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El arte en el siglo xix
FAUSTO RAMIREZ.
‘Academia de San Catlos, fondada en 1781. 12
fachada de la Academia, que data de 1863-1864,
fue diseftada por Javier Cavallari, Fotos: eva
| arte mexicano del siglo x0x comienza en 1781, aflo en que se funda
Ja Academis-de San Carlos, y se prolonga hasta 1911, 0 quiza 1914,
cuando concluye el primer ciclo modemnisia. Pueden distinguirse cua
tro etapas 0 ciclos estilisticos sucesivos en este periodo, con Ios traslapes
inevitables en todo proceso de relevo artistico.
Rupturas y persistencias clasicistas (1785-1835)
En 1813, el periodista liberal y novelista José Joaquin Fernéndez de Lizardi,
“BI Pensadlor Mexicano” (1776-1827), ponia en boca de uno de los persona-
jes de su Didlogo entre un francés y un italiano sobre la América septen-
trional el siguiente juicio acerca del célebre Retablo de los Reyes de la Cate-
dal de México: "...No es mas que un acopio de leila dorada a lo antiguo y
bien indecent”
‘Tan demoledora condena de una de las obras maestras del barroco mexi-
‘cano indica hasta qué grado ¢! ideal neoclasicista de pureza de disefio habia
‘permeado los juicios estéticos de la intelectualidad novohispana en visperas
de Ia Independencia, Lo que resulta atin més revelador es que Ia asimilaci6n
del gusto clasicista no se dio de manera espontinea entre los criollos ilustra-
dos que, 30 afios atrés, con la fundacién de la Academia de San Carlos
(1781-1785), habian presenciado la implantacién del estilo moderno en el
arte colonial.
ese a las afinidades facilmente advertibles entre el racionalismo y la fun
cionalidad del diseiio neoclisico, y el espititu igualmente racional y prictico
que animaba a los pensadores ilustrados, algunos de ellos (Antonio Alzate es
uizd el ejemplo més notorio) expresaron cierto recelo acerca de Ia calidad
de las obras producidas conforme a los nuevas lineamientos estéticos. Sin
duda resentian la autoridad concedida a los profesores espafioles legados a
Ta Academia, y las medidas de control que ahi impusieron para desartaigar el
estilo barroco, decididos a hacer de aquella institucién, patrocinada por e!
despotismo ilustrado de los borbones, un verdadero "“ministerio del gusto”
No todos los géneros de la produccién artistica se vieron afectados de
igual modo por las disposiciones de control de la junta académica. Las artes
que resultaron més influidas fueron aquellas que, por su destino y funcién,
‘estaban més relacionadas con la cosa pablica: la arquitectura, en especial los
proyectos mayores; la escultura, tanto la de indole monumental como los
ejercicios puramente académicos; la numismética; el disefio de altares y or
namentos eclesifsticos; el retrato oficial, y la pintura decorativa,
‘Owos géneros y tareas artisticas, si bien finalmente fueron modificados
por las ideas clasicistas, mostraron cierta resistencia al nuevo estilo. En los
retratos privados, por ejemplo, persistieron los escudos nobiliarios y las le
yendas identificatorias, que daban a estas obras un sabor arcaizante.
La tradicién escultorica neoctisica fue inaugurada brillantemente en Méxi
co por Manuel Tolsé (1757-1816) con su estatua ecuestre de Carlos IV, Este
monumento, pensado para ocupar el centro de la Plaza Mayor de la ciudad
ARTE DEL SIGLO XIX 499Pedeo Patito Istolinque, £f rey Wamba rebrisa
Ja corona y es amenazacdo por uno de sus
electores (181
Nacional de Arte, ciudad de México. Foto
Museo Nacional de Arte, ciudad de México
500
relleve en barro blanco,
ARTE DEL SIGLO XIX
de México, fue concebido originalmente como una afirmacion del poder de
Ja Corona espatiola sobre “las cuatro partes del mundo”, Para el virrey, mat-
qués de Branciforte, debié de ser necesaria tal afirmacién en e) ambiente re-
volucionario de 1790, cuando las renovadoras ideas politicas y sociales de
Francia comenzaban 2 agitar 2 10s pensadores illstrados de las cotonias.
la claridad y el equilibrio de la composicin, la monumentalidad sosegada
y las referencias clascistas de la estatua ecuestre de Tolsd se hallan tambien,
‘casi un cuarto de siglo después, en una de las obras del mejor alumno de
Tolsd, Pedro Patifi Lxtolingue (1774-1835), quien llegaria a ser director de
Ja Academia en 1826. Una de sus mejores obras es el relieve que en 1817
present6 en San Cartos para optar por el titulo de “académico de mérito””
Bl rey Wamba rebiisa la corona y es amenazado por uno de sus electores.
Sobre un severo fondo arquitecténico un armonioso grupo de personajes
vestidos a la antigua representa el episodio descrito en el titulo, tomado de
la Historia general de Espata del padre Juan de Mariana. La remota figura
de Wamba, un rey visigodo, habia cobrado relevancia durante las sesiones
de las Cortes de Cidiz que dieran origen a la Constitucién de 1812. En la
lecei6n de Wamba los legisladores encontraron el argumento histérico que
apoyaba la idea, entonces debatids, de que la soberania del gobernante esti
eterminada por consenso de los electores y no por derecho divino
Escoger este tema en 1817 (cuando ya habia pasado el ardor bélico del
inicio de a revolucién de Independencia y se estaban buscando otros cami-
ros para lograr mayor libertad para las colonias) denota, en Patifio Ixtolin-
que, una notable perspicacia para aludir metaféricamente 2 los grandes pro-
blemas del momento, bajo la apariencia de un mezo ejercicio académico,
Bl heredero més conocido de esta tradiciGn clasicistz, ya en la época inde
pendiente, fue José Maria Labastida (m. 218492). Fue uno de los pocos atts.
tas mexicanos que, en la primera mitad del siglo xix, logeo viajar a Europa
para completar su formacién; sus obras mis destacadas datan de 10s afios
‘que pas6 en Paris y Roma (1825-1835). No debe sorprender que sus escultu-
4s, por ejemplo la alegoria de La Constitucion de 1824 y las figuras de gla-
diadores, muestren notables similitudes con las obras neodlésicas de esculto-
res europeos, en especial Antonio Canova,
1a escasa produccién escultérica neoclisica implicé una euptura radical
con 0s sos barrocos novohispanos desde el punto de vista formal ¢ icono-
grifico y también el abandono de los antiguos materiales utilizados: la poll
cromia de la madera dorada y estofada fue remplazada por el bronce, el
yeso y el marmol. Sin embargo, debfan transcurtir muchos afos todavia para
que se generalizara el gusto clasicista. A veces fue necesaria una orden real
para imponer una nueva estética, como el decreto promulgado en 1788 que
prohibia la construceién de retablos de madera, pretestando posibles incen-
dios; esto logré ciertamente favorecer la construccién de atares de piedra y
de argamasa, conforme a las directrices de la Academia de San Catlos. Se
abandoné, asi, el dindmico desbordamiento del retablo barroco en favor de
Ia exacta y contenida geometria ncoctisica
En correspondencia con el nuevo estilo de altares, la metalisteria eclesiés-
tica suftié también un cambio radical en sus formas, conforme a los nuevos
modelos. A este trabajo de orfebrerfa se le ha lamado erréneamente "estilo
Tolsé”, ya que aun antes del arribo del maestro valenciano en 1791, los
cjercicios dc los alumnos de la Acacemia demuestran que ya se trabajaba se-
_gin cl nuevo gusto, Probablemente fue Jerénimo Antonio Gil (1731-1798),
otro maestro de la Academis, quien aport6 aquellos modelos, tal como ocu-José Maria Labastida, Gladiador romano (circa
1854), mzmol, Museo Nacioral de Aric, cludad
‘de México, Foto: Museo Nacional de Arte,
‘ciudad de México
rid en la numismatica donde desarrollé un nuevo estilo; sus meduallas con-
memorativas siguieron inspirando a otros artistas muchos afios después de
su muerte, Asi, poco después de la Independencia, José Gordillo y otros bu:
rilistas tuvieron como punto de referencia los clisicos perfiles y los emble-
mas grabados por Gil en sus medallas, al disefiar unas piezas dedicadas a ce
lebrar el efimero imperio de Ieurbide.
1a iconografia ideada para ta exaltaciOn de Agustin I cr medallas, retratos
y cuadros alegoricos tiene relacién con las imagenes de la Ilustracin y con
Jas napoleonicas; un buen ejemplo es el pequcfio cuadro dedicado @ conme-
‘morar embleméticamente la coronaci6n del emperador, firmado cn 1822 por
José Ignacio Paz (Museo Nacional de Historia, Chapultepec); también las nu-
‘merosas efigies de cuerpo entero del emperador y de su esposa, Ana Huarte
de Iturbide, ataviados con suntuosos mantos de atmifto y purpura, ante me
25 y sillones de estilo Imperio, que pretenden ofrecer una imagen de pode:
0 imtemporal, un poco a la manera de los reverenciales iconos napoleni-
cos pintados por Ingres. Estas pinturas muestran, en general, poca seguridad
cen el manejo de 1a técnica; parecen obras de artistas gremiales, més que de
maestros egresados de la Academia, Los cénones clasicistas alt implantados
fueron propagindose en circulos cada vex mas amplios, suftiendo diversos
procesos de adaptacién y de mezcla con los antiguos usos pict6ricos.
Sin duda, el maestro académico de mayor relieve en fa pintura fue el va-
lenciano Rafael Jimeno y Planes (1759-1825), llegado a México en 1793. Som
admirables sus retratos de sus colegas de San Carlos, Gil y Tolsé, captando a
un tiempo la imagen “oficial” y la personalidad més intima de los persona
jes. Ninguno de sus discipulos acert6 a igualario en su rotunda expresin
plistica, Algo se le aproximé José Maria Vazquez (ca. 1767-ca. 1834) —pen:
sionado en la Academia desde su fundacion—, con sus retratos de danas y
nifios de la nobleza novohispana; sin embargo, la exigencia social de incluir
letreros identificadores de estatus, de uso generalizado entce los retratistas
locales, aunada a una relativa incertidumbre en 1a manera de colocar las figu-
ras en el espacio pictorico, dan 2 sus pinturas un aire provinciano.
Jimeno fue inigualable en la pintura de cuadros de tema hist6rico, ef géne-
ro mds importante de la Academia, Sobresalen dos murales realizados en
1815 tanto por su interés iconogréfico como por su destreza en la composi
ion: El milagro del poctto, de tema guadalupano (en el techo de la capilla
del Palacio de Mineria), y la Subfevacién de los indios det Gardonal (cn ¢1
destruido abside de Ia capilla del Sefior, de Santa Teresa, y del cual se con-
serva s6lo una maqueta con el estudio preparatoric). Escasos elementos neo-
clasicos se distinguen en los murales de Jimeno. Por su estilo se relacionan
mds con el clasicismo barroco y con el rococé, dentro del eclecticismo pro-
pio del arte de Ia €poca ilustrada en el dmbito hispanoamericano
Y si esto se advierte en la obra de un pintor internacional, como lo fue Ji
meno, no es de extrafiar que ocurra también en la obra de artistas que no
salieron jamés del pais y, muchas veces, ni siquiera traspasaron los limites de
su regién natal
Asi, la produccién pict6rica de un artista tan versétil como el arquitecto y
escultor Francisco Eduardo Tresguerras (1759-1833) varia con los modelos
que tenia 2 la mano, ya fueran las estampas de los hermanos Klauber o las
de Maifas Arceaga y Alfaro, o bien la propia pintura virreinal. Tresguerras
pint6 algunos conjuntos murales de rclativo interés (los mejores sc localizan
cn la capilla de la Iglesia del Carmen en Celaya, su obra maestra en diseio
arquitect6nico). Lo mis deslumbrante de la obra de Tresguesras como pintor
ARTE DEL SIGLO XIX 501502
ARTE DEL SIGLO XIX
¢s el retrato de su esposa, Marla Guadalupe Ramirez (1787), que aparece de
pie en medio de una recimara, como sorprendida en el acto de descorter
tun biombo o postigo; la impresién de espontaneidad es simulténea ala de
congelamiento.
Un efecto similar se encuentra en los retratos que medio siglo después
realia6 José Maria Estrada, pintor tapatio, activo entre 1830 y 1860. Como
discipulo de un alumno de Jimeno, Estrada conocié las soluciones formales
propuestas por el retrato académico, pero las adapt6 a su gusto y al de su
clientela provinciana, segiin sus propias capacidades técnicas. De ahi esa pe-
culiar amalgama de gracia y severidad, de modernidad y arcafsmo que hace
tan atractiva su obra, tan represeatativa, por lo demas, del quehacer pict6ri
co en la provincia mexicana durante la primera mitad del siglo 20x.
Corrientes romdnticas (1826-1870)
Dos corrientes del romanticismo fueron las adoptadas en México con mayor
entusiasmo, Una es la recreaci6n de las realidades locales tal como se mani
fiestan en el paisaje, 1as costumbres y los tipos (especiaimente los popula
res), con el propésito de acentuar lo singular y distintivo frente a las preten-
siones universalistas ¢ intemporales del clasicismo. La otra es la que busca su.
inspiraciOn en la historia y los estilos del pasado, donde se logra proyectar
(conscientemente 0 no} las inquletudes del presente.
Siguieron la primera corriente larmayoria de los artistas europeos que lle-
garon a México y lo recortieron después de la Independencia, registrando
todo aquello que excitaba su capacidad de asombro, su sentido de lo ins6li-
to y de lo pintoresco, o su curiosidad cientifica. Muchos y muy diversos
fueron los orfgenes, la formacién y los intereses cle estos “artistas-viajeros”.
Sobresale la labor pict6rica del inglés Daniel Thomas Egerton (ca. 1800-
1842), del francés Jean-Baptiste-Louis Gros (1793-1870) y, sobre todo, det
alemén Johann Moritz Rugendas (1802-1858), quienes visitaron el pafs duran-
te los afios treinta. Se distinguieron por sus litografias el italiano Claudio Li
nati (1790-1832), quien en 1826 introdujo en México una nueva técnica de
grabar, tipica de! romanticismo; el alemdin Karl Nebel (1805-1855), quien le
£6 al final de Ia década de los veinte, y el inglés Frederick Catherwood
(1799-1854), legado a México a fines de la década de los treinta
Durante su estancia en el pais, estos artistas captaron la fisonomia peculiar
de las distintas regiones que visitaron, en miltiples vistas de ciudades y sus
hrabitantes. Instauraron en México la tradicin del paisaje a campo abierto:
pintaron y dibujaron los volcanes, las geutas y las més llamativas formacio-
nes geolégicas; evocaron la grandeza y cl mistetio de los antiguos monu-
mentos indigenas, asf como lo mas pintoresco de la flora y de la fauna loca
les; representaron asimismo a los héroes de la Independencia y registraron
en forma plistica algunos acontecimientos histéricos contempordneos,
‘Su presencia en México tuvo repercusiones artisticas significativas, sobre
todo en fa obra de los lit6grafos, estimulando la busqueda iconografica local.
En las estampas salidas de los talletes litogrificos establecidas en los aftos
tteinta y cuarenta por empresatios fordneos (tranceses, sobre tédo) 0 nacio-
rales, se observan los “préstamos” tomados de los dlbumes de fos viajeros,
Hacla mediados del siglo aparecen las primeras litografias mexicanas nota:
bles en colecciones como México y sus alrededores (1855-1856), obra de va-
rios artistas, entre los que estd Casimiro Castro (1826-1889), y Las mexica-Jou’ Maria Fetndndez, La Catedral de Puebla
(0831), Ole0 sobre tela, colecci6n privada. Foto:
Museo Nacional de Arte, ciudad de México
nos pintados por sf mismos (1854-1855), que, aunque basada en prototipos
‘europeos, es empresa original que cuenta con la pericia alcanzada por Hest
quio Iriarte (1820-1897), uno de los mejores grabadores comerciales de
aguella época, En 1847, junto con Plicido Blanco y Joaquin de Heredia, ba-
bia firmado las sabrosas lustraciones de critica social que adornaban &I Ga
Io Pitagérico
En el grabado en madera de boj (que no conoeié aqui la difsiéa que
tuvo en otros paises) destacd el yucateco Gabriel Vicente Gahana, “Piche‘a
(cn, 1899), cuya obra fundamental qued6 cn un periédico, “‘burlesco y de
cexteavagancias”, llamado Don Bullebulle (1847), de muy corta vida, Sus vi
jetas son certer0s dardos dirigidos contra los politicos y la sociedad.
Grabadores y litografos mexicanos del circulto comercial tenfan presentes
modelos espatioles y franceses (Grandville, Gavatni, Daumict), que adapta
11 a sus propios requerimientos expresives. Algo similar ocurri6 con el
pintor ce costumbres populares més interesante de mediados del siglo, et
dlaxcalteca Agustin Arrieta (1802-1874) (aims. 252-254 del cat). Estudio en
la Academia de Bellas Artes de Puebla, donde se famitiarizé con las Formas
cultas del realismo bartoco (Caravaggio, Velizquez, Teniers), por las que te
fan predileccién los coleccionistas poblanos.
1a pintura costumbrista y el bodegén, las vistas urbanas y de ecifcios
—agneros "“menores” en la jerarquia académica— asf como el inevitable re-
trato, eran los temas mis atractives para los pattonos y coleccionistas que
sostenfan la Academia de Puebla. Esto explica el florecimiento en esa ciudad
de artistas como el pintor de vistas urbanas José Marfa Fernandez, y como el
propio Arrieta. En los cuadros costumbristas de este ultimo es posible en-
contrat soluciones formales y aun citas “‘cultas” de Tos maestros barrocos
mencionados, y, lo que es mis importante, persiste en muchos de ellos fa
intencién emblemética y moralizante caracteristica del género barroco. Estos
elementos estin entremezclados con un sentido del color, de Ia disposicién
espacial y de la iconografia que expresa una gran sensibilidad popular
Estas obras, tan abiertamente empefiacas en ta expresion directa de las
realidades propiss, muestran un contraste radical con las pinturas ejecutadas
‘2 mediados de siglo pot los miembros de la Academia capitalina. La copiosa
producci6n de los alumnos del pintor catalén Pelegrin Clavé (1810-1880)
(nsim. 243 del cat.) —Ilegedo a México en 1846 para reorganizar, junto con
su paisano y amigo el escultor Manuel Vilar (1812-1869), los estudios artist
ccos de la Academia de San Caslos decaidos durante los sltimos 30 anos—
pone claramente de manifiesto cudles eran las preferencias estéticas det
Imacstro, y cules también los requerimientos de expresién ideol6gica del
‘grupo conservador que regia en aquel entonces los destinos de la Academia,
Formado en Barcelona y Roma en los principios de ta estética nazarenix
na, Clavé cre6 en San Carlos una verdadera secuela de Ia confraternidad de
1a Academia de San Lucas. Su predilecci6n por los temas biblicos y su gusto
por las premisas clisicas de la composicién, las formas de perfiles precisos ¥
€1 colorido suave y armonioso hallaron la mejor acogida en fa junta de go-
bierno de la Academia, integrada por los mis conspicuos elementos det par
tido conservador, para quienes la religidn constituta precisamente uno de los
nds fitmes balvartes contea el proyecto secular y modernizador de los iberales.
Durante los agitados afos cincuenta, cuando la contienda civil entre libe-
rales y conservadores {la guersa de Reforma) aleanzaba su punto culminante,
Jos jOvenes aluranos de Clavé pintsban cuadro tras cundro con temas bibli-
cos, tanto del Antiguo como del Nuevo Testamento, La mayoria de estos tra:
ARTE DEL SIGLO XIX $03alos —fuertes descripciones de discordia familiar, de guerra entre pueblos
‘enemigos 0 aun de catistrofe césmica—- sin duda era un reflejo de las duras,
‘ircunstancias hist6ricas del momento.
La escultura, en cambio, estuvo menos influida por la desaz6n reinante y,
‘en su natural vocacién conmemorativa, se esforz6 més en la busqueda de
hhéroes de significacién nacional -Asf, Manuel Vilar ide6 varios proyectos mo-
‘numentales para hontar a la Independencia mexicana (todos centrados en
Agustin de Iturbide) 0 a Crist6bal Col6n, Dedicé también estatuas a indige-
nnas que consider6 importantes hist6ricamente, como Moctezuma Il, la Ma
linche y, en especial, Tlahuicole, un valeroso guerrero tlaxcalteca muesto en.
la piedra de sactificio, quien le inspir6 una escultura semicolosal, de expre-
si6n feroz y acusado dinamismo, con francas reminiscencias de la escultura
helenfstica. Desgraciadamente, su produccién permanecié casi toda en el es-
tadio del vaciado en yeso, ya que no pudo encontrar quien le financiara su
traslado al bronce o al marmol. Sucedi6 1o mismo con la obra de sus alum-
nos quienes, para sobrevivir, tuvieron que dedicarse al inevitable retrato de
busto, aunque tampoco se habia desarrollado todavia una gran demanda. Las
condiciones para la produccién escultérica monumental s6lo mejoraron en.
1 titimo cuarto de sigto.
A mediados del xny en la Academia de San Carlos se introdujo Ia ensefan-
‘a de la pintura de paisaje; fue confiada a un profesor italiano excelente,
Bugenio Landesio (1810-1879), Hegado en 1855 a México. Habia estudiado
‘en Roma con el hingaro Karoly Mark6, y en sus obras mexicanas aplicS con
Manuel Vu, Et general dacateca Tabucole impecable gusto los pinciplos de composteén del palsjismo cisco (a lo
Juchando n't plaa de eacrifios (1851), Poussin y Claude Lorrain) al ambiente que tenia ante sus ojos, con tan feli-
pe, Misco Naronl de As lad dees esltados que podriamos califcar de clisicoomdntcos. Sut vitas de
oe Menies construcciones rbanas y rurale (en especial, de haciendas agricola 0 mine-
8), que se levantan en medio de panoramas animados por pintorescos
‘episodios” costumbristas, le ganaron tanto clientes asiduos como fieles dis.
Ipulos (nim, 268 det cat.
Landesio fue un maestro met6dico y dedicado. Uno de los géneros paisa
ifsticos que cultivaron sus alumnos (entre los que destacan Luis Coto y José
Maria Velasco) fue el histérico, con episodios de la historia prehispénica; la
mayoria de ellos datan del Segundo Imperio (1864-1867), reflejando el iate-
#65 de Maximiliano en dichos temas. Asi, los paisajistas se adelantaron a los
pintores figurativos, quienes empezarian a explorar ¢l pasado de México sélo
después del triunfo definitivo del partido liberal republicano en 1867
El giro al realismo (1870-1900)
La restructuracién de la Academia de San Carlos llevada a cabo por Clavé y
Vilar a mediados de siglo, no s6to comprendié la actualizaciGn de los planes
de estudio, sino también la organizacién de exposiciones periédicas (lo que
favorecté el surgimiento de la cxtica de arte y la formacién de un puiblico
‘més o menos asiduo), 1a creaci6n de una galerfa de arte moderno mexicano
‘mediante un programa de adquisiciones y un sistema de pensiones para estu-
diar en México y en el extranjero; esto permititia el adiestramiento de un re-
ducido pero selecto grupo de jévenes artistas que habrian de hacerse cargo,
4 su regreso de Europa (bisicamente cle Roma), de los puestos que fueran
dejando por fallecimiento 0 retiro los maestros de la Academia, Asi, por
ejemplo, en 1869 José Salomé Pina (1830-1903) sustituyé en las clases de
504 ARTE DEL SIGLO XIXJoaquin Ramirez, Los obreos eautioor de
Babilonia (1858), 6leo sobre tela, Museo
Nacional de Arte, cludad de México. Foto:
Museo Nacional de Arte, ciudad de México
pintuca de figura a Pelegrin Clavé, ayudado por otro antiguo pensionado,
Santiago Rebull. El paisajista Landesio fue remplazado en 1875 por José Ma
rla Velasco, que no fue a Europa; el escultor Vilar, ea 1861, por Felipe Sojo,
y éste en 1869 por Miguel Noreifa, quienes tampoco viajaron como estu
antes al viejo continente. Lo que importa subrayar es que todas estas susti
tuciones no significaron un simple cambio de personas sino un relevo de
premisas estéticas, advirtigndase un definitivo giro al realismo, Un realismo
moderado como el impuesto en e! 4mbito académico europeo.
] cambio en el gusto fue alentado por la adopeién del positivismo como
la ideologia dominante del liberalismo triunfante, BI proyecto culcural libe-
ral, al fomentar la secularizaciOn de la vida, tendié a remplazar la iconografia
biblica por episodios de la historia profana, europea 0 nacional. £1 cambio
no fue inmediato ni ficil; sin embargo, al mediar la década de tos setenta el
realismo era ya el estilo Gominante
En 1875, por ejemplo, Santiago Rebull (1829-1902) expuso La muerte de
Marat (més cercana en su iconografia a la versién de Paul Baudry que a la
de Jacques-Louis David). £1 lienzo, de formato pequefio pero pintado con
primor (al estilo de los tabieautins de Meissonier 0 de Fortuny), impreston6
a los ctiticos por su “verismo"; a la violencia del tema corresponde una eje-
‘cuci6n valiente, de pincelada franca y ricos empastes. (El neobarroco fue
‘otra vera importante del eclecticismo imperante en el arte mexicano durante
1 ditimo cuarto del siglo.)
En el mismo afio, 1875, Rodrigo Gutiérrez (1848-1903), prometedor alum.
10 de Rebull y Pina, realiz6 La deliberacién del senado de Tlaxcala después
de la embajada de Cortés (niim. 248 del cat.), cuadso muy trabajado en el
que se aprecia una descripcton de los indfgenas mis o menos veraz, Lo més
notable del lienzo es su agudo simbolismo, al hacer de Xicoténcatl et Mozo,
protagonista central del episodio, el emblema de la resistenicia nacional fren-
te a la intervencidn extranjera. Esta obra babia sido encomendada por Felipe
Sinchez Solis quien, al lado de Juarez, se opuso a la intervencida francesa y
quien posiblemente sugiri6 tal simbolismo al artista.
El niimero de obras de tema prehispinico fue en aumento, hasta alcanzar
su apogeo en los afios ochenta ¥ noventa, cuando este género fue escogido
para representar al arte mexicano en los certimenes internacionales. (Tai fue
cel caso, por ejemplo, de EF suplicio de Cuaubtémoc, de Leandro Tzaguicr,
y la Rendicién de Cuaubtémoc a Cortés, de Joaquin Ramirez, pintados ex-
presamente para figurar en la Exposici6n Universal Colombina de Chicago
en 1893),
Bl otro género de pintura que lleg6 a convertirse en la imagen por anto-
nomasia del arte mexicano fue el paisaje, en particular la obra de José Maria
Velasco (1840-1912) (niims, 269.272 del cat,). Oscilante en sus inicios entre
la tradicin clisico-romintica, aprendida de Landesio, y su creciente propen-
si6n a observar la paturaleza con ojo cientifico, y a Hlevarla directamente al
lienzo, sin embellecerla en la composici6n, la abundante producciéa de Ve-
lasco revela durante casi tres décadas una explicable dicotomia: de un lado,
ccuadros que guardan una disposici6n clisica (aunque habilmente adaptada a
las condiciones del paisaje nativo), llenas de “‘episodios”” costumbristas 0
simb6licos; de otro, Hienzos de composicién insélitamente libre, donde Jos
Unicos protagonistas son clementos naturales (rocas, nubes, el cielo, la esca-
sa vegetacién) recreados con una exactitud iayerosimil. En los afios noventa
{tras una estancia de varios meses en Paris con motivo de la Exposicién Uni
versal de 1889, donde un considerable lote de paisajes suyos fuc el nticleo
ARTE DEL SIGLO XIX 505Noreta, Fray Bartolomé de las Casas
catequizando a una familia azteca (1865),
relieve en barzo, Museo Nacional de Arte, ciudad
de México. Foto: Museo Nacional de Are,
ciudad de México
506
ARTE DEL SIGLO xix
de la muestra artistica presentada por México), Velasco logr6 al fin una sinte
sis satisfactoria de sus dos tendencias, en un conjunto de variaciones sobre
el Valle de México, uno de sus temas predilectos. En la titima década de su
vida Velasco comenzé a tomarse libertades cada vez mayores con el motivo
poético del valle, que en tantas ocasiones lo inspirara, y a componer varian-
{cs tefidas de nostalgia —nostalgia justificada no s6lo por la avanzada edad
del artista sino también por la irreversible transformaci6n del altiplano cen-
tral, una vez terminadas las magnas obras del desagle que acabarian por dre-
nar sus lagunas seculares.
a pintura costumbrista, aunque realizada por artistas formados en ta Aca-
emia, no alcanzé una significacion comparable, ai en cantidad ni en cali
dad, con la obtenida por la pintura histOriea y el paisaje. No se observa, en
‘general, un interés oficial genuino por adquitr este géneso de pinturas para
enriquecer el acervo de la Academia; la comisi6n y compra de lienzos cos-
tumbristas parece haber sido més bien una cuestién privada. lin ejemplo es
el cuadro que Felipe Sanchez Solis le encargara pinear a Felipe 8. Gutiérrez
(1824-1904), Despedida del joven indio (1876), con obvios matices autobio-
_tificos (nim, 246 del cat),
FI realismo también aport6 cambios en el género del retrato. Aun en los
ambientes provincianos, més apegados 2 los usos seculates, los pintores fi
nalmente abandonaron el consabido emblema o leyenda explicativa (que
rompia el ilusionismo espacial) para concentrarse en la recreacién de la fso:
nomia y personalidad del personaje retratado, Este proceso no s6lo puede
explicarse pot la difusién cada vez mayor de los principios académicos, sino
también y sobre todo, por la divulgacién de la fotografia, que determind
una exigencia de verosimilitud a la que tuvieron que plegarse los pintores.
Sin duda, el retratista provinciano més importante de esta fase realista fue
Hermenegitdo Bustos (1832-1907), pueblerino de mil y un oficios, quien,
pese a describirse como “aficionado”, demuestra haber poseido una enorme
perspicacia visual y psicologica y una técnica nada desdefable
Las dos éltimas décadas del siglo xx fueron de estabilidad politica y pros-
peridad econ6mica; asi, ls proyectos escult6ricos monumentales, tanto
empo postergados, fueron haciéndose realidad; México comparti6 Ia esta-
fuomanta tan propia de la cultura occidental de fin de siglo.
‘Miguel Noreita (1843-1894) y sus discipulos Gabriel Guerra (1847-1893) y
Jess F. Contreras (1866-1902), fueron procurando los modelos requeridos
para fundit fos bronces conmemorativos que se erigitfan en la capital y en la
Provincia. Por doquicr surgen monumentos dedicados a los hécoes dle la In-
dependencia y la Reforma, y a los hombres ilusttes regionales (militares y ci-
viles, educadores y poeta).
BB tema indigenista inspir6 también algunas esculturas: la mas importante
y lograda fue el Monumento a Cuaubtémoc, de Norefa, develado en 1887
cen cl Paseo de ta Reforma de Ia ciudad de México. Esta obra inaugur6 un
vasto programa de monumentos conmemorativos desplegados a lo largo de
aquella avenida. Este despliegue parece hallar su equivalence pléstico en el
concepto progresivo y aleccionador de la historia tal como la concebian los
positivistas. El estilo de este conjunto escultérico oscila entre ¢! brio neoba-
rroco y un sobrio realismo efvico,
El extremo opuesto de esta noci6n solemne y petrificadora de la historia
cs la caricatura politica, en la que cl diario acontecer es comentado con iro-
nia, y las mds nirmias acciones y los defectos de los adversarios polfticos son
objeto de un registro mordaz, totalmente desacralizador.Julio Ruetss, Medusa (1996-1907), aguafuerte,
‘coleccién Insttuto Nacional de Bellas Artes,
Ciudad de México. Foto: Museo Nacional de
Amt, ciudad de México
Las caricaturas aparecian cn petiddicos como La Orquesta (1861-1877), de
cexcepcional larga vida y merecido prestigio, donde lucié el virtuosismo lito
Bilico de Constantino Escalante (1836-1868) y de Santiago Hernandez.
(1833-1908). Més adelante, el enfrentamfento de facciones irreconciliables
dentro det propio liberalismo dio origen a la rica cosecha lnografica de BI
Abuizote (1874-1876); finalmente, la valiente oposici6n al régimen de Porfi-
rio Diaz tuvo como Grganos de expresi6n, entre otros, a EI Hijo del Abutzo-
te (1885-1903) y BI Golmitlfo Publica (1903-1906), donde brill6 la osada obra
de Daniel Cabrera (1858-1914) y de Jesus Martinez Carredn (1860-1906).
La producci6n temprana de José Guadalupe Posada (1852-1913) se inscri-
bbe en esta tradici6n cultural urbana (las contiendas politicas, de las que estos
eriédicos eran portavoces, se dirimfan habitualmente entre las clases ilustea-
ddas y no entre tas masas iletradas). Las carieaturas publicadas en El Jicote
(1871), en Aguascalientes, tenfan relaci6n estrecha con la tradicién estilistica
de Escalante y Hernandez, Posteriormente, hacia fines de los ochenta, sus
trabajos en publicaciones de la capital, como La Patria Ilustrada y Revista
de México, revelan Ia influencia del refinado estilo lineal que puso en bog
José Maria Villasana (1848-1904), una de las figuras supremas de la grafica
politica y costumbrista en el tikimo tercio del siglo,
Posada era ya un grabador consumado, de inventiva y recursos inagota-
bles, pero todavia le faltaba descubrir la veta que habria de darle fama per-
Gurable —esa veta popular y fantéstica que descubrié al trabajar para un edi-
tor de hojas volantes y folletos ditigidos al gran pablico, Antonio Vanegas
Arroyo. Scmejantes imagenes desbordan los marcos del realisino, por lo que
su evolucién posterior se examinart més adelante,
El advenimiento del modernismo (1890-1911)
Si el positivismo funciond como sustrato conceptual del realismo, la crisis
del positivismo subyace tras la génesis y expansi6n del modernismo. (Mo-
dernismo es un término usual en la historia de la cultura hispanoamericana
ppara designar las renovadoras manifestaciones literarias y artisticas que se de-
sarrollan entre 1890 y 1911; comparte importantes rasgos —el gusto por la
Uuniversalidad y Ia innovacién— con lo que en el mundo anglosajén se llama
modernism, pero obedece 2 condiciones sociales y culturales diferentes y su
ubjeacién cronol6gica es también distinta,)
El avance del conocimiento cientifico, junto con Ia pérdida de la fe tradi
ional, caus6 una gran inquietud espiritual, que es justo uno de los funda-
mentos de las expresiones modernistas. La insatisfacci6n con la concepciéa
Dburguesa de ta vida, asi como la necesidad de encontrar una nueva justifica
ci6n de! quehacer artistico en un mundo regido cada vez mas por principios
materialistas y pragméticos, estén también en la base del arte finisecular.
Los artistas de ta época compartian una agudizada conciencia del arte, una
‘exigencia de refinamiento expresivo, ta voluntad de dominar los lenguajes
artisticos mas nuevos, de estat totalmente al dia y de medir las creaciones.
propias con lo mis avanzado del arte mundial. La expresiOn artistica hispa
Aoamericana se hizo més flexible graclas a una estética de puertas abiertas,
deliberadamente ecléctica, Los modesnistas tomaron elementos expresivos
det simbolismo, det impresionismo, de! naturalismo, del art nouveau, del ja-
ponismo, etc. Compartieron numerosos temas con el decadentismo europeo
¥ muchas veces les movi6 et culto de la belleza pura oficiado por el esteti-
ARTE DEL SIGLO XIXRoberto Montenegro, Le paon blanc (1908),
tinta sobre papel, coleccién Instituto Nacional
de Bellas Artes, ciudad de México. Foto: Museo
Nacional de Arte, ciudad de México
508 ARTE DEL SIGLO XIX
cismo. Participacon del subjetivismo, de la radical introspeccin y del escep:
ticismo del pensamiento occidental de fin de siglo. No crefan en el progreso
industrial, y buscaban desesperadamente cémo remplazar 4 los dioses que
pensaban habian muert.
Ya no van a Roma a complementar sus estudios attsticos; prefieren ahora
el modernismo de Paris, de Munich, de Kadlseuhe 0 de Barcelona. La vieja
Academia de San Carlos (que a partic de 1867 se Ilamé Bscuela Nacional de
Bellas Artes) los secund6 en sus inquietudes, propiciando con pensiones sus
viajes de estudio a estos nuevos polos det arte moderna; si Jos artistas jove-
facs no obtenian dichas pensiones, ellos mismos buscaban algin mecenas.
La critica tradicional repudiaba sus ideas, pero surgié un grupo joven de
criticos y estetas muy bien informados. Fundaron revistas literarias de van-
guardia (la mas célebte y representativa fue la Revista Moderna, publicada
entre 1898 y 1911), que hactan posible estrechar los lazos entre artist
poetas y mistcos.
a escultura mostr6 los primeros signos de renovacién, con Jestis F. Con-
treras (1866-1902) y sus obras més personales (BI beato Calasanz, 1895;
Malgré tout, 1898). Después, toda una generacién de escultores jévenes
Agustin Ocampo, Arnulfo Domingue? Bello, Fidencio Nava y Enrique
Guerra— fue a Paris y se impregné del trabajo de Rodin, quien ya habia in-
fluido en la obra de Contreras y tendria una prolongada vigencia en México
hasta bien entrados los afios veinte.
Las superficies semiacabadas de las obras de estos escultores, con profun-
dos cohtrastes de luz y somira ¢ irregulares contornos, buscan crear cierta
impresién “‘pict6rica”. Por lo general, representan desnudos femeninos,
muy erotizados, de personajes sumidos en la pasién y la desaz6n animica,
enunciadas ya desde los titulos de las esculturas: Désespotr, Malgré tout,
Fleur fanée, Volupté, Apres Vorgie. La mitologta, la Biblia o la leyenda durea
inspiraron a menudo ta feonogratia de estas obras, pero el tratamiento de
sus autores ¢s totalmente personal, sin relacién alguna con lo que cra co-
mtin en el arte académico.
Con esta libertad subjetiva encaran los modernistas la temtica tradicional
‘como lo hizo Julio Ruelas (1870-1907), St algtin artista merece representar
pot antonomasia el estilo modemista en México, ¢s Ruelas, Fue el principal
ustrador de la Revista Moderna y, asi, encauz6 ta sensibilidad plistica de la
€poca. También dej6 unas cuantas pinturas originalisimas (niim, 274 del cat.)
¥, al final de su vida, grabo en Paris una admirable serie de aguafuertes.
En toda su produccion Ruelas revela un atormentado mundo interior, ob-
sesionado por el “perverso” eros decadente y por la presencia constante de
la muerte, Formado en Kartstuhe a principios de los noventa, abrev6 en las
fuentes det simbotismo germnico (BOcklin, Klinger); fue influido igualmente
por el desencantado y cinico erotismo de Félicien Rops. Con Ruelas son as:
milados en el arte mexicano motivos tipicamente finiseculares como la fem.
me fatale, los suplicios sexuales y et gusto por lo grotesco y Ja fantasia ma-
cabra, Trat6 la linea y et claroscuro con libertad inusitada, Hberindolos de
servilismos ilusionistas para transformarlos en suties instrumentos de revela
cin de su muy personal repertorio imaginativo. Su ejemplo fue de impor
‘ancia capital para los artistas mexicanos del siglo xx.
Destaca entre los seguidores de Ruelas Roberto Montenegro (1886-1968).
A diferencia de su maestro, no le atrajo a Montenegro el carnal y simbélico
erotismo a lo germano, y sf le sedujeron, en cambid, los refinados dibujos
de Aubrey Beardsley y la sutil composicién del ante japonés. El fgil mundoAlberto Fuster, Triptico dedicada a Justo Sterra,
leo sobre cartén, Museo Nacional de Arte,
ctudad de México. Foto: Museo Nacional de
Arte, chidad de México
visual de Montenegro es un canto a la efimera belleza de los seres y las cO-
sas suntuosas, amenazados por la muerte. Montenegro es, en el fondo, un
cesteta moralizante, Alberto Fuster (£1870?-1922), por el contratio, es un este-
ta nostilgico: el artista, para él, ¢s el depositario y dispensador de la belleza,
pero su reino pertenece al pasado, a un antiguo paraiso clésico perdido para
siempre y rescatable s6lo por la memoria visual del artista, Memoria muy io-
fuida, en el caso de Fuster, por las imagenes de Lawrence Alma-Tadema y
de Puvis de Chavannes. Durante su juventud, Fuster pas6 largas temporadas
cen Patls, Florencia y Roma; volvié a México a prineipios del siglo, donde se
cenffent6 con una sociedad refractaria a su exquisita vision del pasado. Tras
intentar revestir su nostalgia mitica con los trajes autSctonos de Tlacotalpan,
su region natal, termind suicidéindose a principios de los afios veinte.
Germén Gedovius (1867-1937), educado en Ia academia de Munich, explo.
16 1a potencia alegérica del simbolismo. Conocedor tanto de las técnicas de
los maestros de antafo (en particular fos del barroco) como de las libertades
de color y empaste que introdujo la nueva pintura, su influencia sobre los
jovenes disciputos de la Escuela Nacional de Bellas Artes al principar cl siglo
Xx debi6 de scr considerable; sin embargo, ha quedado opacada por la me-
‘moria de otra figura comtemporinea suya: la de Gerardo Murillo, el Dr. Atl
(1875-1964), Paisajista también, de un allento césmico muy diferente det
efecto logrado por Velasco (niim, 284 del cat, las inquietudes estéticas de
Atl pronto habrian de amalgamarse con ottas de indole sociopotitica, 1o que,
en la coyuntura de la RevoluciOn, hubo de conferirle un papel de agitador y
profeta, cuyo anilisis rebssa los limites de este ensayo.
‘Allo largo de la primera década del siglo xx, la Escuela Nacional de Bellas
Artes incorpord a los mds avanzados artistas del momento: Ruelas, Gedo-
vius, Atl; mostré, en sus frecuentes exposiciones, las obras de sus pensiona-
dos en México y en el exttanjero, esparciendo asi los ideales eenovadores y
procurando actualizar sus planes de estudio, En sma, asumi6 un papel
transformador, no siempre exitoso, que contrasta con Ja habitual imagen de
resistencia al cambio que suele ser comtin en una institucién académica, El
Profundo cambio estético que se estaba gestando y que afloraria cabalmente
€n los afios veinte habria de romper con los cénones institucionales que to-
davia existian en 1910-1911. Hay que subrayar que ese cambio tuo lugar,
cen parte, en la antigua Academia de San Carlos.
Por los mismos atios en que el modernismo teasponia las puertas de la
Academia y s¢ imponia como el discurso artistico dominante, Posada, @ muy
cotta distancia, trabajaba en su taller (ntims. 276-262 del cat). Este grabador,
a la vuelta de unos cuantes aflos, seria reconocido como uno de los precur-
sores miticos de la Escuela Mexicana de Pintura, La vasta produccién que
realiz6 Posada por encargo del editor Vanegas Arroyo —influida por el pt
biico al que estaba dirigida (y, en lo formal, por las sugerencias de Manuct
Manilla, un grabador que tabajara antes que él para Vanegas) rompe en
sus temas y en estilo con lo que hasta entonces habia hecho.
Los relatos de “sucedidos”, reales o inventados, las “gacetas callejeras”,
Jos “corridos”, fos cuentos infantiles, las “calaveras", todo crea una icono-
‘gafla donde lo visible y lo invisible se rozan y conviven; un mundo regido
por la pasion y Ia imaginacién, con una fuerte carga de moralidad tradicional
cexpresada en alegorias terrorificas que subrayan lo sobrenatural. El espacio y
Jas proporciones se manejan conforme a una perspectiva y una escala que
tienen que ver mas con valores morales que con criterios realistas los contor-
nos se amplifican, alteran 0 deforman en busca de una mayor expresividad.
ARTE DEL SIGLO XIX 509243
244
Pintura académica
Pelegrin Clavé
1. 1610, Barcelonasm, 1880, Barcelona
Don José Bernardo Couto, 1849
Oteo sobre te; 116 x 94 om
Coleccion Agustin Acosta Lagunes,
Cuda de Mexico
Juan Cordero
fn, 1822, Tealutlén, Puebla
Jom. 1884, ciudad de México
Doiia Dolores Tosta de Santa Anna,
1855
{f Oteo sobre tela; 220 « 150m
{J cwcansas, Museo Nacional de are,
4 Cadad de Mexico
510 ARTE DEL SIGLO XIX
Asi, movigndose en esferas artisticas tangenciales, pero auténomas, Ruelas
y Posada acaban por configurar una interpretacién similar det mundo en que
les tocé vivir: interpretaciOn apocaliptica y demoledora, opuesta a la imagen
racional, ordenada y progresista que el positivismo politico de Porfirio Dia
y us colaboradores se habia esforzado por construir
Ambos pintores, cl espafiol Petegrin Clavé y su modelo mexicano, José Bernardo
Couto, fueron influyentes en Iz reorganizacion de la Academia de San Carlos:
Couto como promotor y Clavé como fundacior de la escuela de pintura. Clavé
también se distinguié como retratista, pintando un gran ndmero de hombres y
mujeres de Jas clases altas, Este retrato de Couto, que capta su cardcter con nota
ble originalidad, ilustra el talento de Clavé en el género.
‘A pesar de que Clavé a veces esté colocado entre 1os nazarenos catalanes, es
ims apropiado incluirio en el circulo madrileno de Federico Madrazo.
x
Salvador Moreno, £1 pintor Peleg Clavé, México, 1966, p. 82, nim. 180, Ym. 1; Justina Fer-
anded, Ef arte de! siglo xix en Mésico, México, 1987, pp. S661, lim. color 5
Cordero estudié en Ia Academia de San Lucas en Roma, donde adopté los idea.
les neoctisicos y las maneras romnticas. A su regreso a México realizé una gran
‘cantidad de retratos, pinturas religiosas y morales
La representacidn de la joven esposa def general Antonio Lopez de Santa Anna
‘es.un ejemplo de su excelente obra como retratist2. Dofia Dolores esta de pie en
tuna habitaci6n del Palacio Nacional, en la que el espiritu espafol se ha rendido a
los gustos franceses. Sin embargo, e] pasado persiste en la Catedral, vislumbrada
a través de la ventana de un baicon,
JJusing Fernand, El arte det sgio x1 en seco, México, 1967, p. 69, [4m. color 3; Bisa Gar
‘ia Rareagin, £1 pinion Juan Cordero: tbe dia» las obras, México, 1984,