Está en la página 1de 81
1a Eric Wilson ASESINATO EN EL ANADIAN EXPRESS iii “TOM AUSTEN UNUUCRACIO CANADIENS (QUE ACAUA OE TERWMNAR EL CURSO [ESCOLAR IAA INEL CARMAN EXPRESS. [ESTE SERROCARUL, FL Of MAYOR FRECOMRIDO DEL MUNDO (4.439 KLOME TROS), SALE OUAUANINTE DE MONTREAL °Y EMPLEA TRES OLAS EN LLEGAR & SU DESTINO. VANCUVER, ON KL VIANE SE CCOMETE UW ASESDUATO:LA BELLA ESPOMA DE UN RANQUERO APARECE APURALADA OW AUSTEN, HLJOOE UN JEFE Ox POLCIA "Y LECTOR EMPRDERUIDO DE NOVELAS. POLIEAEAS, EMMIEZA A RVESTOAR POR SUUINEAPARADESCUBRIAAL ASESRO. VIVE UNAS BITERESANTES AVENTURAS, ‘eo IESG NELUGO DF Su PROPIA OA IE watson ES “TOR CANADIENSE TIENE DOS GRANDES LUTERATURA MFANTILYAVENI, OENTRO 1 STE ULTIMO CAMPO Ha GULTWADO! CCONENTOLANOVELAPOLIGINCA AESTE ‘ENERO PERTENECE ASESIMATO EN EL ‘CANADIAN EXPRESS LOS SIDS PROTA CGONISTAS APAREGEN EN TERROR EN WINNIPEG YEN PESADILLA En caLECHION, A PARTIR DE? ANOS EL BARCO [awemgmae DE VAPOR Asesinato en el «Canadian Express» Eric Wilson Traduccidin de Pedro Barbadillo 7 deve, a tO. scom o' bare ramen ofc epimive £82 Cadena tne edi: 2010 ivecce eink Els Aguiar Igatrasonce Tae MAGN (Cuber: Ang! Exctan| Til erga Manon he Can blade lgatrrapoe The Bley Head Lad, 1976 © delve rt Hanh Win 19° 1 elastance The Rody Hed. 1976 © Edin SM 1982 Tenpencres? Unrsarn Prd del En 254 olde Mone Madea Sones eL9o0 12433 ins 902 241222 mail: dientoegrupesmecn SANTA SUNIL epsitelejal 17049-2000 Impresen Epa / Pod on. (Gahegra Inkvarias Gifias, SL 28977 Caarrobudlos (Mri dann omnia pitino we inde cone nucrnson del A mis padres, com amor EI Canadian Express sale diariamente de Mon treat, para efectuar un viaje transconsinencal de es dias de duracién, por la linea de ferrocarnl panorémica més larga del mundo. En Sudbury se une con otro en que sale de Toronto. Prowisto de vagones con mirador panordmtco, de coches-cama y vagon-resteurante, se dirige hacia el veste, a través de tas sas tierras de culeivo de Ontario, atravesande enormes Hanuras y bor- deando las impresionantes Montatias Rocosas de Canadé, coromadas de nieve, en divecciin a Vaneiiver, en fa costa del Pacifico. En total, el viaje, de 4.633 kelimetros, dura setenta y una horas y treinta y cinco minutos, Al mismo tiempo, otro Canadian Express sale todos los dias de Vanciiver en direccign al este, Dentro det paquete, algo hacia tic-tac. Una bomba, Si, Tom estaba seguro de que se uataba de una bomba. Observ6 el. envol- torio de papel en el que no habia nada es- crito, y acered su cabeza. Tie-tac, ti Asustado, rrotada estacién de ferrocarril. {Qué hacer? Si gritaba , podia cundir el pa nico y la gente saldria corriendo hacia las puertas, donde las mujeres y los nifios mo: Tirian pisoteados y aplastados. Tam observe de nucvo ef paquete que ha bia aparecido misteriosamente junto a su maleta, unos minutos antes, cuando fue al servicio. Su aspecto era inofensivo, pero aquel tic-tac indicaba que podria ser mortal. Tom vio un hombre, con uniforme de re ac om dirigié su vista a la aba visor, que cruzaba la estacién, Corrié, hacia al, abriendose paso entre la gente que aguar- daba para subir al tren, y le sujet por el brazo. (Por favor, sefior dijo jadeando-, venga enseguidal El hombre miré a Tom;con unos grandes ojos azules, aumentados por el grosor de las gafas. (Qué? -dijo, levindose una mano al ido. —jQue me ayude! -dijo Tom, temeroso de gritar que se trataba de una bomba. El hombre movié la cabeza. —No te oigo, hijo. La esta siado ruidosa. El revisor parecié perder todo interés por Tom y se puso a escribir en una libreta de notas, Durante un segundo, Tom pensé mar- charse y ponerse a salvo, pero, de repente, le arrebato la libreta y salio corriendo. —jEh! jTat Diablost -grito cl hombre. Muchas caras se volvicron al verlos pasar como una flecha. Tom con su pelo rojo, y el revisor tras él. Aquel hombre era buen co- rredor, y casi habia dado aleance a Tom cuando este Meg junto a su maleta. 8 iém cs dema- El paquete habia desaparecido imposible! Tom levanto la maleta cando la bomba perdida, y en aquel man to Hlegé el revisor sujet a Tom, —jMocoso! Se produjo una cnorme confusién, El re visor arraneé la libreta de notas de la mat de Tom y los curiosas se agolparon mirando. Un perro comenzé a ladrar y Tom, de pron: to, encontré la bomba En las manos de Dietmar Oban. Si, el ri- yal de Tom sujetaba el paquete con una mi- 9 rada. ir en su rostro, al tiempo que se abria paso entre Ios: mirones. Tom habia sido engafado y comprendi6 que la -bomba- no era sino wn viejo desper- tador. Averganzado, levant6 la mirada hacia ‘el revisor. —Por favor, sefior -dijo amablemente-, pucdo explicarselo todo. Voy a llevarte a la policia Si, per Desde arriba, un altavoz anuncié: , En francés en el original. (N. TE) Tom se encogié de hombros. Miré Jos ob- jetos plateados y de porcelana que tintinea- ban por el movimiento del tren y luego abrié la carta, : —iOh, no! -dijo-. Esta en francés. Jus de fruits’ —leyo Dieumar, luchando con las palabras-. Quiere decir que solo hay amos de frutas para desayunar? —Aqui esta en inglés -dijo Tom, senalan- do otra parte de la carta-. Yo voy a tomar cereales con leche, tostadas y cafe. —A mi no me gusta ef café. =A mi tampoco, pero parece mejor cuan- do lo ves escrito en la carta, -Reparé en un block pequefio y un lipiz que habia dejado sobre la mesa cl sonricnte camarero-. Creo que tenemos que escribir aqui lo que que- remos tomar. Cuando sc inclinaba sobre el block, Tom percibio el olor de un perfume. Levanté la vista, con el corazén latiéndole de emocidn, y vio que se acercaba la mujer guapa. Ob- Servé, con gran sorpresa, que el catmarero La Hevaba directamente hasta su mesa, que apartaba una silla para ella, y colocaba al * <2umos de frutas-. 43 marido: fr Dietmar, Después coms la orden de Tom y se marché, La mujer mité a Tom, que se puso rojo Furioso consigo mismo, bajo la vista, simu: lando leer Ia carta. (Parlec-vous fran ‘Tom levaneé 1a vista (Que? EL hombre sonrié —Le preguntaba si habla francés. He visto que Ieia la parte de la carta que viene cn francés. dijo cl marido, —(Oh! -dijo Tom, con la cara atin mas roja, sintiendo los ojos de la mujer Fijos en al-, {Francés? Si, bueno, quiero decir... oui. Dicumar se eché a reir —Austen atin no habla ni siquiera inglés La verdad es que todavia eva pafales La mujer se rié di Ila broma y Tom le arred un puntapié a Dietmar por debajo de la mesa, pero erré el golpe. alargé la mano a Tom, lamo Richard Saks -dijo-, Esta es mi mujer, Catherine, Tom estrecho la mano del hombre, din EL hombre le (Habla usted francés? “4 dose cuenta, por su aspecto, de que no estaba Debido. Se fijo en su pelo castaio oscuro y ‘en su bigote, y se volvié timidamente a la mujer. —Me llamo Tom Austen -dijo-, y este es mar Oban. —Encantada la mujer bostez y abrié su bolso, de donde sacé una pitillera de oro y tuna boquilla. Colocd en ella un cigarrillo ys Hevé Ia larga y elegante boquilla a los labios. — Qué vas a tomar, princesa? ~pregunté Richard Saks a su mujer. —Cafée. Tom sonrié para si, eneantado dé haber tambien café. Cuando la mujer se vol- vié para mirar la ventanilla, pudo observar los diamantes refulgentes que Ilevaba en los dedos, el collar de perlas sobre el jersey ne- gro, y el maquillaje alrededar de sus ojos ma- ravillosos. — Sabe usted si esas perlas son aucénti- cas? —pregunts. Catherine le mixé asombrada, — Que? —Yo sé un método para distinguir si las perks son verdaderas: se frotan contra los 4s dientes, Si son falsas, resbalan, pero si son finas, raspan ~Tom se detuvo, sintiéndose un estipido bajo la mirada de aquellos ojos azu les; lucgo aclaré-: Lo he leido en una novela policiaca, — (Crees que yo iba a llevar perlas falsas? -pregunté Catherine Saks, acariciando las perlas con sus ufias punciagudas. —No. Yo... —Olvidalo, cabeza de chorlito dijo Diet- mar-. Es que se cree un gran detective, como los Hardy. —Yo lei todos sus libros cuando era joven -dijo Richard Saks-, Son estupendos, ‘Tom sonrié agradecido. Llego un camare: ra con el cereal, y Tom vertio sobre él un poco de leche de una jarrita plateada. Tenia tun hambre atroz, No qucriendo quedarse embobado ante la belleza de Catherine Saks, se puso a mirar a través de la ventanilla el campo que se des- izaba ante su vista. El tren pas6 trepidando junto a una laguna azul, haciendo levantar el vuclo a una bandada de pajarillos negros que estaban posados en una vieja valla, me- dio cubierta por Ins aguas. Tom se sintié mejor, y estaba tratando de reunir el coraje 46, suficiente para dirigirse a Catherine Saks, euando se le adelanté Dietmar. — (Es usted modelo’ —No -dijo Catherine, sonriendo-, Por qué lo preguntas? —Porque es usted muy guapa Catherine Saks resplandecia cuando se di- rigié a Dietmar. — {Lo exces asi? Eso es muy halagador. La verdad es que trabajé una vez en el cine. —|Caramba! -dijo Dietmar de cine! —Bueno, no exactamente una estrella Tuve una pequefia intervencién en una pe- Ticula titulada Mi pequerio gatito. {No la has visto en television? —Oh, si, claro! -dijo Dietmar-. jEstaba usted magnitical Tom miré a Dietmar, sabiendo que men. tia, y le envidié por lo Ficil que le resultaba hablar con Catherine Saks. —jHa estado usted en Hollywood? ~pre- gunté Tom. —Si -respondié ella, mirando atin a Diet- mar-.. Pero me cansé de aquello y volvi a casa, en Winnipeg, con una amiga mia que na estrella 47 también habia estado trabajando en Holly- wood. Las dos entraron a trabajar en mi Banco “intervino Richard Saks-, y no tardamos mucho en casarnos Catherine y yo, —Miré a su mujer con adoracion, pero a Tom le pa recié que no habia demasiado amor en la mirada que ella le devolvid, No echa usted de menos ser estrella? -pregunté Dietmar. ‘Ya lo creo que si -respondi6 Catherine. Durante un minuto permanecié con la mi- rada perdida y luego prosiguié con voz tran- quila-: Si fuera libre, de nuevo volveria, sin dudarlo, a Hollywood, Mientras ella decia esto, Tom miraba a Richard Saks, y percibié una ligera contrac- cién en su rostro, No era raro que bebiera, sabiendo que su mujer queria liberarse de su matrimonio. — ;Dende van ustedes? ~pregunts Tom a Richard Saks, intentando cambiar de tema, A. Victoria ~respondi6 el hombre, con cara de contento-, Catherine necesitaba unas vacaciones después de la tension a que ha estado sometida iltimamente, —;{Por qué? ~pregunté Tom. 48 —No 3 nada dijo Catherine, con un rono de voz que indicaba claramente que no era asunto de ‘Tom, Richard Saks rodeé a su esposa con un brazo. —Ahora no tienes que preocuparte por ello -dijo, dandole un beso, al que ella res ndié poniéndose rigida Pfam ‘se estaba hartando de Catherine Saks. Mird el cafe que le habia traido el ca. marcro, se Ilevé Ia taza a los labios, pero & sabor le results amargo. Se levanté Richard Saks y abandoné la mesa, Por su parte, Dietmar y Catherine Saks podian pa: sarsc toda cl dia dici¢ndose tonterias uno al otro. —Su cuenta, sefior dijo el’camarero son- riemte, alargi —jOh, si! -mientras sacaba unas monedas del bolsillo, se fijé en que el seftor bajo y gordo dejaba su mesa y se acercaba a hablar con Catherine Saks. Sonriendo al ver la ex presién cclosa de Dietmar, abandond Tom el vagon-restaurante. sonrid a 49 EN ex COcHE-CAMA siguiemte, la pucr- ta de uno de los departamentos estaba abier- ta, Tom se asomé y vio a un mozo que es- taba quitando las sibanas de Ia cama, —jHola! dijo Tom-. ;Paedo ver como es un departamento por dentro? —Desde luego dijo cl mozo. Era muy alto y sonrié a Tom tras unas gafas de mon- tura negra-. Me llamo Dermot. Tom le dio su nombre y le tendié Ja mano. Se fijé en un cuadro que habia en la pared, que representaba un rio que corria entre 1o- as. Habia un lavabo con un espejo y un gei- fo, un altavoz para escuchar musica y un pe~ quefio cuarto de baiio. —{No hay asientos? Claro que si -contesté Dermot, al tiem Po que recogia Ia cama contra Ja pared, lo 51 que dejé al descubierto dos butacas plegadas. Con un rapido movimiento, las abrié —jEstupendo! -dijo Tom, sentindose-, aBs usted estudiante? g este es mi trabajo de verano. Duran- te el curso estudio en la Universidad. —Me gustaria hacer lo mismo cuando sea mayor. Es divertido? i que lo es. Y, ademas, uno conoce gen: te rara, como ese mozo viejo de su vagon, —{Qué tiene de raro? —Dicen que fue boxcador profesional y que, en un combate, le pegaron tan fuerte que estuvo en cama varios meses, Se recu- peré, pero quedé un paca sonado. — (Qué le ocurre? —Me han dicho que a veces tiene, arre batos violentos cuando pierde ¢l control de si mismo, Parece ser que una vez se peleé con un revisor y lo lanzé por la puerta de un tren en marcha, —{Carambal -dijo Tom, notando que los pelos se le ponian de punta. Eso es horrible. —Bueno, no sé si seri verdad, pero yo procure tener cuidado con ese tipo, -Dermot sonrié a Tom-. Bien, sera mejor que siga con mi trabajo. 52, & —jOh, claro! -dijo Tom, poniéndose de je. Salié al pasillo, lamentando haber olvi- dado darle las gracias a Dermot. Qué su- cederia si el mozo viejo le agarraba en mitad de la noche y Io lanzaba fuera del tren? Solo de pensarlo se estremecié y se pregunt6 si no ser Eeineor cambiar de litera con Dietmar para que el mozo sc equivocara de person ‘Afortunadamente, el mozo no estaba por alli cuando Tom Hlegé a su vagén. Las literas habian sido recogidas y se senté al sol, de jandose relajar por el calor de sus rayos. Al ‘otto lado del pasillo, la s resoplé con fuerza y destapé con grandes as pavientos la caja de pastas. — (Vieja rosiosal -dijo Tom para si, Se puso'a mirar por Ja ventanilla y vio que cl tren se aproximaba a un pequefo grupo de Arboles, a cuya sombra pastaba un caballo, que se espantaba las moscas con el rabo. Lue- 0 aparecié una casita de madera y Tom vio tuna chica sentada en los escalones de la en: trada, mientras el aire agitaba su cabello, Al pasar el tren, saludo con la mano y Tom estaba seguro de que Ie habia saludado a él. Enseguida desaparecié de su vista. Tom se inclin6 contra el cristal de la ventanilla in fiora de las pastas 3 tentando verla de nuevo, pero la casia habia desaparecido ya. Se senté de nuevo, pregun- tindose quién seria la chica, sintiéndose a un tiempo triste y alegre por haber compartido: juntos aquel momento. Dietmar venia. Tom le oyé hablar con Catherine Saks en el pa- sillo, y su vor le parecié poco amistosa. Ce 116 los ojos, fingiendo estar dormido, y mi nutos después lo estaba realmente. Cuando se despert6, se incorporé y cogié tun libro y un paquete de chicle. Después de tun buen rato de lectura, Dietmar y él 10- maron una hamburguesa con queso en el pe quefio restaurante que habia debajo del mi: rador; luego subieron a este y charlaron ani- madamente mientras contemplaban el paisaje. EL BAJAR y subir al tren en las estaciones, para curiosear, les abrié el apetito y tomaron tuna espléndida cena, cuyo plato fuerte fue una gran racin de jamién de Virginia ', Luego se " Jamén curado en azdcar morena, (NT) sa encaminaron al dltimo vagon del tren para jugar al bingo. El juego tenia lugar en el coche mirador, y parceian estar alli todas las personas que habian conocido en el tren. La primera per sona a quien Tom vio fue la sefora de las pastas, que solo hizo un ligera saludo a Dietmar; a su lado se sentaba el hombre bajo y gordo, cuyos hombros estaban Henos de easpa, ‘A Tom se le cay el alma a | aquellas dos personas, pero se animé al vvisar a la sefiora anciana, que le indicaba por seas una buraca vacia a su lado. Mier se dirigia hacia clla por el pasillo que f maban. las butacas, colocadas en dos. filas frente a frente, divisé al hombre del maletin, ‘euyos ojos no se apartaban de ‘Tom Simulando ignorar La mirada de aquel hombre, Tom se sent6 y sonrié a fa anciana. EI sol de la tarde daba cierto atractive a su pelo blanco, pero a Tom no le ageadé mucho el excesivo maquillaje que se habia aplicado. Hola! -dijo sonriendo-. Me llamo Tom Alsten, —Y yo soy Ia sefiora Ruggles -dijo la an ciana, sonriendo a su vez pics al ver —,No tiene ninguna chocolatina? ~pre- guntd en broma Tom. —jPicaro! -dijo la anciana, moviendo un dedo-. Te va a quitar el apetito, —Ya he cenado -respondié Tom. —Entonces te quitara la ganas de desa yunar. Dietmar, que habia tomado asiento frente a ellos, movi6 la cabeza —jMala suerte! -murmuré. Ignorando a Dietmar, la sefiora Ruggles abrio el bolsa y sacé una bolsa de papel. Le ié un bombén a Tom y lucgo le ofrecié al hombre del maletin, que estaba sentado a st izquierda. —Geacias dijo el hombre, tomando un bombon grande. La sefiora Ruggles se incorporé de su asiento y, cojeando, fue afteciendo bombones a todo cl mundo, sonriendo feliz cuando al- guien elogiaba su calidad. Al llegar a Diet- mar retiré ostensiblemente la bolsa y se sir- wid ella misma, Dietmar se puso rojo. Era la primera ver que Tom veia azorado a Dietmar, y se alegré. Le guifo un ojo y se volvié a mirar por Ia 56 ventanilla. Al hacerlo now que cl hombre del maletin seguia mirindole Esta vez fe devolvié fa mirada y el hom bre desvio la vista, Qué pasaba? Intrigado, Tom abserw Icjania 1a puesta del sol, que dejaba tras sium ciclo bellamente su eado de Franjas rojas, naranjas y amarillas —jTomen sus cartones para el bingo! -dijo una vor. ‘Tom se volvié y vio a Dermot. Sonricnte, al mozo joven y alto repartié los cartones para el juego y luego preparé un bombo de varillas metilicas que contenia unas bolas de ping-pong numeradas. Hixo girar el bom bo y sach una bol —Namero nuev dig ha hecho bing Todos rieron Ia gracia. Mientras el mozo hacia girar de nucvo el bombo, se eyé un alboroto en el bar, que cra un local que ha bia cn la parte delamera del vagén. —Niimero setenia y nucve -dijo De elevando Ia vox por encima del ruido pro veniente del bar. Se oyé un grite de enfado y Tom revo. nocid la vor de Richard Saks. anuncié Dermot-. {Na —iFuera de aqui! -gritaba-. jNo quicro verte! Dermot intencé seguir el juego, cantando animadamente otro ntimero, pero todos mi- raban hacia el bar. Hubo una pausa y lucgo vieron a Catherine Saks que iba por el pa sillo y salia del Es la rubia esa —dijo la sefiora de las pas tas a su marido-, Ya te dije que era una fresca, EL hombre bajo y gordo la miré con desdén —Pucs a mi me parece encantadora ~dijo. —Estoy de acuerdo con usted -dijo Diet mat, que, a continuacién, mir hacia la sefiora de las pastas~. Ademas, ha sido estrella de cine, ¥ apuesto a que usted no Io ha sido nunca. Antes de que la sefiora de las pastas wu viera tiempo de expresar su opinion acerca de las estrellas de cine, la sefiora Ruggles, se dirigio 2 Dietmar, sorprendida. — Estrella de cine? Quién ha —Ella La sefiora Ruggles chasqueé los labios y movié Ia cabera — Estrella de cine? (Si solo tuvo un pe- queio papel en una pelicula! —iPues ¢s0 ya es algo! -Dietmar se levan- (6 y arrojo su carton de bingo-. {Por qué 58 ho eso? est todo el mundo tan nervioso esta noche? JEs que hay tuna lena? —Yo le explicaré la causa de todo -dijo el hombre del maletin-. Es ese borracho. Saks. No es una buena persona — {Como sabe usted su nombre? —pregun: 6 Tom. La pregunta parecié. desconcertar al hombre. —;Cmo? Lei un articulo en ef periddico, en las notas de sociedad, Decia que el scitor y Ia sefiora Saks se iban de vacaciones a Van- caver, —A Victoria -dijo Tom, mirandole fija- mente a la cara, —Bueno, esti bien, me equivoqué. Demort hizo girar vigorosamente el bombo. —iSefiora y sefores! ;Podemos seguir? Tengo unos premios maravillosos para re. partir, como un formidable fin de semana para dos personas en la playa. El hombre bajo y gordo sc levant6. —i¥a estoy harto de esto! -dijo, dejando abajo su cartén y abandonando el vagén. —iTiene gracia! —la sefiora Ruggles paseo Ja mirada sabre los otros pasajeros-. No sé a 59 ustedes, pero a mi, toda esta tensién me des. troza los nervios. Lo siento, sefora -dijo Dermot, sonricn: do_después-. Bueno, vamos a divertirnas! El juego prosiguid sin mas interrupeiones, y Tom se alegré cuando la sefiora Ruggles, nerviosisima, levanté su carton y canto: iBingo! Recibié come premio una novela © insistiG para que Dermot aceptara dos bom- ‘bones. Luego, se levanté, —Hay que retirarse cuando uno gana lijo, cogiendo el baston-. Buceas noches a todos 60 las aumentada su dificultad p» balanceo del tren. Dermot aguard6 cortés mente a que se marchara y luego anunci6 otra partida Tom se cambié- al asiento que habia oe pado la sciora Ruggles y miré al hombre misterioso, — Qué Hleva usted en ese maletin? —pre gunto. El hombre se volvi6 dudar y luego respondi6: Aunque no lo crea, en este maletin solo ora Ruggles se alejé tamba a andl por el acia Tom, parecié hay papeles EL hombre permancew ser, Tom no se ereyé aquella histor Observé el maletin y la cade las esposas. —Deben ser papeles muy valiosos Pueden vaier un millén de dolares. Tom movia la cabeza fingiendo sentirse impresionado. Sabia que aqucl hombre mentia, pero no se le ocurrié ninguna otra pregunta que le permitiera descubrrir la ver~ dad. Tenia mucho que aprender antes de cgar a ser un profesional come Frank y Joe Hardy. muy. seco. que unia ol Numero treinta y ocho! ug algunas partidas mis, sin ganar, ¥ pronto empezaron a pesarle los pirpados, EL misar a través de la ventanilla le hacia sentirse solo, Bostezando, se levant6, Le dio las gracias a Dermot y cruz6 el vagon, echando al pasar un vistazo al bar, para yer si Richard Saks continuaba alli El hombre estaba sentado junto a una mesa pequeiia, con el rosteo aborargado y los ojos £ojos. Vio a Tom y agité una mano ten blorosa. Hola amigo! -dijo con vor pastosa, —jHolat -dijo Tom-. Como esta usted? —No muy despejade. ¥ usted? —Muy bien. He perdido al bingo. (Otro perdedot dijo Richard Saks, moviendo la cabera. Levanté el vaso y bebié un trago, pero aquello parecié entristecerle aiin mas-. Acepte ini consejo, amigo, y no se ‘case nunca con una mujer hermosa. —Si, sefior ~dijo Tom-, |Bueno, buenas noches! —No lo serin para mi -dijo con voz triste Richard Saks, mirando al vaso. ‘Tom siguié su camino por el tren, El en- 2 cuentro con Richard Saks habia ahondado ‘su sentimicnto de soledad, y se alegré al Ile gar a su departamento, Al meterse entre las ‘blancas y limpias sébanas de su cama se sin ti6 un poco mejor; 1a locomorora lanz6 un bido en la noche oscura y Tom se sumid en un suefio agitado. Le desperté un grito. ‘Tom se incorporé en fa cama, asustado. Lo oya de nuevo; era un grito terrible de an gustia. Se puso los pantalones y descorrié las cortinas de su litera, En «1 pasillo todo es taba tranquilo y por un momento dud6 si no habia sido una pesadilla, Pero encontes a , entre las cortinas de su litera, la cara de la sefiora de las pastas. —Qué ha sido ese grito tan horrible? —pregunt6 con la cara livida. —No lo sé -respondié Tom-. Voy a ave riguarla otro grito, seguido de unos sollozas wife y Tom salio corriendo hacia el lugar de donde provenian, Al doblar la es quina del pasillo que conducia a los depar tamentos, se detuvo horrorizado, Frente a él estaba Richard Saks, sosteniendo en Las ma- nos un cuchillo manchado de sangre. 63 Ricttarn sats estaba llorando. —{Mi princesa! -sollozaba-. jMi princesa esti muertal Micnttas las lagrimas corrian por sus me- jillas, Richard Saks no apartaba la vista del ‘cuchillo ensangrentado y, por un momento, Tom crey6 que iba a suicidarse. Pero solté el suchillo, que cayé al suelo, y se apoys Ilo: rando contra Ia pared del p. Tom se accre6, con <1 corazon a punto de estallar, y vio que la puerta del departamen: to de la sciiora Ruggles estaba abierta, Ei y la vio, apoyada en su bastén, con la cai livida por la impresi —Sefiora Ruggles dijo Tom-. {Esta usted bien? La sefiora Ruggles se estremecid. —Gracias a Dios que has venido ~mur- 65 mur He estado gritando pidiendo ayuda Por favor, auxilien a esa pobre mujer. ‘Tom asintié, En ese momento se oyeron unas pisadas rapidas por el pasillo y unos gritos confusos, Tom se volvié y vio al mozo Viejo que sujetaba a Richard Saks y le hacia caer al suela. Luego, el hombre bajo y gordo se acercé a Richard Saks y le grité ala cara —jEsta usted loco! -grito-. {Qué ha hecho? EL marido de a sefiora de las pastas, que evaba puesto un batin, se dirigié hacia la puerta del departamento Cy miré dentro. ~exclamé con vor entrecor .. {Es horrible} cerré Ia puerta y se dir jMerece usted que fo maten! -Le grité-. {Cémo ha sido capaz de matar a una pobre ‘mujer? iNo! -murmuré Richard Saks. Su cara estaba pilida y tenia unas senles rojas. como si le hubiesen golpeado-. No. no! Para entonces el pasillo va estaba Hens de pasajeros que empujaban ys apretujahan tratando de ver lo que habia sucedido. on dose cuenta de que postin pisotear s&h 66 chard Saks, el mozo le obligé a incorporarse ¥ le puso contra la pared, Al incorporarse el sefior Saks, Tom vio el cuchillo en el suelo. —jTiene un pi mozo. El hombre asintié y sac uno del bolsillo. Tom se arrodill6, observando la fuerte hoja y.el mango del cuchillo de eaza, y lo envol vid cuidadosamente en el patiuclo, Levanté la mirada y wio cerca de él el rostra de Rit chard Saks, y pereibid el olor agrio a alcohol de su aliento. —\No! -dijo Richard Saks con mirada de elo? le pregunts al 67 . |Na, amigo! {Yo no he-sido! mbustero! EI hombre bajo y gordo: levanté la mano como para golpear a Richard Saks. (Yo le obligare a decir la verdad! Tom se acercé a Richard Saks, intengando protegerle de algin golpe, pero alguien sujet la mano del hombre bajo y gordo. Tom se valvié y vio a un hombre alto con uniforme de revisor, Bueno -dijo el revisor-. ¢Qué pasa Todos contestaron al unisono, pero el re- visor no parecié darse cuenta de la realidad hasta que Tom desenvolvié el paiuelo y le enseié el cuchillo ensangrentado, Inmedia- famente se puso en accion, empezando por despejar el pasillo de espectadores y condu: ciendo a Richard Saks al departamento E, que estaba vacio, Ordené al mozo que se quedara dentro vigikindole, cerrd la puerta y se volvié a Tom y a los otros testigos —Vuelvan a sus camas, por favor -dijo- Voy a llamar por radio a La proxima estacion y la policia estara alli cuando Ilegue el tren. Me figuro que querrin hablar cor todos us tedes, La siguiente estacién parecia no Megar os onea, Tom permanccia tumbado en su cama, sin poder olvidar la impresion que le habia producido ver a Richard Saks empu- fiando el cuchillo ensangrentado. Por fin, distinguié un pequefio destello de luz. a lo Iejos, en la oscuridad. La luz fue creciend hasta que, finalmente, pudo divisar las luces de las calles y los anuncios luminosos de neon. El tren entré en la estacién silbando y ha- ciendo sonar Ia campana, come si quisicra pregonar los horrores que acababan de ocu- rit. Tom se sent, y s¢ estaba ponicndo los zapatos cuando distingui6 algunos detalles de la pequefia cstacién. La mitad de la pobla- cién debia estar en el andén, y diviso otras personas que se dirigian corriendo hacia la estacién, al tiempo que se detenia el tre Un coche de Ia policia, con sus luces i termitentes, estaba estacionado junto a la tacién. Un policia bajé de él y se dirigié ha- cia el tren; unos segundos después, Tom le oy6 hablar con cl revisor, mientras camin: ban por el pasillo, Luego todo quedé en lencio y Tom volvié a la ventanilla. ‘A medida que pasaba cl tiempo, crecia la multicud de fuera. Habian formado corrillos cc) n los que se hablaba acaloradamente bajo Ja escasa iluminaci6n de las luces del andén, Un hombre que Hevaba una camisa de man- ga corta y las manos en los bolsillas del pan talén vio a Tom y le dijo algo. — {Qué? -dijo Tom, que no habia podido oirle a través del cristal de La ventanilla. El hombre se levé las manos a la boca a modo de bocina. Esta ver se escucharon las palabras a través de La ventanilla. — ,Qué ha pasado? Tom bajé la vista hacia el cuchillo de caza que alin sostenia entre sus manos. Sin poder resistir la tentacion, lo sacé del pad sujet6 con la punta hacia arriba, co ra a apufialar a alguien. Los ojos del hombre se abricron de asombro, grité algo y sciialé: hacia Tom, Una excitacian, como si se tra tara de una descarga eléctrica, reeorria | multitud, y todos se apretujaron baja la v tanilla de Tom, peleandise por ver el cuchi Ilo ensangrentado. Sinviéndose avergonzado, ‘Tom aparris ef cuchillo y bajé la cortina, (Que estupider! Naya detective, que ne solo pro una multitud de extrafos, as ductilares en una prueba evident 70 del caso! Rojo de vergienca, envolvié de nuevo el cuchillo en el paiiuele, Una mano movié las cortinas de su lira, Ef corazén empex6 a lariele de miedo. Pero solo se trataba del revisor, que miré dentro ydijo: —Por favor, quiere acompaiarme? EI revisor abrié la marcha hacia el coche- dor, donde fos otros testigos de la tra- gedia se encontraban sentados junto a las mesas del restaurante, Todos iban Jo que aqui se Hama tortilla paisana decir, una tortilla con guisantes y otras legu NT 110 — {No tienes hambre? -pregunta el sefior Faith. Tom negé con la cabeza. —Entonces, zpor qué malgastas cl dincro, pidiendo esi tortilla? —dijo el sefior Faith, arrugando su pequefia boca con gesto de de- saprabacién-, Si fueses hijo mio, haria que te la comieras. Tom se estremecid, compadeciendo a quien tuviese por padre al sefor Faith, Miré por Ja ventanilla y vio que Ia locomotora reducia la velocidad a medida que se aproximaba a un tiinel. Temeroso de que aquel hombre le hi- siese alga mientras el tren estaba en el tanel, eché su silla un poco hacia atris, dispuesto a cchar a correr si fuera necesario. —(Orro tinel, no! -dijo cl seftor Faith cuando el tren

También podría gustarte