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¿DE DÓNDE VIENE EL

H E T E R O PAT R I A R C A D O ?
Dijo un chino que, si conoces
al enemigo y te conoces a ti
mismo, no debes temer el
resultado de mil batallas.
¿Queremos acabar con el
heteropatriarcado? Comencemos
por comprender sus orígenes.
¿Cómo llegamos a este absurdo?
Si hoy vas al Museo de
Antropología, te encontrarás con
unas maquetas de cavernícolas
donde las mujeres cuidan bebés
y se hacen trencitas mientras los
hombres salen a cazar mamuts.
Hasta en Los Picapiedra se
reproduce esta idea de que los hombres primitivos salían a trabajar y jugar boliche mientras
las mujeres se quedaban en casa a limpiar, cocinar y hablar con sus electrodomésticos. Esta
tendencia del hombre moderno de imprimir sus costumbres sobre las civilizaciones del pasado
parece sustentada por la historia: Incluso en el Génesis de la Biblia aparece la figura del
patriarca, este señor de largas barbas que mantiene control absoluto sobre su esposa e hijas.
Desde esta historia escrita por hombres, parece que siempre ha sido así, que es el orden
natural de las cosas, pero la antropología dice lo contrario: Las excavaciones más recientes
prueban que las mujeres cazaban en igual proporción que los hombres y los bebés eran
responsabilidad de la tribu entera. La supervivencia era muy precaria como para andar
jugando a los roles de género.

«Prefiero morir que ver a mi vieja


fuera de su cueva»

Las primeras evidencias de que el


hombre y la mujer llevaban vidas
distintas no aparecen hasta mucho
después, durante la revolución agrícola,
“creerle. “Pero en las primeras
civilizaciones tampoco se puede hablar
de un patriarcado. En los textos más
antiguos del sumerio, sobre todo los
que van desde el 3,000 al 2,500 AC, las
mujeres están en todos lados: Además de gobernantes femeninas, encontramos un montón de
comerciantes, doctoras, escribas y burócratas; las mujeres eran tan libres como cualquiera de
participar en la vida pública. Tampoco existía una absoluta igualdad de sexos, aún había más
hombres que mujeres en todas estas áreas, pero sí se adivina una sociedad muy parecida a la
que tenemos hoy en día. Todo esto cambió durante los siguientes mil años. El lugar de la
mujer en la sociedad se fue erosionando lentamente y, hacia finales de la edad del bronce, en
1200 AC, vemos más familias patriarcales (con énfasis en la castidad y la virginidad
premarital), más mujeres secuestradas en harems y la pérdida total de la independencia legal
de las mujeres. ¿Qué ocurrió?

Guerra, esclavitud y matrimonio:


Uno de los responsables obvios es la guerra: Es
cierto, un estado más militarista suele imponer
leyes más severas sobre las mujeres y exaltar
valores masculinos como la fuerza y la
agresividad, pero esta explicación deja fuera los
motivos económicos de la guerra misma.
Cuando los sumerios controlaban un área,
imponían impuestos para generar un mercado
que financiara los gastos de su ejército. Los
pueblos conquistados se convertían en esclavos
de su propia tierra. Bastaba con una mala
cosecha para que los granjeros se vieran en el
dilema de endeudarse o morir de hambre. Si un
granjero adquiría un préstamo y no podía pagar,
el acreedor podía tomar su ganado, sus hijos o
hasta a su esposa. El destino de estas mujeres
solía ser la prostitución o el harem. ¿Pero por
qué esclavizar a la esposa y no al granjero? Ella
no adquirió ninguna deuda. En las ciudades antiguas, donde la tierra era escasa y la gente
abundante, era costumbre que la familia del novio le pagara a la familia de la novia una suma
para el banquete del matrimonio. Entre las familias ricas esto era una simple formalidad y el
dinero solía acabar en manos de la novia, pero entre las familias pobres (o sea, la mayoría de
la gente), se le pagaba al padre por una persona menos trabajando en el campo. Este pago no
significaba que estuvieran “comprando” a la novia (por ejemplo, no podías vender a tu esposa
después del matrimonio). El dinero en las primeras economías sólo se utilizaba como
reconocimiento de una deuda tan grande (la de una vida humana), que nunca podía ser
pagada. Esta red de deudas humanas era lo que daba forma a la sociedad. Todo esto cambiaba
cuando el esposo adquiría una deuda monetaria: Frente a la posible esclavitud de la esposa,
especialmente en las familias pobres, la relación doméstica de cuidado y protección se
convertía en un derecho sobre una propiedad que podía ser arrebatada. Entonces, el
patriarcado surgió del miedo, como un movimiento de resistencia contra la transformación de
las relaciones humanas en mercancía para las sociedades urbanas. Cuando los impuestos
subían o las cosechas eran malas, muchos granjeros huían de la ciudad antes de que su ganado
o sus familias les fueran arrebatados. En su éxodo, desarrollaban sistemas morales que
exaltaban la pureza y la autoridad paterna, en contra de los valores de los que escapaban.
Como prueba tenemos el Antiguo Testamento y el Corán, que hablan con desprecio de la vida
corrupta de las ciudades y la moral de los comerciantes. Para la historia, Babilonia es la cuna
de la civilización; para los nómadas y pastores que huían de ella, era un lugar de prostitución
y esclavitud.
«Babilonia la grande, la madre de
las rameras y abominaciones de la
Tierra.» Para bio de Tinder

Dentro de las ciudades, las mismas


mujeres contribuyeron a su propia
opresión con tal de mantener su
lugar en la sociedad. A mediados
del segundo milenio AC, este
mecanismo de guerra y deuda
provocó que el empleo más común
para las hijas de los pobres fuera la
prostitución. Para diferenciarlas de
las mujeres cuyo cuerpo no estaba a
la venta (mujeres casadas, viudas e
hijas de ciudadanos libres), las
leyes de muchas ciudades del
Medio Oriente comenzaron a
imponer el uso del velo en el
cabello. La pena para las prostitutas
que usaran el velo iba desde una
multa hasta los latigazos o la
mutilación de las orejas. Las
mujeres libres eran las más
interesadas en que esta ley se
cumpliera, ya que nadie quería ser
confundida con una prostituta. Hasta el día de hoy, si le preguntas a una mujer musulmana por
qué usa voluntariamente el Hijab, te dirá que es para demostrar su pudor.

Es curioso que esta manifestación


de “libertad” individual sea un
antiguo rastro de una opresión
colectiva.

Estos ejemplos pueden parecer muy


locales, pero son una pequeña
ventana a lo que ocurría en todas las
grandes civilizaciones urbanas de la
época. En China, por ejemplo, el
gobierno lanzó constantes campañas
para erradicar la esclavitud por
deuda, que generalmente terminaba
en escándalos por la aparición de
“mercados humanos” donde, hasta la
fecha, las familias más pobres
venden a sus hijas como esclavas.
En India, el sistema de castas hacía
que la diferencia entre ricos y pobres
fuera aún más institucionalizada: Los brahmanes y miembros de las castas más altas cuidaban
celosamente a sus hijas y las casaban con otros ricos mientras se burlaban de las castas más
bajas que, como dependían de la deuda para sobrevivir, enviaban predeciblemente a sus hijas
para las cocinas y burdeles de los ricos. No vayamos más lejos: El otro día llegué a casa de mi
familia después de la media noche y mi hermana, de veinte años, le reclamó a mi padre que a
mí no me regañaban por salir tan tarde. Mi padre, producto de su época, le contestó que “a él
no lo van a secuestrar para la trata de blancas.” Desde Sumeria hasta el día de hoy, la libertad
de las mujeres desaparece entre los culeros que quieren esclavizarlas y las familias que buscan
“protegerlas”.

No vayamos más lejos.

Pero las fuentes más detalladas del


surgimiento de este mecanismo se
encuentran en la antigua Grecia, donde los
mercados comerciales llegaron mucho
después que la palabra escrita:
En la Ilíada y la Odisea, leemos sobre una
sociedad dominada por guerreros
obsesionados con el honor y que no
confiaban en el comercio. El valor de los
hombres importantes se manifestaba en
seguidores y tesoro. Los pobres existían,
pero la sociedad cubría sus necesidades
más básicas a través de esta red de “deudas
humanas”. Todo esto cambió con la
llegada del dinero. Igual que en Medio
Oriente, las monedas se inventaron para
cobrar impuestos y financiar ejércitos.
Pronto, cada ciudad-estado comenzó a
acuñar sus propias monedas como señal de independencia y, al rato, ya se usaban para todo
tipo de transacciones. El Ágora, que solía ser un lugar de comunidad y debate, se convirtió en
un mercado. ¿Y quién lo diría? La economía comercial ocasionó una crisis de deuda que,
como Aristóteles describió, en
su Constitución de los Atenienses, hizo
que  “(los pobres) junto con sus esposas e
hijos fueron esclavizados por los ricos.”
En Grecia no había un desierto al cual
escapar, pero había democracia. El
descontento de los ciudadanos pobres dio
paso a un largo desfile
de dictadores, demagogos y populistas,
que llegaron al poder bajo la promesa de
acabar con la esclavitud.
“Y hacer a Atenas grande otra vez.

El problema es que no acabaron con ella, más bien la exportaron. Los hijos de los pobres
fueron hechos soldados y enviados a fundar colonias que llegaron desde Marsella hasta
Crimea. Desde todas esas costas extranjeras, llegaron a Grecia multitudes de esclavos que
generaron una abundancia tal que hasta la plebe podía participar de la vida política y cultural
de la ciudad. Esto ocasionó que las viejas clases aristocráticas desarrollaran formas de
separarse de lo que ellos consideraban “la corrupción moral” de la sociedad. De los nuevos
ricos, pues. Se crearon códigos de honor que desdeñaban el uso del dinero y las prácticas de
los ciudadanos comunes: un hombre respetable debía ser capaz de generar en su propiedad
todo lo que necesitaba para vivir; se valoraba más el atletismo que los juegos de azar de la
plebe y los metales preciosos se reservaban para ser usados como regalos para sus otros
amigos aristócratas. El efecto en las mujeres fue mucho más severo, ya que su sentido del
honor se definía casi completamente en términos sexuales: Las aristócratas atenienses debían
ser vírgenes, modestas y castas. Las mujeres respetables debían permanecer encerradas en
casa y, si salían o participaban de la vida pública, eran consideradas poco más que prostitutas.
En Atenas, el uso del velo no era ley, era algo peor: costumbre. Si una mujer se veía en la
necesidad de salir en público, ella misma se aseguraba de cubrirse el pelo para no ser
confundida con la plebe.

“Los velos cambian, la gente


no.”

Entre los ciudadanos comunes,


como suele ocurrir, las prácticas
de la aristocracia eran tan
criticadas como imitadas. El uso
del velo y la reclusión de las
mujeres pasaron a ser sinónimo
de pudor y virtud. La
pederastia, en cambio, solía ser
el modo en que los jóvenes
aristócratas eran iniciados en la
vida política; como esta práctica
no tenía función para los
ciudadanos comunes (y porque
no puedes decir
heteropatriarcado sin hetero) el
sexo entre hombres pasó a ser
mal visto y, en muchos casos,
prohibido.
¿Y todo esto por qué nos importa en el
Siglo XXI?
Dicen que la historia no se repite,
pero a veces rima.

Hoy tenemos una multitud de


movimientos feministas que
trabajan por deshacer seis mil
años de opresión, y lo celebro. El
heteropatriarcado parece ser el
gran enemigo a vencer, pero creo
que la historia nos demuestra que
es sólo un síntoma de un mal
mucho mayor. ¿Se puede hablar
de feminismo cuando mandamos a
fabricar nuestras playeras de
“Men are trash” por niñas
taiwanesas? Algunos sectores del
feminismo defienden la
prostitución bajo el argumento de
“yo hago lo que quiera con mi
cuerpo”, pero no sería la primera
vez que la defensa de las
libertades individuales contribuya a la opresión masiva. Se dice que “para muchas mujeres, es
el único modo de salir de la pobreza”, ¿pero qué tal si construyéramos un sistema en el que la
pobreza sea imposible? Cuando celebramos que cada vez hay más mujeres en el ejército o
como CEO’s de una corporación, se nos olvida que trabajan para esas mismas estructuras que
defienden el panorama de violencia y desigualdad que convierte a todos los seres humanos en
mercancías. Beyonce es Queen y
empodera a las mujeres, etc. 

Pero sigue defendiendo esta cultura de


individualismo y riqueza material que
ha producido esclavos desde tiempos
de Gilgamesh. Tampoco digo que “ni
machismo ni feminismo, pendejismo”.

A corto plazo, sí, es urgente reeducar a


los vatos que crecieron viendo a Los
Picapiedra y piensan como
cavernícolas; pero pensemos más allá
del presente inmediato. ¿Cómo
hacemos para dejar de pelearnos y
construir una sociedad más libre,
juntos? ¿Cómo recuperamos esa red de conexiones humanas que le daba forma a la sociedad
antes de que la cambiáramos por dinero?

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