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Presión atmosférica y altura

La altura modifica tanto la temperatura como la presión atmosférica y sus efectos


al modificarse la densidad del aire. El fenómeno es muy sencillo: el aire se calienta
en contacto con la superficie terrestre, tanto en la parte sólida como en la
superficie de los océanos y mares, especialmente, en este último caso. Al
calentarse el aire se eleva porque disminuye de densidad y por lo tanto, de presión
y asciende hasta equilibrarse la densidad de la columna ascendente del aire con
su entorno a un nivel superior. Sin embargo, la comprensión de este proceso es
mucho más compleja, ya que las variaciones de la presión no dependen
exclusivamente de la altura sino de otros factores como son la mayor o menor
humedad o la latitud, que modifica sustancialmente el mayor o menor espesor de
la atmósfera por razones dinámicas: este espesor es máximo en la zona ecuatorial
debido a la fuerza centrífuga de la rotación terrestre en dicha zona y, por ende,
menor en los polos. La relación entre densidad del aire y la altura dio origen al
invento del altímetro, que no es sino un barómetro aneroide graduado en metros
de altitud en lugar de unidades de presión atmosférica. Pronto se vio que al
trasladar el altímetro a lo largo de un meridiano también variaba la presión
atmosférica, incluso aunque nos encontrásemos siempre al nivel del mar. La
conclusión lógica era que la altura del nivel del mar varía según la latitud, siendo
mayor la altura (y por lo tanto, menor la presión), a lo largo del ecuador terrestre,
que es la circunferencia equidistante de los polos, formada por los puntos más
alejados del centro de la tierra señalando con ello lo que se conoce como el
abultamiento ecuatorial de nuestro planeta.
Cuando el aire está frío, se contrae, aumenta la densidad y, por lo tanto,
desciende, haciendo aumentar la presión y provocando estabilidad barométrica o
anticiclónica: se forma así una zona de calmas, es decir, sin vientos, ya que el aire
frío y pesado desciende lentamente en sentido circular y comienza a girar casi
imperceptiblemente en sentido horario en el hemisferio norte y antihorario en el
hemisferio sur. Se forma, entonces, un anticiclón. Cuando el aire está caliente,
asciende, haciendo bajar la presión y provocando inestabilidad. Se forma así
un ciclón o borrasca.

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