Está en la página 1de 8

RELATORÍA

Suárez Medina, Gabriel. Presupuestos y realidades para la investigación en la


Universidad colombiana, Pontificia Universidad Javeriana (Bogotá – Colombia)

López, Edgar Antonio. El valor pedagógico de la investigación, Revista Educación


y Desarrollo Social Bogotá, D.C., Colombia - Volumen II - No. 1 Enero - Junio de
2008 - Págs. 100-111

Cuál es el contexto organizacional de la universidad colombiana frente a la


investigación como función esencial, y cuál es el valor pedagógico de la misma,
son los temas que se abordan en esta relatoría

Estos autores reflexionan sobre el valor de la investigación en los ámbitos


educativo y pedagógico debido a que consideran que la investigación no ha sido
un eje fundamental en la universidad colombiana. Definen que su escaso
protagonismo en el devenir histórico de las universidades públicas y privadas ha
conllevado a la poca injerencia de estas instituciones en el desarrollo científico y
tecnológico del país

Coinciden ambos autores en afirmar que la investigación en la universidad


colombiana es poco visible, porque, como un efecto bumerán, es el resultado de
la poca inversión que la misma ha hecho en enseñanza y métodos de
investigación. Los cursos de “introducción a la investigación” o de “metodologías
de investigación”, presentes en algunos planes de estudio de las universidades
colombianas, tienen apenas un valor accesorio en la formación de investigadores,
muchas veces la formación en investigación queda reducida en la educación
superior a un mero adiestramiento en el uso de metodologías, pero en ella no hay
lugar al desarrollo de habilidades que como la capacidad de admiración,
desataron la fuerza heurística de las sociedades antiguas y modernas.
Es muy preciso Edgar López, cuando dice en que hoy en día, los estudiantes en
su proceso formativo, tienen dificultades para plantear un problema de
investigación o para problematizar una situación porque para ellos se trata de un
ejercicio nuevo, pues no están acostumbrados a preguntar sino a aprender
respuestas. “Parece que durante más de una década sus maestros en la escuela
no les han permitido aprender a preguntar sino aprender a no preguntar. Según
esto, las anteriores generaciones de colombianos quizás habrían enseñado
muchas cosas a las nuevas generaciones, pero no las habrían preparado para
investigar.”

No obstante, desde otra perspectiva, también exponen terceras causas que


explican la falta de cultura investigativa en la universidad colombiana. Si bien es
cierto que muchas de ellas han sido superadas, todavía persisten como móviles
de una educación que poco contribuye a la generación de nuevos conocimientos.

Entre esas causas que se han eternizado, nos dice Gabriel Alfonso Suarez
Medina, que haber seguido el modelo de la universidad Francesa, conllevó a
forjar una universidad centrada en la formación de un profesional poco creativo
o innovador, repetidor de los esquemas que la sociedad le marca; una universidad
con falta de autonomía para implementar políticas educativas, pues se acogen a
las que surgen de los intereses políticos y económicos del gobierno turno, que
muchas veces irrumpen abruptamente los planes educativos a largo plazo para
imponer proyectos descontextualizados e improvisados; una universidad marcada
por la impronta de la iglesia católica que históricamente ha hecho importación de
saberes europeos que no son sometidos al análisis y a la crítica; una universidad
que perpetua la injusticia y la inequidad social porque a una educación de calidad
sólo tiene acceso las elites económicas; una universidad desorientada por
sistemas de evaluación que hacen énfasis en los resultados y no en los procesos.

El mismo autor, desde una visión antropológica, muestra que el hombre


colombiano en razón de su acentuado mestizaje carece de una identidad como
colectivo que lo impulsa a desconfiar de lo que se produce en el país y a valorar y
favorecer lo extranjero.

Así, el panorama de dependencia investigativa y científica es desolador, como lo


ilustra Obregón1: “Dependemos de los países ricos para la formación de nuestros
doctores, para la publicación de nuestros resultados y para la adquisición de
nuestros materiales, instrumentos e incluso ideas, conceptos, teorías y temas de
investigación… Nuestra ciencia no es independiente, sino que pareciera existir
una voluntad de colonialismo por parte de algunos de los encargados de definir
políticas de ciencia y tecnología en el país”

Siguiendo con el mismo tema, Suarez Medina, agrega que la investigación de


hoy, aún esta investida por las características de la investigación de ayer que
tutelaba el individualismo, la atomización del saber, la visión positivista que sólo
valida la investigación empírica y realizada exclusivamente por los doctores de
las ciencias exactas.

Esta posición la confirma Edgar López cuando nos dice que la investigación como
se concibe actualmente está asociada a las empresas de descubrir y de inventar y
que la educación actual privilegia la investigación que produce conocimiento útil,
según los parámetros de la modernización, desde la cual solo tiene sentido lo
práctico.

Sostiene Suarez Medina que existe una especie de obstáculos epistemológicos,


que influyen negativamente en el rigor del proceso investigativo. Uno de ellos, es
la falta de dominio de una segunda lengua que no permite el acceso a fuentes
primarias de otras latitudes y cuya traducción puede ser equivoca, llena de
ambigüedades y de interpretaciones erróneas de quien produjo el conocimiento. El
otro obstáculo, es consecuencia del anterior, y apunta a la falta de producción

1
Citado por LOPEZ, Edgar Antonio. El valor Pedagógico de la Investigación
escrita que domina la academia colombiana y es que, a la falta de producción de
conocimiento tampoco hay nada que escribir. Todo se queda en la oralidad.

Este par de investigadores concuerdan en su apreciación que existe un divorcio


entre lo económico y lo educativo. Los recursos que demandan las instituciones
públicas y privadas para hacer innovación pedagógica a partir de la investigación
son escasos, pero cada vez más escasos son los recursos que el Estado dedica al
control y la vigilancia de la calidad educativa. Asumen que mientras el Estado no
cumpla a cabalidad su tarea de impulsar y controlar la calidad, seguirán
pululando universidades de garaje, mercenarias del conocimiento.

A continuación, pasando de la protesta a la propuesta, los autores presentan


sugerencias para desarrollar una cultura de la investigación en la universidad y
darle a esta el status quo que se merece

Suarez Medina, exhorta a desmitificar la investigación. Para el autor es


indispensable, que sin trivializar el proceso investigativo, esta no se perciba como
una labor titánica propia de doctores, sino que se perciba como una posibilidad,
siempre que se tenga claridad sobre roles que se pueden desempeñar y las
fortalezas con las que se cuentan para iniciar el camino. También es necesario
cerrar la brecha entre las ciencias exactas y ciencias humanas, pues desde la
investigación cualitativa y la investigación cuantitativa se pueden crear espacios
de complementariedad que promuevan resultados válidos tanto para la vida
académica como para la sociedad

Así, la universidad debe tener como propósito generar conciencia en el profesor,


sobre la factibilidad y de investigar en todos los campos del conocimiento, debe
propiciar ambientes para que el docente haga de la investigación un insumo de su
proyecto de vida y no que sea una actividad puntual que surge del cumplimiento
de una norma. Si hay un docente que asimile la investigación como su labor diaria,
también forjara alumnos con las mismas características que a su vez hará parte de
una cadena de formación en el que la investigación será el mejor de los hábitos en
el proceso de enseñanza aprendizaje.

Edgar López apuesta por una educación orientada no tanto hacia el enseñar como
hacia el dejar aprender, que no es otra cosa que dejar investigar: descubrir,
inventar, imaginar. Asevera que si se busca que la investigación tenga un papel
relevante en la educación superior, los planes de estudios deben promover y no
extinguir, desde temprana edad la capacidad de contemplar y de admirarse, es
decir, que si no se deja a los niños y a los jóvenes observar, interpretar, imaginar,
luego será muy tarde para dejar aprender. Será demasiado tarde para ejercer el
arte de investigar, un arte de inmenso valor pedagógico.

En ambos textos, se observa que sus autores convergen en mostrar la importancia


que tiene la investigación para la pedagogía y el desarrollo social y en plantear
que es necesario modificar algunas características de la reducida comunidad
científica del país, para superar la dependencia científico-tecnológica que
tenemos de otros países.

Ambos comparten la visión de que se aprende a investigar investigando y que la


mejor estrategia para formar investigadores es potencializar las características
naturales del niño y en general del ser  humano, como son: la contemplación, la
creatividad, la curiosidad, los sueños y el entusiasmo, pero que estas no se
afianzan mediante cátedras de metodología sino a través del desarrollo de
hábitos, de un trabajo sistemático, de la creación de ambientes educativos
favorables para la invención y el descubrimiento

Para ellos, desde ya, se deben reestructurar los procesos en el aula, de tal
manera que las próximas generaciones de profesionales tengan las herramientas
conceptuales para investigar, para que adquieran las competencias que les ayude
a ser sujetos pensantes, autónomos, críticos y creativos
Las conclusiones de ambos autores son muy explicitas. Ellos convienen que la
investigación que se desarrolla de manera general en las universidades
colombianas, si bien ha superado en cierta medida la fase de adiestramiento,
tampoco ha superado el paradigma de asociarse con una materia y unos
contenidos en metodología, lo que inhibe el desarrollo de un pensamiento crítico,
analítico e investigativo.

Muy concretamente, promueven una nueva educación cuyo eje sea la


investigación y la apropiación del conocimiento científico para la satisfacción de
las necesidades y resolución de problemas de la sociedad, una educación con
una alta dosis de altruismo que tenga en la investigación su mejor herramienta
para intervenir problemas que impidan el desarrollo de una región.

Por su parte, el autor Gabriel Suarez Medina hace énfasis en la necesidad de


formar un docente investigador como un ser con unas potencialidades que
pueden ser desarrolladas a lo largo del proceso educativo. Un docente que
además de tener un dominio de saberes específicos que le permitan liderar
proyectos investigativos, también debe tener talento para lograr la sinergia del
grupo de investigación a su cargo. Un docente que sepa r direccionar las riquezas
de cada persona hacia el logro del objetivo en común y ser flexible
intelectualmente para que a través del consenso se eviten posturas dogmáticas
que tanto daño hacen a la salud del equipo. Un docente con valores éticos que
tenga siempre presente su gran responsabilidad social, dado que el producto de
una investigación puede sino, debe cambiar vidas.

Edgar López concluye que la Educación superior no puede seguir diseñando


currículos disgregados carentes de investigación, por el contrario debe afinar
esfuerzos para que los planes de estudios sean repensados desde una
perspectiva que considere estrategias que desarrollen en los estudiantes la
capacidad de asombro, de contemplación, la articulación de vivencias familiares,
comunitarias con su proceso de aprendizaje. Esto redundará en la formación de
un ser pensante, autónomo, critico de su realidad, ávido de formular preguntas y
de encontrar respuestas a las mismas.

Entre la comunidad docente, hoy observamos que la educación está actualmente


vestida de investigación. En los establecimientos educativos hay un auge de las
llamadas ferias de la ciencia que tienen como aparente finalidad erradicar esa
especie de analfabetismo científico que subyace en las prácticas pedagógicas. Sin
embargo en la mayoría de estos eventos los estudiantes se aglutinan alrededor de
un proyecto que copian de internet y lo muestran sin haber sufrido la mutación
propia de un análisis crítico o un verdadero proceso investigativo. Estos
proyectos en su mayoría se paren unos días antes de la exhibición y mueren ese
mismo día. No son producto del asombro, ni de la contemplación que como dice
Edgar López en su artículo, es la fuente de la capacidad para descubrir y para
inventar.

Y si bien es cierto que estamos inmersos en un sistema educativo que ha


experimentado cambios significativos, todavía subsisten en él algunas
tendencias pedagógicas restrictivas que enfatizan la cultura del silencio y de la
repetición. Por lo tanto, es necesario cultivar un docente que fundamente su
proceso de enseñanza en el uso reflexivo de la pregunta, que sea un mediador
de la interacciones que el estudiante hace consigo mismo, con los demás, con el
medio que le rodea para que descubra como es afectado por problemas de la
vida diaria y que solución es posible. Solo así se puede desarrollar una verdadera
cultura investigativa

Es claro que para suscitar en nuestros estudiantes la invención y la creatividad,


nosotros como docentes debemos ser un referente de ello.

En consonancia con los temas, es necesario reconocer que actualmente, desde la


universidad también se abren nuevas perspectivas de brindar formación de alta
calidad al profesorado y de impactar a la sociedad a través de programas post-
graduales que comprometen y desafían las capacidades de la mente humana y
del mejoramiento de prácticas de enseñanza aprendizaje que incentiven la
investigación pedagógica.

Ha sido estimulante, esta reflexión porque los maestros debemos adoptar una
actitud crítica y creativa frente a la investigación pedagógica. Ante los desafíos de
un mundo globalizado, interconectado, en constante cambio, es indispensable
cualificar los procesos de investigación que permitan posicionarnos en el ámbito
nacional e internacional como una comunidad científica responsable con el
desarrollo de su país

También podría gustarte