La automedicación es la utilización de medicamentos por iniciativa propia sin
ninguna intervención por parte del médico. Esto suele ocurrir a menudo con
los medicamentos que no necesitan receta médica, ni prescripción. No
obstante, aunque un medicamento sea de venta libre, y no sea necesaria la receta
para su dispensación, no quiere decir que no sea inocuo para el cuerpo y no
pueda resultar perjudicial en determinadas situaciones, ya que no deja de ser un
medicamento.
Toxicidad: efectos secundarios, reacciones adversas y en algún caso
intoxicación. Falta de efectividad, porque se utilizan en situaciones no indicadas. Por ejemplo, la toma de antibióticos para tratar procesos víricos contra los cuales estos medicamentos no son efectivos. Dependencia o adicción. Enmascaramiento de procesos clínicos graves y consecuentemente retraso en el diagnóstico y tratamiento. Interacciones con otros medicamentos o alimentos que la persona esté tomando. Puede haber una potenciación o una disminución del efecto del medicamento. Resistencias a los antibióticos. El uso excesivo de antibióticos puede hacer que los microorganismos desarrollen mecanismos de defensa delante de estos medicamentos de manera que dejan de ser eficaces.
Al consultar al médico el paciente debe explicarle tanto
su sintomatología actual como las patologías preexistentes, pues de esto depende la dosificación escogida por el médico. Durante la consulta asegúrese de entender perfectamente la dosis indicada por su médico y los intervalos de tiempo entre dosis, verifique que la fórmula que su médico le entrega es legible y clara. En caso de realizarse automedicación el paciente debe reconocer la dosis adecuada para la utilización del medicamento, teniendo en cuenta la edad del paciente. Nunca se debe consumir licor u otros medicamentos sin la aprobación del médico tratante pues esto suele generar que la dosis del medicamento que actúa se incremente generando problemas de toxicidad, que en ocasiones pueden ser mortales.