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Acuerdo por la Paz y la Nueva Constitución: la función de estatus como hecho institucional
En este trabajo revisaremos el Acuerdo por la Paz y Nueva Constitución realizado por diferentes
parlamentarios, refiriéndonos en específico a los 12 puntos que componen dicho acuerdo para el
proceso de votación, elección y redacción de una nueva constitución la cual de ser aprobada se
deberá redactar por una convención constituyente o una convención mixta.
A través de los postulados de Searle, nos concentramos en la función de estatus como hecho
institucional construido en base a la declaración que realiza el senador Jaime Quintana (PPD) en
representación de los parlamentarios y partidos políticos que ratificaron el Acuerdo por la Paz y la
Nueva Constitución el día 15 de noviembre, centrándose en el punto 2 de 12, que dota a este de un
poder deóntico contextual a la realidad social compartida por un determinado grupo de sujetos y
analizaremos cómo afecta la legitimidad del proceso las consiguientes declaraciones de rechazo al
proceso constituyente por parte de parlamentarios del oficialismo. (Ossandón,2019, p.6)
Los hechos
Luego de casi un mes de iniciado el estallido social, los niveles de violencia continuaban siendo altos
y las respuestas del mundo político para paliar la crisis continuaban siendo deficientes. Los primeros
días las respuestas al supuesto origen de la crisis -el aumento en $30 de la tarifa de metro-, se
concentraron en congelar el alza (argumentando que esto se evitaría a pesar de que las causas eran
exógenas pues se implementó por el aumento del precio del dólar y el petróleo), y con medidas
punitivas de gran alcance como la invocación de la Ley de Seguridad del Estado, la Declaración de
Estado de Emergencia y el Toque de Queda que comenzó en la Región Metropolitana pero luego se
extendió por casi todo el país.
A pesar de la fuerte represión, que a muchos les recordó los peores días de la dictadura militar, y
que no distó de ser homóloga a ésta en los niveles de violencia, dejando de decenas de muertos,
más de trescientas personas con mutilación ocular por disparos efectuados por fuerzas de orden y
seguridad y miles de torturados y heridos; las protestas continuaban incluso con toque de queda y
tras acabarse este, continuaron con enfrentamientos directos a carabineros siendo un fenómeno
particular el no cesar las manifestaciones gracias a la defensa que la primera línea brindaba a los
manifestantes. Al ver que la situación continuaba tensa como en los primeros días, ocurrió algo poco
común, que tenía que ver con las escasas alternativas para lograr una respuesta institucional a la
crisis. En un proceso maratónico, dudoso y de poca transparencia, parlamentarios de la ex Nueva
Mayoría, de Chile Vamos y tres figuras del Frente Amplio discutieron por largas horas hasta las 3 de
la mañana donde firmaron un documento titulado Acuerdo por la Paz y Nueva Constitución, el cual
buscó frenar la violencia imperante en todo el país y buscar escuchar las demandas ciudadanas
respecto a la falta de legitimidad política con la elaboración de una nueva constitución. La
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declaración tiene 12 puntos de los cuales el más importante (para el cambio de constitución) es el
segundo y que dice:
2.- Se impulsará un Plebiscito en el mes de abril de 2020 que resuelva dos preguntas:
Hay varias teorías respecto al porqué de este acuerdo y la urgencia que se le dio a llegar a un
consenso con una propuesta ratificada por los partidos firmantes, como por ejemplo, que si no se
llegaba a una solución político-institucional, esta vez no solo se volvería a sacar a los militares a las
calles, sino que se decretaría estado de sitio, el cual además de limitar la libertad de reunión y
circulación, también limita la libertad de prensa, en un contexto en que las redes sociales han sido el
principal instrumento para difundir y enterarse de las graves violaciones a los derechos humanos
que se han cometido. Pero obviando los supuestos, lo concreto es que hubo un acto declaratorio y
compromisorio para la elaboración de una nueva constitución que se debía resolver con prontitud.
Sin duda que a pesar de estar de acuerdo o no con el Acuerdo por la paz y Nueva Constitución, y a
pesar de las posiciones encontradas dentro de la derecha y la izquierda, el foco de las tareas se
concentró en lograr insertar la discusión traducida en votación para aprobar o rechazar la nueva
constitución. Esto según Searle, se puede analizar cómo “La noción de cooperación como una
disposición a compartir una intencionalidad colectiva [lo cual] es especialmente sugerente para
enfrentar varios fenómenos que implican coordinación social”. (Ossandón,2019, p.7)
No hablamos de un gran documento con miles de disposiciones, sino uno acotado y resumido que
requiere cambiar palabras específicas y párrafos. La constitución no es un documento omnipotente
capaz de eliminar la desigualdad e injusticia, tampoco eliminará de raíz la corrupción política, militar,
eclesiástica y de carabineros, ni la represión desmedida, o hará desaparecer las empresas en zonas
de sacrificio, mucho menos eliminará los nexos entre el mundo privado y político del lobby que
derivan en cohecho. Pero, al buscar cambiarla se pone de manifiesto la intencionalidad colectiva de
transformar la realidad social, a través de los actos declarativos que buscan esta vez, que esta nueva
carta magna tenga su génesis en un proceso social con mayor legitimación política y social.
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Por ejemplo, cambiar la palabra acceso a la salud por derecho a la salud, es reflejo de lo que se
busca transformar en cuanto a las falencias del sistema de salud el cual por un lado es muy caro
(privado) y por otro está colapsado (publico). En 2011, para las movilizaciones estudiantiles, también
se buscaba cambiar una palabra la cual estaba permitida en la legislación chilena, la cual era “lucro”
en la educación. Otro ejemplo puede ser el agua, y la disposición constitucional que dice que los
derechos del agua pueden pertenecer a perpetuidad a agentes privados, razón por la cual existen
zonas donde no hay agua para consumo humano, pero si para consumo agrícola. Que el agua fuera
un bien de acceso público también implicaría una serie de disposiciones que refieren a la
intencionalidad colectiva.
Cabe preguntarse entonces ¿Por qué a pesar de que el debate actual se sitúa en torno a la nueva
constitución no se acepta en los discursivo ni en el reconocimiento a los actores políticos gestores
del acuerdo por la paz? Las declaraciones de los personeros políticos presentes durante el acuerdo
por la paz no fueron legitimadas por la mayoría de la población y esto tiene que ver por la baja
credibilidad con la que cuentan tras el estallido social. El Termómetro Social elaborado en octubre
de 2019 indicó que los parlamentarios contaban con uno de los índices de confianza más bajos como
institución (Ver figura 1), arrojando una puntuación de 2,5 puntos en una escala de 1 a 10 y como
ultimo los partidos políticos con un 2,4 (DESOC, 2019, p. 10).
Era de esperar, por lo tanto, que un acuerdo hecho puertas adentro sin recoger mayores reflexiones
de los actores populares fuera visto con desconfianza y sin otorgarle legitimidad, ya que estos
mismos políticos gestores del acuerdo por la paz y la nueva constitución estuvieron involucrados en
actos y declaraciones que demostraron la falta de representatividad para con sus ciudadanos por
parte de la clase política y por la distancia existente entre la forma en que legislaban y la
coordinación popular para situar demandas específicas que no fueron tomadas en cuenta. Sus
declaraciones por lo tanto no los exculpa de las responsabilidades políticas del pasado y haber
estado envueltos en actos del habla que en mayor o menor medida también fueron causantes del
estallido social.
Las amonestaciones que, por ejemplo, un grupo de personas le hizo al diputado Gabriel Boric,
acusándolo de traicionero por firmar el acuerdo, responden a este desencanto con figuras que
aceptaron legislar bajo las mismas en un contexto de mucho desprestigio a la labor parlamentaria y
mucho más a las propuestas emanadas desde el ejecutivo. El estar presente Gabriel Boric, Pablo
Vidal y Catalina Pérez representando al ahora fragmentado Frente Amplio con el acuerdo, fue visto
como un compromiso con la institucionalidad del actual gobierno que fue el impulsor de esta
instancia y por lo tanto una traición al movimiento social de base.
A pesar de lo anterior, los esfuerzos de las últimas semanas en cuanto a declaraciones mediáticas se
han concentrado en situarse en torno al apruebo/rechazo de la nueva constitución, por lo tanto, ya
no se invalida el inminente proceso de plebiscito, sino que se opta por situarse políticamente según
la intencionalidad que se busca generar en el proceso, y movilizar a la mayor cantidad de gente a
través de la fuerza ilocucionaria declarativa para lograr el apruebo/rechazo. Por lo tanto, lo realizado
por los parlamentarios de la UDI y RN no quita legitimidad al proceso ya que se asumen inmersos en
él por la legitimidad que se le dio al plebiscito, no así a los actores firmantes.
El proceso de plebiscito cumple con las 3 características enunciada por Searle que requiere una
institución para su funcionamiento (Ossandón, 2019, p. 5), y se satisfacen sus condiciones por las
siguientes razones:
1. El proceso de protesta social masiva abrió espacio para concentrar la atención en las
demandas de la ciudadanía la cual se organizó entorno a objetivos comunes. Esto se logró
visibilizar a través de los discursos del ejecutivo respecto a generar una agenda social, de los
parlamentarios mismos al ratificar el “acuerdo por la paz” y sobre todo de la mayoría
ciudadana al elevar demandas claves en materias como salud, pensiones y educación
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Podemos observar en estos 3 puntos que existe la intencionalidad colectiva, la asignación de función
y las reglas constitutivas. Efectivamente entonces existe incoherencia entre quienes se
comprometían a través de sus actos de habla a participar en el proceso para aprobar una nueva
constitución, como Andrés Allamand quien aseguró que lo haría, y varias semanas después afirma
que será un ferviente defensor del rechazo a la nueva constitución. Aquí se reafirma como el
contenido intencional del acto declarativo es incluso más importante que mantener coherencia en
las posturas expresadas anteriormente.
Si en algo fallaron los parlamentarios del oficialismo firmantes del acuerdo por la paz, fue en creer la
hipótesis fuerte de Sapir-Whorf al asumir que por estar siendo parte de un proceso que concentraría
sus esfuerzos en asegurar la paz para el país automáticamente la violencia institucional y ciudadana
cesaría. Empero, el argumento para votar rechazo que han dados estos parlamentarios no refiere al
contenido de la constitución sino al supuesto clima de violencia que impide, según ellos, realizar el
plebiscito, a pesar de que la actual constitución fue realizada sin ninguna garantía democrática, en
un clima de violencia mucho peor en medio de una cruenta dictadura en la cual no existía ni el
congreso ni los partidos políticos.
En este sentido, el discurso de quien iba a aprobar la nueva constitución y ahora se resta por el
supuesto contexto que les impide legislar implica que los argumentos de esta posición no apunta a
tener concordancia con la realidad epistémicamente objetiva, sino dar una función de preservar el
status quo a la actual constitución, sirviendo esta como una institución que supuestamente
mantiene la estabilidad democrática, y que por lo tanto su derogación implicaría el caos, la
demagogia que legitima la violencia y varios epítetos ligados a la supuesta intervención “chavista” y
“guerrillera cubana” en la elaboración de un nuevo documento.
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Bibliografía
DESOC. (2019). Resultados encuesta social octubre 2019 – NÚCLEO MILENIO EN DESARROLLO SOCIAL.
consultado el 10 de enero del 2020, en http://nucleodesoc.cl/resultados-encuesta-social-octubre-2019/
Los 12 puntos del «Acuerdo por la Paz Social y la Nueva Constitución». (2019). consultado el 10 de enero del
2020, https://laprensaaustral.cl/nacional/los-12-puntos-del-acuerdo-por-la-paz-social-y-la-nueva-constitucion/
Ossandón, J. (2019). Apuntes a la relación entre lenguaje, pensamiento y realidad de John Searle.