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Algunas veces podemos recordar los cuentos infantiles como parte del
pasado, cada quien recuerda su niñez como le place, para mí es muy importante esta
dejaré atrás los cuentos de noche y con los que me entretenían en el jardín de
niños. Con los que conocí el valor de la amistad, la perseverancia, el amor hacia mí y
Terminé esta antología “El principito”, ya que me gusta que dice que “en la
imaginación.
Compilador
Dedicatoria
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Dedico ésta antología de cuentos a mis padres porque ellos son mi vida y desde
pequeño mi madre me leía cuentos y por eso aprendí a leer rápidamente y mi padre
INDICE
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PRÓLOGO……………………………………………………………………………………………. 2
Hansel y Grettel……………………………………………………………………………………….. 6
Los tres cerditos………………………………………………………………………………………. 8
El conejito 10
soñador…………………………………………………………………………………….
El patito feo 12
…………………………………………………………………………………………….
El soldadito de 15
plomo………………………………………………………………………………….
inventos…………………………………………………………………………………
El libro de la selva…………………………………………………………………………………….. 24
Pedro y el hilo 27
mágico…………………………………………………………………………………
El principito…………………………………………………………………………………………….. 30
CONCLUSIONES…………………………………………………….……………………............... 45
Fuentes electrónicas………………………………………………………………………. 46
………..
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Había una vez un
cuento
Hänsel y Gretel
Hermanos Grimm
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Había una vez un leñador y su esposa que vivían en el bosque en una humilde
cabaña con sus dos hijos, Hänsel y Gretel. Trabajaban mucho para darles de
comer pero nunca ganaban lo suficiente. Un día viendo que ya no eran capaces
de alimentarlos y que los niños pasaban mucha hambre, el matrimonio se sentó
a la mesa y amargamente tuvo que tomar una decisión.
Los niños, que no podían dormir de hambre que tenían, oyeron toda la
conversación y comenzaron a llorar en cuanto supieron el final que les
esperaba. Hänsel, el niño, dijo a su hermana:
Así que al día siguiente fueron los cuatro al bosque, los niños se quedaron junto
a una hoguera y no tardaron en quedarse dormidos. Cuando despertaron no
había rastro de sus padres y la pequeña Gretel empezó a llorar.
Pero la Luna salió y no había rastro de los trozos de pan: se los habían comido
las palomas.
Así que los niños anduvieron perdidos por el bosque hasta que estuvieron
exhaustos y no pudieron dar un paso más del hambre que tenían. Justo
entonces, se encontraron con una casa de ensueño hecha de pan y cubierta de
bizcocho y cuyas ventanas eran de azúcar. Tenían tanta hambre, que enseguida
se lanzaron a comer sobre ella. De repente se abrió la puerta de la casa y salió
de ella una vieja que parecía amable.
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- Hola niños, ¿qué hacéis aquí? ¿Acaso tenéis hambre?
La vieja les dio de comer y les ofreció una cama en la que dormir. Pero pese a
su bondad, había algo raro en ella. Por la mañana temprano, cogió a Hänsel y lo
encerró en el establo mientras el pobre no dejaba de gritar.
Con muy malos modos despertó a su hermana y le dijo que fuese a por agua
para preparar algo de comer, pues su hermano debía engordar cuanto antes
para poder comérselo. La pequeña Gretel se dio cuenta entonces de que no era
una vieja, sino una malvada bruja. Pasaban los días y la bruja se impacientaba
porque no veía engordar a Hänsel, ya que este cuando le decía que le mostrara
un dedo para ver si había engordado, siempre la engañaba con un huesecillo
aprovechándose de su ceguera. De modo un día la bruja se cansó y decidió no
esperar más. - ¡Gretel, prepara el horno que vas a amasar pan! ordenó a la
niña.
Pero cuando la bruja metió la cabeza dentro del horno, la pequeña le dio un
buen empujón y cerró la puerta. Acto seguido corrió hasta el establo para
liberar a su hermano. Los dos pequeños se abrazaron y lloraron de alegría al
ver que habían salido vivos de aquella horrible situación. Estaban a punto de
marcharse cuando se les ocurrió echar un vistazo por la casa de la bruja y, ¡qué
sorpresa! Encontraron cajas llenas de perlas y piedras preciosas, así que se
llenaron los bolsillos y se dispusieron a volver a casa. Pero cuando llegaron al
río y vieron que no había ni una tabla ni una barquita para cruzarlos creyeron
que no lo lograrían. Menos mal que por allí pasó un gentil pato y les ayudó
amablemente a cruzar el río.
Al otro lado de la orilla, continuaron corriendo hasta que vieron a lo lejos la casa
de sus padres, quienes se alegraron muchísimo cuando los vieron aparecer, y
más aún, cuando vieron lo que traían escondido en sus bolsillos. En ese instante
supieron que vivirían el resto de sus días felices los cuatro y sin pasar penuria
alguna.
Los tres cerditos
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Anónimo
Había una vez tres hermanos cerditos que vivían en el bosque. Como el
malvado lobo siempre los estaba persiguiendo para comérselos dijo un día el
mayor:
- Tenemos que hacer una casa para protegernos de lobo. Así podremos
escondernos dentro de ella cada vez que el lobo aparezca por aquí.
A los otros dos les pareció muy buena idea, pero no se ponían de acuerdo
respecto a qué material utilizar. Al final, y para no discutir, decidieron que cada
uno la hiciera de lo que quisiese.
El más pequeño optó por utilizar paja, para no tardar mucho y poder irse a
jugar después.
El mediano prefirió construirla de madera, que era más resistente que la paja y
tampoco le llevaría mucho tiempo hacerla. Pero el mayor pensó que aunque
tardara más que sus hermanos, lo mejor era hacer una casa resistente y fuerte
con ladrillos.
- Además así podré hacer una chimenea con la que calentarme en invierno,
pensó el cerdito.
Cuando los tres acabaron sus casas se metieron cada uno en la suya y entonces
apareció por ahí el malvado lobo. Se dirigió a la de paja y llamó a la puerta:
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Y el lobo empezó a soplar y a estornudar, la débil casa acabó viniéndose abajo.
Pero el cerdito echó a correr y se refugió en la casa de su hermano mediano,
que estaba hecha de madera.
El lobo empezó a soplar y a estornudar y aunque esta vez tuvo que hacer más
esfuerzos para derribar la casa, al final la madera acabó cediendo y los cerditos
salieron corriendo en dirección hacia la casa de su hermano mayor.
El lobo estaba cada vez más hambriento así que sopló y sopló con todas sus
fuerzas, pero esta vez no tenía nada que hacer porque la casa no se movía ni
siquiera un poco. Dentro los cerditos celebraban la resistencia de la casa de su
hermano y cantaban alegres por haberse librado del lobo:
Fuera el lobo continuaba soplando en vano, cada vez más enfadado. Hasta que
decidió parar para descansar y entonces reparó en que la casa tenía una
chimenea.
Así cuando el lobo cayó por la chimenea el agua estaba hirviendo y se pegó tal
quemazo que salió gritando de la casa y no volvió a comer cerditos en una larga
temporada. FIN.
Este popular cuento sirve como magnífico ejemplo para que los niños entiendan
el valor del esfuerzo y del trabajo. El hecho de que las casas de los dos cerditos
holgazanes acaben por los suelos, mientras que la del cerdito más trabajador
sea la que aguante y les sirva de cobijo, no es pura casualidad. Pone de
manifiesto la importancia de esforzarse y trabajar si de verdad queremos
vencer todo tipo de dificultades.
Había una vez un conejito soñador que vivía en una casita en medio del bosque,
rodeado de libros y fantasía, pero no tenía amigos. Todos le habían dado de
lado porque se pasaba el día contando historias imaginarias sobre hazañas
caballerescas, aventuras submarinas y expediciones extraterrestres. Siempre
estaba inventando aventuras como si las hubiera vivido de verdad, hasta que
sus amigos se cansaron de escucharle y acabó quedándose solo.
Al principio el conejito se sintió muy triste y empezó a pensar que sus historias
eran muy aburridas y por eso nadie las quería escuchar. Pero pese a eso
continuó escribiendo.
Las historias del conejito eran increíbles y le permitían vivir todo tipo de
aventuras. Se imaginaba vestido de caballero salvando a inocentes princesas o
sintiendo el frío del mar sobre su traje de buzo mientras exploraba las
profundidades del océano.
-Vaya, no sabía que tenía público- dijo el conejito soñador a la recién llegada -.
¿Te ha gustado mi historia?
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-Ha sido muy emocionante -respondió ella-. ¿Sabes más historias?
-¡Claro!- dijo emocionado el conejito -. Yo mismo las escribo.
- ¿De verdad? ¿Y son todas tan apasionantes?
- ¿Tu crees que son apasionantes? Todo el mundo dice que son aburridísimas…
- Pues eso no es cierto, a mi me ha gustado mucho. Ojalá yo supiera saber
escribir historias como la tuya pero no se...
Este cuento nos habla de la amistad. De lo importantes que son los amigos en
la vida de cualquiera porque te ofrecen su afecto, comparten contigo tus
aficiones…
y en definitiva, te hacen ser más feliz.
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El Patito Feo
Hans Christian Andersen
Bañada de sol se alzaba una vieja mansión solariega, y era allí donde cierta pata
había hecho su nido. Ya era tiempo de sobra para que naciesen los patitos, pero
se demoraban tanto, que la mamá comenzaba a perder la paciencia, pues casi
nadie venía a visitarla.
Al fin los huevos se abrieron uno tras otro. “¡Pip, pip!”, decían los patitos
conforme iban asomando sus cabezas a través del cascarón.
–¡Oh, qué grande es el mundo! -dijeron los patitos.
–Bueno, espero que ya estén todos -agregó la mamá pata, levantándose del
nido-. ¡Ah, pero si todavía falta el más grande! ¿Cuánto tardará aún?
Al otro día hizo un tiempo maravilloso. El sol resplandecía en las verdes hojas
gigantescas. La mamá pata se acercó al foso con toda su familia y, ¡plaf!, saltó
al agua.
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los pisoteen. -llamaba. Y uno tras otro los patitos se fueron abalanzando tras
ella. Hasta el patito feo y gris nadaba con los otros.
Todos obedecieron, pero los otros patos que estaban allí los miraron con
desprecio y exclamaron en alta voz:
Pero el pobre patito que había salido el último del cascarón, y que tan feo les
parecía a todos, no recibió más que picotazos, empujones y burlas, lo mismo de
los patos que de las gallinas.
Así pasó el primer día. En los días siguientes, las cosas fueron de mal en peor.
El pobre patito se vio acosado por todos. Incluso sus hermanos y hermanas lo
maltrataban de vez en cuando y le decían:
Y así fue como el patito se marchó. Nadó y se zambulló; pero ningún ser viviente
quería tratarse con él por lo feo que era.
Pero sería demasiado cruel describir todas las miserias y trabajos que el patito
tuvo que pasar durante aquel crudo invierno. Había buscado refugio entre los
juncos cuando las alondras comenzaron a cantar y el sol a calentar de nuevo:
llegaba la hermosa primavera.
Entonces, de repente, probó sus alas: el zumbido que hicieron fue mucho más
fuerte que otras veces, y lo arrastraron rápidamente a lo alto.
Y así, voló hasta el agua y nadó hacia los hermosos cisnes. En cuanto lo vieron,
se le acercaron con las plumas encrespadas.
Poco importa que se nazca en el corral de los patos, siempre que uno salga de
un huevo de cisne. En el jardín habían entrado unos niños que lanzaban al agua
pedazos de pan y semillas. El más pequeño exclamó:
Era muy, pero muy feliz, aunque no había en él ni una pizca de orgullo, pues
este no cabe en los corazones bondadosos. -Jamás soñé que podría haber
tanta felicidad, allá en los tiempos en que era solo un patito feo. FIN.
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El soldadito de plomo
Hans Christian Andersen
Había una vez un niño que tenía muchísimos juguetes. Pero, un día, su abuelo le
regaló uno muy especial que aún no tenía y que se convirtió en el mejor de todos. Se
trataba de una caja de madera muy hermosa, que contenía en su interior todo un
conjunto de soldaditos de plomo realizados a mano y, con mucho tiento, a base de
fuego y metal.
– ¡Soldaditos de plomo! ¡Muchas gracias, abuelo!- Dijo con alegría el niño tras recibir
su regalo.
Tras esto el pequeño fue sacando cuidadosamente, uno a uno, a todos y cada uno de
aquellos soldados de la caja, y los depositó sobre su mesita de escribir uno detrás
de otro en formación. ¡Qué elegantes se veían! Parecían un ejército, espléndido y
completo, uniformados en tonos rojos y azules. Sin embargo, al sacar de la caja al
último de los soldaditos, el pequeño pudo observar que le faltaba una pierna, de la
cual carecía desde nacimiento, ya cuando se encontraban los artesanos fundiendo al
último de aquellos soldados el plomo se les agotó.
Lejos de importarle al pequeño que aquel soldado estuviese incompleto, decidió
otorgarle un sitio en su habitación más especial que al resto: lo situó frente a uno
de sus mejores juguetes, un hermoso castillo realizado en papel, custodiado por una
bella princesa vestida con delicado vestido de tul rosa y los brazos muy altos, pues
era bailarina. Aquella bella figura tenía una de sus piernas en posición de ballet, tan
alzada, que el soldadito no alcanzaba a verla creyendo así que le faltaba igual que a
él.
Permaneció desde entonces embelesado frente a la bailarina el soldadito, ajeno a la
vida que cobraban el resto de juguetes de la habitación cuando el pequeño se iba a
dormir. Aquellos juguetes saltaban, brincaban, y se comunicaban entre ellos
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divirtiéndose alegremente. Todos menos el soldadito, que tan solo miraba a la
bailarina firme y sin cesar:
– ¡Es tan bella e igual a mí!- Pensaba el soldadito mientras veía a la bailarina
enamorado.
Pero entre el resto de los juguetes se encontraba uno muy singular que apenas se
divertía con los demás durante la noche, vigilando siempre al soldadito de plomo. Se
trataba de un duende encerrado en una caja sorpresa, desde la que solía saltar para
asustar a cualquiera que se atreviese a tocarle con un solo dedo. Un día, el mal
encarado duende, le dijo al soldadito:
– ¿Se puede saber qué miras, ahí plantado?
Pero el soldadito no contestó al duende y permaneció con la mirada fija frente a la
bailarina:
– ¡Ah! Pues como no me quieres contestar…atente a las consecuencias- Exclamó el
duende amenazando al soldadito.
Una tarde, el pequeño decidió cambiar de lugar al soldadito de plomo situándole con
el resto de sus compañeros, para que fuesen al fin un verdadero grupo de soldados
completo. Mientras los iba organizando a todos, el pequeño depositó sin mucho
pensar al soldadito de plomo en el alfeizar de su ventana. Y, misteriosamente,
cuando el muchacho levantó la mirada, el soldadito ya no estaba. El pequeño buscó y
buscó por todos los rincones de su habitación pero no daba con el soldado, y pensó
que tal vez podría haberse caído a la calle con una ráfaga de viento. Sin embargo, el
pequeño no pudo continuar su búsqueda debido al mal tiempo y la lluvia que azotaba
con fuerza la fachada de su casa, y mamá le obligó a esperar:
– Cuando cese la lluvia lo buscarás- Dijo su madre preocupada.
Pero unos niños, que sí se encontraban en la calle jugando bajo la lluvia, se
adelantaron al pequeño y encontraron al soldadito bajo la ventana. Entusiasmados,
decidieron jugar con él:
– ¡Le haremos navegar en un barco de papel!- Exclamó uno de los niños.
De este modo, cogieron un periódico viejo, hicieron un barquito y, aprovechando que
la lluvia había formado pequeños riachuelos en las aceras, pusieron al soldadito a
navegar por ellos sobre el barco de papel, y los pequeños riachuelos condujeron al
soldadito hasta una alcantarilla:
– ¡Dios mío! ¿A dónde iré a parar? ¿Qué será de mí? ¿Habrá cumplido el duende su
amenaza y por ello estoy aquí? Ah…Nada de esto me importaría si estuviera conmigo
ella, la hermosa bailarina.
Y el barquito, al ser de papel, poco a poco se fue hundiendo y deshaciendo cada vez
más, mientras el soldadito era arrastrado con fuerza por el agua. Así continuó
navegando sin poder parar, hasta que el riachuelo le condujo hasta el mismísimo
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mar. Pero, de pronto, el barquito ya no podía sostener al soldadito de tan mojado
como estaba, hundiéndose finalmente.
Poco antes de llegar al fondo un pez muy grande se lo tragó. Todo era silencio:
– Qué oscuro está. Pero, ¿dónde estoy?- Dijo aturdido el soldadito de plomo.
Y, cansado de cuestionarse su destino, el soldadito se durmió en la boca oscura del
gran pez. Poco duró, sin embargo, la tranquilidad del pobre soldadito de plomo, que
despertó de su siesta asustado por unos repentinos temblores y tambaleos que le
sacudían en el interior de aquella garganta. Pero, ¿qué estaba ocurriendo?
El pez había sido pescado y caminaba rumbo al mercado de la ciudad, con tan buena
suerte que, la madre del pequeño que había recibido a los soldaditos de plomo como
regalo, había acudido también en busca de pescado fresco para poder cocinar. Y así
fue como finalmente el soldadito fue liberado y devuelto a su lugar.
Muy contento el pequeño por tener de nuevo al soldadito de plomo, tras colocarlos
en la mesa de trabajo de su cuarto, justo frente a la ventana, acudió a la llamada de
su madre y bajó a cenar. Y en un momento, una fuerte ráfaga de viento casi
inexplicable, abrió con fuerza la misma que se encontraba esta vez cerrada,
despidiendo al soldadito de plomo directo a la chimenea encendida del cuarto.
El pobre soldadito, que se derretía lentamente bajo las llamas, imaginaba sin cesar
a la bailarina, y aquellos pensamientos cariñosos y alegres le mitigaban el dolor. De
pronto, una nueva ráfaga de viento empujó a la bailarina de papel hacia el fuego, en
un singular revoloteo que parecía una magnífica función de ballet.
A la mañana siguiente, apagado el fuego, el pequeño encontró bajo las ascuas un
pedazo de corazón de plomo fundido, que parecía lanzar destellos de purpurina y
telas de tul y seda…
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Había una vez un
cuento
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La isla de las dos caras
Pedro Pablo Sacristán
La tribu de los mokokos vivía en el lado malo de la isla de las dos caras. Los dos
lados, separados por un gran acantilado, eran como la noche y el día. El lado bueno
estaba regado por ríos y lleno de árboles, flores, pájaros y comida fácil y
abundante, mientras que en el lado malo, sin apenas agua ni plantas, se agolpaban
las bestias feroces. Los mokokos tenían la desgracia de vivir allí desde siempre, sin
que hubiera forma de cruzar. Su vida era dura y difícil: apenas tenían comida y
bebida para todos y vivían siempre aterrorizados por las fieras, que periódicamente
La leyenda contaba que algunos de sus antepasados habían podido cruzar con la
única ayuda de una pequeña pértiga, pero hacía tantos años que no crecía un árbol
lo suficientemente resistente como para fabricar una pértiga, que pocos mokokos
vida, pasando hambre y soñando con no acabar como cena de alguna bestia
hambrienta.
Pero quiso la naturaleza que precisamente junto al borde del acantilado que
separaba las dos caras de la isla, creciera un árbol delgaducho pero fuerte con el
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que pudieron construir dos pértigas. La expectación fue enorme y no hubo dudas al
Pero cuando estos tuvieron la oportunidad de dar el salto, sintieron tanto miedo que
sería suficientemente larga, o que algo saldría mal durante el salto... y dieron tanta
vida a aquellos pensamientos que su miedo les llevó a rendirse. Y cuando se vieron
otro lado. Y tanto las contaron y las extendieron, que no había mokoko que no
abandonadas por todos, pues tomar una de aquellas pértigas se había convertido, a
fuerza de repetirlo, en lo más impropio de un mokoko. Era una traición a los valores
Pero en aquella tribu surgieron Naru y Ariki, un par de corazones jóvenes que
- No hagas caso ¿Por qué hablan tanto de un salto que nunca han hecho? Yo también
tengo un poco de miedo, pero no parece tan difícil -respondía Ariki, siempre
decidida.
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- Puede que el salto nos salga mal, y puede que no. Pero quedarnos para siempre en
este lado de la isla nos saldrá mal seguro ¿Conoces a alguien que no haya muerto
devorado por las fieras o por el hambre? Ese también es un final terrible, aunque
miedo apenas les dejaba respirar. Cuando volaban por los aires, indefensos y sin
apoyos, sentían que algo había salido mal y les esperaba una muerte segura.
- Ha sido suerte.
Y comprendieron por qué tan pocos saltaban, porque en la cara mala de la isla
sólo se oían las voces resignadas de aquellas personas sin sueños, llenas de
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La Isla de los Inventos
La primera vez que Luca oyó hablar de la Isla de los Inventos era todavía muy
pequeño, pero las maravillas que oyó le sonaron tan increíbles que quedaron
marcadas para siempre en su memoria. Así que desde que era un chaval, no dejó
de buscar e investigar cualquier pista que pudiera llevarle a aquel fantástico lugar.
música, y tomando un poco de aquí y de allá llegó a tener una idea bastante clara de
la Isla de los Inventos: era un lugar secreto en que se reunían los grandes sabios
restringido. Para poder pertenecer a aquel selecto club, era necesario haber
realizado algún gran invento para la humanidad, y sólo entonces se podía recibir una
Luca pasó sus años de juventud estudiando e inventando por igual. Cada nueva idea
soñaban con recibir "la carta", como ellos llamaban a la invitación. Con el paso del
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tiempo, la decepción por no recibirla dio paso a una colaboración y ayuda todavía
empezaron a ser conocidas por todo el mundo, alcanzando a mejorar todos los
ámbitos de la vida; pero ni siquiera así recibieron la invitación para unirse al club.
más y mejores ideas, acudían a los jóvenes de más talento, ampliando el grupo cada
vez mayor de aspirantes a ingresar en la isla. Un día, mucho tiempo después, Luca,
cómo estaba seguro de que algún día recibirían la carta. Pero entonces el joven
auténtica invitación?
mejor Isla de los Inventos que la que él mismo había creado con sus amigos. Y
se sintió feliz al darse cuenta de que siempre había estado en la isla, y de que
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El libro de la selva
Rudyard Kipling
Como cada tarde la pantera Bagheera fue al río a saciar su sed, pero ese día estaba
A la orilla del río había una pequeña embarcación en ruinas, de cuyo interior
En la manada el niño fue recibido como un hijo de la jungla más y fue nombrado
Mowgli.
El criarse en la selva con lobos convirtió a Mowgli en una criatura salvaje, pero con
cuerpo y sentimientos humanos, que gozaba de las simpatías de todos los animales
excepto uno: el tigre Shere Khan, quien advirtió que iría a por el muchacho para
devorarlo.
Shere Khan odiaba a los hombres y no permitiría que uno en la jungla le disputase su
reinado.
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Ante el inminente peligro que el sanguinario tigre representaba para Mowgli, los
hombres más cercana que hubiese, pues allí es donde más seguro estaría.
El viaje del singular binomio tuvo muchas peripecias. Una noche treparon a un árbol
para dormir y una enorme serpiente, conocida como Kaa, hipnotizó al niño para
engullirlo.
en el que tropezaron con una banda de elefantes, que funcionaban como la patrulla
A Mowgli le encantó el estilo de estos elefantes y quiso desfilar con ellos, lo cual
molestó mucho al jefe de la patrulla, quien no quiso dañar al muchacho pero pidió a
Molesto por tener que seguir viaje hacia un sitio en el que no quería estar, el chico
Este hizo de inmediato buenas migas con el muchacho y le dijo que lo enseñaría a
Pero sucede que al percatarse de la presencia del niño por esos alrededores, los
monos Bandar Long lo raptaron para llevarlo ante su líder King Louie, un orangután
algo que el chico no sabía porque no había estado nunca entre humanos.
Por suerte Bagheera y Baloo, que se habían juntado ante la desaparición de Mowgli,
dieron con su paradero y lo rescataron de los locos monos Bandar Long, no sin antes
protagonizar una curiosa lucha cuya consecuencia fue la destrucción del templo de
King Louie.
Tras mucho discutir como buenos amigos que eran, la pantera convenció al oso y al
niño de que lo mejor era que este último estuviese con sus semejantes. Allí tendría
Cuando faltaba poco para llegar a la aldea el tigre Shere Khan fue al encuentro de
Mowgli para matarlo, pero Baloo intercedió en su defensa y se batió fieramente con
el depredador.
A pesar de su habilidad, Baloo tenía las de perder, razón por la que Mowgli acudió a
la pelea con una rama prendida con fuego, que se había incendiado ante el impacto
despavorido.
Así, el trío de amigos reemprendió viaje hasta que por fin llegaron a las
inmediaciones de la aldea.
No hizo falta que ninguno de los dos animales convenciese a Mowgli de que allí debía
estar, pues este quedó prendado de una bella niña que merodeaba por allí, buscando
Baloo quedó entristecido pero al igual que Bagheera comprendía que el hijo de la
Paola Graziano
Pedro era un niño muy vivaracho. Todos le querían: su familia, sus amigos y sus
vida. Cuando estaba en el colegio, soñaba con estar jugando fuera. Cuando estaba
jugando soñaba con las vacaciones de verano. Pedro estaba todo el día soñando, sin
Una mañana, Pedro estaba caminando por un bosque cercano a su casa. Al rato,
Tras unos minutos de sueño profundo, oyó a alguien gritar su nombre con voz aguda.
Al abrir los ojos, se sorprendió de ver una mujer de pie a su lado. Debía de tener
unos cien años y sus cabellos blancos como la nieve caían sobre su espalda como una
pelota mágica con un agujero en su centro, y del agujero colgaba un largo hilo de
oro.
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La anciana le dijo: "Pedro, este es el hilo de tu vida. Si tiras un poco de él, una
hora pasará en cuestión de segundos. Y si tiras con todas tus fuerzas, pasarán
meses o incluso años en cuestión de días" Pedro estaba muy excitado por este
nuevo juguete. Al tirar un poco del hilo dorado, se encontró en su casa jugando en el
jardín. Consciente del poder del hilo mágico, se cansó enseguida de ser un colegial y
quiso ser adolescente, pensando en la excitación que esa fase de su vida podía traer
consigo. Así que tiró una vez más del hilo dorado.
De pronto, ya era un adolescente y tenía una bonita amiga llamada Elisa. Pero Pedro
maravillas de cada etapa de su vida. Así que sacó la pelota y volvió a tirar del hilo, y
adulto. Elisa era su esposa y Pedro estaba rodeado de hijos. Pero Pedro reparó en
otra cosa. Su pelo, antes negro como el carbón, había empezado a encanecer. Y su
madre, a la que tanto quería, se había vuelto vieja y frágil. Pero el seguía sin poder
vivir el momento. De modo que una vez más, tiró del hilo mágico y esperó a que se
produjeran cambios.
Pedro comprobó que ahora tenía 90 años. Su mata de pelo negro se había vuelto
blanca y su bella esposa, vieja también, había muerto unos años atrás. Sus hijos se
habían hecho mayores y habían iniciado sus propias vidas lejos de casa. Por primera
vez en su vida, Pedro comprendió que no había sabido disfrutar de las maravillas de
la vida. Había pasado por la vida a toda prisa, sin pararse a ver todo lo bueno que
había en el camino.
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Pedro se puso muy triste y decidió ir al bosque donde solía pasear de muchacho
profundamente.
Al cabo de un minuto, oyó una voz que le llamaba. Alzó los ojos y vio que se trataba
nada menos que de la anciana qu muchos años atrás le había regalado el hilo
responder: "Al principio fue divertido pero ahora odio esa pelota. La vida me ha
pasado sin que me enterase, sin poder disfrutarla.Claro que habría habido
volver a ser un niño y vivir otra vez la vida". Dicho esto se quedó otra vez
dormido.
Pedro volvió a oír una voz que le llamaba y abrió los ojos. ¿Quien podrá ser ahora?,
se preguntó. Cual no sería su sorpresa cuando vio a su madre de pie a su lado. Tenía
un aspecto juvenil, saludable y radiante. Pedro comprendió que la extraña mujer del
Ni que decir tiene que Pedro saltó de la cama al momento y empezó a vivir la vida tal
como había esperado. Conoció muchos momentos buenos, muchas alegrías y triunfos,
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El principito
inquietud por conocer el exterior. Esta historia nos enseña que existen cosas
Principito, un niño que viene de otro planeta tan pequeño, que sólo tiene tres
Cuando yo tenía seis años vi en un libro sobre la selva virgen que se titulaba
"Historias vividas", una magnífica lámina. Representaba una serpiente boa que se
tragaba a una fiera. En el libro se afirmaba: "La serpiente boa se traga su presa
entera, sin masticarla. Luego ya no puede moverse y duerme durante los seis meses
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que dura su digestión". Reflexioné mucho en ese momento sobre las aventuras de la
jungla y a mi vez logré trazar con un lápiz de colores mi primer dibujo. Mi dibujo
número 1 era de esta manera: Enseñé mi obra de arte a las personas mayores y les
pregunté si mi dibujo les daba miedo. —¿por qué habría de asustar un sombrero?—
boa a fin de que las personas mayores pudieran comprender. Siempre estas
dibujos número 1 y número 2. Las personas mayores nunca pueden comprender algo
por sí solas y es muy aburrido para los niños tener que darles una y otra vez
explicaciones. Tuve, pues, que elegir otro oficio y aprendía pilotear aviones. He
útil, sobre todo si se pierde uno durante la noche. 3 A lo largo de mi vida he tenido
multitud de contactos con multitud de gente seria. Viví mucho con personas
opinión sobre ellas. Cuando me he encontrado con alguien que me parecía un poco
altura, les hablaba del bridge, del golf, de política y de corbatas. Y mi interlocutor
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se quedaba muy contento de conocer a un hombre tan razonable. II Viví así, solo,
nadie con quien poder hablar verdaderamente, hasta cuando hace seis años tuve una
reparación difícil. Era para mí una cuestión de vida o muerte, pues apenas tenía agua
de beber para ocho días. La primera noche me dormí sobre la arena, a unas mil
millas de distancia del lugar habitado más próximo. Estaba más aislado que un
náufrago en una balsa en medio del océano. Imagínense, pues, mi sorpresa cuando al
amanecer me despertó una extraña vocecita que decía: — ¡Por favor... píntame un
cordero! —¿Eh? —¡Píntame un cordero! Me puse en pie de un salto como herido por
que me miraba gravemente. Ahí tienen el mejor retrato que más tarde logré hacer
edad de seis años y no había aprendido a dibujar otra cosa que boas cerradas y
boas abiertas. Miré, pues, aquella aparición con los ojos redondos de admiración. No
hay que olvidar que me encontraba a unas mil millas de distancia del lugar habitado
niño perdido en el desierto, a mil millas de distancia del lugar habitado más próximo.
Conozco un planeta donde vive un señor muy colorado, que nunca ha olido una flor, ni
ha mirado una estrella y que jamás ha querido a nadie. En toda su vida no ha hecho
más que sumas. Y todo el día se lo pasa repitiendo como tú: "¡Yo soy un hombre
serio, yo soy un hombre serio!"… Al parecer esto le llena de orgullo. Pero eso no es
un hombre, ¡es un hongo! —¿Un qué? —Un hongo. El principito estaba pálido de
cólera. —Hace millones de años que las flores tiene espinas y hace también millones
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de años que los corderos, a pesar de las espinas, se comen las flores. ¿Es que no es
cosa seria averiguar por qué las flores pierden el tiempo fabricando unas espinas
que no les sirven para nada? ¿Es que no es importante la guerra de los corderos y
las flores? ¿No es esto más serio e importante que las sumas de un señor gordo y
más que en mi planeta; si yo sé que un buen día un corderillo puede aniquilarla sin
desgraciado. "Yo no debía hacerle caso —me confesó un día el principito— nunca hay
que hacer caso a las flores, basta con mirarlas y olerlas. Mi flor embalsamaba el
planeta, pero yo no sabía gozar con eso… Aquella historia de garra y tigres que
comprender nada entonces! Debí juzgarla por sus actos y no por sus palabras. ¡La
flor perfumaba e iluminaba mi vida y jamás debí huir de allí! ¡No supe adivinar la
ternura que ocultaban sus pobres astucias! ¡Son tan contradictorias las flores! Pero
yo era demasiado joven para saber amarla". IX Creo que el principito aprovechó la
actividad, de los cuales poseía dos, que le eran muy útiles para calentar el desayuno
todas las mañanas. Tenía, además, un volcán extinguido. Deshollinó también el volcán
extinguido, pues, como él decía, nunca se sabe lo que puede ocurrir. Si los volcanes
enrojeciendo. —¡Hum, hum! —respondió el rey—. ¡Bueno! Te ordeno tan pronto que
absoluto, pero como era muy bueno, daba siempre órdenes razonables. Si yo
su manto de armiño. El principito estaba sorprendido. Aquel planeta era tan pequeño
que no se explicaba sobre quién podría reinar aquel rey. —Señor —le dijo—,
rey. —Señor. . . ¿sobre qué ejerce su poder? —Sobre todo —contestó el rey con
gran ingenuidad. 13 —¿Sobre todo? El rey, con un gesto sencillo, señaló su planeta,
los otros planetas y las estrellas. —¿Sobre todo eso? —volvió a preguntar el
principito. —Sobre todo eso. . . —respondió el rey. No era sólo un monarca absoluto,
setenta y dos, a cien, o incluso a doscientas puestas de sol, sin tener necesidad de
abandonado, se atrevió a solicitar una gracia al rey: —Me gustaría ver una puesta de
sol... Deme ese gusto... Ordénele al sol que se ponga... —Si yo le diera a un general la
orden de volar de flor en flor como una mariposa, o de escribir una tragedia, o de
sería la culpa, mía o de él? —La culpa sería de usted —le dijo el principito con
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conservarla, ya que no hay más que una. —A mí no me gusta condenar a muerte a
nadie —dijo el principito—. Creo que me voy a marchar. —No —dijo el rey. Pero el
monarca, dijo: —Si Vuestra Majestad deseara ser obedecido puntualmente, podría
dar una orden razonable. Podría ordenarme, por ejemplo, partir antes de un minuto.
Me parece que las condiciones son favorables... Como el rey no respondiera nada, el
embajador! —se apresuró a gritar el rey. Tenía un aspecto de gran autoridad. "Las
personas mayores son muy extrañas", se decía el principito para sí mismo durante el
viaje. XI El segundo planeta estaba habitado por un vanidoso: —¡Ah! ¡Ah! ¡Un
Para los vanidosos todos los demás hombres son admiradores. —¡Buenos días! —dijo
el principito—. ¡Qué sombrero tan raro tiene! —Es para saludar a los que me
¿Ah, sí? —preguntó sin comprender el principito. —Golpea tus manos una contra
con la monotonía de aquel juego. —¿Qué hay que hacer para que el sombrero se
caiga? —preguntó el principito. Pero el vanidoso no le oyó. Los vanidosos sólo oyen
hombre más bello, el mejor vestido, el más rico y el más inteligente del planeta. —
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Eso es verdad —dijo el principito— ¿y qué haces con ellas? —Las administro. Las
cuento y las recuento una y otra vez —contestó el hombre de negocios—. Es algo
difícil. ¡Pero yo soy un hombre serio! El principito no quedó del todo satisfecho. —Si
yo tengo una bufanda, puedo ponérmela al cuello y llevármela. Si soy dueño de una
flor, puedo cortarla y llevármela también. ¡Pero tú no puedes llevarte las estrellas!
—Pero puedo colocarlas en un banco. —¿Qué quiere decir eso? 17 —Quiere decir
que escribo en un papel el número de estrellas que tengo y guardo bajo llave en un
cajón ese papel. —¿Y eso es todo? —¡Es suficiente! "Es divertido", pensó el
principito. "Es incluso bastante poético. Pero no es muy serio". El principito tenía
sobre las cosas serias ideas muy diferentes de las ideas de las personas mayores. —
Yo —dijo aún— tengo una flor a la que riego todos los días; poseo tres volcanes a los
que deshollino todas las semanas, pues también me ocupo del que está extinguido;
nunca se sabe lo que puede ocurrir. Es útil, pues, para mis volcanes y para mi flor
que yo las posea. Pero tú, tú no eres nada útil para las estrellas... El hombre de
Como el planeta da ahora una vuelta completa cada minuto, yo no tengo un segundo
de reposo. Enciendo y apago una vez por minuto. —¡Eso es raro! ¡Los días sólo duran
ya un mes que tú y yo estamos hablando. —¿Un mes? —Sí, treinta minutos. ¡Treinta
este farolero que tan fielmente cumplía la consigna. Recordó las puestas de sol que
¿Sabes? Yo conozco un medio para que descanses cuando quieras... —Yo quiero
principito prosiguió: —Tu planeta es tan pequeño que puedes darle la vuelta en tres
zancadas. No tienes que hacer más que caminar muy lentamente para quedar
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siempre al sol. Cuando quieras descansar, caminarás... y el día durará tanto tiempo
cuanto quieras. —Con eso no adelanto gran cosa —dijo el farolero—, lo que a mí me
gusta en la vida es dormir. —No es una suerte —dijo el principito. —No, no es una
también una flor. —De las flores no tomamos nota. —¿Por qué? ¡Son lo más bonito!
Saint - Exupéry 20 —Las geografías —dijo el geógrafo— son los libros más
preciados e interesantes; nunca pasan de moda. Es muy raro que una montaña
cambie de sitio o que un océano quede sin agua. Los geógrafos escribimos sobre
es igual para nosotros. Lo interesante es la montaña que nunca cambia. —Pero, ¿qué
Indudablemente. "Mi flor es efímera —se dijo el principito— y no tiene más que
casa!". Por primera vez se arrepintió de haber dejado su planeta, pero bien pronto
recobró su valor. —¿Qué me aconseja usted que visite ahora? —preguntó. —La
partió pensando en su flor. XVI El séptimo planeta fue, por consiguiente, la Tierra.
olvidar, naturalmente, los reyes negros), siete mil geógrafos, novecientos mil
Para darles una idea de las dimensiones de la Tierra yo les diría que antes de la
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invención de la electricidad había que mantener sobre el conjunto de los seis
once faroleros. Vistos desde lejos, hacían un espléndido efecto. Los movimientos de
este ejército estaban regulados como los de un ballet de ópera. Primero venía el
Siberia, que a su vez se perdían entre bastidores. Luego seguían los faroleros de
Rusia y la India, después los de África y Europa y finalmente, los de América del
Era grandioso. Solamente el farolero del único farol del polo norte y su colega del
único farol del polo sur, llevaban una vida de ociosidad y descanso. No trabajaban
más que dos veces al año. XVII Cuando se quiere ser ingenioso, sucede que se
miente un poco. No he sido muy honesto al hablar de los faroleros y corro el riesgo
de dar una falsa idea de nuestro planeta a los que no lo conocen. Los hombres
ocupan muy poco lugar sobre la Tierra. Si los dos mil millones de habitantes que la
fácilmente en una plaza de veinte millas de largo por veinte de ancho. La humanidad
podría amontonarse sobre el más pequeño islote del Pacífico. 21 Las personas
mayores no les creerán, seguramente, pues siempre se imaginan que ocupan mucho
sitio. Se creen importantes como los baobabs. Les dirán, pues, que hagan el cálculo;
eso les gustará ya que adoran las cifras. Pero no es necesario que pierdan el tiempo
inútilmente, puesto que tienen confianza en mí. El principito, una vez que llegó a la
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serpiente. —¡Ah! ¿Y no hay nadie sobre la Tierra? —Esto es el desierto. En los
sentó en una piedra y elevó los ojos al cielo. —Yo me pregunto —dijo— si las
estrellas están encendidas para que cada cual pueda un día encontrar la suya. Mira
mi planeta; está precisamente encima de nosotros... Pero... ¡qué lejos está! —Es muy
bella —dijo la serpiente—. ¿Y qué vienes tú a hacer aquí? —Tengo problemas con
una flor —dijo el principito. —¡Ah! Y se callaron. —¿Dónde están los hombres? —
está solo donde los hombres —afirmó la serpiente. El principito la miró largo rato y
le dijo: —Eres un bicho raro, delgado como un dedo... —Pero soy más poderoso que
pareces muy poderoso... ni siquiera tienes patas... ni tan siquiera puedes viajar... —
Puedo llevarte más lejos que un navío —dijo la serpiente. Se enroscó alrededor del
tobillo del principito como un brazalete de oro. —Al que yo toco, le hago volver a la
tierra de donde salió. Pero tú eres puro y vienes de una estrella... El principito no
respondió. —Me das lástima, tan débil sobre esta tierra de granito. Si algún día
lloraré. —Tuya es la culpa —le dijo el principito—, yo no quería hacerte daño, pero
tú has querido que te domestique... —Ciertamente —dijo el zorro. —¡Y vas a llorar!,
—dijo él principito. —¡Seguro! —No ganas nada. —Gano —dijo el zorro— he ganado a
causa del color del trigo. Y luego añadió: 25 —Vete a ver las rosas; comprenderás
secreto. El principito se fue a ver las rosas a las que dijo: —No son nada, ni en nada
Son como el zorro era antes, que en nada se diferenciaba de otros cien mil zorros.
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Pero yo le hice mi amigo y ahora es único en el mundo. Las rosas se sentían molestas
oyendo al principito, que continuó diciéndoles: —Son muy bellas, pero están vacías y
nadie daría la vida por ustedes. Cualquiera que las vea podrá creer indudablemente
que mí rosa es igual que cualquiera de ustedes. Pero ella se sabe más importante que
todas, porque yo la he regado, porque ha sido a ella a la que abrigué con el fanal,
porque yo le maté los gusanos (salvo dos o tres que se hicieron mariposas ) y es a
ella a la que yo he oído quejarse, alabarse y algunas veces hasta callarse. Porque es
mi rosa, en fin. Y volvió con el zorro. —Adiós —le dijo. —Adiós —dijo el zorro—. He
aquí mi secreto, que no puede ser más simple : sólo con el corazón se puede ver
bien; lo esencial es invisible para los ojos. —Lo esencial es invisible para los ojos —
repitió el principito para acordarse. —Lo que hace más importante a tu rosa, es el
tiempo que tú has perdido con ella. —Es el tiempo que yo he perdido con ella... —
repitió el principito para recordarlo.—El agua puede ser buena también para el
corazón... No comprendí sus palabras, pero me callé; sabía muy bien que no había
después de un silencio me dijo: —Las estrellas son hermosas, por una flor que no se
ve... Respondí "seguramente" y miré sin hablar los pliegues que la arena formaba
bajo la luna. —El desierto es bello —añadió el principito. Era verdad; siempre me ha
gustado el desierto. Puede uno sentarse en una duna, nada se ve, nada se oye y sin
embargo, algo resplandece en el silencio... —Lo que más embellece al desierto —dijo
vivía en una casa antigua en la que, según la leyenda, había un tesoro escondido. Sin
duda que nadie supo jamás descubrirlo y quizás nadie lo buscó, pero parecía toda
—Sí —le dije al principito— ya se trate de la casa, de las estrellas o del desierto, lo
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que les embellece es invisible. —Me gusta —dijo el principito— que estés de
acuerdo con mi zorro. Como el principito se dormía, lo tomé en mis brazos y me puse
parecía que nada más frágil había sobre la Tierra. Miraba a la luz de la luna aquella
frente pálida, aquellos ojos cerrados, los cabellos agitados por el viento y me decía:
"lo que veo es sólo la corteza; lo más importante es invisible... " Como sus labios
entreabiertos esbozaron una sonrisa, me dije: "Lo que más me emociona de este
resplandece en él como la llama de una lámpara, incluso cuando duerme... " Y lo sentí
más frágil aún. Pensaba que a las lámparas hay que protegerlas: una racha de viento
puede apagarlas... Continué caminando y al rayar el alba descubrí el pozo. XXV —Los
hombres —dijo el principito— se meten en los rápidos pero no saben dónde van ni lo
que quieren. . . Entonces se agitan y dan vueltas... Y añadió: —¡No vale la pena!... El
pozo que habíamos encontrado no se parecía en nada a los pozos saharianos. Estos
pozos son simples agujeros que se abren en la arena. El que teníamos ante nosotros
parecía el pozo de un pueblo; pero por allí no había ningún pueblo y me parecía estar
soñando. —¡Es extraño! —le dije al principito—. Todo está a punto: la roldana, el
balde y la cuerda... Se rió y tocó la cuerda; hizo mover la roldana. Y la roldana gimió
como una vieja veleta cuando el viento ha dormido mucho. —¿Oyes? —dijo el
¿Pero qué historia es ésta? ¿De charla también con las serpientes? Le quité su
hacerle pregunta alguna. Me miró gravemente rodeándome el cuello con sus brazos.
Sentí latir su corazón, como el de un pajarillo que muere a tiros de carabina. —Me
alegra —dijo el principito— que hayas encontrado lo que faltaba a tu máquina. Así
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podrás volver a tu tierra... —¿Cómo lo sabes? Precisamente venía a comunicarle que,
vuelvo hoy a mi planeta... Luego, con melancolía: —Es mucho más lejos... y más
obstante, me pareció que descendía en picada hacia un abismo sin que fuera posible
hacer nada para retenerlo. Su mirada, seria, estaba perdida en la lejanía. —Tengo
melancólicamente. Esperé un buen rato. Sentía que volvía a entrar en calor poco a
poco: —Has tenido miedo, muchachito... Lo había tenido, sin duda, pero sonrió con
dulzura: —Esta noche voy a tener más miedo... Me quedé de nuevo helado por un
volver a oír nunca más su risa. Era para mí como una fuente en el desierto. —
Muchachito, quiero oír otra vez tu risa... Pero él me dijo: —Esta noche hará un año.
Mi estrella se encontrará precisamente encima del lugar donde caí el año pasado...
—¿No es cierto —le interrumpí— que toda esta historia de serpientes, de citas y de
dijo: —Lo más importante nunca se ve... —Indudablemente... —Es lo mismo que la
flor. Si te gusta una flor que habita en una estrella, es muy dulce mirar al cielo por
la noche. Todas las estrellas han florecido. —Es indudable... —Es como el agua. La
que me diste a beber, gracias a la roldana y la cuerda, era como una música ¿te
acuerdas? ¡Qué buena era! —Sí, cierto... —Por la noche mirarás las estrellas; mi
casa es demasiado pequeña para que yo pueda señalarte dónde se encuentra. Así es
mejor; mi estrella será para ti una cualquiera de ellas. Te gustará entonces mirar
todas las estrellas. Todas ellas serán tus amigas. Y además, te haré un regalo... Y
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rió una vez más. —¡Ah, muchachito, muchachito, cómo me gusta oír tu risa! —Mi
regalo será ése precisamente, será como el agua... —¿Qué quieres decir? La gente
tiene estrellas que no son las mismas. Para los que viajan, las estrellas son guías;
para otros sólo son pequeñas lucecitas. Para los sabios las estrellas son problemas.
Para mi hombre de negocios, eran oro. Pero todas esas estrellas se callan. Tú
tendrás estrellas como nadie ha tenido... 31 —¿Qué quieres decir? —Cuando por las
noches mires al cielo, al pensar que en una de aquellas estrellas estoy yo riendo,
será para ti como si todas las estrellas riesen. ¡Tú sólo tendrás estrellas que saben
conmigo. Algunas veces abrirás tu ventana sólo por placer y tus amigos quedarán
hacen reír siempre". Ellos te creerán loco. Y yo te habré jugado una mala pasada... Y
se rió otra vez. —Será como si en vez de estrellas, te hubiese dado multitud de
cascabelitos que saben reír... Una vez más dejó oír su risa y luego se puso serio. —
poco que me muero... es así. ¡No vale la pena que vengas a ver eso...! —No te dejaré.
Pero estaba preocupado. —Te digo esto por la serpiente; no debe morderte. Las
serpientes son malas. A veces muerden por gusto... —He dicho que no te dejaré.
Pero algo lo tranquilizó. —Bien es verdad que no tienen veneno para la segunda
con paso rápido y decidido y me dijo solamente: —¡Ah, estás ahí! Me cogió de la
mano y todavía se atormentó: —Has hecho mal. Tendrás pena. Parecerá que estoy
puedo llevar este cuerpo que pesa demasiado. Seguí callado. —Será como una
corteza vieja que se abandona. No son nada tristes las viejas cortezas... Yo me
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callaba. El principito perdió un poco de ánimo. Pero hizo un esfuerzo y dijo: —Será
agradable ¿sabes? Yo miraré también las estrellas. Todas serán pozos con roldana
fuentes... El principito se calló también; estaba llorando. —Es allí; déjame ir solo. Se
¿Sabes?... mi flor... soy responsable... ¡y ella es tan débil y tan inocente! Sólo tiene
mantenerme en pie. —Ahí está... eso es todo... Vaciló todavía un instante, luego se
tobillo. Quedó un instante inmóvil, sin exhalar un grito. Luego cayó lentamente como
cae un árbol, sin hacer el menor ruido a causa de la arena. XXVII Ahora hace ya
seis años de esto. Jamás he contado esta historia y los compañeros que me vuelven
a ver se alegran de encontrarme vivo. Estaba triste, pero yo les decía: "Es el
en realidad tan pesado... Y me gusta por la noche escuchar a las estrellas, que
digo: "¡Seguro que no! El principito cubre la flor con su fanal todas las noches y
dulcemente. Pero otras veces pienso: "Alguna que otra vez se distrae uno y eso
basta. Si una noche ha olvidado poner el fanal o el cordero ha salido sin hacer ruido,
está el gran misterio. Para ustedes que quieren al principito, lo mismo que para mí,
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cordero desconocido se ha comido o no se ha comido una rosa... Pero miren al cielo y
importante! Este es para mí el paisaje más hermoso y el más triste del mundo. Es el
mismo paisaje de la página anterior que he dibujado una vez más para que lo vean
bien. Fue aquí donde el principito apareció sobre la Tierra, desapareciendo luego.
Examínenlo atentamente para que sepan reconocerlo, si algún día, viajando por
África cruzan el desierto. Si por casualidad pasan por allí, no se apresuren, se los
ustedes, si este niño ríe y tiene cabellos de oro y nunca responde a sus preguntas,
adivinarán en seguida quién es. ¡Sean amables con él! Y comuníquenme rápidamente
Conclusiones
finales felices.
La infancia es una etapa importante, los cuentos les entregan fantasía, los hacen
¿Quién no sintió felicidad al final de ellos? ¿Quién no fantaseó con ser un héroe?
En la adolescencia los cuentos sirven para comprender la etapa que se vive, para
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Los cuentos contribuyen a desarrollar la imaginación y la fantasía y a crear propios
establecer valores. Además, favorecen la relación del niño o joven con su familia y
Fuentes electrónicas
http://web.seducoahuila.gob.mx/biblioweb/upload/Antoine%20De%20Saint-Exup%C3%A9ry
%20-%20El%20principito.pdf
https://www.encuentos.com/infantiles/cuentos-para-adolescentes/
https://www.cuentosinfantiles.net/
https://www.grimmstories.com/es/grimm_cuentos/hansel_y_gretel
http://www.ataun.net/BIBLIOTECAGRATUITA/Cl%C3%A1sicos%20en%20Espa
%C3%B1ol/Rudyard%20Kipling/El%20libro%20de%20la%20selva.pdf
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