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ARTIGO ARTICLE 135

La investigación sobre violencia contra las


mujeres en América Latina: entre el empirismo
ciego y la teoría sin datos

Research on violence against women


in Latin America: from blind empiricism
to theory without data

Roberto Castro 1
Florinda Riquer 2

1 Centro Regional de Abstract Research on violence against women in Latin America presents an interesting para-
Investigaciones
dox: while the number of studies is quite small, there also appears to be a sense that research on
Multidisciplinarias,
Universidad Nacional this topic has been exhausted, despite the lack of any definitive responses to the nature and caus-
Autónoma de México. es of the problem. This results from the boom in studies with a strong empirical focus, lacking
Apartado Postal 4-106,
any basis in more general sociological theory. On the other hand, research using social theory
C. P. 62431, Cuernavaca,
Morelos, México. tends to ignore the existing mediations between structural arrangements and any individual
rcastro@servidor.unam.mx specific behavior, as well as the interactive nature of domestic violence. Meanwhile, empirical re-
2 Universidad
search presents inconsistent results and tends to run into methodological problems such as oper-
Iberoamericana.
Prolongación Paseo de la ational confusion, contradictory findings, and results and recommendations that are too obvi-
Reforma 880, C. P. 01210, ous. New research designs must be developed to enrich the field and which are solidly based on
México, DF, México.
the body of conceptual knowledge in social sciences, abandoning designs without theory and
those which are merely statistical. Only then will it be possible to imagine the new research ques-
tions that the problem of violence requires.
Key words Domestic Violence; Women’s Health; Methods

Resumen La investigación en torno a la violencia contra las mujeres en América Latina enfren-
ta una paradoja: el número de investigaciones es sumamente bajo, al mismo tiempo que existe
una suerte de agotamiento del tema sin haberse dado aún respuestas definitivas sobre la natu-
raleza y las causas del problema. Ello responde a la orientación predominantemente empírica
de las investigaciones, y a su falta de anclaje en la teoría sociológica más general. La investiga-
ción que se apoya en la teoría social suele ignorar las mediaciones existentes entre los arreglos
estructurales y la conducta específica de los individuos, así como el carácter interaccional de la
violencia. La investigación empírica, por su parte, presenta resultados inconsistentes y suele in-
currir en problemas metodológicos tales como confusión operacional, y obviedad de los hallaz-
gos y de las recomendaciones. Para enriquecer la investigación es indispensable diseñar nuevas
investigaciones sustentadas en el corpus conceptual de las ciencias sociales y abandonar los di-
seños ateóricos y meramente estadísticos. Sólo así será posible imaginar las nuevas preguntas de
investigación que requiere el problema de la violencia.
Palabras clave Violencia Doméstica; Salud de las Mujeres; Métodos

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Introducción De la urgencia de la intervención


a la conceptualización: ¿un salto al vacío?
Este texto surge de la necesidad de hacer un al-
to en el camino. Tras varios años de participar La violencia contra las mujeres (en este trabajo
en la discusión e investigación sobre violencia sinónimo también de “violencia de género”) es
de género, así como de insistir en su importan- uno de los ejes de reflexión – acción con lo que
cia como tema de salud pública (Castro et al., resurge el feminismo en América Latina a fina-
2000; Castro & Ruiz, 2002; Riquer, 1992, 1995a, les de los años sesenta del siglo XX (Anonymous,
1995b, comunicación personal; Riquer et al., 1984-1985, 1987, 1992; Barroso, 1988; Bedregal,
1996), nos pareció importante hacer un balan- 1991a). El feminismo contribuyó de manera
ce. El objetivo central de este trabajo es mos- decisiva a visualizar el fenómeno como un pro-
trar las principales dificultades, teóricas y me- blema social (no sólo individual), de orden pú-
todológicas, por las que atraviesa la investiga- blico (no únicamente privado), de competen-
ción sobre violencia contra las mujeres en Amé- cia de los tribunales, y que exige políticas pú-
rica Latina realizada en las dos últimas décadas. blicas con obligaciones específicas para las ins-
Cabe advertir que nuestro ejercicio no cons- tituciones, incluidas las de salud.
tituye un Estado del Arte toda vez que no fue En nuestra perspectiva, en gran medida
posible acceder a la totalidad de las investiga- puede comprenderse el desarrollo del tema co-
ciones sobre el tema, en gran medida porque mo objeto de conocimiento y la disociación
sus resultados no se publican. Por ello, los tra- entre intentos de conceptualización, investiga-
bajos seleccionados (más de 70) para realizar ción empírica y propuestas de atención, en
este ejercicio de análisis representan, en todo tanto no surge de alguna de las ciencias socia-
caso, líneas de preocupación y modos de inves- les, ni del ámbito de las ciencias de la salud.
tigar el complejo problema de la violencia con- Surge, como todos los temas que fueron dando
tra las mujeres en nuestro continente. cuerpo al campo de conocimiento de los estu-
Con fines analíticos proponemos que es dios sobre la mujer, de la urgencia sentida por
posible diferenciar tres grandes vías de aproxi- algunas mujeres de atender a las víctimas de la
mación al problema de la violencia contra las violencia de género, por evidenciar la impor-
mujeres: los acercamientos teóricos, la investi- tancia social y política de la problemática y de
gación empírica y las intervenciones para la pugnar por generar marcos jurídicos y políti-
atención de las mujeres. Nuestra impresión es cas públicas adecuadas para hacerle frente al
que tales aproximaciones se han desarrollado problema. Esto significa que los temas deriva-
de manera independiente entre sí, esto es, con dos de dicha agenda fueron entrando al mun-
muy pocos – o nulos – puntos de contacto. do académico en medio de un amplio recelo y
Sostenemos que la investigación sobre el pro- con dificultades para legitimarse.
blema de la violencia contra las mujeres parti- Así, principalmente en México, Brasil y Pe-
cipa del trágico atributo que Bourdieu señala rú, algunas mujeres tomaron por su cuenta la
como distintivo de la investigación social en atención de otras, víctimas, en concreto, de vio-
muchos países: “quizás nunca ha sido tan lación. Crearon centros que brindaban aten-
grande como hoy en día la distancia entre lo que ción psicológica, generalmente combinada con
en los Estados Unidos y en todos los países do- asesoría legal. Estamos hablando de un mo-
minados por el modelo académico americano mento en el que la legislación sobre violación
se llama teoría y lo que se denomina investiga- en nuestros países y los mecanismos institu-
ción empírica” (Bourdieu, 2000a:64-65). Este es cionales para su denuncia eran incipientes e
el argumento que queremos desarrollar en este inadecuados. Por ello, en paralelo, algunas mu-
trabajo. Para ello, en la primera parte del texto, jeres se dieron a la tarea de revisar las disposi-
reflexionamos sobre las posibles causas de tal ciones legales y hacer las primeras propuestas
disociación y se sintetizan, muy someramente, de reformas (Bedregal, 1991b; Mogrovejo, 1989).
los principales intentos de conceptualización. La propia práctica condujo a algunos gru-
En la segunda parte, se presentan los principa- pos de activistas a realizar algún nivel de siste-
les resultados de los llamados estudios empíri- matización de sus “casos” (Bedregal et al., 1991;
cos. En la tercera parte se señalan algunos de Duarte, 1992; Rojas, 1991; Saucedo, 1991; Silva,
los principales problemas metodológicos de 1986), así como a realizar los primeros estudios
tales estudios. Al final, apuntamos algunos ca- sobre la magnitud y prevalencia de la violencia
minos para enriquecer la mirada teórica sobre contra la mujer (Bedolla, 1987; Granados, 1996;
el fenómeno y mejorar las aproximaciones em- Larráin & Rodríguez, 1993; PROFAMILIA, 1990;
píricas. Ramírez & Uribe, 1993; Valdez & Shrader, 1992).
Tanto la sistematización como los estudios pa-

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recen haber estado más inspirados en contar que todo varón está en riesgo de constituirse o
con elementos para la denuncia pública y polí- convertirse en un violador, un golpeador o un
tica del fenómeno, que por un afán de conocer hostigador.
más y mejor la problemática. En clave política, afirmar que el patriarcado
En suma, durante más de dos décadas, fe- es la causa última de la violencia contra la mu-
ministas de varios países de la región latinoa- jer ha tenido alguna eficacia, sobre todo en la
mericana intentaron hacer “visible” la viola- medida en que alertó a organismos de Nacio-
ción y el hostigamiento sexual; más tarde, en la nes Unidas sobre la gravedad del problema. Sin
década de los noventa del siglo pasado, se ocu- embargo, como explicación del fenómeno es, a
paron de visibilizar la violencia doméstica o in- todas luces, insuficiente. Una causa última, aún
trafamiliar y una serie de prácticas ancestrales pudiendo mostrarse que lo es, no necesaria-
como la mutilación femenina, el infanticidio mente constituye la explicación del fenómeno
de niñas y el feminicidio. Hoy sabemos que el en cuestión.
esfuerzo no ha sido en vano. A la luz del material revisado, encontramos
Por una parte, se cuenta ya con una serie de una paradoja. A pesar de haber cierto consen-
documentos internacionales que obligan a los so acerca de que la violencia de género es con-
países que los han firmado a implementar me- secuencia del patriarcado, a la hora de estudiar
didas para hacer frente a la violencia de géne- empíricamente la violencia en la pareja y la in-
ro. Por lo menos entre los organismos que com- trafamiliar, el patriarcado acabó siendo reduci-
ponen el sistema de Naciones Unidas, se ha lo- do a variables individuales, esto es, reducido a
grado consenso en torno a la importancia del las características sociodemográficas (edad, es-
problema y a la necesidad de hacerle frente. tado conyugal, escolaridad, ocupación, ingre-
Por otra parte, se cuenta ya con algunos estu- so) y a aspectos conductuales (principalmente
dios para países de América Latina que seña- consumo de alcohol y de drogas) del varón. Tal
lan la magnitud de la problemática y de sus paradoja constituye una falacia metodológica,
consecuencias para el desarrollo económico, el que consiste, justamente, en reducir un fenó-
bienestar familiar y la salud de las mujeres de meno de carácter estructural – el patriarcado –
todas las edades. Contamos, de igual modo, con a indicadores individuales. Esto es, en el estu-
algunas aproximaciones cualitativas al fenóme- dio de la violencia de género no se ha conside-
no que van permitiendo avanzar en la descrip- rado, o no se sabe que hay que considerar, las
ción de la problemática (Burín & Meler, 1998; mediaciones entre fenómenos a los que se les
Oliveira, 1998; Saucedo, 1996; Szasz, 1999). atribuye carácter estructural, como el del pa-
Ahora bien, tras el esfuerzo por visibilizar la triarcado y su expresión en la conducta indivi-
violencia contra la mujer como problema so- dual. Dicha reducción, a su vez, contribuyó a
cial ¿qué conceptualizaciones o comprensio- crear una suerte de caricatura de la violencia
nes del fenómenos se han sustentado?. Pocos de género. En tal caricatura aparecen dos per-
consensos ha habido al interior del debate fe- sonajes: de un lado, un hombre, casi siempre
minista, que no es un movimiento con una so- de baja escolaridad, de escasos recursos eco-
la visión o perspectiva, sobre el por qué de la nómicos y/o desempleado, que a la menor pro-
subordinación femenina. Uno de ellos ha sido vocación, o sin ella, arremete psicológica y con
acerca de la causa última de la violencia contra frecuencia físicamente contra una mujer. Del
la mujer. Esa causa se denominó “patriarcado”; otro lado, estaría la mujer como víctima, recep-
la violencia contra las mujeres ha sido conce- tora casi pasiva, de la violencia.
bida, entonces, como la expresión más brutal Uno de los problemas que supone esta vi-
del fenómeno llamado patriarcado. sión caricaturizada es que ella no da cuenta de
Si bien el término patriarcado no ha estado la condición o situación en la que ocurre, espe-
exento de controversia (Castro & Bronfman, cíficamente, la violencia en la pareja. De ahí,
1993; Rubin, 1975), el desarrollo de la teoría fe- quizá que se avanzara en colocar en el centro
minista y el nuevo conocimiento generado en de la conceptualización ya no a los individuos
el campo de los estudios de género autorizan a que participan en la trama de la violencia, sino
suponer que el patriarcado es un fenómeno de a la familia (Fassler, 1999). Este desplazamien-
carácter estructural, constitutivo y constitu- to ha sido importante en tanto la familia es una
yente del orden y la reproducción de las socie- de las mediaciones más relevantes entre la con-
dades. Concebido así, en toda sociedad están ducta individual y los fenómenos de carácter
dadas las condiciones para que cualquier mu- estructural. El desplazamiento permitió, por
jer viva en riesgo de ser violada, toda esposa de tanto, observar que, si bien el fenómeno llama-
ser golpeada, toda empleada y estudiante hos- do patriarcado constituye una condición gene-
tigada sexualmente por un superior. Al tiempo ral de riesgo de que cualquier mujer sea trata-

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da con violencia y de que cualquier hombre sea cen haber guiado la investigación empírica.
un agresor, se requieren de determinados vín- Básicamente lo que se ha preguntado es cuán-
culos e interacciones para que los individuos – tas mujeres son violadas, agredidas física, se-
hombres y mujeres – entren en la trama de la xual o emocionalmente por sus parejas, u hos-
violencia de género. Haber puesto en el centro tigadas en la escuela o la oficina; y cuáles son
de observación a la familia permitió avanzar las características de los agresores. Pero, si se
desde concebir a la violencia contra la mujer acepta que la violencia de género es un proble-
como un problema de conducta individual del ma relacional y específicamente de acceso y
varón, a pensarla como resultado de un dese- uso desigual de diversos recursos entre los in-
quilibrio de poder entre individuos (Corsi, 1994; tegrantes de una pareja y/o al interior del ho-
Giffin, 1994; Heise, 1994) o como resultado de gar, sobre lo que habría que preguntar es acer-
la tensión entre el poder del hombre y la resis- ca del poder en las relaciones de género. Asun-
tencia de la mujer (The British Council, 1999). to hace tiempo planteado en la teorización fe-
Concebir al fenómeno de esa manera no minista que sigue en busca de un nicho dentro
necesariamente ha significado que, en la inves- de la teoría sociológica y que aún no se traduce
tigación empírica, ni en la intervención, se es- en variables e indicadores que permitan mejo-
tablezcan las variables que darían cuenta del rar nuestra comprensión de la violencia contra
desigual acceso y uso a diversos recursos y, por las mujeres.
ende, al poder, por parte de cada género (Al-
ves-Cabral, 1999). Como se tratará de documen- La investigación empírica
tar en el siguiente apartado, las variables que
se siguen considerando son sociodemográfi- Como se ha señalado ya, ésta no pretende ser
cas, económicas y relacionadas con la conduc- una revisión exhaustiva de la literatura empíri-
ta individual de los varones. Sostenemos que ca sobre el problema de la violencia contra las
una vía para lograr un acercamiento entre los mujeres en América Latina. En esta sección,
desarrollos teóricos y las investigaciones e in- nuestro análisis se centrará básicamente en los
tervenciones concretas pasa por superar las vi- estudios que buscan explorar las causas de la
siones atomistas de lo social que, al parecer, violencia contra las mujeres, esto es, qué facto-
subyacen a la investigación empírica. Para ello, res la producen, y dejaremos de lado los estu-
consideramos, hace falta pensar sociológica- dios sobre las consecuencias de la misma.
mente la violencia contra la mujer.
Un primer paso para ello es considerar que El problema de la prevalencia
los hombres y las mujeres concretos son a la de la violencia contra las mujeres
vez productores y portadores de sociedad (Gid-
dens, 1995). Por tanto, nuestra cognición, nues- Lo que primero ha preocupado a los investiga-
tra conducta y nuestras interacciones son ex- dores latinoamericanos se refiere a la magni-
presión de las cogniciones y de las prácticas tud del problema de la violencia. Las prevalen-
dominantes en un tiempo y espacio determi- cias reportadas presentan cierta variación pero
nado. En segundo término, y al margen de la normalmente dentro de un determinado ran-
discusión sobre si hay o no un componente “na- go. Algunas de las primeras investigaciones de
turalmente” violento o agresivo en la constitu- la década pasada reportaban prevalencias su-
ción de la identidad masculina (Ramírez, 2000; periores al 50% (60% en Chile, según Larráin,
Riquer, 1991), sociológicamente, la dimensión 1993; 54% en Costa Rica, según Chacón et al.,
del fenómeno que interesa destacar es la rela- 1990, apud Heise, 1994; 57% en el área rural de
cional. Si bien consideramos a la violencia y a Jalisco, México, según Ramírez & Uribe, 1993;
la agresión como actos o conductas del indivi- 56% en Guanajuato, México, según Tolbert &
duo, suponemos, también, que son medios o Romero, 1996). Al paso de los años, quizás co-
mecanismos de expresión de percepciones, ne- mo efecto de un mejor diseño de los instru-
cesidades, deseos, afectos y sentimientos que mentos de medición, las prevalencias reporta-
quizá no pueden ser verbalizados y actuados das se han centrado en un rango que va del
por vías que no dañen a otro e incluso al pro- 10% al 52% (26% en Colombia, según Klevens,
pio agresor. Son medios o mecanismos que su- 2001; 46% en Guadalajara, México, según Ra-
ponen la presencia de otro, y, en ese sentido, mírez & Patiño, 1996; 42% en Durango, México,
consideramos a la agresión y a la violencia más según Alvaro-Zaldívar et al., 1998; y 52% en Ni-
como un aspecto o forma que la relación entre caragua, según Ellsberg et al., 1999, 2000).
dos o más sujetos asume que como una carac- Cabe, sin embargo, hacer una crítica gene-
terística del individuo. Por ello, es necesario ral a los estudios de prevalencia. La mayoría de
plantearse preguntas distintas a las que pare- ellos no reportan haber diferenciado a la vio-

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lencia que sufren las mujeres entrevistadas en comunicación personal; Garza & Díaz-Michel,
términos de severidad. Ello hace que los auto- 1997; Meneghel et al., 2000; Moreno, 1999).
res reporten como “prevalencia” lo mismo a ca- En la mayor parte de los casos, las estrate-
sos de mujeres que sufren formas “moderadas” gias preferidas son el análisis estadístico biva-
de violencia episódica, que a casos de mujeres riado y los modelos de regresión logística. Más
que, en el otro extremo, reportan sufrir formas allá de que siempre es útil identificar las varia-
graves de violencia crónica. Ello significa que el bles que se asocian estadísticamente a la vio-
rango de prevalencias reportado en la actuali- lencia que sufren las mujeres, no es difícil ad-
dad (que oscila, como dijimos, entre un 10% y vertir el limitado alcance de estos trabajos. Al
50%) constituye en muchos casos un dato poco carecer de una teoría sociológica que ordene y
preciso. Pues una mujer que reporta haber su- jerarquice a las variables relevantes a partir de
frido una vez una bofetada de parte de su pare- las categorías de género y poder – en el marco
ja – y no queremos minimizar la gravedad de de una teoría que articule al actor con la estruc-
cualquier forma de violencia contra las muje- tura y la historia – estos trabajos sólo aciertan
res – se puede parecer más, para fines analíti- a reportar la fuerza de las asociaciones encon-
cos, a las mujeres que nunca han recibido una tradas. Pero más grave aún, al carecer de un
agresión física, que a aquellas que la han expe- marco así, estos estudios no suelen aclarar los
rimentado de manera grave y variada durante criterios que llevaron a los autores a explorar
años. A menos que se introduzcan índices de ciertas variables y no otras en su asociación con
severidad que permitan distinguir tanto a las la violencia.
mujeres que sufren violencia moderada de las Quizás a ello se debe la doble preocupación
que sufren violencia severa, como a las que su- que inevitablemente se tiene al revisar esta li-
fren violencia episódica de las que sufren vio- teratura: por una parte, la sensación de que no
lencia crónica, seguiremos obligados a consi- se está acumulando conocimiento nuevo en
derar a las tasas de prevalencia como indicado- esta línea desde hace ya varios años, pues los
res más bien débiles, con valor sólo indicativo, diversos estudios tienden a reportar cosas se-
de la gravedad del problema de la violencia mejantes; y por otra parte, la sensación de que
contra las mujeres. se ha procedido con cierta arbitrariedad en la
selección de las variables a estudiar (segura-
Variables más comúnmente mente haciendo eco a estudios previos), lo que
asociadas a la violencia a su vez está limitando el desarrollo de otros
diseños que de manera bien fundamentada se
Al tomar al problema de la prevalencia como arriesguen a explorar en nuevas direcciones.
una cuestión medular, pocos estudios publica- Otros estudios, más centrados en mujeres
dos han optado por un diseño más sociológico de poblaciones específicas, permiten establecer
para la “explicación” del problema. A ello se de- comparaciones, en términos de prevalencia,
be el relativo desorden que se advierte en el lis- entre mujeres de diversos grupos, o entre mu-
tado de variables que se reportan como asocia- jeres de un grupo en particular con respecto a
das de manera estadísticamente significativa al la población en general. Este tipo de compara-
problema de la violencia. Las variables más fre- ciones permite conocer si determinado grupo
cuentemente citadas en esta calidad son el ni- de mujeres está expuesto a un riesgo mayor de
vel socioeconómico, la escolaridad y el grupo violencia que el resto. Sin que siempre sea éste
de edad (en todos los casos mientras más bajo, el objetivo explícito de los autores, este tipo de
más riesgo), el estado civil (las mujeres no ca- trabajos permite una lectura más sociológica
sadas en más riesgo), el haber sufrido abuso o de los resultados, debido a que trabajan con
violencia durante la infancia o el haber sido grupos sociales, más que con mujeres indivi-
testigo de ella (tanto la mujer como su pareja), duales agrupadas artificiosamente mediante
la condición de ocupación de la pareja (si está meros procedimientos estadísticos. A esta cor-
desempleado más riesgo) así como de la mujer riente pertenecen, entre otros: (a) los estudios
(si trabaja fuera de la casa menos riesgo); el nú- que exploran la prevalencia de violencia entre
mero de hijos, el número de años de la unión, y mujeres embarazadas, (b) los estudios que se
el consumo de alcohol (en los tres casos, mien- centran en mujeres con problemas específicos
tras más alto más riesgo de violencia); y final- de salud, (c) los estudios con mujeres atendi-
mente la existencia de una marcada asimetría das por los servicios públicos de salud, y (d) los
de poder en la pareja, así como la existencia de estudios con mujeres de diferentes grupos ét-
una ideología de los roles de género (Buvinic et nicos, etc.
al. 1999; Deslandes, 2000; Díaz-Olavarrieta et Respecto a las mujeres embarazadas, exis-
al., 1999, 2001; J. Firestone, R. Harris & W. Vega, ten en la región varios estudios que buscan ex-

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plorar si el embarazo constituye un factor de nal aumenta significativamente. Y tercero, que


riesgo o, a la inversa, un factor de protección la indagación sociológica en esta línea debe re-
frente a la violencia masculina. Más allá de que sistir a la tentación de limitarse a la mera ex-
se trata de un grupo de población vulnerable al ploración de asociaciones; debe, por el contra-
que interesa proteger, la idea de centrarse en rio, adentrarse en el ámbito de la teoría social y
las mujeres embarazadas no carece de funda- desde ahí formular las preguntas que guíen la
mento sociológico: el embarazo es un rol social investigación. Por ejemplo: ¿la condición de
bien establecido que genera expectativas espe- embarazada traduce un cambio en la identidad
cíficas en la población (Miller, 1978). La hipó- – adscrita y autopercibida – de parte de las mu-
tesis subyacente – de la que ciertamente no jeres? O bien: ¿la condición de embarazo tra-
todos los autores parecen estar al tanto – es duce un cambio en el nivel del conjunto de sa-
que, de encontrarse un patrón en la relación beres y prácticas de la pareja? Si es así, ¿en qué
embarazo-violencia, es posible rastrear en los dirección se dan esos cambios, y cómo se aso-
atributos del rol algunas de las explicaciones cian con los patrones de violencia detectados?
de este problema, o bien, identificar otros roles Los estudios que se centran en mujeres con
sociales que también se asocian a la violencia y problemas específicos de salud pueden ayudar
explorar si poseen todos ellos algo en común. a explorar si esta condición, la de la enferme-
Los resultados, sin embargo, como ha sido dad, constituye un factor de riesgo adicional
señalado ya para otros países (Heise, 1994; para las mujeres frente a la violencia. Al igual
Moore, 1999), no pueden ser más confusos. Por que en el caso anterior, el recorte del objeto de
ejemplo, una investigación reciente en Chile estudio no carece de fundamento, no sólo por-
encontró claramente que el embarazo funcio- que las mujeres enfermas son también un gru-
na como un factor de protección (Arcos et al., po vulnerable con derecho a la protección, si-
2000). Simultáneamente, una investigación rea- no porque el del enfermo es – bien lo sabemos
lizada por nosotros mismos en México (Castro – un complejo rol social.
& Ruiz, 2002) muestra que, en términos de pre- Aquí los resultados también son inciertos:
valencia, el embarazo no hace ninguna dife- al parecer, algunas condiciones de salud, como
rencia, toda vez que, tanto antes como durante el SIDA, se asocian con un mayor riesgo de su-
el embarazo se encontró una prevalencia del frir violencia (Herrera & Campero, 2000), mien-
25%. Al mismo tiempo, en otras latitudes se re- tras que otras, como el padecimiento de desór-
porta que el embarazo constituye, al contrario, denes neurológicos crónicos (Díaz-Olavarrieta
un factor de riesgo para la violencia (Goodwin et al., 1999) parecen asociarse, según los estu-
et al., 2000). dios disponibles, a tasas de prevalencia seme-
La función del embarazo con relación a la jantes a las reportadas para la población en ge-
prevalencia de violencia sigue siendo, pues, un neral (cerca del 30%).
problema científico que requiere de mucha Es evidente que esta línea de investigación
más investigación. Esta debe considerar tres requiere ser enriquecida. La indagación desde
cuestiones muy importantes para avanzar. Pri- esta perspectiva debe nutrirse de los esclarece-
mero, que las prevalencias reportadas en este dores avances logrados en el campo de la en-
ámbito son, en última instancia, similares a las fermedad como rol social. Desde ahí hemos
reportadas entre las mujeres no embarazadas; aprendido que, en tanto que la enfermedad es
por ejemplo, un estudio entre mujeres embara- una entidad sujeta a diversas formas de control
zadas de Nicaragua (Ellsberg et al., 2000) en- social, el concepto de rol del enfermo es “un
contró una prevalencia de 31%, de manera que poderoso instrumento para el análisis de la cul-
la medición de las diferencias, si las hay, exige tura y de la desviación social” (Turner, 1987:58).
de una precisión que hasta ahora no se ha al- En consecuencia, es posible hipotetizar que
canzado. Segundo, que la diferencia que puede ciertos padecimientos y ciertas condiciones de
hacer el embarazo no necesariamente debe salud de las mujeres se asocian a un mayor ries-
ubicarse en términos de prevalencia, sino que go de sufrir violencia, mientras que otros pade-
puede ser incluso más importante la diferencia cimientos pueden no generar ningún efecto (ni
en términos de severidad. En efecto, en la in- protector ni de riesgo). Si es así, ¿cómo se agru-
vestigación previamente citada (Castro & Ruiz, pan esos padecimientos, en términos de sus
2002), encontramos que, si bien la prevalencia propiedades sociológicas? ¿qué hay de común
se mantiene constante antes y durante el em- al interior de cada grupo de esos padecimien-
barazo, la severidad de la violencia varía por ti- tos que pueda sugerir una explicación sobre el
po de violencia: mientras que la severidad de la efecto que producen con relación a la violencia?
violencia física y sexual disminuye durante el Los estudios que se centran en la violencia
embarazo, la severidad de la violencia emocio- que sufren las mujeres en los servicios públi-

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VIOLENCIA CONTRA LAS MUJERES EN AMERICA LATINA 141

cos de salud constituyen una oportunidad ex- para explorar el problema, en términos socio-
cepcionalmente valiosa para explorar la lógica lógicos, en la sociedad en general.
que articula los mecanismos tanto estructura- Finalmente, los estudios que comparan la
les como interaccionales que facilitan la apari- prevalencia de la violencia entre mujeres de
ción de la violencia. Son pocos, sin embargo, distintos grupos étnicos contienen un poten-
los trabajos de este tipo de los que tenemos no- cial explicativo aún pendiente de agotar. Un di-
ticia. El más relevante hasta la fecha (CLADEM, seño común suele explorar el papel de la “acul-
1998) documenta los mecanismos de violación turación” en relación con la violencia. Si bien
de los derechos humanos, sexuales y reproduc- estos estudios se han realizado sobre todo en
tivos de las mujeres a manos del personal de Estados Unidos, los que aquí comentamos han
salud, así como las estrategias de encubrimien- incluido a mujeres provenientes de varios paí-
to y obstaculización de la justicia que desplie- ses de América Latina, razón por la cuál resul-
gan las instituciones. También se ha documen- tan de nuestro interés.
tado la existencia de serias agresiones contra Los resultados, sin embargo, también aquí
las mujeres en los servicios de salud (Diniz & son inciertos. Por ejemplo, una investigación
d’Oliveira, 1998). Y nosotros mismos estamos en Arizona entre mujeres embarazadas origi-
llevando a cabo ahora una investigación en las narias de México encontró que a mayor grado
salas de labor y parto de dos hospitales públi- de aculturación de las mismas mayor era la in-
cos de Cuernavaca (México), con miras a docu- cidencia de violencia, incluso en comparación
mentar las diversas formas en que se violan los con las mujeres que permanecieron en México
derechos de las mujeres en ese lugar, así como (Mattson & Rodríguez, 1999). Otro estudio, en
los mecanismos de diverso tipo que lo hacen cambio, también con mujeres de origen mexi-
posible (Castro & Erviti, 2002). cano pero en el estado de California, encontró
En las instituciones de salud, se pueden ob- que la prevalencia de violencia durante el em-
servar con claridad varios mecanismos que se barazo es prácticamente igual tanto en Califor-
asocian estrechamente a la producción de la nia como en Morelos (entre 26% y 29%), mien-
violencia: la agrupación y el funcionamiento tras que la severidad es mayor en Morelos: es
de los médicos en el marco de una profesión; decir, la aculturación, en este caso, sí, está sir-
las estrategias de complicidad que ese marco viendo de factor protector entre las mujeres
permite; la difusión de un discurso que legiti- mexicanas residentes en California (Castro et
ma una forma de hacer medicina (la occiden- al., 2001).
tal) y descalifica a las otras; la existencia de je- Otros trabajos han analizado las caracterís-
rarquías rígidas e incuestionables entre médi- ticas de las mujeres golpeadas de origen latino
cos y pacientes; la introyección, por parte de en comparación con las de las mujeres de ori-
las mujeres, del discurso dominante (la forma gen anglosajón, en diversas ciudades de Esta-
extrema de la violencia simbólica, según Bour- dos Unidos. Se reporta que víctimas de origen
dieu); etc. latino son significativamente más jóvenes, con
La investigación en esta línea tiene dos ru- menor nivel de escolaridad, y más pobres que
tas por recorrer: por una parte, se requiere rea- las mujeres anglosajonas (Ellsberg et al., 1999).
lizar muchos más estudios, en instituciones de Lo cuál quiere decir que, entre las anglosajo-
salud de diversos niveles de atención, públicas nas, la violencia se asocia más débilmente con
y privadas, con el fin de explorar y combatir es- la edad, la educación y la clase social. ¿Qué ex-
ta forma especifica de violencia contra las mu- plica entonces, entre estas últimas, la existen-
jeres. Pero, por otra parte, debe proveer de con- cia de la violencia? La información, con todo y
ceptos y modelos a la investigación general so- su carácter exploratorio, parece sugerir que la
bre violencia contra las mujeres. ¿Qué formas violencia no siempre es función de las varia-
de complicidad les permite – a los médicos en bles más establecidas en la literatura; y que,
el hospital, a los hombres en la sociedad – per- por el contrario, las variables relevantes varían
petuar su violencia contra las mujeres? ¿Qué entre un grupo étnico y otro. La comparación
discurso ideológico los legitima o encubre? entre mujeres de diversa procedencia étnica
¿Cuáles son los mecanismos de internalización permite orientar la investigación buscando en
del discurso de la violencia masculina por par- el dominio de lo cultural las explicaciones re-
te de las mujeres? Sostenemos que, a partir de queridas. Y si bien algunas investigaciones su-
una exploración más sistemática del fenómeno gieren tímidamente esta posibilidad (Gaffney
de la violencia contra las mujeres en escenarios et al., 1997), otras, en cambio, han adoptado
acotados como las instituciones de salud, es una estrategia netamente antropológica (Perez,
posible derivar conceptos sensibilizadores o 2000), o cualitativa (Watts & Shrader, 1998), pe-
“direcciones en las cuáles mirar” (diría Blumer) ro al costo de renunciar a la posibilidad de rea-

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142 CASTRO, R. & RIQUER, F.

lizar comparaciones estadísticas entre dos o Y, en un caso más, se señala que existe una
más poblaciones diferentes. La investigación fuerte asociación entre la adopción de normas
en esta línea puede enriquecerse enormemen- que justifican el uso de la violencia y el uso de
te, pensamos, a partir de una adecuada inte- la violencia propiamente tal, si bien se recono-
gración de métodos cuantitativos (que recupe- ce que, en este estudio, “las normas y actitudes
ren los datos “duros” en términos de prevalen- son medidas por la capacidad de la pareja de
cia, incidencia y fuerza de las asociaciones en- controlarse a sí misma y de actuar de una ma-
tre variables) y cualitativos (que exploren en nera no violenta” (Briceño-Leon et al., 1999:132).
profundidad la lógica de las normas, los valo- Esto es, el autor mismo reconoce que una mis-
res y las diversas expresiones culturales que se ma medición le sirve para construir dos varia-
asocian a la producción de la violencia). bles, a saber, la conducta violenta y, en su de-
En síntesis, es poco lo que se puede concluir fecto, la existencia de normas y actitudes con-
en términos de conocimientos sólidos logrados trarias a la violencia. Estrategia que contradice
hasta ahora en torno a las causas de la violen- el principio metodológico que postula la nece-
cia. Además de la falta de contenido sociológi- saria independencia de las mediciones que se
co en los reportes sobre el tema, existe otra se- busca asociar, si se quiere contar con ciertas
rie de problemas que caracteriza a mucha de garantías, sobre la validez de la asociación en-
esta investigación, misma que discutiremos contrada.
brevemente en el siguiente apartado. Es verdad que resulta problemático dife-
renciar dónde termina la desigualdad de géne-
ro y dónde comienza la violencia de género,
Problemas vigentes pues esta última no es sino la consecuencia ex-
trema de la primera (A. Guezmes, comunica-
Confusión operacional ción personal). Pero éste, siendo en principio
un problema teórico y conceptual, no nos au-
En la búsqueda de variables “independientes” toriza a incurrir en confusiones operacionales
que puedan explicar el problema de la violen- tan evitables como las señaladas.
cia contra las mujeres, algunos autores incur-
ren en lo que se denomina “confusión opera- Obviedad de los hallazgos
cional”. Esto no significa más que confundir, al y las recomendaciones
momento de operacionalizar, a las variables in-
dependientes con la variable dependiente. Por Junto al problema anterior, una segunda cues-
ejemplo, una investigación reporta que “la fre- tión que preocupa se refiere a la frecuente ob-
cuencia de conflictos entre la pareja” y la exis- viedad tanto de los hallazgos como de las reco-
tencia de un alto número de “prohibiciones” de mendaciones que se derivan de los mismos.
parte de los hombres hacia sus parejas, son las Sorprende, por ejemplo, que en una investiga-
que más claramente explican, en términos es- ción se reporte que entre estudiantes de nivel
tadísticos, el surgimiento de la violencia (Kle- preparatoria los principales factores de riesgo
vens, 2001). Sin embargo, ¿no es el hecho de para incurrir en conductas antisociales o vio-
imponer prohibiciones a la pareja una forma lentas son el hecho de ser hombre, consumir
concreta de ejercer violencia contra ella? Si es alcohol y utilizar otro tipo de drogas ( Juárez et
así, ¿no es entonces del todo esperable que am- al., 1998). ¿No lo sabíamos?
bas “variables” estén fuertemente asociadas? En otros trabajos, tras la presentación de
El problema de fondo es que, con toda proba- los hallazgos, se formula una serie de recomen-
bilidad, no estamos aquí frente a “dos” varia- daciones aparentemente orientadas a comba-
bles, sino más bien frente a dos manifestacio- tir y prevenir la violencia en la pareja. Como los
nes de la misma variable. estudios muestran que el desbalance de poder
En otro caso, se reporta como variables in- en la pareja se asocia a este problema, se reco-
dependientes el tener actitudes que justifiquen mienda... ¡balancear dicho poder! Y en el mis-
el uso de la violencia y el contar con escasas ha- mo tenor, es posible encontrar recomendacio-
bilidades para resolver los conflictos interper- nes para cambiar las actitudes, reducir los fac-
sonales (Moreno, 1999). Pero ¿no es el uso de la tores que estresan a la pareja y enseñar a los
violencia una demostración de una falta de ha- hombres a manejar conflictos sin violencia (Fi-
bilidades para resolver un conflicto en otros restone et al., 2000; Moreno, 1999).
términos? Si es así, ¿qué aporta realmente, en Sin duda les asiste alguna razón a todas es-
términos de esclarecimiento de las causas del tas sugerencias de intervención. Pero no es po-
problema, el sugerir que la dificultad de no ser sible evitar la sensación de que es poco lo que
violento es lo que explica la conducta violenta? contribuyen a esclarecer la naturaleza del pro-

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VIOLENCIA CONTRA LAS MUJERES EN AMERICA LATINA 143

blema. Pues la pregunta de investigación que hacer investigación sobre violencia con hom-
seguimos sin resolver es precisamente qué sos- bres? En primer lugar, por supuesto, porque se
tiene el desbalance de poder entre hombres y quiere evitar generar situaciones de riesgo que
mujeres, qué alimenta las actitudes agresivas, pondrían en peligro, una vez más, la seguridad
por qué el estrés se asocia a la violencia, etc. Y de las mujeres. Pero, en segundo lugar, y esto
como lo hemos venido haciendo a lo largo de no es menos importante, porque los hombres
todo este trabajo, sostenemos que es la falta de se resisten más a hablar del tema que las muje-
una teoría social más sólida que sirva de ancla- res. En el reporte de resultados del proyecto
je a toda esta investigación lo que confiere esa ACTIVA (Fournier et al., 1999) se señala que
sensación de orfandad a las recomendaciones más hombres que mujeres declinaron partici-
que se formulan. par. La imposibilidad de la investigación está
asociada al poder, es decir, al mismo mecanis-
Vacío de investigación con hombres mo que genera el problema (la violencia) que
se desea explicar. Esa imposibilidad, a su vez,
Finalmente, junto a la dificultad para distinguir puede estar contribuyendo a perpetuar el ca-
con claridad las variables dependientes de las rácter simultáneamente pobre y reiterativo de
independientes, junto a la producción de re- la investigación actual, pues a fuerza de no po-
sultados inconsistentes que contribuyen a in- der medir lo que se quiere investigar se termi-
crementar nuestro desconcierto, y al lado de na por investigar lo que se puede medir. “Cor-
los hallazgos reiterativos y obvios, la investiga- remos el peligro, por tanto, de recurrir, para con-
ción sobre el problema registra un asombroso cebir a la dominación masculina, a unos modos
vacío: la investigación “río arriba”, centrada en de pensamiento que ya son el producto de la do-
el origen del problema, la que tome a los pro- minación. Sólo podemos confiar en salir de ese
pios hombres como los sujetos de la investiga- círculo si encontramos una estrategia práctica
ción y explore en ellos las preguntas que nos para efectuar una objetivación del tema de la
inquietan. objetivación científica” (Bourdieu, 2000b:17).
Sólo recientemente se han iniciado los es- El gran reto de la investigación actual sobre el
tudios sobre “masculinidad” en América Lati- problema de la violencia contra las mujeres ra-
na, pero falta aún mucho por explorar en este dica, a nuestro juicio, en la solución de este
sentido. No es difícil entender por qué las in- problema. Dicha solución pasa por dos cues-
vestigaciones se han centrado hasta ahora en tiones: (a) el desarrollo de investigaciones que
las mujeres. Primero, porque son el grupo agre- recuperen el carácter relacional de la violencia
dido y es urgente trabajar en la defensa y vi- en contextos intermedios, como la familia, la
gencia de sus derechos. Segundo, porque son pareja y la calle (Gomes, 1994); y (b) recordar
un grupo mucho más fácilmente entrevistable, que las ciencias sociales no son sólo un instru-
que el de los hombres. Pero, claramente, el pro- mento para hacer nuestra investigación: son el
blema no empieza con ellas. Sólo en la medida núcleo de nuestro quehacer, y constituyen la
en que la investigación sobre la violencia se única posibilidad de salir del enorme atollade-
amplíe hacia los hombres y hacia la interacción ro cognoscitivo en que nos encontramos. La
entre hombres y mujeres, estaremos en condi- pobreza y las limitaciones de los resultados de
ciones de dar con nuevos hallazgos relevantes. investigación hasta ahora alcanzados en el te-
ma de la violencia contra las mujeres son con-
secuencia del abandono de nuestro propio pa-
Conclusión trimonio: a menos que nos comprometamos
de lleno con el corpus conceptual y metodológi-
Para concluir, retomemos justo lo que señalá- co de nuestras propias disciplinas, seguiremos
bamos en el párrafo anterior. ¿Por qué es difícil oscilando entre la trivialidad y la perplejidad.

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144 CASTRO, R. & RIQUER, F.

Agradecimientos

Los autores desean agradecer al Dr. Carlos Cáceres,


cuya invitación para el VI Congreso Latinoamericano
de Ciencias Sociales y Salud fue el punto de arranque
para la elaboración de este trabajo. Agradecemos
también la entusiasta colaboración de Rodrigo Ma-
drigal Briones, quien trabajó en la búsqueda de ma-
terial bibliográfico y en su sistematización.

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Aprobado el 12 de julio de 2002

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