LAS SECTAS MENORES
Sin embargo, dentro del cuerpo fariseo organizado y de su esfera
de influencia aparecieron distintas corrientes. A medida que aumentaba
la pobreza y se agudizaban los conflictos de clases, las divisiones sociales
dentro del mismo farisaismo se hicieron mas marcadas. Los dirigentes
oficiales, tanto fariseos como saduceos, prestaban poca atencién al fac-
tor econémico. La pobreza no era un problema demasiado grave para
Siraj, ni para el autor de Ja Sabiduria de Salomén. Los fariseos posterio-
res racionalizaron las condiciones de la época; Rabi Janania (el fariseo
“lugarteniente de los sumos sacerdotes” en el periodo de Ia destruccién)
declard que “aquel que toma a pecho las palabras de la Tord elimina
muchas aprensiones” (ARN, xx, rec. por Schechter, pag. 70). Final.
mente, R. Akiba tomé una posicién extrema al decir que “la pobreza
engalana tanto a una hija de Jacob como una cinta roja la cabeza de
un corcel blanco” (Lev. r. xiii, 4). Estaba tan generalizada la resigna-
cién a este destino, que un siglo mas tarde se cité la frase de R. Akiba
como si fuese un proverbio popular (Jaguigd 9b).
Otros judios tenfan una opinién distinta. No estaban dispuestos
a someterse de buen grado a los males econdmicos que corrofan la vida
misma del pueblo. No sdlo los esclavos fugitivos sino también los
paupérrimos trabajadores libres organizaban con frecuencia bandas para
atacar a los mercaderes y a otros viajeros. El robo se convirtié en un
rasgo permanente de la vida palestinense. Ni siquiera la pacificacién
general del pais emprendida por los ejércitos herodianos y romanos logré
erradicar este mal. Como la clase dominante romana tenia un interésHISTORIA SOCIAL Y RELIGIOSA DEL PUEBLO JUDIO 55
vital en preservar el saqueo y la piraterfa en todo el Mediterrinco
como fuente principal para la provisin de esclavos, su accién represiva
no fue muy entusiasta. Ademas, la persistencia de la crisis econémica
engendraba constantemente nuevos bandoleros.
‘Estos desheredados sociales encontraron muy pronto su racionali-
zacién particular. Algunos tomaron Jas armas no sélo para ayudarse a
si mismos sino también para ayudar a todo el pueblo. Veian la opresion
romana como la corporizacién de todos los males. Invocando las anti-
guas profecias y obedeciendo las prédicas de nuevos profetas, Judas
de Galilea y sus descendientes se negaron a obedecer a un mo-
narca terrenal. Como dice Josefo: “Estos hombres coinciden en otros
puntos con las ideas farisaicas; pero sienten un amor inviolable por la
libertad y afirman que Dios sera su tinico Gobernante y Sefior” (Ant.
XVII, I, 6.23). Se justificaban todos los medios para terminar con Ia
opresién romana.
Asi surgié la faccién celdtica, que durante décadas libro una deses-
perada guerra de guerrillas contra los romanos. En su racionalizacién,
este movimiento aparecié como una creencia mesidnica especial en la
doctrina segiin la cual s6lo mediante una sublevacién armada, respal-
dada por Dios, se podria expulsar al enemigo e inaugurar para la hu-
manidad el reinado de Dios, que seria de paz y prosperidad universa.
les. Este fue el motivo por el que un ala extrema de esta secta, la de los
“asesinos” (sicarii, tal como se los Namaba porque utilizaban una daga
romana corta, la sica), no tenia escriipulos en matar a un oficial romano
oa un judio partidario de Roma. Galilea, con sus abundantes refugios
montafiosos, fue la cuna y se convirtié en la morada permanente de los
diversos grupos que constituian esta secta belicosa. La composicion
étnica de la provincia, poblada por conversos recientes, y los agudos con-
flictos econémicos que prevalecfan alli, nutrieron un espfritu revolu-
cionario imperecedero.
Lamentablemente casi todas las noticias que tenemos acerca de estos
antiguos revolucionarios y “terroristas”’ derivan de las manifestaciones
de sus adversarios, Sus propios escritos, que quizds aparecian en forma
de panfletos politicos 0, mas probablemente, de visiones apocalipticas,
no sobrevivieron. El wnico seudoepigrafe que a veces se atribuye a su
movimiento, la Asuncién de Moisés, no ofrece suficientes garantias
desde el punto de vista cronoldgico ¢ ideoldgico para poder sacar con-
clusiones.*4 Josefo, nuestro principal testigo, tenia un motivo particular
para demosirar al piiblico romano que los onganizadores de la rebelién
judia formaban parte de un conglomerado de fandticos irresponsables
y criminales egoistas.
Los dirigentes fariseos en general denunciaban a estos “forajidos’
(birionim) porque recurrian al robo y la violencia para crear un estado
judio antagénico a Roma. Segiin ellos no era el choque armado sino el
solo poder del espiritu lo que podia decidir el desenlace de la lucha56 SALO W. BARON
con el gran imperio. En este sentido se puede decir que los celotes se
apartaron del nucleo principal del farisaismo y constituyeron una secta
independiente. Clasificarlos, sin embargo, segiin lo hace Josefo, como
una secta comparable a la de los saduceos, puede justificarse desde el
punto de vista social-politico, pero no desde el religioso. Cuando Judas
censuré a sus compatriotas calificandolos de ‘“‘cobardes por resignarse a
pagar tributo a los romanos y tolerar amos mottales, después de haber
tenido a Dios por sefior”, utilizaba un vocabulario religioso admitido
con fines de propaganda puramente politica. No subsistieron pruebas
de que existiesen ritos o instituciones religiosos especificamente celotes.
A pesar de la continuidad fisica del liderazgo en la familia de Judas
durante més de sesenta afios, en los periodos de mayor tranquilidad
habia poca cohesién dentro del movimiento. En los aiios criticos éste
atraia una legién muy heterogénea de adherentes, que, con frecuencia,
se fraccionaba a la primera provocacién. Tampoco es casual que cuando
estall6 la Gran Guerra encontrara sus aliados judios mas fuertes, aun-
que muy yolubles, en los idumeos. Estos descendientes de antiguos pro-
sélitos, que luchaban codo con codo junto a sus hermanos galileos,
se convirtieron en los protagonistas radicales del principio politico en
Palestina.