Inteligencia apreciativa: la capacidad de conectar con lo que es
valioso
La apreciatividad es una competencia psicológica de gran
utilidad. Nos ayuda a reconocer valías y fortalezas en nosotros mismos. También a conectar con las oportunidades que nos rodean y con la luz que aparece incluso en los días grises.
Lainteligencia apreciativa define una competencia y habilidad
personal, para identificar la oportunidad en medio de la adversidad. Es ser capaz de ver lo valioso de uno mismo y del ser humano para activarlo y hacer de esa luz, el faro que nos oriente en medio de las dificultades, los desafíos y las complejidades.
Este concepto surgió en el 2006, a raíz de la publicación de un
trabajo titulado Appreciative Intelligence seeing the mighty oak in the acorn, del profesor Tojo Thatchenkery, de la Universidad de Arlinton, Estados Unidos. Todo lo que damos por seguro puede cambiar de un momento a otro y, como bien sabemos, no siempre estamos preparados para ello. El primer paso para afrontar cualquier desafío no es buscar estrategias al azar, ni huir de lo que creemos que no podemos controlar. El primer escalón para afrontar los problemas y sacar incluso partido de ellos, es atender nuestra actitud. Ella es quien hace germinar lo mejor de cada uno. Algo así se logra precisamente mediante la apreciación, mediante esa mirada que ahonda en lo mejor de nuestro ser y que es capaz de conectar con lo más valioso de cada uno. Los tres componentes de la inteligencia apreciativa
La Inteligencia apreciativa se define como una habilidad que en
teoría todos tenemos o somos capaces de aplicar en un momento dado. Este tipo de constructo fue acuñado como hemos indicado por el profesor Tojo Thatchenkery a principios de los años 2000. Lo hizo tras una exhaustiva investigación con la cual, intentar comprender qué tenían en común esas personas y esas empresas que habían alcanzado el éxito en el mercado. Los componentes que edifican este tipo de inteligencia o de competencia psicológica, son según este experto en procesos de cambio y de desarrollo, tres:
Focalizarse en el presente. Es básico y esencial tener una
intuición bien afinada para sondear oportunidades, para ver en medio de toda la complejidad actual, qué dimensiones deberíamos atender, aprovechar y potenciar. No importa lo que haya ocurrido en el pasado, las auténticas oportunidades están aquí y ahora y deben saber apreciarse. Apreciar lo positivo de cada situación. La inteligencia apreciativa no se nutre de un positivismo ilusionista o simplista. En realidad, esta visión no descarta ni gira la mirada a las dificultades o la adversidad; las tiene en cuenta, las acepta y las comprende. Sin embargo, sabe que para sacar lo mejor de uno mismo es necesario reconocer cuál es su mejor virtud, su mejor valía y hacer de ella, su arma secreta, su trampolín. Visualizar el futuro siendo realistas (pero concretando metas esperanzadoras). Si queremos avanzar, bien como personas o bien como empresa, es necesario concretar objetivos. Esos propósitos deben ser el motor del día a día, ellos en los que colocar toda nuestra motivación, empeño y esperanza para que todo lo que tenga que venir, nos ayude a progresar.
La «apreatividad» como valor personal
Desde que se acuñó el concepto de inteligencia apreciativa a
inicios del nuevo milenio, no han dejado de surgir nuevas teorías que se han sabido aprovechar desde el área del coaching empresarial. Así, libros como Apreciatividad, el valor de apreciar lo valioso o La intervención apreciativa, buscan por encima de todo, capacitar a las organizaciones para renovarse, innovar y posicionarse con fuerza en el mercado. De este modo, y más allá incluso del ámbito empresarial y de las organizaciones, todos deberíamos hacer nuestra esta interesante teoría, esta dimensión tan terapéutica a la vez que interesante. Hacer uso de ella como valor personal nos será de gran ayuda. Reflexionemos en sus claves más sencillas. La inteligencia apreciativa es un acto deliberado. Lo que busca es que conectemos emocionalmente con nosotros mismos y nuestros entornos para despertar cualidades dormidas, para fortalecer la autoestima y la seguridad en uno mismo. Es dejar a un lado la indiferencia o el miedo para reconocer el valor de cada cosa, de cada persona, de cada experiencia vivida y situación que nos rodea. Hay que aceptar lo negativo, lo adverso e incluso lo trágico, pero sin rendirse ante todo ello. Uno debe elegir (apreciar) las oportunidades que se le presentan y lo positivo que aún puede darnos la vida. Dentro de lo cotidiano, de nuestra rutina, se inscriben múltiples cambios que podemos hacer para invertir en felicidad y bienestar. Solo la mirada que atiende, entiende y aprecia, puede lograrlo. Para concluir, como bien decía Alejandro Dumas, la vida es tan incierta que uno debe aprovechar cualquier instante de felicidad que se le presente por pequeño que sea. Saber apreciar esos destellos de emoción, de potencial y oportunidad que hay en nuestra realidad, pueden marcar en un momento dado la diferencia.
Apliquemos por tanto este interesante enfoque y hagámoslo
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