Está en la página 1de 19

Primer Workshop de discusión sobre historia de la juventud

“Juventud, actitudes sociales y emociones políticas en el siglo XX”


Viernes 9 de octubre de 2015

La cultura juvenil como problema. Una frontera difusa entre el delito y la


política en la década del sesenta en Argentina.

Mónica Bartolucci,
Cehis- UNMdP.

La década del sesenta ha sido identificada en los estudios históricos


mayoritariamente como los años de la consagración cultural, la vanguardia artística, la
rebeldía política o la explosión del consumo de clase media en Argentina. La
modernización de las costumbres en diferentes grupos sociales, recorre buena parte de
las investigaciones sobre este período, tomando diferentes objetos de estudio que
ratifican la versión de una época de cambio o revolución social. 1 Sin abandonar esta
perspectiva, la presente ponencia, intenta sumar una mirada menos optimista del período,
atendiendo a los crujidos que esa modernización produjo y a los resabios o continuidades
culturales que mostró.
La conducta cambiante de una parte de la juventud, que contemporáneamente fue
analizada como “problema juvenil”, es una variable que, creemos, puede suturar las dos
miradas sobre la década anteriormente enunciadas. Es decir, aún sin ser un hecho social
enteramente nuevo como lo demuestran algunos estudios, el cambio en las costumbres
de muchachos y muchachas surgió entre finales de los cincuenta y los sesenta como un
debate de privilegio en los medios públicos a partir de estudios sociológicos, charlas,
conferencias y notas periodísticas, para poner el acento en las acciones de su libertinaje
creciente.2 En ese debate público no solo se destacaron los aspectos más conocidos
1
Cosse Isabella, Mafalda: historia social y política. Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica, 2014
(Sociología). Cosse, Isabella; Karina Felitti y Valeria Manzano, comp. Los 60’ de otra manera: vida
cotidiana, género y sexualidades en la Argentina. Buenos Aires: Prometeo, 2010. Manzano, Valeria.
“Juventud y modernización sociocultural en la Argentina de los sesenta”, Desarrollo económico [revista on
line], Buenos Aires: Desarrollo económico, 2010, vol. 199, nº 50, pp. 363-390. Disponible en
http://de.ides.org.ar/ediciones-anteriores/desarrollo-economico-no-199/ (acceso 27 de mayo de 2014). Los
estudios clásicos de la cultura política y los aspectos culturales en general pueden resumirse en la mirada de
Terán, Oscar. Nuestros años sesentas: la formación de la nueva izquierda intelectual argentina 1956-1966.
3ªed. Buenos Aires: El cielo por asalto, 1993 (La cultura Argentina).
2
Acerca de la presencia de patotas y problemas judiciales con los menores desde la década del treinta en
adelante, Veáse Stagno, Leandro, “La cultura callejera de “muchachos” y “muchachotes”. Dinámicas
como la desorientación y el pesimismo retratados icónicamente en films como Los
jóvenes viejos.3 El debate que aquí nos interesa e es el de la inesperada afición por la
delincuencia y “conductas viciosas” de jóvenes estudiantes de clases medias que “por
mera diversión” quebraban los mandatos y las leyes y que, además, muchos de ellos
aparecían como sujetos de delitos con intenciones políticas. 4
La adolescencia como un período vital asumida como traumática, sumó en estos
años una fase fanática y discutidora en términos políticos promotora de una serie de
encendidas discusiones en el intercambio de ideas intrafamiliares. Como ejemplo de dicha
conducta, Eva Giberti en un libro dirigido a la clase media alertaba que, “así de la noche a
la mañana”, un padre podría descubrir “que su muchacho se ha hecho comunista” y que
las palabras que enunciaban era “estereotipos aprendidos” porque “ya no puede creer en
la palabra paterna, para hablar con veneración del partido, convertido en el rector de su
vida”, suplantando a la familia y a sus valores.5 Sin embargo el hecho de “hacerse”
comunista, como planteaba Giberti, era una generalización y era solo una de las opciones
posibles que replicaban un fenómeno internacional en períodos de antagonismos típicos
de una guerra fría. En la Argentina como aquí veremos, en tiempos de proscripción e
inmersos en una evidente inestabilidad política existieron otras posibilidades y estas
giraron en torno al fervor nacionalista de grupos Tacuara o al hecho de buscarse entre sí
para integrarse a alguna barrita peronista impulsados por el clima emocional de un
peronismo más imaginado que real para ellos.6
De manera que, esta ponencia aspira a revisar los cambios culturales desde fines
de los cincuenta como un factor explicativo más del ímpetu social y radicalización política
de la juventud que se manifestó palmariamente en la década siguiente. La idea es
repensar un conjunto de prácticas de muchachos de clase media durante la primera

juveniles en una modernidad emergente (La Plata, 1937-1942)”, Ponencia XI Congreso Iberoamericano de
Historia de la Educación Latinoamericana “Sujetos, poder y disputas de la educación”. mayo 2014. Toluca,
México.
3
Film donde un grupo de jóvenes de paseo por Mar del Plata eran retratados con cierto grado de pesimismo y
disconformes del mundo que los rodeaba. El director del film fue Rodolfo Kuhn, estrenada en junio de 1962.
Véase http://www.cinenacional.com (acceso 4 de mayo de 2014).
4
Para un estudio general sobre este tipo de enfoques véase Catherine Plum Youth Patriots, Rebels and
Conformists in Wartime & Beyond: Recent Trends in the History of Youth Nationalism and National Identity
in the Twentieth Century, “Memoria y Civilización”, Anuario de la Facultad de Filosofía y Letras de la
Universidad de Navarra, Volúmen 14, España, 2011
5
Giberti, Eva. Escuela para padres. 8ª ed. Buenos Aires: Campano, 1965 (tomo I, II, III). p. 247.
6
Sobre el período véase Spinelli, María Estela. De antiperonistas a peronistas revolucionarios: las clases
medias en el centro de la crisis argentina (1955-1973). Buenos Aires: Sudamericana, 2013 (Nudos de la
historia argentina). Amaral, Samuel. “De Perón a Perón (1955-1973)” en Nueva Historia de la Nación
Argentina, Academia Nacional de la Historia. Buenos Aires: Planeta, 1999.
década del sesenta y analizar el amplio abanico de prácticas transgresoras que
desplegaron en nombre de un peronismo proscripto y las repercusiones que estas
implicaron en un contexto de transformación cultural de las costumbres juveniles trazando
una delgada línea o una “frontera invisible” entre la cultura de la audacia juvenil, el delito
de tipo político que los visibilizó cada vez con más nitidez. 7 Lo cierto es que, en estos
años los jovencitos unidos en bandas de pares o en combinación con hombres de mayor
experiencia, se entrenaron en el robo, manipularon pistolas o revólveres y demostraron un
poder transgresor, involucrados con una problemática política que los excedió, la lucha
por la vuelta de Perón al país, pero de la que, de a poco, fueron tomando partido a lo
largo de la década. 8 Por último, el trabajo intenta aportar a la ampliación del problema de
la violencia política, incluyéndola como una parte constitutiva del entramado social y
cultural de la década que aquí se trata. Las acciones de prepotencia o violencia física de
los adolescentes que aquí se estudian, tratan de alejarse de esa versión de una sociedad
sesentista moderna o impulsada por el edén de las vanguardias culturales para
involucrarse con una sociedad tensionada por diferentes discursos e identidades
culturales que oscilaron entre la modernización y el orden, la rebelión y el impulso hacia la
revolución.9

Noche de ronda
En el año 1962, además de Los Jóvenes Viejos también se estrena en los cines
argentinos la película Detrás de la mentira. La trama de cine negro y espionaje de tono
eminentemente policial, incluye a la política y a los actos terroristas que de ella pudieran
derivar, como nudos descriptivos del argumento. El protagonista, un joven pesimista e
inconformista ya no se preguntaba por el futuro o el sentido de la vida como en la película
7
Sobre el tema de las fronteras difusas entre el delito y la pasión política o actos de guerrillerismo para otros
casos nacionales véase Marco, Jorge. Guerrilleros y vecinos en armas: identidades y culturas de la
resistencia antifranquista. Granada: Comares, 2012 pp 181-200.
8
Sobre la peronización de la juventud en los sesenta de sectores juveniles y su relación con una militancia de
mayor experiencia Véase Bartolucci, Mónica “El hijo del Farmacéutico. Un joven mediador entre dos campos
del peronismo en los sesentas en Mar del Plata”, 3eras. Jornadas Internacionales de Problemas
Latinoamericanos: "Movimientos Sociales, estados y partidos políticos en América Latina: (re)
configuraciones instituciones, experiencias de organización y resistencia”, 2012, Universidad Nacional de
Cuyo.
9
Para aportar a la comprensión de la violencia ampliando la lente y evitando la identificación unívoca con la
historiografía relacionada exclusivamente con la de las organizaciones armadas que exceden este trabajo
Véase Ansaldi, Waldo y Verónica Giordano (coords.). América Latina: tiempos de violencias. Buenos Aires:
Ariel, 2014. Vaquero, Carlos. “La violencia premeditada: entre el horror, la banalidad y la purificación”,
Página Abierta [revista on line]. España: Página abierta sociedad corporativa, 2009, nº 201, pp. 58.67.
Disponible en http://www.pensamientocritico.org/carvaq0509.htm (acceso el 27 de mayo de 2014).
dirigida por Rodolfo Kuhn, sino que en este otro caso, es tentado a participar de una célula
comunista, en donde, de a poco, le irán encargando trabajos ilegales a cambio de dinero y
ascensos dentro del grupo. El gran público consumió desde diferentes ópticas un creciente
clima de tensión respecto del cambio de las costumbres en la sociedad juvenil, donde el
delito se expandió hacia nuevos sectores sociales, con mujeres como protagonistas y sin
definiciones claras todavía sobre el móvil que los inspiraba.
En ese mismo año, en Mar del Plata, la inquietud por “la subversión de los valores”
quedó reflejada como principal preocupación del documento final del “1er Festival de la
Infancia de Necochea” cerrado con diecinueve recomendaciones para velar por el proceso
formativo de los niños y adolescentes que de no ser corregidos formarían “seres
antisociales y desubicados”.10 Esa fue la justificación del nombramiento de un nuevo
comisario fuera puesto específicamente para cumplir con la función de frenar los
desmanes producidos en la ciudad y la Legislatura de la Provincia de Buenos Aires creó
el Consejo General de Minoridad, en reemplazo de la antigua Dirección del Menor y
promovió un régimen de sanciones y multas enfocadas hacia quienes pudieran
corromperlos.11 Sumándoles un aire de sensacionalismo impulsado por el temor frente a
una situación social novedosa, las noticias del diario más importante de Mar del Plata
anunció que la delincuencia había cambiado:

La crónica policial nos advierte diariamente de un problema que


está cobrando grandes dimensiones. Se trata del delito en el que
intervienen no ya muchachos jóvenes sino hasta niños. En estos últimos
tiempos han tenido notoria repercusión atracos espectaculares con la
participación exclusiva de muchachos, algunos de ellos ex estudiantes
universitarios. Son muchachos cuya edad no sobrepasa los veintidós años.
Pero lo importante es comenzar una intensa campaña de recuperación
moral porque lo que ocurre en nuestro país es que se han desenfrenado
los instintos y las ambiciones bajunas y –por ende- están doblegadas las
buenas costumbres.12

Roberto Ingresó a Montoneros entre 1972 y 1973 , después de haber ingresado AL


Movimiento de Bases Peronistas y de haber hecho un breve pasaje por las FAP (Fuerzas
10
“Declaración de Necochea”, La Capital, 18 de enero de 1962.
11
Ibíd.
12
La Capital, 28 octubre de 1958.
Armadas Peronistas) de Mar del Plata. Era hijo de un empresario local y tenía diecisiete
años cuando se publicaban este tipo de notas y cuando comenzó sus primeras aventuras
juveniles al filo de lo policial. Los veranos en la ciudad balnearia a la que acudían miles de
turistas, implicaban rondas nocturnas con el único fin de buscar chicas, en un mundo
todavía signado por el mandato de que el varón debía iniciar la relación de seducción. Las
fiestas, la noche y sobre todo los autos, eran parte vital de un programa completo, al que
no le faltaron las jactancia de andar armado. La necesidad de tener un automóvil para
rondar implicó el impulso para conseguirlos de cualquier modo. El delito o las acciones
arriesgadas no fueron un límite para Roberto en su adolescencia, según él mismo evoca,
en esa época la gracia era conseguir autos haciendo la técnica de “puente”. El recuerdo
personal apela a la imagen de muchachos muy jóvenes, circulando en autos robados, con
alguna que otra arma con la presumían una cuota de poder.13
Las crónicas policiales ratifican los recuerdos actuales de Roberto. La policía de
Miramar, un pueblo balneario vecino se ufanó de haber detenido una bandita muy
peculiar. Se trataba de jóvenes estudiantes universitarios, autores de varios robos de
autos en la ciudad de Mar del Plata. La pandilla cumplía con todos los requisitos propios
de una banda medianamente organizada. Su punto de reunión y reclutamiento era un bar
de Playa Grande, instalado en el medio de uno de los balnearios más destacados de la
clase alta argentina. Las edades de los autores del robo de automóviles oscilaban entre
los dieciocho y veinte años, algunos de ellos con domicilio reconocido en la ciudad. Los
estudiantes de Ciencias Económicas devenidos en ladrones reconocían, además, ser
amigos de dos prófugos con pedido de captura, apodados “El Rata y el Pato”. Según sus
propias confesiones, entre todos habían sustraído entre el día 3 y 9 de enero cinco
automóviles, todos ellos del modelo Kaiser Carabela de diferentes propietarios y en
distintas zonas de las dos ciudades balnearias, lo que les valió el procesamiento por
“delitos de Robos y Hurtos calificados reiterados.14
La participación de mujeres en los hechos como figura de adolescentes libertarias
formando parte de banditas dedicadas a correrías, fue otra de las características de la
época. En los primeros días de marzo de 1962 la sociedad marplatense leía una vez más
que “cuatro jóvenes por mera y absurda diversión traspasan el umbral de la delincuencia.
Automóviles robados pocas horas antes aparecen abandonados”. Según la crónica tres

13
Roberto. Entrevistas personales realizadas entre 2010 y 2013 en la ciudad de Mar del Plata. Entrevistador:
Mónica Bartolucci.
14
La causa tramitó en Departamento Judicial de Mar del Plata del Dr. Horacio D’Angelo. “Jóvenes
estudiantes en banda se dedicaban al robo de automóviles” La Capital, 12 de enero de 1961.
varones y una mujer habrían sustraído un Renault Dauphine en la calle Lamadrid, y al ser
apresados, le habrían declarado al juez que “habían hurtado el coche solamente por dar
un paseo, para luego abandonarlo”.15

Los fines non sanctos


Desde la óptica psicológica consumida a través de literatura masiva, la clave del
problema era la incomprensión en la que los muchachos estaban insertos, no como una
confabulación del niño adolescente sino por una modificación etaria que se manifestaba
entre los trece y los dieciocho años. Este enfrentamiento intergeneracional solo podía
resolverse según los especialistas, colectivamente y entre pares. Esa era la razón de
aislamientos y nuevas amistades.16 De manera que la posibilidad de unirse según gustos o
pareceres fue generando “barritas” de amigos, capaces de promover un clima propio, ajeno
y enfrentado a los valores del grupo familiar. Reconocidas como una novedad de la época,
las barras eran descriptas como “grupos de adolescentes” que se burlaban de todo,
“resistentes a los formulismos burgueses”, desenfadados en el vocabulario, haciendo gala
de “peinados extravagantes, gestos copiados, gritos en el hablar e impertinencia en el vivir.”
Los muchachos tendían a homogeneizarse y a buscar afinidades comunes o, en todo caso,
a emularse entre unos y otros con el fin de una búsqueda personal. Como una comunidad,
las barritas podían tener diferentes espacios de sociabilidad. La escuela, el bar, la iglesia, el
barrio o simplemente la casa de uno de los integrantes servían de refugio inaccesible para
la autoridad adulta y centro de “amistades duraderas, a veces valiosas”. 17 Entre las cosas
que advertía Eva Giberti a los padres, la banda juvenil era una “poderosa organización
social con un líder”. La psicóloga, en cierto modo consideraba al jefe como representante
de la figura paterna, cuyos dictámenes disciplinares, eran severos e intransgredibles.
La formación de bandas con fines non sanctos de muchachos de familias
acomodadas formó parte de un relato de época que se tradujo en diferentes formas
narrativas. Nuevamente el cine colabora para interrogar a la época e interpela a la realidad.
La problemática fue descripta por múltiples films nacionales que lo tomaron como nudo
central, sobre todo a partir de la figura de los liderazgos y de la fascinación que las figuras
más “pesadas” ejercían sobre los adolescentes y jóvenes. La película El Jefe dejó
registrado un diálogo en el que padre e hijo discuten sobre los nuevos y sospechosos
amigos, sobre la defensa de una moda guaranga y sobre el desconcierto social de un hijo
15
“Detienen cuatro jóvenes por sustraer un automóvil”. La Capital, marzo de 1962.
16
Prólogo de Florencio Escardó y Giberti (1965).
17
Giberti (1965), p. 274.
de clase alta venida a menos. El problema de la brecha generacional se une al tema central
del film. Una banda integrada por diferentes personajes, un escritor desesperado, dos
hermanos violentos, un muchachón de barrio dispuesto a todo y “el pibe nuevo”, giran como
satélites en torno de Berger, el jefe que planea los atracos. La filmografía se hizo cargo de
las nuevas modalidades de la representación y de nuevas identidades y de los peligros
sociales en ciernes.18 En los tempranos sesenta las actividades políticas clandestinas se
confundían en las representaciones sociales con el delito común. El robo, el hurto, los
grupos de asaltantes, el terrorismo y las bandas expandidas en el país como
organizaciones delictivas eran tratados como un todo indiferenciado en un léxico propio del
policial negro.
Las barras que llevaban los límites más allá de lo permitido formaban bandas para
diferentes objetivos, entre ellos los políticos. En este caso las acciones iban de la mano
de un grado de violencia, que en 1963 era llamativo. El tema de la violencia asociada a
las prácticas políticas juveniles estaba instalado al punto de ser tratado también desde el
humor irónico. La sátiras del “perfecto degeneradito” que entre otras cosas se dedicaba a
la política, los jóvenes “platudos” con “dos apellidos” que se afilian a Tacuara y las
publicidades en sorna publicadas en la icónica revista Tía Vicenta que ofrecían un
insecticida marca “Rauch” para combatir comunistas, nacionalistas, izquierdistas,
contrabandistas y tacuaristas” dan cuenta de la homologación que se hizo entre juventud,
militancia y violencia, y del descrédito que esos grupos tenían de parte de la sociedad. El
símbolo del delito con tintes políticos era hasta la mitad de la década tributaria al grupo
Tacuara, al que mediante el humor se los denunciaba como los mayores responsables.
Un cupón ficticio de afiliación a Tacuara aparecido en una de las revistas de mayor
circulación de la época, realizaba un cuestionario descarnado. En el mismo, además de
pedir nombre y apellido, se hacía una serie de preguntas para autorizar la afiliación del
tenor de “¿Ha intervenido en algún asalto? ¿Cuántos vigilantes mató? ¿Ha colocado
bombas? ¿Cuántas Molotov puede fabricar en un día? ¿A quién fusilaría primero?”. El
irónico cuestionario da cuenta también del viraje ideológico que cursó la organización
Tacuara cuando pregunta “¿a qué tendencia pertenece, al ultraderechismo o al
ultraizquierdismo?” “¿a quién odia más a Rusia o a los Estados Unidos?”. La última

18
Escenas de la película El Jefe Alberto de Mendoza, Duilio Marzio, Orestes Caviglia, Leonardo Favio, Luis
Tasca, Graciela Borges. Dirección Fernando Ayala, año 1958. Véase http://www.cinenacional.com. (acceso 4
de mayo de 2014). Respecto del problema de la juventud a través del cine nacional Véase Didier y Levinson
(2005).
pregunta se hacía eco del sector social del que se hablaba al interrogar “¿Ha visto alguna
vez a un obrero?”.19
El humor era la puesta en escena en forma de comicidad de un tema que se
imponía en la vida pública de los pueblos y ciudades del país. Ejemplo de ello es que el
grupo nacionalista Tacuara en Mar del Plata se hizo notar desde sus bautismos durante
las luchas callejeras, en 1958, por la defensa de la educación laica o libre en adelante. La
confrontación de los testimonios personales con la prensa local y registros policiales
permiten reconstruir varios hechos de violencia amparados por su fanatismo nacionalista
en combinación con una convicción peronista en ascenso.
En 1961, a juzgar por su comportamiento en acto de fin de curso, donde se arrojó
una serie de huevazos al Subsecretario de Educación Antonio Salonia mientras daba un
discurso, el grupo Tacuara era un grupo nacionalista y filo peronista. 20 La apelación al
general Miguel Iñíguez, en un volante de propaganda arrojado, es un dato a tomar en
cuenta. Reivindicaban nada menos que a un general peronista retirado, creador en 1958
de la central de Operaciones de la Resistencia (COR) y autor de un intento de
levantamiento en el Regimiento 11 de Infantería de Rosario, dando cuenta de que los
miembros tacuaras para 1961 en la ciudad de Mar del Plata, además de ser estudiantes
provocadores del desorden público, también eran afines a la vuelta de Perón.21 Este grupo
que con su accionar de cruzados en defensa del nacionalismo, el antiliberalismo, el
catolicismo integral y finalmente el peronismo fueron atizando un fuego político juvenil a lo
largo de toda la década del sesenta en la ciudad. Muestras de ese itinerario son una serie
de hitos de violencia que los tuvieron como protagonistas centrales.
Pero, si durante los primeros años del gobierno de Frondizi, en Mar del Plata las
“bataholas” y las escaramuzas eran solo un signo de alboroto estudiantil, en la campaña
electoral las acciones tomaron otro color. Las pasiones se habían agitado más de la
cuenta y las bombas de alquitrán y los huevazos ya no fueron suficientes.

19
Tía Vicenta. 22 de abril de 1963 - n° 243 - año VII, 13 de mayo de 1963 - n° 246 - año VII Mayo de 1964 -
n° 281 - año VIII (edición mensual).
20
Reconstrucción a partir de Informe al Sr. Jefe del Departamento de Casinos, Mar del Plata, 9 de diciembre
de 1961. SIPBA, Mesa A estudiantil, legajo Nº 32, Archivo DIPBA y La Capital, 8 al 10 de diciembre de
1961.
21
Véase la temprana relación entre Tacuara y el peronismo durante el primer período de la organización. En
1961 el dirigente del MNT, Alberto Ezcurra Uriburu rechaza un ofrecimiento de Perón para conducir la JP.
Sobre el tema véase Galván, María Valeria. “Militancia nacionalista en la era posperonista: las organizaciones
Tacuara y sus vínculos con el peronismo” en Nuevo Mundo Mundos Nuevos [En línea] Disponible en
http://nuevomundo.revues.org/65364. (acceso el 7 de noviembre de 2013). Sobre el general (R) Iñiguez véase
James (1990), p. 199.
El 19 de enero de 1962, el Partido Socialista Argentino (PSA, Secretaría
Tieffenberg), un desprendimiento del Partido Socialista afín con la causa cubana, organizó
un acto durante la campaña electoral para gobernador de la Provincia de Buenos Aires. 22
Esa fue la plataforma elegida para que los jóvenes nacionalistas entraran en acción
nuevamente. En momentos en que se proclamaban los candidatos para concejales y
gobernador atacaron con inusitada violencia a varias personas del público con armas
blancas y armas de fuego. Hirieron a Héctor López Torres, de 23 años, hijo de un
dirigente homónimo y periodista del diario peronista local “La Mañana” y a Jorge Oscar
Ossés, de 17 años, presidente de la Federación de Estudiantes Secundarios
Marplatenses (FESM), una agrupación que en las fichas de la policía aparecía catalogada
como “castrista comunista”.23 Si bien los atacantes se dieron a la fuga rápidamente, las
crónicas relatan su osadía al secuestrar una bomba que de haber estallado hubiera
provocado una “desgracia aún mayor”.24

El delito peronista
La ironía de la revista Tía Vicenta estaba en correlación a los hechos locales pero
sobre todo con una serie de hechos nacionales que conmocionaron a la sociedad a través
de las noticias. Unos días después de la asunción del presidente Arturo Illia, la foto en el
diario Crónica de una vitrina rota del Museo Histórico Nacional, tras el robo del sable
corvo de San Martín a manos de un grupo de jóvenes en combinación con militantes
peronistas y ex policías, generó desconcierto dentro del partido, en la sociedad y en la
policía bonaerense.25 Osvaldo Agosto, uno de los protagonistas del robo, a los veintitrés
años de edad, cumplió una condena que no hizo otra cosa que ratificar sus
convicciones.26 Alejandro Pandra que años después del caso del sable de San Martín fue
militante universitario de Guardia de Hierro, relata que para él que “era un pibe en esos
años” que seguía la realidad política desde su casa paterna, esos muchachos a los que
conoció personalmente varios años después “eran unos héroes que se habían burlado

22
Sobre el proceso de desmembramiento del PS, véase Tortti, María Cristina “Protesta Social y Nueva
Izquierda en la Argentina del Gran Acuerdo Nacional” en Alfredo Pucciarelli (edit.). La primacía de la
Política Lanusse, Perón y la Nueva Izquierda en los Tiempos del GAN. Buenos Aires: EUDEBA, 1999.
23
Archivo DIPBA Mesa A Factor Estudiantil/Educacional, General Pueyrredón, Legajo 32.
24
“Hecho de sangre en un mitin”, La Capital, 20 de enero de 1962.
25
El atraco se produjo el 12 de agosto de 1963. Los responsables del mismo fueron Osvaldo Agosto, el ex
policía Manuel Félix Gallardo, Alcides Bonaldi y Luis Sansoulet. Véase, Tarruella Alejandro C. Historias
secretas del peronismo: los capítulos olvidados del movimiento. Buenos Aires: Sudamericana, 2007. pp. 238-
256.
26
Ibíd.
con valentía y coraje del sistema en su propia cara”, lo cual implicaba cierto afán de
imitación. Cuando Osvaldo Agosto, responsable principal del hecho, apareció capturado y
torturado en los diarios, Alejandro pensó que “quería ser uno de ellos”. 27 El relato los
atracos que perpetraban los jóvenes peronistas encendía la imaginación mística de otros
quienes los observaron cómo personajes de una novela policial en las que ellos mismos
querían participar.
En realidad el pequeño atentado del robo había sido posible de realizar, no solo
con la lógica de la aventura sino con la estrecha colaboración de sectores ajenos al
ambiente juvenil. Para la preparación del acto del robo del sable, las reuniones se hicieron
en los salones del Sindicato de Trabajadores del Estado, se convocó a un ex policía de la
bonaerense para chofer mientras que las armas les fueron entregadas por
experimentados militantes.28 Del episodio participaron no solo jóvenes sino sindicalistas,
policías exonerados y militares peronistas tendiendo un puente no solo generacional, sino
de aprendizaje en el modus operandi en el manejo de las acciones y manipulación de
armas.
A los pocos días, el 29 de agosto de 1963, otro grupo llevaba las cosas más lejos.
El gran golpe fue realizado por los integrantes de un grupo que, aunque nacido desde el
grupo Tacuara, ellos también fueron seducidos por las ideas de la Revolución Cubana. 29
En 1964 el Movimiento Nacionalista Tacuara Revolucionario (MNRT) había realizado más
de cuarenta actos y sabotajes, robo de armas y colocación de explosivos. La más
llamativa y violenta fue la llamada “Operación Rosaura”, un asalto al Policlínico Bancario
donde José Luis Nell hirió a un agente a punto de jubilarse, tres empleados y mató a un
ordenanza y al chofer de la camioneta. Ya no se luchaba contra la comunidad judía sino
contra empresas internacionales como Philips o Esso, referentes económicos del
“imperialismo yankee”.

La sensualidad de las armas de fuego


Menos visibilizadas que en los años treinta por no aparecer como un objeto de
consumo en un mercado abierto y disponible para el marido que cuidaba a su esposa o al

27
Ibíd. p. 252.
28
Según Osvaldo Agosto, las armas fueron entregadas a los jóvenes por Juan Carlos Brid, antiguo militante.
Testimonio a Alejandro Tarruela en Tarruella Op/ Cit. p. 245.
29
Lvovich, Daniel. “La extrema derecha en la Argentina posperonista entre la sacristía y la revolución: el caso
de TACUARA”. Dialogos [revista on line]. Maringá: Universidad de Estadual de Maringá, 2009, vol.13, nº
1, pp. 45-61. Disponible enhttp://www.redalyc.org/pdf/3055/305526877003.pdf. (accesoel 7 de junio de
2014).
joven que la dejaba junto con su abrigo en el guardarropa de un baile orillero, las armas
estaban presentes en la cultura masculina argentina como una tradición de machismo,
virilidad y coraje.30 Por otra parte, la relación entre la política y la portación y posesión de
armas entre los civiles no era una novedad que aportaran las nuevas organizaciones
político -juveniles. La historia argentina mirada en una larga tradición da cuenta de esta
práctica en diferentes momentos y en relación con objetivos desde el siglo XIX en
adelante.31 Sobre todo, desde los múltiples levantamientos militares con participación
cívica realizados desde los años treinta en el país para derrocar al poder de turno,
hicieron que las armas aparecieran como instrumento de manera intermitente. Más aún,
los encuentros a medianoche, los bares neblinosos, las conversaciones a media voz y la
preparación de explosivos fueron parte de una cultura de la conspiración que la Argentina
vivió en reiteradas ocasiones.
El período que siguió a la caída de Perón que coincidió con la adolescencia de
muchos militantes, se caracterizó por transparentar más que en otros momentos este
fenómeno, tratado en los medios de comunicación masivos como un dato más de la
preocupante crisis e inestabilidad política del país. Y en muchas ocasiones funcionaba
como rito de inicio o aprendizaje de los jóvenes involucrados. El “puscht” peronista a
cargo del Gral. Iñiguez realizado en 1961, en pleno período de proscripción, contra el
Regimiento 11 de infantería de Rosario realizado por cincuenta civiles armados con
pistolas y treinta militares retirados, generó mucho más que la solidaridad de un grupo de
alumnos tiraban panfletos y huevos en la ciudad de Mar del Plata como se ha visto más
arriba. Además del asesinato del Coronel Julio Barredo y cinco personas más, el
movimiento cívico militar dejó como saldo una cantidad de armas que fueron heredadas
por distintos grupos juveniles.32 Cachiporras, 38 cortos, pistolas llamas 765, revólveres y
explosivos en formas de caños y fórmulas para convertir bombas molotov comenzaron a
convertirse en objetos de culto de las bandas de jóvenes de los grupos Tacuaras, los
Tacuaras revolucionarios, o en las autodenominadas Juventudes Peronistas.33
Por su parte, las notas periodísticas de investigación alertaban que la más
peligrosa tentación de los conspiradores de cualquier tendencia en la primera mitad de los
30
Sobre la fluidez del mercado de armas en la década del treinta véase Caimari, Lila. Mientras la ciudad
duerme: pistoleros, policías y periodistas en Buenos Aires, 1920-1945. Buenos Aires: Siglo XXI, 2012
(Historia y Cultura, 50).
31
Sábato, Hilda y Alberto Lettieri, comp. La vida política en la Argentina del Siglo XIX, Armas, Votos y
Voces. México: FCE, 2003.
32
“Vivíamos la táctica sin conocer la estrategia de Perón”, reportaje a Miguel Gazzera del gremio de los
fideeros e ideólogo de las 62 Organizaciones. Página 12, 19 de noviembre de 2007.
33
Tarruela Op/ Cit. (2007), p. 245.
años sesenta era la acumulación de bombas en distintos distritos urbanos. La tarea
temeraria de fabricación de explosivos ya no era cosa de sindicalistas con conocimientos
específicos sino que aparecía como una tarea de aficionados a la química, o a veces
estudiantes. La investigación posterior a una dura explosión de un departamento en plena
calle Posadas en julio de 1964, daba cuenta que un grupo de muchachos preparaban
pertrechos y armas para enviar al norte del país dejando en claro que había quienes
comenzaban a actuar no solo en la selva, sino también en el centro de la ciudad.34
Mientras tanto en el ámbito de la vida privada durante su primera adolescencia,
Roberto se fascinaba, a escondidas por los retos de sus mayores, con las escopetas de
doble caño y cartuchos rosas con municiones que olían a pólvora. Su padre y sus tíos,
“los varones de la familia” eran afectos a ellas a partir de una pasión de la época como la
caza de perdices y liebres. La caza como práctica cultural, cuyas temporadas estaban
bien estipuladas durante el año, generó una cotidianeidad con las armas incluso entre los
más pequeños. En lo de Roberto era habitual tocarlas mientras en los placares de sus
viviendas, las escopetas brillaban estoicas. En realidad, el gusto por las armas había
comenzado con su abuelo italiano y con el “bufoso” que tenía escondido. La familia
comentaba que con ese revolver se había conjurado algún pleito laboral, o en algunas
escenas dramáticas, había amenazado en utilizarlas contra sí mismo. Por vías diferentes,
Roberto recuerda a las armas como” instrumentos muy cercano a las vidas de mis
mayores”.35 Las armas lo sedujeron siempre. Desde chico las admiró. El padre de unos de
sus amigos de la infancia era el propietario de la armería más importante de la ciudad y se
evoca entre los trece y catorce años con su mirada cautivada en la vidriera de aquel local.
A los dieciséis logró admirarlas más cercanamente y tocarlas cuando sus amigos del
barrio, con los que “levantaban” coches “por diversión”, se ufanaban de poseerlas. En el
grupo se hablaba de armas y se mostraban; “además se hablaba mucho de otros grupos,
donde las armas tenían un lugar central”.
La buena puntería con armas largas era también un remedo de virilidad para la
época y también era un motivo de alarde. Roberto practicaba desde pequeño con el rifle
de aire comprimido, un ansiado juguete de los niños sesentistas, en el sótano de su casa
para después, en sus años adolescentes presumir frente a sus noviecitas “en los parques

34
Nicanoff, Sergio M. y Axel Castellano “Las primeras experiencias guerrilleras en la Argentina La historia
del «Vasco» Bengochea y las Fuerzas Armadas de la Revolución Nacional”. Cuaderno de Trabajo Nº 29,
Buenos Aires: Centro Cultural de Cooperación ediciones del Instituto Movilizador de Fondos Cooperativos,
Enero de 2004.
35
Roberto. Entrevistas personales realizadas entre 2010 y 2013 en la ciudad de Mar del Plata. Entrevistador:
Mónica Bartolucci.
de diversión, sacando buenos premios en los stands de tiro al blanco.” 36 La escena
recordada por Roberto es similar, casi idéntica a la de Testigo para un crimen, del cine
nacional. Un joven protagonista, abrazado con una mujer rubia en una típica kermesse,
prueba un tiro al blanco y le confiesa los motivos de su incorporación a una banda
delictiva en la falta de esperanza sobre su futuro. 37 La fascinación de Roberto desde niño
por las armas de caza se replicaba en miles de ellos. La foto de un niño de ocho años,
hijo y ahijado de campeones de tiro, cazando perdices y palomas monteras y el
comentario periodísticos sobre la trayectoria cinética infantil, son elocuentes sobre las
costumbres en común cuando cuentan que: “a los 3 años comenzó a nadar con escopeta
y pistolas de aire comprimido, de juguete. A los 6, previa capacitación esmerada y
cautelosa, a cargo de su padre, principió a disparar con una escopeta de verdad, calibre
12”. La nota remata con un comentario típico de la época a l decir que el niño pertenece a
la “nueva ola” cazadora”.38
La práctica de la puntería acompañaba la buena prensa que tenía poseer un arma
en el hogar. Los aficionados a ellas aconsejaban que el hombre de bien, el ciudadano
respetuoso de las leyes, jefe de un hogar por el que se vela, “es una entidad en la cual no
deben temerse los excesos, un arma en sus manos, un arma en sus casas, no es un
peligro. Si lo es el arma que guarda el delincuente.” 39 Las doctrinas sobre portación de
armas iban más allá de su potencial peligrosidad al aconsejar que los jefes de familia
podían tener una de ellas. Incluso se catalogaba al tiro al blanco como un deporte de
“patriotas”.40 Al mismo tiempo se hacía mención explícita a que debían estar en buenas
manos, y promover una prédica para formar conciencia del “buen cazador y buen tirador
“y que era necesario que en el país existiera una ley de armas deportivas que no
mezclara “cuestiones tan distintas como la represión del terrorismo, que es una cosa y la
licencia de armas para caza, el tiro y la defensa del ciudadano honesto”. 41 La familiaridad
de las armas en la sociedad de la época es ratificada una y otra vez en la opinión de que
“las armas bien utilizadas eran “un apoyo del orden, la seguridad y las públicas garantías”

36
Ibíd.
37
Se trata del film Testigo para un crimen. Dirigida por Emilio Vieyra, 1963.
38
Noticioso Orbea. Publicación de cartuchería “Orbea”, Argentina S.A, Año XV, Diciembre de 1961. Buenos
Aires.
39
Noticioso Orbea. Publicación de cartuchería “Orbea”, Argentina S.A, Año XV, Diciembre de 1959. Buenos
Aires.
40
Ibíd.
41
Ibíd.
De hecho, para Para 1955, cerca de 100.000 ciudadanos se presentaron a denunciar su
tenencia. 42
Sin embargo desde otra perspectiva, las sospechas entre las vinculaciones de las
armas y la política estaban en el centro de las pesquisas y noticias periodísticas. Las
mismas daban cuenta de la aparición de talleres clandestinos de armas donde se
secuestraron cincuenta ametralladoras, dos fusiles, diez pistolas y quince revólveres
realizadas por ex empleados de fábricas importantes y militantes de izquierda de origen
extranjero. El comisario Juan Francione hipotetizó en 1961 que las armas secuestradas
podrían destinarse a “asaltantes y gentes del mal vivir o a las fronteras del Paraguay para
su utilización de los rebeldes del país hermano en su lucha contra Stroessner. 43 La
relación directa entre este tipo de delitos y otras dos noticias que ese mismo día
aparecieron encabezando el diario local configuró una cosmogonía de violencia política en
pleno desarrollo. Por un lado, un juez en lo penal dictaba la prisión preventiva para los
civiles que habían participado en el “movimiento revolucionario” de la ciudad de Rosario.
A su lado, otro titular daba cuenta del pedido de prisión por quince años para una mujer
por su participación como “terrorista”.
La muerte en forma de asesinatos, resultado de altercados y reyertas políticas o
acciones de patoterismo juvenil comenzó a emerger como dato de la realidad. En 1961 la
prensa de Mar del Plata denunciaba sin dar mayores datos que “recientemente, con
epílogo de la muerte de una persona, una patota irrumpió en una fiesta causando un
desorden descomunal sin otra causa que lo que pueda alegar la prepotencia y el desmán
en marcha”. La conmoción que provocaban los hechos de violencia en manos de
estudiantes promovió una serie de discusiones públicas sobre el estado de la juventud y
los métodos posibles para el encarrilamiento de las conductas. Desde esos primeros años
de la década las patotas eran caracterizadas como “un resabio de la barbarie” las cuales
deberían “ser extirpadas”.44
Los relatos locales son en buena medida el espejo de un clima político nacional
donde la muerte emergió en variadas formas y motivadas por diferentes actitudes,
facciones o ideologías, naturalizándose como un dato posible dentro de la juventud. El
contexto de aventurerismo o delincuencia propia de una cultura de revolución en las
costumbres se puso en diálogo aquí con incipientes ideologías, dentro de un contexto

42
Noticioso Orbea. Publicación de cartuchería “Orbea” Argentina S.A, Año XVII, Diciembre de 1959.
Buenos Aires.
43
El Atlántico, 18 de enero de 1961.
44
“Agria polémica en torno a la juventud extraviada” La Capital, 10 de diciembre de 1961.
político de proscripción y de nacientes facciones a derecha e izquierda. La muerte como
tal, se constituyó como una posibilidad concreta entre diferentes grupos juveniles,
facciones partidarias o experiencias guerrilleras, impulsadas todas por distintas
motivaciones ideológicas, pero protagonizadas por sectores medios y universitarios. En
1962 en medio de unas doscientas personas dentro del bar de una facultad porteña, un
grupo “vestido sencillamente con camperas”, comenzaron a distribuir panfletos. Uno de
los integrantes, convertido en orador improvisado, recordó los sucesos ocurridos en 1955
y los fusilamientos realizados por el gobierno de facto en junio de 1956 produciéndose un
altercado con consecuencias trágicas.45 Se trató de un hecho que, por su gravedad,
apareció en primera plana de los diarios por varios días. Las noticias dijeron que:

Una discusión entre grupos antagónicos terminó a balazos en el


bar de la Facultad de derecho y Ciencias Sociales cuando uno de los dos
bandos lanzó vivas al general Valle fusilado en 1956 y al ex tirano. Luego
de tomarse a golpes, los antagonistas extrajeron armas y efectuaron
varios disparos, resultando 6 personas heridas, entre ellos Melena, que
tiene un balazo en la frente y otro en el pecho siendo esta de estado
gravísimo.46

Lo cierto es que las acciones armadas comenzarán a tener objetivos políticos más
amplios entre los cuales la vuelta de Perón era uno más de ellos. Los asaltos a las
empresas, armerías o bancos, y el tradicional “levantamiento de autos”, tuvieron, a partir
de estos momentos las intenciones de acumular armamentos, experiencia y
financiamiento para una supuesta y futura guerra revolucionaria. 47 De a poco, se fueron
constituyendo comandos urbanos que pasando desapercibidos muchas veces como
grupos de delitos comunes, operaban en las ciudades buscando un impacto y un modo de
lucha alternativa a las pocas y frustradas experiencias guerrilleras campesinas que se

45
Según Envar el Kadri, Carlos Caride estuvo injustamente detenido entre 1962 y 1967 por el asesinato de la
estudiante Beatriz Melena en el acto de la Facultad de Derecho de la UBA. Citado en El Tranvía Revista
Digital de análisis Político y Cultural http://revistaeltranvia.com.ar (acceso 4 de mayo de 2014).
46
La Capital 9 de junio de 1962.
47
En el afán de disputar cuál fue el primer acto de guerrilla urbana la historiografía se ha preocupado por
conocer detalles de un hecho anterior al. asalto al Policlínico. Se trata del asalto al Instituto Geográfico
Militar, el 16 de junio de 1962. En este caso, la operación fue llevada a cabo por una “Organización” secreta y
anónima, fundada por ex militantes del Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR) Praxis que conducía
el intelectual Silvio Frondizi. Véase Rot (2011), pp. 16-21.
estaban dando en el país.48 La investigación posterior a una dura explosión de un
departamento en plena calle Posadas daba cuenta que un grupo de muchachos
preparaban pertrechos y armas para enviar al norte del país dejando en claro que había
quienes comenzaban a actuar no solo en Salta sino también en el centro de la ciudad.
El conjunto de este tipo de hechos configuró una cosmogonía delictiva que
paulatinamente fue asumiendo una versión política. La prensa argentina comenzó a
utilizar la palabra “terror” y “terrorismo” asociada al concepto de crisis de la juventud y a la
aparición de grupos guerrilleros que actuaban al amparo de cierta inestabilidad política del
país.
En 1965, la aparición de “materiales de subversión” destinadas al “terrorismo”, se
mezclaba en el relato periodístico con noticias de acciones propias del delito común
cuando una banda formada por nueve hombres y dos mujeres eran acusados de
mantener contactos en todo el país, pero también de ser los responsables de un robo de
gran cantidad de alhajas, secuestradas por la policía. 49 Los depósitos de explosivos, las
conexiones de la banda con “ramificaciones en el interior” se entremezclaba en el relato
periodístico con el delito común. Asimismo, en 1968 una de las revistas de mayor
circulación en la Argentina, dio cuenta de las transformaciones que este delito común
registró para los años sesenta al publicar que para la sección Robos y Hurtos de la Policía
Federal se estaría frente a una nueva moda: los atracos de bancos sin mayor violencia.
Lo interesante, además, es reflexionar sobre la justificación que esta pequeña nota hacía
sobre el tipo de delincuentes que la perpetraban al decir:

Además estamos frente a un hecho con grandes posibilidades de


éxito porque la mitad de la población está perfectamente preparada para
someter a una empresa semejante. Han cumplido el servicio militar en la
policía o en las FFAA. Participaron en grupos de choque que funcionaron
en los partidos políticos, sindicatos, organizaciones paramilitares (grupos
nacionalistas, judíos, católicos, y universitarios) que los ha familiarizado
con el peligro y el manejo de armas.

48
Sergio M. Nicanoff y Axel Castellano “Las primeras experiencias guerrilleras en la Argentina La historia
del «Vasco» Bengochea y las Fuerzas Armadas de la Revolución Nacional” Cuaderno de Trabajo Nº 29,
Buenos Aires.Centro Cultural de Cooperación ediciones del Instituto Movilizador de Fondos Cooperativos,.
Enero de 2004. Sobre el origen de la guerrilla peronista véase Salas (2003).
49
Continúan los procedimientos por la aparición de materiales de subversión, El Atlántico, 3 de marzo de
1965.
De manera que a mediados de la década ya se asociaba así a los jóvenes como
personas adiestradas en acciones de riesgo y manejo de armas fruto de experiencias de
vida propias de su generación como el servicio militar obligatorio o como evidentes
nuevos actores de la escena política nacional integrantes de nacientes organizaciones
armadas.
No era este un diagnóstico demasiado equivocado. Más bien era el fruto de una
serie de hechos que cada vez más mas cotidianamente mostraban una aceleración de los
hechos delictivos de orden políticos en manos de sectores juveniles de clase media
acomodada. En tiempos de aceleración de la historia quienes parecían no adherir a causa
alguna, en pocos meses podía verse envuelto en actos de reivindicación histórica propias
de actores plenamente involucrados con el devenir nacional. Muestra de esta vorágine es
el caso de una joven y moderna periodista, Maria Cristina Verrier. En febrero de 1966,
Verrier realizó una nota cuyo título y contenido rozaba permanentemente la ironía y la
acusación respecto del “enjambre de minúsculos grupos políticos de dispares ideologías
que proclaman la muerte de la vieja democracia y se anuncia como salvadores del país”.
El informe titulado “Ellos quieren salvarnos”. A través de ella la sociedad argentina tomaba
conocimiento de la existencia de que la Guardia Restauradora Nacionalista, (GRN)
originalmente creada dentro del grupo Tacuara tenían más de 200 activistas entre 18 y 25
años en el cinturón industrial, junto a otros grupos dispersos en el interior y que el
Movimiento Nacionalista Tacuara mantenía a su millar de militantes esparcidos por todas
las provincias Además se enteraban acerca de las diferencias internas entre ambas -
acusándose mutuamente de niños bien- y con el Movimiento Nueva Argentina (MNA)
encabezado por otro joven periodista, Dardo Cabo, hijo de un histórico dirigente
metalúrgico leal al peronismo.
Verrier los desvalorizaba y los definía como “grupos mesiánicos” que independientemente
de sus diferencias doctrinarias- marxistas, nacionalistas de derecha o de izquierda-eran
minorías conspirativas incapaces de “encausar sus ideas por las urnas y debatirlas en el
parlamento”. A los peronistas, los consideraba minoritarios pero bien organizados y
empeñosos. Sobre todo, acentuaba la diferencia entre el jefe, Dardo Cabo, de visible
superioridad intelectual, frente a los “belicosos e infantiles” militantes. 50 Se trataba de
Movimiento Nueva Argentina (MNA) de origen Tacuara y peronizados para esa fecha.

50
“Ellos quieren salvarnos”, Panorama Nª33, Febrero de 1966. Pag. 108.
El hecho es que luego del tono denunciativo, siete meses después de esta nota, Maria
Cristina participó como la única mujer del grupo que secuestró el vuelo 648 de Buenos
Aires hacia Rio Gallegos desviado a punta de pistola hacia las islas Malvinas por el jefe
Dardo Cabo, su entrevistado y futura pareja, en un acto de reivindicación nacional
peronista. Plenos de sentido patriótico hicieron flamear las banderas en las islas
usurpadas por los ingleses a los argentinos antes de ser detenidos. La sociedad en
general no quedó indiferente frente a estos episodios de radicalización y la prensa
acostumbró a la sociedad tempranamente, por a la asimilación de un lenguaje represivo
para resolver el problema juvenil. Un periodista opinaba ya en aquel 1966 una sentencia
en buena medida estremecedora cuando decía:
Ya no se pueden ignorar sus desmanes ni considerarlos travesuras de adolescentes (…).
Es cosa que atañe muy de cerca a la defensa nacional y a la paz de la población. Ha
sonado la hora cero para iniciar una operación de limpieza en la Argentina.51

Algunas conclusiones
Las conductas de buscarse entre iguales, de juntarse en barritas que con el tiempo se
politizaban, la organización de pequeñas bandas que violaban alguna ley, las riñas con
heridos, la seducción por las armas, fueron prácticas que aquí se analizaron para
comprender la delgada línea que separó el delito y la política dentro de un proceso de la
cultura política argentina de inestabilidad, participaciones limitadas y figuras prohibidas
como las de Perón. Sobre viejos enfrentamientos se entremezclaron nuevas prácticas que
los jóvenes aportaron con una revolución de sus costumbres. En diferentes episodios se
fueron trazando diferentes figuras juveniles que con buena cuota de rebeldía, se
entremezclaron entre aquellos quienes solo los excitaban la acción transgresora, con una
nueva generación de tacuaras con ánimo de peronistas, junto a los primeros apasionados
dispuestos a dar la vida por un modelo revolucionario. La vuelta de Perón al país o el
ensayo de un modelo cubano fueron las causas que condensaron esa filiación con una
violencia política en ciernes que implicó nuevos aprendizajes. El entrenamiento de esa
gimnasia revolucionaria, fueron la planificación de pequeños actos políticos, las
aproximaciones a algún objetivo y la capacidad para conseguir el transporte a partir del
robo de automóviles, las retiradas urgentes o corridas por agentes de seguridad o incluso
la naturalidad en su relación con las armas, como se ha revisado a partir de diferentes
casos locales y nacionales.

51
“Los Ejércitos del Terror”, Revista Panorama, la revista de nuestro …Op/ Cit.
Es decir, los avatares típicos de las rebeliones estudiantiles de orden continental, se
complejizaron con la proscripción del peronismo en el país y se entremezclaron con la
imitación y aprendizajes de parte de los jóvenes de prácticas de antigua data de la cultura
política argentina. Ese camino fue sembrado por actos de sabotajes, enfrentamientos con
la policía, robos y huidas. Aventuras y delitos que no pueden disociarse de una serie de
acciones de transgresión delictivas insertas dentro de un clima de revolución de las
costumbres de los jóvenes sesentistas.

También podría gustarte