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La protesta de los cisnes: coloquio sobre Cantos de vida y

esperanza de Rubén Darío 1905-2005/ Enrique Foffani... [et al.];


compilado por Enrique Foffani. - l a ed. - Buenos Aires: Katatay, Enrique Foffani (comp.)
2007. 244 p. ; 20x14 cm.
ISBN 978-987-23779-0-8
1. Crítica Literaria. L Foffani, Enrique I L Foffani, Enrique, comp.

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CDD 801.95

Primera edición: septiembre 2007

© Enrique Foffani. 2007 Coloquio sobre


CANTOS DE VIDA Y ESPERANZA
© Ediciones Katatay de Rubén Darío
© Julio Bariani
© Michael Dorka 190.S-2005

Ediciones Katatay
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ISBN 978-987-23779-0-8

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Queda hecho el depósito que establece la Ley 11.723.
Introducción. La protesta de los cisnes
Enrique Foffani

El modernismo hispanoamericano, como todos los modernismos,


escruta minuciosamente la lengua y con ella se aboca a la tentativa
de decir el mundo que ve y el que entrevé. Todo poeta que se pre-
cie de modernista está tensionado por esta disyuntiva. El atajo está
en ponerse al abrigo de la sociedad: el interior resguarda de las
inclemencias de los tiempos modernos, hostiles al arte y pródigos
en mercancías. Llámese refugio, torre de marfil o de los panora-
mas, alcázar o castillo, el interior no tardará en volverse una cárcel
y el trabajo del poeta el minucioso plan por huir de ella. El arte
de la fuga modernista adquiere dos direcciones, no en el sentido
barroco aun cuando apele y no en menor medida al artificio (des-
pués de todo, el barroco es uno de los pasados más ilustres de la
lengua poética del español). De un lado, la tan mentada fuga de
la realidad social que, dicho sea de paso, no había sido como en-
dilgaron y deploraron los críticos conservadores una denegación
ebúrnea y evasiva sino más bien una estética de la elipsis con la
que lograban solapar su carácter contestarlo. Del otro, la fuga del
intérieur cuando se descubre que éste se había vuelto una cárcel
no tanto en el sentido de apartamiento del mundo (no olvidemos
que los poetas modernistas fueron al mismo tiempo los cronistas
del mundo e indagaron, mediante el testimonio, sus progresos y
sus llagas, sus vanguardias tecnológicas y sus lastres miserables)
sino en el del presidio del yo, del sí mismo, una subjetividad que,
después de tantos raros, había terminado enrarecida y, en con-
secuencia, ávida por salir del confinamiento: "y tuve hambre de
espacio y sed de cielo" es el famoso endecasílabo de Darío entre
confesional y confidencial, que en el umbral de Cantos de vida y
esperanza reúne, como es habitual en él, lo fisiológico del cuerpo
con lo espiritual del alma. Correspondencias, sinestesias, yuxtapo-
siciones, el arte de la transposición bien puede entenderse como el
arte de la transformación, un ejercicio de alquimia verbal que por
los mismos años preocupaba teóricamente a Stéphane Mallarmé
tal como lo plantea en una de sus prosas llamadas "Magie" inser-
tas en Grands faits divers. El intérieur modernista llega pronto a
su saturación. Es posible pensar que la necesidad de excarcelar
al yo se la deba el poeta al cronista. La esquizia de dos ámbitos
tangenciales — e l privado del poema y el público de la crónica, el
espacio de la intimidad y el espacio del agora— debió corroerse en

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sentido pragmático y mercantil del término. Contra el baño de
el pasaje del interior al exterior, esto es, de la nota emocional a la utilitarismo del que ya no pueden sustraerse todas las cosas, la
nota periodística y viceversa. Sobre todo viceversa porque el punto belleza es el ámbito por antonomasia de la resistencia del artista en
de clivaje (de ruptura) debió situarse allí en el camino de regreso su intento por sobrevivir al tiempo presente percibido como una
a casa: cómo soldar si no es mediante la compensación (el Ersatz) crisis histórica radical, preñada de angustia y de un sentimiento
la dispersión del mundo, su caos sustancial, el horizonte filisteo amargo ante la existencia. La belleza repudia la moral filistea del
del día a día con que el mundo capitalista parece afianzarse, cómo capitalismo y contrapropone la moral sublime del arte.
seguir presentando batalla encerrado en el bastión inexpugnable
Si es evidente por un lado que se trata del lugar simbólico de
de la poesía que había sido la única estrategia a mano durante la
un refugio donde poder guarecerse de las contrariedades, no lo es
primera hora salvaje de la modernidad. Si la transformación es el
menos por el otro que la belleza como categoría no tarda en cons-
efecto más tangible a partir de los rutilantes avances tecnológicos,
tituirse en el ideal a seguir a toda costa, sea como sea. Un ideal y
escandidos a un ritmo propiamente inhumano, al poeta no le que-
no tanto una ideología implica más un imaginario que un conjunto
da otra que salir a la calle a mirar cara a cara al enemigo. La lucha
doctrinal de ideas, más una necesidad de la fantasía por tender
es semejante a la de David frente a Goiiath. Se trata más de esta-
(por elevarse) a la región del Arte aun cuando se requiriese para
blecer una treta que de cotejar la intensidad de las fuerzas. Treta
ello hospedarse en la esfera aristocrática distante del vulgo. Sin
es, decididamente, artilugio o artimaña: modos de actuar o inter-
embargo, cierta paradoja se sitúa en el centro de todo este proceso:
venir sin desligarse del mundo del arte, de su esfera impoluta. Ser
alcanza así el cultivo mismo de la aristocracia, puesto que, al ser
absolutamente modernos como quería Rimbaud pero con el arte a
ésta esencialmente de naturaleza espiritual, será al mismo tiempo
cuestas como el caracol. Todo, hasta sobrevivir, se volvió un arte.
un ideal democrático: todos los artistas quieren gozar de ese don
La belleza —lo que los modernistas hispanoamericanos en-
que, antaño, sólo era accesible por medio de la cuna y la prosapia
tendieron por esta categoría secular que lograba mantenerse en
que otorgaba la sangre. E l papel de Rubén Darío es, en la historia
el tiempo— era la encarnación de un sentido ideal del arte. Más
de la poesía latinoamericana, de capital importancia. Un poeta co-
ideal que ideológica, como con tanto acierto deslindó Carlos Real
lombiano como Porfirio Barba Jacob que no deja de situarse en la
de Azúa', por cuanto podía albergar la capacidad de ensoñación
estela del autor de Prosas profanas describe esta cuestión con ro-
e imaginación de la poesía. Así, la belleza en tanto que territorio
tunda nitidez: "Es indudable que debemos a Rubén el sentimiento
estético de la fantasía poética en un sentido amplio y no sólo en
de la aristocracia formal como una conquista democrática. Antes
el estricto del género, opera en el modernismo hispanoamericano
no eran aristocráticos sino unos cuantos señores; ahora lo quere-
como una presencia disidente que debe enfrentar los valores im-
puestos y, por ende, defendidos por una modernidad rastacuera y
que se posesionó de la sociedad, contaminando a todos los sectores componentes,
servil, lo que solía llamarse por esa época finisecular el filisteísmo aunque mostrando .su evidencia ostensible, su rostro codicioso y vulgar, en tas mu-
de naturaleza estrictamente materialista^ esto es, en el más puro chedumbres urbanas de las clases bajas que disputaban su puesto en los beneficios
del progreso económico. Este materialismo fue adscripto a la democracia, como ya
' E n su notable ensayo "Modernismo e ideologías", Carlos Real de Azúa escribe al enseñaran correctamente los maestros franceses de Rodó, y, en el Río de la Plata, al
respecto que el movimiento modernista "no desbordó por ningún contorno decisivo extranjerismo de los inmigrantes, lo que también resulta correcto, pues estas masas
la ideología liberal-conservadora, socialmente burguesa en el sentido decimonónico mayoritarias obedecían a los impulsos y valores del sistema de modernización bur-
del término, crecimientista más que clesarrollista, y programáticamente mimética de guesa, sin atender a la tradicional prédica idealista de origen rural que tenía a su
los procesos nor-atlánticos que peculiarizó a los sectores altos y medios de Latino- cargo la Iglesia con el apoyo de la oligarquía hacendarla y que ambas continuaron
américa durante el primer cuarto de siglo". E n : Revista Punto de Vista. Separata. De enseñando, por natural conservatismo y, más aún, por un redoblado esfuerzo para
"Resumen" que antecede al artículo. Pág. 1. impedir la subversión del orden social establecido". E n : Rama, A. Las máscaras de-
mocráticas del modernismo. Montevideo, Fundación Angel Rama, 1985. E l subrayado
^ Ángel Rama define con precisión el carácter materialista de la modernidad que es nuestro.
se expandió por diversas clases sociales: " E l signo de la época fue el materialismo

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mos ser todos".-^ A esta democratización del espíritu aristocrático Baudelaire en su famoso ensayo "El dandy" perteneciente al libro
alude el título de uno de los libros más determinantes de la crítica El pintor de la vida moderna, aun cuando, en el ámbito de fin de
latinoamericana: Las máscaras democráticas del Modernismo de siglo, libros como Los raros de Rubén Darío pergeñan una dis-
Ángel Rama. Las máscaras democratizan entonces lo aristocrático tinción muchas veces configurada —talentos aparte— a partir de
mediante los topoi del carnaval y del bal masqué versallesco y rarezas, extravagancias, teratologías, paradójicas heroicidades. El
verlainiano y, sobre todo, mediante la asimilación, en el discurso dandismo apunta, como escribió el poeta de Les Fleurs du Mal, a
crítico, de las ideas nietzscheanas acerca de la ilusión de verdad la (con)formación de una aristocracia espiritual del artista que lo
en el marco de la conformación de la mentalidad moderna. La cita diferencia del burgués en el mismo movimiento que lo aleja del
de Barba Jacob expande, sin embargo, la noción más allá del gesto hombre común; a propósito, no olvidemos que Chesterton en un
o de la pose, más allá de la eficiencia con la que construyen sus deslumbrante ensayo afirmó que a quien verdaderamente ha bene-
máscaras, inscribiéndola nada menos que en el método mismo de ficiado la emancipación moderna no fue al hombre común sino al
la estética modernista: hay, también, una aristocracia formal que hombre excepcional.' Sin embargo, como le ocurre a Darío a prin-
se imprime en la materialidad misma de la lengua poética que, cipio de siglo y como ya le había ocurrido a Martí en el corazón de
como sabemos, se vuelve selecta, exquisita, suntuosa. Una lengua New York unas décadas antes: hay la constatación históricamente
opulenta que desmiente el medioambiente de pobreza que ha ro- inédita de que arte y multitud conforman el nudo de un problema
deado desde siempre al artista latinoamericano. La aristocracia que atañe tanto a lo estético como a lo ideológico.
formal obedece a un principio económico contrautilitarista: es la
opulencia del derroche y, también, el principio de distinción en Es indudable en Darío el deseo de cantar: este deseo lo afirma
la elección de las palabras o, más exactamente, en la elección de el núcleo del título, lo confirma la significación que desarrolla a
las acepciones menos frecuentes y, por ende, más auráticas, más partir de él y lo firma con su propio yo en el despliegue de la tan
al abrigo de la corrosión del habla corriente. Contracorriente del mentada sinceridad del poema liminar, pero también puede leer-
habla, se trata de una lengua copiosa y eufemística en sentido eti- se no solamente como la prestigiosa inscripción milenaria de un
mológico: el buen decir de la palabra como motor de la melodía género como la canción sino fundamentalmente como toda una
armoniosa. apuesta poética que se sostiene en un gesto secular de linaje por
Más que cultivar el racismo, la actitud elitista responde al ejer- antonomasia lírico. Gesto, no gesticulación: el poeta nómade de-
cicio de un dandismo contrarreaccionario y en buena medida pre- sea ser un cantor del presente y para ello debe poner en práctica
vanguardista desde el momento en que inviste compesatoriamente un método diametralmente diverso del utilizado en Prosas profa-
las condiciones desfavorables con las que el artista modernista a nas, esto es, ya no orientar sus recreaciones arqueológicas hacia
fin de siglo se enfrenta: el ser medidos con el mismo rasero cuan-
tificador de la mercancía de las mercancías, el dinero, es decir, con más que un símbolo de "la superioridad aristocrática de su espíritu", agregando de
ese patrón impasible que es el equivalente general y, al mismo paso, para que no queden dudas, que el vestuario cuanto más simple, más distinción
es capaz de efectuar. Más que el atuendo, entonces, al dandy lo define una riqueza
tiempo, el principio uniforme de todas las cosas que indiferen- que no proviene de la economía, del dinero, sino de una "fuerza natural" en tanto
cia mochando lo diferencial. Lo distinto no basta, debe ser, tam- se trata, explica, del "proyecto de fundar una especie de nueva aristocracia, tanto
bién, lo distinguido: es de esta distinción'* de la que habla Charles más difícil de romper cuanto que estará basada en las facultades más preciosas, las
más indestructibles, y en los dones celestes que el trabajo y el dinero no pueden
* Barba Jacob, Porfirio. "La divina tragedia. E l poeta habla de sí mismo". E n : Poemas conferir". E n : C h . Baudelaire, Salones y otros escritos sobre arte, Madrid, Visor, 1996.
intemporales. ¡México, Compañía General de Ediciones, S. A., 1957. Pp. 26-27. Pp. 377-381.

* Baudelaire define muy cuidadosamente la naturaleza del dandy, por eso despeja ^ G . K. Chesterton. El hombre común y otros ensayos sobre la modernidad. Buenos
con suma claridad el aspecto del vestuario que sólo podría ser en su planteo nada Aires, Ediciones Lohlé-Lumen, 1996. Pág. 5-

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el pasado sino hacia la actualidad, hacia los tiempos de un ahora devenir. Hay en el formalismo de Darío un imaginario barroco más
entramado en los acontecimientos de la Historia. Pero ¿cómo se gongorino que quevediano: la fortna que no encuentra su estilo,
hace arqueología del Presente, cómo se hacen excavaciones en el la forma que el nicaragüense deplora en relación a las muchedum-
Presente, cómo es posible hacer mitología con el Presente? No hay bres, es ciertamente el cuerpo donde busca situar su compromiso.
— a l menos no de un modo categórico— un corte con Prosas pro- Que ese cuerpo sea de naturaleza social es precisamente lo que
fanas. El libro de 1905 es distinto de éste, nadie lo pondría en duda todavía se le niega a Darío que es el poeta por antonomasia de las
pero, en esa distinción, no puede sino dejar las huellas de aquello formas. No sólo fue un poeta formal, más bien Darío incomoda
que pertenece al orden de la continuidad: Darío no capitula nunca, por ser informal: se atreve a un constante ludismo y lo hace de tal
más bien es el poeta que constantemente recapitula. Su método es tiiodo que no deja intocada ninguna zona lingüística de lo poético:
el de la transformación poética, consiste en extraer algo distinto de juega con los acentos, con los significantes, con las homonimias,
un mismo cuerpo; acaso habría que leer la insistencia en el motivo con los encabalgamientos, con la cesuras, con los hemistiquios,
de la mariposa no tanto desde la apoteosis de la imagen-clisé sino con las rimas, con las estrofas, con los significados y, como plantea
desde la presencia material de una metamorfosis poética. De allí magistralmente Jaime Concha en su análisis de Cantos de vida
que la mariposa preste un cuerpo real a una concepción de la poe- y esperanza'', hasta los monosílabos son objeto de una refinada
sía próxima al imaginario barroco de nuestra lengua. E l moder- labor poética. Ese ludismo no es el éxtasis de la inocencia; si algo
nismo dariano en su plétora de formas cristaliza en la imagen de Darío no es, es precisamente un poeta naif. Su política establece
la mariposa como cuerpo renovado, renacido, retratado en el más un juego en sordina con la lengua: sus sentidos desmantelan como
literal y etimológico de los sentidos: lo mismo re-tratado como lo quien no quiere la cosa. En sordina, no sorda; apuesta todo a la
otro podría ser una de las definiciones manieristas del arte poética palabra, ella acciona y reacciona. Tiene razón Enrique Lihn cuan-
dariana, pues su concepción se basa en la idea de la crisálida tal do plantea que son Trilce de Vallejo y las Residencias de Neruda
como puede leerse en uno de los versos más intensos de este libro los libros en los cuales podemos leer la concepción de la palabra
de 1905 que es, además, el verso-remate del poema "Ay, triste del según la lección-Mallarmé; sin embargo, habría que pensar que
que un día..." y que dice así: "Nada más que maneras expresan lo Darío otra vez abre el paso, le abona el terreno a los poetas del
distinto". Contra la lectura más transitada del citado verso (/o dis- porvenir: la palabra en Darío obtiene el cuerpo que le faltaba, su
tinto como metáfora de la unidad en la multiplicidad''), el énfasis presencia comienza a respirar en la página y termina ocupando un
en las "maneras" se desplazaría hacia la idea de un movimiento lugar más allá de su atadura implícita con el significado y más acá
continuo, de una fuga que se regenera constantemente. Habría una de la evidente incomodidad con el significante.
atención especial hacia la maniera, como un modo del tránsito
hacia otra cosa de sí. La imagen de la mariposa habla de una muta-
ción del cuerpo, de un cambio constante en algo que es, en verdad, A propósito de Mallarmé, en la nota que en 1898 escribe so-
una otredad, nunca un estado de llegada y permanencia sino un bre su poética, Darío demuestra una captación crítica sumamente
penetrante de la concepción de la palabra; é.sta es pensada desde
la "ausencia preconcebida de la usual ayuda de la incidental", esto
Citamos el análisis de Arturo Marasso en .su libro Rubén Darío y ¡a creación poé-
tica: " E l difícil verso Nada más que maneras expresan lo distinto quizás deba inter- ^ Se trata del artículo "Los cantos ... darianos como conjunto poético". En; Revista
pretarse con el estudio sobre la teoría de Platón, del libro de Brochard, Del error. Casa de las américas, Julio-Agosto 1988, Año X X I X , N° l69. Jaime Concha explica
Kubén puede referirse a la unidad en la multiplicidad; la multiplicidad se expresa con que este artículo es la reescritura de una ponencia que leyó a propósito del Simpo-
múltiples maneras: una para el árbol, otra para el animal, lo que nos induce a error •^io Dan'o-Martí organizado por el Ministerio de Cultura y la Biblioteca Nacional de
de causa; la unidad abarca lo diferente; las maneras de expresión nos dan falsamente
Nicaragua en enero de 1985. "La versión que ahora ofrezco —explica el autor chile-
lo distinto; hay una realidad sola en la diversidad aparente". Buenos Aires, Impreso
n o — muy cambiada, debe considerarse como la válida" D e ahora en más, citaremos
en los Talleres Gráficos de Accinelli Hermanos, (Biblioteca Nueva), s/f Pp. 260-261.
tín referencia a este artículo.

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es, desde la presuposición del signo lingüístico como ausencia que que trueca de signo: menos una clausura que un umbral, que una
Darío parece ya haber descubierto a través de su lectura de la poe- inminencia preñada de misterio cuya fatalidad es precisamente
sía mallarmeana. De hecho podríamos vincular este hallazgo con ésa: anunciarse por signos suspensivos de toda certidumbre, signos
la escritura y su ulterior incorporación de "Yo persigo una forma" oscuros pero que se volvieron con el tiempo, no obstante, la parte
a la segunda edición de Prosas profanas en 1901 en París, en la terminal de una de las composiciones más populares del poeta
medida en que se trata de una composición que reflexiona acerca nicaragüense. Otra vez es Jaime Concha quien lee estos signos de
de la materialidad de la palabra. Paradójicamente se acepta que puntuación en relación con el uso que Darío hace de él en un libro
sea el poeta-fundador de nuestra modernidad pero no que su poe- como Azul; mientras en éste los puntos suspensivos apuntan hacia
sía discurra hacia un universo social y mucho menos político. El el cielo, ahora lo hacen hacia la tierra. La fatalidad —parece indi-
formalismo de Darío (y de los modernistas) no es la vacuidad del car D a r í o — es inherente a la vida, ergo: no hay una concepción
sentido o el borramiento de lo histórico como muchos proclaman: optimista de los cantos. El signo de lo fatal, indescriptible por un
al entregarse a la lengua, Darío se entrega a su dimensión social. lado y por otro propio de la naturaleza humana, reúne en sí las
Hacer de ella una lengua poética significa crear, cueste lo que antípodas de la existencia, pues connota lo imprevisible y lo dado
cueste, la dimensión sublime y educativa de lo estético como una al mismo tiempo. Lo fatal remonta en Darío una noción barroca,
de las esferas fundamentales de la modernidad e in.scribirla en el es la fuerza del sino que permea la condición humana y que la
mapa de la cultura hispanoamericana. El formalismo dariano no es crisis finisecular parece traducir a términos de Angst existencial en
ni ahistoricismo ni pura estetización: el deseo que palpita debajo un contexto como el de Latinoamérica en el cual se ha producido
de estos cantos de vida y esperanza no responde a una concepción una nítida inflexión que traza de manera inédita el nuevo campo
exclusivamente optimista de la existencia humana. Tampoco se de fuerzas del paisaje geopolítico del continente: el relevamien-
trata de un contrapunto entre lo optimista y lo pesimista, como to del rol del imperio de España por otro imperio, el del Norte.^
si el nicaragüense buscara un contrapeso a la consuetudinaria es- Este reordenamiento del poder es uno de los puntos más álgidos
tructura de la dualidad occidental. Como señala Jaime Concha, en de nuestro fin de siglo porque suscita un espacio ideológico que
el ensayo ya citado, la visión esperanzada y vital de estos Cantos es atañe al vasto campo cultural del continente que comienza a ser
corroída por la fuerza ciega de la fatalidad y es esta fatalidad la que llamado, como uno de sus efectos más contundentes, precisamente
lleva en sí el sello de lo colectivo. Si el título en tanto paratexto in- Latinoamérica: un espacio cultural alineado bajo la Latinidad y
augural propone, en su fervor vitalista, una virtud teologal como la constituido como reaseguro de una identidad cuya emergencia es
esperanza y una presencia casta e idealista como la de los cisnes, ideológica.
el último poema como texto final del libro propone lo fatal. Más Ante este nuevo paisaje fin de siglo, en cuyo contexto se ges-
que propone, deberíamos decir postpone una composición como ta el arielismo de Rodó que tendrá una resonancia continental y
"Lo fatal" en el lugar por antonomasia del post: su término es, en temporal, Darío insta su canto en el fervor por ese presente pun-
el sentido semiótico de cierre, de modo paradojal, una apertura tual. Los tres tramos del libro distribuyen los diversos tonos: se
a lo desconocido magistralmente materializada con el uso de los
puntos suspensivos: Sabemos hasta qué pumo J o s é Martí advirtió de los peligros que E E U U como Impe-
rio representaba para América Latina. A l respecto Susana Zanetti escribe que Rubén
¡y no saber adonde vamos, Darío "retoma la advertencia de Martí en ' E l triunfo de Calibán' como comentario y
ni de donde venimos!... rotunda adhesión al acto de protesta por la invasión norteamericana a Cuba en 1898
en el cual, con actitud similar a la martiana de Nuestra América, advierte sobre la
Lo desconocido o lo incognocible aparecen allí donde los pun- necesaria unión latinoamericana entre ambiciones imperialistas norteamericanas".
tos suspenden toda certeza sobre ellos, internándose en una zona En: Rubén Darío en La Nación de Buenos Aires 1892-1916. Buenos Aires, Eudeba,
2004. Pág. 27.

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pueden leer los Cantos desde las temáticas pero también, y sobre no para reestablecer el sentido religioso-católico del término. Más
todo, desde los modos particulares como el poeta modula la voz. bien concentra su significación en la fuerza del apostrofe que re-
Enhebrados de lo hímnico a lo confesional, desde la salutación a fiere no sólo al destinatario sino también a quien la profiere, una
la lírica menor, de la marchas marciales a las letanías, estos Cantos voz que deschava la situación de un sujeto desposeído y temero-
son fundamentalmente apostrofantes: cantos que inquieren al otro so y que, por ello mismo, profiere —profecía mediante— el gran
y al tú, muchas veces movidos por el panegírico y otras por la más anuncio de "el retorno del Cristo". La función de la rima es la de
absoluta y humana desesperación ante una suerte de horror vacui una puesta en escena de las ideas que flotan en la época: Cristo
del presente, una ahoridad destemplada y acuciante que obliga al rima con Anticristo'' y no es un mero hallazgo ingenioso sino la
poeta — s i quiere defender la idea de cantar, si puede mantener en confrontación de dos figuras en pugna, de las que la poesía se
firme semejante decisión en tan hostiles circunstancias— a dirigir hace cargo y a las que incorpora finalmente en el poema. La fi-
su voz a quienes no podrán responderle. Una vez más, en la his- gura del Anticristo sirve para describir el paisaje apocalíptico de
toria de la poesía latinoamericana, Darío preanuncia la dolorosa estos Cantos en relación con lo que ellos pueden revelar, esto es,
experiencia del poeta que interpela y apostrofa "al vacío": basta re- en relación con lo que intentan hacer ver. Apocalipsis de la con-
cordar, en esta misma línea, que el sujeto poético en lYUce espera trariedad: el canto de esperanza en rigor parece no serlo, a juzgar
en vano que su madre muerta le responda. Más que una dialogía por un genitivo que genera un signo de ¿íes-esperanza tanto en el
frustrada como en el caso del poeta peruano en el que el encuen- orden del pasado (la peste milenarista tal vez como remisión al
tro con el otro es experimentado como un constante desencuentro, medievalismo) como en el orden del presente (los asesinatos del
en Darío es un acto angustiado de quien todavía no se resigna a extremo Oriente o la simbolización poética de esos "cuervos" que
perder la esperanza. Más que una virtud teologal, la esperanza manchan el firmamento). Sin embargo, contra estas malas señales,
que quiere cantar es una espera, un adviento, una temporalidad estos malos agüeros tanto de los tiempos pretéritos como de los
bienhechora para el hombre, ya no se trata de las estaciones del actuales, el canto de esperanza es la tentativa de no dejarse seducir
"año lírico" tal como había aparecido en Azul sino de los tiempos por relatos de fin del mundo propios de los tiempos finiseculares.
reales inscriptos en la historia pero no desasidos de la utopía, Una cosa es refutar el positivismo de la época mediante el uso de
como si dijéramos —parafraseando a Broch— no desasidos del teosofías o la apropiación de espiritualidades y espiritismos y otra
principio-esperanza, alimentado por los vientos mesiánicos de la muy distinta es aceptar ciegamente las teorías de la catá.strofes en
época finisecular, tan afines después de todo al tolstoismo presen- su versión decimonónica. Contra ellas, Darío se aferra a la espe-
te de la hora y a la apelación asaz recurrente a la figura de Cristo ranza de un inminente retorno de Cristo. Sin embargo, la mención
que, según Hans Hinterháuser en su libro Fin de siglo, se trata de también al Anticristo, que es la contrafigura por antonomasia de
una figura emblemática; una presencia que se define por su huma- aquél, no remite al típico juego de irresolución con las dualidades
nización, por su entrada a la historia una vez más pero esta vez sino más bien al hecho de que hay una pugna interior, un duelo
no para hablar de su naturaleza divina sino para recalcar nietzs- de fuerzas que se simboliza en un estado de ánimo a la manera
cheanamente su carácter humano, demasiado humano como el de un paisaje espiritual en conflicto, por más que sea un poeta de
contemporáneo Nazarín de Benito Pérez Galdós. formación católica.

La rima se vuelve para el poeta nicaragüense un ámbito pro- Pensar el fenómeno de la secularización en el ámbito de la
picio para definir la temporalidad actual en ese instante paradig- cultura hispánica contrarreformista significa responder efectiva-
mático entre la crucial coyuntura y su simultánea interpretación,
Se trata del poema "Canto de esperanza" y nos referimos a la estrofa segunda de la
tal como ocurre en el poema "Canto de esperanza" que puede composición, que transcribimos: "¿Ha nacido el apocalíptico Anticri,sto?/ Se han sabi-
considerarse una oración en su estructura compositiva aunque do presagios y prodigios se han visto/ y parece inminente el retorno del Cristo".

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mente por un lado a la cuestión de la dualidad occidental pero por Pocos textos críticos sobre el poeta nicaragüense, como el que
otro también implica que no hay cabida en Darío para reponer un escribiera Ángel Rama para la edición de Ayacucho, podrán sor-
dogma o recuperar una religión sino utilizar su imaginario para tear los obstáculos del tiempo y acceder a una potente vigencia
ponerlo al servicio del Arte, cuyas mayúsculas siguen siendo cier- crítica. Hay una pregunta que el uruguayo se hace al inicio del
tamente alegorías del sentido a través de las cuales se erige un te- prólogo que no sólo es justa en las dos acepciones del término
rritorio que funciona como reaseguro estético contra la reificación sino también fundamental porque atañe a la médula de la poesía
del mundo: la imagen de Belén del último verso del poema liminar de Darío. Por qué está vivo todavía, por qué sigue cantando, se
no es —escribe certeramente Jaime Concha— "una conversión al pregunta Ángel Rama. No es una pregunta retórica: se trata de una
Cristianismo sino una consigna estética". Otra vez la lección-Ma- interrogación orientada a indagar lo que en Darío está lejos de ser
llarmé en el difícil arte de la trasposición poética: trasladar de una un mero repertorio de temas más o menos recurrentes o de moti-
cantera a la otra, reutilizar profundas significancias gravitantes en vos líricos cuya frecuencia los vuelve significantes (o de aquellos
otras napas o traducir a términos de estética materiales provenien- Leitmotive que circundan un trayecto y lo delimitan desde sus al-
tes de esferas diferentes. Este método poético que Darío extrema rededores semánticos). Tal pregunta es la condición de posibilidad
de un modo radical —a tal punto que lleva a Real de Azúa a definir de su poesía misma, el modo de indagar sobre los fundamentos
a Darío como un poeta ganado por una glotonería absoluta— apa- que la sostienen. Si la doxa crítica asegura que con Cantos Darío se
rece como un antecedente del Borges que afirma que le interesa la vuelca hacia materiales sociales y políticos que antes no gozaban
Teología o la Religión sólo por su dimensión estética. Los caminos de tanta legibilidad, es evidente al mismo tiempo que semejante
de la secularización, Darío los hereda y también les abre camino decisión de suscitar un ensanchamiento del intérieur al entorno
mediante un duro trabajo con el sentido que consiste no solamen- no puede realizarse de la noche a la mañana y esto más allá de los
te en una estetización de todo lo que toca la varita mágica de su nocturnos y las auroras, dos motivos a los cuales como quiera que
poesía, más bien es el modo de devorar de un auténtico glotón, sea —romanticismos trasnochados y anarquismos avant-la-lettre
engolosinado como siempre ante toda exquisitez o Delikatesse que mediante— Darío es capaz de infundir un contenido de actuali-
se le presenta a su ojos con inmediato efecto en el paladar poético. dad como para que tales formas queden inscriptas en el flujo de
Todas las palabras o los significantes de otras lenguas excitaban el lo moderno. Nocturnos desrromantizados y auroras vanguardistas
sentido del gusto: se trataba de saborear lo que fuera exquisito. La delinean un formalismo guiado por una conciencia crítica que ad-
pulsión olfativa de la palabra no opacaba en el léxico de Darío su quiere sentido fundacional y que Darío comparte con José Martí.
capacidad gustativa: la suya era un estética del gusto pero sobre Sin esta conciencia crítica, el suyo sería no más que un molde
rodo era un gusto por la estética. Estetizar es el arte de engullir y el esquemático y, por el contrario, cuando parece emerger el envase
arte de catar Cy Darío en eso también fue un maestro, a la vanguar- prefijado — e n todos los órdenes de la lengua, de la métrica, del
dia de todos, o, al menos, de muchos). Si en su opípara angurria la ritmo, de los usos y convenciones del g é n e r o — irrumpe simultá-
estética en Darío entra por los ojos —dejemos por un momento su neamente la sorpresa, el matiz imprevisible que transforma el ho-
sucedánea dipsomanía—, deberíamos admitir que ella sale por los rizonte inédito del sentido. Sus Cantos no solamente conjugan una
oídos: vuelve música todo lo que ingiere, su proceso de apropia- acción que deviene acontecimiento (y sabemos hasta qué punto el
ción y asimilación se elabora rrielodiosamente, como si dentro del libro lo incorpora, lo alude, lo menta, lo sugiere, desde el estricto
poeta hubiera un músico de palabras, un artífice de la Harmonía, campo de la Historia con mayúscula a la petite histoire, la de los
"un liróforo celeste" como lo llamará magníficamente César Vallejo hechos cotidianos, la de la vida corriente y rutinaria y al mismo
en un poema de Los heraldos negros. tiempo shockeante de las grandes ciudades) sino que parece trans-
formar el verbo cantar en un infinitivo del todo inverosímil en

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relación con los hostiles tiempos modernos. bajo la mirada panóptica de la confiscación que está en el centro
Por eso la interrogación de Ángel Rama remite a una napa del proceso que llamamos de Secularización.
profunda de la poesía de Darío: ¿cómo es posible —podríamos Ángel Rama relaciona certeramente la capacidad de cantar y
nosotros traducir ahora, en este ahora nuestro del 2005 que dista perdurar como canto en el tiempo (recordemos cómo las genera-
de aquella enunciación nada menos que cien años, esto es, un ciones venideras repitieron mnemotécnicamente sus versos en las
aulas y en los conservatorios de declamación de todo el Continente
siglo— defender la decisión de cantar de un poeta nómade y,
V en las letras de tango y en los arabescos modernistas que quedan
como el esquife de sus poemas, de un sujeto que está "huérfano de
incrustados en los neobarrocos y neobarrosos del siglo X X ) . El
la aurora"'", esto es, sin la dimensión del futuro, sin el horizonte
cuestionamiento vinculado con el tema del canto quizás sea el más
esperanzado de un mañana? La dimensión infuturante de la tem-
radical que se hace Darío cuando se enfrenta con su propia obra
poralidad que describe Darío con su penetrante sensibilidad sis-
poética de inanera objetivada, esto es, cuando se pregunta por la
mográfica responde, en su base, a la temporalidad puesta siempre
relación entre la poesía y la muchedumbre, entre el valor estético
y la corriente de lo popular, entre la alta cultura y los géneros me-
En Cantos de vida y esperanza hay dos composiciones que, insertas en la tercera nores. Esta relación atañe a la forma y ésta infunde la conciencia
sección del libro, esto es, "Otros poemas", repiten el mismo atributo para la imagen
del esquife; se trata de "La dulzura del ángelus" ISI, poema en el cual leemos: Y esta
crítica. E,ste dilema estético e ideológico adquiere en Darío el valor
atroz amargura de no gustar de nada/ de no saber adonde dirigir nuestra prora// de un genuino auto-cuestionamiento en la medida en que avizora
mientras el pobre esquife en la noche cerrada/ va en hostiles olas huérfano de la una posible solución (una resolución) y, al mismo tiempo, pre-
aurora..."En el "Nocturno" V, casi contiguo a éste, vuelve a aparecer aunque e.sta vez
siente el inevitable fracaso. Sin embargo, la decisión de cantar la
en función epíteto, lo cual sugiere la idea no ijnicamente de repetición sino también
de una diferencia sustancial en la decisión de definir el sentido a partir de la ante- actualidad, de volverse un cantor del presente, le exige mucho más
posición del atributo: Lejano clavicordio que en silencio y olvido/ no diste nunca al de lo que quizás él mismo hubiera estado dispuesto a admitir, tra-
sueño sublime sonata,/ huérfano esquife, árbol insigne, oscuro nido/ que suavizó tándo.se como .se trata de un poeta que, después de todo, se había
la noche de dulzura de plata...". Hay otra dimensión significativa en la imagen del
pequeño navio y es que como étimon es una palabra extranjera (del alemán Ski/f):
formado como un Imitador de voces (lo que Thomas Bernhard en-
de allí que en cuanto tal pueda funcionar como una imagen introyectiva del sujeto tiende por este concepto en su excelente libro Stimmenimitator),
del poema; un sujeto errátil, perdido en la oscuridad de la noche (el nocturno en los un sujeto que, habiendo ensayado todos los estilos y con ellos
dos sentidos: género lírico y plano existencial), un sujeto huérfano cuyo estado de
extraído el néctar de todas las épocas, creyó dominar los secretos
ánimo, angustioso y desolado, propio de una sensibilidad típicamente finisecular, se
define precisamente como un sujeto sin mañana, sin futuro, una imagen-simbolista recónditos de la lengua española y su capacidad de inimetizarse,
a la manera del símbolo simbolista tal como podemos leerla en el "albatros" de investirse, transformarse o devenir- otra y que, de pronto, debió
Baudelaire o "el barco ebrio" de Rimbaud. Se puede inferir que la orfandad dariana, enfrentarse nada menos que con el límite del lenguaje, tal como
en ese movimiento de introyección subjetiva, implica la condición infuturante de la
temporalidad moderna bajo un imaginario apocalíptico que preanuncia el ñn del
queda certificado en el poema "Yo persigo una forma" que incluye
mundo. A su vez, la orfandad vallejiana, no ajena del todo a una visión simbolista- en la segunda edición de Prosas profanas. El poeta como imitador
decadentista al menos en sus poemas juveniles y en Los heraldos negros, termina de voces corre el riesgo de convertirse en un bufón ridículo de la
por socavar la dimensión de la lengua misma en un movimiento más radical desde
corte, en aquel "hazmerreír" que Darío alegoriza en su relato "El
el momento en que hasta la confianza en el lenguaje se ha vuelto campo minado.
Recordemos de paso que, en un poema de Vallejo, la figura de Quevedo es definida rey burgués" pero inviste de cierto pathos a través de la ironía, un
como "ese gran dinamitero", de lo cual inferimos que la tradición barroca parece ser recurso que desemboca en una autoironización de la propia figura
la condición de posibilidad para fundar una lengua poética desde la explosión del del poeta acorde (desacorde en verdad) con el nuevo contexto de
sentido. Esta radicalidad lingüística de Vallejo proviene de la de Darío que comienza
extraterritorializando su propia lengua materna a través de otra lengua extraña como
la burguesía moderna.
en este caso el alemán. A l respecto remitimos al ensayo de Adriana Astutti "Vasto
¿Por qué Darío como imagen de poeta perdura en la historia
como un deseo. La ensoñación en Prosas Pro/anas". En: Andares cianeas. Rosario,
Beatriz Viterbo, 2001. cultural de Latinoainérica bajo el sello de estos Cantos de vida y es-

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peranza? ¿Por qué perdura en su canto, en esa forma lírica llamada [QJ; fructíferos contenidos del continente (América), ahora Darío
canción de secular tradición, por qué su nombre propio queda invierte esa lógica y propone que no hay más contenido que el
unido a este volumen publicado en 1905 y ello más allá de que éste continente. Inventar, no inventariar parece haber sido una de las
sea, como quieren muchos críticos, su mejor poemario? Desde "La premisas que alimentan secretamente su concepción de la poesía.
canción del oro" de su luminoso libro Azul de 1888 a estos Cantos De allí también que a juicio de muchos (incluida la boutade de
que dicen ser "de vida y esperanza" y en verdad están atravesados Unamuno: aquella de que a Darío se le veía la pluma debajo del
por la fatalidad, y de estos Cantos al Canto a la Argentina que sombrero) el nicaragüense no apruebe el examen de ser un poeta
acompaña la hora nacionalista de los centenarios conmemorativos representativo de América; y no lo aprueba por su escasa propen-
del Continente, se puede afirmar que el sentido del canto ha debi- sión a los contenidos inherentes al Continente y por su tamaña
do constituir para Darío una instancia poética fundamental desde avidez por las palabras-continentes: por primera vez en la historia
el momento que pervive en sucesivas etapas líricas de su trayecto. de la poesía americana el uso de las palabras se descontinentali-
No sólo esta razón. El canto debió haber conformado desde los ini- za. Las palabras ya no se contienen en aras de la expresión de un
cios una férrea concepción poética deslindada también, mediante objetivo o trascendencia; las palabras se desbordan, se rehusan a
su conciencia crítica, de las estéticas neoclásicas, a las cuales re- obedecer, ya no quieren profesar un carácter contenido, más bien
chazaba, o de los panegíricos a poderosos, de los que no siempre ahora se desbocan si un pliegue fonológico las seduce al punto de
pudo sustraerse, aunque dejó escrito en las "Palabras Liminares" rifarlo todo en pos de una sonoridad que se considera sublime. Es
que "a un presidente de República no podré saludarle en el idioma cierto: la dominante fonológica se impone. Dicho de otro modo: el
en que te cantaría a tí, ¡Oh Halagabal!, de cuya corte —oro, seda, Continente de Darío es la palabra vernácula o extranjera, autócto-
mármol— me acuerdo en sueños". La lucidez del nicaragüense le na o universal, amerindia o cosmopolita. La palabra contiene, no
permitió advertir que el canto contenía la posibilidad de vincular es contenida: de allí lo atildado y lo exuberante de los vocablos,
la poesía con la política: no sólo con la ciudad, vale decir, con la porque su vocabulario —o, como propone Phillipe Sollers a propó-
polis, sino también con el poder. Su modernidad reside en un he- sito de Mallarmé, su scriptabulario— nunca se petrifica, nunca se
cho todavía inusitado, todavía incipiente y sin embargo de alguna reduce, es siempre refractario a la anquilosis. Voca-scripta-bulario
manera ya resuelto por él mismo en sus formulaciones básicas: de Rubén Darío: su sonoridad es vanguardista desde el momento
se trata de la gran apuesta a la autonomía poética para deslindar en que promueve, por un lado, una estética musical modernosim-
—lo que los neoclásicos y en menor medida los románticos no bolista y, anticipa, por otro, la escritura de vanguardia dibujada
pudieron conseguir aunque sí contribuyeron a llevar a cabo— los {entrañada habría seguramente escrito Vallejo) en los cuellos de
temas de los trascendentes propósitos, los cuales intentaban jus- los cisnes como signos de interrogación en los dos sentidos: signos
tificar desde afuera a aquéllos ya sea desde lo didáctico-moral, ya de puntuación, signos de reflexión.
sea desde lo político-estatal. Cantar ahora para Darío es la ocasión
Décadas después será el poeta peruano César Vallejo quien
sublime de desligar contenidos y desligarse de ellos: no obligar-
haga justicia al poeta nicaragüense y resuelva el conflicto en su
se más que a cumplir con el deseo que alienta en su interior el
deslinde entre sensibilidad americana y el debate de la "represen-
fuego de la poesía. Prepara el terreno para que Neruda pueda ya
tatividad" de lo americano: "para ser poeta de América, le bastaba
sin culpa escribir una serie de odas a las hortalizas y a las frutas
a Darío la sensibilidad americana, cuya autenticidad, a través del
—cantadas de manera elemental, desde lo elemental— pues ya no
cosmopolitismo y universalidad de su obra, es evidente y nadie
se busca el constatativo inventario con el cual Andrés Bello quería
puede poner en duda (...) La indigenización es acto de sensibilidad
probar la riqueza natural del continente en su "A la agricultura de
la zona tórrida". Si para Bello la poesía es el lugar donde exhibir
indígena y no de voluntad indigenista"." Digamos que también lo Chocano por desarrollar una estética que no tarda mucho en de-
evidente en el sentido indubitable que plantea Vallejo puede vol- venir ornamental, está criticando los indigenismos voluntariosos
verse opaco, oscuro. Pero, a esa altura de la polémica, a fines de la bienintencionados de la cultura peruana. César Vallejo .sitúa a
década del Veinte, en pleno fervor de los disímiles vanguardismos Darío en el lugar justo, esto es, el lugar de quien abrió el camino
del Continente, la disquisición sobre la sensibilidad americana o al poeta hispanoamericano en la modernidad, de quien hizo po-
indígena (obsérvese la diferencia semántica entre indígena e indi- sible acceder a la modernidad desde la periferia del continente.
genista) en los términos en que es planteada por el poeta peruano, Pensemos que por esos mismos años Borges se burlaba de Rubén
el que se encuentra fuera del territorio americano, rinde tributo Darío en nombre de un vanguardismo que no tardaría en execrar.
al Rubén Darío maestro de los poetas, pero, también, es una agu-
dización de la conciencia crítica de un poeta que sabe despejar la Volviendo al tema del canto, hay que admitir que Rubén Darío
paja del trigo, que puede discernir nítidamente que la sensibilidad partió paradojalmente de una suerte de despropósito intrínseco a
es antes que nada una experiencia vivida en el plano de la lengua la coyuntura de su tiempo, puesto que era sustancialmente adverso
y, desde esta concepción, como sostiene lúcidamente Guillermo para el canto en una de las direcciones de nuestra modernidad,
Sucre, "la sensibilidad americana precede a la obra de Darío y a la que planteara Hólderlin con la pregunta de para qué poetas en
un tiempo es el resultado de ésta"'^, lo cual significa que la sensi- tiempos de indigencia: cómo cantar la angustia y la desolación,
bilidad americana no es una invención de Darío, en todo caso lo cómo cantar ese paisaje del presente cuyo horror se engendra en
que hace, nada más ni nada menos, es estatuirla, volverla real en la recomposición de poderes imperiales y que un memorable verso
el plano de la lengua, inscribirla viviente y no entidad muerta (y de Darío cristaliza mediante la sutil técnica del simbolismo y el
todos sus sucedáneos: palabras-clisé, lo que él mismo denomina manejo de una alusión a medias revelada aunque suficientemente
anquilosis verbal) en el uso concreto de las palabras con la convic- potente como para dar cuenta de una amenaza planetaria tan reco-
ción de que sólo allí puede desplegarse la identidad: en las formas nocible como sus inevitables consecuencias: la inminencia de algo
sensibles y no en los actos volitivos y deliberados del sujeto; así fatal hoy conmueve la tierra. Y es aquí donde la lección-Darío re-
lo define Vallejo quien, además de refutar frontalmente a Santos ditúa más de lo que parece, a juzgar sobre todo porque tratándose
como se trata de una situación histórica para el continente ameri-
Se trata de la crónica "Los escollos de siempre" que apareció en Variedades, cano de inaceptables re-alineamientos del poder, el poeta nicara-
Número 1025, el 22 de octubre de 1927. E n este texto César Vallejo establece un güense quiere responder (contestar) a las tropelías del momento
paralelo entre políticos y artistas 3 raíz del problema de la sensibilidad en tanto que con la utopía arrolladora del canto, con la fuerza milenaria de la
rasero mensurable del grado de americanidad. Es evidente que es una preocupación
de índole cultural y que intenta centrar en ella (o des-centrar) el otro problema, el
canción para que ésta circule continental pero se afirme universal
de la identidad. Lo que a nosotros nos interesa enfatizar es et hecho de que Vallejo y que todo el mundo se entere del instante terrible que atraviesa la
entronca esta problemática con ta historia de la poesía hispanoamericana y con la cultura latina en el presente de la nueva cartografía de lo geopolíti-
serie de nombres propios que, según el tono con que escribe esta crónica, estarían
co. Ya no es tiempo de "la canción del pirata" (no hubiera resultado
revelando el punto de partida de su polémica; esos nombres son José Enrique Rodó,
José Santos Chocano. Quizás deberíamos reponer otros nombres silenciados que nada superfino, bien pensado, un revival de la famosa composición
aparecen en el artículo de Variedades del 7 de mayo de 1927 donde el peruano lee de Espronceda) sino de "la canción de vida y esperanza", como si
críticamente a los poetas latinoamericanos que le eran contemporáneos como Cho- fuera posible para el poeta extraer del momento la energía capaz
cano, Mistral, .Neruda, Borges, Maples Arce y Pablo Abril de Vivero. Para un análisis
de esta cuestión, remitimos al excelente capítulo titulado "La sensibilidad americana"
de convertir el mundo con el poder del canto. Sin embargo, Darío
de Guillermo Sucre en su l i b r ó l a máscara, la transparencia. Ensayos sobre poesía ni es un poeta ingenuo ni tampoco podría reducirse su figura,
hispanoamericana. Caracas, Monte Ávila Editores, 1975. como imichos pretenden, a la del poeta vendido al mejor postor o

' ^ Guillermo Sucre, La máscara, la transparencia, op. cit., pp. 26-27.
al menos el poeta dispensador de panegíricos a dictadores sátra-

.30
pas de turno, aun cuando podamos constatar contradicciones en problemática perteneciente de lleno a la experiencia común a los
esa suerte de oscilación reactiva que define las complejas relacio- pueblos latinoamericanos. Las diversas entonaciones de esa voz es
nes del arte y la Realpolitik. un constriicto de la esfera de la cultura desde sus propios umbra-
El gesto de Darío en su decisión de cantar y distribuir los to- les, una acumulación aquilatadamente secular y al mismo tiempo
nos conforme a la tripartición del libro, es el gesto de un poeta combativa, contestarla, como si los textos leídos y archivados en
que ante la angustia de su presente histórico todavía cree en el el proceso de sus respectivas formaciones intelectuales pudieran
otro poder, el de la poesía, como si la sociedad prestara genuina devenir, en la urgencia del debate, los modos eficaces de mar-
atención a lo que dicen los poetas. La de Darío tampoco respon- car una disidencia profunda en el plano de las ideas. E l nuevo
de a la figura de profeta, por más oráculos que emita en algunos paisaje geopolítico los lleva tanto al ensayista como al poeta —y
poemas del libro. Se trata más bien de apostar a la potencia de la es evidente cómo intercambian los géneros, esto es, cómo genera
voz que se alza para protestar y obtener un beneficio concreto en Rodó poesía en .su Ariel y Darío ensayos de interpretación en sus
el ámbito cultural y social del momento, un beneficio nada des- Cantos— a apelar a los recursos retóricos y, entre ellos, al topos de
preciable después de todo si pensamos la pronta circulación de las armas y las letras. Aquí el uso los une y los separa: los une por-
sus poemas en la inmediatez multiplicante de las publicaciones que ambos escriben desde las grandes ciudades, son intelectuales
periódicas. La inflexión de estas voces escuchadas en Cantos —no de la polis y por ello fundamentalmente políticos; su circulación
es una sola ni tampoco una pluralidad disuelta o resuelta en un urbana los separa ya que, mientras el poeta nicaragüense es un
centro monológico— podría considerarse un anticipo no menor cosmopolita nómade que va y viene de un continente al otro, el
del cambio de paradigma filosófico en la constitución del sujeto pensador uruguayo en cambio es un cosmopolita sedentario que
moderno tal como puede leerse en la historia del discurso lírico sólo viaja a Europa hacia el final de su vida. Para ambos, las letras
hispanoamericano. Esas voces involucran una dimensión colectiva se vuelven armas: mientras que Rodó transforma la biblioteca clá-
que ensaya una resonancia continental y que está íntimamente sica y moderna en el recinto simbólico de un potemos (un campo
relacionada con su antecedente inmediato que es el Ariel de Rodó: de lucha a través de las ideas), es evidente que su mayor eficacia
ambos textos no solamente difunden una voz a escala continental se alcanza en la medida en que es la letra la que contiende y ataca.
sino también son textos que se constituyen en el proferir de esa No olvidemos que Darío recuerda, hablando de armas, cuál es el
voz que sólo en apariencia podría pensarse como monolítica. Hay arma que Roosevelt, "el Riflero terrible", "el fuerte Cazador", no
algo común entre ellos que no puede reducirse ni al hecho de que posee; Y, pues, contáis con todo, falta una cosa: ¡Dios! Las armas
tanto Darío como Rodó se consideraron a sí mismos modernistas y, provienen siempre de la letra, ya sean profanas, ya sean sagradas;
como tales, lectores recíprocos del modernismo del otro ni tampo- ellas argumentan y disputan sus usos políticos'^ sujetos de la polis
co a esa similar capacidad intertextual que ambos libros presentan pero también sujetos a la polis, tanto Rodó como Darío se sitúan
para convocar citas de la cultura occidental y grecolatina. La fuerte entre la ciudad letrada y la ciudad real en el sentido que plantea
comunidad que se establece entre ambos reside en el modo como
pensaron la conformación de esa voz en relación con el contexto Remitimos al ensayo de Noé Jitrik "Voces de ciudad" aparecido en la Revista SyC,
político, social y cultural de la hora y en la potencia de su difusión: Nimiero 5, Buenos Aires, mayo de 1994. E l crítico argentino escribe; "Polis designa,
cómo hicieron para que esa voz —las diversas entonaciones de esa como se sabe, algo más que el aspecto social de la cmdad; trata de capturar el sentido
mismo que tiene esa organización o, en otras palabras, su teleología como estructura
voz conjugadas desde lo singular a lo plural— fuera escuchada y (• ) Y si ese mero término,/)o/ís, es ya discurso de la ciudad, uno de sus subdiscursos,
divulgada dentro del vasto continente; cómo hicieron para que '^1 político, adquiere tal desarrollo, tal autonomía que sin él no sólo la vida misma de
esa voz pudiera alcanzar una resonancia más allá de los límites 'a ciudad es ininteligible sino que se unlversaliza de tal grado que, al parecer, según
afirman nmchos, está en todas partes, aun donde no hay un decir específico de una
nacionales y situar los conflictos, de índole ideológica, como una
í"áctica política específica y convencional..." ( p á g . J 8 ) .
Angel Rama en su libro La ciudad letrada. Si la figura retórica más tos neoclásicos y románticos y los correspondientes contenidos
recurrente en el uso que hace Rodó es la del combate, en Darío didácticos-morales y egolátricos que arrastraban. Sin embargo, sus
será —tal como lo manifiesta en el prólogo de 1905 a sus Cantos Cantos pueden conjugar lo personal en sentido confesional con
y como pone en práctica este talante en muchas de sus composi- una voz implicada en lo colectivo en sentido comunitario; se trata
ciones— la protesta. de una voz de la pluralidad pero que, arteramente, no busca una
La primera figura remite a la configuración de un campo bélico instancia de representación: no es una voz que habla por otros
(en el Ariel es frecuente la isotopía semántica de la guerra o la ni siente que los otros delegan en él (en la voz) ninguna causa.
lucha) pero como metáfora traslaticia al campo de las ideas que Habría que analizar el uso de la primera persona del plural en este
es donde se gesta, en definitiva, la eficacia de las armas según libro y discernir los tonos y la mayor o menor gravedad con que
la retórica de Rodó. Así, en el último capítulo del libro, leemos éstos determinan los temas del libro. A través de las privilegiadas
enunciados como "el brazo que combate" o "la sociedad que lucha" antenas para registrar la novedad y el acontecimiento —a una y
cuya repetición en el texto circunscribe la guerra al plano de las al otro Darío sabe cómo transformarlos en asunto poético, esto
ideas: "los pueblos trabajan, en sentir de Fouillée, bajo la inspi- es, cómo pasarlos en limpio transformando la realidad social en
ración de las ideas". La segunda figura apunta al desacuerdo del poesía como en Baudelaire o volviendo materiales a las palabras
ciudadano moderno cuyas conductas sociales dentro del Estado le como en Mallarmé— se coinprueba que Cantos canta y protesta al
permiten articular impugnaciones y repudios y situarse de paso en mismo tiempo: cantar, como sabemos, tiene una .secular prosapia
un lugar de oposición y de disenso. Si es cierto que Darío da forma lírica pero protestar mientras se canta implica un matiz semántico
(conforma) la moderna actitud protestaría en íntimo contacto con que Darío explota a partir de las circunstancias del presente. No
las ideas anarquistas y socialistas de la hora (de hecho ya la había son los cielitos de la independencia ni las alegorías neoclásicas
incorporado a la prosa. Cantos de vida y esperanza implica su ni la gauchesca o el indigenismo románticos: ahora se trata de la
introducción al verso), no menos lo sería el hecho de representar canción de protesta. La conjunción del yo-canto y el yo-protesto
un punto de referencia para la posterior vertiente de la canción de se vuelve en Darío una necesidad: es la inmersión del bel canto en
protesta latinoamericana que encuentra su máxima expresión a las urgencias de la hora, comprendiendo ante todo, con el antece-
partir de la década del 6ü. dente del "J acense" de Émile Zola, que el intelectual o el artista
no está fuera de la sociedad en que vive y que su pronunciamiento
El carácter protestarlo, que tiene una estrecha vinculación con forma parte de una concepción estética que incluye la dimensión
la esfera social, Darío lo reorienta para no desinscribirlo del espa- ideológica. Y si por un lado el poeta nicaragüense no tiene reparos
cio autónomo, estético, que había logrado con la publicación de en afirmar que detesta el tiempo en el que le tocó nacer, por otro
Azul en 1888 y fortalecido con la de Prosas profanas en 1896. Esa lado sabe que ese sentimiento entre el odio y el desprecio no es en
autonomía es ahora, en Cantos, puesta bajo la mira del ojo crítico absoluto indiferencia, en todo caso es un detestar reactivo que lo
en la medida en que los logros de la escritura poética se ponen impulsa a asumir ciertas determinaciones relativas al ámbito de la
a disposición de una relectura que revisa sus concepciones más estética como caja de resonancia de las otras esferas. Lo que está a
defendidas no solamente demostrando la potente dinamia de su punto de perderse es la batalla ganada con la iniciación del moder-
poética sino sobre todo la capacidad para generar en ella efectos nismo'^ que el mismo poeta afirma haberle dado el puntapié inicial
inéditos de sentido. Lo que Darío capta con su extraordinaria sen-
sibilidad es inmediatamente incorporado al poema. La protesta Aunque es tangencial a nuestros propósitos, no queremos dejar de señalar al
podría haber sido un tono vedado para alguien como Darío que menos un tema de debate que gira alrededor de Rubén Darío como fundador del
había aniquilado del discurso poético latinoamericano los acen- Modernismo en tanto que movimiento continental. Al respecto, transcribimos una
cita de Américo Ferrari, quien, a diferencia de otros críticos, como Gutiérrez Girardot
como movimiento en el ámbito de la poesía escrita en español. conceptista (de evidente raigambre quevedíana) según la cual un
Comoquiera que sea, la protesta le presenta a Darío el grave golpe sísmico repercute en la América vertebral, andina, esto es,
problema de a.sumir una posición de heteronomía del arte y some- la América amerindia. El yo-protesto de e.stos Cantos representa
ter la poesía a las otras esferas de las que él, por cierto, la había para Darío un desafío para su autonomía estética y sin embargo lo
desligado. Precisamente es el esfuerzo autonómico en el campo de asume y lo afronta en tanto es definido como un vasto cataclismo
la escritura poética lo que Darío quiere salvar a toda costa. El yo social: no le da la espalda porque nadie escapa en definitiva de la
que habla en la poesía se multiplica en las diversas entonaciones época y de sus conflictos, por más detestada que pueda ser, pero
de la voz y lleva al sujeto que las profiere al límite de su estallido; también porque el poeta no va solo o no está solo frente al reto
por esta razón, la cuestión del sujeto moderno está, en la poesía sino que está acompañado por los cisnes, lo más sublime e inma-
dariana, próxima a hacerse añicos y a agrietar finalmente su tan culado del Arte, el símbolo por antonomasia de la Belleza, el epí-
mentada unidad ontológica. Son tantos los tonos que adopta que tome de lo mítico y lo místico. Desde la Antigüedad a la Actualidad
por momentos ese sujeto del poema (los sujetos de los poemas) pa- de los modernistas, los cisnes han estado siempre en los estanques
rece no encontrar el centro restallante que implica el movimiento o los lagos de la lírica y, más allá de esta historia secular, de cuyos
de repliegue del yo, necesario para reencontrarse con el sí mismo diversos tramos el poeta posterior recupera y desecha sentidos, es
en esa su vuelta al adentro desde el ámbito caótico y dispersivo importante observar en qué consiste la decisión poética de Darío
del afuera. Para Rubén Darío este afuera es un "vasto cataclismo en relación con los Cantos y los cisnes, y con la necesidad de escri-
social" pero advirtamos de paso que, como fenómeno, apunta a bir, como leemos en el "Prefacio", una "protesta".
significar aquellos procesos que se internalizan, que se encarnan, Como ya adelantamos, estos son cantos apostrofantes que le-
es decir, que se insertan en el plano de una interioridad y no vantan pero también bajan la voz según sea a quiénes se dirigen
solamente en el ámbito del alma o el espíritu de ese sujeto (el ca- (a ese tú que es siempre un otro para el yo, aun cuando se dirija
taclismo social se vuelve ahora en el poema "No obstante" un "te- al propio yo): alzan la voz en salutaciones y marchas marciales y
rremoto mental") sino también en las entrañas del continente ame- la bajan en himnos, oraciones y letanías. El volumen de la voz de-
ricano: "Los Estados Unidos son potentes y grandes./ Cuando ellos pende de las prerrogativas de la forma enunciativa pero no menos
se estremecen hay un hondo temblor/ que pasa por las vértebras cierto es que la insistencia del tono cantabile ya no significa una
enormes de los Andes" leemos en "A Roosevelt". Es cierto que en vuelta al soliloquio lírico-romántico, aun cuando este tipo mono-
Cantos sigue funcionando el principio de oro de las analogías pero lógico aparezca en verdaderos apartes escénicos a través de los
no lo sería menos el hecho de que la captación de Darío penetra cuales el yo del poema puede hacer una salida en público. Estas
en todas las esferas de la existencia. La incidencia de los Estados arias líricas —después de todo hay cierta estructura operística en
Unidos en el continente americano podría funcionar como una el libro— no representan el solapado patetismo de una lírica de
analogía organicista propia del esteticismo romántico si no fuera la efusión, más bien contrapesan el uso de la primera persona del
porque el uso de la referencia geográfica comienza a reorientar su plural y con él la asunción poética de un valor colectivo. Pero lo
significación hacia otro polo del ideologema a través de la imagen que hacen estos Cantos es privilegiar, de entre todos los destina-
tarios de sus apostrofes, a los cisnes. Ellos llegan a ser los verda-
deros interlocutores del yo del poema y esto no significa que los
y Angel Rama, .sostiene que Darío no es el fundador. "Darío, pues, no funda el
modernismo: lo fundamenta y lo propaga. Desde su fuerte personalidad poética se demás destinatarios no alcancen los favores discursivos de la inter-
difunde por todos los ámbitos del mundo hispánico un sentimiento de la poesía que locución. Ocurre que los cisnes, ahora, cobran otra dimensión de
como tendencia y anhelo de renovación impegnaba ya la atmósfera en las dos orillas
sentido que resulta, a nuestro juicio, uno de los puntos — s i no el
del océano". Américo Ferrari. "Rubén Darío de orilla a orilla". E n : El bosque y sus
caminos. Valencia, Editorial Pre-Textos, 1993. Pág. 25. P • 1 1 , , — rpj¿g radical de la poética de Darío, a saber: el valor social
de la palabra lírica, su espesor sociográfico. Se trata de la transfe- por igual de un sentimiento colectivo cuya prueba más fehaciente
rencia de la necesidad de la protesta humana a motivos archilíricos es la naturaleza de su propia dialogicidad. La estructura de corte o
como los cisnes que aparecen a través de alegorías o símbolos en apartamiento de esta figura retórica adquiere una significación que
el palimpsesto de la retórica clásica y moderna y a través, también, no es menor si se piensa que Cantos es una constante apelación a
de las alegorías y símbolos del peculiar imaginario de cada poeta. ese otro en segunda persona, una constante necesidad de hablar
Una protesta humana en dos direcciones: en la protesta humana, a ese tú que nunca ha de tomar la palabra para responder o para
más que humana y en la protesta humanista. corresponderle al yo. Figura de corte, el apostrofe figura un corte,
Las voces que escuchamos en Cantos de vida y esperanza ha- un tajo, o una herida en el discurso del poeta, como si ese carác-
blan y se dirigen a diversos interlocutores y les inquieren a és- ter apelativo y alocutorio que contiene la palabra terminara por
tos, muchas veces, la misma reciprocidad parlante. E l apostrofe admitir que ninguna comunicación es posible, que todo hablar es
implica un apartamiento del público normal para dirigir la pa- en-soliloquio y que apostrofar, en su pathos ya no de la distancia
labra a uno segundo; por el carácter sorprendente que implica sino del apartarse de un público para dirigirse a otro más proclive
este cambio de destinatario, tal tipo de interlocución suele desen- a la escucha, equivale a encontrar interlocutores no por ausentes
cadenar la expresión de un pathos^'' a causa habitualmente de la o por muertos menos eficaces o menos reales a los efectos de la
dificultad para que se establezca la comunicación entre locutor y interlocución. Dirigirse al buey de la infancia o a la juventud en el
público. Cantos apostrofa a divinidades (Dios, Cristo, Helios), a en- momento en que se la está perdiendo puede implicar un pathos
tidades abstractas (Híspanla), a personas históricas (el rey Oscar, (puede incluso caer en el patetismo) pero Darío muestra el pliegue
Roosevelt, Leonardo da Vinci, Montaigne, Coya), a personajes lite- infinito del universo y la capacidad parlante de cada cosa o ser
rarios (Cyrano de Bergerac, don Quijote de la Mancha), a la mujer, que forma parte de la población planetaria. Una contrapartida de
a las cosas (el mar, el corazón, la juventud, la primavera), a anima- esta verdad que Cantos revela de un modo obsesivo puede ser los
les (la araña, el sapo, el buey, el águila, la paloma). E n este des- versos de José Martí cuando afinnan que "El universo habla/ Mejor
pliegue ontológico que va del ser más ínfimo a Dios, el apostrofe que el hombre": Darío también piensa que hay un lenguaje del uni-
vuelve patética la voz si espera a veces una re.spuesta y otras tan verso (suspende el juicio si es mejor o peor) pero quiere escuchar
sólo indica (hay una deixis constante en el discurso lírico que sitúa ese lenguaje, quiere que el lector de su poesía escuche el motor
al hablante y al escucha) que la palabra dirigida, la pregunta o la de la armonía que pone en funcionamiento a aquél. A Darío no
alabanza (aun cuando se trate de un muerto) coparticipan todas le basta decir esa verdad, necesita escucharla y hacerla escuchar
como quien se dispone a ejecutar los sonidos de un instrumento
delante de un auditorio. Darío aprueba a Martí: el universo habla.
' E n su Manual de Retórica Literaria. Fundamentos de una Ciencia de la Literatura,
Heinrich Lausberg define el apostrofe del siguiente modo: "consiste en "apartarse" Pero no se contenta ni se queda tranquilo hasta que ese universo
del público normal (los jueces) y dirigir la palabra a otro segundo público elegido hable y emita su secreta sonoridad.
por el orador de manera sorprendente. Ello tiene sobre el público normal un efecto
patético pues constituye en el orador la expresión de un pathos que no puede cana- Los interlocutores privilegiados del sujeto de Cantos son los
lizarse por los cauces normales de comunicación entre orador y público. El apostrofe Cisnes porque éstos le responden al poeta. Es una interlocución
es, por decirlo así, un paso desesperado por parte del orador, impulsado por el pa- correspondida por medio de la cual tanto el cisne blanco como el
thos. Como segundo público en el apostrofe hacen al caso: el contrincante, personas
no presentes vivas o muertas, cosas (patria, leyes, heridas, etc)." (Pp. 192-193J. Más
cisne negro ofrecen esperanza al poeta en medio de la desilusión.
adelante Lausberg precisa que el apostrofe puede aparecer en todas las partes del el poema "Los cisnes", dedicado a Juan Ramón Jiménez, de
discurso pero en particular en el exordium y en la narratio. Además señala que el quien depende en mayor grado la distribución diagramática del
apostrofe puede adoptar la forma de la interrogatio o ser un caso especial de melhá-
poemario, Darío lleva a cabo un memorial de la tradición poética
basis. E n : Lausberg, Heinrich, op. cit, Madrid, Credos, Biblioteca Románica Hispáni-
ca, 1984 (2da reimpresión). Tres Tomos. La cita pertenece al Tomo U. peninsular en relación con los cisnes: por un lado, es cierto, busca
reafirmar la hispanidad poética como metonimia del Orbe latini- el cuello del cisne con el signo de puntuación. Pese a este adelanto
zado, repitiendo de algún modo un museo esta vez menor del que vanguardista, Enrique González Martínez no duda en querer torcer
describiera en las "Palabras Liminares" a Prosas profanas pero, el encorvado cuello del cisne y proponer su sustitución por el buho
por otro, el poema deja leer como letras de agua la pertenencia como emblema de lo intelectual.
de los cisnes a la lengua española, cantados por los poetas ilustres
pertenecientes al Siglo de Oro como Garcilaso, Lope, Quevedo y Sin embargo, con todo, deberíamos admitir que la protesta que
Góngora, Los cisnes son griegos y latinos, renacentistas y barro- Darío vincula con los cisnes en Cantos no es totalmente novedosa;
cos, parnasianos y simbolistas pero ahora devienen, en la decisión en todo caso ahora lo que hace es sellar simbólicamente lo que
de Darío, modernos y modernistas con una inflexión propia dis- estaba ya en su universo imaginario, cuando en éste se plantea la
tinta a todos los otros usos que se dan dentro del mismo movi- situación del artista en la sociedad tal como lo hace en El rey bur-
miento poético. Los cisnes de Darío son el emblema del español gués, donde el objeto de análisis es, precisamente, la relación entre
(así como en el Emblema de Alciato leemos la insigna poetarum), el poeta y la burguesía. No es nuestro propósito volver sobre esta
el reaseguro de la lengua materna contra la otra lengua que impo- cuestión, tantas veces tratada por la crítica, pero sí hacer algunas
ne el Imperio. No es en absoluto fortuito que sea en este poema observaciones. El relato cuenta la historia de un pobre poeta que
donde aparece una de las preguntas más cruciales de todo el libro: es contratado por un burgués muy rico para tocar una suerte de
¿Tantos millones de hombres hablaremos inglés? La lengua del cis- organito y entretener al señor durante sus paseos por el jardín de
ne es, más allá de la estética a la que se adhiera, la lengua poética su mansión. El contrato verbal del burgués (dar de comer al poeta
por antonomasia. Y así funciona, por cierto, también en la poesía a cambio de que éste haga sonar su caja de música) se debe a una
dariana pero ahora ha sufrido otra transformación —otra respecto sugerencia bastante extraña que hace al burgués uno de sus filóso-
de la que cuenta la mitología y todas las mitografías que de ella fos al uso —así se lee en el texto— y que consiste en que el poeta,
derivan—, transformación que se vincula con toda la potencialidad aparte de tocar la música, debe ser "colocado" en el jardín "cerca
semántica que se puede extraer del signo lingüístico en su pers- de los cisnes". Es una doble extrañeza en verdad: por un lado se
pectiva semiológica. Como ya ha sido comentado críticamente en tiene la impresión de que el poeta, reducido a cumplir funciones
numerosos trabajos, la pregunta que apostrofa a los cisnes es el meramente decorativas, deberá, en obediencia a éstas, ser una es-
anticipo de la escritura vanguardista, caligramática, una avanzada tatua de jardín, una especie de estatua viviente, y, por el otro, el
tipográfica del nicaragüense, pero no solamente en el plano de la vergonzoso empleo deberá llevarse a cabo cerca de los cisnes, una
escripturalidad .sino también en el de las homofonías inquietantes proximidad inquietante porque familiariza y desfamiliariza al mis-
de la lengua poética en tanto transposición imaginaria de una len- mo tiempo. El primer movimiento refuerza el carácter ornamental-
gua extraña y familiar al mismo tiempo, como pueden serlo recí- esteticista del jardín, cuyo modelo es la iconografía simbolista,
procamente el español respecto del francés, tal como ocurre con el wagneriana, de fin del siglo X I X , y el vínculo estrecho del artista o
verso inicial del poema "Los cisnes": ¿Qtié signos haces, oh Cisne, el poeta en particular con el cisne desde la tradición clásica. Pero,
con tu encorvado cuello....'', como si debido al juego del francés a su vez, desfamiliariza si tenemos en cuenta que el relato, cuando
signe-cygne^^ Darío quisiera incorporar a toda costa la homofonía describe al poeta, lo hace en los siguientes términos: "Le llevaron
francesa en el interior del español. Pero también como si compen- una rara especie de poeta ante el trono", de lo cual se deduce que
sara esa pérdida a nivel de la grafía homologando (identificando) el poeta es presentado como una "rara avis", ¿como un cisne tal
vez? De inmediato el narrador del relato —después de que el rey
Remitimos para esta cuestión al artículo de Hervé Le Corre "Darío y la ruptura:
preguntara ante su sorpresa qué era "eso" y se le respondiera que
el ejemplo de Cantos de vida y esperanza", que publicamos en el Dossier de este 'un poeta"— informa que: " E l rey tenía cisnes en el estanque.
mismo volumen.
canarios, gorriones, senzontes en la pajarera". De algún modo se a las muchedumbres. La reapertura de la poética dariana se da
pueden confirmar dos cosas: con la imagen del estanque, que ése a través de formas artísticas elaboradas en modalidades más co-
será el lugar adjudicado al poeta, el lugar donde estará colocado, lectivas de enunciación: no solamente el uso del nosotros, sino la
cerca de los cisnes; y con la idea de la jaula poblada de pájaros, captación de un clima de época que el lector puede reconocer en la
que el poeta es la rara avis que faltaba. Hay, sin embargo, otro de- diversidad de tonos; un imaginario de la desilusión que el hombre
talle que tiene que ver con una secreta familiaridad entre el poeta común podía compartir en la visión fatalista y utópica al mismo
y los cisnes. Durante la descripción del burgués de las funciones tiempo, esperanzada y apocalíptica; el uso obsesivo del apostrofe
infamantes que deberá realizar el poeta se halla la de cerrar la como una salida del intérieur y como el inicio de una poesía de na-
boca so pena de morirse de hambre. Si quiere comer, sólo deberá turaleza dialógica que implica siempre un encuentro con el otro; el
dar vueltas al manubrio de la caja de música. La gran paradoja del fenómeno secularizante de la vida moderna con la irrupción de lo
poeta es, ciertamente, tener que cerrar la boca, no hacer uso de la urbano que la poesía de Darío muestra —todavía aferrado al aura
lengua; de este modo, el relato estrecha aun más la cercanía exis- nacida de las armonías intrínsecas del universo— quizás sea el fe-
tente entre el poeta y los cisnes, en la medida en que, debido a las nómeno que escande interna y profundamente la poesía de Darío
imposiciones de una sociedad capitalista y rastreramente materia- y no sólo este tramo de su trayectoria sino su totalidad empezando
lista, el canto del poeta deberá ser tácito, como el de los cisnes. Lo por sus poemas juveniles; y la escande porque la suya es primor-
sabemos: la leyenda dice que el cisne canta cuando muere, el canto dialmente eso: un ritmo que cambia con el tiempo, un ritmo que
del cisne es un canto funesto, un canto que anuncia la inminencia comienza a no ritmar en su resonancia con el absoluto de las esfe-
de la muerte. ras como aquel ama tu ritmo y ritma tus acciones. Ese nuevo ritmo
es la temporalidad moderna como una temporalidad secularizada.
Desde esta perspectiva que podríamos denominar la intrahis-
Ante este tremendo cambio de sentido de la modernidad que es
toria de la poética dariana, los cisnes acogieron al poeta desde
el tiempo, básicamente, de la desilusión o, como lo diría de modo
siempre, lo acompañaron de alguna manera, estuvieron cerca de
inmejorable Balzac, de las ilusiones perdidas, Darío encuentra en
él, precisamente desde el momento en que la sociedad lo condena
los cisnes la única compañía cercana, ellos, que estuvieron siem-
al jardín de la burguesía rastacuera, un jardín abigarradamente
pre allí, resultan ser los únicos interlocutores que responden y lo
vistoso, abigarradamente kitsch. Se lo condena a ser una estatua
únicos mediadores que todavía, por su origen, siguen conectando
de jardín o un organillero, un artista vituperado socialmente que
a través de la esperanza el mundo de los dioses y el mundo de los
ha perdido su dignidad y ya no es lo que era (lo que es) sino que
hombres, el mundo de la Belleza, sublime y poético, y el mundo de
debe hacer de, si quiere recibir, aunque misérrima, una mínima
la Utilidad, filisteo y prosaico. La protesta de los cisnes es el gran
paga para sobrevivir. Que con Cantos de vida y esperanza, Los
vuelco: la poesía protesta, la poesía por fin sale a la calle, puede ir
cisnes y Otros poemas el poeta nicaragüense vincule la protesta a
a la feria, recorrer el barrio, las grandes ciudades. Pero - y esta es la
los cisnes para asumir con todo el libro el carácter contestarlo de
lección Rubén Darío- no debe dejar de ser poesía, no debe perder
la poesía, significa que ha llegado el momento de volver explícito
el terreno ganado con la autonomía del arte.
lo que estaba ya in nuce en el interior de su poética y que es la
concepción de la poesía. Podríamos decir que ésta ha cambiado
bastante poco a juzgar por las palabras del "Prefacio" de Cantos
cuando afirma que podría repetir muchas de las premisas que sos-
tuvieron el libro anterior Prosas profanas y se continúan en éste.
Sin embargo, la actitud de explicitar equivale, de alguna manera, a
esa voz interior del poeta cuando dice saber que deberá acercarse

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