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CUSCO - 2020
San Agustín redacta su libro “La Ciudad de Dios” a partir de la contraposición entre la
ciudad de Dios, que representa el cristianismo, y por tanto la verdad espiritual, y la ciudad
pagana, que representa la decadencia y el pecado. El autor estaba conmocionado por la caída de
Roma a manos de Alarico I. El desconcierto que provocó la entrada de los bárbaros en la capital
del Imperio Romano, donde residía el Papa, y que había sido referente del cristianismo desde
Constantino I, le hizo cuestionarse acerca del hecho de la desaparición de una civilización entera.
La respuesta a esta cuestión es que el edificio al cual conviene aliarse y en el cual conviene
trabajar no es la ciudad de los hombres, sino la ciudad de Dios. Desde el primer momento, San
Agustín trató la religión de la Antigüedad como supersticiosa: por un lado, refutó que se adore a
los dioses por el simple motivo de las ventajas que reporten) y, por otra parte, contradijo a los
que buscan por esa misma vía la felicidad eterna. Por lo cual, Agustín expone como punto
principal y el aspecto que tiene más enfoque es que Roma nunca ha sido protegida por sus
dioses, puesto que son falsos. Lo que ha recibido Roma de sus dioses ha sido el vicio y la
corrupción del alma y el amor por los bienes terrenales; Agustín también nos muestra en su libro
que no han sido los dioses los que han dado grandeza a Roma, sino el decreto soberano de Dios,
único y verdadero.
En conclusión, no hay duda que San Agustín, mediante el libro “La Ciudad de Dios”,
toma una postura en defensa del cristianismo. Asimismo, se ve manifiesta el modelo de una
nueva sociedad civil (una nueva propuesta) planteada por San Agustín, en la cual se pretende
impulsar los valores de la humanidad en virtud de vivir acorde a la Doctrina Cristiana. Acorde a
ello, occidentalmente las personas en su mayoría tienen principios cristianos independientemente
de la existencia y creencia, o no de Dios; sabe que robar está mal, sabe que no hay que codiciar
bienes ajenos, sabe que matar está mal, sabe que no es de caballeros estar mirando a la mujer del
prójimo, etc.; es decir, perfeccionan al hombre. Ahora bien, con lo expuesto nosotros no
queremos dar la premisa que todo cristiano practica en su totalidad estos principios, sino que
estos principios, independientemente que sean propios del cristianismo, al ser practicados se
podrá tener, o al menos aspirar tener una sociedad virtuosa.
Referencias
Armando, D., & Mejia, A. (s.f.). Ambito Juridico. Obtenido de Ambito Juridico:
https://www.ambitojuridico.com/noticias/educacion-y-cultura/la-ciudad-de-dios-de-
agustin-de-hipona