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LIDERAZGO PERSONAL

CUANDO OBAMA ERA BARACK

El demócrata Barack Obama ha hecho revivir el sueño americano, el sueño de que un negro criado en un
hogar desestructurado pueda convertirse en el hombre más poderoso del planeta. Ésta es la historia de su
camino hacia la gloria.
Un líder llamado Barack Hussein Obama

Barack Obama regresó a Washington el pasado martes por la noche con la nominación demócrata
asegurada, pero sin tiempo para celebraciones. Su mujer, Michelle, voló a la casa familiar de Chicago,
desde Saint Paul (Minnesota), donde el candidato había anunciado su victoria en las primarias, 'el final de
un recorrido histórico y el comienzo de una nueva carrera'. Obama, de 46 años, dejaba atrás seis meses
de agotadora campaña de primarias, 54 elecciones de las que había ganado 29, y 18 millones de votos.
Había intentado hablar con su gran rival, Hillary Clinton, por teléfono durante toda la noche, sin suerte. La
senadora, desde Nueva York, anunció que no decidiría nada esa noche. Y desconectó el teléfono.
Kellman le preguntó: ¿'Qué es lo que más te enfada en el mundo?'. 'La injusticia', respondió. Y fue
contratado.

Obama ni siquiera pudo descansar. En el avión preparó un discurso que tenía que pronunciar ante un
grupo de 7.000 líderes judíos a la mañana siguiente. Comparecería ante el Comité de Asuntos Públicos
Estados Unidos-Israel. La comunidad judía norteamericana ha sido uno de los grandes apoyos de Hillary
Clinton en esta campaña, y ha mantenido una gélida distancia con el campo de Obama a causa de
declaraciones efectuadas por el senador como que se reuniría con el presidente de Irán, Mahmud
Ahmadineyad, durante su primer año en la Casa Blanca, 'sin condiciones, para lograr la paz'.

El entorno era, en principio, hostil, pero Obama supo estar a la altura del reto. Comenzó bromeando. 'Por
favor, avisadme si veis por aquí a ese tal Barack Obama, porque da miedo', dijo, en referencia a diversos
correos difundidos por el Partido Republicano en los que se le acusa de 'tibio' con la causa palestina y los
regímenes totalitarios de Oriente Próximo. Luego se declaró 'un verdadero amigo de Israel', y acusó a los
palestinos del grupo terrorista Hamás de 'corruptos' y 'falsos profetas del extremismo'.
El que Obama ofreció ante los líderes judíos fue el perfil de un presidente, capaz de prometer que
'Jerusalén seguirá siendo la capital de Israel, sin divisiones', o que nunca pondrá en jaque la seguridad de
Israel. A lo largo de la campaña, el senador ha declinado llevar un pin con la bandera norteamericana en la
solapa, pero el miércoles lo lució por primera vez. Junto con la bandera de barras y estrellas ondeaba la
de Israel, con la estrella de David.

El resultado fue un Obama de perfil netamente presidencial, un maestro de la política capaz de adaptar su
discurso a las condiciones que la nueva situación requiere. La audiencia se levantó en 13 ocasiones,
ahogando su discurso en aplausos. El candidato se metió en el bolsillo a una comunidad que no podía

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estar más en las antípodas del cambio que él quiere representar: judíos de un lobby afincado en
Washington; el símbolo del establishment, del poder y la influencia de Estados Unidos en el mundo.

Obama no podría tener una procedencia más diferente a la de quienes le escuchaban. Políticamente se
crió en Chicago, una ciudad en la que el gobierno y el crimen caminan a veces juntos de la mano. Y ni
siquiera se formó en el centro de Chicago, uno de los más sólidos bastiones del Partido Demócrata entre
las grandes urbes de EE UU. Obama comenzó a querer cambiar el mundo en lo que se llama el South Side,
los suburbios de mayoría afroamericana de la ciudad, una de las zonas más peligrosas y miserables de
todo el país.

En 1981, el joven estudiante nacido en Hawai llegó a Nueva York. Tenía 20 años y había sido transferido a
la Universidad de Columbia, donde se licenciaría en ciencias políticas en 1983. Obama no se explaya sobre
sus años en Nueva York en ninguno de sus dos libros de memorias. Dibuja la gran ciudad como un entorno
hostil, por donde vagaba en solitario sin amigos o conocidos. 'Pasé aquellos años en la biblioteca. No me
relacionaba. Era como un monje', diría en una revista de la universidad en 2005.

Recién licenciado, encontró un trabajo como consultor en las empresas Business International
Corporation y New York Public Interest Research Group, una experiencia que en su libro retrata como un
pequeño calvario personal. El joven negro sin raíces se encuentra, de repente, con 'una secretaria, un
despacho y dinero en la cuenta'. 'A veces salía de una entrevista con inversores japoneses o corredores de
Bolsa alemanes, veía mi reflejo en las puertas del ascensor -me veía con traje y corbata, maletín en la
mano- y por un segundo me imaginaba como un magnate de los negocios, ladrando órdenes, cerrando
tratos. Luego recordaba en qué había soñado que me convertiría, y sentía punzadas de remordimientos
por mi falta de iniciativa', escribe en sus memorias.

Y entonces, en 1985, se encontró con Gerald Kellman en las páginas del diario The New York Times.
Kellman era un organizador comunitario, una suerte de trabajador social que trabajaba con las personas
que habían perdido sus empleos durante la gran crisis de las siderurgias de Illinois e Indiana en los años
ochenta del pasado siglo. Muchos de los afectados vivían en el South Side de Chicago. El equipo de
Kellman era sobre todo blanco. Para ganarse el favor de estos desempleados decidió contratar a un
negro. Publicó un anuncio en el diario neoyorquino y recibió el currículo de un tal Barack Obama.

'Me extrañó este nombre. Era exótico. Le pregunté a mi mujer, que es de origen japonés, si Obama era un
apellido nipón', explica Kellman en la parroquia de Saint Mary of the Woods, la iglesia católica de Chicago
en la que trabaja ahora. 'Puede que sí', le dijo su mujer. El currículo y la carta de presentación le gustaron,
así que llamó a Obama y le preguntó si era japonés. Obama dijo que no, que era negro, y que era su sueño
ser organizador comunitario.

En un caluroso día de agosto se reunieron en una cafetería de la avenida Lexington. 'En lugar de
entrevistarle yo, fue él quien me entrevistó a mí', explica Kellman. 'Para mí era muy importante contratar
a alguien que no se quemara pronto; una persona con ganas de trabajar con gente muy pobre, de escasa

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formación, gente maltratada por la vida', explica Kellman. 'Barack era alguien sin identidad a la búsqueda
de sí mismo, capaz de ayudar a los demás en este propósito. Y sabía escuchar. Eso es fundamental, saber
atender a los problemas de los demás'.

Recuerda especialmente una parte de la conversación que mantuvo con Obama que le decidió a ofrecerle
el puesto inmediatamente.
-¿Qué es lo que más te enfada en el mundo? ¿Qué te saca de tus casillas?
-La injusticia.
Obama aceptó el trabajo, aunque el sueldo le convertía en alguien que rozaba el límite de la pobreza.
Eran 10.000 dólares al año. Kellman se las arregló para pagarle un coche -'o algo similar a un coche'-, un
destartalado Honda que costó 2.000 dólares. Lo cargó con todas sus posesiones y condujo los 1.200
kilómetros que separaban Nueva York de Chicago. Nunca había estado en esta ciudad, pero sabía que era
una urbe sumida en una verdadera batalla racial.

En aquella época, el primer alcalde negro de la ciudad, Harold Washington, se enfrentaba a todo el
racismo y las reticencias de una ciudad hasta hacía poco gobernada siempre por blancos. Logró la alcaldía
en 1983, sin pertenecer a ninguna de las familias que controlaban todos y cada uno de los barrios y
distritos. Sus oponentes no tuvieron piedad. Los carteles electorales republicanos rezaban: 'Vota lo
correcto. Vota blanco'. Entonces se llamaba a Chicago 'la Beirut del lago Michigan'.

Obama y otros organizadores comunitarios comenzaron a coordinar su trabajo en el rectorado de la


iglesia del Santo Rosario, un modesto edificio de ladrillo marrón en el barrio de Roseland, en el sur de la
ciudad. Su despacho, compartido entre tres, era un medio sótano con dos ventanucos, sin ventilación
alguna e iluminado por un tubo de luz fluorescente. Los papeles y las mesas de aquella época todavía se
agolpan en esta misma habitación, cubierta por el polvo de veinte años.
No muy lejos de aquí emprendió Obama su primer proyecto como trabajador social, en el barrio de
Altgeld Gardens. Unió a un centenar de residentes que necesitaban desesperadamente una serie de
reformas en su edificio. Obama logró que algunos consiguieran financiación pública y que los dueños de la
propiedad retiraran unas vigas construidas con amianto, material muy común en los años setenta que es
altamente tóxico.

'Fue un trabajo valiosísimo el que Barack hizo', explica Linda Randle, afroamericana que también
trabajaba como organizadora comunitaria en Altgeld Gardens. 'Buscó y encontró trabajo a un grupo de
mujeres a las que sus empresas habían prejubilado. A una de ellas le consiguió una beca para la
universidad, y encontró trabajo gracias a un máster que estudió. Ése era Barack, una persona trabajadora,
que sudaba la camisa, comprometida. El mismo que veo en la tele ahora'.
En aquella época, todos sus compañeros tenían una fe. Todos menos Obama. Kellman había sido judío,
pero se convirtió al catolicismo. 'Nosotros siempre le insistíamos a Barack para que buscara una iglesia',
explica. 'Era difícil que los desempleados, que acudían a las parroquias a rezar, aceptaran su ayuda si no
les ofrecía, al menos, el vínculo de la fe. La comunidad afroamericana es muy devota. Y yo veía, entre
líneas, que esto ayudaría a Barack a encontrar su perdida identidad'.

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Así, Obama descubrió al que sería su mentor durante años, un intelectual brillante, un orador excelente y,
recientemente, un verdadero dolor de cabeza para la campaña del ahora candidato a la presidencia.
Jeremiah A. Wright nació en Filadelfia, un Chicago en miniatura por sus importantes problemas de
segregación y racismo. Prestó servicio en el ejército entre 1963 y 1967, y luego consiguió diversos títulos
universitarios en lengua y literatura inglesas y teología. En 1975 acudió a Chicago para hacerse cargo de la
iglesia Trinity United, que no superaba los 250 feligreses en cada oficio. Cuando se retiró, en marzo, tenía
más de 10.000 miembros registrados.
Wright es un hombre de una intensa presencia. Cuando era pastor le rodeaba siempre una cohorte de
subalternos, secretarios y guardaespaldas. La respuesta con la que los periodistas se encontraban al tratar
de acercarse a él en su parroquia era siempre la misma: 'El reverendo Wright no concede entrevistas'. Al
pastor se le conoce por sus histriónicos sermones, repetidos hasta la saciedad en las cadenas de televisión
conservadoras. En ellos acusa a EE UU de ser un país racista. 'Dios maldiga a América', grita a los cuatro
vientos en uno de esos vídeos. 'Nos merecíamos [los atentados terroristas del] 11-S, por la violencia en
Oriente Próximo. Todo el mal que hemos hecho en otros países vuelve a nosotros'.

En la tarde del domingo 3 de enero, en uno de sus últimos servicios, Wright proclamaba su lema a los
congregados, todos afroamericanos: 'Sin vergüenza de ser negros, sin reparos por ser cristianos'.
Entonces, Obama todavía era miembro de la iglesia. 'Votad, mis fieles. Votad porque muchas son las vidas
que se han perdido para daros ese privilegio'.
Junto a él, la bandera panafricana, con sus vistosos colores rojo, verde y negro. Todo su sermón se centró
en una parábola que bien podría representar las enseñanzas a través de las cuales Obama descubrió su fe
y su identidad. 'Un hombre pierde la vista. Se queda ciego. Sus amigos le dicen que se ha quedado ciego
por ser malo a los ojos de Dios. Estas personas convierten un hecho biológico en una sandez teológica. Así
nació toda la teología de la supremacía blanca. Yo os digo que no sintáis vergüenza por ser negros. Ser
negro no es una maldición. Que no os cuenten mentiras, porque con estas mentiras los blancos nos
convirtieron en esclavos'.

Obama escuchaba cada domingo discursos como éste sentado en una de estas sillas rojas, enfrentado a
un potentísimo coro de mujeres negras. Aquí encontró lo que su historia personal le había negado. Su
madre era de Kansas; su padre, de Kenia; su infancia la pasó entre Hawai e Indonesia. No era ni blanco ni
negro. Su nombre sonaba exótico. Hasta que Wright le ofreció a Obama la 'audacia de la esperanza', una
frase con la que el senador titularía su segundo libro. 'En aquella época, nuestros juicios y nuestros
triunfos se convirtieron, por fin, en únicos y universales, negros y más que negros', escribe el senador en
el libro.

Tras tantos años de camino junto a su pastor fue difícil para Obama distanciarse totalmente de él el
pasado 1 de mayo. Había aguantado la tormenta política de sus sermones, de las acusaciones
conservadoras de que era un candidato antiamericano y racista en el corazón. Había pronunciado
discursos en los que pedía que América superara 'sus viejas heridas raciales'. Pero la gota que colmó el
vaso de la amargura fue la de la comparecencia de Wright en el National Press Club de Washington el 28

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de abril, cuando insinuó que Obama era un hipócrita: 'Si el senador Obama [no se hubiera distanciado de
mí] nunca podría ser elegido. Los políticos dicen lo que dicen y hacen lo que hacen basándose en la
posibilidad de ser elegidos, basándose en cortes de voz, basándose en encuestas'.

Obama aseguró que los sermones del reverendo eran 'destructivos y divisivos', un reducto de alivio para
'los que se alimentan de odio'. El 1 de junio abandonó la iglesia, tras escuchar las declaraciones de un
pastor católico y blanco que hacía mofa de Hillary Clinton e insinuaba que la candidata era racista. 'Me
apena', dijo Obama. 'Allí encontré a Jesucristo, allí me casé con mi mujer y bauticé a mis niños'. Pero la
carga política de seguir relacionado con la iglesia era ya un lastre demasiado pesado para poder con él.

En su iglesia y en su trabajo, Obama también descubrió una vocación más ambiciosa que la de
organizador comunitario. 'Barack ayudaba a los ciudadanos a saber cuán poderoso podía ser su voto, a
organizarse para conseguir beneficios', explica Michael Kuglik, otro de los trabajadores sociales con los
que recorría las calles. 'Gracias a él conseguimos mejores escuelas, mejor cobertura sanitaria. Ahí veías ya
al Barack que quería cambiar el mundo'.

Con esta voluntad, Obama se matriculó en la Facultad de Derecho de la muy prestigiosa Universidad de
Harvard, donde le esperaba una carrera universitaria llena de éxitos. Fue el primer afroamericano elegido
presidente de la revista Harvard Law Review; se graduó magna cum laude y volvió a Chicago para trabajar
brevemente en Project Vote, una organización cuya única finalidad era lograr que el mayor número
posible de personas se registrara para votar en las elecciones presidenciales de 1992. El equipo de Obama
consiguió algo inaudito, un verdadero homenaje póstumo al alcalde negro Harold Washington: 150.000
nuevos votantes se dieron de alta, la inmensa mayoría negros. Por primera vez, el número de electores
afroamericanos superaba la cifra total de blancos.

Ya en 1993, la revista local Chicago Magazine le saludaba como 'la nueva estrella política'. 'El alcalde tomó
nota del aumento en participación negra, pero eso no significa que esté pendiente de que le venga una
estrella política afroamericana por la espalda'. Entonces comenzaron los rumores sobre las posibles
opciones políticas de Obama, que había aceptado un trabajo como abogado en el bufete Davis, Miner,
Barnhill y Galland.

Se presentó a las primarias para el Senado de Illinois en 1996, en el único episodio en el que parece haber
traicionado sus principios, siempre repetidos, de 'dar voz a todos los votantes'. En enero de aquel año, él
y su equipo comenzaron a presentar quejas formales contra el resto de políticos demócratas que
competían con él en las primarias, entre ellos la veterana senadora Alice Palmer, muy querida en el difícil
mundo del South Side. Dicen casi todos los medios norteamericanos, de The New York Times al Chicago
Tribune, que, por una vez, Obama jugó con las estratagemas de Chicago, la ciudad sin leyes políticas.
Consiguió que el Partido Demócrata declarara irregular un gran número de firmas que apoyaban a sus
contrincantes, y logró ser el único que se presentó a las primarias.

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Entrevistado por el Chicago Tribune, Obama dijo que, ante la duda, llegó a la conclusión de que 'si no se
puede cumplir con las normas a la hora de firmar una petición en las primarias, ese representante político
no puede llegar a hacer bien el trabajo'. Pocos dudan de que si la senadora Palmer, entonces amiga de
Obama, se hubiera presentado, habría arrasado entre los demócratas. En sus ocho años en el Senado de
Illinois, Obama luchó por incluir en la agenda de los políticos asuntos como la reforma de la asistencia
médica, la pobreza, el crimen y el medio ambiente, unos temas que se han convertido en pilares de su
campaña presidencial.

Las acusaciones de Hillary Clinton y el candidato republicano, John McCain, de que Obama no tiene
ningún tipo de experiencia en política quedarían fácilmente desmentidas con un simple repaso de los
títulos de las 823 leyes que promulgó junto con otros senadores. Su primer proyecto, el más ambicioso,
fue intentar por sí mismo que Illinois garantizara cobertura médica universal a sus ciudadanos. Los
republicanos y una buena parte de demócratas tumbaron la propuesta.

Con el tiempo, se sumergió de lleno en el ambiente político de Illinois. Dejó la imagen de político radical y
se hizo un hueco, cada vez más imprescindible, en el Senado. 'Barack consiguió que se aprobara una ley
que creó un grupo de agentes que investiga si algunas de las detenciones que hace la policía en Chicago
obedecen a motivos raciales', explica la representante de la Cámara de Illinois Debrah Graham. 'Con esta
ley disminuyó el número de cacheos injustificados a afroamericanos. Y logró que los interrogatorios a
sospechosos de homicidio sean grabados, para evitar que los agentes impongan confesiones falsas a los
supuestos criminales'.

Entre otros proyectos, Obama consiguió que se reformara la oscura ley de financiación de campañas
electorales de Illinois. Aumentó los subsidios que podían recibir las madres solteras y logró que se
aprobara una ley en la que se concedían rebajas a las personas que no se podían permitir pagar sus
impuestos. No es que el senador revolucionara el Estado, pero supo llevar a cabo los modestos objetivos
que se impuso.

'Lo bueno de Obama es la rapidez con la que aprende', explica Martin Lawrence, viejo conocido del
senador y director del Instituto de Políticas Públicas de la Southern University de Illinois. 'Por primera vez
vimos que un político joven estaba dispuesto a rebasar las líneas del partido. Tenía una serie de puntos en
su agenda, claro. Pero sabía que para cambiar el panorama político tenía que ser flexible'.
Tal era su flexibilidad que votó simplemente 'presente' a 129 leyes propuestas por sus contrincantes, algo
que provocó duras críticas de su contrincante, Hillary Clinton. Entre ellas, diversas normas a favor del
aborto. 'No queda duda de que Barack está a favor del derecho a abortar. Es un político de perfil
netamente liberal, preocupado por temas como la seguridad social o la lucha contra la pobreza', explica
Cynthia Canary, directora de la Campaña para la Reforma Política de Illinois, que trabajó en numerosas
ocasiones con Obama en Springfield, capital del Estado.

'Que Obama votara simplemente 'presente' en tantas ocasiones, en lugar de sí o no, significaba que sabía
trabajar en este ambiente político', explica el profesor Lawrence. 'Igual no estás de acuerdo al cien por

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cien con lo que quiere un senador, pero le concedes el beneficio de la duda, le transmites el mensaje de
que estás dispuesto a negociar. Así es como se avanza en política, con el diálogo, con la flexibilidad'. Esta
flexibilidad es la que exhibió Obama el pasado miércoles ante el lobby judío: es su promesa de superar las
heridas raciales y partidistas para llegar a un 'futuro mejor, mediante el diálogo'.

Precisamente el diálogo ha sido la bandera que ha hecho ondear Obama desde que anunciara su
candidatura, en febrero de 2007. 'Es aquí, en Springfield, donde el Norte, el Sur, el Este y el Oeste se
encuentran', dijo el candidato en el mismo punto en que Abraham Lincoln pronunció un famoso discurso
contra la esclavitud en 1858. 'Aquí se me recordó la decencia esencial de la gente de América, aquí
aprendí que con esa decencia podemos construir una América de esperanza'.
Obama ha recorrido un espinoso camino para llegar hasta aquí. Ya tiene a la vista la Casa Blanca. Está muy
cerca. O demasiado lejos. La solución: el 4 de noviembre.
Un líder llamado Barack Hussein Obama. 4 de agosto de 1961. Nace en Honolulú. Sus padres, Barack
Obama, keniano, y Ann Durham, de Kansas, se habían conocido en la Universidad de Hawai.- 1964. Los
padres se divorcian cuando Barack tiene tres años. Obama, padre, regresa a Kenia y apenas volverá a ver
a su hijo.- 1967. Ann se traslada con su nuevo marido, indonesio, y sus hijos a Yakarta. Con 10 años,
Barack regresa a casa de sus abuelos maternos en Hawai. Es un adolescente brillante y rebelde. En sus
memorias reconoce que en esa etapa consumió cocaína y sufrió crisis de identidad por ser mestizo.- 1983.
Se gradúa en Columbia en Ciencias Políticas. Su padre había muerto un año antes.- 1985. Trabajador
social en zonas conflictivas de Chicago.- 1991. Se gradúa magna cum laude en Derecho en Harvard. En la
Escuela de Leyes es elegido el primer presidente negro de la Harvard Law Review.- 1992. Se casa con
Michelle LaVaughn Robinson, de raza negra. Se conocieron en una comida de negocios cuando Obama
trabajaba de abogado en una consejería jurídica por los derechos civiles de Chicago. Su primera hija,
Malia Ann, nace en 1998; la segunda, Natasha, en 2000.- 1995. Su madre muere de cáncer con 53 años.
Obama considera 'el mayor error' de su vida no pasar sus últimos días con ella.- 1997. Elegido senador
estatal de Illinois. Presenta propuestas radicales como la defensa de derecho al aborto, pero llega a
compromisos con los republicanos en medidas sociales.- Julio de 2004. Llama la atención en la
Convención Nacional Demócrata con un discurso en el que insta a superar las diferencias raciales. En
noviembre del mismo año gana un puesto en el Senado por Illinois.- 16 de enero de 2007. Anuncia que se
presenta como candidato a las primarias demócratas para las elecciones presidenciales de 2008.- 3 de
enero de 2008. Con su victoria en los caucuses de Iowa nace la obamanía y comienza su carrera hacia la
Casa Blanca.- 3 de junio. Tras cinco meses de batalla con Hillary Clinton, se asegura el número de
delegados necesario para ser proclamado candidato

DAVID ALANDETE
Periodista especializado en temas de actualidad con mucha acuciosidad escribe normalmente para El País de Madrid.

http://elpais.com/diario/2008/06/08/domingo/1212897153_850215.html

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