Está en la página 1de 5

Lunes 30 de mayo: Constancia y voluntad

Como superar dificultades de la vida en la cultura del placer. Amor,


constancia y voluntad: las mejores armas para vencer los fracasos. Voluntad
de sentido
Orden y constancia: las velas de la voluntad.
Porque el orden y la constancia deben estar bien enfocados en nuestro
proyecto personal. No basta con poseerlos, sino que su contenido, aquello a
lo que aspiremos, debe ser algo que nos ennoblezca que nos haga más
humanos, que nos mejore. Las rutas cambiantes de la existencia esforzada
saltan los tropiezos que va encontrando a su paso, si hay una motivación
fuerte que es vivida con ilusión.
El orden y la constancia significan regularidad en las acciones y estado por el
cual los objetivos y aquello que nos rodea no se amontonan, ni quedan
apilados.
Ambos valores posibilitan situarse mejor frente a lo cotidiano. Hay que
mencionar algunos rasgos característicos, aunque parezcan poco
importantes: la puntualidad, la observación correcta en la división del
tiempo, la colocación de las cosas que normalmente usamos. Todo esto llega
a constituir un verdadero estilo de vida ordenado. Dicho de otro modo: el
valor del orden reside en que es la condición previa para la consecución de
un armazón racional de la vida. En el desorden todo se mezcla y se confunde.
El orden sano agiliza la vida y amplía sus horizontes, y al hombre que lo
practica le sirve para hacer poco a poco lo que debe. Uno mismo es quien
crea su futuro, con fines particulares, precisos, de acuerdo con las propias
necesidades; lo contrario produce el caos, la improvisación, el descuido, el no
tener claro lo que uno tiene ante sí. En consecuencia, la vida se desorganiza,
el proyecto que uno tiene por delante se desmorona, porque está sometido
al vaivén de los caprichos y los cansancios psicológicos.
Constancia es tenacidad sin desaliento.
Habiendo tomado una determinación concreta, la constancia conduce a no
interrumpir nada ni darse por vencido, a pesar de las dificultades que surjan,
ya sean internas, externas o por el descenso de la motivación inicial.
En la vida humana, el binomio orden-constancia es inseparable y habita en el
hombre con voluntad, el cual está gobernado por una capacidad de
perspectiva amplias, de ver a lo lejos, pero sin variar fácilmente los objetivos
propuestos.
La constancia presupone que somos vulnerables, pues hay un sinfín de
ocasiones que, de un modo u otro, nos hacen pensar en abandonar lo
comenzado. Cuando estamos tentados por la inconstancia se dan muchos
factores a la vez: desánimo, cansancio por los contratiempos, ausencia de
resultados cercanos, la imaginación que inventa metas sin esfuerzo…la
comparación con otras vidas próximas más fáciles, etc. Pero el hombre
constante mira hacia adelante, con la ilusión de alcanzar la cima deseada y
por eso se mantiene firme, inalterable.
Cuando más se siente uno lleno de fuerza es cuando se vencen las
adversidades y se mantienen constantes los contenidos fijados para llegar
hasta donde se ha propuesto. La satisfacción es el premio a esos momentos
de pequeñas victorias.
La mejor manera de realizar nuestro proyecto es no interrumpir los planes,
saber enfrentarse a las presiones externas e internas e ir adquiriendo
recursos para sobreponerse a las inexorables dificultades.
Hay que saber qué es lo que uno quiere.
Para poner en práctica diariamente la constancia hay que saber lo que se
quiere: querer es activar la voluntad impulsada esta por la motivación. Sin
embargo, la falta de claridad, la dispersión en los objetivos, y la falta de
exactitud en las pretensiones son rasgos psicológicos que no ayudan a la
constancia.
El fruto más preciado del orden, la constancia y la voluntad es que uno se
hace más dueño de sí mismo, siendo capaz de guiar su propio destino, por
encima de los altercados y las vicisitudes de la vida. He ahí la recompensa.
Los pasos intermedios cuestas, son esforzados, significan superar tantos
lances como vayan sobreviviendo, pero con la mirada puesta en llegar a la
mea y obtener el galardón.
Las principales características de la constancia:
1.- la actitud, que es la predisposición para no darse por vencido y seguir
adelante sin desanimarse, es una forma de estar frente a las realidades y las
luchas. Con esta premisa el panorama cambia, porque se ha ido alimentando
una postura, un talante esforzado, una situación de emplazamiento que
permite una mezcla de serenidad y de firmeza. La actitud está regida por el
saber esperar tiempos mejores y continuar sin bajar la guardia.
2.- El hábito, la dirección constante hacia lo mejor, se va alcanzando con la
repetición de actos, que implican renuncias no muy grandes y que entrenan
para el vencimiento. Vencerse en lo pequeño y dar batallas en objetivos en
apariencia insignificantes son los rasgos de cualquier valor que se precie.
Insistencia, reiteración, empeño, tenacidad; todo se desliza hacia el mejor
aprendizaje de la conducta. Un aprendizaje compuesto de entrenamiento,
que, una y otra vez, se esmera en alcanzar la meta, aunque a veces,
momentáneamente, no se aprecie. El hábito es un proceso educativo que va
construyendo una segunda naturaleza: la conducta se va arraigando con
fuerza en ese empeño.

3.- tener un espíritu de lucha, mediante ejercicios de vencimiento,


superación de pequeñas derrotas, capacidad para saber reponerse y volver a
empezar, retomar las ilusiones del principio y crecerse ante los imprevistos
que frenan al avance y saber perder y empezar de nuevo.
La persona constante se ha hecho a base de golpes duros, de pequeñas
renuncias, hasta ir ganando en fortaleza: hay que ser hercúleo, consistente
difícil de derribar….casi sublime en lo puramente humano. Estos son los
rasgos que definen al hombre firme.

La persona constante se hace permanente, estable, trasciende las acciones


particulares y está dispuesta para buscar siempre lo más conveniente a largo
plazo, aunque, de entrada, le cueste y signifique tener que vencerse. Ni el
orden, ni la constancia, ni la voluntad son disposiciones innatas, sino
adquiridas en la pelea, diaria.

El orden y la constancia tienen como fruto inmediato la consecución de los


objetivos, y como mediato, la sensación de alegría por sacar lo mejor de
nosotros mismos, venciendo presiones y resistiendo infortunios. Así una
persona se hace infranqueable con sus pretensiones, y nada ni nadie podrá
derribarla. Ambos, el orden y la constancia, cumplen la misteriosa función de
hacernos más libres, de sacar adelante nuestro proyecto, dando vía libre a los
argumentos que han hecho posible esa travesía.
El secreto de muchas vidas: la perseverancia en los objetivos.
Toda la labor humana recuerda a la del jardinero: hay que cava la tierra,
abonarla y soportar largos y duros días sin alegría, sin poesía, con la
esperanza puesta en el futuro, en el día de mañana.
Es lamentable ver como algunas vidas no ven culminados los objetivos por el
abandono ante las dificultades, los problemas, los cansancios…es decir,
vivimos en la denominada cultura del placer, que se opone a todo lo que
venimos subrayando y que a largo plazo tendrá unas consecuencias muy
graves y negativas para el ser humano.
Hoy faltan ideales, metas nobles por las que luchar, puntos de referencias
trascendentales. Todo lo que se hace por amor…es amor, aunque la voluntad
se resista a ponerse en movimiento. Cuando la voluntad, el orden y la
constancia se manifiestan unidos, configuran una personalidad madura, bien
dibujada. Así se forma el hombre superior.
Y al mismo tiempo, la felicidad se alcanza a través del amor por el trabajo
bien hecho. Amar el trabajo y trabajar con amor, con el puente de la
voluntad entre ambos. Aprender a tener voluntad significa un crecimiento
gradual en esa herramienta, porque los aprendizajes más complejos
descansan sobre aprendizajes sencillos. Por eso es tan decisivo el papel de la
motivación, que empuja en la dirección señalada contra viento y marea,
saltando por encima de todas las dificultades.
Como superar las dificultades de la vida en la cultura del placer
Porque una cosa es disfrutar la vida y saborearla, en tantas vertientes como
esta tiene, y otra, muy distinta, ese maximalismo de no marcarnos otro
objetivo que no sea este afán y frenesí de diversión y de placer sin
restricciones. El primero es psicológicamente sano y sacia una de las
dimensiones de nuestra naturaleza; el segundo, por el contrario, poco a poco
produce la muerte de los ideales.
Amor, constancia y voluntad, las mejores armas para vencer los fracasos.
Hay que buscar el amor, que envuelto en voluntad y constancia, haga mirar
hacia adelante, superando los sufrimientos, los dolores y las humillaciones,
para abrirnos camino hacia la paz interior, que es una de las puertas de
entrada al castillo de la felicidad. Ese amor, natural y sobrenatural a la vez,
debe ser el fin del hombre y el principio de la felicidad.

También podría gustarte