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El 19 de marzo de 1934 se instaló en Caracas la Federación Odontológica

Venezolana con el fin de establecer «una amplia confraternidad entre todos los
Dentistas Titulares de la República y las diversas Asociaciones integradas por los
mismos, que provea eficientemente por los intereses colectivos, dé a conocer
nuestros deberes y haga valer nuestros derechos, vele celosamente por la
dignidad profesional y nos represente con legítima personería moral y jurídica ante
las instituciones similares de América la nueva y de la vieja Europa», según reza
la declaración de principios expuesta en aquella oportunidad por el fundador y
primer Presidente de la novel corporación.

«Limpia la intención, alta la frente, con un puñado de semillas fecundas para el


surco propicio…», aparece en abril del mismo año la revista «Venezuela
Odontológica», cuyo objetivo fundamental es propender el adelanto de la ciencia y
arte odontológicos y a la mayor dignificación de la profesión en nuestro país», al
decir de su fundador y primer Director en el número inicial de la publicación.

Como resultado de la tesonera lucha sostenida por la «Federación Odontológica


Venezolana» y en su órgano oficial, «Venezuela Odontológica», el Congreso
Nacional aprobó el día 24 de julio de 1940 la nueva Ley de Educación que creó la
Facultad de Odontología, gracias a la cual nuestra profesión adquirió la jerarquía y
dignidad que durante tantos años le fue negada en razón de su escasa
preparación científica, y con el título de Doctor «el nuevo odontólogo venezolano
disfruta del mismo elevado rango que antes estuvo reservado para las Escuelas
tradicionales de la Universidad».

Cumpliendo felizmente este primer objetivo de proporcionar al odontólogo la


formación científica y el nivel universitario indispensables para el cabal
desempeño de sus actividades, la «Federación Odontológica Venezolana» inició
de inmediato la campaña destinada al reconocimiento de los derechos
profesionales de sus miembros y a tal efecto procedió a la elaboración de un
proyecto de Ley de Ejercicio de la Odontología. Sometido a la consideración del
Congreso Nacional, resultó aprobado el día 15 de julio de 1943 después de tres
años de esforzada lucha.

Conforme a la disposiciones de la mencionada Ley, el día 10 de agosto de 1944


se instaló el Colegio de Odontólogos de Venezuela, en acto solemnísimo
efectuado en el Paraninfo de la Universidad Central en presencia del Primer
Magistrado de la Nación y con asistencia de distinguidos representantes de los
Poderes Públicos, de las Corporaciones científicas y culturales del país y de
numerosos colegas de toda Venezuela invitados al efecto. Destinado a «Procurar
el adelanto de la ciencia odontológica, a velar por el decoro y la dignificación del
gremio y a fomentar nexos de solidaridad y mutua ayuda entre los profesionales
que lo integran», conforme a la disposición legal que le dio vida, el Colegio se
proponía, además, elevar el nivel cultural del odontólogo; desarrollar el sentido de
su responsabilidad social; contribuir al cuidado de la salud pública, que es el
primordial objetivo de nuestra acción como profesionales y como ciudadanos y
unir, organizar y orientar el gremio de manera que pueda actuar como cifra valiosa
en la vida social, cultural y política de la Nación.

El 28 de noviembre de ese mismo año, la Corte Federal y de Casación como


Supremo Tribunal de la República, declaró improcedente la solicitud de nulidad de
la Ley de Ejercicio de la Odontología introducida por los «empíricos» que ejercen
ilegalmente la odontología en Venezuela, quienes entonces se hacían llamar
«Auxiliares de Dentistería» y hoy se auto denominan «Dentistas Prácticos», sin
ser en realidad ni lo uno ni lo otro. Al rechazar la Corte Federal, como ya lo había
hecho el Congreso Nacional, la absurda pretensión de esas personas, de hacer
velar su constante infracción de la Ley como un derecho adquirido para que se les
expidiera licencia de ejercer la odontología – pretensión que ahora actualizan los
supuestos «dentistas prácticos» – el Supremo Tribunal resolvió conforme a los
dictados de la razón y la justicia la vieja cuestión del empirismo contra la cultura,
del profesional universitario frente al curioso, al tomar en consideración que no es
únicamente para proteger los intereses de los profesionales que se dictan leyes
que regulan el ejercicio de las profesiones médicas, sino por el supremo interés de
la salud pública que no puede abandonarse en manos irresponsables e incapaces
o lo que es lo mismo: que las leyes de ejercicio profesional no sólo amparan los
intereses del gremio, sino que ellas cumplen una elevada función de protección
social. Por ello estamos absolutamente seguros de que en el Congreso Nacional,
el Poder Ejecutivo; donde figuran personalidades relevantes de la ciencia, la
cultura y la opinión pública, rechazarán por igual como anacrónica y absurda la
nueva intentona de los «empíricos» de retrotraer la odontología a épocas
definitivamente superadas tanto en Venezuela como en todas partes del mundo.
El adelanto cultural de nuestro país dejó atrás, desde hace muchos años, esas
prácticas del empirismo y la charlatanería que fueron posibles en la Edad Media
pero anacrónicas por decir lo menos, en la Edad Cósmica que vivimos.

La memorable sentencia de la Suprema Corte dio al traste, al menos por


entonces, con las pretensiones de los «empíricos» y el éxito coronó la justa
campaña que sostuvimos para lograrlo; por ello no vacilo en considerar esa
década (1934-1944) como la más importante y trascendental de la odontología
venezolana. He aquí el legado que junto con los colegas que me acompañaron a
llevar adelante aquellas conquistas, dejamos en manos de las nuevas
generaciones, por ser de incumbencia la tarea de consolidarlas y perfeccionarlas.

Esa jornada fundamental de nuestro progreso científico y profesional, no fue obra


del azar; ni del éxito personal de quienes tuvimos la fortuna de contribuir a
realizarla. Fue una auténtica manifestación de voluntad gremial, arraigada en la
entraña de una colectividad social hasta entonces desestimada y preferida; fue la
inquebrantable decisión de un sector de la vida nacional que quiso ocupar el lugar
que le corresponde en el ámbito de la cultura del país; fue el resultado de todos
los esfuerzos, de la conjunción de todas las ideas, del aporte de todos los colegas
leales al deber de defender su fuero profesional, sin distingo de grupos y
tendencias, impulsados por la energía de la propia responsabilidad; fue en fin, la
culminación de un anhelo, la satisfacción de un propósito, la realización de un
ideal.

Ese ideal no era solamente nuestro. Lo había sido, también, de quienes animados
del mismo espíritu de superación nos precedieron en la lucha. Como arroyo
cristalino comienza a brillar en las cabeceras de nuestra historia profesional el día
10 de marzo de 1835, cuando la Facultad Médica de Caracas confiere por primera
vez el título de Cirujano Dentista, que consagraba a don Vicente Toledo como el
Patriarca de la Familia Odontológica Venezolana. El caudal se enriquece el 2 de
noviembre de 1895 al fundarse en Valencia La Unión Dental – la primera
publicación de su índole en Venezuela – cuya aparición inicia el período formativo
de nuestro gremio, gracias a la labor del recordado maestro Luis María Cotton, de
vida y obra imperecederas en la historia de la odontología nacional.

Contribución importante es la que ofrece el distinguido colega Mórtimer Ricardo, a


quien se debe la instalación en Caracas, el día 4 de noviembre de 1898, de la
primera Escuela Dental que, lamentablemente, no llegó a funcionar. Gracias a los
incansables esfuerzos y a la voluntad creadora del profesor Augusto Adolfo Nouel,
el Congreso Nacional aprobó el día 25 de junio de 1910 la creación de la segunda
Escuela Dental, que apenas pudo funcionar durante un año (1911-1912) debido al
cierre de la Universidad; diez años más tarde (3 de agosto de 1922), Nouel
preside la instalación y funcionamiento de la Escuela de Dentistería de la
Universidad Central, la cual da origen a la Facultad de Odontología que hoy
conocemos.

Estas conquistas se derivan de la simiente gremialista que germina el 10 de


septiembre de 1904 al fundarse la Unión Dental Venezolana – la primera
asociación de su índole en el país – y florece el 25 de octubre de 1917 al ser
instalada la Sociedad Dental de Caracas, de la cual fue alma y nervio ese luchador
infatigable, esforzado y tesonero en el trabajo creador, que se llama Julio Vivas
López. El proceso culmina, como ya hemos dicho, con la instalación de la
Federación Odontológica Venezolana, punto de partida de la etapa que vivimos,
de la cual es figura relevante nuestro querido compañero Raúl García Arocha,
clara inteligencia, rectitud y descollante personalidad dentro y fuera de nuestras
actividades específicas.

ANÁLISIS CRITICO
Esbozado en breve trazo el antecedente histórico que sirvió de fundamento a esta
espléndida realidad que es el Colegio de Odontólogos de Venezuela, parece
oportuno y necesario detenernos un poco en recordar el pasado inmediato, y al
efecto preguntarme y preguntarnos si ha sido útil y fecundo aquel esfuerzo, y en
fin, acerca del uso que han hecho de ese patrimonio las nuevas generaciones
profesionales.

Si veinte y cinco años son apenas un instante en la evolución cultural del país, es
sin embargo tiempo suficiente para comprobar si en verdad la nuestra, al igual que
otras similares instituciones, cumple como es debido los fines para los cuales
fueron creadas. Al organismo gremial que en dicho lapso ha renovado veinte y
cinco veces su equipo directivo y a cuyas filas ingresan periódicamente nuevos
miembros, es al que corresponde evaluar ese pasado, analizar el presente, y con
miras a orientar certeramente el porvenir, responder algunas preguntas de capital
importancia para el destino de la profesión, entre ellas las siguientes:

¿Ha cumplido el Colegio los fines para los cuales fue creado? ¿Responden su
organización y funcionamiento a las necesidades profesionales, sociales y
culturales del odontólogo venezolano? ¿Nuestro organismo gremial es
socialmente útil a la comunidad? ¿Goza el Colegio de Odontólogos del prestigio,
la consideración y el respeto que acreditan a otros organismos de su misma
naturaleza?.

Creo que el estudio crítico de estas y otras cuestiones pertinentes, sería una
efectiva y práctica contribución de las nuevas generaciones de odontólogos al
deber de forjar los instrumentos idóneos para levar adelante la misión del Colegio,
y al efecto, conocer si la institución funciona en forma adecuada y responde en tal
sentido a los propósitos y objetivos que inspiraron a sus fundadores.
No obstante la importancia de tales cuestiones, sería indelicado de mi parte tratar
de contestarlas, por haber participado en la creación y funcionamiento del Colegio
durante el primer año de actividades y hasta época relativamente reciente. Sin
embargo, esa valoración es ineludible para quienes ahora tienen en sus manos el
destino del gremio y en tal virtud asumen la responsabilidad histórica de
enaltecerlo o de permitir que se hunda en las sombras de la mediocridad o del
fracaso.

EL HOMBRE
El más ligero análisis de la historia nos lleva a recordar que es el hombre, antes
que las circunstancias de la época, quien auxiliado por su inteligencia y voluntad
de trabajo, forja su propio destino y el de la sociedad en que actúa. Ni el dinero ni
las computadoras electrónicas llevaron al ser humano a la luna; fueron los
pensadores, técnicos y científicos, desde Arquímedes hasta Von Braun, quienes
idearon y desarrollaron los elementos necesarios y llevaron a cabo la prodigiosa
hazaña. Con ello quiero decir que el cuerpo social vale en razón de las personas
que lo forman, y por ende este Colegio y el gremio que representa, se valora con
arreglo a la calidad científica, moral y profesional de sus integrantes, y en la
medida de tal aporte a la sociedad de que forma parte, alcanzará la eficacia, el
prestigio y la dignidad que le es propia.

UN GREMIO UNIDO Y FUERTE


La calidad del elemento humano que lo forma, se fortalece y complementa con
otro requisito esencial del progreso y enaltecimiento del gremio profesional: la
unidad entre sus integrantes.

Aunque son naturales y convenientes las diferencias ideológicas y de métodos


que distinguen la actividad de los hombres, no tienen justificación alguna que
motivaciones de índole personal o sectarista, dividan en grupos y fracciones
irreconciliables a los miembros de una asociación en la cual siempre debe
predominar el interés común.

Si poco o nada gana el Colegio con un odontólogo mediocre, menos aún con
alejarlo de su seno debido a la actitud de quienes tratan de ignorarlo o marginarlo.
Tal conducta es el camino que conduce a la decadencia, el desprestigio y la final
desintegración del gremio.
Sea esta la oportunidad para dirigir un cordial llamamiento a todos aquellos que
tiene en sus manos la grave responsabilidad de cuidar, mantener y fortalecer la
unidad de la clase odontológica, e invitarlos a practicar con el ejemplo el lema
impreso en las circulares y comunicaciones del Colegio, que dice así: Por un
gremio unido y fuerte.

EN PRUEBA DE RECONOCIMIENTO
En nombre de los distinguidos compañeros que integraron la primera Junta
Directiva del Colegio de Odontólogos de Venezuela, en el mío propio y en el de
quienes actuaron en sucesivos períodos administrativos y aportaron inteligencia y
voluntad al servicio de nuestra querida Institución, agradezco el honroso Acuerdo
dictado por la actual Directiva, que hago extensivo, por ser de justicia, a esos
apreciados colegas en prueba de reconocimiento de la clase odontológica
venezolana a quienes la enaltecen con sus ejecutorias.

Mención especial quiero hacer de todos aquellos eficientes colegas que en


actividades docentes y de investigación, al servicio de organismos asistenciales
privados y del Estado, en Jornadas y Congresos científicos, en el seno de
Comisiones y Asambleas, en las Delegaciones del interior de la República, y en el
honesto ejercicio profesional, rinden una positiva labor de interés social y
contribuyen mediante su esfuerzo y aptitudes al progreso de la profesión.

Motivo de justo orgullo para el gremio es la conducta de los distinguidos colegas


que se han incorporado activamente a los organismos de representación nacional,
al seno de los partidos políticos, a los despachos de la administración pública, a
las instituciones educativas, profesionales y culturales del país, a fin de ofrecer su
aporte al fortalecimiento de las instituciones y al progreso y engrandecimiento de
la Nación; actitud que les honra y ejemplo estimulante para el odontólogo
venezolano.

Y por último agradezco las generosas palabras del señor Presidente del Colegio,
doctor Evaristo Díaz Bruzual, y las de mí apreciado amigo doctor Víctor González
Mendoza, quien en su elocuente discurso aporta ideas coincidentes, aunque mejor
expresadas, con las que acabo de exponer.
En consideración al buen deseo que las inspira, deseo que mis palabras finales
sean las mismas que pronuncié en la oportunidad de celebrar el Colegio los veinte
años de vida, vale decir; «De manos de los colegas de ayer están en la vuestras
las banderas que ellos enarbolaron como símbolo de los más nobles ideales de
ciencia, dignidad y confraternidad profesionales; de las vuestras deberán llegar a
las venideras blasonadas con mayores méritos, para que así se mantenga en lo
más alto de nuestra fé, marcando el rumbo de nuestra esperanza, flameando al
viento del progreso, a fin de que este meritorio Colegio sea siempre el Taller, la
Escuela y el Hogar del Odontólogo venezolano».

Caracas, 10 de agosto de 1969.


Foción Fébres-Cordero

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