Como superar dificultades de la vida en la cultura del placer. Amor,
constancia y voluntad: las mejores armas para vencer los fracasos. Voluntad de sentido Orden y constancia: las velas de la voluntad. Porque el orden y la constancia deben estar bien enfocados en nuestro proyecto personal. No basta con poseerlos, sino que su contenido, aquello a lo que aspiremos, debe ser algo que nos ennoblezca que nos haga más humanos, que nos mejore. Las rutas cambiantes de la existencia esforzada saltan los tropiezos que va encontrando a su paso, si hay una motivación fuerte que es vivida con ilusión. El orden y la constancia significan regularidad en las acciones y estado por el cual los objetivos y aquello que nos rodea no se amontonan, ni quedan apilados. Ambos valores posibilitan situarse mejor frente a lo cotidiano. Hay que mencionar algunos rasgos característicos, aunque parezcan poco importantes: la puntualidad, la observación correcta en la división del tiempo, la colocación de las cosas que normalmente usamos. Todo esto llega a constituir un verdadero estilo de vida ordenado. Dicho de otro modo: el valor del orden reside en que es la condición previa para la consecución de un armazón racional de la vida. En el desorden todo se mezcla y se confunde. El orden sano agiliza la vida y amplía sus horizontes, y al hombre que lo practica le sirve para hacer poco a poco lo que debe. Uno mismo es quien crea su futuro, con fines particulares, precisos, de acuerdo con las propias necesidades; lo contrario produce el caos, la improvisación, el descuido, el no tener claro lo que uno tiene ante sí. En consecuencia, la vida se desorganiza, el proyecto que uno tiene por delante se desmorona, porque está sometido al vaivén de los caprichos y los cansancios psicológicos. Constancia es tenacidad sin desaliento. Habiendo tomado una determinación concreta, la constancia conduce a no interrumpir nada ni darse por vencido, a pesar de las dificultades que surjan, ya sean internas, externas o por el descenso de la motivación inicial. En la vida humana, el binomio orden-constancia es inseparable y habita en el hombre con voluntad, el cual está gobernado por una capacidad de perspectiva amplias, de ver a lo lejos, pero sin variar fácilmente los objetivos propuestos. La constancia presupone que somos vulnerables, pues hay un sinfín de ocasiones que, de un modo u otro, nos hacen pensar en abandonar lo comenzado. Cuando estamos tentados por la inconstancia se dan muchos factores a la vez: desánimo, cansancio por los contratiempos, ausencia de resultados cercanos, la imaginación que inventa metas sin esfuerzo…la comparación con otras vidas próximas más fáciles, etc. Pero el hombre constante mira hacia adelante, con la ilusión de alcanzar la cima deseada y por eso se mantiene firme, inalterable. Cuando más se siente uno lleno de fuerza es cuando se vencen las adversidades y se mantienen constantes los contenidos fijados para llegar hasta donde se ha propuesto. La satisfacción es el premio a esos momentos de pequeñas victorias. La mejor manera de realizar nuestro proyecto es no interrumpir los planes, saber enfrentarse a las presiones externas e internas e ir adquiriendo recursos para sobreponerse a las inexorables dificultades. Hay que saber qué es lo que uno quiere. Para poner en práctica diariamente la constancia hay que saber lo que se quiere: querer es activar la voluntad impulsada esta por la motivación. Sin embargo, la falta de claridad, la dispersión en los objetivos, y la falta de exactitud en las pretensiones son rasgos psicológicos que no ayudan a la constancia. El fruto más preciado del orden, la constancia y la voluntad es que uno se hace más dueño de sí mismo, siendo capaz de guiar su propio destino, por encima de los altercados y las vicisitudes de la vida. He ahí la recompensa. Los pasos intermedios cuestas, son esforzados, significan superar tantos lances como vayan sobreviviendo, pero con la mirada puesta en llegar a la mea y obtener el galardón. Las principales características de la constancia: 1.- la actitud, que es la predisposición para no darse por vencido y seguir adelante sin desanimarse, es una forma de estar frente a las realidades y las luchas. Con esta premisa el panorama cambia, porque se ha ido alimentando una postura, un talante esforzado, una situación de emplazamiento que permite una mezcla de serenidad y de firmeza. La actitud está regida por el saber esperar tiempos mejores y continuar sin bajar la guardia. 2.- El hábito, la dirección constante hacia lo mejor, se va alcanzando con la repetición de actos, que implican renuncias no muy grandes y que entrenan para el vencimiento. Vencerse en lo pequeño y dar batallas en objetivos en apariencia insignificantes son los rasgos de cualquier valor que se precie. Insistencia, reiteración, empeño, tenacidad; todo se desliza hacia el mejor aprendizaje de la conducta. Un aprendizaje compuesto de entrenamiento, que, una y otra vez, se esmera en alcanzar la meta, aunque a veces, momentáneamente, no se aprecie. El hábito es un proceso educativo que va construyendo una segunda naturaleza: la conducta se va arraigando con fuerza en ese empeño.
3.- tener un espíritu de lucha, mediante ejercicios de vencimiento,
superación de pequeñas derrotas, capacidad para saber reponerse y volver a empezar, retomar las ilusiones del principio y crecerse ante los imprevistos que frenan al avance y saber perder y empezar de nuevo. La persona constante se ha hecho a base de golpes duros, de pequeñas renuncias, hasta ir ganando en fortaleza: hay que ser hercúleo, consistente difícil de derribar….casi sublime en lo puramente humano. Estos son los rasgos que definen al hombre firme.
La persona constante se hace permanente, estable, trasciende las acciones
particulares y está dispuesta para buscar siempre lo más conveniente a largo plazo, aunque, de entrada, le cueste y signifique tener que vencerse. Ni el orden, ni la constancia, ni la voluntad son disposiciones innatas, sino adquiridas en la pelea, diaria.
El orden y la constancia tienen como fruto inmediato la consecución de los
objetivos, y como mediato, la sensación de alegría por sacar lo mejor de nosotros mismos, venciendo presiones y resistiendo infortunios. Así una persona se hace infranqueable con sus pretensiones, y nada ni nadie podrá derribarla. Ambos, el orden y la constancia, cumplen la misteriosa función de hacernos más libres, de sacar adelante nuestro proyecto, dando vía libre a los argumentos que han hecho posible esa travesía. El secreto de muchas vidas: la perseverancia en los objetivos. Toda la labor humana recuerda a la del jardinero: hay que cava la tierra, abonarla y soportar largos y duros días sin alegría, sin poesía, con la esperanza puesta en el futuro, en el día de mañana. Es lamentable ver como algunas vidas no ven culminados los objetivos por el abandono ante las dificultades, los problemas, los cansancios…es decir, vivimos en la denominada cultura del placer, que se opone a todo lo que venimos subrayando y que a largo plazo tendrá unas consecuencias muy graves y negativas para el ser humano. Hoy faltan ideales, metas nobles por las que luchar, puntos de referencias trascendentales. Todo lo que se hace por amor…es amor, aunque la voluntad se resista a ponerse en movimiento. Cuando la voluntad, el orden y la constancia se manifiestan unidos, configuran una personalidad madura, bien dibujada. Así se forma el hombre superior. Y al mismo tiempo, la felicidad se alcanza a través del amor por el trabajo bien hecho. Amar el trabajo y trabajar con amor, con el puente de la voluntad entre ambos. Aprender a tener voluntad significa un crecimiento gradual en esa herramienta, porque los aprendizajes más complejos descansan sobre aprendizajes sencillos. Por eso es tan decisivo el papel de la motivación, que empuja en la dirección señalada contra viento y marea, saltando por encima de todas las dificultades. Como superar las dificultades de la vida en la cultura del placer Porque una cosa es disfrutar la vida y saborearla, en tantas vertientes como esta tiene, y otra, muy distinta, ese maximalismo de no marcarnos otro objetivo que no sea este afán y frenesí de diversión y de placer sin restricciones. El primero es psicológicamente sano y sacia una de las dimensiones de nuestra naturaleza; el segundo, por el contrario, poco a poco produce la muerte de los ideales. Amor, constancia y voluntad, las mejores armas para vencer los fracasos. Hay que buscar el amor, que envuelto en voluntad y constancia, haga mirar hacia adelante, superando los sufrimientos, los dolores y las humillaciones, para abrirnos camino hacia la paz interior, que es una de las puertas de entrada al castillo de la felicidad. Ese amor, natural y sobrenatural a la vez, debe ser el fin del hombre y el principio de la felicidad.