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Fig. 1.

- La política en cualquier nivel es un campo fértil para el virus de la


conspiración. El virus revolucionario se puede esparcir globalmente o asentarse en un
país.

CRONICAS DE LA CUARENTENA – DIA 3


Por: Antonio Guevara

Hoy había decidido pasar todo el día, viendo el techo. Proporcionalmente lo hice. Decidí
hacer limpieza mental. Profilaxis de pensamiento. Un gran chorro de agua a alta presión para
hacer lo que ya estamos convirtiendo en un hábito, en este momento, para impedir la entrada
del virus. Solo que yo lo voy a hacer para sacar de la cabeza cualquier virus que se haya
anidado desde hace mucho tiempo.

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La mente, el espíritu y el alma alineadas con tapabocas mientras se raspaba todo con una
espátula detrás de una manguera a presión, todo intersticio para anular, limitar, impedir,
reducir y destruir cualquier vestigio de pesimismo, de tristeza, de miedo y de ansiedad ante
esta contingencia. Ese mismo chorro te permite depurarte de otros virus. Nombres, apellidos
y recuerdos vinculados a la toxicidad que hacen tanto o más daño que el coronavirus.
Eso fue lo primero que hice al abrir los ojos. Después todo fue flojera. Vagancia oficial
empujada por el decreto de confinamiento. El tiempo fue de ocio. Por completo. Un gran
maratón de pereza.
Horizontalizado casi las 24 horas. Hoy vi El Padrino parte I. Debe ser la oportunidad
número trescientos y tanto. Ya le perdí la cuenta. Y a medida que el encierro se prolongue es
posible que vea toda la saga más de una vez. Quizás hasta haga un cine foro en un Live por
Instagram o Facebook. Si logro hacer un esfuerzo, vencer la modorra y salir de la cama.
Esa película da para eso y más. Yo la he usado en algunos talleres de liderazgo. Con “El
último castillo” con Robert Redford le exprimo todas las enseñanzas que derivan en torno
a comandar/gerenciar/administrar hombres en crisis. En eso que ahora llaman ambientes de
alta incertidumbre para tomar decisiones. En mis tiempos de vivac y operaciones y de estado
mayor se llamaban apreciaciones de situación de conducción. Pero, ese es otro tema.
Seguimos enjaulados en cuarentena. He tratado de conversar poco o más bien nada con
Melvin. Tengo que contenerme. De vez en cuando lo veo al lado de la laptop y trato de
esquivarlo. Cada vez que fijo la mirada en el texto me asalta un “y si...”, de allí a caminar la
ruta de una prospectiva, hay un amarre fortísimo y al final todo desemboca en un arrecheron.
Sobre todo, en lo que tiene que ver con lo coyuntural en mi país. Tengo anudado en la punta
de la lengua, listo para dispararle a Melvin este “Y si Carlos Andrés hubiese destituido a
todo el Alto Mando Militar en su momento...” y recuerdo que los jefes toman decisiones
con las informaciones que le proporcionan en el entorno. En este caso quienes manejaban los
organismos de seguridad del estado. Si, la información es tendenciosa, sesgada y con la
abierta intención de arrimar la brasa para la sardina de los intereses notables del momento,
en esa carpeta de cuenta que se le presenta al comandante en jefe para su aprobación, están
escritos los próximos treinta o cuarenta años de Venezuela, con un nombre garrapateado y
telegrafiado; Hugo Rafael Chávez Frías. Como en efecto ocurrió y está ocurriendo.
Con la corbeta Caldas en 1987, se movió también un escuadrón de tanques Dragoon por las
calles de Caracas el 26 de octubre de 1988 cuando yo estaba cumpliendo 35 años, una
millonada en dólares del plan global de adquisiciones manejados unilateralmente por las
Fuerzas Armadas Nacionales, y se deslizó una tendencia en materia de decisiones
presidenciales en política militar por los eventos del 27 de febrero de 1989, más una pelea a
muerte entre generales y almirantes, con CAP de árbitro, por los cargos del alto mando
militar, que al final, le dieron vía libre al 4F y a la revolución bolivariana para este desastre
que estamos viviendo.

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¡Coño! Ya lo ven. Por eso no quería conversar con Melvin. Vamos a dejarlo quieto arriba de
la laptop y cerrado en todas sus páginas. Me emociona en el teclado y me pone a sacar cosas
que serán de un libro, previa salida de la cuarentena. Solo voy a hacer un alto, sin levantarme,
para bañarme en Eau de Cologne, una vaina baratona con agua, alcohol, aceite de castor
hidrogenado y esencia de limón pero que me hace sentir protegido y resguardado del parasito
chino.
Hoy le hice una llamada telefónica a toda mi gente. La de aquí. Un reporte. En estos encierros
es vital la comunicación para no desvincularse de la realidad. Ante tantos asedios
apasionados cualquier teja puede rodarse, y de allí al desequilibrio hay una delgada línea
emocional que separa la cordura de la locura, que usted puede pisar en cualquier momento.
Y eso, es válido para todo el mundo. Los empujones que se hacen hacia la inducción, en este
momento, de los trastornos obsesivos compulsivos (TOC) pueden poner al descubierto en
muchos un síndrome maniaco depresivo y ponerte a pendular desde la euforia, hasta la
depresión. Cuidado. El coronavirus, la familia dispersa, la escasez de dinero, el
distanciamiento de su país de origen, incluso la soledad. ¡Coño!
No es fácil. Mantener la calma, cubrirse de paciencia y administrar la jaula es fundamental
para que no se le afloje un tornillo, o se le caiga toda la caja de herramientas del coco y se
descompense y empiece a somatizar y haga de su metabolismo un terreno fértil para el virus
y cualquier otro morbo que le esté asediando desde hace mucho tiempo. Es fundamental el
control. El autocontrol, durante el encierro.
Me preocupa otra cosa. Si el coronavirus es una conspiración de China contra occidente,
surgida en un laboratorio biológico de alta seguridad del estado, de la que está pelotica con
miles de paticas se te aloja en los pulmones y te pone a dar el salto del tordito ¿Cuál es la
siguiente fase de la conspiración? ¿Un apagón eléctrico? ¿La caída de internet y todas las
redes sociales en los países del primer mundo? ¿La escasez de alimentos? ¿Se han paseado
por ese escenario? ¡Claro! Asumiendo que esto del coronavirus es una conspiración de China
para arrodillar política, económica, social, militar y tecnológicamente a quienes no tienen
como costumbre disfrutar de una sopa de murciélago o un estofado de perro.
Aprovechen. Lean el libro que compraron y ni siquiera le han quitado el plástico, o terminen
el que dejaron a la mitad. Oigan miles de veces la música que los emociona, vean TV mientras
puedan, recen a quienes habitualmente lo hacen, incluyendo los ateos (ya saben el cuento del
avión que se cae y los amigos ateos), llamen a quien han dejado de llamar, tómense esa botella
que dejaron a la mitad y terminen de decirle si a quien han dejado de decírselo por pendejadas,
pidan perdón y asuman cualquier culpa que tengan pendiente. Tengo un amigo con bastante
tiempo, bravo con su esposa y está obligado por cuarentena a convivir las 24 horas del día
con ella. Cada vez que hablamos la primera pregunta que le disparo es ¿Ya gateaste? Su
silencio lo dice todo. Y hablen con su almohada. La conciencia de que todo lo hicieron sin
dolo por delante, permite hacer una sana profilaxis mental. De la reputación no se preocupen.
No habrá tiempo para cambiarla. Y si pasan el páramo en escarpines, todo el mundo dirá...
tan bueno que era.

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Esto no es el juicio final, pero basta que un hijo de puta chino o no, te estornude de cerca con
los bichitos del coronavirus y te jodiste a partir de ese momento.
Ya van 3 días y esto parece que se prolongará bastante. Tranquilos. Hay tantas maneras de
drenar. Esta es una.
Ya llegó la primavera y nos agarró encerrados.

Ámsterdam, 21 de marzo de 2020

ANTONIO GUEVARA es un Coronel del Ejército venezolano. Analista de


Seguridad y Defensa. Especialista en Inteligencia y Operaciones. OPSY.
Coach ejecutivo para decisiones en ambientes de alta incertidumbre.
Consultor de seguridad corporativa. Escritor

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