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Entre Escila y Caribdis

Carácter del proceso de nuestro pensamiento

Bondy empieza señalando que una característica del pensamiento peruano ha sido su
mimetismo, entendiendo por esto la tendencia a seguir el mismo proceso del pensamiento
extranjero, de aceptar y rechazar posturas de acuerdo a lo que se hace fuera del país.
Además, el pensamiento peruano es tan receptivo con lo externo, que toma cualquier cosa
como válida, lo cual no es signo de apertura mental, sino de carencia de ideas propias. Ni la
filosofía católica, ni la fenomenología, ni el existencialismo, ni el marxismo han sido
replanteamientos de las bases teóricas de la filosofía, sino que Mariátegui, por ej., solo ha
aplicado los principios del marxismo a contexto peruano, sin cuestionar las bases mismas
del marxismo. El pensamiento político no ha propuesto teorías serias e innovadoras, sino
que se llena de lemas emotivos para esconder su vacuidad: así, los textos programáticos y
partidarios que pretenden fijar un rumbo al país no tienen ninguna clase de consistencia o
coherencia. Pero, dice Bondy, últimamente ha surgido un mayor interés por la tecnicidad
(en el sentido de uso de conceptos precisos) y la coherencia, como resultado del contacto
con la filosofía analítica. Sin embargo, esto también ha significado un distanciamiento
respecto a la reflexión sobre la situación propia del Perú.

Diagnóstico y pronóstico

Hay, dice Bondy, quienes, optimistamente, podrían declarar que ha habido una reflexión
filosófica peruana sobre el Perú, dado que ha habido reflexiones teóricas sobre el Perú,
aunque estas sean un producto mediocre de la recepción de ideas extranjeras. Bondy cree
que, detrás de este optimismo, se esconde un simplismo que acepta como válida cualquier
cosa que le sea dada. Frente a este optimismo, Bondy declara, siguiendo a Mariátegui, que
no ha habido ninguna reflexión filosófica peruana que aclare nada sobre la situación
humana universal o sobre la situación de la propia entidad histórica (el país).

¿De dónde surge la mediocridad del pensamiento peruano? Solo si podemos responder a
esta pregunta podremos procurar realizar, en el futuro, una filosofía verdadera. Bondy, por
su parte, responde que la filosofía, por mucho que tiene una significación intrínseca,
también es un producto que surge en un contexto histórico real: si no fuera así, dice, sería
“una idealidad vacía”. De modo que en la filosofía se evidencia la situación concreta del
contexto en el que surge. Y cuando se ve el caso peruano se nota, en resumen, que vivimos
en un país de Tercer Mundo y subdesarrollado. El país, dice Bondy, constantemente entra
en crisis, y cuando no está en ese estado, no crece como un país “sano”, sino que su
condición empeora en cada momento. Por eso es que, o hemos tenido filosofías que
pretendían innovar sin tener las bases epistemológicas necesarias, o hemos tenido solo
imitaciones más o menos buenas de lo extranjero. En este sentido nuestro pensamiento es
alienado.

Ahora bien, dado que la filosofía peruana es el producto de una sociedad enferma, se hacen
necesario salvar esta situación, cambiándola. Acá se plantean dos caminos, dice Bondy: el
primero, renunciar a la filosofía y seguir sin ella, o revolucionar la filosofía:

1) El primer camino—renunciar a la filosofía—parece irrealizable en tanto que, si se


abandona ella por su estado defectivo, se tendrían que abandonar, a la vez, todas las demás
manifestaciones culturales propias, que surgen del mismo fondo común (una sociedad
enferma). Además, siendo la filosofía una actividad crítica, y, sobre todo, sirviendo como
una especie de enjuiciadora de los valores epistemológicos, morales, sociales, políticos,
etc., que deban servir para regir la vida, sin ella uno avanzaría sin una meta fija, y preso de
los valores impuestos de forma externa, de modo que produciría, en nosotros, los
dominados, la apariencia falsa de actuar por nuestra voluntad propia.

2) De este modo, se impone el segundo camino: revolucionar nuestra filosofía, que hasta
ahora ha sido carente de valor intrínseco, y, por lo tanto, también de valor interpretativo de
la realidad propia. Pero, ¿cómo lograr eso? Bondy dice que se necesita un “salto
dialéctico”, que lleve una “fuerza” (en este caso, la filosofía) por otro sentido, y que la
coordine con otras fuerzas (otras creaciones culturales) para lograr, gracias a la acción de
este conjunto de fuerzas, la transformación de la realidad social concreta.

Bondy cree que lo que dijo sobre la vinculación de la filosofía con la realidad podría
parecer un determinismo burdo, pero dice que no es así. Para él, tanto la sociedad influencia
sus productos culturales, como estos influencian a la sociedad. Así, la revolución de la
filosofía implica dos tareas:
1) Vincular la filosofía con las ciencias sociales y la conciencia colectiva para que se
ilumine respecto de la situación concreta del Perú. De este modo, la filosofía debería
responder a la pregunta de cuál es nuestro lugar en la historia y de qué valores debemos
seguir.

2) Tomando las herramientas intelectuales extranjeras, deberá, en un primer momento,


servir para destruir los mitos y los ídolos que imposibilitan la correcta visión de la realidad,
posibilitándose, así, a sí misma, de crear, en un futuro, sus propias categorías y
herramientas.

Con todo esto, sin embargo, el futuro filosofar peruano no estará distanciado de la tradición
occidental ni la rechazará totalmente, sino que conservará, especialmente, su tendencia a la
precisión y especialización (fenomenología, filosofía analítica) y su interés por la realidad
histórico-política determinada (marxismo, existencialismo, historicismo).

Por último, esta reflexión, según Bondy, tomaba mayor importancia en el año 1969.
Considera que es importante anotar cinco cosas, en ese contexto.

1) En nuestro país se ha dado una revolución llevada a cabo por un sector típicamente
conservador—las Fuerzas Armadas.

2) Una tendencia negativa del pensar ha dado como fruto el resultado positivo de desgarrar
el velo de Maya colocado sobre nuestros ojos por el pensamiento de tendencia
conservadora.

3) Nuestro país sigue una evolución peculiar, extraña al molde extranjero de desarrollo,
debido a nuestra propia condición de cultura subdesarrollada frente a las demás culturas
desarrolladas.

4) El contexto de una revolución con carencia de valores e ideas directrices validadas por el
propio pensar nos deja en riesgo de volver a ser dominados por las tendencias extranjeras.

5) La filosofía, que debe empezar como una forma de pensar negativo, crítico, destructor de
prejuicios, debe tomar luego, dialécticamente, un aspecto creador, positivo, de acuerdo al
cual debe forjar las ideas con las que se pueda hacer una interpretación seria y sólida sobre
la realidad.

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