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REPÚ BLICA BOLIVARIANA DE VENEZUELA

MINISTERIO DE EDUCACIÓ N CRISTIANA


INSTITUTO BIBLICO BETHEL
SEDE TUCACAS

NATURALEZA DE LA
PERSONALIDAD

ESTUDIANTES:
DAYBER PEROZO
LUZ MEDINA
YUSMARY DE AREVALO

Marzo de 2020
INTRODUCCIÓN

El estudio de la personalidad es un ámbito de un punto de vista abierto a las


distintas concepciones que se puedan tener al respecto, ya que no existe aun hoy día
una estructura determinada que la defina y la clasifique. En tal sentido, toda
investigación al respecto debe fundamentarse en criterios que concuerden con nuestra
propia Concepción siempre y cuando esta no sea tan extremista y distante de lo que el
entorno nos ha enseñado con el tiempo.

El propósito de esta investigación es precisamente indagar acerca de la naturaleza


de la personalidad, intentando identificar los parámetros que la definen y la moldean a
lo largo de la vida.
NATURALEZA DE LA PERSONALIDAD.

Segun: Millon, T. y Everly, G. (1994). La personalidad y sus trastornos.

¿QUÉ ES LA PERSONALIDAD?

Ya en el primer año de vida, los niños se ocupan en una gran variedad de


respuestas conductuales.

Aunque los niños mostrarán lo que parecen ser características constitucionales de


nacimiento, la manera de reaccionar hacia sí mismos y hacia su entorno tiende, al
principio, a ser cambiante e impredecible para el observador.

Parece que estas respuestas conductuales tienen una función exploradora: cada
niño ensaya y prueba varias respuestas conductuales.

A través de un proceso que Edward Thomdike (1935) llama aprendizaje por


«ensayo y error», el niño aprende qué respuestas conductuales son efectivas y cuáles
no lo son.

Desde una perspectiva del aprendizaje, el niño descubre qué respuestas


conductuales lo guían hacia un refuerzo (placentero) y qué respuestas son inefectivas o
son castigadas (no placenteras).

Conforme el niño se desarrolla y madura, tiene lugar un proceso moldeados:

§ El niño desarrolla un repertorio de conductas que son probadas empíricamente,


dise- ñadas para conseguir refuerzo y también para evitar el castigo.

§ Avanzando en el tiempo, aquellos que observan al niño pueden ver que empieza
a practicar respuestas conductuales específicas bastante consistentes en situaciones
di- ferentes.

§ Se puede decir que el niño está demostrando un hábito.

§ El niño continúa madurando, comienza a mostrar un grupo repetitivo de hábitos.


Este grupo colectivo de hábitos puede ser referido como un rasgo.

§ La conducta de los niños cristaliza en un patrón preferido de comportamiento.

Los patrones de conducta no sólo se vuelven resistentes a la extinción sino que el


hecho de que hayan tenido éxito en el pasado hace a estos patrones de respuesta
altamente prioritarios.
1. Al tener una continuidad en el desarrollo biológico básico y un rango de
experiencias para seleccionar y adoptar respuestas conductuales, el niño puede estar
capacitado para desarrollar un patrón distintivo de interacción intrapersonal y con el
entorno que es profundamente incorporado y no fácilmente erradicable.

2. Estas características son la esencia y la suma de la personalidad del niño.

UNA DEFINICIÓN DE PERSONALIDAD

Tal como T. Millon, utiliza el término,

La personalidad representa un patrón profundamente incorporado y que muestra


claramente rasgos cognitivos, afectivos y conductuales manifiestos, que persisten por
largos períodos de tiempo.

Los rasgos emergen de una complicada matriz de disposiciones biológicas y del


aprendizaje experiencias.

Hay dos procesos situados en el centro de la personalidad:

1. cómo interactúa el individuo con las demandas del medio ambiente,

2. cómo se relaciona el individuo consigo mismo.

Utiliza el término patrón al referirse a la personalidad por dos razones:

1. para llamar la atención sobre el hecho de que estas conductas y actitudes surgen
de una compleja interacción entre disposición biológica y experiencias aprendidas;

2. para denotar el hecho de que estas características de personalidad no son sólo


una agre- gación difusa de tendencias al azar, sino una estructura predecible y
aprendida de conduc- tas manifiestas y encubiertas.

Este concepto de personalidad, ahora asumido en el DSM-III-IV,* rompe la larga


tradición de con- siderar a los síndromes psicopatológicos como entidades patológicas
ajenas al individuo o como lesiones que insidiosa o abruptamente se superponen al
individuo hasta impedir su normal funcionamiento.

Continuidad sindrómica.

PERSONALIDAD, TEMPERAMENTO Y CARÁCTER.


El término personalidad ha significado diferentes cosas para muchas personas.

Para ayudar en nuestra definición de personalidad, puede ser de interés contrastar


nuestra noción de personalidad con los conceptos relacionados de temperamento y
carácter, términos que a menudo se usan como intercambiables con el de
personalidad.

El temperamento, por otro lado, puede ser considerado como una parte
biológicamente determinada de la personalidad. Cada niño se incorpora al mundo con
un patrón distintivo de tendencias de respuestas y de sensibilidades. Desde siempre,
las enfermeras han observado que los niños son distintos desde el momento en que
nacen. Los padres, y particularmente las madres, son capaces de observar distintas
diferencias en los sucesivos hijos. Por ejemplo, algunos niños tienen ciclos predecibles
de hambre, eliminación y sueño, mientras que otros niños son mucho menos rítmicos
en estos procesos. Algunos niños maman vigorosamente al nacer, mientras que otros
deben ser ayudados. Algunos niños son tensos, mientras que otros parecen relajados y
felices. Finalmente, algunos niños son enérgicos, mientras que otros son letárgicos.

La conclusión de que los niños difieren significativamente al nacer desde


numerosas perspectivas no sólo es sustentada por las observaciones de enfermeras y
padres perceptivos. Así, los investigadores han identificado diferentes patrones de
actividad entre los niños neonatos, que se manifiestan en pa- trones
electroencefalográficos, actividad del sistema nervioso autónomo e incluso umbrales
sensoriales (Escalona, 1968; Murphy y Moriarty, 1976; Thomas y Chess, 1977;
Thomas, Chess y Birch, 1963).

Puede parecer que estas diferencias en los patrones de conducta sean más función
de factores biológicos que de factores ambientales. En otras palabras, estos patrones
de conducta parecen ser biogeneticos porque se manifiestan antes de que la
experiencia del aprendizaje posnatal pueda influir en ellos. Este fundamento
biogenético del desarrollo de la personalidad será referido como temperamento. El
temperamento es definido más comúnmente como el material biológico en bruto desde
el cual la personalidad finalmente emerge. Se puede decir que incluye el sustrato
neurológico, endocrinológico y aun bioquímico desde el cual la personalidad
comenzará a formarse.

El otro término que es a menudo intercambiable con el de personalidad es el de


carácter. El carácter puede ser considerado como la adherencia de la persona a los
valores y las costumbres de la sociedad en la que vive. El término carácter fue derivado
de una palabra griega que significa grabado y fue usada para identificar las
características distintivas de la persona individual. El término más tarde apareció en la
literatura psicoanalítica para reflejar las funciones de integración de la estructura de la
personali- dad, esto es, el ego (Fenichel, 1945).

Sin embargo, actualmente el término carácter parece reflejar un juicio moral de la


conducta de la persona (Millon, 1981), esto es, hasta qué punto una persona se ajusta
y manifiesta según las tradiciones sociales, ética y costumbres de su sociedad. Por
tanto, el carácter puede ser considerado como un reflejo de numerosas y diversas
influencias ambientales. Tiene un alcance más amplio que el del tem- peramento pero
mucho más reducido que el de la personalidad.

Resumiendo, dentro del contexto de este volumen, nosotros consideraremos la


personalidad como un concepto amplio que puede fácilmente incluir temperamento y
carácter. El temperamento será consi- derado como la materia prima biológica desde la
cual la personalidad se formará, y el carácter será considerado como un subgrupo de la
personalidad, más amplio que temperamento, pero más reducido que personalidad y
definido según las costumbres sociales.

PATRONES DE PERSONALIDAD NORMALES Y ANORMALES.

Uno de los dilemas más comunes al que se enfrentan los estudiantes de las
profesiones relacionadas con la salud mental se refiere a la determinación y
diferenciación de la conducta normal y anormal.

El criterio más comúnmente usado para la determinación de la anormalidad es el


criterio estadístico. Desde esta perspectiva, la conducta anormal es cualquier conducta
que se desvía de la norma esperada o aceptada. El criterio estadístico representa
solamente un análisis cuantitativo. Falta considerar aspectos cualitativos. Por ejemplo,
si el C.I. (cociente intelectual) normal, es decir, el promedio estadístico, es 100,
entonces la persona con un C.I. de 140 es tan «anormal» como una persona con un
C.I. de 60. No obstante, desde una perspectiva cualitativa, es preferible poseer un C.I.
de 140 que uno de 60.

Probablemente, la mejor forma de valorar una conducta como normal o anormal es


considerando la esfera cualitativa. Cuando se considera la salud mental, la normalidad
puede ser concebida' como «la capacidad de funcionar autónoma y competentemente,
la tendencia a adaptarse al entorno no social de forma efectiva y eficiente, una
sensación subjetiva de satisfacción y eficiencia y la habilidad de autorrealizarse o de
alcanzar las propias potencialidades» (Millon, 198 1, p. 8). En consecuencia, la
anormalidad puede ser entendida como un déficit en estas cualidades
Desde esta perspectiva, es mejor entender la normalidad y la anormalidad como
conceptos relativos. Estos pueden ser considerados como puntos representativos
sobre un continuum o gradiente más que como categorías nominales discretas. La
conducta anormal se desarrolla y se forma de acuerdo con los mismos principios y
mecanismos que están involucrados en el desarrollo de la conducta normal. Sin
embargo, a causa de diferencias en las disposiciones biológicas y en las influencias
ambientales, algunos individuos aprenden hábitos desadaptativos cognitivos, afectivos
y de conductas manifiestas, mientras que otros individuos no lo hacen.

Más específicamente, se puede decir que un individuo posee una personalidad


normal y saludable cuando:

1. Muestra capacidad para relacionarse con su entorno de una manera flexible y


adaptativa.

2. Las percepciones características del individuo de sí mismo y del entorno son fun-
damentalmente constructivas.

3. Los patrones de conducta manifiesta predominantes del individuo pueden ser


considerados como promotores de salud.

Por el contrario, se puede decir que un individuo posee un patrón de personalidad


anormal no saluda- ble cuando:

1. La persona intenta afrontar las responsabilidades y las relaciones cotidianas con


inflexibilidad y conductas desadaptativas.

2. Las percepciones características de sí mismo y del entorno son


fundamentalmente autofrustrantes.

3. Los patrones de conducta manifiesta del individuo tienen efectos perniciosos para
la salud.

A pesar de la naturaleza variable de la distinción normalidad-anormalidad, puede


ser útil elaborar algún criterio por el cual pueda llevarse a cabo dicha distinción. En la
siguiente discusión no nos vamos a preocupar por alteraciones groseras cuyo carácter
patológico es fácilmente identificable. Más bien, es en aquella categoría nebulosa de la
personalidad aparentemente normal donde deseamos llamar la atención respecto a
signos sutilmente encubiertos de un proceso anormal insidioso y perturbador. Tres
criterios que apuntan hacia la presencia de un patrón de personalidad anormal son:

1. Inflexibilidad adaptativa. El término inflexibilidad adaptativa se refiere a una


tendencia consistente del individuo a relacionarse consigo mismo y enfrentarse al
ambiente a través de estrategias inapropiadamente rígidas y aplicadas uniformemente.
Tal rigidez, además, inhibe el desarrollo de un amplio repertorio de estrategias de
afrontamiento. No se trata sólo de la incapaci- dad del individuo para adaptarse a los
acontecimientos, sino que además esta persona también intenta cambiar las
condiciones ambientales, en tanto que no es capaz de llevar a cabo conductas más allá
de su limitado repertorio conductual.

2. Una tendencia a fomentar círculos viciosos. Por supuesto, todos los individuos
tienden a intentar manipular su ambiente para recibir refuerzos y evitar el castigo. Lo
que distingue a los patrones de personalidad anormal del normal no es solamente la
inapropiado rigidez y uniformidad en las estrategias de afrontamiento, sino también la
tendencia de esas estrategias a pro- vocar o poner en marcha nuevas conductas
autofrustrantes. Así, los patrones de personalidad anormal son, en y por si mismos,
patogénicos, porque intensifican las dificultades preexistentes.

3. Estabilidad lábil. Los patrones de personalidad son característicamente frágiles


y carentes de elasticidad bajo condiciones de presión ambiental. (Esta noción se
denomina a veces como ego débil.) A causa de series recurrentes de intentos
inefectivos de afrontamiento, los conflictos no resueltos tienden a volver a emerger.
Cuando esto ocurre, es posible que el sujeto derive hacia formas patológicas de
afrontamiento, con un control menos adecuado sobre sus emociones y finalmente con
percepciones subjetivas y distorsionadas de la realidad.

En resumen, vemos que los patrones de personalidad anormal pueden ser


diferenciados de los patrones de personalidad normal por su inflexibilidad adaptativa,
su tendencia a fomentar círculos viciosos y su estabilidad lábil, lo cual inhibe un
afrontamiento efectivo, es esencialmente autofrustrante y puede ser considerado desde
una perspectiva más amplia como perturbadora de la salud.

ORÍGENES DE LA PERSONALIDAD Y LOS TRASTORNOS DE LA


PERSONALIDAD.

Una premisa básica de este texto es que el desarrollo de la personalidad es función


de una interacción compleja de factores biológicos y ambientales. El impacto relativo
que cada grupo de factores tendrá sobre el desarrollo de la personalidad de un
individuo dependerá de la potencia y cronicidad de la influencia de cada factor. Esto
ciertamente variará de individuo a individuo. Sin embargo, parece muy probable que los
factores biológicos establecen los fundamentos que guían el desarrollo de la
personalidad, mientras que los factores ambientales actúan para dar forma a su
expresión. Por lo tanto, los factores biológicos pueden sentar las bases para el
desarrollo de la personalidad, pero los factores ambientales sirven para refinar y
finalmente determinar lo que creemos que constituye la esencia de la personalidad
humana Examinaremos ahora ambos grupos de factores con mayor detalle.

Factores biológicos básicos.

Parece inconcebible que las características de la morfología anatómica, la fisiología


neuroendocrina y endocrino, así como las funciones neuroquímicas, no jueguen un
papel en la formación de la respuesta conductual y, en un contexto amplio, en la
personalidad por sí misma (Williams, 1983). Parece aún más razonable que las
desviaciones significativas de tales factores puedan realmente llevar a una disyunción
de la personalidad, es decir, a la psicopatología.

Las influencias biológicas básicas sobre el desarrollo de la personalidad


probablemente tengan dos formas principales: la herencia y los factores matemos
prenatales.

Herencia. «Las enfermedades hereditarias son más comunes de lo que nadie


habría esperado. Los investigadores médicos han identificado casi dos mil
enfemedades causadas total o parcialmente por genes o cromosomas defectuosos. Se
estima que el 25 % de los problemas médicos en Estados Unidos son de origen
genético» (Sorochan, 1981, p. 404). No es de extrañar, pues, que muchos psicopa-
tólogos coincidan en señalar que la herencia juega un papel en el desarrollo de la
personalidad humana y sus trastornos. Las alteraciones psicopatológicas tales como la
depresión bipolar, la esquizofrenia, la enfermedad de Pick, la conducta de rumiación
obsesiva cognitiva, conducta arriesgada patológica y algunos trastornos relacionados
con el estrés parecen tener fundamento genéticos (Everly y Ro- senfeld, 1981; Faber,
1982; Gottesman y Shields, 1972; Kallrnan, 1953; Slater y Cowie, 1971). Sin embargo,
generalmente se cree que las influencias genéticas son en gran parte formadas y
moldeadas por las fuerzas ambientales que actúan sobre las bases genéticas del
individuo. Sin embargo, los me- canismos específicos por los cuales el ambiente actúa
para formar las estructuras no se han aclarado hasta este momento.

Factores maternos prenatales. Considerando el desarrollo prenatal y sus efectos


sobre el desarrollo de la personalidad del niño, Millon dice (1969): «Es bien sabido que
el desarrollo fetal puede ser afectado adversamente por varias complicaciones del
embarazo o la salud debilitada y el estado nutricional de la madre» (p. 96). Por ejemplo,
hay evidencias de que el consumo de cafeína por la madre estimulará el sistema
nervioso del feto; el consumo de alcohol por la madre puede llevar a una reducción
temporal en el flujo sanguíneo cerebral fetal, así como a retraso mental o el síndrome
alcohólico fetal en el niño; se piensa que el alcohol también deprime temporalmente la
propagación neuronal cerebral del feto; una madre fumadora de tabaco puede llevar a
un nacimiento prematuro y con bajo peso; la ingesta de cortisona por parte de la madre
puede llevar a anormalidades placentarias y muerte fetal; y la malnutrición materna
puede conducir a retraso mental y a caries dentales en el niño (Brown y Walla- ce,
1980; Diagram Group, 1977; Marx, 1973).

Los mecanismos específicos por los cuales los factores maternos prenatales
pueden afectar el desarrollo de la personalidad del niño no están aclarados. Aun así,
muchos estudiosos de la personalidad aceptan que estos factores influyen en la
formación tanto de personalidades sanas como en la de los diferentes trastornos de la
personalidad. Es muy posible que el fenómeno del temperamento descrito
anteriormente esté muy determinado por los factores matemos prenatales.

Quizá la función y estructura límbica en el feto se vea afectada no solamente por los
agentes químicos exógenos que la madre pueda consumir, sino también por enzimas
endógenas polipéptidos y hormonas producidas por la madre (Brown y Wallace, 1980;
Weil, 1974).

Factores bioambientales

Aunque se demuestre que los mecanismos biológicos básicos pueden tener


influencia sobre el desarrollo de la personalidad humana, los factores biológicos son
más probablemente modelados hacia su forma final de expresión por factores
ambientales. Pero antes de hablar de la naturaleza de los factores ambientales
primarios, debemos discutir aquellos factores que por sí mismos representan una
interacción de procesos biológicos y ambientales: los factores bioambientales.

En algunos casos, los factores biológicos están tan entrelazados con los factores
ambientales que su interacción viene a crear otro grupo de factores capaces de influir
en el desarrollo de la personalidad. Estos factores se denominan bioambientales. El
factor ambiental más obvio y convincente está representado por el proceso de
desarrollo neuropsicológico.

Desarrollo neuropsicológico. El proceso de desarrollo neuropsicológico es


realmente un proceso de maduración neurológica. La maduración se refiere a la
secuencia del proceso de desarrollo en la cual las estructuras del cuerpo se desarrollan
en una unidad funcional. Existía la creencia de que la maduración neural era afectada
solamente por influencias prenatales. Sin embargo, esta visión no pudo sostenerse por
mucho tiempo. Además, la maduración simplemente no progresa en una secuencia
genéticainente determinada sin más alteraciones. Más bien, actualmente se piensa que
la maduración neural se forma tanto a través de factores posnatales ambientales como
de factores prenatales (Brown y Wallace, 1980; Simmel, 1970).
Una respuesta a por qué las experiencias posnatales tempranas son cruciales para
el desarrollo humano, incluyendo la formación de la personalidad, deriva del hecho de
que el desarrollo neurológico humano es incompleto en el nacimiento. Se ha
identificado que el brote de mayor crecimiento en el sistema neurológico humano
ocurre desde el período prenatal y a través de los primeros cinco años de vida.
Además, hay evidencia (Bayley, 1970; Child, 1941; McGraw, 1943) de que el estímulo
ambiental puede ejercer importantes influencias sobre el desarrollo durante estos
brotes de crecimiento neurológico y tienen un efecto pequeño sobre el desarrollo si se
aplican después de que hayan pasado estos períodos de sensibilidad neurológica. En
el análisis final, tanto el desarrollo prenatal como el posnatal dependen de la nutrición.

Sin embargo, para comprender este tema de forma más completa podemos
considerar la nutrición desde una perspectiva más amplia que no únicamente
refiriéndonos a las proteínas, grasas, carbohidratos, vitaminas y otros factores
metabólicos. En lugar de eso, hay que reconocer que el desarrollo neurológico también
depende de otro tipo de nutrición, que viene dada por las experiencias vividas.
Rapaport (1958) acuñó el término nutrición de estímulos para referirse al proceso por el
cual los estímulos ambientales pueden ejercer una influencia sobre la composición
bioquímica y la anatomía funcional de las vías neurológicas cerebrales. Ha quedado
establecido en diversos estudios que los organismos que están en proceso de
maduración deben recibir estímulos nutricionales adecuados en los períodos
apropiados de crecimiento para conseguir un desarrollo apropiado (Harlow, 1963;
Kovach, 1970; Thompson y Grusec, 1970).

Numerosos teóricos del desarrollo tales como Heinz Wemer (1940) y Jean Piaget
(1956), e incluso Sigmund Freud (1957) y Erik Erikson (1950), han basado sus teorías
del desarrollo sobre la noción de períodos «sensibles» de crecimiiento y maduración.
Basado en estos fundamentos, Millon (1969) ha desarrollado una teoría de las etapas
de crecimiento neurológico que enfoca el desarrollo como moldeado por estímulos
nutricionales durante las etapas importantes del crecimiento neurológico (véase Millon,
1969, 1981). La noción de que existen períodos «sensibles» del desarrollo neurológico
sostiene que existen períodos limitados de tiempo durante los cuales son necesarios
estímulos particulares para el total desarrollo madurativo. Además, si estos estímulos
son experimentados antes o después de estos períodos sensibles o si el estímulo
nutricional es inadecuado o excesivo, es probable que ocurran disfunciones o
desarrollo inadecuado.

Basándose en los tres períodos sensibles principales en el proceso de desarrollo


pueden diferenciarse tres etapas neuropsicológicas
1. La etapa de fijación sensorial es la primera etapa en este esquema. Comprende
desde el nacimiento hasta alrededor de los 18 meses de edad. Los procesos que
dominan esta etapa son fundamentalmente procesos sensoriales que sirven de ayuda
en el desarrollo neurológico y procesos de acoplamiento que solamente son un reflejo
del grado en el que el niño recién nacido depende de otros para su supervivencia. La
escasez de estímulos durante esta etapa da como resultado apatía, déficit en el
acoplamiento social, alienación social y depresión. La estimulación sensorial
extraordinariamente pobre es probable que conduzca a un retraso sensorial. Los
estímulos sensoriales excesivos durante esta etapa probablemente conduzcan a la
hipersensibilidad, búsqueda de estímulos, conducta hiperactiva y altamente
demandante y dependencias interpersonales anormales.

2. La autonomía sensoriomotora es la segunda etapa en el presente modelo de


crecimiento neuropsicológico. Esta etapa comienza más o menos a los 12 meses y
puede durar hasta los 6 años. Se caracteriza por el refinamiento de la actividad
muscular grosera en un control de la conducta motora fina. A medida que la habilidad
en la verbalización, locomoción y manipulación motora fina aumenta, el niño se vuelve
más autónomo. La escasez de estímulos probablemente dará como resultado una falta
de conducta exploratoria y competitiva, y la ausencia de tal conducta probablemente
dará como resultado timidez, pasividad y sumisión. Por otro lado, la aportación de
estímulos excesiva probablemente conducirá a una autoexpresión no controlada,
irresponsabilidad social y narcisismo.

3. La tercera etapa del presente modelo es la llamada etapa de iniciativa


intracortical. Esta etapa va desde alrededor de los 4 años de edad hasta la
adolescencia. Durante esta etapa, observamos un rápido crecimiento en las funciones
corticales cerebrales más elevadas. El niño puede planificar, organizar y actuar de
acuerdo a sus propios intereses. El proceso del pen- samiento se desarrolla más allá
de las limitaciones del pensamiento concreto y entra en el terreno del pensamiento
abstracto. El proceso de pensamiento abstracto permite al niño el desarrollo de su
estructura interna básica y habilidad introspectivo para intentar actuar sobre su
ambiente. El déficit de estímulos en esta etapa probablemente resulte en una
incapacidad para encontrar la dirección de su vida, una carencia de disciplina y un
patrón de conducta impulsivo. Además, el individuo tiende a demostrar su incapacidad
para movilizar y dirigir sus recursos de una manera productiva, a menudo procediendo
de forma irresponsable e «inmadura». El exceso de estímulos durante esta etapa
probablemente resulte en una supresión de la espontaneidad, flexibilidad y creatividad.
El resultado es un individuo rígido y reprimido.

Considerando estas tres etapas neuropsicológicas, debemos mencionar que cada


etapa refleja una interacción de influencias biológicas y ambientales. Cada etapa sienta
las bases para la etapa subsiguiente. Si el proceso de una etapa está incompleto o es
disfuncional, la etapa siguiente probablemente se verá afectada adversamente.

Resumiendo lo dicho sobre los orígenes de la personalidad, vemos que los


potenciales biológicos esenciales de cada organismo pueden ser definidos por factores
genéticos. Sin embargo, la proporción y el nivel fundamental en que estos potenciales
se manifiestan serán moldeados por factores ambientales que influyen en la
composición bioquímica y la anatomía funcional de sus propios sustratos biológicos.

Factores ambientales

Como hemos señalado, el desarrollo y función psicológica normal dependen de un


sustrato ordenado de conexiones neuronales. Se puede argumentar que, aunque el
fundamento básico para estas cadenas biológicas se produce a través del programa
genético, estas cadenas son después modificadas a través de experiencias o estímulos
ambientales. Estos procesos forman colectivamente los fundamentos biológicos para el
desarrollo de la personalidad. En esta sección discutiremos el papel adicional que
juegan los factores ambientales en el desarrollo de la personalidad. Este papel se
entiende mejor si se concibe en el contexto del aprendizaje.

El aprendizaje puede ser considerado como la adquisición de varias respuestas


cognitivas, efectivas y conductuales manifiestas que el organismo inicialmente no
posee. Puesto que estas respuestas cognitivas, efectivas y conductuales son la
manifestación misma de la personalidad, debemos hacer notar que la mayoría de tales
respuestas son adquiridas. La mayor parte del aprendizaje relevante para el desarrollo
de la personalidad puede ser categorizado bajo tres encabezados: aprendizaje por
contigüidad, aprendizaje instrumental y aprendizaje vicario.

Aprendizaje por contigüidad. El aprendizaje por contigüidad representa el método


más simple de adquirir nuevas cogniciones, afectos y patrones de conducta
manifiestas. Planteado simplemente, el principio del aprendizaje por contigüidad es
«que cualquier grupo de elementos ambientales que aparezcan simultáneamente o en
una estrecha secuencia temporal van a quedar asociados entre sí» (Xfillon y Millon,
1974, p. 158). El aprendizaje por contigüidad ayuda a explicar la naturaleza
heterogéneo de muchos estímulos complejos que parecen ser característicos de
muchos paradigmas del aprendizaje.

Aprendizaje instrumental. Quizá el método más poderoso de adquisición


demostrado es el aprendizaje instrumental. Los principios del aprendizaje instrumental
se han desarrollado primariamente de los trabajos de dos investigadores: Edward
Thorndike (1935), comenzado en la década de 1890, seguido por B. F. Skinner (1953).
Las bases del aprendizaje instrumental se resumen en la ley de efecto de Thorndike.
Esta ley establece que la conducta que es seguida por consecuencias que satisfacen o
recompensan al individuo serán repetidas; por otro lado, las conductas que son
seguidas por consecuencias que el individuo encuentra punitivas o no placenteras
serán reducidas. Skinner aplicó el trabajo de Thorndike a una amplia gama de
esfuerzos humanos. Skinner fue más lejos al argumentar que toda conducta es
determinada por un refuerzo o castigo, que son la consecuencia suministrada por el
ambiente social. Autores posteriores, tales como Albert Ellis (1962) y Richard Lazarus
(1966, 1976), argumentan que los mismos principios del aprendizaje en que se basa la
conducta manifiesta gobiernan la conducta encubierta (cognitiva-afectiva). Este nuevo
campo ha sido referido como el conductismo cognitivo.

Aprendizaje vicario. Finalmente, debemos considerar el proceso del aprendizaje


vicario. De acuerdo con Bandura (1974): «Como seres sociales, las personas observan
la conducta de los otros y las ocasiones en que ésta es recompensada, desatendida o
castigada. Por lo tanto, pueden utilizar las consecuencias observadas tanto como sus
propias experiencias directas» (p. 861). En otras palabras, los humanos pueden
aprender tanto por observación como por acción. Esto es un proceso extremadamente
eficiente y necesario y uno de los que explican la extraordinaria rapidez del intervalo en
que el niño se vuelve «civilizado». Esta forma de aprendizaje puede ser referida como
aprendizaje vicario. Bandura (1974) argumenta que el aprendizaje vicario introduce otra
perspectiva sobre el modelo de aprendizaje-evaluación cognitiva de los fenómenos
observados. Concluye: «La conducta humana se explica mejor por la mutua influencia
de las consecuencias directas y observadas que por cada factor por sí solo».

Aprendizaje patogénico. Como vemos, hay tres tipos de adquisición de conductas


particularmente importantes para el desarrollo de la personalidad: aprendizaje por
contigüidad, aprendizaje instrumental y aprendizaje vicario. Parece razonable esperar
que las tres combinadas modelen finalmente la formación de la personalidad normal y
sana. Sin embargo, igualmente estas mismas fuerzas pueden de algún modo actuar
modelando la personalidad anormal, insana. «La psicología popular reconoce que
muchas formas de psicopatología pueden ser indicio de una única experiencia muy
grave, el resquicio que justifica la manifestación del trastorno. El pensamiento actual,
no obstante, indica que muchas de las conductas patológicas aumentan gradualmente
a través de experiencias a prendidas repetitivas» (Millon, 1981, p. 97).

Utilizando esta perspectiva, podemos identificar tres procesos principales de


aprendizaje patológico.

1. Refuerzo positivo de patrones de conducta desadaptativos, autofrustrantes.

2. Refuerzo negativo de patrones de conducta maladaptativos, autofrustrantes.


3. Subaprendizajes.

La ley del efecto de Thorndike nos ayuda en la comprensión de los dos primeros
procesos del aprendizaje patológico. Thomdike demostró que la conducta que es
seguida por una recompensa tenderá a aumentar. Usando esta perspectiva, podemos
entender cómo las personas proceden de una manera desadaptativa y autofrustrante:
porque tales conductas (aunque autofrustrantes a largo plazo) de algún modo
recompensan al individuo, usualmente en el corto, plazo inmediato. En algunos casos,
la conducta desadaptativa resulta en algún refuerzo positivo (definido como la suma de
los estímulos recompensadores). Por ejemplo, hacer trampa en un examen puede
incrementar la nota del estudiante en un examen específico, pero finalmente no
ayudará a este estudiante a aprender los conocimientos que desea.

Esta conducta es desadaptativa porque, aunque a corto plazo haya servido, a largo
plazo le perjudicará. En otros casos, algunas conductas desadaptativas pueden
producir un refuerzo negativo (definido como la supresión de los estímulos
indeseables). Por ejemplo, mentir o negar responsabilidades respecto a las propias
acciones puede evitar el castigo, pero puede tender a inhibir el aprendizaje del indi-
viduo de cómo aceptar las responsabilidades «adultas». En estos casos, la conducta
desadaptativa aumentará porque el resultado será una consecuencia anhelada (el logro
de una recompensa o la des- aparición de un estímulo indeseable).

Una última categoría del aprendizaje patológico es el subaprendizaje. El


subaprendizaje se refiere a una clara insuficiencia de conocimiento o destreza
necesarios para el desarrollo de patrones de conducta adaptativos. El subaprendizaje
se puede encontrar en forma de experiencias aprendidas de modo inadecuado o
incompleto, comunicación contradictoria o modelos de imitación defectuosos o
disfuncionales.

Resumiendo, podemos ver que el desarrollo de la personalidad es una función de


los factores biológicos interactuando con el aprendizaje en respuesta a factores
ambientales. La interacción de los factores biológico y ambiental es muy compleja y
variará de persona a persona. Sin embargo, esperamos que los factores biológicos
sirvan para agrupar los fundamentos del desarrollo de la personalidad y que los
factores ambientales, a través del proceso de interacción bioambiental y el aprendizaje,
sirvan para modelar la naturaleza final de la personalidad humana. Esta explicación nos
ayuda a entender no solamente la personalidad normal, sino también la personalidad
anormal. A través del proceso de transfusión genética inadecuada, insuficiente estímulo
nutricional y metabólico prenatal y posnatal, y, finalmente, a través del aprendizaje
patogénico, la personalidad normal puede ser transformada en una personalidad
insana o anormal.

PROCESOS TEMPRANAS Y DESARROLLO DE LA PERSONALIDAD.

Una premisa básica de este texto es que los procesos de desarrollo temprano son
más significativos en la formación de la personalidad que las experiencias más tardías.
De acuerdo con Millon (1981): «Las experiencias tempranas no solamente son fijadas
más penetrante y fuertemente, sino que sus efectos tienden a persistir y son más
difíciles de modificar que los efectos de las experiencias más tardías». Esta conclusión
está basada en dos suposiciones: 1) que los fundamentos biológicos de la personalidad
son construidos tempranamente en la vida y son más difíciles de modificar en la vida
posterior, y 2) que las influencias ambientales sobre la personalidad que son
aprendidas tempranamente en la vida son también más difíciles de modificar
comparadas con otras experiencias aprendidas.

Parte de la continuidad que vemos desde la infancia a la edad adulta puede,


realmente, ser debida al sustrato biológico subyacente. Aunque algunas de estas
constituciones biológicas pueden ser genéticas, revisamos en la sección previa la
noción de que la maduración neuronal también puede ser mode- lada por influencias
ambientales a través de un proceso que involucro lo que Rapaport (1958) llamó
estímulo nutricional. Una vez construido, los sustratos biológicos subyacentes de la
personalidad pue- den ser muy difíciles de alterar.

Aunque los sustratos biológicos pueden definir los límites del desarrollo de la
personalidad en un sentido grosero, el aprendizaje debe asumir la responsabilidad de
la formación definitiva de la personalidad humana. Tal como la entendemos,
McCIelland (1951) ha postulado que las experiencias de aprendizaje tempranas en la
infancia son únicas cuando las compararnos con las experiencias de aprendizaje
posterior. Postula que los acontecimientos de la vida temprana son experimentados en
tal forma que los hacen difíciles de reproducir y, por tanto, resistentes a la extinción. .
Así, puesto que las influencias tempranas sobre el desarrollo de la personalidad:

1) pueden ocurrir durante las etapas prenatal y posnatal del desarrollo neuronal y
sirven para construir una red de sustratos neuronales, y

2) pueden ocurrir bajo condiciones de aprendizaje únicas que no pueden ser


replicadas en la vida posterior, podemos concluir que los primeros años de vida son
quizá los más importantes para la formación del desarrollo de la personalidad. Quizá
debido a este hecho, además esperaremos que la personalidad tienda a ser estable y
consistente.
El término estabilidad se aplica cuando un rasgo perdura en el tiempo, mientras que
el término consistencia se aplica cuando una conducta se produce en una situación y
también en otras similares. «La estabilidad temporal y la consistencia transituacional
son fundamentales para el concepto de la personalidad. Si los individuos no logran un
nivel razonable de conductas estables y consistentes, entonces el concepto mismo de
la personalidad puede estar en peligro» (Millon, 1981). Al principio de este capítulo
definimos los patrones de personalidad como hondamente arraigados, que persistentes
largos periodos de tiempo y resistentes a la extinción. Coherente con esta descripción
es la opinión de que los patrones de personalidad son, realmente, estables y
consistentes.

Esto no quiere decir que todos los individuos muestren consistencia en los mismos
aspectos de la conducta. Las investigaciones han demostrado que los individuos
difieren en el grado en que su conducta es estable y consistente (Endler y Magnusson,
1976; Epstein, 1979). Las evidencias indican que los individuos exhiben estabilidad y
consistencia solamente en ciertas características, esto es, algunos rasgos serán
extremadamente resistentes al cambio, mientras que otros no. Además, estos rasgos
variarán entre los individuos. Por lo tanto, podemos concluir que cada individuo posee
un grupo pequeño y distinto de rasgos propios que persisten y duran en el tiempo.
Estos rasgos estables y consis- tentes, son los que mencionamos cuando hablamos de
personalidad.

En suma: «La personalidad patológica comprende aquellos rasgos estables y


consistentes que persisten inflexibles, son usados inapropiadamente y fomentan
círculos viciosos que perpetúan e intensifican las dificultades actuales» (Millon, 1981).

A pesar de estas conclusiones, de ninguna manera esperamos que la personalidad


(o los trastornos de la personalidad) sean inalterables. Al contrario, solamente vemos
que está hondamente arraigada y, por lo tanto, es difícil de alterar. Un cambio
verdadero de la personalidad usualmente se producirá:

1) naturalmente, a través de un proceso de aprendizaje que contradiga las


experiencias de aprendizaje previas (probablemente combinado con introspección
cognitiva) o a través de un proceso traumático psicológico o físico extremo, o

2) artificialmente, a través de un proceso de intervención profesional planificada, por


ejemplo, mediante la psicoterapia.
CONCLUSIÓN

La personalidad es un fenómeno muy complejo y a la vez muy sutil al entorno del


individuo, influyendo variedad de aspectos como: la transferencia genética, la
interrelación con la familia y sociedad, el lugar donde nace, la crianza, la posicion
social, las creencias religiosas, la salud física y mental, la educación, cantidad de
integrantes del núcleo familiar. En fin es un resultado de una mezcla de factores que no
necesariamente generan un patrón conductual definido en los individuos, ya que dos
individuos sometidos al mismo entorno no desarrollan personalidades calcadas, pero
en aspectos generales su enfoque conductual es muy similar.

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