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Planteamiento del problema

La economía del cuidado hace referencia al trabajo que se realiza, bien sea sin
remuneración o de manera remunerada, para el cuidado de otras personas. El cual, resulta
esencial para el mantenimiento de la salud y capacidades de la fuerza de trabajo de los
individuos, además de la reproducción y mantenimiento del tejido social de una
comunidad; la economía del cuidado aporta al “sentido de comunidad; de responsabilidad
cívica; las reglas, las normas y los valores que mantienen la confianza, la buena voluntad y
el orden social.” [CITATION Sol07 \p 6 \l 9226 ]. En este sentido, la economía del cuidado
provee capacidades humanas y de cohesión social que son indispensables para la
producción económica y generación de riqueza de un país [ CITATION Sol07 \l 9226 ]. Sin
embargo, este tipo de trabajos no acoge la misma relevancia que otros tipos de actividades
laborales, siendo el sesgo de género uno de los atributos más influyentes en esta
desigualdad.

Las desigualdades de género en la provisión de cuidados han sido y siguen siendo


indudablemente fuertes. Diversas razones culturales, políticas y socio-económicas a lo
largo de la historia, han llevado a que sean las mujeres las principales responsables de
proveer y desempeñar, a nivel privado y público, la economía del cuidado [ CITATION
Abe10 \l 9226 ]. Diversas desigualdades que pueden verse reflejadas en las diferentes labores
que pertenecen a esta economía, como es el caso de las amas de casa, las madres
comunitarias, y, con especial énfasis para el trabajo presente, las empleadas domésticas.

Actualmente, miles de personas y familias a nivel mundial enfrentan necesidades


relacionadas al cuidado y mantenimiento de sus hogares [CITATION Gor14 \t \l 9226 ],
generando que exista una alta demanda de personas que se responsabilicen de ellas y las
satisfagan; las empleadas domésticas. Mujeres, en su mayoría, generalmente de bajos
ingresos económicos [CITATION Gor14 \t \l 9226 ] , que se encargan de aliviar las necesidades
domésticas de otras personas [ CITATION Rev15 \l 9226 ], tales como la limpieza, el orden,
lavado y planchado, preparación de alimentos, cuidado del adulto mayor y cuidado de los
niños [ CITATION Dom14 \l 9226 ] . Quienes, en Colombia, alcanzan a ser más de un millón de
personas, y, de las cuales, han sufrido de maltrato psicológico, físico y/o sexual al menos la
mitad de ellas [ CITATION Rev15 \l 9226 ], como puede verse reflejado en un informe
publicado por la organización Human Rights Watch:

“Las trabajadoras domésticas se enfrentan a la explotación laboral y toda una serie


de abusos graves, que incluyen el maltrato físico y sexual, el confinamiento forzado,
el impago de salarios, la negación de alimentos y atención sanitaria, y el exceso de
horas de trabajo sin días de descanso” [CITATION Hum06 \n \t \l 9226 ].

La figura y posición social de las empleadas domésticas se ha aceptado, normalmente, a


través de un orden natural de subordinación y subalternidad predominante [CITATION
Ara11 \t \m Gar13 \l 9226 ]. En el que, además de enfrentar un latente desprestigio y
vulneración constante de sus derechos humanos; como algunos casos en los que niñas y
mujeres se encuentran atrapadas en trabajos forzados cuyas condiciones son similares a la
esclavitud [ CITATION Hum06 \l 9226 ] , también afrontan un rol fronterizo y liminal entre
distintas dicotomías epistemológicas y pragmáticas que circunscriben robustamente su
experiencia laboral, como; trabajo productivo-reproductivo, esfera pública-privada y rol
masculino-femenino, en las cuales ellas están directamente interrelacionadas [ CITATION
Gar05 \l 9226 ]. En otras palabras, la labor de las empleadas domésticas se encuentra
sumida entre las dudas e incertidumbres que se generan a partir de preguntas tales como:
¿es un empleo doméstico un trabajo formal o informal? ¿El espacio de trabajo de las
empleadas domésticas es público o es privado? ¿Solo las mujeres pueden ser empleadas
domésticas? entre otras más.

Las tareas domésticas son labores que históricamente han sido subvaloradas al suponerse
como una actividad propia mujeres. Y, en el caso del empleo doméstico, es sumada la
posición de marginalidad de quienes lo ejercen –agentes subalternos [CITATION Ara11 \t \l
9226 ]; en su mayoría, mujeres afrodescendientes, indígenas, campesinas y/o pobres que, al
parecer que no tuvieran ninguna especialización ni habilidad, terminan siendo consideradas
aptas para la realización este tipo de trabajos [ CITATION Dan17 \l 9226 ]. Lo que ha
repercutido, en la concepción del empleo doméstico como un “no-trabajo” [ CITATION Dan17
\l 9226 ]; una labor invisibilizada, devaluada y percibida socialmente como feminizada en
términos de producción o valor productivo, concibiendo que quienes trabajan en él reciban
un salario comparativamente bajo o no reciban una remuneración económica [ CITATION
Sus10 \l 9226 \m The14]. Es este sentido, las empleadas domésticas continúan sujetas a la
noción de trabajo reproductivo –ocupándose de las actividades y tareas de reproducción
cotidiana, posibilitando el proceso de reproducción de la fuerza del trabajo diario sin
reconocimiento salarial [ CITATION Sus10 \l 9226 \m Emp14], mientras luchan por el
reconocimiento de su labor como un trabajo productivo [ CITATION Mag13 \l 9226 ] –que
genere ganancia de capital y plusvalía [ CITATION Rei13 \l 9226 ], con los derechos laborales
que se le reconocen a un trabajador formal [ CITATION Emp14 \l 9226 ]; una labor
reproductiva que exige ser remunerada [ CITATION Eve92 \l 9226 ]. Lo cual, también se
encuentra mediado por la concepción y construcción de los espacios que ellas habitan.

Las empleadas domésticas hacen de una casa ajena su lugar de trabajo; una contraposición
en la que un espacio reconocido como privado-reproductivo (el hogar) se transforma en uno
público-productivo (el trabajo) [ CITATION Emp14 \l 9226 ]. Lo que genera que, entre los
empleadores y las empleadas domésticas tengan que lidiar de manera constante con
“distancias personales y sociales” [CITATION Edw86 \p 139 \l 9226 ] en el hogar (que también
es el trabajo), en las que se refuerzan las distinciones en términos de posición y jerarquía
social entre uno y otra, a través de las cuales el/la empleador(a) puedan supervisar, revisar y
organizar las tareas realizadas por la empleada doméstica [ CITATION San13 \l 9226 ] .
Ejemplo de ello puede ser el consumo de comida; ya que, muchas veces esta es preparada
por las empleadas domésticas en el hogar, sin embargo, esto no es sinónimo de que ellas
pueden consumirla en las mismas maneras que lo hacen sus empleadores.

Es decir, se refuerza la posición subordinada ya adquirida por las empleadas domésticas, lo


que puede ocasionar que, en muchas ocasiones, ellas terminan siendo maltratadas a través
de las maneras de hacer [CITATION Mic96 \l 9226 ] y prácticas realizadas por los/las
empleadores (as); por ejemplo, en la creación de límites y restricciones frente a los
alimentos consumidos, y espacios y tiempos de consumo de estos en el hogar-trabajo para
las empleadas domésticas [CITATION Déb13 \t \l 9226 ]. A continuación se presenta un
testimonio de una empleada doméstica que lo ejemplifica:

“Era duro trabajar para ellos porque no había suficiente comida. Me daban comida
una vez al día. Si cometía un error… [mi empleador] no me daba comida durante
dos días. Me trataban así con frecuencia. A veces durante uno, dos, tres días. Como
estaba hambrienta, robaba comida de la casa. Por eso, el empleador me daba duras
palizas”. [ CITATION Hum06 \l 9226 ].

Pero, ¿por qué lo hacen mediante los alimentos?

La comida, más allá de satisfacer necesidades biológicas y de orden fisiológico, ofrece y


desempeña un vigoroso rol como mediador de la expresión y transmisión de cultura y, más
específicamente, de la identidad individual y grupal de las personas [ CITATION Dav11 \l 9226
]. Es un elemento que puede ser utilizado como “un vehículo de reconocimiento e
identificación social” [CITATION ASo14 \l 9226 ] que, por medio de las elecciones de qué
alimentos comer o qué alimentos no comer, relata el sentido de identidad de las personas
[ CITATION Dav11 \l 9226 ]. En otras palabras, “los seres humanos marcan su pertenencia a
una cultura o un grupo al afirmar la especificidad de lo que comen, o más precisamente,
pero equivale a lo mismo, al definir la otredad, la diferencia de los demás" [CITATION
Cla88 \p 290 \l 9226 ]; distinciones que construyen y representan su identidad.

En este sentido, la comida –tanto práctica, como sustancia- representa un elemento crucial
para reflejar y expresar diferencias y distancias sociales entre una y otra fracción social
[ CITATION Hel00 \l 9226 ] ; por ejemplo, entre empleadas domésticas y empleadores de
estratos 5 y 6 de Bogotá. Dado que, ya sea en sus saberes y maneras de hacerse (comida
como práctica social) o en sus significados y sentidos que le son atribuidos (comida como
sustancia), la comida es un medio efectivo para la transmisión de cualidades y afectos que
permiten expresar el grado de relacionamiento entre las personas; así como, patrones de
distanciamiento que demarcan y reproducen lo que puede, o no, ser compartido entre
diferentes personas de diferentes estatus de la jerarquía social [ CITATION Hel00 \l 9226 ].

Estas pueden verse reflejadas a través de los diferentes elementos que constituyen el
sistema alimentario de las personas; una mirada integral al “conjunto de posibles alimentos
que una cultura o grupo social dentro de esta cultura seleccionan como comestibles, es
decir, apropiadas para el consumo humano” [CITATION Gui07 \p 17 \l 9226 ] . Dado que, este
responde a la manera en que las personas se organizan para obtener y consumir sus
alimentos, abarcando desde la producción y preparación de alimentos, hasta su consumo
final [ CITATION Cam10 \l 9226 ]. El cual, según la Política para el conocimiento, la
salvaguardia y el fomento de la alimentación y las cocinas tradicionales de Colombia, está
conformado por: la valoración y adquisición de los productos necesarios para la
preparación de alimentos, la preparación de los alimentos, los conocimientos y técnicas
culinarias, las herramientas, muebles, medios y enseres empleados, las preparaciones
(comidas), el consumo de alimentos, los hábitos y reglas de consumo, y el reciclaje de los
alimentos y utensilios usados [ CITATION Min146 \l 9226 ] En otras palabras, el sistema
alimentario posibilita que dichas distinciones de identidad entre personas se vean reflejadas
mediante los ingredientes, preparaciones, cantidades de alimentos, espacios y tiempos de
consumo, cuerpos de quienes consumen y relaciones sociales entretejidas en torno al
consumo de alimentos.

Como lo menciona Bourdieu (2016), cada persona lleva embarcado consigo una conjunción
de principios de división que dividen, en diferentes fracciones, sociedades divididas con
principios diferentes; principios de división que organizan la visión social del mundo
permitiéndoles a las personas encontrar una posición a ocupar en el espacio social
implicando ciertos rasgos distintivos, sentidos, valores y prácticas, que los definen en
propiedad [ CITATION Pie16 \l 9226 ] . En los que, la comida ha estado perennemente expuesta
mediante una correlación estrecha a las clases sociales de cada uno de ellos [ CITATION
JGo95 \l 9226 ].

Estas divisiones sociales solicitan y requieren de la proposición de límites que otorguen un


sentido de lugar a los sujetos, el cual les permita excluir y excluirse de aquello que se está
excluyendo; un proceso de enclasamiento, con base a un sentido de distinción que genera
como consecuencia un ordenamiento y jerarquización de dichas clases o divisiones sociales
[ CITATION Pie16 \l 9226 ]. Por ejemplo, entre la relación existente entre una empleada
doméstica y su empleador, y aquellos elementos incluyentes y excluyentes que los
distinguen, como aquellos casos en los que la empleada doméstica tiene un lugar
determinado para comer diferente al de la familia empleadora [ CITATION Reb10 \l 9226 ].

Límites que surcan transversalmente elementos y relaciones de temporalidad, espacialidad


y cuerpo en la construcción y reproducción de la identidad individual y comunal de ellos,
los cuales podrían verse reflejados mediante la relación que estos tienen frente a los
alimentos que preparan y consumen[CITATION Déb13 \t \m Jua14 \t \m Ped26 \l 9226 ] a
diario. Los cuales, son preparados, mayoritariamente, por las empleadas domésticas para
sus empleadores al estar incluida en las actividades de cuidado que deben realizar.

Tras haber mencionado lo anterior y haciendo especial énfasis en la posición social


expuesta de las empleadas domésticas en Colombia, en las que se visibilizan las
restricciones y prohibiciones relacionadas a los alimentos (en torno a los alimentos que
consumen, cuándo los consumen, dónde los consumen, con quiénes los consumen), surge la
necesidad de analizar el papel de la comida (tanto práctica como sustancia) en el lugar de
trabajo de las empleadas domésticas en los hogares de clase alta de Bogotá, con especial
concentración en las interacciones y dinámicas sociales que se generan y constituyen
elementos relevantes en la construcción de jerarquías sociales. Perspectiva desde la cual no
se ha trabajado directamente dichas dinámicas, y con poca profundidad en la capital
colombiana.

Pregunta

¿Cuál es el papel de la comida (tanto práctica como sustancia) en el lugar de trabajo de las
empleadas domésticas en hogares de estratos 5 y 6 de Bogotá?

Objetivo general

Analizar el papel de la comida (tanto práctica como sustancia) en el lugar de trabajo de las
empleadas domésticas en hogares de estratos 5 y 6 de Bogotá.

Objetivos específicos

- Indagar el sistema alimentario de las empleadas domésticas en su lugar de trabajo


en los hogares de estratos 5 y 6 de Bogotá.
- Explorar la actividad laboral relacionada a la preparación de alimentos de las
empleadas domésticas en su lugar de trabajo en los hogares de estratos 5 y 6 de
Bogotá.
- Analizar las dinámicas entre comida (tanto práctica como sustancia), jerarquía
social y relaciones sociales en el lugar de trabajo de las empleadas domésticas en los
hogares de estratos 5 y 6 de Bogotá.

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