y la estatua en el barro, en ti duerme la Divinidad. Tan sólo de un dolor constante y fuerte al choque, brota de la piedra inerte el relámpago de la deidad.
No te quejes por tanto del destino,
pues lo que en tu interior hay de divino sólo surge merced a él. Soporta, si es posible sonriendo, la vida que el artista va esculpiendo, al duro choque del cincel.
¿Qué importan para tí las horas malas,
si cada hora en tus nacientes alas pone una pluma bella más? Ya verás al cóndor en plena altura, ya verás concluída la escultura, ya verás, alma, ya verás...