Está en la página 1de 2

LA CONVERSIÓN.

Tanto de los Hechos como de las cartas se deduce con claridad que Pablo fue un
enemigo encarnizado de la comunidad cristiana. "Conocéis mi conducta anterior dentro del
judaísmo: con qué crueldad perseguía y trataba de aniquilar a la Iglesia de Dios", confiesa él
mismo en la carta a los Gálatas (1,13). Los Hechos indican: "Saulo asolaba la Iglesia; entraba en las
casas, sacaba a rastras a hombres y mujeres y los metía en la cárcel" (8,1). Pero de ambas fuentes
se deduce igualmente que en la vida de Pablo hubo un cataclismo repentino que lo transformó de
perseguidor en apóstol y misionero. El autor de los Hechos presenta este acontecimiento en tres
ocasiones: en el capítulo 9 tenemos el relato en tercera persona; en el capítulo 22 Pablo se refiere
a él de forma autobiográfica, hablando a la turba hostil de Jerusalén; en el capítulo 26 el mismo
Pablo lo refiere en su deposición ante Festo y Agripa. Las tres narraciones hablan con gran relieve
de la cristofanía que tuvo lugar en el camino de Damasco, la conversación de Cristo con Pablo, la
nueva percepción que Pablo tiene de Jesús de Nazaret y de sí mismo, la misión extraordinaria que
se le confía entre los paganos, misión que marcó el gran giro del cristianismo naciente.

En las cartas Pablo vuelve sobre ello unas veces en tono apologético y otras en tono polémico,
para defenderse contra los adversarios y para indicar el nuevo fundamento sobre el que se levanta
su vida. Así, en la primera carta a los Corintios: "Después de todo, como a uno que nace antes de
tiempo, también se me apareció a mí" (15,8); en la carta a los Gálatas, para reivindicar la
investidura divina de su misión y el origen auténtico de su evangelio, dice: "Me llamó por su gracia
y me dio a conocer a su Hijo para que yo lo anunciara entre los paganos" (1,15-16); en la carta a
los Filipenses, en polémica contra los adversarios judaizantes y combatiendo el ideal de la auto
justificación, escribe: "Yo mismo fui alcanzado por Cristo Jesús" (3,12). A pesar del carácter
autobiográfico, tanto las tres narraciones de los Hechos como las tres referencias de las cartas
aparecen sensiblemente teologizadas y reflejan una lectura retrospectiva del acontecimiento a la
luz de toda la vida del apóstol y del camino de la Iglesia. Pero lejos de debilitar su valor histórico,
todo ello revela el carácter cierto del suceso.

4. HOMBRE DE TRES CULTURAS. Pablo ha sido definido por A. Deissmann como "un cosmopolita";
en realidad, se entrelazan en su persona y en su obra tres mundos y tres culturas: judío de
nacimiento y de religión, se expresa en la lengua y en las formas del helenismo, y es un ciudadano
romano que se encuadra lealmente en el marco político-administrativo del imperio.

Pero este personaje judío y griego se autopresenta en todas sus cartas con el nombre claramente
latino de Pablo, que llevaba casi seguramente desde su nacimiento junto con el apelativo Saulo,
que le habían impuesto sus padres en recuerdo del primer rey de la tribu de Benjamín. Hay que
indicar que en la cristofanía de Damasco la voz misteriosa, según los Hechos, lo llama al estilo
hebreo: "Sa'ul, Sa'ul", (9,4). Las autoridades del imperio responden a sus ojos a una disposición
divina: "pues la autoridad está al servicio de Dios para ayudarte a portarte bien"; por eso merecen
respeto y obediencia "por un deber de conciencia" (Rom 13,4-5). Según el autor de los Hechos,
Pablo trató serenamente con procónsules y procuradores romanos en Chipre, en Corinto, en
Cesarea, y reivindicó en varias ocasiones las garantías jurídicas que le correspondían en virtud del
derecho de ciudadanía romana que poseía por nacimiento (He 22,28). En sus programas
misioneros figura Roma en la cumbre, como centro y base de una mayor evangelización, que
habría de llevarlo hasta España (Rom 15,22-24), en la parte occidental del Mediterráneo, después
de haber recorrido el lado oriental. No se sabe con seguridad si se realizó aquel sueño, pero lo
cierto es que escribió a los romanos la carta más densa, síntesis de su evangelio, y que en Roma
coronó su actividad con el martirio.

EL MAYOR MISIONERO CRISTIANO Escogía intencionadamente las grandes aglomeraciones


humanas de las ciudades más pobladas, sobre todo las que no habían sido tocadas aún por el
evangelio, en donde intentaba hacer surgir al menos una pequeña comunidad cristiana, que
estuviera animada y presidida por personas especialmente entregadas y generosas (cf 1Tes 5,12-
13; 1Cor 16,15-16). Todo hace pensar que la metodología misionera de Pablo, a diferencia de los
predicadores itinerantes de su época, buscaba a los pueblos más que a los individuos concretos;
por esto parece realmente singular que Pablo no haya tomado nunca en consideración a una
ciudad tan poblada y significativa como Alejandría de Egipto. Desde el principio tiene conciencia
de haber sido llamado a evangelizar a los gentiles (Gál 1,16), y esta vocación queda ratificada por
Pedro y los apóstoles

También podría gustarte