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América Latina
Historia de
América Latina
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Impacto de la Revolución
Cubana y la Guerra Fría en la
Región
En un primer momento, las causas que impulsaron la Revolución comunista
en Cuba no salieron del estereotipo de los conflictos satélites que libraban
los dos bandos opositores que comandaban el orden internacional del
momento, EE.UU. y la URSS. No obstante, con el correr de los hechos,
Estados Unidos comenzó a considerar la expansión de este fenómeno dentro
del subcontinente como una amenaza real y potencial que podría afectar su
territorio de influencia.
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resultados positivos si el presidente Kennedy hubiera ordenado a la marina
estadounidense proporcionara cobertura aérea, en cambio decidió no
hacerlo y la intervención fracasó. La dicotomía en las políticas generaba en
la administración estadounidense un dilema debido a que la administración
Kennedy bregaba por desarrollar un mayor acercamiento con los países de
la región y una mayor y mejor cooperación latinoamericana.
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Latinoamérica– éste se revelaba necesario para romper el estancamiento
rural, y una industrialización más rápida y menos limitada que en el pasado.
Esos objetivos debían lograrse mediante la transferencia de veinte mil
millones de dólares a lo largo de diez años, la mitad de los cuales provendría
del tesoro de los Estados Unidos y el resto de inversiones productivas
privadas, y que debía ser complementada por inversiones de igual monto y
de origen latinoamericano, aquí a cargo sobre todo del Estado; el objetivo
era asegurar una tasa de crecimiento del producto bruto per cápita del
orden del 2,5 por 100 anual (Halperin Donghi, 1998).
Ello requería además la expansión de las funciones y los recursos del Estado,
que figuraban también entre los objetivos declarados de la Alianza; ésta
preveía en efecto una reforma impositiva que aumentase y redistribuyese la
carga fiscal, complementada por un sistema de percepción más eficaz, y
capaz por lo tanto de hacer pagar su parte a los más ricos. Pero la creación
de una base financiera más robusta para el Estado no tenía tan sólo por
objetivo facilitar el desarrollo económico y contribuir a una transformación
de la sociedad en sentido más igualitario; servía a la vez a ese otro objetivo
menos insistentemente pregonado de la nueva política latinoamericana de
los Estados Unidos que era la consolidación acelerada de estructuras
políticas y sociales capaces de encuadrar sólidamente a las masas; si los
nuevos dirigentes de Washington advertían muy bien que un estado capaz
de hacerse presente de modo decisivo en todas las esferas de la vida
colectiva no era suficiente para asegurar ese encuadramiento, no se
equivocaban al considerar que su ausencia lo hacía extremadamente difícil
(Halperin Donghi, 1998).
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con propósitos de conservación del statu quo. Una parte considerable de los
fondos del plan se orientaron a financiar esos ejércitos, que a la vez eran
incitados a tomar a su cargo, a través de los “programas de acción cívica”,
funciones de los lineamientos de desarrollo económico-social que los
introdujesen en el horizonte de experiencias cotidianas de las masas rurales,
para que luego tuvieran que apoyarse en ellos en busca de orientación en
los momentos de crisis, en parte supliendo la insuficiente llegada del Estado
y la de los partidos en esos rincones inhóspitos, lugares propicios para el
crecimiento de la semilla de la revolución, ante la amenazante promesa
cubana de hacer de la cordillera de los Andes una “Sierra Maestra” a escala
regional.
Algunos casos…
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En Brasil, Janio Quadros (1961) pareció al principio ser el dinámico
reformista muy votado que necesitaba el país. Pero renunció tras sólo siete
meses en el cargo, con lo que inició tres años de crisis política que
culminaron en un golpe contra su ineficiente sucesor, Joao Goulart (1961-
1964). Los gobiernos dominados por los militares a partir de 1964 hicieron
hincapié en el crecimiento económico, pero se ocuparon poco de la reforma
social. El resultado fue el aumento de la desigualdad social, combinado con
un alejamiento constante en los años sesenta de las elecciones directas,
camino que los artífices de la Alianza para el Progreso debían haber pensado
que constituiría una invitación a las dificultades (Skidmore & Smith, 1999).
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de «escaparate» del reformismo demócrata. Desafortunadamente, las
esperanzas resultaron prematuras, ya que el gobierno colombiano logró una
escasa reforma en ámbitos cruciales como la redistribución de la tierra.
Aunque el crecimiento económico estaba en ciernes, muy poco de él
benefició al sector rural de los poblados de chabolas que se multiplicaban
como hongos alrededor de las ciudades. A mediados de los años sesenta,
Colombia se había convertido en un ejemplo primordial de las críticas del
Congreso estadounidense, como las del senador J. William Fulbright, que
encontraba muy pocos de los objetivos de la Alianza cumplidos en ese país
«escaparate» (Skidmore & Smith, 1999).
En 1966 fue elegido presidente otro civil, Joaquín Balaguer, y las tropas
estadounidenses y brasileñas se marcharon. Pero Estados Unidos había
suscitado resentimiento en gran parte de América Latina por la manera tan
dura con la que la administración Johnson había demandado (y apenas había
conseguido) la bendición de la OEA para su intervención. No es que se
hubiera vuelto a los años veinte, pero tampoco se estaba en la nueva era
reluciente que John Kennedy había soñado en 1961 (Skidmore & Smith,
1999).
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reforma social buscadas por la Alianza; no obstante, siguió recibiendo la
mayor cantidad de ayuda estadounidense.
Nixon fue el primer presidente estadounidense que tuvo que tratar con un
jefe de Estado marxista electo en América Latina. La victoria de Salvador
Allende en 1970 fue una prueba para Estados Unidos, comprometido
públicamente con la reforma social, pero muy contrario a los movimientos
de izquierdas. Aunque el régimen de Allende nunca alcanzó un estadio
revolucionario, la administración Nixon estuvo determinada desde el día de
su elección a usar cualquier medio («hacer chillar la economía» fue una de
las sugerencias de Nixon al director de la CIA, Richard Helms) para impedir
que tomara posesión o, si fallaba esto, para acelerar su caída. (Skidmore &
Smith, 1999).
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la economía del país en 1972-1973. Considerado en el contexto de todos los
problemas que afrontaba Allende, el esfuerzo estadounidense es muy
probable que tuviera una importancia marginal.
Fueron los militares y las clases medias y altas quienes se levantaron contra
el gobierno de Unidad Popular. (Skidmore & Smith, 1999). No necesitaban el
adoctrinamiento de Estados Unidos sobre qué hacer y cómo, pero
ciertamente éste aumentó la sensación de asedio sentida por el gobierno de
Allende y alentó a la oposición para que creyera que les esperaba su
generosa ayuda tras el golpe, que incluso dio muerte al entonces Presidente.
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basado en las exportaciones, lo cual permitió abrir un espacio a la ideología
industrializante que recién estaba surgiendo.
El análisis cepalino tiene como uno de sus ejes la dinámica del contraste
entre el modo en que el crecimiento, el progreso técnico y el comercio
internacional se dan en las estructuras económicas y sociales de los países
periféricos y centrales (Sistema Centro – Periferia). Otro de los ejes es el
proceso de industrialización, que aunque no atenuaría la vulnerabilidad
externa de la región (sostenimiento del rol de periferia exportadora de
productos primarios) que siempre tendía hacia el desequilibrio de balanza
de pagos, aliviaría la demanda de importaciones a través del proceso
sustitutivo, pero imponía nuevas exigencias, derivadas de la nueva
estructura productiva y del crecimiento del ingreso, por lo que sólo alteraba
la composición de las importaciones, renovándose el problema de
insuficiencia de divisas.
4 En 1949 Prebisch redactó para la CEPAL “El Desarrollo Económico de la América Latina y
algunos de sus principales problemas” al que luego Hirschman denominaría “Manifiesto
Latinoamericano”.
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Más allá de todas estas iniciativas, la región continuaría siendo vulnerable
por la insuficiencia de ahorro y divisas y la imposibilidad de esquivar los
estrangulamientos externos, además de los problemas inherentes a su
estructura productiva y a la incapacidad de los gobiernos de conocer las
tendencias básicas de sus economías.
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relación entre las sociedades periféricas y centrales, por lo que hay que
analizar la forma como las economías subdesarrolladas se vincularon
históricamente con el mercado mundial y cómo se constituyeron los grupos
sociales internos que definieron las relaciones internacionales intrínsecas al
subdesarrollo.
Como reflexión de estas tres tesis se puede decir que para alcanzar las
reformas y una mejora en la distribución del ingreso se precisaba una
profunda transformación política que tuviera como centro prioritario la
recuperación de la Democracia en los países que estaban bajo la égida de las
dictaduras militares5, para luego llevar a cabo las transformaciones el
campo económico y social.
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Referencias
Del Pozo José, (2002) Historia de América Latina 1825-2001, Santiago de
Chile, Editorial LOM.
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