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Autor: Vaca Orlando Parada. Revista Boliviana de Derecho. Santa Cruz, Bolivia.
Selección de texto elaborado por Prof. Irene Bucci
Plantea que dado que en las Ciencias Sociales se trabaja con palabras que a la vez significan
conceptos y muchas veces, al ser tratadas como si fuesen cosas se suele provocar lo que algunos
llaman fetichismo de los conceptos. Es decir, el concepto opera apropiándose del espacio del
significado pasando actuar como tal el significado como si fuera su materia y no su representación.
Por ello, a veces, terminamos creyendo que la globalización da cuenta de nuevas ideas cuando en
verdad se trata de nuevas palabras que representan ideas de las que ya ha dado cuenta la historia
pero haciéndolo a través de otras palabras.
Desde esta perspectiva, la globalización no sería más que otra de las manifestaciones del
capitalismo, objetivación de la ideología liberal hoy denominado neoliberalismo y su aspiración
milenaria de hegemonía del poder a través de la homogenización de los valores, las costumbres y
hasta los sueños.
La globalización, entonces, puede ser entendida como un proceso permanente (y por lo tanto en
permanente transformación) que expresa una vieja aspiración del capital: su reproducción y
acrecentamiento, ahora en escala geométrica. Este proceso tendría tres características básicas: es
Multidimensional, porque afecta a los diferentes órdenes de la vida social, económica y política;
es Vincular, se refiere a todas las relaciones humanas, sean entre individuos o entre Estados; y es
Simultánea, ya que permite que las relaciones puedan establecerse desde cualquier lugar y en
tiempo real.
La globalización, causa y efecto de la denominada tercera revolución industrial, parece tener sus
razones en el orden tecnológico y económico al igual que en los dos anteriores procesos:
a) La 1° revolución Industrial, es la época de los grandes inventos como la pólvora, la brújula,
el papel y la imprenta; de los grandes descubrimientos geográficos de África, las Indias y
América; de los descubrimientos de fuentes alternativas de energía como el carbón.
Se rompe el sistema feudal y la producción de la riqueza, deja de ser la tierra para trasladarse a las
fábricas, intensificándose la diversificación de la actividad económica que da paso a la
mercantilización de la economía, acentuando la división campo-ciudad, lo que provoca el avance
descontrolado de la urbanización con el nacimiento de grandes centros urbanos.
Nace en esta época el Estado - Nación fundado en las teorías absolutistas del Estado representado
por el Leviatan de Hobbes. En lo religioso es la era de las reformas protestantes del siglo XVI
encabezadas por Lutero y Calvino.
Crecen las masas de trabajadores y obreros urbanos y aparece la clase media, verificándose una
inusitada movilidad social y el retroceso de los valores aristocráticos. Es el comienzo de los
procesos de democratización política y organizaciones partidarias en el mundo pero aún con una
participación restringida, es la era del intervencionismo de Estado y su secuela: la burocracia
pública.
Los rasgos de la globalización son identificados por Capella Hernández (1999) por, “el empleo de
nuevos materiales de origen químico y bioquímico, en la introducción generalizada de la
informática en la producción y consumo privado y, sobre todo, en la adopción de nuevas
organizaciones para desarrollar procesos productivos y de comercialización”.
No cabe duda, que las raíces científico-tecnológicas se encuentran en la “tercera revolución” que
se manifiesta más visiblemente con las producciones bélicas y pacíficas; con la creación y usos de
nuevas exploraciones espaciales iniciadas durante los ’60, con la energía nuclear aplicada a
materiales; con los progresos de la biotecnología a la vida vegetal y animal; con el avance
espectacular de las telecomunicaciones, el manejo de satélites y la revolución de la informática
que impactan a la economía mundial en su conjunto.
1.2.Los efectos
Basados en los avances científico-técnicos, los servicios o intangibles que hasta ayer estaban
subordinados a las actividades fabriles y manufactureras, se autonomizan y adquieren vida propia
en la economía contemporánea. Se asiste a un acelerado proceso de externalización de los
servicios (diseños, modelos, finanzas, bancos, transportes, mercadotecnia, publicidad, embalaje y
empaque, y, en general en los servicios profesionales (legales, contables, etc.). Como sector, se
independizan de las industrias para crear empresas profesionales ejecutoras de servicios. Es decir,
asistimos al incremento del llamado sector terciario, ligado al manejo de la información (precios,
insumos, consumos, etc.) que incide en el empleo, la producción, el comercio, el consumo y en la
estructura y funcionamiento de la sociedad, del sistema político y del Estado. Es el impacto de la
llamada “revolución de los servicios”, proceso que tendrá efectos múltiples en toda la sociedad
contemporánea.
2. Globalización y Estado
Durante el período de tiempo con el que se identifica a la 1° Revolución Industrial (mediados del
siglo XIII hasta mediados del siglo XIX), nace y se desarrolla la ideología liberal, siendo la
concepción predominante que asume el Estado – Nación, que se organiza y funciona en base al
derecho, dando surgimiento a lo que se denomina Estado de Derecho. La concepción dominante
era que todos los hombres son iguales en todos los ámbitos, por lo tanto no hay conflicto y
predomina el paradigma del consenso. Se pretende vivir en una normal normalidad, por lo tanto el
Estado sólo interviene a través del Derecho Penal, y ante la presencia de un conflicto (que
representa una situación de normal anormalidad), por ello el sistema es inquisitivo y se caracteriza
por la represión. “El juez es la boca de la ley”, su labor consiste en aplicar el silogismo de la lógica
resumido en el proceso de subsunción”.
En esta época, y en este tipo de Estado, prevalecen los derechos de libertad del individuo que
pasan a ser nominados derechos subjetivos, lo que significa que el Estado debe asumir
obligaciones en relación al No Hacer. La brecha entre ricos y pobres se manifiesta en cuanto a
personas dentro del Estado; en tanto el ámbito de actuación de la riqueza está circunscrito al
hombre como ser individual y se da en la sociedad civil.
El período comprendido desde el último cuarto del siglo XIX hasta la finalización de la segunda
guerra mundial, es conocido también como la transformación del Estado de Derecho en Estado
Social y Democrático de Derecho. Su preocupación central es lo social y la forma de participación
del ciudadano en la conformación de los poderes del Estado se realiza en el proceso conocido con
el nombre de Democracia, en donde prevalece el principio de la mayoría.
En esta época hay un cambio profundo en la concepción del hombre, quien es concebido ya en
función a sus diferencias y no a partir de una supuesta igualdad. En vez de iguales los hombres son
entendidos como desiguales, lo que implica el reconocimiento de la diferencia y el respecto a la
disidencia. Al sustituirse el paradigma del consenso por el paradigma del conflicto, se asume que
vivimos en una normal anormalidad.
Además, el individuo es pensado en cuanto ser vinculado con otros individuos que buscan un fin
común, es lo social o el “Bien Común”. De ahí que, en esta época prevalezca el interés general
sobre el interés particular. Dado que el Estado se define como social, asume compromisos y
obligaciones de prestación convertidos en derechos objetivos del ciudadano frente al Estado. Se
Trata de Hacer del Estado. Por otro lado, éste (el Estado) se encuentra imposibilitado de despojar
a los individuos de la titularidad de sus conflictos por lo que su intervención a través del Sistema
Penal es excepcional y residual. La idea es más prevenir que reprimir.
A partir de la segunda guerra mundial comienza a perfilarse una nueva transformación ontológica
del hombre, la sociedad, el Estado y el mundo que termina manifestándose en la década de los
setenta. Surge el Estado Constitucional y Democrático de derecho fundado en una nueva
ideología: el neoliberalismo.
En los términos de Kaplan (1990), “La Tercera Revolución Industrial perfila una fase histórica de
mutaciones parciales orientadas hacia la mutación global”.
Dado que todas las manifestaciones de Poder deben tener (porque lo necesitan) una
fundamentación y referencia material otorgada por un contenido axiológico, el hombre, la
sociedad y el Estado se plantean y asumen nuevos valores acordes con las modificaciones de la
realidad material. Es así que se pone énfasis en el derecho a la libertad enmarcado en el concepto
de la dignidad humana. El progreso deja de ser un fin en sí mismo para convertirse en un medio.
Los grandes problemas ya no son únicamente técnicos sino éticos. Es el despertar de lo formal
ante lo material y a lo sustancial. Surgen los interrogantes del porqué y para qué, teniendo como
referente ineludible los Derechos Fundamentales.
Producto (o por causa) de ello, las instituciones y organismos internacionales supraestatales han
asumido competencias que eran exclusivas de los Estados en función al ejercicio de su soberanía.
Se produce un profundo quiebre del principio de soberanía lo que hace difícil establecer
diferencias entre instituciones públicas y privadas o entre estado y sociedad civil.
Pero esta presión externa a que se encuentra sometida el Estado no es la única. En el plano
interno, el Estado ha dejado de ser un actor unitario y la acción colectiva (no institucionalizada)
cada vez se escapa más de su jurisdicción. Todo esto, provoca una crisis de la democracia
representativa y deslegitimación del sistema de partidos. Entonces, aparece un nuevo elemento:
los etnonacionalismos o nacionalismos periféricos que en busca de reafirmar su identidad
terminan enfrentándose o por lo menos cuestionando el papel del Estado. Y, en donde la lucha
por las autonomías se constituye en un claro ejemplo de esta búsqueda de identidad cultural y
política y de mayor protagonismo en el marco del Estado.
Uno de los problemas que se plantea en el campo del derecho es la competencia territorial para
aplicar la ley penal. El problema no es la figura legal que sanciona el comportamiento prohibido, el
verdadero problema radica en la persecución de esos delitos en la red, pues para ser descubierto,
perseguidos y castigados se podrán, eventualmente, afectar derechos fundamentales como el
honor o la intimidad. Es el delito económico organizado el que recibe la menor gravedad de las
sanciones y no resulta proporcional al peligro potencial que le puede causar a la sociedad.
Por otra parte, debe agregarse que la globalización como expresión de la aspiración hegemónica
del capitalismo, trae consigo el aumento de las desigualdades, lo que termina diferenciando tres
segmentos sociales: los globalizadores; los globalizados y los excluidos. Nacen los nuevos
marginados.
El desarrollo del sistema fabril fue un estímulo para la diferenciación social; en efecto, la
distribución del ingreso de la sociedad pre-industrial experimentó cambios dramáticos que se
expresaron por la migración del campo a la ciudad y la modificación del contenido y la
significación del trabajo para los campesinos que se transformaron progresivamente en obreros.
También surgió una clase empresarial cuyos orígenes fueron diversos según las situaciones
nacionales, pero que en todas partes se identificaron con las nuevas formas de organización
laboral.
Los “managers”, la nueva categoría de administradores del sistema fabril, actuaron de forma cada
vez más homogénea, lo que permitió que se abrieran carreras universitarias y programas de
formación deliberada de aquellos que debían dirigir las fábricas y administrar la fuerza de trabajo.
Estos administradores tuvieron que incentivar a los trabajadores, organizar y reorganizar los
procesos productivos y utilizar el salario como mecanismo de manipulación y promoción de
cuadros intermedios entre ellos y los trabajadores. Por ello incrementaron los ingresos de aquellos
que tenían mejores niveles educativos, a los cuales asignaron en términos del taylorismo las tareas
de concepción y de administración de los procesos productivos, contrastando con las tareas de
ejecución, a cargo de los trabajadores menos educados.
La relación entre el desarrollo fabril y la educación fue más importante en esta economía, dado
que requirió de mano de obra alfabetizada, hecho que explica la expansión de los sistemas
educativos. El uso creciente de tecnologías en el área administrativa de las fábricas, como la
máquina de escribir, el teléfono, mimeógrafo, necesitó que los trabajadores pudieran ser
capacitados para poder ser empleados eficientemente. La alfabetización y la educación primaria
jugaron un papel central en el incremento de la productividad del trabajo en esta fase del
desarrollo capitalista. En otras palabras, en las estrategias de los “managers” se debía tomar en
cuenta en forma prioritaria los niveles educacionales de los trabajadores para asegurar el
funcionamiento del sistema productivo directo, más, de lo que tienen que hacerlo hoy en día.
La aparición y consolidación de los sindicatos jugó un papel importante en la regulación de las
condiciones de trabajo y en la distribución del ingreso. En cierta manera los contratos colectivos
de trabajo fueron los esquemas que permitieron administrar en forma “racional” lo que hasta su
aparición habían sido procesos unilaterales, en manos de los dueños de las fábricas. Más tarde, la
promulgación de leyes laborales trasladó su ámbito e injerencia a la esfera pública. Estos hechos
también contribuyeron a generar cambios en la forma de operar de los sistemas políticos que, con
la participación de electorados cada vez más amplios, pasaron a convertirse en democracias de
masas.
Este modelo de organización no está asociado, como había estado el viejo paradigma del
capitalismo industrial al uso de insumos materiales o de insumos tecnológicos, derivados de la
ciencia pura. Hoy, los procesos de organización del trabajo más dinámicos se dan en múltiples
establecimientos que no poseen el carácter fabril de antaño. La organización de la producción se
traslada de la concentración de grandes ciudades y de importantes cantidades de trabajadores a
pequeños y medianos centros de trabajo, densamente pobladas de computadoras y de personas
altamente capacitadas.
La apertura al exterior de las “nuevas” economías tiene efectos importantes sobre las relaciones
entre el trabajo-no calificado y calificado. En efecto dicha apertura aumenta la brecha salarial
entre trabajo especializado y aquel que no lo es, lo cual intensifica la desigualdad de ingresos,
separando a aquellos trabajadores que tienen calificaciones (no asociados necesariamente a
niveles educacionales más elevados), y que pueden hacerse rentables en los sectores
exportadores. En la “nueva” economía se vuelve a plantear el problema de la relación entre
educación, productividad del trabajo e ingresos.
Hoy, de acuerdo a las investigaciones, la paradoja es que: a) el nivel de escolaridad solo sirve de
parámetro para la fijación de jerarquías salariales o de otra índole sin que tenga que ver
necesariamente con habilidades que repercutan sobre la productividad; b) que un incremento
rápido de la oferta de mano de obra más educada en condiciones de crecimiento mediocre, sobre
todo en economías de bajo dinamismo en capacitación tecnológica, da como resultado perdidas
en la tasa de retorno de la educación y, c) finalmente, porque los trabajadores de mayor nivel
educativo pueden ocupar puestos de trabajo que tengan poco o nada que ver con el aumento de
la productividad sistémica. De manera que la educación no es sino un factor entre muchos y no es
de ninguna manera la gran herramienta del aumento de la productividad del trabajo.
Lo más sorprendente es que en América Latina, el impacto del nivel educacional sobre los ingresos
se produce solo para aquellos individuos que tienen doce años o más de educación. Hoy más que
nunca se requiere de posgrados que complementen la educación superior. Esto demuestra que la
retórica de los Organismos Internacionales en relación a la importancia de la educación en la
“nueva” economía, es desmentida por los hechos. La elevación de los niveles educacionales tiene
efectos menores sobre la productividad del trabajo, mientras que en lo que se refiere a los
ingresos su consecuencia es casi nula sino se supera cierta cantidad de años de escolaridad.
Por otro lado, la globalización propicia la expansión del ingreso de personas en puestos de trabajo
en donde los niveles de capacitación no juegan ningún papel, sino al contrario, ya que termina
siendo central la descalificación para asegurar la productividad y la sobreexplotación. La rotación
existente permite que la mano de obra, sea subcontratada o trabaje en forma temporal, lo que
implica considerables ahorros en cuanto a la seguridad social, supervisión y salarios. En los hechos,
este no es un mundo muy diferente al de la época del régimen fordista. Todavía los incrementos
de la productividad del trabajo dependen de la intensificación de la descalificación y no tienen
mucho que ver con la retórica que afirma la relación que juega la educación al inducir dichos
incrementos.
De manera que el trabajo en la “nueva” economía debe observarse en distintos planos y bajo
análisis más complejos, sin que por ello pueda tener características generalizables. Lo que si tiene
que quedar en claro es que las fuerzas de trabajo están insertas en ámbitos muy diferentes los
unos de los otros, y esto también explica sus consecuencias, es decir la profunda heterogeneidad
que presenta hoy la matriz social de cualquier sociedad.
Citas
Capella Hernández, Juan Ramón (1999) Transformaciones del derecho en la mundialización.
Madrid, Consejo General del Poder Judicial.
Kaplan, Marcos (1990) La crisis del Estado Latinoamericano. Colombia, Universidad Externado.