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El Beso Maldito PDF
El Beso Maldito PDF
Beso Maldito:
Confesiones gay de un enamorado
postmoderno
Por
Kinjote
I. Masturbación - 25 V 2015
Antes de querer tirar con mis estudiantes -como ahora con Alejandro- lo
mío era enamorarme de mis profesores. Me pasó dos veces en la escuela de
fotografía en la que estudié.
No creo que mi radar de loca se haya dañado en esas dos ocasiones, lo que
sospecho es que eran gays socialmente bien adaptados. Ya los veré dentro de
unos años saliendo del closet o pagando por uno ocasional y discreto...
Sí, me enamoré en primer lugar de Carlos, mi profesor de fotografía nivel
1 dictado in company en el diario en el que yo trabajaba, El Mundo.
Luego me enamoré del mismísimo dueño del circo, el director de la
escuela. Durante un viaje fotográfico de 15 días por Venezuela quedé prendido
de Ernesto. El despecho me dura todavía, 6 años después, pese a estar
empatado y en convivencia con Fernando.
Así que una mañana de domingo revisando Twitter vi la noticia de una
exposición de Ernesto y decidí cerrar dos despechos mal curados de un solo
tiro... mientras comienzo el despecho por Alejandro.
Tanto Carlos como Ernesto sabían de mi atracción por ellos dado mi
sincericidio. Creo que no hay peor espantador de personas que la frase "te
quiero". Y como aún no escarmiento otra vez sufro su efecto ahora con
Alejandro... aunque en este caso sí pude llegar a segunda base cuando le di un
beso en la boca -pero esto se los cuento en un capítulo aparte.
Llegué temprano a la expo junto a Fernando, pero no crean que lo usé
como bofetada virtual: miren reprimidos como yo sí tiro con un hombre... No.
Sólo aproveché que mi pareja tiene carro para acercarme a la galería.
Por orden de despecho, comencé por el más antiguo. Carlos lucía una
barba descuidada que le quitaba un poco el look de niño prematuro que me
sedujo cuando lo conocí. Seguía conduciendo moto, lo que en su momento
generó en mí un gusto erótico por los mototaxistas.
- ¿Estás bien? -me preguntó como si hubiera debido morirme de despecho
por él.
- Estoy bien -respondí.
Luego vino el turno de Ernesto. Noté su inquietud al verme. Su mirada
traslucía su pensamiento, mezcla de "aquí está el loquito ese" y "te extrañé".
- ¿Estás contento? -fue lo que atiné a decirle porque no fue en realidad una
pregunta sino una forma menos burda de balbuceo.
Ernesto dijo algo que no entendí y siguió saltando de saludo en saludo
entre los asistentes.
Debo confesarlo, Ernesto será mi eterno despecho. Si a los 60 años decide
meterse a gay yo estaré con gusto de primero en la fila para follármelo.
El encanto se rompió cuando llegó su esposa y su hijo de 7 años. Qué
vaina enamorarse de un hombre casado. Compadezco a Alejandro por ser el
amante de uno desde hace 13 años.
Entre la variada fauna que asistió a la expo estaba Ray, un ex de Fernando:
¿acaso mi pareja habrá también cerrado un despecho mal curado este
domingo?
"Me gustan los osos", me dijo Alejandro el día en que lo besé en su casa.
No fue una confesión sobre una tendencia ecológica pues hizo el comentario al
verme ojear un libro de cómic gay sobre hombres fornidos y velludos.
Días después estaba caminando por el centro comercial Concresa cuando
me topo con uno de los "osos" de Alejandro, específicamente su número-2.
Estaba sentado frente a una farmacia atacada por bachaqueros, esos infames
venezolanos que medran en su miseria comprando productos regulados para
luego revenderlos en sus barriadas.
El oso se llama Adolfo. Luego supe que era popular entre los de su tipo en
Facebook.
Como es canoso en primer momento se me pareció a la pareja de una
amiga de mi Fernando. Luego al acercarme recordé verlo en compañía de
Alejandro uno de los sábados del taller de escritura, el día de la presentación
de la primera novela publicada de mi alumno Rafael.
Cuando caí en el error ya era tarde.
-Cómo está Alejandro - pregunté.
-No quiere saber nada de ti. Me dijo lo que le hiciste. La embarraste...
-Pero qué hice... ¿Alejandro está aquí? -Miré alrededor esperanzado.
El oso-2 se levantó de la mesa, recogió el producto se su ”bachaquerismo”
y partió en medio de sus congéneres –me va a perdonar el colega periodista
Manuel Sánchez que dice que esa palabra no existe, pero es que la veo a diario
en Venezuela. ¿Será que el único oficio posible del amante de un hombre que
a su vez es amante de un hombre casado es bachaquear?
- Sigue tu camino -fue lo último que me dijo el oso antes de huir.
Yo me sentía en medio de una película trágica gay. Según el guion debía ir
a un baño y cogerme al vigilante de turno. No lo hice.
Llamé a Rafael -también gay obvio- quien es amigo de Alejandro y lo trajo
al taller. Le conté toda la vaina y luego me puse a fumar como una puta.
¿Qué coño fue lo que supuestamente le hice a Alejandro?
Y ya viene siendo hora de que les cuente del dichoso beso maldito.
Ese viernes no pensaba alejarme de casa. Cuando Fernando estaba a punto
de salir me llegó un mensaje de Whatsapp de Alejandro.
Me decía que estaba devastado porque su amante-1 estaba hospitalizado y
no podía averiguar cómo estaba dado su condición de tercero en la relación.
Hasta ese momento no sabía nada de las relaciones amorosas de Alejandro.
Estaba procesando su confesión cuando me dice que seguía la invitación a ver
películas en su apartamento en la noche. Luego pensando bien la vaina me
preguntaría cómo coño se puede estar devastado y planear una velada con
amigos al mismo tiempo.
En un microsegundo tomé la decisión: le dije a Alejandro que sí por
Whatsapp y le informé a Fernando que iba a ver una película con los alumnos
del taller.
Ustedes pensarán: qué liberales son estos que salen a sus anchas sin
sospechar posibles flirteos extra pareja.
Nada de eso. Para ser preciso yo tenía años sin salir con amigos, más o
menos los que tengo con Fernando.
Sí, eso debió encender las alarmas de mi pareja, que no entendía muy bien
mi sofocón por salir... Y qué clase de sofocón.
Nada, como he sido todo este tiempo más fiel que fanático de los
Tiburones de la Guaira - que tienen más de 25 años sin ganar una campaña en
el béisbol nacional-, creo que tomó la vaina entre confundido y preocupado
pero no me armó un show de celos... quizá por culpa, pero de esto les hablaré
en otro capítulo.
Estuve todo enrollado en el trayecto a la oficina de Alejandro por lo de ser
infiel por primera vez. Al final iba a ser sólo una película, pensaba en ese
momento.
Llegué a las 5pm a su oficina. Alejandro me había dicho a las 5:30pm.
Como me estaba quedando sin pila en el celular le escribí para cargar en su
despacho. Me dijo que estaba reunido así que me salió ir al centro comercial
Sambil en donde instalaron unos puntos de recarga tipo aeropuerto.
Mientras cargaba el celular me llamó mi hermana Melisa contándome su
conversación con nuestra media hermana Rosa -con la que nunca habíamos
tenido contacto- sobre el estado de mi papá dado el diagnóstico de cáncer que
le hicieron.
Debo decirles que paradójicamente tener dos problemas en que pensar te
libera de ambos: hablando sobre mi padre pensaba en Alejandro y cuando
estaba con él pensaba en mi padre. La vida te presiona pero no permite que
colapses.
Cuando se hizo la hora me acerque al edificio del bufete de Alejandro,
ubicado cerca de la plaza Altamira. Este detalle aparentemente trivial -la
buena y costosa ubicación se su oficina- tendría un importante significado que
me ayudaría a completar el rompecabezas en que se me convirtió Alejandro.
-Profesor... -me saluda al verme con esa barba a medio hacer que me mata
y vistiendo un saco gris también velludo.
Fuimos a su carro y lo primero que le pregunté fue por el estado de salud
de su amante -al rato me enteraría que tenía dos pero en ese momento sólo
conocía parte de la historia.
En el trayecto para su casa me dijo que tenía 13 años como amante de un
hombre casado -el hospitalizado- y 5 años con una relación adicional -el oso
bachaquero de quién ya les conté.
- Con el primero yo soy el que da emocionalmente y del segundo soy el
que recibo - me trató de explicar.
Traté de mostrarle mi sincera actitud de no juzgarlo. Aunque debo confesar
que molesta escuchar al tío que te quieres tirar hablar de su amante casado y
su oso Teddy.
¿Sabían que el nombre inglés "Teddy bear" (oso Teddy) proviene de
Theodore Roosevelt, presidente de Estados Unidos entre 1901 y 1909, quien
rehusó disparar a un oso en una cacería preparada por sus ayudantes con fines
promocionales?. Amo Wikipedia.
Ya Alejandro me había contado en un almuerzo previo -que les detallaré en
otro capítulo- sobre la muerte de su padre con cáncer, la de un hermano por
vicios y sobre la "locura" de su madre.
Nada, que al llegar a su apartaco ya entendía un poco el porqué de ese
enigmático "no voy a estar bien" que me lanzó en el trayecto.
Pensé que íbamos a subir varios pisos pero por la forma se construcción de
su edificio tuvimos que bajar dos. Lo hicimos por la escalera por la fobia de
Alejandro a los ascensores, como les conté al describirles aquel pajazo conque
comencé esta historia.
Mientras escribo esto en la cama gracias a la aplicación de Word del
celular debo ir al balcón a fumarme un cigarro a escondidas de Fernando -otra
infidelidad-. Había dejado el vicio desde que superé otro despecho que tuve y
del que les contaré en otro capítulo: el protagonista en este caso era Antonio
Barrios, un colega periodista del que me enamoré cuando trabajaba para una
agencia de noticias.
También debo decirles que esto de tener un celular "inteligente" en pleno
despecho es un peligro. Ya les contaré más adelante el peligro del stalkeo:
mientras escribo ya me he detenido a colocar algunos likes en fotos que sube
Alejandro a Instagram.
Pero bueno... volvamos al beso maldito. Al entrar en el apartamento me
pareció más bien un cuarto de hotel lujoso. Para los que saben de Feng Shui
les diré que la energía que prevalecía era la Yang, es decir, fría y metálica.
Esto me daría una pista más para armar el rompecabezas que era Alejandro.
Pasando al salón descubrí desde dónde él toma esas estupendas
panorámicas de los atardeceres. Un ventanal corredizo nos mostraba una
espectacular vista de Caracas. Me recordó la puerta de la luna de Game of
Thrones por donde lanzaron a varios de sus personajes.
En una esquina había un diván de cuero negro y no pude evitar caer en la
tentación -otra- de acostarme en él. Pasé de ser el psicólogo de Alejandro a ser
el paciente.
Mientras llegaba el amigo de Alejandro que nos acompañaría a ver la
película, me puse a ojear la biblioteca. Me llamó la atención dos temas
repetidos: Hemingway y los gays velludos, la escritura y el sexo, las dos
pasiones ocultas de Alejandro.
Aclaremos lo de ocultas: El amor por la escritura, que es su principal
vocación, fue en cierta forma truncado por su padre al obligarlo a estudiar
derecho y no letras como quería. En cuanto al sexo, además de tener que
ocultar su condición de amante de un hombre casado, Alejandro sufre de lo
que él llama ”distopía de ego”, rechazo a su condición de gay que lo hace
burlarse públicamente de los homosexuales. En una ocasión, específicamente
el día de mi cumpleaños, colgó un vídeo en el grupo de Whatsapp del taller de
escritura que mostraba a un joven amanerado que se confesaba gay el día que
cumplía su mayoría de edad.
No se en realidad cómo se me ocurrió hacerlo. Quizá era demasiado
"queso" acumulado. Pero juro que mi intención era buena.
Le pregunté si confiaba en mí para hacer algo "controlado", que necesitaba
cerrar un proceso personal. No pueden decir que no le avisé.
Me acerque a él y le di un beso en la boca. No seque tienen ciertos
hombres en no abrir la boca cuando sonríen o besan: éste fue el caso de
Alejandro -debe ser algún complejo con su dentadura.
Me preguntó si el beso era para probarme que no era gay. Le respondí que
ese no era el problema porque yo era transparentemente, era sólo que él me
gustaba y quería matar eso allí.
No sé por qué para un gay es un alago que le digan que no se le nota, es
decir, que no bota pluma. Eso fue lo que me dijo Alejandro además de
preguntarme si no era peor para mi enamoramiento el haberlo besado.
Nada. La cosa quedó allí porque el amigo de Alejandro llegó. Que si no
fuera por eso y si él hubiera querido hubiéramos follado varias veces y en
varias posiciones.
El amigo resultó ser Marcel, yo lo conocía de la escuela de fotografía de
Ernesto. Siempre me había parecido un troll pero no es así en realidad, más
bien es un gay Susanita, léase aquel que sería un estupendo novio pero sigue
soltero.
La velada transcurrió de forma agradable aunque yo me moría por repetir
el beso. Vimos la película Melancholía deLars von Trier, comimos pizza y
torta de chocolate y bebimos coca cola.
Alejandro y yo captamos la esencia de la película mientras Marcel no
entendió nada pendiente de que un extraterrestre le arreglara la trama a la
historia.
Es por esto -incluyendo el compartir de pizza y el punto de vista común-
que no entiendo por qué Alejandro me bloquearía días más tarde. Una opción
puede ser que le moví el piso y que su obsesión de control lo hizo aislarse.
Otra puede ser que lo frikeó mi insistencia por hablar con él pero de esto les
hablaré más adelante.
Así fue como ocurrió el beso maldito, y lo llamo así porque fue la última
vez que vi a Alejandro por lo menos hasta el momento de escribir estas líneas.
Espero que en los próximos capítulos cambie la situación y Alejandro salga de
su período de hibernación con todo y sus osos amantes.
Pero unas son de cal y otras son de arena, dice el lugar común. No sólo de
traspiés y despecho vive el hombre. Algunas veces le toca su sábado, y a lo
judío para descansar -que no de palo cochinero.
¿Y de qué habla éste dirán? Les habló de Ernesto.
Mientras escribo estas notas para drenar mi rollo por Alejandro, se me
ocurrió escribirle a Ernesto para felicitarlo por su exposición y para decirle
que "mientras todos te ven como fotógrafo o profesor yo te veo como un
amoroso escritor".
Le dije que estaba feliz de verlo "luminoso y creativo" dándole vuelo a la
escritura y que esperaba en un futuro leer una obra larga de ficción suya.
Debo comentarles que la expo de Ernesto no sólo era de fotografía sino
que incluía un pequeño relato de cada personaje retratado.
Total que envié el email y oh sorpresa: Ernesto que me escribe y el mar se
separa en dos, logro atravesarlo y recibo el maná del cielo después de años de
sequía y éxodo... Que eso fue lo que sentí coño: el tipo por el que he estado
más enamorado en la vida me contesto llamándome "My Friend".
Me agradeció el comentario y el haber ido a la expo. Me mandó un abrazo
que para otros podría sonar común y hasta automático pero para mí significó
la gloria, la paz, la esperanza.
Un email de Ernesto bastó para sanarme. Sé que nunca prosperará un
romance entre ambos. Pero saber que puedo retomar su amistad es algo muy
valioso para mí. Sí logró asistir a los viajes fotográficos que organiza Ernesto
y compartir con él me doy por satisfecho: la versión romántica de tirar con él
simbólicamente.
Lo que quiero decir es que en los viajes sería metafóricamente mío, para
luego dejarlo ir con sus alumnos, su familia y su fama.
Ubicar el amor en un espacio productivo es lo que me ha enseñado mi
despecho por Ernesto. Mientras tanto el de Alejandro me está envenenando
con nicotina: compré una cajetilla de cigarros y un yesquero y a escondidas de
Fernando he retomado el vicio.
Nada, que no todo es coger. Uno tiene su corazoncito y unas pocas
palabras bastan para sanarlo.
Son las 6 de la tarde y para esperar a Fernando camino por mi ruta de trote
habitual en la urbanización La Lagunita.
Pienso que hace 3 semanas -qué rápido pasa el tiempo- Alejandro dejó el
taller.
Sé que caminar por esa zona a esas horas es exponerse a un secuestro pero
no me importa. Fumo un cigarrillo, el décimo del día.
"Sigue tu camino" todavía retumba en mi cabeza y decido: Coño, debo
hacer algo significativo -a lo Jodorowsky- para cerrar el capítulo de Alejandro.
Recuerdo que él cumple años el 28 de septiembre y me fijo como meta
escribir mi novela El Enigma Pessoa para esa fecha. Se la voy a hacer llegar
como regalo de cumpleaños dedicada: A Alejandro, por quién quisiera huir a
Barcelona a escribir juntos.
Entonces recibo la llamada: mi hermana Melisa me dice que mi papá tiene
cáncer de próstata, que lo tiene regado en varias partes del cuerpo, que sufre
arritmia de corazón y que no puede ser operado, que sangra, que está asustado,
que se quiere curar,...
Decidimos viajar a Valencia el sábado próximo para verlo y de carambola
a mi media hermana Rosa, a quien nunca he visto.
Cuelgo y en quién pienso: en Alejandro.
En una sesión de intervención del taller tuvimos un almuerzo antes del
beso maldito y en dicha ocasión me contó que vio morir a su padre de cáncer,
lo vio partir de su cuerpo poco a poco como un suspiro. El momento más
hermoso y doloroso de su vida.
Y qué hago: lo que temía hacer, le escribo un email contándole la situación
de mi padre.
Aún no recibo respuesta. Al shock por el estado de mi padre le sumo la
tortura de pensar que Alejandro me desprecia tanto que hasta un email como
ese no contesta.
¿Quiero aprovechar el cáncer de mi padre para manipular a Alejandro? No.
No soy él, soy Sebastián Ferreira. Sólo quiero sanar la relación para dormir en
paz.
Voy al centro comercial para cenar con Fernando. Chequeo el celular y veo
que Alejandro posteó una nueva foto en Instagram: Cloud Light la llamó. No
responde a mi email.
A la mierda todos: mi padre, Fernando, la china que nos sirve la comida, el
cáncer, el cigarro, Alejandro,...
Soy escritor. Eso es lo único que puedo controlar y que me da paz... lo
único que me hace salir de la cinta transportadora de este gallinero que es la
vida que te lleva del huevo a la muerte como otro pollo más. No. No soy un
pollo y no soy Alejandro: no bloqueo a una persona amorosa como Sebastián.
Así que decido saltar de la cinta transportadora y ante todo pronóstico decido
amar a Alejandro.
El 28 de septiembre recibirá el manuscrito de mi novela dedicado. Soy
escritor.
Nota al pie: amanece el domingo y al revisar Instagram Alejandro borró la
foto que posteo ayer sobre una nube en el ocaso.
No crean por lo que han leído que me gusta estar enrollado todo el tiempo.
Por lo general intento buscar nuevamente mi centro. Lo que pasa es que con
Mercurio retrógrado todas mis relaciones del pasado vuelven buscando
resolución. En esta oportunidad las resuelvo escribiendo estas notas.
Aún tengo mucho por confesar en esta especie de pajaso colectivo que
vengo desarrollando.
Quisiera hacer ahora un alto en el camino para tratar de establecer unas
conclusiones preliminares pendientes de revisión.
Cómo puedo llamar el admirar a Ernesto mientras comparto casa y gatos
con Fernando y sufro el alejamiento de Alejandro además de provocar la
erección a distancia vía Whatsapp de Luis Enrique: Amor deconstruido es una
primera aproximación de definición.
Me explico con una metáfora. La laptop que utilizo para trabajar la compré
en mi más reciente viaje a Madeira. En una lluvia, una gotera hizo que el
teclado dejara de funcionar por lo que tuve que comprar por eBay un teclado
portátil desde Nueva York. Una de mis gatas se puso a dormir sobre el equipo
y dañó su alfombra mouse, por lo que tuve que pedir prestado un mouse
adicional.
Así veo mi mundo sentimental erótico actual: con un hombre comparto una
pizza viendo Game of Thrones, con otro hago un viaje fotográfico, con otro
discuto de literatura mientras me masturbo pensando en otro.
Algunos lo llamarán infidelidad o relajo. Yo lo llamo Amor deconstruido,
y eso me está funcionando actualmente.
Sí, tuve una etapa heterosexual o más bien pre-homosexual. Hoy lo recordé
mientras hacia un trabajo de fotografía documental de una tradición religiosa
de mi pueblo: Los Diablos Danzantes de El Hatillo -primos de los de Yare.
En la iglesia me topé con Rosa, una compañera de bachillerato que me
traía de cabeza en la adolescencia. Quién diría que 20 años después yo le daría
clase a su hijo en mi Taller de Escritura y me gustaría mamar vergas -no la de
su chamo claro pues pedófilo no soy.
Pero Rosa no fue la única mujer que me gustó. Luego vino Fanny que
aunque tenía nombre de puta terminó casadísima ejerciendo de ama de casa -
de lo que me libré.
Lo más cerca de una chocha que estuve fue una cita para comer helados.
Dios sabe lo que hace y recondujo mis caminos a áreas más musculosas y
velludas: con los hombres me pongo a mil como ya se han dado cuenta.
Sé que mis múltiples tíos y primos estarían felices viéndome criando
muchachos cual toro semental pero ya deben estar enterados vía Facebook de
mi afición por los arcoíris y los tipos con el pecho desnudo.
Pero ya que estoy haciendo un registro de mis devaneos eróticos que quede
asentado en acta que alguna vez lo intenté con las tetas pero no funcionó: no
se me para con las tías.