El mundo contempor�neo tiene como fecha de nacimiento un largo proceso, el de la
ilustraci�n, y un r�pido estallido, la Revoluci�n Francesa, siendo ambos los que
van a marcar algunas de las caracter�sticas decisivas del siglo XIX y en gran parte del XX. Si quisi�ramos simplificar r�pidamente el hilo conductor, el nervio, de ambos procesos, deber�amos prestar especial atenci�n a la confianza en la raz�n, en la capacidad de los seres humanos para organizar racionalmente su vida, no teniendo que depender por m�s tiempo de las desigualdades marcadas por el nacimiento y consolidadas por un injusto reparto de la riqueza. Libertad, igualdad y fraternidad, que formaban un todo inseparable, se convierten en el santo y se�a en el que se condensan todas las expectativas puestas por ilustrados y revolucionarios en el nacimiento de una sociedad mejor. La burgues�a y el proletariado del siglo XIX van a recoger esta herencia; los primeros, para traicionarla; los segundos, para intentar realizarla plenamente. La ruptura se produce en la misma revoluci�n, con el enfrentamiento de Babeuf y los Iguales que termina con la ejecuci�n de aqu�l; unos decenios m�s ser�n suficientes para que en la revoluci�n de 1848 esa ruptura sea algo definitivo, y la clase obrera siga un camino no s�lo diferente, sino enfrentado al de la burgues�a. Basta recordar, a t�tulo de ejemplo, la ruptura que se produce en Espa�a entre los republicanos federales y los anarquistas, bien relatada por el propio Anselmo Lorenzo. A pesar de esta ruptura, los anarquistas van a ser, de las diferentes corrientes socialistas, la que mantenga con m�s fuerza alguno de los postulados revolucionarios de los ilustrados, lo cual es claramente visible en el campo de la educaci�n. Hay en el fondo una misma confianza en la capacidad de la raz�n para transformar la sociedad humana, venciendo los prejuicios creados por la ignorancia, por la superstici�n y por una educaci�n puesta al servicio de las clases dominantes para mantener sometida a toda la poblaci�n. La ignorancia es denunciada como el alimento de la esclavitud, y la raz�n es la gu�a que conducir� a los seres humanos a liberarse de la opresi�n y de la explotaci�n impuestas por el oscurantismo y el ego�smo de los privilegiados. No es extra�o, por tanto, que el Congreso de la F.R.E. celebrado en C�rdoba insista en el c�rculo vicioso que se establece entre la ignorancia y la miseria, reclamando la instrucci�n como camino