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POR
MIGUEL N I C O L A U, S.I.
PROFESOR DE TEOLOGÍA DOGMÁTICA EN LA PON TIFICIA UNIVERSIDAD
DE SALAMANCA
B I B L IO T E C A D E A U T O R E S C R IS T IA N O S
MADRID • MCMLXXI
N IH IL OBSTAT: JO SÉ A.
ALDAMA, S. I ., CENSOR. IMPRIM I POTESE: LUIS M..
S A N Z, PROV. IM P R IM A T U R
CONSTANCIO PALOMO, VICARIO GENERAL. SALAMANCA,
10 MARZO 1971
Pdgs.
Carta de Su Eminencia el Cardenal Wright XIV
Prólogo del Comité de Dirección................. xv
Volúmenes publicados .. . . ........................... XVII
Siglas principales............................................... XVIII
Bibliografía general.................... .................... xx
P R E L IM IN A R E S ...................................................................................... 3
I. El nombre y la noción de sacerdote (n.1-4).
II. Historia de la salvación y sacerdocio (n.5).
III. El sacerdocio, «condescendencia» divina (n.6-7).
IV, Doctrina sacerdotal de hoy (n.8-9).
V. Método de nuestro estudio (n.10-13).
P arte p r im e r a
«M ISIO N » Y «MINISTERIO» E N L A P R IM E R A IG L E S IA
C A PIT U LO I.—E l sacerdocio antes de Cristo.............................. 15
I. E l sacerdo cio e n la s r e l ig io n e s pa g a n a s (n.14-19):
Entre egipcios, babilonios (n. 14-15).—En la cultura grie
ga (n.16-18).—Resumen (n.19).
II. E l sacerdocio e n t r e lo s h eb r eo s (n.20-33): En la época
de los patriarcas (n.20).—Sacerdocio mosaico (n.21-28) —
La persona de los sacerdotes (n.22).—Condiciones para
su oficio (n.23).—Ingresos para el sostenimiento (n.24).
Ministerio de los sacerdotes (n.25-28).—E l sacerdocio en
tiempo de Jesús (n.29-31).—El «sumo sacerdote» en Filón
(n.32).—El sumo sacerdote levítico según Heb (n.33).
C A PIT U LO II.-—E l sacerdocio en el Nuevo Testamento............. 27
I. J esu c r ist o , S acerd o te d e l N uevo T est a m en to (n.31-
57): En la epístola a los Hebreos (n.35-54).—Sacerdocio
según el orden de Melquisedec (n.36).—Sacerdocio eter
no y único (n.37-39).—Pureza y santidad del Sacerdote
eterno (n.40-41). — El sacrificio expiatorio de Cristo
(n.42).—Comparación del sacrificio de Cristo con los de
la Antigua Alianza (n.43-46).—El oficio sacerdotal de
Cristo (n.47-48).—L a redención y la alianza por la san
gre de Cristo (n.49-51).—Eficacia del sacrificio de Cristo
(n.52-53).—Una vez para siempre (n.54).— Conclusión
(n.55- 57)-
II. E l sacerdo cio común d e los f ie l e s (n.58-80): A) Fun
damentos bíblicos del sacerdocio de todos los cristianos
(n.59-66).— 1 Pe 2,5.9 (n.59-62).—Cómo ejercen los
fieles este sacerdocio (n.63-64).—Apoc 1,6; 5,10; 20,6
(n.65-66).—Comentario de los Santos Padres (n.67-69).
B) Enseñanza del Magisterio eclesiástico (n.70-75).—
VIII
Indice general
Págs.
Págs.
Págs.
CAPITU LO VIII.—Conciencia sacerdotal en la edad patrística
n n c r n io o n o r
P arte seg u n d a
Págs.
P arte tercera
Pdgs.
Págs.
ministerio (n.544).—Perpetuidad del ministerio (n.545).
Sobre la diversidad de ministerios (n.546).—L a entrada
legítima en el ministerio (n.547).—Relaciones entre el
sacerdocio y el ministerio (n.548).—L a potestad y el
oficio de los ministros (n.549).—En el tiempo posterior
(31.551-554).-—En la Iglesia anglicana (n.555).—En las
Asambleas ecumenistas recientes (n.556-559).—Conferen
cia de Lausana (n.556), de Edimburgo (n.557), de Lund
(n.558), de Montreal (n.559).—El Consejo ecuménico de
las Iglesias (n.560).
II. P or qué la s m u je r e s no p u e d e n se r sa cerd o tes (n.561-
589): Las razones que se han dado (n.561-568).—El ar
gumento definitivo (n.569-570).—La Tradición de la
Iglesia (n.571-573).—Concilios, teólogos y canonistas
(n.574-577).—Pablo VI (n.578).—Los oficios eclesiásti
cos accesibles a la mujer (n.579-584).—-En el aspecto
ecuménico (n.585-589).
C A PIT U LO XVI.—E l sacerdote en la Iglesia de hoy y en un
mundo que cambia.................................................................... 43 8
I. En u n m undo secu lar izad o(n.590-611): Lo que hoy
sucede (n.590-591).—Lo que hoy se propone al sacerdote
(n.592-594).—Lo que hay que hacer (n.595-596).—D i
mensión sagrada del sacerdote (n.597-599).—Estar en el
mundo sin ser del mundo (n.600-605).— ¿Sacerdocio
temporal? (n.606-611).
II. T e o lo g ía d e l a vocació n sa cerd o t a l (n.612-634):
Magisterio eclesiástico (n.613).—Dios llama: En el A n
tiguo Testamento (n.614).—En el Nuevo Testamento
(n.615-617).—La Tradición y la liturgia (n.618).—Ra
zón teológica (n.619).—Los modos de elección (n.620-622).
Criterios de la vocación: A) Criterios internos en el indivi
duo (n.623-630).—Resumiendo y sintetizando: Aptitud
natural, aptitud sobrenatural, recta intención (n.627-
628).—Por qué, habiendo estos tres elementos, se puede
hablar de vocación divina (n.629-630).—B) Criterios ex
ternos al individuo (n.631-633): El llamamiento de la je
rarquía (n.631-632).—El parecer del pueblo cristiano
(n.633).—Irregularidades e impedimentos para la ordena
ción (n.634).
III. E l sa cerd o t e d e l fu tu ro (n.635-643): Oficios propios
y oficios específicos (n.636-638).—Lo principal en el
oficio sacerdotal (n.639-640).—Futuro del sacerdote
(n.641-642).—El sacerdote de todos los tiempos (n.643).
Indice bíblico.................................................................................... 474
Indice onomástico............................................................................ 480
SAGRA GONGREGATIO
Roma, 5 de mayo de 1971.
PRO CLERICIS
Prot. 134570/
(In responso hic numerus referatur)
Reverendo Padre:
Con animo agradecido respondo a su atenta carta del
30 del pasado mes de marzo, con la que tenía la bondad
de adjuntar cuatro volúmenes de Teología dogmática bajo
ei titulo general de «Historia Salutis».
Permítame que ya desde ahora manifieste a usted, al
omite de Dirección y a sus colaboradores mi sincera
gratitud por haber ofrecido una Teología que, si bien
trata con nuevo método los problemas teológicos más
actuales, conserva la preeminencia del dato bíblico y pa-
tristico sin omitir los momentos cruciales en que el Ma
gisterio ha culminado un progreso en la comprensión
dogmática.
No dudo que estos volúmenes ya publicados han conse-
guido también en conformidad al decreto Optatam totius
del Concilio Vaticano II, un nuevo método para la ense
ñanza teológica, enriquecido con las más recientes ad
quisiciones del rigor científico. Su publicación, además,
en castellano, mientras hace más accesible al seglar el
conocimiento teológico, no desvirtúa su validez para la
formación sacerdotal.
Pido al Señor que puedan finalizar esta serie de mono
grafías, que abarque todo el campo de la Teología dogmá
tica, a la vez que invoco las bendiciones celestes para
usted y todos sus colaboradores.
Grato de la circunstancia, le saludo atentamente y quedo
de Vuestra Reverencia
afectísimo en Cristo,
J. C ard. W right, P ref.
Reverendo Padre
J osé A ntonio de A ldama, S. J.,
Profesor de la Facultad
de S. Teología.
G RAN AD A.
P. Palazzini, Secret.
T ) aso a paso, nuestra serie Historia salutis va realizando el
plan que se había prefijado. Tenemos hoy la satisfacción
de presentar un nuevo volumen de ella, dedicado a la teología
del sacerdocio y del sacramento del orden. Su autor, el P. M i
guel Nicolau, es bien conocido de los lectores de nuestra serie,
en la que anteriormente ha publicado Teología del signo sacra
mental, la cual—recientemente traducida al italiano y alta
mente apreciada por la crítica científica, especialmente extran
jera—ha representado un estimable esfuerzo de renovación
del tratado clásico De sacramentis in genere. Ese mismo esfuerzo
caracteriza esta su nueva obra. Por otra parte, las dotes de
claridad de pensamiento del autor se manifiestan, una vez más,
en el tomo que hoy enriquece nuestra serie de monografías
teológicas.
En el presente libro, una perspectiva histórica encuadra
la figura del sacerdote cristiano; su novedad no podría ser
comprendida sino a través de la dialéctica de continuidad e
innovación que éste significa. Por ello, una referencia al sacer
docio en las religiones paganas y en el Antiguo Testamento
era ineludible. Pero en la historia de la salvación es aún más
fundamental su relación con el sacerdocio de Cristo, del que
todo sacerdocio cristiano es participación y continuación. Con
toda probidad, el autor señala las peculiaridades de la termino
logía del Nuevo Testamento con respecto al sacerdocio'—y es
aquí donde se inserta un serio estudio del sacerdocio de los
fieles— , pero evitando una valoración exagerada de ciertos
fenómenos filológicos, a primera vista llamativos, frente a la
realidad católica del sacerdocio ministerial. Para un teólogo
no es el reino de la terminología, sino el de las realidades, el
más decisivo.
Especialmente interesantes son los capítulos dedicados a
las formas estables del ministerio en el cristianismo primitivo,
ya a partir de los datos del Nuevo Testamento. Con un método
que tiene mucho de historia del dogma, el autor toma estos
datos como puntos de partida que explican los desarrollos
posteriores.
Especial gratitud se debe al autor, que fue perito conciliar,
por la amplitud concedida al estudio de la doctrina del Conci
lio Vaticano II y a sus aportaciones doctrinales, extraordina
riamente ricas en este campo, como también por el hecho de
que un capitulo entero haya sido dedicado a los aspectos ecu
ménicos de la teología del sacerdocio. No ha soslayado el autor
aquellos puntos que son hoy objeto de más fuerte polémica,
a veces no exenta de carga emocional: sacerdocio y celibato,
y sacerdocio de la mujer; su posición es siempre serena y ra
zonada.
La obra se cierra con un capitulo dedicado al sacerdocio
en el mundo cambiante actual; su culminación es una profe
sión de fe en los valores perennes encerrados en los elementos
esenciales del sacerdocio, es decir, en los elementos instituid
dos por Cristo. Son ellos los que permiten hablar de «El sacer
dote de todos los tiempos».
22 de abril de 1971, festividad de María Reina de la Com
pañía de Jesús.
V olúmenes publicados
I. Fase precristiana.
~ t2 ,La s-Escritura-Nuevo
*H “ d b d h der Dogmengeschichte»
P hil^ s, M gr ., L ’Église et son mystére au deuxiéme Concile du Vatican.
Histoire, texte et commentaire de la constitution <Eumen gentium» t i
(Desclee, 1967) (comentario al c.3).
P la u m a n n G art. Diereis, en P a u l y -W isso w a , Real-Encyclopádie der
classischen Altertumswissenschaft 8 (1913) 14 11-14 5 7
Pontificóle Romanum De ordinatione diaconi, presbytéri et episcopi (Cittá
í t (Comisión
gica» f f 0 .;->68)- Trad r de Liturgia,
episcopal RitmIMadrid).
***"« • “ ¿r 3
Pozo, G., Constitución dogmática sobre la Iglesia. Texto y comentario por
fcom lnt Ifc .^ ) FaC' ^ de Granada (Madrid 1967) p.145-225
R ábanos, R., Sacerdote a semejanza de Melquisedec 2.» ed. (Salamanca 1961).
R a h n e r K a r l Prxesterhche Existenz, en «Schriften zur Theologie» 3 (Ein-
siedeln 1956). Trad.: Escritos de teología 3 (Madrid 1961). 3
~~ (Freiburg i.B. 1967). Trad.: Serviteurs du Christ (Mame
i 9^9)> Siervos de Cristo (Barcelona 1970).
Vom Sinn des kirchlichen Amts (Freiburg i.B. 1966).
RAH^ E^’ K --V orgrimler H., Diaconia in Christo. Deber die Erneuerung des
Diakonats CFreiburg i.B. 1962) (Coll. Quaestiones disputatae 15-16)
R a y n a u d , J. M., Le prétre d’aprés les Peres, 12 vols. (Toulouse 1843).
R o h rba sser A., Sacerdohs imago. Pápstliche Dokumente über das Priester-
tum von Pms X bis Johannes X X III (Freiburg i.B. 1962).
R o m a n iu ck , C a sim ir , E l sacerdocio del Nuevo Testamento (Santander 1969)
1 rad. de Le sacerdoce dans le Nouveau Testament (Lyon)
R omeo , A., E l sacerdocio en la humanidad. E l sacerdocio' en Israel, en «Enci
clopedia del Sacerdocio» II c.1.2.
” mUnÍ° * * ^ ■ Si&1,°si° *
S c h il l e b e e c k x , E. H., Síntesis teológica del sacerdocio (Salamanca 1959)
S ch m aus , M., art. Bischof (theologisch) : L T K 2 2 (1958) 492-497.
Scnreiben der deutschen Bischófe über das priesterliche Amt. Eine biblisch-
( S h m ^ n c a ^ o ) rel m§ Trad-: E l ministe™ sacerdotal
S c h r e n k , G., art. ápxiepsús: Th W N T 3,265-284
° P ? ' ^ m a l i c h e A m t . Theclcgitche Sinndeutung (Frank-
(Madrid 1967) TraA E mmsteru> ‘ Wntutil. Interpretación teológica
Bibliografía general XXIII
S a cerd o cio y sa c r a m e n t o d e l o rd en
P R E L IM IN A R E S
12 In Gen. 1,4 (PG 53,35); In Gen. 2,21 (ibid. 12 1); Jn Gen. 3,8 (ibid.,
135): Hom. 15 in lo. a d i ,i 8 (PG 59,97s). Cf. sobre este punto Pío XII,
encícl. Divino afflante Spiritu (ÉnchBibl 559); F. F abri, La «condiscendenza»
divina nell’inspirazione bíblica secondo S. Giovanni Crisostomo: Bíblica 14
C1 933) 33°-3475 P* M oro, La «condiscendenza» divina in S. Giovanni Cri
sostomo: Euntes docente 11 (1958) 109-123.
13 Cf. Teología del signo sacramental n.16.
14 C o n c . T r id e n t ., Doctrina de ss. missae sacrificio c .i: Dz 1740 (938),
1752 (949).
15 Pío XII, encícl. Haurietis aquas (15 de mayo de, 1956): A A S 48
( 1956) 332.
8 Preliminares § 4. Doctrina sacerdotal de hoy
E n la cultura griega 3
16. En Homero4 aparece la palabra íspeus casi con el
mismo significado de licams, indicándose así en el término
íepeús un significado afín al de adivino. Hesiquio junta en el
sacerdote el oficio de sacrificar con el de adivinar 5. Se creyó
en Grecia que el sacerdote y el adivino poseían fuerza o vir
tud interior para tratar y mediar con la divinidad y con lo
santo. El conocimiento del futuro le vendría al sacerdote de
su más estrecha relación con lo divino.
Pero también los jefes de familia, de una tribu o de una
raza, de una comunidad o de una ciudad, aparecen ofreciendo
sacrificios. Aun el laico, sin especial formación o preparación
sacerdotal, podía ofrecer purificaciones y expiaciones6. Nés
tor ofrece solemne sacrificio a Atenas; en la descripción mi
nuciosa no aparece un sacerdote7. Por esto la función sacri-
ficadora no aparece como exclusiva de una sola casta, aunque
sí propia de ella.
También era propio de los sacerdotes el cuidado de un
santuario adscrito a una divinidad determinada; de ahí que
aparezcan los sacerdotes de un dios determinado: de Júpiter,
de Apolo, etc.
Hablando en líneas generales, no había entre los griegos
R esum en
Sacerdocio mosaico
2 1. El sacerdocio entre los israelitas viene ejercido por el
hermano de Moisés, Aarón, y por los hijos de éste. Yahvé es
quien los llama al sacerdocio (Ex 28,1) y es quien describe la
indumentaria del sumo sacerdote (Ex 28,2-39) y de sus hijos
(Ex 28,40-43). También Yahvé preceptúa minuciosamente el
rito de la consagración de los sacerdotes (Ex 29,iss). La tribu
de Leví será la destinada, como casta sacerdotal, para auxiliar
al sumo sacerdote.
• ^'j b reaüdad del sacrificio del pan y del vino, ofrecido por Mel-
qmsedec, además de que se introduce a Melquisedec como sacerdote, y el
oficio propio de éstos es el de sacrificar, está sobre todo la tradición patrís
tica, que ha visto unánimemente aquí un sacrificio tipo del sacrificio euca
ristía). L.I. C . B a r d y , Melchisédec dans la tradition patristique: RevBibl 35
(19 26) 496-509; 36 (19 2 7 ) 2 5 -4 5 ; C a r d e n a l T o led o , Tractatus de Mel-
chisedec: ArchTeolGranad 3 (1940) 1 1 8 - 1 4 9 ; R. C ald o s , Melquisedec en
la patrística: EstEcl 19 (19 4 5 ) 2 2 1- 2 4 6 ; F. A se n sio , E l recuerdo de Mel-
qmsedec en Suarez: EstEcl 22 (1948) 4 0 7 -4 17 . El sacrificio ofrecido por
Melquisedec parece deducirse o suponerse en el concilio Tridentino, se
sión 22 ( 17 de septiembre de 156 2 ), Doctrina de.ss. missae sacrificio c .i:
D z 1739 S (938); y se ha enseñado durante siglos con la liturgia de la misa,
en el canon romano, en una de las oraciones después de la consagración
aludiendo al sacrificio de Melquisedec.
22 Epist. 73,6: P L 22,680.
Sacerdocio mosaico 21
26 Th W N T 3,261.
En tiempo de Jesús 25
C apítulo II
bían podido llevar (cf. Act 15,10), hasta que llegara el tiempo
de la reformación o del enderezamiento (SiópOcocns) que Cristo
iba a realizar (cf. v.io).
Conclusión
55. La conclusión de todos estos pensamientos sobre el
sacerdocio de Cristo es la misma que ya se había adelantado
en esta epístola: «Teniendo, pues, un gran Pontífice que atra
vesó los cielos, Jesús, el Hijo de Dios, mantengamos firme la
confesión [de nuestra fe]...» (Heb 4,14). Es un «gran Pontí
fice» (ápxispéa péyav), que literalmente equivale a «gran Sumo
Sacerdote», con énfasis que destaca su dignidad.
Pero, no obstante sh alteza, nos es cercano: «Porque no te
nemos Pontífice que no pueda compadecer nuestras debilida
des, sino que ha sido probado en todas las cosas a semejanza
[nuestra], fuera del pecado» (v.15). Es el principio de la asimi
lación del sacerdote a su pueblo.
«Acerquémonos, pues, con confianza al trono de la gracia,
a fin de alcanzar misericordia y encontrar gracia en orden al
auxilio oportuno» (v.16).
Jesucristo es Sacerdote por excelencia en el N .T .
No es sólo el fundador de la liturgia cristiana y de la litur
gia celeste; es también el Sacerdote Sumo y Eterno, el Sacer
dote por antonomasia.
Y no sólo porque ofreció el sacrificio de la cruz, una vez
para siempre; no sólo es Sacerdote por lo pasado; es también
Sacerdote por lo presente. Y por lo futuro. Actúa ahora y actua
rá siempre como Sacerdote.
Y cuando sus ministros renueven incruenta y sacramental
mente su sacrificio, cuando hagan los sacramentos cristianos,
Cristo es el Sacerdote principal; los otros son sus instrumentos
y vicarios. Hacen los sacramentos «en persona de Cristo».
Si en el N .T . y en la literatura cristiana hasta final del
siglo 11 el nombre de sacerdote y otros parecidos estaban reser
vados a Cristo (cf. n .ii2ss), ello indica la conciencia cristiana de
Conclusión 4.5
i Pe 2,5.9
59. San Pedro, en su primera carta, exhorta a los cristia
nos todos a acercarse a Jesucristo, «piedra viva, desechada por
los hombres, pero escogida, preciosa delante de Dios» (1 Pe 2,4).
También los fieles, «vosotros—continúa—sois edificados [Vg
superaedificamini, sois edificados sobre (esta piedra)] como pie
dras vivas, como un templo espiritual, para [ constituir] un
sacerdocio santo, en orden a ofrecer víctimas espirituales, acep
tables a Dios por medio de Jesucristo» (v.5). San Pedro pondera
el valor de esta «piedra angular, escogida, preciosa», que no
avergüenza a los que creen en ella, a los cristianos; mientras
que es «piedra de tropiezo y roca de escándalo» para los que no
creen en la palabra (v.6s). Por esto, los cristianos, «vosotros
—les dice— [sois] raza escogida, sacerdocio regio, nación santa,
pueblo adquirido [o conquistado por Cristo], para que anun
ciéis los prodigios de Aquel que os llamó de las tinieblas a su
luz admirable; los cuales, si algún tiempo no erais pueblo, ahora
sois pueblo de Dios; si no habíais conseguido misericordia,
ahora la habéis conseguido» (v.8-10).
La razón de llamar San Pedro a todos los fieles un sacerdocio
santo (v.5), un sacerdocio regio (v.9), es por estar edificados
sobre Cristo. Es por su incorporación a Cristo; es por haberse
acercado a esta piedra y creído en ella. Es una dignidad de la
que participa todo bautizado, que forma parte de este templo
o casa espiritual, cuya piedra angular es Cristo.
60. La comparación de Cristo como piedra viva y angular, y de
la Iglesia como construcción y casa de Dios, es familiar y predilecta
en el Nuevo Testamento. La obra de Dios en la Iglesia es una cons
trucción; es casa que Dios edifica (cf. 1 Cor 3,9). El fundamento para
este edificio tiene, que ser necesariamente el que ha sido puesto, Cris
to; y nadie puede poner otro fundamento (ibid., v . i i ). Es la piedra
que fue rechazada por los constructores de la casa; pero que ha ve
nido a serla piedra clave y angular (cf. Sal 117,22; M t 21,42; Act 4 ,11;
1 Pe 2,7). Cristo es la roca o peña fundamental sobre la cual se levan
ta la Iglesia; Pedro, su apóstol, es el fundamento visible (Mt 16,18),
subordinado a Cristo, fundamento invisible y secreto. Sobre este fun
damento,- sobreedificados sobre los apóstoles y profetas, se levantan
los fieles, «permaneciendo Cristo la piedra angular, y todo el edificio
48 P.I c.2 § 2. Sacerdocio común de los fieles
Concilio de Trento
70. El concilio de Trento tuvo particular cuidado de se
ñalar la diferencia esencial existente entre el sacerdocio común de
los fieles y el sacerdocio ministerial. Dieron pie a las definicio-
tius, perinde ac communis corporis, cura afficiamur...» (S. J uan . C r isó s -
tomo , In 2 ad Cor. hom.18: PG 61,527).
1 1 Quaest. evang. 2,40,3: P L 35,T355»
12 De Civit. Dei 17,5: P L 41,535. Cf. ibid., 10,6: P L 41,2833.
13 Serm. 4 ,1: P L 54,1483.
Enseñanzas del Magisterio 55
Pío X II
72. También Pío X II quiso defender la realidad del sacer
docio ministerial de los que actúan como representantes de
Cristo y en persona de Cristo, en el sacrificio y en los sacra
mentos. Fomentó con su doctrina, propuesta en la encíclica
Mediator Dei, la participación de los fieles en el sacrificio euca-
rístico, pero «no por ello— dijo—gozan de poder sacerdotal» 2^.
Se refiere evidentemente al poder ministerial de los sacerdotes
jerárquicos. «Porque hay algunos—continúa que, sumándose
hoy a los errores ya en otros tiempos condenados 25, enseñan
que en el N .T . viene solamente bajo el nombre de sacerdocio
el sacerdocio que se refiere a todos los que han sido purificados
con la ablución de la fuente sagrada, y también que aquel
mandato con que Jesucristo en la última Cena encargó a los
Concilio Vaticano II
C apítulo III
«MISION» Y «M IN IS T E R IO » E N E L N U EV O
TESTAM EN TO
L o s discípulos 3
82. Bajo esta expresión genérica del N .T . se designa en
los evangelios y en los demás escritos de los Apóstoles a todos
aquellos que seguían las enseñanzas de Jesús. No obtiene, por
sí sola, esta palabra el alcance misional o ministerial de otras
que pronto encontraremos; aunque en no raras ocasiones Juan
designa con ella a los Apóstoles (v.gr., Jn 13,5.225).
Apóstoles 4
El significado preciso de esta palabra, que es el de enviado,
tiene su paralelo verbal en el semítico séliah, que le correspon
dería. El término apóstol fue empleado por el mismo Jesús,
que así designó al grupo selecto de los doce, escogidos entre
sus discípulos (Le 6,13). La iniciativa para esta selección es
totalmente de Jesús: «Llamó a los que El quiso; y se acercaron
a El. E hizo que doce estuvieran con El» (Me 3,i3s). En el
sermón de la última Cena se manifestará celoso de esta elec
ción, cuya iniciativa le correspondía: «No me habéis elegido
vosotros a mí, sino yo a vosotros» (Jn 15,16).
La designación directamente divina es una de las condicio
nes necesarias para pertenecer al colegio de los doce Apóstoles.
Este llamamiento directamente de Jesús se cumplió en todos
los que el Maestro escogió durante su vida pública para este
oficio. Cuando, después de la Ascensión del Señor, tratarán
Pedro y la comunidad cristiana reunida en Jerusalén de se-
2 Con la denominación genérica «Dei sumus adiutores» (uuvepyoí) de
signa San Pablo (1 Cor 3,9) a los cooperadores de Dios en el ministerio
apostólico y en la obra de la redención.
3 C f. K. H. R e n g st o r f , art. jioc0r|-nís: T h W N T 4,417-464. Para el sig
nificado y uso de esta palabra en el A .T . y cultura judaica, ibid., p.428-
443; para el N .T ., ibid., p.444-464.
4 Cf. K. H. R en g st o r f , art. áirócrroAos: Th W N T 1, 406-446; el sig
nificado y uso en el N .T ., ibid., 421-446; L . C e r f a u x , Pour l’histoire du
títre «apostólos» dans le Nouveau Testament: RechScRelig 48 (1960) 76-92.
Ministros de Cristo 3
60 p j c .3 § 1 . L o s m in is tr o s d e J e su c r isto
Em b ajad o r de Cristo 7
85. Relacionado con la idea de la misión y del apostolado
está el pensamiento de la legación o embajada. Lo utiliza San Pa
blo para expresar la característica de su misión. «Desempeñamos
una embajada — dice— en nombre de Cristo; como si Dios ex
hortara por medio de nosotros» (2 Cor 5,20). L a embajada se
refiere al ministerio de reconciliación, a la reconciliación de
Dios con los hombres por medio de Cristo, ministerio que ha
sido confiado al apóstol (2 Cor 5 , i 8 s s ). También en otro lugar
dice que es embajador del Evangelio, aun estando aprisionado
en cadenas (Ef 6,20).
M inisterio cultual
Ministerio pastoral
ioo. Es sabido que Jesucristo encomendó un ministerio
de régimen y de gobierno a sus Apóstoles.
A P e d r o prometió (Mt i ó , i 8 s ) y confirió (Jn 2 1,15 -17 ) un
primado de jurisdicción sobre toda su Iglesia y sobre cada uno
de los fieles y pastores. Le encomendó también el oficio de con
firmar a sus hermanos (Le 22,32).
La potestad concedida a Pedro para el régimen de la Iglesia
es plena y suprema, potestad primacial, propia del Vicario de
Jesucristo.
T a m b ié n a to d o s lo s A p ó st o l e s, ju n t a m e n t e co n P ed ro ,
les prometió Jesús la potestad plena y suprema de atar y desatar
(Mt 18,18). En el mandato de enseñar a todas las naciones (Mt
2 8 , i 8 s ), junto con el encargo de bautizar, está el encargo de hacer
discípulos (padqTsÚCTaTs); agregándolos, por consiguiente, a la
Iglesia y gobernándolos como a tales.
A l prometer Jesús su asistencia a los Apóstoles hasta la con
sumación de los siglos, sabiendo que los Apóstoles tenían que
morir en breve tiempo, prometía también su asistencia a los
sucesores de los Apóstoles en estos oficios que les encomendaba.
Es fácil ver en los Act cómo Pedro practica, su oficio de di
rector del colegio apostólico (Act i,i5ss) y cómo inicia la pre
dicación (Act 2,i4ss) y la sigue con relieve singular (Act 3,4ss;
4,i9ss; 5,3ss; io,2Óss...), alcanzando sus actos importancia
particular entre los de los demás Apóstoles.
E n e l c o n c i l i o d e J e r u s a l é n , en el que se reúnen los
Apóstoles con los «séniores» (irpscrpÚTepoi), Pedro dirige los
actos conciliares (Act i5,6ss).
El mismo nombre de Pedro en los Act, o el de Cefas, que le
da Pablo (1 Cor 3,22; Gál 2,93.14), son reconocimiento de su
dignidad primacial. Pablo tuvo particular empeño, después de
su conversión, de ver a Pedro (Gál 1,18), aunque le mostró su
disconformidad en una cuestión de disciplina (Gál 2 ,11).
26 Cf. M. G u er r a , l.c., p .27s.
78 P.I c.3 § 2. Triple vertiente del ministerio
L a a u t o r i d a d j u r i s d i c c i o n a l d e l o s A p ó s t o l e s aparece,
v.gr., en Pablo, que excomulga a cristianos indignos (i Cor 5,
4-6.12); señala y pone obispos y pastores: Timoteo, Tito (1,5...),
y encarga que el oficio de enseñar se transmita a otros
(2 Tim 2,2).
10 1. Hay también otros «enviados» o apóstoles de los mismos
Apóstoles: Silas (Act 15,22.32.34), Artemas y Tíquico (Tit 3,
12), etc.
En Act aparecen ya los Ttpscr[3ÚT£poi (séniores) de Efeso,
en funciones de responsabilidad y dirección, llamados tam
bién 8Trícn<OTroi (obispos) (Act 20,17.28), puestos por el Espí
ritu Santo para gobernar la Iglesia de Dios 21. Sabemos (Act 14,
23) que Pablo y Bernabé habían constituido 2728 «presbíteros»
para cada una de las ciudades de su reciente misión: Iconio,
Listra, Derbe, Antioquía de Pisidia (Act I4,20s). Hay también
«presbíteros» en Jerusalén, que se reúnen con Pablo y Santiago
(Act 21,18); y otros estaban en Judea (Act 11,30). A ellos
corresponde el régimen de las comunidades, formando el «pres
biterio» (cf. 1 Tim 4,14).
Estos «presbíteros» (ancianos) aparecen en las cartas de los
Apóstoles con oficios de presidencia (1 Tim 5 ,1.17-19 ; Tit 1,5;
1 Pe 5,1-5) o estrictamente cultuales, relacionados con la «cura
animarum» (Sant 5,14).
No es fácil, por los textos de la Sagrada Escritura, discri
minar estos «presbíteros» de los «obispos» (supervisores o inspec
tores) , de los cuales se habla poco después de hablar de los
presbíteros (Act 20,28; cf. T it i,7ss; 1 Tim 3,2ss; cf. n.136-
138). También son expresamente designados como grado je
rárquico en Flp 1,1.
Los diáconos son mencionados expresamente por San Pablo
en Flp 1,1; 1 Tim 3,8.
10 2 . O t r o s n o m b r e s d e c a r g o s d i r e c t i v o s en las pri
meras comunidades cristianas son «ios que os presiden» (irpo-
íoTcqjisvoi: 1 Tes 5,12; Rom 12,8), «prepósitos, directores» (pyoópe-
voi: Heb 13,7.17.24), «pastores» (rroiiréves: E f 4 ,11). En 1 Cor 12,
30 A llo , H uby .
31 B. H e e n e n , Ordines sacri. Ein Deutungsversuch zur 1 Cor 12 ,1-13
und Rom 12,3-8 : Theologische Quartalschrift (1938) 427-460; M. G u e r r a ,
l.c., p.68.
32 Cf. R. S o h m , Kirchenrecht. I. Die geschichtlichen Grundlagen (Leip
zig 1892); E. H a t c h , The organisation of the early christian Churches (Lon-
don 1881); A . H a r n a c k , Episkopen, Diakonen und Presbyter, como apéndice
(p.229-251) de la traducción alemana de la obra inglesa citada: Die Ge-
sellschaftsverfassung der christilichen Kirchen in Altertum (Giessen 1883);
cf. M . G u e r r a , l.c., p.6gs; I d., Episcopos y presbyteros (Burgos 1962)
351- 359-
Carismas y ministerio 81
Algunos, sin embargo, distinguen entre carismas de pura natura
leza pneumática y otros dones del Espíritu, también pneumáticos
según su contenido, pero pertenecientes en su forma a la ordenación
terrena y en íntima relación con los oficios jerárquicos 33. Otros 34
rechazan la separación de lo carismático y de lo ministerial antes del
siglo III.
Conclusiones
110 . 1) Como conclusión de todo lo expuesto hasta ahora,
diremos que el ministerio apostólico ni es solamente el ministerio
de la palabra (a lo que tienden algunos protestantes), ni es sola
mente el ministerio de los sacramentos, mucho menos desligados
de la fe 37.
Y, en efecto, desde la primera predicación de Pedro, al
«kerygma» se junta el bautismo, y al magisterio de los Após
toles, la perseverancia en la Eucaristía y en las oraciones. Por
que «los que recibieron su palabra», esto es, los que creyeron,
«fueron bautizados y en aquel día se agruparon alrededor de
tres mil. Y perseveraban en la enseñanza de los Apóstoles,
y en la comunicación fraterna, y en la fracción del pan, y en
las oraciones» (Act 2,4is).
Ministerio de la palabra y ministerio de los sacramentos y
del culto. Palabra y sacramentos. Y la fe como consecuencia de
la palabra (cf. Rom 10,14) y previa a los sacramentos.
2) Pero, además de lo cultual, los Apóstoles dan gran im-
36 Didaché 11,3-8 (ed. BAG) p.89.
37 Sobre la necesaria relación entre fe y sacramentos nos remitimos a
Teología del signo sacramental n.571-586.
84 P.I c.3 § 3. Por qué no aparece el nombre «sacerdote»
11 3 . L a s r a z o n e s d e e s t a o m i s i ó n o s i l e n c i o podrían
ser las siguientes:
1) La actitud de Jesucristo durante su vida pública no era
favorable a los sacerdotes de Israel. Muchos de ellos eran sa-
duceos, los «racionalistas» de la época, que negaban la existen
cia de los ángeles y la resurrección futura (Mt 22,23; Act 23,8).
Por esto la idea de un sacerdocio encarnado en meros hombres
podría decirse repulsiva para los seguidores de Jesús.
2) Por otra parte, el Maestro había dicho, en su coloquio
con la Samaritana, que había llegado el tiempo de otro culto «en
espíritu y verdad» (Jn 4,23), con un culto no ligado ni al Gari-
zim ni al monte Sión. El sacerdocio futuro sería de otra natu
raleza. A l no utilizar la misma palabra, se acentuaba su índole
diversa.
El sacerdocio cristiano sustituye al sacerdocio levítico, pero
no le sucede, si no es en un sentido meramente cronológico, en
cuanto que le sigue. El sacerdocio cristiano es de naturaleza
específicamente diversa del sacerdocio aaronítico. Hay hiato y
ruptura entre uno y otro.
Entre los judíos, el sacerdote pertenecía a la tribu de Leví
por institución divina. Dios le había llamado a este oficio, y
por esto era mediador entre Dios y el pueblo, servía a Dios y al
pueblo con el sacrificio, con la plegaria y con la declaración
de la ley. Era mediador que obraba en nombre propio, una vez
llamado por Dios. Por esto, esta noción de sacerdote no podrá
aplicarse en el N .T . sino a Cristo 8.
De parecida manera, en la mentalidad helénica y pagana,
sacerdote era el que «estaba en lo sagrado», al servicio de un
santuario; también con el oficio de interpretar o escuchar la
voluntad de los dioses y adivinar el futuro. El sacerdocio que
ejercía era propio y en nombre propio. Por esto, tal concepto
de sacerdocio no podía aplicarse en el N .T . sino a Cristo.
114 . 3) Esta diversidad de sacerdocio entre el Antiguo
y el Nuevo Testamento está asimismo en que el sacerdocio
del N .T . es único y permanente; Jesucristo es el verdadero y único
Sacerdote. Los del A .T . eran muchos, porque no podían durar
a causa de su muerte; pero «éste, por permanecer eternamente,
L a «D idach é» (a.90-100)
C a p ít u l o IV
LAS FORMAS CONCRETAS Y ESTABLES
DEL «MINISTERIO» SEGUN EL NUEVO TESTAMENTO
El oficio de gobernar
130. Este encargo de constituir presbíteros va unido a la
organización de la Iglesia que Pablo demanda a Tito. Le ha
dejado en Creta para que acabe de organizar lo que falta y es
tablecer en cada ciudad presbíteros, como el mismo Pablo
había ordenado (Tit 1,5). El designar y establecer esos nuevos
Los datos del N uevo Testamento 99
El oficio de santificar
13 1. Timoteo ha recibido por la imposición de las manos
de Pablo un carisma y un espíritu; un carisma habitual y es
table en él, porque está en él y puede reavivarse (2 Tim 1,6).
El espíritu recibido no es de temor, sino de fortaleza, de amor,
de moderación y vigilancia (2 Tim 1,7); virtudes propias del
que gobierna. Es una gracia que está en él, que se le dio por
las indicaciones de los profetas de la comunidad, reafirmando
también el presbiterio con su imposición de manos el gesto
decisivo de Pablo. No debe descuidar esta gracia (1 Tim 4,14).
100 P.I c.4 § 1. El episcopado en la primitiva Iglesia
Régimen colegial
140. Como hemos indicado (n.138), el régimen se ejer
citaba colegialmente, sin que, por los datos del N .T ., en las
comunidades dependientes en alguna manera de San Pablo
aparezca un director o presbítero que sobresalga sobre los
demás del colegio. Se dirían colegios o comunidades aparente
mente acéfalas; pero dependientes, en realidad, directamente
de un Apóstol o de un delegado-colaborador del Apóstol.
E n cam bio, en las com unidades dependientes más directa
m ente del apóstol San Ju an en A sia, si los ángeles de las Ig le
sias a quienes dirige su A pocalipsis son los jefes locales de
Los datos del N uevo Testamento 107
C apítulo V
L A S F O R M A S E S T A B L E S D E L «M IN IS T E R IO » E N
LO S P R IM E R O S E S C R IT O R E S E C L E S IA S T IC O S
Clemente de Roma
149. Clemente de Roma (a.92-101), en su primera carta a
los Corintios (a.96-98), invoca la institución de «epíscopos» (y
diáconos) por efecto de la sucesión apostólica. Es interesante
fin epist. 2 ad Cor. hom.18,3: PG 61,527). Allí explica por qué se consulta
al pueblo.
19 In Act. hom.18,3: PG 60,144; R 1215.
1 C f. J . C o lso n , Ministre de Jésus-Christ ou le sacerdoce de l’Evangile
(París 1966) parte 2.a (La prise de conscience subapostolique); Id., L ’évéque
dans les communautés primitives (París 19 51); Id., Lesfonctions ecclésiales aux
deux premiers siécles (París 1956) c .n -16 ; Id., L ’épiscopat catholiqne. Col-
légialité et primauté dans les trois premiers siécles de l’Eglise (París 1963);
Id., Le ministére apostolique dans la littérature chrétienne primitive: apotres
et épiscopes, «sanctificateurs des nations», en «L’Épiscopat et l’Église univer-
selle» (ed. Y . C o n ga r -B . D. D u p u y ) (París 1964) p .135-169; O thm ar
P e r l e r , L ’évéque, représentant du Christ selon les documents des premiers
siécles: ibid., p.31-66; A. M. J a v ie r r e , Le théme de la succession dans la
littérature chrétienne primitive: ibid., p .17 1-2 2 1; Id., Le passage de l’apostolat
á Vépiscopat: réflexions méthodologiques: Salesianum 24 (1962) 229-242;
V. P roaño , Conciencia de la función episcopal en la Iglesia primitiva, en
«XX Semana Española de Teología (1962)» (Madrid 1963) p.175-216;
J . L é c u y e r , art. Épiscopat: Dict. Spiritualité 4,884-898; L . O t t , Das
Weihesakrament 9-13.
116 P.I c.5 § 1. Episcopado y presbiterado en los primeros'escritores
D id a c h é
152. En la Didaché (a.90-100) o Doctrina de los doce Após
toles se habla igualmente de los «epíscopos» y diáconos. Es a
propósito del oficio litúrgico dominical, al que se exhorta:
«Congregados cada día del Señor, romped el pan y dad gra
cias, después de haber confesado vuestros pecados, a fin de
que sea puro vuestro sacrificio. Todo aquel, empero, que tenga
contienda con su compañero, no se junte con vosotros hasta
que no se hayan reconciliado, a fin de que no se profane vues
tro sacrificio. Porque éste es el sacrificio dicho por el Señor l®.
En todo lugar y tiempo se me ofrezca un sacrificio puro; por
que Rey grande soy yo y mi nombre es admirable entre las
naciones» 101 .
En este contexto del sacrificio eucaristico, y como conclu
sión de lo dicho, se continúa inmediatamente: «Elegios (x6lP°_
TovficccTe) i2, pues, epíscopos y diáconos dignos del Señor, va
rones mansos y desinteresados, veraces y aprobados. Porque
para vosotros también ellos ofician litúrgicamente (AeiToupyoü-
cnv) la liturgia de los profetas y de los doctores (Si8ácn<aAoi).
Por consiguiente, no los despreciéis, puesto que ellos son los
honorificados entre vosotros juntamente con los profetas y
doctores» 13.
El examen de este documento pone fuera de duda la fina
lidad sacerdotal y litúrgica de estos epíscopos que se trata de
elegir. Ofician en el sacrificio eucarístico, predicho por Mala-
quías, que es el oficio dominical de la asamblea cristiana.
Ofician la liturgia de los profetas y doctores. En lo cual aparece
aludirse a los oficios litúrgicos celebrados por los profetas y
doctores itinerantes o transeúntes. El nombre de los epíscopos
10 M a l 1 , 1 1 . 1 4 .
1 1 Didaché 14 ,1-3: B A C 9 1; R 8.
1 2 N o se v e que tenga aq uí el significado de ordenación por extensión
de m anos (cf. n .2 0 1), sino sim plem ente el de extensión de m anos como
m anera de ind icar el sentido de una votación o su fra g io ; esto es, se trata
de una elección. C f. F . Z o r e l l , Novi Testamenti Lexicón graecum, a la palabra
XeipoTovécú.
13 Didaché 15 ,1-2 : B A C 92; R 9.
Ignacio de Antioquía 119
Policarpo
157. Policarpo (7o?- i s 6), obispo de Esmirna34, en carta
a los de Filipos (después de a. 107), recomienda a todos «vivir
sometidos a los presbíteros y a los diáconos, como a Dios y a
Cristo» 35; y describe largamente, después de hablar de los
diáconos, cómo deben ser los presbíteros: misericordiosos, v i
sitando a los enfermos, sin descuidar las obras de misericordia,
desinteresados, perdonadores 36. Lamenta la defección de un
presbítero Valente 3L No se habla en esta carta de un obispo
de Filipos, que allí gobernara, como aquellos de quienes han
hablado las cartas de San Ignacio.
Pastor de Hermas
158. En el Pastor, atribuido a Hermas (140-155), con sus
tres partes de Visiones, Mandatos y Semejanzas, encontramos
la mención de los oficios directores de la comunidad: obispos,
presbíteros, diáconos.
En la visión segunda se habla de Clemente (el Papa de
Roma), que enviará una copia de las visiones a las ciudades
de fuera, «pues a él le está encomendado»; y el autor lo leerá
«en esta ciudad con los presbíteros, que presiden (irpoíoránEvoi)
la Iglesia» 38. En la misma visión segunda se refiere a los «di
rigentes de la Iglesia», usando la palabra que ya conoce
mos (cf. n .15 1) Trporiyoúpsvoi 39. La misma voz en la visión
tercera 39 *.
También se dice que «las piedras cuadradas y blancas que
ajustaban perfectamente en sus junturas representan los após
toles, obispos, doctores (5i8áoxaAoi) y diáconos, que caminan
según la santidad de Dios, los que desempeñaron sus oficios
de obispos y diáconos pura y santamente para los escogidos de
D ios...»40 Los apóstoles y doctores (maestros, SiSácjxaAoi) son
los que anuncian la predicación del Hijo de D io s41; predican
34 Cf. S. I g n a c io , A d Magn. 15 (BAC 467); Ad Polyc. (BAC 496).
35 5,3: B A C 665.
36 6,1-2: B A C 666.
37 1 1 , 1 : B A C 669.
38 Visio II, 4 , 3 : ed. Ruiz B ueno (BAC), p.947.
39 Visio II, 2,6: B A C 945. 40 Visio II, 5 ,1: B A C 954-
39» Visio III, 9,7: B A C 961. 41 Similit. IX, 15,4: B A C 10 7 0 .
Pastor de Hermas, etc. 123
Papías
159. En los fragmentos que se nos han conservado de
Papías (ca.130) se da el nombre de presbítero a los mismos
Apóstoles; de ellos se trataba de averiguar qué es lo que habían
dicho46. Pero este nombre, que aplica a los Apóstoles, evi
dentemente no está aquí usado para designar a los sacerdotes
de segundo grado, sino es solamente un título de honor (sénior,
anciano) que se les atribuye.
R esum en
res de ellos hasta su tiempo, son claros en favor del hecho uni
versal del episcopado. En éste resalta, junto con la sucesión
apostólica, sobre todo su magisterio de la auténtica fe y el
carisma de la verdad según el beneplácito del Padre.
Serán también testimonio de la difusión universal del epis
copado en las Iglesias Clemente de Alejandría con Orígenes, y
muy en particular Tertuliano con San Cipriano. Lo cual supo
ne un firme y anterior establecimiento del episcopado monár
quico en sus respectivas Iglesias. Eusebio confirma en su His
toria esta realidad de la función episcopal en los primeros
tiempos de la Iglesia.
168. La presidencia del obispo en la comunidad quedaba
así muy recalcada con la veneración y obediencia que se le
debía como a representante del Padre; su presbiterio y los
diáconos debían estar unidos y sometidos a él, como los
Apóstoles a Dios y a Jesucristo 69. Si en los grados jerárquicos
se subrayaba esta dependencia respecto del obispo, se com
prende que con el ejemplo y la palabra de éstos también el
pueblo quedara acordado con él y todos con Cristo. Del obis
po dependía la celebración legítima de la Eucaristía, el bautis
mo, los sacramentos y la predicación. En la concelebración
eucarística aparecía con más relieve esta unidad eclesiástica,
unidad que era la meta de la Eucaristía y el brillante signo
eclesial (apologético y confortante) para los de fuera y los de
dentro. «Procurad usar una sola Eucaristía—escribía San Igna
cio a los filadelfenses— , porque una es la carne de nuestro
Señor Jesucristo y uno es el cáliz en unidad de su sangre; uno
es el altar, así como es uno el obispo con el colegio de los
presbíteros y con los diáconos, mis consiervos; para que lo
que hagáis lo hagáis según Dios»70.
Como Cristo reunido con sus Apóstoles y discípulos, así
la imagen del obispo con sus sacerdotes, ministros y fieles.
Como las cuerdas adaptadas a la lira, así los presbíteros de Efeso
con su obispo, formando un cuerpo presbiteral «digno de Dios»
—como escribe Ignacio— . Por ello, de su armonía y caridad
brotaba un himno en loor de Jesucristo» 71.
Pastor de H erm as
C apítulo VI
E L RITO D E L A O RD EN A C IO N
I. La amisión» apostólica
L os D oce
180. El constituir a los Apóstoles como «enviados», «mi
nistros» y «embajadores» suyos, para la triple función evangeli-
zadora, cultual y pastoral de su ministerio (cf. n.89ss), lo hizo
Jesucristo por la, eficacia de su voluntad y de su palabra. Los
«consagró» y los santificó en la verdad de su palabra; y como
El fue enviado al mundo por su Padre, los Apóstoles fueron
enviados al mundo por Jesucristo (cf. Jn 17,17-19). A l man
darlos repetir en su memoria la Cena eucanstica (Le 22,19;
1 Cor 11,24) Y al mandarlos a predicar y bautizar (Me i6,i5s;
M t 28,195) y a perdonar los pecados (Jn 20,21-23), los facul
taba por ello mismo con los poderes y gracias necesarias y con
venientes. La «potestad de excelencia» que se atribuye a Jesu
cristo para crear signos sacramentales y darles eficacia1 la pudo
actuar haciendo que la sola expresión de su palabra, indica
dora de su voluntad, fuera el signo y el rito de la interna con
sagración de los Apóstoles para este oficio y de su interna san
tificación.
Por eso en la última Cena los constituyó sacerdotes, según
la doctrina del concilio de Trento 2 y les dio potestad sobre
su cuerpo físico. El día de la Resurrección les dio, de una ma
nera explícita y manifiesta, si antes no se la hubiese dado
(cf. M t 18,18 y el hecho de ordenarles sacerdotes en la última
Cena), la potestad sobre su Cuerpo místico 3.
27 Apolog. I 67,6: PG 6,429.
1 Cf. M. N ic o la u , Teología del signo sacramental (Madrid 1969) 11.427.
2 Sesión 22 (17 septiembre 1562), Doctrina de ss. Missae sacrificio c.i:
Dz 1470 (938); 1752 (949).
3 Esta fue la solución, distinguiendo entre potestad sobre el cuerpo
Los D oce, Matías, Pablo 139
M atías
18 1. A l incorporarse Matías al colegio de los Doce, por
acción de las suertes, que manifestaba directamente la volun
tad divina (Act 1,24-26), quedaba por ello constituido Após
tol, con los poderes y gracias que venían de quien tiene «poder
de autoridad» sobre los signos sacramentales 5.
Aunque en las palabras de Pedro a la asamblea cristiana se
pueda descubrir el paradigma del ritual judío para la elección
comunitaria, partiendo de un texto bíblico (Act 1,16-20), se
guido de un comentario (v.21-23) y acabando con una oración
(v.24s), no por ello desaparece la interpelación a Dios y el acu
dir a El para que E l sea quien nombre y consagre con su elección
al que ha de ocupar el lugar de Judas.
Pablo
Santiago
183. Si Santiago, el dirigente de la Iglesia de Jerusalén,
«hermano del Señor» (Act 1 5 ,1 3SS; Gál 1,19 ; 2,9), no hubiera
tenido la «misión» y consagración que tuvieron los pertenecien
tes al colegio de los Doce, podría suponerse significada y rea
lizada esta «misión» en la visión que tuvo de Jesús resucitado,
y que San Pablo le atribuye como particular para él (1 Cor 15,7).
Pero no vemos razón para desligarlo de la «misión» con todos
los Apóstoles.
Precedentes en el A . T .
188. Este rito de imposición de manos tenia su precedente
en el A .T ., para indicar la transmisión de un poder jerárquico
sobre el pueblo de Dios; como fue la imposición de manos de
Moisés sobre Josué, que fue lleno del Espíritu de sabiduría
(Núm 27,18-23; Dt 34,9). Esta imposición de manos comuni
caba autoridad jerárquica a quien le eran impuestas.
La imposición de manos se verificaba también sobre la ca
beza de la víctima que se ofrecía en sacrificio de expiación
(Lev 4,4.15; 8,14.22), Era señal de apropiación de la víctima
por el que ofrecía el sacrificio, al mismo tiempo que traspasaba
en ella el propio pecado y la ofrecía como víctima expiatoria.
Este gesto de apropiación y de ofrecimiento o dedicación tema
a veces, realizado sobre personas, un carácter de bendición,
como cuando Jacob puso sus manos sobre Efraím y Manasés,
Precedentes en el A .T. 142
hijos de José, y así bendijo (Gén 48,8-14) a los que antes había
adoptado como hijos (Gén 48,5).
También la imposición de manos podía significar la res
ponsabilidad que hacían suya y transmitían a la víctima los
testigos de una acción punible. Como cuando el Señor mandó
a Moisés que sobre la cabeza del blasfemo, sacado fuera del
campamento, pusieran sus manos todos los que habían oído la
blasfemia, antes de que le lapidara todo el pueblo (Lev 24,14).
189. Para la ocupación de cargos de responsabilidad en el
sanedrín, Maimónides (1135-1204), en su obra Mishneh Torah,
compendio de la jurisprudencia rabínica, nos informa de la
práctica de la ordenación mediante la imposición de manos;
bien que esta práctica hubiera caído en desuso o sufrido mo
dificaciones en diferentes períodos de la historia de Israel y del
judaismo, siendo sustituida en no pocas ocasiones por un título
jurídico, delegación o proclamación 1 1 . Escribe así Maimó
nides:
«Nadie puede desempeñar el oficio de juez, sea en el grande o en
el pequeño sanedrín 12, o bien en un tribunal de tres miembros, si
no ha recibido la ordenación por alguno que haya sido él mismo or
denado. Moisés, nuestro maestro, ha conferido la ordenación a Josué
por la imposición de manos, como está dicho (Núm 27,23): ‘Puso sus
manos sobre él y lo constituyó (en su oficio)’. También confirió la
ordenación a los 70 ancianos y la gloria de Dios reposó sobre ellos 13.
Estos ancianos confirieron la ordenación a otros y así sucesivamente.
Por esto existe una sucesión ininterrumpida de personas ordenadas,
que asciende hasta el tribunal de Josué y al de Moisés, nuestro
maestro» 14.
E n A c t 6,6
En 2 T im 1,6
195. Supuesta la fe que hubo en los antepasados de T i
moteo y también ciertamente en Timoteo (v.5), San Pablo1
Act 14,33
201. En los textos anteriores se habla de una verdadera
imposición (e-mOsais) de manos. En el pasaje actual se dice
que los apóstoles Pablo y Bernabé, en su visita a los fieles de
varios lugares, «después de constituirles (XBPOTovr]cravTss) pres
bíteros por las Iglesias, y después de orar con ayunos, los en
comendaron a Dios...».
El juntar la oración y el ayuno con la «extensión de ma
nos» parece suponer un acto litúrgico de la misma índole
que las imposiciones de manos de que antes hemos hablado,
y, por consiguiente, con eficacia sacramental para significar y
producir la comunicación del Espíritu y la gracia del presbi
terado. Por esto el pasaje en cuestión puede muy bien enten
derse de un rito sacramental, de ordenación, realizada por Pa
blo y Bernabé. Así como también podría entenderse en 2 Cor 8,
19 («os hemos enviado al hermano [Lucas?]..., que ha sido
constituido [xeipoTOvnOsís] por las Iglesias compañero de nues
tra peregrinación»).
A c t 13 ,1 -3
202. La imposición de manos realizada en Antioquía por
los profetas y doctores Simón, llamado el Negro, Lucio de
Cirene y Manahen, y precisamente sobre Saulo y Bernabé,
antes de despedirlos para su misión apostólica, no parece una
imposición de manos sacramental para la transmisión de un
poder sagrado.
Sin duda que el Espíritu Santo, por medio de esos profetas
y doctores, señala entonces a Saulo y Bernabé para esa misión.
La designación y aun la misión vienen del Espíritu Santo.
Pero difícilmente se concibe (por lo que antes hemos di
cho, cf. n.182) que aquí se trate de un rito de ordenación, rea
lizado por una autoridad jerárquica, como los otros ritos que
ya conocemos (Act 6,6; Tim 1,6; Tim 4,14).
152 P.I c.6 § 4. Imposición de manos en la práctica posterior
La ordenación de presbítero
206. Para la ordenación de los presbíteros, la misma Tra-
ditio apostólica encarga la imposición de manos:
«Cuando se ordena (xeipoTovsiv) a un presbítero, el obispo le im
pondrá la mano sobre la cabeza de él, y le tocarán también los presbí
teros, y ore el obispo sobre él, como ya dijimos respecto del obispo».
La oración que sigue expresa el Espíritu de gracia y de con
sejo, propio del presbiterio, para ayudar en el gobierno, a ejemplo
de los 70 que ayudaron a Moisés (Núm 11.16s.24). Es la gracia
que se quiere obtener para el presbítero:
«Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, mira a este siervo tuyo
y concédele el Espíritu de gracia y de consejo del presbiterio, a fin
7 Tradit. apost. n.3: B o t t e , 44-47* .
8 L a oración en su conjunto ha sido reproducida en el nuevo rito para
la consagración de obispos. Todavía se conserva en la liturgia de a je n a
ción de los coptos y de los sinos occidentales. Cf. P a blo VI, Constit. apost.
Pontificalis Romani: A A S 60 (1968) 370.
9 Tradit. apost. n .4 : B o t t e , 46S. ., ,
10 Es la «prex» del sacrificio más antigua que se conoce: con acción ae
gracias, consagración recitando la institución de la Eucaristía, anamnesis,
epíclesis y doxología final. Ibíd., n.4: B o t t e , 4 8 -5 3 . En la Tradit apost.
sigue lo que hay que hacer con el aceite, queso y olivas que ofrecen los fie
les. Ibid., n.ss p. 54s*
La « Traditio apostólica >> 155
La ordenación de diácono
208. En la misma Traditio apostólica de Hipólito aparece
claramente la imposición de manos para el oficio diaconal:
«Cuando sea ordenado 1213 un diácono, que sea elegido según lo que
se ha dicho antes, y el obispo solo le impondrá las manos. L a razón de
que sólo el obispo imponga las manos es porque el diácono no se or
dena (xetpoToveív) para el sacerdocio, sino para el servicio del obispo;
para hacer lo que éste le indique»14.
«Si un confesor [de la fe] estuvo en prisión por el nombre del Señor,
no se le impondrá la mano para el diaconado o presbiterado. Porque
tiene por su confesión el honor del presbiterado. Mas, si se le esta
blece como obispo, se le hará la imposición de mano.
Pero si hay algún confesor que no ha sido llevado delante de la
autoridad, ni castigado en prisión, ni puesto en la cárcel, ni conde
nado con otra pena, sino que ocasionalmente ha sido despreciado
[burlado] por el nombre de Nuestro Señor y castigado con castigo
doméstico [privado, no público]: si ha confesado la fe, que se le haga
la imposición de la mano para cualquier oficio del que sea digno»43.
Ministros de Cristo 6
182 P.I c.6 § 5. La imposición de manos, rito esencial
15 Dz 3315 (1963).
16 En lo tocante a la historia y al pasado, la constitución deja libres las
cuestiones discutidas sobre si la Iglesia cambió el rito esencial y si puede
cambiarlo; asimismo sobre el valor doctrinal del Decreto pro Armenis.
17 Dz 3860 (2301,5). Las palabras esenciales, esto es, la forma del
sacramento, allí mismo se determinaban. Para el diaconado: «Emitte in
eum, quaesumus, Domine, Spiritum Sanctum, quo in opus ministerii tui
fideliter exsequendi septiformis gratiae tuae muñere roboretur». Para el
presbiterado: «Da, quaesumus, Omnipotens Pater, in hunc famulum tuum
Presbyterii dignitatem; innova in visceribus eius spiritum sanctitatis, ut
acceptum a Te, Deus, secundi meriti munus obtineat censuramque morum
exemplo suae conversationis insinuet». Para el episcopado: «Comple in
Sacerdote tuo ministerii tui summam, et ornamentis totius glorificationis
instructum caelestis unguenti rore sanctifica». Pero, por lo que toca a la
consagración episcopal, Pablo VI cambió estas palabras por otras, tomadas
de la Traditio apostólica: «Et nunc effunde super hunc Electum eam virtu-
tem, quae a te est, Spiritum principalem quem dedisti dilecto Filio Tuo
Iesu Christo, quem Ipse donavit sanctis Apostolis, qui constituerunt Ec-
clesiam per singula loca, ut sanctuarium tuum, in gloriam et lauden inde-
ficientem nominis tui» (Constit. apost. Pontificalis Romani: A A S 60 [1968]
373). Cf. n.204s.
18 AAS 60 (1968) 372S.
19 AAS 60 (1968) 372.
166, P.I c.6 § 5. La imposición de manos, rito esencial
Otras opiniones
22S- Recogeremos aquí, para unidad de la materia tratada, eru
dición histórica y fácil interpretación de los doctores antiguos, otras
opiniones sostenidas en tiempo pasado sobre los ritos esenciales de
la ordenación:
■ 0 Algunos quisieron añadir a la entrega de los instrumentos,
de que habla el decreto pro Armenis, la imposición de manos, que se
realizaba diciendo: «Recibe el Espíritu Santo» 36. La razón era el
en. 4 del Tridentino en su «doctrina sobre el sacramento del orden»,
el cual definía que en la sagrada ordenación se da el Espíritu Santo
y que los obispos no dicen en vano «Recibe el Espíritu Santo» 37.
Por esto muchos pensaron que esta imposición de manos era esencial
para la ordenación.
Antes del concilio Tridentino se acercaron a esta manera de ver
Escoto, Pedro de Palude, Argentina, Gerson 38. Esta imposición de
manos, la última que ocurría en la ordenación de presbítero, apa
rece después de la entrega de los instrumentos, y no después de la
comunión, en el Pontifical de Arles, en el Silvanectense y en el
Rotomagense (s.xv-xvi). Otros pocos (cuatro) códices la ponían des
pués de la comunión. Pero esta imposición de manos no es anterior
al siglo xn, y es increíble que, de ser rito esencial, no estuviera en los
Pontificales de tantas Iglesias 39. Más adelante defendieron esta opi
nión Silvio, Ambrosio Catharino, Medina, Toledo y no pocos autores
posteriores, de los siglos x v i -x v i i i , como Gabriel Vázquez, Tomás
Sánchez, San Roberto Belarmino, Lessio, Tanner, Coninck, Laymann,36 *9
C a p ít u l o VII
2 2 Clem. 1 9 , 1 : ed. B A C 3 7 1.
3 Apolog. I 6 7: P G 6,429; R 129.
4 Tradit. apost. n . u (lector) n .1 3 (subdiácono): ed. B o t t e , p.66-69.
5 De praescript. haer. 4 1 : P L 2 ,5 6 ; R 300.
6 Líber Pontificalis XX I (D u c h e sn e , I 14 8 ); O t t , l.c., p .1 3 .
7 E u s e b io , Hist, eccl. 6 ,4 3: P G 2 0 ,6 2 iA ; D z 109 (45)-
8 De rebaptismate 1 0 : C S E L 3 ,3 ,8 2 ; P L 3, 1195; R 6 0 1.
Origen y contenido 173
Subdiaconado
232. Lo hemos visto mencionado (n.209) en la Traditio
apostólica de Hipólito, en Cornelio Papa, en San Cipriano, en
Ensebio Cesariense, en los Statuta Ecclesiae Antiqua, en las
Constitutiones Apostolorum. Y es conocida su institución entre
los orientales, donde continuó como orden menor aun después
que entre los occidentales pasó a ser orden mayor.
El oficio del subdiácono, como lo sugiere su mismo nom
bre, es ser ayudante y suplente del diácono en lo que toca a la
preparación de las oblaciones para el sacrificio; esto es, para
recibir las ofrendas que el pueblo presenta, para preparar los
vasos sagrados, etc.
El Pontifical Romano marca así los oficios del subdiácono:
«preparar el agua para el ministerio del altar, servir al diácono,
1 5 Dz 796 (426).
16 Alejandro II (s.xi) incluye el subdiaconado entre las que llama órdenes
sagradas: «ErubesGant impii et aperte intelligant, iudicio Spiritus Sancti eos
qui in sacris ordinibus, presbiteratu, diaconatu, subdiaconatu, sunt positi,
nisi mulieres abiecerint et caste vixerint, excludendos ab omni eorumdem
graduum dignitate» (M a n s i , SS. Concil. 19,76).
i? Dz 1765 (958).
i 8 Dz 1772 (962).
Significado de estas órdenes 173
Los acólitos
233* Según el orden de importancia que señala el Ponti
fical, con el cual se confieren las órdenes menores, el grado
inmediato al subdiaconado es el acolitado. El significado de la
palabra acólito (ockóAou0 os) es «el que sigue», «el que acompa
ña», y, en efecto, el acólito acompaña al sacerdote y diácono
llevando las velas para el sacrificio. Según el Pontifical Roma
no, es propio de ellos «llevar el cirial, encender las luces de la
iglesia, servir el vino y el agua para la Eucaristía». El rito de la
ordenación está precisamente en la entrega del candelabro con
la vela apagada y de la vinajera vacía, que ellos tocan con la
mano derecha mientras el obispo les dice las palabras que de
terminan el significado de estos gestos.
La admonición previa toma pie de la luz que han de llevar
para exhortar a los acólitos a ser «hijos de la luz» y ser luz con
el buen ejemplo. Las oraciones de todo el rito formulan sus
peticiones para que los ordenandos lleven también la luz en
sus buenas costumbres e, iluminados con el rostro divino, sir
van fielmente a la Iglesia.
176 P.Ic.7§l. Subdiaconado y órdenes menores
L o s exorcistas
L o s lectores
236. Este oficio de leer las Sagradas Escrituras al pueblo
fue muy importante desde el principio. Viene mencionado
expresamente en la Traditio apostólica y en Oriente, junto con
el subdiaconado, considerado como orden menor. El oficio de
proclamar la palabra de Dios o de pre-leerla al pueblo antes
de la homilía, que la explicaba, fue oficio muy estimado. Exi
gía dotes de voz, y mucho más de inteligencia, para descifrar
los códices, dar sentido a las lecciones, utilizar las pausas con
venientes y tener la solicitud de que todos oyeran y entendie
ran 24. La lectura del evangelio quedaba, con todo, reservada
al diácono. El Pontifical Romano encarga a los lectores leer de
manera distinta y clara, para inteligencia y edificación de los
L o s ostiarios
238. El oficio de guardar las puertas de la iglesia, para
abrirlas a los fieles y cerrarlas a los paganos, pedía discreción
y firmeza. En caso de peligro, el ostiario o portero debía pre
venir y avisar a la asamblea. Más adelante, pasados los peli
gros de la sociedad pagana circundante, fue también propio
de este oficio avisar con el toque de campana la hora de la
reunión. Por eso el Pontifical Romano describe este oficio di
ciendo que «el ostiario debe tocar la campanilla y la campana,
abrir la iglesia y la sacristía, y también abrir el libro a quien
predica». Se menciona este oficio en las Constitutiones Aposto-
lorum: «Los ostiarios guarden las puertas por donde entren
los hombres, mientras las diaconisas custodien las de las mu
jeres» 25.
El rito de la ordenación consiste en la entrega simbólica
de las llaves de la Iglesia, que los ordenandos tocan, mientras
el Pontífice recita las palabras que explican el significado de
esta entrega. La bendición que después se invoca sobre ellos
pide que tengan cuidado fidelísimo de la casa de Dios. El pen
samiento ascético que según el mismo Pontifical debe acom
pañarles es que, mientras abren y cierran con llaves materia-
25 Constit. Apost. 2 ,5 7 ,io s : F u n k , 16 3.
N o son órdenes sacramentales 179
les la iglesia visible, así también, con las palabras y los ejem
plos, cierren al diablo la casa invisible de Dios, que son los
corazones de los fieles, y la abran al Señor.
Opiniones diversas
C a p ít u l o VIII
C O N C IEN C IA S A C E R D O T A L E N L A ED AD
P A T R IS T IC A P O S T N IC E N A
76 A A S 52 (1960) 466.
77 A A S 5s (1963) 1014.
78 Presbyterorum ordinis n.2. -
204 P.I c.8 § 7. En la edad patrística postnicena
84 S a n L eó n M agno , ibid.
85 Lumen gentium n.21.
86 Citamos los que creemos más fundamentales. Un catálogo más com
pleto de los escritores sobre el sacerdocio en este período y en los siguientes
puede verse en E. D oronzo , Tractatus dogmaticus de ordine l 2óss: A p h r a -
a t e s , Demonstratio 10: de pastoribus (Patrolog. syr. I 1 [Parisiis 1894]
443-466); S. E p h r a e m , Hymnus de sacerdotio (I. E. R a h m a n i , I fasti della
Chiesa patriarcale antiochena [Roma 1920] VIIss); I d ., Sexmo de sacerdotio
(dubius; Opera omnia 3,1-6); Ps. D io n y s iu s A r e o p a g ., De eccles. hierar
cilla (PG 3.369-584).' S. G r e g o r . N a z ia n z e n u s , Oratio 2 (PG 35,407-514);
S. A m br o siu s , De officiis ministrorum (PL 16,25-194); S. C h ryso sto m u s ,
De sacerdotio (PG 48,623-692); I u l iu s P o m er iu s , De vita contemplativa
(PL 49,415-520); S. H ie r o n y m u s , Epist. 52 (ad Nepotianum, de vita cle-
ricorum et monachorum: P L 22,527-540); I d ., Epist. 44 (ad Fabiolam, de
veste sacerdotali: P L 22,607-622); Ps. H ie r o n y m u s , De septem ordinibus
Ecclesiae (PL 30,148-162); I d ., Epist. 42 (ad Oceanum, de vita clericorum:
P L 30,288-292); S. A u g u st in u s , Epist. 21 48 60; 228 (PL 33,88-90; 187-
189; 227S; 10 13-10 19 ); Serm. 46 101 137 (PL 38,270-295 605-611 754-
763); Serm. 339 (Miscel. Agost. I [Roma 1930] p. 189-200); Serm. 340
(PL 38, 1482-1484); S. G r e g . N y s s e n ., Oratio in suam ordinationem (PG
46. 543- 554); S. G r e g . M a g n u s , Regula pastoralis (PL 77,12-128); S. I sid o -
rus H i s p ., De ecclesiasticis officiis (PL 83,739-826)...
87 En la nt. 1 de este capítulo.
206 P.I c.8 § 7. En la edad patrística postnicena
EL SACERDOCIO EN LA REFLEXION
TEOLOGICA Y EN EL MAGISTERIO
DE LA IGLESIA
i
C apítulo IX
REFLEXION TEOLOGICA EN LA EDAD MEDIA
16 Dz 115 4 (584).
17 Dz 1164 (594).
18 Dz 1265 (675).
19 Gf. n.224, donde proponemos las diversas opiniones sobre el alcance
doctrinal de este decreto y las razones que abonan la teoría que propug
namos.
20 Dz 1326 (701).
21 Cf. Teología del signo sacramental n.264.
Documentos de la Edad Media 213
El «carácter» sacerdotal 28
279. Junto con la afirmación del sacramento del orden,
que han visto indubitablemente en el presbiterado, los teólo
gos de la Edad Media han reconocido también unánimemente
la existencia del carácter sacramental del orden 29.
Se veía como conveniente que, así como los que son.des
22 Dz 1326 (701).
23 Ibid.
24 Sesión 23 (15 de julio de 1563). Cf. n.307ss.
25 Dz 1763 (956a).
26 Sesión 22 (17 de septiembre de 1562): Dz 1738 (937a) - 1759 (956).
22 Dz 1766 (959), 1773 (963).
28 Cf. J. E s p e ja , Estructura del sacerdocio según los caracteres sacramen
tales, en «El sacerdocio de Cristo y los diversos grados de su participación
en la Iglesia» (Madrid 1969) p.273-294; A. N a varro , La Iglesia, sacramento
de Cristo sacerdote (Salamanca 1965), sobre los caracteres sacramentales
c.6-8; J. O r d ó ñ ez , Distinción teológica existencial entre sacerdocio comunitario
y sacerdocio ministerial, en «El sacerdocio de Cristo y los diversos grados de
su participación en la Iglesia» p.295-316.
29 Cf. supra, n.265-267; Teología del signo sacramental n.iyiss.
214 P.II c.9 § 1. El orden como sacramento
30 Ibid., n.ióiss.
31 3 q -63 a-3c.
32 Sobre la doctrina de Santo Tomás, cf. B. d ’A r g e n l ie u , La doctrine
de Saint Thomas d’A . sur le caractére sacramentel dans les «Sentences»: Rev
Thom 12 (1929) 219-233; Id., La doctrine du caractére sacramentel dans
la «Somme»: RevThom 12 (1929) 289-302.
El carácter 215
D o cu m e n to s de la Iglesia
mente de los textos del Angélico sobre esta cuestión. Véase también
H. B o u éssé , en RevScRel (1954) p.368-391.
1 Codex luris canonici cn.951. Cf. Dz 1326 (701).
2 C o n c il . N ic en o I cn.4 (M a n s i , 2,660); C o n c il . A n t io q u en o en. i 3
(M a n s i , 2,1314); C o n c il . S a r d ic . en. i 9 (M a n s i , 3,29); C o n c il . C a r t a g i
n e n se II en. 12 (M a n s i , 3,872); C o n c il . N ic en o II cn.14 (M a n s i , 13,755);
cf. F. S o lá , De sacramento ordinis n.109.
3 Dz 794 (424). Cf. supra, n.273.
4 Dz 1777 (967); cf. n.1768 (960).
224 P .11 c.9 § 3. El ministro del orden
L a bula de Bonifacio IX
294. La primera bula es de Bonifacio IX, la bula Sacrae
religionis, de 1 de febrero de 1400. Va dirigida al abad y al con
vento del monasterio de Santa Ossita, en Essex, de la diócesis
de Londres, y dice que el Papa quiere acceder a los deseos de
ellos: «ut votis eorum... quantum cum Deo possumus annua-
mus»; y, por tanto, «accediendo a las súplicas del abad y del
convento», concede que «el mismo abad y los abades sucesores
que en el futuro [in perpetuumj estén en el monasterio puedan
conferir libre y lícitamente, en los tiempos establecidos por el
Derecho, todas las órdenes menores, y también el subdiaconado,
el diaconado y el presbiterado a todos y cada uno de los canóni
gos, presentes y futuros, profesos del mismo monasterio; y que
los dichos canónigos, así promovidos por los sobredichos abades
en las órdenes recibidas de esta manera, libre y lícitamente
puedan servir en el ministerio, sin que obsten cualesquiera
constituciones apostólicas y otras cualesquiera en contrario,
cualquiera que sea la firmeza con que estén establecidas» 6.
295. Pero poco tiempo después, a instancias del obispo de
Londres, Roberto Braybrook, la concesión se revocó por el mis
mo Papa en otra bula, Apostolicae Sedis (6 de febrero de 1403),
dirigida al mismo monasterio. En ella recuerda el Pontífice la
concesión hecha sobre el uso de insignias pontificales y la que
antes hemos transcrito, «para que el abad y los sobredichos
sucesores, a todos y a cada uno de los presentes y futuros pro
fesos del dicho monasterio, pudieran libre y lícitamente confe
rir en los tiempos establecidos por el Derecho todas las órdenes
menores y también el subdiaconado, diaconado y presbiterado...»
Sin embargo, el Papa revoca y declara írrita la concesión he
cha, movido por las súplicas del obispo Roberto, que alegó «un
derecho de patronato sobre el monasterio» que «había sido fun
dado por obispos predecesores suyos» y que los indultos con
cedidos «lesionaban gravemente al obispo y su jurisdicción or
dinaria, así como a la de la Iglesia de Londres» 7.
296. De la genuinidad de estas dos bulas, editadas en
19 11 8, parece que no puede dudarse, puesto que en el Archivo
6 Dz 1145.
7 Dz 1146.
8 E g ert o n B e c k , T wo Bulls of Boniface I X f o r the Abbot of St. Osyth:
M inistros de Cristo S
226 P.II c.9 § 3. El ministro del orden
ñera de ver. El Papa «accede a las súplicas del abad y del con
vento»; y sería muy de extrañar que las súplicas hubieran sido
de lo totalmente inusitado y a primera vista desorbitado,; esto
es, que un simple presbítero pudiera conferir las tres órdenes
sacramentales. También así se explicarían las quejas del obispo
de Londres de que se sustraiga a su jurisdicción, para efectos
de órdenes, un monasterio que está bajo su patronato y que fun
daron sus predecesores. Es decir, que una explicación más sen
cilla, la de que se trata de una simple exención del Ordinario,
que se concede, bastaría para explicar la bula.
Sin embargo, el sentido obvio de la expresión conferre or-
dines, que se usa en las dos bulas, no es el de dar letras dimiso
rias a los obispos para que ordenen, sino el de conferirlas real
mente. Además, esta concesión se hizo no obstante la constitu
ción de Alejandro IV, Abbates 13, que sólo autorizaba a los
abades para conferir la tonsura. Parece, pues, que en este nuevo
documento se autorizaba a los abades para algo más, esto es,
para «ordenar» de hecho 14.
L a bula de Martín. V
C a p ít u l o X
D E L CO N CILIO T R ID EN TIN O A L V A T IC A N O II
44 Dz 1776 {966).
45 Dz 17675 (960).
Relación entre episcopado y presbiterado 245
47 Dz 1769 (960).
48 Cn.7: Dz 1777 (967).
1 Cf. J. L é c u y e r , L a gráce de la consécration épiscopale: RechScPhilTh
36 (1952) 389-417; Id., L e sacrement de Vépiscopat: Divinitas 2 (1957) 201-
2 3 1; Id., Orientations presentes de la théologie de 1’épiscopat, en «L’Episco-
pat et l’Église universelle» (ed. C o n g a r -D u p u y ) (París 1964) p .7 8 1-8 11;
I d ., en L a Chiesa del Vaticano I I (ed. B a raún a ) (Firenze 1965) p.713-732;
M g r . P h il ip s , L ’Eglise et son mystére au I I e Concile du Vatican I (París 1967)
p.251-254; F« S o lá , De sacramento ordinis4 n.28-44; D. F e r n á n d e z , D is
tinción entre episcopado y presbiterado..., en «XV Semana española de Teo
logía (1955)» (Madrid 1956) p .16 5-19 1; C. Pozo, E l episcopado como sa
cramento, en «Constitución dogmática sobre la Iglesia. Texto y comentario
por profesores de la Fac. de Teología de Granada» (Madrid 1967) p. 164-173 ;
M. N ic o la u , L a Iglesia del Concilio (Bilbao 1966) p.138-146.
En el concilio de "Itentó 24?
había escrito: «Considero que la teología que enseña que el episcopado con
ferido a un sacerdote le comunica un nuevo carácter o una amplificación
del carácter es inconciliable con la teología de los sacramentos y de la Iglesia
en Santo Tomás de Aquino» (Épiscopat, pr¿trise, Eucharistie et. parole de
Dieu: RevThom 60 [1960] 58 1; todo el ^artículo P.571-585L Siendo el
carácter para el culto, y culminando el culto en la misa (que ya dice el sacer
dote), el episcopado, según Santo Tomás, no conferiría un nuevo carácter
si lo recibe uno que ya es sacerdote (ibid., p.57is). Nos parece, sin embargo,
que el carácter episcopal, aun sobreañadido al presbiteral, se endereza tam
bién al culto, en cuanto que configura a Cristo Jefe y Sumo Sacerdote, que
lo ejerce y comunica la potestad de ordenar ministros del culto. Con poste
rioridad, el mismo autor, H. BouÉssÉ, Le caradere épiscopal, en «L'évéque
dans l’Église de Dieu» (Paris 1963) p.361-369, como complemento o retrac
tación a sus posiciones anteriores, adopta una posición más abierta en orden
a admitir un «carácter» propio del episcopado, aunque el episcopado no se
enderece directamente a la Eucaristía; así como la confirmación tampoco
se endereza directamente a ella. C. S t r á t e r , L ’épiscopat, ses rélations avec
la prétrise et la papauté: Sciences Ecclésiastiques 12 (1960) .39-58, admite
un carácter propio al episcopado, distinto del meramente sacerdotal. No es
porque el obispo posea algo en relación con la Eucaristía que no lo tenga
el simple sacerdote, relación al culto que, según Santo Tomás y sus princi
pios, funda el carácter. Según este autor, la diversidad en el carácter esta
en que el obispo representa a Cristo como jefe del todo de su Iglesia; el
presbítero en relación con el individuo; el obispo va directamente a santi
ficar el todo, el presbítero al individuo y de ahí al todo (ibid., p.41-43; BouÉs
sÉ, en RevThom, l.c.). Y a hemos dicho que la diversidad en el carácter
nos parece estar en que el obispo queda configurado a Cristo Sumo Sacer
dote y Jefe y capacitado para estas funciones de jefe (ordenar, confirmar, etc.,
al menos de una manera expedita) que no tiene el simple sacerdote. Un
resumen sobre las maneras de considerar las relaciones entre episcopado y
presbiterado puede verse en D. F e r n á n d e z , l.c., p .175-19 1.
54 Lumen gentium n.21.
55 Cf. Teología del signo sacramental n.i8oss.ig5ss.
Naturaleza del sacramento 259
67 C n .12 : M a n s i , 3 ,1 1 3 8 .
68 Epist. 14 c.6: P L 54,672.
69 M a n s i , 20,738.
70 Codex Iuris canonici cn.977.
71 Cn.2374.
264 P.1I c.10 § 3. Potestad de orden y de jurisdicción
Rota Romana (2 oct. 1945); a los juristas católicos (6 dic. 1953): «I Pastori
ricevono dal Papa inmediatamente la loro giurisdizione e la loro missione».
Juan X X III dijo sobre la consagración episcopal: nulla profecto «oriri potest
iurisdictio, cum sine apostólico mandato peracta fuerit»: A A S 50 (1958)
983. Cf. Relatio super Caput III textus emendati Const. de Ecclesia (1964),
Relatio altera quae difjicultates movet (a Mons. Franic) p.28.
11 Lumen gentium n.21.
12 AAS 57 (1965) 73-
13 En la respuesta de la Comisión doctrinal al «modo» 40, de los pre
sentados para el c.3, se dice: «Qui enim contra ordinationes supremae
Auctoritatis procederé vellet, certe a communione recedereU (Modi c.3
n.40 P . 1 4 S ) .
14 Nota explicativa praevia: A A S 57 (1965) 73.
15 Schema Constit. de Ecclesia (1964), Relatio n.21 p.86H.
Potestad de jurisdicción 269
Razones de la colegialidad
375. Las razones que movieron al Vaticano II a las decla
raciones explícitas de la colegialidad episcopal son las siguien
tes 12:
i . a L a voluntad de Cristo, el cual quiso que San Pedro y los
34 Cf. ibid., cn.219; Constit. Vacante Sede Apostólica c.y; Pío XII,
Alocución del 5 oct. 1957: A A S 49 (1957) 924.
35 Cf. Modi c.3 n.35 p .13; n.63 p.21 ad A ; n.65 p.22.
36 Cf. Modi c.3 n.35 P-i3- Sobre la frecuencia de las elecciones de Su
mos Pontífices, sin consagración episcopal, escribió C. Pozo, La teología
del episcopado en el c.3 de la Constit. de Ecclesia: EstEcl 40 (1965) 153-155.
37 Véase lo que antes hemos escrito sobre este puntó (n.332.351).
Ministros d e Cristo 10
290 P.III c .l l § 2. Apostolado universal de los obispos
La colegialidad en su ejercicio
382. No podemos descender a multitud de problemas y
pormenores relativos: a) a las condiciones de la colegialidad;
b) al contenido del poder colegial, y c) al ejercicio de la cole
gialidad.
De todo ello nos hemos ocupado largamente en otro lugar 41.
Aquí nos interesa sobre todo ocuparnos de las relaciones entre
el sacerdocio o la consagración episcopal, por una parte, y la
colegialidad, por otra.
Es claro, en cuanto a la condición de la colegialidad episco
pal, que en el colegio se considera incluido el Romano Pon
tífice, y que sin él, fundamento necesario y pieza clave de bó
veda, no subsiste el colegio. Y es también claro que quien
personalmente detenta el poder primacial, concedido por Cris
to, lo puede también ejercer libre y personalmente. A él corres
ponde además convocar, presidir y confirmar los concilios ecu
ménicos; y puede llamar a una acción colegial a los obispos
dispersos por el mundo, o aprobar o aceptar libremente la
acción unida de ellos 42.
383* En cuanto al contenido del poder colegial, el conjunto
de los obispos juntamente con el Papa, esto es, el colegio epis
copal con el Papa tienen la potestad plena y suprema en la Iglesia;
la misma potestad plena y suprema que corresponde al Romano
Pontífice. Pensamos que se trata de «dos sujetos del mismo
Solicitud universal
384- Una manera muy principal de ejercitar la función
episcopal, en su relación con la colegialidad, es la solicitud por
la Iglesia universal que debe tener cada obispo, sin excluir la
solicitud misionera, para transmitir el mensaje salvífico a todos
los pueblos46.
Esta solicitud universal misionera ha sido puesta de relie
ve por los Pontífices recientes:
«Los sucesores de los Apóstoles—decía Benedicto X V en la en
cíclica Máximum illud (30 de noviembre de 1919)—debían perpe
tuar hasta la consumación de los siglos, esto es, mientras hubiere
hombres que la verdad tuviera que libertar, aquel gran oficio que,
al momento de volver al Padre, Nuestro Señor Jesucristo encomen
dó a sus discípulos...»47. «Leemos—escribía Pío XI en la Rerum
Ecclesiae (28 de febrero de 1926)—que no a Pedro solo, cuya Cáte
dra poseemos, sino a todos los Apóstoles, en cuyo lugar habéis sido
puestos, mandó el Señor: Id por el universo todo y predicad el
Evangelio a toda criatura (Me 16,15); Por donde es manifiesto que
el cuidado de propagar la fe, de tal modo pertenece a Nos, que sin
duda alguna debéis venir a colaborar con Nos y a auxiliarnos en
ello, en cuanto lo permite el desempeño de vuestro oficio» 48.
385. Por su parte, Pío X II afirmaba que, mientras el ejer
cicio del gobierno pastoral es limitado en los obispos, la solicitud
por el bien universal les está especialmente encomendada.
43 La Iglesia del Concilio p .167-176.
44 Lumen gentium n.23a.
45 Epist. 55,24: C SEL 3B, 642; ed. BAC, p.538.
46 Lumen gentium n.23bc.
47 A A S 1 1 (1919) 440. 48 A A S 18 (1926) 68s.
292 P i l i c .l l § 2. Apostolado universal de los obispos
lo mismo que hay tal destino, hallamos también una como exi
gencia para desempeñarlos. No se entiende que el episcopado
se deba conferir para mero y exclusivo prestigio personal del
que lo recibe, sin una relación al desempeño de estos oficios
exigidos por la consagración 58.
Pero tampoco veríamos inconveniente en decir que por la
consagración episcopal se confieren los oficios y las potestades
de magisterio y régimen, siempre que se entienda que no son
potestades expeditas para pasar al acto, bien porque les falta
algún complemento (si se quiere hablar de potestad incoada),
o, mejor, porque les falta alguna condición para su ejercicio.
La condición (o el complemento) que les falta para su ejercicio
es la misión canónica del Papa, o su equivalente.
Se puede hablar, por consiguiente, de potestad incoada y
radical, que viene con el oficio; o, simplemente, de potestad
conferida con el oficio (aunque no expedita, porque faltan algu
nas condiciones para su ejercicio). Puede ser solamente dife
rencia en el modo de hablar, y no insistiremos en ello 59.
390. No faltan razones que abonan esta manera de conce
bir los oficios de magisterio y régimen conferidos en la consa
gración episcopal, junto con la potestad.
En la oración consecratoria del rito de ordenación de obis
po, y en las fórmulas que siguen, se piden para el elegido los
oficios de enseñanza, gobierno y santificación, y la potestad para
desempeñarlos:
«¡Oh Padre, conocedor de los corazones!, concede a este
hijo tuyo, elegido para el episcopado, apacentar tu pueblo san
to, ejercer ante ti sin reprensión el sumo sacerdocio, servirte día
y noche, e interceder siempre por el pueblo ofreciendo los do
nes de tu santa Iglesia.
Que en virtud del sumo sacerdocio tenga el poder de per
donar los pecados, según tu voluntad.
Que distribuya los ministerios de la Iglesia siguiendo tus
designios; ate y desate todo vínculo, conforme al poder que
diste a los Apóstoles...»60.
Asimismo en la entrega del libro de los evangelios: «Recibe
el Evangelio y anuncia la palabra de Dios con deseo de enseñar
58 L a Ig lesia d el C o n cilio p.147.
59 Cf. E. O l iv a r e s , L a co leg ia lid a d ep isco p a l: Sal Terrae 53 (1965) 136.
60 Rito D e ord in a tio n e episcopi n.26.
296 P.III c .l l § 3 . Oficios recibidos en la consagración
si Ibid., n.29.
62 Ibid., n.32.
63 AAS S7 ¡.(i 9 6S) 73-
Oficios y potestades 297
píritu Santo para ser testigos de Cristo hasta los últimos con
fines de la tierra (cf. Act i,8), y lo serían ante habitantes de
lenguas y países diversos (cf. Act 2,iss). A San Pablo el Señor
le describió su misión apostólica diciéndole: «Te he aparecido
para hacerte ministro y testigo de las cosas que has visto y de
aquellas en las cuales me mostraré a ti...» (Act 2Ó,i 6ss).
395. «La predicación del Evangelio sobresale entre los ofi
cios principales de los obispos—continúa el Vaticano II— . Por
que los obispos son los heraldos de la fe, que ganan nuevos
discípulos para Cristo y son los maestros auténticos, es decir,
dotados de la autoridad de Cristo, que predican al pueblo
que les ha sido encomendado la fe que ha de creerse y ha de
aplicarse a la vida, la ilustran con la luz del Espíritu Santo,
extrayendo del tesoro de la revelación las cosas nuevas y las
antiguas (cf. M t 13,52), la hacen fructificar y con vigilancia
apartan de la grey los errores que la amenazan» (cf. 2 Tim
4 »1 4 )
En el proyecto último de constitución (a. 1964), la predi
cación venía expresada como «el oficio principal de los obispos» 23,
refiriéndose al concilio Tridentino; pero quedó matizado como
en oficio que «sobresale entre los oficios principales de los
obispos» 4.
396. Santo Tomás, comparando el oficio de predicar y el
de bautizar, encomendados por' Cristo a los Apóstoles, es
cribe: «El oficio de enseñar lo encomendó Cristo a los Após
toles para que ellos lo ejercitaran por sí mismos como oficio
principalísimo, y por esto los Apóstoles dijeron (Act 6,2): 'No
es justo que nosotros dejemos la palabra de Dios y sirvamos
a las mesas’ . Pero el oficio de bautizar lo encomendó a los
Apóstoles como algo que ejercitaran por medio de otros; por
donde dice el Apóstol (1 Cor 1,17): 'No me envió Cristo a
bautizar, sino a evangelizar’ . Y esto es porque en el bautizar
5 3 q.67 a.2 ad 1.
6 A d Cor. 42,4: F u n k , 1,152.
7 Ad Ephes. 3,2: ibid., 1,216.
8 Fragmenta apud E u se b iu m , Hist. eccl. 4,22: PG 20,377; Corpus Be-
rolin. Euseb. 2,368.
9 Adv. haer. 3 ,3 ,1: PG 7,848.
300 P.III c.l 1 § 4. O ficio de enseñar en los obispos
V. El oficio de santificar
405. Es claro que el obispo, como sumo sacerdote y como
quien ha alcanzado la plenitud del sacerdocio, tiene el oficio
de «sacrificador» en la Eucaristía.
En el nuevo rito de consagración se le dice expresamente:
«En la oración y en el sacrificio eucarístico pide abundancia y
diversidad de gracias para que el pueblo a ti encomendado
C apítulo X II
LO S O FICIO S D E L P R E S B IT E R O Y D E L D IACO N O
La «Lumen gentium»
4 21. Si buscamos una frase que exprese de una manera
general y, al mismo tiempo, profunda la naturaleza del minis
terio de los presbíteros, tal como lo entiende la Iglesia, no en
contraremos otra más apta que la usada frecuentemente en los
documentos conciliares y en el rito de la ordenación presbiteral.
La Lumen gentium describe (n.28) el oficio de los presbíteros,
diciendo que «no tienen el sumo grado del pontificado y en el
ejercicio de su potestad dependen de los obispos» (n.28b). Los
presbíteros, según la misma constitución, son «próvidos cola
boradores del orden episcopal, como auxilio e instrumento suyo»
(n.28c).
C o n razón la palabra auxilio fu e preferida a la de complemento,
que se había puesto en el esquem a anterior 2, ya que complemento
podría significar que el obispo no alcanza la plenitud de poder sin
el presbítero. L o s presbíteros son los instrumentos de que se sirven
los obispos para alcanzar a todos los fieles en su m isión salvífica.
¿Cóm o podrían llegar a todos sin los presbíteros? P o r esto los p res
bíteros, «en cada una de las congregaciones locales de fieles, hacen,
por decirlo así, presente al obispo, con quien están confiada y ani
m osam ente unidos, y tom an sobre sí una parte de sus oficios y soli
citud pastoral, y los ejercitan en el trabajo diario» 3.
varia lo más lejos y lo más profundo que sea posible a los fie
les, a donde no podría llegar el obispo; explicitar la acción y el
ministerio del obispo en beneficio del pueblo de Dios. Por esto
los presbíteros descargan al obispo de esta preocupación por
los cristianos de la asamblea local; y «ellos, bajo la autoridad
del obispo, santifican y rigen la porción de la grey del Señor a
ellos confiada, hacen visible en cada lugar a la Iglesia universal
y prestan eficaz ayuda a la edificación del cuerpo total de
Cristo (cf. E f 4,12)» 4.
Los presbíteros participan en el sacerdocio y en la misión
del propio obispo. Las palabras con que esto se indicaba en
el esquema penúltimo 5 no agradaban a todos, y se prefirió de
rivar del sacerdocio de Cristo la fuente primera del presbite
rado 6. Pero no deja de ser exacto que los presbíteros son lla
mados a participar de la gracia y de la misión del obispo. Sobre
todo si él los ha llamado o les ha permitido colaborar con él.
Por esto añade la constitución: «reconozcan al obispo como
verdadero padre y obedézcanle reverentemente» (n.28c).
Pero no sólo los sacerdotes diocesanos. También los reli
giosos exentos. Todos «están adscritos al cuerpo episcopal, por
razón del orden y del ministerio, y sirven al bien de la Iglesia
según la vocación y la gracia de cada cual» (n.28c). El entron
que con la jerarquía, enviada por Cristo, se hace, bien median
te el obispo propio y diocesano, bien mediante el Obispo de
Roma, que les ha concedido la exención y (mediante los legí
timos superiores regulares) los ha llamado a colaborar en el
ministerio.
El «Presbyterorum ordinis»
423. El decreto «sobre el ministerio y la vida de los pres
bíteros» deriva ciertamente del sacerdocio de Cristo el sacer
docio de los presbíteros por medio de los sucesores de los Após
toles; pero añade: «cuyo oficio ministerial [el de los obispos]
en grado subordinado fue encomendado a los presbíteros para
que, constituidos en el orden presbiteral, fuesen cooperadores
4 Ib id .
5 E staban inspiradas en el prefacio de la ordenación presbiteral. Se
decía que el obispo tran sfun día «gratiam de sua patem ae plenitudinis abun-
dantia» (cf. Schema Constit. de Ecclesia p .7 2 n .1 5 lín .19 -2 0 ).
6 C f. ib id ., Relatio n.28 p .10 3 .
Cooperadores del orden episcopal 317
Dispensador de la Eucaristía
434. El oficio de sacrificador de la Eucaristía tiene como
complemento el oficio de dispensador de la misma. El presidente
del banquete eucarístico, o padre de la familia cristiana congre
gada en torno al altar, es también el que parte el pan y lo dis
tribuye. El distribuir la comunión a los fieles corresponde pri
meramente al sacerdote celebrante34. ’ _
Santo Tomás da de ello las siguientes razones: «Pertenece
al sacerdote—escribe—dispensar el Cuerpo de Cristo». Por tres
razones. La primera porque consagra en persona de Cristo Y asi
como Cristo consagró su Cuerpo en la Cena, también El o 10
para que lo comieran. La segunda es porque el sacerdote esta
31 Rito D e ordinatione presbyteri n.14; cf. L u m e n gentium n.28; P resb yte-
rorum ord inis n . 2 .
32 De o rd ina t. presbyteri n.24.
34 CX^M^Nicolau, L a E u c a ristía , sacram ento de la com unidad cristiana :
"Ministros de la palabra
El ministerio de la palabra precede
cronológicamente
437. El oficio eucarístico está ligado íntimamente con el
de la palabra. ., , , . , ,
L a liturgia del sacrificio va precedida de la liturgia de la pa
labra. Porque la palabra y la instrucción religiosa preparan
para el sacrificio y el sacramento.
Ministros de la palabra 327
Biblia y liturgia
441. «En la celebración litúrgica, la importancia de la Sa
grada Escritura es sumamente grande. Pues de ella se toman
las lecturas que luego se explican en la homilía, y los salmos
que se cantan, las preces, oraciones e himnos litúrgicos están
penetrados de su espíritu, y de ella reciben su significado las
acciones y los signos. Por tanto, para procurar la reforma, el
progreso y la adaptación de la sagrada liturgia, hay que fomen
tar aquel amor suave y vivo hacia la Sagrada Escritura que
atestigua la venerable tradición de los ritos, tanto orientales
como occidentales»45.
E l movimiento litúrgico y el movimiento bíblico han ido
a la par y de la mano. Se comprende. L a liturgia está impreg
nada de Sagrada Escritura, Los actos litúrgicos de la sinagoga
tenían su núcleo en las lecturas de los libros sagrados y las
oraciones de la comunidad se nutrían de los salmos inspira
dos. En la Iglesia primitiva y en la Iglesia posterior han con
tinuado las lecturas del Antiguo y del Lluevo Testamento,
que después se explican al pueblo en la homilía. L a Biblia
es la base para la instrucción de la asamblea cristiana. Tam
bién para la oración. Porque los salmos y los himnos de la
Biblia son la base para la oración litúrgica: Las otras oraciones,
los otros textos litúrgicos, rezuman el pensamiento bíblico. Si
la Sagrada Escritura es el alma de la teología4®, también la
Sagrada Escritura es el alma de la liturgia. No será difícil
promover en el pueblo el sentido religioso de la Biblia, su de
voción a la palabra de Dios escrita, y oída, y comentada, al
mismo tiempo que se promueve su espíritu litúrgico47, Un
espíritu ayudará al otro, y ambos servirán para hacer más
atractivos el culto y las ceremonias a los que piensan y no
quieren ser conducidos por la rutina 4S.
442. L a predicación bíblica, unida a la liturgia y dentro
de la liturgia, se recalca repetidas veces en los documentos
de la Iglesia:
«Por ser el sermón parte de la acción litúrgica, se indicará también
en ¡as rúbricas el lugar más apto, en cuanto lo permite la naturaleza
45 Constó. de S. Liturgia n,24.
46 L eón XIII, ene. Providentisshnus Deus: Ench, Bibíicum4 n .114 .
47 C£, Constó, de S, Liturgia 11.35,2,
48 LI. Nicolau, C on stit. litú rgica del V atica n o I I p.1098.
330 P.III c.12 § 1. Los oficios del presbítero
Pastores de almas
449. Por la ordenación sacerdotal el nuevo presbítero re
cibe también el encargo de colaborar con el obispo en el ré
gimen y gobierno de las almas. El oficio concreto que se le
encomiende será la determinación canónica de la manera como
debe ejercitar este encargo.
El concilio Vaticano II ha señalado explícitamente esta
misión o encargo pastoral que, por ordenación, corresponde a
los presbíteros. «Ellos—dice— , ejercitando en- la medida de
su autoridad el oficio de Cristo Pastor y Cabeza, reúnen la
familia de Dios como una comunidad de hermanos, animada
y dirigida hacia la unidad, y por Cristo en el Espíritu la condu
cen hasta el Padre Dios» 67. La finalidad de esta función pasto
ral queda bellamente indicada en este movimiento trinitario
de los fieles: hacia el Padre por Cristo en el Espíritu.
450. Estos pensamientos de la Lumen gentium se repiten
en el decreto Presbyterorum ordinis (n.6a), el cual añade la ma
nera ascética y humana de ejercitar esta pastoración: «Para
ejercer este ministerio, lo mismo que para las demás funciones
del presbítero, se les confiere la correspondiente potestad es
piritual, que ciertamente se da para la edificación de la Igle
sia»68. A este fin deben comportarse con eximia humanidad;
no según lo que agrada a los hombres, sino según las exigen
cias de la vida y de la doctrina cristiana69.
No parece de este lugar alargarnos siguiendo el decreto
Presbyterorum ordinis y descendiendo a normas más concretas
y particulares (n.6b-f)70 y al aspecto ascético y espiritual de
este oficio de gobierno en el sacerdote71.
451. No podía faltar la mención de este oficio pastoral
en las ceremonias de ordenación del presbítero. Las palabras
de la primera alocución recuerdan el texto ya conocido de la
Lumen gentium (supra, n.449): «... al ejercer en la parte que
os corresponde la función de Cristo Cabeza y Pastor, perma
neciendo unidos bajo la dirección del obispo, esforzaos por
67 Lumen gentium 11.28b.
68 Cf. 2 Cor 10,8; 13,10.
69 Presbyterorum ordinis n.6a.
70 Nos remitimos al comentario de Sacerdotes y Religiosos... p.siss.
71 Cf. Presbyterorum ordinis n.i3c.
336 P.II1 c.12 § 1. Los oficios del presbítero
En resumen
452. La celebración legítima de cualquier oficio sacerdotal
no puede hacerse sino en comunión con el Papa y con el obis
po, que los envía o admite 76.
Carecería de sentido haber sido llamado a ser «colaborador
del orden episcopal», que es lo propio y característico de los
presbíteros o sacerdotes de segundo orden, si, en la realidad, la
predicación del predicador, los consejos espirituales y pastora
les del confesor, la celebración litúrgica de la misa y de los
sacramentos y demás funciones eclesiásticas estuvieran en des
acuerdo con las normas oficiales emanadas del Papa, de la San
ta Sede o del obispo. Sería no comprender el propio oficio del
presbítero, que es fundamentalmente el de colaborador.
El presbítero enseña por misión del Papa o del obispo; no
porque haya sido enviado directamente por Cristo. La misión
72 Cf. Mt 20,28.
73 Cf. L e 15,4-7; Rito De ordinat. presbyteri n.14.
74 Rito De ordinat. presb. n. 15.
75 Cf. Lumen gentium n.28e; Presbyterorum ordinis n.13. Acerca de las
relaciones del presbítero con la comunidad y con la Iglesia local, cf. J. E s
p e j a , Ministro de la. comunidad sacerdotal. Para una teología del presbiterado
en el Vaticano II, en «Teología del sacerdocio» II 191-218; J. E s q u e r d a ,
El sacerdocio ministerial en la Iglesia particular: ibid., 3 6 I- 3 9 1 *
76 Cf. sobre estas relaciones, Presbyterorum ordinis n.ya; Lumen gentium
n.28c.
Pastores de almas 337
Gracia de «servicio»
455. Los oficios del diácono pueden expresarse de una
manera genérica, que está en el fondo de cada uno de ellos, con
la palabra servicio; éste es precisamente el sentido de la voz
griega SiccKovía. Y la gracia sacramental, propia del diaconado
(cf. n.i44ss.2o8), es una gracia de servicio. Servicio al obispo,
servicio al presbítero, servicio a la Iglesia.
El oficio presbiteral es de colaboración con el obispo y de
participación en su ministerio, aunque en un grado inferior.
Supone una intervención en las mismas funciones y una re
presentación del obispo para hacerle presente en todos los luga
res de la diócesis, adonde aquél no puede llegar. En la potes
tad de sacrificar y en la administración sacerdotal de algunos
sacramentos, la labor del presbítero es tan poderosa y eficaz
como la del obispo. El oficio diaconal es de mero servicio para
facilitar la labor; es de auxilio para que mejor proceda la acción
del obispo y del presbítero.
La gracia sacramental, que se concede en el diaconado, ha
sido puesta de manifiesto en diferentes textos del Vaticano II 2.
Se insiste en la idea de servicio, puesto que los diáconos «reci-
C arácter diaconal
27 A d gentes n.ióf.
28 Gf. Sch em a C o n stit. d e E cclesia , Relatio n.29 p.io8A 2.
348 P.III c.12 § 2. Los oficios del diácono
R esum en
tados por los que no las han recibido; o, viceversa, no los ejer
citan aquellos que las han recibido. Además del caso de los
exorcistas, muchos de los ordenados de menores en poco es
pacio de tiempo, no lo han tenido para el ejercicio conve
niente.
Es sabido que estas anomalías provocaron las censuras de
los protestantes en el siglo xvi (cf. n.309). Por lo cual el con
cilio de Trento deseó que <<las funciones de las santas órdenes,
desde el diaconado hasta el ostiariado, loablemente recibidas en
la Iglesia desde los tiempos apostólicos e interrumpidas en
muchos lugares por algún tiempo, sean restauradas según los
sagrados cánones». A falta de clérigos que tuvieran las órdenes
correspondientes, el concilio preveía que pudieran desempe
ñar los oficios de ellas hombres casados, de honesta vida, con
hábito clerical 3.
El sínodo de Pistoya (a. 1786) propuso que se retirara de las
catedrales y colegiatas el «clero menudo» (con que designaba
a los clérigos de órdenes inferiores), y que se proveyera al mi
nisterio de servir a misa y a los otros oficios como acólitos, etc.,
mediante laicos probos y de edad provecta, asignándoles con
gruo estipendio, como, según decía, se había hecho anterior
mente cuando estos oficios no eran sólo para recibir órdenes
mayores... La proposición no fue bien recibida y fue rechaza
da por Pío VI (a. 1794), por diferentes inconvenientes que en
ella se veían y por lo que tiene de censura y reprensión para el
instituto de las funciones de órdenes menores, que, según Tren
to, conviene sean ejercitadas por los que tengan tales órdenes 4.
471. Los anacronismos indicados y el hecho de que, prác
ticamente, estas órdenes menores sean solamente una ceremo
nia previa para recibir las órdenes superiores, muchas veces
sin el ejercicio que requerirían, y sin posibilidad de recibirlas
para quedar en ellas de por vida, todo esto ha chocado con la
mentalidad de hoy, muy sensible a todo lo que sea autentici
dad y verdad en los ritos litúrgicos.
Por eso el concilio Vaticano II ha recordado que, aunque
3 Sesión 23, D e reform ation e cn.17: ed. G órres 9,Ó27s. Sobre los pro
yectos y discusiones en el concilio de Trento acerca de los abusos sobre el
sacramento del orden (10 de mayo de 1563), por lo tocante a las órdenes
menores, cf. ibid., 9,48 iss.
4 Dz 2655 (iS 5 5 )-
352 P.III c.12 § 3. Las órdenes menores
Ministros de Cristo 12
354 P.III c.13 § 1. Estado sacerdotal y perfección
C apítulo X III
E L E ST A D O S A C E R D O T A L, E X IG E N C IA
D E P E R F E C C IO N
I. Llamada a la perfección
475. Los oficios del estado episcopal y los oficios del es
tado presbiteral, de que hemos hablado (11.369SS.421SS), son
una continua llamada a la perfección espiritual en aquel que
los desempeña y como una exigencia de santidad y perfección.
No porque la imperfección y el pecado invaliden los actos de
estos oficios, sino porque la lícita administración de los sacra
mentos y la «connaturalidad» para desempeñar estos cargos de
santificación exigen el estado de gracia, y que quien es perfec-
tor de los demás, posea él la perfección en su grado.
También el carácter del obispo, del sacerdote y del diáco
no, impreso en sus respectivas almas por el sacramento del
orden, así como santifican el alma en el orden ontológico con
una configuración a Jesucristo, así exigen en el orden moral
y de las costumbres una asimilación a Jesucristo, camino, ver
dad y vida.
Por esto, habiendo hablado de los oficios del sacerdote,
esto es, del obispo y del presbítero, es lógico hablar de su vo
cación a la santidad 1 . Después del concilio Vaticano II, cuando
se ha ponderado con tanta razón la vocación a la santidad de
todo el pueblo de Dios, sin excluir a los laicos, no será inútil
recordar brevemente los verdaderos argumentos por los que
se exige esta santidad en los que son jefes del pueblo, por per
tenecer de modo particular y sobresaliente a la jerarquía de
orden. ¿Cuáles son las razones que fundamentan la exigencia de
perfección en el estado episcopal y en el estado presbiteral?
¿Son los dos verdaderos estados de perfección? ¿En qué sen
tido?
Y aunque ha pasado ya el tiempo de las discusiones y con
tiendas sobre los estados de perfección en sacerdotes y religio
sos, continúa y es permanente el interés teórico y doctrinal
sobre los estados de perfección, desde que el Angélico se ocupó
1 Nos hemos ocupado ya de este argumento en L a ic a d o y sa n tid a d
(Madrid 1964) c.3, y en Manresa 36
eclesial. N u ev o s problem as d el C o n cilio
(1964) 207-222.
Estados de perfección 355
El carácter episcopal
482. 4.a Un nuevo argumento—al que ya hemos aludi
do—para la perfección requerida en el obispo está en el ca
rácter episcopal, que ciertamente poseen todos los que han re
cibido el sacramento del episcopado. Este carácter episcopal,
según los oficios propios del carácter, y de modo análogo a lo
que diremos más abajo sobre el carácter sacerdotal (n.495ss):
a) señala y distingue el alma del obispo como a quien tiene la
potestad sagrada, que le ha sido conferida por la consagración,
y le dedica de modo especial el culto propio o específico que
tiene que realizar en el Cuerpo místico; b) además, al señalarle
y distinguirle, le configura con Cristo, supremo Pastor y Obispo
de las almas; c) y todo ello de una manera indeleble 1 1 .
Es claro que este carácter es, por consiguiente, una conti
nua exigencia para las funciones pastorales y de solicitud por
la Iglesia universal, y, por tanto, una exigencia de aquella per
fección que estas funciones reclaman.
Pero el carácter es también una santificación óntica del alma
del obispo, por cuanto de una manera objetiva, y prescindiendo
de los méritos y disposiciones subjetivas, consagra a Dios esta
alma y la asemeja a Jesucristo Pastor. Esta semejanza objetiva
Santo Tomás
483- 5.a Santo Tomás expone de la siguiente manera por qué
los obispos están en estado de perfección: «Para que haya estado de
perfección se requiere obligación perpetua en las cosas que son de
perfección, con alguna solemnidad... Y los obispos se obligan a las
cosas que son de perfección al tomar el oficio pastoral, al cual co
rresponde que (el pastor) dé la vida por sus ovejas, según se lee en
Jn 10. Por donde dice el Apóstol en 1 Tim, último capítulo: Has
confesado buena confesión ante muchos testigos, esto es, en su ordena
ción, como dice la Glossa (interl.) en el mismo lugar. Y se emplea
también cierta solemnidad de la consagración junto con la sobre
dicha profesión, según lo de la 2 Tim 1: Resucita la gracia de Dios
que hay en ti por la imposición de mis manos, lo cual la Glossa (interl.)
lo expone de la gracia episcopal; y Dionisio dice en Eccles. hier.
c.5 12 que «el sumo sacerdote (esto es, el obispo) tiene en su ordena
ción impuestos sobre la cabeza los santísimos evangelios, para
significar que participa de la fuerza total de toda la jerarquía, y que
no sólo debe iluminar todas las cosas (lo cual se fefiere a las palabras
santas y a las acciones), pero además debe comunicar estas cosas a
los demás»13.
El rito de consagración
485. 7.a La Iglesia, en el rito de consagración del obispo,
supone estos deseos y estos frutos de perfección en el candi
dato:
«Elegido por el Padre—se le dice en la primera alocución—para
el cuidado de su familia, ten siempre ante tus ojos al Buen Pastor,
que conoce a sus ovejas y es conocido por ellas 15 y no dudó en dar
su vida por el rebaño. Mira con amor de padre y de hermano a cuantos
Dios pone bajo tu cuidado, especialmente a los presbíteros y diá
conos—colaboradores tuyos en el ministerio sagrado—; a los pobres,
a los débiles, a los que no tienen hogar, a los inmigrantes...» 1516
Y se le examina con una serie de preguntas, que son programa de
vida: «Con amor de padre, ayudado de tus presbíteros y diáconos,
¿quieres cuidar del pueblo santo de Dios y dirigirlo por el camino
de la salvación?... Con los pobres, con los inmigrantes, con todos los
necesitados, ¿serás siempre bondadoso y comprensivo?... Como
buen pastor, ¿buscarás ovejas dispersas y las conducirás al aprisco
del Señor?... ¿Perseverarás.en la oración a Dios Padre todopoderoso
y ejercerás el sumo sacerdocio con toda fidelidad?» 17
Con los oficios que se le confieren por la consagración, se le desean
y se piden los dones del Espíritu para realizar con fruto el minis
terio: «Que te sea grato por la mansedumbre y dulzura de corazón,
ofreciendo su vida en sacrificio por medio de tu Hijo Jesucristo...» 18
«Recibe este anillo, signo de fidelidad, y permanece fiel a la Iglesia,
Esposa santa de Dios»19.
El Vaticano II
486. El concilio Vaticano II, cuando ha tratado de la vo
cación universal de todos los cristianos a la santidad 20, ha re
calcado la exigencia de perfección y santidad que hay en los
obispos por razón de sus oficios pastorales.
«Es menester, en primer lugar—ha dicho—, que los Pastores del
rebaño de Cristo cumplan con su oficio ministerial, santamente y
15 Cf. Jn 10,14.
16 Rito De ordinatione episcopi n.18.
17 Ibid., n.19.
18 Oración consecratoria: ibid., n.26.
1 9 A l ponerle el anillo: ibid., n.30.
20 Lumen gentium c.5.
Por qué exige la perfección 363
La nota característica
487. 8.a No es posible en poco espacio caracterizar la
santidad propia del obispo en sus rasgos distintivos; la cual evi
dentemente cobraría su tinte y notas especificas de aquellas ra
zones, también específicas, que ligan al obispo con la perfec
ción.
Sus oficios de pastor y de doctor, antes considerados; su celo
por santificar a los suyos y comunicarles vida abundante; su
entrega por caridad al bien de la; Iglesia, y a la Iglesia universal,
marcan ya suficientemente las notas características de esta san
tidad. Será una caridad que es vigilancia, como lo indica el
nombre de epíscopos, y es solicitud instante de cada día, y es
asemejarse e identificarse con el Supremo Pastor, pastor bueno
de las almas (Jn 10 ,11.14 ) y Esposo de la Iglesia, que «la amó y
se entregó por ella, como oblación y víctima para Dios en olor
de suavidad» (E f 5,25; cf. 1 Pe 5,3).
Doctrina de la Iglesia
En la liturgia
489. Por largo tiempo, en la liturgia de la ordenación
sacerdotal, tal como se proponía en el Pontifical Romano,
últimamente reformado, se ha insistido en las exigencias y en
los presupuestos de perfección contenidos en el sacerdocio
presbiteral.
que su vida sea ejemplo para los demás 2; y antes se decía que «res
plandezca en ellos toda forma de justicia (santidad)».
La imposición de las insignias del oficio presbiteral, antes de la
misa que iban a celebrar, recordaba la santidad que debía ser su
ornamento. Así se decía ál ordenado cuando se le imponía la casulla:
«Recibe la vestidura sacerdotal, por la cual se significa la caridad,
porque es poderoso el Señor para aumentarte la caridad y la obra
perfecta».
6 M t 5,48.
7 Cn.124.
8 Gf. 2 Cor 5,20.
9 1 Cor 4,16; 1 1 ,1 .
10 A A S 28 (1936) 19S.23.
11 Sesión 22, De reformatione c. 1 .
12 ASS 41 (1908) 560S. Cf. L a santidad sacerdotal (ed. 1943) P.235S.239S.
13 A A S 42 (1950) 661.
Doctrina de la Iglesia 387
L a Sagrada Escritura
El carácter sacerdotal
495. 4) El carácter sacerdotal, que se imprime en el sa
cramento del presbiterado, distingue al sacerdote del que no
lo es; es una de las funciones propias y primarias del carácter.
Pero al señalar y marcar al alma, el carácter le configura con
Cristo sacerdote, puesto que todo carácter es, además de un
distintivo, una deputación para los oficios del culto cristiano,
y el culto de los cristianos se hace por medio de Cristo Cabeza
de la Iglesia y Mediador ante el Padre. Si el carácter del bau
tismo marca a la oveja y al miembro de Cristo y lo configura
a Cristo, y si el carácter de la confirmación consagra al solda
do de Cristo y lo configura a Cristo jefe, el carácter del orden
sacerdotal consagra al ministro de Cristo para que desempeñe
sus funciones sagradas y configura este ministro a Cristo Pas
tor y eterno Sacerdote.
D e esta su erte, el carácter— lo v o lv e re m o s a re p e tir— es
u n a san tificació n ontológica d e l alm a q u e, al m a rca rla , la c o n
sag ra a D io s y a su C risto . P e ro esta san tid a d óntica y co n sa
g ra c ió n re a l d é l alm a a D io s y a C ris to tien e u n a exigencia de
santidad moral, esto es, en el ejerc icio d e la ca rid a d y d e to d as
las v irtu d e s, p a ra q u e la v id a y las co stu m b re s re sp o n d an de
h ech o a a q u e lla m a rca d e l alm a. C o m o h a y p o r el ca rá cte r s e
m ejan za óntica en tre C risto y el alm a d el sacerd o te, así d eb e
h ab er sem ejan za ta m b ié n o n to ló g ica en la gra c ia san tifican te
y sem ejan za m o ra l e n la ca rid a d y d em ás v irtu d e s.
. El carácter funda, por consiguiente, una exigencia de perfec
ción. A s í com o C risto , san tificad o o n to ló g icam en te p o r la u n ió n
22 Pío X II, Mediator D ei: A A S 39 (1947) 533.
Razones internas 371
Algunas dificultades
497. 1) En ese mismo lugar que acabamos de mencio
nar, Santo Tomás considera si, por razón del orden, los pres
bíteros y diáconos con cura de almas estarán en estado de
perfección. El Angélico piensa que, «por recibir un orden sa
grado, reciben potestad para realizar ciertos actos sagrados;
pero no se obligan por ello a las cosas que son de la perfección,
si no es por cuanto en la Iglesia occidental, al recibir el orden
sagrado, emiten voto de continencia, que es una de las cosas
que se refieren a la perfección 25; por donde es manifiesto que
no por recibir un orden sagrado se pone uno simplemente en
estado de perfección, aunque se requiera interior perfección para
que uno ejerza dignamente actos de esa naturaleza» 26.
Aunque Santo Tomás niega en este pasaje que el orden
sagrado sea razón de un estado de perfección, sin embargo,
las últimas palabras, que hemos subrayado, vienen a confir
mar los argumentos que expusimos.
Es más. El Doctor Angélico exige mayor santidad para el
servicio del altar que para el estado religioso laico: «Si el reli
gioso carece de órdenes, como sucede en los hermanos con
versos de las religiones, entonces es manifiesto que, en cuanto
a la dignidad, sobrepuja la preeminencia del orden, porque
por el orden sagrado uno queda destinado a ministerios dignísi-
24 2.2 q.184 a.6c. 26 2.2 q.184 a.6c.
25 2.2 q.186 a.4.
Algunas dificultades 373
G o m o se ha p o d id o v e r, P ío X I I tie n e ante su m en te en
to d o este p a saje el estad o d e p e rfe c c ió n por adquirir, no el
estad o d e p e rfe cc ió n por ejercitar, o perfectionis acquisitae, q u e
es el q u e n o so tro s h em o s co n sid erad o en to d o este ca p ítu lo
so b re la p e rfe c c ió n ep isco p a l y sacerd o tal en gen eral.
C apítulo X I V
SACERDOCIO Y CELIBATO
27 Cn.2: M a n s i , 3,6925.
28 De baptismo (a.400) 2,7,12: C SE L 51,18 6 ; P L 4 3,133; R 1623.
29 Epist. 48,21: C SEL 54,386; P L 22,510; R 1350.
30 Epist. 105: PG 66,1485.
384 P.III c.14. Sacerdocio y celibato
D e l siglo V en adelante
514. La ley del celibato siguió su curso desde el siglo iv
al x ii 38.
La Iglesia oriental no permite el matrimonio a los que fueron
ordenados presbíteros o diáconos. Tampoco impone, como se
imponía entre ellos los primeros siglos, la continencia perfecta
en presbíteros y diáconos casados con anterioridad a su orde
nación. Esta mitigación parece tener su origen en las leyes más
benignas de Justiniano I (ca.528-530), que no castigaban a los
que, casados antes de la ordenación, no observaban la perfecta
continencia.
Posteriormente, en el concilio de Constantinopla, llamado
«in Trullo imperialis Palatii» 39, parece que se legitimó tal dis
ciplina, si bien es verdad que la Iglesia romana no aprobó tal
concilio en general. El concilio Quinisesto (final del siglo vil)
obliga al obispo de la Iglesia griega a guardar el celibato40,
y permite al presbítero y diácono un solo matrimonio antes de
la ordenación41.
En la Iglesia occidental seguía urgiéndose el celibato, que
se había urgido anteriormente. San Gregorio Magno (540-604)
da testimonio, en una de sus cartas, de la castidad que se exigía
aun a los subdiáconos casados y cómo esta costumbre de la
Iglesia romana se había extendido a todas las Iglesias de Sici
lia. Pero quería que se prepararan para esta continencia. Por
esto le parecía bien «decir a todos los obispos que no presu
mieran ordenar a nadie de subdiácono si no prometieren que
vivirían castamente»42.
515. En el concilio I de Letrán (a. 112 3 ) encontramos for
mulada claramente la obligación del celibato para los ordena
dos in sacris. El concilio recalcó las decisiones anteriores, expre
samente las del concilio I de Nicea: «Prohibimos totalmente
—dice—a los presbíteros, diáconos y subdiáconos los contu
bernios de concubinas y esposas, y la cohabitación de otras mu-
38 Cf. D T C 2,2078-2088.
39 Cf. M a n s i , 12,47-56.
40 Según R. G r y s o n , l.c., p .n o , Justiniano quería que el obispo no
tuviera hijos, para asegurar así los bienes de la Iglesia. C f. H. C r o u z e l , l.c.
41 Cf. R. G r y s o n , l.c.; H. C r o u z e l , l.c.
42 Epist. 1.1,44 (PL 77, 505 ; R 2293). Cf. Dialog. (a.593/4) 4 ,11 (PL
77,336; R 2319).
388 P i l i c.14. Sacerdocio y celibato
Valores sociales
518. Lós primeros valores que una primera mirada, su
perficial, advierte en el celibato sacerdotal, son de índole que
podríamos llamar social, esto es, directamente en orden a los
demás.
El sacerdote célibe, sin preocupaciones de la propia fami
lia, puede dedicar más tiempo al ministerio sacerdotal.
Puede también entregarse con mayor solicitud y diligencia
total a procurar el bien de los demás, sin necesidad de atender
a la educación y al futuro de los propios hijos.
Dios. Dios puede tomar, a los que se asocian con Cristo en su sacri
ficio, como instrumentos de una nueva paternidad, de aquellos que
no nacen de la sangre ni de la pasión de la carne, sino de Dios (Jn 1,13).
523. La consagración a Jesucristo, siguiendo su consejo de con
tinencia, puede fácilmente ser fuente de familiaridad y descanso
afectivo en El, buscando la oración con el Señor... L a fecundidad
espiritual suele estar en razón directa del espíritu orante y contem
plativo del sacerdote. Porque el apostolado auténtico no es sólo mo
vilidad externa y acción exterior, aunque parezca incesante e incoer
cible. El auténtico y fecundo apostolado consiste en subir hasta Dios,
conseguir una plenitud de Dios, llenarse de El, como efecto de la
oración y contemplación de las cosas divinas; y bajar después a la
acción, que es dinámica, eficaz y fecunda por esa redundancia y
plenitud de contemplación. L a vida apostólica es comunicar a los
demás las cosas contempladas, según el pensamiento tomista. El sacer
dote encuentra en su consagración a Jesucristo una vida de oración
más fácil y de comunión con El, que ha de ser el alma de su vida
y de su apostolado. E l Señor llena de sus dones el corazón vacío de
lo terreno, que le busca en espíritu y en verdad. El testimonio y la
vibración de estas almas que han sentido a Dios tiene una fuerza par
ticular cuando anuncian el mensaje. Análogamente a San Juan, po
drían en ocasiones expresarse así: «Lo que fue desde el principio, lo
que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros ojos, lo que he
mos visto muy bien, y nuestras manos han tocado del Verbo de la
vida..., eso es lo que anunciamos a vosotros» (1 Jn 1,1-3).
El Vaticano II
525. El concilio confirmó esta ley eclesiástica, urgiéndo-
la aun para los jóvenes que aspirasen al diaconado permanente
(Lumen gentium n.29), procurando la sana educación para la
58 Cf. S. Pío X, Haerent animo (ASS 41 [1908] 555-577); B e n e d ic t o XV,
Epist. ad Archiep. Pragensem (AAS 12 [1920] 57s); A llocutio consist. 16
dec. 1920 (AAS 12 [1920] 585-588); Pío XI, A d catholici sacerdotii (AAS
28 [1936] 24-30); Pío XII, Mentí nostrae (AAS 42 [1950] 657^702); Id.,
Sacra virginitas (AAS 46 (1954] 16 1-19 1); J ua n XXIII, Sacerdotii Nostri
primordia (AAS 51 [1959] 554-556); S. C o n g r . pro E d u ca t . C a t h ., Ratio
fundamentalis institutionis sacerdotalis n.48.
394 P.1II c.14. Sacerdocio y celibato
C apítulo X V
E L SAC ERD O CIO E N S U D IM E N SIO N E C U M E N IC A
L u tero 4
C al vino
L a Confesión H elvética
543. L a C onfesión H elvética posterior, redactada
(1561-1566) en sus últimos detalles por H. Bullinger, de Zurich,
a petición de Federico III, del Palatinado, que quería presen
tarla a la dieta imperial de Augsburgo (1566), ofrece una visión
del sacerdocio y del ministerio que quiere coincidir, y coincide
en mucho, con el pensamiento católico13. En este documento se
9 Sobre el «don» del Espíritu Santo y la insuflación, la unción, y el ca
rácter indeleble (n.29-30): con falsa inteligencia de las mismas.
10 Calvino termina (n.32-33) censurando las ceremonias de la ordena
ción de diáconos y subdiáconos.
n Instit. Chrétienne IV 3,16; ed. Genéve (Labor et fides) vol.4,67.
12 Cf. M . T h u r ia n , Sacerdoce et Ministére p.4 n.2 P . 2 4 1 S . Acerca de
Calvino y de su pensamiento sobre el sacramento del orden han escrito
recientemente L . S ch u m m er , L e ministére pastoral dans l’Institution Chré
tienne de Calvin á la lumiére du troisiéme sacrement (Wiesbaden 1 9 6 5 ) ;
A. C a g n o c z y , Calvin théologien de l’Église et du ministére (Paris 1 9 6 4 ) ,
sobre todo en la 2.a parte (de la coll. «Unam Sanctam» n.48); M. T h u r ia n ,
l.c., P . 2 7 5 S . _ . . .
13 El título latino de la Confessio dice así: «Confessio et expositio sim-
plex orthodoxae fidei et dogmatum catholicorum syncerae religionis chris-
tianae, concorditer ab Ecclesiae Christi ministris qui sunt in Helvetia...
edita in hoc ut universis testentur fidelibus quod in unitate verae et anti-
quae Christi Ecclesiae perstent ñeque ulla nova aut errónea dogmata spar-
gant atque ideo etiam nihil consortii cum ullis sectis aut haeresibus ha-
beant» (cf. v. A l l m e n , l.c., p .118 , nt.7). Hay edición francesa: L a Confes-
sion helvétique postérieure, por J. C o u r v o isier (Neuchátel-Paris 1944); y
edición alemana: Bekenntnisschriften und Kirchenordnungen der nach Gottes
La Confesión Helvética 407
17 Ed. N i e s e l , P .2 5 3S ; v. A l l m e n , p .2 3.
18 Ed. N ie s e l , p .2 5 4 ; v . A l l m e n , p.29s.
19 Ed. N ie s e l , P.254S; v. A l l m e n , p .3 7 .
La Confesión Helvética 409
En el tiempo posterior
551. A pesar de los textos que hemos citado de Calvino
(n.54is) sobre el carácter sacramental que atribuye a la impo
sición de manos, y no obstante la manera como la Confesión
Helvética posterior habla de esta imposición de manos, «en el
siglo xvi se ha dudado sobre el carácter sacramental por impo
sición de manos. Si la tradición reformada ordinaria ha renun
ciado finalmente a contarla entre los sacramentos, aunque forma
parte de las 'cosas ordenadas por Dios’ 33, es que este acto 'no
es ordinario ni común entre los fieles, sino para un oficio par
ticular’ 34. Ahora bien, se tienen por sacramentos aquellos so
30 Ed. N ie s e l , p .2 5 8 ; v . A l l m e n , p.90.
3 1 Ed. N ie s e l , p .2 5 8 ; v . A l l m e n , p.92.
32 Ed. N ie s e l , p.258; v. A l l m e n , p.98. •
33 C onfess. H e lv . p o st., ed. C o u r v o isier , p . 1 1 2 .
34 J. C a l v in , In stit. C h rétien n e IV c.19 n.28; ed. Genéve (Labor et
fides) p.439.
412 P.III c.15 § 1. El sacerdocio en la Reforma
En la Iglesia anglicana
555* Dentro del anglicanismo, la teología anglicana se de
bate en diversas concepciones sobre el episcopado y sobre su
importancia para la Iglesia. Mientras unos lo han considerado
38 M a x T h u r ia n , F r é r e d e T a iz é , S a cerd o te et M in is té re (Taizé 1970).
Son muchas las cosas que nos han agradado en este libro, las cuales es im
posible exponer ahora con todo detalle. Observaremos algunos puntos que,
entre otros, pueden ser discutidos: si en la ordenación de los siete (Act 6,issj
se trata de diáconos, como pensamos nosotros con la tradición de algunos
Padres, o se trata de otros oficios; si en Act 13,1-3 la imposición de manos
es para ordenar, como supone el autor, o bien es sólo una manera de ben
decir o implorar la gracia de Dios, como piensan otros el día de hoy (cf. n.182,
202). Hay también otras maneras de interpretar las bulas de Bonifacio IX
y de Martin V, que autorizan a simples presbíteros para ordenar; en todo
caso, estos presbíteros contaban con un indulto o concesión de los Roma
nos Pontífices que no es fácil suponer en las ordenaciones de los pastores
reformados. Cuando S anto T omás ( S u p p l. q.35 a.3) admite una suplencia
de ^defectos en la administración de sacramentos, se refiere «quantum ad
últimos effectus sacramentorum», que nos parecen ser la salvación, el bien
de las almas, que espera de la providencia divina; pero no los efectos in
mediatos (gracia sacramental, carácter, potestad sacramental) si han falta
do las condiciones esenciales para que haya sacramento.
414 P.III c.15 § 1. El sacerdocio en la Reforma
L a tradición de la Iglesia
5 7 1. Recorriendo el pensamiento tradicional de la Iglesia
acerca de este punto, encontramos un texto de San Epifanio
(ca.315-403), que escribe en su libro Adversus haereses (a.374-
377)» impugnando los errores de los pepucianos y artotyritas,
relativos al sacerdocio de las mujeres. Describe los abusos exis
tentes entre los pepucianos y phrygas respecto a las mujeres
profetisas; y añade, condenándolo, que «entre ellos las mujeres
son obispos y presbíteros y que se reclutan para los demás
grados [jerárquicos] sin guardar ninguna distinción de sexo.
Porque en Cristo Jesús—dicen—no hay varón ni hembra [Gál 3,
28]. Todo esto—qontinúa—es lo que hemos podido saber de
ellos. Por lo demás, los llaman artotyritas, porque para celebrar
los misterios emplean pan y queso. Pero una vez que se ha
equivocado el camino de la verdadera religión, es preciso que
sea ridículo y trastornado todo lo que se hace por los hombres
y que aparezcan diversos géneros de locuras y de efectos de
moníacos en los cuerpos... Porque al adscribir mujerzuelas al
orden de los obispos y presbíteros y al decir que lo hacen por
Eva [que comió la primera del fruto de la ciencia], oigan lo
que dijo el Señor: 'T e volverás al varón y él te dominará’
[Gén 3,16]. Y también ignoran el mandato del Apóstol: 'No
permito que hable la mujer ni que tenga autoridad en los varo
nes’ [1 Cor 14,34]; y también: 'No procede el varón de la mu
jer, sino la mujer del varón’ [1 Cor 11,8 ]; y que «Adán no fue
engañado, sino Eva primero engañada estuvo en el pecado fin
transgressione fuit: 1 Tim 11,8]»... 16
palabras: «Hemos oído con desagrado que hay tan gran des
precio de las cosas divinas, que las mujeres sirven en los sa
grados altares, y que el sexo a quien no le corresponde hace
todas aquellas cosas que únicamente están destinadas a ser
hechas por los varones» 24.
Inocencio III (119 8-1216 ) recalcará más adelante, en las De
cretales, que «el poder de las llaves fue comunicado por el
Señor a los Apóstoles, y no a la Virgen María, aunque ésta fuera
más digna y de más excelencia que todos ellos» 25.
Las Decretales de Gregorio I X (1227-1241) encarecen que
«de todas las maneras hay que prohibir que ninguna mujer
presuma acercarse al altar y servir al sacerdote...»26.
575. Los canonistas y los teólogos fueron unánimes en
afirmar la invalidez de la ordenación de mujeres. Juan Teutó
nico escribía: «Los cataphrygas dicen que las diaconisas deben
ser ordenadas, lo cual es contra la autoridad. Respondo que las
mujeres no reciben el carácter, por impedirlo su sexo y la cons-<
titución de la Iglesia, y por esto no pueden ejercitar ningún
oficio de órdenes» 27.
Según Santo Tomás, se requiere para recibir válida y líci
tamente las órdenes pertenecer al sexo masculino. Es «por ne
cesidad del sacramento» y «por necesidad de precepto». «Y por
las dos cosas se requiere el sexo masculino para recibir las ór
denes. Por esto, aunque a una mujer se le hagan todos los ritos
de las órdenes, no recibe el orden. La razón es—continúa el
santo Doctor—que, siendo el sacramento un signo, al hacer un
sacramento se requiere no sólo que se realice un acto, sino que
sea signo de lo que se hace; así como se dijo 28 que en la extre
maunción se exige que haya enfermo para significar al que
necesita de curación. Y como quiera que no se puede signifi-.
car en el sexo femenino un puesto eminente, pues la mujer
Pablo VI
578. Con ocasión del doctorado de la Iglesia conferido a
Santa Teresa de Avila, Pablo V I confirmaba esta postura tra
dicional que hemos expuesto. «Debemos añadir— decía el Pon
tífice en su alocución (27 de septiembre de 1970)—dos obser
vaciones que nos parecen importantes. En primer lugar hay
que notar que Santa Teresa de Avila es la primera mujer a
quien la Iglesia confiere el título de Doctora; y esto no sin
recordar las severas palabras de San Pablo: ‘Las mujeres cállen^
se en las Iglesias’ 36; lo cual quiere decir todavía hoy que la
mujer no está destinada a tener en la Iglesia funciones jerár
3 7 Lumen gentium n. 11 .
38 A A S 62 (19 70) 594S.
39 Cf. H. L e c l e r c q , Diaconesse: Dict. Archéol. Chrét. et Liturgie
4,1,725-733; J. F o r g e t , Diaconesses: D T C 4,1,685-703; F . S o l á , De sacra
mento ordinis34 n.56-59.
432 P.1II c.15 § 2. Las mujeres y el sacerdocio
C apítulo X VI
E L SACERD O TE E N L A IG LESIA DE HOY
Y E N U N M UNDO QUE C A M B IA
I. En un mundo secularizado 1
L o que h oy sucede
A A S 62 [1970] 695).
12 Epist. 1 , 1 , 1 : ed. J. C ampos (BAC), P.364S.
446 P.III c.16 § 1. El sacerdote en el mundo
¿Sacerdocio temporal? 22
606. Aunque las opciones perpetuas son dificultosas ge
neralmente, y más a los jóvenes y a no pocos hombres de hoy,
sin embargo, el carácter sacramental del sacerdocio, que es
indeleble y permanente, al menos en esta vida (cf. n.283),
hace que el sacerdocio sacramental esté en disposición perma
nente de actuarse durante la vida toda del sacerdote.
Se pregunta, sin embargo, si el oficio sacerdotal es necesa--
riamente perpetuo, y si no sería posible un sacerdocio tempo
ral, limitado a un lapso determinado de tiempo, renovable
como se renuevan ciertos votos y sujeto a revisión por parte
del interesado, como se revisan otros compromisos.
607. La revo cab ilid a d del sacerdocio parece que debería
estudiarse considerando: a ) la naturaleza misma del sacerdocio
sacramental en su intrínseco constitutivo; b) el llamamiento de
m ental, creemos que está constituido form alm ente por el ca
rácter impreso en el alma del sacerdote (cf. n.279 418 420). Uno
queda constituido sacerdote por el carácter sacramental, que le
configura y consagra a Jesucristo, Pastor y Cabeza, y le capacita
para actuar «en persona de Cristo».
Ahora bien, este carácter, como ya hemos dicho, es indele
ble y permanente, al menos en esta vida. Luego el sacerdocio,
en su ser más intrínseco y formal, es también permanente y du
radero, al menos durante la vida del sacerdote... Podrá faltar
por parte del individuo, o suspenderse por parte de la autoridad
social competente, el ejercicio del sacerdocio; pero el sacerdocio
permanece, consciente o latente, en el ánimo del ordenado, dis
puesto a ser actuado en cuanto se cumplan las condiciones de
su ejercicio.
Esta índole permanente de lo más constitutivo y específico
del ser sacerdotal parece indicar que el sacerdocio es por su
misma naturaleza perpetuo y que, de suyo, está avocado al ejer
cicio. No parece posible que un individuo actúe por sí solo
todos los oficios y las posibilidades sacerdotales que le han co
municado en la ordenación; pero sí parece que se requiere en él
una disposición y voluntad de no frustrarlas en cuanto de él de
penda, admitiendo los oficios sacerdotales que le señale la auto
ridad.
608. b) El l l a m a m ie n t o d e D io s p a r a e l e s t a d o s a c e r
Magisterio eclesiástico
6 13. El Magisterio eclesiástico, índice de la tradición doc
trinal y ascética, se ha manifestado en los últimos tiempos con
relativa frecuencia acerca de la vocación sacerdotal y religiosa.
Nos limitaremos a señalar aquellos documentos que considera
mos más claros y terminantes.
El primero es el juicio de una Comisión de cardenales, apro
bado por San Pío X, acerca de las teorías formuladas por el ca
nónigo Joseph Lahitton en su libro L a vocation sacerdotale 2,
en el cual explica en qué consiste esta vocación.
El segundo documento es la constitución Sedes sapientiae,
que declara autoritativamente en qué está la vocación religiosa,
sacerdotal y apostólica, y cuáles son sus elementos 3.
Todavía podríamos mencionar diferentes encíclicas o docu
mentos de los Papas en que se toca este tema de la vocación,
como la encíclica de Pío X I Ad catholici sacerdotii4, y la Carta
apostólica de Pablo V I (4 de noviembre 1963) con motivo del
cuarto centenario de la constitución de los seminarios por el
concilio Tridentino 5.
Los documentos relativos a la vocación, emanados de la
Santa Sede, recogidos en diversos «Enchiridion», como el En-
chiridion clericorum y el Enchiridion de statibus perfectionis, ma
nifiestan el sentir explícito de la Iglesia acerca de la vocación,
aunque no sean expresiones de un magisterio «definitorio» o
perentorio, sino sólo magisterio «ordinario». El concilio Vatica
no II, con su magisterio tan autorizado y solemne, ha añadido
todavía algo más sobre la vocación en su decreto De institutione
sacerdotali (n.2) y en el Presbyterorum ordinis (n .n ).
Podríamos también señalar unos documentos litúrgicos que,
aunque directamente se refieren al culto, llevan también implí
cita una doctrina de la Iglesia sobre la vocación. Nos referimos
a aquellas misas votivas «para el día de la profesión de los reli
giosos» y para el de las religiosas; otras «para pedir vocaciones
eclesiásticas»; para conservarlas; «para pedir y fomentar las vo
caciones religiosas». Util es también el rito de la consagración de
vírgenes, que, según la constitución de sagrada liturgia, del Va-^
ticano II (n.8o), ha sido revisado.
2 AAS 4 (1912) 485. 4 AAS 28 (1936) 40.
3 AAS 48 (19 56) 357S. 5 AAS 55 (1963) 979-995-
En la Sagrada Escritura 455
Dios llama
614. No es infrecuente en la Sagrada Escritura el término
vocación o sus equivalentes 6. Se habla mucho en ella de voca
ción o llamamiento de Dios a la fe; de vocación al reino de
Dios... Pero también muchas veces se habla de un llamamiento
de Dios para un oficio particular.
En el Antiguo Testamento
Dios llama a los profetas, esto es, a aquellos que tendrán que
hablar de las cosas de Dios por un instinto divino. A l niño Sa
muel, de pequeño le llamó Dios, preparándole para su ministe
rio (1 Re 3,iss). La complacencia de Dios para con él fue pre
parada por circunstancias providenciales y por la consagración
que su madre hizo de él al Señor (1 Re 1,28). Algunos profetas
narran su vocación. Así Jeremías (1,4-10), refiriendo las pala
bras de Yahvé: «Antes que yo te formara en el seno materno,
te conocí; y antes de que tú nacieras te santifiqué y te destiné
para profeta entre las naciones... No digas: 'soy un jovencito’ ;
porque con mi auxilio tú ejecutarás todas las cosas para las cua
les te comisioné, y todo cuanto te encomiende que digas, lo di
rás...» Isaías, en el c.6, narra la visión del Señor excelso y de los
serafines que entonan el «Santo, Santo, Santo...», y cómo uno
de los serafines purificó con brasa ardiente los labios del profeta.
Y oyó (v.8) la voz del Señor que decía: « ¿A quién enviaré, quién
irá por nosotros...?» Y respondió Isaías: «Aquí estoy, envíame
a mí». Y dijo: «Anda y dirás a ese pueblo...» (v.9).
Moisés, Saúl, David, fueron llamados para caudillos del pue
blo, y por circunstancias providenciales. Las muías perdidas de
Cis fueron la ocasión para dar a conocer la vocación divina de
Saúl (1 Re 9,1-24). Aarón fue llamado para ser sacerdote (Ex
28,1; Lev 8,2.12) y fue confirmada por Dios su vocación al sacer
docio haciendo florecer su vara (cf. Núm 17,8).
Dios llama en el Antiguo Testamento para los oficios de pro
feta, de rey, de sacerdote.
No ha querido Yahvé intrusiones en el oficio sacerdotal. Ha
castigado severamente estas intrusiones aun en los reyes. Guan
do Saúl, al verse apurado, ofreció sacrificio y, contra la voluntad
6 Véanse, por ejemplo, los artículos de L . S e m p é , Vocation: D T G 15,
3148 -3181, y de E. N e u c h a u sle r , Berufung: L T K 2 II 280-283.
456 P i l i c.16 § 2. Teología de la vocación
En el Nuevo Testamento
615. El Nuevo Testamento insiste en la necesidad de un
llamamiento divino para desempeñar el oficio de sacerdote: al
describir este oficio, el autor de la carta a los Hebreos afirma
que «nadie toma para sí este honor, sino el que es llamado por
Dios, como Aarón» (Heb 5,4).
Cuando se trató de la elección de los discípulos y de los
Apóstoles, Jesús subió a un monte «y llamó a sí a los que El qui
so» (Me 3,13). Y todavía, entre los que vinieron como discípulos,
«escogió a doce de entre ellos, a los que llamó Apóstoles» (Le 6,
13). El Señor se muestra celoso de esta elección, para que se le
atribuya enteramente a El. En el discurso después de la Cena
se la recordará a sus Apóstoles, acentuando la libre gratuidad de
su elección: «No sois vosotros los que me habéis elegido a mí,
sino yo el que os he elegido» (Jn 15,16). L a misión de predicar
por el. mundo entero la da Cristo expresamente a los Apóstoles
(Mt 28,19-20; M e 16,15). Y antes les había comunicado su
propia misión (Jn 20,21). Y El los había hecho sacerdotes (Le
22,19; 1 Cor 11,24-25).
616. Más adelante, cuando se trata de la elección para ser
apóstol, para ocupar el lugar del traidor, la incipiente comuni
dad cristiana acudirá a la oración y a las suertes, para que el
mismo Dios sea el que elija: «Tú, Señor, que conoces los corazo
nes de todos, muestra a quién de estos dos has escogido...»
(Act 1,24). Asimismo cuando Pablo y Bernabé son enviados a
predicar por los doctores y profetas de Antioquía, el Espíritu
es el que habla a éstos y les dice: «Separadme a Saulo y a Ber
nabé para la empresa para la cual los he tomado» (Act 13,2).
Y antes, al discípulo Ananías, que se resistía a buscar a Saulo
en Damasco, el Señor le había dicho: «Ve, no temas, porque
éste es un vaso de elección para mí, con el fin de que lleve mi
nombre ante los gentiles y ante los reyes y los hijos de Israel»
(Act 9,15).
D ios llama 457
La Tradición y la liturgia
618. El estudio de la Tradición confirmaría esta necesidad
de la vocación divina para abrazar el sacerdocio. San Crisóstomo
escribió que «la dignidad del sacerdocio es tan grande y tan
admirable, que verdaderamente un llamamiento de Dios es ne
cesario para que sólo dignos la reciban» 7. Pero el estudio teoló
gico de la vocación en los Padres exige todavía muchos comple
mentos.
Como parte del sentir tradicional, la liturgia de la Iglesia
insiste, en las misas votivas de que antes hemos hablado, en la
inspiración y vocación divinas. Dios se digna llamar para seguir
más plenamente las pisadas del Hijo 8; los votos se emiten por
inspiración divina 9.
Razón teológica
619. Si la providencia de Dios guía todo lo que sucede en
el mundo y dispone las causas segundas, de modo que con sua
vidad logra sus fines, atando un extremo con otro extremo con
eficacia, mucho más tratándose de las vocaciones de los seres
racionales; y mucho más todavía si se trata de las vocaciones
para los oficios más sublimes dentro de su Iglesia, ya que del
Padre de las luces desciende todo don excelente y todo don per
fecto (Sant 1,17). Habrá causas segundas, y Dios se servirá de
ellas; pero todo obedece a un consejo divino 10.
L o s m odos de elección
620. No todos los llamamientos divinos se verifican con la
misma luz e imperiosidad. El llamamiento directo a los Após
toles mediante la presencia visible de Cristo no es gracia con
cedida a todos. A San Mateo, Jesús le llamó con eficacia y sin
que él pudiera dudar: «Sígueme» (Mt 9,9). También a Pedro y
Andrés, a los hijos del Zebedeo, y a los otros, invitados con di
ferentes vocaciones, antes de la definitiva (Jn 1,38-51; Mt 4,18-
22; 10,1-4).
Los autores espirituales conocen asimismo las palabras que
Dios infunde en el alma y la certeza que a algunos comunica
de que son llamados para una misión o vocación. San Ignacio
reconoce, a propósito de la elección de estado, que hay un tiem
po o manera de elegir, «cuando Dios nuestro Señor así mueve y
atrae la voluntad que, sin dubitar ni poder dubitar, la tal ánima
devota sigue a lo que es mostrado, así como San Pablo y San
Mateo lo hicieron en seguir a Cristo nuestro Señor» 1 1 . La cer
teza es, en estos casos, de orden místico; es don de Dios por
antonomasia y no puede provocarse por iniciativa del hombre.
8 «Ad plenius sectanda Filii tui vestigia vocare dignatus es...» (Oración
de la misa votiva in die professionis religiosorum) .
9 «... qui sacra vota te inspirante emiserunt, eadem te adiuvante custo-
diant» (Postcom. de la misma misa), «...professionis suae memores, quae
te inspirante promittunt, te auxiliante perficiant» (Oración de la misa votiva
in die professionis religiosarum).
10 Constit. Sedes sapientiae (31 de mayo de 1956): A A S 48 (1956) 357.
1 1 Ejercicios espirituales n.175.
M odos de elección 459
Criterios de la vocación
17 A A S 4 (19 12 ) 485.
Criterios de la vocación 461
18 A A S 28 (1936) 40.
19 Ibid.
20 A A S 48 (1956) 357s-
21 A A S ss (1963) 987s-
462 P.III c.16 § 2. Teología de la vocación
Resumiendo y sintetizando
627. Todo esto presupuesto, pasamos a indicar los ele
mentos de que consta la auténtica vocación divina, en orden a
su ^diagnosis, al . mismo tiempo, que señalamos las razones por
27 A A S 55 (1963) 988.
28 A A S 4 (1912) 485.
29 Cf. Esbozo de una teología de la vocación: Manresa 40 (1968) 47-56.
30 Rito De ordinat. presbyteri n .12; De ordinat. diaconi n.12.
El sacerdote del futuro 467
2 Dz 1532 (801).
Lo principal en el oficio sacerdotal 471
00
15,18 531 1 4 ,2 3 100 126 134
16,20 531 187 190 201 203
17 ,14 -16 604 14,26 182 185
17 ,17 -19 180 1 5 ,2 134
18,33-37 3i 1 5 ,4 134
20 ,21-23 9 4 18 0 375 479 1 5 ,6 134
20,21 377 385 6 15 I 5 ,6 ss 100
2 0 .2 2 S 339 15,10 46
20,23 19 I 5 , i 3 ss 163 183
2 1 , 1 5 -1 7 100 15,22 101 125
Act 1,8 9 ° 64 339 394 I 5 .2 2 S 134
1,8 -21 123 1 5 ,3 2 101 125
i,i3ss 375 1 5 ,3 4 101
i , i 5 ss 100 1 5 ,4 0 125 182
1,16 -2 0 181 16,1 196
1,2 3 US 16,5 134
1,2 4 616 16,9 544
1,2 4 -2 6 181 16 ,II 125
2 , ISS 294 16 ,13-15 437
2,4 339 16,19 125
2 , I 4 SS 100 16,29 125
2,24 141 16,31 437
2 .3 4 S 35 16,33 437
2,41 9 4 437 17,4 125
2 ,4 I S 110 18,4-9 437
2,42 63 13 2 14 1 145 19 ,1-6 185
2,42-47 75 19,2-6 94
2 ,4 7 63 19,5 94 437
3 ,4 SS 100 19,6 165
3,12-2 6 90 2 0 , 7 SS 93
4,n 60 20 ,7-11 120 132 141 145
4 . I 9 SS 100 20 ,17 101 171
4 ,2 7 S 57 2 0 , I 7 SS 135 1 3 8
5 ,3 ss 100 20,28 101 135 138 169 171
6 ,1-6 110 165 184 458 2 0 , 2 9 SS 135
6 ,iss 141 21,18 IO I
6 ,2-6 95 1 7 1 22,41 90
6 ,2 9 0 193 3 96 23,8 113
6 ,4 193 5 2 8 2 6 , i 6 ss 394
6 ,5 147 315 2 Ó , I 7 SS 394
6 ,6 147 1 9 2 -1 9 4 2 0 2 S 2 5 2 R om 1,1 8 4 8 7 1 1 5 600 6 16
6 , 8 ss 95 146 185 193 459 i ,5 616
6 ,ioss 90 i ,9 98 404
8,1 134 5 ,i 3
8,1-4 146 1 6 ,3 94
8 ,5 457 1 8 ,1 7 79
Indice bíblico 477
10, 13-15 89 4,5 86 87
10,14 li o 394 5 , i 8 ss 85 86
io,i4s 437 544 5, i 9 3
10,17 443 5,20 85 404 553
11,29 38 6,3 86
12,7 106 139 508 8,4 86
12,8 I 02S 106 8 , 9 ss 387
1 2 ,1 1 63 8,19 186 201
12,28 144 9,1 86
15 ,16 63 I I I 269 9 ,I 2SS 86
16,18 41 10,8 549
1,1 84 11,8 86
1,12 107 115 1 1 ,1 3 126
1,14 -16 94 12 ,15 97 612
i,i7 90 94 396 Gál 1,1 84 1 15 182
3 ,4-6 107 1,10 87
3 , 5ss 544 1,17 84
3,9 60 406 544 1,18 100
3 ,i 6s 60 1,19 183
3,22 100 2 ,9 S 100 183
4,1 96 2,9 163
4,2 96 270 548 2 ,11 100
4 ,i i 87 2,14 100
4,15 269 2,20 428
5 ,4-6 100 3,28 571
5,12 100 Ef 1,1 84 115 616
6,16 60 1,7 48
6,20 48 1,20 35
7,5 513 2,19 60
7,7 79 502 2,20-22 60
7,23 48 2,20 108
7 ,25ss 502 2,22 60
7 ,3°s 604 3 548
7 ,3 i 604 3,8 616
9 549 4 ,1- 11 102
9, ISS 84 4 ,n ss 103 107 126 139 457
9,5 505 4,12 640
9 ,i 3s 91 98 5,2 5 52 97
9,16 87 5,25 487
9,22 600 5,32 79
10,16-22 132 141 6,20 85
11,8 57 i F lp 1 ,1 87 99 103 136 144 17 1
n , i 7-34 132 141 256 315
11, 20SS 459 1,2 183
11,23-26 31 93 2,17 63 97
11,24-25 615 4,18 63
11,24-26 64 C ol 1 ,1 84 115
11,2 4 64 180 310 539 i ,7 86
H ,25 93 1,14 48 •
11,26 64 1,23 85 86
12 ,1-13 105 107 108 1,24 79 97
I2,4ss 104 4,10 125
12,9-10 106 4 ,u 17 1
12,II 617 4, i 4 125
12,27-30 617 1 T es 1,1 125
12,28 102 546 5,12 102 103
12,29 318 1 T im 1 ,1 84
14,29 108 i ,3 127
14,30 108 1,8-10 13 1
14,31 529 1,12 86
I4,32s 108 2,1-7 136
I4,34s 562 2 , 5-7 312
14,34 571 2 , 5S 3 5
i 5,5-io 84 2,5 427
15,7 183 2 ,US 562
15,25 34 3 547
1,1 84 115 616 3 ,2-7 13 1
2,14-16 97 3 ,2-5 526
3 ,2S 406 3,2ss 101
3 ,6 s 86 3,2 91 102 506
3 ,8-9 269 3 ,4 S 139 506
3,8 86 3 ,8ss 315
3,9 86 3 ,8 - io 144
4,1 86 3,8 IO I
478 Indice bíblico
4 ,6 s 127 5 , 1-4 435
4,6 86 144 5 ,i 318 430 642
4 ,ii 127 130 5,2 45 417
4 ,12 -15 133 5,3 45
4,12 130 5,4-6 33
4,13 127 5,4 115 615
4,14 95 13 1 144 165 184 198 5,5 5
199 259 308 329 330 5,6 5 35
339 541 5,6.10 39
4,16 127 6,1 49
5 549 6,20 39 40
5 ,i - i 6 130 7 548
5 ,i 130 7,1-28 39
S ,i 7 130 134 139 7 ,1-10 39
5 ,i 8 134 14 1 186 7 , 1-3 36
5,19 130 7,3 428
5 , 19-22 203 7 , 11-49 37
5,22 13 1 144 165 200 7,l2ss 314
5,23 13 1 165 7,14 35 427
6,1-4 127 7,19 37
6,20 127 7 ,20S 38 114
i i ,8 571 7,23 i i i
i ,i 84 1 15 7,25 37 436
1,3 127 7,26 40s 600
i,6s 133 165 329 7,27 40-42 48
i,6 95 13 1 144 184 186 195- 8 ,1-10 35 39
197 198 202 203 218 8,1 81
259 3o8 329 33° 8,3 33
i ,7 13 1 196 8,6-13 51
i ,i i 85 8,6 2
1,14 127 13 1 9-10 43 ss
I,i8 198 9 ,9 - n 5i
2,1 133 9 ,9 S 63
2,2 100 13 1 9,io 43 52
2,4 599 9 ,l i s 5 47S
2 ,US 79 9 ,i i 81
2,11 68 9,11-28 427 430
2,14 127 9,13 63
2,15 127 9 , 15-22 5i
2 ,24S 9i 9,15 2 107
3 , 2-7 13 1 9,17 33
4 , 1-5 127 9,18 52
4 , 2S 110 9,18-22 33
4,2 91 9,25 52
4,5 86 91 1 10 249 9,26 5i
4,6 97 172 9,28 5i
4 ,n 125 10,5-7 40
4,12 125 10 ,5s 52
4, i 4 202 395 10,5-10 56
5 ,I 7S 98 10,10 54
5,22 95 10 ,11 33
i 547 10,14 42 312
i ,i 87 io ,i 6s 54
1,5 100 101 130 13 1 134 141 10,20 5i
172 250 616 13,2 107
i,6 506 13,7.17-24 102 103 139
i,7ss 101 136 13,15 63
i ,9 102 13,16 63
2,1 127 Sant 1,17 619
3,12 10 1 125 1,27 40
5,17 202 5, i 4- i 6 79
1,3-13 40 5 ,i 4 s 91 141
i ,5 35 5,14 101
2,17 33 81 600 1 Pe 1,1 135
2,18 35 2,4-10 75
3 , 1-4 35 2.4 59
3,1 81
2.5 59ss 61 62
4,12 440
2,5 i i i 312
4.13 35
4.14 35 40 55 2,9 59ss 64 n i 310
4,15 49 2,11 63
5 , 1-10 427 2,12 64
5 , 1-5 75 2,25 103 135
5,iss 2 33 3,18 312
Indice bíblico 479
4.13 79 2,2 107 126
5 ,i 103 123 135 163 4,4 14 1
5, i -5 IO I 4 ,9 - n 14 1
5,3 48 6s 5,5 35
5,4 81 103 5,9 48
5,12 125 5,9 S 65 75
5, i 3 125 5,9 48
i Jn 1 ,1 - 1 3 523 5,io 65 312
2 Jn 1 ,1 135 5,i2ss 48
A poc 1,3 228 20,6 66
1,6 65 75 548
I N D I C E O N O M A S T I C O
Las cifras rem iten a los núm eros marginales del texto