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A su casa

Macario Schettino

Finalmente, el gobierno mexicano ha aceptado sumarse a la tendencia


internacional: reducir la movilidad de las personas, y establecer algo que pueda
parecerse a una cuarentena. El sábado por la noche, el subsecretario Hugo
López-Gatell eso pidió, de manera emotiva y enfática, aunque su jefe dormitaba a
un lado, y el jefe de su jefe paseaba por la esquina noroeste del país.

Ahí tenemos el problema. El gobierno mexicano no ha querido asumir la


responsabilidad de lo que ocurre. Sin duda, la pandemia viene de China, no se
originó aquí, y sus efectos sanitarios y económicos son un imprevisto no
atribuible al gobierno. Pero la situación en que México se encontraba antes del
golpe, en ambas dimensiones, y la forma en que se ha respondido, sí son por
completo responsabilidad de López Obrador y los funcionarios que él ha
designado.

No hemos querido entender el tamaño del problema, al grado de que, cuando


puse en redes sociales los números de lo que tenemos enfrente, este sábado,
durante la conferencia de prensa de López-Gatell, recibí una andanada de
insultos. Utilizando los parámetros que el mismo subsecretario estableció, de
verdad que las cosas están complicadas.

De acuerdo con él, más o menos 70% de los mexicanos pueden infectarse, lo que
representa 85 millones de personas. De ellos, la gran mayoría no tendrá mayor
dificultad. Apenas un 15% requerirán algo de ayuda, y sólo 5% entran en etapa
crítica. Pero 5% de 85 millones son más de 4 millones de personas. Todos ellos
requerirán respirador artificial (eso es lo crítico, pues). Sólo tenemos 5 mil
respiradores en México, de forma que hay mil pacientes por cada aparato.

Precisamente por eso, hay que reducir lo más posible la necesidad del respirador,
impidiendo el contagio. En los hechos, en ninguna parte tenemos evidencia de
ese 70% de contagio, pero sí hay muchos datos de los pacientes críticos. Es
lógico, porque muchos de los infectados nunca piden la prueba, porque sus
síntomas son indistinguibles de un resfriado común. Déjeme tomar el caso de
Bérgamo, en Italia, donde un partido de futbol, de la Champions League, provocó
un contagio masivo. En esa región vive un millón de italianos; en la ciudad, 122
mil. Según datos de prensa, se contagiaron 7 mil (son los que se enfermaron lo
suficiente para pedir la prueba, y para los que hubo la misma). De ellos, han
muerto ya mil personas. Se trata de 14% de defunciones sobre los “contagiados”.

A nivel global, al momento de escribir esto, hay más de 720 mil contagiados, de
los cuales han muerto casi 34 mil personas, y están en situación crítica casi 27
mil. Es decir, un 8.4% de quienes se reportan como contagiados están en
situación crítica o han muerto ya. Éste es el problema importante: si el contagio se
dispara, no existe sistema de salud en el mundo que pueda enfrentarlo.
Precisamente por eso hay que reducir el contagio, y la única forma, frente a este
virus nuevo, es el distanciamiento. Con otros, nos sirven las vacunas o los
medicamentos. Para éste, no tenemos esas herramientas.

Pero evitar el contacto implica detener la economía, como ya sabemos. El


problema en México ha sido que el subsecretario de Salud se preocupe por esto,
que no le toca, y se olvide de lo que es importante para él: evitar el colapso
sanitario. Pero si su jefe es un anciano chocho, y el jefe de su jefe es un
irresponsable, como fue evidente el sábado, puede entenderse el desorden en
que estamos.

Ojalá hoy lunes las cosas hayan cambiado, y tengamos a un jefe de Estado a
cargo de la situación, acompañado de secretarios de Hacienda y Economía
planteando soluciones a lo que les compete, y encargados de Salud cuidando lo
suyo. Pero si no es así, usted sí cuide su salud y lo suyo: quédese en casa. Ya
buscaremos cómo resolver lo demás después.

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