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Está concluido el periodo histórico donde las preguntas del presente hallan respuesta
en el futuro. Con esta atrevida hipótesis, Michel Maffesoli, modifica los valores
primordiales que en su momento nos obsequiaron los pregoneros de la modernidad:
un tanto por filosofía, otro más por maniobra comercial. Es triste, pero la filosofía
del capitalismo está más cercana a la publicidad y la consecuente manipulación que
a la búsqueda de la verdad. El amor a la sabiduría, ahora es apego a los bienes
materiales y por ende, manipulación de la masa para que esta produzca lo que la
“moda” económica ordene.
Maffesoli nos muestra que lo trágico retorna a las sociedades posmodernas. Esta es
una de las cimientes de su último libro, “El Instante Eterno” Según el autor, resulta
inoperante otro tiempo que no sea el instante presente, el efímero. De nuestra
lucidez para captarlo y contemplarlo, depende la eternidad.
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El presente es el espacio donde se aprende a ver y vivir lo trágico. Así podremos
entender la práctica social, en particular la de los jóvenes, que en apariencia resultan
desprovistas de sentido. Si se escuchara a Maffesoli, sin duda los métodos de
enseñanza y aprendizaje, tomarían otras condiciones, mucho más auténticas, aunque
sin duda reaccionarias, pero ¿no es hora de aceptar aquello a lo que le tememos, sólo
por ser diferente? ¿No ha llegado la hora de escuchar a los reaccionarios?
El renacimiento comunitario se basa en la vida tribal, vida banal; sin lugar a dudas.
El Hombre que no sepa crear su propia existencia, tendrá que aceptar las premisas
de la masa, para que esta lo premie aceptándolo y otorgándole algún símbolo de
estatus que en un dos por tres, resultará obsoleto. En esa torpe fantasía encontrará su
triunfo, ahí, en esa zona de estupidez donde sobrevivir significa, aspirar a lo que
todos aspiran, ser lo que lo demás quieren que se sea.
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intención hará que con el tiempo los canales de la mente se sincronicen con el
acierto, es decir, con la integración al cosmos. La vida es una tensión dinámica.
Es difícil pensar que el individuo común, que vive a expensas de lo que ofrece la
masa, pueda entender, y mucho menos aceptar que para ser, antes debe conquistarse,
no enquistarse y pensar que el éxito depende del “triunfo” en las obligaciones
laborales. La masa de hoy exclusiva y excluyentemente, cataloga al triunfo por sus
beneficios materiales y de estatus. Necesita caer en crisis para tomar en cuenta otros
valores. Crisis posmoderna significa no tener acceso al sueño capitalista y verse
obligado a valorar al malogrado amor, la fallida familia, la nunca anhelada libertad,
la precaria salud y hasta la inexistente felicidad.