la tontería, descuido y cobardía de la vieja y cansada aristocracia, y en la apatía de un
pueblo que habían hundido en la esclavitud.

El comercio y manufacturas de Venecia debía haber recaído, aun cuando la nueva ronda
de la ruta del Cabo de Buena Esperanza nunca hubiera sido descubierta. La causa de
esto, a partir de la caída de todas las otras repúblicas italianas, será encontrada en la
ausencia de unidad nacional, en el dominio de los poderes extranjeros, el gobierno
sacerdotal en casa, y en el ascenso de otras nacionalidades mayores, más poderosas, y
más unidas, en Europa. Si nosotros consideramos cuidadosamente la política comercial
de Venecia, nosotros vemos de una ojeada que las naciones industriales y comerciales
modernas son sino una copia de esa Venecia, sólo en un agrandada escala (i.e.
nacional).

Por las leyes de navegación y deberes de aduana en cada caso los veleros nativos y
manufacturas nativas era protegido contra los de los extranjeros, y la máxima temprana
así tenía por bueno que era política legítima importar materias primas de otros estados y
exportar a ellos bienes fabricados. (9[9]) Se ha afirmado recientemente en defensa del
principio del comercio libre absoluto e incondicional, que su política proteccionista fue
la causa de la caída de Venecia. Esa aserción comprende un poco la verdad con mucho
error si nosotros investigamos la historia de Venecia con un ojo imparcial, encontramos
eso en su caso, como en el de los grandes reinos en un periodo más tarde, la libertad de
comercio internacional así como las restricciones a él han sido beneficiosas o
perjudiciales al poder y prosperidad del Estado en épocas diferentes. La libertad sin
restricción de comercio fue beneficiosa a la República en los primeros años de su
existencia; ¿por qué por otra parte ella podría levantarse desde un mero pueblo de
pescadores a un poder comercial?

Pero una política proteccionista también era beneficiosa a ella cuando había llegado a
una cierta fase de poder y riqueza, por medio de éste ella logró supremacía
manufacturera y comercial. La protección primera se volvió perjudicial a ella cuando su
poder industrial y comercial había alcanzado esa supremacía, porque por él toda
competencia con otras naciones se excluyó absolutamente, y así fue animada la
indolencia. Por consiguiente, no la introducción de una política proteccionista, sino la
perseverancia manteniéndolo después de las razones para su introducción habían
pasado, fue muy injuriosa para Venecia.

of velvets and brocades was very flourishing, in consequence of the oppression of the Lucchese tyrant
Castruccio Castracani. (Sandu, Histoire de Venise, vol. i.pp. 247-256.)
9[9]
Sismondi, Histoire des Republiques Italiennes, Pt. I, p. 285.
Desde que el argumento al que nos hemos referido tiene esta gran falta, que no toma
ninguna cuenta del ascenso de las grandes naciones bajo la monarquía hereditaria.
Venecia, aunque señora de algunas provincias e islas, siendo todo el tiempo una mera
ciudad italiana, permaneció en competencia, al periodo de su ascenso a poder
manufacturero y comercial, meramente con otras ciudades italianas; y su política
comercial prohibitoria podría beneficiarla tan sólo como las naciones enteras con poder
unido, no entrando en competencia con ellas. Pero en cuanto eso tuviera lugar, ella
podría mantener su supremacía sólo poniéndose a la cabeza de una Italia unida y
abrazando en su sistema comercial a toda la nación italiana. Ninguna política comercial
fue jamás bastante diestra para mantener continuamente la supremacía comercial de una
sola ciudad sobre las naciones unidas. Del ejemplo de Venecia (hasta ahora cuando
puede aducirse en la actualidad contra una política comercial proteccionista) ni más ni
menos puede inferirse que esto -- que una sola ciudad o un estado pequeño no pueden
establecer o pueden mantener semejante política con éxito la no-competencia con
estados y reinos grandes; también que cualquier poder que por medio de una política
proteccionista ha logrado una posición de supremacía manufacturera y comercial, pueda
(después de que ella se ha logrado) revertir con ventaja a la política de comercio libre.

En el argumento de antes referido, como en cada otro cuando la libertad internacional


del comercio es el asunto de discusión, nos encontramos con un concepto erróneo que
ha sido el padre de mucho error, ocasionado por el mal uso del término 'libertad.' La
Libertad de comercio se habla en los mismos términos como libertad religiosa y libertad
municipal. De los amigos y abogados de la libertad sienten ellos los egos especialmente
limitados para defender libertad en todas sus formas. Y así el término 'comercio libre' se
ha vuelto popular sin dibujar la distinción necesaria entre la libertad de comercio
interior dentro del Estado y libertad de comercio entre las naciones separadas y no ha
resistido que estos dos en su naturaleza y el funcionamiento sean tan distintos como el
cielo lo es de la tierra.

Mientras las restricciones en el comercio interno de un Estado son compatibles en sólo


muy pocos casos con la libertad de los ciudadanos individuales, en el caso del comercio
internacional el grado más alto de libertad individual puede consistir con un grado alto
de política proteccionista. De hecho, incluso es posible que la más grande libertad de
comercio internacional pueda producirse servidumbre nacional, como esperamos aquí
después mostrar el caso de Polonia. En respeto a esto Montesquieu dice de verdad, 'el
Comercio nunca se sujeta a restricciones mayores que en naciones libres, y nunca
sujetas a menos que en aquéllos bajo el gobierno despótico.' (10[10])

10[10]
Esprit des Lois, livre xx. ch. xii.
Capítulo 2: Los Hanseáticos

El espíritu de industria, comercio, y libertad habiendo logrado influencia plena en Italia,


cruzó los Alpes, penetró Alemania, y erigió para sí mismo un nuevo trono a orillas de
los mares norteños, el Emperador Enrique I, el padre del libertador de las
municipalidades italianas, promoví la fundación de nuevas ciudades y el agrandamiento
de las más viejas ya que se establecieron en parte en los sitios de las antiguas colonias
romanas y en parte en los dominios imperiales. Como los reyes de Francia e Inglaterra
en un periodo más tarde, él y sus sucesores consideraron las ciudades como el
contrapeso más fuerte a la aristocracia, como la fuente más rica de rédito al Estado,
como una nueva base para la defensa nacional.

Por medio de sus relaciones comerciales con las ciudades de Italia, su competencia con
la industria italiana, y sus instituciones libres, estas ciudades lograron pronto un alto
grado de prosperidad y civilización. La vida en sociedad-ciudadanía común creó un
espíritu de progreso en las artes y en manufactura, así como el celo para lograr
distinción a través de la riqueza y por empresa; mientras, por otro lado, la adquisición
de riqueza material estimuló ejercicios para adquirir cultura y mejorar en su condición
política. Fuertes a través del poder de la libertad juvenil y la industria floreciente, pero
expuestas a los ataques de ladrones por tierra y mar, los pueblos marítimos de Alemania
Norteña pronto sintieron la necesidad de una unión mutua más íntima para protección y
defensa. Con este objeto Hamburgo y Lübeck formaron una liga en 1241, qué antes del
cierre de ese siglo todas las ciudades de cualquier importancia abrazaron en las costas
de los mares Báltico y Norte, o en los bancos del Oder, el Elba, el Weser, y el Rin
(ochenta y cinco en todo). Esta confederación adoptó el título de 'Hansa,' qué en el
dialecto Bajo alemán significa una liga.

Comprendiendo rápidamente qué ventajas podría derivar a la industria de individuos de


una unión de sus fuerzas, el Hansa no perdió tiempo desarrollando y estableciendo una
política comercial que producía un grado de prosperidad comercial previamente sin
ejemplo. Percibiendo que el poder de crear y mantener un comercio marítimo extenso,
debe poseer los medios de defenderlo, ellos crearon una armada poderosa;
convenciéndose más que el poder naval de cualquier país es a medida de la fuerte o
débil la magnitud de su marina mercante y sus pesquerías del mar, ellos promulgaron
una ley que los bienes Hanseáticos sólo debe llevarse a borda de los veleros
Hanseaticos, y establecieron extensas pesquerías del mar. Las leyes de navegación
inglesas se copiaron de aquéllos de la Liga Hanseática, así como la última era una
imitación de las de Venecia. (11[11])

Inglaterra en ese respeto sólo siguió el ejemplo de los que eran sus precursores
adquiriendo supremacía en el mar. Todavía la propuesta para promulgar un Acta de la
navegación para el tiempo del Parlamento Largo se trató entonces como nueva. Adam
Smith aparece se un comentario sobre este Acta (12[12]2*) para no haber sabido, o así
haberse abstenido de declarar, que ya durante siglos antes de ese tiempo y en varias
ocasiones el esfuerzo había sido hecho en introducir restricciones similares. Una
propuesta a ese efecto hecha por Parlamento en 1461 fue rechazada por Enrique VI, y
una similar hizo por James I, rechazado por Parlamento; ( 13[13]3*) de hecho, mucho antes
de estas dos propuestas (en 1381) tales restricciones realmente habían sido impuestas
por Ricardo II, aunque ellos se demostraron pronto inoperantes y pasaron al olvido.

La nación no estaba evidentemente entonces madura para la tal legislación. Las leyes de
navegación, como otras medidas por proteger la industria nativa, están tan arraigadas en
la misma naturaleza de esas naciones que se sienten ajustadas para la futura grandeza
industrial y comercial que los Estados Unidos de América del Norte antes de que
hubieran ganado su independencia ya tenía el caso de James Madison que introdujo
restricciones en envíos al extranjero, e indudablemente con no menos grandes resultados
(como se verá en un capítulo futuro) de los que Inglaterra había derivado de ellos cien y
cincuenta años antes. Los príncipes norteños, impresionados con los beneficios del
comercio con los Hanseáticos prometieron rendir a ellos--en tanto y cuando no sólo se
les dio los medios de disponer de los productos sobrantes de los propios territorios, y de
obtener a cambio los artículos fabricados mucho mejor que se produjeron en casa, sino
también enriquecer sus tesorerías por medio de la importación y deberes de la
exportación, (14[14]4*) y de desviar a los hábitos de industria sus súbditos que estaban
entregados a la ociosidad, turbulencia, y alboroto-- consideraron como una buena
11[11]
1. Anderson, Origins of Commerce, pt. I, p. 46.

12[12]
2. Wealth of Nations, Book IV, ch. ii.

13[13]
3. Hume, History of England, Part IV, ch. xxi.

14[14]
4. En ese momento los réditos de los reyes de Inglaterra derivaron más de
tasas de exportación que de deberes de importación. La libertad de exportación y
deberes en importaciones (viz. de fabrica) presagie un estado avanzado de
industria y en seguida una administración Estatal ilustrada. Los gobiernos y países
del Norte permaneces sobre la misma fase de cultura y estatismo como la Sublime
Puerta lo hace por nuestros días. Notablemente, el Sultán sólo ha concluido
recientemente tratados comerciales por los que él compromete a no imponer
contribuciones a las exportaciones de materias primas y manufacturas más altas
que catorce por el ciento sino importaciones más altas que cinco por ciento. Y allí
de acuerdo con ese sistema de finanzas que profesa para considerar el rédito como
su objeto principal continúa el funcionamiento por completo. Esos estadistas y los
escritores públicos que siguen o defienden ese sistema han de recurrirse a Turquía;
allí ellos realmente podrían estar de pie a la cabeza de las veces.
fortuna que los Hanseáticos establecieran factorías en su territorio, y se esforzaron para
inducirlos a hacerlo así queriendo los privilegios y favores de todo tipo.

Los reyes de Inglaterra eran eminentes sobre todos los otros soberanos en este respeto.
El comercio de Inglaterra (dice Hume) estaba antes completamente en manos de
extranjeros, pero sobre todo de los 'Easterlings' (15[15]5*) a quienes Enrique III constituyó
una corporación a quien él concedió privilegios, y libró de las restricciones y deberes de
importación a los cuales otros comerciantes extranjeros eran responsables. Los ingleses
en ese momento eran tan inexpertos en comercio que desde la época de Eduardo II los
Hanseáticos, bajo el título de ' Comerciantes del Steelyard', monopolizaban todo el
comercio extranjero del reino. Y cuando ellos lo condujeron exclusivamente en sus
propias naves, el interés del comercio naval de Inglaterra estaba en una condición muy
lastimosa. (16[16]6*)

Algunos comerciantes alemanes, aquéllos de Colonia, después de que habían tenido


comunicación comercial durante mucho tiempo con Inglaterra, establecidos en Londres,
en el año 1250, al invitación del Rey, la factoría se volvió tan celebrada bajo el nombre
'The Steelyard' una institución que al principio era así influenciada que promueve la
cultura e industria en Inglaterra, pero después levantó tanto celo nacional, y la cual
durante 375 años, hasta su última disolución, era la causa de tales conflictos calientes y
de larga duración. Inglaterra anteriormente tenía relaciones similares con la Liga
Hanseática a las que Polonia tenía pie después con los holandeses y Alemania con los
ingleses; ella les proporcionaba lana, estaño, miel, manteca, y otros productos minerales
y agrícolas, y recibió a cambio artículos fabricados.

Los Hanseáticos llevaban los productos crudos que ellos obtuvieron de Inglaterra y los
estados norteños a su establecimiento en Brujas (fundada en 1252), y los
intercambiaban allí por telas y otras manufacturar belgas, y por productos orientales y
manufacturas que venían de Italia, que luego ellos llevaron a todos los países que orillan
los mares norteños. Una tercera factoría, en Novgorod en Rusia (establecida en 1272),
los proporcionaba pieles, lino, cáñamo, y otros productos crudos a cambio de
manufacturas. Una cuarta fábrica, en Bergenin Noruega (también fundada en 1272),
estaba principalmente ocupada con pesquerías y comerciaba en aceite de cola y
productos de pescado. (17[17]7*)

La experiencia de todas las naciones por todo el tiempo nos enseña que las naciones,
tanto como ellas permanecen en un estado de barbarismo, derivan beneficio enorme del
comercio libre y sin restricción por las que ellas pueden disponer de productos de la
caza y los de sus pasturas, bosques, y agricultura--para abreviar, productos crudos de
cada tipo; obteniendo a cambio mejores materiales de ropa, máquinas, y utensilios, así
como metales preciosos--el gran medio de intercambio y de que al principio ellos

15[15]
5. Los Hanseáticos eran antes llamados 'Easterlings' o los comerciantes
Orientales, en Inglaterra, en distinción de los del Oeste, o los belgas y holandeses.
De este término deriva ' sterling' o 'pound sterling' de la libra, una abreviación de la
palabra ' Easterlings' porque anteriormente toda la moneda en circulación en
Inglaterra era la de la Liga Hanseática.

16[16]
6. Hume, History of England, ch. xxxv.

17[17]
7. M. I. Sartorius, Geschichte der Hansa.
consideran el comercio libre con aprobación. Pero experiencia también las muestras que
esas mismas naciones, los adelantos que ellos hacen en cultura e industria, consideran
semejante sistema de comercio con un menos favorable ojo, y que por fin ellos vienen a
considerarlo como injurioso y como obstáculo a su progreso.

Tal era el caso con el comercio entre Inglaterra y los Hanseáticos. Un siglo había pasado
escasamente de la fundación de la factoría del 'Steelyard' cuando Eduardo III concibió la
opinión que una nación podría hacer algo más útil y beneficioso que exportar lana cruda
e importar tela de lana. Él por consiguiente se esforzó para atraer a los tejedores
flamencos a Inglaterra concediéndoles todos los tipos de privilegios; y en cuanto un
número considerable de ellos tuviera que trabajar, él emitió la prohibición de llevar
cualquier artículo hecho de tela extranjera. (18[18]8*) Las medidas sabias de este rey se
secundaron en la más maravillosa manera por la política tonta seguida por los
gobernantes de otros países--una coincidencia que no infrecuentemente ha sido notada
en la historia comercial.

Si los gobernantes más tempranos de Flandes y Brabante hicieran todo en su poder


levantar su industria nativa a una condición floreciente, los más tardíos hicieron todo lo
que fue calculado para hacer disgustar a las clases comerciales e industriales e incitarlos
a la emigración. (19[19]9*) En el año 1413 la industria de lana inglesa había hecho ya tal
progreso que Hume pudiera escribir respecto en ese periodo: 'Grandes celos
prevalecieron en este momento contra los comerciantes extranjeros, y se impusieron un
número de restricciones en su comercio, como, por instancia a los que ellos fueron
requeridos ponían en los bienes de compra producidos en Inglaterra el valor entero
que ellos realizaban de artículos que ellos importaron en esto. (20[20]*)

Bajo Eduardo IV estos celos de comerciantes extranjeros subieron a semejante diapasón


que la importación de tela extranjera, y de muchos otros artículos, se prohibió
absolutamente. (21[21]11*) Aunque el rey fue compelido después por los Hanseáticos a
18[18]
7. M. I. Sartorius, Geschichte der Hansa.

19[19]
9. Rymer's Foedera, p. 496. De Witte, Interest of Holland, p. 45.

20[20]
10. Hume, History of England, chap. xxv.

21[21]
11. Edward IV, cap. iv. El preámbulo a Este Acto es tan característico que
nosotros no podemos abstenernos de citarlo literalmente. 'Considerando que al
Parlamento dicho, por los hombres artesanos y mujeres habitante y residente en la
ciudad de Londres y en otras ciudades, pueblos, distritos municipales y pueblos
dentro de este reino y Gales, ha sido patéticamente casados y se han quejado,
cómo que todos ellos en general y cada de ellos él muy empobrecidos y muy
dañados y perjudicado de su aumento mundano y vivienda, por la gran multitud de
disgustos y mercancías que pertenecen a sus misterios y ocupaciones, siendo
totalmente forjado y listos se hicieron a la venta, también por la mano de extraños
que son los enemigos del rey como otros, traída en este reino y Gales de más allá
del mar, también por extraños mercantiles como denizens u otras personas, o
donde la más grande parte es engañosa y de nada de valor en considerar de la
ocupación de cualquier hombre o ganancias, por donde la ocasión los artesanos no
pueden vivir por sus misterios y ocupaciones, como ellos hacían en pasados
tiempos, pero caen ellos--también las cabezas de familia como asalariados y otros
sirvientes y aprendices – en gran número están a este día desocupados, y apenas
quitar esta prohibición, y reintegrarlos en sus privilegios antiguos, las manufacturas
inglesas de lana aparece haber sido promovido grandemente por esto, como es notado
por Hume tratando del reino de Henry VII, quién vino después al trono un medio siglo
después de Eduardo IV.

'El progreso hecho en industria y las artes impuso límites, de una manera
mucho más eficaz que los rigores de las leyes podrían hacer, al hábito
pernicioso de la nobleza de mantener un gran número de sirvientes. La nobleza
era animada por otro tipo de rivalidad más de acuerdo con el espíritu de
civilización en lugar de rivalizar entre si con en el número y valor de sus
retenedores, en tanto cuando ellos buscaron ahora aventajar entre si en la
belleza de sus casas, la elegancia de su equipajes, y la suntuosidad de su
mobiliario. Cuando las personas ya no pudieran rezagarse sobre la ociosidad,
en el servicio de sus jefes y patrocinadores, ellos se compelieron, aprendiendo
algún tipo de obra manual, a hacerse útil a la comunidad. Se promulgaron leyes
de nuevo para prevenir la exportación de metales preciosos, acuñados y no;
pero como éstos fue bien conocido por ser inoperante, la obligación se impuso
de nuevo en los comerciantes extranjeros a poner los beneficios enteros de
bienes importados por ellos, en artículos de manufactura ingles.' (22[22]12*)

En el tiempo de Henry VIII los precios de todos los artículos de comida habían subido
considerablemente y debido al gran número de fabricantes extranjeros en Londres; una
señal segura del gran beneficio que la industria agrícola interna derivó del desarrollo la
industria manufacturera en casa. El rey, sin embargo, juzgando totalmente mal las
causas y el funcionamiento de este fenómeno, dio oídos a las quejas injustas de los
ingleses contra los fabricantes extranjeros quien antes percibió siempre de haber
aventajado en habilidad, industria y frugalidad. Una orden del Concilio Privado decretó
la expulsión de 15,000 artesanos belgas, 'porque ellos habían hecho todas las
provisiones más estimadas, y había expuesto la nación al riesgo de hambre.' Para
golpear a la raíz de este mal, se promulgaron leyes para limitar el gasto personal, regular
el estilo de vestido, los precios de provisiones, y la proporción de sueldos.

Esta política fue naturalmente calurosamente aceptada por los Hanseáticos que actuó
hacia este rey en el mismo espíritu de buena-voluntad que ellos habían desplegado
previamente a los pupilos todos de esos reyes anteriores de Inglaterra cuya política
había favorecido sus intereses y qué por nuestros días el despliegue inglés hacia los
reyes de Portugal -- ellos pusieron sus buques de guerra a su disposición. Durante el
reino entero de este rey el comercio del Hanseáticos con Inglaterra era muy activo. Ellos
poseyeron naves y capital, y supieron, no menos diestramente lo que los ingleses hacen
por nuestros días, cómo adquirir influencia sobre pueblos y gobiernos que no
entendieron completamente sus propios intereses. Sólo sus argumentos descansaron en
una base real diferente de aquéllos de los monopolistas de comercio de nuestro día. Los
Hanseáticos basaron su exigencia de proporcionar a todos los países con manufacturas
en tratados reales y posesión del inmemorial del comercio, aunque los ingles en nuestros
viven, en gran ociosidad, pobreza y ruina, con que muchas molestias han crecido
antes de este tiempo, y de ahora en adelante más parecen venir (qué Dios
defiende), si el remedio debido no está en su nombre proporcionado.'
22[22]
12. Hume, chap. xxvi.
días basan una demanda similar en una teoría no más que tiene por su autor uno de sus
propios oficiales de la casa de aduanas. La última demanda en el nombre de una
pretendida ciencia, que es la anterior exigencia en nombre de los tratados reales y de
justicia.

En el reino de Eduardo VI el Concilio Privado buscó y encontró pretextos para abolir


los privilegios del los ' Merchants of the Steelyard.' Los Hanseáticos hicieron fuertes
protestas contra esta innovación. Pero el Concilio Privado perseveró en su
determinación, y el paso fue pronto seguido por los resultados más beneficiosos a la
nación. Los comerciantes ingleses poseyeron grandes ventajas sobre los extranjero, a
causa de su posición como moradores en el país, en la compra de telas, lana, y otros
artículos, las ventajas que a ese tiempo ellos no habían percibido tan claramente para
inducirlos a aventurarse en la competencia con semejante compañía adinerada. Pero del
tiempo cuando todos los comerciantes extranjeros estaban sujetos a las mismas
restricciones comerciales, los ingleses eran estimulados a la empresa, y el espíritu de
empresa se difundió en el reino entero. (23[23]13*)

Después que los Hanseáticos había continuado durante algunos años para ser
enteramente excluidos de un mercado que ellos habían previamente poseídos tres siglos
poseyó tan exclusivamente como Inglaterra por nuestros días posee los mercados de
Alemania y los Estados Unidos, ellos fueron reintegrados por la Reina María en todos
sus privilegios antiguos debido a las representaciones hechos por el Emperador alemán.
(24[24]14*) Pero su alegría fue esta vez de corta duración. Estando seriamente y no
meramente deseosos de mantener estos privilegios, sino de aumentarlos, ellos hicieron
fuertes quejas al principio del reino de Elizabeth del tratamiento al que ellos se habían
sujetado bajo Eduardo VI y María. Elizabeth contestó prudentemente que 'ella no tenía
poder para alterar algo, pero ella los protegería de buena gana todavía en la posesión
de esos privilegios y inmunidades que ellos poseyeron entonces.' Esta contestación, sin
embargo, no los satisfizo en absoluto.

Algún tiempo después su comercio fue suspendido más, para la gran ventaja de los
comerciantes ingleses que ahora tenían una oportunidad de exhibición de lo que ellos
eran capaces; ellos ganaron control sobre todo el comercio de exportación de su propio
país, y sus esfuerzos se coronaron con éxito completo. Ellos se dividieron entre
grapadoras y aventureros comerciantes, los anteriores transportistas en el negocio en un
lugar, el último buscando su fortuna en ciudades y estados extranjeros con telas y otras
manufacturas inglesas. Esto excitó tanto los celos de los Hanseáticos, que ellos no
dejaron ningún medio sin experimentar para bajar a los comerciantes ingleses la opinión
enferma de otras naciones. El 1 de agosto de 1597, ellos ganaron un decreto imperial
por el que se prohibió todo el comercio dentro del Imperio alemán a los comerciantes
ingleses. La Reina contestado en largo, (enero 13, 1598) por proclamación a
consecuencia de la que ella buscó represalias tomando sesenta veleros Hanseáticos que
estaban comprometido en el comercio del contrabando con España.

23[23]
13. Hume, chap. xxxv; also Sir J. Hayward, Life and Reign of Edward VI.

24[24]
14. Hume, chap. xxxvii; Heylyn.
Al dar este paso ella tenía sólo la intención al principio, de devolver los veleros, para
provocar un entendimiento mejor con los Hanseáticos. Pero cuando ella fue informada
que una asamblea general de hanseática estaba reuniéndose en la ciudad de Lübeck para
concertar medidas para atormentar el comercio de exportación de Inglaterra, esto causó
que todos estos veleros con su cargas sean confiscados, y entonces soltó dos de ellos,
qué envió a Lübeck con el mensaje que sentía el más grande desprecio por las Liga
hanseática y todos sus procedimientos y medidas. (25[25]15*)

Así Elizabeth actuó hacia estos comerciantes que le habían prestado sus naves a su
padre y a tantos reyes ingleses para luchar sus batallas; quienes habían sido cortejado
por todos los potentados de Europa; quienes había tratado a los reyes de Dinamarca y
Suecia como sus vasallos durante siglos, y los invitaron en sus territorios y los
expelieron cuando ellos quisieron; quienes había colonizado y civilizado todas las
costas del sudeste del báltico, y librado todos los mares de la piratería; quién no muy
mucho antes habían, con espada en mano, compelido a un rey de Inglaterra a reconocer
sus privilegios; a quien en más de una ocasión los reyes ingleses habían dado sus
coronas en prenda para préstamos; y quienes había dirigido una vez ahora su crueldad y
insolencia hacia Inglaterra para ahogar a cien pescadores ingleses porque ellos se habían
aventurado a acercarse sus zonas de pesca.

De hecho, los Hanseáticos todavía poseyeron poder suficiente para haber vengado esta
conducta de la reina de Inglaterra; pero su antiguo valor, su poderoso espíritu de
empresa, el poder inspirado por la libertad y cooperación, se había perdido. Ellos
menguaron gradualmente en la ineficacia hasta 1630, cuando su Liga se disolvió
formalmente, después de que habían suplicado en cada corte en Europa por privilegios
de importación, y habían sido repulsados por todas partes con desdén. Muchas causas
externas, además de las interiores que nosotros tenemos que mencionar de ahora en
adelante, contribuyeron a su caída.

Dinamarca y Suecia buscaron vengarse por la posición de dependencia en la que ellos


habían sido tenidos así mucho tiempo por la Liga, y pusieron todas las posibles
obstrucciones en el camino de su comercio. Los zares de Rusia habían conferido
privilegios en una compañía inglesa. La orden de los caballeros Teutónicos que habían
sido durante siglos sido aliados así como (originalmente) niños de la Liga, cayó y se
disolvió. Los holandeses y los ingleses los echaron de todos los mercados, y los
suplantaron en cada corte. Finalmente, el descubrimiento de la ruta a las Indias
Orientales por el Cabo de Buena Esperanza, operó seriamente en su desventaja.

Estos ligados que durante el periodo de su poderío y prosperidad habían juzgado una
alianza con el Imperio alemán como digna escasamente de consideración, ahora en su
momento de necesidad se tomó al Reichstag alemán y representó a ese cuerpo que los
inglés exportaban 200,000 piezas de tela de la que una gran proporción iba a Alemania
anualmente, y que los únicos medios con que la Liga podría recobrar sus antiguos
privilegios en Inglaterra, era prohibir la importación de tela inglesa en Alemania. Según
Anderson, se contempló en serio un decreto del Reichstag a ese efecto, si no realmente
dibujado a, pero ese autor afirma que Gilpin, el embajador inglés al Reichstag, ideó para
prevenir que sea aprobado.
25[25]
15. Campbell's Lives of the Admirals, vol. i, p. 386.
Ciento cincuenta años después de la disolución formal de la Liga Hanseática, toda la
memoria de su grandeza anterior había desaparecido tan completamente en las ciudades
hanseáticas que Justus Möser afirma (en algún pasaje en sus trabajos) que cuando él
visitó esas ciudades, y narró a sus comerciantes el poder y grandeza que sus
predecesores habían disfrutado, ellos escasamente lo creían. Hamburgo, anteriormente
terror de piratas en cada mar, y renombrado a lo largo de la Cristiandad por los servicios
que ella había dado a la civilización suprimiendo a los ladrones de mar, se había
hundido tan bajo que ella tenía que comprar seguridad para sus veleros pagándoles un
tributo anual a los piratas de Argel.

Después, cuando el dominio de los mares había pasado a manos de los holandeses otra
política se volvió prevaleciente en referencia a la piratería. Cuando la Liga hanseática
era suprema en el mar, los piratas fueron considerados como el enemigo del mundo
civilizado, y extirpó dondequiera que eso era posible. Al contrario, el holandés
consideró a los corsarios de Bereberia como guerrilleros útiles por cuyo significa el
comercio marino de otras naciones podría destruirse en tiempos de paz, a la ventaja del
holandés. Anderson se es útil de la cita de una observación de De Witt en favor de esta
política por hacer el comentario lacónico, 'Fas est et ab hoste doceri', un pedazo de
consejo que, a pesar de su brevedad, sus compatriotas comprendieron y siguieron tan
bien que los ingleses, para desgracia de la Cristiandad, incluso toleraron hasta nuestros
días los hechos abominables de los ladrones de mar en las costas norteafricanas, hasta
que los franceses realizara el gran servicio a la civilización de extirparlos. (26[26]16*)

El comercio de estas ciudades de Hansa no era nacional; ni estaba basado en la


preponderancia igual y el desarrollo y perfeccionamiento de poderes interiores de
producción, ni sostenido por poder político adecuado. Las ataduras que unieron a los
miembros de la Liga estaban demasiado flojas, esforzándose entre ellos por el poder
predominante y por intereses separados (o, como los suizos o los americanos digamos,
el espíritu cantonal, el espíritu de derecho al estado separado) era demasiado
predominante, y reemplazó patriotismo de Hansa que solo podría causar la bien común
general de la Liga para ser considerado antes que los intereses privados de las ciudades
individuales. De ahí levantaron celos, y no la infrecuentemente traición. Así Colonia se
llevó a su propia ventaja privada la hostilidad de Inglaterra hacia la Liga, y Hamburgo
buscó utilizar para su propia ventaja una riña que se levantó entre Dinamarca y Lübeck.

Las ciudades hanseáticas no basaron su comercio en la producción y consumo, la


agricultura o la manufactura, de la tierra a la que sus comerciantes pertenecieron. Ellos
habían descuidado la industria agrícola de su propia patria, mientras el de las tierras
extranjeras fue estimulado grandemente por su comercio. Ellos lo encontraron más
conveniente comprar bienes fabricados en Bélgica, que establecer manufacturas en su
propio país. Ellos animaron y promovieron la agricultura de Polonia, la cría de oveja de
Inglaterra, la industria de hierro de Suecia, y las fabricas de Bélgica.

Ellos actuaron durante siglos en la máxima que los economistas teóricos de nuestro días
encomiendan a todas las naciones para la adopción -- ellos 'sólo compran en el mercado

26[26]
16. Nuestro autor aparecería haberes olvidado, o el resto ignoró injustamente,
las hazañas de la flota británica bajo Lord Exmouth.
más barato. Pero cuando las naciones a quienes ellos compraron, y los a quienes ellos
vendieron, los excluyeron de sus mercados, su propia agricultura nativa ni su propia
industria fue desarrollada la suficiente para dar empleo para su capital comercial
sobrante. Este fluyó por consiguiente sobre Holanda e Inglaterra, y así fue a aumentar la
industria, la riqueza, y el poder de sus enemigos; una prueba llamativa que la mera
industria privada cuando salió para seguir su propio curso no siempre promueve la
prosperidad y el poder de las naciones.

En sus esfuerzos exclusivos para ganar riqueza material, estas ciudades habían
descuidado absolutamente la promoción de sus intereses políticos. Durante el periodo de
su poder, ellos no aparecían por pertenecer en absoluto al Imperio alemán. Esto aduló a
estos ciudadanos egoístas, orgullosos, dentro de sus territorios circunscritos, por
encontrarse cortejado por emperadores, reyes, y príncipes, y para actuar la parte de
soberanos de los mares. Cuan fácil habría sido para ellos durante el periodo de su
supremacía marítima, en combinación con las ciudades de Alemania del Norte, haber
fundado una poderosa Casa más Baja como un contrapeso a la aristocracia del imperio,
y por medio del poder del imperial para haber provocado así la unidad nacional -- para
haber unido bajo una nacionalidad en toda la costa del de Dunkirk a Riga--y por estos
medios haber ganado y mantenido la supremacía de la nación alemana en manufactura,
comercio y poder marítimo.

Pero de hecho, cuando el cetro de los mares cayó de su mano, ellos no tenían suficiente
influencia para inducir al Reichstag alemán a considerar su comercio como una materia
de preocupación nacional. Al contrario, la aristocracia alemana hizo completamente
todo en su poder para oprimir a estos ciudadanos humillados. Sus ciudades interiores
cayeron gradualmente bajo el dominio absoluto de varios príncipes, y de sus marítimas
se privaron de sus conexiones interiores.

Todas estas faltas habían sido evitadas por Inglaterra. Sus barcos mercantes y su
comercio extranjero descansaron en la base sólida de su agricultura nativa e industria
nativa; sus comercios interiores se desarrollaron sólo en proporción a su comercio
extranjero, y la libertad individual creció sin el prejuicio a la unidad nacional o a poder
nacional: en su caso los intereses de la Corona, la aristocracia, y las personas se
consolidaron y se unieron de la manera más feliz.

Si estos hechos históricos son considerados debidamente, ¿puede mantener cualquiera


posiblemente que los ingleses pudieran haber ampliado tan extensamente su poder
manufacturero, adquirido semejante e inmenso gran comercio, o lograd tal poder naval
agobiante, salvado por medio de la política comercial que ellos adoptaron y siguieron?
No; la aserción que los ingleses han logrado su presente eminencia comercial y poder,
no por medio de su política comercial, pero a pesar de esta, nos parece a nosotros ser
una de las más grandes falsedades promulgadas en el siglo presente.

Han los ingleses dejado todo a sí mismo -- 'Laissé faire et laissé aller, como la escuela
barata popular recomienda –los comerciantes de Steelyard todavía estarían continuando
su comercio en Londres, los belgas todavía estarían fabricando tela para los ingleses,
Inglaterra todavía habría continuado siendo la cría de oveja de los Hanseáticos, así
como Portugal se volvió la viña de Inglaterra, y ha permanecido así hasta nuestros días,
debido a la estratagema de un diplomático hábil. De hecho, es más probable que sin su
política comercial Inglaterra nunca habría logrado tal gran medida de libertad municipal
y individual como ella posee ahora, porque la tal libertad es la hija de la industria y la
riqueza.

En vista de tales consideraciones históricas, ¿cómo ha pasado que Adam Smith nunca
ha intentado seguir la historia de la rivalidad industrial y comercial entre la Liga
Hanseática e Inglaterra desde su origen hasta su cierre? Todavía algunos pasajes en su
trabajo muestran claramente que a él no le era desconocido las causas de la caída de la
Liga y sus resultados.

'Un comerciante, ' él dice, ' necesariamente no es el ciudadano de cualquier país


particular. Está en una gran medida indiferente a él de qué lugar él lleva su
comercio; y una aversión muy fútil le hará quitar su capital, y junto con él toda
la industria que apoya, de un país a otro. Puede decirse que ninguna parte de él
pertenece a cualquier país particular hasta que se ha extendido, como fue, sobre
la faz de ese país, en edificios o en mejoras duraderas de tierras. Ningún
vestigio permanece ahora de la gran riqueza dicha por haber sido poseída por
la mayor parte de las ciudades de Hansa excepto en las historias oscuras de los
decimotercero y decimocuartos siglos. Incluso es incierto donde algunos de
ellos fueron situados, o a qué pueblos en Europa los nombres latinos dados a
algunos de ellos pertenecen. ' (27[27] *)

¡Que extraño que Adam Smith tiene semejante visión clara en las causas secundarias de
la caída de la Liga Hanseática y no se sintió compelido a examinar en sus causas
primarias! Para este propósito no habría sido en absoluto necesario haber determinado
los sitios donde las ciudades caídas habían estado, o a que las ciudades pertenecieron los
nombres latinos en las crónicas oscuras. Él no necesita incluso ha consultado esas
crónicas en absoluto. Sus propios compatriotas, Anderson, Macpherson, Rey, y Hume
podrían permitirse el lujo de la explicación necesaria. Por consiguiente, ¿cómo y por
qué razón podría permitir semejante averiguador profundo abstenerse en seguida de una
investigación tan interesante y tan fructífera en resultados?

Nosotros no podemos ver ninguna otra razón que esta -- que habría llevado a
conclusiones que habrían tenido un pequeño apoyo a su principio de comercio libre
absoluto. Él se habría confrontado infaliblemente con el hecho que después de la
comunicación comercial libre con los Hanseáticos la agricultura inglesa se había
levantado de un estado de barbarismo, la política comercial proteccionista adoptada por
la nación inglesa a costa de los Hanseáticos, que los belgas, y el holandeses ayudaron
que Inglaterra lograra a supremacía industrial, y que de la última, ayudado por sus Actos
de Navegación, se levantó su supremacía comercial. Estos hechos, parecería, Adam
Smith no estaba legando querer o saber; sino de hecho ellos pertenecen a la categoría de
esos hechos inoportunos de que J.B. Say observa que ellos se habrían demostrado muy
adversos a su sistema.

27[27]
17. Smith, Wealth of Nations, Book III, ch. iv.
Capítulo 3: Los Holandeses.

Respecto al temperamento y modales, al origen e idioma de sus habitantes, no menos a


su conexión política y la posición geográfica, Holanda, Flandes y Brabante
constituyeron partes del Imperio alemán. Las visitas más frecuentes de Carlomagno y su
residencia en la vecindad de estos países deben de haber ejercido una influencia mucho
más poderosa en su civilización que en territorios alemanes más distantes. Además,
Flandes y Brabante fueron especialmente favorecidos por la naturaleza respecto a
agricultura y manufacturas, como Holanda era respecto a ganado y comercio. En
ninguna parte en Alemania era el comercio interior tan poderosamente ayudado por un
mar extenso excelente y navegación de río como en estos estados marítimos.

Los efectos beneficiosos de estos medios de transporte por agua en la mejora de


agricultura y en el crecimiento de las ciudades debido en estos países, incluso en un
periodo temprano, había llevado al levantamiento de impedimentos que impedían su
progreso y a la construcción de canales artificiales. La prosperidad de Flandes fue
promovida sobre todo por la circunstancia que sus Condes gobernantes reconocieron el
valor de la seguridad pública, de buenos caminos, manufacturas, y ciudades florecientes
ante todos los otros potentados alemanes, Favorecidos por la naturaleza de su territorio,
ellos se consagraron con celo a la extirpación de caballeros ladrones y de bestias
salvajes.

La comunicación comercial activa entre las ciudades y el país, la extensión de la cría de


ganado, sobre todo de oveja, y de la cultura de lino y cáñamo, siguió naturalmente; y
dondequiera que la materia prima se produce abundantemente, se mantiene la seguridad
de la propiedad y la comunicación, el trabajo y habilidad para trabajar encontrarán
pronto ese material.

Entretanto los Condes de Flandes no esperaron hasta la oportunidad que debía


proveerlos con tejedores de lana, porque la historia nos informa que ellos importaron
tales artesanos de los países extranjeros. Apoyado por el comercio recíproco de la Liga
Hanseática League y de Rolland, Flandes pronto subió por su manufactura de lana para
ser el punto central del comercio del Norte, así como Venecia por su industria y sus
navíos se había vuelto el centro del comercio del Sur.

El buque mercante, y los comercios recíprocos de la Liga Hanseática y los holandeses,


junto con el comercio industrial de Flandes, constituyeron un gran todo, una industria
realmente nacional. Una política de restricción comercial no pudo en su caso ser
juzgado necesaria, porque todavía ninguna competencia se había levantado contra la
supremacía industrial de Flandes. Que bajo tales circunstancias la industria industrial
crece mejor bajo el comercio libre, los condes de Flandes lo entendieron sin haber leído
a Adam Smith. Realmente en el espíritu de la teoría popular presente, el Conde Roberto
III, cuando el Rey de Inglaterra le pidió que excluyera a los escoceses de los mercados
flamencos, contestó: 'Flandes siempre se ha considerado un mercado libre para todas
las naciones, y no consiste con sus intereses dejar ese principio.'

Después que Flandes había continuado durante siglos por ser el país industrial principal,
y Brujas el mercado principal, de Europa del Norte, sus manufacturas y comercio
pasaron sobre la provincia vecina de Brabante, porque los Condes de Flandes no
continuarían concediéndoles esas concesiones en el periodo de su gran prosperidad en
que ellos habían puesto demanda. Amberes entonces se volvió el asiento principal de
comercio, y Lovaina la ciudad industrial principal de Europa Norte. A consecuencia de
este cambio de circunstancias, la agricultura de Brabante pronto subió a un alto estado
de prosperidad.

El cambio en tiempos tempranos del pago de impuestos en tipo a su pago en dinero, y,


sobre todo, la limitación del sistema feudal, también tendió sobre todo a su ventaja. En
el entretanto los holandeses que aparecía cada vez más en la escena con poder unido,
como rivales la Liga Hanseática, pusieron los cimientos de su poder futuro en el mar. La
naturaleza había conferido beneficios sobre esta pequeña nación ambos por sus ceños y
sonrisas. Sus concursos perpetuos con las incursiones del mar necesariamente
desarrollaron en ellos un espíritu de empresa, industria, y economía, mientras la tierra
que ellos habían salvado y protegido por tales ejercicios indescriptibles debe de haberles
parecido a ellos una propiedad a la que el demasiado cuidado no podría consagrarse.
Restringidos por la Naturaleza a las persecuciones de navegación, de pesquerías, y la
producción de carne, queso, y con manteca, el holandeses fueron compelidos a
proporcionar sus requisitos de grano, madera, combustible, ropa y materiales por su
comercio de transporte naval, sus exportaciones de productos de lechería y sus
pesquerías.

Ésas fueron las causas principales por qué el Hanseáticos fueron gradualmente
excluidos por los holandeses del comercio con los países norte-orientales en un periodo
más tarde. Los holandeses exigieron importar cantidades más lejanas de productos
agrícolas y de madera que hizo el Hanseáticos, que fueron proporcionados
principalmente con estos artículos por los territorios que unen inmediatamente sus
ciudades. Y, más allá, la vecindad a Holanda de los distritos industriales belgas, y del
Rin con sus bancos extensos, fecundos, y son viñas, y sus corrientes a las montañas de
Suiza, grandes ventajas constituidas para los holandeses. Puede ser considerado como
un axioma que el comercio y prosperidad de países en la costa del mar son dependientes
de la mayor o menos magnitud de los territorios del río con los que ellos tienen
comunicación a través de agua. (28[28]1*) Si nosotros miramos el mapa de Italia, nosotros
encontraremos en la gran magnitud y fertilidad del valle del Po la razón natural por qué
el comercio de Venecia superó en eso tan grandemente a de Génova o de Pisa.

El comercio de Holanda tiene sus fuentes principales en los territorios regados por el
Rin y sus ríos tributarios, y en la misma proporción como estos territorios eran mucho
más ricos y más fecundo que aquéllos regados por el Elba y el Weser deben el comercio
de Holanda exceder el de las ciudades de Hansa.

A las ventajas arriba nombradas se agregó otro incidente afortunado -- la invención por
Peter Böckels del modo mejor de salar arenques. El modo mejor de coger y 'böckelling'
estos peces (el último término derivó del inventor) permaneció por un periodo largo
como un secreto sólo conocido a los holandeses por lo que ellos supieron preparar sus
arenques con una excelencia peculiar que supera las de todos los otros pueblos
comprometidos en pesquería de mar y afianzó para ellos una preferencia en los
mercados así como los precios mejores. (29[29]2 *) Anderson alega que después del lapso

1. La construcción de caminos buenos, y todavía más de vías férreas que han tenido lugar en bastante
28[28]

recientes tiempos ha modificado este axioma materialmente.


29[29]
2. Se ha declarado recientemente que la excelencia de los arenques holandeses no sólo es atribuible
a los métodos superiores arriba nombrados, sino también a los cascos construidos de roble en los que
de siglos de la fecha de estas invenciones en Holanda, los pescadores ingleses y
escoceses, no obstante su goce de una liberalidad considerable en exportación, no
pudieran encontrar a compradores para sus arenques en mercados extranjeros, hasta en
muchos precios más bajos, en competencia con los holandeses.

Si nosotros tenemos presente cuan grande era el consumo de pez del mar en todos los
países antes de la Reforma, nosotros bien podemos dar crédito al hecho que en un
momento cuando el comercio naval hanseático ya había empezado a caer, los
holandeses encontraron ocasión para construir 2,000 nuevos veleros anualmente.

Del periodo cuando todas las provincias belgas y Bátavas estaban unidas bajo el
dominio de la Casa de Borgoña, estos países en parte adquirieron el gran beneficio de
unidad nacional, una circunstancia que no debe omitirse de vista en relación con el éxito
de Holanda en comercio marítimo en competencia con las ciudades de Alemania del
Norte. Bajo el Emperador Carlos V los Países Bajos Unidos constituyeron una masa de
poder y capacidad que habrían asegurado a su supremacía de gobernante imperial sobre
el mundo, por tierra y al mar, mucho más eficazmente que todas las minas de oro en la
tierra y todos los favores y bulas papales podrían hacer, tenía él sólo que comprender la
naturaleza de esos poderes y saber cómo dirigir y hacer uso de ellos. ¡Carlos V lanzó la
corona de España como un hombre lanza una piedra pesada que amenaza arrastrarlo
abajo un precipicio lejos, cuan diferente habría sido el destino de holandeses y las
gentes alemanas!

Como Gobernante de los Países Bajos Unidos, como Emperador de Alemania, y como
Cabeza de la Reforma, Carlos poseyó todos los medios requeridos, materiales e
intelectuales, por establecer el imperio industrial y comercial más poderoso, el más
grande ejército y poder naval que habían existido alguna vez –un poder marítimo que
habría unido bajo una bandera todo el envío desde Dunkerque hasta Riga. La
concepción de una idea, el ejercicio de la voluntad de un hombre, era todos la que fuera
sembrado para haber levantado Alemania a la posición del imperio más adinerado y más
poderoso en el mundo, haber extendido su supremacía industrial y comercial encima de
cada cuarto del globo, y probablemente para haberlo mantenido así durante muchos
siglos.

Carlos V y su hijo malhumorado siguieron precisamente la política opuesta. Poniéndose


a la cabeza del partido fanático, ellos le hicieron su objeto principal para Hispanizar los
Países Bajos. El resultado de esa política es cuestión de historia.

Las provincias holandesas norteñas, fuertes por medio del elemento sobre el que ellos
eran supremos, conquistaron su independencia. En la industria de las provincias del sur,
las artes, y comercio, perecieron bajo la mano del ejecutor, sólo se salvaron donde ellos
fueron a escapar de ese destino emigrando a otros países. Amsterdam se volvió el punto
central del comercio del mundo en lugar de Amberes. Las ciudades de Holanda que ya
en un periodo más temprano, a consecuencia de las perturbaciones en Brabante, había
atraído un gran número de tejedores de lana belgas, no tenía cuarto ahora bastante para
permitirse el lujo del refugio a todos los fugitivos belgas de quienes un gran número
fueron compelidos por consiguiente a emigrar a Inglaterra y a Sajonia.

ellos son 'böckelled' y exportados.


La lucha por la libertad engendró en Holanda un espíritu heroico en el mar a quien nada
parecía demasiado difícil o demasiado aventurero, mientras al contrario el espíritu de
fanatismo debilitó los mismos nervios de España. Holanda se enriqueció principalmente
por piratear contra España, sobre todo por la captura de las flotas del tesoro españolas.
Por estos medios ella continuó un enorme comercio de contrabando con la Península y
con Bélgica. Después de la unión de Portugal con España, Holanda poseyó las colonias
de portugueses más importantes en las Indias Orientales, y adquirió una parte de Brasil.
A la primera la mitad del decimoséptimo siglo los holandeses superaron a los ingleses
respecto de manufacturas y de posesiones coloniales, de comercio y de navegación, tan
grandemente como por nuestras veces los ingleses han superado a los franceses en estos
respetos.

Pero con la Revolución inglesa se desarrolló un cambio poderoso. El espíritu de libertad


se había vuelto sólo un espíritu ciudadano en Holanda. Como en todas las meras
aristocracias mercantiles, todos siguieron bien durante un tiempo; tanto como la
preservación de vida, miembros, propiedad, y ventajas materiales no más, eran
claramente los objetos en vista, ellos se mostraron capaces de grandes hechos. Pero el
estatismo político de un carácter más profundo estaba más allá de su conocimiento.
Ellos no percibieron que la supremacía que ellos habían ganado, sólo podría mantenerse
si estaba basado en una gran nacionalidad y apoyado por un espíritu sumamente
nacional.

Por otro lado, esos estados que habían desarrollado su nacionalidad en gran escala por
medio de la monarquía, pero que estaban todavía atrasados respecto del comercio e
industria, se animaron por un sentimiento de vergüenza que tan pequeño un país como
Holanda debiera actuar la parte de amo encima de ellos en fábrica y comercio, en
pesquerías, y poder naval. En Inglaterra este sentimiento fue acompañado por toda la
energía de la República recién nacida. Las Leyes de la Navegación eran el guante del
desafío que la supremacía creciente de Inglaterra lanzó en la cara de la supremacía
reinante de Holanda. Y cuando el conflicto vino, se hizo evidente que la nacionalidad
inglesa era de calibre más grande por lejos que la de los holandeses.

El resultado no podría permanecer dudoso. El ejemplo de Inglaterra fue seguido por


Francia. Colbert había estimado que los comercios de transporte marinos enteros
empleaban casi 20,000 veleros de los que 16,000 fueron poseídos por los holandeses--
un número en total fuera de proporción para tan pequeña nación. A consecuencia de la
sucesión de los Borbones al trono español, a Francia le fue permitida extender su
comercio sobre la Península (para gran desventaja de los holandeses), y igualmente así
en el Levante.

Simultáneamente la protección por Francia de sus manufacturas nativos, navegación, y


pesquerías, hicieron inmensas incursiones en la industria y comercio de Holanda.
Inglaterra había ganado de Holanda la parte mayor del comercio de la última con los
estados europeos norteños, su comercio de contrabando con España y las colonias
españolas, y la parte mayor de su comercio con las Indias Oriental y Occidental, y de
sus pesquerías. Pero el soplo más serio se infligió sobre ella por el Tratado de Methuen
de 1703.

Desde el comercio de Holanda con Portugal, las colonias portuguesas, y las Indias
Orientales, recibieron una herida mortal. Cuando Holanda comenzó a perder tan grande
porción de su comercio extranjero así, tuvo lugar el mismo resultado que para Venecia:
el capital material y mental que no podría encontrar ningún empleo ahora en Holanda,
fue desviado por emigración o en la forma de préstamos a esos países que habían
adquirido la supremacía de Holanda que ella había poseído previamente.

Si Holanda en unión con Bélgica, con los distritos de Renania y con Alemania del
Norte, había constituido un territorio nacional, hubiera sido difícil para Inglaterra y
Francia el haber debilitado el poder naval, su comercio extranjero, y su industria interior
por guerras y política comercial, cuando ellos tuvieron éxito en hacerlo. Una nación
como esa que habría sido, podría poner en competencia con los sistemas comerciales de
otras naciones un sistema comercial propio. Y si debiendo al desarrollo de las
manufacturas de esas otras naciones su industria sufrió alguna lesión, sus propios
recursos interiores, ayudados al fundar colonias en el extranjero, habrían hecho
abundantemente buena esa pérdida. Holanda sufrió declive porque ella, una tira no más
de costa del mar, habitada por una población pequeña de pescadores alemanes,
marineros, comerciantes, y granjeros de lechería, se esforzaron para constituirse un
poder nacional, mientras ella consideró y actuó hacia el territorio interior a su
retaguardia (de que la ella formó una parte propiamente) como una tierra extranjera.

El ejemplo de Holanda, así de Bélgica, de las ciudades de Hanseáticas, y de las


repúblicas italianas, nos enseña que a la mera industria privada no le basta mantener el
comercio, industria, y riqueza de estados y naciones enteras, si las circunstancias
públicas bajo las que se continúa son desventajosas a estas; y más allá, que la parte
mayor de los poderes productivos de individuos se derivan de la constitución política
del gobierno y del poder de la nación.

La industria agrícola de Bélgica se hizo floreciente de nuevo bajo el gobierno austriaco.


Cuando unida a Francia su industria manufacturera subió de nuevo a su inmensa antigua
magnitud. Holanda por ella misma nunca estaba en una posición de establecer y
mantener un sistema comercial independiente propio de ella en competencia con
grandes naciones. Pero cuando por medio de su unión con Bélgica después de la paz
general (en 1815) se aumentaron sus recursos interiores, población, y el territorio
nacional a semejante magnitud que ella pudiera alinearse entre las grandes
nacionalidades, y se poseyó sobre ella de una gran masa y variedad de poderes
productivos, nosotros vemos que el sistema proteccionista también establecido en los
Países Bajos, y bajo su influencia agricultura, manufactura y comercio hicieron un
adelanto notable.

Esta unión se ha disuelto ahora de nuevo (debido a causas que quedan fuera del alcance
y propósito de nuestro trabajo presente), y así el sistema proteccionista en Holanda se ha
privado de la base en la que descansó, mientras en Bélgica se mantiene todavía.
Holanda es mantenida ahora por sus colonias y por su comercio de transporte con
Alemania. Pero la próxima gran guerra naval puede privarla fácilmente de la anterior; y
más logra el Zollverein alemán una percepción clara de sus intereses, y el ejercicio de
sus poderes, más claramente quiera incluso reconocer la necesidad de Holanda dentro
del Zollverein.
Capítulo 4: Los Ingleses

En nuestro relato de la Liga Hanseática nosotros hemos mostrado cómo la agricultura de


Inglaterra y cría de ovejas ha sido promovido a través del comercio extranjero; cómo en
un periodo subsiguiente, a través de la inmigración de artesanos extranjeros, huyendo de
la persecución en su tierra nativa, y también debido a las medidas de protección
adoptados por el Gobierno británico, la industria industrial de lana inglesa había logrado
gradualmente una condición floreciente; y cómo, como consecuencia directa de ese
progreso en la industria industrial, así como de las medidas sabias y enérgicas adoptadas
por Reina Elizabeth, se habían desviado con éxito todo los comercios extranjeros que
antes habían sido monopolizados por extranjeros en a manos de los comerciantes
internos.

Antes de que nosotros continuemos nuestra exposición del desarrollo de la economía


nacional inglesa del punto en donde nosotros salimos del Capítulo 2, nos aventuramos
aquí para hacer unos comentarios acerca del origen de la industria británica. Deben
remontarse la fuente y origen de la grandeza industrial y comercial de Inglaterra
principalmente a la cría de ovejas y a la manufactura de lana. Antes de la primera
aparición de los hanseáticos en tierra británica, la agricultura de Inglaterra era atrasada y
su cría de oveja de pequeña importancia. Había una escasez de forraje de invierno para
el ganado, por consiguiente una gran proporción grande tuvo que ser muerta en otoño, y
el dos forraje y el estiércol eran igualmente deficientes.

Así como en todos los territorios sin cultivar--como antes en Alemania, y en los distritos
desmontados de América al tiempo presente -- la cría de cerdos proveyó el suministro
principal de carne, y por razones obvias. Los cerdos necesitaron poco cuidado --
forrajeado para ellos, y encontrado un suministro abundante de comida en las tierras
desechadas y en los bosques; y guardando sólo un número moderado de cerdas de cría a
través del invierno, uno estaba seguro en la siguiente primavera de poseer manadas
considerables. Pero con el crecimiento de comercio extranjero la cría de cerdos
disminuyó, la cría de ovejas asumió proporciones más grandes, y la agricultura y cría de
ganado astado mejoraron rápidamente.

Hume, en su 'Historia de Inglaterra,' (30[30]*) da una cuenta de la condición de agricultura


inglesa del siglo decimocuarto: En el año 1327 Lord Spencer contaba en 63 propiedades
en su posesión, 28,000 ovejas, 1,000 bueyes, 1,200 vacas, 560 caballos, y 2,000 cerdos:
dando una proporción de 450 ovejas, 35 cabeza de ganado, 9 caballos, y 22 cerdos a
cada propiedad. De esta declaración nosotros podemos percibir qué grandemente,
incluso en esos días tempranos, el número de ovejas en Inglaterra excedía el de todos
los otros animales domésticos reunidos.

Las grandes ventajas derivadas por la aristocracia inglesa del negocio de cría de oveja
les dieron un interés en la industria y en métodos mejorados de agricultura incluso en
ese periodo temprano, cuando los nobles en la mayoría de los estados Continentales no
supieron ningún modo mejor de utilizar la parte mayor de sus posesiones que
conservando manadas grandes de ciervos, y cuando ellos no conocieron ninguna
ocupación más honorable que atormentar las ciudades vecinas y su comercio por
hostilidades de varios tipos. Y en este periodo, como ha sido más recientemente el caso
en Hungría, las majadas aumentaron tan en grande que las propiedades podrían alardear
30[30]
1. Hume, vol. ii, p. 143.
de la posesión de de 10,000 a 24,000 ovejas. Bajo estas circunstancias siguió
necesariamente que, bajo la protección se permitió el lujo por las medidas introducidas
por la Reina Elizabeth, la manufactura de lana que ya había progresado muy
considerablemente por los días de anteriores gobernantes ingleses debía alcanzar
rápidamente un grado muy alto de prosperidad. (31[31]2*)

En la petición de los hanseáticos a la Dieta Imperial, mencionada en Capítulo II, que


pidieron por la promulgación de medidas vengadoras, la exportación de tela de
Inglaterra se estimaba en 200,000 piezas; mientras en los días de James I el valor total
de telas inglesas exportado ya había alcanzado la cantidad prodigiosa de dos millones de
libras esterlina, mientras en el año 1354 el valor de dinero total de la lana exportado
había sumado sólo a £ 277,000., y que de todos los otros artículos de exportación a
ningún más de £ 16,400.

Bajo el reinado del monarca nombrado último el gran volumen de tela manufacturado
en Inglaterra se exportaba a Bélgica en estado crudo y se teñía y terminaba allí; pero
debido a las medidas de protección y estímulo introducidas bajo James I y Charles I el
arte de preparación de tela en Inglaterra logró un diapasón tan alto de perfección que
desde entonces la importación de las descripciones más finas de tela casi cesó, mientras
sólo se exportaron telas teñidas y finamente vestidas.

En orden para apreciar totalmente la importancia de estos resultados de la política


comercial inglesa, debe observarse aquí que, prior al gran desarrollo de la manufactura
de lino, algodón, seda, y hierro en recientes tiempos, la fábrica de tela constituyó por
lejos la proporción más grande del medio de intercambio en el comercio con todas las
naciones europeas, particularmente con los reinos del norte, así como en la
comunicación comercial con el Levante y las Indias Orientales y Occidentales. A esa
gran magnitud éste era el caso que podemos inferir del cierto hecho que como tan
lejanos atrás como los días de James I la exportación de lana manufacturada
representado nueve-décimos de todas las exportaciones inglesas reunidas. (32[32]3*)

Esta rama de manufactura habilitó a Inglaterra para echar a la Liga Hanseática de los
mercados de Rusia, Suecia, Noruega, y Dinamarca, y para adquirir para ella la parte
mejor de las ganancias que atan al comercio con el Levante y las Indias Oriental y
Occidental. Fue esta industria que estimuló la minería del carbón que de nuevo dio lugar
a un comercio naval cerca de la costa extensa y a las pesquerías, como constituir la base
de poder naval, haciendo posible aprobar las famosas Leyes de la Navegación que
realmente pusieron el cimiento de la supremacía marítima de Inglaterra. Fue alrededor
de la industria de la lana de Inglaterra que todas las otras ramas de manufactura
crecieron como rodeando un tallo del padre común; y constituyeron así el cimiento de la
grandeza de Inglaterra en la industria, comercio, y el poder naval.

31[31]
2. Ninguna duda los decretos que prohíben la exportación de lana, sin
mencionar las restricciones puestas en el comercio en lana en mercados cerca de la
costa, eran molestas e injustas; aún al mismo tiempo operaron beneficiosamente en
la promoción de la industria inglesa, y en la supresión de los flamencos.

32[32]
3. Hume (en 1603). Macpherson, Histoire du Comercio (en 1651).
Al mismo tiempo las otras ramas de manufactura inglesa no eran de ninguna manera
descuidadas. Ya bajo el reino de Elizabeth la importación de metal y cuero, y de un
grande número de muchos otros artículos manufacturados, se había prohibido, mientras
fue animada la inmigración de mineros alemanes y obreros de metal. Anteriormente se
habían comprado naves hanseáticas o habían sido pedidas para ser construidas en los
puertos del Báltico. Pero ella ideó, por restricciones de un lado y estímulos en el otro,
promover la construcción naval en casa. La madera requerida para el propósito se trajo a
Inglaterra de puertos del Báltico, con que de nuevo se dio al comercio un gran ímpetu
de exportación británico a esas regiones.

La pesquería de arenque había sido aprendida de los holandeses, la pesca de ballena de


los moradores en las orillas de la Bahía de Vizcaya; y estas pesquerías se estimularon
ahora por medio de liberalidades. James I mostró un vivo interés más particularmente
por el estímulo de la construcción naval y pesquerías. Aunque nosotros podemos sonreír
a sus exhortaciones incesantes a su pueblo a comer pescado, todavía nosotros debemos
hacerle justicia para decir que él percibió muy claramente en lo que dependía la
grandeza futura de Inglaterra.

La inmigración en Inglaterra, es más, de artesanos protestantes que había sido echados


de Bélgica y Francia por Felipe II y Luis XIV dieron a Inglaterra un aumento
incalculable de capacidad y capital industrial. Estos hombres Inglaterra les debe la
manufactura de tela de lana fina, su progreso en las artes de de manufacturación
sombreros, lino, vidrio, papel, seda, y relojes, así como una parte de su manufactura de
metal; las ramas de industria que ella supo aumentar rápidamente por medio de la
prohibición y los altos impuestos. El reino de la isla pidió prestado de cada país del
Continente su habilidad en ramas especiales de la industria, y las plantó en tierra
inglesa, bajo la protección de su sistema de aduana.

Venecia tenía que rendir (entre otros comercios en artículos de lujo) el arte de
manufactura de vidrio, mientras Persia tenía que dejar el arte de tejer y teñir alfombras.
Una vez poseída cualquier una rama de la industria, Inglaterra dio a ésta celoso cuidado
y atención, durante siglos tratándola como un árbol joven que requiere apoyo y cuidado.

Quienquiera no se convenció todavía por medio de la diligencia, habilidad, y economía,


cada rama de industria debe volverse aprovechable a tiempo -- que en cualquier nación
ya adelantada en la agricultura y civilización, por medios de protección moderada, su
manufactura infante, sin embargo defectuosa y estimadas sus producciones puedan ser
al principio, pueden por práctica, experimento y competencia interior lograr habilidad
de igualar prontamente en cada aspecto las producciones más viejas de sus
competidores extranjeros; quienquiera es ignorante que el éxito de una rama particular
de industria depende de varias otras ramas, o en que alto grado una nación puede
desarrollar sus poderes productivos, si ella tiene cuidado que cada generación sucesiva
continuará el trabajo de industria donde las generaciones anteriores lo han dejado; le
permitieron primero el estudio de la historia de la industria inglesa antes de que él
aventure idear sistemas teóricos, o darles consejo a estadistas prácticos en cuyas manos
se dan el poder de promover la riqueza o las penas de naciones.

Bajo Jorge I los estadistas ingleses habían percibido hace tiempo claramente las bases
de las que depende la grandeza de la nación. A la apertura del Parlamento en 1721, el
Rey se hace decir por el Ministerio que 'es evidente que nada contribuye tanto para
promover el bienestar público como la exportación de bienes manufacturados y la
importación de materia prima extranjera. (33[33]4*) Ésta había durante siglos sido la
máxima gobernante de la política comercial inglesa, como antes esto había sido de la
política comercial de la República veneciana. Está en vigor en este día (1841) así como
estaba por los días de Elizabeth.

Los frutos de esto revelan la mentira llevada a los ojos del mundo entero. Los teóricos
han contendido subsecuentemente que Inglaterra no ha logrado la riqueza y poder por
medio de, pero a pesar de, su política comercial. También pueda ellos defienden que los
árboles han crecido al vigor y fructificar, no por medio de, pero a pesar de los sostenes y
cercos con los que ellos habían sido apoyados cuando fueron plantados. No suministra
la historia inglesa evidencia menos conclusiva de la conexión íntima que subsiste entre
la política general de una nación y la economía política.

Claramente el ascenso y crecimiento de la manufactura en Inglaterra, con el aumento de


población que es resultado de esto, tendió a crear una demanda activa por pescado
salado y carbones que llevó a un gran aumento de la marina mercante consagrada a las
pesquerías y el comercio naval cerca de la costa. Las pesquerías y el comercio naval
costero estaban previamente en manos de los holandeses. Estimulados por altos
impuestos de aduana y por liberalidades, los ingleses dirigieron su propias energías
ahora al comercio de pesquería, y por Leyes de la Navegación ellos afianzaron
principalmente no sólo a los marineros británicos el transporte de carbón por mar, sino
todo el comercio por mar.

El aumento consecuente en la marina mercante de Inglaterra llevó a un aumento


proporcionado de su poder naval que le permitió los ingleses que ofrecieran un desafío a
la flota holandesa. Poco después de la aprobación de las Leyes de Navegación, se
combatió una guerra naval entre Inglaterra y Holanda, el comercios de los holandeses
con países más allá del Canal inglés sufrieron una suspensión casi total, mientras su
barcos en el Mar Norte y el Báltico casi fueron aniquilados por piratas ingleses.

Hume estima el número de veleros holandeses que cayeron así en manos de los cruceros
ingleses en 1,600, mientras Davenant, en su 'Informe sobre el Rédito Público,' nos
asegura que en el curso de los veintiocho años que siguen la aprobación de las Leyes de
la Navegación inglesas, los barcos comerciales ingleses habían aumentado para doblar
su magnitud anterior. (34[34]5*)

Entre los resultados más importantes de las Leyes de la Navegación, lo siguiente merece
mención especial, viz.:

1. La expansión del comercio inglés con todos los reinos norteños, con Alemania
y Bélgica (exportación de manufactura e importación de materias primas) de los que,
33[33]
4. Vea Ustaritz, Théorie du Commerce, ch. xxviii. Así nosotros vemos a George I
quiere exportar nada más que bienes a cambio de importación de especie de la que
se declara como el principio fundamental el llamado 'sistema' mercantil, y qué en
todo caso sería absurdo. Lo que él deseó era exportar manufactura e importar
materia prima.
34[34]
5. Hume, vol. v. p. 39.
según relato de Anderson, al año 1603 los ingleses habían estado casi completamente
cerrado por los holandeses.

2. Una inmensa extensión del comercio de contrabando con España y Portugal, y


sus colonias de Indias Occidentales.

3. Un gran aumento de las pesquerías de ballena y arenque de Inglaterra que el


holandés tenía previamente casi completamente monopolizadas.

4. La conquista de las colonias inglesas más importante en las Indias Orientales


– Jamaica -- en 1655; y con eso, el control del comercio del azúcar indio occidental.

5. La conclusión del Tratado de Methuen (1703) con Portugal del que nosotros
hemos tratado totalmente en los capítulos consagrados a España y Portugal en este
trabajo. Por la operación de este tratado los holandeses y los alemanes fueron
completamente excluidos del importante comercio con Portugal y sus colonias: Portugal
se hundió en la completa dependencia política de Inglaterra, mientras Inglaterra adquirió
los medios, por el oro y plata ganado en su comercio con Portugal, de extender
enormemente su propia comunicación comercial con China y las Indias Orientales, y
por eso seguidamente de poner el cimiento para su gran imperio de India, desposeyendo
a los holandeses de sus estaciones de comercio más importantes.

Los dos resultados posición enumerados en último lugar están en íntima conexión uno
con el otro. Y es especialmente notable la habilidad con que Inglaterra ideó hacer de
estos dos países -- Portugal e India -- los instrumentos de su propia grandeza del futuro.
España y Portugal tenían en lo principal poco para disponer además de los metales
preciosos, mientras los requisitos del Oriente, con la excepción de telas, consistieron
principalmente en metales preciosos. Hasta ahora todo satisfizo admirablemente. Pero el
Oriente tenía principalmente sólo algodón y seda manufacturada para ofrecer a cambio,
y eso no encajaba en con el principio del Ministerio inglés que antes se refirió, a saber,
exportar artículos manufacturados e importación de materias primas. ¿Cómo, entonces,
actuaron ellos bajo las circunstancias?

¿Descansaron ellos con el volumen de las ganancias que aumentaron del comercio en
telas con Portugal y en algodón y seda manufacturada de India? por ningún medio.

Los Ministros ingleses vieron más lejos que eso. Si ellos hubieran sancionado la
importación libre en Inglaterra de algodón indio y géneros de seda, el algodón inglés y
las manufacturas de seda debían venir pronto por necesidad a una posición. India no
sólo tenía la ventaja de trabajo más barato y la materia prima, sino también la
experiencia, la habilidad, y la práctica de siglos. El efecto de estas ventajas no puede
fallar bajo un sistema de libre competencia.

Pero Inglaterra no estaba deseosa de fundar asentamientos en Asia para volverse


subordinado a Asia en manufacturas. Ella se esforzó por la supremacía comercial, y
sentía que de dos países que mantienen entre si comercio libre, que sería supremo quien
vendió bienes manufacturados, mientras que sería subordinado quién podría vender sólo
productos agrícolas.
En sus colonias norteamericanas Inglaterra había actuado ya sobre esos principios
desaprobando la manufactura en esas colonias de incluso una sola uña de herradura y,
todavía más, que ninguna uña de herradura hecha allí debe importarse en Inglaterra.
¿Cómo podría esperarse de ella que daría a su propio mercado para manufacturas, la
base de su grandeza futura, a un pueblo tan numeroso, tan económico, tan
experimentado y perfeccionado en los viejos sistemas de manufactura como los
hindúes? De acuerdo a esto, Inglaterra prohibió la importación de género tratados por
sus propias fábricas, el algodón indio y tejidos de seda. ( 35[35]6*) La prohibición era
completa y perentoria. Ni tanto como un hilo habría Inglaterra de permitir ser usado.
Ella no tendría ninguno de estos tejidos bonitos y baratos, pero prefirió consumir las
propias materias inferiores y más costosas. Ella estaba, sin embargo, realmente para
proporcionar a las naciones Continentales con los tejidos más finos de la lejana India a
los precios más bajos, y de buena gana rindió a ellos todo el beneficio de esa baratura;
ella no tendría ninguna de esta.

¿Era Inglaterra una necia actuando así? Ciertamente, según las teorías de Adam Smith y
la Teoría de Valores de J. B. Say. Por, según ellos, Inglaterra debe de haber comprado
lo que ella requirió donde ella pudiera comprarlos más barato y mejor: era un acto de
tontería manufacturar para ella el bien a un costo mayor del que ella podría comprarlos
en otra parte a, y al mismo tiempo regalar esa ventaja al Continente.

El caso realmente es el contrario, según nuestra teoría que llamamos Teoría de los
Poderes de Producción, y qué el Ministerio inglés, sin haber examinado el cimiento en
que descansa, adoptado todavía prácticamente al dar vigencia su máxima de importar
productos y exportar tejidos. Los ministros ingleses no quisieron la adquisición de bajo
precio ni artículos perecederos de manufactura, sino un poder industrial más costoso
pero paciente. Ellos han logrado su objetivo en un grado inteligente. A este día
Inglaterra produce por valor de setenta millones de libras en algodón y bienes de seda, y
suministra a toda Europa, el mundo entero, la propia India incluida, con manufactura
británica. Su producción en casa excede por cincuenta o cien veces el valor de su
comercio anterior en bienes fabricados indios.

¿Habría ganado esto ella que ella si habría estado comprando durante un siglo bienes
baratos de manufactura india? ¿Y qué han ganado ellos quienes compraron aquéllos tan
barato bienes de ella? Los ingleses han ganado poder, poder incalculable, mientras los
otros ganaron la marcha atrás del poder. Que ante resultados como éstos, históricamente
atestados en la intachable evidencia, Adam Smith debe de haber expresado así torcido
juicio sobre las Leyes de la Navegación, sólo puede considerarse en el mismo principio
en el que nosotros debemos en otro capítulo explicar estas celebradas conclusiones
engañosas del autor que respetan restricciones comerciales.

Estos hechos estaban de pie de la manera de su querida noción de comercio libre sin
restricción. Era por consiguiente necesario para él obviar la objeción que podría
aducirse contra su principio de los efectos de las Leyes de la Navegación, dibujando una
distinción entre sus objetivos políticos y sus objetivos económicos. Él mantuvo que,
aunque las Leyes de la Navegación habían sido políticamente necesarias y beneficiosas,
todavía que ellos eran económicamente perjudiciales e injuriosas. Cómo poco esta
35[35]
6. Anderson durante el año 1721.
distinción puede ser justificada por la naturaleza de las cosas o a través de experiencia,
nosotros confiamos hacer claro en el curso de este tratado.

J. B. Say, aunque él podría haber conocido mejor de la experiencia de América del


Norte, aquí también, como en cada caso donde chocan los principios de comercio libre y
protección, va todavía va más lejos que su predecesor. Say cuenta que el costo de un
marinero para la nación francesa es, debido a las liberalidades de la pesquería mostrar
cómo malgastadoras y no-remunerativas son estas liberalidades. El asunto de las
restricciones en la navegación constituye un bloque formidable para tropezar en el
camino de los abogados del comercio libre sin restricción que ellos se alegran de pasar
encima en silencio, sobre todo si ellos son miembros de la comunidad mercantil en
pueblos de puerto de mar. La verdad de la materia es esta.

Las restricciones sobre navegación son gobernadas por la misma ley que las
restricciones en cualquier otro tipo de comercio. La libertad de navegación y comercio
de transporte dirigido por extranjeros son servicios y se les da la bienvenida en las
comunidades en las fases tempranas de su civilización, tanto como su agricultura y aún
la manufactura que permanezca subdesarrollada. Debido a la necesidad de capital y
marineros experimentados, ellos abandonan la navegación y el comercio extranjero a
otras naciones. Luego, sin embargo, cuando han desarrollado su poder productor a un
cierto punto y la habilidad adquirida en construcción naval y navegación, entonces ellos
desearán extender su comercio extranjero, continuarlo en sus propias naves, y se
volverán un poder naval. Gradualmente su propia marina mercante crece a semejante
grado que ellos se sienten en una posición de excluir al extranjero y dirigir su comercio
a los lugares más distantes por medio de sus propios veleros. Entonces el tiempo ha
llegado cuando, por medio de restricciones en navegación, una nación puede excluir con
éxito a los extranjeros más adinerados, más experimentados, y más poderosos de la
participación en las ganancias de ese negocio.

Cuando el más alto grado de progreso en navegación y poder marítimo se ha alcanzado,


una nueva era pondrá, ninguna duda; y tal era esa fase de avance que el Dr. Priestley
tenía en su mente cuando él escribió 'que el momento puede llegar cuando pueda ser
sagaz derogar esta Acta como fue hacerla.' (36[36]7*) Entonces es que, por medio de los
tratados de navegación basados en la igualdad de derechos, una nación puede, de un
lado, afianzar ciertas ventajas contra naciones menos civilizadas que serán privadas así
de introducir restricciones sobre navegación en su propio nombre en especial; mientras,
por otro lado, conservará por eso su propia población marinera de la desocupación, y los
incitará a mantener el paso con otros países en construcción naval y arte de navegación.

Mientras comprometida en su lucha por la supremacía, indudablemente Venecia se


endeudó en grande a su política de restricciones sobre navegación; pero en cuanto ella
hubo adquirido supremacía en comercio, manufactura, y navegación, era tontería
retenerlas. Pero debido a ellos quedaba detrás en la carrera, respecto a la construcción
naval, navegación, y marinería de sus marinos, con otras naciones marítimas y
comerciales que estaban adelantando sobre sus pasos.

36[36]
7. Priestley, Lectures on History and General Policy, Pt. II, p. 289.
Así Inglaterra por su política aumentó el poder naval, y por medio de su poder naval el
rango de ella que agrandó la manufactura y los poderes comerciales, y de nuevo, por el
último, allí aumentó sus frescos accesos de fuerza marítima y posesiones coloniales.
Adam Smith, cuando mantiene que las Leyes de la Navegación no han sido beneficiosas
a Inglaterra en aspectos comerciales, admite que, en todo caso, estas leyes han
aumentado su poder. Y el poder es más importante que la riqueza. Ése es de hecho el
hecho.

El Poder es más importante que la riqueza. ¿Y por qué? Simplemente porque el poder
nacional es una fuerza dinámica por la que se abren los nuevos recursos productivos y
porque las fuerzas de producción son el árbol en el que la riqueza crece, y porque el
árbol que lleva la fruta es de valor mayor que la propia fruta.

El Poder es de más importancia que la riqueza porque una nación, por medio del poder,
no sólo se permite abrir nuevas fuentes productivas, sino de mantenerse en posesión de
la riqueza anterior y la recientemente adquirida, y porque la marcha atrás del poder -- a
saber, debilidad -- lleva a la renuncia de todo lo que nosotros poseemos, no solo de
riqueza adquirida, sino de nuestros poderes de producción, de nuestra civilización, de
nuestra libertad, no incluso de nuestra independencia nacional, en las manos de aquéllos
que nos superan en poderío, como es atestiguado abundantemente por la historia de las
repúblicas italianas, de la Liga Hanseática, de los belgas, los holandeses, los españoles y
los portugueses.

¿Pero cómo fue esto que, sin tener en mente esta ley de acción y reacción alterna entre
poder político, fuerzas de producción y riqueza, Adam Smith podría aventurar
contender que el Tratado de Methuen y el Acta de Navegación no había sido beneficiosa
a Inglaterra desde un punto de vista comercial? Nosotros hemos mostrado cómo
Inglaterra por la política que ella siguió para adquirir poder, y por su poder político
ganó el poder productivo, y por su poder productivo ganó las riquezas. Permítanos
ahora ver más allá cómo, resultado de esta política, el poder ha agregado poder, y
fuerzas productivas a fuerzas productivas.

Inglaterra tiene en su posesión las llaves de cada mar, y puso un centinela encima de
cada nación: encima de los alemanes, Heligoland; encima de los franceses, Guernsey y
Jersey; encima de los habitantes de América del Norte, Nova Scotia y las Bermudas;
encima de América Central, la isla de Jamaica; encima de todos los países que orillan el
Mediterráneo, Gibraltar, Malta, y las Islas del Jonio. Ella posee cada posición
estratégica importantes en las rutas a India con la excepción del Istmo de Suez que está
esforzándose por adquirir; domina el mediterráneo por medio de Gibraltar, el Mar Rojo
por Adén, y el Golfo Pérsico por Bushire y Karrack. Ella necesita sólo la adquisición de
los Dardanelos, el Sound, y los Istmos de Suez y Panamá para poder abrir y cerrar a su
placer cada mar y cada carretera marítima. Su armada solo supera las fuerzas marítimas
combinadas de todos los otros países, si no en número de veleros, de todos modos en
fuerza de combate.

Su capacidad industrial aventaja en importancia la de todas las otras naciones. Y aunque


sus telas manufacturadas han aumentado más del décuplo (a cuarenta y cuatro y un
medio millones) desde los días de James I, encontramos el rendimiento de otra rama de
industria que sólo se estableció en el curso del último siglo a saber, la manufactura de
algodón y agrega a una suma mucho más grande, cincuenta y dos y un medio millones.
(37[37]8*)No contento con eso, Inglaterra está intentando levantar ahora su manufactura
de lino como que ha estado mucho en una situación atrasada comparada con la de otros
países, en una posición similar, posiblemente a una más alta que el de las dos ramas
antes nombradas de la industria: ahora aumenta las cantidades a quince y medio
millones de esterlinas.

En el siglo decimocuarto, Inglaterra era todavía tan pobre en hierro que pensó necesario
prohibir la exportación de este metal indispensable; ella ahora, en el decimonono siglo,
manufactura más hierro y mercancías de acero que todas las otras naciones en la tierra
(a saber, valor de treinta y un millones), mientras produce treinta y cuatro millones en
valor de carbón y otros minerales. Estas dos sumas exceden por encima de siete veces el
valor de todo el oro y producción de plata de todas las otras naciones a las que casi
doscientos y veinte millones de francos, o nueve millones esterlina.

A este día ella produce más género de seda que todas las repúblicas italianas produjeron
juntos en la edad media, a saber, trece y medio millones de libras. Industrias que en el
tiempo de Henry VIII y Elizabeth merecieron escasamente clasificación, ahora rinden
sumas enormes; como, por ejemplo, el vidrio, loza, y el objetos de barro manufacturado
y representa once millones; manufactura de cobre y latón, cuatro y medio millones; el
manufactura de papel, libros, colores, y mobiliario, catorce millones.

Inglaterra produce, es más, dieciséis valor del millones en productos de cuero, además
de diez de millones en artículos no enumerados. La manufactura de cerveza y licores
espirituosos en Inglaterra solos excede grandemente en valor el agregado de producción
nacional por los días de James I, a saber, cuarenta y siete millones esterlina. La
producción industrial entera del Reino Unido en la actualidad, se estima en sumar
doscientos y cincuenta y nueve y medio millones de esterlinas.

Como consecuencia, y principalmente como consecuencia, de esta producción industrial


gigantesca, el poder productivo de agricultura se ha permitido rendir un valor total que
excede esa suma dos veces (quinientos y treinta y nueve millones de esterlinas).

Es verdad que para este aumento en su poder, y en su capacidad productiva, Inglaterra


no está solamente endeudada a sus restricciones comerciales, sus Leyes de la
Navegación, o sus tratados comerciales, sino en una gran medida también a sus
conquistas en ciencia y en las artes.

¿Pero cómo viene esto, que en estos días un millón de obreros ingleses puede realizar el
trabajo de centenares de millones? Viene de la gran demanda para bienes
manufacturados que por su política sabia y enérgica ha sabido crear en tierras
extranjeras, y sobre todo en sus colonias; de la protección sabia y poderosa extender sus

37[37]
8. Se toman éstas y las cifras siguientes que relacionan las estadísticas
inglesas de un papel escrito por McQueen, el famoso estadístico inglés, y
apareciendo en el número del julio de la Tait's Edinburgh Magazine durante el año
1839. Posiblemente ellas pueden exagerarse un poco para el momento. Pero aun
así, es más probable que cifras como las declaradas se alcanzarán dentro de la
década presente.
industrias internas; de grandes premios que por medio de sus leyes de patentes ha
ofrecido a cada nuevo descubrimiento; y de los medios extraordinarios para su
transporte interior se permitido el lujo de caminos públicos, canales, y vías férreas.
Inglaterra ha mostrado al mundo que poderoso es el efecto de los medios de transporte
aumentando los poderes de producción, y aumentando por eso la riqueza, la población,
y el poder político de una nación.

Ella nos ha mostrado eso que una comunidad libre, trabajadora, y bien-gobernada puede
hacer en este respeto dentro del breve espacio de medio siglo, incluso en medio de
guerras extranjeras. Lo que las repúblicas italianas habían logrado previamente en estos
aspectos era obra de niños no más. Se estima que tanto como ciento dieciocho millones
de esterlinas se han gastado en Inglaterra en estos instrumentos poderosos del poder
productivo de la nación.

Inglaterra, sin embargo, sólo comenzó y llevó a cabo estos trabajos cuando su poder
industrial empezó a crecer fuerte. Desde entonces, se ha vuelto evidente a todos los
observadores que en esa nación sola cuyo poder industrial empieza a desarrollarse en
una escala extensa puede lograr tales cosas; que sólo en una nación que desarrolla
concurrentemente sus recursos industriales y agrícolas interiores tendrá a su costo
reembolsados tales costosos artefactos de comercio; y que en semejante nación sólo
cumplirán propiamente su propósito.

Debe admitirse, también, que la enorme capacidad de producir y las grandes riquezas de
Inglaterra no son solamente el efecto de poder nacional y el amor individual de
ganancia. El amor innato del pueblo de libertad y justicia, la energía, el carácter
religioso y moral de las personas, tiene una porción en esto. La constitución del país, sus
instituciones, la sabiduría y poder del gobierno y de la aristocracia, tienen una porción
en esto.

La posición geográfica, las fortunas del país, marina, incluso la buena suerte, tienen una
porción en esto.

No es fácil decir si las fuerzas materiales ejercen una influencia mayor sobre las fuerzas
morales, o si la moral pesa más que los material en su operación; si las fuerzas sociales
actúan más poderosamente sobre las fuerzas individuales, o si las últimas sobre las
anteriores. Es muy cierto, sin embargo, a saber, que entre las dos allí mantienen una
sucesión intercambios de acción y reacción, con el resultado que el aumento de unas
fuerzas promueven el aumento de las otras, y que el debilitamiento de una alguna vez,
involucra el debilitamiento de la otra.

Aquéllos que buscan las causas fundamentales del ascenso y progreso de Inglaterra
mezclando lo anglosajón con sangre normanda, debe lanzar primero una mirada a la
condición del país antes del reino de Eduardo III. ¿Dónde estaba entonces la diligencia
y los hábitos de economía de la nación? Aquéllos, de nuevo, quienes buscarían en
libertades constitucionales disfrutados por el personas harán bien en considerar cómo
Henry VIII y Elizabeth trataron a sus Parlamentos.

¿En qué consistió la libertad constitucional de Inglaterra bajo el Tudor? En ese periodo
las ciudades de Alemania e Italia disfrutaron una cantidad mucho mayor de libertad
individual que los ingleses. Sólo una joya del tesoro de libertad estaba conservada por la
raza anglo-sajona-normanda--ante otros pueblos de origen germánico; y ése era el
germen del que todas las ideas inglesas de libertad y justicia han surgido -- el derecho
de juicio por jurado. Mientras en Italia las Pandectas estaban desenterrándose, y los
restos exhumados (ninguna duda de grandeza partida y sabiduría para su día) estaba
extendiendo la pestilencia de los Códigos entre las naciones Continentales, nosotros
encontramos a los barones ingleses que declaran que no oirían hablar de cualquier
cambio en la ley de la tierra.

¡Lo que un almacén de fuerza intelectual hizo que ellos seguro no para las generaciones
para venir! ¡Cuánto hizo esta fuerza intelectual seguida a la influencia de las fuerzas de
producción material! ¡Qué en grande hizo el destierro temprano del idioma latino de los
círculos sociales y literarios, de los departamentos de Estado, y las cortes legales en
Inglaterra, para influir en el desarrollo de la nación, su legislación, administración de
ley, literatura e industria!

¿Cuál ha sido el efecto en Alemania de la larga retención del latín junto con los Códigos
extranjeros, y lo que ha sido su efecto en Hungría al día presente? ¿Qué efecto tuvo la
invención de pólvora, el arte de la impresión, la Reforma, el descubrimiento de las
nuevas rutas a India y de América, sobre el crecimiento de las libertades inglesas, de
civilización inglesa, y de industria inglesa?

Compare con su efecto en Alemania y Francia. En Alemania -- discordia en el Imperio,


en las provincias, incluso dentro de los muros de las ciudades; las controversias
miserables, barbarismo en literatura, en la administración del Estado y la ley; la guerra
civil, persecuciones, expatriación, invasión extranjera, despoblación, desolación; ruina
de ciudades, decaimiento de industria, agricultura, y comercio, de libertad e
instituciones cívicas; la supremacía de los grandes nobles; decaimiento del poder
imperial y de la nacionalidad; la separación de las provincias más hermosas del Imperio.

En Francia--la subyugación de las ciudades y de los nobles en interés de despotismo; la


alianza con el sacerdocio contra la libertad intelectual, pero al mismo tiempo la unidad y
poder nacional; la conquista con su ganancia y su maldición, pero, como contra eso,
caída de la libertad e industria.

En Inglaterra--el ascenso de ciudades, progreso en agricultura, comercio, y


manufactura; el sometimiento de la aristocracia a la ley de la tierra, y de una
participación preponderante por la nobleza en el trabajo de la legislación, en la
administración del Estado y de la ley, como también en las ventajas de la industria; el
desarrollo de recursos internos y de poder político en el extranjero; paz interior; la
influencia sobre todas las comunidades menos avanzadas; la limitación de los poderes
de la Corona, pero gana para la Corona en réditos reales, en esplendor e estabilidad. En
total, un grado más alto de bienestar, civilización, y libertad en casa, y preponderante
poder en el extranjero.

¿Pero quién puede decir cuánto de estos resultados felices es atribuible al espíritu
nacional inglés y a la constitución; cuánto a la posición geográfica de Inglaterra y
circunstancias en el pasado; o de nuevo, cuánto a la oportunidad, al destino, a fortuna?
Permitan a Carlos V y Enrique VIII cambiar de lugares, y, a consecuencia de un villano
juicio de divorcio, es concebible (el lector entenderá por qué nosotros decimos
'concebible') que Alemania y los Países Bajos se podrían haber vuelto lo que Inglaterra
y España se han vuelto.

¿Ponga en la posición de Elizabeth, una mujer débil que se alía a un Felipe II, y cómo
haría con el poder, la civilización, y las libertades de Gran Bretaña? Si la fuerza de
carácter nacional considerará exclusivamente por todo en esta poderosa revolución, ¿no
debe ser la más grande porción de sus resultados beneficiosos aumentados a la nación
de la qué surgió, a saber, a Alemania? En lugar de eso, es justo la nación alemana que
no segó nada excepto el problema y debilidad de este movimiento en la dirección del
progreso. En ningún reino europeo la institución de una aristocracia está diseñada más
juiciosamente que en Inglaterra para afianzar a la nobleza, en su relación a la Corona y
lo comunal, independencia individual, dignidad, y estabilidad; para darles un
entrenamiento y posición Parlamentaria; para dirigir su energías a los objetivos
patrióticos y nacionales; inducirlos a atraer a su propio cuerpo la élite de la comunidad,
incluir en sus líneas cada plebeyo que gana distinción, si por regalos mentales, riqueza
excepcional, o grandes logros; y, por otro lado, lanzar de nuevo entre los comunes la
descendencia sobrante del descenso aristocrático, llevando así a la fusión de la nobleza
y lo comunal en la generaciones futuras. Por este proceso la nobleza está siempre
recibiendo de los Comunes tomas frescas de energía cívica y patriótica, de ciencia,
enseñanza, recursos intelectuales y materiales, mientras está restaurando siempre al
pueblo una porción de la cultura y de su propio espíritu de independencia
peculiarmente, dejando a sus propios niños confiar en sus propios recursos, y
proporcionando a la comunidad con incentivos al ejercicio renovado.

En el caso del señor inglés, no importa que grande pueda ser el número de sus
descendientes, sólo uno puede tener el título en un momento. Los otros miembros de la
familia son plebeyos que o ganan un sustento en uno de las profesiones aprendidas o en
el Servicio Civil, en comercio, industria, o agricultura. La historia va que hace algún
tiempo uno de los primeros duques en Inglaterra concibió la idea de invitar las
relaciones de todas las sangres de su casa a un banquete, pero tuvo que abandonar el
plan porque su nombre era legión, aunque la genealogía familiar no había alcanzado
más atrás que durante unos siglos. Exigiría a un volumen entero mostrar el efecto de
esta institución en el espíritu de empresa, colonización, poderío y libertades, y sobre
todo en las fuerzas de producción de esta nación. (38[38]9*)

La posición geográfica de Inglaterra, también, ha ejercido una inmensa influencia en el


desarrollo independiente de la nación. Inglaterra en su relación al continente de Europa
ha sido alguna vez un mundo por sí mismo; y siempre estaba exento de los efectos de
las rivalidades, los prejuicios, el egoísmo, las pasiones, y los desastres de sus vecinos
Continentales. A esto la condición aislada de ella está principalmente endeudada del
crecimiento independiente y puro de su constitución política, para la consumación
tranquila de la Reforma, y para la secularización de la propiedad eclesiástica que se ha
demostrado tan beneficiosa a sus industrias. A la misma causa ella está también
endeudada de esa paz continua que, con la excepción del periodo de la guerra civil, ha
disfrutado por una serie de siglos, y qué le permitió que se dispensara de ejércitos en

38[38]
9. Antes de su lamentada muerte, el dotado autor de este comentario, en sus
Cartas sobre Inglaterra, leyó a los nobles de su país natal una lección en este
respeto al que ellos harían bien en poner el corazón.
pie, mientras facilitaba la introducción temprana de un sistema de la aduanas
consistente.

Por causa de su posición isleña, Inglaterra disfrutó no sólo inmunidad de las guerras
territoriales, sino ella también derivó inmensas ventajas por su supremacía industrial de
las guerras Continentales. Las guerras por tierra y devastaciones de territorio infligen
lesión multiforme en el manufactura en el punto de hostilidades; directamente,
interfiriendo con el trabajo del granjero y destruyendo las cosechas que privan al
labrador de la tierra de los medios para comprar bienes manufacturados y para producir
materia prima y comida para el fabricante; indirectamente, destruyendo a menudo las
manufacturas, o de todos modos dañarlas, porque las hostilidades interfieren con la
importación de materia prima y con la exportación de bienes, y simplemente porque se
vuelve una materia difícil procurar capital y laborar en el mismo momento cuando los
amos tienen que llevar impuestos extraordinarios y la pesada imposición de
contribuciones; y por último los efectos injuriosos continúan operando aun después del
cese de la guerra, porque se atraen capital y el esfuerzo individual en la vida hacia el
trabajo agrícola y se desvían de la manufactura, precisamente en esa proporción en la
que la guerra puede haber dañado a los granjeros y sus cosechas, y por eso directamente
abrió un campo más aprovechable para el empleo de capital y de labor que las industrias
de entonces se permitirían el lujo.

Mientras en Alemania esta condición de cosas se repitió dos veces en cada cien años, y
causó retrogradar la manufactura alemana, las de Inglaterra hicieron progreso
ininterrumpido. Los manufactureros ingleses, como opuesto a sus competidores
Continentales, disfrutaron una ventaja doble y triple siempre que Inglaterra,
acondicionando flotas y ejércitos, por subsidios, o por ambos medios combinados,
procedió a tomar una parte activa en guerras extranjeras.

Nosotros no podemos estar de acuerdo con los defensores del gasto improductivo, a
saber, de ese incurrido en las guerras y el mantenimiento de grandes ejércitos, ni con los
que insisten en el carácter positivamente beneficioso de una deuda pública; pero
nosotros tampoco creemos que la escuela dominante está acertada cuando contienden
que todo el consumo que no es directamente reproductor -- por ejemplo, el de guerra--
es completamente injurioso sin la calificación. El equipo de ejércitos, las guerras, y las
deudas contraídas para estos propósitos, puede, como enseña el ejemplo de Inglaterra,
bajo ciertas circunstancias, conducir muy grandemente al aumento de los poderes
productivos de una nación. Hablando estrictamente, se pueden haber consumido
riquezas materiales improductivamente, pero este consumo puede, no obstante,
estimular a los manufactureros a ejercicios extraordinarios, y llevar a nuevos
descubrimientos y mejoras, sobre todo a un aumento de poderes productivos.

Este poder productivo se vuelve entonces una adquisición permanente; aumentará cada
vez más, mientras el gasto de la guerra sólo se incurre en una vez por todas. ( 39[39]10*) Y
39[39]
10. La deuda nacional de Inglaterra no sería ahora tan grande un mal como
aparece a nosotros, si la aristocracia de Inglaterra concediera que esta carga debe
ser llevada por la clase que fue beneficiada por el costo de las guerras, a saber, por
los ricos. McQueen estima el valor capitalizado de propiedad en los tres reinos en
4,000 millones de libras esterlinas, y Martin estima que el capital invertido en las
colonias a casi 2,600 millones de esterlinas. De ahí vemos que a una-novena parte
de la propiedad privada de ingleses le bastaría para cubrir la deuda nacional entera.
así puede venir a pasar, bajo las condiciones favorables como ha ocurrido en Inglaterra
que una nación ha ganado inmensamente más de lo que ha perdido de ese mismo tipo de
gasto que los teóricos sostienen por ser improductivo. Tales casos así fue realmente el
de Inglaterra, que puede ser mostrado por cifras. Para el curso de la guerra, ese país
había adquirido exclusivamente en el algodón manufactura un poder de producción que
rinde un retorno mucho más grande anualmente en valor que la cantidad que la nación
tiene que encontrar para costear el interés de la deuda nacional aumentada, sin
mencionar el inmenso desarrollo de todas las otras ramas de la industria, y las sumas a
su riqueza colonial.

Más eminente era la ventaja que aumenta el interés industrial inglés durante las guerras
Continentales, cuando Inglaterra mantuvo un cuerpo de ejército en el Continente o pagó
subsidios. El gasto entero en éstos fue enviado, en la forma de manufactura inglesa, al
punto de guerra, donde estas importaciones contribuyeron para aplastar penosamente el
sufrimiento ya a los manufactureros extranjeros entonces material, y permanentemente
adquirieron el mercado del país extranjero para la industria inglesa. Operó precisamente
como una liberalidad de exportación instituida para el beneficio de los británicos y para
lesión de los fabricantes extranjeros. (40[40]11*) De esta manera, la industria de las
naciones Continentales ha sufrido más alguna vez de los ingleses como aliados, que de
los ingleses como enemigos. En apoyo de esta declaración nosotros necesitamos sólo
referirnos a la Guerra de los Siete Años, y a las guerras contra la República francesa y el
Imperio.

Grandes, sin embargo, como han sido hasta aquí las ventajas mencionadas, ellas se han
superado grandemente en su efecto por las que Inglaterra derivó de las inmigraciones
atraídos por ella a las condiciones políticas, religiosas, y geográficas. Tan lejos atrás
como el decimosegundo siglo las circunstancias políticas indujeron a los tejedores de
lana flamencos a emigrar a Gales. No muchos siglos después desterrados italiano
vinieron a Londres para continuar el negocio como cambistas de dinero y banqueros. De
Flandes y Brabante cuerpos enteros de fabricantes atestaron a Inglaterra en varios
periodos, que nosotros hemos mostrado en Capítulo II. De España y Portugal vinieron
los judíos perseguidos; de los Pueblos de Hansa, y de Venecia en su declive,
comerciantes que trajeron con ellos sus naves, su conocimiento de negocio, su capital, y
su espíritu de empresa.

Todavía más importante fueron las inmigraciones de capital y de fabricantes a


consecuencia de la Reforma y las persecuciones religiosas en España, Portugal, Francia,
Bélgica, Alemania, e Italia; como también de comerciantes y fabricantes de Holanda a
consecuencia del estancamiento del comercio e industria en ese país ocasionado por el
Acta de Navegación y el Tratado de Methuen. Cada movimiento político, cada guerra
en el Continente, traía a Inglaterra inmensas frescas tomas de capital y talentos, tanto
Nada podría ser más justo que tal apropiación, o por lo menos que el pago del
interés en la deuda nacional de los beneficios de un impuesto al ingreso. La
aristocracia inglesa, sin embargo, juzga más conveniente mantener este cargo por
la imposición de impuestos sobre los artículos de consumo por el que se amarga la
existencia de las clases obreras más allá del punto de paciencia.

40[40]
11. Vea Apéndice A.
cuando ella poseyó los privilegios de libertad, derecho de asilo, tranquilidad interior y
paz, protección de la ley, y el bienestar general. Así más recientemente hizo la
Revolución francesa y las guerras del Imperio; y así hicieron las conmociones políticas,
los movimientos revolucionarios y reaccionarios y las guerras en España, en México, y
en América del Sur.

Por medio de sus Leyes de Patentes, Inglaterra monopolizó en largo al genio inventivo
de cada nación. Es no más de feria que Inglaterra, ahora que ella ha logrado el punto
culminante de su crecimiento industrial y ha progresado, debe restaurar de nuevo a las
naciones de Europa Continental una porción de esas fuerzas productivas que derivó
originalmente de ellos.
Capítulo 5: Los Españoles y Portugueses

Aunque los ingleses se ocuparon durante siglos levantando la estructura de su


prosperidad nacional sobre las bases más sólidas, los españoles y portugueses hicieron
rápidamente una fortuna por medio de sus descubrimientos y lograron a gran riqueza en
un mismo espacio de tiempo corto. Pero era sólo la riqueza de un derrochador que había
ganado el primer premio en una lotería, considerando que pueden asemejarse las
riquezas del inglés a la fortuna aumentada por la cabeza diligente y salvadora de una
familia. Lo anterior puede durante un tiempo parecer más ser envidiado que lo último a
causa de su gasto pródigo y lujo; pero la riqueza en su caso es sólo un medio para la
prodigalidad y el goce momentáneo, considerando que el último considerará riqueza
principalmente como un medio de poner una base para el bienestar moral y material de
su última posteridad.

Los españoles poseyeron mejadas de ovejas bien-criadas en tan temprano periodo que
Henry I de Inglaterra fue movido para prohibir la importación de lana española en 1172,
y que tan atrás como los décimo y undécimos siglos los fabricantes de lana italianos
importaba la mayor parte de su lana proporcionada desde España. Doscientos años antes
de ese tiempo los moradores en las orillas de la bahía de Vizcaya ya se habían
distinguido en la manufactura de hierro, en navegación y en pesquerías. Ellos fueron los
primeros en continuar la pesquería de ballena, e incluso en el año 1619 ellos aventajaron
a los ingleses aún hasta ahora en ese negocio que les pidieron que enviaran pescadores a
Inglaterra para instruir a los ingleses en esta rama del particular del comercio de pesca.
(41[41]1*)

Ya en el décimo siglo, bajo Abdulrahman III (912 a 950), los moros se habían
establecido en las fecundas llanuras alrededor de Valencia plantaciones extensas de
algodón, azúcar y arroz, y llevaron cultivo de seda. Córdoba, Sevilla, y Granada
tuvieron en el tiempo de los moros importantes manufacturas de algodón y seda.
(42[42]2*) Valencia, Segovia, Toledo, y varias otras ciudades en Castilla eran famosas por
sus manufacturas de lana. Sólo Sevilla en un periodo temprano de la historia tuvo tanto
como 16,000 telares, mientras las manufacturas de lana de Segovia en el año 1552
estaban empleando 13,000 operarios.

Otras ramas de la industria, notablemente la manufactura de armas y papel, se habían


desarrollado en una escala similar. Por los días de Colbert, los franceses tenían todavía
el hábito de procurar suministros de tela de España. ( 43[43]3*) Los pueblos de puerto de
mar españoles eran el asiento de un comercio extenso y de pesquerías importantes, y en
época de Felipe II España poseyó una armada muy poderosa. En una palabra, España
poseyó todos los elementos de grandeza y prosperidad, cuando el fanatismo, en alianza
con el despotismo, se puso a trabajar para ahogar el alto espíritu de la nación.

41[41]
1 Anderson, vol. i. p. 127, vol. ii. p. 350.

42[42]
2. M. G. Simon, Recueil d'Observations sur l'Angleterre. Mémoires et
Considérations sur le Commerce et les Finances d'Espagne. Ustaritz, Théorie et
Pratique du Commerce.

43[43]
3. Chaptal, De l'Industrie Française, vol. ii. p. 245.
El primer comienzo de este trabajo de oscuridad fue la expulsión de los judíos, y
coronando el acto la expulsión de los moros, con dos millones de los más trabajadores y
habitantes buenos-para-hacer se echaron de España con su capital. Mientras la
Inquisición estaba así ocupada en echar industria nativa al destierro, les impidió al
mismo tiempo eficazmente a los fabricantes extranjeros establecerse en el país. El
descubrimiento de América y de la ruta rodeando el Cabo aumentó sólo la riqueza de
ambos reinos después de una moda especiosa y efímera -- de hecho, por estos evento se
dios un golpe de muerte primero a su industria y a su poder nacional.

Para entonces, en lugar de intercambiar el producto de las Indias Orientales y


Occidentales contra casa manufacturas, como los holandeses y los ingleses hicieron
seguidamente, los españoles y portugueses compraron bienes manufacturados de
naciones extranjeras con el oro y la plata que ellos habían sacado de sus colonias.
(44[44]4*) Ellos transformaron sus ciudadanos útiles y trabajadores en tratantes de
esclavos y tiranos coloniales: así ellos promovieron la industria; el comercio, y el poder
marítimo de los holandeses e ingleses a quienes ellos levantaron a rivales que pronto
crecieron bastante bien para destruir sus flotas y robarlos de las fuentes de su riqueza.
En vano los reyes de España promulgaron leyes contra la exportación de especies y la
importación de bienes manufacturados. El espíritu de empresa, industria, y comercio
sólo puede echar raíz en la tierra de libertad religioso y política; el oro y plata sólo
morará donde la industria sabe cómo atraer y emplearlos.

Portugal, sin embargo, bajo los auspicios de un ministro ilustrado y poderoso, hizo un
esfuerzo por desarrollar la industria industrial, los primeros resultados que nos golpean
con asombro. Ese país como España, había poseído desde tiempo las bandadas
inmemoriales de ovejas. Estrabón nos dice que una casta fina de oveja se había
introducido en Portugal desde Asia, el costo de que sumaba un talento por cabeza.

Cuando el Conde de Ereceira se hizo ministro en 1681, él concibió el plan de establecer


manufacturas de tela, y de trabajar así la materia prima nativa para proporcionar el país
madre y las colonias con bienes manufacturados en casa. Con eso en vista se invitó
obreros de tela desde Inglaterra, y así rápidamente hicieron florecer las manufacturas de
tela nativas a consecuencia de la protección asegurado a ellos, que tres años después (en
1684) se volvió prohibir la importación de telas extranjeras. De ese periodo Portugal
proporcionó la y sus colonias con bienes nativos manufacturados de materia prima
provista en casa, y prosperó sumamente haciendo así por un periodo de diecinueve años,
como atestado por la evidencia de escritores ingleses. (45[45]5*)

Es verdad que incluso por esos días los ingleses dieron prueba de esa habilidad que en
momentos subsecuentes que han manejado para llevar a la perfección. Para evadir las
restricciones de arancel de Portugal, ellos manufacturaron tejidos de lana que

44[44]
4. Los comercios de la exportación principales de los portugueses de América
Central y del Sur consistieron en metales preciosos. De 1748 a 1753, las
exportaciones sumaron a 18 millones de piastras. Vea de Humboldt “Essai Politique
sur le Royaume de la Nouvelle Espagne”, vol. ii. p. 652. El comercio de bienes con
esas regiones, así como con las Indias Orientales, primero supone tasas
importantes, por la introducción del azúcar, café, y algodón.

45[45]
5. British Merchant, vol. iii. Pag. 69.
ligeramente difirieron de la tela que sirve el mismo propósito sin embargo e importaron
éstos en Portugal bajo la designación de estameña de lana y druggets de lana. Este truco
de comercio fue, sin embargo, pronto descubierto y se hizo inocuo por un decreto que
prohibía la importación de tales bienes. (46[46]6*) El éxito de estas medidas es todos lo
más notable porque el país, no las tenía un muy gran rato antes, había sido agotado de
una cantidad grande de capital que había encontrado su camino al extranjero debido a la
expulsión de los judíos y había estado padeciendo todo los males de fanatismo sobre
todo, de gobierno malo, y de una aristocracia feudal que, bajo las libertades populares y
agricultura. (47[47]7*)

En el año 1703, después de la muerte del conde Ereceira, sin embargo, el famoso
embajador británico Paul Methuen tuvo éxito persuadiendo al Gobierno portugués que
Portugal sería inmensamente beneficiado si Inglaterra fuera a permitir la importación de
vinos portugueses a un impuesto de un-tercio menos del impuesto reclutado sobre vinos
de otros países, en consideración de Portugal que admita telas inglesas a la misma tasa
de deber de importación (viz. veintitrés por el ciento.) qué se había cobrado en tales
bienes prior al año 1684. Parece como si por parte del Rey la esperanza de un aumento
en su rédito de aduana, y por parte de la nobleza la esperanza de un ingreso aumentado
de las rentas, proporcionó los motivos principales para la conclusión de ese tratado
comercial en que la Reina de Inglaterra (Ana) estima al Rey de Portugal ' su más viejo
amigo y en todo' -- en mucho el mismo principio como el Senado romano estaba antes
habituado a aplicar tales designaciones a esos gobernantes que tenían el infortunio a ser
llevados a las relaciones más íntimas con esa asamblea.

Directamente después de la conclusión de este tratado, Portugal se inundó con


manufacturas inglesas, y el primer resultado de esta inundación fue la ruina súbita y
completa de las manufacturas portuguesas -- un resultado que tenía sus colegas
perfectos en el llamado tratado de Edén subsiguiente con Francia y en la abrogación del
sistema Continental en Alemania.

Según el testimonio de Anderson, los ingleses, incluso por esos días, se había vuelto
tales adeptos en el arte de subestimar el valor de su bienes en sus notas de aduanas
internas cargadas en cuenta de entrada que en efecto ellos pagaron no más de la mitad
del impuesto acusable en ellos por arancel. (48[48]8*) 'Después de la revocación de la
prohibición, ' dice 'The British Merchant, ' 'nosotros manejamos llevar tan lejos de su
dinero de plata que allí permanecía pero muy poco para sus ocasiones necesarias;
sobre eso atacamos su oro.' (49[49]9*) Este comercio de los ingleses continuó bajo muy
recientes tiempos. Ellos exportaron todos los metales preciosos que los portugueses
había obtenido de sus colonias, y enviaron una porción grande de ellos a las Indias
Orientales y a China, donde, como nosotros vimos en Capítulo IV, los intercambiaron
por bienes que dispusieron en el continente de Europa contra materias primas.

Las exportaciones anuales de Inglaterra a Portugal exceden las importaciones de ese


país por la cantidad de uno millón de esterlinas. Este equilibrio favorable de comercio
46[46]
6. Ibid. p. 71.

47[47]
7. Ibid. p. 76.

48[48]
8. Anderson, vol. iii. Pag. 67.
49[49]
9. British Merchant, vol. iii. p. 267.
bajó la tasa de intercambio a la magnitud quince por ciento a desventaja de Portugal. 'La
balanza de comercio es más favorable a nosotros en nuestros tratos con Portugal que
con cualquier otro país,' dice al autor de 'The British Merchant' en su dedicación a Sir
Paul Methuen, el hijo del famoso ministro, 'y nuestras importaciones de especie de ese
país han subido a la suma de uno y medio millones de esterlinas, considerando que
anteriormente ellos sólo sumaron a £ 300,000.' (50[50]10*)

Todos los comerciantes y los economistas políticos, así como todos los estadistas de
Inglaterra, han elogiado este tratado desde entonces como la obra maestra de la política
comercial inglesa. El propio Anderson, quién tenía una visión bastante clara en todas las
materias afectando la política comercial inglesa y quién en su forma siempre trata de
ellas con gran candor él llama 'un tratado sumamente justo y ventajoso;' ni él podría
abstenerse de la exclamación ingenua, 'pueda durar esto para siempre jamás!' (51[51]11*)
Exclusivamente para Adam Smith fue reservado preparar una teoría directamente
opuesta a este veredicto unánime, y mantener que el Tratado de Methuen en ningún
aspecto había demostrado un don especial al comercio británico. Ahora, si a algo le
bastará mostrar la reverencia ciega con la que la opinión pública ha aceptado el (en
parte muy paradójico) las vistas de este celebrado hombre, ciertamente es el hecho que
la opinión particular antedicha ha sido hasta aquí dejada sin refutar. En el sexto capítulo
de su cuarto libro Adam Smith dice, que ya que bajo el Tratado de Methuen se
admitieron los vinos de Portugal al pagar sólo dos-tercios del arancel que se pagaba en
los de otras naciones, una ventaja decidida se concedió a los portugueses; considerando
que los ingleses ligándose para realmente pagar como alto un arancel en Portugal sobre
sus exportaciones de tela como cualquier otra nación y no teniéndose, por consiguiente,
ningún privilegio especial concedido a ellos por los portugueses.

¿Pero no había estado importando los portugueses previamente una tasa grande de
bienes extranjeros que ellos requirieron de Francia, Holanda, Alemania, y Bélgica? ¿No
tomaron desde entonces los ingleses exclusivamente el control el mercado portugués
para productos manufacturados, la materia prima qué ellos poseían en su propio país?
¿No habían descubierto ellos un método de reducir el arancel de la aduana portuguesa a
la mitad? ¿No dio el curso de intercambio una ganancia de quince por ciento al
consumidor inglés de vinos portugueses? ¿No hizo en Inglaterra el cese de consumo de
vinos franceses y alemanes casi completamente? ¿No logró el suministro de oro y plata
portugués a los ingleses los medios de traer inmensas cantidades de bienes de India e
inundar el continente de Europa con ellos? ¿No fueron las manufacturas de tela
portuguesa totalmente arruinadas, a la ventaja de los ingleses? ¿No se hicieron
prácticamente todas las colonias portuguesas, sobre todo el rico Brasil, por estas
medidas colonias inglesas? Ciertamente este tratado confirió un privilegio sobre
Portugal, pero sólo en nombre; considerando que confirió un privilegio sobre los
ingleses en su operación real y efectos. Como una tendencia está debajo de todos los
tratados subsecuentes de comercio negociados por los ingleses. Por profesión ellos
fueran siempre cosmopolitas y filántropos, mientras en sus objetivos y esfuerzos ellos
eran siempre monopolistas.

Según el segundo argumento de Adam Smith, los ingleses no ganaron ventajas


particulares de este tratado, porque les obligaron en gran parte a que enviaran lejos a
otros países el dinero que ellos recibieron de los portugueses por su tela, y con él para
50[50]
10. Ibid. vol. iii. pp. 15, 20, 33, 38, 110, 253, 254.
51[51]
11. Anderson for the year 1703.
comprar bienes allí; considerando que habría sido más aprovechable para ellos hacer un
intercambio directo de sus telas contra los tales artículos cuando ellos podrían necesitar,
y así a través de un intercambio habría logrado que por medio del comercio con
Portugal ellos podrían efectuar sólo a través de dos intercambios. Realmente, sino por la
opinión muy alta que nosotros entretenemos del carácter y la perspicacia de este
celebrado savant, debemos ante este argumento ser manejados para desesperar a
cualquiera de su candor o de su claridad de percepción. Para evitar hacer cualquiera,
nada queda para nosotros sino lamentar la debilidad de la naturaleza humana a la que
Adam Smith ha pagado un rico tributo en la forma de este paradójico, casi risible,
argumento entre otros casos; siendo deslumbrado evidentemente por el esplendor de la
tarea, tan noble en sí mismo, de suplicar una justificación para la libertad absoluta de
comercio.

En el argumento aquí nombrado no hay más sentido legítimo o lógica que en la


proposición que el panadero, porque él les vende pan a sus clientes por dinero, y con ese
dinero compra harina del molinero, hace un comercio improductivo, porque si él
hubiera intercambiado su pan directamente por harina, él habría efectuado su propósito
por un solo acto de intercambio en lugar de a través de los dos tales actos. No se
necesita ciertamente ninguna gran cantidad de sagacidad para contestar tal alegación
indicando que el molinero no podría querer tanto pan posiblemente como el panadero
que podría proporcionarlo, que el molinero podría entender quizás y podría emprender
el horneado, y que, por consiguiente, el negocio del panadero no podría seguir en
absoluto sin estos dos actos de intercambio.

Tal en efecto las condiciones comerciales de Portugal e Inglaterra eran en la fecha del
tratado. Portugal recibió oro y plata de América del Sur a cambio de bienes
manufacturados que ella exportó luego a esas regiones; pero demasiado indolente o
demasiado perezoso para manufacturar éstos bienes, los compró del inglés a cambio de
metales preciosos. El último empleó los metales preciosos, en cuanto no los requirieron
para la circulación en casa, en exportación a India o China, y compraron bienes allí qué
ellos vendieron de nuevo en el continente europeo, de donde ellos trajeron productos
agrícolas, materia prima, o una vez más metales preciosos a casa. Preguntamos nosotros
ahora en el nombre de sentido común, ¿habrían comprado de los ingleses todas esas
telas que se exportaron a Portugal, si los portugueses hubieran escogido hacerlos en casa
o procurarlos de otros países? Los ingleses no pudieron en ese caso haberlos vendido a
Portugal, y a otras naciones si ellos ya estaban vendiendo tanto como esas naciones
tomarían. Por consiguiente los ingleses habrían manufacturados tanto menos tela si ellos
habían estado disponiendo a los portugueses; ellos habrían exportado tanto menos
especies a India si ellos no lo habían obtenido de Portugal. Ellos habrían traído a Europa
y habrían vendido en el Continente sólo tanto menos de mercancía de India Oriental, y
por consiguiente habría tomado de casa tanto con ellos menos materia prima.

Realmente como insostenible es el tercer argumento de Adam Smith que, si el dinero


portugués no hubiera fluido sobre, los ingleses podrían haber proporcionado sus
requisitos de este artículo de otras maneras. Portugal, él concibió, debía de haber
exportado en todo caso la reserva superflua de metales preciosos, y éstos se habrían
localizado Inglaterra a través de algún otro cauce. Nosotros aquí asumimos que los
portugueses había manufacturados sus telas para ellos, había exportado su reserva
superflua de metales preciosos a India y China, y había comprado las cargas del retorno
sobre otros países; y nosotros tomamos altura para hacer la pregunta si ¿bajo estas
circunstancias los ingleses habría visto mucho de dinero portugués? Habría sido justo lo
mismo si Portugal hubiera concluido un Tratado de Methuen con Holanda o Francia. En
ambos casos, ninguna duda, algún poco del dinero habría ido a Inglaterra, pero sólo
tanto como ella pudiera adquirir por la venta de su lana cruda.

Para abreviar, sin el Tratado de Methuen, las manufacturas, comercio, y naves inglesas
nunca podría alcanzar semejante grado de expansión como ellos han logrado. Pero
cualquiera sea la estimación formada de los efectos del Tratado de Methuen como
respecto a Inglaterra, esto parece ser extendido por lo menos que, respecto a Portugal,
ellos no tienen ninguna manera de como tentar otras naciones a entregar sobre sus
mercados internos por bienes manufacturados a la competencia inglesa, por causa de
facilitar la exportación de productos agrícolas. La agricultura y comercio, tráfico y
navegación, en lugar de mejorar por la comunicación con Inglaterra, se siguieron
hundiendo más y más en Portugal.

En vano hizo Pombal es esfuerzos por levantarlos, la competencia inglesa frustró todos
sus esfuerzos. De él al mismo tiempo no debe olvidarse que en un país como Portugal,
donde todas las condiciones sociales se oponen al progreso en agricultura, industria, y
comercio, la política comercial puede efectuar muy pequeño.

No obstante, lo poco que Pombal efectuó demuestra cuánto puede hacerse para el
beneficio de industria por un gobierno que está ansioso promover sus intereses, si sólo
los estorbos interiores que la condición social presente de un país que pueda removerse
primero.

La misma experiencia se hizo en España en los reinos de Felipe V y sus dos sucesores
inmediatos. Inadecuado como era la protección extendida a las industrias internas bajo
los Borbones, y grande como era la falta de energía dando totalmente vigor a las leyes
de aduana, todavía la animación notable que saturó cada rama de la industria y cada
distrito del país como resultado de trasplantar la política comercial de Colbert de
Francia a España era inequívoco. (52[52]12*) Las declaraciones de Ustaritz y Ulloa
(53[53]13*) con respecto a estos resultados bajo las circunstancias entonces prevalecientes
están asombrando. Para ese momento se encontraban sólo los caminos de mula más
infelices por todas partes, en ninguna parte cualquiera bien cuidadas posadas, en
ninguna parte puente, canales, o navegación de río, cada provincia estaba cerrada contra
el resto de España por un cordón de aduana interior, en cada verja de la ciudad real se
exigió un peaje, siguieron robo de carretera y la mendicidad como profesiones
regulares, el comercio del contrabando estaba en la condición más floreciente, y existía
el sistema demoledor de imposición de contribuciones; éstos y como tales los escritores
nombrados anteriores aducen como las causas de la decadencia de la industria y
agricultura.

52[52]
12. Macpherson, Annals of Commerce for the years 1771 and 1774. Los obstáculos salidos
grandemente de la forma de importación de bienes extranjeros promovió el desarrollo de español
manufacturas. Antes de ese tiempo España había estado obteniendo en el diecinueve-vigésimo de sus
suministros de bienes manufacturados de Inglaterra. -- Brougham, Inquiry into the Colonial Policy of the
European Powers, Part I. pág. 421.
53[53]
13. Ustaritz, Théorie du Commerce. Ulloa, Rétablissement des Manufactures
d'Espagne.
Las causas de estos males -- el fanatismo, la codicia y los vicios del clero, los
privilegios de nobles, el despotismo del Gobierno, la necesidad de esclarecimiento y
libertad entre las personas -- Ustaritz y Ulloa no se atreven a denunciar. Un colega
digno al Tratado de Methuen con Portugal es el Tratado de Asiento de 1713 con España,
bajo la que se concedió poder a los ingleses para introducir cada año un cierto número
de negros africanos en América española, y visitar el puerto de Portobello con navío una
vez al año, con que era una oportunidad que se los permitió el lujo del contrabando en
inmensas cantidades de bienes en estos países. Nosotros así hallamos que en todos los
tratados de comercio concluidos por los ingleses, hay una tendencia a extender la venta
de sus manufacturas a lo largo de todos los países con quienes ellos negocian,
ofreciéndoles ventajas claras respecto de productos agrícolas y materias primas. Por
todas partes sus esfuerzos se dirigen a estropear el poder industrial nativo de esos países
por medio de bienes más baratos y créditos largos.

Si ellos no pueden obtener aranceles bajos, entonces ellos consagran sus ejercicios a
defraudar las casas de aduanas, y a organizar un sistema por mayor de comercio de
contrabando. El dispositivo anterior, como nosotros hemos visto, tuvo éxito en Portugal,
luego en España. La recolección de deudas de importación sobre el principio ad valorem
ha estado en buen lugar en esta materia, por la que razonable y últimamente ellos han
tomado tantos esfuerzos para presentar el principio de pagar impuesto a través del peso
-- como introducido por Prusia -- como siendo imprudente.
Capítulo 6: Los Franceses

Francia, también, heredó mucho remanente de la civilización romana. En la irrupción de


los francos germanos, quién no amaban nada más que la caza, cambiaron muchos
distritos de nuevo en bosques y perdieron los que habían estado largo tiempo para
cultivo, casi todo estaba de nuevo perdido. A los monasterios, sin embargo, qué
seguidamente se volvió tal gran estorbo a la civilización, Francia, como todo el otros
países europeos, está endeudado por la mayoría de su progreso en agricultura durante la
edad media.

Los reclusos de casas religiosas no mantuvieron ningún feudo como los nobles, ni
atormentaron a sus vasallos con llamadas al servicio militar, mientras sus tierras y
ganado estaban menos expuestos a la rapiña y exterminio. El clero amó la buena vida,
era contrario a las riñas, y buscó ganar reputación y respeto apoyando a los necesitados.
De ahí el viejo adagio 'es bueno morar bajo el báculo.'

Las Cruzadas, la institución de comunidades cívicas y de gremios por Louis IX (San


Louis), y la proximidad de Italia y Flandes, tuvieron efecto considerable en un periodo
temprano sobre la industria en vías de desarrollo en Francia. Ya en el decimocuarto
siglo, Normandía y Bretaña proporcionaron lana y telas de lino para el consumo de
interno y para la exportación a Inglaterra. En este periodo también el comercio de
exportación en vinos y sal, principalmente a través de la agencia de intermediarios
hanseáticos, se había vuelto importante.

Por la influencia de Francisco I la manufactura de seda se introdujo en el Sur de


Francia. Enrique IV favoreció esta industria, así como la manufactura de vidrio, lino, y
lanas; Richelieu y Mazarino favorecieron el manufacturas de seda, terciopelo y de lana
de Rouen y Sedán, así como las pesquerías y navegación.

De Francia Occidental cantidades de maíz se enviaron a España. Muchos campesinos


emigraron todos los años de los distritos Pirineos al norte-este de España en busca de
trabajo. Grandes cantidades de vino y sal se exportaron a los Países Bajos españoles,
mientras las sedas, terciopelos, como también sobre todo los artículos de lujo de
manufactura francesa, se vendieron en cantidades considerables en los Países Bajos,
Inglaterra, España, y Portugal. Debido a esta causa mucho oro y plata español entró en
la circulación en Francia en un periodo temprano.

Pero los días de palma de la industria francesa comenzaron primero con Colbert. En el
momento de la muerte de Mazarino, ninguna industria industrial, comercio, navegación,
ni pesquerías habían logrado a importancia, mientras la condición financiera del país
estaba en lo peor. Colbert tuvo el valor para tomar en su mano con una tarea que
Inglaterra sólo podría solucionar un problema exitoso por los esfuerzos perseverantes de
tres siglos, y a costa de dos revoluciones.

De todos los países él obtuvo el la mayoría obreros especializados, compró secretos de


comercio, y procuró mejor maquinaria y herramientas. Por un arancel general y eficaz él
afianzó los mercados internos para la industria nativa. Aboliendo, o limitando tanto
como fue posible, las recolecciones de aduanas provincianas, por la construcción de
carreteras y canales, él promovió el tráfico interior. Estas medidas beneficiaron aun más
la agricultura que la industria industrial porque el número de consumidores fue por eso
duplicado, se triplicó y los productores se pusieron en comunicación fácil y barata con
los consumidores.

Él promovió más los intereses de la agricultura bajando las cantidades de impuestos


directos reclutadas sobre la propiedad de la tierra, mitigando la severidad de las estrictas
medidas adoptada recolectando impuestos, igualando previamente la incidencia de
imposición de contribuciones, y por último introduciendo medidas para la reducción de
la tasa de interés. Él sólo prohibió la exportación de maíz en tiempos de escasez y
precios altos.

A la extensión del comercio extranjero y promoción de pesquerías él consagró atención


especial. Él restableció el comercio con el Levante, lo agrandó con las colonias, y abrió
un comercio con el Norte. En todas las ramas de la administración él introdujo la
economía más severa y perfecto orden.

A su muerte Francia poseyó 50,000 telares comprometidos en la manufactura de lana;


produjo anualmente manufactura de seda por valor de 50 millones de francos. Los
réditos Estatales habían aumentado por 28 millones de francos. El reino estaba en
posesión de pesquerías florecientes, de una marina mercante extenso, y una armada
poderosa. (54[54]1*)

Un siglo después, los economistas han censurado grandemente a Colbert, y mantienen


que este estadista había estado ansioso de promover los intereses de la manufactura a
costa de la agricultura: un reproche que no demuestra nada más de que estas autoridades
eran incapaces de apreciar la naturaleza de la manufactura industrial. ( 55[55]2*) Si, sin
embargo, Colbert estaba en error en oponer obstáculos periódicos contrarios a la
exportación de materias primas, todavía fomentando el crecimiento y progreso de las
industrias nativas él aumentó la demanda tan grandemente para el producto agrícola que
él dio diez veces en compensación del interés agrícola por cualquier lesión que él causó
por los obstáculos nombrados anteriores. Si, contrario a los dictados de la capacidad
política ilustrada, él prescribió nuevos procesos de manufactura, y compelió a los
fabricantes por promulgaciones penales adoptadas, debe tenerse presente que estos
procesos eran lo mejor y los más aprovechables conocido por su día, y que él tenía que
tratar con un pueblo que, hundido en la apatía suma por causa de una larga dominación
despótica, se resistió a cada innovación aunque era una mejora.

El reproche, sin embargo, que Francia había perdido una porción grande de su industria
nativa por el sistema de la protección de Colbert, sólo podría nivelarse contra Colbert
por esa escuela que ignoró absolutamente la revocación del Decreto de Nantes con sus
desastrosas consecuencias. A consecuencia de estas medidas deplorables, en el curso de

1. 'Eloge de Jean Baptiste Colbert, par Necker' (1773) (OEuvres Completes, vol. xv.).
54[54]

55[55]
2. Vea el papel de Quesnay titulado, ''Physiocratie, ou du Gouvernement le plus avantageux au
Genre Humain (1768),' Nota 5, ' el sur la maxime viii, ' en qué Quesnay contradice y condena a Colbert
en dos páginas del informe, considerando que Necker consagró cien páginas a la exposición del sistema
de Colbert y de lo que él logró. Es duro decir si nosotros estamos para maravillarnos más por la
ignorancia de Quesnay en materias de industria, historia, y finanzas, o a la presunción con la que él basa
juicio en semejante hombre como Colbert sin aducir bases para esto. Agregue a eso, que este soñador
ignorante ni siquiera era bastante franco para mencionar la expulsión de los hugonotes; no, que él no
estaba avergonzado de alegar, contrariamente a toda la verdad, que Colbert había restringido el comercio
de maíz entre provincia y provincia por molestas ordenanzas policíacas.
tres años después de la muerte de Colbert medio se desterraron un millón del más
trabajadores, especializados, y los habitantes lozanos de Francia; quiénes, por
consiguiente, a la lesión doble de Francia que habían enriquecido, trasplantaron su
industria y capital a Suiza, a cada país protestante en Alemania, sobre todo a Prusia,
como también a Holanda e Inglaterra. Así las intrigas de una cortesana intolerante
estropearon en tres años el trabajo capaz y dotado de una generación entera, y lanzó a
Francia de nuevo atrás a su estado anterior de apatía; mientras Inglaterra, bajo el amparo
de su Constitución, y vigorizado por una Revolución que sacó todas las energías de la
nación, estaba prosiguiendo con ardor creciente y sin la intermisión el trabajo
comenzado por Elizabeth y sus predecesores.

La condición melancólica a la que la industria y las finanzas de Francia habían estado


reducidas por un curso largo de desgobierno, y el espectáculo de la gran prosperidad de
Inglaterra, despertó la emulación de los estadistas franceses poco antes de la Revolución
francesa. Infatuados con la teoría sin sustancia de los economistas, ellos buscaban un
remedio, en oposición a la política de Colbert, en el establecimiento del comercio libre.
Fue pensado que pudiera restaurarse la prosperidad del país de un golpe si un mercado
mejor se mantuviera a los vinos franceses y coñac en Inglaterra, a costa de permitir la
importación de manufactura inglesa en los términos fáciles (un doce por deber del
ciento).

Inglaterra, encantada a la propuesta, de buena gana concedió a los franceses una


segunda edición del Tratado de Methuen, en la forma del llamado Tratado de Edén de
1786; una copia que fue seguida pronto por resultados no menos ruinosos que los
producidos por el original portugués. Los ingleses, acostumbrados a los vinos fuertes de
la Península, no aumentaron su consumo en la magnitud que se había esperado, aunque
los franceses percibieron con horror que todo lo que ellos tenían que ofrecer a los
ingleses eran simplemente modas y artículos elegantes, el valor total de los cuales era
insignificante: considerando que los fabricantes ingleses, en todos los artículos de
primera necesidad, la cantidad total de la cual era enorme, podrían superar a los
fabricantes franceses grandemente en baratura de precios, así como en calidad de su
bienes, y concediendo crédito.

Cuando, después de una competición breve, los fabricantes franceses se llevaron al


borde de ruina, mientras los cultivos de vino francés había ganado sino poco, entonces
el gobierno francés buscó arrestar el progreso de esta ruina terminando el tratado, pero
sólo adquirió la convicción que es mucho más fácil de estropear manufacturas
florecientes por unos años que reavivar manufacturas arruinadas en una generación
entera. La competencia inglesa había engendrado un sabor por los bienes ingleses en
Francia, a consecuencia de la cual hubo un comercio de extenso contrabando y largo de
continuar que fue difícil suprimir.

Entretanto no era tan difícil para los ingleses, después de la terminación del tratado,
acostumbrar sus paladares de nuevo a los vinos de la Península. Aunque las
conmociones de la Revolución y las guerras incesantes de Napoleón no pudieran ser
favorables a la prosperidad de industria francesa que aunque los franceses perdieron
durante este periodo la mayoría de su comercio marítimo y todas sus colonias, todavía
las manufacturas francesas, que solamente de su posesión exclusiva de sus mercados
internos, y de la abrogación de restricciones feudales, logró durante el Imperio un grado
más alto de prosperidad del que ellos habían disfrutado alguna vez bajo el régimen
antiguo precedente.

Los mismos efectos eran notables en Alemania y en todos los países sobre los que se
extendió el asedio Continental. Napoleón dijo en su estilo mordaz que bajo las
circunstancias existentes del mundo cualquier Estado que adoptaba el principio de
comercio libre debía caer a tierra. En estas palabras él profirió más sabiduría política en
referencia a la política comercial de Francia que todos los economistas políticos
contemporáneos en todos sus escritos. Nosotros no podemos sino maravillarnos por la
sagacidad con la que este gran genio, sin cualquier estudio anterior de los sistemas de
economía política, comprendió la naturaleza e importancia del poder industrial. Bien fue
para él y para Francia que él no había estudiado estos sistemas.

'Anteriormente,' dijo Napoleón, 'había sino una descripción de propiedad, la posesión


de tierra; pero una nueva propiedad ha aparecido ahora, a saber, industria.' Napoleón
vio, y de esta manera claramente enunciada, lo qué economistas contemporáneos no
vieron, o no enunciaron claramente, a saber, que una nación que combina en sí misma el
poder industrial con el de agricultura es una nación inmensamente más perfecta y más
adinerada que una completamente agrícola. Lo que Napoleón hizo por fundar y
promover la educación industrial de Francia, mejorar el crédito del país, introducir y
poner nuevas invenciones y procesos mejorados, y para perfeccionar los medios de
comunicación interior en Francia, no es necesario decir en detalle, por estas cosas
todavía es demasiado bien recordado. Pero que quizás, requiere llamada especial en esta
conexión, son los juicios retorcidos e injustos pasados sobre este gobernante iluminado
y poderoso por teórico contemporáneos.

Con la caída de Napoleón, la competencia inglesa que había estado entonces restringida
a un comercio de contrabando, recuperó su carrera en los continentes de Europa y
América. Ahora por primera vez los ingleses fueron oídos para condenar la protección y
elogiar la doctrina de Adam Smith de comercio libre, una doctrina que hasta aquí esos
isleños prácticos consideraron como sólo satisfecha a un estado ideal de perfección
Utópica. Pero un observador imparcial, crítico podría discernir fácilmente toda la
ausencia de meros motivos sentimentales de filantropía en esta conversión, para sólo
cuando los medios aumentados para la exportación de bienes ingleses a los continentes
de Europa y América eran en cuestión los argumentos cosmopolitas para acudir; pero
tan pronto como la cuestión se volvió sobre la importación libre de maíz, o si a los
bienes extranjeros podría permitirse competir en absoluto con manufactura británica en
el mercado inglés, en ese caso se apelaron a principios bastante diferentes. ( 56[56]3*)
56[56]
3. Un orador americano muy cumplido, Mr Baldwin, Juez Principal de los Estados Unidos, al
referirse al sistema de comercio libre Canning-Huskisson, astutamente comentó, que, como la mayoría de
las producciones inglesas, no se habían manufacturado tanto para consumo interno cuanto a exportación.
¿Debemos reírnos más o llorar cuando llamamos el rapto de entusiasmo con que los liberales en Francia y
Alemania, más particularmente los teórico cosmopolitas de la escuela filantrópica, y notablemente Mons.
J. B. Say, saludan el anuncio del el sistema Canning-Huskisson? Tan grande era su júbilo que uno podría
haber pensado que el milenio había venido. Pero nos permitió ver que el propio biógrafo de Mr Canning
que dice sobre las vistas de este ministro en el asunto de comercio libre. 'Mr. Canning se convenció
perfectamente de la verdad del principio abstracto, que el comercio está seguro de florecer más cuando
totalmente libre; pero subsecuentemente tales cosas así no había sido la opinión cualquiera de nuestros
antepasados o de naciones circundantes, y subsecuentemente en refrenamientos de consecuencia se
había impuesto en todas las transacciones comerciales, un estado de cosas había crecido al que la
aplicación indefensa del principio abstracto, sin embargo estaba verdadera en teoría, podría haber sido
algo equivocado en la práctica.' (La Vida Política de Mr Canning, por Stapleton, pág. 3.) En el año 1828,
Infelizmente, fue dicho, la larga persistencia en Inglaterra de una política había creado
un estado artificial de cosas que no podrían interferirse de repente sin incurrir
contrariamente en el riesgo de consecuencias peligrosas y esquivas a los principios
naturales.

No sería intentado sin la más grande cautela y prudencia. Era el infortunio de Inglaterra,
no su falta. Todo lo más gratificante lo ha de para ser para las naciones de los
continentes europeos y americanos, que dejaron su porción y condición feliz la bastante
libre para compartir sin retraso las bendiciones del comercio libre. En Francia, aunque
su antigua dinastía re-ascendió al trono bajo la protección del estandarte de Inglaterra, o
de todos modos por la influencia del oro inglés, los argumentos anteriores no obtuvieron
dinero para mucho tiempo. El comercio libre de Inglaterra forjó tal estrago entre las
industrias que habían prosperado y crecido fuerte bajo el sistema del asedio Continental,
al que un régimen prohibitivo acudió rápidamente, bajo el amparo protector del que,
según testimonio de Dupe, (57[57]4*) se dobló el poder productor de las manufacturas
francesas entre los años 1815 y 1827.

estas mismas tácticas de los ingleses habían asumido una prominencia de nuevo tan marcada que Mr
Hume, miembro Liberal del Parlamento, no sintió vacilación estigmatizándolos en la Cámara como el
estrangular de las industrias Continentales.
57[57]
4. Forces productives de la France.
Capítulo 7: Los Alemanes

En el capítulo sobre la Liga Hanseática vimos cómo; próximo en orden a Italia,


Alemania había florecido, a través del extenso comercio, mucho antes que los otros
estados europeos. Nosotros tenemos que continuar la historia industrial de esa nación,
después de tomar un estudio rápido de sus circunstancias industriales más tempranas y
su desarrollo ahora.

En la antigua Germania, la parte mayor de la tierra se consagraba al pasto y parques


para el juego. La agricultura insignificante y primitiva se abandonó a los siervos y a las
mujeres. La única ocupación de los hombres libres era guerra y la caza; y ése es el
origen de toda la nobleza alemana.

Los nobles alemanes adhirieron firmemente a este sistema a lo largo de la edad media,
oprimiendo a los agricultores y oponiéndose a la industria, mientras bastante ciegos a
los beneficios que deben aumentados a ellos, como los señores de la tierra, de la
prosperidad de ambos. De hecho, tan profundamente arraigado tiene la pasión por su
ocupación favorita hereditaria continua con los nobles alemanes en la que hasta nuestros
días, mucho después de que han sido enriquecidos por la reja del arado y el telar, ellos
todavía sueñan en legislar la sobre la preservación de juego y las leyes de juego, como
si el lobo y la oveja, el oso y la abeja, podrían morar juntos en paz; como la propiedad
de la tierra podría consagrarse en uno y el mismo momento a cultivar un huerto o jardín,
plantar madera, y el cultivo científico, y la preservación de jabalíes salvajes, ciervos, y
liebres.

La agricultura alemana largo permanecía en una condición bárbara, aunque la influencia


de pueblos y monasterios en los distritos en su vecindad inmediata no pudiera ignorarse.
Los pueblos saltaron en las colonias romanas antiguas, en los asientos de los príncipes
eclesiásticos y señores, cerca de los monasterios, y, donde favorecido por el Emperador,
hasta cierto punto dentro de sus dominios y cercamientos, también en sitios donde las
pesquerías, combinadas con medios para transporte de por tierra y agua, ofreció
estímulos a ellos. Ellos florecieron en la mayoría de los casos sólo proporcionando los
requisitos locales, y por el comercio de transporte extranjero.

Un sistema extenso de industria nativa capaz de proporcionar comercio de exportación


sólo podría crecer por medio de la extensa cría de oveja y cultivo extenso de lino. Pero
el cultivo de lino implica una norma alta de agricultura, mientras la cría extensa de
oveja necesita protección contra los lobos y ladrones. Tal protección no podría
mantenerse en medio de los feudos perpetuos de nobles y príncipes entre ellos y contra
los pueblos. Las pasturas ganaderas siempre sirvieron como el campo principal para el
robo; mientras el exterminio total de bestias de presa estaba fuera de cuestión con esos
inmensos tractos de bosque que la nobleza tan cuidadosamente conservó para su
indulgencia en la caza. El número escaso de ganado, la inseguridad de la vida y
propiedad, toda la carencia de capital y libertad por parte de los cultivadores de la tierra,
o de cualquier interés en agricultura por parte de aquéllos que la poseyeron,
necesariamente tendió a mantener la agricultura, y con él la prosperidad de los pueblos,
en un estado muy bajo. Si estas circunstancias son consideradas debidamente, es fácil de
entender la razón por qué Flandes y Brabante bajo condiciones totalmente opuestas
lograron en tan temprano periodo un grado alto de libertad y prosperidad.
No obstante estos impedimentos, las ciudades alemanas en el Báltico y el océano
alemán florecieron debiendo a las pesquerías, a la navegación, y el comercio extranjero
al mar; en Alemania del sur y al pie del Alpes, debido a la influencia de Italia, Grecia, y
el comercio de transporte por tierra; en el Rin, el Elba, y el Danubio, por medio del
viticultura y el comercio de vino, debiendo a la fertilidad excepcional de la tierra y los
medios de comunicación de agua que en la edad media era de todavía importancia
mayor que incluso en nuestros días, debido a la condición infeliz de los caminos y el
estado general de inseguridad. Esta diversidad de origen explicará la diversidad que
caracteriza las varias confederaciones de ciudades alemanas, como la Hanseática, las
Renanas, las Suabias, holandeses y Helvéticas. Aunque ellas continuaron poderosas
durante un tiempo debido al juvenil espíritu de libertad que los saturó, a estas ligas les
faltó todavía el cemento, la garantía interior de estabilidad, el principio de unidad.

Separados por las propiedades de la nobleza, por la servidumbre de la población del


país, su unión estaba condenada a dañarse antes o después y debido al aumento y
enriquecimiento gradual de la población agrícola entre quienes, a través del poder de los
príncipes, el principio de unidad se mantuvo.

Las ciudades, debido a que tendieron a promover la prosperidad de la agricultura, por


hacer así estaban necesariamente trabajando en su propia discreción, a menos que ellos
idearon incorporar las clases agrícolas o la nobleza como miembros de sus uniones. Para
el logro de ese objeto, sin embargo, les faltó el requisito de los más altos instintos
políticos y conocimiento. Su visión política raramente se extendió más allá de sus
propias paredes de la ciudad.

Solo dos de estas confederaciones, Suiza y las Siete Provincias Unidas, realmente
llevaron a cabo esta incorporación, y que no como el resultado de reflexión, sino porque
se compelieron a esto y favorecidos por las circunstancias, y por esa razón esas
confederaciones existen todavía. La confederación suiza es nada más que un
conglomerado de ciudades imperiales alemanas, establecidas y consolidado juntas por
las poblaciones libres que ocupan los tractos intermedios del país.

Las ligas restantes de ciudades alemanas estaban arruinadas debido a su desprecio por la
población rural, y de su arrogancia absurda burguesa, que se solazó manteniendo esa
población en el sometimiento en lugar de levantaros a su propio nivel. Estas ciudades
podrían lograr sólo la unidad por medio de una autoridad real hereditaria. Pero esta
autoridad en Alemania se ponía en manos de los príncipes, quienes, para apartar
refrenamientos en su propio dominio arbitrario, y para mantener las ciudades y los
nobles menores en el sometimiento, estaban interesados en resistir el establecimiento de
un imperio hereditario. De ahí la adhesión perseverante a la idea del imperial del
Imperio Romano entre los reyes alemanes.

Sólo a la cabeza de ejércitos estaban los emperadores gobernantes; sólo cuando ellos
fueron a la guerra eran ellos capaces de reunir príncipes y ciudades bajo su estandarte.
De ahí su protección de la libertad cívica en Alemania, y su hostilidad y persecución de
éstas en Italia. Las expediciones a Roma no sólo debilitaron cada vez más el poder real
en Alemania, ellas debilitaron esas mismas dinastías a través de las que, dentro del
Imperio, en el corazón de la nación, podría haber crecido un poder consolidado.
Pero con la extinción de la Casa de Hohenstaufen el núcleo de poder consolidado estaba
roto en mil fragmentos. El sentido de la imposibilidad de consolidar el corazón de la
nación impelió a la Casa de Habsburgo, originalmente tan débil y pobre, de utilizar el
vigor de la nación fundando una monarquía hereditaria consolidada en la frontera sur-
oriental del Imperio alemán, subyugando razas extranjeras, una política que en el
nordeste fue imitada por los Margraves de Brandenburgo. Así en el sur-este y el norte-
este se levantaron soberanías hereditarias fundadas en el dominio sobre de las razas
extranjeras allí, mientras en las dos esquinas occidentales de la tierra dos repúblicas
crecieron en la existencia que continuamente se separó cada vez más de la nación
madre; y dentro, en el corazón de la nación, continuamente progresaron desintegración,
impotencia, y disolución.

Los infortunios de la nación alemana fueron completados por las invenciones de la


pólvora y del arte de impresión, el reavivamiento de la ley romana, la Reforma, y por
último el descubrimiento de América y la nueva ruta a India. La revolución intelectual,
social, y económica que hemos descrito produjeron divisiones y ruptura entre los
miembros constitutivos del Imperio, desunión entre los príncipes, la desunión entre las
ciudades, desunión incluso entre varios gremios de ciudades individuales, y entre los
vecinos de cada rango.

Se desviaron ahora las energías de la nación de la persecución de la industria,


agricultura, comercio y navegación; de la adquisición de colonias, la mejora de
instituciones interiores, de hecho de cada tipo de mejora sustancial, en que las personas
contendieron sobre los dogmas y la herencia de la Iglesia. Al mismo tiempo vino el
declive de la Liga Hanseática y de Venecia, y con él el declive del comercio de la venta
al por mayor de Alemania, y del poder y libertades de las ciudades alemanas en el norte
y en el sur.

Luego vino la Guerra de los Treinta Años con sus devastaciones de todos los territorios
y ciudades. Holanda y Suiza se separaron, mientras las provincias más hermosas del
Imperio fueron conquistadas por Francia.

Considerando que anteriormente las ciudades individuales, como Estrasburgo, que


Nuremberg, Augsburgo, habían superado en poder a electorados enteros, se hundieron
ahora en la impotencia absoluta a consecuencia de la introducción de ejércitos en pie. Si
antes de esta revolución las ciudades y el poder real hubieran sido consolidados más --
si un rey que perteneciera exclusivamente a la nación alemana hubiera obtenido un
dominio completo de la Reforma, y la hubiera llevado a cabo sobre los intereses de la
unidad, poder y libertad de la nación -- que diferentemente se habría desarrollado la
agricultura, industria, y comercio de los alemanes.

Por el lado de consideraciones como éstas, cómo de piadosa y no práctica vemos esa
teoría de economía política que nos daría como referencia del bienestar material de
naciones solamente a la producción de los individuos, totalmente pierde de vista el
hecho que el poder productor de todos los individuos es en gran parte determinado por
las circunstancias sociales y políticas de la nación.

La introducción de la ley romana no debilitó a ninguna nación tanto como a la alemana.


La confusión indecible en la que cayo el estado legal y las relaciones de los individuos
privados no eran el peor de sus malos efectos. Más descaminado era por lejos, que creó
una casta de hombres sabios y juristas que diferentes de las personas en el espíritu y
idioma que trataron a las personas como clase analfabeta en la ley como menores que
negaban la autoridad de todo lo que sonara a comprensión humana, que por todas partes
preparó un secreto en el cuarto de publicidad, que, viviendo en la dependencia más
abyecta y en poder arbitrario, por todas partes lo defendió y defendió sus intereses, por
todas partes corroyó las raíces de la libertad.

Así vemos incluso al principio del decimoctavo siglo en Alemania, barbarie en literatura
e idioma, el barbarie en la legislación, administración Estatal y administración de
justicia; el barbarie en agricultura, caída de la industria y del comercio en gran escala,
deseosos de unidad y fuerza en la cohesión nacional; la ineficacia y debilidad en todas
las partes tratando con naciones extranjeras.

Sólo una cosa habían conservado los alemanes; ése era su carácter aborigen, su amor de
industria, orden, economía y moderación, su perseverancia y paciencia en investigación
y en negocio, su esfuerzo honrado después de mejorar, y una medida natural
considerable de moralidad, prudencia, y circunspección. Este carácter lo tenían en
común los gobernantes y gobernados.

Después del decaimiento casi total de la nacionalidad y la restauración de tranquilidad,


las personas empezaron en algunos círculos individuales aislados a introducir orden,
mejora, y progreso. En ninguna parte se dio testimonio de más celo acariciar la
educación, modales, religión, arte, y ciencia; en ninguna parte era ejercido el poder
absoluto con moderación mayor o con más ventaja al esclarecimiento general, orden y
moralidad, a la reforma de abusos y el avance del bienestar común. Los cimientos para
el renacimiento de la nacionalidad alemana fueron puestos indudablemente por los
Gobiernos mismos, por su devoción conciente de los beneficios de las tierras
secularizadas de la Iglesia a los usos de la educación e instrucción, del arte y ciencia, de
moralidad y objetos de utilidad pública.

Por estas medidas hicieron luz en su camino en la administración Estatal y de justicia,


en la educación y literatura, en la agricultura, industria, y comercio, y sobre todo entre
las masas. Así Alemania se desarrolló de una manera totalmente diferente de todas las
otras naciones. Por otra parte la alta cultura mental creció más bien de la evolución de
los poderes materiales de producción, aunque en Alemania el crecimiento de poderes
materiales de producción era principalmente el resultado de un antecedente desarrollo
intelectual.

De ahí al día presente toda la cultura de los alemanes es teórica. De también esos
muchos rasgos no prácticos e impares en el carácter alemán que otras naciones notan en
nosotros. Por el momento los alemanes están en la posición de un individuo que,
habiendo sido privado anteriormente del uso de sus miembros, primero aprendió
teóricamente las artes pararse y caminar, de comer y beber, de reírse y llorar, y luego
sólo procedió ponerlos en práctica. De viene la predilección alemana para los sistemas
filosóficos y sueños cosmopolitas. El intelecto al que no fue permitido revolver en
asuntos de este mundo se esforzó por ejercerse en los reinos de especulación.

De ahí, también, no encontramos que en ninguna parte tiene la doctrina de Adam Smith
y de sus discípulos unos partidarios más grande obtenidos que en Alemania; en ninguna
otra parte han las personas creído más completamente en la magnanimidad cosmopolita
de Messrs Canning y Huskisson.

Para el primer progreso en manufacturas de Alemania se endeuda a la revocación del


Decreto de Nantes y a los numerosos refugiados que por esa medida demente fueron
echados y emigrados a casi cada parte de Alemania, y establecieron por todas partes
fabricas de lana, seda, joyas, sombreros, vidrio, loza, guantes e industrias de cada tipo.

Las primeras medidas Gubernamentales para la promoción de fábricas en Alemania


fueron introducidas por Austria y Prusia; en Austria bajo Carlos VI y María Teresa,
pero más aun bajo José II. Austria antes había padecido enormemente el destierro de los
protestantes, en su mayoría ciudadanos trabajadores; ni puede afirmarse exactamente
que ella se distinguió en la continuación inmediata de promover el esclarecimiento y
cultura mental. Después, a consecuencia de un arancel proteccionista, la cría de ovejas,
mejores caminos, mejores y otros estímulos, la industria dio largos pasos considerables
hasta bajo María Teresa. Más aún enérgicamente este trabajo fue empujado hacia
adelante bajo Joseph II y con éxito inmensamente mayor.

De hecho, al principio los resultados no podrían llamarse importantes, porque el


Emperador, según su costumbre, era demasiado precipitado en éstos como en todos sus
otros esquemas de reformas, y Austria, respecto a otros estados, todavía ocupaba una
posición demasiado atrás. Aquí como en otras partes se hizo evidente que uno podría
conseguir 'demasiado de una cosa' buena en seguida, y que los impuestos de la
protección para trabajar beneficiosamente y no como un elemento perturbador en un
estado existente de cosas, esto no debe hacerse demasiado alto al comienzo. Pero más
largo ese sistema continuó, más claramente fue demostrada su sabiduría. A ese arancel
Austria está endeudada por sus presentes industrias prósperas y la condición floreciente
de su agricultura.

La industria de Prusia había sufrido más que cualquier otro país de las devastaciones de
la Guerra de los Treinta Años. Su industria más importante, la manufactura de tela en el
Margravado de Brandenburgo, casi se aniquiló completamente. La mayoría de obreros
de tela había emigrado a Sajonia, mientras las importaciones inglesas en el momento
tuvieron a cada competencia en jaque. Para ventaja de Prusia ahora vino la revocación
del Decreto de Nantes y la persecución de los protestantes en el Palatinado y en
Salzburgo. El gran Elector vio lo que Elizabeth antes que él había tan claramente
entendido de una ojeada. A consecuencia de las medidas inventadas por él un gran
número de los fugitivos que dirigieron sus pasos a Prusia, fertilizó la industria agrícola
de la tierra, estableció un número grande de fábricas, y cultivó ciencia y arte. Todos sus
sucesores siguieron en sus pasos, ninguno con más celo que el gran Rey -- mayor por su
política en tiempos de paz que por sus éxitos en guerra. El espacio está queriendo tratar
con longitud de las medidas innumerables de Federico II atraídos a sus dominios
grandes números de agricultores extranjeros, contratos logrados de tierra en barbecho en
el cultivo, y establecido el cultivo de prados, forraje ganadero, verduras, patatas, y
tabaco, cría mejorada oveja, ganado, cría de caballos, uso de estiércoles minerales, etc.
por que los cuales él creó capital y crédito para beneficio de las clases agrícolas.

Aún más que por estas medidas directas él promovió indirectamente los intereses de la
agricultura por medio de esas ramas de manufacturas qué, a consecuencia del arancel de
aduana y los medios mejorados de transporte que él estableció, así como el
establecimiento de un banco, hizo más adelantos en Prusia que en cualquier otro estado
alemán, aunque la posición geográfica de ese país, y su división en varias provincias
separadas entre si, era mucho menos favorable para el éxito de tales medidas, y que las
desventajas de un cordón de aduana, a saber, los efectos perjudiciales de un comercio de
contrabando, debe sentirse allí más agudamente que en grandes estados cuyos territorios
son compactos y bien protegidos por límites de mares, ríos, y cadenas de montañas.

Al mismo tiempo nosotros no somos ansiosos, bajo la cubierta de este elogio, para
defender las faltas del sistema, como, por ejemplo, las restricciones puestas en la
exportación de materia prima. Permanece, que a pesar de de estas faltas la industria
nacional fue considerablemente avanzada por él, ningún historiador ilustrado e
imparcial aventuraría disputar.
A cada mente imparcial, obscura por falsas teorías, debe ser claro que Prusia ganó su
título para alinearse entre los Poderes europeos no tanto por sus conquistas como por su
política sabia promoviendo los intereses de agricultura, industria, y comercio, y por su
progreso en literatura y ciencia; y todo esto fue exclusivamente el trabajo de un gran
genio. Y todavía la Corona no estaba apoyada todavía por la energía de las instituciones
libres, sino simplemente por un sistema administrativo, bien ordenado y conciente, pero
indiscutiblemente trabado por la rutina mecánica muerta de una burocracia jerárquica.

Entretanto todo el resto de Alemania había estado durante siglos bajo la influencia del
comercio libre -- es decir, el mundo entero era libre exportar productos fabricados en
Alemania, mientras nadie consintió admitir bienes facturados alemanes alemán en otros
países. Esta regla tenía sus excepciones, pero sólo unos. No puede, sin embargo, ser
afirmado que las predicciones y las promesas de la escuela sobre los grandes beneficios
del comercio libre han sido verificadas por la experiencia de este país, por todas partes
el movimiento fue bastante retrógrado más que progresivo.

Ciudades como Augsburgo, Nuremberg, Maguncia, Colonia, numeraban no más de un


tercio o una cuarta parte de su población anterior, y las guerras se desearon a menudo
meramente por causa de librarse de un sobrante de producto sin valor. Las guerras
vinieron en el tren de la Revolución francesa, y con ellos los subsidios ingleses junto
con la competencia inglesa aumentada. De ahí una nueva tendencia descendente en
manufacturas acoplada con un aumento en la prosperidad agrícola que, sin embargo, era
sólo aparente y transitorio. Luego siguió el Bloqueo Continental de Napoleón, un
evento que marcó una era en la historia de la industria alemana y francesa, aunque
Mons. J. B. Say, el alumno más famoso de Adam Smith, lo denunció como una
calamidad.

Cualquier teórico, y notablemente los ingleses, puede instar contra esto, esto mucho se
hace claro -- y todos los que están versados con la industria alemana deben atestarlo, por
allí la evidencia abundante del hecho está en todas las escrituras estadísticas de ese día
-- que, como resultado de este asedio, las manufacturas alemanas por primera vez de
todos y cada tipo empezó a hacer un importante avance; ( 58[58]1*) que entonces sólo hizo

58[58]
1. El sistema necesariamente debe de haber afectado Francia de una manera
diferente que Alemania, porque Alemania estaba principalmente cerrada a los
mercados franceses, mientras los mercados alemanes estaban todos abiertos al
fabricante francés.
la cría mejora de oveja (qué se había comenzado algún tiempo antes) se volvió general y
exitoso; que entonces sólo había actividad desplegada mejorando los medios de
transporte. Es verdad, por otro lado, que Alemania perdió la parte mayor de su comercio
anterior de la exportación, sobre todo en linos. Aún la ganancia fue considerablemente
mayor que la pérdida, particularmente para los establecimientos industriales prusianos y
austriacos que habían ganado una salida previamente sobre todo las otras manufacturas
en los estados alemanes.

Pero con el retorno de la paz los fabricantes ingleses entraron de nuevo en una
competencia temerosa con los alemanes; por durante el asedio recíproco, a consecuencia
de las nuevas invenciones y un gran y casi exclusivo comercio de exportación a las
tierras extranjeras, las manufacturas de la isla tenían una franja lejos de Alemania; y por
esta razón, así como debido a su gran capital adquirido, los anteriores estaban primero
en una posición para vender a precios mucho más bajos, ofrecer muchos artículos
superiores, y dar más tiempo de crédito que los últimos que todavía tenía que batallar
con las dificultades de un primer principio. Por lo tanto siguió la ruina general y los
fuertes gemidos entre los últimos, sobre todo en las provincias Renanas más bajas, en
esas regiones que, habiendo pertenecido anteriormente a Francia, se excluyeron ahora
del mercado francés. Además, el arancel prusiano de aduanas había sufrido muchos
cambios en la dirección del comercio libre absoluto, y ya no se permitía el lujo de
cualquier protección suficiente contra la competencia inglesa. Al mismo tiempo la
burocracia de Prusia se esforzó mucho contra el lamento del país por ayuda.

Ellos se habían vuelto imbuidos fuertemente con la teoría de Adam Smith en las
universidades para discernir demasiado la necesidad de los tiempos con la suficiente
prontitud. Allí incluso todavía existían economistas políticos en Prusia que albergaban
el intrépido plan de reavivar el muy explotado 'sistema del fisiocrático'.

Entretanto la naturaleza de cosas aquí demostró una fuerza más poderosa también que el
poder de teorías. El lamento de dolor levantado por los fabricantes y saludado como
hizo en los distritos que todavía anhelaban después de su estado anterior de conexión
con Francia con cuyas simpatías era necesario conciliarse, no podría desatenderse
seguramente demasiado mucho tiempo. Cada vez más la opinión extendió en el
momento que el Gobierno inglés estaba favoreciendo de una manera inaudita un
esquema por hartar los mercados en el Continente con bienes fabricados para ahogarse
la manufactura Continental en la cuna. Esta idea se ha ridiculizado, pero era bastante
natural que debe prevalecer, primero, porque esto realmente hartante tuvo lugar de tal
manera como si hubiera sido planeado deliberadamente; y, segundo, porque un famoso
miembro del Parlamento, Mr Henry Brougham (después Lord Brougham), había dicho
abiertamente, en 1815, 'que bien merecía la pena mientras se incurría en una pérdida en
la exportación de manufactura inglesa ahogar en la cuna la manufactura extranjera.'
(59[59]2*) Esta idea de este lord, desde que tan renombrado como filántropo, cosmopolita,
y Liberal, se repitió después casi diez años en las mismas palabras por Mr Hume,
miembro de Parlamento no menos distinguido para el liberalismo, cuando él expresó un
deseo que 'la manufactura Continental podría pellizcarse en el brote.'

59[59]
2. Report of the Committee of Commerce and Manufactures to the House of
Representatives of the Congress of the United States, Feb.13, 1816.
Al tiempo la plegaria de los fabricantes de Prusia encontró un oído -- bastante tarde, de
hecho, como debe admitirse cuando uno considera cómo doloroso es estar luchando año
tras año con la muerte -- pero por fin su lamento se oyó al real buen propósito. Las
tarifas de las aduanas de Prusia de 1818 contestaron, durante el tiempo en el que fueron
establecidos, todos los requisitos de la industria de Prusia, sin hacer demasiado el
principio de forma alguna de protección o interferencia indebida con la comunicación
beneficiosa del país con países extranjeros. Su escala de deberes era mucho más baja
que los de los sistemas de aduanas ingleses y franceses, y necesariamente así; por en
este caso no había ninguna cuestión de una transición gradual de un sistema prohibitivo
a proteccionista, sino de un cambio de comercio libre (así llamado) a un sistema
proteccionista.

Otra gran ventaja de este arancel, considerado en conjunto, era que los deberes eran
principalmente recolectados según el peso de género y no según su valor. Por esto no
sólo significa que estaba pasando de contrabando y las valoraciones demasiado bajas
obviaron, sino también el gran objetivo fue ganado, que los artículos de consumo
general que cada país puede fabricar fácilmente para sí mismo, y manufactura del cual,
debido a su gran valor de dinero total, es el más importante de cualquiera para el país, se
cargó con el deber de importación más alto, mientras el deber proteccionista cayó más
bajo y bajó la fineza y suntuosidad del bien a medida, también como la dificultad de
fabricación los tales artículos en casa aumentaron, y también como los inducimientos y
medios por pasar de contrabando aumentaron. Pero este modo de cobrar el deber en el
peso habría por supuesto, por razones muy obvias, afectado el comercio con los estados
alemanes vecinos mucho más dañosamente que el comercio con naciones extranjeras.

La segundo-tasa y los estados alemanes más pequeños tenían que cargar, además de su
exclusión del austriaco, ahora los mercados franceses, e ingleses, exclusión casi total del
de Prusia que les pegó todos el más duro, desde que muchos de ellos o eran totalmente o
en gran parte provincias de Prusia. Simplemente en proporción como estas medidas
pacificaron a los fabricantes de Prusia, fue la intensidad del grito contra ellos por parte
de los fabricantes de los otros estados alemanes. Agregue a eso, que Austria tenía poco
antes de las restricciones impuestas a la importación de bienes alemanes en Italia,
notablemente de los linos de Suabia Superior.

Restringido en todos los lados en su comercio de exportación a franjas pequeñas de


territorio, y más allá el estar separados de entre si por líneas interiores más pequeñas de
deberes de aduana, los fabricantes de estos países estaban bien cerca de la
desesperación. Era este estado de necesidad urgente que llevó a la formación de esa
unión privada de cinco a seis mil fabricantes alemanes y comerciantes que se fundó en
el año 1819 en la feria de la primavera sostenida Frankfurt-on-Main, con el objeto de
abolir todos los aranceles separados de los varios estados alemanes, y por otro lado de
establecer un comercio común y sistema de la aduana interna para toda Alemania. Esta
unión fue formalmente organizada.

Se sometieron sus artículos de asociación a la Dieta, y a todos los gobernantes y


gobiernos de los estados alemanes para la aprobación. En cada pueblo alemán se fijó un
corresponsal local; cada estado alemán tenía su corresponsal provinciano. Todos los
miembros y corresponsales se limitaron a promover los objetos de la unión a lo mejor
de su habilidad.
La ciudad de Nuremberg se seleccionó como el cuartel general de la unión, y autorizó
para nombrar un comité central que debía dirigir el negocio de la unión bajo el consejo
de un asesor, así la oficina del autor de este libro fue seleccionada. En un periódico
semanal de la unión, llevando el título de 'Organ des deutschen Handels- und
Fabrikantenstandes,' (60[60]3*) se hicieron las transacciones y medidas del conocido
comité central, y se publicaron las ideas, propuestas, tratados, y los papeles estadísticos
relacionados a los objetivos de la unión. Cada año en la primavera justo en Frankfurt se
celebró una reunión general de la unión a la que el comité central dio una cuenta de su
mayordomía. Después de que esta unión había presentado una petición a la Dieta
alemana que muestra la necesidad y conveniencia de las medidas propuesta por su
organización, el comité central a Nuremberg comenzó sus operaciones.

Se enviaron delegaciones a cada Corte alemana, y finalmente una al Congreso de


Plenipotenciarios sostenido en Viena en 1820. A este congreso se ganó tanto por lo
menos, que algunos de los estados alemanes de segunda-clase y más pequeños estaban
de acuerdo en tener un congreso separado en el asunto en Darmstadt. El efecto de las
deliberaciones de este último llamado congreso fue, primero, provocar una unión entre
Würtemberg y Bavaria; segundo, una unión de algunas de los estados alemanes y
Prusia; luego una unión entre los estados medios alemanes; por último, y principalmente
a consecuencia de los ejercicios del Barón von Cotta fundir las arriba-nombradas tres
uniones en una confederación general de aduanas, así con la excepción de Austria, los
dos Mecklenburg, Hannover, y las ciudades de Hansa, toda Alemania estuvo asociada
en una sola unión de aduanas que ha abolido las líneas de aduana separadas entre sus
miembros y ha establecido un arancel uniforme común contra los extranjeros en este
momento presente, el rédito derivado es distribuido en pro-rata entre los varios estados
según sus poblaciones. El arancel de esta unión es substancialmente igual al establecido
por Prusia en 1818; ése es decir, es un arancel del proteccionista moderado. A
consecuencia de esta unificación de aduanas, la industria, comercio y agricultura de los
estados alemanes que forman la unión ya ha hecho pasos largos enormes.

60[60]
3. Organ of the German Commercial and Manufacturing Interests.
Capítulo 8: Los Rusos

Rusia le debe su primer progreso en civilización e industria a su comunicación con


Grecia, al comercio de las ciudades Hanseáticas con Novgorod y (después de la
destrucción de ese pueblo por Iván Wassiljewitsch) al comercio que se levantó con los
ingleses y holandeses, a consecuencia del descubrimiento de la comunicación por agua
con las costas del Mar Blanco. Pero el gran aumento de su industria, y sobre todo de su
civilización, data del reino de Pedro el Grande.

La historia de Rusia durante las últimas ciento y cuarenta años ofrece una prueba más
llamativa de la gran influencia de la unidad nacional y las circunstancias políticas en el
bienestar económico de una nación. El poder imperial que estableció y mantuvo esta
unión de innumerables hordas Bárbaras, Rusia debe los cimientos de sus manufacturas,
su inmenso progreso en agricultura y población, los medios ofrecidos a su tráfico
interior por la construcción de canales y caminos, un comercio extranjero muy grande, y
su lugar como un poder comercial. El sistema independiente de comercio de Rusia
fecha, sin embargo, sólo del año 1821.

Bajo Catherine II el comercio y manufactura había hecho ciertamente algún progreso, a


causa de los privilegios que ella ofreció a los artesanos y fabricantes extranjeros; pero la
cultura de la nación todavía era demasiado imperfecta para permitir su entrada más allá
de las primeras fases de fabrica de hierro, vidrio, lino, etc., y sobre todo en esas ramas
de industria en la que el país estaba especialmente favorecido por su riqueza agrícola y
mineral. Además de esto, más allá progrese en manufactura no habría, en ese momento,
sido conducente a los intereses económicos de la nación. Si los países extranjeros
hubieran tomado en pago las provisiones, materias primas, y manufactura rudo qué
Rusia pudo lograr si, más, ninguna guerra y eventos exteriores habían intervenido,
Rusia por medio de la comunicación con naciones más adelantada que ella habría sido
mucho más próspera, y su cultura en general a consecuencia de esta comunicación
habría hecho un progreso mayor que bajo el sistema industrial. Pero las guerras y el
asedio Continental, y las regulaciones comerciales de naciones extranjeras, la compelió
a buscar prosperidad de otras maneras que por la exportación de materias primas y la
importación de manufacturas. A consecuencia de éstos, se perturbaron anteriores las
relaciones comerciales de Rusia por mar.

Sus comercios por tierra con el continente occidental no podrían recuperar estas
pérdidas; y ella encontró necesario, por consiguiente, trabajar a sus materias primas ella
misma. Después del establecimiento de la paz general, se levantó un deseo para volver
al sistema viejo. El Gobierno, e incluso el Emperador, estaban inclinados a favorecer el
comercio libre. Los escritos de Herr Storch disfrutaron como alto una reputación como
aquéllos en Rusia, de Mons. Say en Alemania. Las personas no estaban alarmadas por
los primeros choques que las manufacturas locales, que se habían levantado durante el
Asedio Continental debiendo sufrir la competencia inglesa. Los teóricos mantuvieron
que si estos choques sólo pudieran soportarse una vez para todos, las bendiciones de
comercio libre seguirían.

Y de hecho las circunstancias del mundo comercial en el momento raramente eran


favorables a esta transición. El fracaso de cosechas en Europa Occidental causó que una
gran exportación de productos agrícolas por el que Rusia ganara durante mucho tiempo
amplios medios de equilibrar su gran importación de bienes manufacturados. Pero
cuando esta demanda extraordinaria para los productos agrícolas rusos había cesado,
cuando, por otro lado, Inglaterra había impuesto restricciones a la importación de maíz
para beneficio de su aristocracia, y en el de madera extranjera para beneficio de Canadá,
la ruina de las manufacturas locales de Rusia y la importación excesiva de manufactura
extranjera se hecho sentir doblemente.

Aunque las personas anteriormente, con Herr Storch, habían considerado la balanza
comercial como una quimera, creer en la existencia de la cual era, para un hombre
razonable e ilustrado, no menos ultrajante y ridículo que la creencia en la brujería
hubiera sido en el decimoséptimo siglo, se vio ahora con alarma que debía haber algo de
la naturaleza de un equilibrio comercial como entre las naciones independientes. El
estadista más ilustrado y discernidor de Rusia, el conde Nesselrode, no dudó confesar a
esta creencia. Él declaró en una circular redondo de 1821: 'Rusia se encuentra
compelida por las circunstancias a tomar un sistema independiente de comercio; los
productos del imperio no han encontrado ningún mercado extranjero, las manufacturas
internas están arruinadas o a punto de serlo, todo el dinero fluye del país hacia tierras
extranjeras, y las empresas del comercio más sustanciales están casi arruinadas.' Los
efectos beneficiosos del sistema proteccionista ruso contribuyeron no menos de las
consecuencias injuriosas del re-establecimiento de comercio libre para llevar al
descrédito los principios y aserciones que los teóricos habían hecho.

Capital extranjero, talento, y trabajo fluyeron en el país de todas las tierras civilizadas,
sobre todo de Inglaterra y Alemania para compartir en las ventajas ofrecidas por las
manufacturas internas. La nobleza imitó la política del Imperio en grande. Cuando ellos
no pudieran obtener ningún mercado extranjero para sus productos, intentaron resolver
el problema inversamente trayendo el mercado en proximidad con el producto--
establecieron manufacturas en sus propiedades.

A consecuencia de la demanda por la lana fina producida por las manufacturas de lana
recientemente creadas, la casta de oveja mejoró rápidamente. Los comercios extranjeros
aumentaron, en lugar de caer, particularmente con China, Persia, y otros países vecinos
de Asia. Las crisis comerciales cesaron completamente, y sólo una necesidad se leyó los
últimos informes del Ministro ruso de Comercio para ser convencido que la Rusia debe
una medida grande de prosperidad a este sistema y que ella está aumentando su riqueza
nacional y poder por largos y enormes pasos.

Es tonto para los alemanes intentar hacer poco de este progreso y quejarse de la lesión
que ha causado a las provincias norte-orientales de Alemania. Cada nación, como cada
individuo, tiene sus propios intereses en el corazón. Rusia no es llamada a querer el
bienestar de Alemania; Alemania debe querer Alemania, y Rusia a Rusia.

Sería mucho mejor, en lugar de quejarse, en lugar de esperar y aguardar el Mesías de un


futuro comercio libre, tirar el sistema cosmopolita al fuego y tomar una lección del
ejemplo de Rusia. Que Inglaterra debe mirar con celos en esta política comercial de
Rusia es muy natural. Por sus medios Rusia se ha emancipado de Inglaterra, y se ha
calificado entrar en competencia con ella en Asia. Aún cuando Inglaterra manufactura
más barato, esta ventaja será en el comercio con Asia Central más pesada por la
proximidad del Imperio ruso y por su influencia política. Aunque la Rusia todavía
puede ser, comparada con Europa, sino un país ligeramente civilizado, todavía, como
comparada con Asia, ella es una civilizada.
Entretanto, no puede negarse que la necesidad de civilización y las instituciones
políticas impidiera más grandemente a Rusia el progreso industrial y comercial, sobre
todo si el Gobierno Imperial no tiene éxito armonizando las condiciones políticas con
los requisitos de la industria, por la introducción de constituciones municipales y
provincianas eficaces, por la limitación gradual y la abolición final de la servidumbre,
por la formación de una clase media educada y una clase de campesinos libres, y por la
realización de medios de transporte interior y de comunicación con Asia Central. Éstas
son las conquistas a las que la Rusia es llamada en el siglo presente, y sobre ellas
depende el progreso extenso en la agricultura e industria, en comercio, navegación y
poder naval. Pero para dar reformas de este tipo, posibles y factibles, la aristocracia rusa
debe aprender a sentir primero que sus propios intereses materiales serán los más
promovidos por ellos.
Capítulo 9: Los Norteamericanos

Después de nuestro examen histórico de la política comercial de las naciones europeas,


con la excepción de las que no hay nada de importancia para ser aprendido, lanzaremos
una mirada más allá del Océano Atlántico a un pueblo de colonos que casi han estado
levantándose ante nuestros ojos de la condición de total dependencia del país madre, y
separación en varios provincias coloniales que no tenían ningún tipo de unión política
entre ellos, a la de una unida, bien-organizado, libre, nación poderosa, trabajadora, rica,
e independiente que será quizás para el tiempo de nuestros nietos exaltada a la línea de
primer poder naval y comercial en el mundo.

La historia del comercio e industria de América del Norte es más instructiva para
nuestro asunto que cualquiera otra pueda ser, porque aquí el curso de desarrollo procede
rápidamente, los periodo de comercio libre y protección siguen estrechamente otros, sus
consecuencias se destacan clara y grandemente definidas, y toda la maquinaria de
industria nacional y movimientos de administración del Estado se expone ante los ojos
del espectador.

Las colonias norteamericanas fueron mantenidas, en respecto del comercio e industria,


en tal completa esclavitud por el país madre que ninguna clase de fabrica se permitió a
ellos más allá de fábrica doméstica y las artes manuales ordinarias. Tan tarde como el
año 1750 una manufactura de sombreros en el Estado de Massachussets creó tan grande
sensación y celos en Parlamento, que declaró a todos los tipos de manufacturas ser
'molestias comunes,' no exceptuando los trabajos de hierro, aunque el país poseyó en la
más grande abundancia todos los materiales requeridos para la fábrica de hierro. Más
aun recientemente, a saber, en 1770, el gran Chatham, intranquilo por los primeros
esfuerzos industriales de Nueva Inglaterra, declaró que a las colonias no deben
permitirse manufacturar tanto como una uña de la herradura.

A Adam Smith pertenece el mérito de haber señalado primero la injusticia de esta


política. El monopolio de toda la industria industrial por el país madre fue una de las
causas principales de la Revolución americana; el impuesto del té permitió meramente
el lujo de una oportunidad para su erupción.

Liberados de las restricciones, en posesión de todos los recursos materiales e


intelectuales para el trabajo industrial, y separados de esa nación a que habían
proporcionado previamente con bienes manufacturados, y a la que habían estado
vendiendo su producto, y así tiraron con todas sus necesidades sus propios recursos: las
manufacturas de cada tipo en los estados libres norteamericanos recibieron un estímulo
poderoso durante la guerra de la revolución que en su giro tenían el efecto beneficioso
de una agricultura a tal magnitud que, a pesar de las cargas y la devastación consecuente
en la entonces reciente guerra, el valor de tierra y la tasa de sueldos en estos estados
subió inmensamente por todas partes pero como, después de la paz de París, la
constitución defectuosa de los estados libres hizo la imposible introducción del sistema
comercial unido, y por consiguiente las manufacturas inglesas de bienes de nuevo
obtuvieron la admisión libre, competencia con la que las manufacturas americanos
recientemente establecidos no tenían bastante fuerza para cargar, la prosperidad que se
había levantado durante la guerra desapareció mucho más rápidamente de lo que había
crecido.
Un orador en Congreso dijo después de esta crisis: 'Nosotros compramos, según el
consejo de los teóricos modernos, donde pudiéramos comprar más barato, y nuestros
mercados se inundaron con bienes extranjeros; los bienes ingleses vendidos más baratos
en nuestras ciudades puerto de mar que en Liverpool o Londres. 'Nuestros fabricantes
estaban siendo arruinados; nuestros comerciantes, incluso los que pensaron
enriquecerse por la importación, se volvieron en quiebra; y todas estas causas eran
juntas tan perjudiciales a la agricultura que la propiedad de la tierra se volvió muy
generalmente sin valor, y por consiguiente la quiebra se hizo general incluso entre
nuestros hacendados.'

Esta condición de cosas no era por ningún medio temporal; duró desde la paz de París
hasta el establecimiento de la constitución federal, y contribuyó más que cualquier otra
circunstancia a provocar una unión más íntima entre los estados Libres e impelerlos a
dar al Congreso los poderes plenos por el mantenimiento de una política comercial
unida.
El congreso se inundó con peticiones de todos los estados -- Nueva York y Carolina del
Sur no se exceptuaron -- a favor de las medidas de la protección para la industria
interior; y Washington, en el día de su inauguración, llevó un traje de tela fabricada en
casa, 'en orden,' dijo un periódico contemporáneo de Nueva York, ' de la manera simple
e impresionante tan peculiar a este gran hombre, para dar a todos sus sucesores en la
oficina y a todos los legisladores futuros una lección memorable en la manera en la que
el bienestar de este país será promovido. 'Aunque el primer arancel americano (1789)
reclutó sólo aranceles ligeros sobre la importación de los artículos manufacturados más
importantes, funcionó aún tan beneficiosamente de los muy primeros años de su
introducción que Washington en su 'Mensaje' en 1791 pudo felicitar a la nación sobre la
condición floreciente de su manufactura, agricultura, y comercio.

La insuficiencia de esta protección fue, sin embargo, pronto clara; para el efecto de los
aranceles ligeros de importación sean superados fácilmente por los fabricantes ingleses
que tenían la ventaja de métodos mejorados de producción. El congreso levantó el
arancel ciertamente sobre los artículos manufacturados más importantes a quince por el
ciento, pero esto no fue hasta el año 1804, cuando fue compelido, debido a los
deficientes recibos de la aduana, para levantar más rédito, y mucho después que los
fabricantes interiores habían agotado cada argumento a favor de tener más protección,
mientras los intereses opuestos a ellos eran igualmente activo en las ventajas de
comercio libre y los efectos injuriosos de deberes de importación altos.

En contraste llamativo con el ligero progreso que, en general, había sido hecho por los
fabricantes del país, levantó la condición mejorada de su navegación que, desde el año
1789, en el movimiento de James Madison, había recibido eficaz protección. De un
tonelaje de 200,000 en 1789 su marina mercante había aumentado en 1801 a más de
1.000.000 de toneladas.

Bajo la protección del arancel de 1804, el interés industrial de los Estados Unidos
apenas podría mantenerse simplemente contra las manufacturas inglesas que estaban
mejorándose continuamente y habían logrado una magnitud colosal, y habría tenido que
sucumbir completa e indudablemente a la competencia inglesa, lo tenía no fue por la
ayuda del embargo y declaración de guerra de 1812. A consecuencia de estos eventos,
así como en el momento de la Guerra de Independencia, las manufacturas americanos
recibieron tal ímpetu extraordinario que no sólo bastaba para la demanda de la casa,
sino pronto empezaron también a exportar. Según un informe del Comité en Comercio y
manufactura al Congreso en 1815, 100,000 manos estaban empleadas exclusivamente
en la manufactura de lana y algodón cuya producción anual sumó al valor de más de
sesenta millones de dólares. Como en los días de la Guerra de Independencia, y como
consecuencia necesaria del aumento en poder industrial, allí ocurrió un ascenso rápido
en todos los precios, no sólo de producto y en sueldos, sino también de la piedad de la
tierra, y de la prosperidad universal entre los hacendados, obreros, y todos los
comprometidos en el comercio interior.
Después de la paz de Ghenta, el Congreso, advertido por la experiencia de 1786, decretó
que durante el primer año los impuestos anteriores debían doblarse, y durante este
periodo el país continuó prosperando. Coercido, sin embargo, por poderosos intereses
privados que se opusieron a los de los fabricantes, y persuadido por los argumentos de
los teóricos, se resolvió en el año 1816 hacer una reducción considerable sobre los
aranceles de importación, después de lo cual reaparecieron los mismos efectos de la
competencia externa qué había sido experimentados de 1786 a 1789, viz. la ruina de
manufacturas, falta de ventas de productos, se desplomó el valor de la propiedad y la
calamidad general entre los hacendados. Después de que el país hubo durante un
segundo tiempo disfrutado en tiempo de guerra las bendiciones de paz, sufrió, durante
una segunda vez, los males mayores a través de paz que la guerra devastadora podría
traer sobre él.

Sólo estaba en el año 1824, después de los efectos de las leyes de maíz inglesas hicieron
manifiesto en magnitud plena su tendencia imprudente que compelía el interés agrícola
de los estados centrales, norteños, y occidentales para así para hacer causa común con el
interés industrial que un arancel algo más alto se aprobó en el Congreso que, sin
embargo, como Mr Huskisson inmediatamente llevó adelante medidas neutralizantes
con vistas a paralizar los efectos de este arancel en la competencia inglesa, pronto se
demostró insuficiente, y tuvo que ser complementado por el arancel de 1828, llevado a
cabo Congreso después de un forcejeo violento.

Estadísticas oficiales recientemente publicadas (61[61]1*) de Massachussets dan una idea


tolerable de la salida tomada por el manufactura de los Estados Unidos, sobre todo en
los estados centrales y norteños de la Unión, a consecuencia del sistema proteccionista,
y a pesar de la modificación subsiguiente del arancel de 1828.

En 1837, había en este Estado (Massachussets) 282 molinos de algodón y 565,031


husos en funcionamiento, empleando 4,997 varones y 14,757 mujeres; se trabajaron
37.275.917 libras de algodón, y 126.000.000 yardas de tejidos textiles se
manufacturaron, por valor de 13.056.659 dólares, producido por un capital de
14.369.719 dólares. En manufactura de lana había 192 molinos, 501 máquinas, y 3,612
varón y 3,485 obreras empleadas, quienes trabajaron 10.858.988 libras de lana, y
produjeron 11.313.426 yardas de tela, del valor de 10.399.807 dólares sobre un capital
del funcionamiento de 5.770.750 dólares. Se manufacturaron 16.689.877 pares de

61[61]
1. Statistical Table of Massachusetts for the Year ending April 1, 1837, by J. P.
Bigelow, Secretary of the Commonwealth (Boston, 1838). Ningún estado americano
sino Massachussets posee similares estadísticas abstractas. Nosotros debemos
aquéllos aquí referidas, al Gobernador Everett, distinguió igualmente como
estudioso, autor y estadista.
zapatos y botas (cantidades grandes de zapatos que se exportan a los estados
occidentales), al valor de 14.642.520 dólares. Las otras ramas de manufacturas están en
proporción relativa a la anterior.

El valor combinado de manufactura del Estado (deduciendo construcción naval) sumó


más de 86 millones de dólares, con una capital del operación de casi 60 millones de
dólares. El número de obreros (hombres) era 117,352; y el número total de habitantes
del Estado (en 1837) era 701,331.

La miseria, brutalidad, y crimen son desconocidas aquí entre la población industrial. Al


contrario, entre los numerosos obreros de fábrica varones y mujeres existe la moralidad
más estricta, limpieza, y aseo en el vestido; se establecen bibliotecas para amueblarlos
con libros útiles y instructivos; el trabajo no es agotador, la comida nutritiva y buena. La
mayoría de las mujeres ahorra una dote para ellas. ( 62[62]2*) Este último es
evidentemente el efecto de los precios baratos de los requisitos comunes de vida,
imposición de contribuciones ligeras y un arancel de aduana justo.

Permitan a Inglaterra derogar las restricciones a la importación de productos agrícolas,


disminuyan los impuestos existentes en consumo por la mitad o dos-tercios, cubran la
pérdida por un impuesto al ingreso, y sus obreros de la fábrica se pondrán en la misma
posición.

Ninguna nación se ha así interpretado equivocadamente y así juzgada mal como


respetos su destino futuro y su economía nacional como los Estados Unidos de América
del Norte, por los teóricos así como por los hombres prácticos. Adam Smith y J. B. Say
habían extendido que los Estados Unidos eran, 'como Polonia,' destinada para la
agricultura. Esta comparación no era muy aduladora para la unión de alguna docena de
nuevas, ambiciosas, juveniles repúblicas, y la perspectiva ofrecida así a ellos para el
futuro no muy animando. Los teóricos antedichos habían demostrado que la Naturaleza
había singularizado exclusivamente a las personas de los Estados Unidos para la
agricultura, tanto como la tierra cultivable más rica era tenida en su país para una mera
nadería.

Grande fue la alabanza que se había dado sobre ellos por haber asentido tan de buena
gana en las ordenanzas de la Naturaleza, y así los teóricos abastecieron con un ejemplo
bonito del funcionamiento espléndido del principio de comercio libre. La escuela, sin
embargo, tenía que experimentar la mortificación de perder pronto esta prueba poderosa
de la exactitud y pertinencia de sus teorías en la práctica, y tenía que soportar los
anteojos de los Estados Unidos que buscan el bienestar de su nación en una dirección
precisamente opuesta a la de libertad absoluta de comercio. Cuando esta nación juvenil
había sido previamente la misma manzana del ojo de los escolares, así ella se volvió
ahora el objeto de la condena más pesada por parte de los teóricos de cada nación en
Europa.

62[62]
2. Los papeles americanos de julio 1839 informan que en el pueblo industrial
de Lowell solo hay más de cien obreros que tienen cada uno más de mil dólares
depositados a su crédito en la caja de ahorros.
Se decía que era una prueba del progreso ligero del Nuevo Mundo en conocimiento
político que mientras las naciones europeas estaban esforzándose con el celo más
honrado posible para dar comercio libre universal, mientras Inglaterra y Francia estaban
sobre todo realmente comprometidas esforzándose e hacer adelantos importantes hacia
este gran objeto filantrópico, los Estados Unidos de América del Norte estaban
buscando promover su prosperidad nacional por un retorno a ese largamente explotado
sistema mercantil que había sido refutado claramente por la teoría. Un país como
Estados Unidos en los que los tales tractos de tierra fructífera sin medida todavía
permanecían sin cultivar y donde los sueldos eran tan altos, no podría utilizar su riqueza
material y aumento de población para proponer mejor que agricultura; y cuando esta
debía de haber alcanzado desarrollo completo, entonces la manufactura se levantaría en
el curso natural de eventos sin compulsión artificial.

Pero un desarrollo artificial de manufactura los Estados Unidos no sólo dañaría a países
que tenían mucho tiempo anterior de civilización disfrutada, sino ellos más que todos.
Con los americanos, sin embargo, el sentido común legítimo, y el instinto de lo que era
necesario para la nación, eran más potentes que una creencia en proposiciones teóricas.
Se investigaron completamente los argumentos de los teóricos, y fuertes dudas
entretuvieron de la infalibilidad de una doctrina que sus propios discípulos no estaban
deseando poner en práctica.

Al argumento acerca de los inmóviles tractos sin cultivar de tierra fructífera, se contestó
que los tractos de tal tierra en los estados habitados, bien-cultivados de la Unión que
estaba maduro para la industria manufacturera, era tan raro como en Gran Bretaña; que
la población sobrante de esos estados tendría que emigrar a gran costo al oeste para traer
tractos de tierra de esa descripción en el cultivo y anualmente causarían así no sólo a los
estados orientales grandes pérdidas en material y recursos intelectuales, sino también,
ya que tal emigración transformaría a clientes en competidores, el valor de la propiedad
de la tierra y el producto agrícola disminuiría por eso.

No podría ser a la ventaja de la Unión que todas las pérdidas de tierra perteneciendo a
esta deben cultivarse al Océano Pacífico antes que la población, la civilización, o el
poder militar de los estados viejos se hubiera desarrollado totalmente. Al contrario, el
cultivo de tierras vírgenes distantes no podría conferir beneficio a los estados orientales
a menos que ellos consagraran su atención a manufacturar, y podrían intercambiar su
manufactura contra el producto del oeste. Las personas todavía fueron más extensas:
¿No estaba Inglaterra, fue preguntado, en mucho en la misma posición? ¿Inglaterra no
tenía también bajo su dominio los inmensos tractos de tierra fecunda todavía sin cultivar
en Canadá, en Australia, y en otros rincones del mundo? ¿No era casi como fácil para
Inglaterra trasplantar su población sobrante a esos países en cuanto a los
norteamericanos trasplantar la suyo de las orillas del Atlántico a los bancos del
Missouri? En ese caso, ¿qué ocasión no sólo tuvo continuamente Inglaterra para
proteger su manufactura, sino esforzarse para extenderlas cada vez más?

El argumento de la escuela, que con una proporción alta de sueldos en agricultura, la


manufactura no podría tener éxito por el curso natural de las cosas, pero sólo forzándose
como las plantas del invernáculo, fue encontrado para ser bien-fundado parcialmente; es
decir, sólo era aplicable a aquéllos bienes fabricados que, siendo pequeños en volumen
y peso como comparados a su valor, se producen principalmente a mano, pero no era
aplicable a bienes el precio que es menos influenciado por la tasa de sueldos, y como la
desventaja de sueldos más altos puede ser neutralizada por el uso de maquinaria, por el
poder del agua como todavía sin usar, por los materias primas baratas y comida, por
abundancia de combustible barato y los materiales de construcción, por la imposición de
contribuciones ligeras y la eficacia aumentada de labor.

Además, los americanos habían aprendido hace tiempo de la experiencia que la


agricultura no puede subir a un estado alto de prosperidad a menos que el intercambio
de productos agrícolas por manufactura se garantice durante todo el tiempo futuro; pero
eso, cuando el agricultor vive en América y el fabricante en Inglaterra, el intercambio
no es ningún infrecuentemente interrumpido por guerras, crisis comerciales, o los
aranceles extranjeros, y que por consiguiente, si el bienestar nacional esta para
descansar en una cimiento seguro, 'el fabricante,' para usar las palabras de Jefferson,
'debe venir y establecerse en proximidad cercana al agricultor.'

Al tiempo los americanos llegaron a comprender la verdad que no toca exclusivamente


a una gran nación poner su corazón en el goce de ventajas materiales inmediatas; que
civilización y poder -- las posesiones más importantes y deseables que la mera riqueza
material, como el propio Adam Smith permite -- sólo pueden afianzarse y ser retenidas
por la creación de un poder industrial propio; que un país que se siente calificado para
tomar y mantener su lugar entre las naciones poderosas y civilizados de la tierra no debe
encogerse ante cualquier sacrificio para afianzar tales posesiones para sí mismo; y que
en ese momento los estados Atlánticos estaban claramente la región marcada para tales
posesiones.

Fue a orillas del Atlántico que los colonos y la civilización europea pusieron primero un
pie firme. Aquí, primero, fueran creados estados populosos, adinerados, y civilizado;
aquí fue la cuna y asiento de sus pesquerías de mar, comercio de cabotaje, y el poder
naval; aquí su independencia fue ganada y su unión fundada. A través de estos estados
en la costa se continúa el comercio extranjero de la Unión; a través de ellos se conecta
con el mundo civilizado; a través de ellos adquiere la población sobrante, material,
capital, y los poderes mentales de Europa; en la civilización, poder, y riqueza de éstos
estados del mar dependen la civilización futura, poder, riqueza e independencia de toda
la nación y su futura influencia sobre las comunidades menos civilizadas.

Suponga que la población de estos estados Atlánticos disminuyera en lugar de crecer


más, que sus pesquerías, cabotaje, navegación comprometida en el comercio extranjero
y comercio extranjero y, sobre todo, su prosperidad general, fuera a caer o permanecer
estacionario en lugar de progresar, entonces nosotros debemos ver los recursos de
civilización toda la nación entera, las garantías para su independencia y el poder
externo, también disminuir en el mismo grado. Incluso es concebible que, era el
territorio entero de los Estados Unidos puesto bajo el cultivo de mar a mar, cubierto con
estados agrícolas, y densamente poblado en el interior, la propia nación podría quedar
no obstante en una calidad baja como civilización respecto a independencia, poder
extranjero, y el comercio exterior. ¡Hay ciertamente muchas nacionalidades que están
en semejante posición y para quienes marina y poder naval son nulos y sin embargo
poseen una numerosa población interior!

Si un poder existiera que acaricie el proyecto de mantener bajo el ascenso del pueblo
americano y traerlo industrialmente bajo el sometimiento a sí mismo, comercial o
políticamente, sólo podría tener éxito en su objetivo intentando despoblar los estados
Atlánticos de la Unión y echando todo el aumento de población, capital, y el poder
intelectual en el interior. Por esos medios no sólo verificaría el extenso crecimiento del
poder naval de la nación, sino también podría complacer la esperanza de conseguir
posesión a tiempo de la posición estratégica defensivo principal en la costa Atlántica y
las bocas de los ríos. Los medios no serían con este fin difíciles de imaginar; sería sólo
necesario impedir el desarrollo del poder industrial en los estados Atlánticos y asegurar
la aceptación del principio de libertad absoluta de comercio extranjero en América. Si
los estados Atlánticos no se vuelven fabricantes, ellos no sólo serán incapaces de
mantener su grado presente de civilización, sino ellos deben hundirse y hundirse en cada
aspecto.

¿Sin manufactura cómo los pueblos a lo largo de la costa Atlántica pueden prosperar?
No por remitir el producto interior a Europa y de bienes fabricados ingleses al interior,
para unas muy pocas miles de personas serían suficientes para llevar a cabo este
negocio. ¿Cómo están las pesquerías para prosperar? La mayoría de la población que se
ha movido tierra adentro prefiere carne fresca y pescado de agua fresca a salado; ellos
no requieren aceite de tren, o por lo menos sino una cantidad pequeña. ¿Cómo está el
comercio de cabotaje en el Atlántico para crecer? Como la porción más grande de los
estados de la costa están poblados por cultivadores de tierra que produce para ellos
todas las provisiones y materiales de construcción, combustible, etc. qué ellos requieren,
no hay nada a lo largo de la costa para sostener un comercio de transporte. ¿Cómo están
los comercios extranjeros y navales a los lugares distantes para aumentar? El país no
tiene nada que ofrecer si naciones menos cultivadas poseen en superabundancia, y esas
naciones industriales a las que envía su producto animan sus propios mercantes.
¿Cómo puede levantarse un poder naval cuándo las pesquerías, el comercio navegando
cerca de la costa, navegación del océano, y el comercio extranjero se deterioran? ¿Cómo
están los estados Atlánticos para protegerse contra los ataques extranjeros sin poder
naval? ¿Cómo incluso está la agricultura para crecer en estos estados, cuando por medio
de los canales, vías férreas, etc. el producto de tractos mucho más fecundos y baratos de
tierra en el oeste que no requiere estiércol, pueden llevarse al este mucho más barato del
que pudiera producirse allí en tierra agotada hace tiempo? ¿Cómo bajo tales
circunstancias puede crecer la civilización y aumentar la población en los estados
orientales, cuándo es claro que bajo el comercio libre con Inglaterra todo el aumento de
población y capital agrícola debe fluir al oeste?

El estado presente de Virginia da sino una idea débil de la condición en la que los
estados Atlánticos serían arrojados por la ausencia de manufactura en el este; para
Virginia, como todos los estados del sur en la costa Atlántica, en la actualidad toma una
porción aprovechable proporcionando productos agrícolas a los estados Atlánticos.
Todas estas cosas llevan una diferente complexión, debido a la existencia de un poder
industrial floreciente en los estados Atlánticos. Ahora la población, capital, habilidad
técnica y poder intelectual, fluyen sobre ellos de todos los países europeos; ahora la
demanda por productos manufacturados de los estados Atlánticos aumenta
simultáneamente con su consumo de materias primas proporcionado por el oeste.

Ahora la población de estos estados, su riqueza, número y magnitud de su aumento de


ciudades en proporción igual con el cultivo de las tierras vírgenes occidentales; ahora, a
causa de la población más grande, y por consiguiente la demanda aumentada por carne,
manteca, queso, leche, el producto de huerta, semillas oleaginosas, fruta, etc., su propia
agricultura está aumentando; ahora las pesquerías del mar están floreciendo a
consecuencia de la demanda más grande por pescado salado y aceite de tren; ahora las
cantidades de provisiones, materiales de construcción, carbón, etc., están llevándose a lo
largo de la costa para amueblar las necesidades de la población industrial; ahora el
producto de la población industrial, una cantidad grande de artículos para exportación a
todas las naciones de la tierra, de donde resultan cargas del retorno aprovechables; ahora
los aumentos de poder naval de la nación por medio del comercio de cabotaje, las
pesquerías, y navegación a tierras distantes, y con esta la garantía de independencia
nacional e influencia sobre otras naciones, particularmente sobre las de América del
Sur; ahora la ciencia y arte, civilización y literatura, está mejorando en los estados
orientales, desde donde ellos están difundiéndose entre los estados occidentales.

Éstas eran las circunstancias que indujeron a los Estados Unidos a poner restricciones
en la importación de bienes manufacturados extranjeros, y proteger a su manufactura
nativa. Con qué monto de éxito se ha hecho esto, nosotros hemos mostrado en las
páginas precediendo. Que sin tal política un poder industrial pudiera mantenerse con
éxito en los estados Atlánticos, nosotros podemos aprender de su propia experiencia y
de la historia industrial de otras naciones. Las crisis comerciales frecuentemente
recurrentes en América han sido muy a menudo atribuidas a estas restricciones a la
importación de bienes extranjeros, pero sin bases razonables. La experiencia más
temprana como más tarde de América del Norte muestra, al contrario, que tales crisis
nunca han sido más frecuentes y destructivas que cuando la comunicación comercial
con Inglaterra era menos sujeta a restricciones.

Las crisis comerciales entre naciones agrícolas que procuran sus suministros de bienes
manufacturado de los mercados extranjeros se levantan de la desproporción entre las
importaciones y exportaciones. Naciones industriales más ricas en capital que los
estados agrícolas, y siempre ansiosas por aumentar la cantidad de sus exportaciones,
entregan sus bienes a crédito y animan el consumo. De hecho, ellos hacen adelantos
sobre la próxima cosecha. Pero si la cosecha fuera así pobres que su valor se cae en
grande previamente debajo de los bienes consumidos; o si la cosecha se demuestra tan
rico que el suministro de reuniones del producto sin la demanda adecuada y se desploma
el precio; mientras al mismo tiempo los mercados todavía continúan siendo sobre-
abastecidos con bienes extranjeros -- entonces una crisis comercial ocurrirá por causa de
la desproporción que existe previamente entre los medios de pago y la cantidad de
bienes consumida, como también por causa de la desproporción entre el suministro y
demanda en los mercados por productos y bienes fabricados.

Las operaciones de bancos extranjeros y nativos pueden aumentar y promover


semejante crisis, pero ellos no pueden crearlas. En un capítulo futuro nosotros debemos
esforzarnos más estrechamente para elucidar este asunto.
Capítulo 10: Las Enseñanzas de Historia

Por todas partes y en todo momento el bienestar de la nación ha estado en proporción


igual a la inteligencia, moralidad e industria de sus ciudadanos; según esto, la riqueza ha
aumentado o disminuido; pero la industria y economía, invención y empresa, por parte
de los individuos, nunca todavía ha logrado algo de importancia donde no fueron
sostenidos por libertad municipal, por las instituciones públicas y leyes convenientes,
por la administración Estatal y la política extranjera, pero ante todos por la unidad y
poder de la nación.

La historia nos muestra por todas partes un proceso poderoso de acción recíproca entre
los poderes sociales y los individuales y condiciones. En las ciudades italianas y
Hanseáticas, en Holanda e Inglaterra, en Francia y América, encontramos los poderes de
producción, y por consiguiente la riqueza de los individuos, creciendo en proporción a
las libertades disfrutados, al grado de perfección de las instituciones políticas y sociales,
mientras éstos, por otro lado, derivan estímulo material y para su mejora mayor del
aumento de la riqueza material y del poder productivo de los individuos.

El ascenso real de la industria y poder de Inglaterra fecha sólo de los días del cimiento
real de la libertad nacional de Inglaterra, mientras la industria y poder de Venecia, de
los Pueblos de Hansa, de los españoles y portugueses, se deterioró concurrentemente
con su pérdida de libertad. Sin embargo lo trabajadores, económicos, inventivos e
inteligentes, que los ciudadanos individuales podrían ser, ellos no podrían superar la
falta de instituciones libres. La historia también enseña que los individuos derivan la
parte mayor de sus poderes productivos de las instituciones sociales y condiciones bajo
los que ellos se ponen.

La influencia de la libertad, inteligencia, e ilustración sobre del poder, y por


consiguiente sobre la capacidad productiva y riqueza de una nación, no se ejemplifica
tan claramente en ningún aspecto como en la navegación. De todos los logros
industriales, la navegación demanda más energía, valor personal, empresa, y paciencia;
calificaciones que sólo pueden florecer en una atmósfera de libertad. En ninguna otra
profesión hacen la ignorancia, superstición, prejuicio, indolencia, cobardía,
afeminamiento, y debilidad producen las tales consecuencias desastrosas; en ninguna
otra parte hay un sentido de auto-confianza tan indispensable. De ahí la historia no
puede apuntar un solo ejemplo de un pueblo esclavizado que toma parte prominente en
navegación. Los hindúes, chinos y japoneses han confinado siempre estrictamente sus
esfuerzos a la navegación en canal y río y el cabotaje. En Egipto antiguo la navegación
marítima se tuvo en el aborrecimiento, probablemente porque sacerdotes y maestros de
gobernantes perdieron por medio de esto el espíritu de libertad e independencia que
debe animarse.

El más libre y más ilustrado de los estados de Grecia antigua también era el más
poderoso en el mar; su poder naval cesó con su libertad, y sin embargo mucha historia
se puede narrar de las victorias de los reyes de Macedonia en tierra, ella está callada
acerca de sus victorias en el mar. ¿Cuándo los romanos eran poderosos en el mar, y
cuándo nada más nada más es oído de sus flotas? ¿Cuándo hizo dispuso Italia de la ley
en el mediterráneo, y subsecuentemente cuándo la tiene el comercio de cabotaje
cayendo en manos de extranjeros? En la armada española la Inquisición había pasado
sentencia de muerte mucho antes de que las flotas inglesas y holandesas hubieran
ejecutado el decreto. Con la llegada al poder de las oligarquías mercantiles en los
Pueblos de Hansa, el poder y el espíritu de empresa tomó licencia de la Liga de
Hanseática.

De los Países Bajos españoles sólo las provincias marítimas lograron su libertad,
considerando que los que tuvieron sometimiento por la Inquisición tenían que someterse
incluso al cierre de sus ríos. La flota inglesa, victoriosa sobre la holandesa en el Canal,
ahora tomó posesión del dominio de los mares mucho antes de que el espíritu de
libertad había asignado a Inglaterra; y aún Holanda, en nuestros propios días, ha
retenido una proporción grande de su marina mercante, considerando que la de los
españoles y portugués está casi aniquilada.

Vanos fueron los esfuerzos de un gran ministro individual bajo los reyes despóticos de
Francia para crear una flota, invariablemente fue a la ruina. ¿Pero cómo es que al día
presente nosotros damos testimonio de la fuerza creciente de la navegación y el poder
naval francés?

Apenas había la independencia de los Estados Unidos de América del Norte llegado a la
vida, cuando encontramos a los americanos que contienden con renombre contra las
flotas gigantes del país madre.

¿Pero cuál es la posición de las naciones Centrales y Sur americanas? Tanto como sus
banderas no ondean sobre cada mar, pueden poner sino poca dependencia en la
efectividad de sus formas republicanas de gobierno. En contraste de éstos con Texas, un
territorio que ha logrado escasamente la vida política, y ya demanda su porción en el
reino de Neptuno.

Pero la navegación es meramente una parte del poder industrial de una nación -- una
parte que puede florecer y sólo lograr importancia junto con todas las otras partes
complementarias. Por todas partes y en todo momento vemos navegación, comercio
interior y extranjero, y hasta agricultura, sólo florecer donde la manufactura ha
alcanzado un alto estado de prosperidad.

Pero si la libertad es una condición indispensable para la prosperidad de navegación,


¿cuánto debe ser así llevada para la prosperidad del poder industrial, para el crecimiento
de todo el poder productor de una nación? La historia no tiene ningún registro de una
comunidad rica, comercial, e industrial que no estuviera al mismo tiempo en el goce de
la libertad. Fabricas por todas partes primero trajeron en funcionamiento mejorado
medios de transporte, navegación de río mejorada, carreteras mejoradas, navegación de
vapor y vías férreas que constituyen los elementos fundamentales de sistemas
mejorados de agricultura y de civilización.

La historia enseña que las artes y ocupaciones emigraron de ciudad a ciudad, de un país
a otro. Perseguida y oprimida en casa, ellos tomaron refugio en ciudades y en países
donde se aseguraron el apoyo a la libertad, protección y a ellos. De esta manera ellos
emigraron de Grecia y Asia a Italia; de Italia a Alemania, Flandes y Brabante; y de ahí a
Holanda e Inglaterra. Por todas partes era necesidad de sentido y el despotismo que los
ahuyentaron, y el espíritu de libertad que los atrajo. Pero para la tontería de los
gobiernos Continentales, Inglaterra habría tenido dificultades logrando supremacía en
industria. ¿Pero parece más consistente con la sabiduría para nosotros en Alemania
esperar pacientemente hasta otras naciones son lo bastante impolíticas para echar sus
industrias y así compelerlas a buscar un refugio con nosotros, o debemos, sin esperar
por las tales contingencias, invitarlas a través de ventajas proferidas a establecerse entre
nosotros?

Es verdad que la experiencia enseña que los vientos llevan la semilla de una región a
otro, y que así se han transformado páramos desechados en bosques densos; pero ¿sería
en esa cuenta la política sabia para el guardabosque esperar hasta el viento en el curso
de efectos de edades esta transformación? ¿Es imprudente en su parte si sembrando y
plantando él busca lograr el mismo objeto dentro de unas décadas? ¿La historia nos dice
que naciones han logrado del todo con éxito lo que nosotros vemos hacer al
guardabosque? Ciudades libres solas, o repúblicas pequeñas y confederaciones de tales
ciudades y estados, limitadas en posesiones territoriales, de población pequeña y el
poder militar insignificante, pero fortificado por la energía de la libertad juvenil y
favorecidas por posición geográfica así como por circunstancias y oportunidades
afortunadas, floreció por medio de la manufactura y comercio mucho antes que las
grandes monarquías; y por comunicación comercial libre con las últimas exportaron a
ellas bienes manufacturados e importaron producto crudo a cambio, se levantaron a un
grado alto de riqueza y poder.

Así hicieron Venecia, las ciudades de Hansa, los belgas y los holandeses. Ni era al
principio este sistema de comercio libre menos aprovechable a las grandes monarquías
mismas con quien estas comunidades más pequeñas tenían comunicación comercial.
Por, haber considerado a la riqueza de sus recursos naturales y a su condición social
subdesarrollada la importación libre de bienes manufacturados extranjeros y la
exportación de productos nativos presentaban la forma más segura y más eficaces de
desarrollo sus propios poderes de producción, de instalar hábitos de industria sobre sus
súbditos que estaban entregados a la ociosidad y turbulencia, de inducir sus hacendados
y nobles a sentir un interés en la industria, de despertar el espíritu inactivo de empresa
entre sus comerciantes, y sobre todo de ascenso a su propia civilización, industria, y
poder. Estos efectos generalmente eran conocidos por Gran Bretaña del comercio y la
manufactura industrial de los italianos, los Hanseáticos, los belgas, y los holandeses.

Pero habiendo logrado a una cierta calidad de desarrollo por medio del comercio libre,
las grandes monarquías percibieron que el grado más alto de civilización, poder y
riquezas sólo pueden ser logradas por una combinación de manufactura y comercio con
agricultura. Ellos percibieron que sus recientemente establecidas manufacturas nativas
nunca podría esperar tener éxito en competencia libre con las viejas y muy establecidas
manufacturas de extranjeros; que sus pesquerías nativas y la marina mercante nativa, los
cimientos de su poder naval, nunca podrían hacer progreso exitoso sin privilegios
especiales; y que el espíritu de empresa de sus comerciantes nativos siempre sería
controlado por las reservas aplastantes de capital, la experiencia mayor y sagacidad de
los extranjeros.

De ahí ellos buscaron, por un sistema de restricciones, privilegios, y estímulos,


trasplantar a su tierra nativa la riqueza, talentos, y el espíritu de empresa de los
extranjeros. Esta política se siguió con mayor o menor, con éxito más rápido o más
tardío, sólo en proporción como las medidas adoptadas se adaptaron más juiciosamente
al objeto en vista, y aplicaron y siguieron con más o menos la energía y perseverancia.
Inglaterra, sobre todas las otras naciones, ha adoptado esta política. A menudo
interrumpido en su ejecución de la necesidad de inteligencia y auto-refrenamiento por
parte de sus gobernantes, o debido a las conmociones interiores y las guerras
extranjeras, él primero asumió el carácter de una política establecida y prácticamente
eficaz bajo Eduardo VI, Elizabeth, y el periodo revolucionario.

¿Por cómo pudieron las medidas de Eduardo III funcionar satisfactoriamente cuándo no
fue hasta bajo Henry VI que la ley permitió llevar grano de un condado inglés a otro, o
el embarque de él a partes extranjeras; cuando todavía bajo Enrique VII y Enrique VIII
todo el interés en dinero, incluso descuento en facturas, se sostuvo por ser usura, y
cuándo el momento todavía pensaban que los comercios podrían ser animados a arreglar
por ley a una cifra baja el precio de bienes de lana y la tasa de sueldos, y que la
producción de grano pudiera ser aumentada prohibiendo cría de oveja en gran escala
grande? ¿Y cuánto más pronto habría la manufacturar lana y el comercio marítimo de
Inglaterra haber alcanzado una norma alta de prosperidad y no hubo Enrique VIII
considerado un ascenso en los precios del trigo como un mal; lo hubiera hecho, en lugar
de echar obreros extranjeros por mayor del reino, buscado como sus predecesores
aumentar su número animando su inmigración; y no hubiera Enrique VII negados su
sanción al Acta de Navegación como propuesto por Parlamento?

En Francia vimos la manufactura nativa, comunicación interior libre, comercio


extranjero, pesquerías, navegación, y poder naval -- en una palabra, todos los atributos
de una grande, poderosa y rica nación (qué había costado Inglaterra esfuerzos
perseverantes de siglos adquirir) -- llamada en existencia por un gran genio en el
espacio de unos años, cuando era por la vara de un mago; y después todos ellos
aniquilados todavía más rápidamente por la mano de hierro del fanatismo y despotismo.

Nosotros vemos el principio de comercio libre en vano contendiendo poderosamente


bajo las condiciones desfavorables contra la restricción en vigencia; la Liga Hanseática
es arruinada, mientras se Holanda hunde bajo los golpes de Inglaterra y Francia. Que
una política comercial restrictiva sólo puede ser hasta ahora operativa para bien solo
cuando es apoyada por la civilización progresiva y las instituciones libres de una nación,
nosotros aprendemos del decaimiento de Venecia, España, y Portugal, de la recaída de
Francia a consecuencia de la revocación del Decreto de Nantes, y de la historia de
Inglaterra que mantuvo en todo momento el paso de libertad con el adelanto de
industria, comercio y riqueza nacional.

Al contrario, un estado muy avanzado de civilización, con o sin instituciones libres, a


menos que apoyado por un sistema conveniente de política comercial, mostrará sino una
garantía pobre para un delgado progreso económico, puede ser aprendido en una mano
de la historia de los estados libres norteamericanos, y en el otro de la experiencia de
Alemania. La Alemania moderna carente de un sistema de política comercial vigorosa y
unida y expuesta en todos los sentidos en sus mercados internos a la competencia con
un poder industrial extranjero superior al de ella propio, mientras excluida al mismo
tiempo de los mercados extranjeros por restricciones arbitrarias y a menudo caprichosas,
y muy lejos de hecho de hacer ese progreso en industria a la que su grado de cultura la
titula, no puede mantener siquiera la posición previamente adquirida, y se hace una
conveniencia de (como una colonia) por esa misma nación que hace siglos trabajó en su
manera por los comerciantes de Alemania hasta que por fin sean resueltos los estados
alemanes y afiancen sus mercados internos para su propia industria, por la adopción de
un sistema vigoroso de política comercial unida. Los estados libres norteamericanos
quienes, más de cualquier otra nación antes que ellos, están en una posición de
beneficiar por su libertad de comercio, e incluso influenciados de la misma cuna de su
independencia por las doctrinas de la escuela cosmopolita, están esforzándose más de
cualquier otra nación para actuar en ese principio.

Pero debido a las guerras con Gran Bretaña, nosotros encontramos dos veces que esa
nación compelida a manufacturar en casa bienes que compraba previamente bajo
comercio libre de otros países, y dos veces, después de la conclusión de paz, llevada al
borde de la ruina por competencia libre con extranjeros, y por eso amonestada del hecho
que bajo las condiciones presentes del mundo cada gran nación debe buscar las
garantías de su prosperidad continua e independencia, antes todas las otras cosas, en el
desarrollo independiente y uniforme de sus propios poderes y recursos.

Así la historia muestra que las restricciones no son tanto las invenciones de meras
mentes especulativas, como consecuencias naturales de diversidad de intereses, y
naciones porfiando después de la independencia o predominando ascendencia, y así de
emulación y guerras nacionales, y por consiguiente que no pueden dispensarse de cesar
con este conflicto de intereses nacionales, en otras palabras hasta que todas las naciones
puedan unirse bajo una e igual sistema de ley.

Así la cuestión acerca de si, y cómo, las varias naciones pueden llevarse a una
federación unida, y cómo pueden invocarse las decisiones de la ley en el lugar de la
fuerza militar para determinar las diferencias que se levantan entre las naciones
independientes, tiene que ser resuelto concurrentemente con la pregunta cómo pueden
establecerse comercios libres universales en el lugar de sistemas comerciales nacionales
separados.

Los esfuerzos que han sido hechos por naciones solas para introducir la libertad de
comercio en cara de una nación que es predominante en industria, riqueza, y poder, no
menos distinguido para un sistema del arancel exclusivo -- como hizo Portugal hizo
1703, Francia en 1786, América del Norte en 1786 y 1816, Rusia de 1815 hasta 1821, y
como Alemania ha hecho durante siglos -- va a mostrarnos que de esta manera se
sacrifica la prosperidad de naciones individuales, sin beneficio a la humanidad en
general, solamente para el enriquecimiento de la nación manufacturera y comercial
predominante.

Suiza (como esperamos mostrar a continuación) constituye una excepción que muestra
así como mucho cuando demuestra poco por o contra uno u otro sistema.

Colbert aparece a nosotros no por haber sido el inventor de ese sistema que los italiano
han llamado después de él; por, como hemos visto, fue elaborado totalmente por los
ingleses mucho antes de su tiempo. Colbert sólo puso en práctica eso que Francia, si ella
deseara cumplir sus destinos, fue ligado para llevar a cabo más pronto o después. Si
Colbert será culpado en absoluto, sólo puede acusarse contra él que intentó poner en
vigor bajo un gobierno despótico un sistema que sólo podría subsistir después de una
reforma fundamental de las condiciones políticas. Pero contra este reproche a la
memoria de Colbert puede muy bien ser defendido que, si su sistema había sido
continuado por príncipes sabios y ministros sagaces, habría en toda la probabilidad
removido por medio de reformas todos esos estorbos que estaban de pie en el camino
del progreso de la manufactura, agricultura, y comercio, así como de libertad nacional; y
Francia no habría sufrido ninguna revolución entonces, sino, impelida a lo largo del
camino de desarrollo por las influencias recíprocas de industria y libertad, ella pudo
durante el último siglo y medio haber estado compitiendo con éxito con Inglaterra en
manufactura, en la promoción de su comercio interior, en comercio extranjero, y en
colonización, así como en sus pesquerías, su navegación, y su poder naval.

Finalmente, la historia nos enseña cómo naciones que han sido dotadas por la
Naturaleza de todos los recursos que son requeridos para el logro de la calidad más alta
de riqueza y poder, pueda y deben o sin esa cuenta que comisa el fin en vista --
modificar sus sistemas según la medida de su propio progreso: en la primera fase,
adoptando comercio libre con naciones más avanzadas como un medios de subir ellos
de un estado de barbarismo, y de adelantos de manufacturación en agricultura; en la
segunda fase, promoviendo el crecimiento de manufactura, pesquerías, navegación, y el
comercio extranjero por medio de restricciones comerciales; y en la última fase, después
de alcanzar el grado más alto de riqueza y poder, revertir gradualmente al principio de
comercio libre y de competencia sin restricción interna así como en mercados
extranjeros que así pueden conservarse sus agricultores, fabricantes, y comerciantes de
la indolencia, y estimular para retener la supremacía que ellos han adquirido.

En la primera fase, nosotros vemos España, Portugal, y el Reino de Nápoles; en el


segundo, Alemania y los Estados Unidos de América del Norte; Francia está de pie al
parecer cerca de la línea del límite de la última fase; pero solo Gran Bretaña en la
actualidad lo ha alcanzado realmente.

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