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“En el intervalo de tiempo durante el cual hice esto salí al menos una vez por día
con mi escopeta, tanto para distraerme como para ver si podía cazar algo de comer,
amén de familiarizarme lo mejor posible con los productos de la isla. La primera vez
que salí descubrí enseguida que había cabras, lo cual me causó una enorme
satisfacción. Pero esto vino acompañado de un gran infortunio para mí, a saber, que
eran tan tímidas, tan sagaces y de pies tan veloces, que acercarse a ellas era la cosa
más difícil del mundo. Pero no me dejé desalentar por esto, pues no dudaba de que
estaría en condiciones de dispararles de vez en cuando, lo cual ocurrió pronto, pues
luego de haber descubierto sus lugares predilectos, las esperé de la siguiente forma:
observé que, si me veían en los valles, aunque estuvieran sobre las rocas, huían
presas de un miedo terrible; pero si estaban apacentándose en los valles y yo estaba
sobre las rocas, no se percataban de mi presencia, de lo que concluí que, por la
posición de sus ojos, tenían la vista dirigida tan para abajo que no veían con facilidad
los objetos que estaban por encima de ellas. De modo que más tarde adopté este
método: siempre escalaba las rocas primero, para estar arriba de ellas, desde donde
solía tener un blanco favorable. Con el primer disparo que hice sobre estos animales,
maté a una cabra hembra que tenía un pequeño cabrito al que estaba amamantando,
lo cual me apenó mucho. Pero cuando la madre cayó, el cabrito se quedó paralizado
a su lado hasta que vine yo y lo alcé. Y no sólo eso, sino que cuando me llevé a la
madre sobre los hombros el cabrito me siguió casi hasta mi vallado, por lo que bajé
la presa, tomé al cabrito en mis brazos y lo transporté por encima de las estacas, con
la esperanza de domesticarlo mediante la crianza; pero no quería comer, de modo
que mi vi forzado a matarlo y comerlo. Estos dos animales me suministraron carne
por un buen rato, pues comía con moderación, ahorrando mis provisiones (sobre
todo el pan) lo máximo que podía” (Defoe, 2015, p.105-6, traducción modificada).

“El 31. A la mañana salí por la isla con mi escopeta en búsqueda de comida y para
explorar el terreno. Maté una cabra y su cabrito me siguió a casa. Luego maté
también al cabrito porque no quería alimentarse” (Idem., p.119)

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