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Kapsis

Leyenda de los seris


En el desierto de Sonora, que está en la costa del Pacífico en el actual territorio de México, los “hombres de
la arena”.
Los seris habitan la región desde los tiempos prehispánicos. En aquella época eran tribus nómadas que
recorrían el desierto para cazar venados, con dardos punzantes, y viajaban a la costa para pescar y
recolectar mariscos en las playas, tarea que llevaban a cabo las mujeres. También construían ligeras canoas
con las que cruzaban a la isla Tiburón.
En una de las tribus de los seris, antes de que llegaran los conquistadores españoles, vivió una joven de una
extraordinaria belleza. Era alta, de cuerpo esbelto, y tenía una cabellera larga y renegrida que llevaba suelta,
como solían usar las mujeres de su tribu. Se llamaba Kapsis. Su padre, Haas, la amaba profundamente y se
preocupaba por ella desde que era niña, porque se mostraba muy reservada y rara vez sonreía. Kapsis
siempre se apartaba del resto de las jóvenes de su tribu. Ellas se reunían para practicar los ágiles pasos de la
pascola, para memorizar los cantos rituales que alegran a los espíritus de los dioses encerrados en los
animales y evitan que traigan desgracias, o para aprender los secretos de las coloridas pinturas de los
rostros. Kapsis asistía a todas estas actividades, pero no mostraba ningún entusiasmo por ellas; simplemente
iba para contentar a su padre.
La muchacha solo se mostraba feliz cuando su pueblo se trasladaba a orillas del mar, a la bahía Kino, desde
donde podía verse la espléndida isla Tiburón a la que, muchas veces, viajaban en sus rápidas canoas para
pasar una temporada. Entonces, la hermosa joven sonreía. Junto con las otras muchachas del clan
recolectaba mariscos en la playa, y luego, se apuraba a refugiarse en una roca apartada frente al mar.
Kapsis disfrutaba de largas horas frente al mar en silencio, escuchando el acompasado ritmo de las olas,
contemplando el brillo sin igual de los atardeceres, para quedarse, después extasiada mirando las estrellas.
No necesitaba nada más para ser feliz.
En ocasiones, veía pasar por las aguas a Xtamosbin, la tortuga de siete filos, que era venerada por lose seris.
Entonces, Kapsis entonaba, con su bella voz, los cantos que había aprendido para honrar a esa diosa de las
aguas. Y, muchas veces, le pareció que la gigantesca tortuga marina nadaba más lentamente para poder
escucharla.
Esta soledad y este silencio, que eran la felicidad de la hermosa joven, resultaban extraños para su pueblo,
que se alegraba con las fiestas y las reuniones alrededor del fuego. Por eso comenzaron las murmuraciones
acerca de que Kapsis estaba poseída por algún espíritu maligno. Estos rumores llegaron a oídos de Haas
quien se preocupó mucho. Temía que ante cualquier incidente desafortunado, la gente culpara a su hija y
tomara represalias. Entonces decidió consultar al hacocama, el hechicero de la tribu.
El hacocama hizo un baile ritual alrededor de la bella joven, murmuró los rezos correspondientes y le pintó
un círculo en la frente. Kapsis permaneció inmóvil hasta que la ceremonia concluyó porque deseaba
obedecer a su padre.
Por un tiempo los rumores se acallaron, y todos esperaron que la joven se integrara al grupo, pero nada
cambió. Cuando volvió el verano y la tribu retornó a la bahía de Kino, la joven regresó a la soledad de su roca
a mirar el cielo nocturno iluminado de estrellas.
Haas se angustió, pero la solución se le apareció de manera inesperada. Un anciano de otro clan llegó con su
hijo para solicitar a Kapsis en matrimonio. Entre los seris, los padres arreglaban la alianza matrimonial de sus
hijos, así que Haas aceptó de inmediato la propuesta, pensando que su hija, por fin, seguiría el destino de las
otras jóvenes al tener su propia familia. El prometido se llamaba Zixcam. Era un joven apuesto y el mejor
cazador de su tribu. Enseguida quiso conocer a su prometida, y Haas la fue a buscar a la playa.
En absoluto silencio, Kapsis escuchó las novedades que le su comunicaba su padre. Saludó cortésmente,
pero permaneció toda la reunión mirando el suelo muy obstinada. Cuando Zixcam se fue, ella corrió hacia su
roca apartada y lloró con amargura. ¿Por qué le imponían un destino que la haría infeliz? ¿Por qué no la
dejaban tranquila en su retiro solitario, admirando el mar y las estrellas? Kapsis ya no volvió a sonreír.
Zixcam, por su parte, notó la frialdad de su novia, pero era tan hermosa que se había enamorado de ella
perdidamente. De acuerdo con las costumbres de los seris, el novio debía cortejar a su prometida durante
un año para ganar su corazón. Y Zixcam se dijo que conseguiría los más bellos regalos para conquistar la
palabra y la sonrisa que la bella Kapsis le había negado aquel primer encuentro.
A la semana, el muchacho regresó a la tribu de su novia con un gran venado que había cazado y que fue
compartido con suma alegría, por todos. Luego, le trajo una corita, una canasta de torote con atractivas
figuras que habían tejido las mujeres de su tribu y que provocó exclamaciones de admiración. Después
Zixcam le regaló a su prometida un collar de caracoles y vértebras de una víbora de cascabel que el mismo
había cazado… ¡pero no consiguió ni una sonrisa de su novia!
Kapsis volvía por las noches a mirar las estrellas desde la playa y, solo allí, su corazón encontraba algo de
paz. Nunca se atrevería a decirle a su padre que odiaba los regalos que su prometido le traías, que no quería
estar con él, que su alegría no era la que los demás pretendían para ella.
Una noche en la que estaba más triste que nunca, se quedó largamente mirando las estrellas. De pronto, vio
que una de aquellas luces fascinantes del cielo trazaba un arco de luz y caía, con la velocidad de un dardo, en
el mar. Kapsis vio la luz fugitiva donde la estrella se había hundido en el agua. Corrió por la playa hasta una
canoa y remó frenéticamente hasta el lugar donde había desaparecido el astro. Sin dudar un instante, se
lanzó al agua para salvar a la estrella, pero al sumergirse, en la oscuridad de la noche, una filosa roca le abrió
el pecho. Sobre el fondo marino, quedó tendido inmóvil el cuerpo inmóvil de Kapsis, con los brazos abiertos
y las piernas extendidas. Aún después de muerta su belleza resplandecía.
Xtamosbin, la tortuga de siete filos, que había observado todo, se acercó a la joven porque apreciaba el
sacrificio que había hecho para salvar a la estrella. La tocó con sus patas y Kapsis se transformó en una
estrella de mar.
A partir de ese día, la muchacha es feliz. Desde el profundo silencio de las aguas de color esmeralda,
contempla la maravilla del cielo estrellado, siempre aferrada a las rocas.
Versión de Stella Maris Cochetti.

Actividades
1. ¿Por qué despertaba sospechas la conducta de Kapsis? Entre todos organizamos un debate donde se planteen
diversas opiniones sobre la discriminación. Elegimos un moderador y un secretario. Para formarnos una
opinión sobre el tema:
- Buscamos una definición de discriminación.
- Reflexionamos ¿Qué pasa en nuestra sociedad con aquellos que son diferentes? ¿Cómo se relaciona el
miedo al que es distinto con la discriminación?
- ¿Cuáles son las conclusiones más importantes a las que arribamos?
2. ¿En qué lugar y época se ubica la leyenda?
3. Completá con los datos sobre la sociedad y la cultura de los seris que se mencionan en el texto.
ACTIVIDADES QUE REALIZABAN LOS JÓVENES:
DATOS SOBRE LA RELIGIÓN:
PALABRAS EN EL IDIOMA INDÍGENA:

4. Mencioná las cualidades que caracterizaban a Kapsis. Para eso, empleá adjetivos.
5. ¿Qué clase de leyenda es “Kapsis”? Justificá tu respuesta.
6. Completá la tabla con la estructura narrativa. Escribí oraciones que sean breves.

   
MARCO  
   
   
   
COMPLICACIÓN  
   
   
   
RESOLUCIÓN  
   
   

7. Establecé qué tipo de narrador presenta la leyenda. Subrayá en el texto un ejemplo para justificar tu elección.

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