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En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo.

Amén

1. Se empieza a rezar tomando la cruz del Rosario

Pésame, Dios mío, y me arrepiento de todo corazón de haberos ofendido. Pésame por el infierno que
merecí y por el Cielo que perdí; pero mucho más me pesa porque pecando ofendí a un Dios tan bueno y
tan grande como Vos. Antes querría haber muerto que haberos ofendido, y propongo firmemente nunca
más pecar y apartarme de todas las ocasiones próximas de pecado. Amén.

Creo en Dios, Padre Todopoderoso, Creador del Cielo y de la tierra. Y en Jesucristo, su único Hijo,
Nuestro Señor; que fue concebido por obra y gracia del Espíritu Santo, nació de Santa María Virgen;
padeció bajo el poder de Poncio Pilatos, fue crucificado, muerto y sepultado; descendió a los infiernos, al
tercer día resucitó de entre los muertos; subió a los Cielos, está sentado a la diestra de Dios Padre
Todopoderoso; desde allí ha de venir a juzgar a los vivos y a los muertos.

Creo en el Espíritu Santo; la Santa Iglesia Católica, la Comunión de los Santos; el perdón de los pecados;
la resurrección de la carne y la vida perdurable. Amén.

2. En la primera cuenta:

Padre nuestro, que estás en los cielos, santificado sea tu nombre; venga a nosotros tu reino; hágase tu
voluntad en la tierra como en el cielo. El pan nuestro de cada día dánosle hoy; y perdona nuestras
deudas, como también nosotros perdonamos a nuestros deudores; y no nos dejes caer en la tentación;
más líbranos del mal. Amén.

3. En las tres primeras cuentas chicas:

Dios te salve, María; llena eres de gracia; el Señor es contigo; bendita Tu eres entre todas las mujeres, y
bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores,
ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.

4. En cada una de las otras (grandes) cuentas separadas:

i. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, y por los siglos
de los siglos. Amén.

ii. Oh Jesús mío, perdona nuestras culpas, líbranos del fuego del infierno, lleva al cielo a todas las almas,
y socorre especialmente a las más necesitadas de tu misericordia. (Oración de Fátima)

iii. Se anuncia el misterio que corresponde.

iv. Padre Nuestro.

5. En los grupos de 10 cuentas chicas:

Se rezan 10 Ave Marías meditando sobre el misterio anunciado.

Al final del Rosario: Gloria; Oh Jesús mío; y la siguiente oración:

San Miguel Arcangel, defiéndenos en la batalla. Sé nuestro amparo contra la perversidad y asechanzas
del demonio. Reprímale Dios, pedimos suplicantes, y tú Príncipe de la Milicia Celestial, arroja al infierno
con el divino poder a Satanás y a los demás espíritus malignos que vagan dispersos por el mundo para la
perdición de las almas. Amén
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ii. Los Misterios del Santo Rosario:

Misterios Gozosos (lunes y jueves)

1. La Anunciación (Lucas I, 26-38). Fruto: La virtud de la humildad.


2. La visitación de María Santísima a su prima Santa Isabel (Lucas I, 26-38). Fruto: El amor al prójimo.
3. EL Nacimiento del Niño Jesús en el portal de Belén (Lucas II, 1-20). Fruto: Espíritu de pobreza.
4. La Presentación del Niño Jesús en el Templo y la Purificación de Nuestra Señora (Lucas II, 21-40).
Fruto: La obediencia y la pureza.
5. El Niño perdido y hallado en el Templo (Lucas II, 41-52). Fruto: Buscar siempre la voluntad de Dios.

Misterios Dolorosos (martes y viernes)

1.La Agonía de Nuestro Señor en el huerto (Lucas XXII, 39-46). Fruto: La contrición por nuestro pecados.
2. La Flagelación de Jesús atado a la columna (Juan XVIII, 36-19; 1). Fruto: La mortificación del cuerpo.
3. La Coronación de espinas (Mateo XXVII, 27-31). Fruto: La mortificación del orgullo.
4. Jesús lleva la Cruz a cuestas (Lucas XXIII, 26-32). Fruto: La paciencia en las tribulaciones.
5. La Crucifixión y muerte de Nuestro Señor (Lucas XXIII, 33-49). Fruto: El don de sí mismo para la obra
de la Redención.

Misterios Gloriosos (miércoles, sábado y domingo)

1. La Resurrección en gloria de Nuestro Señor Jesucristo (Lucas XXIV, 1-12). Fruto: La Fe.
2. La Asención de Nuestro Señor Jesucristo (Hechos I, 4-11). Fruto: La Esperanza y el deseo del Cielo.
3. La Venida del Espíritu Santo (Hechos II, 1-13). Fruto: La Caridad y los dondes del Espíritu Santo.
4. La Asunción de María Santísima en cuerpo y alma al Cielo. Fruto: La gracia de una buena muerte.
5. La coronación de Nuestra Señora como Reina del Cielo y de la Tierra (Apocalipsis XII, 1). Fruto: La
verdadera devoción a la Santísima Virgen.

El Santo Rosario no es una oración meramente oral, sino también mental. Para rezarlo debidamente se
medita, durante las diez Ave María, sobre el misterio anunciado. A fin de brindar material para estas
contemplaciones, hemos insertado las referencias que permitirán profundizar el conocimiento acerca del
pasaje del Evangelio que se medita.

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iii. Los quince minutos de meditación sobre los misterios del Rosario

La meditación es una forma de oración poco usual entre los laicos. Nuestra Señora de Fátima la ha
pedido, probablemente, para que se aprenda a rezar el Rosario meditándolo.

¿Qué es una meditación? Para los que han hecho un retiro de San Ignacio, esto ya no constituye una
novedad. La meditación es una oración mental, silenciosa, sin palabras prescritas, por la cual el alma se
pone en comunicación directa con Dios, hablando con Él de corazón a Corazón. Es un contemplar,
reflexionar y saborear los misterios de la Fe, y los acontecimientos vinculados a nuestra Redención, y
esto, poniéndose mentalmente en presencia de Dios recordando que Él nos ve, nos oye e incluso lee
todos nuestros pensamientos.

He aquí lo que Sor Lucía misma dice acerca de la meditación pedida por la Santísima Virgen.

“Los quince minutos de meditación es lo que, paréceme, podría causarle alguna dificultad. Sin embargo,
es muy fácil. ¿A quién le es imposible pensar en los misterios del Rosario, en la Anunaciación del Ángel,
en María y en la humildad de nuestra querida Madre, quien viéndose exaltada de tal manera se llama así
misma la esclava del Señor; en la Pasión de Jesús, que tanto ha sufridopor amor a nosotros, y en
Nuestra Santísima Madre junto a Jesús en el Calvario? ¿Quién no puede pasar quince minutos con estos
santos pensamientos junto a la más tierna de las madres?” (FJIEM, p. 162. De la carta de Sor Lucía a su
madre, María Rosa, con fecha del 24 de julio de 1927.)

“He aquí mi manera de hacer la meditación sobre los misterios del Rosario los primeros sábados. Primer
misterio: la Anunciación del Ángel a Nuestra Señora. Primer paso: representarme, ver y oír al Ángel
saludar a Nuestra Señora con las palabras: ‘Dios te salve María, llena eres de gracia’. Segundo paso: pido
a Nuestra Señora que infunda en mi alma un profundo sentimiento de humildad. Primer punto: meditaré
la manera en que el Cielo proclama que la Santísima Virgen es llena de gracia, bendita entre todas las
mujeres y destinada a ser la Madre de Dios. Segundo Punto: la humildad de Nuestra Señora
reconociéndose y lamándose sierva del Señor. Tercer punto: cómo debo imitar a Nuestra Señora en su
humildad, cuáles son las faltas de orgullo y soberbia por las cuales suelo disgustar más a menudo a
Nuestro Señor y cuáles son los medios que debo emplear para evitarlos, etc.

El segundo mes, hago la meditación sobre el segundo misterio gozoso. El tercero, sobre el tercero
[misterio], y así sucesivamente, siguiendo el mismo método para meditar. Cuando he concluido estos
cinco primeros sábados, comienzo otros cinco y medito los misterios dolorosos, luego los gloriosos y,
cuando los he terminado, vuelvo a comenzar los gozosos” (FJIEM, p. 163. Carta de Sor Lucía, citada por
el P. Martins.)

Aunque la Madre de Dios, en su gran aparición de Pontevedra, pidió que se meditara sobre los quince
misterios, no debe entenderse por esto que se deba meditar cada sábado sobre los quince misterios
completos del Salterio, sino que basta con elegir un ciclo de cinco, por ejemplo los cinco misterios
dolorosos, o aun, como lo hace Sor Lucía, con meditar sobre un sólo misterio cada sábado.

Nos permitimos dar aquí un ejemplo de cómo se puede efectuar esta meditación pedida por Nuestra
Señora.

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a. Oración preparatoria

Oh María, quiero ahora corresponder a vuestro fervoroso deseo y acompañaros durante quince minutos
meditando sobre los misterios del Santo Rosario. Con ello quiero consolaros procurando quitar las
punzantes espinas que rodean vuestro Inmaculado Corazón y aliviar las heridas que os han infligido.
Acordándome de la presencia de Dios y frente a vos, quiero meditar hoy los misterios de dolor.

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b. Meditación
Primer misterio doloroso: la Agonía de Nuestro Señor en el Huerto de Getsemaní. Era de noche cuando
Nuestro Señor, acompañado de sus Apóstoles, subió al Monte de los Olivos pasando entre los viejos
troncos de los árboles. Y tomando a Pedro y a los dos hijos del Zebedeo, comenzó a entristecerse y a
angustiarse. Entonces les dijo:

-Triste está mi alma hasta la muerte; quedaos aquí y velad conmigo. Y adelantándose un poco, se postró
sobre su rostro, orando y diciendo: -Padre mío, si es posible, pase de mí este cáliz; sin embargo, no se
haga como yo quiero, sino como quieres Tú. Y, viniendo hasta los discípulos, los encontró dormidos. Y
dijo a Pedro: -¿De modo que no habéis podido velar conmigo una hora? Velad y orad para que no
accedáis a la tentacón; el espíritu está pronto pero la carne es débil.

Los Apóstoles, sin embargo, en vez de velar con su Divino Maestro, lo abandonaron dejándose vencer por
el sueño. Así, para consolar a su Hijo Unigénito, el Padre celestial tuvo que enviarle un ángel que lo
confortó presentándole un cáliz.

En esos momentos Nuestro Señor se llenó de tanta angustia pensando en la amarga Pasión que le
esperaba, que sudó gruesas gotas de sangre.

Oh buen Jesús, al menos yo quiero acompañarte y consolarte agradeciéndote todo lo que Tú has sufrido
por Mí. Quiero ofrecer al Padre Celestial estas gotas de sangre que sudaste en tu Agonía para ayudar así
a mi Madre Celestial a salvar almas de los pobres pecadores y a fin de que no las hayas vertido en vano.

Oh Buen Jesús, muchas almas están ya tan endurecidas que no se dejan más enternecer por tu
Preciosísima Sangre. Por ello quiero ofrecer las lágrimas de tu queridísima Madre para que, al menos de
este modo, la rígida corteza de estos corazones se ablande y así se abran nuevamente a tu Divina Gracia.

Segundo misterio doloroso: … (Como materia para la meditación puede recurrirse a la lectura de los
pasajes del Evangelio indicados más arriba, en la mención de los misterios del Santo Rosario)

Si nuestra meditación, ya que no estamos acostumbrados a esta manera de orar, resultara árida,
acordémonos que María, como bondadosa Madre, mira en primer lugar nuestra buena voluntad y no el
resultado de nuestra meditación.

Esta práctica puede llevarse a cabo no solamente en privado, sino también de modo público en la iglesia,
con la meditación dirigida por un sacerdote. ¡Cuántas gracias se podrían atraer del Cielo para la salvación
de las almas si los sacerdotes divulgaran esta devoción y ayudaran a sus fieles a hacer la meditación!

“Jesús quiere establecer en el mundo la devoción a mi Inmaculado corazón. A quien la abrace prometo la
salvación, y serán queridas de Dios estas almas como flores puestas por mí para adornar su trono”.

Fuente: ‘Fátima, Roma, Moscú’ del P. Gérard Mura, pp. 212-217

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iv. Las promesas para los que recen el Rosario.

La Virgen María hizo a Santo Domingo quince promesas para quienes acostumbren rezar el Rosario:

Quien rece constantemente mi Rosario, recibirá cualquier gracia que me pida.


Prometo mi especialísima protección y grandes beneficios a los que devotamente recen mi Rosario.
El Rosario es el escudo contra el infierno, destruye el vicio, libra de los pecados y abate las herejías.
El Rosario hace germinar las virtudes para que las almas consigan la misericordia divina. Sustituye en el
corazón de los hombres el amor del mundo con el amor de Dios y los eleva a desear las cosas celestiales
y eternas.
El alma que se me encomiende por el Rosario no perecerá.
El que con devoción rece mi Rosario, considerando sus sagrados misterios, no se verá oprimido por la
desgracia, ni morirá de muerte desgraciada, se convertirá si es pecador, perseverará en gracia si es justo
y, en todo caso será admitido a la vida eterna.
Los verdaderos devotos de mi Rosario no morirán sin los Sacramentos.
Todos los que rezan mi Rosario tendrán en vida y en muerte la luz y la plenitud de la gracia y serán
partícipes de los méritos bienaventurados.
Libraré bien pronto del Purgatorio a las almas devotas a mi Rosario.
Los hijos de mi Rosario gozarán en el cielo de una gloria singular.
Todo cuanto se pida por medio del Rosario se alcanzará prontamente.
Socorreré en sus necesidades a los que propaguen mi Rosario.
He solicitado a mi Hijo la gracia de que todos los cofrades y devotos tengan en vida y en muerte como
hermanos a todos los bienaventurados de la corte celestial.
Los que rezan Rosario son todos hijos míos muy amados y hermanos de mi Unigénito Jesús.
La devoción al Santo Rosario es una señal manifiesta de predestinación de gloria.
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a. Para merecer las promesas.

Existen muchas prácticas piadosas con las que se nos promete a quienes las realizamos, determinados
“premios”, o más bien “consecuencias”. Es muy importante saber que para que se cumplan esas
promesas es necesaria la cooperación del hombre. Expliquemos mejor:

Las prácticas piadosas (como el rezo del Rosario) son una forma de demostrar nuestro amor a Dios,
nuestro deseo de alabarlo, darle gracias, pedirle favores y contagiar a otros de estos mismos deseos. Se
refieren a oraciones, visitas al templo, participación en la liturgia, etc.

Cuando hablamos de amor a Dios, no nos referimos solamente a ofrecer esas prácticas piadosas; el amor
a Dios se manifiesta además y sobre todo con las actitudes y comportamientos de la vida cotidiana. Por
lo tanto, las prácticas piadosas te deben ayudar a vivir de acuerdo a ese amor que le tienes a Dios, es
decir, de acuerdo a la voluntad de Dios, revelada por Jesucristo en su Evangelio.

O sea, si tú cristiano rezas, rindes culto, participas en la liturgia, es porque reconoces el inmenso amor
que Dios te tiene; porque sabes que es justo y necesario alabar y bendecir a Dios en todo momento;
porque reconoces que nada puedes sin la ayuda del Señor; porque quieres ser un auténtico cristiano
-seguidor de Cristo- obedeciendo lo que Él nos enseñó: el amor al prójimo.

Cuando rezas para pedir una gracia o un favor a Dios, tienes presente que Él conoce bien cuáles son tus
necesidades y confías en su Amor y Sabiduría; le pides a Dios, sí, pero anteponiendo lo que decimos en
el Padrenuestro: “Hágase Señor tu voluntad…”. Dios conoce lo que tú necesitas realmente, aunque sea
otra cosa lo que tú deseas. La voluntad de Dios es muchas veces incomprensible para el hombre, pero la
fe permite que confiemos aunque no comprendamos, porque tenemos la certeza de cuánto Dios nos ama
y sabemos que todo lo que permite es para nuestro bien, para alcanzar nuestra salvación.

La Virgen María intercede por nosotros ante Dios y promete a quienes rezamos el Rosario, por ejemplo,
que “recibiremos cualquier gracia… seremos protegidos siempre… nos socorrerá en las necesidades… .” Y
también promete que “hará germinar las virtudes… destruye el vicio y libra del pecado… el alma no
perecerá…
Podrías preguntarte por ejemplo, por qué enfermó y murió aquella niña tan pequeña, ¿es que sus padres
nunca le pidieron a la Virgen ni a Dios que la protegiera y la librara de la muerte? Por qué tantos
accidentes, violencia, atropellos a gente buena, ¿será que nunca rezan el Rosario?…..

La única forma de contestarnos estas y otras preguntas, es a través de la fe; de la confianza plena en la
Divina Providencia. Ningún razonamiento humano puede explicar la presencia del mal en el mundo.

La Virgen María promete muchas cosas a quienes rezamos el Rosario, pero:

Te libras del pecado sólo si te arrepientes, te confiesas y te propones enmendarte.


Tu alma no perecerá, si procuras estar siempre en gracia de Dios, es decir, sin pecado mortal.
Todo lo que pidas te será concedido, siempre que ayude a la salvación de tu alma.
Lo que más le interesa a la Virgen es que todas las personas se salven y alcancen, como Ella, la Vida
Eterna. Todo lo que María ha dicho y prometido es con esta principal intención, que, como dijo en las
Bodas de Caná, todos los hombres “… hagan todo lo que Él les mande.” (Jn 2,5)

Como puedes darte cuenta, rezar el Rosario -como cualquier otra práctica piadosa- no es una “fórmula
mágica” para librarnos del mal y para obtener todo lo que queramos. Tampoco es un “pase automático”
al cielo. Se requiere de varias condiciones, todas ellas precedidas por la fe firme en Dios, Padre
Todopoderoso, y en Jesucristo, el único “Camino, Verdad y Vida”; además de las siguientes actitudes
interiores:

Deseo sincero de alabar a Dios por medio de esas oraciones.


Aceptar y vivir las enseñanzas del Evangelio de Jesús.
Amor sincero a María, admirando sus virtudes y buscando imitarlas.
Propósito firme de apartarse del pecado para alcanzar la vida eterna.
Aceptar la voluntad de Dios, por la convicción de su gran Amor y Sabiduría.
Fuente: rosario.org

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