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Introducción
El fin de la Guerra Fría marca la emergencia de un sistema inter-
nacional multilateral y una desconcentración del poder, pasándose a
una visión multipolar del orden. La democracia y el capitalismo segui-
rán siendo procesos dominantes, pero se presentarán con variaciones,
algunas considerables, tanto en la esfera política como económica
(Soares de Lima & Milani, 2016). El crecimiento del multipolarismo
y de los actores no estatales con diversos grados de poder e influencia,
ampliaron tanto los riesgos como las oportunidades para los Estados
(Paradiso, 2002).
En este sentido, las múltiples polaridades del sistema internacio-
nal, dio espacio al surgimiento de las potencias emergentes —como
China, India y Brasil— y a la posibilidad de aumentar significativa-
mente su ámbito de acción, como así también el de los Estados in-
termedios (Giaccaglia, 2010; Russell & Tokatlián, 2013), como los
latinoamericanos.
La tendencia del traslado del centro del sistema internacional de
Occidente a Oriente se da frente al surgimiento de China, los Estados
del Sudeste Asiático1 (SEA) e India como los actores más dinámicos de
la economía global. Este proceso de redistribución gradual y decisivo
del poder ha estado marcado primero por la dinámica del crecimiento
demográfico asiático, luego por el impacto a nivel sistémico de los
eventos que suceden en esta región, y por último, por el crecimiento
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La región del SEA está constituida por: Tailandia, Camboya, Myanmar, Malasia,
Laos, Vietnam, Indonesia, Brunéi, Timor Oriental, Singapur y Filipinas.
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Los ataques terroristas de 2001 en los EUA produjeron un cambio en la agenda
internacional hacia los temas de seguridad y defensa, y esto llevó a su alejamien-
to relativo de América Latina, y a nuevas prioridades estratégicas centradas en
Medio Oriente y Asia Central (Soares de Lima & Milani, 2016).
Las relaciones de Argentina y Chile con China y el Sudeste de Asia 161
sentido, los realistas, por ejemplo, tienen una visión donde el Estado
es un actor autónomo central constreñido solo por la estructura anár-
quica del sistema internacional. Como una unidad soberana, es un
actor racional y tiene un conjunto de objetivos coherentes basados
en un interés nacional definido en términos de poder. Los liberales,
por su lado, plantean que el Estado goza de soberanía, pero no es el
único actor, sino que se mueve en un escenario plural, en donde su
función es mantener las reglas básicas del juego. En este contexto,
el Estado no tiene un único interés nacional, sino que hay varios los
cuales cambian y compiten entre sí dentro de un contexto pluralista.
Por último, para los constructivistas, el interés nacional no está dado
ni es material, sino que es ideacional y está constantemente cambian-
do y evolucionando en respuesta a factores domésticos y a ideas y
normas internacionales. Los Estados, entonces, tienen múltiples iden-
tidades que también cambian, modificando las preferencias y acciones
del Estado (Daddow, 2009). A partir de estas bases, se desarrollaron
diferentes modelos para analizar la política exterior de un Estado.
Sin embargo, estas visiones no permiten explicar el desarrollo
autóctono, propio y diferenciado de las políticas exteriores latinoa-
mericanas. Por eso, desde América Latina, se ha buscado desarrollar
teorías y conceptos más adecuados para explicar las acciones externas
de los países de la región. En palabras de Bernal-Meza, estos enfoques
y modelos teóricos latinoamericanos “[…] han permitido abordar la
realidad desde nuestras propias perspectivas, que son distintas —por
la naturaleza de los procesos históricos— de aquella propia de los
países centrales y/o de aquellos que se sitúan en la porción dominante
de la jerarquía del poder mundial” (2006, pp. 236-237)3.
Para Milensky (1975), los Estados latinoamericanos tienen 3 ob-
jetivos fundamentales respecto a su actuación en el sistema interna-
cional: soberanía y autonomía, desarrollo nacional y, si es posible de
3
Dentro de los abordajes latinoamericanos se destacan: Amado Luiz Cervo con
la relación entre el “tipo de Estado” y la política exterior; tipo de régimen po-
lítico y modelo de desarrollo o inserción internacional para la comprensión de
la política exterior de Van Klaveren y Bernal-Meza; la tradición de pensamien-
to del estructuralismo latinoamericano (Aldo Ferrer, Luciano Tomassini, Mario
Rapoport y Raúl Bernal-Meza, entre otros) y la Teoría del Desarrollo (Prebisch,
Furtado, Cardoso y Faletto, entre otros).
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La segunda dimensión toma en cuenta la relación entre el gobierno y los sectores
económicos y financieros y apunta a la estabilidad macroeconómica, analizando
Las relaciones de Argentina y Chile con China y el Sudeste de Asia 165
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Asociación de Naciones del Sudeste Asiático, por sus siglas en inglés. Organi-
zación fundada en 1967, está compuesta por 10 Estados miembros: Malasia,
Indonesia, Brunéi, Vietnam, Camboya, Laos, Birmania, Singapur, Tailandia y Fi-
lipinas, y dos Estados observadores, Papúa Nueva Guinea y Timor Oriental.
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Brasil es el primer socio comercial de Argentina.
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Los análisis se realizaron en base a datos de ALADI (2017) y United Nations
Comtrade (2017).
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Conclusión
El contexto internacional fue muy dinámico a partir del fin de la
Guerra Fría, impactando en el accionar externo de los Estados. Los
principales ejes articuladores de la agenda internacional del siglo XXI
estuvieron centrados en el cambio del eje del capitalismo hacia Orien-
te y en la expansión del comercio internacional. A esto se sumó el cre-
cimiento económico de Estados emergentes como China, India, y el
SEA, produciéndose el aumento de la demanda y de los precios inter-
nacionales de las commodities, lo que permitió un fuerte crecimiento
de las exportaciones —y de los ingresos— para los países productores
de las mismas. Además, se logró una importante diversificación de
socios, tanto políticos como comerciales.
La aproximación de los países sudamericanos a los Estados asiá-
ticos ha estado guiada por los objetivos nacionales vinculados a su
modelo de desarrollo. Como los Estados latinoamericanos tienen aún
elevados niveles de pobreza, el desarrollo continúa siendo el impera-
tivo doméstico que tiene peso determinante en las decisiones externas
de los mismos (Van Klaveren, 1992). Teniendo en cuenta este supues-
to, los modelos de desarrollo adoptados por Chile y Argentina han
influido de manera directa en la estrategia de inserción internacional
hacia China y los Estados del SEA. La estructura productiva de cada
país impuso condicionamientos a las decisiones de proyección exter-
na, así como a las relaciones exteriores en términos de socios comer-
ciales y de integración regional.
De lo analizado en los apartados anteriores se desprende que,
debido al tipo de intercambio basado en materias primas y MOA
por manufacturas, tanto para China como para los Estados del SEA,
América del Sur cumple un rol de proveedor de alimentos y de in-
sumos para las industrias de dichos países, buscando así sostener su
propio crecimiento económico. La especialización en la producción
agrícola, como así también minera e hidrocarburífera de la región
sudamericana, se articula con los objetivos prioritarios de la política
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gular del comercio ya que las exportaciones hacia estos Estados han
permitido contrarrestar, en parte, el déficit comercial con China. De
esta forma, Argentina ha logrado una estrategia de inserción interna-
cional con mayor diversificación de mercados que en el caso chileno.
Ante la pregunta sobre el futuro de estas vinculaciones, se pronos-
tica que durante la próxima década, los Estados del SEA experimenta-
rán un crecimiento económico mayor que el promedio mundial, junto
a un crecimiento de la clase media y del proceso de urbanización.
Estos factores generarán un aumento en las ventas minoristas de ali-
mentos, con un crecimiento del 60% esperado en la próxima década,
en comparación con solo el 37% a nivel mundial (ASEAN, 2017), lo
que se constituye en oportunidades aún vigentes para los países de la
región sudamericana, y por lo tanto este modo de inserción interna-
cional se sostendrá.
China, por su parte, ha experimentado una desaceleración de su
crecimiento, lo que ha tenido consecuencias sobre la demanda y sobre
los precios internacionales de las materias primas. Esto ha afectado
de forma negativa al comercio exterior de la región sudamericana,
con casi cuatro años de caída constante del valor y cantidad de las
exportaciones e importaciones (CEPAL, 2016). La disminución de la
demanda china se debe a dos motivos: por un lado, porque ha pasado
a un modelo de crecimiento basado en una economía del consumo
interno y de los servicios, dejando de lado el modelo basado exclusi-
vamente en las inversiones y exportaciones y, por el otro, porque ha
reducido el aporte de los insumos importados en la producción de
manufacturas (CEPAL, 2016).
Este cambio hacia una consolidación del mercado interno chino,
está teniendo repercusiones no solo en su demanda, sino también
en la región del SEA debido a la profunda articulación productiva
existente con el mercado chino, lo que generará, a su vez, impactos
múltiples en la región sudamericana (CEPAL, 2016). Para los países
de la ASEAN, China se ha convertido en el principal socio comercial
extrarregional (ASEAN, 2017) y en el motor del crecimiento econó-
mico de la región. Antes estos cambios, y teniendo en cuenta que las
canastas exportadoras de América del Sur y algunos de los países de
ASEAN son competitivas, el CAFTA (China ASEAN Free Trade Agre-
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