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En la escuela en cuestión se dan este tipo de situaciones año tras año. Muchos
estudiantes dejan de asistir, la mayoría de ellos en los primeros años pero también se dan
muchos casos de abandono en la última etapa del secundario. Algunos consiguen trabajos
temporales y deciden dedicarse a ellos, no asistiendo a la escuela. Otros optan por cambiar
de institución y en el camino pierden meses de clase, y terminan perdiendo el ciclo lectivo
completo. También existen los casos de las chicas que quedan embarazadas y abandonan la
escuela. Y a algunos estudiantes se les da el pase a otra escuela por recurrentes problemas
de convivencia y de violencia. La matrícula de la escuela baja año tras año. Esto pone en
riesgo el mantenimiento de los cursos, alguno de los cuales son de reciente creación. La
primera promoción data del año pasado. Año en el que los problemas de infraestructura y
de violencia llevaron a esta deserción notable de la escuela. No obstante estos problemas, la
escuela hoy se encuentra mucho mejor. Por esto, algunos estudiantes que dejaron de venir,
manifiestan su deseo de retornar para finalizar sus estudios. Sin embargo, algunos docentes
creen que será complejo el retorno de los mismos. Pareciera que desean un estudiantado
“ideal”, basado en preceptos obsoletos y discriminadores. Algunos expresan que son
estudiantes problemáticos o con sobre edad para reincorporarse. Si bien es cierto que la
escuela atravesó graves problemáticas de convivencia entre diferentes grupos de
estudiantes, debemos trabajar en este punto, intentando que los chicos retornen y puedan
terminar el secundario, cumpliéndose así el derecho a la educación.
Por supuesto que en este punto estamos de acuerdo con los preceptos de Flavia
Terigi en su crítica al aprendizaje mono crónico, aquel que expresa que se debe utilizar el
mismo tiempo para todos. Sabemos que nuestra realidad nos demuestra lo absurdo de este
supuesto. La trayectoria real de los estudiantes dista mucho de la trayectoria teórica
expuesta por un sistema educativo en desuso. Las trayectorias de los estudiantes del caso
analizado estarían enmarcadas en las no encauzadas. Aquellas que desestructuran nuestro
saber pedagógico, y que nos ponen a prueba en nuestra tarea docente.