TEOLOGÍA BÁSICA
1. Definición general de teología
La palabra teología está compuesta de dos vocablos griegos: Theos, Dios, y
Logos, conocimiento. Teología es conocimiento de Dios, de Quien provienen y
para Quien son todas las cosas, tal como lo entendemos bien los cristianos.
La manera en que los hombres conciben a la divinidad determina la aparición de
variados sistemas teológicos que obedecen entonces a diferentes y sendos
esfuerzos humanos para acercarse a la realidad de Dios. Precisemos los más
destacados:
1.1. Henoteísmo
Es la creencia en varios dioses coexistentes y en competencia, entre los
cuales sobresale uno a quien los individuos de una comunidad eligen y cuyo
favor buscan brindándole adoración exclusiva (por eso también algunos
llaman al henoteísmo monolatría) porque se le considera el más fuerte y
digno de todos y el más dispuesto a favorecerlos. Esta concepción de la
divinidad es muy característica de pueblos primitivos (tanto de la antigüedad
como de la actualidad) que no han superado aún (muchos de ellos nunca
lograron superarlo) un nivel de desarrollo cultural muy básico y precario,
distante aún de los niveles asociados con las llamadas civilizaciones
antiguas. Justamente debido a ello, no encontramos aquí sistemas
teológicos propiamente dichos, pues no existe en estos pueblos una
reflexión racional y sistemática alrededor de sus dioses, sino que todas
sus consideraciones de la deidad son de carácter eminentemente
práctico y utilitario.
1.2. Politeismo
Es la creencia en varios dioses debidamente organizados en una estructura
jerárquica con identidades, jurisdicciones, poderes y funciones muy
definidos. Si bien aquí también se reconoce a un dios en la cúspide de la
estructura jerárquica, no se le concibe necesariamente en permanente
oposición o competencia con los demás dioses subordinados de modo tal
que el individuo puede buscar alternativamente el favor del dios que más le
convenga en unas circunstancias determinadas, cambiando de lealtades a
través de su vida sin tener que sentirse culpable por ello o asumiendo
lealtades sostenidas hacia un dios en particular que pueden diferir sin
2
2 En realidad, el término “católico” se aplicaba a toda la iglesia desde los primeros siglos del
cristianismo, de tal modo que el término ya está incluido en el Credo Apostólico del siglo II, el más
5
tianos trinitarios, por contraste con los arrianos. Pero lo que definimos aquí como “iglesia
católica” corresponde más a la acepción actual del término que surge de la división de la iglesia
occidental ocurrida en el siglo XVI entre quienes afirman que el obispo de Roma es la máxima
autoridad de la iglesia en su condición de papa y lo siguen, y quienes critican y no reconocen ni a la
institución papal ni sus pronunciamientos contrarios a la Biblia, como lo hizo la vertiente protestante
del cristianismo a partir del siglo XVI con al advenimiento de la Reforma en cabeza de Lutero. De
esto se deduce que los protestantes tenemos una larga historia y un pasado común con los católico
romanos de hoy, pues hasta el año 1517 en que Lutero dio inicio a la Reforma con la publicación de
sus 95 tesis cuestionando y condenando el sistema penitencial de Roma, nuestro patrimonio histórico
es el mismo.
3
Se habla hoy ya de dos tipos de “catolicismo romano”. El catolicismo ilustrado en el que militan
una minoría de católicos preparados, estudiosos y conocedores de las Escrituras y que, como tales,
son críticos de muchas de las creencias y prácticas de sus propios correligionarios, en especial de
antiguo de los credos de la iglesia, en la cláusula que dice: “Creo… en la santa iglesia católica”, y
se reitera con el mismo significado en el Credo Niceno del siglo IV : Creo… en la iglesia que es una,
santa, católica y apostólica”; pero no tenía en ninguno de los dos el sentido que hoy tiene, sino que
se aplicaba a toda la iglesia en su sentido etimológico, que significa simplemente “universal”.
Durante las controversias alrededor del arrianismo, herejía que negaba la divinidad de Cristo y, en
consecuencia, también la doctrina de la Trinidad; católico llegó a designar a los cris-
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quienes forman parte o estimulan las creencias del mayoritario grupo designado como catolicismo
popular, ignorante de las Escrituras y dado a todo tipo de prácticas crédulas, supersticiosas y de
doble moral contrarias a la Biblia. 4 El sincretismo es una mezcla indiscriminada de creencias de la
más diversa y disímil procedencia, dando como resultado una cuestionable y engañosa “colcha de
retazos” en el campo religioso. Volveremos con este término en la materia Historia del Cristianismo I
de segundo semestre y en Introducción a la Teología Integral en séptimo semestre, en donde lo
examinaremos bajo el nombre que el pastor Darío Silva-Silva le ha dado a este viejo concepto,
designándolo como “mestizaje espiritual”.
orientales, dirigentes de las cuatro principales sedes eclesiásticas de
oriente), a la autoridad del Obispo de Roma o papa.
Su teología, usos litúrgicos y organización eclesiástica tiene
muchas similitudes con la católica-romana, pero también tiene
notables diferencias con ella que no pueden soslayarse y que
justifican de cualquier modo su tratamiento histórico como rama
teológica cristiana independiente de las demás. El grueso de sus
seguidores se encuentra en el este de Europa, en Rusia, y a lo largo
de la costa este del Mediterráneo, países y regiones en donde la iglesia
ortodoxa es la fe cristiana predominante, aunque muy disminuida
respecto de otras épocas por el creciente asedio y consecuente
dominio musulmán iniciado durante la edad media y consumado con
la caída de Constantinopla en poder de los turcos en 1453 d.C., evento
considerado el inicio de la llamada “Edad Moderna”. En el siglo XX
también han tenido que padecer los masivos regímenes comunistas
en la mayor parte de estos territorios.
1.4.3. Protestante evangélica
Esta es la teología que proviene de la llamada “Reforma
Protestante”, propiciada por eminentes teólogos de la propia Iglesia
Romana a partir del siglo XVI d.C., entre los que se destacan Lutero y
Calvino, quienes buscaron un regreso a las creencias y prácticas
esenciales de la iglesia cristiana primitiva, con base en este lema o
consigna no negociable para ningún cristiano protestante o
evangélico: “Sola gracia, sola fe, sola Escritura y solo Gloria de
Dios”.
En el fondo del planteamiento expresado en este lema se encuentra
un patrimonio irrenunciable del protestantismo: la llamada “libertad de
examen y de conciencia” que fomenta el acceso libre, directo y
consciente del creyente raso a las Escrituras, lo cual inevitablemente
genera de manera natural el surgimiento de variadas denominaciones
dentro del Protestantismo tales como: Luteranos, Calvinistas o
Reformados, Metodistas, Anglicanos, Episcopales, Bautistas,
Congregacionales, Presbiterianos, Pentecostales, Carismáticos, etc.,
7
cerá más adelante, las tres comparten lo que se conoce como ortodoxia cristiana a secas (numeral
1.6.), en la cual no se abordan todavía las distinciones que caracterizan a las tres ramas relacionadas
en este estudio. 6 Como se verá con algo más de detalle en el capítulo inicial de la materia de
Introducción al Pensamiento Cristiano (quinto semestre), la teología puede expresarse de diversas
maneras diferentes, pero siempre debe obedecer a un método claramente establecido para que sea
inteligible, esclarecedora y constructiva, pero sobre todo, fiel a las Sagradas Escrituras. El método
sistemático es tal vez, a nuestro modo de ver, el más adecuado para examinar e interpretar
las Sagradas Escrituras desde el punto de vista de la dogmática. En ejercicio de este método
deben identificarse, agruparse y abordarse en un orden lógico todos los temas tratados en las
Escrituras y cada tema debe analizarse procurando hallar todas las concordancias, armonizaciones
y contextualizaciones posibles en el marco de la Biblia para llegar a la conclusión correcta. Después
de todo, la misma Biblia da pie y fomenta tácitamente su estudio desde una perspectiva sistemática
e integral al hacer afirmaciones como ésta: “La suma de tus palabras es la verdad” (Sal. 119:160).
Y el apóstol Pablo salvaba así su responsabilidad apostólica magisterial: “porque sin vacilar les he
proclamado todo el propósito de Dios” (Hc. 20:27). Es por ello que hemos escogido para nuestro
programa de estudio el enfoque sistemático de la teología, decisión reforzada por el hecho de que
este método es muy afín con el movimiento integral que suscribimos y por la disponibilidad de una
ya prestigiosa y ampliamente reconocida bibliografía teológica de corte sistemático como lo son las
clásicas Teología Sistemática de Charles Hodge, o la Teología Sistemática de Chafer (ambas en dos
volúmenes), o también el enciclopédico volumen de la famosa Teología Sistemática de Berkoff (entre
otras), a las que es obligatorio acudir actualmente en cualquier estudio teológico en contexto
protestante, así no se esté del todo de acuerdo con sus autores en algunos aspectos. Pero lo que no
se puede es ignorar su universalmente reconocido trabajo.
distanciamientos entre las diversas denominaciones
protestantes y cristianas en general.
Este movimiento teológico que suscribimos plenamente
como iglesia ha sido planteado de manera muy acertada por
el pastor Darío Silva-Silva en su libro El Reto de Dios y su
metodología será estudiada a fondo en la cátedra de
Introducción a la Teología Integral contemplada en nuestro
programa de estudios. Pero como abrebocas y para ilustrar
el punto en un aspecto particular muy típico del medio
eclesiástico evangélico de nuestros días, leamos algo del
indiscutible diagnóstico llevado a cabo por el pastor Darío en
su ya aludido libro bajo el encabezado “La Raíz de las
Raíces” que da inicio al capítulo 24: “La imperiosa urgencia
de compartir el Evangelio al mayor número de personas, en
el mayor número de lugares y en el menor tiempo posible,
llevó a las denominaciones noveles a valerse de neófitos
para la obra del ministerio, en tanto las históricas se
encerraban en el academicismo y la fría liturgia, como en una
cartuja beatífica, sin irradiar hacia el exterior. Estas
menguaron, como sometidas a un proceso bonsai, y
aquéllas, crecieron desmesurada pero anormalmente, en
una especie de elefantiasis que sacrificó la calidad en aras
de la cantidad. Erudición cerrada e ignorancia abierta han
sido catastróficas por igual y constituyen fosos casi
insalvables entre las dos corrientes -la histórica y la
contemporánea- que se miran de soslayo con mutuo recelo”.
Otra forma de referirse al mismo fenómeno la encontramos
en una porción del capítulo 29 del libro bajo el título “¿Una
Iglesia Integral?” que dice así: “En términos generales la
Iglesia Evangélica se ha alineado en dos grandes estilos:
bíblico y pentecostal, y todas las denominaciones, algunas
9
Cuestionario de repaso
2. La doctrina de Dios
La auténtica experiencia cristiana de conversión establece ipso facto o de
manera inmediata en el creyente dos presuposiciones básicas firmemente
arraigadas en su corazón que son, por lo tanto, axiomáticas para todo
cristiano, aún antes de poder o pretender siquiera sustentarlas y defenderlas
racionalmente reflexionando sobre ellas desde una perspectiva apologética 4 .
Estas dos presuposiciones pueden ser formuladas así:
2.1. Dios existe
Así, sin discusión. Por eso, aunque en este punto introductorio de nuestro
estudio teológico la siguiente observación puede parecer una innecesaria
sutileza, lo cierto es que para mayor exactitud semántica y evitar equívocos
al respecto, algunos teólogos prefieren decir simplemente que Dios es y
no que Dios existe5. Por eso, no hay que entender el verbo existir referido
a Dios en el mismo sentido en que se usa para las demás criaturas que
poseen existencia. En relación con Dios lo único que se quiere dar, pues, a
entender cuando se dice que Él existe, es que Él es real y nada más y no que
existe con las mismas limitaciones y en el mismo sentido paradójico e incluso
problemático en que sus criaturas existen, con el ser humano a la cabeza de
ellas.
La Biblia en sus diferentes versiones y traducciones al español a través de
los tiempos pareciera tener en cuenta este punto, pues la NVI (y en general
todas las demás versiones y revisiones relativamente recientes), en aras de
4Ya sea que se considere una rama de la teología o una disciplina independiente y paralela o
convergente con ella, la apologética se ocupa de demostrar la credibilidad racional e histórica
de la fe cristiana, pero usualmente esto es algo en que el creyente ya convertido se involucra con
posterioridad y no con anterioridad a su conversión, para así apuntalar y defender racionalmente las
convicciones alcanzadas mediante iluminadora revelación sobrenatural llevada a cabo por el Espíritu
Santo en su interior en el acto de la conversión a Cristo, pudiendo así argumentar con ventaja delante
de los incrédulos que, al margen de su carácter sobrenaturalmente revelado, sus convicciones
cristianas son también y en gran medida racional e históricamente coherentes y sustentables.
5 Esto obedece a la etimología original del verbo existir que ha sido desempolvada y hecha de nuevo
vigente en la actualidad de la mano de la filosofía existencialista del siglo XX
12
ser más comprensible, dice así: “En realidad, sin fe es imposible agradar a
Dios, ya que cualquiera que se acerca a Dios tiene que creer que él
existe...” (Heb. 11:6 NVI), mientras que la RVR, todavía con muchos
arcaísmos, lo traduce de este modo: “Pero sin fe es imposible agradar a Dios;
porque es necesario que el que se acerca a Dios crea que le hay…” (Heb.
11:6).
Sea como fuere, el verbo “existir” es de uso masivo y popular en la cultura
hispanoparlante actual, de donde estas distinciones se justifican únicamente
en el medio académico con el propósito de profundizar en el estudio teológico
y establecer definiciones más precisas, pero no deben utilizarse para
descalificar el uso habitual del verbo existir referido a Dios.
2.2. Dios se ha revelado en Su Palabra
Para el auténtico convertido a Cristo, la Biblia viene a ser a partir de su
conversión la guía divinamente inspirada, revelada y sancionada para dirigir
la vida de todo ser humano, creyentes en particular. En virtud de la
conversión la autoridad de la Biblia como Palabra revelada de Dios
queda firmemente establecida en el corazón del creyente, aunque aún no
pueda argumentar racionalmente por qué lo cree así. Esto último solo es
posible cuando comienza a incursionar en la apologética.
Valga decir que la materia Historia de la Biblia contemplada en nuestro
programa de estudio y dictada de manera paralela a Teología Básica, brinda
argumentos apologéticos para afianzar la convicción cristiana de que Dios se
ha revelado en Su Palabra: la Biblia. Pero hay que puntualizar aquí que el
concepto de “Palabra de Dios” no está restringido a la Biblia
únicamente, puesto que en teología se considera que la Palabra de Dios
llega al hombre de tres maneras diferentes, pero siempre coincidentes:
2.2.1. La Palabra de Dios creada
El cosmos y la naturaleza se pueden considerar como la Palabra
de Dios creada. Véase para ello la recurrente expresión “Y dijo
Dios…” en el relato de la creación registrado en el primer capítulo del
Génesis como condición previa a todo acto creador particular, lo cual
nos lleva a concluir que la creación no existiría sin la necesaria
mediación de la Palabra de Dios que crea lo que dice.
2.2.2. La Palabra de Dios escrita
La Biblia se considera la Palabra escrita de Dios. En ella se
encuentra todos los contenidos o “materia prima” para la teología
sistemática. Precisemos, entonces, que la Biblia no nos provee
13
vidar que hay libros que a pesar de seguir secuencialmente el uno a continuación del otro, dando la
impresión de avanzar en una continuidad cronológica estrictamente lineal, en realidad se superponen
6Como se verá con más detalle en la materia Historia de la Biblia, el orden y agrupación de los libros
del Antiguo Testamento en las Biblias cristianas difiere del orden propio del Tanaj o Biblia judía que,
aunque tiene el mismo contenido del Antiguo Testamento que las Biblias cristianas, lo presenta en
un orden más estrictamente cronológico del que se encuentra en nuestras Biblias. Sin ol-
14
más para señalar la negación de Dios tal y como se le concibe en el marco de la religión propia. Es
así como, por ejemplo, desde la perspectiva cristiana un musulmán no sería de ningún modo alguien
a quien se le pudiera atribuir increencia, pues no niega a Dios, pero sí incredulidad, pues niega a
Dios tal y como éste se ha revelado en Jesucristo (desde su perspectiva, los musulmanes suelen
designar a los incrédulos como infieles). Lo mismo podría decirse de un judío o cualquiera que
profese una creencia religiosa diferente al cristianismo. Todos ellos son técnicamente incrédulos
desde la perspectiva cristiana, no obstante el hecho de que no nieguen a Dios. Valga decir que los
primeros cristianos fueron considerados ateos por los paganos, porque negaban y combatían a los
dioses de sus mitologías y religiones de misterio. 11 En contados casos son el producto consciente
de una traumática experiencia dentro de alguna de las diferentes tradiciones religiosas institucionales
u organizadas contra la cual se reacciona negando al Dios al que esa tradición dice representar. 12
Un diccionario común brinda escuetas y puntuales definiciones de secularismo, naturalismo,
cientificismo y positivismo, mientras se profundiza un poco más en estos conceptos y tendencias en
el transcurso del programa de estudio en otras materias que abordan estos tópicos de manera más
15
directa y no de la forma tangencial en que debe hacerse aquí. 13 Podría decirse incluso que hay ateos
prácticos que, no obstante y de manera sorprendente, profesan alguna forma de creencia en Dios.
Pero esta creencia no tiene consecuencias o implicaciones de ninguna especie en su conducta
cotidiana y no los obliga a nada. Este es tal vez el caso del deísmo, una concepción de la divinidad
resurgida y definida formalmente en la Edad Moderna de la mano del emergente racionalismo y la
ideología liberal que lo acompañó. Pero esto es tema de otras materias que serán abordadas en su
momento (Prolegómenos, Teología Contemporánea y Filosofía de la Religión). Y lamentablemente,
también el caso aberrante de cristianos profesantes (ubicados formal e indistintamente en el marco
de las tres vertientes de la cristiandad ya identificadas), que le prestan un muy flaco servicio al
cristianismo al afirmar de labios la realidad de Dios pero negarla acto seguido con sus acciones
totalmente opuestas a las creencias que profesan.
bierta o manifiesta la motivación del ateísmo práctico que fue muy
bien expresada por San Agustín cuando dijo puntualmente: “Nadie
niega a Dios, sino aquel a quien le conviene que Dios no exista”.
2.3.2. Ateísmo teórico
Los ateos teóricos son una minoría o casta más intelectual que se
levanta de entre la gran masa de ateos prácticos para tratar de ser
más consecuentes y coherentes entre la manera en que viven y lo que
creen. En otras palabras, ellos también viven como si Dios no
existiera, pero, apoyados en su intelectualidad, se esfuerzan en
fundamentar su negación práctica de Dios (es decir, su manera
de vivir) con argumentos racionales establecidos en muchos
casos de manera metódica y sistemática, sistemas teóricos. De
ahí la designación de “ateos teóricos”, que brinden soporte o les
provean excusas o pretextos para su forma de vida.
Aunque podríamos encontrar desde los mismos griegos personajes
que, desde épocas tan tempranas, podrían encajar en cierto modo en
esta categoría, el ateísmo teórico es casi un fenómeno exclusivo
de la modernidad, en la cual, como se verá en su momento con más
detalle en otras materias del programa, se pasó gradualmente del
dominante teísmo propio de la antigüedad cristiana y pagana y
también del medioevo, al deísmo ilustrado, al agnosticismo racionalista
(una especie de ateísmo tímido y vacilante que teme comprometerse
y no se pronuncia terminantemente en ningún sentido) para
desembocar finalmente en el ateísmo ideológico (o propiamente
teórico) de la modernidad que niega expresamente la existencia de
Dios y que tuvo su momento más dominante tal vez desde finales
del siglo XIX hasta algo entrada la segunda mitad del siglo XX,
pero que en la actualidad ya ha mermado significativamente en
una dirección inversa, cediendo su lugar al agnosticismo
nuevamente y a ciertas formas de deísmo apuntaladas científicamente
16
7 Entendiendo aquí por “incredulidad” lo que nosotros hemos preferido llamar “increencia”.
18
2.4. Idolatría
En realidad, si se examina con atención, en la raíz de toda incredulidad o
negación del Dios vivo y verdadero revelado en la Biblia y en Jesucristo
suele hallarse alguna forma sutil o manifiesta de idolatría. Después de
todo el gran estudioso rumano de las religiones Mircea Eliade fue
concluyente al afirmar que: “El hombre profano, lo quiera o no, conserva aún
huellas del comportamiento del hombre religioso... La mayoría de los
hombres ‘sin-religión’ se siguen comportando religiosamente, sin saberlo”. En
otras palabras, que aún los ateos profesantes siguen comportándose
religiosamente así no lo sepan o quieran aceptarlo.
Porque nos guste o no, la disyuntiva del ser humano no es creer o no
creer en Dios, ser religioso o no serlo; sino en quién o qué vamos a
creer, pues no podemos sustraernos a este impulso vital e innato, ya
sea que seamos o no conscientes de él. Y esto reduce las opciones a
dos solamente: creemos en el Dios verdadero o, al negarlo (ya sea de
forma práctica, teórica o ambas), terminamos a la postre y aún a nuestro
pesar creyendo en los ídolos o dioses falsos: “Elías se presentó ante el
pueblo y dijo: ¿Hasta cuándo van a seguir indecisos? Si el Dios verdadero es
el SEÑOR, deben seguirlo; pero si es Baal, síganlo a él” (1 R. 18:21).
El problema es que hoy por hoy los ídolos asumen formas secularizadas
mucho más ingeniosas y veladas que los ídolos palpables y con forma
humana de la antigüedad, para lograr así cautivar a los libre
pensadores, humanistas y hombres de ciencia actuales (la gran mayoría
de ellos agnósticos o ateos declarados), que con su nivel de desarrollo
cultural alcanzado presumen con aires de orgullosa autosuficiencia haber
superado y hallarse ya muy por encima de las groseras creencias idolátricas
y supersticiosas de los pueblos primitivos, sin darse cuenta que siguen
21
8Uno de los señalamientos más frecuentes en contra de la narración bíblica por parte de los no
cristianos e incluso de los cristianos liberales es que el relato del Génesis no puede justificar el hecho
de que a partir de una pareja humana la tierra se haya poblado de una manera tan rápida. Los no
cristianos piensan encontrar aquí argumentos para descalificar a la Biblia y no creer por tanto en el
cristianismo y los cristianos liberales pretenden resolver el asunto diciendo que los 3 primeros
22
(Gén. 4:17-22; 5:4, 7), hecho que unido a la gran longevidad de los patriarcas antediluvianos (ver
siguiente nota de pie de página), es razón suficiente para explicar el modo en que la tierra se pobló
rápidamente mediante una explosión demográfica producto de una actividad procreadora llevada a
cabo por cada individuo y sus correspondientes descendencias durante cientos de años en uniones
en muchos casos poligámicas y endogámicas.
capítulos del Génesis no son historia sino mito (algunos de ellos amplían el alcance de esta
afirmación para incluir los primeros 11 capítulos del Génesis). Pero lo cierto es que no se puede ser
concluyente al respecto, pues la ortodoxia cristiana puede sostener la historicidad general de
los primeros capítulos del Génesis apoyada, entre otros, en el hecho de que las genealogías
bíblicas no son exhaustivas, sino esquemáticas y representativas. Esquemáticas porque no
incluyen todas las líneas de descendencia sino únicamente aquellas que son relevantes o
determinantes en el esquema propuesto por la narración bíblica en cumplimiento de su propósito
revelador y salvador. Representativas porque los nombres incluidos en ellas representan con
suficiencia a todos los que se hayan podido omitir. Y no exhaustivas porque pueden contener
lagunas, saltos o intervalos premeditadamente omitidos en las líneas de descendencia registradas,
sin que esto obre en perjuicio de su veracidad, confiabilidad e historicidad. Dando esto por sentado
se puede sostener de manera coherente y como algo apenas natural que el mundo antediluviano se
poblara numerosa y rápidamente, en progresión geométrica, si consideramos que al margen de la
mención de los tres hijos de Adán y Eva cuyos nombres se relacionan en las genealogías bíblicas:
Caín, Abel y Set; también se dice que éstos y aquellos tuvieron además “otros hijos y otras hijas”
23
16La gran longevidad de los patriarcas antediluvianos se podría atribuir en algún grado a que los
efectos degenerativos del pecado sobre los genes de las generaciones posteriores a Adán y Eva
fueron más bien lentos y graduales de tal modo que entre más cercana fuera una generación a Adán
y Eva los efectos degenerativos del pecado sobre ella serían comparativamente menores que en las
generaciones posteriores. Pero sobre todo, siguiendo una de las hipótesis mas plausibles planteada
y defendida por la controvertida escuela cristiana designada como “creacionismo científico” fundada
por Henry Morris y John Whitcomb debido a las condiciones atmosféricas imperantes antes del
Diluvio descritas escuetamente en los versículos 5-6 de Génesis 2: “… Dios el SEÑOR todavía no
había hecho llover sobre la faz de la tierra… No obstante, salía de la tierra un manantial [La Reina
Valera dice “un vapor”] que regaba toda la superficie del suelo”; condiciones que podrían muy bien
asimilarse a una especie de subatmósfera similar al rocío de agua pulverizada generado en una gran
caída de agua como las cataratas del Iguazú u otras del mismo estilo, que ocasionaba un “efecto
invernadero” que impediría a la radiación solar penetrar directamente en la tierra, creando unas
condiciones ambientales muy favorables a la vida que evitaban el acelerado deterioro degenerativo
de la misma que comenzaría después del Diluvio.
En efecto, la Biblia parece dar cuenta de este cambio al testificar la aparición y permanencia de las
estaciones (Gén. 8:22), ya anunciadas en el relato de la creación (Gén. 1:18). Esto implicaría un
sensible cambio en las condiciones atmosféricas (ya no habría efecto invernadero) que traería co-
Enoc. Caín había estado construyendo una ciudad, a la que le
puso el nombre de su hijo Enoc” (Gen. 4:17)
2.4.1.2. Poligamia. “Lamec [descendiente directo de Caín] tuvo dos
mujeres. Una de ellas se llamaba Ada, y la otra Zila” (Gén.
4:19). Así como el pecado llegó a convertirse a partir de la
desobediencia de nuestros primeros padres en algo más bien
común y corriente entre el género humano, pero nunca al
punto de que podamos resignarnos a ello calificándolo como
algo necesariamente normal o natural; así también la
poligamia llegó a ser un pecado que, localizado por
primera vez dentro de la descendencia de Caín, se llegó a
convertir en una práctica tan recurrente y común entre los
seres humanos antediluvianos (e incluso postdiluvianos
de la era patriarcal y de los reyes durante la monarquía).
Así, con el tiempo la poligamia terminó aprobándose
como una costumbre culturalmente sancionada debido a
su generalizada ocurrencia, lo cual no significa que Dios
la haya llegado a aprobar en algún momento, ni siquiera
entre los grandes personajes del pueblo de Israel cuando ésta
tuvo lugar entre ellos, sino tan sólo a tolerarla de manera
temporal, amonestando a sus practicantes mediante
advertencias en contra de sus múltiples resultados dolorosos
e inconvenientes, pues lo dicho en el principio nunca fue
abrogado o perdió su vigencia: “Por eso el hombre deja a su
padre y a su madre, y se une a su mujer, y los dos se funden
en un solo ser” (Gén. 2:24), ratificado así en su momento por
24
10 Filón, el filósofo judío de Alejandría fue el primero en sugerir que la cita “hijos de Dios” podía
referirse a humanos, aunque no los asoció con la descendencia de Set. Cirilo de Jerusalén ofreció
un giro novedoso al identificar a los “hijos de Dios” con los descendientes de Enoc.
11 La verdad es que Set y su descendencia si fueron un pequeño reducto o remanente de piedad, fe
y devoción al Dios vivo y verdadero, pero su mérito consiste precisamente en que se mantuvo fiel y
siempre tuvo a alguien que nadara en solitario en contra de la corriente de las multitudes impías de
la civilización cainita y no fue nunca pervertido de manera definitiva, pues fue dentro de esta línea
de descendencia donde Dios encontró a personajes tan destacados como Enoc, quien “anduvo
fielmente con Dios… y como anduvo fielmente con Dios, un día desapareció porque Dios se lo llevó”
(Gén. 5:22, 24) y Noé, quien “contaba con el favor del SEÑOR” y “era un hombre justo y honrado entre
su gente. Siempre anduvo fielmente con Dios” (Gén. 6:8-9). El antecedente para estas honrosas
excepciones que lavaron en algo el masivamente corrompido honor de la humanidad antediluviana
se encuentra en esta afirmación alusiva a Set: “Adán volvió a unirse a su mujer, y ella tuvo un hijo al
que llamó Set… También Set tuvo un hijo, a quien llamó Enós. Desde entonces se comenzó a
invocar el nombre del Señor” (Gén. 4:25-26)
27
12En realidad, existen más pasajes en el Nuevo Testamento que se podrían esgrimir para reforzar
esta identificación, pero el de Judas siempre ha sido el más contundente, explícito y directo al
respecto y basta por ahora para nuestro propósito.
28
14Un libro muy respetado de la iglesia primitiva, la llamada Epístola de Bernabé incluida dentro de
un grupo de escritos designados en su conjunto como “Los Padres Apostólicos”, muy apreciados por
los estudiosos de la historia del cristianismo primitivo (se tratará de ellos con más detalle en la materia
de Introducción al Pensamiento Cristiano en quinto semestre de nuestro programa de estudio),
considera al libro de Enoc como Escritura sagrada. Tertuliano, uno de los más prominentes padres
de la iglesia primitiva, también se refería al libro de Enoc como Escritura. Y hay otros respetados
escritores, teólogos y dirigentes de la antigüedad cristiana que, sin citarlo como Escritura, citan o
aluden episodios o detalles que se conocieron por tradición, de ese libro, de manera similar a como
lo hace Judas en su epístola canónica incluida en nuestras Biblias. La única vertiente cristiana
histórica que incluyó el libro de Enoc como canónico en su momento fueron los coptos, cristianos de
Egipto y de Sudán, quienes además del libro de Enoc incluyeron también dos libros de los “Padres
Apostólicos”: La Epistola de Bernabé y la Epístola de Clemente de Roma.
30
3. Existencia de Dios
Tradicionalmente la teología cristiana ha tratado de probar la existencia de Dios
acudiendo a dos clases de argumentos: Argumentos naturales y argumentos
escriturales. Aunque la intención que se persigue es loable, el conferirle a
estos argumentos (particularmente a los naturales) la capacidad de probar
la existencia de Dios ha demostrado ser contraproducente. Por eso hoy
estos argumentos, sin haber perdido nunca vigencia, no tienen pretensiones tan
ambiciosas, sino que se siguen usando, pero con aspiraciones más modestas,
pues la teología natural o filosófica (de donde surgen los argumentos naturales),
también ha aprendido las lecciones que la historia le ha dejado cuando ha tratado
de extralimitarse en el alcance de sus conclusiones.
Si bien los argumentos naturales a favor de la existencia de Dios serán abordados
nuevamente de manera crítica y con un poco más de profundidad en las materias
de Introducción al Pensamiento Cristiano y La Religión y la Razón del programa
de estudio de Facter, vale la pena citar aquí al pastor y escritor español Antonio
Cruz en cuanto al alcance que estos argumentos tendrían hoy por hoy en orden
a establecer la existencia de Dios: “Lo primero que hay que decir es que no es
posible demostrar la existencia del Creador. Si semejante tarea pudiera
realizarse, no habría ateos en el mundo… Demostrar, lo que se dice demostrar a
Dios, de tal manera que todo el mundo quedara perfectamente convencido, es
tarea imposible de realizar, a pesar de los numerosos intentos históricos. Dicho
esto, hay que señalar de inmediato que tampoco es posible probar la
inexistencia del Creador. No se puede demostrar de forma racionalmente (sic)
que exista, pero menos todavía que no exista… Otra cosa diferente es la
cuestión acerca de si es o no racional creer… La fe no es un suicidio
32
15Es de esta pregunta fundamental de la que proceden las demás preguntas clásicas que la filosofía
ha intentado resolver a través de la historia sin acudir a la revelación y que la teología cristiana ha
respondido puntualmente desde la revelación bíblica: ¿Quienes somos? (la pregunta ontológica);
¿De dónde venimos? (la pregunta cosmológica); ¿Para dónde vamos? (la pregunta teleológica);
¿Qué debemos hacer? (la pregunta ética) y ¿Qué nos cabe esperar? (la pregunta escatológica).
34
16 De hecho la palabra cosmos significa "orden" o "correcta disposición", tal y cómo lo percibieron los
pitagóricos griegos en el universo, para quienes todo podía por lo tanto reducirse a números. 25 Más
meritorio por cuanto no podemos olvidar que la sociología fue una ciencia surgida a la sombra del
positivismo de Comte, menospreciador sistemático de la religión , y desarrollada posteriormente
en la línea del materialismo ateo de Marx; y a causa de ello ha sido por lo regular reacia a reconocer
cualquier indicio que apunte a Dios. 26 Tomamos prestada aquí la nomenclatura utilizada por los
científicos cultivadores de la llamada Teoría del diseño inteligente que postula un diseñador
inteligente como inferencia o explicación necesaria a la complejidad específica e irreducible que se
observa en las estructuras biológicas, microcósmicas y macrocósmicas del universo, haciendo la
salvedad de que los teóricos del diseño inteligente prefieren abstenerse de pronunciarse sobre la
naturaleza exacta del diseñador para mantenerse en el terreno estrictamente científico. Por lo tanto,
afirmar que el diseñador es Dios será siempre una afirmación teológica y no científica, pero no por
eso deja de ser una afirmación lógica.
35
18 Dados los puntos de contacto entre la doctrina cristiana y la filosofía platónica, desde los tiempos
del gran Agustín de Hipona hasta las postrimerías de la Edad Media (en donde encontramos a
Anselmo), la teología cristiana utilizó al platonismo como marco filosófico oficial. Pero a partir de la
escolástica y a través de Tomás de Aquino y el llamado “tomismo” el aristotelismo hizo irrupción en
la teología dando lugar a nuevas formas de expresión teológica. Sea como fuere y dado que estos
temas son materia de otras clases, lo único que es necesario señalar aquí es que para Platón y el
platonismo las ideas tenían prioridad sobre los objetos concretos. Dicho de otro modo, las
ideas eran lo verdaderamente real. Los objetos concretos eran tan sólo las “sombras” que
las ideas proyectaban ante los sentidos del hombre y eran por tanto menos reales que las
ideas innatas que se hallaban en la mente humana y que había que descubrir mediante
reflexión filosófica, sin necesidad de experimentación. Por el contrario, para Aristóteles, el
más importante discípulo de Platón, la realidad era la que podía percibirse por medio de los
sentidos, siendo las ideas simples abstracciones racionales de lo que el ser humano conocía
primero mediante su experiencia sensorial.
42
de que algo debe tener este argumento para que no pase nunca
desapercibido al baúl de los recuerdos.
Por eso, a manera de conclusión en lo que tiene que ver con éste y los
tres anteriores argumentos naturales a favor de la existencia de Dios,
vale la pena citar de nuevo a Antonio Cruz cuando, en relación con el
argumento ontológico dice los siguiente: “Si el Creador es perfecto
debe existir decía Anselmo de Canterbury en el siglo XI, puesto que la
existencia es una parte necesaria de la perfección. Es evidente que tal
afirmación no es demostrable en la práctica, pues del mero hecho de
pensar una cosa no se deduce necesariamente que tal cosa exista. A
pesar de reconocer esto, cuando se analiza desde la perspectiva
de la fe, hay que confesar que tampoco se trata de un argumento
tan descabellado como se pretende… ¿No se debe la atracción
que siempre ha ejercido la idea de Dios en el alma humana
precisamente a esa cualidad del Creador de ser lo más perfecto
que el hombre pueda pensar? ¿No se trata de una idea que
merece, aun cuando su existencia no sea demostrable, por lo
menos, un voto de confianza? Y en última instancia, ¿no será esta
confianza en la existencia de Dios la que verdaderamente
explique toda la realidad existente?... la fe confiada que anida en
todo creyente acerca de la existencia de un ser perfectísimo que
lo creó todo por amor, ¿puede ser cabalmente desmentida por
alguien?... A Dios se le acepta sin pruebas, solamente a través de
la fe y la experiencia personal, pero las múltiples evidencias
indirectas que nos proporciona este mundo contribuyen cada vez
en mayor medida a fortalecer dicha fe… [pero] No es por medio de
demostraciones racionales como se llega a la divinidad, sino
mediante un proceso interior de experiencia personal. La fe es la
experiencia de lo que no se ve, una forma de conocimiento
personal a través de la cual, y bajo la influencia de la gracia, el ser
humano se abre a la revelación de Dios en Jesucristo… a él [Dios]
no puede arribarse en el buque de la reflexión racional, sino en el
de la experiencia de fe. Por lo tanto, los argumentos de la razón
solo pueden funcionar en el seno de dicha experiencia”.
3.2. Argumentos escriturales
Se conocen con este nombre los argumentos extraídos de la Biblia, acerca
de la cual hay que decir que en ella no se somete a discusión de ningún tipo
la existencia de Dios, sino que se afirma sin ambages y sin lugar a equívocos.
Los argumentos escriturales tienen, pues, que ver más con revelarnos los
44
19De nuevo aquí las nomenclaturas de Paul Tillich para referirse a Dios muestran su utilidad.
Además de “el Ser en sí”, él identificaba a Dios como: “El fundamento del ser”, “la profundidad del
ser”, “el abismo del ser”, designaciones ontológicas que, con todo y ser muy impersonales, tienen de
cualquier modo apoyo en la Biblia, como se verá cuando nos ocupemos de los nombres bíblicos para
Dios. 30 La presencia sustentadora de Dios en su creación, la misma por la cual todo lo creado se
encuentra en Él , sería lo que se designa como inmanencia, mientras que a la acción sustentadora
y benigna de Dios a favor de su creación se le llama más bien providencia. Si bien ambas se dan
47
juntas de tal modo que no pueden separarse, la providencia es un concepto más propio del carácter
personal de Dios, por cuanto ésta no tiene que ver directamente con sus atributos, sino con su
48
voluntad. Es decir que la inmanencia es algo inherente a su ser, mientras que la providencia es algo
inherente a su voluntad.
contenerlo, dando así pie al atributo de la trascendencia que
veremos a continuación; mientras que en el segundo caso se
da la impresión de que Dios no es el continente sino el
contenido y que el continente sería, pues, la creación (todo lo
que existe), llamada entonces a abarcar y a contener a Dios y
siendo, por tanto, mayor que Dios.
La expresión más acabada, concreta, personal y universal
de la inmanencia de Dios se da en Jesucristo, también
llamado Emanuel, que significa “Dios con nosotros” (Mt.
1:23), es decir Dios al alcance inmediato y personal de todo
individuo humano sin distinción que asuma una actitud
humilde de reconocimiento de la realidad divina presente de
manera personal en Jesucristo (Col. 2:9), el Verbo o Logos
de Dios hecho hombre (Jn. 1:1, 14) , y lo invoque con fe y
arrepentimiento sinceros, confiando en su promesa previa a
su ascensión en estos términos: “… les aseguro que estaré
con ustedes siempre, hasta el fin del mundo” (Mt. 28:20),
promesa que se hace realidad en el creyente en un grado
cualitativamente superior a cualquier otra criatura de la
49
20 La santidad como atributo divino es tal vez la expresión bíblica más clara de la trascendencia de
Dios, pero por ser un atributo relativo o comunicable debemos esperar el tratamiento de estos
atributos para considerar de manera somera la relación entra la santidad y la trascendencia.
21 Recordemos que la teoría científica del “Big Bang” nos informa de hecho que aún el universo en
su totalidad, a pesar de sus dimensiones de vértigo, es no obstante limitado y finito pues posee un
tamaño y una edad cuantificable.
51
25Siempre que se habla de amor en este sentido se está evocando el amor ágape altruista,
desinteresado, sacrificado y de carácter volitivo (1 Cor. 13), y no el amor eros, que si bien puede ser
tam-
61
bién sacrificado, está movido muy frecuentemente por intereses egoístas y depende más del
sentimiento que de la voluntad. El amor eros sin la guía del amor ágape se convierte con frecuencia
en un amor patológicamente pasional, mientras que con la guía del amor ágape puede llegar a ser
un amor sanamente apasionado. Debe ser así pues el amor ágape es el amor que abarca, contiene
y perfecciona todas las demás clases de amor, incluyendo al amor eros. Esto se ampliará con más
detalle en la materia Hogar Cristiano
bremente más allá de esas determinaciones, de manera
muy imperfecta, pero de cualquier modo análoga o similar
a la forma perfecta en que lo hace Dios con nosotros.
Las facultades personales que Dios nos ha otorgado para
amar explican que los dos mandamientos que resumen la ley
y los profetas giren alrededor del amor a Dios y el amor al
prójimo (Mt. 22:36-40; Mr. 12:29-31; Lc. 10:26-28). Ningún ser
62
26Lo sagrado y lo profano es una distinción ya clásica y contrastante dentro de las ciencias de la
religión en general, como lo veremos con más profundidad en la materia El Fenómeno Religioso
70
santidad de Dios de una manera muy asequible y amena al común de los lectores, sean estos legos
o no en el asunto. Su libro La Santidad de Dios también está llamado a convertirse en un clásico
sobre el tema y la serie de conferencias en video basadas en esta obra son un complemento
magistral para el libro dadas las indiscutibles dotes de Sproul, no sólo como teólogo, sino también
como comunicador. 40 Rudolf Otto es conocido por abordar el tema de la santidad de Dios desde una
perspectiva fenomenológica y no teológica en su obra clásica, de obligada lectura para intentar
comprender el concepto de santidad, bajo el título de Lo Santo. Lo racional e irracional en la idea de
Dios. De hecho la santidad es un tema recurrente y casi obsesivo en el campo de la fenomenología
de la religión, como tendrá oportunidad de verse de manera más bien panorámica en la ya
mencionada materia de El Fenómeno Religioso contemplada en el programa de estudio. Y la obra
de Otto ha sido desde su publicación referente obligado para todos los fenomenólogos de la religión
y ha sido incluso una cantera para proveer de terminología a las ciencias de la religión,
particularmente a la fenomenología, que echa mano de algunas expresiones puntuales utilizadas por
Otto y las define para hacer de ellas expresiones técnicas en el campo de la fenomenología de la
religión.
71
Viene al caso lo dicho por Antonio Cruz: “La idea de que Dios
no puede interferir y modificar las leyes físicas del cosmos se
basa en el error de suponer que el universo está
construido únicamente sobre materia fría e impersonal.
Sin embargo, la Biblia afirma que el universo tiene una base
personal. Antes que la materia, existía la persona.” Dios, la
realidad última del universo es de carácter personal, al igual
que el ser humano y al comunicarnos su santidad Dios quiere
hacernos también conscientes de ello de tal modo que nos
levantemos por encima de los condicionamientos de la
naturaleza bruta y honremos nuestra condición personal
actuando en este mundo de una manera digna y acorde con
esa condición.
Porque la dignidad del ser humano no radica en su tamaño
físico que es ínfimo y completamente insignificante en relación
con el universo en el cual fue colocado, sino en su condición
personal que hace que a pesar de su indiscutible pequeñez
física haya, sin embargo, sido creado por Dios como el centro
de su creación material. No ya como el centro físico del
universo, sino como el centro de su sentido y significado.
De aquí derivan incluso convicciones que sobrepasan el
marco religioso y encuentran expresión universal en el ámbito
secular, como aquella que afirma que “la vida humana es
sagrada”, consagrada en el derecho positivo de todas las
culturas por medio de las severas sanciones penales sobre
cualquiera que comete homicidio o asesinato. Pero ya se
ampliará este tema en la materia de Fundamentos de la Fe
cuando veamos la doctrina del hombre.
Cuestionario de repaso
1. ¿De qué modo ha tratado tradicionalmente la teología cristiana de probar o por
lo menos de fundamentar con suficiencia la existencia de Dios?
2. Relacione y defina brevemente los argumentos naturales a favor de la existencia
de Dios
3. De los argumentos naturales a favor de la existencia de Dios ¿Cuáles son a priori
y cuales a posteriori y qué significa esto?
4. ¿Cómo o con que argumentos deja constancia la Biblia de la existencia de Dios?
72
29 Aproximadamente 2.310 veces de las 2.570 ocasiones en que se utiliza el término “elohim” en el
Antiguo Testamento éste se refiere a Dios, es decir, la abrumadora mayoría de las veces. 42 La
Biblia de Jerusalén lo traduce igual que la Nueva Versión Internacional, pero en el comentario a
este versículo dice: “El autor piensa en los seres misteriosos que forman la corte de Yahveh… los
«ángeles» del griego y de la Vulgata…”. La Nueva Versión Internacional es más escueta en su
comentario de pie de página, pero sigue la misma línea de la Biblia de Jerusalén, indicando una
traducción alterna así: “Los ángeles o los seres celestiales”.
30 Recordar lo ya establecido en el sentido de que la expresión “hijos de Dios” en el Antiguo
Testamento está reservada a los ángeles, y no a los creyentes de manera individual, como en el
Nuevo Testamento.
31 De hecho, en éste y otros pasajes similares en donde se utiliza “elohim” (ver también Éxo. 21:6;
22:8) la Biblia de Jerusalén prefiere traducir “ante Dios” y no “ante los jueces”, y aún la Nueva
Versión Internacional, que en los tres casos prefiere “ante los jueces” señala sin embargo en el pie
de página de los tres pasajes que una traducción alterna sería “ante Dios”. Lo mismo sucede en 1
Samuel 2:25, en donde la Biblia de Jerusalén y la Nueva Versión Internacional traducen “Dios”,
donde la Reina Valera Revisada prefiere traducir “jueces”. En el caso del salmo 58:1 la Nueva Ver-
76
sión Internacional coloca “gobernantes” donde la Biblia de Jerusalén prefiere “dioses” y en el salmo
138:1 tanto la Nueva Versión Internacional como la Reina Valera Revisada optan por “dioses” en
contraste con la Biblia de Jerusalén que se inclina por “ángeles”. Pero esta ambigüedad en la
traducción de “elohim” está restringida a estos pocos pasajes. En el resto de ocasiones en que se
utiliza en el Antiguo Testamento, el contexto es lo suficientemente claro para que el sentido y la
traducción de la palabra sea unánime entre las diferentes versiones y traducciones de la Biblia. 45 En
el Nuevo Testamento el Señor Jesucristo cita este pasaje dirigiéndose a los líderes religiosos del
pueblo que se oponían a Él, para confundirlos al señalarles su inconsecuencia, pues estaban
dispuestos a aceptar la designación de “elohim” para ellos mismos tal como ésta aparece en el
hebreo del Antiguo Testamento atribuida a los líderes mortales del pueblo, pero le negaban a Cristo,
verdadero Dios, la misma atribución, escandalizándose y acusándolo de blasfemia cuando daba
a entender que Él era el Hijo de Dios: “ No te apedreamos por ninguna de ellas sino por blasfemia;
porque tú, siendo hombre, te haces pasar por Dios.
¿Y acaso respondió Jesús no está escrito en su ley: "Yo he dicho que ustedes son dioses"
? Si Dios llamó "dioses" a aquellos para quienes vino la palabra (y la Escritura no puede ser
quebrantada), ¿por qué acusan de blasfemia a quien el Padre apartó para sí y envió al mundo? ¿Tan
sólo porque dijo: "Yo soy el Hijo de Dios" ? Si no hago las obras de mi Padre, no me crean. Pero si
77
las hago, aunque no me crean a mí, crean a mis obras, para que sepan y entiendan que el Padre
está en mí, y que yo estoy en el Padre” (Jn. 10:33-38).
“ No tendrías ningún poder sobre mí si no se te hubiera dado de arriba…”
(Jn. 19:11).
Por último, dados estos usos de la palabra “elohim” en el Antiguo Testamento
como título y no como nombre propio de Dios, es de esperar que en algunos
pasajes si se refiera expresamente a los dioses de los pueblos paganos
que conducen a la idolatría condenada en las Escrituras de principio a
fin, y no sólo a los ángeles de manera vaga (sin distinguir entre ángeles de
Dios y ángeles caídos o demonios), o a los jueces o gobernantes del pueblo.
En muchos de estos casos la expresión hebrea es
“elohim ajerim”, es decir “dioses extraños”. Pero no debe verse en estos
pasajes una concesión al politeísmo pagano, sino simplemente una
advertencia que tiene en cuenta el hecho ya registrado previamente de que
los demonios o ángeles caídos suelen promover la idolatría para camuflarse
en las deidades paganas y recibir así el culto y la adoración de los pueblos
correspondientes.
Ya el apóstol Pablo lo señalaba bien en sus epístolas, quien a pesar de
desestimar por completo a los ídolos como nada (1 Cor. 8:4-6), dice un poco
después: “Por tanto, mis queridos hermanos, huyan de la idolatría… ¿Qué
quiero decir con esta comparación? ¿Qué el sacrificio que los gentiles
ofrecen a los ídolos sea algo, o que el ídolo mismo sea algo? No, sino que
cuando ellos ofrecen sacrificios, lo hacen para los demonios, no para Dios, y
no quiero que ustedes entren en comunión con los demonios” (1 Cor. 10:14,
19-20). Después de todo, el mismo apóstol nos revela que “… Satanás mismo
se disfraza de ángel de luz” (2 Cor. 11:14).
Así, pues, los ángeles, incluyendo entre ellos a los demonios , son “elohim”
en el sentido de que les ha sido comisionada autoridad y aún los ángeles que
no guardaron su dignidad o posición original (ángeles caídos o demonios),
continúan recibiendo ese nombre debido al papel que les ha sido asignado y
que nunca fue revocado por Dios, ante quien tendrán que dar cuenta. En
palabras de D. A. Hayyim: “… los ‘principados y potestades’ de las tinieblas
tiene poder para hacer daño, para hacer el mal, y aún así son llamados
‘elohim’, no en el sentido de que sean dioses verdaderos, no en el sentido de
que sean divinos, sino en el sentido de que tienen poder o han sido investidos
con cierta autoridad”.
Poder y autoridad que nunca han perdido del todo a pesar del mal uso que
han hecho de ambos y que justifica que sigan siendo llamados “elohim”. No
78
4.3. El Elyon
“Y Melquisedec, rey de Salén y sacerdote del Dios altísimo, le ofreció pan
y vino” (Gén. 14:18). Este nombre divino se traduce como “el Altísimo” a
partir de este pasaje del Génesis en donde aparece por primera vez. El hecho
de que la revelación de este nombre esté asociada al enigmático personaje
de Melquisedec, a quien étnicamente habría que catalogar como un gentil32,
ha llevado a algunos estudiosos a afirmar que con este nombre se quiere
señalar el derecho de propiedad divina, no sólo sobre su pueblo escogido,
sino también sobre toda la raza humana y la creación en general (los
cielos y la tierra), como parece reconocerlo Abram al dar a Melquisedec los
diezmos de todo y declarar, acto seguido, lo siguiente: “Pero Abram le
contestó: —He jurado por el SEÑOR, el Dios altísimo, creador del cielo y de
la tierra, que no tomaré nada de lo que es tuyo, ni siquiera un hilo ni la correa
de una sandalia…” (Gén. 14:22).
De hecho la Biblia apela a la propiedad de Dios sobre todo lo que existe para
justificar su prerrogativa y su derecho a repartir la tierra, no solo entre su
pueblo, sino también entre todas las naciones gentiles. Y lo hace de nuevo
apelando al nombre El Elyon: “Cuando el Altísimo dio su herencia a las
naciones, cuando dividió a toda la humanidad, les puso límites a los pueblos
según el número de los hijos de Israel” (Dt. 32:8 cf. Hc. 17:26).
Parece ser, entonces, que el nombre El Elyon trasciende al pueblo de Israel
e incluye de algún modo su revelación a los gentiles; revelación siempre
insuficiente en orden a la salvación pero que anticipa y anuncia de forma
velada la universalidad del evangelio de Cristo, descrito por el apóstol como:
“… poder de Dios para la salvación de todos los que creen: de los judíos
primeramente, pero también de los gentiles” (Rom. 1:16).
Como confirmación de lo anterior puede citarse al profeta Daniel, quien al
dirigirse a los babilónicos, un pueblo gentil o pagano, recurre insistentemente
al nombre El Elyon para instarlos a: “… que todos los vivientes reconozcan
que el Dios Altísimo es el soberano de todos los reinos humanos, y que se
32 Es decir, como alguien que no desciende de Abraham y no pertenece, por lo tanto, al pueblo
escogido por Dios en el Antiguo Testamento: los hebreos, israelitas o judíos. Valga decir que el
sacerdocio de Melquisedec tipifica el futuro sacerdocio perfecto, incluyente y universal de Cristo que
trasciende el estrecho ámbito de la nación hebrea con su posterior establecimiento del imperfecto,
excluyente y restringido sacerdocio aarónico, inferior desde todo punto de vista al sacerdocio de
Cristo, tal como se nos revela con suficiencia en el salmo 110 y en la epístola de los Hebreos en el
Nuevo Testamento. Por eso no es descabellado pensar que el enigmático Melquisedec, más que
tipificar meramente el futuro sacerdocio perfecto de Cristo, pueda ser incluso una prefiguración o
aparición previa del Cristo preexistente antes de encarnarse como hombre en el vientre de la virgen
María.
82
los entrega a quien él quiere, y hasta pone sobre ellos al más humilde de los
hombres” (Dn. 4:17), idea reiterada en los mismos términos en el versículo
25 y 32-35 del mismo capítulo, así como en el capítulo 5 desde el versículo
18 al 21. Por otra parte, la trascendencia de Dios se expresa aquí
nuevamente a través de este nombre que apela a la altura o a la estatura
para señalar que Dios se encuentra por encima de todo,
trascendiéndolo siempre.
4.4. Adonai
Hemos visto que en la Nueva Versión Internacional, siempre que aparece el
nombre hebreo de Dios conocido como “tetragrámaton” no se traduce sino
que se sustituye por el término castellano “SEÑOR”33, razón por la cual en esta
traducción de la Biblia al español el nombre hebreo Adonai, cuya
traducción literal al español sí es “Señor” , da la impresión de aparecer
muy temprano en el relato bíblico, cuando lo cierto es que en el hebreo éste
nombre no aparece hasta Génesis 15:2 “Dijo Abram: «Mi Señor [Adonai]
Yahveh, ¿qué me vas a dar, si me voy sin hijos…?” (BJ).
Por lo tanto, sólo es a partir de este momento que comienza a atribuirse este
nombre a Dios y no antes. En relación con “Adonai” hay que decir también
que, de manera similar a “elohim”, este nombre se aplica en el Antiguo
Testamento tanto a la deidad (la gran mayoría de las veces) como al ser
humano (muy ocasionalmente). Por eso, en las traducciones al español
este nombre se escribe con mayúscula si se aplica a Dios, para
distinguirlo de sus aplicaciones al ser humano, en cuyo caso más que
“señor” (con minúscula), significa “amo” (Gén. 24:9-10, 11), o “esposo”
(Gén. 18:12).
Este nombre tiene también sus propias dificultades derivadas del hecho de
que en hebreo existe otro nombre que significa “señor” pero que parece
reservarse a los ídolos de las naciones paganas que rodeaban a Israel. Este
nombre es “Baal”, que no se traduce sino que únicamente se translitera al
español. Parece ser que debido a que en principio tanto “Adonai” como “Baal”
significaban lo mismo, los judíos llegaron a atribuir ambos nombres de
manera indistinta a Dios generando confusión en el culto debido a Él,
33Sin embargo, es necesario decir que la Nueva Versión Internacional establece con claridad que
cuando aparece “SEÑOR” en letras versales se le está indicando con ello al lector que allí no ha
habido en realidad traducción sino sustitución del nombre hebreo YHWH, mientras que cuando
aparece el nombre “Señor” en letra normal (Isa. 6:1), se indica que allí si se está traduciendo de
manera literal al español el nombre hebreo ADONAI. El mejor y más gráfico ejemplo de ambos usos
se encuentra en el salmo 110 en donde leemos en el primer versículo lo siguiente: “Así dijo el SEÑOR
[YHWH] a mi Señor [Adonai]...” (Sal. 110:1)
83
que: “»En aquel día afirma el SEÑOR , ya no me llamarás: ‘mi señor’ [baal],
sino que me dirás: ‘esposo mío’. Te quitaré de tus labios el nombre de tus
falsos dioses [baales], y nunca más volverás a invocarlos” (Ose. 2:16-17).
Así se expresa al respecto D. F. Payne, experto en estudios semíticos:
“Yahvéh era ‘amo’ y ‘esposo’ para Israel, y por lo tanto lo llamaban ‘Baal’, con
toda inocencia; pero naturalmente esta práctica condujo a una confusión del
culto a Yahvéh con los rituales para los baales, y llegó el momento en que se
hizo necesario designar a Dios con algún título diferente…”. De cualquier
modo, en el desarrollo de la revelación a lo largo del Antiguo Testamento
queda claro que “baal” está reservado a los “señores” o dioses
paganos de los pueblos idólatras que rodeaban a Israel, mientras que
“Adonai” está reservado al único Señor verdadero.
Ahora bien, ¿en qué aspecto del carácter de Dios y de la relación del creyente
con Él recae el peso del nombre Adonai? La respuesta es: en el derecho de
Dios a exigir obediencia y el deber del creyente de brindársela. Dios es el
Señor por excelencia y por tanto debe ser obedecido de manera
absoluta. El uso cortés y habitual del término “señor” o “señora” en el español
(y en otros idiomas también), para dirigirse a una gran variedad de personas
en el marco de los convencionalismos sociales que apelan a la urbanidad y
las buenas maneras, nos ha hecho perder de vista esta obvia y primaria
connotación del término que era muy clara en la antigüedad.
Pero esta connotación aún se conserva de manera más bien excepcional en
algunos contextos hispano parlantes, por medio de la aún vigente exigencia
que los padres hacen a sus hijos de dirigirse a ellos como “señor” o “señora”
cuando responden a sus llamados o requerimientos, o también cuando
asienten a sus instrucciones (“Si señor”, “si señora”), en señal de que les
deben obediencia a sus padres. Por eso es que el Señor Jesucristo subraya
el evidente contrasentido de llamarlo “Señor” (del griego Kyrios o Kúrios,
equivalente del hebreo Adonai), sin brindarle al mismo tiempo la debida
obediencia: “»¿Por qué me llaman ustedes "Señor, Señor" , y no hacen lo
84
35Otras versiones, como la Biblia de Jerusalén y la Reina Valera Revisada, coinciden al traducir aquí
de este modo: “Yahveh, justicia nuestra” (BJ) y “Jehová, justicia nuestra” (RVR)
92
5. La Santísima Trinidad
La doctrina de la Trinidad es una de las doctrinas más fundamentales para
definir la ortodoxia o doctrina correcta de una iglesia cristiana. En la materia
Historia del Cristianismo I, de segundo semestre, se verá como éste fue tal vez
el tema doctrinal más distintivo y debatido en el cristianismo primitivo, una vez
surgieron las primeras herejías que dieron lugar a su vez a las discusiones
teológicas que llevaron a los padres o primeros apologistas y teólogos cristianos
de renombre a definir y formular metódica, sistemática y oficialmente el dogma
cristiano esencial, plasmado de manera sintética en los ya aludidos tres Credos
de la Iglesia Primitiva, sobresaliendo entre todos los temas abordados en ellos la
doctrina de la Trinidad y la doctrina de Cristo, ambas, por supuesto,
íntimamente relacionadas e interdependientes.
Ahora bien, existen, de entrada, dos circunstancias formales que obran en
perjuicio del correcto entendimiento de la doctrina de la Trinidad y de donde
se surten de munición los detractores de esta doctrina para tratar de impugnarla
5.1. Irracionalidad e incoherencia lógica
Para muchos la doctrina de la Trinidad es irracional, o dicho de manera más
exacta: ilógica o incoherente y hace ininteligible a Dios, tal como éste se
revela en la Biblia y en Jesucristo. El judaísmo y el islamismo, con su
monoteísmo rígido y supuestamente más puro, son una de las fuentes de
estos ataques, aunque las actitudes cerradamente racionalistas también han
93
36 Hacemos esta claridad porque el modalismo ‒nombre que recibe una herejía que niega la
Trinidad‒ afirma que Padre, Hijo y Espíritu Santo son únicamente diferentes modos alternos en que
Dios se manifiesta al hombre y para ilustrar su punto de vista utiliza el mismo ejemplo que utilizamos
aquí para ilustrar, en nuestro caso, la ley lógica de no contradicción. Porque este ejemplo es válido
para ilustrar esta ley, pero es equivocado como analogía de la Trinidad, como lo pretenden los
modalistas.
95
39 Valga decir que el primero en utilizar un nombre para el concepto evocado hoy con la palabra
“Trinidad” fue el obispo Teófilo de Antioquia quien en su obra apologética conocida como “Los Tres
libros a Autólico” utiliza la palabra griega Trias (que se traduciría en algo así como “Triada“) para
referirse a Dios. Pero por ser ésta una palabra de origen griego que al traducirse no es muy clara,
puesto que las “triadas” de divinidades también se encuentran en muchas religiones paganas y la
doctrina cristiana de la Trinidad es tan singular que tiene poco o nada en común con las triadas de
las mitologías antiguas; la tradición occidental latina considera más bien a Tertuliano de Cartago
como el primero en emplear y acuñar en el idioma latín la palabra “Trinidad” en su obra apologética
“Contra Práxeas”, palabra que desde entonces es aceptada como expresión técnica y definitiva en
el campo de la teología cristiana para referirse a esta doctrina fundamental.
97
Como quiera que sea y aún descartando a “Adonai” como una alusión
velada a la pluralidad evocada por la doctrina de la Trinidad; el
nombre “Elohim” no se puede descartar como tal por las razones
ya mencionadas cuando se trató este nombre. Esto es que este
nombre, a pesar de ser plural, cuando se refiere a Dios incluye
indefectiblemente en el complemento de la frase la conjugación
del verbo en singular, lo cual equivale a una premeditada, inspirada,
y no propiamente equivocada , construcción gramatical del siguiente
estilo: “Dioses hace”, “Dioses dice”, construcción verbal que
indicaría que, de algún modo, el sujeto es en realidad uno solo a
pesar de que el sustantivo con el que se le identifica sea plural, o
lo que es lo mismo, que a pesar de que el verbo indique que quien
99
40 Citar el Shema judío para sustentar la doctrina de la Trinidad no deja de ser algo tan audaz como
lo sería que en un juicio el abogado defensor apele al principal testigo del fiscal o del abogado de la
contraparte para ganar el caso.
102
41A partir de este momento Jacob comenzó a llamarse Israel que significa nada más y nada menos
que “él lucha con Dios” (Gén. 32:28), dando así a entender que el oponente de Jacob era, en
realidad, Dios mismo.
106
42La palabra “ángel”, del hebreo mal’ach y el griego angelos, significa de manera primaria y llana
“mensajero”.
107
43Hay incluso versiones como la Biblia en Lenguaje Actual y la paráfrasis “La Biblia al Día” que se
toman la libertad de traducir el saludo de Abraham en plural: “Señores” para hacer corresponder el
saludo con la pluralidad de visitantes que el texto identifica en número de tres. Libertad que, en
estricto rigor, no deja de ser cuestionable si se trata de salvaguardar la fidelidad e integridad del
texto bíblico al traducirlo a otros idiomas. 58 Término técnico que en teología se utiliza para referirse
a una manifestación visible y corpórea de Dios antes de la encarnación de Cristo.
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44 Reciben el nombre de “mesiánicos” los pasajes del Antiguo Testamento que se refieren
proféticamente a Cristo, anunciando de manera anticipada algún aspecto de su persona u obra que
tuvo cumplimiento literal durante su paso histórico por este mundo, rango de tiempo comprendido
entre su encarnación y ascensión.
45 Y no meramente sicológico, como sucede en algunas patologías del ser humano tales como el
junto con el Espíritu de Dios, en evocaciones que apuntan ya de cierto modo a la doctrina de la
Trinidad.
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46Fórmulas de alabanza a Dios que sugieren o expresan aspectos de la Trinidad y que se fueron
incorporando formalmente en las liturgias oficiales de la iglesia cristiana.
47Una de las principales corrientes del esoterismo judío constituida por una tradición oral que
pretende explicar y fijar el sentido de la Sagrada Escritura
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50 Recordamos aquí, de nuevo, esta fórmula: “Padre, Hijo y Espíritu Santo. Tres personas
diferentes, un solo Dios verdadero”. La única declaración en este sentido en el Nuevo Testamento
es el versículo conocido como “la coma juanina” que reza así: “Tres son los que dan testimonio en
el cielo: el Padre, el Verbo y el Espíritu Santo, y estos tres son uno…” (1 Jn. 5:7), pero ya está
establecido y es cada vez más comúnmente aceptado que este versículo no formaba parte de los
originales, sino que fue una piadosa pero no muy afortunada interpolación añadida por cristianos de
posteriores generaciones que creyeron, de este modo, estarle prestando un buen servicio al
cristianismo, al dejar establecida sin lugar a discusión la doctrina de la Trinidad en el Nuevo
Testamento, pasando por alto la solemne advertencia consignada por el mismo apóstol Juan en el
libro del Apocalipsis: “A todo el que escuche las palabras del mensaje profético de este libro le
advierto esto: Si alguno le añade algo, Dios le añadirá a él las plagas descritas en este libro” (Apo.
22:18). Sea como fuere, este versículo ajeno a los originales no es necesario para dejar establecida
firmemente la doctrina de la Trinidad en el Nuevo Testamento, como esperamos demostrarlo a
continuación.
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51Recordemos lo ya dicho en cuanto a que el nombre “Señor”, del hebreo Adonai, es un nombre
propio exclusivo de Dios.
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52 No por nada los creyentes recibimos a partir del Nuevo Testamento el nombre de “cristianos”,
indicando así la centralidad que Cristo tiene en nuestra fe como Aquel que, justamente, nos revela
al Padre. El cristiano debe ser, de manera obvia, cristocéntrico. Y aunque el papel del Espíritu Santo
es también fundamental en todo este cuadro, éste no necesita estar en la primera línea visual cuando
el Padre y el Hijo también lo están, sino que puede desempeñar sus, de cualquier modo, divinas
funciones permaneciendo tras bambalinas, permitiendo e incluso fomentando que, en la economía
divina, el crédito mayor sea para el Padre y el Hijo siempre que así sea conveniente o necesario.
Esto explicaría también por que las doxologías asocian frecuentemente al Padre y a su Hijo
Jesucristo, pero no al Espíritu Santo con ellos. Aunque también hay que decir que, así como Dios
Padre y Jesucristo, su Hijo, se encuentran asociados entre sí en plano de igualdad en un significativo
número de versículos; también Jesucristo y el Espíritu Santo lo están en otro tanto número de
versículos. El número se reduce ostensiblemente únicamente cuando se trata de mencionarlos a los
tres en el mismo contexto, pero aún así los pasajes que lo hacen, son suficientes para reafirmar la
doctrina de la Trinidad.
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53Aunque hay que decir que, a pesar del silencio bíblico al respecto, la teología no ha dejado nunca
de especular sobre el particular.
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puedan existir entre Dios y los seres humanos, de cualquier modo Dios
no se nos revelaría como Padre e Hijo contraviniendo con estos
nombres lo que la experiencia y el sentido común de la
humanidad nos indican en primera instancia a través de estos
nombres.
Recordemos lo ya dicho en cuanto a que la doctrina de la Trinidad no
es irracional sino suprarracional. Es así como, si el Hijo fuera el que
tuviera la prioridad sobre el Padre en el seno de la divinidad habría que
sostener que, más que revelarse con estos nombres a nosotros de una
manera satisfactoriamente inteligible, lo que Dios estaría buscando
sería confundirnos, algo inadmisible y completamente contrario a su
carácter. Además, la forma en que la Biblia se refiere al Padre y al Hijo
muestra a las claras que el Padre tiene la prioridad sobre el Hijo.
Ahora bien, en términos humanos la prioridad de un padre sobre su
hijo abarca tres aspectos diferentes a saber: El aspecto
cronológico por el cual asignamos al padre una anterioridad
cronológica en relación con su hijo. Los padres anteceden, pues, a sus
hijos en el tiempo. La experiencia nos muestra siempre que un padre
debe haber comenzado a existir antes que su hijo para que sea posible
la relación padre/hijo entre ambos.
En segundo lugar tenemos el aspecto jerárquico por el cual un padre
tiene habitualmente la autoridad sobre su hijo, por lo menos durante
los primeros años de su vida. Y por último, basado en los dos
anteriores, el aspecto meramente lógico/semántico implícito en el
mismo significado de las palabras “padre” e “hijo” que nos indica
siempre, de manera inmediata e intuitiva, la prioridad que un padre
debe tener sobre su hijo para que se justifique siquiera designarlos
como padre e hijo.
Una vez establecidos estos tres aspectos de la prioridad de un padre
sobre su hijo, hemos de decir que la prioridad del Padre sobre el
Hijo en el contexto de la Trinidad es únicamente prioridad
lógico/semántica, pero no cronológica ni jerárquica. Cuando
hablamos entonces de la prioridad del Padre sobre el Hijo no estamos
dando a entender que el Padre es anterior al Hijo en el tiempo ni
tampoco que es per se jerárquicamente superior a Él, puesto que
al compartir la misma y eterna esencia divina, ambos son Dios y es
absurdo pensar que Dios (Padre) sea anterior en el tiempo a Dios
(Hijo) o que Dios (Padre) sea jerárquicamente superior a Dios
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(Hijo)54.
(Mt. 1:20)55; “ El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y el poder del Altí-
simo te cubrirá con su sombra. Así que al santo niño que va a nacer lo
llamaran Hijo de Dios” (Lc. 1:35).
Y ya que nos hemos referido al Espíritu Santo, la tercera persona de
la Trinidad71, la teología también ha reservado un verbo para referirse
a Él con exclusividad. Este verbo es “proceder”. El Espíritu Santo es,
pues, el procedente o el que procede. En consecuencia, Él no es ni
el engendrado ni el que engendra, sino el procedente. Toda la
tradición cristiana está de acuerdo en la doctrina de “la procesión del
Espíritu Santo”, a secas. Pero hay diferencias entre la teología católica
y protestante de occidente y la teología ortodoxa oriental en cuanto a
identificar de quién procede el Espíritu Santo.
La tradición occidental afirma que: “procede del Padre y del Hijo”. La
tradición oriental dice que únicamente: “procede del Padre”. Por tanto,
el Credo Niceno varía en este ítem en Oriente y en Occidente y, como
se verá en la materia de Historia del Cristianismo, este añadido al
Credo, llamado técnicamente “el filioque” , por parte de la Iglesia
Occidental, fue el que hizo las veces de pretexto o “Florero de
Llorente”72 para la ruptura definitiva entre la Iglesia de Occidente y la
Iglesia de Oriente en el año 1054 d.C.
Ahora bien, bíblicamente la procedencia del Espíritu Santo está
fundamentada en Juan 15:26: “»Cuando venga el Consolador, que yo
les enviaré de parte del Padre, el Espíritu de verdad que procede
del Padre, él testificará acerca de mí” (Jn. 15:26). Sin embargo es aquí
donde vemos también que la procedencia puede ser comparti-
55Las diferentes versiones varían en la traducción al español de Mateo 1:20 y algunas, como la
Reina Valera Revisada y la Biblia de Jerusalén, utilizan aquí el participio del verbo engendrar para
referirse a la concepción virginal de Cristo, desconociendo a la tradición teológica plasmada en los
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personas de la Trinidad como Primera (el Padre), Segunda (el Hijo) y Tercera (el Espíritu Santo), no
implica tampoco prioridad cronológica ni jerárquica de la una sobre la otra, sino tan sólo
lógico/semántica. 72 Expresión muy conocida en Colombia para referirse al episodio aparentemente
irrelevante de la historia nacional que, a pesar de su presunta intrascendencia, fue sin embargo el
detonante que dio inicio formal a la gesta de independencia que concluyó con la emancipación del
dominio político de España sobre sus territorios, adquiriendo así la soberanía nacional.
da, puesto que no sólo procede del Padre, sino que Cristo, el Hijo, dice
que él también participa en ello al enviarlo.
Llama la atención que mientras aquí se afirma que es Cristo quien lo
envía de parte del Padre, en Juan 14:26 se dice que es el Padre quien
lo envía en el nombre de Cristo. La iniciativa de ambos, Padre e Hijo,
en el envío del Espíritu Santo parece evidente. Cristo es quien pide al
Padre que lo envíe (Jn. 14:16), al tiempo que afirma ser quien lo envía
(Jn. 16:7). Así, pues, aunque en estricto rigor, la procedencia se afirma
del Espíritu Santo únicamente respecto del Padre en las Escrituras, no
es, pues, del todo infundado atribuirla al Hijo también, como se hace
en Occidente.
Sin embargo, no es conveniente detenerse en esta discusión algo
bizantina y perder de vista que toda la cristiandad está de cualquier
modo de acuerdo en afirmar la procedencia del Espíritu Santo,
independiente si se la refiere al Padre únicamente o al Padre y al Hijo
de una manera compartida en la unidad que ambos ostentan. En
síntesis, en lo que tiene que ver con la Trinidad ontológica,
debemos suscribir lo dicho en el Credo Atanasiano: “El Padre,
por nadie fue hecho ni creado ni engendrado. El Hijo fue por solo
el Padre, no hecho ni creado, sino engendrado. El Espíritu Santo,
del Padre y del Hijo, no fue hecho ni creado, sino que procede”.
O como lo expresa con algo más de detalle el teólogo Charles Ryrie:
“(1) El Padre engendra al Hijo y Él es de quien el Espíritu Santo
procede, aunque el Padre ni es engendrado ni tampoco procede de
nadie. (2) El Hijo es engendrado y Él es de quien el Espíritu Santo
procede, pero él ni engendra ni procede. (3) El Espíritu Santo procede
de ambos, del Padre y del Hijo, pero Él ni engendra ni de Él procede
alguno.”
5.5.2. Trinidad económica o administrativa
Este aspecto de la Trinidad tiene que ver con la manera en que Dios
opera hacia fuera de sí mismo (ad extra), es decir, la manera en que
se relaciona con sus criaturas y su creación en general. En otras
palabras, tiene que ver con su plan de acción y las variadas
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56 Durante la escolástica medieval cobró gran importancia la llamada “analogía entis” (analogía del
ser) para tratar de explicar los temas trascendentales de la fe, relegando en buena medida a la
“analogía fidei” (analogía de la fe) en la interpretación y comprensión de los temas revelados en las
Escrituras. La “analogía entis” le da demasiada importancia a la razón, buscando correspondencias
para los temas escriturales en el lenguaje y el mundo natural, en vez de en la Biblia misma. El
catolicismo le ha dado mayor relevancia a la “analogía entis” que el protestantismo, que sin
desecharla necesariamente, suele mirarla con sospecha en el mejor de los casos, privilegiando
entonces a la “analogía fidei” que afirma que para comprender los temas bíblicos no hay que salir de
la Biblia misma, pues ella es su propio intérprete.
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conoce a Dios, porque Dios es amor. Así manifestó Dios su amor entre
nosotros: en que envió a su Hijo unigénito al mundo para que vivamos por
medio de él. En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a
Dios, sino en que él nos amó y envió a su Hijo para que fuera ofrecido como
sacrificio por el perdón de nuestros pecados. Queridos hermanos, ya que Dios
nos ha amado así, también nosotros debemos amarnos los unos a los otros.
Nadie ha visto jamás a Dios, pero si nos amamos los unos a los otros, Dios
permanece entre nosotros, y entre nosotros su amor se ha manifestado
plenamente. ¿Cómo sabemos que permanecemos en él, y que él permanece en
nosotros? Porque nos ha dado de su Espíritu. Y nosotros hemos visto y
declaramos que el Padre envió a su Hijo para ser el Salvador del mundo. Si
alguien reconoce que Jesús es el Hijo de Dios, Dios permanece en él, y él en
Dios. Y nosotros hemos llegado a saber y creer que Dios nos ama. Dios es
amor. El que permanece en amor, permanece en Dios, y Dios en él…
Nosotros amamos a Dios porque él nos amó primero. Si alguien afirma: «Yo
amo a Dios», pero odia a su hermano, es un mentiroso; pues el que no ama a su
hermano, a quien ha visto, no puede amar a Dios, a quien no ha visto. Y él nos
ha dado este mandamiento: el que ama a Dios, ame también a su hermano” (1
Jn. 4:7-17, 19-21).
Así, pues, si el cristiano ama de verdad, está experimentando en carne
propia el misterio de la Trinidad divina, así no esté aún en condiciones de
formular su creencia trinitaria de manera discursivamente racional. Pero esto no
quita que, sea como fuere, la práctica del amor debe vivirse necesariamente
en clave trinitaria. No por nada el mismo Señor Jesucristo nos dijo que el
mandamiento y la práctica del amor condensa toda la enseñanza de la ley y los
profetas: “ Maestro, ¿cuál es el mandamiento más importante de la ley? ‘Ama
al Señor tu Dios con todo tu corazón, con todo tu ser y con toda tu mente’ le
respondió Jesús . Éste es el primero y el más importante de los mandamientos.
El segundo se parece a esto: ‘Ama a tu prójimo como a ti mismo.’ De estos dos
mandamientos dependen toda la ley y los profetas” (Mt. 22:37-39).
En este pasaje el Señor también nos enseña que el amor cubre tres aspectos
en la experiencia humana: el amor a Dios, el amor al prójimo y el amor a sí
mismo. La doctrina de la Trinidad tiene, pues, enorme valor práctico y cotidiano
para la fe del creyente, orientando la práctica del amor a tal grado que, tarde o
temprano, todo creyente que haya experimentado y continúe
experimentando de manera creciente la enriquecedora comunión con Dios
en su vida, deberá suscribir de forma necesaria la doctrina de la Trinidad
de manera consciente y voluntaria, o exponerse en su defecto a que la práctica
cotidiana de su fe termine siendo muy pobre, plana, deficiente y extraviada.
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