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INTRODUCCIÓN.

- LA ADAPTACIÓN FUNCIONAL EN EL PROCESO DE


ENTRENAMIENTO.

El estudio multilateral de las particularidades de la “entrenabilidad” del organismo


del deportista en correspondencia con las tareas concretas que integran su proceso
de preparación, debe tener en cuenta los factores objetivos que aseguran el
incremento progresivo de su maestría, entre los cuales la adaptación funcional es
elemento esencial, ya que explica la elevación de las posibilidades funcionales de
trabajo del organismo vivo.
En este problema es necesario definir dos direcciones básicas. Una de ellas se
relaciona con el estudio de del perfeccionamiento morfológico y funcional del
organismo del deportista, considerando el alcance, ritmo y composición de los
cambios adaptativos; la segunda, se relaciona con el estudio de las posibilidades
del organismo para responder, con reacciones de adaptación equilibradas, ante una
serie de influencias propias del proceso de entrenamiento.
En el primer caso, los resultados de las investigaciones se relacionan con el
conocimiento de las reservas generales del organismo y con la búsqueda de su
empleo durante el proceso de preparación del deportista, que se prolonga por años.
En el segundo, el problema radica en estudiar la capacidad de adaptación del
organismo, es decir, su potencialidad adaptativa, de la cual el organismo dispone en
uno u otro periodo de tiempo y cuya envergadura determina el tope de las
posibilidades para una actividad orgánica dada. Las investigaciones en esta
dirección constituyen la base objetiva para el perfeccionamiento de los principios
de estructuración del entrenamiento, la determinación de su contenido, el volumen
y la racional distribución de las cargas.
Los aspectos relacionados con los mecanismos de adaptación que desarrolla el
organismo ante las condiciones cambiantes del medio, son abordados por la
biología y, particularmente, por la fisiología. En investigaciones diseñadas en el
ámbito de laboratorios se han realizado muchos trabajos que permiten tener una
representación de las particularidades y manifestaciones concretas de estos
mecanismos, en las condiciones específicas de la actividad deportiva del hombre.
En los casos en que se tomen como referencia los indicadores de la capacidad de
trabajo especial, de manera relativa, durante todos los años de la preparación a que
se haya sometido al deportista, se puede observar que la conducta gráfica de los
mismos se manifiesta de manera exponencial y tiende a mantenerse dentro de
determinados límites. En otras palabras, cada año la magnitud de la progresión de
los incrementos resulta inferior a los del año precedente.
Por otra parte, y no por ello menos importante, la capacidad de trabajo especial del
deportista se asegura mediante todo un complejo de cambios funcionales en el

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organismo, la cual puede presentar una tendencia de desarrollo diametralmente
opuesta a lo anterior.
La observación del nivel de la capacidad de trabajo especial de los deportistas
durante el proceso de entrenamiento permite establecer, ante todo, la gran
diversidad de manifestaciones funcionales expresadas por la conducta de los
diferentes indicadores. Incluso en los deportistas que se preparan bajo la dirección
del mismo entrenador y según un determinado sistema, tales diferencias resultan
muy marcadas.
Resulta lógico el interés que despiertan las condiciones objetivas que determinan la
dinámica de los indicadores de la capacidad de trabajo del deportista durante los
diferentes momentos del proceso de preparación. El mismo está relacionado con el
problema de la elaboración de un modelo racional que permita pronosticar la
conducta adaptativa del organismo del atleta durante el ciclo de preparación, y con
las exigencias para su aplicación, en las condiciones reales de la práctica; con la
definición de las necesidades objetivas para determinado volumen de cargas y para
la distribución racional de éstas en el tiempo.
Esto indica que se requiere la comprensión de las posibilidades reales y el
significado de la magnitud de los cambios funcionales del organismo bajo la acción
ininterrumpida del proceso de entrenamiento y del tiempo indispensable para ello.
La respuesta a la interrogante que se deriva de lo anterior s debe buscarse en las
reservas funcionales de adaptación del organismo, en su magnitud y en la
efectividad de los procedimientos prácticos para su empleo.
Cuando dichos elementos son conocidos pueden realizarse una valoración
cuantitativa y una caracterización cualitativa de la capacidad de un organismo
determinado para asimilar el entrenamiento con todos los efectos que ello implica.
Naturalmente a este punto se puede llegar mediante procedimientos metodológicos
diseñados para la evaluación de la capacidad funcional de adaptación, que depende
del nivel de entrenamiento del deportista, de la especialidad que se entrena, de la
calificación deportiva, del nivel alcanzado en la etapa de preparación precedente y
de muchos otros factores.
Dicho de otra manera, para la determinación de la capacidad funcional de
adaptación y el nivel umbral de los estímulos generados por el proceso de
entrenamiento en cada deportista, procede tener en cuenta las reacciones de
adaptación del organismo. En consecuencia, para lograr una adecuada orientación
perspectiva de carácter práctico en la solución del cada vez más importante
problema de la programación del entrenamiento – que se encuentra íntimamente
relacionada con la adecuada interpretación de las reservas funcionales de
adaptación – resultan indispensables investigaciones especialmente orientadas a la
búsqueda de respuestas concretas para las siguientes interrogantes:

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¿Cuál es el volumen optimo y cuanto debe prolongarse la aplicación de cargas de
entrenamiento ininterrumpidas para agotar las posibilidades de generación de
reacciones de adaptación del organismo?
¿Cuantas de éstas etapas, con sus correspondientes periodos de adaptación, es
necesario planificar de manera continua para lograr el agotamiento pleno de las
reservas funcionales del organismo ante determinado nivel de exigencia del
entrenamiento?
¿Cuantas veces, dentro del ciclo anual, resulta permisible aplicar series de cargas
concentradas con el objetivo de elevar la capacidad de trabajo especial del
deportista?
Es fácil apreciar que las tareas y exigencias que se plantean al trabajo
investigativo experimental, y que se desprenden de los aspectos antes señalados son
muy complejas, nunca han sido despejadas plenamente ni resueltas en su totalidad.
Sin embargo se sabe algo muy importante: el proceso de establecimiento de la
maestría deportiva transita, necesariamente, por la adaptación funcional que se
integra por el sistema de interacción interna y externa del organismo, que se
modifica en determinada dirección como resultado de la actividad física del
hombre.
En el organismo, este sistema, con el ordenamiento objetivo que le resulta propio,
está condicionado ante todo, por sus características biológicas. El contenido que
sigue pretende, de la manera más sencilla posible, entregar a los entrenadores
deportivos una guía sobre las características de la adaptación funcional ante la
realización de cargas de trabajo físico – propia del entrenamiento deportivo. Si
resulta útil habrá cumplido su objetivo.

¿QUE SE ENTRENA?

En la teoría y metodología del entrenamiento deportivo se define éste como un


proceso pedagógico especializado, cuyo objetivo consiste en el logro de elevados

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resultados competitivos. Para ello, dentro del proceso de entrenamiento, se trabaja
en la creación y perfeccionamiento de hábitos motores (técnica) y en el desarrollo
de las cualidades biológicas (fuerza, rapidez, resistencia y flexibilidad), que
determinan la capacidad de trabajo.
Muchas son las referencias bibliográficas que pudieran realizarse indicando cómo
se entrena. Es muy amplia y abarcadora la experiencia mundial en este sentido y no
constituye novedad, incluso, hablar de tendencias y hasta de escuelas, en función de
los resultados deportivos mas o menos descollantes en determinado deporte.
Sin embargo la precisión necesaria para el entrenador deportivo, la respuesta clara
y objetiva que fundamenta científicamente el ¿QUE SE ENTRENA?, es poco
frecuente en la literatura especializada.
Es indispensable señalar que el entrenamiento deportivo es, en esencia, una
agresión a la estabilidad del funcionamiento orgánico. Es decir, la aplicación de
cargas de entrenamiento busca, ante todo, la modificación del estado funcional,
creando una alteración de la homeostasis que propicie, de manera gradual, una
reacción cada vez más adecuada a las exigencias del trabajo.
Esto quiere decir que el entrenamiento deportivo se proyecta para generar la
adaptación del organismo al trabajo físico. Para lograr este fin se parte de
situaciones plenamente conocidas pero poco relacionadas. La realización de un
trabajo físico cualquiera genera reacciones prácticamente inmediatas en el
comportamiento funcional, tanto de carácter somático como vegetativo, del
organismo.
La sistemática presencia de dichas modificaciones, como consecuencia de la
repetición del trabajo físico, conduce a la aparición de un estado más favorable para
el cumplimiento de las tareas motoras que deben realizarse, lo que se conoce como
efecto acumulativo o adaptación a largo plazo.

La aparición de dicho estado implica una mejoría de la capacidad de trabajo del


deportista. Su desarrollo como proceso puede ejemplificarse de la manera
siguiente:

Trabajo físico Adaptación inmediata


Efecto acumulativo Capacidad de trabajo

La capacidad de trabajo es el punto de referencia principal dentro del proceso de


entrenamiento, por ello la necesidad de subrayar que ella no es solo una expresión
del desarrollo de la fuerza, la rapidez, la resistencia y la flexibilidad como
cualidades biológicas presentes en determinada persona que resulta entrenada, sino
que también depende, y en grado muy significativo, de otros elementos como el
dominio de la técnica y de la táctica y del nivel alcanzado en la preparación

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psicológica del sujeto en cuestión. Por la razón apuntada vale interpretar la
capacidad de trabajo como una manifestación de la combinación de los factores que
la condicionan y constituyen los elementos que definen el nivel de entrenamiento
de cada deportista.

CAPACIDAD DE TRABAJO

CUALIDADES BIOLOGICAS FACTORES DE RENDIMIENTO

NIVEL DE ENTRENEMIENTO

Para valorar el grado o nivel de entrenamiento, así como las variaciones


funcionales que ocurren en el organismo como consecuencia de la actividad física,
en general se investigan en los deportistas tres manifestaciones diferentes del
estado funcional: en condiciones de reposo fisiológico, el originado como respuesta
a una carga física estándar y las reacciones orgánicas ante esfuerzos de carácter
máximo.
Para el estudio del primero de estos estados, o sea, el que refleja el
comportamiento del organismo en condiciones de reposo relativo o fisiológico, se
han realizado investigaciones tanto en sujetos entrenados como no entrenados y
también en los mismos sujetos antes y después de recibir cargas físicas durante un
periodo de tiempo determinado. Las variaciones funcionales que genera un
esfuerzo físico sistemático se manifiestan, fundamentalmente, durante la
realización del trabajo. Sin embargo, incluso en estado de reposo se pueden
apreciar diferencias sustánciales entre el organismo entrenado y el sometido a una
vida sedentaria.
En las personas entrenadas se puede apreciar una mayor disponibilidad de sangre
en el organismo. Como resultado del entrenamiento aumenta el contenido de
hemoglobina, lo que favorece el suministro de oxigeno a los tejidos; la capacidad
de oxigenación del sistema sanguíneo también aumenta así como la diferencia
arterio-venosa para éste gas.
En sentido general, los cambios que se reportan en el estado de reposo no son de
carácter significativo en lo que se relaciona con el sistema sanguíneo. En el
organismo entrenado el efecto de la actividad física sistemática sobre este sistema
se manifiesta, fundamentalmente, durante el esfuerzo.

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La realización de las cargas de trabajo físico contempladas en el proceso de
entrenamiento y durante las propias competencias deportivas, exige al músculo
cardiaco del atleta la realización de un esfuerzo de gran magnitud para garantizar la
impulsión de un enorme volumen de sangre a través de los conductos vasculares.
Para poder soportar y responder a una exigencia funcional tan elevada el corazón
debe estar muy desarrollado y es por ello que en los deportistas, como resultado del
entrenamiento sistemático, se produce una dilatación funcional del miocardio, que
se expresa en el engrosamiento de las fibras cardiacas y, como resultado de ello, del
diámetro de las paredes del músculo; conjuntamente aumenta la capacidad de las
cavidades del corazón lo que provoca el incremento del volumen cardiaco, siendo
este indicador hasta un 30% más elevado en los deportistas que en los no
deportistas.
En dependencia del volumen y de la intensidad de las cargas de trabajo físico
aplicadas durante el entrenamiento se pueden observar, en deportistas de alta
calificación, modificaciones en el volumen cardiaco luego de transcurrir 3-4
semanas de preparación.
Que las contracciones del corazón se producen en intervalos de tiempo diferentes.
Se observa que existe una gran variabilidad en la frecuencia cardiaca de los
deportistas que emplean, para la realización de su trabajo físico, la resLa frecuencia
cardiaca en los sujetos entrenados es menor, en condiciones de reposo, que en
aquellas personas que mantienen una vida sedentaria. La disminución de la
frecuencia del pulso, en dichas condiciones, es mucho más significativa en los
deportistas que se especializan en modalidades deportivas en las que tiene una
participación principal la resistencia aerobia. En los corredores de maratón y los
ciclistas de ruta se han registrado valores de frecuencia cardiaca en reposo
asombrosamente bajos.
El desarrollo de esta manifestación de bradicardia, que dado su origen tiene un
carácter funcional, transcurre en las etapas iniciales del proceso de entrenamiento
deportivo sistemático, aproximadamente en los dos-tres primeros años, luego este
indicador muestra pocos cambios en los distintos periodos de entrenamiento.
Debe señalarse que, en algunos casos, una disminución muy acentuada de la
frecuencia de trabajo cardiaco, en condiciones de reposo, puede ser síntoma de
algún trastorno del propio corazón; una bradicardia excesiva puede estar reflejando
la influencia de sobrecargas que se ubican más allá de las posibilidades reales del
deportista. Considerando este aspecto, se recomienda no juzgar el nivel de la
capacidad cardiaca solo mediante el indicador de la frecuencia cardiaca en reposo.
El ritmo de las contracciones cardiacas en las personas entrenadas no siempre es
uniforme y con gran frecuencia se destaca en los deportistas una gran arritmia
sinusal, lo que pone de manifiesto que los impulsos que parten del nódulo seno
auricular (marcapaso) no resultan equivalentes.

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El análisis del registro electrocardiográfico muestra, en estos casos, que las
contracciones del corazón se producen en intervalos de tiempo distintos. Se aprecia
que existe una gran variabilidad de la frecuencia cardiaca en los deportistas que
emplean, para la realización de su trabajo físico, la resistencia aerobia. Esta
variabilidad en el ritmo del trabajo cardiaco puede asociarse al incremento del tono
vagal (parasimpático) así como a las modificaciones en el balance electrolítico
derivado de las perdidas de grandes volúmenes de sudor durante el cumplimiento
de los esfuerzos físicos.
La arritmia sinusal es apreciable también en las edades infantiles sin que
necesariamente tenga que mediar la practica deportiva sistemática. En muchos
casos se manifiesta de manera paralela a los ciclos respiratorios y por ello se le
conoce como arritmia respiratoria.
En los deportistas no obedece a la misma razón ya que se manifiesta tanto durante
la inspiración como durante la espiración. Si el valor de la arritmia oscila entre 0,10
y 0,15 seg. ; se denomina moderada; se considera expresiva si los valores se
mueven entre 0,16 y 0,30 seg. ; si la diferencia supera los 0,30 seg., recibe la
denominación de muy expresiva.
En los deportistas este tipo de arritmia puede aparecer, o acentuarse, durante el
proceso de entrenamiento y modificar su comportamiento en función paralela con
el incremento del nivel de preparación atlética. La presencia de la arritmia sinusal
se considera como un indicador de la capacidad del músculo cardiaco, es decir, una
manifestación de su capacidad da adaptarse rápidamente a las diferentes variantes
que plantea la actividad humana.
El volumen sistólico es otro indicador importante para la evaluación del
comportamiento cardiaco. En estado de reposo prácticamente no se aprecian
diferencias entre los valores que se presentan en personas entrenadas y no
entrenadas, por lo que su valoración, es decir, el cálculo del volumen sistólico en
una sola ocasión no permite conocer el grado de entrenamiento del deportista.
Para lograr el objetivo antes señalado es preciso evaluar, en varias ocasiones,
durante el desarrollo de las diferentes etapas del ciclo anual, la evolución del
volumen sistólico, lo que permite comprobar como se comporta el indicador, que
debe presentar una tendencia a la disminución en la medida en que se incremente el
nivel de entrenamiento. Si se tiene en cuenta que la ejercitación física sistemática
genera un incremento de las cavidades ventriculares y que al mismo tiempo
disminuye el volumen sistólico, puede llegarse a la conclusión de que el desarrollo
del nivel de entrenamiento propicia el aumento de volumen sanguíneo de reserva,
es decir, no toda la sangre contenida en los ventrículos es expulsado hacia las
arterias. En los ventrículos permanece una cantidad de sangre de reserva que es
empleada, durante el esfuerzo, para aumentar la salida cardiaca. Cuando el nivel o
grado de entrenamiento se pierde el volumen sistólico aumenta nuevamente,

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Esa disminución del volumen minuto sanguíneo, en condiciones de reposo, cuando
el atleta se encuentra en la etapa de capacidad de trabajo aumentada, se explica por
la gran economía de los procesos oxidativos en el ámbito celular, lo que implica
una menor necesidad de oxigeno y, por consiguiente, una menor cantidad de sangre
circulando en la unidad de tiempo. A esto se suma que el propio trabajo del
músculo cardiaco se realiza de manera más económica, lo que se expresa en una
menor cantidad de contracciones por minuto (bradicardia) y una mayor eficiencia
en cada contracción (potencia).
La presión arterial en los deportistas se encuentra entre los valores normales de las
personas saludables que no practican deportes sistemáticamente. Sin embargo, la
presión diastólica aumenta en la medida en que se eleva el grado de entrenamiento
y, en etapas en las que el atleta alcanza su mayor capacidad de trabajo, se ubica
entre 6- 10 mm de Hg. por encima de los valores normales. Esta situación, al igual
que otros cambios, guardan estrecha relación con la gran economía de los procesos
oxidativos tisulares presentes en el organismo entrenado. Como se ha señalado
anteriormente, los tejidos necesitan una menor cantidad de sangre circulando y por
ello las arterias de pequeño diámetro y las arteriolas reducen su luz interna, lo que
genera un incremento de la resistencia al flujo sanguíneo hacia la periferia durante
la diástoles, lo que se traduce en la elevación de la presión diastólica. La
disminución del grado de entrenamiento conduce, automáticamente, a un descenso
gradual de la presión diastólica hasta los valores normales.
La capacidad vital pulmonar aumenta en la medida en que se alanzan niveles de
entrenamiento superiores, siendo siempre mayor en los deportistas de más alta
calificación. La frecuencia respiratoria en reposo, es algo menor en las personas
entrenadas que en los sujetos sanos que mantienen una vida sedentaria; por su parte
la profundidad de la respiración aumenta en comparación con las personas no
entrenadas sistemáticamente.
Los indicadores fundamentales de la respiración externa – frecuencia y profundidad
respiratorias, así como la ventilación pulmonar – en condiciones de reposo, se
diferencian muy poco entre las personas entrenadas y las no entrenadas. Solo si se
toma en consideración la máxima ventilación pulmonar voluntaria que sean
capaces de realizar personas de ambos grupos, pueden detectarse diferencias
significativas, pudiendo los hombres deportistas alcanzar hasta 2000 ml/Kg de peso
corporal y las mujeres deportistas entre 1500 – 1700 ml/ Kg.
La fisiología aplicada a la actividad física interpreta las cargas estándar como una
carga modelo o tipo, que resulta asequible para todas las personas, idéntico tanto
por la forma de realización como por la potencia y duración del mismo.
Esta demostrado que, ante un mismo trabajo, el organismo entrenado requiere de
menor cantidad de energía para su realización que el no entrenado.

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La utilización de este tipo de carga para la valoración del estado funcional del
organismo permite registrar resultados precisos, de gran objetividad, ya que brinda
una amplia información sobre las reacciones fisiológicas de sujetos con diferentes
niveles de entrenamiento y la comparación de los resultados es hasta tal punto
informativa y clara que este método se ha convertido en uno de los más utilizados
para evaluar el nivel de preparación de los deportistas.
Para los sujetos entrenados la demanda de oxigeno ante una carga estándar es
menor y también resulta inferior la deuda formada durante el trabajo, sin embargo
el ingreso de oxigeno es mayor como fracción de la demanda, en comparación con
la proporción de ambos, que en los sujetos no entrenados, por consiguiente un
mismo esfuerzo se realiza por el organismo entrenado con un mayor suministro de
oxigeno y, por ende, con una menor incorporación de los mecanismos anaerobios.
También se realiza el esfuerzo estándar con menor frecuencia cardiaca, no obstante,
por la existencia de la bradicardia funcional, el incremento con relación al estado
de reposo resulta mayor que en las personas no entrenadas. La presión arterial, en
el organismo entrenado, aumenta durante el cumplimiento de este tipo de cargas; el
comportamiento de la presión mínima y la presión media no se modifican en grado
similar.
El nivel funcional del sistema de abastecimiento de oxigeno a los tejidos, durante la
realización de cargas físicas de carácter estándar, es menor en el organismo
entrenado. Al mismo tiempo se observa un menor volumen en la sudoración y,
lógicamente, un menor incremento de la temperatura corporal; además, las
variaciones en la composición química tanto de la sangre como de la orina, son
menos significativas.
Los resultados de numerosas investigaciones sobre las reacciones fisiológicas del
organismo entrenado ante la realización de cargas físicas permite identificar las
siguientes características de comportamiento:
 El organismo entrenado realiza el esfuerzo físico de carácter
estándar de manera mucho más económica.
 Las variaciones fisiológicas tan significativas que presenta el
organismo no entrenado al cumplir con una carga de trabajo estándar, constituyen
la consecuencia de una extraordinaria carencia de economía en el gasto energético
lo que, a su vez, se deriva de la participación en la regulación del comportamiento
funcional de mecanismo menos perfectos.
 El mismo esfuerzo es menos agotador en la medida en que
aumenta el grado o nivel de entrenamiento.
 Para un organismo no entrenado un esfuerzo puede resultar
relativamente difícil y ser realizado con una tensión propia para un ejercicio pesado
que provoque el agotamiento y fundamentalmente la aparición de la fatiga. Por su

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parte para el atleta entrenado esa misma carga es relativamente ligera, se desarrolla
sin dificultad y no provoca la fatiga.
Los puntos enunciados anteriormente reflejan el significado fisiológico del
entrenamiento deportivo para el organismo: aumento de la capacidad de trabajo a
expensas de una mayor economía en el funcionamiento de los distintos órganos y
sistemas de órganos.
En la práctica deportiva la realización de un esfuerzo físico de carácter estándar es
un hecho excepcional; lo común es encontrar, tanto en las sesiones de
entrenamiento como durante el desarrollo de la competencia, la ejecución de
esfuerzos que se caracterizan por el elevado nivel de exigencia que se plantea al
atleta. Durante las competencias, la estandarización del esfuerzo puede estar
localizada en la longitud de las distancias que se deben recorrer, sin embargo, la
velocidad con que esta se vencen dista mucho de ser uniformes.

Los deportistas con mejor preparación física cumplen con mayor rapidez el
recorrido establecido y, por consiguiente, la potencia será mayor. En otras
palabras, durante las competencias, el deportista intenta movilizar todas sus
posibilidades funcionales y alcanzar el máximo resultado deportivo, trabajando en
el límite de sus capacidades. Por esta razón constituye un gran interés profundizar
en las variaciones fisiológicas durante el esfuerzo máximo, lo que permite tener una
idea clara sobre las posibilidades fisiológicas de uno u otro deportista.
Los resultados de un significativo número de investigaciones fisiológicas realizadas
durante el cumplimiento de esfuerzos máximos, ponen de manifiesto cambios
funcionales sustancialmente diferentes a los encontrados cuando se realizan
trabajos de carácter estándar. También las variaciones son superiores a las
localizadas en personas no entrenadas.
El mayor grado o nivel de entrenamiento propicia una mayor respuesta fisiológica
ante las cargas físicas máximas. A continuación se presentan las relaciones típicas
de los principales sistemas del organismo ante la realización de este tipo de cargas.
Sistema sanguíneo. El esfuerzo físico máximo provoca una mayor acumulación de
productos finales del metabolismo en la sangre de las personas entrenadas; como el
deportista logra hacer un mayor trabajo, la concentración de estas sustancias tiene
que ser mayor. Por ejemplo, en un sujeto con gran nivel de entrenamiento, la
concentración de ácido láctico puede llegar a ser, ante un esfuerzo máximo, de
300 mg por cada 100 ml de sangre; sin embargo, una persona no entrenada no
soporta la realización de un esfuerzo que eleve el lactato hasta las inmediaciones de
100 mg, es decir un nivel tres veces menor.

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Esto pone de manifiesto que los sujetos entrenados soportan alteraciones profundas
de la composición química de la sangre; la lactacidemia puede llegar a disminuir el
pH sanguíneo hasta 7,12 durante el esfuerzo máximo, además resiste una
disminución de las reservas de carbohidratos que se manifiesta en la reducción de
la glucosa en sangre hasta dos veces por debajo de lo normal; el organismo no
entrenado no soporta cambios similares.
Sistema cardiovascular: La frecuencia de contracciones cardíacas durante la
realización de cargas de trabajo de carácter máximo, se localiza comúnmente entre
190-205 pulsaciones por minuto, reportándose en la literatura especializada casos
de 220-240 contracciones del corazón en la unidad de tiempo indicada.
Como ya se ha señalado, el abastecimiento de oxígeno a los tejidos durante el
esfuerzo máximo está limitado, básicamente, por la magnitud del volumen minuto
sanguíneo. En los sujetos que poseen elevado nivel de entrenamiento este
indicador puede llegar, durante el trabajo, hasta 35-40 1/min., mientras que en las
personas no entrenadas solo se alcanzan cifras máximas de 20-25 1/min.
Al estudiar el sistema de suministro energético al organismo para garantizar la
realización del trabajo muscular se puede concluir que el máximo consumo de
oxígeno es un índice integrador de las funciones cardiovasculares, respiratorias y
sanguíneas.
Es evidente que el entrenamiento sistemático eleva en forma gradual y significativa
las posibilidades funcionales ante la realización de cargas máximas, lo que se
cumple no solo en lo que se refiere a la energética aerobia, sino también que
influye en el perfeccionamiento de los mecanismos anaerobios.
De los aspectos antes señalados se pueden concluir no solo las ventajas que
representan para el organismo mantener un alto nivel de entrenamiento, lo que se
traduce en una cada vez más perfeccionada economía energética en la realización
del trabajo, sino también que al seguir el comportamiento de estos indicadores, se
puede diseñar un sistema de control para evaluar la marcha del proceso de
entrenamiento.

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LA CONTRACCIÓN MUSCULAR.
Resulta ampliamente conocida la participación de la musculatura esquelética en la
realización de todos los movimientos del cuerpo humano. Los restantes tipos de
músculos presentes en el organismo (liso y cardíaco) no intervienen directamente
en las acciones motoras ya que su regulación no es voluntaria.
El movimiento, en condiciones normales, solo es posible cuando ocurre la
contracción del músculo que genera una tracción sobre su punto de inserción. La
eficiencia y coordinación de ese movimiento depende, por una parte, del número de
unidades motoras que participan en la contracción y por otro, de cómo estas se
incorporan a la actividad.
Las unidades motoras difieren tanto en su estructura como en sus características
funcionales, lo que está determinado tanto por las dimensiones del cuerpo de la
moto- neurona como por el grosor de su axón y por el número de fibras musculares
que integren la unidad motriz.
Resulta que mientras mayor sea el cuerpo de la motoneurona más grueso será su
axón y mayor la cantidad de fibras musculares que inerva, lo que trae como
consecuencia que cada músculo, según sus dimensiones, está integrado por
unidades motrices grandes y pequeñas.
Independientemente de sus dimensiones cada músculo está integrado por
centenares de fascículos y cada fascículo por centenares de fibras musculares. La
fibra muscular es una célula de forma cilíndrica que se encuentra cubierta por una
fina membrana elástica denominada sarcolema, cuya estructura es semejante a la
de las fibras nerviosas. La membrana de las células musculares desempeña un
importante papel en la generación y conducción de la excitación.
Cada fibra muscular contiene una gran cantidad de míofibrillas y cada una de estas
tiene unos 1500 filamentos de miosina y 3000 filamentos de actina, que son las
moléculas proteicas encargadas de la contracción muscular. Los filamentos

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gruesos son de miosina y los finos de actina, que se colocan de manera interpuesta,
dotando a la míofibrilla de bandas claras (I) y de badas oscuras (A) alternadamente.
Las bandas claras presentan esa característica ya que están integradas,
fundamentalmente, por filamentos delgados de actina, mientras que las bandas
oscuras se componen de filamentos gruesos de miosina y de filamentos delgados de
actina. La porción central de cada banda A presenta una formación más clara que
se denomina H, que desaparece cuando se produce la contracción muscular. Por su
parte, cada banda I se divide en dos partes iguales demarcadas por una especie de
disco, denominado línea Z. El espacio entre dos líneas Z se denomina sarcómero.
Cuando la fibra muscular se contrae aparece un acercamiento entre las líneas Z, lo
que indica que los sarcómeros se acortan.
Las observaciones realizadas en múltiples investigaciones han permitido concluir
que durante la contracción muscular las dimensiones de las bandas A no se
modifican, la longitud de las bandas I se reduce y desaparece la zona H de las
bandas A. Esto permite afirmar que la contracción muscular es un proceso que se
realiza gracias al deslizamiento de los filamentos de actina hacia la porción central
de las bandas A.
Aún resulta discutida la forma concreta en que se realiza el desplazamiento de los
filamentos de actina entre los de miosina, pero se acepta que los filamentos gruesos
están formados por moléculas de miosina que presentan largas colas, en tanto que
sus “ cabezas” forman apófisis que llegan a los míofilamentos finos. Estas cabezas
se ubican en dirección contraria entre si en ambas mitades del míofilamentos finos
están constituidos por dos hilos de actina colocados en forma de espiral doble,
orientados en ambas direcciones, partiendo de la línea Z. Gracias a esta forma de
distribución de las moléculas de actina y miosina en las dos mitades
correspondientes a la banda A, los míofilamentos actínicos se mueven desde ambos
lados del sarcómero, entrecruzándose en el centro de ésta.
Se considera que cada uno de estos entrecruzamientos, conocidos como “puentes
cruzados”, se moviliza sin tener en cuenta a los restantes, funcionando de modo
alternativo y continuo. En correspondencia con ello, mientras mayor sea el número
de puentes cruzados en contacto con los míofilamentos de actina en un momento
determinado, mayor debe ser la fuerza de la contracción.
La puesta en funcionamiento del complejo sistema que se ha descrito, es decir, el
acto de la contracción implica la existencia de trabajo y, por tanto, requiere energía.
Ella aparece cuando las moléculas de ATP (Trifosfato de Adenosina) se desdoblan
en ADP (Difosfato de Adenosina) y en los grupos de fosfatos (P) por la acción
enzimática de la miosin-ATPasa.

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En el músculo en reposos no se produce la escisión del ATP por la inferencia de la
troponina, una proteína miofibrilar que, en esa situación, provoca su inactividad.
Movilizar la troponina es una tarea que le corresponde a los iones de calcio, cuando
son liberados por la presencia de un potencial de acción.
Cuando sobre una fibra nervios motora actúa una acción estimulante, ésta se
transforma en un potencial bioeléctrico que se conoce como potencial de acción, y
que es conducido a la placa terminal o sinapsis, punto de contacto con la fibra
muscular.
El potencial de acción se propaga rápidamente sobre toda la membrana
(sarcolema), difundiéndose al mismo tiempo hacia el interior de las fibras a través
de los túbulos transversos (túbulos T), lo que produce la liberación de los iones de
calcio que dejan de interferir la actividad miosin-ATPasa, propiciando el
desdoblamiento del ATP y permitiendo la aparición de la energía necesaria para
que los filamentos de actina se acerquen de manera progresiva, desarrollando el
proceso de acortamiento. Una vez concluida la influencia del potencial de acción,
todo el proceso se interrumpe y la fibra muscular retorna a su estado inicial.
Como se indicó antes, las fibras musculares esqueléticas no son exactamente
iguales y esto se relaciona no solo con su estructura, sino también con su
funcionamiento. Existen fibras que manifiestan una forma de contracción rápida,
que tienen una importancia fundamental en las actividades motoras que exigen
contracciones musculares de gran intensidad y corta duración, tales como los saltos,
el levantamiento de pesas, las carreras de distancias cortas, etc. Por otra parte, el
organismo realiza acciones motoras que se caracterizan por reclamar contracciones
musculares de moderada intensidad y larga duración, es el caso de las carreras de
fondo, el ciclismo de ruta, etc.
La diferencia entre cada tipo de fibra está determinada por el nivel de actividad
enzimática de cada una de ellas, específicamente de la miosin-ATPasa y de la
glucógeno-fosforilasa y la fosfofructoquinasa, que intervienen en el metabolismo
del glucógeno muscular y de la glucosa.
Las fibras de contracción rápida se encuentran mejor dispuestas para el trabajo en
condiciones de insuficiencia de oxígeno o cuando la producción de ATP por vía
aerobia es limitada. Por su parte, las fibras lentas pueden trabajar en esfuerzos de
larga duración porque contienen mayores cantidades de enzimas mitocondriales
que son las encargadas de la producción aeróbica del ATP.
Aunque las fibras rápidas y lentas tienden a ser empleadas en tareas específicas,
durante loa realización de esfuerzos prolongados tanto unas como otras se fatigan,
lo que indica que si bien las fibras lentas se emplean fundamentalmente en los

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esfuerzos de larga duración, al fatigarse éstas, su lugar es ocupado por las fibras
rápidas.
La existencia de ambos tipos de fibras y las características de su funcionamiento
permitía pensar, inicialmente, que un régimen de entrenamiento específicamente
dirigido a la resistencia podría modificar la proporción de fibras lentas en el
músculo. Investigaciones posteriores pusieron de manifiesto que tal cosa no
ocurre, modificándose solo la capacidad de ambos tipos de fibras para producir
ATP, de donde se deduce que la composición de las fibras rápidas y lentas con que
nace la persona desempeña un importante papel en su futuro deportivo.
Aunque se ha prestado mucha atención a la estructura y funcionamiento de la fibra
muscular, lo que se deriva de la importancia de su participación en el proceso de
contracción, resulta evidente que en la realización del movimiento tienen que
participan un elevado número de unidades motrices, es decir, músculos y grupos de
músculos que permitan dar respuesta a las exigencias planteadas por la acción
estimulante.
En condiciones normales los músculos esqueléticos responden a estímulos que
provienen del encéfalo o de la médula espinal. Las contracciones musculares se
clasifican en aisladas, cuando constituyen la respuesta a un solo estímulo y que, por
no tener prácticamente presencia en el deporte, no serán consideradas; y
contracciones musculares adicionadas, que no solo están presentes en la acción
deportiva, sino también en las restantes manifestaciones motoras del organismo.
Cuando un músculo es estimulado de forma tal que el segundo estímulo llega
cuando aún no se ha completado la respuesta al estímulo anterior (contracción y
relajación) la tensión que éste es capaz de provocar en el músculo es superior a la
del primero. Esto se explica al tomar en consideración que la acción de un
estímulo reclama de un tiempo mínimo para realizar el reordenamiento estructural
indispensable para lograr la máxima tensión.
Cuando aparece una cadena de dos o más estímulos, las contracciones se producen
en rápida sucesión, los cambios estructurales logran completarse y puede lograrse
mayor tensión muscular. Las contracciones pueden manifestarse de manera
completa, tetanización, cuando la frecuencia de estimulación es tan alta que no
permite la relajación del músculo; también puede ser de carácter incompleto
cuando la frecuencia de los estímulos no es tan elevada y permite la relajación
muscular parcialmente.
La tensión desarrollada por los músculos durante la contracción se pone de
manifiesto en las más variadas formas. Si la resistencia externa es inferior a la
tensión generada en el músculo el resultado es que éste se acorta y aparece el
movimiento con un tipo de contracción concéntrica, también conocida como

15
ausotónica o miométrica. Si la resistencia externa es superior a la tensión que
puede generar el músculo durante la contracción, entonces éste se alarga,
ocurriendo un tipo de contracción excéntrica o pliométrica.
Estos tipos de contracciones se relacionan con el trabajo dinámico, es decir, con el
trabajo que exige modificaciones longitudinales del músculo. En consecuencia,
para lograr contracciones musculares lo suficientemente intensas y prolongadas
como para provocar el movimiento resulta indispensable que sobre el tejido actúen
un número importante de estímulos de manera continua.
La frecuencia de estimulación debe ser, por tanto, lo suficientemente alta como
para provocar que el efecto contráctil de cada estímulo se incorpore al precedente y
suficientemente baja como para que dicho efecto no surja en el tiempo que
corresponda al período refractario absoluto de la fibra.
Cuando se alcanza una frecuencia de estimulación que logre cumplir estos
aspectos, el grado de tensión de la fibra incrementa de manera gradual, pudiéndose
alcanzar los valores máximos y mantenerlos durante el tiempo que se mantenga la
excitación.
Los principios fisiológicos enunciados son también válidos para una forma de
contracción tetánica que no implica movimiento: la contracción isométrica que se
presenta cuando, ante considerables modificaciones de la tensión del músculo, sus
dimensiones permanecen invariables. En este tipo de contracción muscular la
fuerza aumenta progresivamente hasta alcanzar su valor máximo; si la acción
estimulante se prolonga la fuerza disminuye también de manera progresiva como
consecuencia de la aparición de la fatiga.
De lo señalado hasta aquí queda claro que el incremento de la tensión en el
músculo depende del nivel de excitación que se manifieste en las unidades
motrices, estructura básica que garantiza la contracción, que se conforma por una
neurona motora localizada en la médula espinal y por todas las fibras musculares
que son inervadas por dicha neurona.
El número de fibras musculares que son inervadas por cada motoneurona varía
desde una hasta varios cientos, en dependencia del grado de precisión que se
requiera de cada plano muscular.
Como lo indica su nombre, cuando la unidad motriz es excitada, todas las fibras
musculares se contraen prácticamente de manera simultánea, es decir, no resulta
posible que algunas fibras de una unidad motriz se relajen mientras otras se
contraen. Además si las fibras musculares de una determinada unidad motriz son
estimuladas con la suficiente fuerza, el nivel de contracción alcanza un grado
máximo. Este principio es conocido como “ley del todo o nada” que establece que

16
bajo determinadas condiciones o se contraen todas las fibras de la unidad motriz o
no se contrae ninguna de ellas. Bajo este concepto es posible interpretar el proceso
funcional que permite la contracción gradual del músculo.
Las unidades motrices integradas a un plano muscular solo se activan de manera
simultánea cuando aparece un nivel de estimulación máximo. Si la situación no es
esa, por ejemplo, ante contracciones submáximas, unas unidades motrices se
encuentran trabajando en tanto otras se encuentran en estado de reposo, en un
proceso continuo de intercambio que impide o retarda la aparición de la fatiga en
las diferentes unidades.
Esta forma de trabajo muscular recibe el nombre de asincrónica, y es la que
posibilita la realización de las contracciones voluntarias. Si se eleva la frecuencia
de estimulación ante la cual se produce la activación de determinado número de
unidades motrices, de modo que disminuya el tiempo de reposo de estas, aumenta
el número total de unidades participantes en la contracción y puede lograrse una
mayor fuerza. Esto pone de manifiesto que el indicador de fuerza que puede lograr
un músculo en una situación determinada depende del número de unidades
motrices que se encuentran activadas en ese momento.
Todo el proceso contráctil de las fibras musculares, que en consecuencia define la
participación de las unidades motrices, está sometido a la regulación del sistema
nervioso. Esto no solo resulta necesario para la realización de diferentes
movimientos, sino también para garantizar una posición determinada del cuerpo y
de cada uno de los segmentos que la integran.
El sistema nervioso central (SNC) debe desarrollar una cuidadosa selección en los
planos musculares que participan en cada acción motora, el momento en que se
incorporará cada uno de ellos al trabajo y, además, regular el grado de tensión que
deberá desarrollar para realizar el movimiento o mantener la postura.
Para solucionar la última de las tareas indicadas es preciso que el sistema nervioso
central, utilice tres mecanismos:
a)- Número de unidades motrices activadas
Se considera unidad motriz activada aquella cuya motoneurona envía impulsos que
son respondidos por las fibras musculares. En la medida en que sea mayor el
número de unidades activadas en un músculo más elevada será la tensión que éste
desarrolle.
La participación de mayor o menor cantidad de unidades motrices está determinada
por la intensidad de las acciones estimulantes a las que son sometidas las
motoneuronas que se integran a determinado plano muscular, por la acción de
estructuras nerviosas de niveles superiores de la corteza motora y de los centros

17
motores subcorticáles. Teniendo en cuenta que todo músculo es inervado por
diversos tipos de motoneuronas, las acciones estimulantes que actúan sobre él
pueden revestir diferentes características, de forma tal que la excitación de un plano
muscular puede manifestarse en variados niveles de tensión muscular dependiendo
de que la acción estimulante proceda de motoneuronas pequeñas o grandes.
En correspondencia con la envergadura de la unidad motriz, el mecanismo de
incorporación de éstas al trabajo se rige por la “ley de las dimensiones”. En
correspondencia con ésta ley, las pequeñas unidades motrices participan de manera
activa ante cualquier grado de tensión del músculo, sin embrago las de mayores
dimensiones solo intervienen cuando el nivel de tensión muscular es muy elevado.
Esto obliga a pensar que si se pretende desarrollar el grado de tensión máxima que
puede generar el músculo no es posible lograrlo empleando cargas de trabajo que
generen niveles de excitación de carácter moderado.
b)- Régimen de actividad de las unidades motrices
Como se ha indicado antes, en la medida en que se aumenta la frecuencia de
impulsos que, procedentes de la motoneurona, llegan a la estructura motora, mayor
será el grado de tensión que desarrolla la unidad motriz y más importante el aporte
que ésta realiza a la tensión general del músculo. Por ello resulta de extraordinaria
importancia la regulación de la motoneurona como mecanismo para determinar el
grado de tensión del músculo.
La frecuencia de estímulos procedente de la motoneurona está directamente
relacionada con la intensidad de la excitación a la cual éstas son sometidas. Si la
intensidad es de poca significación trabajan, fundamentalmente, las motoneuronas
de bajo umbral y la frecuencia es relativamente pequeña; en este caso las unidades
motoras se encuentran en régimen de contracción aisladas y la actividad se
manifiesta en una contracción débil y de reducido gasto energético. Esta forma de
contracción es común encontrarla en el esfuerzo físico necesario para mantener la
posición vertical del cuerpo. De esta manera puede explicarse por que la lenta
actividad de los músculos pueden prolongarse durante varias horas sin que se
presente la fatiga.
Cuando se incrementa la acción de influencias excitantes sobre la motoneurona que
llega a determinado músculo se produce un aumento de la tensión. Debe tenerse en
cuenta que, en este caso, el aumento de la intensidad conduce no solo a la
incorporación al trabajo de motoneuronas que antes se encontraban en estado de
reposo, sino también al incremento de la frecuencia de estímulos de estas con
relación a los impulsos de motoneuronas con niveles de excitación más bajos. Esto
implica que las motoneuronas de umbrales mayores no están en condiciones de
asimilar un régimen de trabajo de alta frecuencia, sin embrago las pequeñas

18
motoneuronas, de bajo umbral de excitación, si generan una alta frecuencia y
provocan que las pequeñas unidades motrices activas trabajen en un régimen de
contracciones adicionadas.
De aquí se desprende que para lograr grandes tensiones musculares es preciso
provocar una elevada frecuencia de estímulos que generen la aparición de
contracciones tetánicas en las unidades motrices que participan en el trabajo, pero
ello implica que este nivel de tensión del músculo pueda mantenerse por corto
tiempo.
c)- Relación en tiempo de la actividad de diversas unidades motoras:
Uno de los aspectos de los cuales depende la tensión que pueda generar un músculo
es la relación en tiempo de los impulsos emitidos por las diferentes motoneuronas
que lo inervan. Si todas las unidades motrices de un músculo se logran contraer de
manera sincrónica, la tensión general que puede lograrse es muy alta pero su
oscilación resulta muy acentuada. Si el trabajo se realiza de manera asincrónica, el
valor de la tensión generada es menor pero se obtiene un nivel de estabilidad muy
alto.
En consecuencia, mientras mayor sea el número de unidades motrices que
participan en el trabajo asincrónicamente las oscilaciones serán menores y la
realización de los movimientos se efectuará con mayor ligereza y precisión.
Si el carácter de la contracción exige del músculo, tanto por la frecuencia como por
la intensidad de los estímulos, una contracción incompleta, el tiempo de la
actividad de sus unidades motrices prácticamente no tiene importancia para la
magnitud desarrollada.
Ocurre lo contrario en los esfuerzos intensos de corta duración, donde la
sincronización de la actividad generada por los estímulos en la motoneurona
desempeña un singular papel al influir en la rapidez del desarrollo de la tensión, es
decir, en la magnitud del “gradiente de fuerza.”
Esta sincronización está particularmente presente al iniciarse movimientos rápidos
contra una gran carga externa y depende de que, al iniciarse el trabajo, la frecuencia
de estímulos emitidos por las motoneuronas es mayor que en lo sucesivo.
Las posibilidades de coincidencias de los ciclos contráctiles de numerosas unidades
motrices son muy elevadas, en correspondencia con la alta frecuencia inicial de
impulsos y la actividad de una gran cantidad de motoneuronas. En consecuencia
con ello, la rapidez del incremento del grado de tensión del músculo depende tanto
del número de unidades motrices activadas como de la frecuencia inicial y el grado
de sincronización de los impulsos emitidos por las motoneuronas que lo inervan.
EFICIENCIA DE LA CONTRACCIÓN MUSCULAR.-

19
Todo el proceso de la contracción muscular que se ha estado señalando es posible
solo cuando existe un caudal energético capaz de garantizarlo. Como se describe
en otra parte, las vías que emplea el organismo para satisfacer sus necesidades
energéticas totales, incluyendo la actividad muscular son muy variadas.
Los músculos son estructuras funcionales especializadas que transforman la energía
química en trabajo mecánico que, en su situación particular, equivale a la tensión
del músculo. El trabajo muscular aparece durante su acortamiento o extensión
(dinámico) o cuando el esfuerzo no implica movimiento (estático). Para valorar la
actividad de los músculos, como regla, se toma en consideración solo el trabajo
externo que ellos realizan. La forma más simple de evaluar el trabajo muscular
(W) se limita a considerar la acción que el músculo desarrolla al elevar una carga
hasta determinada altura y su cálculo se realiza tomando en cuenta el peso de la
carga (P) que se multiplica por la altura del levantamiento (h) y se expresa en
Kilográmetros: W = P x h = Kgm.
La magnitud del trabajo realizado por la estructura muscular depende de la carga
externa que sobre ella actúa. El trabajo mecánico externo que genera el músculo
aumenta inicialmente en correspondencia con el incremento de la carga hasta cierto
nivel, a partir del, cual se observa una disminución, lo que evidencia que los
mejores resultados se logran ante cargas de valores medios. Otro factor que
determina la calidad del trabajo externo que puede cumplir un plano muscular está
relacionado con la rapidez de la contracción: también en este caso el trabajo
externo que desarrolla el músculo es mayor cuando la rapidez de la contracción se
localiza en sus valores medios. Ocurre esto porque cuando la rapidez de la
contracción es muy alta se debe dedicar una parte considerable de la energía a
superar la fricción interna; cuando el proceso contráctil es muy lento se requiere
que una parte de la energía disponible se dedique a sostener el grado de tensión
alcanzado y no a la contracción propiamente.
La “ley de las cargas y rapidez medias” de la contracción muscular determina en
medida considerable la eficiencia mecánica, es decir, el nivel de transformación de
la energía química en trabajo. Cuando se realiza una actividad física cualquiera,
solo una parte de la energía se convierte en trabajo mecánico, el resto, la mayor
parte, se transforma en calor. Por esta razón el gasto energético total (E) es la
resultante de la sumatoria de la energía empleada para el trabajo en sí mismo (W) y
de la que se utiliza para la producción de calor (K), lo que permite plantear la
siguiente fórmula: E = W + K. La eficiencia de la contracción, también conocido
como coeficiente de trabajo mecánico, es la relación porcentual entre la energía que
se emplea en el trabajo externo, expresada en calorías, sobre la energía total
empleada, de tal suerte que:

20
W
R= ---------------- . 100
E

En la práctica deportiva lo más usual para determinar el gasto de energía es recurrir


al consumo de oxígeno. Por esta vía es posible calcular la eficiencia del trabajo
mecánico, conociendo el volumen de oxígeno consumido durante el esfuerzo y en
la etapa de recuperación. Para ello se recurre al siguiente planteamiento:

R% = 0,49 · W · 100
VO2

En esta formula 0,49 es el coeficiente de equivalencia entre el trabajo mecánico y el


volumen de oxígeno consumido con una productividad máxima (se requiere de
0,49 ml de oxígeno para realizar 1 Kgm de trabajo). Si para realizar un trabajo de
100 Kgm se requieren 280 ml de oxígeno, la eficiencia será:
100
R% = 0,49 · --------- · 100 = 17,49%
280

Ante esta situación, planteada a manera de ejemplo, se define la productividad de


manera general ya que el oxígeno consumido no solo se emplea para el trabajo
muscular directamente vinculado a la actividad física específica sino que tiene que
responder por las estructuras orgánicas que se encargan de su aseguramiento. De
ello debe entenderse que la eficiencia de la contracción muscular propiamente, sea
un poco más baja.
Los indicadores más elevados de eficiencia se registran cuando el trabajo que se
realiza reclama la participación de un gran número de planos musculares. Esto
quiere decir que la efectividad de la contracción muscular sufre modificaciones en
correspondencia con las condiciones en que se cumple el trabajo. La eficiencia se
modifica de acuerdo con el nivel de entrenamiento del deportista; al aumentar éste
se produce una disminución del gasto energético (del consumo de oxígeno) al
realizar un trabajo externo igual. La elevación de la productividad que se indica
está determinada por tres factores fundamentales:

 Se perfecciona el suministro de oxígeno a los tejidos


 Aumenta la capacidad de coordinación de los movimientos
 Se incrementa la fuerza de los músculos, lo que posibilita realizar
trabajos más intensos.

21
Es necesario destacar que el aumento de la productividad sólo se manifiesta en los
músculos entrenados; esto quiere decir que resulta un proceso muy específico, que
el entrenamiento de carácter general modifica en muy pequeña escala la
productividad durante esfuerzos musculares de carácter local. Indica, además, que
aplicando ejercicios muy bien seleccionados resulta posible esperar un aumento
sustancial de la productividad del trabajo.

LA FUERZA DE LA CONTRACCIÓN MUSCULAR.

Al tratar de identificar esta cualidad del músculo es indispensable partir de que


ella puede ser determinada por el grado de tensión máxima que él desarrolla
durante una contracción del músculo depende de su longitud. Para determinar la
fuerza del músculo es importante considerar la longitud que éste conserva cuando
se contrae. En una contracción isométrica el músculo alcanza la máxima tensión
posible para él, siempre que se cumplan las condiciones siguientes: primero, que se
activen todas las unidades motoras y, segundo, que la contracción se realice
conservando la longitud del reposo.
La fuerza máxima que puede alcanzar un músculo también depende del número y
del diámetro de las fibras que lo integran y que definen el área de la sesión
transversal, es decir, su diámetro anatómico. La relación que se establece entre la
fuerza máxima del músculo y el diámetro anatómico se denomina fuerza relativa y
se mide Kg/cm. El diámetro transversal del músculo se determina
perpendicularmente a su eje longitudinal, pero esto sólo resulta informativo cuando
las fibras se ubican de manera paralela a dicho eje.
Cuando las fibras se colocan con una orientación oblicua al eje longitudinal del
músculo, el corte debe ser realizado también con una orientación perpendicular a
las fibras, lo que obliga a una orientación oblicua del mismo con relación al eje, así
se determina el diámetro funcional del músculo. La relación de la fuerza máxima
del músculo con relación a su diámetro funcional determina la fuerza del músculo y
se localiza entre 4-8 Kg/cm.
En tanto que el diámetro funcional del músculo determina su fuerza es que su
aumento se acompaña con el incremento de la fuerza del músculo en cuestión.

22
La ampliación del diámetro funcional como resultado del entrenamiento
sistemático se denomina hipertrofia. Las fibras musculares son células
especializadas, altamente diferenciadas, que no son capaces de dividirse para
formar nuevas fibras. Las hipertrofia funcional del músculo se desarrolla
principalmente, por el engrosamiento(aumento de volumen) de las fibras
musculares.
La hipertrofia puede manifestarse en dos direcciones, la primera, de tipo
sarcoplasmático, es el resultado del engrosamiento de las fibras musculares por el
aumento del sarcoplasma, es decir, de la parte no contráctil del músculo. Este tipo
de hipertrofia genera la elevación de las potencialidades metabólicas del músculo y
también un considerable incremento del número de los vasos capilares activos, lo
que también contribuye al engrosamiento del músculo.
Sin embargo, la hipertrofia generada por ésta vía no reporta grandes ventajas
funcionales; se aprecia un incremento de las posibilidades para mantener un trabajo
por un tiempo más prolongado, es decir, se eleva la resistencia pero no se registra
incremento de la fuerza propiamente dicha.
La segunda dirección en la que se puede manifestar la hipertrofia, la miofibrilar,
se relaciona con el aumento del volumen de las míofibrillas, esto es, con el aparato
contráctil del músculo. En esta situación el diámetro del músculo no crece de
manera considerable, ya que lo que se produce es el incremento de la densidad del
tendido de las míofibrillas en la fibra muscular. Por esta vía se logra un incremento
sustancial de la fuerza máxima del músculo; también aumenta, de manera muy
marcada, la fuerza absoluta del músculo lo que no ocurre ante la primera variante
de hipertrofia funcional.
La aparición del primer o segundo tipo de hipertrofia funcional esta determinado
por el tipo de entrenamiento deportivo que se aplique. Los ejercicios dinámicos
prolongados provocan, básicamente, la aparición de la primera forma de
hipertrofia, es decir, la que propicia el incremento del sarcoplasma y no de las
míofibrillas. Los ejercicios con predominio isométrico, con aplicación de grandes
tensiones musculares generan el desarrollo de la hipertrofia funcional
correspondiente a la segunda forma, es decir, la miofibrilar.
La medición de la fuerza muscular del hombre se realiza durante la tensión
voluntaria de los músculos. Por ello, el índice de la fuerza muscular máxima
voluntaria, es decir, de la magnitud sumaria de la tensión de la tensión isométrica, o
con mayor precisión, del momento sumario de un grupo de músculos durante el
esfuerzo máximo voluntario realizado por un sujeto, equivale a la fuerza absoluta
de los músculos. La fuerza muscular máxima voluntaria depende de los dos grupos
de factores que se conocen como periféricos y de coordinación.
Al primer grupo, los factores denominados periféricos, se relacionan:

23
1. - Las relaciones mecánicas de acercamiento de la tracción muscular -- el brazo
de la palanca de acción de la fuerza muscular y el ángulo de aplicación de ésta
fuerza a las palancas óseas.
2. - La longitud del músculo, ya que de ella depende la tensión del músculo.
3. - El diámetro del músculo activado, ya que en medio de condiciones iguales, la
fuerza muscular será mayor mientras mayor sea el diámetro sumario del numero de
músculos que se contraigan.
En el segundo grupo, el de coordinación, se incluye un conjunto de mecanismos de
coordinación y gobierno donde está involucrado el sistema nervios central. Dentro
de los mecanismos de coordinación y gobierno pueden distinguirse los que se
relacionan con la actividad interna de un músculo determinado y los que tienen que
ver con la relación intermuscular. Anteriormente se indicó que el número de
unidades motrices activadas y la cantidad y calidad de los estímulos emitidos por la
motoneurona regulan el nivel de tensión del músculo y esto permite determinar el
papel de cada uno de ellos en el índice general de fuerza.
Sin embargo, la fuerza máxima voluntaria está sujeta a la coordinación de
diferentes músculos sinergístas y antagonistas de diversas articulaciones, en
correspondencia con la participación masiva de muchos planos musculares. En el
acto de medir la fuerza, resulta de particular importancia la adecuada selección de
músculos sinergístas activados y su correcta coordinación en la realización del
esfuerzo, conjuntamente con la indispensable inhibición de los músculos
antagonistas de una determinada articulación así como la intensificación de la
actividad de los músculos agonistas que propician la fijación de las articulaciones
contiguas.
De lo señalado hasta aquí se puede deducir que el gobierno de los diferentes planos
musculares que participan en un movimiento es una tarea de alta complejidad para
el sistema nervioso central. Cuando se pretende alcanzar la máxima fuerza
voluntaria el resultado siempre es menor que la máxima fuerza potencial; esa
diferencia se califica como Déficit de Fuerza y disminuye en la medida en que los
mecanismos de gobierno y regulación alcanzan un mayor nivel de
perfeccionamiento.
La magnitud del déficit de fuerza está determinada por los siguientes factores:
 El estado psicológico. Es conocido que durante ciertos estados emocionales
el sujeto puede revelar tal fuerza que supera, en mucho, sus máximas
posibilidades normales. Estos estados emocionales, conocidos comúnmente
como estrés, tienen una particular relación con la motivación de los
deportistas durante la competencia.
Es necesario destacar que del estado funcional del sujeto es un elemento que define
el alcance de la influencia de este factor, pues si bien resulta muy aguda en el caso

24
de personas no entrenadas en los deportistas de alta calificación se presenta de
manera mucho menos importante.
 Cantidad de grupos musculares activados simultáneamente. Siempre que
existan las mismas condiciones de medición, el déficit de fuerza será mayor
mientras más numeroso sea el grupo de músculos que participan en la
contracción.
 Grado de perfeccionamiento del gobierno voluntario de los músculos. El
aumento de la fuerza muscular voluntaria fundamentalmente se pone de
manifiesto al realizarse su valoración ante situaciones que han sido
entrenadas previamente. Esto indica que el aumento de la fuerza está
condicionado por un factor de mayor perfección, es decir, por los
mecanismos centrales de regulación del trabajo muscular, o lo que resulta
igual, por el perfeccionamiento de los mecanismos nerviosos de
coordinación.
La importancia de este último factor también se manifiesta al estudiar el índice de
fuerza voluntaria relativa, que se calcula dividiendo la fuerza voluntaria máxima
sobre el diámetro transversal del músculo.
Resulta conocido que la fuerza voluntaria máxima es mayor en los hombres que en
las mujeres a partir del periodo de la pubertad. La fuerza muscular y la masa de los
músculos aumentan dentro de los límites de este periodo y, como resultado de ello,
la fuerza relativa se incrementa hasta aproximadamente 6 Kg/cm 2. Por otra parte,
existen diferencias significativas en la fuerza relativa voluntaria entre diferentes
personas, por lo que aun cuando el grado de utilización de las posibilidades de
fuerza del aparato muscular es similar en los hombres y las mujeres se registran
diferencias notables que, en algunos casos, pueden ser el resultado del
entrenamiento sistemático.
El grado de perfeccionamiento del gobierno voluntario de los músculos está
determinado por la efectividad de la acción de los mecanismos de coordinación,
tanto intramuscular como intermuscular. Puede presentarse una gran disminución
de la fuerza máxima voluntaria cuando aparece la influencia de los músculos
antagonistas, interfiriendo su trabajo. Puede ocurrir, también, que determinada
cantidad de unidades motrices, las que presentan mayor umbral de estimulación no
sean incorporadas a la actividad voluntaria o que no todas las unidades activadas se
incorporen al trabajo en un régimen de tétanos completo, como resultado de
problemas o insuficiencias en la coordinación interna.
En correspondencia con lo señalado y tomando en consideración el papel de las
grandes unidades motrices en el grado de tensión que puede alcanzar el músculo es
necesario emplear, en el entrenamiento deportivo, aquellos ejercicios que reclaman
una gran fuerza muscular, no menor de 2/3 de la fuerza máxima voluntaria. Por esta
vía se perfeccionan los mecanismos de control y gobierno, particularmente en su

25
manifestación intramuscular, que aseguran la incorporación del mayor número
posible de unidades motrices de los planos musculares básicos, donde se incluyen
las grandes unidades de elevado umbral.
Es necesario indicar que la fuerza muscular también tiene una manifestación
dinámica, que se manifiesta tanto en las contracciones excéntricas como en las de
carácter concéntrico. La fuerza dinámica (F) está determinada por la aceleración (a)
que se transfiere a una determinada masa externa (m) durante la contracción
concéntrica (aceleración) o por el retardo (desaceleración) de la masa durante la
contracción excéntrica de los músculos.
En este caso la fuerza muscular que se manifiesta depende de la magnitud de la
masa desplazada; los índices de fuerza crecen, dentro de determinados límites, en
correspondencia con el aumento del cuerpo desplazado y el incremento ulterior del
peso no se acompaña de la elevación del índice de fuerza dinámica.
La fuerza dinámica se evidencia cuando se realizan movimientos que reclaman una
compleja coordinación tanto intra como inter muscular. Por ello los indicadores de
fuerza dinámica se diferencian significativamente entre diversas personas y
presentan mayores oscilaciones que las correspondientes a la fuerza estática,
incluso cuando se realizan varias mediciones en una misma persona.
La fuerza dinámica, durante la realización de la contracción, es menor que la fuerza
estática cuando esta es registrada durante los esfuerzos máximos en un ángulo
invariable. Durante la contracción excéntrica los músculos generan una fuerza
máxima dinámica que puede ser considerablemente superior a la fuerza máxima
isométrica. En la medida en que aumenta la velocidad del movimiento mayor será
la fuerza dinámica presente en el régimen de la contracción muscular.
El aumento de la fuerza dinámica, como resultado del entrenamiento, puede
acompañarse con el cese del incremento de la fuerza estática y viceversa. Los
ejercicios isométricos aumentan la fuerza dinámica, pero en mucha mayor medida
la fuerza estática. Esto demuestra el carácter extremadamente específico de los
efectos del entrenamiento: la utilización de un tipo particular de ejercicios provoca
un aumento significativo específicamente en la fuerza de los planos musculares que
participan en el trabajo.

LA RAPIDEZ.
Debe entenderse como tal la cualidad biológica de realizar un acto motor
desarrollando, en condiciones determinadas, el proceso de coordinación de las
funciones orgánicas que se requieran en el menor tiempo posible. En este concepto
se considera que el acto motor no se prolongue demasiado y que no surjan los
síntomas de la fatiga.

26
El término rapidez, como índice que califica cualitativamente los movimientos del
hombre, se utiliza para agrupar tres manifestaciones de la actividad orgánica: 1)
rapidez de reacción; 2) rapidez de realización de un movimiento y 3) frecuencia de
movimientos.
La rapidez de reacción, como componente de la cualidad general, expresa la
disponibilidad orgánica para enfrentar aquellas situaciones en que resulta necesario
responder ante diferentes estímulos. En estos casos se pueden identificar cinco
etapas o fases componentes del periodo latente de la contracción, cuya duración
define la rapidez de reacción:
a) excitación de la estructura receptora;
b) b) transmisión de la excitación hasta el sistema nervioso central;
c) c) elaboración de la respuesta señal en el sistema nervioso central;
d) d) transito de la excitación desde el sistema nervioso central hasta el efector
y
e) e) activación de las unidades motrices del efector y respuesta mecánica de
estas.
De las etapas enunciadas la más prolongada es la tercera.
La rapidez de movimiento contempla el tiempo empleado para ejecutar el
movimiento sin considerar el utilizado para iniciar la respuesta. En el caso en que
se analice un acto motor en el que participen un gran número de planos musculares,
esta cualidad lleva implícita, además, la coordinación del trabajo de todos los
elementos participantes.
La frecuencia de movimientos contiene, al mismo tiempo, la traslación en el
espacio y descansa en el fundamento biológico de la movilidad de los procesos
corticales, es decir, la rapidez con que se alternan los procesos de excitación e
inhibición en la corteza cerebral.
La rapidez de reacción puede manifestarse tanto en forma simple(rapidez de
reacción simple) como compleja (rapidez de reacción compleja). La reacción
simple se produce cuando la respuesta se brinda a una señal conocida de antemano;
el resto de las reacciones se consideran complejas.
Cuando se realizan ejercicios de intensidad variable se mejora la rapidez de
reacción simple, sin embargo, el método que produce resultados más favorables es
el ejecutar series de repeticiones reaccionando ante estímulos desconocidos e
imprevistos.
Mejorar el tiempo de reacción, es decir, la rapidez de reacción es una tarea muy
compleja pues se trata de ganar décimas, y muchas veces, centésimas de segundo.
La rapidez de reacción compleja puede observarse en dos situaciones
fundamentales: la reacción ante un movimiento y la reacción en la que estamos
obligados a discriminar, a diferenciar, que tipo de reacción emprender en
dependencia del estímulo o señal.

27
La rapidez de reacción, ante un estímulo imprevisto, varia entre 0,25 -- 1,0
segundo. Experimentalmente se ha demostrado que la mayor parte de ese tiempo es
empleada para ubicar visualmente el objeto estimulante; esta cualidad es
“entrenable” y debe prestársele una significativa atención. Para lograr este objetivo
se aplican ejercicios cuya realización lleva implícita la reacción ante objetos en
movimiento, recomendándose el empleo de los juegos deportivos y predeportivos
como instrumento para el cumplimiento de las tareas planificadas en esta dirección.
La rapidez de reacción discriminatoria, como lo indica su nombre, guarda una
relación directa con la elección de la respuesta adecuada ante un número de
variantes posibles, que están determinadas tanto por las acciones que pueda iniciar
el contrario -- en el caso de los juegos deportivos y de los deportes de combate --
como por el carácter y naturaleza del estimulo.
La rapidez del movimiento guarda una relación muy estrecha con el dominio de la
técnica de ejecución de la acción, es decir, que para poder realizar el movimiento
con la máxima rapidez resulta indispensable ejecutar correctamente el acto motor
desde el punto de vista técnico, por está razón el desarrollo de la rapidez de los
movimientos no se debe trabajar en las etapas iniciales del proceso de enseñanza-
aprendizaje.
El medio más efectivo para desarrollar la frecuencia de movimientos es el empleo
de ejercicios seleccionados para dar cumplimiento a los requisitos siguientes:
 La técnica de ejecución del movimiento debe permitir que su realización se
desarrolle con la mayor rapidez posible.
 Los practicantes deben dominar perfectamente la técnica del movimiento
para que todo el esfuerzo esté dirigido hacia la consecución de la máxima
frecuencia.
 La duración del ejercicio debe ser tal que permita que las últimas
repeticiones se ejecuten, también, con la máxima rapidez.
Uno de los aspectos más importantes, que se deben tener en cuenta para que los
ejercicios favorezcan el desarrollo de la rapidez y no ejerzan su influencia
fundamental sobre otras cualidades biológicas, está localizado en los intervalos
entre las series de ejercicios. Si el tiempo de descanso es muy limitado, en la
siguiente serie no podrá aplicarse la máxima rapidez potencial por no disponer el
organismo de los recursos energéticos necesarios para ello; por el contrario, si el
tiempo de descanso es muy prolongado, las funciones orgánicas descienden hasta
niveles excesivamente bajos perdiéndose el rango de excitación logrado por el
sistema nervioso central, lo que no permite realizar el trabajo con la eficiencia
requerida.
Con gran frecuencia se observa el incumplimiento de estas recomendaciones,
aplicándose un número excesivo de repeticiones -- cifras muy elevadas de
determinados movimientos – que lejos de mejorar la rapidez hacen que el

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deportista se vuelva más lento, es decir, que caiga en un estado conocido como “
barrera de la velocidad”.

LA RESISTENCIA.
Esta cualidad refleja, desde el punto de vista biológico, la posibilidad de realizar un
esfuerzo físico durante el mayor tiempo posible sin que aparezcan alteraciones en
la estructura de la técnica de los movimientos. La esencia de esta cualidad radica en
demorar la aparición de la fatiga; por ello la resistencia se evalúa tanto por el
tiempo que se puede mantener el esfuerzo como por la calidad de la técnica de los
movimientos que lo componen.
La resistencia, por tanto, tiene un carácter especifico y al proyectarse hacia
diferentes tipos de actividad física se caracteriza por el mantenimiento de las
particularidades de las acciones motoras, lo que permite explicar el termino
resistencia especial. Junto a ello es preciso indicar la existencia de rasgos comunes
en las diferentes manifestaciones de la resistencia específica lo que justifica la
tendencia a considerar la existencia de una resistencia de carácter general.
El término resistencia especial del deportista indica su capacidad para enfrentar,
demorar, la aparición e, incluso, soportar la presencia del estado de fatiga en
condiciones de trabajo particulares, principalmente ante la máxima movilización de
las posibilidades funcionales del organismo en el ánimo de lograr el máximo
resultado posible. Esta cualidad se poner de manifiesto tanto en condiciones de
competencia como durante el desarrollo del proceso de entrenamiento.
La resistencia general del organismo debe entenderse como el conjunto de
respuestas adaptativas del organismo, que constituyen la base para el
mantenimiento de la capacidad de trabajo ante las más disímiles actividades.
Es conocido que las posibilidades aerobias del organismo constituyen uno de los
fundamentos de muchas de las formas en que puede manifestarse la resistencia. Es
común, por consiguiente, relacionar la resistencia general con los esfuerzos de larga
duración que se vinculan con una significativa actividad del metabolismo aeróbio.
Sin embargo resulta frecuente encontrar que se relacione la resistencia general sólo
con aspectos particulares de su manifestación. Esto se resume, en esencia, en la
suma de factores que se consideran comunes para diferentes formas de
manifestación de la resistencia, teniendo en cuenta que la misma puede tener
algunos elementos que se modifiquen en dependencia de la correlación y forma
en que se expresen las particularidades de cada tipo de deporte.
Indicadores externos de la resistencia especial. En correspondencia con cada tipo
de deporte, la resistencia especial del deportista presenta manifestaciones externas
integrales, que se relacionan a continuación:

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 Tiempo mínimo para recorrer la distancia en que se compite y correlación de la
velocidad mantenida en los diferentes segmentos de la misma.
 Mantenimiento o incremento de la actividad motriz indispensable durante el
tiempo de realización del esfuerzo ( en el entrenamiento o en la competencia). Esto
se pone de manifiesto cuando al atleta se le plantean tareas preestablecidas, como
puede ser una hora de carrera u otro tipo de trabajo similar, por el crecimiento de
los indicadores de la intensidad de los esfuerzos, ante volúmenes variables de
cargas de entrenamiento (levantamiento de pesas, lanzamientos, saltos, etc.); en el
mantenimiento e incremento de la cantidad de acciones motrices durante el
entrenamiento o la competencia (en aquellos tipos de deportes donde el volumen no
se encuentre limitado, como es el caso de los juegos deportivos o los deportes de
combate)
 Estabilidad en la ejecución técnica de las acciones motr5ices – ausencia o
mínima presencia de errores – lo que es de fundamental importancia en los
denominados deportes técnicos o de arte competitivo( gimnasia artística y rítmica,
nado sincronizado, patinaje artístico, etc.).
La resistencia especial del deportista puede ser evaluada teniendo en cuenta el
volumen de la carga asimilada por el sujeto en los ejercicios de preparación
especial (por ejemplo, cantidad de kilómetros acumulados en el entrenamiento de
corredores, nadadores, ciclistas, remeros, etc.; cantidad de repeticiones y tonelaje
acumulado por los levantadores de peso; Cantidad de repeticiones acumuladas por
las asignaturas, etc.
Una interpretación completa sobre la resistencia especial sólo es posible
establecerla teniendo en cuenta sus indicadores integrales, prefijados para
determinadas condiciones de realización de la actividad deportiva o lo más
próximas posibles a ellas. No obstante, lo anterior no excluye la posibilidad y
conveniencia de aplicar valoraciones a partir de pruebas especialmente modeladas
para realizar el control de la dinámica de la resistencia especial dentro del proceso
de entrenamiento.
En estas pruebas de control básicamente se aplican elementos de la actividad
competitiva o ejercicios que, en gran medida, se acerquen a ella en determinada
relación. Durante su aplicación, es necesario asegurar el mantenimiento de
determinados parámetros de intensidad de trabajo y la técnica de los movimientos
dentro de los marcos de control determinados, o realizar el mayor trabajo posible
en un tiempo establecido.
Para ala adecuada valoración de los cambios adaptativos que acompañan el
desarrollo de la resistencia especial mediante la aplicación de este tipo de pruebas,
además de la comparación de los resultados individuales, registrados en la
dinámica de su aplicación- por ejemplo con intervalos de un mes – en los últimos
años en cada vez más frecuente el empleo de la proyección de los indicadores, lo

30
que permite la introducción de las experiencias acumuladas en diferentes deportes.
Mediante la aplicación de este método se determina la resistencia en otros tipos de
deportes mediando, como es lógico, las modificaciones para cada uno de ellos,
después de lo cual es posible establecer las variantes de la carga de control aplicada
para determinar el grado de correlación y su expresión en cada tipo de deporte.
Particularidades de la resistencia en diferentes tipos de deportes. La resistencia es
una cualidad que está presente en las acciones que tipifican a cualquier tipo de
deporte y represente, en sí misma, la estrecha relación de factores que determinan
las características de la adaptación funcional del deportista. Hasta un nivel lógico
de exactitud, puede afirmarse que la base de está interrelación está constituida por
los cuatro grupos de factores siguientes:
 Factores energéticos, donde se incluyen tanto las reservas energéticas del
organismo como la potencia funcional de los sistemas que garantizan el
intercambio y la transformación de la energía.
 Factores de resistencia funcional, que permiten mantener, en el nivel
adecuado, la actividad de los diferentes sistemas del organismo ante las
modificaciones del medio interno, que aparecen como consecuencia del
cumplimiento del trabajo.
 Factores de economía funcional, perfeccionamiento de la coordinación y
distribución racional de las fuerzas durante el desarrollo de la actividad, de
los cuales depende, indudablemente, la efectividad de la utilización de los
recursos energéticos del organismo.
 Factores Psicológicos, donde se agrupan la motivación del deportista, su
estado psicológico para enfrentar la próxima actividad, la calidad de dicho
estado, la capacidad de entrega y muchos otras cualidades volitivas.
Muchos de estos factores, en la actualidad, se caracterizan tanto cualitativa como
cualitativamente y definen la valoración que realice de la resistencia del deportista.
Así, los factores relacionados con el suministro energético y las características
funcionales que garantizan su empleo se valoran mediante las posibilidades
aerobias y anaerobias del organismo utilizando para ello indicadores tales como el
máximo consumo de oxigeno durante el trabajo, el umbral del metabolismo
anaerobio, la concentración de ácido láctico en sangre como consecuencia de la
actividad física, etc.
Hasta hace relativamente poco tiempo la atención que se prestaba a los factores
relacionados con la economía de los esfuerzos era poco importante. Sin embargo,
los resultados obtenidos en numerosas investigaciones han demostrado que el
papel de estos aspectos en diferentes tipos de deportes es sumamente significativo.
El gasto de energía, y en consecuencia la demanda de oxigeno para realizar un
trabajo, disminuye sensiblemente en la medida en que el organismo del deportista
se va adaptando a la realización de cargas físicas, lo que se explica por el

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perfeccionamiento de la eficacia y eficiencia de la economía funcional al enfrentar
la realización del movimiento con el nivel de coordinación más adecuado a las
necesidades y un sistema de suministro en mejores condiciones funciónales. Lograr
niveles de funcionamiento cada vez más económicas debe ser una de las tareas
fundamentales dentro del proceso de desarrollo de la resistencia especial.

LA ACCIÓN REGULADORA DEL SISTEMA NERVIOSO CENTRAL.-

La célula nerviosa o neurona es el principal elemento estructural del sistema


nervioso. Es por su conducto que se realiza la transmisión de la excitación
(información de un sector del sistema nervioso a otro o desde éste hacia diversos
puntos del organismo). En las neuronas se cumplen los más complejos procesos de
la información y por medio de éstos se forman las reacciones de respuesta del
organismo, los reflejos, ante las irritaciones externas e internas.
Existen tres tipos fundamentales de neuronas, las aferentes o centrípetas, que
transmiten la información desde los receptores hacia el sistema nervioso central.
Los cuerpos de éstas neuronas se localizan fuera del sistema nervioso central,
básicamente en los ganglios cerebroespinales y en los ganglios de los nervios
cráneo-espinales. Las aferentes o centrífugas, que tienen como tarea principal
comunicar a diferentes sectores del sistema nervioso central con las estructuras
efectoras del organismo. Por último, las intermedias, también conocidas como
intercalares, son generalmente mucho más pequeñas y efectúan la comunicación
entre diversas neuronas. En correspondencia con las múltiples ramificaciones que
se observa en el axón de estas pequeñas células están en capacidad de excitar de
manera simultánea a un gran grupo de otras neuronas.
Dentro de la propia neurona, los diferentes elementos estructurales que la
conforman presentan particularidades funcionales y diferente carácter fisiológico.
Las dendritas se encargan de permitir que las señales tengan acceso a la célula
nerviosa. Mediante el axón se garantiza la transmisión de información a otras
células nerviosas y a órganos encargados del trabajo.
El núcleo constituye casi una tercera parte de la dimensión total del cuerpo celular
y contiene una cantidad bastante estable de ácido desoxirribonucleico (DNA). Los
nucleolos que lo integran participan en el suministro de ácido ribonucleico (RNA)
y proteínas a la célula. La neurona está cubierta por una membrana semipermeable
que permite la regulación iónica dentro de la célula y su intercambio con el medio
externo. Ante una irritación se modifica la permeabilidad de la membrana, lo que
tiene un significado especial en el surgimiento del potencial de acción y en la
transmisión de los impulsos nerviosos. Las neuronas cuentan con estructuras
especializadas, las mitocondrias, que se encargan de los procesos oxidativos para la

32
formación de combinaciones ricas en energía y su función se incrementa con el
entrenamiento físico sistemático.
Cuando aparecen influencias negativas tales como la fatiga, el sobrecalentamiento,
etc., la intensidad de los procesos oxidativos se incrementa en las células ubicadas
en las secciones más elevadas del sistema nervioso central, principalmente en
aquellas que se localizan en la corteza de los grandes hemisferios. También se
aprecian cambios funcionales de mucha importancia en las mitocondrias, tan
agudos que pueden provocar su destrucción, y que se acompañan de una reducción
parcial o total de la actividad de la neurona.
En el metabolismo neuronal lo más significativo se localiza en la rapidez de su
desarrollo y en el predominio de los procesos aerobios. Esto explica que breves
alteraciones del suministro de oxigeno al cerebro puedan provocar cambios
irreparables en el funcionamiento de las células que lo integran.
La actividad de las neuronas se caracteriza por la presencia de procesos tróficos, es
decir, por el incremento de la síntesis de proteínas. Cuando aparecen razones que
provocan la excitación de las células nerviosas, como es el caso del entrenamiento
deportivo sistemático, en los tejidos que integran éstas se observa una considerable
elevación de la concentración de proteínas y de RNA, mientras que la presencia de
estas sustancias se reduce cuando aparecen procesos inhibitorios como la fatiga. En
el periodo de tiempo en que se desarrolla la recuperación, los niveles de los
elementos indicados retornan a sus valores iniciales.
El suministro de oxigeno y de glucosa a las células nerviosas se garantiza por la
existencia de una densa red capilar que se ocupa de permitir la llegada de grandes
volúmenes de sangre. Cada neurona grande recibe sangre por varios capilares y las
pequeñas se encuentran irrigadas por vasos capilares comunes.
Al pasar al estado activo, las células nerviosas requieren de la intensificación del
suministro de sangre para elevar la recepción de oxigeno y sustancias nutritivas.
Junto a ello, la escasa compresibilidad del tejido nervioso y la dureza de los huesos
del graneo limitan el incremento del suministro de sangre, ante la realización del
trabajo. Esto logra compensarse mediante mecanismos de redistribución que
permiten acentuar la circulación sanguínea en los segmentos activos del cerebro y
disminuirla en aquellos que se encuentran en reposo.
En el adecuado funcionamiento de este mecanismo es de suma importancia la
participación de fibras musculares lisas presentes en los conductos arteriales, que
participan en el aumento o disminución de la luz de los vasos, según sea necesario,
para modificar la irrigación sanguínea en diferentes sectores del cerebro. Cuando la
actividad física es tan intensa, o prolongada, que genera la aparición de la fatiga
aumenta el tono de los vasos arteriales lo que implica la disminución del volumen
de sangre que llega al tejido nervioso.

33
Una importante característica de la circulación sanguínea en este segmento del
cuerpo radica en que se desarrolla mediante un sistema especializado, que garantiza
disminuir las pulsaciones en el torrente sanguíneo intracraneano, lo que beneficia la
circulación celular. También por ello es posible la estabilidad de la circulación en
las diversas partes del cerebro cuando la cabeza ocupa cualquier posición con
relación al tronco.
Tanto los elementos estructurales de la célula como los mecanismos encargados de
entregarle las sustancias nutritivas que le permitan desarrollar su actividad están
diseñados para garantizar que la célula nerviosa ejecute plenamente sus funciones
principales, que consisten en la percepción de la información (estímulos,
irritaciones) y que se conoce como función receptora; el procesamiento de esa
información, es decir, la función integradora y la transmisión de las respuestas a
dichas informaciones a otras neuronas, o a diferentes estructuras del organismo, se
conoce como función efectora.
Al particularizar en el cumplimiento de estas funciones resulta posible distinguir
dos tipos de neuronas conformando las estructuras del sistema nervioso central:
1. Las células que transmiten la información a grandes distancias, es decir,
aquellas que comunican diferentes secciones del sistema nervioso central
entre sí, las que se ocupan de enlazar la periferia con el centro y las que
relacionan al centro con la unidad ejecutora. Son neuronas de grandes
dimensiones, tanto aferentes como inhibidoras, diseñadas para asumir las
complejidades de los diferentes estímulos que llegan por su conducto.
2. Las células que aseguran las relaciones interneurales en el ámbito de las
estructuras nerviosas. Son pequeñas neuronas que se localizan en la médula
espinal, en la corteza de los hemisferios cerebrales, etc. y que solo perciben
las influencias nerviosas a través de las sinapsis excitadoras y que no se
encuentran en capacidad para asumir los complejos procesos de integración
de las influencias sinápticas locales. Estas células son empleadas para
transmitir las influencias excitadoras e inhibidoras a otras células nerviosas.

Todos los estímulos que llegan al sistema nervioso son transmitidos a las neuronas
a través de ciertos sectores de su membrana, que se encuentran en la zona de los
contactos sinápticos y se realiza, en la mayoría de las células nerviosas, utilizando
mediadores químicos. La modificación de la magnitud del potencial de membrana
es la respuesta neuronal a un estímulo externo. Mientras mayor sea la cantidad de
sinapsis que existe en una neurona mayor será su capacidad de percepción de los
diferentes estímulos y en consecuencia, más amplia la esfera de influencias de su
actividad y las posibilidades de participación en las variadas reacciones del
organismo.

34
Mientras más compleja sea la función integradora de la neurona, mayor desarrollo
presentan las sinapsis axodendríticas. Estas son particularmente características de
las células piramidales de la corteza de los grandes hemisferios. Los impulsos
nerviosos que llegan la parte presináptica del contacto provocan el vaciado de las
vesículas sinápticas con la salida del mediador químico, hacia la abertura sináptica.
La entrega del mediador químico se compensa gracias a que las vesículas sinápticas
se concentran en las proximidades de las aberturas sinápticas, conocidas como
zonas activas u operativas. Mientras mayor cantidad de impulsos pasen por la
sinapsis más elevada será la cantidad de vesículas que se desplacen hacia ésta zona
y se fijen a la membrana presináptica.
Los efectos de la activación de la sinapsis pueden ser excitadores o inhibidores, y
en correspondencia con ello, las neuronas que excitan segregan un mediador
estimulante mientras que las células inhibidoras entregan un mediador químico que
inhibe.
Ante las influencias estimulantes, aumenta la permeabilidad de la membrana y
posibilita la disminución de diferencia de potenciales a ambos lados de la
membrana, es decir su despolarización. En este caso se observa una pequeña
oscilación negativa del potencial de membrana, potencial postsináptico excitador,
que crece hasta alcanzar su máxima dimensión y luego disminuye.
Cuando la acción estimulante tiene un carácter inhibidor, la permeabilidad de la
membrana no se incrementa de manera significativa. Ante esta situación se puede
observar una oscilación positiva que es propia del potencial postsináptico de
inhibición.
Las variaciones que se presentan en el potencial de membrana de una neurona son
el resultado de una compleja interacción, de potenciales postsinápticos de
excitación e inhibición que aparecen continuamente en las sinapsis activadas del
cuerpo y en las dendritas la célula nerviosa. En la membrana de las células
nerviosas se produce una combinación sistemática de oscilaciones positivas y
negativas del potencial. Cuando se activan simultáneamente varias sinapsis de
excitación, el potencial postsináptico de excitación de la neurona resulta la
sumatoria de los potenciales locales presentes en cada sinapsis.
Si aparecen dos influencias estimulantes de diferente carácter en la sinapsis, la
preponderancia de las inhibidoras generan la hiperpolarización de la membrana y
cesa la actividad celular. Esto quiere decir que la excitabilidad de la célula
aumenta sólo si los potenciales generados logran la despolarización de la
membrana. La generación de una respuesta por la neurona ocurre cuando el
potencial la membrana alcanza el valor umbral, denominado nivel crítico de
despolarización, lo que implica el ingreso de iones de sodio a la célula y la
aparición del potencial de acción.

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El potencial de acción es un proceso que se propaga; el impulso se traslada desde el
cuerpo de una neurona hacia otra, o hacia una estructura ejecutora, a lo largo del
axón y se realiza la función efectora de la neurona.
De tal suerte, el proceso que se desarrolla en una neurona activada puede
describirse como un sistema que forma la cadena siguiente: potencial de acción en
la neurona precedente, que genera la liberación del mediador químico en la abertura
sináptica, que aumenta la permeabilidad de la membrana postsináptica, (que se
despolariza o hiperpolariza), que provoca la interacción del potencial postsináptico
de excitación o inhibición según el caso, que si la excitación predomina se desplace
el potencial de membrana, que alcanza su nivel crítico de despolarización, que
provoca el surgimiento del potencial de acción, que se propaga por el axón hacia
otra neurona u órgano.
De aquí se deduce que el potencial de membrana es un parámetro fundamental que
define la importancia de los índices principales del estado funcional de la neurona:
su excitabilidad y su labilidad. La excitabilidad de la neurona es la facultad que
ésta tiene para responder a la influencia sináptica del potencial de acción y depende
del potencial de membrana y del nivel crítico de despolarización. Si se tiene en
cuenta que éste último es relativamente estable en condiciones normales de
actividad, entonces, la excitabilidad de la neurona está determinada,
fundamentalmente, por la magnitud del potencial de membrana.
Cuando aparece una fuerte excitación en la célula nerviosa surgen potenciales
postsinápticos de excitación de gran amplitud, que sobrepasan ampliamente el nivel
crítico de despolarización, manteniéndose en ese estado por un tiempo
relativamente prolongado. Esta situación permite que la neurona esté en
condiciones de generar potenciales de acción durante todo el período de
despolarización supraumbral.
La magnitud de la despolarización de las células depende, linealmente, de la
frecuencia de los estímulos. Cuando los segmentos superiores del cerebro emiten
impulsos de variada frecuencia a las secciones inferiores, regulan su excitabilidad y
realizan el control de las reacciones de respuesta del organismo.
Por su parte, se entiende como labilidad la rapidez con que transcurren las
reacciones funcionales básicas sobre las que se fundamenta su excitación, o dicho
de otra forma, la cantidad de estímulos generados por la motoneurona en la unidad
de tiempo.
La célula nerviosa logra alcanzar el nivel optimo de excitabilidad y labilidad así
como el nivel más alto de su actividad rítmica, cuando existe una magnitud estable
del potencial de membrana, lo que constituye una importante condición para
garantizar la transmisión de la información del sistema nervioso y desarrollar las
reacciones más adecuadas.

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La estructura y las funciones del sistema nervioso central del hombre constituyen el
resultado de un intenso y profundo proceso evolutivo que ha llegado a la
corticalización, es decir, a la subordinación de todas las restantes secciones del
sistema nervioso a su estructura central y a la fiscalización de la corteza de los
grandes hemisferios cerebrales. De ello se comprende que, en los animales
superiores incluyendo al hombre, una neurona aislada no es capaz de regular
ninguna función; para ello se requiere la participación de determinados grupos de
células nerviosas, los centros nerviosos.
Estas agrupaciones nerviosas responden, mediante las correspondientes acciones
reflejas, a las excitaciones procedentes del exterior, de receptores que con ellas se
relacionan. Los centros nerviosos también reaccionan ante las modificaciones
químicas que se desarrollan en la sangre que llega hasta ellos.
Las reacciones complejas que afectan a cualquier órgano se relacionan con la
actividad de diversos centros nerviosos ubicados en diferentes niveles del sistema
nervioso central, es por ello que las propiedades los centros nerviosos definen el
carácter de las reacciones de respuesta. Estas propiedades guardan una estrecha
relación con las características de la conducción de la excitación a través de las
sinapsis que unen las diversas células nerviosas.
De manera contraria a la fibra nerviosa, capaz de conducir la excitación de manera
bidireccional, en los centros nerviosos la onda excitatoria sólo se desplaza del área
sensitiva hacia la zona eferente, es decir, se conduce unidireccionalmente, lo que
está condicionado por las particularidades de la transmisión sináptica en células
nerviosas, que se caracteriza por la segregación del mediador químico sólo en la
porción presináptica de la sinapsis lo que impide el paso de la excitación en sentido
inverso.
Otra propiedad de los centros nerviosos radica en la conducción retardada de la
excitación. Ello ocurre ya que en la neurona existen dos mecanismos base para la
conducción de la excitación, el eléctrico y químico. El primero se realiza con una
gran velocidad de desplazamiento (100 – 140 m/seg), en tanto el segundo se
desarrolla con una notable lentitud proporcional.
El retardo de la conducción se relaciona entonces con el tiempo que se pierde desde
que el impulso llega a la sinapsis hasta que surgen los potenciales de excitación o
inhibición. Esta demora se denomina retardo sináptico.
En ese tiempo el estímulo presináptico provoca que se llenen las vesículas
sinápticas, que se produzca su segregación y que el mediador químico salga por la
abertura sináptica, afectando a la membrana postsináptica y provocando la
aparición del potencial postsináptico, que a su vez requiere de tiempo para alcanzar
su nivel óptimo y transformarse en potencial de acción.
Como en cualquier acción se requiere la participación de una cantidad considerable
de células nerviosas, resulta evidente la aparición de una cantidad sumaria del

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retardo de la transmisión de la excitación por los centros nerviosos, que se conoce
como tiempo central de conducción.
Teniendo en consideración que el tiempo que se emplea para el paso de la
excitación por las fibras nerviosas es significativamente breve, tanto desde los
receptores periféricos hacia los centros nerviosos, como desde éstos a los órganos
ejecutores, se considera que el tiempo transcurrido desde que aparece la acción
estimulante hasta que se produce la respuesta, conocido como período latente del
reflejo, es igual al tiempo central de conducción. El entrenamiento deportivo es
una vía para lograr el perfeccionamiento funcional de los centros nerviosos, para
acelerar la conducción de la excitación y posibilitar el reajuste de las cadenas
nerviosas que participan en la transmisión del impulso nervioso.
También es propio de los centros nerviosos la adición de estímulos. Esto ocurre
cuando pequeños estímulos llegan a la membrana presináptica, provocando la
aparición de potenciales de excitación subumbrales. Para que la magnitud del
potencial presináptico de excitación llegue al nivel crítico se requiere la
acumulación de varios potenciales subumbrales. Esta adición puede presentarse de
dos maneras, la espacial y la temporal.
La adición espacial se registra cuando sobre una misma célula actúan diferentes
estímulos subumbrales que provienen de diferentes receptores, de manera
simultánea. La adición temporal ocurre cuando una misma vía aferente se activa
por la acción sucesiva de pequeños estímulos subumbrales. Por vía de la adición es
posible crear la base formación de cadenas neuronales que determinan la conducta
de todo el organismo y se fundamenta en el desarrollo de los reflejos
condicionados.
Los centros nerviosos pueden asimilar o transformar el ritmo de los impulsos que
llegan de manera rítmica. Esta capacidad de la neurona para reaccionar
reajustando, asimilando o imponiendo un ritmo de trabajo, tiene gran importancia
para organizar la interacción entre los diferentes centros nerviosos, entre los
diferentes segmentos del sistema nervioso y, particularmente, para la organización
de los movimientos rítmicos del hombre.
Gracias a esta propiedad las células nerviosas tienen la posibilidad de actuar al
mismo tiempo en un complejo operacional sin que los diferentes ritmos de
estimulación generen interferencias. Ello sirve de fundamento para aumentar la
capacidad funcional de diversos mecanismos reflejos, así como del organismo
como un todo, lo que ocurre fundamentalmente bajo la influencia del
entrenamiento deportivo sistemático.
Por último, el estado activo de la célula nerviosa, o del centro nervioso, se prolonga
en el tiempo aún después de finalizar la acción estimulante. Esta situación se
extiende más en las estructuras en las regiones superiores del sistema nerviosos
central y se conoce como “proceso de huella”.

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Existen procesos de huellas de carácter manifiesto y otros de carácter oculto. Los
primeros se relacionan con los procesos de corta duración. Los segundos, tienen
que ver con mecanismos de naturaleza mucho más compleja.
Las funciones de huella breves, posteriores a la acción, con una duración de hasta
una hora, constituyen la base de la memoria de corta duración, mientras que las
huellas prolongadas, que se relacionan con modificaciones de carácter bioquímico
en la estructura de la célula, son el fundamento de la memoria de larga duración.
La existencia de las propiedades enunciadas en los centros nerviosos indica la
necesidad de determinado nivel de regulación y concordancia de los mecanismos
reflejos que tipifican la actividad del sistema nervioso central. La relación
dinámica que se establece entre los procesos de excitación, que constituyen el
fundamento de todas las funciones reguladoras complejas del organismo, las
particularidades de su presencia simultánea en diversos centros nerviosos, así como
su cambio alterno en el tiempo, son factores que definen la exactitud y oportunidad
de las reacciones de respuesta del organismo ante las más diversas influencias
internas y externas.
La llegada de ondas aferentes al centro nervioso provoca que en éste aparezca uno
u otro estado, es decir la excitación o la inhibición. En situaciones particulares el
estado que aparece en un centro puede extenderse a centros nerviosos vecinos. A
esta forma de extensión de la excitación o de la inhibición se denomina irradiación.
Esta situación es posible debido a la gran interrelación neuronal de un centro
nervioso con otro, ya que al presentarse la acción estimulante sobre un receptor, la
excitación puede propagarse hacia cualquier neurona dentro del sistema nervioso
central. Mientras mayor sea la fuerza de la estimulación aferente y más alta la
excitabilidad de las neuronas circundantes, mayor será el área que podrá abarcar la
irradiación como proceso, que desempeña un papel positivo en la formación de
nuevas reacciones del organismo.
La activación de un gran conjunto de centros nerviosos posibilita la selección,
dentro de ellos, de aquellos que resulten más importantes, es decir, permite
perfeccionar las acciones de respuestas del organismo, propiciando el surgimiento
de nuevas relaciones temporales reflejas entre diferentes centros, lo que constituye
la base para la formación de los hábitos motores.
Pero en igual medida, la irradiación de la excitación puede ser la causa que
engendre estados negativos en la conducta orgánica ya que puede alterar las
particularmente delicadas relaciones de equilibrio entre los estados de excitación e
inhibición en los centros nerviosos y conducir a desajustes en la actividad motriz.
A partir de lo señalado puede entenderse el insoslayable papel que corresponde a
los procesos de inhibición en la coordinación de la actividad nerviosa. Ante todo es
necesario indicar que la inhibición, como proceso, se encarga de limitar la
irradiación de la excitación, lo que permite que esta se concentre en los sectores

39
necesarios del sistema nervioso. En segundo lugar, cuando en un determinado
grupo de centros nerviosos el estado de inhibición aparece simultáneamente con la
excitación en otros centros, se excluye con ello la participación de efectores
innecesarios para una acción motora en ese momento. Por último, la inhibición en
los centros nerviosos tiene una función defensiva ya que los protege contra
acciones estimulantes que sobrepasen su capacidad funcional.
Aún cuando los procesos de inhibición y excitación se interrelacionan de manera
armónica y funcional es preciso indicar que la actividad de los centros nerviosos se
caracteriza por su inconstancia y que cuando uno de ellos predomina sobre el otro
aparecen desajustes importantes en los procesos de coordinación de las reacciones
reflejas.
Mediante el estudio de las relaciones funcionales entre los centro nerviosos se ha
logrado establecer que, ante la excitación de un centro que responde a necesidades
priorizadas del organismo, las acciones estimulantes que aparecen en los centros
nerviosos vecinos no solo no provocaran las respuestas específicas que deben ser
generadas sino que intensifican y aceleran la actividad del primero.
En la conducta del hombre constantemente se observan efectos de éste tipo,
reacción funcional denominada dominante biológico.
Con este termino pretende identificarse la existencia de un foco de excitación que
predomina en el funcionamiento del sistema nervioso central y que determina la
dirección de la actividad fundamental del organismo, por ser biológicamente, más
necesaria. Los rasgos fundamentales del dominante biológico son: elevada
excitabilidad de los centros nerviosos, estabilidad en el tiempo de la excitación,
facultad de adicionar irritaciones ajenas e inercia del dominante.
Para que surja el dominante resulta imprescindible un elevado nivel de excitación
de las células nerviosas que integran el centro nervioso, lo que está condicionado
por diversas influencias nerviosas y humorales. El dominante puede ser un estado
prolongado que determina la conducta del organismo en un plazo más o menos
extenso.
No todo foco de excitación que surja en el sistema nerviosos central puede
convertirse en dominante. Para ello es necesario que sea capaz de adicionar la
excitación de cualquier estímulo inesperado. Esto quiere decir que no es la fuerza
de la excitación lo que hace aparecer el dominante biológico en la actividad de
determinado centro nervioso, sino la capacidad que éste tenga para acumularla.
Mientras más neuronas participen en un foco de excitación determinado mayor será
el dominante y con mucha más profundidad logrará inhibir las actividades propias
de otras acciones del sistema nerviosos central, lo que provoca en ellas la
inhibición conjugada.

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La presencia de una gran cantidad de neuronas en un sistema operativo funcional
dominante puede establecerse a partir del ajuste colectivo de su actividad a un
ritmo general común, mediante la capacidad de asimilación del ritmo.
La inercia que tipifica al dominante biológico es una particularidad de
extraordinaria importancia, que se manifiesta por la presencia de este estado tanto
después de cesar el estímulo inicial como al realizar reflejos motores en cadena. La
inercia también se manifiesta en la posibilidad del dominante de mantenerse como
huella, es decir, como dominante potencial. Esto último puede observarse en el
deportista durante la aparición del estado de pre-arranque, cuando se activan los
mecanismos reflejo-condicionados que específicamente participan en el sistema de
trabajo durante el entrenamiento.
El sistema de centros nerviosos dominantes se perfecciona en la medida en que se
forma el hábito motor y de él quedan excluidos los centros nerviosos que no
resultan indispensables para la realización de la actividad motriz. Esto manifiesta
la constante interacción entre los procesos de excitación e inhibición tanto entre los
diferentes centros como dentro de los límites de cada uno de ellos.
Para ser más precisos, la realización de un movimiento de flexión reclama no sólo
la participación de los músculos flexores, sino además la relajación simultánea de
la musculatura extensora. Ante una situación de este tipo, en las motoneuronas que
regulan el trabajo de las estructuras musculares flexoras aparece la excitación
mientras que en las que controlan el trabajo de los efectores extensores se produce
la inhibición. Esta forma de interrelación de la coordinación entre los centros
nerviosos motores que se localizan en la médula espinal se ha denominado
inervación cruzada, combinada o recíproca de los músculos antagónicos.
Por analogía con los procesos físicos, la aparición o intensificación del estado de
inhibición en los centros nerviosos que regulan la actividad contraria o antagónica
se denomina inducción y puede presentarse de manera simultánea o consecutiva.
Está demostrado que durante la acción motora propia del movimiento, las
relaciones recíprocas constituyen la forma fundamental de coordinación, pero junto
a ellas, las fases de la actividad simultánea de los músculos se manifiestan
intensamente.

LOS HÁBITOS MOTORES.-


Dentro de la preparación del deportista, es usual considerar como una dirección
fundamental de trabajo la relacionada con el perfeccionamiento de la técnica de los
movimientos que le imprimen carácter específico, o lo que resulta igual, prestar
atención al proceso de formación de los hábitos motores.
El hábito motor se relaciona con la estructura de los movimientos, encierra su
“dibujo” en la conciencia del ejecutor e incorpora, además, a la coordinación del

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trabajo y su correspondencia con la actividad de las funciones vegetativas, es decir,
respiratorias, circulatorias y de intercambio energético.
El nivel de perfección de un hábito motor puede ser establecido por el registro de la
intensidad y simultaneidad del esfuerzo físico realizado, por la exactitud u la
limpieza en la ejecución de los movimientos, por el resultado de la acción motora
y, también, por vía del análisis biomecánico y fisiológico de la coordinación del
acto motor y los procesos vegetativos.
La formación del hábito motor transita por tres etapas o estadios que se presentan
de manera consecutiva. Primero, el movimiento se realiza con inseguridad y solo
de manera aproximada se corresponde con la tarea motora planteada,
acompañándose de esfuerzos musculares indiscriminados, en los que participan
grupos musculares ajenos a la acción, lo que provoca un sustancial aumento del
gasto energético. Esta etapa se caracteriza por la irradiación de la excitación en el
sistema nerviosos central y, en consecuencia con ello, la insuficiente coordinación
motora conduce a la realización de movimientos innecesarios.
La siguiente etapa se caracteriza porque las exigencias del movimiento se cumplen
con mayor perfección y ante un gasto energético cada vez menor. La excitación en
el sistema nerviosos central tiende a concentrarse en los centros específicos que
regulan la acción motora y el gasto energético se reduce proporcionalmente.
Por último, en la tercera etapa el movimiento se estabiliza iniciándose el
cumplimiento del estereotipo dinámico. Para esta etapa es característica la
automatización del movimiento, lo que se acompaña con la excitación localizada
exclusivamente en los centros nerviosos que participan en la regulación de la
acción motora y resulta mínimo el gasto energético indispensable para su
realización.
La duración de cada una de estas etapas, presentes en el proceso de formación del
hábito motor, y particularmente los cambios en las características de la excitación
en el sistema nerviosos central, se corresponden con la dinámica de formación de
los reflejos condicionados, lo que permite relacionar el proceso con la
estructuración de los estereotipos dinámicos. La generalización de la excitación en
la primera etapa de formación del hábito motor se vincula con el predominio más o
menos acentuado del componente de orientación en tanto que ejercicio que se
ejecuta sea nuevo y original. Durante el primer y segundo estadios, la realización
del movimiento se acompaña de un discurso interno, para sí, es decir, se piensa en
movimiento, tanto en sus partes componentes como en la totalidad, lo que quiere
decir que el segundo sistema de señales es empleado para ir trazando la ejecución
del movimiento.
Cuando se alcanza la automatización del movimiento, tercera etapa del proceso de
formación del hábito motor, junto a la localización en los centros nerviosos
específicos aparece el proceso inhibitorio que garantiza que la excitación de las

42
estructuras nerviosas sea limitada. La inhibición abarca los centros nerviosos que
regulan la palabra y, como consecuencia de ello, la ejecución del movimiento no se
acompaña de su estructuración en el pensamiento. El discurso interno se limita a la
estructuración del inicio del movimiento y, aún esto, llega a desaparecer
totalmente.
Resulta indispensable tener en cuenta que el inicio de la formación de un hábito
motor debe ser considerado tan condicionado como nueva sea la utilización, en su
formación, de la experiencia motora anterior. Esta interpretación no resulta
novedosa en la práctica deportiva.
Parte de la experiencia motora anterior puede ser extrapolada, es decir, dirigida
hacia la formación del nuevo movimiento. Sin embargo, la otra parte puede
constituir un serio obstáculo para la formación del hábito y, por lo tanto, debe ser
inhibida.
Gracias a la experiencia motora anterior, la primera etapa del proceso de formación
del hábito motor suele transcurrir con gran rapidez y, en muchas ocasiones, no es
necesaria su presencia. El movimiento se realiza con bastante corrección y se
produce un perfeccionamiento progresivo, en correspondencia con las
características de la segunda etapa. Cuando esto ocurre prácticamente no aparece la
generalización de la excitación en el sistema nervioso central y no se manifiestan
reacciones de orientación hacia lo novedoso que encierra la acción motora ya que
el nuevo movimiento es análogo a los actos motores antes dominados. Este proceso
se conoce como transferencia de hábitos durante la enseñanza de los ejercicios.
Cuando se analizan las características de la tercera etapa de formación de los
hábitos motores, debe señalarse que el grado de automatización de los movimientos
no es igual en todos los deportes, estando ello determinado por el nivel de
complejidad y diversidad de coordinación que se requiera. Mientras más cercana
se encuentre la exigencia técnica de las particularidades dinámicas del movimiento
natural mayor será el nivel de automatización posible.
La carrera, por ejemplo, que incorpora una gran cantidad de movimientos
automatizados se caracteriza por presentar una técnica muy próxima al movimiento
natural, que le resulta conocido al hombre desde los primeros años de vida. En la
natación el nivel de automatización es considerablemente menor ya que las
particularidades de su técnica se diferencian sustancialmente de las formas de
locomoción propias del hombre, que se aprenden mucho antes de la iniciación
deportiva, ya sea mediante la educación física o a través del entrenamiento
deportivo. También resulta menor la automatización de los ejercicios de gimnasia
artística, deporte que se caracteriza por la organización y montaje de una rutina de
movimientos nuevos para cada competencia.
Tratar de lograr un nivel de automatización superior al realmente indispensable no
resulta recomendable ya que puede conducir al entorpecimiento del propio

43
movimiento y a la pérdida del control preciso que este requiere, o lo que resulta
igual, hacia una menor perfección en su ejecución.
Es importante tener en cuenta, además, que en la medida en que el movimiento
alcanza un mayor nivel de profundización en su automatización, más difícil será
introducir correcciones o modificaciones en su realización. La profunda
automatización de la ejecución de un movimiento, partiendo de la experiencia
motora anterior, puede convertirse en un obstáculo para la creación de nuevos
movimientos de una estructura similar, constituyendo una fuente negativa para la
transferencia de hábitos. Se puede concluir, por tanto, que aunque para el dominio
de la técnica de un movimiento la automatización es indispensable, al mismo
tiempo puede generar interferencias negativas cuando la metodología empleada
para lograrla resulta irracional.
En cualquier proceso de enseñanza de un movimiento deportivo se pueden
distinguir las fases de iniciación, fijación y perfeccionamiento. Junto a ello, una
tarea motora puede ser resuelta por las más diversas combinaciones de trabajo de
diferentes grupos musculares y las más variadas alteraciones del funcionamiento
vegetativo. El perfeccionamiento del movimiento reclama la combinación de un
elevado nivel de variabilidad de las funciones orgánicas con una escalonada
estabilización y movilidad de las funciones, lo que permite asegurar el resultado
positivo de las sesiones de entrenamiento y del éxito competitivo.
La dinámica del perfeccionamiento de un movimiento aislado transita por la vía de
la interacción de muchos hábitos motores en el proceso de entrenamiento, que se
perfeccionan en determinado momento. Así, durante el juego, el jugador de fútbol
puede aplicar un golpe al balón que no haya entrenado anteriormente y que
constituya el resultado de la extrapolación de dos o más hábitos, partes de los
cuales, en relación con la nueva necesidad, son utilizados en una nueva
combinación. Como resultado aparece un nuevo hábito “sobre la marcha”.
La formación del hábito motor está relacionada con el correspondiente ritmo de la
excitación en las diferentes estructuras neuro-musculares que participan en la
acción motora y también con la adecuada y armónica combinación de las funciones
motoras y vegetativas. Una característica muy importante, durante la ejercitación
física, es la diversidad de la tensión funcional del organismo del atleta y la
heterocronicidad en la combinación de las funciones de los diferentes sistemas.

44
ASEGURAMIENTO VEGETATIVO DE LA ACCIÓN MOTORA.
El funcionamiento de los mecanismos de control nervioso de los movimientos, y de
la contracción muscular propiamente dicha, solo resulta posible ante la presencia de
energía. La misma aparece como resultado de la síntesis del ácido adenosin
trifosfórico (ATP) que la aporta al descomponerse en ácido adenosin difosfórico y
fósforo.
En dependencia de la intensidad y duración del trabajo físico que se desarrolla, los
procesos metabólicos encargados de garantizar el aporte de ATP se pueden
encontrar en los campos aeróbio o anaeróbio, en dependencia de la presencia
directa o indirecta del oxigeno en el desenvolvimiento de los mismos.
De lo anterior se desprende la importancia de abordar el funcionamiento del
sistema encargado del suministro de oxigeno a los tejidos, a partir de la integración
de los subsistemas sanguíneo, cardiovascular y respiratorio y que, en esencia,
constituyen la parte vegetativa indispensable para asegurar la acción motora.
Resulta lógico pensar que el acto contráctil implica un sustancial incremento de la
demanda de oxigeno en la estructura orgánica que realiza la acción, con el objetivo
de responder en la mayor medida posible a las exigencias de la oxidación aerobia
de los sustratos. En este caso, las sustancias que se someten al proceso oxidativo
son la glucosa, los ácidos grasos y, en una medida mucho menos importante, los
aminoácidos.
Los músculos pueden obtener energía para su actividad también por vía anaerobia,
pero ese camino, siempre que resulte posible, se limita al máximo por dos razones
básicas: la primera, porque solo se pueden emplear reservas de glucosa y, la
segunda, por la pequeña cantidad de ATP que se logra obtener por esa vía. Además,
el mecanismo anaerobio se acompaña de la acumulación de ácido láctico y ácido
pirúbico, lo que obliga al organismo a resintetizarlo utilizando oxigeno, proceso
que, como regla, se cumple al finalizar el trabajo.
De acuerdo con lo señalado, tanto durante el esfuerzo físico como en momentos
posteriores a su finalización, se observa un incremento de la demanda de oxigeno
total, que está determinado por la intensidad del trabajo que se realice.
Aun cuando la demanda de oxigeno es un elemento que acompaña la actividad
física, la cantidad de éste gas que se encuentra disponible en el organismo es muy
limitada, localizándose básicamente en:
 el aire contenido en los alvéolos pulmonares.
 el transportado por la sangre, combinado con la hemoglobina.
 el unido a la mioglobina
 el disuelto en el tejido muscular
La suma de los valores parciales de oxigeno disponible en los cuatro indicadores
señalados, se localiza entre los 2,0- 2,5 litros, en condiciones de reposo, lo que

45
obliga, cuando el organismo pasa a una actividad más o menos intensa, a que surjan
reacciones compensatorias para garantizar el incremento de la captación del gas, y
en correspondencia con ello, aumentar el volumen de oxigeno transportado por la
sangre y su distribución en los tejidos, fundamentalmente hacia aquellas zonas que
intervienen directamente en el trabajo.
Hasta ciertos límites, la correspondencia entre la demanda de oxigeno planteada
por el organismo y el suministro de este gas que puede lograse es prácticamente
equilibrada, lo que propicia que la estructura muscular desarrolle su trabajo con un
predominio energético aeróbio. La consecución de este equilibrio se logra con
participación directa de la corteza motora de los hemisferios cerebrales que
imparten las ordenes indispensables para regular las modificaciones
cardiovasculares y respiratorias que aseguran el incremento del volumen de
oxigeno que se hace llegar a los tejidos.
Debe indicarse que la demanda de oxigeno no resulta sinónimo del consumo de
este gas y en muchas ocasiones el volumen de oxigeno que se consume dista
mucho de la demanda.
En condiciones de reposo basal relativo, cuando existen condiciones funcionales,
psíquicas, ambientales, etc., plenamente favorables, el consumo de oxigeno en
hombres adultos se localiza entre los 250-350 ml/min. Este es un indicador
interesante pues permite determinar el gasto energético mínimo para garantizar el
mantenimiento de la vida. Como es lógico, el valor individual del metabolismo
basal relativo se modifica sustancialmente en dependencia de la edad y el sexo.
Cuando el organismo se encuentra en actividad física se observa un sustancial
aumento de la demanda de oxigeno, lo que se manifiesta en la elevación del
consumo. La significativa modificación del consumo de oxigeno está relacionada
con un grupo de factores que se relacionan a continuación:
1. Potencia del trabajo. El incremento progresivo de la potencia del esfuerzo
realizado se acompaña de mas intensidad en la tensión de la contracción
muscular y de la incorporación de mayor cantidad de planos musculares, lo
que puede provocar, durante un trabajo muy intenso, que los valores de
consumo de oxigeno sean más de veinte veces superiores a los registrados en
condiciones de reposo relativo.
2. Temperatura ambiental: Cuando el esfuerzo físico se desarrolla en
condiciones climáticas frías, el volumen de oxigeno utilizado es algo mayor,
ya que resulta indispensable destinar una parte adicional del gas para
garantizar el mantenimiento de la temperatura corporal.
3. Eficiencia Energética: En correspondencia con el dominio de la técnica, el
tipo de actividad y, fundamentalmente, del tipo de fibras musculares que
participan en la contracción, pueden observarse modificaciones en el
volumen de oxigeno empleado para la realización del trabajo físico.

46
4. Nivel de Entrenamiento: Este es un elemento de fundamental importancia en
las modificaciones que se registran en el volumen de consumo de oxigeno.
La mejor coordinación motora, es decir, el equilibrio armónico entre los
planos musculares que deben contraerse y los que deben estar relajados,
permiten desarrollar el esfuerzo físico con un costo de oxigeno mucho menor
que el que provocaría el mismo trabajo en una persona no entrenada.
Para asegurar el incremento del consumo de oxigeno resulta indispensable la
movilización de los órganos de a vida vegetativa encargados de garantizar su
suministro. Realmente este proceso de entrada al trabajo del sistema de suministro
de oxigeno a los tejidos presenta un carácter heterocrónico, es decir, no se produce
la incorporación simultánea de los diferentes subsistemas que lo integran con un
ritmo de trabajo equivalente; esto implica que se requiera un tiempo mínimo
indispensable para alcanzar el equilibrio funcional entre la necesidad motora y el
suministro vegetativo.
El tiempo que emplea el organismo para cumplimentar la así denominada entrada
al trabajo, depende de dos factores principales: por una parte, del nivel de
entrenamiento del atleta, que condiciona la eficiencia movilizativa de los órganos
respiratorios, cardiovasculares y de la sangre y, por otra parte, de la intensidad del
esfuerzo que se desarrolla, ya que mientras mayor sea ésta más rápidamente se
cumplirá la incorporación vegetativa a la respuesta orgánica.
Resulta posible garantizar el equilibrio necesidad-suministro de oxigeno hasta
determinado nivel de intensidad del esfuerzo. Esto se debe a que ante cargas de
trabajo relativamente pequeñas el consumo de oxigeno se incrementa de manera
prácticamente lineal, pero esto es válido solo hasta el punto en que se alcanza el
máximo consumo de oxigeno, momento a partir del cual ya no es posible elevar el
consumo de oxigeno que se consume.
Por tal razón, el máximo consumo de oxigeno se interpreta como la máxima
capacidad individual de utilizar el oxigeno, expresando la eficiencia orgánica para
adaptarse a la realización de esfuerzos físicos de carácter anaerobio. Es por ello que
la determinación de este indicador, y los parámetros que de él se derivan, se emplea
para evaluar la capacidad de trabajo física.
Queda claro entonces que la principal tarea de los órganos de la vida vegetativa
radica en garantizar el suministro de oxigeno a las estructuras que garantizan el
trabajo físico. Dentro de ello, la función respiratoria propicia no sólo la entrega de
oxigeno, sino que, además, facilita la eliminación de CO2 como resultado de la
actividad celular, procesos ambos de extraordinaria importancia para el adecuado
desarrollo del metabolismo en los tejidos.
El esfuerzo físico implica un incremento sustancial de las exigencias energéticas
del organismo, fundamentalmente en aquellas zonas que participan directamente en
el trabajo, lo que genera un incremento en la actividad oxidativa en las células, que

47
se corresponde con las características de la contracción y la magnitud del esfuerzo.
Esta situación provoca notables modificaciones en el comportamiento de las
funciones de los subsistemas integrantes del sistema de suministro de oxigeno. Por
ejemplo, durante la realización de esfuerzos físicos se ponen de manifiesto notables
cambios de la frecuencia y de la profundidad de los ciclos respiratorios con
relación a la situación de reposo relativo, los que implican modificaciones de la
ventilación pulmonar, indicador que expresa el volumen total de aire que pasa por
los pulmones en la unidad de tiempo.
Aunque este indicador está sometido a las múltiples características individuales de
todo sujeto, lo que significa de por sí notables diferencias, su valor medio para un
adulto en condiciones de reposo, se ubica entre los 5 –7 l/min.
Como el ejercicio físico se acompaña del sustancial incremento de la necesidad de
utilizar O2 y eliminar CO2, la realización del trabajo produce notables aumentos de
la ventilación pulmonar que puede llegar hasta los 150 l/min.
Conviene aclarar que todas las funciones vegetativas tienden a estabilizarse en
valores o niveles que se corresponden con la magnitud del esfuerzo. Dicha
estabilización, denominada estado estable, se clasifica como real cuando la
actividad vegetativa logra equilibrar el suministro de oxigeno con el nivel de las
necesidades somáticas, o se cataloga de aparente la estabilización del nivel del
suministro de oxigeno cuando este no logra entregar los volúmenes necesarios para
la realización del esfuerzo.
La presencia de una u otra forma de estado estable depende de la intensidad del
trabajo que se desarrolle y de su tiempo de duración. Cuando las necesidades
energéticas del esfuerzo son tan elevadas que no pueden ser resueltas ni siquiera
aportando el máximo volumen de oxigeno posible para el individuo, aparece un
estado estable aparente, es decir se estabilizan las funciones en un nivel
determinado y se resuelve por vía aerobia sólo una parte dela energía necesaria para
la realización del trabajo; la otra parte de la energía se obtiene por mecanismos
anaerobios y se acompaña de la acumulación de sustancias ácidas que se eliminan
durante el proceso de recuperación, luego de finalizada la actividad principal.
Si la potencia del trabajo es moderada, el sistema de suministro de oxigeno es
capaz de resolver todo el volumen de este gas que resulte necesario para la
realización del esfuerzo y el estado estable, en este caso, es real.
Tomando en consideración las características del trabajo vegetativo antes
indicadas, es que resulta conveniente abordar el comportamiento de las funciones
respiratorias, cardiovasculares y sanguíneas como elementos integrantes del
sistema de suministro de oxigeno a los tejidos.
De lo expuesto hasta aquí se deduce que todo el proceso de entrega de oxigeno a
las células está condicionado por un grupo de factores que conviene tener en

48
consideración ya que la importancia de este indicador es tan alta que define, en
gran medida, el resultado deportivo.
El primer elemento que debe tenerse en cuenta es la constitución genética, que
predetermina hasta un 80% el máximo consumo de oxigeno del individuo.
Otro factor importante es la masa muscular participante en la acción motora.
Resulta lógico pensar que mientras mayor sea la presencia de planos musculares en
el movimiento, más alto será el valor del consumo de oxigeno.
La edad del individuo también influye en el nivel del máximo consumo de oxigeno.
Muchas investigaciones ponen de manifiesto que alrededor de los 18-25 años se
registra el mejor valor de este indicador para un mismo individuo. El sexo tiene una
influencia sustancial en el valor del indicador de referencia.
Debe tenerse en cuenta que en las edades infantiles no existen diferencias
significativas entre los representantes de ambos sexos. De aquí se deduce que la
pubertad marca un importante momento de diferenciación de las capacidades
aerobias entre los hombres y las mujeres, lo que puede estar asociado a la
presencia de mayor cantidad de grasa en el organismo femenino.
Por último debe tenerse en cuenta el papel que desempeña el entrenamiento
sistemático sobre el comportamiento del máximo consumo de oxigeno. Como cabe
suponer, el organismo sometido a un programa de ejercitación específicamente
planificado y dirigido al mejoramiento de la capacidad de trabajo, presenta no solo
incrementos sustanciales en la fuerza de la contracción muscular y en la eficiencia
de la coordinación motora, sino que también mejoran las posibilidades de trabajo
aeróbio, limitando, por tanto, la formación de sustancias ácidas y la formación de
deuda de oxigeno.
Pero aun de mayor importancia resulta la influencia del entrenamiento sobre la
eficiencia energética de la acción motora. Dicho en otras palabras, aunque el
entrenamiento intenso no genera una modificación extraordinariamente positiva del
máximo consumo de oxigeno, si propicia mayor economía para la realización del
esfuerzo física, provocando por esta vía un incremento de la reserva de oxigeno
disponible para la ejecución del trabajo.
La economía del esfuerzo a que se hace referencia está motivada por
modificaciones funcionales del organismo que intervienen en la definición de la
capacidad de trabajo, principalmente las relacionadas con la actividad
cardiovascular y respiratoria además de los complejos cambios experimentados en
las reservas de glucògeno, el potencial oxidativo energético y la presencia de
mitocondrias en el músculo.

49
TRABAJO AERÓBIO Y ANAEROBIO.

Tanto en condiciones de reposo como cuando se enfrenta la realización de


esfuerzos físicos de potencia moderada, la energía indispensable para su ejecución
se obtiene casi por completo por mecanismos aerobios.
Considerando que por esta vía es posible alcanzar el máximo rendimiento
energético, resulta compresible que la fibra muscular trate de incorporar la mayor
cantidad de oxigeno posible. Para cumplir dicho objetivo en el organismo se
desarrollan cambios funcionales, cardiovasculares y respiratorios, que deben
entenderse como reacciones de adaptación, así como importantes procesos locales,
dirigidos a suministra al tejido en actividad la mayor cantidad de oxigeno posible.
No obstante, cuando la potencia del trabajo se incrementa, el músculo está
obligado a obtener la energía sin utilizar oxígeno, es decir, por vía anaerobia, aún
cuando este mecanismo es mucho menos eficiente y cuando se trata del empleo
directo de sustancias macroenergéticas fosforiladas por la fibra muscular.
Es necesario entender que los momentos iniciales de cualquier trabajo físico debe
ser enfrentados con recursos energéticos obtenidos por mecanismos anaerobios, ya
que los mecanismos aerobios necesitan de un tiempo relativamente largo para
adoptar la energía que se requiere. Este proceso energético inicial se desarrolla a
partir de la utilización de ATP y CrP,(ácido adnosin trifosfórico y creatin fosfato),
que permite la obtención inmediata de energía y no generan la acumulación de
sustancias ácidas, lo que justifica su denominación de mecanismo energético
anaerobio alactácido. El inconveniente fundamental de esta vía de obtención de
energía radica en las limitadas cantidades de ATP y CrP disponibles en el
organismo, lo que impide mantener por un tiempo prolongado la realización del
trabajo.
En correspondencia con ello, cuando las necesidades energéticas planteadas por el
esfuerzo físico que se realiza, sobrepasan la capacidad de oxidación directa de
substratos, el organismo esta obligado a buscar energía por vía anaerobia, pero
como el mecanismo alactácido puede ser empleado por un tiempo muy breve,
resulta indispensable recurrir al mecanismo anaerobio lactácido, es decir a la
glucólisis anaerobia, que en esencia consiste en la ruptura de glucosa sin la
presencia del oxígeno, lo que permite obtener ATP pero se acompaña de formación
de ácido láctico.
La necesidad de recurrir al mecanismo anaerobio lactácido puede estar
determinada, además, por la intensidad de la contracción muscular, que cuando
sobrepasa determinado nivel supera los valores de la tensión arterial e impide la
adecuada circulación por la región que realiza el trabajo, por lo que el músculo no
tiene otra opción energética que la glucólisis anaerobia.

50
La glucosa empleada para los fines señalados procede, inicialmente de las reservas
de glucógeno muscular localizadas en las fibras que intervienen en el trabajo.
Como tendencia, el organismo prefiere emplear mecanismos energéticos aerobios
con el objetivo de garantizar mayor eficiencia en la oxidación de los substratos.
Sólo utiliza la energética lactácida cuando no dispone de otra alternativa, pero
siempre limitándolo al mínimo indispensable.
De acuerdo con la señalado, salvo en los momentos iniciales de la actividad, el
componente energético del esfuerzo tiene un carácter mixto, con predominio
aeróbio o anaerobio según las particularidades de la intensidad del trabajo.
Cuando la intensidad del trabajo es muy elevada aparece una diferencia sustancial
entre las necesidades energéticas de los músculos y la capacidad orgánica de
suministrar oxígeno y, en este caso, predomina el componente anaerobio lactácido,
aunque de manera paralela se trate de emplear la oxidación aerobia en la mayor
medida posible.
Los esfuerzo prolongados, que se caracterizan por una intensidad relativamente
abaja, deben ser considerados plenamente aerobios. Como ya sea indicado, los
momentos iniciales del trabajo se cumplen en condiciones anaerobias. Al
extenderse la actividad aparece un componente anaerobio que gana importancia en
la medida en que el esfuerzo genera un acercamiento al nivel del máximo consumo
de oxígeno.
La relación funcional que se ha señalado entre los mecanismos energéticos aerobios
y anaerobios permite considerar que existe un momento en que se desarrolla un
cambio en el predominio de una vía energética sobre otra, es decir, el punto en que
la energética anaerobia ocupa el primer lugar en el aporte de energía. Este
momento se denomina umbral de metabolismo anaerobio (UMAN) también
calificado como frontera de la resistencia.
En la medida en que el organismo posea un mayor nivel de entrenamiento su
capacidad para garantizar el suministro de energía por vía aerobia será mayor y por
tanto la aparición del UMAN se presentará más tarde. Esto quiere decir que es un
indicador de gran utilidad para controlar la efectividad de las cargas de
entrenamiento, toda vez que puede ser utilizado como punto de referencia para
conocer el comportamiento del organismo ante la realización del esfuerzo.
Lo anterior se fundamenta en que el UMAN tipifica la potencia del trabajo ante la
cual aparece un componente anaerobio lo suficientemente alto como para provocar
incrementos en la concentración de lactado en sangre, y que puede ser expresado en
una relación porcentual sobre el valor del máximo consumo de oxígeno.
Teniendo en cuenta lo expresado anteriormente, en el entrenamiento se aplica la
determinación del UMAN con el objetivo de establecer la zona ideal de aplicación
de cargas de trabajo para provocar incrementos sustanciales de la capacidad de
trabajo. Prácticamente esto consiste en lo siguiente:

51
· Se determina el momento de la aparición de UMAN.
· Se establece la relación del UMAN con la frecuencia del trabajo cardiaco.
· Al valor de este último indicador se le resta veinte pulsaciones y la franja que se
localiza entre las dos cifras indica la zona aerobia-anaerobia.

Esta zona se determina también zona mixta. Cuando el incremento de la frecuencia


de trabajo cardiaco se localiza cerca del límite inferior de la zona, el esfuerzo se
desarrolla fundamentalmente con recurso energéticos aerobios. Si el trabajo, por el
contrario, provoca un incremento de la frecuencia del trabajo cardiaco próximo al
límite superior de la zona, entonces la energía se aporta por medio de mecanismos
básicamente anaerobios.
Atendiendo a los intereses concretos del entrenamiento se planifica la intensidad de
las cargas, teniendo en cuenta que la frecuencia del trabajo cardiaco se ubique en
un punto de la zona mixta que resulte el más adecuado a los intereses energéticos
deseados.
En tanto que el suministro de oxígeno constituye un elemento cardinal en la
definición de la capacidad de trabajo física, conviene analizar el comportamiento
de las principales funciones vegetativas que integran el sistema de suministro del
gas a los tejidos.
Debe tenerse en cuenta que los índices que caracterizan estas funciones son
usualmente empleados para dar seguimiento al comportamiento del organismo
sometido a entrenamiento sistemático y controlar la intensidad de las cargas de
trabajo, lo que motiva que el contenido que sigue, aborde sólo el comportamiento
de los indicadores antes señalados en personas entrenadas.

ESTADOS FUNCIONALES QUE APARECEN EN EL ORGANISMO ANTE LA


REALIZACIÓN DE ACTIVIDADES FÍSICAS.

La práctica de actividades físicas de manera sistemática, fundamentalmente


aquellas que tiene como objetivo la preparación del deportista para la participación
en competencias, crea condiciones regulares en el funcionamiento orgánico que se
traducen en estados funcionales totalmente diferenciados, que desde el punto de
vista fisiológico encierran gran importancia, toda vez que, tanto en el orden
individual como colectivamente, influyen de manera precisa en el comportamiento
del sujeto y, en muchos casos, condicionan el rendimiento deportivo.
ESTADO DE PRE – ARRANQUE.- El resultado funcional que se identifica de
esta manera aparece antes de que se inicie la actividad física como tal y las
variaciones fisiológicas que lo caracterizan tienden, como regla, a crear un a mayor
eficiencia en la respuesta del organismo a la tarea motora que se debe cumplir.

52
En correspondencia con las características individuales, que se verán a
continuación, el estado funcional del organismo puede comenzar a presentar
modificaciones desde varios días antes de la competencia; en otros casos 24 horas
antes de la actividad competitiva y en un gran número de ocasiones en los
momentos preliminares.
¿ Cuál es el mecanismo fisiológico que sustenta y genera estas modificaciones en la
actividad del organismo?
Por su naturaleza funcional las reacciones que tipifican y caracterizan el estado de
pre-arranque constituyen un proceso reflejo condicionado.
La magnitud de las variaciones fisiológicas depende, básicamente, del significado
de la actividad en sí misma (competencia o entrenamiento) y de las particularidades
del deportista. En este contexto es posible identificar dos tipos de reacciones
reflejo-condicionadas: las específicas y las no específicas.
Las reacciones específicas se relacionan directamente con el esfuerzo que se
avecina; mientras este sea más agotador, complejo y riguroso más intensas serán las
modificaciones del estado funcional que se presentarán. Las reacciones no
específicas no dependen del carácter del esfuerzo físico que se debe realizar sino de
la importancia o significación de la competencia.
En cada caso concreto pueden predominar las reacciones de uno u otro tipo sin
embargo, mientras más elevado sea el número de reacciones generadas por
estímulos de carácter específico, más favorables para el organismo serían las
modificaciones funcionales que se observen. El destacado científico ruso A. C.
Puni, por medio de observaciones psicológicas, estableció tres tipos de
manifestaciones de pre-arranque:
a.- normal o de preparación competitiva
b.- exaltado
c.- apático
Ante el pre-arranque de preparación competitiva se observa un incremento óptimo
de la excitabilidad en el Sistema Nervioso Central, acompañado del aumento de la
movilidad de los procesos corticales. Estas variaciones, que transcurren en el
Sistema Nervioso Central provocan, a su vez, cambios en el estado funcional del
aparato motor y en sistema vegetativo. Por los cambios en las funciones orgánicas
que genera, este tipo de pre-arranque es considerado como el más favorable pues
eleva la capacidad funcional para enfrentar el esfuerzo que se avecina.
El estado de pre-arranque exaltado se caracteriza por un incremento incontrolado
de la excitación en el Sistema Nervioso Central lo que provoca, al mismo tiempo,
cambios desmesurados en todas las funciones orgánicas. Esto trae como
consecuencia que el deportista pierda capacidad para diferenciar los estímulos
propios de la competencia y cometa un elevado número de errores, tanto en el
orden técnico como de carácter táctico. Además, este tipo de reacciones pre-

53
competitivas que elevan de manera tan significativa la intensidad de los procesos
metabólicos resulta, desde el punto de vista energético, muy costoso.
El estado de pre-arranque apático o inhibido presenta, como rasgo característico, el
predominio de los procesos de inhibición en el Sistema Nervioso Central. Las
variaciones funcionales son apenas apreciables y en la mayoría de los casos de
carácter negativo. Por ejemplo, el nivel de glucosa en sangre tiende a ser inferior
que en condiciones normales. Esta manifestación del pre-arranque puede
manifestarse con una considerable antelación a la actividad fundamental, también
como resultado de una espera prolongada para el inicio de la competencia o como
consecuencia de la pérdida de entrenamiento.
EL CALENTAMIENTO.-Antes de la realización de la actividad física considerada
como principal se efectúan un conjunto de ejercicios preparatorios que reciben el
nombre de calentamiento, con el objetivo de lograr una movilización, lo más
completa posible, de las funciones orgánicas. Esto quiere decir que los ejercicios
contemplados dentro del programa de calentamiento favorecen el proceso de
adaptación inmediata que acompaña a la actividad principal, pero no puede
interpretarse esto como la movilización de las funciones orgánicas hasta niveles
óptimos, adecuados a las características del trabajo fundamental.
El calentamiento consta de dos partes íntimamente relacionadas, la primera de
carácter general y la segunda de contenido especial. La parte general permite la
creación de un estado de elevada excitación del Sistema Nervioso Central y del
aparato motor, incrementa la intensidad del metabolismo y la temperatura del
cuerpo y se acompaña de la movilización de las funciones que integran el
denominado sistema de suministro de oxígeno. La parte especial persigue el
aumento de la capacidad de trabajo en aquellos eslabones del aparato motor, y de
los componentes vegetativos que los aseguran y complementan, que intervienen en
la actividad fundamental.
La parte general del calentamiento puede ser prácticamente igual para todos los
deportes; la parte especial debe estar directamente relacionada con las
características de la actividad principal que debe cumplir el deportista, tanto en la
actividad competitiva como en el proceso de entrenamiento, lo que quiere decir que
los objetivos que la integran deben cumplirse, en la medida de lo posible, en las
condiciones más próximas a la compleja situación de loa competencia o del
entrenamiento.
Un calentamiento correctamente organizado permite un incremento de la
excitabilidad y de la labilidad de los centros nerviosos, lo cual crea las condiciones
óptimas para el aseguramiento de las relaciones temporales necesarias para la
activación de los hábitos motores ya adquiridos en las difíciles condiciones de la
actividad deportiva.

54
Bajo los efectos del calentamiento se incrementa la actividad enzimática, la rapidez
de las reacciones bioquímicas en los músculos así como la excitabilidad y labilidad
de los mismos.
La importancia del calentamiento es particularmente grande ante esfuerzos físicos
que reclamen un incremento significativo del consumo de oxígeno. Esto está
determinado por la necesidad de incrementar la actividad de los órganos de la
respiración, del aparato cardiovascular, por la salida de sangre de los reservorios,
por la redistribución de la sangre entre los órganos que deben intervenir en la
realización de la actividad principal y los que desempeñan funciones secundarias,
así como por el incremento de la temperatura corporal. Además, el incremento de la
temperatura disminuye la viscosidad de los tejidos y protege al deportista de los
traumas.
Los cambios funcionales provocados por los ejercicios que integran el
calentamiento no desaparecen inmediatamente después de concluido éste; los
ejercicios dejan huellas que garantizan la mejoría de la capacidad de trabajo
durante la actividad posterior. Por ejemplo, al iniciarse el trabajo principal la
ventilación pulmonar será mayor, a pesar del intervalo de restablecimiento, que
durante el trabajo precedente.
Puede afirmarse, por tanto, que los efectos beneficiosos del calentamiento no sólo
se reflejan en el surgimiento de modificaciones funcionales de corta duración, sino
también en la conservación de los procesos de huella por un tiempo relativamente
extenso como vía para asegurar el incremento de la capacidad de trabajo.
El tiempo óptimo de duración del calentamiento, y el intervalo de
restablecimiento entre su final y el inicio de la actividad fundamental, se
determinan por el tipo de actividad que se debe enfrentar, por el nivel de
entrenamiento del deportista, por las condiciones ambientales, y por un elevado
número de otros factores. Como promedio, el calentamiento debe extenderse de 10
a 30 minutos. Es preciso que durante la realización de esta actividad preparatoria
aparezca la sudoración, lo que indica que los mecanismos termorreguladores están
listos para los altos requerimientos que se presentan durante el trabajo fundamental.
Diversos trabajos de investigación han demostrado que el tiempo de
restablecimiento que media entre el fin del calentamiento y el inicio de la actividad
principal no debe sobrepasar los 5 minutos y como regla se considera ideal un
descanso de 3 minutos.
La calidad de trabajo a realizar durante el calentamiento debe ser estrictamente
individualizada. Para evitar la aparición de la fatiga durante el calentamiento es
recomendable no recargar aquellos músculos que tendrán que participar en el
trabajo principal y propiciar la incorporación de los segmentos del organismo que
cumplirán acciones complementarias durante la actividad fundamental.

55
PROCESO DE ADAPTACIÓN INMEDIATA O DE ENTRADA AL TRABAJO.-
Las variaciones provocadas por el pre-arranque, así como el incremento del nivel
funcional que producen los ejercicios contemplados en el calentamiento, no pueden
evitar que el organismo demore un determinado tiempo en responder a las
exigencias derivadas del trabajo principal.
El incremento gradual de la capacidad de trabajo del organismo durante la
realización del esfuerzo físico principal se denomina entrada al trabajo. Esta
modificación funcional está condicionada por el incremento de la actividad de los
sistemas funcionales que participan en el desarrollo del trabajo y se presentan en
forma gradual o progresiva.
La entrada al trabajo debe ser considerada como una manifestación de las
respuestas orgánicas ante un elevado nivel de actividad. Es conocido que la
capacidad de trabajo del organismo del atleta presenta un incremento gradual
durante la ejecución de los ejercicios físicos. Por ejemplo, durante los saltos y
lanzamientos, los resultados más elevados se alcanzan, como regla después de
varios intentos. Esta regularidad se manifiesta con menor realce durante el trabajo
de larga duración, sin embargo, si no existe un planteamiento táctico diferente, la
velocidad de desplazamiento inicial es algo menor que en los kilómetros siguientes.
Para que el proceso de entrada al trabajo se desarrolle adecuadamente tiene gran
importancia el surgimiento de un dominante biológico específico, propio de una
actividad determinada, que garantice toda la coordinación necesaria de los procesos
fisiológicos que aseguran la continuidad de la actividad. En éste proceso tiene
también gran importancia la regulación automática de las funciones, ya que
mientras más intensamente trabajen los músculos con mayor intensidad se
manifestarán los cambios en el medio interno y más fuerte será la aferencia
propioceptiva e interoceptiva que, en forma refleja, regula la actividad del
organismo. El incremento de los impulsos aferentes modifica el estado funcional
de los centros correspondientes y garantiza una movilización más completa de
todas las posibilidades funcionales del organismo. Por lo antes apuntado es que se
afirma que el proceso de entrada al trabajo es una manifestación de adaptación del
organismo al nuevo nivel metabólico que le impone el ejercicio físico.
No todos los sistemas funcionales se adaptan al esfuerzo en un espacio de tiempo
igual. El aparato motor, por ejemplo, que posee una elevada excitabilidad y
labilidad, entra al trabajo con un proceso de adaptación mucho más rápido que las
funciones vegetativas; sin embargo, incluso la incorporación al trabajo de los
músculos esqueléticos y el incremento de su capacidad funcional demora un
espacio de tiempo determinado. La velocidad de desplazamiento de un corredor de
100 metros alcanza su máxima expresión sólo a los 5-6 segundos de iniciado el
esfuerzo; este incremento relativamente lento de la velocidad depende, claro está,

56
de aspectos biomecánicos presentes en el acto de la arrancada y del proceso de
adaptación o entrada al trabajo del aparato motor.
A partir de esta conocida manifestación de heterocronismo, mientras más
rápidamente el organismo en su conjunto logre realizar los ajustes fisiológicos para
concluir el proceso de entrada al trabajo, mayor será la productividad que
desarrollarán los diferentes órganos y sistemas de órganos durante el esfuerzo.
Ante la actividad deportiva, el período de entrada al trabajo puede manifestarse de
diferente manera dependiendo del carácter del trabajo que se realice, del nivel de
entrenamiento del atleta y de sus particularidades individuales, así como del estado
funcional el día de la competencia o en el momento de la sesión de entrenamiento.
En la medida que el esfuerzo físico reclame la realización de ejercicios más
complicados el proceso de entrada al trabajo será más prolongado. Cuando existen
iguales condiciones, la entrada al trabajo transcurre más rápidamente en los
deportistas entrenados que en aquellos que no lo están.
Al aumentar la intensidad del esfuerzo, dentro de la realización del propio trabajo,
pueden aparecer manifestaciones de adaptación al nuevo nivel de exigencia
funcional que se caracterizan por cumplirse de una manera más rápida, ya que se
producen tomando como base una elevada actividad del organismo.
ESTADO ESTABLE.- El estado estable aparece después de finalizada la etapa de
entrada al trabajo y se puede observar siempre que la actividad se extienda no
menos de 4-6 minutos. En este caso el consumo de oxígeno, cuyo suministro es
garantizado por la actividad de un conjunto de órganos de la vida vegetativa, se
estabiliza en un nivel relativamente constante.
Pueden definirse dos tipos de estado estable: el real o verdadero y el falso o
aparente. El primero surge cuando el trabajo que se realiza es de potencia
moderada; el segundo, cuando el trabajo es de gran potencia.
El estado estable real se caracteriza por una elevada coordinación de las funciones
vegetativas y motoras. En el medio interno el organismo no presenta
modificaciones significativas y muchos de los elementos químicos encargados de
suministrar la energía se resintetizan totalmente durante el propio cumplimiento del
trabajo.
Para que el estado estable real se manifieste, durante la realización de un trabajo
muy prolongado, es imprescindible la movilización de todos los sistemas del
organismo de manera tal que el suministro de oxígeno alcance las magnitudes
necesarias para la actividad en cuestión y se mantengan en ese nivel.
Durante la realización de trabajos físicos prolongados en los músculos esqueléticos
prevalece la obtención de la energía por vía aeróbica, lo que garantiza
prácticamente la resíntesis completa del glucógeno. El ácido láctico se acumula en
el organismo en cantidades mínimas y casi no se difunde en la sangre, lo que
asegura la conservación del equilibrio ácido-básico.

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Para mantener el estado estable real tiene una gran importancia la resíntesis de los
compuestos macroenergéticos fosforilados. Durante un trabajo extenso resulta de
gran importancia la entrada en funcionamiento de la resíntesis glicolítica de los
compuestos ricos en energía ya que la disminución de la fosforilación oxidativa
dificulta el surgimiento u mantenimiento del mismo.
En el caso del estado estable aparente puede observarse que las exigencias que
genera el aparato motor para la realización de la actividad, manifestados en la
demanda de oxígeno, no son resueltas por los órganos de la vida vegetativa en toda
la magnitud necesaria, lo que se expresa en un suministro de oxígeno inferior a la
demanda.
La necesidad de incrementar bruscamente el suministro de oxígeno a los tejidos
eleva también la exigencia de suministrar energía a los órganos encargados de la
circulación ya que, en estos casos, la frecuencia cardiaca y el volumen minuto
sanguíneo se ubican muy próximos a sus niveles máximos. La falta de oxígeno en
la sangre permite que aumente la concentración de ácido láctico y aparezcan
desplazamientos considerables del pH hacia su exponente ácido.
Cuando el estado estable es aparente los órganos internos, aún funcionando en un
régimen próximo al límite, no pueden garantizar un nivel de suministro de oxígeno
que de respuesta a la demanda de éste gas generada por el trabajo. Se hace
referencia entonces a un estado estable solo porque el consumo de oxígeno,
empleado para generar parte de la energía requerida por el esfuerzo físico que se
está realizando, al ir incrementándose gradualmente durante la entrada al trabajo
alcanza un nivel determinado que se mantiene por un espacio de tiempo
relativamente prolongado.
El trabajo realizado en condiciones de estado estable aparente requiere de una gran
tensión de las funciones motoras y de todos los sistemas que las aseguran.
La estabilización de los procesos fisiológicos que se presentan ante la repetición de
un trabajo (por ejemplo, durante el recorrido repetido de segmentos de distancias en
las sesiones de entrenamiento) también es, en alguna medida, un estado estable. En
estos casos la frecuencia cardiaca, la ventilación pulmonar, el consumo de oxígeno
y otros índices fisiológicos crecen inicialmente con la realización de cada
repetición; posteriormente finaliza la etapa de entrada al trabajo y las siguientes
repeticiones del trabajo se efectúan con una constancia relativa del nivel de las
funciones.
PUNTO MUERTO Y SEGUNDO AIRE.- Un trabajo intenso no puede extenderse
por un tiempo excesivamente largo; al cabo de varios minutos, incluso en el caso de
un trabajo de potencia máxima, luego de transcurrir algunos segundos, surgen en el
organismo ciertos cambios que obligan a interrumpir la actividad muscular. Estas
alteraciones están condicionadas por la falta de correspondencia entre la actividad
intensa del aparato motor y las posibilidades funcionales del sistema vegetativo,

58
debido a lo cual se altera el metabolismo y se producen grandes modificaciones en
el medio interno del organismo.
Cuando se realizan trabajos de potencia moderada, que se caracterizan por la
aparición del estado estable, también puede surgir falta de correspondencia entre la
actividad del aparato motor y de los órganos internos. Sin embargo, en estos casos,
la falta de correspondencia se pone de manifiesto de una manera menos marcada y,
debido a ello, puede ser superada la situación y restablecerse la capacidad de
trabajo. Esta disminución temporal de la capacidad de trabajo se denomina punto
muerto y el estado que surgen después que esta ha sido superado es conocido como
segundo aire.
El punto muerto y el segundo aire son estados que aparecen cuando se realizan
trabajos de gran potencia o de potencia moderada. Ante una situación de punto
muerto se incrementa bruscamente la frecuencia respiratoria pero a costa de la
profundidad de cada ciclo, lo que afecta la ventilación pulmonar, la absorción de
oxígeno y la eliminación de CO2 se reduce. Esto trae como consecuencia el
incremento de la presión parcial de CO2 en la sangre y en el aire alveolar lo que, a
su vez, provoca el aumento de la frecuencia del trabajo cardiaco, el incremento de
la presión sanguínea y disminuye el pH de la sangre; también aumenta bruscamente
la diferencia arterio-venosa.
Al salir del punto muerto la absorción de oxígeno y la diferencia arterio-venosa se
modifican y, durante cierto tiempo, aumenta la ventilación pulmonar, lo que se
debe a la necesidad que tiene el organismo de liberar el CO2 acumulado.
Durante el estado de punto muerto se inicia la segregación de sudor, que se
incrementa con la aparición del segundo aire, lo que pone de manifiesto el ajuste de
los mecanismos de regulación térmica al nivel necesario y desempeña un papel de
importancia especial en el sostenimiento de la capacidad de trabajo.
El mecanismo de surgimiento del punto muerto aún no ha podido ser
completamente esclarecido; por lo visto esta situación está condicionada por una
alteración temporal de la correspondencia entre la actividad de los músculos
esqueléticos y la de los órganos encargados del suministro de oxígeno. Las
variaciones desfavorables, que aparecen en ese momento, afectan el estado de los
centros nerviosos e incrementan el desajuste en el trabajo de los sistemas
fisiológicos. La salida del punto muerto se corresponde con el restablecimiento de
las relaciones normales entre los procesos de excitación e inhibición en el Sistema
Nervioso Central.
La falta de correspondencia entre las funciones que realizan los diferentes órganos
y sistemas del organismo, que surge durante el punto muerto, no siempre puede ser
superada durante la realización del propio trabajo. Ante tareas diferentes, por su
duración y potencia, el punto muerto puede aparecer en momentos diferentes. En
una carrera de 5-10 kilómetros se puede apreciar la aparición de este estado entre el

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quinto y el sexto minutos luego de iniciado el esfuerzo. Ante carreras de mayores
distancias, el punto muerto se presenta más tarde y, a veces, puede ser observado en
varias ocasiones.
El tiempo necesario para su surgimiento, la duración y el grado de manifestación
del punto muerto depende de muchos factores, pero son elementos fundamentales
el nivel de entrenamiento del deportista y la potencia del trabajo que se realiza.
El calentamiento disminuye la intensidad del punto muerto y permite un
surgimiento más rápido del segundo aire. La superación del punto muerto exige
una considerable fuerza de voluntad, por ello, durante el entrenamiento, el
deportista debe acostumbrarse a sentir las sensaciones desagradables que aparecen
al faltarle el oxígeno y acumularse sustancias finales del metabolismo en el
organismo.
El segundo aire está relacionado con el aumento de la ventilación pulmonar. En
este caso resultan particularmente efectivas las acciones respiratorias profundas,
que propician la expulsión de CO2 del organismo, lo que permite el
restablecimiento del equilibrio ácido-base.
La superación del punto muerto puede lograrse mediante la disminución de la
potencia de trabajo, sin embargo esto no es recomendable hacerlo en condiciones
de competencia ni propio durante el entrenamiento, ya que el objetivo de este es,
precisamente, lograr la adaptación del hombre a una actividad física intensa que,
necesariamente, genera cambios considerables en el medio interno.
EL ESTADO DE FATIGA.- Durante la actividad física puede surgir el estado de
fatiga, que se caracteriza por presentar complejas variaciones en las diversas
funciones del organismo. El grado de manifestación de estas variaciones,
incluyendo la sensación de cansancio, será mayor mientras más intenso y extenso
sea el trabajo realizado.
Debe interpretarse como estado de fatiga aquel que aparece en el organismo como
consecuencia del trabajo físico y que se expresa en la afectación de las funciones
motoras y vegetativas, en la coordinación de estas, así como en la disminución de
la capacidad de trabajo y la aparición de la sensación de cansancio.
Este estado tiene un carácter temporal y desaparece al cabo de cierto tiempo,
después de finalizado el trabajo. Las manifestaciones externas de la fatiga son muy
variadas y dependen del tipo de ejercicios realizados, de las particularidades del
medio en que se desarrolla la actividad física y de las características del deportista.
Las manifestaciones externas de la fatiga que aparecen con mayor frecuencia son la
pérdida de la coordinación motriz, la disminución de la productividad del trabajo,
elevada frecuencia respiratoria, secreción excesiva de sudor y la aparición de
manchas rojas en la piel.
Las manifestaciones externas antes indicadas están determinadas por la
disminución del trabajo de los órganos periféricos, así como por un marcado

60
desajuste en la coordinación de dichas funciones por parte del Sistema Nervioso
Central.
La disminución de la eficiencia de las funciones de los órganos periféricos, que
como ya se dijo ocurre por una insuficiente regulación nerviosa, puede
manifestarse de diferentes formas. Por una parte puede observarse la disminución
de la actividad de diversos órganos (por ejemplo, disminuyen el volumen minuto
sanguíneo, el volumen minuto respiratorio y el consumo de oxígeno); por otra
parte, se puede detectar un grado más elevado en la movilización de los órganos
periféricos que el realmente necesario.
Todo ello redunda en una economía más baja en el trabajo de los diversos sistemas
de órganos, sobre todo si se calcula la energía utilizada por cada kilogramo de peso
corporal, o por cada metro de distancia recorrido o por unidad de tiempo empleada.
Con el propósito de conservar la capacidad de trabajo de las estructuras ejecutoras
periféricas, el sistema nervioso puede cambiar la forma de coordinación de su
actividad: sustituir el trabajo de algunos elementos musculares por otros, disminuir
la profundidad de los movimientos respiratorios, etc.
De acuerdo con el tipo de trabajo y el estado de las diferentes funciones del
organismo, es posible observar una combinación variada de los indicadores de la
fatiga. En unos casos se aprecia la disminución de las funciones periféricas y el
empeoramiento de su coordinación por parte del Sistema Nervioso, una
disminución marcada de la productividad del trabajo y la aparición de la sensación
de cansancio. En otros casos puede presentarse solo uno o de estos indicadores
generales de fatiga.
Sin considerar que la fatiga conduce a una disminución temporal de la capacidad de
trabajo, la misma tiene una gran importancia biológica ya que es un indicador del
agotamiento parcial de las reservas energéticas del organismo.
La disminución de la actividad de los músculos esqueléticos, del corazón, etc.,
siempre ocurre cuando aún existe una reserva de sustancias energéticas de posible
utilización. Ocurre así como manifestación de la capacidad defensiva del
organismo, ya que una reducción brusca, tanto parcial como total de los
componentes, puede provocar el debilitamiento y en cierto casos, hasta la muerte
de las células del organismo. Estas reservas son empleadas por el hombre en
situaciones extremas, por ejemplo, en las aceleraciones finales.
Los estados emocionales pueden modificar sustancialmente la influencia del
Sistema Nervioso Central sobre los órganos y tejidos. Las emociones positivas
incrementan la influencia del sistema simpático; las emociones negativas
disminuyen dicha influencia y reducen la capacidad de trabajo.
LA RECUPERACIÓN.- Como se ha explicado anteriormente, la realización de
actividades físicas, como regla, está acompañada por una disminución temporal de
la capacidad de trabajo; después de finalizar el esfuerzo, durante el proceso de

61
recuperación, las reservas energéticas se restablecen y diversas funciones se
estimulan. Todo ello no solo garantiza la recuperación de la capacidad de trabajo
sino que facilita su incremento temporal.
El aumento de la capacidad de trabajo no depende solo de que, en el proceso de
entrenamiento, se planifiquen adecuadamente el volumen y la intensidad de las
cargas, sino también de la duración de los intervalos de descanso entre las sesiones
de ejercitación. En relación con esto, al planificar los ejercicios de cada unidad de
entrenamiento, es preciso tomar en consideración las particularidades de los
procesos degenerativos.
Durante la ejecución de actividades físicas dichos procesos transcurren solo
parcialmente, tal es el caso de las reacciones oxidativas que garantizan la resíntesis
de las sustancias energéticas. Sin embargo, durante el trabajo físico, los procesos de
desasimilación prevalecen sobre los procesos de asimilación y, solo cuando existe
un estado estable verdadero, aparece el equilibrio dinámico entre la disociación de
las sustancias químicas y su resíntesis.
La alteración del balance entre éstas reacciones se manifiesta con mayor intensidad
durante el trabajo, mientras mayor sea su potencia y menos preparado se encuentre
el organismo para enfrentarlo.
En el período que el organismo dedica a la recuperación son más intensos los
procesos de asimilación, lo que garantiza la reposición de las reservas energéticas
invertidas durante el trabajo. Inicialmente estas reservas se restablecen hasta el
nivel inicial, luego alcanzan, durante cierto tiempo, su valor superior y
seguidamente vuelve a disminuir
La recuperación, como proceso, se desarrolla en dos etapas; una, la primera,
calificada como temprana, que ocurre inmediatamente después de finalizada la
actividad y otras, la segunda, denominada tardía, que puede extenderse varios días
y ocurre como cuando se aplican grandes cargas.
En correspondencia con la capacidad de trabajo de cada organismo, durante el
proceso de recuperación se observan las fases de capacidad de trabajo disminuido y
de capacidad de trabajo aumentada. La primera se observa inmediatamente
después de finalizado el trabajo, comienza entonces el restablecimiento de los
valores de la capacidad de trabajo hasta que sobrepasa los niveles iniciales,
alcanzando en ese momento la segunda fase. Al cabo de cierto tiempo se produce
un nuevo descenso hasta que se estabilizan los valores iniciales.
La duración de las diversas fases de recuperación depende de las particularidades
del trabajo realizado (potencia, duración, estructura de movimientos, etc.) y del
grado de entrenamiento del deportista. La reiteración de las cargas es conveniente
que sea ubicada en la fase de capacidad de trabajo aumentada, aprovechando que,
en esas condiciones, el organismo puede asimilar más fácilmente las cargas de
trabajo y su nivel de entrenamiento se incrementa con mayor dificultad, no

62
obstante, en una serie de casos, las cargas deben aplicarse antes de que aparezca
esta fase.
El trabajo que se realiza sin una recuperación plena propicia que el organismo se
adapte a las condiciones de un medio interno cambiante. Los intervalos de
descanso prolongados entren cargas, disminuyen la efectividad del entrenamiento,
ya que la actividad física se realiza en condiciones de capacidad de trabajo
disminuida.
Al terminar los intervalos óptimos de descanso es indispensable tener en cuenta la
intensidad de los procesos de recuperación. El índice más preciso en este sentido
es el de la capacidad de trabajo, es decir, el volumen de trabajo que puede ser
realizado por el hombre en determinadas condiciones.
Este método, sin embargo, está relacionado con el cumplimiento de un trabajo
intenso complementario y, por esta razón, no es recomendable para la práctica
deportiva. Resulta más cómodo, y suficientemente informativo, analizar las
particularidades de las reacciones del organismo ante la aplicación de diferentes
exámenes (test) realizados antes del entrenamiento y después de finalizado este.
Entre ellos se puede citar la valoración indirecta del consumo de oxígeno, la
investigación la capacidad de los músculos para la contracción y la relajación.
En la práctica deportiva se emplean diversos medios con el objetivo de propiciar, y
en algunos casos acelerar, el desarrollo del proceso de recuperación.
Dentro de ellos los de mayor aplicación son el descanso activo, que se caracteriza
por cambiar de actividad física que se realiza. También son empleados, y reportan
considerables beneficios, el masaje, los tratamientos con agua, la adecuada
alimentación con suplementos dietéticos y la aplicación de estímulos de contraste
térmico.
El proceso de recuperación transcurre en el hombre con más intensidad cuando
existen emociones positivas; sin embargo, cuando aparece una excitación muy
fuerte después del trabajo, esta influye negativamente sobre la recuperación.

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CARACTERÍSTICAS FISIOLÓGICAS DE LOS EJERCICIOS FÍSICOS.-
Se denominan ejercicios físicos a los actos motores de carácter voluntario que se
ejecutan para dar cumplimiento a las diferentes tareas del deporte y la educación
física, Aunque se denominan activos y voluntarios, todos están determinados por
una u otra causa.
En la ejecución de los movimientos un importante papel le corresponde a los
mecanismos reflejos, incondicionados y condicionados. Los movimientos se
efectúan en respuesta a la influencia de diferentes irritadores que actúan desde el
exterior o que generan fuentes de excitación dentro del propio organismo.
Dentro del grupo de agentes estimulantes encargados de desencadenar la acción
motora, un importante lugar ocupan las irritaciones relacionadas con la palabra. El
efecto desencadenador puede estar generado por una instrucción u orden oral
directa, emitida por otra persona; pero también puede ser el resultado de la
influencia de otros factores internos o externos.
Lo que debe quedar claro es que, independientemente del carácter u origen de la
señal inicial, el acto motor transcurre en el marco de un discurso interno
simultáneo, que se realiza para sí, sobre el ejercicio que se realiza.
La reiteración de los movimientos se acompaña de innumerables irritaciones, que
aparecen en el proceso de su realización y que se enlaza con la acción de estímulos
provenientes del medio interno y del exterior. Estas irritaciones tienen como fin
establecer las correcciones de los procesos nerviosos, y de toda la actividad del
organismo, adecuándolas a las características del acto motor que se realiza, o que se
confirma al estudiar el movimiento desde el punto de vista biomecánico.
Durante la ejecución de cualquier acto motor el trabajo muscular que se realiza está
dirigido a superar diferentes manifestaciones de resistencia externa: fuerza de
gravedad, fuerzas iniciales y reactivas; la resistencia elástica de los tejidos, etc., que
se modifican continuamente durante el desarrollo del acto motor.
En correspondencia con los cambios que se observan en las irritaciones de carácter
mecánico, que actúan sobre los propioceptores del aparato motor, también se
modifican los impulsos aferentes que llegan al sistema nerviosos central; de esta
forma se desarrolla una continua corrección de los movimientos ejecutados y se
garantiza la coordinación.
Los procesos encargados de la corrección de los movimientos, y las reacciones de
adaptación que aparecen en el organismo para asegurar su realización, deben
interpretarse como una acabada expresión de los mecanismos de retroalimentación
negativa que garantizan su estabilidad biológica.
El efecto de los ejercicios se observa luego de su sistemática y prolongada
realización y como resultado de esto, se asimilan por cada individúo, nuevos actos
motores y continuamente se perfeccionan los ya adquiridos. Bajo la influencia del

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entrenamiento es posible realizar ejercicios cada vez más complejos y ejecutarlos
con mayor precisión, belleza, corrección y ligereza.
En el perfeccionamiento de la coordinación de los movimientos, importancia
fundamental corresponde a la formación de conexiones temporales y reflejo
condicionadas. Los mecanismos de coordinación de los movimientos antes
complejas formas de adaptación, cuando resulta indispensable reaccionar
adecuadamente frente a situaciones que aparecen por primera vez, aún no han sido
estudiados con toda la profundidad necesaria pero si está definido que, aún en las
más complejas condiciones de vida, el hombre es capaz de extrapolar nuevas
acciones partiendo de las experiencias ya adquiridas, siendo posible que esa nueva
reacción se estructure inmediatamente antes de su ejecución.
En la actualidad solo es posible establecer un criterio aproximado sobre la
naturaleza y características de los procesos nerviosos que intervienen para asegurar
la coordinación de actos motores complejos. Estos procesos, que se manifiestan en
el sistema nervioso central, han sido definidos como la capacidad de determinar
inminentes tareas motoras como base para la acción que se debe realizar, la que, a
su vez, está sujeta a la regulación del propio sistema nerviosos central.
La dirección de los movimientos, la regulación de la actividad de los órganos de la
vida vegetativa y el intercambio de energía, son elementos de una compleja unidad
de coordinación de funciones que aseguran la actividad muscular. Mientras mayor
sea la intensidad del trabajo que se realiza, más fuerte, intensa y generalizada será
la excitación que se manifieste en el sistema nervioso central. Ante trabajos
intensos, la excitación de los centros nerviosos presenta, con frecuencia, rasgos
dominantes.
Cualquier actividad muscular intensa está relacionada con situaciones y reacciones
emocionales que la acompañan, estimulando al sistema nerviosos vegetativo y
acentuando la segregación de hormonas, fundamentalmente procedentes de las
glándulas suprarrenales. La realización de ejercicios físicos provoca reacciones
emocionales principalmente durante la participación en competencias, aunque el
entrenamiento deportivo siempre ser acompaña, en mayor o menor grado, de
influencias emotivas.
Cuando se cumplen cargas deportivas intensas se manifiestan los signos del
síndrome de adaptación general, entendiéndose como tal un conjunto de
alteraciones no específicas que tienen lugar en el organismo. Las cargas de trabajo
que cumple el deportista provocan el desarrollo de la resistencia no específica a los
factores desfavorables.
Por las razones apuntadas, al valorar la influencia de los ejercicios físicos, es
necesario establecer qué carga real representan ellos para quiénes los realizan, lo
que puede determinarse tomando como base la capacidad de trabajo de cada
individúo.

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Se consideran cargas máximas o submáximas aquellas que se acercan, por las
reacciones que provocan, a los límites de las posibilidades funcionales del
organismo; es por ello frecuente que las cargas físicas se definan de manera muy
relativa (grande, moderada, etc). Por ejemplo, ante cargas donde predomina la
fuerza, es común establecer los esfuerzos al 90%, al 70%, al 60% de la magnitud
máxima posible. Esta manera de nominar o identificar el volumen y la intensidad
de las cargas es empleado no solo en ejercicios aislados, sino también para las
sesiones de entrenamiento y para los ciclos de preparación completos.
Para que el entrenamiento deportivo rinda dividendos es indispensable la aplicación
de cargas cercanas al límite de las posibilidades funcionales, sin ello no se puede
lograr el desarrollo de la capacidad de trabajo.
El significado de las cargas físicas durante la realización de los ejercicios puede ser
juzgado, en alguna medida, tomando en consideración los cambios que se presentan
en las diferentes funciones orgánicas, pero sin perder de vista que esta vía tiene
sólo una capacidad de información relativa. Los resultados que alcance un
deportista en diferentes tipos de ejercicios sólo resultan de interés si se tiene en
cuenta en que medida cada uno de ellos se aproxima al resultado máximo y genera
los cambios funcionales más acentuados, posibles en una persona determinada.
Este elemento, y el nivel de fatiga que puedan generar los ejercicios realizados,
constituyen los elementos básicos para la dosificación de las cargas.
Los cambios funcionales que aparecen en el organismo durante la realización de la
actividad física son, en mayor o menor medida, proporcionales al trabajo mecánico
cumplido y su medición exacta está relacionada con la compleja determinación de
los resultados de los movimientos; por tal razón se han creado métodos especiales
como el ciclograma y la filmación, que permiten analizar tanto al movimiento
como un todo, como a los segmentos que lo integran, ya sea en el plano del carácter
del ejercicio que se realiza como en el ámbito de la calidad en el dominio de su
ejecución.
Sin embargo, no es habitual emplear las características del trabajo mecánico para
evaluar el alcance de las cargas; resulta más común el control del gasto energético
que acompaña su realización.
La energía empleada para la realización de un trabajo físico se garantiza por
complejas reacciones químicas que se producen en los planos musculares y, en
última instancia, son el resultado de los procesos de oxidación. Tomando en cuenta
que la cantidad de oxígeno utilizado por el organismo refleja su gasto de energía, se
utiliza la determinación del intercambio de gases (calorimetría indirecta) como vía
o método para su medición.
Esto puede ser así porque el volumen de energía utilizada durante la realización de
un esfuerzo físico se corresponde con la demanda de oxígeno, es decir, con el
volumen de éste gas, por encima del nivel utilizado en condiciones de reposo, que

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se consume durante el propio trabajo y en el proceso de recuperación posterior a
éste.
Durante la realización del ejercicio físico, para incrementar el intercambio gaseoso,
se eleva la actividad de las funciones respiratorias y circulatorias. En una persona
saludable son extraordinariamente amplias las posibilidades de aumento del
volumen minuto respiratorio, que puede alcanzar hasta los 200 litros. La
ventilación pulmonar puede incrementarse en la medida que sea necesario para
garantizar el máximo intercambio de gases. El factor limitante no es, por tanto, el
volumen minuto respiratorio y si el volumen minuto sanguíneo, es decir, la
cantidad de sangre disponible en la unidad de tiempo. Los tejidos del organismo y
particularmente aquellos que participan directamente en la ejecución del trabajo,
reciben solo el oxígeno que sea capaz de transportar hasta ellos la sangre. Las
posibilidades de incrementar el volumen minuto sanguíneo dependen del
incremento que puede ocurrir en el volumen sistólico.
El volumen sistólico máximo se ubica en los 200 ml de sangre y la frecuencia de
trabajo cardíaco alcanza cerca de las 220 pulsaciones por minuto, por lo que el
límite del volumen minuto sanguíneo se aproxima a los 40 litros. Sin embargo,
ante frecuencias de contracciones cardíacas superiores a las 180-200 pulsaciones
cae bruscamente la posibilidad de incrementar el volumen sistólico, lo que limita el
suministro de oxígeno a los tejidos; de ello se desprende la gran importancia que
reviste una adecuada armonía en la combinación de volúmenes respiratorios y
circulatorios.
Mientras mayor sea el volumen minuto sanguíneo durante la realización del trabajo
y más amplio el alcance del intercambio gaseoso, más intenso podrá ser el trabajo
desarrollado en condiciones de estado estable real, es decir, sin una deuda de
oxígeno significativa.
El máximo consumo de oxígeno, que se alcanza durante la realización de un trabajo
físico intenso constituye, por su relación con ello, uno de los indicadores de la
capacidad de trabajo refleja, al mismo tiempo, el estado funcional del sistema
cardiovascular.
Durante la realización de un trabajo físico es indispensable tener en cuenta no sólo
las posibilidades energéticas absolutas del organismo, sino también el nivel de
efectividad del gasto absoluto; en otras palabras, es importante conocer la parte de
la energía que se emplea en la actividad motora propiamente, determinando el
alcance del resultado deportivo, y cuanta energía se utiliza para garantizar el
funcionamiento del resto del organismo. La efectividad del gasto energético
durante la actividad física depende de muchos factores, como son la edad, la
calificación deportiva, el nivel de entrenamiento, etc., pudiendo variar, incluso, en
el marco de una sesión de entrenamiento. Por ello uno de los objetivos de la

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ejercitación física sistemática es lograr una reducción del gasto energético, lo que
se conoce como economía de esfuerzo.
Conjuntamente con la capacidad de economizar energía, es característico para los
deportistas el incremento de la capacidad de movilización de las funciones
orgánicas. En una persona no entrenada la utilización de oxígeno se eleva, durante
la realización del trabajo, hasta 2 - 2,25 litros por minuto y puede aumentar, en
comparación con el estado de reposo, de 8 a 10 veces. En sujetos entrenados es
posible observar una utilización de oxígeno, durante la actividad, de 5 - 5,5 litros
por minuto y aún más, registrándose incrementos hasta 20 veces superiores, en
comparación con el estado de reposo.
El incremento del volumen minuto sanguíneo y, como consecuencia de ello, el
aumento de la utilización de oxígeno, también depende de la salud y el sexo. Así
por ejemplo, el máximo consumo de oxígeno se incrementa hasta los 20 años de
edad, alcanzando su mayor magnitud hacia los finales de esa etapa de la vida; a
continuación se observa una disminución progresiva según avanza la edad. En las
mujeres, el incremento del máximo consumo de oxígeno sigue el patrón indicado
pero ser manifiesta en un grado relativamente menor.
La influencia de las cargas se observa adecuadamente mediante la frecuencia del
trabajo cardíaco, que se determina mediante la frecuencia del pulso; sin embargo,
en este caso resulta imprescindible tener en cuenta un grupo de factores, del medio
externo, que influyen sobre la actividad cardiaca. Para el fin antes mencionado es
muy común el empleo de la electrocardiografía, como medio para determinar la
frecuencia del trabajo cardiaco durante la realización de la actividad física.
Ante situaciones concretas, la frecuencia del trabajo cardiaco se modifica de
manera proporcional con el volumen minuto sanguíneo, el intercambio gaseoso y el
gasto energético, pero una desmedida aceleración de la frecuencia de trabajo del
corazón puede generar no solo un estancamiento del volumen minuto sanguíneo
sino también una disminución de este indicador y, por ende, del intercambio
gaseoso.
La aceleración de la frecuencia cardiaca se corresponde con la excitación de los
centros nerviosos del sistema simpático y la progresiva inhibición del sistema
parasimpático.
Los cambios en el organismo, durante el trabajo físico, abarcan todos los sistemas
funcionales aunque estos no están dirigidos en un solo sentido. La respiración y la
circulación se incrementan para asegurar el aumento del intercambio gaseoso; el
aparato digestivo, por el contrario, disminuye su nivel de actividad ante cualquier
tipo de trabajo. Mientras más significativa sea la carga de trabajo realizada,
mientras más cercana esté a los límites de la capacidad de trabajo del deportista,
mayor será la disminución de la actividad digestiva. Esto se relaciona también con

68
una influencia refleja que genera un efecto inhibitorio por una parte y, por otra, con
la redistribución de la sangre, lo que limita la circulación en la región gástrica.
Cuando se realizan trabajos físicos intensos se puede registrar una aguda
disminución de la actividad de los riñones. La diuresis merma en tal medida que
puede aparecer una interrupción temporal de las funciones de las células renales; la
eliminación de los productos finales del metabolismo se realiza, en volúmenes
conocidos, mediante la sudoración.
La intensificación de la actividad de las glándulas sudoríparas y, en
correspondencia con ello, el incremento de la cantidad de sudor que se segrega
tiene como fin principal la eliminación de calor.
Es frecuente, sin embargo, que la eliminación de calor sea menor que lo que se
produce en el organismo, lo que conduce al incremento de la temperatura corporal.
Bajo la influencia de un intenso y prolongado trabajo físico, la temperatura del
cuerpo se eleva significativamente, de manera particular cuando la actividad se
desarrolla en condiciones ambientales cálidas.
El trabajo muscular, si es intenso y prolongado, interrumpe la acostumbrada
estabilidad del medio interno del organismo. Además de la elevación de la
temperatura, se observan cambios en la composición de la sangre y en su presión
osmótica. Estos cambios aparecen cuando la demanda de oxígeno no se
corresponde adecuadamente por el sistema de suministro, lo que motiva que en el
organismo se acumulen sustancias ácidas.
La adaptación del deportista a las modificaciones del medio interno del organismo,
constituye una condición de primer orden para el incremento del nivel de
entrenamiento, de manera que la resistencia del deportista a las grandes cargas está
definida no sólo por la capacidad del organismo para mantener su estabilidad
(homeostasis), sino también por su capacidad para soportar los cambios que se
manifiestan en su medio interno.
Por estas razones el desarrollo del nivel de entrenamiento encierra, en sí mismo, un
proceso natural de mucha complejidad, caracterizado por cambios que son
regulados durante la realización de la propia actividad física.

LOS ESFUERZOS CÍCLICOS.-Los deportes como la natación, el remo, el


ciclismo y las carreras y la marcha en atletismo tienen, por el tipo de acción motora
presente en su realización, carácter cíclico. Las particularidades funcionales que se
manifiestan en el proceso de entrenamiento, y caracterizan el proceso de adaptación
del organismo de los deportistas que los practican, dependen de la longitud de las
distancias que debe ser recorrida, ya que en la medida que esta aumenta disminuye
el indicador relativo de la potencia del trabajo.
Tomando en cuenta lo antes indicado, se han establecido cuatro zonas de potencias;
pero esta es una división que tiene un carácter condicional ya que, durante la

69
realización de un esfuerzo sobre una distancia determinada, pueden aparecer
oscilaciones que provocan que el organismo desarrolle su actividad en diferentes
zonas de potencia, lo que puede estar relacionado con un planteamiento táctico, con
el nivel de entrenamiento de atleta, o con otros muchos factores.
El trabajo cíclico de diversa potencia plantea variadas exigencias al organismo y se
acompaña de cambios morfofuncionales en sus sistemas integrantes. Así el
entrenamiento para enfrentar esfuerzos de potencia moderada, incrementa la
resistencia general y eleva la productibilidad aerobia; sin embrago, el
entrenamiento para carreras de distancias cortas, donde intervienen
fundamentalmente la fuerza y la rapidez, aumenta las posibilidades anaerobias del
organismo.
Por otra parte, los mismos ejercicios de carácter cíclico provocan diferentes
cambios en cada persona, lo que depende de la edad y del nivel de preparación
física, además de las condiciones en que se desarrolle el entrenamiento.
MARCHA DEPORTIVA.-Al igual que la marcha común, este tipo de esfuerzo se
caracteriza por la manifestación alterna de apoyos dobles y sencillos. La diferencia
entre ambos tipos de locomoción se resume en la técnica de la marcha deportiva,
que resulta mucho más compleja, y en la velocidad de desplazamiento que se logra
alcanzar.
Los músculos de los marchitas, como resultado del entrenamiento, se adaptan al
trabajo en un régimen aerobio. La fase de apoyo, relativamente extensa, influye en
el estado morfofuncional de la musculatura de los miembros inferiores. Los atletas
de alta calificación, al igual que los corredores, pueden desarrollar una tensión
muscular muy elevada, sin embrago la capacidad para la relajación resulta menor.
La ventilación pulmonar durante la marcha deportiva se localiza alrededor de los
70 litros por minuto y el consumo de oxígeno se eleva hasta los 4 1/min., pero estos
indicadores pueden ser considerablemente más altos durante el proceso de
preparación, ya que los atletas de esta modalidad deben ser sometidos a cargas que
propicien el desarrollo de su capacidad aerobia.
La frecuencia de las contracciones del músculo cardiaco se localiza, durante la
marcha deportiva, entre las 150-180 pulsaciones por minuto. La cantidad de
glóbulos rojos y de hemoglobina, durante el esfuerzo generalmente se incrementa,
pero en los deportistas preparados de manera insuficiente pueden disminuir. La
leucocitosis miogénica se manifiesta con mucha intensidad, apareciendo con mucha
frecuencia la segunda etapa neutrofilia. La concentración de ácido láctico en
sangre se incrementa lentamente y las reservas alcalinas disminuyen ligeramente.
La actividad de las glándulas sudoríparas resulta muy intensa y después de
competencias importantes, con frecuencia, se puede encontrar albúmina en la orina.
LAS CARRERAS.- Este es un tipo de esfuerzo que encierra una forma de
locomoción natural en la que la fase de apoyo simple se alterna con la fase de

70
vuelo. De acuerdo con la técnica de los movimientos la carrera de distancias cortas
resulta mucho más compleja: el aprendizaje de la arrancada, el impulso que se debe
lograr, la hacen particularmente difícil. La técnica moderna permite que el gasto
energético en las carreras de fondo sea más bajo que con una técnica irracional. La
coordinación de los movimientos durante la carrera de obstáculos es
particularmente compleja: el aprendizaje de la arrancada, el impulso que se debe
lograr, la hacen parcialmente difícil. La técnica moderna permite que el gasto
energético en las carreras de fondo sea más bajo que con una técnica irracional. La
coordinación de los movimientos durante la carrera de obstáculos es
particularmente compleja.
Las diferentes distancias competitivas en el atletismo (cortas, medias y largas)
constituyen ejemplos clásicos de la actividad cíclica y de las formas de potencia en
que este tipo de actividades se clasifica. Durante el proceso de entrenamiento en el
corredor se forman estereotipos dinámicos de carácter bastante uniforme, reflejo de
los procesos nerviosos que constituyen la base fisiológica para la asimilación de la
técnica de la carrera. La estructura del movimiento se modifica solo en los
momentos de aceleración, al abordar las curvas y en los finales del esfuerzo.
Por su carácter uniforme, este es un esfuerzo que no presenta requerimientos
especiales para los analizadores, no obstante, durante las competencias, el papel de
estos se incrementa ya que el atleta debe evaluar con rapidez y precisión las
acciones del contrario y valorar adecuadamente el estado de la lucha competitiva,
para regular con exactitud los esfuerzos que debe realizar. La importancia de la
percepción visual y propioceptiva se incrementa durante las carreras sobre terreno
accidentado y, de manera particular, en las carreras de obstáculos.
Las carreras, por las diversas formas en que se manifiestan, presentan exigencias
muy diversa a las estructuras motoras. Las carreras de potencia máxima y
submáxima exigen un perfecto estado, tanto morfológico como funcional del
aparato motor. Los músculos del corredor de distancias cortas requieren de una
fuerza considerable, de manera tal que se garantice la potencia del despegue contra
la superficie de apoyo; también deben contraerse y reflejarse rápidamente, lo que
pone de manifiesto, primero, las cualidades contráctiles del músculo y, después,
permite una utilización más efectiva de las potencialidades de fuerza rápida, lo que
se traduce en mayor velocidad de la carrera.
Los deportistas que tienen una alta calificación deportiva presentan mayor fuerza
muscular que los de categorías inferiores, cuando se cuenta con una gran fuerza
explosiva y poca capacidad de relajación, generalmente, la primera parte de la
carrera se realiza muy bien, pero en la segunda parte se observa una disminución
del rendimiento. En los deportistas que presentan esta característica aparece
rápidamente la fatiga y su proceso de eliminación transcurre con lentitud.

71
Los músculos de los corredores de distancias cortas deben estar adaptados a la
realización de esfuerzos intensos en condiciones anaerobias, en este caso el papel
de la resíntesis de ATP es de extrema importancia para mantener la velocidad del
desplazamiento durante toda la distancia.
En las carreras medias, las tareas que se deben resolver en alguna medida difieren
del caso anterior, no obstante, en este tipo de distancia como en otros, aún más
largos, la capacidad de relajación muscular es uno de los elementos más
importantes para garantizar una el mantenimiento de una elevada capacidad de
trabajo.
Durante una carrera de 100 m., los corredores de alta calificación pueden lograr
hasta 8 l de aire de ventilación pulmonar, la demanda de oxígeno, sin embargo,
puede ubicarse entre 6-13 l/min, en dependencia de la velocidad del
desplazamiento. En casos como estos la deuda de oxígeno es superior en 90% al
suministro, lo que evidencia la importancia de desarrollar las capacidades
energéticas anaerobias; debe tenerse en cuenta, también, la importancia de
incrementar las capacidades aerobias ya que estas permiten acelerar el proceso de
recuperación de manera más eficiente y crean las bases para la actividad específica
del corredor, que se caracteriza por la reiteración de trabajos de alta velocidad.
En las carreras de distancias medias, la frecuencia y la profundidad respiratorias
resultan significativamente afectadas por lo que la ventilación pulmonar puede
llegar hasta los 140-150 1/min. e incluso ser superior, lo que permite que el
consumo de oxígeno pueda aumentar hasta 4-5 1/min. La demanda total de
oxígeno en una carrera de distancia media puede ubicarse cerca de los 30 litros,
debe entenderse, por tanto, que en la medida en que la carrera sea más prolongada,
la deuda de oxígeno relativa disminuye y la deuda de oxígeno absoluta aumenta.
Como quiera que en este tipo de esfuerzos no es posible garantizar todo el oxígeno
necesario para que el mecanismo energético, encargado de hacer frente al trabajo
físico, sea de carácter aerobio resulta indispensable desarrollar, durante el
entrenamiento las vías anaerobias de obtención de la energía.
En las carreras de distancias largas, la frecuencia respiratoria y la ventilación
pulmonar se manifiestan prácticamente igual que en las carreras de distancias
medias. El consumo de oxígeno se localiza en su nivel máximo, y debe mantenerse
en él durante un tiempo relativamente prolongado, a pesar de lo cual el estado
estable que aparecen en este tipo de esfuerzo es solo aparente; como consecuencia
de ello se forma una considerable deuda de oxígeno, cuya magnitud depende de la
táctica de la carrera. Si el deportista corre con aceleraciones intercaladas durante el
cumplimiento de la distancia, y finaliza con gran intensidad, la deuda puede
alcanzar hasta 12 litros.
La demanda total de oxígeno en una carrera de 5,000 m se eleva hasta 80-90 litros,
aproximadamente; en la carrera de 10,000 m, este indicador se coloca entre los

72
100-130 litros, lo que pone de manifiesto que la resíntesis del ATP se logra,
fundamentalmente, por vía aerobia.
En las carreras de gran fondo las funciones respiratorias experimentan un
incremento considerable, pero no alcanzan los niveles reportados en los casos
anteriores. La demanda de oxígeno es satisfecha durante la realización del esfuerzo
y, como consecuencia de ello, aparece el estado estable real. Solo se forma deuda
de oxígeno durante la etapa inicial (entrada al trabajo) y en los casos en que se
produzcan aceleraciones; de todas formas no es habitual que sobrepase los 4 litros.
En general el trabajo se caracteriza por las reacciones aerobias.
En los corredores, en condiciones de reposo, es frecuente observar la presencia de
bradicardia funcional. En este caso, mientras más corta sea la distancia para la cual
se prepara el deportista, más pausado será el proceso de retorno del trabajo cardiaco
a las condiciones de reposo.
Durante la carrera el ritmo cardiaco se localiza entre las 170-190 pulsaciones por
minuto, como promedio. Solo si se realizan aceleraciones o en los momento de
finalizar el esfuerzo, se observa un incremento hasta 200 p/min.
La recuperación posterior a la carrera depende de diversos factores, siendo los
principales la intensidad de la carrera y el nivel de entrenamiento del deportista. Es
habitual que, luego de una carrera de distancias cortas (100-200 m), el proceso de
recuperación no se extienda más allá de los 30 min.; en las carreras de distancias
medias y largas, la duración de este proceso ocupa varias horas.
Es común encontrar en los corredores de distancias medias y largas, que las
dimensiones del corazón son superiores a las consideradas normales. Los
volúmenes sistólico y minuto de la sangre también aumentan hasta alcanzar 180 -
200 ml y de 35 - 40 1/min., respectivamente. La presión sistólica aumenta y es
frecuente que la presión diastólica disminuya.
Se observa un incremento del número de eritrocitos y, en consecuencia, también se
eleva el valor de la hemoglobina. También aumenta considerablemente el número
de leucocitos, principalmente después de las carreras sobre distancias superlargas,
lo que genera que se presenten modificaciones en la fórmula leucocitaria,
incrementándose la cantidad de neutrófilos.
Como resultado del esfuerzo prolongado, durante las carreras de distancias medias
y largas se incrementa la concentración de ácido láctico, llegando hasta 200-250
mg % lo que genera una notable disminución del pH.
En las carreras de distancias cortas y superlargas el contenido de ácido láctico en
sangre casi no varía. En las distancias de gran fondo puede disminuir el nivel de
concentración de glucosa en sangre lo que facilita, y debe ser considerado como un
factor principal, el desarrollo de la fatiga.
Las carreras, especialmente las muy prolongadas, se caracterizan por una intensa
producción de calor, como consecuencia de lo cual se observa un incremento de la

73
temperatura corporal, mucho más intenso cuando el esfuerzo se desarrolla bajo la
influencia de elevadas temperaturas y alta presencia de vapor de agua en el aire
atmosférico, lo que puede generar el sobrecalentamiento del organismo y la
alteración de su funcionamiento.
NATACIÓN.- La actividad motriz del nadador se acompaña de dos elementos que
le brindan características muy especiales. Por una parte al introducirse el cuerpo en
el medio líquido su peso disminuye sustancialmente lo que facilita la locomoción;
pero por otra parte, el desplazamiento en el agua se acompaña por dificultades
específicas, derivadas de la mayor densidad de este líquido en comparación con el
aire.
Al sumergirse en el agua, sobre el cuerpo del nadador actúa una presión hidráulica
que crece en la medida en que aumenta la profundidad de la inmersión. La
resistencia del agua a los movimientos del nadador también resulta considerable, y
aumenta proporcionalmente al cuadrado de la velocidad del movimiento.
Durante cualquier actividad humana, incluyendo la deportiva, una parte de los
músculos realiza trabajos de carácter estático, con el fin de asegurar una postura
determinada del cuerpo en el espacio. En la natación esto no resulta necesario y los
principales grupos musculares del nadador realizan un trabajo dinámico.
Durante el proceso de entrenamiento de los nadadores se forma y desarrolla un
sistema de percepciones especialmente complejo, ante diversos estímulos, que han
sido denominado “sentido del agua”, que está condicionado por las sensaciones que
aparecen cuando se irritan los receptores táctiles, térmicos, vestibulares y
propioceptivos.
Cuando el nadador ha desarrollado correctamente su “sentido del agua” puede
distinguir con precisión las modificaciones de presión, temperatura, etc., que
aparecen en el medio líquido y puede modificar, con mucha eficiencia, el carácter
de las acciones motoras que realiza atemperándolas a las condiciones específicas en
que le corresponde actuar.
En los nadadores que dominan la técnica de su deporte de manera excelente, puede
observarse una secuencia invariable en la participación en el trabajo de los
diferentes planos musculares que se mantiene, incluso, cuando aumenta la
velocidad de desplazamiento.
Los músculos del atleta que practica este deporte deben encontrarse preparados
para la actividad tanto en condiciones anaerobias como aerobias. En este caso,
mientras mayor sea la distancia en que debe competirse mayor será la importancia
de los procesos anaerobios.
En la natación, la respiración se realiza en condiciones poco habituales. La
musculatura respiratoria tiene que desarrollarse ampliamente debido a que, tanto en
la inspiración como en la espiración, resulta imprescindible vencer la resistencia
del agua. La frecuencia respiratoria se relaciona con la frecuencia del braceo y, en

74
la medida en que aumenta la velocidad, la duración del ciclo respiratorio disminuye
a expensas, fundamentalmente, del acortamiento del acto de inspiración.
La ventilación pulmonar durante la práctica de la natación, puede incrementarse
hasta 120 -150 1/min., lo que resulta insuficiente para satisfacer la demanda de
oxígeno; esto implica que prevalezcan los procesos anaerobios. Sin embargo
resultan de extrema importancia las posibilidades aerobias del organismo, lo que se
condiciona por una dependencia directa entre la velocidad del desplazamiento y el
nivel de intercambio aerobio.
El gasto de energía durante la práctica de este deporte es ligeramente superior que
durante un trabajo cíclico similar en otro deporte, lo que se fundamenta en la gran
pérdida de calor a que está sometido el atleta durante la permanencia en el agua.
La posición horizontal del cuerpo durante la natación facilita el trabajo del corazón
ya que, en estas condiciones, no existe ningún impedimento para el desplazamiento
de la sangre, es decir, desaparece la influencia de la fuerza de gravedad. También
la ausencia de tensiones isométricas en la musculatura esquelética favorece la
actividad cardiaca, lográndose una armónica combinación entre las contracciones
rítmicas del corazón y una respiración profunda, lo que permite incrementar el
retorno venoso.
Los cambios que se registran en la composición de la sangre son típicos para un
trabajo cíclico de potencia submáxima o de gran potencia, según el caso,
observándose un incremento del contenido de eritrocitos, leucocitos y
hemoglobina, y aumenta la concentración de ácido láctico.
Durante la realización de ejercicios propios de la natación prácticamente
desaparece la secreción de sudor, por lo que la eliminación de los diferentes
productos finales del metabolismo ocurre por vía renal.
El menor suministro sanguíneo a los riñones, durante el trabajo, y la necesidad de
eliminar los productos ácidos del metabolismo, provocan que varíe la
permeabilidad del epitelio renal, por lo que resulta frecuente la aparición de
albúmina en la orina luego de concluir el esfuerzo. Este tipo de cambios en la
actividad renal, es una de las reacciones específicas del organismo que se
manifiesta, con mayor fuerza, cuando la actividad se realiza en agua fría.
Una larga permanencia en agua fría conduce a pérdidas considerables de calor y, en
consecuencia, al enfriamiento del cuerpo, sin embargo, en los nadadores entrenados
los mecanismos que garantizan la conservación de la temperatura constante del
cuerpo son más eficientes que en las personas no entrenadas.
CICLISMO.-El desplazamiento en bicicleta es asegurado por esfuerzos que se
transmiten por medio de un sistema de palancas y brazos de fuerza.
La estructura externa de los movimientos del ciclista es relativamente sencilla,
caracterizada por la ejecución de movimientos circulares, no propios de la
locomoción humana natural. Sin embrago, los mecanismos de coordinación

75
interior, particularmente cuando la frecuencia de los movimientos es muy alta, se
caracterizan por su gran complejidad.
Debe indicarse que durante el trabajo específico del ciclismo, las extremidades
inferiores ejecutan una acción dinámica y a las superiores les corresponde una
acción estática. El nivel de tensión de los músculos de los brazos depende de la
calificación del atleta, de las particularidades del pedaleo y de la posición adoptada
sobre el asiento.
La posición clásica del ciclista se caracteriza por la inclinación del tronco, ya que
ello reduce la resistencia de aire, pero asumir la misma de manera prolongada
propicia la aparición de la fatiga, por lo cual cuando la distancia a recorrer es muy
larga, la postura se torna más alta.
En el ciclismo se pueden observar todas las manifestaciones de potencia de trabajo
(máxima, submáxima, grande y moderada). En los eventos de carretera, en
correspondencia con el relieve del terreno, se pueden apreciar variaciones en la
potencia del trabajo. A pesar de que ello puede conducir a pensar que el ciclismo
de ruta es un deporte situacional, es preciso tener en cuenta que la estructura del
movimiento no varía, por lo cual debe ser considerado como deporte cíclico de
potencia grande o moderada.
Al ciclista se le exige una elevada eficiencia de las funciones de los analizadores
visual, vestibular y motor, con el objetivo de dosificar el esfuerzo muscular,
mantener el equilibrio y orientarse en el espacio.
La fuerza generada por los músculos para vencer las exigencias que plantea el
ciclismo no reclama mecanismos de elevada complicación. Sin embargo, la
dirección de la bicicleta se complica durante los ascensos y descensos, ante las
curvas prolongadas y cuando se producen cambios en la velocidad de
desplazamiento.
Las cargas físicas típicas de este deporte generan cambios sustanciales en el estado
funcional de los músculos, los que disminuyen en la medida en que se incrementa
el nivel de entrenamiento del ciclista.
La posición inclinada del tronco, característica de la postura del ciclista, limita la
capacidad respiratoria. Esta dificultad se agudiza cuando se asume la posición baja
y es menor en los casos en que se mantiene la posición alta. La correlación de la
frecuencia respiratoria y los movimientos del ciclista está en dependencia de la
velocidad de desplazamiento.
En los ciclistas de alta calificación es común encontrar un movimiento respiratorio
de inspiración rápido y un movimiento de espiración mucho más prolongado.
Durante los momentos en que se producen aceleraciones o en las arrancadas se
pueden observar retenciones de la respiración que no favorecen el mantenimiento
de la capacidad física de trabajo.

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A pesar de las dificultades antes señaladas, durante el trabajo, el ciclista puede
alcanzar una ventilación pulmonar de 120 1/min., y el consumo de oxígeno se
localiza entre los 4 y 5 1/min. La saturación de oxígeno en sangre depende de la
frecuencia y profundidad respiratoria.
La postura propia del ciclista, que se acompaña de tensiones estáticas de la
musculatura del tren superior limita, en alguna medida, el trabajo del músculo
cardiaco y dificulta la redistribución de la sangre, pero las reacciones vasculares
que aparecen en los ciclistas de alta calificación garantizan plenamente la irrigación
sanguínea en las extremidades inferiores.
La frecuencia de las contracciones cardiacas depende de diversos factores, entre los
que debe significarse la intensidad del trabajo, el relieve del terreno, los factores
meteorológicos y climáticos, etc. En condiciones de reposo, la frecuencia de
trabajo cardiaco en los ciclistas de alta calificación se caracteriza por una profunda
bradicardia funcional, siendo normal encontrar valores inferiores a las 50
pulsaciones por minuto.
La gran demanda de oxígeno que surge como consecuencia de las cargas que debe
vencer el ciclista tanto en el proceso de entrenamiento como durante las
competencias hace que el cuadro de composición de la sangre se caracterice por un
incremento de los eritrocitos y de la hemoglobina. Cuando los esfuerzos son de
larga duración se aprecia también gran variación en la presencia de leucocitos,
modificándose sustancialmente la denominada fórmula leucocitaria.

LOS ESFUERZOS ACÍCLICOS.- Dentro de la amplia gama de esfuerzos físicos


que puede realizar el hombre, una parte de ellos está compuesta por movimientos
de estructura acíclica, es decir, por acciones motoras que se presentan con una
estricta estandarización en su forma, lo que exige una perfecta coordinación de las
extremidades con el tronco.
En estos movimientos, a diferencia de los denominados cíclicos, no existe la
monótona y reiterada realización del mismo ciclo de elementos técnicos, los
elementos que conforman el movimiento acíclico siguen un orden determinado,
invariable, pero son diferentes entre sí.
En la actividad deportiva los movimientos de carácter acíclico se clasifican en dos
grandes grupos:
a).- De carácter cuantitativo (resultados expresados en medidas de fuerza y de
espacio).
b).- De carácter cualitativo (calificados de acuerdo a la calidad de la ejecución del
movimiento).
El primer grupo incluye los movimientos acíclicos de una sola ejecución, en los
que se manifiesta el máximo de fuerza, de rapidez o de precisión, tales como los
lanzamientos, los saltos, el levantamiento de pesas, etc. En el segundo grupo

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aparecen los movimientos integrados por diferentes elementos técnicos
combinados, que exigen la revelación de diferentes facultades motoras del
deportista, entre los que se cuenta la gimnasia artística y rítmica, la acrobacia, el
patinaje artístico.
En los esfuerzos físicos comprendidos en el primer grupo, es decir, aquellos que se
miden por su expresión cuantitativa, los músculos deben lograr que la fuerza y la
rapidez de la contracción tengan un carácter máximo. Se acepta que la rapidez de
la contracción muscular será mayor en la medida que disminuya la masa del cuerpo
desplazado.
Sin embargo, en los esfuerzos acíclicos, la fuerza máxima se logra alcanzar de dos
maneras diferentes, una puede ser intentándole trasmitir el máximo de fuerza a la
masa que se desplaza con una aceleración relativamente constante, como en el caso
de los ejercicios con pesas, donde la fuerza del atleta se manifiesta con el aumento
del peso de la barra y los discos a los que se le comunican la aceleración de la cual
depende lograr el levantamiento hasta determinada altura. Debido a ello estos
ejercicios se denominan de fuerza.
En la segunda variante, la fuerza máxima se dirige a imprimir una oscilación
máxima a una masa constante, lo que se relaciona con los saltos y los lanzamientos,
y se conocen como ejercicios de fuerza rápida.
Los procesos que garantizan el control neuro-vegetativo, tanto de los ejercicios de
fuerza como de los de fuerza rápida, se caracterizan por asentarse en estereotipos
dinámicos, lo que significa que se pueden apreciar formas de ejecución y
secuencias estrictamente invariables. Esto no quiere decir que el movimiento es, en
sí, absolutamente estereotipado, la rapidez y la fuerza de las contracciones pueden
y deben variar, lo que obliga a garantizar un control muy eficaz del ejercicio que
garantice la forma estereotipada de ejecución permitiendo un incremento
progresivo de la fuerza y de la rapidez de las contracciones musculares.
De lo anterior se debe concluir que los ejercicios pueden formar un estereotipo
dinámico realmente eficiente y lograr un nivel de automatización real sólo bajo la
realización de numerosas repeticiones.
Son muchos los esfuerzos físicos de carácter acíclico que se pueden realizar
rápidamente, durando contados segundos e, incluso, fracciones de segundos. Por su
corta duración no es posible que se registre un incremento de la actividad
cardiovascular y respiratoria; a ello se une que, durante la realización de esos
movimientos se utiliza, como complemento al esfuerzo, el denominado “momento
respiratorio” o pujo, que genera el incremento de la presión interna del tórax.
Como consecuencia de ello la circulación sanguínea en el instante de realización
del esfuerzo tiende a disminuir, sobre todo en el circuito menor.

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Por lo anterior puede afirmarse que en este tipo de esfuerzos de tan corta duración
se aprecia un pequeño incremento de las funciones vegetativas, dirigida a liquidar
la incipiente deuda de oxígeno creada durante la actividad.
LEVANTAMIENTO DE PESAS.- Dentro de los esfuerzos acíclicos de corta
duración un lugar particular corresponde al levantamiento de pesas. Este tipo de
esfuerzo se caracteriza porque mientras mayor sea el peso levantado mayor será la
tensión que deben desarrollar los músculos que participan directamente en su
realización. Esto puede confirmarse por la relación prácticamente lineal entre el
peso del atleta y el peso levantado y justifica la existencia de divisiones de peso
corporal en este deporte.
Considerar estos esfuerzos como ejercicios de fuerza no implica ignorar la
importancia de la rapidez de la contracción muscular. En los ejercicios propios de
este deporte (arranque y envión) resulta indispensable una extraordinaria rapidez de
contracción muscular tanto para levantar la palanqueta como para asegurar el
“tranque” al finalizar el movimiento.
Desde el punto de vista energético, los ejercicios relacionados con el levantamiento
de pesas se caracterizan por la potencia del trabajo realizado. Esta característica
determina que los procesos anaerobios alactácidos desempeñen un papel de
extraordinaria importancia para asegurar el cumplimiento de la tarea motora.
En los esfuerzos físicos relacionados con este deporte resultan determinante la
participación de la musculatura del tronco y de las piernas, de donde se deduce la
importancia que encierra la coordinación motora que deben garantizar los
mecanismos nerviosos de regulación.
SALTOS.-Atendiendo a la estructura motora de su realización, los saltos
constituyen una manifestación de locomoción acíclica. Los saltos con carrera de
impulso ponen de manifiesto los complejos procesos de control que puede
desarrollar el organismo, ya que en estos casos se produce un cambio brusco de la
locomoción cíclica de la carrera a la locomoción acíclica del salto. En los saltos de
longitud se exige, además, la exacta determinación de la distancia y la rapidez del
desplazamiento para efectuar el despegue en el lugar establecido.
Los saltos de altura reclaman al final de la carrera de impulso, un cambio completo
de la componente horizontal del esfuerzo a la componente vertical, a lo que debe
añadirse la redistribución de los movimientos al pasar la varilla. El salto con
pértiga agrega a lo anterior la necesidad de desplazarse sosteniendo el implemento
con las manos, lograr su acertada introducción en la cajuela y, luego, realizar
complicados movimientos acrobáticos apoyándose en las manos.
En correspondencia con la breve duración de los saltos, la movilización de las
funciones vegetativas no resulta significativa durante la realización de este tipo de
esfuerzos; sin embargo la reiterada repetición de ellos, tanto en el entrenamiento

79
como en la competencia exige el desarrollo de la resistencia especial y, en sentido
general, provoca un sustancial incremento de la actividad cardiorrespiratoria
LANZAMIENTOS.-El control de los movimientos relacionados con los
lanzamientos se caracteriza por presentar un grado de complejidad más elevado que
la que se requiere para ejecutar los saltos sencillos. Esto obedece a que la
fundamentación de los saltos descansa en los mecanismos de locomoción
filogenéticamente más primitivos, sin embargo los lanzamientos se constituyen por
movimientos que no se basan en la locomoción automática, sino que se realizan
con los brazos, es decir son inherentes precisamente al hombre.
En estos casos la masa del implemento que debe ser lanzado es la que determina la
tensión que será generada por los músculos. Cuando el implemento es ligero, como
la jabalina, la tensión de los músculos que participan en el esfuerzo es muy
pequeña, sin embargo la rapidez de la contracción es muy grande. En el caso de la
impulsión de la bala se exige del músculo un alto grado de tensión, disminuyendo
la rapidez de la contracción.
Desde el punto de vista de la coordinación de la acción motriz, el acto de lanzar
propiamente no es tan complejo como si resultan serlo los movimientos
preparatorios como la carrera de impulso, en la jabalina, los giros en el martillo y
los movimientos o saltos al impulsar la bala.
La rapidez del movimiento de la extremidad que lanza o impulsa el implemento
debe sumarse a la rapidez del resto del cuerpo, adquirida en los movimientos
preparatorios lo que obliga a una coordinación muy exacta.
El control de estos movimientos depende, básicamente de las informaciones que
proceden del aparato motor. En el caso del lanzamiento de la jabalina es muy
importante la participación del analizador visual; en la impulsión de la bala su
participación no es mayormente importante.
Para los lanzadores de martillo y de disco un elemento de extraordinaria
importancia es el que se relaciona con el perfeccionamiento del funcionamiento del
aparato vestibular.
Como se ha indicado anteriormente, dentro de los esfuerzos acíclicos
estereotipados aparece un grupo que se califica atendiendo a la calidad de la
ejecución del movimiento, independientemente de la fuerza, rapidez o precisión
espacial que reclame para su correcta realización.
En este tipo de esfuerzos el primer elemento que se tiene en cuenta es la facultad
que muestra el atleta para controlar los movimientos y dosificar adecuadamente la
fuerza y la rapidez de las contracciones musculares, de manera tal que logre
coordinar las acciones motrices de las diferentes partes del cuerpo que se mueven
en un espacio tridimensional y que, en ocasiones, tienen que realizarse sin apoyo.
Prácticamente todos los ejercicios incluidos en este grupo exigen que los
movimientos sean expresivos, el aspecto estético de la ejecución condiciona la

80
calificación cualitativa durante la competencia. Los ejercicios que se realizan son,
como regla, complicadas combinaciones de movimientos (acciones motrices) que,
inicialmente, se realizan separadamente y de manera progresiva se van uniendo
hasta formar un sistema ininterrumpido.
Los deportes que se nutren de este tipo de movimientos, que aparentemente son
muy diferentes, presentan rasgos comunes entre los que sobresale la existencia de
estereotipos dinámicos. Tanto la forma de los movimientos como su estructura
presentan esa particularidad pero, además, la fuerza de las contracciones
musculares y la rapidez de estas también son estereotipadas. Esto es precisamente
lo que distingue a estos deportes de aquellos que se clasifican como de fuerza o de
fuerza rápida, donde los estereotipados solo se relacionan con la forma de los
movimientos en tanto la fuerza y la rapidez de las contracciones no resultan
estándares.
Para los ejercicios que se incluyen en el segundo grupo de acciones motrices,
evaluadas en el orden cualitativo, resulta característico la variada participación de
diferentes sistemas de información aferente.
Es incuestionable la importancia del papel que desempeñan los receptores del
aparato motor, de la piel, del aparato vestibular y de los órganos de la visión para
garantizar la conservación del equilibrio en posiciones sumamente extrañas a la
habitual, para perfeccionar las acciones motrices en diversas posiciones del cuerpo
en el espacio y para permitir cambios de unos mecanismos de coordinación a otros.
La duración de estos esfuerzos puede variar desde varios segundos hasta algunos
minutos, lo que permite ubicarlos en las zonas de potencia máxima y submáxima y
justifica las particularidades del comportamiento cardiorrespiratorio durante y
después de su realización.
Otro rasgo propio de este tipo de esfuerzos es su elevado componente emocional,
que se relaciona con el incremento de las funciones endocrinas. Al margen de las
características generales que se han indicado, cada uno de los deportes incluidos en
este grupo presenta rasgos fisiológicos muy específicos.
GIMNASIA ARTÍSTICA.- Este deporte es considerado como uno de los más
completos ya que su práctica propicia el desarrollo armónico de casi todos los
músculos del cuerpo. La realización de ejercicios en aparatos provoca el
incremento de la fuerza de los músculos de las extremidades superiores y del
tronco; en los saltos y ejercicios sobre el tapiz se logra aumentar la elasticidad,
factor determinante para la flexibilidad, se perfecciona el funcionamiento del
aparato vestibular en la regulación del equilibrio, etc.
La ejecución precisa de estos movimientos implica un exacto control de las
acciones motrices durante la realización de los diferentes desplazamientos del
cuerpo en el espacio, no solo cuando la posición del cuerpo es la habitual sino

81
también en aquellos casos donde se ocupe una posición de apoyo invertido e,
incluso, cuando los movimientos se realizan sin apoyo.
Desde el punto de vista energético la gimnasia artística reclama menor gasto que
otros deportes de carácter acíclico lo que está determinado por el hecho de que en
la realización de su práctica existen pausas, esfuerzos estáticos, restricciones de la
respiración, etc., por lo que el nivel del consumo de oxígeno es inferior a los que
presentan los atletas durante la práctica de otros deportes.
Las selecciones (rutinas) que se estructura para cada modalidad competitiva,
aparatos, tienen una duración de 30 a 90 segundos, por lo que los mecanismos
anaerobios lactácidos predominan en la solución energética de las acciones
motrices.
La actividad respiratoria en este deporte no es uniforme y se condiciona por los
retardos respiratorios, lo que disminuye el alcance de la ventilación pulmonar.
GIMNASIA RÍTMICA.- La compleja coordinación de los movimientos propios de
este deporte exige, ante todo, un riguroso y exacto control de los movimientos,
especialmente lo relacionado con la precisión espacial cuando se trabaja con
implementos.
Las atletas de elevada calificación deportiva, que han logrado la perfección en el
dominio del hábito motor pueden llegar a tal grado de maestría que algunos
movimientos precisos pueden realizarlos, sin el control visual.
Del desarrollo de la elasticidad depende el grado de flexibilidad, que expresa la
potencial amplitud de los movimientos, elemento esencial en la práctica de este
deporte, tanto de brazos y piernas como de tronco. De ello se desprende que la
elongación de los planos musculares no ocurre de manera pasiva, sino bajo la
activa participación de los músculos antagonistas.
El gasto energético que se registra en deportistas de alto rendimiento es
relativamente alto. La frecuencia de trabajo cardiaco, durante la realización de una
combinación de gimnasia rítmica, se localiza cerca de las 180 pulsaciones y la
deuda de oxígeno es superior a los cuatro litros, lo que permite indicar que, desde el
punto de vista funcional, los cambios que se registran son similares a los que
caracterizan a la gimnasia artística.

LOS ESFUERZOS VARIABLES.-Los esfuerzos físicos de carácter variable son


propios de los denominados juegos deportivos y de los deportes de combate. La
característica principal de este tipo de esfuerzos es que tanto su estructura como su
duración y fuerza no se establecen previamente, sino que están en dependencia de
las condiciones concretas que tipifican cada momento de acción en estos deportes.
La adecuada acción motora que ejecuta el deportista, y su correcta ubicación en
tiempo, es posible gracias a la capacidad que tiene el sistema nervioso central de
extrapolar, es decir, de incorporar modificaciones a hábitos motores que pueden

82
considerarse básicos; además es importante en ello la precisión de la información
que llega al sistema nervioso central desde los analizadores, por la movilidad de los
procesos nerviosos que caracterizan al nivel de preparación del aparato motor y de
los sistemas vegetativos que garantizan su actividad.
La enorme cantidad de ejercicios físicos de carácter variable posibles a realizar,
plantea exigencias diversas al organismo que se corresponden con las
características de estructura y potencia de los movimientos.
En el caso particular de los juegos deportivos, las modificaciones funcionales que
aparecen en el organismo estarán sujetas a la duración del juego, la intensidad del
mismo, las dimensiones del terreno, la cantidad de participantes, etc. En cada caso,
en la medida en que los desplazamientos mediante carreras sean mayores, las
modificaciones funcionales en el aspecto vegetativo serán más acentuadas.
Los juegos se caracterizan por el componente fuerza-rapidez que predomina en los
diferentes movimientos y se manifiesta de forma combinada. Los esfuerzos físicos
de carácter acíclico son los que, con mayor frecuencia, pueden observarse en las
acciones motoras que se cumplen en este tipo de actividad.
El trabajo que realizan los planos musculares durante la ejecución de actividades de
este tipo es predominantemente dinámico pero, durante algunas acciones de juego,
los músculos pueden estar sometidos a tensiones isométricas (estáticas)
considerables, lo que obliga a una exigente preparación de fortalecimiento.
En los juegos deportivos también están presentes esfuerzos de carácter cíclico que
se ejecutan con diferentes niveles de potencia, es decir, atendiendo a las exigencias
específicas de cada momento del juego. En correspondencia con las normas de
cada uno de ellos es frecuente la aparición de interrupciones temporales derivadas
de violaciones de reglas, pérdidas del balón, solicitudes de tiempo de descanso,
etc.,que provocan la disminución de la potencia de trabajo y propician que se
desarrollen, en alguna medida, los procesos de recuperación que se manifiestan con
mayor intensidad en los deportistas de más elevada calificación.
La práctica de estos deportes implica una elevada exigencia a los mecanismos
energéticos anaerobios, lo que conduce, en las ocasiones en que el ritmo de trabajo
es muy alto, a que muchos sistemas del organismo no soporten dicho régimen
durante largo tiempo y, por ello, se permite la sustitución de los atletas. Teniendo
en cuenta la apuntado, resulta importante desarrollar todos los mecanismos que
suministran energía, tanto lo aerobios, como los anaerobios.
La formación de hábitos motores que den respuesta a las necesidades planteadas
por este tipo de actividad física, es muy compleja y variada. Su nivel de
complejidad está determinado por las particularidades que plantea la actividad en sí
misma, en la cual el comportamiento motor no depende de lo que quiera realizar el
atleta en el plano individual sino que, por el contrario, está sujeto a los

83
requerimientos que se deriven de las acciones de los contrincantes y de los propios
compañeros de equipo.
En los juegos deportivos, al igual que en otros tipos de deportes, resulta
indispensable alcanzar un gran nivel de automatización de los hábitos motores; en
la medida en que esto se logre con mayor profundidad, más efectiva será la acción
motora del deportista. Sin embargo, durante el entrenamiento y la competencia
surgen situaciones particulares en las que el empleo de los movimientos habituales
no resultan adecuados para solucionar el problema motor que debe ser resuelto y el
deportista tiene que sustituir el estereotipo establecido, incorporándole
modificaciones totales o parciales.
Este cambio o modificación, que se logra mediante el mecanismo de la
extrapolación, se caracteriza por la formación de nuevas relaciones temporales de
carácter reflejo condicionado destinada a la consecución de nuevas acciones
motoras, lo que indica la necesidad de una alta movilidad de los procesos
corticales.
La movilidad de los procesos de excitación e inhibición no solo interviene en la
organización estructural y rítmica de los movimientos en su aspecto somático,
también participa en lo que concierne al componente vegetativo que tiene a su
cargo el suministro de energía.
Cuando se hace referencia a los deportes de combate resultan válidos los elementos
apuntados hasta aquí pero, además, debe tenerse en cuenta que a ello se suma,
como regla, el control del peso corporal en deportes como el boxeo, la lucha, el
judo, etc.
Las competencias en estos deportes se realizan a partir de categorías definidas por
el peso corporal, lo que obliga a los deportistas y entrenadores a mantener una
vigilancia continua sobre este indicador y, en caso necesario, adoptar las medidas
para su disminución artificial. Se debe determinar cual es el peso óptimo del atleta
para lograr su máximo rendimiento deportivo, lo que se consigue mediante el
control sistemático y el análisis de su dinámica durante el proceso de
entrenamiento.
El peso normal del cuerpo, determinado según la fórmula de Broka (el peso normal
del cuerpo debe ser igual a la estatura en centímetros menos cien) no debe
identificarse con el peso óptimo. Cada atleta puede presentar variaciones
sustanciales de su peso óptimo con relación al peso normal.
En la práctica deportiva para disminuir el peso corporal se reduce la ingestión de
alimentos y líquidos, se aplican dietas especiales, se utilizan baños de vapor y otros
medios. La aplicación de dietas con un contenido limitado de carbohidratos y sales
asegura la disminución del peso en 2 - 2,5 Kg. en el transcurso de 2 ó 3 días.
La utilización de baños de vapor propicia una disminución rápida y considerable
del peso corporal; no obstante la permanencia prolongada en el baño de vapor

84
unida a una limitada ingestión de líquidos conduce al empeoramiento del estado
general del organismo, a una debilidad general, a un sueño intranquilo, a un
incremento de la irritabilidad del sistema nervioso central, a la aceleración del
pulso y al incremento de la presión arterial, lo que se traduce en la disminución de
la capacidad de trabajo. La utilización de los baños de vapor en forma breve,
aunque no provoca una marcada disminución del peso corporal, tampoco genera la
aparición de fenómenos desfavorables.
El medio fisiológico más conveniente para lograr la disminución del peso corporal
es el trabajo físico que provoque abundante sudoración, pero la utilización de este
método directamente antes de la competencia no resulta recomendable.
La disminución considerable del peso corporal en plazos breves,
independientemente del método que se utilice conduce, como regla, a la afectación
del estado general del organismo y, en correspondencia con ello, a la disminución
de la capacidad de trabajo. Por lo tanto, el deportista que se encuentra en una
categoría de peso determinada debe vigilar constantemente este indicador, lo que le
permite desarrollar su entrenamiento normalmente, sin necesidad de aplicar
medidas urgentes para su disminución directamente antes de la participación en la
competencia.

RELACIÓN ENTRE LA CARGA DE ENTRENAMIENTO Y EL ESTADO


FUNCIONAL DEL DEPORTISTA.-

La carga de entrenamiento debe entenderse como la sumatoria de influencias


dirigidas al organismo del deportista, seleccionadas y organizadas de forma tal que,
finalmente, incrementen el nivel de su capacidad de trabajo especial.
En la práctica deportiva la carga de entrenamiento se estructura sobre la base de la
experiencia y de la intención del entrenador por cuanto, hasta el presente, no se han
establecido suficientes condiciones objetivas para realizarlo por otra vía. La
principal causa de esta situación radica en la ausencia de investigaciones
especialmente diseñadas para el estudio de las tendencias que relacionan el estado
funcional del deportista con las cargas y entrenamiento. En gran medida esto se
enlaza con las dificultades metodológicas para valorar, adecuadamente, el nivel de
la capacidad de trabajo especial del deportista. Los denominados test pedagógicos
o ejercicios de control ni siempre, ni en todos los deportes, contienen toda la
información necesaria y, como regla, brindan una muy general valoración del nivel
de la preparación especial del deportista. El resultado deportivo tampoco siempre,

85
ni en todos los deportes, puede ser empleado para evaluar la calidad del proceso de
entrenamiento. Orientarse hacia la denominada “forma deportiva”, como
recomiendan algunos especialistas, no constituye tampoco una salida ideal para
resolver el problema. El concepto de “forma deportiva” es sumamente impreciso y
muy difícil de calificar cuantitativamente. Además de ello, el concepto como tal y
su modo de aparecer relacionado con el deporte, caracterizan el estado de
preparación del deportista para participar en la competencia y no va más allá de
eso.
En los últimos tiempos esta sustancial diferencia se está eliminando exitosamente.
Se han desarrollado medios instrumentales objetivos para valorar cuantitativamente
el estado del deportista, teniendo en cuenta la especificidad del régimen de
movimientos presentes en la actividad deportiva. Mayores resultados se han
logrado en la solución del problema planteado en los deportes cíclicos y,
últimamente, en los deportes de fuerza-rápida. También se crean posibilidades
favorables para la amplia diversificación de las investigaciones especialmente
orientadas a esclarecer los principios de la relación entre las cargas y el estado del
deportista y, en consecuencia, trabajar científicamente el problema de la
estructuración de las cargas de entrenamiento y su organización racional.
En condiciones de laboratorio se han desarrollado un gran complejo de
investigaciones orientada de manera especial al estudio de la relación entre el
estado del deportista y las cargas de entrenamiento. Estas investigaciones se han
realizado en dos sentidos, tanto mediante la observación pasiva de la dinámica del
estado del deportista de alta calificación en dependencia del contenido, del
volumen y de la organización de las cargas de entrenamiento, como en forma de
experimentos activos, naturales, en los que se ha comprobado la efectividad de una
u otra variante de contenido u organización de las cargas de entrenamiento en el
ciclo anual o en alguna de sus etapas.
El análisis del material obtenido permite observar una gran diversidad en la
distribución de las cargas. Esta condición excluye la posibilidad de emplear el
análisis estadístico y posibilita solo un lógico análisis individual, aunque, en
algunos tipos de deportes y, principalmente en deportistas aislados de alta
calificación, el análisis estadístico resulta aplicable.
De los resultados de las investigaciones en esta dirección debe señalarse que, con el
incremento de la maestría del atleta, la distribución de las cargas en el ciclo anual
manifiesta una tendencia hacia la regulación. Conjuntamente, en lo relativo al
equilibrio en la distribución del volumen de las cargas y la utilización paralela de
los medios de preparación general, especial y técnica, se entremezclan el carácter
multilateral del volumen de las cargas y la tendencia a la concentración de medios
de una u otra dirección priorizada en determinada etapa de preparación.

86
Esto evidencia que, con el incremento de la maestría del deportista, empíricamente
se encuentran variantes racionales de estructuración del entrenamiento y si en ellas
se encuentran diferencias en el volumen de las cargas esto, en los límites del ciclo
anual, sigue un sistema bien definido. Al mismo tiempo, es interesante indicar que
la mayor significación en el desplazamiento de la dinámica de las cargas se
relaciona con los meses de mayor volumen de medios empleados.
Debe también subrayarse que los medios de estructuración del entrenamiento, de
los deportistas de mediana y alta calificación, resultan sustancialmente diferentes.
Esto obedece no solo a la falta de experiencia de los jóvenes deportistas, que
evidentemente está presente, sino también manifiesta el principio de las diferentes
exigencias para la organización de la preparación en la etapa maestría, que surgen
del alto nivel de la capacidad de trabajo especial alcanzado por el deportista,
condición indispensable para el perfeccionamiento de la productividad de la
maestría técnica y, finalmente, del calendario y la importancia de las competencias
Naturalmente que esta falta de regularidad en las cargas de entrenamiento está
condicionada, en gran medida, por la irregularidad de la dinámica del estado del
deportista durante el ciclo anual, que no se enlaza con la periodización tradicional
del entrenamiento y con el calendario de las competencias. De aquí la baja
efectividad del entrenamiento en general y la no plenamente exitosa participación
en las competencias.
Conviene indicar que no resulta justificado esperar o exigir que todos los
deportistas se entrenen bajo un plan único. Cada deportista tiene derecho a una vía
individual de estructuración de su entrenamiento y es este uno de los principios de
la teoría del entrenamiento deportivo. Independientemente de lo señalado con
anterioridad sobre la diferenciación como base fundamental para la estructuración
del entrenamiento, esto ya no se puede explicar, como ocurre con frecuencia, solo
con la individualidad del deportista. Indica más la ausencia de sistematicidad en la
organización de las cargas y también la violación de los principios metodológicos
efectivos en su estructuración para deportistas de alta calificación.
El análisis de numerosos ejemplos permite relacionar con las insuficiencias en la
estructuración del ciclo anual de entrenamiento de los deportistas de alta
calificación, en particular de deportes cíclicos, la utilización simultánea de
volúmenes de carga en todas las zonas fisiológicas de potencia, una irracional
correspondencia de los volúmenes de carga con los mecanismos de aseguramiento
energético aerobio y anaerobio y la desacertada utilización de uno u otro punto de
vista en el empleo de la dinámica del nivel de la capacidad de trabajo especial de
los deportistas.
Las insuficiencias señaladas, naturalmente, no son generales pero si lo
suficientemente representativas y su eliminación constituye una gran reserva para

87
la racionalización y el incremento de la efectividad de la preparación de los
deportistas de alta calificación.
El incremento del volumen de las cargas de entrenamiento se interpreta como una
tendencia progresiva, lo que resulta plenamente correcto, sobre todo para los
deportes de carácter cíclico, teniendo en cuenta que los resultados de alto
rendimiento descansan en el volumen de las cargas.
Sin embargo este no es el único, ni siquiera el camino fundamental, para
incrementar la efectividad de la preparación del deportista. Significativamente
mayores son las reservas que se encierran en la racionalización del proceso de
entrenamiento a cuenta del incremento de la efectividad del contenido y de la
organización de las cargas de entrenamiento. En relación con esto aparecen
interrogantes sobre cuales son los criterios que determinan el límite óptimo,
objetivamente indispensable, para alcanzar la máxima posibilidad de incremento
del nivel de capacidad de trabajo especial del deportista durante el ciclo anual.
Como se ha señalado antes, para cada momento del proceso de entrenamiento el
organismo dispone de una determinada reserva de adaptación, es decir, de la
posibilidad potencial de alcanzar un nivel funcional más elevado bajo la influencia
de cargas de entrenamiento sistemáticas. La magnitud de esta reserva de
adaptación, es decir, la posibilidad real de incrementar los índices funcionales, está
determinada por la fuerza de los factores de orden biológico que la limita. Para su
plena concreción se requiere de un complejo de acciones de entrenamiento,
completamente definidas por su fuerza, cantidad y duración.
En otras palabras, el contenido, el volumen y el orden de empleo de las cargas de
entrenamiento deben ser aquellos que garanticen la plena movilización de las
reservas funcionales de adaptación del deportista. Si los medios potenciales de
entrenamiento y el volumen general de las cargas resultan insuficientes, las
reservas funcionales de adaptación no pueden emplearse por el deportista y la
efectividad del entrenamiento resulta baja, o a la inversa, el incremento de fuertes
acciones de entrenamiento conducen a alteraciones de carácter patológico.
La magnitud de la reserva funcional de adaptación es un criterio útil, que determina
objetivamente el volumen de entrenamiento y que, naturalmente, depende del nivel
de preparación del deportista. Esto explica por qué el potencial de cargas de
entrenamiento se corresponde con el estado funcional del deportista y el incremento
de uno está condicionado a la elevación del otro.
Resulta evidente que el empleo de la reserva funcional de adaptación, que se
manifiesta sin desviaciones, con el incremento escalonado de los indicadores
funcionales, no puede ser ininterrumpido. Las influencias del entrenamiento deben
intercalarse con pausas indispensables para la recuperación de los recursos
energéticos y de la estabilización del organismo en el nivel funcional alcanzado.

88
Hasta el presente no existe un método directo para la determinación de la reserva
funcional de adaptación y su magnitud puede ser valorada por métodos indirectos
sumamente aproximados. Estos últimos pueden ser, por ejemplo, la observación
de los cambios de los indicadores funcionales bajo la influencia de efectos
ininterrumpidos de entrenamiento y la determinación del momento en que ellos
alcanzan su meseta, es decir, se estabilizan y se detiene el incremento. La
envergadura alcanzada durante este proceso por el incremento relativo de los
indicadores funcionales, puede caracterizar la magnitud de la reserva funcional de
adaptación para una situación determinada y la cantidad de trabajo realizado indica
el volumen de las cargas de entrenamiento que, objetivamente, resultan
indispensables para su completa movilización. De lo anterior se deriva que el
procedimiento requiere de un determinado experimento metodológico,
adecuadamente concebido y lo suficientemente concreto, que informe sobre las
potencialidades del entrenamiento, el empleo de las cargas y la racionalidad en su
organización.
El análisis de los resultados de experimentos de laboratorio, modelados
específicamente para evaluar la preparación en deportes de fuerza rápida y su
comparación con informaciones obtenidas en observaciones realizadas en el
desarrollo de entrenamiento en condiciones de terreno, en deportistas de alta
calificación, permite subrayar los siguientes aspectos:
Existe la posibilidad de definir tres límites que marcan la acción continua de los
efectos del entrenamiento dirigidos a la movilización de la reserva funcional de
adaptación del organismo del deportista. El primero de ellos está determinado por
la carga simultánea de estímulos de entrenamiento ininterrumpido, es decir, el
volumen y la duración de la carga que se aplica, superada la cual ya no resulta
posible que aparezcan incrementos en los indicadores funcionales y puede conducir
a efectos negativos. Ante una gran concentración de volúmenes de carga, este
límite aparece, como media, luego de 5-6 semanas, después de las cuales se
requiere de una pausa de recuperación.
Teniendo en cuenta, sin embargo, que una de estas “ cargas simultáneas “ puede no
ser capaz de agotar la reserva funcional de adaptación y debe, por tanto, aplicarse
una segunda “ carga simultánea”, no resulta conveniente conducir al organismo al
pleno agotamiento de sus recursos energéticos ya que esto implica una mayor
prolongación de la recuperación. Conviene limitar la duración de estas etapas
ininterrumpidas de trabajo físico a 4-5 semanas, de las cuales la última se enlaza
con la recuperación.
El segundo elemento limitante radica en la cantidad de estas etapas de cargas
concentradas separadas por fases de recuperación, indispensables para movilizar la
reserva funcional de adaptación del organismo. Estas etapas pueden ser tres, ante
lo cual los indicadores funcionales, y su expresión gráfica, se manifiestan de forma

89
escalonada y sin desviación llegan hasta su meseta de estabilidad. La práctica
experimental demuestra que una cuarta etapa concentrada de cargas de
entrenamiento no solo no brinda resultados positivos, sino que puede conducir a
situaciones desagradables, como el denominado estado de sobreentrenamiento.
Como medida, la serie de tres etapas de concentración de cargas ocupa entre 12 y
14 semanas.
Resulta indispensable subrayar que la duración de esta serie se relaciona solo con
aquellos casos en que se aplica una elevada concentración de cargas de trabajo,
cuando las cargas son moderadas, la duración de una etapa puede extenderse hasta
6 semanas y la duración de la serie de etapas puede alcanzar de 16 a 20 semanas.
Finalmente, el tercer elemento limitante del número de etapas está determinado por
la cantidad de etapas simultáneas de cargas de entrenamiento. En el ciclo anual,
estas series, incluyendo las etapas consideradas como de recuperación, pueden ser
dos. No se excluye la posibilidad de aplicar tres en aquellos deportes en que la
periodización y el calendario de competencias lo permita; en este último caso el
número de etapas de cada serie debe ser limitado a dos.
Lo indicado anteriormente encierra, sobre todo, un carácter cognoscitivo
relacionado con la movilización de la capacidad funcional de adaptación del
organismo y su posibilidad de materializarla. Conviene señalar que los
experimentos en laboratorio se modelan solo para un aspecto del proceso de
entrenamiento, aquel que se dirige al incremento del nivel de la preparación física
especial. El proceso de entrenamiento real tiene una organización mucho más
compleja, donde se incluye el trabajo para la preparación y perfeccionamiento de la
técnica, la participación en competencias, etc. Por ello el traslado directo a la
práctica de este procedimiento para la estructuración del entrenamiento, que se
emplea para la movilización de la reserva funcional de adaptación en condiciones
experimentales, no resulta correcto.
Es indispensable encontrar formas de estructuración del entrenamiento que
garanticen la efectiva solución de todas sus tareas y, junto a ello, contemple la
plena movilización de la reserva funcional de adaptación del organismo.
En correspondencia con ellos se han realizado observaciones para evaluar la
interrelación del estado del organismo con las cargas de entrenamiento y aplicando
experimentos especialmente diseñados. Los resultados de esto ha permitido
establecer que la forma de interrelación entre las cargas y el estado funcional del
deportista no es siempre igual y resulta en extremo compleja. Depende del
contenido y volumen de las cargas, de su distribución en el tiempo y de su
duración, del nivel de preparación del deportista y su capacidad de asimilación de
las cargas de entrenamiento, de la magnitud de las cargas, del cumplimiento de la
preparación en etapas anteriores y de otros muchos factores. En la actualidad no es
posible, de manera concluyente, caracterizar y explicar todas las posibles formas de

90
relación entre las cargas de entrenamiento y el estado funcional del deportista, sin
embargo, ya se logran los primeros pasos de acercamiento a este objetivo.
Se ha establecido que las cargas moderadas, prolongadas y monótonas por su
volumen, conducen a la disminución de los indicadores de fuerza rápida del
deportista. En esta afirmación coinciden numerosos autores que, en diversas
investigaciones, han detectado disminución en las características de la rapidez y de
la fuerza rápida en los movimientos de los deportistas y, además, se manifiestan
cambios negativos en la técnica, ante cargas de fuerza voluminosas y prolongadas.
La carga concentrada en un determinado y relativamente limitado período de 2 a 3
meses de preparación, garantiza una tendencia diferente en la dinámica de la fuerza
rápida. En este caso pueden distinguirse dos formas de interrelación entre la carga
y el estado funcional. En una de ellas tiene lugar una dinámica unidireccional de la
carga y de los indicadores de fuerza rápida: con el incremento de la carga se elevan
los índices de fuerza rápida y, a la inversa, si aquella es menor estos disminuyen.
En la otra forma de relación, el nivel alcanzado por los indicadores de fuerza rápida
se mantienen algún tiempo después de haberse disminuido las cargas. Estas
diferencias, como se ha señalado, se relacionan con el volumen de la carga, la
exactitud de su asimilación por el organismo y el nivel de su preparación de fuerza.
En el primer caso se presenta un óptimo volumen de carga, ante el cual el
organismo reacciona de la misma forma. En otras palabras, en situaciones como
estas, el organismo del deportista se encuentra en relación de equilibrio con las
cargas potenciales de entrenamiento, las que provocan una adecuada reacción
cuantitativa pero no generan profundos cambios de adaptación, que resultan
indispensables para la movilización del organismo hacia un nivel funcional más
elevado.
En el segundo caso, el volumen y el potencial de las cargas de entrenamiento
resultan significativamente superiores al primer caso. Esto asegura un incremento
de los indicadores de fuerza rápida muy brusco, lo que genera cambios adaptativos
muy profundos en el organismo que, una vez alcanzado el nivel funcional buscado,
se manifiesta más estable y se mantiene por algún tiempo luego de la disminución
de la carga.
En el plano del análisis de la interrelación de la carga con el estado funcional del
deportista, especialmente se ha investigado el efecto del entrenamiento extensivo
con una relativa distribución de cargas equilibradas en el tiempo y el intensivo, en
una etapa de tiempo limitada del volumen de trabajo de fuerza.
Se ha establecido que, en el primer caso, el efecto del crecimiento de la capacidad
de fuerza rápida del deportista es significativamente menor, comparado con los
resultados de la segunda variante, incluso ante un volumen igual de cargas.
Las investigaciones en este sentido han conducido a la creación de nuevas formas
de organización del entrenamiento, en el ciclo anual, para deportistas de alta

91
calificación. Esta idea consiste en la concentración de un gran volumen de trabajo
de fuerza en una etapa limitada dentro del ciclo anual, en la cual tienen
preponderancia las tareas para el desarrollo de la capacidad de fuerza rápida.
Los registros de la dinámica del estado funcional del deportista, ponen de
manifiesto que la concentración del volumen de trabajo de fuerza especial conduce
hacia algún decrecimiento de los indicadores de fuerza rápida los cuales, a
continuación, modifican la intensidad de su crecimiento.
Tomando en consideración lo señalado antes, la utilización de grandes volúmenes
concentrados de trabajo de fuerza especial posibilita un efectivo incremento del
nivel de preparación de la fuerza especial y, junto a ello, crea las condiciones para
el perfeccionamiento de la maestría técnica.
En las investigaciones señaladas ha sido posible seguir con exactitud el
denominado efecto acumulativo del entrenamiento. Esta particularidad del
entrenamiento se conoce hace mucho y es abordada con frecuencia en la literatura
especializada; sin embargo, aun no ha sido objeto de un estudio profundo, ni
tampoco evaluada plenamente la indudable perspectiva que abre para la
racionalización del proceso de entrenamiento ya que, en esencia, no ha sido
comprendida en toda su magnitud.
El efecto acumulativo se acompaña de aquellas variantes de estructuración del
entrenamiento en el ciclo anual, en las cuales se emplea la mayor concentración de
volumen de preparación especial de fuerza. En relación con esto, pueden
formularse las siguientes conclusiones que tienen que ver, principalmente, con los
deportes de fuerza rápida:
 El efecto acumulativo se manifiesta después de realizar un volumen tal de
trabajo de fuerza, en el transcurso del cual se produce una disminución de la
capacidad funcional para realizar esfuerzos explosivos.
 Para provocar la aparición del efecto acumulativo es necesario que la
concentración de las cargas de fuerza se acompañe de un trabajo de volumen
moderado, que se convine con un trabajo especial caracterizado por el
incremento progresivo de su intensidad.
 En el ciclo anual es recomendable estructurar el entrenamiento de manera
que el trabajo técnico se cumpla bajo la influencia del efecto acumulativo del
entrenamiento, derivado de la concentración de volúmenes de trabajo de
fuerza. Esto propicia la aparición de condiciones favorables tanto para la
utilización del efecto acumulativo como para la calidad de la preparación
técnica.
 La magnitud y la duración del efecto acumulativo se determinan por el
volumen y la prolongación de la aplicación concentrada de las cargas de
fuerza. De acuerdo con los datos de diferentes investigaciones, la
concentración de cargas durante 2-3 meses provoca la manifestación de

92
dicho estado funcional durante 2,5 - 3 meses, ante una combinación de
trabajo especializado con preparación general de volumen moderado. En este
caso, la significación de la fuerza absoluta puede elevarse entre un 12- 15% y
las posibilidades de empleo de la fuerza en reacciones explosivas
incrementarse hasta un 35-38%.
Por esta razón el empleo del efecto acumulativo del entrenamiento provocado por
la aplicación de cargas concentradas de fuerza, a partir de la creación de
condiciones premeditadas para su aparición y concreción, constituye un importante
instrumento metodológico para la racionalización del entrenamiento de deportistas
de alta calificación. El empleo de este procedimiento garantiza:
1. El aumento de la efectividad de la capacidad de fuerza rápida de los
deportistas y la calidad del perfeccionamiento de su maestría técnica.
2. El incremento de la efectividad general de la utilización de grandes
cargas de fuerza.
3. La disminución del volumen general de cargas de fuerzas en el año, lo
que puede expresarse en un 30 % menos para el trabajo de saltabilidad
y en un 20% menos del ejercicio con pesas.

Resulta indispensable señalar las importantes circunstancias que se relaciona con el


empleo del efecto acumulativo del entrenamiento durante el ciclo anual. Cuando la
preparación del deportista de alta calificación se realiza en condiciones naturales,
no resulta raro observar que los atletas modifican los medios de preparación. Ellos
mismos, por tanto, excluyen la posibilidad de concretar el efecto acumulativo y
colocan a su organismo en condiciones en extremo desfavorables; el potencial
energético no se restablece y se limita a un gasto injustificado. En tales casos, la
efectividad de la preparación del deportista resulta muy pequeña y en la etapa
competitiva esto se manifiesta con indicadores bajos del nivel de capacidad de
trabajo especial.
Es necesario también subrayar que, independientemente del incremento alcanzado
en el nivel de las características funcionales en el período de aparición del efecto
acumulativo del entrenamiento, el organismo con la relativa facilidad y sin peligro
para la salud soporta la intensidad de la carga, pero reacciona negativamente a los
grandes volúmenes de esta. Con posterioridad se manifiesta una disminución del
ritmo de incremento, pudiendo aparecer una disminución en los indicadores de la
fuerza rápida.
Por ello el incremento del volumen del trabajo de entrenamiento, el período
concreto de manifestación del efecto acumulativo, en principio, no puede ser
admitido. En dependencia del calendario de competencias deben ser planificadas
las etapas de preparación y distribuidas las cargas en el ciclo anual, de manera tal
que pueda ser alcanzado el máximo nivel de la preparación especial en el momento

93
necesario, teniendo en cuenta la utilización racional del efecto acumulativo
derivado de la aplicación de efecto de cargas concentradas.

LA ADAPTACIÓN DEL ORGANISMO A LAS CONDICIONES


AMBIENTALES.

La existencia del organismo vivo sin el medio que lo rodea y sostiene es imposible,
por ello no se puede hablar del primero sin tener en cuenta al segundo. Esta idea
como uno de los principios básicos de la fisiología, fue planteada a finales del siglo
pasado y se fundamenta en los procesos de intercambio de energía.
De lo antes señalados se puede derivar la conclusión de que la relación que existe
entre el organismo y el medio externo es un proceso interrumpido de balance,
condición indispensable para la continuidad de la vida; si se rompe dicho equilibrio
se puede llegar a la muerte.
La ciencia contemporánea considera que mientras más complejo sea el organismo,
más sensibles, numerosos y diferenciados serán sus mecanismos de equilibrio y
compensación. Para ello funcionan los analizadores orgánicos y sistemas
funcionales, de carácter permanente o temporal, se encargan de establecer un
perfecto y armónico concierto dinámico de interacción entre los elementos del
mundo externo y las complejas funciones orgánicas.
De tal forma la vida, desde los más simples hasta los más complejos animales,
incluyendo al hombre, es una continua sucesión de procesos de balance. Ante
condiciones invariables del medio, para garantizar el equilibrio de esta relación
serian suficientes los reflejos incondicionados. Pero el medio externo cambia, se
modifica continuamente, y por esa razón, en el decursar del proceso evolutivo,
aparece el enlace temporal que es un fenómeno fisiológico universal en los
animales y en nosotros mismos, que tiene como objetivo garantizar las respuestas
orgánicas indispensables para el mantenimiento de la vida en determinadas
condiciones ambientales. Cuando esas condiciones se modifican en determinado
grado, surge la necesidad de la adaptación, que encierra en sí misma la
modificación, supresión o ampliación de los enlaces temporales ya existentes y la
aparición de otros que permitan dar las respuestas orgánicas adecuadas a las nuevas
condiciones ambientales.
Numerosos son los criterios que consideran como una condición indispensable para
la existencia estable e independiente de todos los organismos vivos, en su relación

94
con el medio que los rodea, la constancia de la temperatura. Ampliando este
aspecto, el proceso de adaptación debe entenderse como la regulación del medio
interno ante las modificaciones ambientales. En la mayoría de los mamíferos este
es un mecanismo que modifica los procesos respiratorios, la concentración de iones
y la temperatura corporal.
En el caso del hombre, la función de termorregulación se amplia a la piel, con sus
medios de aislamiento térmico y sus posibilidades de sudoración.
Ante está situación, el proceso de adaptación de las personas a una u otra situación
climática es, ante todo, un problema higiénico importante que se manifiesta como
un ciclo cerrado de irritaciones donde se combinan los elementos presentes tanto
en la situación anterior como en la nueva. Por ello se explica el cambio del estado
funcional del organismo al reaccionar ante los nuevos estímulos.
En los animales superiores los elementos que componen el proceso de adaptación
son más complejos, la regulación presenta diversas manifestaciones y por eso se
desarrolla de una manera más completa. Por estas razones la fisiología actual
entiende la adaptación a los factores ambientales no como un proceso pasivo en el
organismo del individuo, sino como la dirección activa de estos cambios
funcionales ante las modificaciones del medio externo y la limitación de sus efectos
nocivos, lo que descansa en las profundas transformaciones neurotróficas que
surgen bajo la influencia de las más diversas estimulaciones provenientes del medio
exterior y que garantizan su incorporación a determinadas condiciones de vida.
Numerosos autores sostienen que el proceso de adaptación a nuevas condiciones
ambientales se desarrolla a lo largo de un periodo de tiempo relativamente extenso,
capaz de abarcar varios años. Otros, en cambio, opinan que la adaptación del
organismo aparece mucho más rápido, en cuestión de días.
Es necesario apuntar que ambas afirmaciones son acertadas ya que, si tomamos
como punto de partida la termorregulación entendiendo que es el elemento que
mejor, y de manera más completa, indica la marcha de la adaptación del organismo
a los cambios climáticos, puede afirmarse que existen diferentes etapas que
aparecen luego de determinado tiempo de permanencia en las nuevas condiciones
climáticas. El proceso de adaptación fisiológica a la influencia térmica es muy
complejo y depende, por una parte, de la adecuada combinación de muchos
elementos estructurales y funcionales y, por otro lado, de los diferentes niveles de
perfeccionamiento de su integración reguladora.
La adaptación a las influencias térmicas se desarrolla en tres etapas:
1. - Etapa de formación de reacciones de adaptación, que se caracteriza por la
estimulación generalizada de la corteza cerebral, lo que provoca una especie de
inhibición de los centros subcorticáles encargados de dirigir la termorregulación y
que está enlazado con el hecho de que las primeras manifestaciones de irritaciones

95
térmicas desagradables (frió - calor) provoquen débiles y poco coordinadas
reacciones de compensación.
2. -Etapa de formación de reflejos condicionados: durante este periodo se
configuran estereotipos dinámicos ante la influencia de las nuevas irritaciones
térmicas, lo que permite la aparición de las manifestaciones externas de la
adaptación, aumentando la significación de los reflejos condicionados tanto en
tiempo como en espacio.
3. - Etapa de cambios en los procesos tisulares, en la que se ponen de manifiesto
intensas reacciones internas de adaptación, aparece el perfeccionamiento de los
procesos de termorregulación que se cumplen en el ámbito tisular, aumentando el
papel de los mecanismos hormonales que influyen en los procesos celulares.
A partir de aquí es posible indicar que en dependencia de la etapa por la cual
transita el organismo en su proceso de adaptación, cambian tanto el peso específico
como la interrelación de las diferentes reacciones que ocurren a escala cortical,
subcortical y tisular, que reflejan la incorporación paulatina de diferentes sistemas
efectores del organismo al proceso de mantenimiento de la homeostasis térmica.
El conocimiento de los aspectos antes señalados indica la necesidad de profundizar
en el estudio de los procesos fisiológicos que garantizan el desarrollo de la
adaptación a las cambiantes condiciones ambientales y, particularmente, su
relación con la actividad física no solo como instrumento para la profilaxis de
posibles afecciones orgánicas derivadas de las propias modificaciones climáticas,
sino, además, como elemento de singular importancia en la planificación del
entrenamiento y la dosificación de las cargas de trabajo que lo integran.
Debe entenderse que el proceso de adaptación puede presentar mayor o menor
complejidad en dependencia de las características de los componentes climáticos.
Las constantes alteraciones que se presentan en ellos provoca que en algunas zonas
geográficas se tengan que enfrentar situaciones de contraste térmico, por ejemplo
elevadas temperaturas por el día y muy bajas durante la noche, lo que obliga al
organismo a desarrollar la adaptación en condiciones desfavorables. Esto quiere
decir que es indispensable tomar en consideración los diferentes componentes
climáticos de manera global, y también de manera particular, para poder evaluar
objetivamente el desarrollo del proceso.
Uno de los factores climáticos que ejerce una influencia más marcada sobre el
comportamiento térmico del organismo es la humedad relativa. Ha quedado
demostrado que la sensación térmica se modifica sensiblemente ante los cambios
observados en el nivel de la humedad del aire. Si ante una temperatura de cero
grados (0º C) se produce un aumento de la humedad desde un 25% hasta un 100%,
el efecto térmico se iguala a una disminución de la temperatura en seis grados (-6º
C). En el caso contrario, es decir, si en condiciones de elevada temperatura se
incrementa la humedad relativa del aire en un 50%, conjuntamente con la

96
disminución de la sudoración, aparece un incremento del efecto térmico
equivalente a cinco grados (+ 5º C).
Cuando el aire que rodea al organismo es seco, este puede soportar temperaturas
muy altas aunque no por largo tiempo. La interrelación que se establece con el
medio ante diferentes concentraciones de vapor de agua en el aire, se puede
sintetizar de la manera siguiente:
 Cuando la temperatura del aire circulante es superior a ala temperatura del
cuerpo y la humedad de la superficie de éste es superior a la máxima
humedad posible del aire ante esa temperatura, no resulta posible la
evaporación y el organismo se calienta tan rápidamente como mayor sea la
temperatura del medio. En esas condiciones el movimiento del aire puede
considerarse como un factor de incremento de la acción térmica y es capaz
de provocar un fuerte calentamiento del organismo.
 Cuando la humedad de la superficie corporal es inferior a la máxima
concentración de vapor de agua a una determinada temperatura, se puede
desarrollar la evaporación en el caso de que la temperatura ambiental sea
superior a la del organismo.
Las situaciones antes planteadas provocan cambios que se manifiestan en el estado
funcional del organismo y, sobre todos, en el balance térmico de este, ya que las
modificaciones reflejan las condiciones en que desarrollan la entrega del calor al
medio externo y ellas están determinadas por la compleja influencia de la
temperatura, la humedad y el movimiento del aire.
El aire húmedo conduce mejor el calor que el seco, por ello el aumento de la
humedad es capaz de provocar el incremento de la entrega del calor aunque la
temperatura del medio sea superior a la de la superficie de la piel. En condiciones
de altas temperaturas el proceso de entrega de calor se desarrolla,
fundamentalmente, mediante la evaporación del sudor, lo que determina la
posibilidad de balance térmico, en esas condiciones, al nivel de humedad relativa
del aire atmosférico.
Este criterio se ha justificado plenamente al realizar determinaciones de los
volúmenes de sudor segregado por personas adaptadas y no adaptadas a regiones
climáticas cálidas o a la realización de trabajos físicos en condiciones de altas
temperaturas.
Como se desprende de lo antes expuesto, durante el desarrollo del proceso de
adaptación en condiciones climáticas nuevas, tanto húmedas como secas pero
caracterizadas por su elevada temperatura, se pone de manifiesto la importancia de
la termorregulación del organismo, principalmente en lo relacionado con la entrega
o eliminación de calor.

97
Es conocido que para asegurar su equilibrio térmico el organismo dispone de vías
que le permiten eliminar el exceso de calor y que este proceso se realiza por medios
físicos: la radicación, la conducción, la convecciòn, la evaporación.
La eliminación de calor por radiación se realiza a partir de la capacidad de los
cuerpos de emitir ondas electromagnéticas de calor a los cuerpos vecinos que
presentan menor nivel térmico.
La vía de eliminación de calor por conducción se pone de manifiesto cuando el
cuerpo entra en contacto directo con otro que presente menor temperatura.
La convecciòn se pone en funcionamiento cuando el movimiento del aire o el agua
hace que sus moléculas, al entrar en contacto con la superficie de la piel, sean
calentadas y, luego de ello, desplazadas por otras más frías.
La perdida del calor por evaporación es posible por la entrega de calor que se
requieren para hacer pasar el agua del estado líquido al gaseoso. La evaporación del
sudor refresca la piel ya que exige la entrega del calor para que ello se produzca.
Cuando el organismo se encuentra en condiciones ambientales caracterizadas por la
elevada temperatura del aire, disminuyen o desaparecen las posibilidades de
radicación, conducción y convecciòn de calor hacia los cuerpos que lo rodean,
apareciendo muchas veces la inversión del proceso, ya que la temperatura de los
cuerpos vecinos frecuentemente es más elevada que la del propio organismo. Como
consecuencia de ello, la eliminación de calor en tales condiciones solo puede
realizarse por conducto de la evaporación del sudor de la superficie de la piel, y
esto se cumple solo cuando la humedad del aire así lo permite.
Como se desprende de todo lo señalado anteriormente, durante el proceso de
adaptación a las temperaturas elevadas, en el organismo se presentan alteraciones
de todo tipo que, necesariamente, tienen que reflejarse en el funcionamiento
vegetativo por cuanto la actividad de este sistema responde a las necesidades
orgánicas y determinan el nivel de la capacidad de trabajo.
Las investigaciones realizadas hasta el presente demuestran que, ante las
características de una u otra región climática, el organismo responde con cambios
específicos de sus índices funcionales. Muchos son los autores que señalan que los
factores climáticos de las zonas cálidas provocan cambios sustanciales en los más
diversos sistemas funcionales dentro del organismo humano.
Un elemento de gran importancia en el desarrollo del proceso de adaptación es el
trabajo físico que se realiza. Esto se debe a que el trabajo muscular es mayor
productor de calor en el organismo, lo que provoca que, cuando se desarrolla una
actividad física, se rompa el balance térmico como resultado del exceso de calor
producido con relación a la capacidad orgánica para eliminarlo, entregándolo al
medio exterior, por ello se observa un incremento de la temperatura interna que no
depende de los factores ambientales y que tienen un carácter regulador.

98
Una actividad relativamente pequeña conduce a un aumento de la producción de
calor superior en 50% -80%, con relación al estado de reposo.
Durante la realización de las tareas físicas de potencia moderada, luego de una
elevación inicial de la temperatura interna, se observa una estabilización en un
nuevo nivel, que será tan alto como intenso haya sido el trabajo realizado. En la
literatura especializada se reportan niveles de temperatura superior a los 40 grados,
registrados directamente en la piel, luego de finalizar carreras de largas distancias,
lo que pone de manifiesto el elevado valor de la producción de calor que se
presentan durante la realización de trabajos físicos.
Como regla, mientras mayor es la duración del trabajo más elevado resulta el nivel
de la temperatura interna del organismo, lo que es el resultado de la acumulación de
calor que se deriva del exceso de producción de éste y de las limitadas
posibilidades de entrega.
Por ello, cuando estos trabajos se desarrollan en condiciones de altas temperaturas
ambientales, el nivel térmico del organismo puede alcanzar valores peligrosos,
provocando la aparición del estado hipertèrmico o, incluso, de shock térmico, que
en ocasiones tiene un desenlace fatal.
El peligro de la aparición de estas situaciones no debe imputarse sólo a
condiciones climáticas caracterizadas por la elevada temperatura del aire. En
muchas ocasiones la ropa que se emplea esta confeccionada con tejidos que no
permiten una plena eficiencia de los mecanismos especializados en la entrega de
calor y generan consecuencias similares a las descritas anteriormente. Esto ocurre
porque se aísla al organismo del medio externo, creándose un microclima entre la
piel y la superficie interna del tejido (muchas veces sintético, con que ha sido
confeccionada su indumentaria), el aire que llena esta espacio se satura
rápidamente de humedad impidiendo que la entrega de calor se desarrolle
normalmente.
La influencia negativa de esta situación se traduce en una brusca disminución de la
capacidad de trabajo, fundamentalmente aquellas personas que no tienen un
adecuado entrenamiento y de manera especial cuando el trabajo es intenso. La
manifestación funcional de todo el complejo de alteraciones que se generan a partir
de la aparición de las condiciones señaladas se traduce en afectaciones en la
coordinación de los movimientos, disminución de la actividad de los analizadores,
dolores de cabeza, punzadas, mareos, incremento desmedido de la frecuencia
cardiaca y de la presión arterial, ect.
De lo señalado hasta aquí puede concluirse que las condiciones ambientales
constituyen el punto de partida desde el cual se generan las medidas que garantizan
el cumplimiento efectivo y eficiente de la planificación del entrenamiento. Esto
quiere decir que, aún cuando el plan de preparación del deportista se elabora con
mucha antelación y debe tratarse de cumplir al pie de la letra, las condiciones

99
ambientales en que tenga que ser desarrollado son las que dictaran las
modificaciones de carácter práctico que el entrenador debe incorporar, para lograr
que el trabajo físico que realice el atleta genere un resultado positivo y no se
corran riesgos que pongan en peligro la salud y, y aún más, la vida del deportista.
LA ADAPTACIÓN A LA ALTURA. Aun cuando ha dejado de constituir una
novedad dentro del proceso de entrenamiento deportivo, la utilización de las
condiciones climáticas que caracterizan a las zonas geográficas de alturas medias
como un elemento óptimo para el incremento de la capacidad de trabajo de los
deportistas, no se rige plenamente por los principios biopedagógicos que
habitualmente sirven de marco para la conducción de un proceso que busca la
máxima eficiencia.
A grandes rasgos, el clima de las regiones situadas en condiciones de altura se
diferencia del clima a nivel del mar por una serie de características dentro de las
cuales sobresalen las siguientes: menor presión atmosférica, -- menor presión
parcial de oxigeno, elevada actividad de radiación ultravioleta, particulares
regímenes de los factores termohidrométricos y aerodinámicos, etc.
El análisis bibliográfico sobre este asunto, es decir, la adaptación de los deportistas
a las condiciones de altura, muestra la existencia de un numeroso grupo de datos,
increíblemente entremezclados y contradictorios cuando se realiza su comparación.
Solo en la dirección de la clasificación de la altura existen diversos criterios que se
apuntalan, en unos casos, en las costumbres del país de origen del autor, en otros,
por una opinión personal y en un tercero, por la aceptación de versiones de otros
autores.
Con el ánimo de evitar confusiones conceptuales, resulta más oportuno utilizar la
terminología internacionalmente aceptada, portadora de una clasificación que
integra, además, criterios fisiológicos.
BAJA ALTURA.- Se considera como tal una altura que no rebase los 750 - 800 m.
La característica fundamental de la misma radica en que, en comparación con el
nivel del mar, los deportistas de alta calificación no experimentan influencias
negativas derivadas de la insuficiencia de oxigeno, tanto en condiciones de reposo
como durante el trabajo físico.
ALTURA MEDIA.- Se localiza entre los 800 m y los 2,500 – 3,000 m. Para esta
zona es característico que, en correspondencia con el estado funcional del
organismo, tanto en condiciones de reposo como durante la realización de
esfuerzos físicos de baja intensidad, no aparezcan sustanciales y continuados
cambios fisiológicos. Sin embargo, la actividad física intensa se acompaña, en
menor o mayor medida, de una manifiesta insuficiencia de oxigeno, lo que provoca
una necesaria modificación en el estado funciona del organismo.
GRAN ALTURA.- Se considera como tal cualquier altura que sobrepase los 2,500
- 3,000 m. Es típico de esta zona geográfica que, incluso en condiciones de reposo,

100
en el organismo de cualquier persona sana, incluidos los deportistas se puedan
observar complejos cambios funcionales, fundamentalmente derivados de la
insuficiencia de oxigeno.
Aquí es necesario apuntar que el problema de la adaptación del organismo humano
a las condiciones de altura se registra, en la literatura especializada, como un
proceso de adaptación fundamentalmente al déficit de oxigeno, es decir, la
adaptación a una altura determinada sin tener en cuenta otros aspectos también
presentes. Es cierto que esta concepción, la adaptación a la hipoxia, es válida para
las condiciones climáticas de grandes alturas, pero no resulta así cuando el nuevo
hábitat se localiza en zonas de alturas medias.
Como demuestran numerosas investigaciones realizadas por investigadores de
diferentes países, la influencia del clima de zonas de alturas medias sobre el
organismo humano encierra un carácter complejo, donde la insuficiencia de
oxigeno es uno de los factores a tener en cuenta.
Al analizar dichos trabajos es preciso llegar a la conclusión de que cuando se trata
de la permanencia del hombre en condiciones de alturas medias es necesario
esperar que la influencia de los factores no específicos, es decir, todos aquellos que
caracterizan el clima de dicha región, excluyendo el bajo nivel de la presión
atmosférica y, en correspondencia con ello, la disminución parcial de la presión
parcial de oxigeno, pueden limitar en alguna medida y en muchos casos eliminar, el
papel del factor hipoxia.
Aun más, las diferencias entre las zonas geográficas de alturas medias provocan
que, incluso, ante similares alturas no se registren iguales modificaciones en las
reacciones orgánicas. Precisamente por ello la acción integral de los factores no
específicos y su extraordinaria variabilidad pueden firmemente modificar el cuadro
en que se refleja la influencia de la insuficiencia de oxigeno.
Esta afirmación se fortalece, además, por el hecho de que muchos investigadores,
durante el análisis de los datos obtenidos en sus trabajos experimentales, y muchos
entrenadores durante la planificación del entrenamiento que deben cumplir sus
atletas en condiciones de alturas medias, mecánicamente igualan la influencia que
esta ejercerá sobre el organismo del deportista, sin diferenciar incluso el nivel de
hipoxia que será necesario enfrentar para cumplir adecuadamente las cargas de
trabajo, independientemente del nivel de la altura en que se realizará dicha estancia;
no hablemos pues del nivel de la integral de influencia de los restantes factores
climáticos y geográficos que caracterizan un determinado lugar.
Es necesario indicar también que el proceso de adaptación a la altura esta
condicionado, además de los factores climáticos y geográficos señalados
anteriormente, por un conjunto de elementos que se indican a continuación.
 Preparación anterior del deportista.
 Zona climática de donde procede el deportista.

101
 Nivel de entrenamiento.
 Característica individuales del sujeto.
 Calificación del deportista.
 Edad y sexo.
 Objetivos del entrenamiento en la altura (Para competir a nivel del mar, en
condiciones de altura o solo para elevar la capacidad de trabajo).

En la actualidad resulta muy frecuente encontrar, dentro de la planificación del


ciclo de entrenamiento, la realización de concentrados en condiciones de altura.
Como es lógico, el objetivo fundamental de cada uno de estos segmentos del
entrenamiento esta sujeto a las características de la etapa por la que transite el
mismo. Si se desarrolla en la etapa de preparación general o especial, la tarea más
importante que debe quedar cumplida es la que se relaciona con el incremento de la
capacidad del trabajo del atleta, mediante la elevación de las posibilidades
funcionales del organismo. Si la estancia en condiciones de altura se realiza en la
etapa competitiva el objetivo se localiza en el mantenimiento del nivel alcanzado y
perfeccionar el funcionamiento de los sistemas que reciben la mayor carga durante
el trabajo, es decir, mantener y perfeccionar la preparación física especial, en
ocasiones, forzar el restablecimiento de la forma deportiva para enfrentar una
competencia importante; si la permanencia en la altura se ubica dentro del período
de transito la intención debe dirigirse hacia el restablecimiento de la capacidad de
trabajo de los diferentes órganos, presentado especial atención Sistema Nervioso
Central, mediante la organización de un conjunto de actividades que reúnan las
características del descanso activo; además se debe prestar atención al
mantenimiento de la preparación física en un nivel que garantice el punto de
partida óptimo para el inicio del próximo ciclo de entrenamiento.
La literatura internacional que aborda este tema y recoge la experiencia de diversos
países en el desarrollo del proceso de entrenamiento en condiciones de altura,
indica que para alcanzar resultados exitosos, en el plan de entrenamiento anual
pueden tenerse en consideración cuatro posibles etapas para su realización.
 En el período preparatorio, después de 45-60 idas de entrenamiento previo en
condiciones normales.
 En el momento de enlace entre los períodos preparatorios y competitivo,
antes de participar en las primeras competencias del ciclo.
 Inmediatamente antes de la competencia principal.
 En el período de tránsito, de dos a tres semanas después de concluido el
período competitivo.
Luego de establecer que posición debe ocupar la estancia de entrenamiento en la
altura dentro del ciclo anual, ante el entrenador aparece una nueva interrogante:

102
¿cuál es la altura más adecuada para realizar el trabajo planificado y cómo debe ser
el proceso de traslado del deportista hacia las nuevas condiciones?.
En la actualidad se recomienda como zona de mayor efectividad para realizar
entrenamientos, la altura localizada entre los 1,500 m y los 2,500 m, es decir, la que
se conoce como zona natural para la adaptación fisiológica.
Para recomendar la realización de las concentraciones de entrenamiento en altura
en las zonas antes indicadas se parte de las siguientes realidades:
 La mayoría de las bases de entrenamiento diseñadas para tal fin se ubican
entre 1900m y 2600m sobre el nivel del mar.
 Los resultados más importantes en aquellos deportes en que predomina la
resistencia aerobia han sido alcanzados por deportistas que realizan sus
actividades habituales en condiciones de altura localizadas entre los 1800m y
los 2700m.
 La localización de la mayoría de la población del mundo en zonas
geográficas ubicadas en alturas que se mueven entre los 1500m y los 2500m,
es decir, en la zona natural de adaptación fisiológica.
 Ha sido establecido, mediante investigaciones especialmente diseñadas, que
la realización de grandes cargas de trabajo en alturas superiores a los 2,500 –
3,000m limita las posibilidades generales del organismo del deportista y
entorpece la coordinación de los mecanismos de regulación del movimiento.
El aspecto relacionado con la consecutividad de las estancias de entrenamiento en
altura, durante el proceso de adaptación del deportista a las características de
dichas zonas no han recibido, en la literatura, la debida atención y los trabajos
experimentales para determinar los caminos más adecuados para lograr el objetivo
son sumamente escasos.
Por tal razón este es un problema sumamente agudo que afecta, ante todo, a los
entrenadores, fundamentalmente cuando tienen que enfrentar la planificación de
las cargas de entrenamiento que garantice la exitosa participación en competencias
organizadas en regiones climáticas localizadas en zonas de alturas medias. Es
necesario indicar que este asunto ha reclamado un determinado análisis teórico de
diferentes autores y, sin entrar a realizar una detallada revisión de las distintas
opiniones sobre el particular, resulta interesante resumir el criterio más
generalizado: se considera que el esquema escalonado (por etapas) de adaptación,
en cualquiera de sus variantes, hace sufrir psicológicamente al deportista.
Este sistema posiblemente conduce el incremento del miedo ante la hipoxia típica
de las condiciones de alturas medias. Muchas investigaciones realizadas y trabajos
científicos publicados, ponen de manifiesto que el criterio de desarrollar la
adaptación del deportista a la altura por medio del incremento progresivo de esta
es, en última instancia, innecesario e injustificado.

103
A lo anterior debe agregarse que la organización de bases de corta duración en
diferentes alturas conduce, fundamentalmente, a la perdida de tiempo y medios, lo
que necesariamente se refleja en la efectividad del proceso de adaptación a las
condiciones climáticas previstas en la planificación.
Antes de iniciar la exposición de los aspectos generales que caracterizan el proceso
de adaptación a la altura de diferentes modalidades deportivas, es necesario
puntualizar la duración de las etapas de entrenamiento en las condiciones
indicadas.
Ante todo debe tomarse en cuenta que desde la aparición de las primeras
publicaciones especializadas y hasta la actualidad, este es un aspecto que se discute
continuamente.
Algunos autores recomiendan 4 a 7 días y otros indican de 3 a 6 meses. La
recomendación de una u otra duración de las etapas de entrenamiento y su
realización en la práctica, como se ha señalado antes, depende de múltiples
factores.
Recuérdense que el período de permanencia en la altura más aceptado para
desarrollar una estancia de entrenamiento, presenta una duración de tres semanas.
Sin embargo, resulta más importante determinar, ante todo, cuales serán las tareas
que el entrenador considera deben ser cumplidas por el atleta en dichas
condiciones.
Un primer acercamiento a las tareas que deben ser realizadas, permiten establecer
la siguiente clasificación:
1. Incremento de la capacidad de trabajo del deportista.
2. Preparación del deportista para competencias a nivel del mar.
3. Preparación del deportista para competencias en condiciones de altura.
4. Rehabilitación del deportista(actividades profilácticas, descanso activo,
trabajos de resistencia no especifica, etc).
Indiscutiblemente, mientras mayor sea la experiencia del atleta menor será el
tiempo necesario para la adaptación en esas condiciones en una nueva estancia y
mayores serán los elementos positivos que se deriven de ella: Así, la gran
resistencia física que caracteriza a los naturales de zonas geográficas de alturas se
relaciona, en primer lugar, con la prolongada acción de las condiciones climáticas
que caracterizan dichas zonas.
Por tal razón es aconsejable que el entrenamiento en condiciones de altura se
desarrolle al nivel y en las condiciones en que se realizará la competencia.
La duración mínima de una etapa de entrenamiento en altura, con el objetivo de
participar en una competencia en esas condiciones, no debe ser menor de 10-12
días, durante las cuales un deportista que acumule gran experiencia, pueda estar en
condiciones de cumplir las mismas cargas que realizaba a nivel del mar.

104
Durante la planificación del período de entrenamiento en condiciones de altura con
el objetivo de participar en competencias a nivel del mar, es importante establecer
con precisión y tener en cuenta la unidad que existe entre el proceso de adaptación
a la altura y el proceso de readaptación a las condiciones a nivel del mar.
Estos elementos permiten indicar que, si bien en relación con la determinación de
los plazos de permanencia en la altura para lograr una adecuada adaptación del
organismo, tanto las investigaciones científicas como la experiencia práctica
recomiendan concentrados de entrenamiento con una median de 20 días, con
variaciones poco significativas en uno u otro sentido, el cuadro que aparece cuando
se trata del tiempo de conservación de una capacidad de trabajo aumentada durante
el proceso de readaptación al nivel del mar, no esta totalmente claro.
Numerosos trabajos de investigación coinciden en plantear que:
a.- El tiempo de permanencia en la altura por primera vez, durante el período
preparatorio, puede extenderse hasta 30 días para alcanzar un incremento
significativo de la capacidad de trabajo.
b.- Al final del período preparatorio e inicio del competitivo, la duración óptima se
localiza entre la tercera y la cuarta semanas.
c.- Durante el desarrollo del período competitivo de 2 a 3 semanas, sin embargo se
considera que una estancia de tres semanas permite lograr una manifestación más
estable de la capacidad de trabajo.
d.- Durante el período de tránsito se considera recomendable una permanencia de 2
semanas.
Los datos que aportan los trabajos de investigación consultados muestran una curva
en los resultados alcanzados por los deportistas que se analizaran a continuación:
Hasta el quinto día después de la estancia en la altura, se registra un pequeño
incremento de los resultados individuales; a partir del sexto día se observa una
disminución de la capacidad de trabajo que se agudiza entre el noveno y deudecimo
días de la etapa de readaptación. A partir de ese momento se inicia un proceso de
incremento de los resultados de la actividad física individual del deportista, que
alcanza su manifestación más elevada entre los 20 y 40 días posteriores al retorno a
las condiciones del nivel del mar.
Evidentemente, debe tenerse en consideración que lo reflejado en el párrafo
anterior sólo es una expresión media del comportamiento general. Las relaciones
del organismo del atleta sometido a condiciones de entrenamiento caracterizadas,
en primer lugar, por la hipoxia, y secundadas por un grupo de elementos colaterales
se podrán de manifiesto siguiendo en todo momento las características
individuales; por ello la definición del plan de entrenamiento de nivel del mar deba
tener muy en cuenta la individualización como principio rector de la planificación.

105
LA EVALUACIÓN DE LA ADAPTACIÓN FUNCIONAL.
La adaptación biológica a regímenes de trabajo cada vez más agresivos debe ser la
tónica que identifique a todo proceso de preparación deportiva, cuando en su
desarrollo se respeten y cumplan tanto los principios generales del entrenamiento
como se tengan en cuenta las particularidades del organismo que debe asimilarlo.
Diversos y complejos han sido los esfuerzos para diseñar un sistema de evaluación
que permita seguir, con un alto grado de confiabilidad, la marcha del proceso de
entrenamiento comprendiendo, dentro de él, los indicadores de adaptación
funcional del organismo que se entrena.
La participación de diversas ciencias, aplicando y adecuando sus métodos de
investigación y análisis, ha permitido disponer de un amplio arsenal de recursos
evaluativos que, en condiciones de laboratorio, permiten obtener la más variada y
fidedigna información.
Queda claro entonces que todo el desarrollo del deporte esta relacionado con la
intención de crear un sistema metodológico para seguir detalladamente el proceso
de preparación del deportista. Estos esfuerzos, iniciados con la elemental
clasificación y formulación parcial de los principios metodológicos,
progresivamente se han ido acercando a una sistematización mucho más precisa,
acumulando elementos empíricos y científicos y, de manera paralela, desarrollando
su generalización teórica.
En este sentido han sido altamente productivas las últimas décadas, que se han
caracterizado por abordar la posibilidad de crear una teoría general de planificación
del entrenamiento o se han dirigido a perfeccionar cada uno de los elementos que la
integran (técnico, táctico, físico, psicológico, etc.); o al perfeccionamiento de los
sistemas de preparación de los jóvenes deportistas y a los de alta calificación;
también a los sistemas de preparación de los deportes colectivos e individuales,
agrupando las particularidades del régimen de trabajo del organismo del atleta.
Esta tendencia ha generado una positiva influencia en el desarrollo del deporte
social y, de manera significativa, protegido a los jóvenes deportistas de variantes
muy efectistas pero poco efectivas de organización del entrenamiento, posibilitando
el incremento de la eficiencia en el proceso de evaluación.
La profundización de las investigaciones científicas en el deporte, el
fortalecimiento de la relación entre las ciencias aplicadas y la práctica deportiva,
típico de los últimos tiempos, permitirá eliminar las insuficiencias que aún existen.
La práctica deportiva, en esencia, representa un experimento pedagógico de
grandes proporciones en el transcurso del cual se crean, comprueban y valoran las
más diversas variantes de estructuración del entrenamiento. La generalización de la

106
experiencia práctica, la profundización en el estudio de formas racionales de
estructuración del entrenamiento, el contenido, el volumen y la distribución de las
cargas de entrenamiento en una u otra etapa de tiempo, sobresalen en su calidad de
fuentes fundamentales de la teoría y metodología del entrenamiento.
La principal cualidad de estas fuentes radica en que ellas encierran la
representación total del proceso de entrenamiento, interrelacionando sus
particularidades de unidad y tiempo.
A partir de investigaciones experimentales, muchas disciplinas han descubierto y
explicado las particularidades del comportamiento del organismo humano en las
condiciones específicas de la práctica deportiva, los mecanismos que aseguran la
adaptación a ella, fundamentando la valides o no de medios y métodos para lograr
el perfeccionamiento funcional. Los resultados de dichas investigaciones
constituyen la base científica de los cada vez más complejos métodos de
estructuración del entrenamiento.
Aún sin poner en dudas el incuestionable valor de estas fuentes no es posible
constituir con ellas una teoría científica para la concepción y estructuración del
entrenamiento, interviniendo sólo como condicionantes para su elaboración. El
problema radica en que parte del material empírico o bien no es adecuado para el
análisis científico(no reúne los requisitos indispensables y confiables) o
simplemente no existe.
Las investigaciones experimentales, por su parte, interpretando desde uno u otro
ángulo la integridad o la profundidad de determinado aspecto de la práctica
deportiva, no relacionados entre sí, recomienda caminos metodológicos diferentes y
establecen conclusiones arbitrarias, por lo que, en primer lugar no satisfacen el
carácter multilateral y complejo que resulta propio del entrenamiento como proceso
abarcador y, en segundo lugar, no explican las leyes específicas del proceso de
establecimiento de la maestría deportiva, es decir, resulta pequeña su contribución
al conocimiento del comportamiento en el tiempo de dicho proceso y de las causas
que condicionan su desarrollo.
En los últimos décadas se ha conformado una nueva dirección metodológica para la
búsqueda científica en el deporte, que incorpora las más variadas observaciones
realizadas en la práctica deportiva e investigaciones científicas fundamentales. Esta
orientación hacia la profundización y aplicación del estudio de las leyes generales
que rigen el proceso de entrenamiento del deportista amplía las condiciones
concretas de la actividad deportiva y el conocimiento de las leyes especificas del
proceso de establecimiento de la maestría deportiva.
De lo señalado antes se desprende que el proceso de entrenamiento es, y seguirá
siéndolo, un área del saber humano que reclama la mayor atención por parte de
científicos y profesionales de las más diversas ramas del conocimiento. La
aplicación de la ciencia y la tecnología, como instrumentos para el

107
perfeccionamiento del estado funcional del deportista y para la definición de
acciones técnicas de mayor eficiencia y eficacia, constituyen el soporte
fundamental para elevar los resultados competitivos, ya hoy asombrosos.
Sin embargo los profesionales que desarrollan su actividad en la base, es decir,
aquellos que no cuentan con el soporte de equipamiento y mano de obra
especializada para desarrollar las tareas de evaluación del estado funcional del
deportista, requieren de instrumentos sencillos que le permitan, en la práctica,
controlar y evaluar de manera sistemática la marcha de la adaptación funcional de
los deportistas a su cuidado.
Esto quiere decir que si bien la ciencia trabaja en la profundización del
conocimiento sobre las normas, principios, regularidades y leyes que rigen el
entrenamiento como un proceso, también tienen que entregar a los entrenadores los
medios que le permitan cumplir con el objetivo arriba señalado. De hecho, muchos
relevantes científicos y destacadas instituciones han dedicado sus esfuerzos a la
elaboración de pruebas de fácil aplicación que, con un nivel de seguridad aceptable,
brindan importante información sobre la marcha del proceso de entrenamiento y
posibilitan evaluar el nivel de adaptación funcional del organismo que se entrena.
A continuación se presentan un grupo de pruebas, diseñadas para conocer la
dinámica de diversos indicadores fisiológicos de los deportistas. Su característica
principal, y por ello se seleccionaron, es su carácter no invasivo, es decir, que se
realizan sin necesidad de introducir elementos extraños (sondas, agujas, lancetas,
etc.) en el organismo del atleta. Esto, además de ser un elemento favorable para su
aceptación por el sujeto que debe someterse a la prueba, elimina las dificultades
tecnológicas que deben cumplirse ante evaluaciones funcionales de mayor
complejidad y permite lograr niveles altos de seguridad higiénica y, como ventaja
principal, pueden ser aplicadas por el propio entrenador.

Pruebas de terreno para evaluar el nivel de adaptación funcional del


deportista.
Denominación : Prueba de los 12 minutos o test de Cooper.
Objetivo : Evaluación de las posibilidades aeróbias de los deportistas.
Forma de aplicación: Recorrer la máxima distancia posible durante un tiempo de 12
minutos.
Forma de evaluación: Conocida la cantidad de metros recorridos durante los 12
minutos de carrera y considerando que el trabajo se realiza con una carga constante,
que pueda producir el agotamiento en este tiempo, correlacionada con el máximo
consumo de oxigeno, se aplica la siguiente forma:
VO2(ml/kg/min)= 22.351 x distancia (km) – 11.2888
Otro criterio es el de Holwald, que propone la siguiente ecuación:
VO2 (Ml/kg/min) = distancia x 0.02 – 5,4

108
Por su parte el Colegio Americano de Medicina Deportiva recomienda:
VO2(ml/kg/min) = (0.2 x V) + 3.5

Denominación : Test de la Universidad de Montreal.


Objetivo : Evaluar las capacidades aeróbicas.
Forma de aplicación: Se inicia la carrera a una velocidad de 8k/h; aumentando la
velocidad cada 2 minutos, hasta el agotamiento. Los ritmos de la carrera son
prefijados y emitidos por señales acústicas.
Forma de evaluación: Para la evaluación del máximo consumo de oxigeno se aplica
la siguiente ecuación:
VO2max(ml/kg/min) = 22.859 + (1.91 xV) – (0.8664 x E) + (0.0667 x VxE)
Donde : V = velocidad máxima (km/h) y E = edad en años.

Denominación: Prueba de Rockport.


Objetivo: evaluar el máximo consumo de oxigeno en personas con bajo nivel de
capacidad de trabajo.
Forma de aplicación: Recorrer (caminando)1 609 metros, controlándose la
frecuencia cardiaca al finalizar.
Forma de evaluación: El nivel del máximo consumo de oxigeno se determina
mediante la siguiente ecuación:

VO2max (ml/kg/min) = 132.6 – (0.17xPC)-(0,39x E) + (6.31x S)-(3.27 x T)-


(0.156xFC).
Donde PC = Peso corporal; E = edad en años; S=sexo (mujeres:0; hombres:1);
T = tiempo empleado en la prueba en minutos y fracciones; FC= frecuencia
cardiaca (pulsaciones / minuto).

Denominación: Prueba de George-Fisher.


Objetivo: Determinar el máximo consumo de oxígeno.
Forma de aplicación: Correr 2 400 metros controlados el pulso a los 10 segundos
de finalizado el esfuerzo y el tiempo empleado en recorrer la distancia.
Forma de evaluación: el valor máximo del consumo de oxìgeno se determina
aplicando la siguiente ecuación:
VO2 max (ml/kg/min) = 100.5 + (8.344 x S) – (0.163 x PC)- (1.438 x T)-(0.9128 x
FC)
Donde: PC = peso corporal; S = sexo (0:mujeres, 1 hombre); T =tiempo de prueba
en minutos y segundos; FC = frecuencia cardiaca en latidos por minuto.

Denominación : Fórmula de Karvonen


Objetivo : Determinar la frecuencia cardiaca optima.

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Forma de aplicación: Medir la frecuencia cardiaca en condiciones de reposo
relativo y al finalizar trabajo determinado.
Forma de evaluación: Para determinar la frecuencia cardiaca optima se aplica la
siguiente ecuación:
FCE = FCB (FCMx-FCB) x % intensidad

Donde: FCE = Frecuencia cardiaca optima; FCB= frecuencia cardiaca en reposo


relativo; FCMx= frecuencia cardiaca máxima.

Denominación: Test de Conconi.


Objetivo: Determinar el umbral del metabolismo anaerobio a través de la
frecuencia cardiaca.
Forma de aplicación: Carrera de intensidad progresiva con control de la frecuencia
cardiaca en función de la velocidad.
Forma de evaluación: Se considera que la frecuencia cardiaca no presenta un
comportamiento lineal en relación con la intensidad del trabajo sino que, en un
momento determinado, sufre una deflexión que marca el punto en que aparece el
umbral anaerobio. El autor de la prueba propone que se realice en una pista de 400
metros, incremento la velocidad cada 200 metros, hasta el agotamiento.

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