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EPISODIO 2, DESAPARICIÓN DEL PADRE GALLEGO.

Para el año 1967, Héctor Gallego fue nombrado párroco de santa fe de Veraguas, primer párroco
que contribuyo con bautizos y matrimonios de un pueblo de 7.500 habitantes en extremada
pobreza, mal nutridos, sin electricidad, sin agua potable. Un pueblo donde los productos no eran
rentables.

10 provincias de Veraguas, se denominaban por tener los peores indicadores, peones de


terratenientes los cuales les pagaban a los campesinos $60.00 al día a los hombres y $25.00 al día
a las mujeres. Campesinos que no podrías sacar sus productos a otros territorios por falta de
carreteras, falta de cambios de producto devaluados y debían hasta empeñar la cosecha futura
para poder tener un préstamo, para Héctor esto fue impactante, queriendo transformar y mejorar
la vida de estos campesinos.

En 1962, los asuntos eclesiásticos se reconocieron con urgencia por las importantes reformas de la
iglesia hacía los pobres de latino américa, por Marcos Gregorio. En 1964, Héctor se encontraba en
el seminario mayor de Medellín, como miembro del consejo episcopal. Magrad, requería de
sacerdotes para Veraguas para servir su diócesis, allí fue donde Héctor se interesó y se
adelantaron los papeles para el viaje. Las primeras sesiones de análisis con la realidad se dieron
cuenta que la dinámica de “Analizar lo económico, llegaron a preguntarse cuáles eran los medios
que necesitaban para construir una tierra, teniendo en cuenta, la técnica y el trabajo”; en mano de
los capitalistas estaba el trabajo de los campesinos.

Existía la clase entre pobres y ricos, donde los dueños de las tiendas confiaron en los campesinos y
se llegaron a agrupar haciendo realidad el movimiento campesino en Santa fe. Quedaron
segmentados 11 centros, donde el padre Héctor iba a visitarlos una vez al mes ofreciendo una
misa al culminar las reuniones, trabajando de la mano de los campesinos y ejecutando los trabajos
y el entusiasmo para que este pueblo saliera adelante. Adicional, Héctor llevó 3 semillas de
poroto, de frijol para que dejaran de sembrar arroz ya que no era rentable para el pueblo. Los
campesinos no podían sentirse inferiores ya que el padre Héctor realizaba los mismos trabajos
“sucios” que la comunidad hasta que llegaron los roces entre equipos.

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